Buenas intenciones (Continuación de "Mi suerte" Tai X T.K) Cancelado

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  1. shingiikari01
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    que marabilla pense que moriria antes de poder leer esta conti pero me alegraste el dia
     
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  2. danielXD
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    Ammmmm no entendi :''''v

    Pero no importa me encanto conty
     
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    Yaoizando
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    Hola a todos y todas! Gracias por pasarse. Les traigo el capitulo numero 11 de la historia. Se revela algo muy importante sobre algunos personajes, que será importante para lo que se vendrá. También vuelve a la escena T.K, que pobresito se había quedado algo relegado en los últimos capítulos; o por lo menos no actuaba de forma activa en la trama. Les dejo en paz para que lean.

    *Killer_Cookie: Hola! uf entonces este fic te encantará a lo largo y a lo ancho jajaja (espero) En este capitulo veremos si acertaste con las teorias ja. Gracias por leer y comentar! lo aprecio mucho.

    *shingiikari01: jajaja no mueras! Gracias por leer. Espero q esta conty te vuelva a alegrar el día, o noche o tarde jeje. Saludos!


    *danielXD: Como q no entendiste???? D: :blink: jaja que bueno q igual te haya encantado jeje, me da gracia. Hasta la próxima!!



    Capitulo 11: Persecuciones


    A Tai le daba muy mala espina la parte de la ciudad donde se adentraba por estar siguiendo al rubio. La peor zona de la ciudad. Aquellas calles en las que nadie quería estar, ni solo ni acompañado; las que alimentaban a los noticieros de noticias feas. La zona que todos evitaban transitar a toda costa, incluso el transporte público. Incluso la policía. La zona que todo político olvidaba por completo en sus discursos y entrevistas. Aquella zona.

    Edificios de departamentos y oficinas abandonados, locales cerrados y rapiñados, casonas viejas que en cualquier momento se caerían y calles con más baches que asfalto, era lo que quedaba de ese barrio que en el pasado había brillado como centro industrial y económico. Ahora solo despertaba lastima y desprecio. El cada vez más oscuro y nublado cielo potenciaba lo lúgubre que llegaba a los ojos.

    Tras esquivar a un par de vagabundos durmiendo en la acera, se le hizo tentador abandonar la persecución. No valía la pena que lo asaltasen o lo matasen por seguir a ese imbécil. Aquella noche T.K iría a dormir en su casa; lo mejor sería ir a ordenar su cuarto y darse una ducha para recibir al menor. Pero ni bien ese pensamiento terminó de pasear en su cabeza, la maldita curiosidad por saber la verdad le obligó a seguir. Era como una urticaria donde uno no se puede rascar…necesitaba deshacerse de ella.

    Siguió a Matt varias calles, teniendo que ser rápido para esconderse donde podía cuando el ojiazul miraba a su alrededor, cada vez con más frecuencia. Adentrándose más y más en aquel barrio de mala muerte, llegaron a un predio donde fábricas y talleres abandonados agonizaban.

    El rubio se detuvo al frente de un taller, el cual era igual o más precario que el resto. Miró hacía todas direcciones una vez más y golpeó la puerta.
    El castaño, desde su escondite a varios metros, observó atónito como la puerta de hierro se abrió y el blondo entró al taller, desapareciendo de su vista.

    "Mierda, ¿Como hago ahora?" maldijo al sentir que la oportunidad de descubrir la verdad se le escapaba. Necesitaba saber en que estaba metido Matt.

    El desconcierto que lo invadía no fue impedimento para que se acercara a la estructura y meditara en como entrar. Bordeó el taller por un callejón, que no desentonaba con la inmundicia de aquella parte de la ciudad, y pudo observar algo que le serviría: una rendija en la pared a unos 3 metros de altura. Usando algunas cajas de madera podridas desparramadas en el callejón, armó una estructura lo suficientemente alta para poder subirse y, haciendo un esfuerzo brutal para hacer equilibrio, mirar adentro.

    Desde allí observó que el taller era un extenso galpón sin divisiones. La penumbra que reinaba por la falta de ventanas permitía solo ver la silueta de lo que parecía ser maquinaria abandonada. En medio de estas, la luz de un foco que colgaba a dos metros de altura se abría hacía abajo, formando un cono de luz en medio de la oscuridad. Este iluminaba a un sujeto obeso sentado solitariamente detrás de una mesa.

    -Ah, Ishida- dijo el gordo, su voz gruesa retumbó en la oscuridad- que rápido, te llamé hace menos de una hora.

    Matt entró al círculo iluminado con su típica cara de perro buldog, seguido de dos sujetos que se detuvieron en el límite de la luz y la oscuridad. El ojiazul sacó el celular robado del bolsillo y lo depositó en la mesa. Con despreciable indiferencia lo deslizó hacía aquel sujeto.

    -Este celular es uno de los más nuevos que hay en el mercado y se nota que no tiene ni una semana de uso, vale bastante- dijo viendo al gordo a la cara.

    -Ah, sí- contestó este, examinando el móvil- este modelo solo tiene un mes en el mercado…bien, muy bien.

    -Espero que con esto dejen de molestarme con estas estupideces por un largo tiempo- agregó Matt- y que la próxima vez que me llamen sea para algo importante.

    “¿Algo importante? ¿De qué habla?” No pudo evitar preguntarse el moreno, observando desde su rendija.

    El hombre obeso, el cual la cabeza rapada reflejaba la tenue luz del foco, rió a carcajadas como si el rubio le hubiese contado el mejor de los chistes. Se hizo hacía delante apoyándose en la mesa y dijo:

    -Me parece que se te está olvidando como son las cosas…

    Tai se obligó a bloquear el grito de “¡Cuidado!” en la garganta, recordando que tenía que permanecer de incognito. Uno de los sujetos al borde de la luz avanzó hacía Matt por detrás. Alguien joven, pero mucho más alto que el rubio. Este agarró al ojiazul del cabello y le hizo estrellar el rostro en la mesa, doblándole el brazo derecho en la espalda.

    -Nosotros decidimos cuando hay que dar ofrendas y cuando no- dijo el gordo mirando fijamente a Matt, deslizando el celular hacía un costado- ¿Entendiste?

    El rubio no contestó. El que lo sostenía le dobló aun más el brazo sobre la espalda. El alarido de Matt indicó que llegaba al límite de su resistencia.

    -¿Eh? No te escucho- dijo el adulto, con el malicioso disfrute en su voz.

    -Sí… ¡Ah! ¡Sí! ¡Sí! ¡Entiendo!

    El gordo hizo una seña y el sujeto alto soltó a Matt.

    -Ahora vete- dijo, recostándose en la silla, la cual crujió pidiendo clemencia- antes de que cambie de idea.

    El blondo, tomándose el hombro, salió de la zona iluminada, no sin antes recibir un empujón por parte del tipo alto que lo hizo caer. Matt
    desapareció en la oscuridad. El rechinar de una puerta abriéndose y cerrándose le indicó a Tai que este había salido del taller.

    Se bajó de la improvisada estructura que había armado, cuidadosa pero rápidamente. Echó un vistazo antes de salir del callejón. Matt ya caminaba de nuevo la calle por donde habían venido, a un paso endiabladamente veloz.

    La persecución continuó. Tai aun tenía muchas dudas por aclarar.

    Madre e hijo

    T.K nunca había estado en esa situación, nunca había visto a Davis así.

    El castaño se juntaba cada vez más y más con Kari, en salidas donde el rubio sabía muy bien que solo estorbaría. Su mejor amigo y su “cuñada” necesitaban estar a solas; se notaba en la forma en cómo se miraban uno al otro, como quien desea devorarse un manjar con la vista. Si bien el ojiazul sentía la más sincera felicidad por el inesperado enamoramiento entre Davis y Kari, la otra cara de la moneda era la incómoda sensación de haber sido dejado de lado. Aquello dolía, y lo más raro era que no sabía qué hacer.

    A pesar que el amor de Tai le quitaba la necesidad del contacto con alguien más y le hacía olvidar del resto de las personas, cuando este no estaba con él, el involuntario despego de su mejor amigo le pesaba.

    De esa manera, la relación con Andy se le hizo cada vez más necesaria para sentirse menos solitario. Si bien T.K llevaba una relación normal con el resto de sus compañeros de clase, con el ojiverde estableció un vínculo que no logró con ningún otro, aparte de Davis. No sabía si su nueva amistad era por una profunda empatía o por despecho, pero disfrutaba de la compañía de ese castaño. Se sentía cómodo con él, sus personalidades congeniaban y compartían varios gustos de los cuales extraían temas de conversación interminables. Los unía el amor ciego a las bolitas de chocolate, así que juntando el dinero de ambos se compraban la mayor cantidad posible y se dejaban llevar por el placer en cada oportunidad que tenían.

    Además, Andy era el único que sabía de su relación con Tai, así que aprovechaba para hablar del tema con el ojiverde, aunque este no supiera nada de relaciones. Era agradable el poder conversar de su felicidad con el moreno con alguien.

    Un día en el que Tai le había dicho que iría a visitar a su entrenador en el hospital, y, por otro lado, Davis saldría con Kari, invitó a Andy a probar un nuevo juego de basquetbol en el local de videojuegos en el centro de la ciudad. Primero este dudó, pero a base de suplicas terminó aceptando. De esa manera ambos vivieron una tarde donde las risas no escasearon y que les permitió olvidarse por un momento de la rutina diaria.
    Mientras volvían a sus casas, al llegar a la esquina donde se separarían, T.K se ofreció acompañar al pecoso a volver a su hogar. Este se negó. No fue el que se negara, sino el cómo se negó lo que le llamó la atención. En dos segundos Andy había cambiado una sonrisa amena por una expresión de miedo, para después despedirse de él torpe y presurosamente, sin darle tiempo siquiera de responder.

    T.K observó como el castaño se alejó veloz.

    ¿Por qué Andy había reaccionado así? Pensó en un motivo, y no tardó mucho para que los nuevos moretones que Andy había intentado ocultar esa tarde saltaran a su mente. Inmediatamente, unió ambos factores: los moretones y el que Andy no quisiera que lo acompañara a su casa. Así como su cerebro unió los dos factores automáticamente, también ordenó a sus piernas correr lo más rápido posible. Sin pensarlo, bordeó la manzana y esperó escondido detrás de un arbusto. Cuando el castaño pasó, le siguió procurando que no se diera cuenta. En realidad no quería hacerlo, quería ir la casa de su papá para buscar ropa e ir después a pasar la noche en lo de Tai;... pero la forma en que el ojiverde se alteró le había quemado con el hierro caliente de la curiosidad.

    A medida que perseguía a su amigo, la zona a su alrededor se tornó cada vez menos amigable. Aparte de no saber adónde se metía, las desoladas y descuidadas calles le hacían recordar cuando veía las noticias… o mejor dicho, las malas noticias en la televisión. Con la paranoia de consejera, miró a todos lados en vista de alguien o algo sospechoso mientras caminaba. No quería figurar en la sección de policiales en los noticieros nocturnos. El corazón le bailaba de los nervios.

    “Tranquilo T.K, tranquilo. No pasa nada” se dio ánimos a la vez que apresuraba el paso para no perder el rastro del pecoso.

    -Oye hijo…- llegó a su oído derecho una voz lamentosa, como la de un fantasma en pena.

    Se obligó taparse la boca para no gritar del susto. Por poco trastabilló. Al girar su cabeza, el vagabundo más harapiento que había visto en su vida le veía fijamente, acostado en el pórtico de un edificio deplorable y envuelto en mantas tan mugrientas como él.

    -Niño, una moneda por favor…- agonizó el vagabundo extendiendo su mano, arrastrándose hacía él con manta y todo, -…ayuda a este viejo, una moneda, hijo…una moneda.

    Aun con los sentidos aturdidos y al borde de la taquicardia, T.K se hizo para atrás, buscando torpemente algo de cambio en sus bolsillos. Quiso decirle a ese hombre que se callara, que le daría algunas monedas pero que no hiciera tanto ruido, pero las palabras se le congelaban en la boca. Los descoloridos ojos bien abiertos de ese sujeto, como si no tuviesen vida, le impresionaban a medida que este se arrastraba hacía él. El olor era repulsivo.

    -Unas monedas…unas monedas- le imploró el anciano otra vez.

    Con más miedo que lastima, depositó todas las monedas que pudo agarrar de su bolsillo en el rotoso guante del vagabundo.
    Echó a correr, Andy ya había doblado en la esquina.

    Apenas pudo contactar visualmente al castaño antes de que este se introdujera en una vivienda, con terrenos baldíos a ambos lados.

    Tratando de regular su respiración, se acercó caminando por la acera. Observó la casita. Era pequeña, modesta, algo descolorida. Por lo aprendido con su padre en el verano, pudo determinar que las maderas del exterior necesitaban ser cambiadas y pintadas de nuevo. Se necesitaban varias atenciones a decir verdad. Además del descuido de la pequeña estructura, se sumaba el hecho de que el patio delantero no lucía ninguna flor o adorno; solo malezas.

    -¿Será que sientes vergüenza, Andy?- preguntó T.K en voz baja, permitiéndose sonreír al darse cuenta de la tonta posible causa del nerviosismo de su amigo.

    “Que tonto eres, ni que fuera alguien superficial o que se fijara en las cosas materiales” le recriminó mentalmente al ojiverde, dispuesto a hacerle entender que no tenía nada de qué avergonzarse la próxima vez que lo viera.
    Con las manos en los bolsillos y el helado viento congelándole las mejillas, caminó por el frente de la vivienda, deseoso de salir de allí.

    Algo le detuvo, un grito de mujer:

    -¡¿Dónde mierda estuviste?!

    Giró automáticamente hacía la casita, jurando que ese grito pelado vino de ahí. Deseaba equivocarse.

    -¡¿Quién te crees que eres?!- otra vez.

    Con ese segundo alarido no quedó duda alguna: los gritos escapaban de la casa de Andy. Aquello le ahuyentó, le gritó que se fuera, que corriera lejos; pero como si fuese el día de seguir los impulsos, saltó la rotosa cerca que le llegaba a las rodillas y se asomó por una ventana. La ventana de la cocina

    Vio a una mujer de unos treinta y tantos años con un cucharon metálico en la mano y blandeándolo en el aire.

    -¡Trabajo 10 horas diarias para poder mantenerte y tratar de darte lo mejor, y llego a casa y no estás! ¡Ni una nota o algo!- gritaba la señora de pelo negro y con los mismos ojos de Andy y Erick, solo que estos, aparte de un color verde manzana, también portaban el aterrorizador color de la
    cólera… y T.K no supo confirmar si también, el de la locura.

    -¡Con lo peligrosas que están las calles, Andrew! ¡Solo buscas matarme de preocupación!-continuó la mujer a los gritos, a pesar que la cocina era tan pequeña que solo con susurrar bastaría para tener una conversación cómoda.

    -Ya mamá, estas exagerando.

    Apoyado sobre una pared, su amigo resistía los gritos con las manos en los bolsillos y la mirada de alguien ya acostumbrado a esas situaciones, pero que aun así tenía miedo.

    -Te mandé un mensaje antes de irme, que iría al centro de la ciudad con un amigo- contestó el castaño.

    -¡Sabes que los mensajes a veces no me entran al celular! ¡Lo sabes!- gritó la mujer, sin intenciones de calmarse.

    -Está bien, como digas...-dijo Andy notoriamente cansado, como sabiendo que aquello no llegaría a ninguna parte.

    Se dio media vuelta, dispuesto a salir de la cocina.

    -Ah, te haré entender como son las cosas…

    La mujer tomó al castaño de la campera, sorprendiéndolo. Sin que el ojiverde pudiera reaccionar de alguna forma, su madre le golpeó reiteradas veces con el cucharon de metal, en los brazos y las costillas.

    -¡Eres un desconsiderado! Yo no te eduqué así, pero no me rendiré- la voz de la mujer desbordaba ira- ¡No piensas en tu madre enferma, solo piensas en ti mismo!

    -¡Ya, mamá! ¡Para!- rogó el menor, cubriéndose la cabeza con los brazos, mientras recibía aquel castigo contra la pared de la cocina.

    T.K se congeló. Solo se congeló. No podía procesar aquello, como si el hacerlo significara herirse a sí mismo. ¿Cómo una madre podría hacer eso?

    Nunca había presenciado algo parecido. Lo escuchó en las noticias, vio informes sobre violencia domestica, pero eran personas desconocidas… ajenas, personas que nunca conocería o cruzaría. No un conocido. No un amigo. Cada golpe que recibía Andy le dolía a él y con ello su desesperación crecía. No podía reaccionar. No quería seguir viendo, no quería que esa desquiciada golpeara a su amigo. Pero estaba paralizado. La garganta se le cerró y los ojos se le humedecieron mientras aquella escena seguía lastimándole desde la ventana. Era demasiado. Ver eso era demasiado.

    Agitó las manos en un inútil gesto de desesperación. Luchando contra el llanto, observó desesperadamente a todos lados en busca de alguien, de algún adulto que le ayudara y salvara a Andy. Quiso gritar a todo pulmón “¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!” y así terminar eso. Pero lo único que lo rodeaba era aquel barrio deprimente, sin ningún alma humana cerca. Entendió automáticamente que nadie saldría de sus casas, que nadie querría involucrarse aun si escucharan sus gritos de ayuda.

    De repente, Andy alzó una mano y detuvo el descenso del cucharon, sorprendiendo a su madre. Se lo arrebató y, como si fuera una especie de objeto maldito e impuro, lo aventó con miedo hacía un costado.

    -¿Te atreves a levantarme la mano? Mi hijo me levanta la mano ¡Bien!- gritó la peli azabache, como si aquel acto instintivo del castaño de protegerse hubiese sido la más baja ofensa -¡Golpéame, vamos! Eres igual a tu padre, eres igual a todos los hombres.

    Sin siquiera dudarlo, agarró de un estante cercano el utensilio pesado de madera que se usa para amasar, y sin que el menor pudiera reaccionar se lo impactó en la rodilla.

    Envuelto en un aura de irrealidad y horror, T.K vio como Andy cayó al suelo. Del bolsillo del pecoso, contrastando con la violencia del ambiente, se deslizó suavemente hacía el piso un envoltorio de las bolitas de chocolate que habían comido juntos a la tarde.

    -Te dije que no comieras esas basuras- dijo la madre respirando pesadamente- Anda, sigue sin hacerme caso ¡Total, la estúpida que se preocupa y paga dentista y médicos soy yo!- gritó para arremeter de nuevo contra el castaño, que se hizo una pelota en el suelo protegiendo su cabeza- solo me usas, todos los hombres son iguales, me usan y luego me abandonan ¡Eres igual a tu padre!

    El rubio no soportó más. Apretó sus puños sin darse cuenta y todo su cuerpo se tensó.

    Si bien las lagrimas recorrían sus mejillas como indicadores involuntarios del dolor por saber el origen de los moretones de su amigo, le invadió la ira. Aceptó no ceder. No podía dejar que la impotencia ganase y que aquella injusticia siguiese ¿Qué clase de amigo sería? ¿Qué clase de basura inhumana sería? No, aquello debía parar.

    Respirando como un toro enardecido caminó hacia la puerta y reventó contra esta sus nudillos tres veces. Solo cuando el retumbar del golpe pasó y el dolor le hizo temblar la mano, se dio cuenta lo que había hecho. Un escalofrió le comprimió la respiración, y de repente se sintió pequeño, un enano. La puerta pasó de medir 2 metros a medir 5, y al segundo siguiente, 7.

    La peli azabache se detuvo sorprendida al escuchar esos golpes que en vez de intentar llamar a la puerta parecían querer voltearla. Su hijo aprovechó y se escabulló saliendo de la cocina para encerrarse en su habitación con seguro. Shockeada, dejó el utensilio en la mesa y caminó hacia la puerta, acomodándose los desordenados mechones tras sus orejas para intentar disimular su estado. Sus temblorosos dedos sacaron el seguro de la puerta y con lentitud la abrió. Nadie.

    Confundida, miró hacía todas direcciones. Solo el movimiento de un gato cruzando la calle a toda velocidad llegó a sus ojos. Normalizando su agitada respiración, se preguntó la razón de los golpes en la puerta, pero no buscó una respuesta. Tenía que preparar la cena antes de irse a trabajar de nuevo.

    Al escuchar la puerta cerrarse, T.K respiró agitado a un costado de la casa. Correr y esconderse fue lo único que su cuerpo pudo hacer al oír los pasos al otro lado de la puerta. En lo que su pecho se expandía y contraía como acordeón, no su supo si odiarse o felicitarse por lo hecho. Solo supo que por lo menos le había dado la chance a Andy de huir de la cocina: debido a la delgadez de las maderas de la casa, pudo escuchar al castaño cerrar una puerta con seguro. Andy estaba a salvo, por el momento.

    Pensó en asomarse ventana por ventana para encontrar al castaño y hablarle, apoyarle en ese momento de mierda. Pero se dio cuenta que no sería una buena idea ya que probablemente, en vez de transmitir serenidad y esperanza, quebraría a llorar peor que una marica, agobiando aun más al pecoso. Él no era Tai. Además, podía meter a su amigo en más problemas con su madre por tener visitas imprevistas. No, en ese momento su compañía no sería de mucha ayuda, lo mejor era irse.

    Solo al sentir el viento helado en la cara de nuevo, se dio cuenta del rastro húmedo que habían dejado las lágrimas en sus mejillas. Se limpió con la manga de la campera. Volvió a la acera y caminó rumbo a su casa, todavía sin creer lo que había visto.

    Amenaza, charla y café

    Tai subió las escaleras lo más rápido que pudo. Para su desgracia, el ascensor del edificio donde vivían los Ishida había sido reparado. No podía dejar que Matt llegara primero a su casa, sabía de sobra que este no le abriría la puerta. Necesitaba interceptarlo antes de que entrase.

    Cuando llegó al piso correspondiente, vio al rubio abriendo la puerta de su departamento. Este giró su vista hacía él.

    -T.K no está ahora, no sé a qué hora volverá- le dijo el ojiazul a la distancia al notar su presencia, para luego entrar a la vivienda.

    El castaño no supo como hizo para correr tan rápido desde las escaleras hasta la puerta, pero logró meter un pie antes de que Matt la cerrara.

    -No vine…-dijo jadeante, luchando por introducir aire en sus pulmones, deslizando la mitad del cuerpo por entre la puerta entre abierta ante la estupefacta mirada del blondo-…no vine…por T.K…quiero hablar contigo.

    -¿Qué?- le preguntó el ojiazul confundido- ¡No!

    Matt le dio un portazo que le quitó otra vez el aire, pero cuando el rubio abrió la puerta para darle otro golpe, Tai aprovechó y se adentró en el departamento.

    -Vete- dijo Matt, abriendo la puerta.

    -Espera…-contestó Tai apoyándose sobre las rodillas, intentando recuperar el aire- …solo…quiero hablar.

    -No, vete.

    -Fiuuu- silbó el oji-café sentándose pesadamente en un sillón.

    Matt suspiró y cerró la puerta.

    -¿Qué quieres?- le preguntó cruzándose de brazos y apoyándose en la puerta.

    Tai se reincorporó, con la respiración más normalizada para poder hablar.

    -¿Hiroaki no está?

    -No, está trabajando- le contestó el blondo, como si ya estuviera arto de esa conversación- dime a que viniste.

    -Ah, nada importante- dijo el moreno caminando por la sala, paseando su vista por algunas fotos de los dos rubios y Hiroaki en lo que parecía un viaje hace muchos años- solo quería preguntarte…-giró su vista hacía Matt-…como se dice “ladrón” en noruego.

    De todas las posibles reacciones del rubio, sucedió la que Tai menos esperó. Matt se petrificó, con su vista perdida en la sorpresa y su boca entre abierta.

    -¿Cuanto viste?- le preguntó el blondo viéndolo a los ojos, intentando disimular el desconcierto y obligándose a volver a la realidad.

    -Todo- dijo Tai, apoyándose en la pared al otro lado de la sala- incluso adonde fuiste y con quienes hablaste en esa fábrica abandonada.

    Pudo notar por la respiración del rubio, que el desconcierto le crecía y crecía debajo de esa mascara de indiferencia y agresión. Al darse cuenta que el ojiazul no hablaría, preguntó:

    -Matt ¿En qué andas metido? ¿Quiénes son esas personas?

    -No te interesa lo que yo haga- le contestó el blondo al instante, frunciendo el seño- metete en tus asuntos... y si eso era lo que querías decirme, ya te puedes ir.

    Tai se quedó viendo al rubio a los ojos sin cambiar la expresión del rostro. Por la personalidad de aquel idiota, se esperaba una respuesta de ese estilo. Aun así, no había planeado otra forma de sacarle información. Improvisaría.

    Con calma, observó a su alrededor buscando algo que pudiera usar o que le diera una idea de cómo conseguir que Matt se abriera; aun si fuese en contra de su voluntad.

    No tardó mucho en encontrar ese algo.

    -Vete ya- repitió el ojiazul.

    El castaño evitó sonreír para no alertar al rubio de lo que se le había ocurrido.

    -Está bien... está bien- dijo en un tono relajado, caminando, pero no hacía la puerta-... me iré.

    Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sabiendo que solo tendría pocos segundos vitales, se abalanzó sobre el bajo que descansaba en un soporte en el suelo. Abrió la ventana antes de que el ojiazul pudiera reaccionar, .

    -Dime en que andas- exigió, sosteniendo el bajo desde el mástil con ambas manos por fuera de la ventana- o tu bajo caerá al vacio.

    Matt corrió hacía él, desarmándose de la desesperación.

    -¡Un paso más y lo suelto!- amenazó Tai de un grito.

    Como si lo hubiera puesto en "pausa", el blondo se detuvo, con sus ojos azules abiertos como lunas mirando el bajo.

    -Ponlo adentro- le dijo tartamudeando, con las manos extendidas hacía delante con las palmas hacía abajo, como si quisiera calmarlo.

    -Lo soltaré si no hablas ahora- contestó firmemente el oji-café.

    Se miraron a los ojos, estudiándose.

    -Te mataré si lo sueltas- dijo el rubio, sin sacar la vista de su instrumento.

    Un temblor sacudió los nervios del castaño. Esos ojos azules no mentían.

    -Puede ser, pero eso no resucitará a tu bajo- contestó el moreno.

    No sabía mucho de instrumentos musicales, pero si sabía que no estaban hechos para soportar una caída desde un 4° piso.

    Se volvieron a observar a los ojos, buscando en el otro una señal de debilidad.

    "Vamos idiota, habla" rogó Tai en su mente. No quería destruir esa cosa, pero los brazos se le acalambraban. El bajo era más pesado de lo que había creído.

    De repente, el entumecimiento por el cansancio hizo que el bajo resbalara entre sus manos varios centímetros, antes de que pudiera volver a agarrarlo firmemente, sorprendido.

    -¡No!-gritó Matt. Sus ojos y su voz emanaban terror- está bien está bien está bien- dijo de manera inentendible por la rapidez y agitando sus brazos- hablaré.

    -Empieza, vamos- contestó el oji-café, recuperándose de la sorpresa y simulando haber deslizado el bajo a propósito- ¿Las heridas con las que te
    apareces, son producto de tus robos? ¿O te lo hicieron esos tipos, los de la fábrica abandonada?

    El blondo frunció los labios, como si se reprochase el haber cedido. Una mueca de impotencia y rabia le desfiguró la cara. Como si se supiese vencido, dio un suspiró normalizando su rostro.

    -En parte por escapar apresuradamente y herirme en la huida, otras porque me atraparon robando y me dieron una paliza- el ojiazul desvió su
    mirada hacía un costado- a veces fueron los de la fábrica, por faltar el respeto o no cumplir con lo que me pidieron.

    -¿Quiénes son esos tipos, Matt? ¿Una mafia?

    -Se podría decir que sí- contestó el rubio, sin mucha energía para hablar- son criminales organizados que se manejan por toda la ciudad, sé que tienen contactos poderosos y que manejan mucho dinero.

    Matt suspiró de cansancio.

    -A veces, a los miembros de jerarquía más baja como yo, nos piden una especie de ofrenda, de tributo. Eso es lo que tú viste.

    -¿Acaso te divierte hacer eso? ¿Quieres ser parte de esos criminales?- exclamó Tai con desprecio- Ellos te usan y te maltratan ¡Estúpido! ¿Acaso no te das cuenta? Ellos no te respetan ¿Para qué quieres estar en esa mafia?

    El rubio frunció el seño.

    -Claro que no me divierte ¿Crees que soy idiota?- le contestó- no me interesa caerles bien o tener su respeto, esas basuras son solo un medio para un fin- Tai se sorprendió - de vez en cuando, ellos reclutan gente para hacer ciertos atracos grandes o cosas por el estilo, y pagan mejor de lo que imaginas. Solo lo hago por el dinero… estoy juntando dinero.

    Silencio

    -Sigue- ordenó el castaño. Eso no era suficiente- ¿Dinero para qué?

    -Para irme de aquí, de este basurero- le dijo el rubio- mi idea es irme a la capital con mi banda ni bien cumpla los 18 años, grabar profesionalmente un disco… poder ser reconocido…- Matt dio unos pasos hacia atrás, y giró sobre sí. Sonaba sereno, lo que decía salía de muy adentro-…ser alguien.

    Tai aprovechó para volver a meter al instrumento adentro de la casa y descansar los brazos entumecidos. Por si el ojiazul se opacaba y necesitaba amenazarlo de nuevo, se quedó al lado de la ventana y mantuvo el bajo cerca.

    -¿Y planeas llevar a cabo tu plan robándole a la gente, siendo cómplice de esos delincuentes?- dijo, más como un sermón que una pregunta- ¡Eres
    un ladrón!

    -Oye, yo no armé esa organización de lacras, solo aprovecho su existencia- le contestó el ojiazul, con una calma desorientadora - además, si no lo hiciera yo, otra persona lo haría en mi lugar… y seguramente gastaría el dinero ganado en comprar drogas que esos mismos imbéciles venden. Todos están podridos en esa organización.

    El rubio hizo un silencio, que Tai aprovechó para digerir la información.

    -El dinero inevitablemente circularía, así yo esté involucrado o no, así sea yo el que haga las fechorías o fuese otro- Matt fijó sus ojos en los de Tai- ¿Acaso no es mejor que rescate ese dinero y le dé un fin productivo, en vez de dejar que sea gastado en drogas u otras porquerías por algún otro imbécil?

    La forma en la que el hermano mayor de T.K le preguntaba eso, tan calmada y natural, dejó a Tai sin palabras. ¿Acaso ese estúpido intentaba convencerlo de que no estaba haciendo nada malo? ¿Intentaba racionalizar la situación y así justificar sus acciones? Observó al rubio varios segundos, mientras las palabras de este rebotaban de aquí a allá en su cabeza. Se horrorizó consigo mismo al darse cuenta que una parte de su mente le había dado la razón.

    No. No podía ser. Lo que hacía Matt estaba mal, no importara como este maquillase la realidad.

    -Pero le robas a la gente- reclamó, dispuesto a hacerle entender al blondo que viese como lo viese, estaba delinquiendo- ¿No sientes lastima por la gente a la que robas? ¿Cómo puedes estar bien contigo mismo sabiendo que esas personas perdieron sus pertenencias por tu culpa?

    -Es verdad, le robo a la gente- dijo Matt con pesadez, pero sin reflejar ni el más mínimo de atisbo de culpa. Se levantó del respaldar del sillón y caminó hacía la cocina.

    Tai se apartó de la ventana y del bajo al sentir que el rubio se había abierto y ya no era necesaria la amenaza para hacerlo hablar. Caminó por detrás del blondo y se apoyó en la pared de la cocina.

    -Pero no le robo a cualquier persona- continuó Matt, mientras ponía a calentar una jarra con leche en la hornalla- tu viste a la persona a la que le robé ¿Cierto? Viste como estaba vestido, él y esa chica de plástico, el auto en el que se subieron ¿No?

    Tai recordó esos detalles, intentando entender el punto.

    -¿Tú crees que a ese tipo de personas le duele económicamente perder un celular?-le preguntó el blondo- ¿Piensas que ellos necesitan hacer cálculos para poder llegar a fin de mes y pagar las cuentas de la luz, el gas o el agua? ¿En serio crees que esa gente se amarga ante la pérdida de algo material?

    Tai no supo que responder ante esas preguntas que no esperaba.

    -Ellos no saben de eso, van y se lo compran de nuevo, Taichi- Matt le miró a los ojos- Le robo al tipo de persona que cambia su celular cada 3 meses porque salió otro mejor en el mercado, al que cambia de auto porque se aburrió del que tiene desde hace 1 año, del que gasta más de lo que gana un maestro común en años de trabajo solo para hacerse operaciones estéticas. Le robo a gente a quienes que le roben cosas pequeñas no les afecta…

    -… la leche está por rebalsar, Matt- interrumpió el castaño.

    Matt se giró sobre la cocina, viendo la leche.

    -Sería muy diferente si le robara a gente común como tu familia o mi padre, gente que trabaja y trabaja y a pesar de haber estudiado o capacitarse, no son reconocidos o no tienen el sueldo que merecen- el blondo apagó la hornalla- gente que si quieren comprarse algo, se tiene que endeudar por un año porque el dinero no les alcanza, gente que no puede darse ningún gusto, porque eso significaría no llegar a fin de mes…

    Tai pudo sentir el creciente enojo en la voz del blondo, a la vez que las palabras salían de su boca como si dolieran.

    -… gente a quienes sus adinerados jefes tratan como se les plazca, sin ninguna consideración, pero que no pueden hacer nada más que soportarlo, porque no hay otra salida…gente que no puede disfrutar de la vida, porque el trabajo los absorbe en contra de su voluntad, y tan solo reciben lo justo y necesario para sobrevivir- Matt giró su vista hacía él- ¿Sentir lástima por las personas a las que robo? Más siento lastima por nosotros mismos.

    Tai observó como el rubio mesclaba la leche con café y se servía una taza, aun con las palabras de este recorriéndole cada rincón de la mente. Por frente de sus ojos pasó el recuerdo de su padre volviendo del trabajo bien avanzada la noche, o el de este haciendo cuentas para pagar los servicios, con cara desmoralizadora. O el recuerdo de su madre conversando con una vecina, confesando el cada vez más creciente miedo por la pérdida de puestos de trabajo.

    Aunque no se diera cuenta, algo en su interior le daba una cierta lógica a lo dicho por el rubio. Aun así, su corazón no podía aceptar ese punto de vista, por más argumentos que inventara su “cuñado”.

    -Eso es solo una excusa, y lo sabes- dijo cruzando los brazos- sabes que lo que haces está mal, pero te repites eso para hacerte sentir mejor.

    Matt solo se sentó en la mesa, mientras le daba los primeros sorbos a su tasa, mirando hacía un costado.

    -Pero… ¿Por qué tienes que irte a la capital?- preguntó el moreno, a aquello no le encontraba sentido- ¿Acaso no puedes quedarte en esta ciudad y seguir con tu banda?

    -Pff, no seas idiota- le rabió el blondo, antes de soplar su bebida para enfriarla- aquí no hay forma de poder progresar, los estudios de grabación son una basura- Matt dio otro sorbo a su tasa- en la capital uno puede hacer un disco de calidad, hay 10 veces más lugares donde las bandas nuevas pueden presentarse, uno tiene muchas más chances de ser escuchado por alguien importante del entorno de la música, todas las firmas discográficas están allí… sí, para triunfar hay que ir allí.

    Tai analizó todo en su mente. No conocía nada sobre el negocio musical, pero si sabía que entre su ciudad y la capital había un mundo de diferencias, en cualquier aspecto.

    -Y necesito hacer mucho dinero, Yagami, no solo para grabar el disco, sino para sobrevivir. Rentar un lugar donde vivir, comprar comida, viajar de aquí para allá para tocar en diferentes localidades. Necesito ahorrar mucho. Sé que no se nos dará el éxito de manera automática, así que tengo que asegurarme tener el suficiente capital para poder afrontar lo que pueda suceder.

    El moreno se quedó viendo a ese rubio, cuyo descabellado plan le había sorprendido a un nivel impensado.

    -Crees que estoy loco ¿verdad?- le preguntó el blondo, fijando sus ojos en él desde la mesa.

    Tai sonrió compasivamente, observando a Matt con una mirada que decía “¿Para qué te voy a decir que no, si sí?”

    -Me da igual- le dijo el rubio, viendo por la ventana- eres igual a todos, hablan y balbucean sobre la vida, pero cuando ven a alguien que quiere vivirla en serio, se aterrorizan y se asustan.

    -Wow, que profundo, deberías poner esa frase en una de tus canciones- dijo Tai con una media sonrisa.

    -Ya lo hice- le contestó Matt, cerrando los ojos y tomando un buen sorbo de su bebida caliente.

    -Matt, ya estoy aquí- irrumpió una voz joven desde la sala de estar, sorprendiendo al rubio y al moreno, quienes no habían escuchado el abrir y
    cerrar de la puerta- vine a buscar algo de ropa, esta noche dormiré en lo de Ta…

    El asombro no tuvo cupo en el cuerpo del menor, que casi se cae de espaldas al entrar a la cocina y ver a su hermano y su novio en la misma habitación sin intentar matarse mutuamente.

    -¿Qué pasa aquí?- preguntó con los ojos abiertos a más no poder desbordados de sorpresa.

    -Nada…- contestó Tai con una sonrisa-…quise esperarte aquí así vayamos juntos a mi casa, y me puse a conversar con tu hermano.

    Pasaron unos segundos en los que ninguno de los tres dijo nada. Al parecer, el menor necesitaba digerir aquella sorpresiva imagen.

    -¿Qué?- dijo T.K anonadado, como si la paz entre ellos dos fuese algo que su joven mente no podía ni siquiera imaginarse.

    -Sí T.K, solo estamos hablando, en serio- agregó Matt levantándose de su silla.

    -Ah…que bueno- contestó el menor intentando sonreír, la incertidumbre y la sorpresa no podían dejarlo.

    -Sí, ve a buscar tu ropa - se apresuró a decir Tai, tomando de los hombros al menor y encaminándolo hacía el pasillo- yo te espero aquí

    -Está bien- contestó T.K mansamente, y aun anestesiado caminó por el corto pasillo para ir a su cuarto.

    Ni bien se escuchó la puerta de la habitación del menor cerrarse, Tai enserió su rostro y caminó hasta Matt para estar cara a cara.

    -¿T.K lo sabe?- preguntó susurrando.

    -Por supuesto que no- le respondió Matt en el mismo volumen, frunciendo el seño- y no tiene que saberlo.

    -Es tu hermano, se preocupa por ti.

    -Sabes cómo es, de seguro me seguiría para detenerme, es muy peligroso.

    -Tiene que saberlo.

    -No, si le pasa algo serás tan responsable como yo- le amenazó el rubio, sus frentes casi se tocaban- así que no hagas ninguna idiotez.

    Sin cambiar de posición se miraron a los ojos con mutuo desprecio. Matt hizo una mueca como si ya estuviera harto de intercambiar palabras con él, dejó la tasa ya vacía en el lava trastes y salió de la cocina hacía el pasillo que llevaba a las habitaciones.

    Tai se dejó caer en la silla donde antes se había sentado Matt, y suspiró pasándose la mano por los mechones castaños. Se tomó unos segundos para intentar comprender la situación en la que se había metido, mientras se preguntaba si lo que sucedía era real o un sueño muy realista ¿Qué debía hacer? se preguntó. Tomar una decisión no era nada fácil, teniendo en cuenta el gran cariño que T.K sentía por ese idiota que tenía de hermano.

    Mientras meditaba, T.K volvió a aparecerse en la cocina, ahora con una mochila en la espalda, seguido por Matt.

    -¿Vamos?- le preguntó el menor, arqueando la comisura de los labios en una sonrisa sin mostrar los dientes.

    El ver eso despejó la mente del castaño y la puso en blanco, liberándolo de toda preocupación. Como si el solo ver esa sonrisa solucionara todos los problemas del mundo.

    La belleza de T.K merecía toda su atención. Se levantó y caminó hasta este.

    -Vamos- contestó sin poder dejar de sonreír.

    Acarició esa cabeza rubia, peinando unos cuantos cabellos que el viento había despeinado armoniosamente. Pero se contuvo de seguir: la mirada de Matt le quemaba la nuca.

    -Mejor nos vamos ahora- dijo, antes que Matt le destrozara el bajo que tanto amaba en la cabeza.



    --------------------------------*.*-----------------------------------




    Hasta aquí el 11. Díganme que onda, que les pareció. Si tienen una queja o una duda, no duden (cuak) en decírmelo. Hasta el mes que viene!
     
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  4. shingiikari01
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    alifinnnn nuevo cap y como siempre es una maravilla y una delicia de leer, ahora lo dificil sera no morir de anciedad antes de una nueva conti
     
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    Dios... Casi lloro con lo del amigo de T.k ¿Por qué la gente es tan cruel?
     
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  6. danielXD
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    No pos esta si la entendi :D....... mas o menos =<= pero no importante me encanto

    ????:cofcofcofmuycortocofcorcof jopa que fea es la tos ^w^

    Contyy \>:VVVV/
     
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    Hola gente! Tanto tiempo. Bueno, en realidad solo pasó 1 mes, pero para mi fue como si hubiese sido más tiempo. Todavía no me acostumbro a actualizar una vez x mes.
    12 capitulos de esta historia. Al principio iba a quedar más corto, pero al final decidí probar un pequeño experimento nacido de un impulso repentino jeje. Una forma de jugar con la narración, espero que no moleste mi pequeño atrevimiento.



    *shingiikari01: Hola! Espero que haya estado delicioso jajaja, y q te guste la conty. Gracias por leer!!

    *Moi Moi: Muchas gracias por comentar y leer! Sep, hay ocaciones donde la gente puede llegar a ser muy cruel, incluso con los que más ama. Muchas veces es la situación la que los domina, otras veces es por mera maldad. Hay que ver q es en este caso. Hasta la proxima!!

    *danielXD: jajajaja me alegro, la tos es muy fea no? XDXD jaja Gracias por comentar!



    Capitulo 12: Un brillo molesto

    El camino desde el departamento de los Ishida hasta el de los Yagami nunca fue tan silencioso. No incomodo, sino silencioso. A pesar de eso, T.K no se dio cuenta. No sintió el silencio. Tampoco el viento congelado; y ni siquiera la mano de Tai en su hombro durante todo el trayecto. Su mente se había quedado atrapada en la charla con su hermano de hacía unos minutos atrás.


    ..…




    -¿Otra vez te irás a la casa de ese tipo?- le había preguntado Matt al entrar a su habitación.

    El mayor cerró la puerta tras de sí y se apoyó en esta, cruzando los brazos.

    -Sí- contestó T.K con firmeza sin darse la vuelta, mientras guardaba un pijama en su mochila- y no le digas “ese tipo”, se llama Tai.

    Dentro de su mente se hizo una idea de adónde iría esa charla. A pesar de todavía estar sobrecogido por lo de Andy, se dijo a si mismo que debía soportar de la mejor manera lo que su hermano le diría. Seguramente no era bueno. Matt nunca decía nada bueno de Tai, y eso dolía.

    -T.K ¿Hasta cuándo seguirás con esto?

    -¿Hasta cuándo dejarás de ser tan idiota?- preguntó retóricamente el menor- Ya te lo dije, no estoy jugando, le quiero en serio.

    Matt le miró fijo.

    -¿Cómo sabes que lo quieres de verdad? Nunca tuviste una novia ¿Cómo sabes que no te sentirías aun mejor queriendo a una chica?

    T.K se quedó quieto. Era verdad: él nunca había tenido una novia ni algo parecido a una.

    -Simplemente lo sé, no necesito compararlo con nada ni nadie- dijo cerrando la mochila- el también me quiere.

    En ese momento se dio cuenta que el episodio con la mamá de Andy le había hecho sudar a lo loco y que tenía la camiseta completamente empapada. Se la sacó.

    -¿Nunca pensaste que esto es solo es una etapa? ¿Algo temporal?

    T.K no contestó, no quería hablar del tema. Odiaba que su hermano dudara de sus sentimientos, además de rechazar su relación con Tai. Era mejor evitarlo y no contestar. Ignorando al mayor, buscó entre los cajones del armario alguna camiseta presentable para vestirse y así irse de una vez.

    -En el tercer cajón tienes camisetas limpias- le dijo Matt al ver que no encontraba ninguna.

    Hizo de cuenta que no escuchó, pero fue directamente al tercer cajón. Allí estaban.

    -Solo quiero que recapacites antes de que salgas herido, T.K- dijo el mayor- ese chico de seguro tuvo novia en el pasado ¿Verdad?

    T.K no pudo evitar ralentizar sus movimientos. No esperaba ese comentario ¿A qué apuntas, Matt? Pensó. Sin mirar a su hermano a la cara, afirmó con la cabeza. Tai había tenido algunas novias, se lo había dicho.

    -Pregunto porque es raro que alguien como Taichi no sea popular entre las chicas. Y si le gustaban las chicas antes, eso significa que puede conocer alguna chica que le guste… quizás Taichi sea el que esté pasando por una etapa de curiosidad y tu quedaste envuelto en el medio.

    El menor hizo de cuenta que no escuchaba mientras se vestía con una camiseta verde. No quería oír.

    -T.K…- le llamó su hermano, con una extraña afectividad en su voz.

    T.K pensó no hacerlo, pero inevitablemente fijó, por primera vez desde que Matt entró al cuarto, sus ojos celestes en los del mayor.

    -No quiero sonar cruel, pero lo que digo es que no deberías aferrarte a algo que pasó porque sí en un verano, que eso no te defina… tú tienes derecho a elegir lo que quieras, solo quiero lo mejor para ti.

    -Me voy.

    Fue lo único que dijo el menor luego de ponerse una campera limpia y calzarse la mochila en la espalda. Salió del cuarto y caminó por el pasillo hasta la cocina, donde Tai esperaba sentado en la mesa. Quería sacudirse las palabras de Matt, así que se obligó a sonreír, o por lo menos hacer una mueca feliz.

    -¿Vamos?


    …..




    -T.K… ¿T.K?- le llamó una voz.

    Solo entonces se dio cuenta que era Tai. Le hablaba desde algunos segundos, pero él no se había dado cuenta por pensar en el pasado.

    -Disculpa si estuve muy callado en el trayecto- le dijo el castaño mientras seguían caminando; faltaba solo una calle para llegar a su casa.

    ¿Tai había estado callado? Se preguntó el rubio al procesar lo que le decía el moreno. No lo había notado tampoco.

    Conectándose poco a poco con la realidad, miró a Tai a la cara, topándose con sus ojos marrones. Sin que pudiera hacer nada, se perdió en ellos. Solo allí se dio cuenta que las palabras de Matt no podían arrebatarle ese sentimiento que lo invadía al ver esos ojos de chocolate. Por primera vez en la tarde que ya moría, se liberó de lo sucedido con Andy y de las palabras de Matt. Esos ojos lo liberaban.

    Cerró sus ojos y apoyó su mejilla en el hombro del mayor, a la vez que lo abrazaba, mientras seguían caminando.

    -¡Woaw!- exclamó Tai riendo, pasando el brazo derecho por detrás de la espalda del menor para abrazarlo- nunca te habías mostrado así de cariñoso en público.

    Era verdad, se dijo T.K por dentro, pero lo necesitaba; esa tarde había sido notoriamente desagradable. Disfrutó del calor del cuerpo de Tai unos segundos más, y luego se soltó. Aquello era peligroso. Estando tan cerca de la casa del moreno, algún vecino de este podría verlos. Y no quería causarle problemas a Tai.

    -No pedí que me soltaras- dijo el oji-café con una sonrisa.

    T.K bajó la mirada avergonzado, pero sonriente. Estar apoyado en Tai era uno de sus mayores placeres, pero no era el momento, a pesar que al mayor no le importaba.

    Caminaron 50 metros más y doblaron en la esquina. A T.K se le borró la sonrisa. En ese instante no supo porque, pero las ganas de sonreír se evaporaron, dejando una sensación amarga en su lugar. A sus ojos llegaron la imagen de una chica que no conocía, parada en la entrada del complejo habitacional donde vivía el castaño. Era como si esperase a alguien. Cuando se acercaron lo suficiente, ella miró al moreno y sonrió.

    -Tai, te estaba esperando- dijo, para luego abrazarlo.

    La sensación amarga creció.

    -Sora ¿Por qué no esperaste adentro?- respondió el oji-café sonriendo, rodeando a la chica con sus brazos- hace mucho frio aquí afuera.

    -Quise esperarte aquí, no hace tanto frio.

    En ese momento, la chica miró a T.K por primera vez. El rubio no vio ni indiferencia, ni odio, ni maldad, ni desprecio en los ojos marrones de esa chica. Pero no le gustaron. Así, sin motivo. Era la primera vez que no le agradaba alguien sin siquiera conocer a esa persona, y eso le confundía.

    -Él es T.K…- dijo el moreno presentándolo-… un amigo, T.K, ella es Sora, una de mis mejores amigas desde la infancia.

    -Hola, mucho gusto- le saludó la peli-naranja.

    T.K se obligó a sonreír y asentir con la cabeza como para devolver el saludo de alguna forma.

    -Que chico tan apuesto- dijo la chica de casi su misma estatura (más alta por escasos centímetros) de manera amistosa.

    -¿Te diste cuenta?- respondió Tai sonriendo, rodeando los hombros del menor con su brazo- le vivo diciendo que trabaje como modelo, yo sería su representante- con su otra mano le despeinó el cabello- nos haríamos ricos.

    Los dos adolecentes de 16 años rieron. No se dieron cuenta que el menor de 14 no los acompañó en la carcajada. T.K solo borró la forzada sonrisa mientras Tai y Sora reían, como si no tuviese energía para nada más. Ni siquiera se avergonzó. Aquella extraña sensación de incomodidad y tristeza le seguía presionando el corazón, impidiendo que la vergüenza tuviese cabida en él. Sin que los mayores notasen su seriedad, les siguió por detrás mientras subían las escaleras del complejo habitacional, a la vez ellos conversaban de asuntos que no le consentían.

    Llegaron a la vivienda de los Yagami, donde no había nadie por el horario del trabajo de los padres de Tai y porque Kari había salido a una cita con Davis.

    Sora y T.K se sentaron en los sillones de la sala de estar, a esperar a que el moreno trajese del estudio del señor Yagami un libro que Sora le había prestado. Una razón muy extraña para venir, pensó T.K, teniendo en cuenta que Sora y Tai se veían todos los días en la escuela. ¿Por qué no esperó a que Tai se lo llevase el día siguiente a clases? ¿Por qué tenía que estar allí en ese momento?

    El blondo se sorprendió de como se quejaba en su interior, como si no pudiera evitarlo. ¿Qué le había hecho esa chica? Se preguntó. Nada. No había razón para desear que no estuviese allí. Hasta se había mostrado simpática con él.

    -Y… ¿Desde hace cuanto conoces a Tai?- preguntó el ojiazul... quizás hablando con ella haría que ese extraño rechazo se esfumara.

    -Lo conozco desde que íbamos a la primaria- contestó la peli-naranja, cruzando las piernas- creo que puedo decir que soy la no-familiar que más conoce a Tai- agregó riendo.

    T.K escuchó atentamente. Esa chica era muy amable y simpática ¿Por qué ese rechazo no desaparecía?

    -Y tú ¿Cómo lo conociste?

    -Ah, desde enero de este año, no tanto tiempo como tú- contestó el menor, bajando la vista- él y su familia fueron a la cabaña de mi papá en un pueblo cercano, y nos tuvimos que quedar con ellos porque no podíamos volver ya que el puente-carretera de ese pueblo se rompió.

    -Aun así se volvieron muy cercanos ¿No?- preguntó Sora sin perder ese tono genuinamente amigable en su voz, parecía estar de buen humor- digo, para que Tai quiera que vinieras a dormir a su casa, tiene que ser así.

    -Sí sí, muy cercanos.

    “Más cercano de lo que tu imaginas” pensó el ojiazul con cierta malicia, sorprendiéndose “¡No! Deja de ser un idiota T.K… parece una buena chica”.

    -Me alegro mucho, Tai debe estar rodeado de buenos amigos en este momento- suspiró la peli-naranja.

    T.K levantó la vista y observó confundido a Sora ¿A qué se refería con eso?

    -De seguro sabrás que los padres de Tai no están pasando un buen momento en sus trabajos, la crisis los está afectando- continuó Sora, notoriamente dolida- conociéndolo a Taichi, sé que odia aquello por su forma de ser, por su impulso de querer ayudar a todo el que necesite una mano.

    T.K se quedó callado mientras digería la información que de cierta forma ya sabía, pero que ahora adquiría peso en él. Bastante peso.

    -Tai siempre antepone el bien de los demás antes de su propia seguridad ¿Verdad?- preguntó el ojiazul, recordando el ataque al profesor, las peleas de Tai con los abusones en la villa turística y también la pelea contra los mismos estúpidos el año anterior, cuando el moreno defendió a ese chico menor de su escuela.

    -Se ve que ya lo conoces bien… es así desde niño, intenta ayudar a los demás, incluso cuando no puede hacer nada o no le corresponde hacerlo.

    El menor asintió, viendo un punto fijo en la pared. Allí lo comprendió. No podía contarle a Tai lo de Andy ¡Dios! ¡Gracias al cielo no lo había hecho! Eso solo significaría cargar aun más al castaño de preocupaciones. Antes había pensado en decírselo y pedirle ayuda al respecto, pero ahora entendía que Tai no necesitaba lidiar con ello; suficiente tenía con lo de su entrenador y los problemas económicos y laborales de los padres.

    No, tenía que hacerse cargo él mismo, se dijo.

    -Aquí está el libro- dijo Tai, apareciendo por el pasillo con un libro amarillo en la mano- ¿De qué hablaban?

    -De nada- contestó T.K automáticamente.

    Sora se levantó del asiento y recibió el libro.

    -Pude habértelo llevado mañana a clases, no era necesario que te molestaras en venir- dijo el moreno.

    -Ah...bueno, no es una molestia para mí venir aquí- contestó la peli-naranja.

    T.K, aun sentado en el sillón, no pudo evitar estar pendiente del tono de voz y de los gestos de la chica. Nervios, notó nervios en ella. El rubio inhaló y exhaló pesado, pero lejos de calmarse, se inquietó aun más.

    -De igual manera, me gusta visitarte.

    La muchacha apoyó la mano en el pecho del castaño, pero la retiró rápidamente.

    -Bueno, es hora que me vaya.

    -¿No quieres quedarte a cenar? Cocinaré con T.K- dijo Tai.

    -Me gustaría, pero tengo que comprar algunas cosas que me encargó mi mamá, debo apresurarme antes que las tiendas cierren- contestó Sora- nos vemos, Tai.

    Allí, cuando los dos mayores se despidieron con un beso en las mejillas, T.K notó algo raro: un brillo especial adornaba los ojos de Sora. Era como si aquellos ojos marrones de la muchacha se encendiesen al ver a Tai. Lo había visto cuando ella saludó al moreno por primera vez, pero no le dio importancia.

    Allí se dio cuenta, como si un telón se hubiera abierto al frente suyo, que eso era lo que le molestaba, lo que le incomodaba de esa chica. Lo había tenido al frente suyo todo el tiempo, pero no lo supo reconocer.

    Pensó que ese resplandor se vería lindo en el mirar de cualquier otra persona; una mirada con ese fulgor, era una mirada de cariño, de fidelidad, de ternura, de alegría. Pero en ella no. En ella no se veía bonito; era un brillo molesto.

    Sin embargo, aquello no era lo único. También tuvo otra certeza: ya había visto ese brillo en alguna otra parte hace tiempo. Pero... ¿Dónde?

    No lo recordaba. A pesar de intentar, no lograba que su mente le dijese donde había visto ese fenómeno. Sabía que lo había visto hace poco tiempo, pero no sabría decir el lugar, momento, o individuo al cual le brillaron así los ojos al ver a otra persona.

    -Adiós T.K, un gusto- le saludó la peli-naranja con una sonrisa sincera.

    T.K batalló para sonreír y despedirla agitando la mano.

    Nunca le había costado tanto sonreír.

    ------------------------*--------------------



    T.K se cepillaba los dientes, observando su reflejo en el espejo del baño de la habitación de Tai. Mientras dejaba que la espuma se acumulara en su boca, Tai entró al pequeño cuarto de baño y lo abrazó por detrás. El blondo sonrió y se inclinó hacia delante para escupir en el lavamanos. Sin deshacer el abrazo, Tai le limpió la boca con una toalla.

    -Te veías muy lindo con los cachetes inflados mientras te cepillabas- le susurró el castaño al oído- ínflalos de nuevo.

    El rubio no pudo evitar reír.

    -No

    -Vamos, hazlo por mí.

    T.K vio esos ojitos marrones en el reflejo del espejo, implorándole. Sin creer como estos evaporaban su resistencia, infló los cachetes, aunque solo por un par de segundos; la risa y la vergüenza no le permitieron hacerlo por más tiempo.

    Tai rió con él y le besó el cuello por detrás, haciendo que abriera la boca en busca de aire. Liberó delicadamente un brazo y acarició el cabello del moreno, a la vez que veía el reflejo de ambos en el espejo.

    Entonces, sus ojos azules le mostraron algo raro. Se quedó quieto, petrificado.

    El espejo al frente suyo le estaba dando la respuesta a la duda que había tenido horas antes. Tenía algo raro en su mirar, una especie de brillo. El mismo brillo que había visto en los ojos de Sora cuando se despedía de Tai.

    Allí se dio cuenta.

    “Donde había visto aquel extraño brillo antes… fue en mí mismo” pensó ante la irrefutable evidencia. Mientras más observaba su reflejo, más se convencía de que Sora y él compartían aquel brillo en los ojos al estar con Tai.

    Sí, él y Sora compartían la misma mirada cuando veían al moreno, pero… ¿Eso significaba que Sora sentía lo mismo que él por Tai?

    ¿Acaso eso era posible? Se preguntó. ¿Acaso compartían el mismo sentimiento? ¿La peli-naranja sentía esa misma profunda alegría que él al estar con el moreno? ¿Esa misma necesidad de pasar tiempo con Tai, de asegurarse que estuviera bien? ¿Acaso ella se sentía completa en presencia del oji-café, y sentía que a su vez lo completaba a Tai, al igual que él?
    No. No, no y no ¡No! ¡Lo suyo con Tai era especial! Solo era de ellos dos, nadie más podía tenerlo.

    Las palabras de Matt regresaron a su conciencia, escapándose de ese calabozo mental en el que las había intentado aprisionar:

    “Y si le gustaban las chicas antes, eso significa que puede conocer alguna chica que le guste”

    -¿T.K?- escuchó que le llamó el mayor. Cuando se dio cuenta, se encontraba afuera del baño, con Tai tomándolo de la cintura y frente a él -¿Pensabas en algo? Te veías ausente.

    T.K parpadeó un par de veces, obligándose a volver a la realidad. Levantó ese poquito que necesitaba levantar la vista para volver a ver esos ojos marrones, esos ojos únicos para él.

    -No, nada- contestó, rodeando el cuello del castaño con sus brazos- solo pensaba en lo afortunado que soy de estar aquí, contigo.

    Sin pedir permiso, besó los labios del moreno con una intensidad que sorprendió a este, pero que luego correspondió gustoso. T.K no se privó de usar su lengua, de morder esos labios, de hacerle saber a Tai lo que significaba para él compartir esos momentos.

    -Vamos a dormir- dijo el menor sonriendo, una vez separaron sus labios.

    En la mente de los dos desfilaron pensamientos obscenos con respecto al cuerpo del otro, pero tal fue la sorpresa que al acostarse juntos en la cama del mayor, el sueño los apabulló sin que siquiera se dieran cuenta. Es que en realidad, las experiencias de uno y otro durante ese ajetreado día les habían cansado física, pero sobre todo mentalmente. El cansancio le ganó a la calentura del momento. Tan solo alcanzaron a darse algunos besos y caricias por más inocentes, antes de que se durmieran uno sobre el otro, envueltos en el reconfortante calor que sus propios cuerpos desprendían.

    -------------------*----------------



    Al despertarse, T.K aprovechó unos cuantos segundos más para gozar de la comodidad de esa almohada, su almohada: el pecho de Tai.
    Bostezó apegándose suavemente, aun más, al cuerpo del castaño.

    No había dormido toda la noche allí, en la cama del moreno junto a este. A eso de las 7 de la mañana, la alarma de su celular le despertó, pero la apagó rápidamente para no despertar a Tai. Somnoliento se pasó a la bolsa de dormir que había preparado al lado de la cama, ya que a esa hora los padres de Tai se levantaban para empezar su rutina e ir al trabajo. Así se aseguraba, por si alguno de los padres del moreno entraban a la habitación, de no ser atrapados durmiendo juntos y abrazados. No supo si se volvió a dormir esperando, pero cuando escuchó que los adultos salían del departamento, volvió a subirse a la cama, enredándose calurosamente al dormido Tai de nuevo y cayendo ante el sueño al instante, sumido en la comodidad y el placer.

    No le molestaba hacer ese tipo de cosas con tal de poder estar así con el castaño, sin que los adultos se enterasen. Valía infinitamente la pena.

    Sintiéndose menos encadenado al sueño y más despierto, después de unos cuantos minutos se irguió un poco sobre el colchón apoyándose en su codo derecho. Observó al moreno dormir como si contemplara una pintura o una escultura en un museo. Admiró detenidamente esa belleza que descansaba a su lado, que a pesar de apreciarla cada vez que podía, lo deslumbraba como si fuera la primera vez. Vio el pecho desnudo de Tai; el cómo subía y bajaba tan mansamente le llenaba de paz, su vientre saludablemente marcado, sus hombros, sus brazos. Su cara. T.K admiró esa cara.
    Siempre era Tai el que le elogiaba su aspecto y le llenaba de cumplidos sobre sus ojos celestes o lo sedoso que era su cabello rubio. Mientras que él casi nunca alababa los atributos del castaño, no porque pensase que Tai no era atractivo, sino porque los halagos y las palabras dulces nunca fueron su fuerte.

    Pero sí, Tai era muy apuesto, incluso más que él, pensó el ojiazul. Tai era la persona más bella que había conocido. Tal vez no lo decía la cantidad de veces que el moreno merecía, pero era así.

    De manera lenta, acarició ese cabello castaño, y con el mismo movimiento rosó parte de la mejilla del dormido Tai. ¿Cómo alguien podía decirse estar vivo si no había acariciado ese pelo, esa piel? Se preguntó el rubio, sumergido en esa aura de tranquilidad y bienestar que le regalaba la presencia del mayor. El moreno movió un poco los labios sin despertarse, haciendo que T.K sonriera a punto de reír, pero se contuvo para no despertar a Tai y cortar con esa invaluable escena.

    Se separó un poco y contempló de nuevo el cuerpo del castaño, esta vez en su totalidad. Le envidaba sanamente, era un cuerpo perfecto. Quería tener la fisonomía de Tai, ser más como él en cuanto a lo físico. El oji-café se había convertido en su modelo a seguir. En el último tiempo, T.K había intensificado sus entrenamientos, esforzándose más y más con el recuerdo de los músculos definidos del moreno como meta, pero no veía resultados. Sin embargo, estaba lejos de abandonar su ilusión. Sí la mayoría de sus compañeros se hacían cada vez más grandes y fuertes ¡Él también podía! Claro que sí.

    Mientras veía los pectorales del castaño, T.K vio como este, todavía dormido, introdujo su mano por detrás su cabeza, debajo de la almohada. Sus ojos celestes se desviaron hacía las axilas del mayor, pobladas con vello. Inmediatamente se arremangó la manga de su pijama y revisó su propia axila izquierda, completamente lampiña. Suspiró. Se pasó la mano por esa zona más lisa que el cristal, intentando captar con el tacto algún vello que escapara a su vista. Nada, ni rastros. Observó detenidamente, agudizando la vista hasta que le dolieron los ojos, pero tampoco vio nada; ni siquiera un intento de brote de pelo en esa parte de su cuerpo. Repitió el proceso en la axila derecha pero tuvo el mismo frustrante resultado.
    Chasqueó la lengua entre los dientes, desilusionado.

    Frunciendo la boca hacía un costado, posó su vista en otra cosa que le llamó la atención. El bíceps flexionado de Tai, producto de la posición que había adoptado dormido. Rápidamente, como si no tuviera tiempo que perder, volvió a arremangarse y flexionó su brazo haciendo fuerza. Comparó su musculo con el del moreno, y se enojó al ver que aun dormido y relajado, el brazo de Tai parecía más fuerte. Mordiéndose el labio inferior, hizo toda su fuerza y se tocó el bíceps con la mano izquierda.

    -Si haces más fuerza en vano, te puedes lastimar.

    T.K dio un respingo y observó sorprendido como el mayor le sonreía desde abajo.

    -Que forma divertida de empezar el día- le dijo entre risas, mientras él sentía que la cara se le prendía fuego y que la lengua se le enredaba por la
    vergüenza al intentar dar una explicación.

    Tai no pudo evitar sonreír y pensar que nunca se cansaría de que lo primero que vieran sus ojos al despertar fuese al rubio a su lado. De manera rápida pero cuidadosa, tomó del brazo al menor y con un movimiento sutil intercambió posiciones, quedando él arriba del ojiazul; le tomó de las muñecas y las presionó contra el colchón, a cada lado de su cuerpo.

    -Intenta liberarte- dijo divertido, viendo a T.K a los ojos.

    El rubio enserió la cara aceptando el reto y comenzó a hacer fuerza para liberar los brazos de su agarre. De inmediato, Tai supo que este no lo lograría: lo tenía bien agarrado y la fuerza de T.K, por más cara divertida y adorable que hiciese por el esfuerzo, no era la suficiente. El menor dejó de intentar zafar sus dos brazos a la vez y concentró toda su energía en despegar su brazo derecho del colchón, pero no pudo. Luego lo intentó con el izquierdo, pero no hubo caso.

    Viendo que el blondo se cansaba y habiendo satisfecho su deseo de jugar un poco, Tai le soltó las muñecas y se dispuso a acostarse a su lado de nuevo.

    -No- le detuvo el rubio jadeante - vuélveme a agarrar, quiero soltarme por mi mismo.

    Tai miró esos ojos azules, algo confundido, pero sobre todo curioso. Vio determinación en ellos; quizás determinación mezclado con esa terquedad que a veces T.K mostraba, pero de igual manera le pareció adorable.

    ¿Cómo podía decirle que no?

    Haciendo caso, se volvió a posicionar encima del ojiazul y le tomó las muñecas, presionándolas contra el colchón a ambos lados de su cuerpo. Preguntó “¿Listo?”, a lo que el rubio contestó afirmativamente con la cabeza, y el juego comenzó otra vez, con T.K haciendo toda la fuerza posible.

    Por dentro, Tai pensó que si antes era muy difícil que T.K se soltase, ahora sencillamente no había forma; la fuerza del menor había disminuido en comparación con el primer intento. Aun así, el blondo parecía no querer rendirse. El castaño sonrió ante esa testarudez, pero creyó que ya era demasiado al ver que la cara del ojiazul se ponía cada vez más roja.

    Antes de volver a liberar al menor se le ocurrió una idea, curioso de ver cómo este reaccionaría.

    Pasó de una sonrisa triunfadora a una expresión de desconcierto y, lentamente, dejó que T.K le moviera los brazos, simulando cansancio. Haciendo expresiones como si de verdad hiciese todo su esfuerzo, permitió que el rubio poco a poco fuera dando vuelta la situación, y al final, este quedara encima de él. Adornó aun más su actuación respirando agitado, exhausto.

    Vio como T.K, con la cara roja y la respiración agitada a más no poder, le miraba a los ojos desde arriba, sonriendo con la boca abierta y sus ojos sorprendidos, como si no pudiera creer que le había ganado.

    -¡Lo hiciste!- felicitó al rubio, pero una risa furtiva lo sorprendió, que intentó aplacar tapándose la boca.

    El rubio lo notó, y poco a poco fue desdibujando la sonrisa y bajando las cejas, adoptando una expresión de duda y desconfianza.

    -¿Te dejaste ganar?

    -¿Qué? No, no, no, no- contestó Tai rápidamente agitando las manos, pero de nuevo su cuerpo le traicionó y volvió a reír, ante ahora la mirada enojada de T.K.

    -Eres un idiota.

    Le dijo el blondo, para bajarse de arriba suyo y acostarse dándole la espalda, enrollándose en la sabana.

    -Ya T.K, no te enojes, era solo un juego- dijo Tai sin poder evitar sonreír, recostándose sobre su codo izquierdo y deslizando un dedo por la espalda del menor.

    Este solo se movió más a la orilla de la cama, alejándose de su dedo.

    -T.K, no seas tan infantil.

    -No soy infantil, tú eres infantil- le contestó el ojiazul sin moverse.

    Tai hizo girar los ojos con gusto, disfrutando del nunca berrinchudo T.K. Sin dejar de sonreír, tomó uno de esos dorados y despeinados mechones e intentó hacer un rulito con su dedo. El rubio se alejó de nuevo.

    -Ey, esta es mi cama después de todo, ve a hacerte el ofendido en tu bolsa de dormir- dijo el moreno aguantándose la risa, dando pequeños empujones al menor.

    -Vamos, vamos, a levantarse- continuó, ahora dándole empujoncitos en la espalda con su pie.

    Solo paró cuando escuchó el fugaz “Whoaaa” del rubio y vio como este caía de la cama, desapareciendo de su vista.
    Tai frunció la boca y se encogió de hombros, reconociendo que se había propasado un poco con la fuerza de los empujones.

    -Ups, perdón.

    Criaturas extrañas

    Despertó y observó somnoliento a su alrededor. Sin ninguna clase de apuro, estiró sus patas delanteras y luego las de atrás. Bostezó abriendo sus fauces, dejando ver una serie de puntiagudos y afilados colmillos. Comenzó a caminar haciendo caso a su instinto y luego dio un salto a otra superficie un poco más alta. A su paso y ante su natural indiferencia, diferentes cosas que estorbaban en su camino fueron cayendo al suelo. A veces, hacían un fuerte ruido y se despedazaban en varios pedacitos. Eso no era un problema, ya que esos seres que vivían con él siempre se encargaban de hacer desaparecer los objetos rotos; aunque no entendía porque volvían a poner cosas por donde él solía caminar, solo para él que las vuelva a voltear.

    4 criaturas, mucho más grades que él y de esas que andaban por doquier, vivían allí en su territorio. Parecían ser una especie de manada.

    Había una de esas cosas que era la más grande de los cuatro y era la que emitía los sonidos más graves; seguramente el macho líder. Ese era el que menos le agradaba. Varias veces le había intentado golpear con esas largas extremidades inferiores mientras gruñía: ¡Gato, fuera de aquí! Afortunadamente, esa criatura cada vez pasaba menos tiempo en sus aposentos. Se iba cuando empezaba el día y volvía recién cuando este terminaba. Aquello pasaba ya desde hace algún tiempo y estaba bien que así sea. No le agradaba.

    Después había una hembra que de vez en cuando le acariciaba la cabeza y le daba comida; al parecer la segunda en mando de la manada. La querría mucho más de lo que lo hacía si no fuera porque en algunas ocasiones le había perseguido bramando cuando él tiraba una de esas cosas que solían estorbar en su camino allá en las alturas. Esa hembra, un tiempo atrás, había sabido ser la segunda en tamaño de ese conjunto de bestias, pero ya no. Otro de esos seres, que hace algunos ciclos del clima era más pequeño que ella, la había alcanzado en altura.

    Esa tercera criatura, un macho menor, le caía bien, ya que generalmente le acariciaba el pelaje y lo dejaba dormir sin interrupciones.

    Además, ese macho menor era una fuente de alimentos. Esa criatura era la que más frecuentemente abría una gran cosa blanca que irradiaba un frio mortal y extraía de ella alimentos. Rara era la vez que no estuviera devorando algo. Por lo general, ese ser engullía comida mientras caminaba por todo el territorio. Su instinto le decía que debía seguir a ese macho cada vez que este hacía eso, ya que por lo general dejaba un rastro de migajas u otros restos que él aprovechaba para comer.

    Pero a pesar de que la criatura glotona tenía un comportamiento aceptable para él, la que más quería era a una hembra menor, la más pequeña de la manada. Ella le ofrecía como justo homenaje una cantidad generosa de alimentos periódicamente en un mismo sitio, además de regalarle las más largas sesiones de caricias. El regazo de esa criatura era muy abrigado y cómodo, ideal para dormir y escaparle al clima que se acercaba a su etapa más fría.

    Había percatado que esos extraños animales se dirigían a él emitiendo el sonido de “Miko, Miko, ven aquí”, mientras movían esas extrañas pezuñas que no usaban para caminar. Nunca entendió que significaba aquello para esas bestias, así que siempre se alejaba de ellos cuando hacían eso. Muchas veces planeó echar a esas criaturas extrañas de su territorio, pero el estar en compañía de ellas le facilitaba satisfacer sus necesidades de comida y abrigo, así que les permitiría seguir allí mientras continuasen con esa labor.

    Caminó parte de su territorio y saltó hacía otra superficie para llegar a una abertura de la cueva. Sus sentidos le indicaron que afuera la temperatura no era agradable, así que decidió no salir y se dispuso a lamer sus extremidades. Un ruido detuvo su rutina natural; un ruido que ya había escuchado antes y que despertaba su instinto de cacería al instante. Era una de esas criaturas pequeñas, frías, que tenían una coraza dura y que emitían luz cada vez que chillaban mientras se sacudían vibrantes. Se preparó para dar un salto y caer sobre uno de esos seres que muchas veces había intentado cazar, pero que tenían la protección de los integrantes de la manada. Justo cuando estaba a punto de brincar, la bestia comilona apareció de la nada y atrapó a la presa, pero no se la llevó a las fauces, sino a un costado de su cabeza.

    -T.K… ¿cancelarlo? ¿Por qué?... ¿Estás bien? Te oyes triste… vamos dime… ¿Matt? ¿En el hospital?... voy para allá.

    Ofuscado, maulló hacía esa criatura en señal de su descontento por robarle la presa.

    -Ahora no Miko, pídele comida a Kari cuando llegue, tengo que irme.


    --------------------*.*.*--------------------



    Como verán, este capitulo está enfocado más que nada en nuestro T.K, en su forma de ver las cosas. Creo que últimamente venía dándole protagonismo solo a Tai . Espero que les haya gustado, hasta la proxima!
     
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  8. shingiikari01
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    una maravilla como siempre y justo hoy que tenia flogera de ir a trabajar pero despues de este cap que me pongan a trbajar 24h, gracias por alegrarme el dia
     
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  9. Killer_Cookie
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    OuO Como siempre, vale la pena esperar. Va muy bien, ya espero con ansias la continuación.
     
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    Yaoizando
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    Hola a todos y todas! Nunca pensé que tardaría 2 meses en actualizar un fic (nunca que no fuese por ir de vacaciones a algún lugar). Sucedió que, aparte del trabajo y la universidad, me puse a corregir mis fics anteriores. Es la segunda vez que los corrijo, y sigo encontrando errores jajaja. Así que no tuve tiempo de escribir en este fic. Ahora volveré de lleno a este proyecto de nuevo. Perdón por la demora je, espero que disfruten de este cap. Nos leemos en las notas finales.

    *shingiikari01: Hola! Gracias por comentar! jaja me alegro que te haya cargado la bateria el cap anterior jaja, pero espero que no te exploten 24 hs corridas jaja. Hasta la proxima! Ah! quería decirte q no me olvidé de tu pedido, es solo q todavía no encuentro un papel para el personaje, pero estoy seguro q lo haré, ya sea en ese fic o en otro.

    *Killer_Cookie: Me alegro q te haya gustado! gracias por comentar y leer, espero que esta larga espera haya valido la pena también, trataré que no pase de nuevo je. Un saludo!


    *-------------*-------------*



    Capitulo 13: Por él

    Tai entró corriendo al hospital. El mismo hospital que había frecuentaba desde hace ya meses para visitar a su entrenador. Esta vez, dijo otro nombre en la recepción.

    -Yamato Takaishi- dijo agitado a la recepcionista, quien lo había visto feo desde el mismo momento en que entró por la puerta corriendo sin cuidado.

    -Takaishi, Takaishi- musitó la mujer revisando en la computadora- no, no ingresó ningún Takaishi últimamente, te habrás equivocado.

    -¡¿Qué?! ¡No puede ser!- bramó el moreno. Confundido, se rascó la cabeza intentado entender que pasaba- Ah, que idiota- exclamó llevándose la mano a la frente- es Yamato Ishida, no Takaishi.

    La recepcionista no ocultó su cara de menosprecio y dando un suspiro volvió a teclear en su computadora.

    -Está en la guardia, por el pasillo de la derecha hasta el fondo.

    -¡Gracias!- contestó el moreno, echando a correr.

    -¡Pero sin correr! ¡Esto es un hospital, no un estadio!

    Al llegar a la guardia, Tai revisó cuarto por cuarto, sin importarle que las personas dentro de estos se asustaran por su intromisión. Quería verlo, necesitaba verlo; la tristeza en su voz durante la llamada telefónica le había dejado muy preocupado. Siguió buscando, hasta que dio con un cuarto con dos rubios en su interior. Solo se concentró en uno: el que estaba sentado en una sillita a la par de la cama.

    -¡T.K!- dijo abrazándose con el menor, como si este hubiese sido el que fue atendido en el hospital.

    Tai cerró los ojos al tener a T.K entre sus brazos. Era como abrazar a la vida misma.

    -¿Qué haces tú aquí?- le preguntó una voz enojada y desagradecida, cortando con la calma que el abrazo de T.K le había suministrado.

    Matt le observaba con su típica mirada de desapruebo, sentado en la cama y con una férula en el hombro derecho.

    -¿Y a ti que te pasó?- preguntó el castaño.

    -¿Y a ti que te importa?

    Tai le miró a los ojos, desafiante. El ver al hermano de T.K lastimado no le despertaba lastima, sino enojo. Ese hombro herido solo podía deberse de una u otra forma a sus fechorías secretas. No tenía duda.

    Cuando estuvo a punto de exigirle que le contase lo sucedido, y de paso obligarle a sincerarse ante el menor, una voz desconocida irrumpió desde la esquina del pequeño cuarto.

    -El chico se cayó por un desnivel en una plaza…yo lo traje hasta aquí

    Tai observó a ese sujeto, quien se levantaba de una silla en la esquina del cuarto. El moreno al principio creyó que se trataba de uno de los cómplices de Matt, pero rápidamente descartó esa idea. Era un hombre mayor, pero voluminoso; de poco pelo en la cabeza y larga barba blanca. Tai se dijo que ningún miembro de esa organización de lacras podía poseer una mirada tan amable; además, ninguno visitaría a Matt en el hospital, eso seguro.

    -Resulta que yo caminaba por la plaza, en mi viaje diario al almacén, el muchacho iba por delante mío como cualquier transeúnte más…- explicó el adulto, estirando los tirantes de su pantalón-… y de repente, el chico se quedó estático, como si hubiese visto a un fantasma…

    A Tai le sonó demasiado familiar aquello. Haciendo memoria fugazmente, recordó el día que siguió a Matt: este también se había petrificado al ver a algo o alguien en la calle, para después esconder su rostro con la ayuda de una revista.

    Él y T.K giraron sus miradas hacía Matt, como pidiendo una explicación.

    -Es que… una abeja voló al frente de mis ojos, sorprendiéndome- dijo el rubio mayor con el rostro rojo de vergüenza.

    “¡Mentira!” gritó Tai en su mente, sin poder creer lo malo que era Matt para mentir. Estaba 100%, 200% seguro que aquello no era verdad. Vio de reojo a T.K, y no se sorprendió al ver que este miraba a su hermano creyendo en sus palabras; después de todo, al menor le desagradaban bastante las abejas. De seguro Matt había elegido específicamente esa mentira teniendo ese detalle en cuenta.

    -Es muy raro- dijo el anciano acariciándose la barba- en estos tiempos fríos, las abejas no suelen dejar sus colmenas… no pueden soportar temperaturas tan heladas.

    “Claro que es raro, porque es una mentira” pensó Tai, intentando controlarse por el bien de T.K. No necesitaba pelearse con su "cuñado" en ese momento, estaba allí para estar con el menor. Había ido por él. Solo por él.

    -Hay abejas que si dan mucho miedo- dijo espontáneamente T.K, para luego mirar el suelo, avergonzado de su propio comentario.

    -Bueno en fin…el chico salió disparado hacía un costado, sin darse cuenta que aquella plaza tiene desniveles bastante abruptos, rodeados de barandas no lo suficientemente altas… el muchacho giró sobre una de estas y cayó 5 metros al vacio… Menos mal que aterrizó sobre césped y que es un chico joven y fuerte, sino hubiese sido peor… el médico dijo que no llegó a ser una luxación, pero debe cuidarse el hombro- el hombre rió- me costó mucho convencerlo para que viniese, prácticamente lo arrastré hasta aquí, pero no podía dejar a un muchacho golpeado en la vía pública.

    -Muchas gracias por su ayuda- dijo T.K viendo al hombre a los ojos- mis padres dicen que ya no hay personas que se preocupen por los demás, pero yo sabía que se equivocan.

    -De nada, no hay necesidad de pensar tan negativamente, siempre habrá personas dispuestas a ayudar a otros- sonrió el anciano- me quedaré con él hasta que su padre venga.

    -¿Dónde está? ¡No diga que me calme! ¡¿Dónde está?!- se escuchó una voz femenina proveniente desde el pasillo.

    -¿Le dijiste a mamá?- preguntó Matt a su hermano con cara de espanto.

    Tai abrió los ojos de par en par. Por fin conocería a la madre de T.K, aunque reconoció que esas no eran las mejores circunstancias. Ansioso, se acomodó la ropa y se pasó la mano por el cabello en un intento inútil de peinarse. Quería dar una buena impresión a su suegra.

    Pasados unos segundos, una mujer con el mismo color de pelo y ojos de los hermanos apareció en la puerta.

    -¡Matt! ¿Cómo te sientes?- preguntó caminando directamente hacía Matt y poniéndole una mano en la frente, ignorando a todos en la habitación.

    -Estoy bien, no es nada en realidad, no era necesario que vinieras.

    Con la misma mano con la que le tocaba la frente, la madre de los hermanos le dio un golpe seco en la cabeza.

    -¡Auch!

    -¿Cómo que no es necesario que viniera? Soy tu madre, me preocupo por ti ¿Hasta cuándo seguirás mortificando a tu padre y a mí con tu comportamiento? Cuando Hiroaki me cuenta que vienes herido a casa, seguramente por estar peleando por ahí, no puedo creerlo ¿Por qué no me cuentas que te sucede? ¡Eres tan cerrado! Ve hasta dónde has llegado… con un brazo roto.

    -No es un brazo roto, solo me torcí.

    -Fue un accidente señora, no estaba haciendo nada malo- intervino tímidamente el anciano del pantalón de tirantes.

    -Usted debe ser quien lo trajo- dijo la mujer notando por primera la presencia del hombre- no se imagina como se lo agradezco, permítame pagarle por las molestias que le causó mi hijo.

    -No por favor, no es necesario, no lo hice por recibir dinero… además, como soy jubilado, no tengo muchas obligaciones hoy en día, así que no fue ninguna molestia. Supongo que si usted va a llevárselo, ya no me queda nada que hacer aquí.

    -En realidad no puedo llevármelo, en 20 minutos estoy saliendo de la ciudad por un viaje de trabajo imprevisto, mi ex esposo no tardará en venir por él… eso me recuerda- la mujer fijó por primera vez su atención en T.K- Take, quiero que esta noche te quedes con tu padre y tu hermano, yo vuelvo del viaje mañana por la tarde.

    -¿Qué? No es necesario, puedo cuidarme solo- protestó el menor.

    Mientras escuchaba en un costado, a Tai se le presentó un calor repentino en el estomago.

    En el pasado T.K le había contado que su madre, como era periodista, viajaba regularmente a ciudades cercanas; que esas noches en la que ella no estuviera, él podría ir para “pasar la noche juntos, sin miedo a que alguien los molestase”. Con ese recuerdo en la mente, Tai sintió como ese calor pasaba de su estomago a la cara.

    -Seguro que sí, pero antes de venir vi en el noticiero que los atracos a casas han aumentado en la ciudad, así que no me quedaré tranquila sabiendo que estás solo- contestó la rubia a su hijo.

    -¡No soy un niño!

    -No estoy diciendo que lo seas, pero te quedarás con tu padre y punto ¡Y no pienses en desobedecerme! Estaré llamando a Hiroaki para asegurarme que estás con él.

    -Es tan injusto- murmuró T.K por lo bajo, a la vez que la respiración se le acentuaba.

    Tai percibió la impotencia y el enojo del rubio, y a pesar de que él deseaba más que nadie en el mundo estar una noche a solas con T.K, entendía porque su madre pedía aquello. Demostrándose a sí mismo una madurez interior que no conocía, no se ofuscó. Sabía que pronto habría otra oportunidad.

    Decidió intervenir con tal de hacer sentir mejor al menor. Además, no era momento de agregar más tensionas de las que ya había.

    -Ya T.K- dijo apoyando una mano en el hombro del ojiazul- hazle caso a tu mamá, te lo pide porque se preocupa por ti.

    -¿Y tu quien eres?- le preguntó la mujer sorprendida, como si él se hubiera aparecido mágicamente de repente ante sus ojos.

    Ante esa impactada mirada azul, la confianza en sí mismo de Tai se drenó de su cuerpo, dejando un chiquillo asustado en su lugar. No entendía el porqué le acobardaba esa mirada, aun así intentó responder.

    -Me lla-llamo Taichi Yagami, co-conocí a T.K durante el verano, un gusto en conocerla- dijo, sorprendiéndose de lo nerviosa y débil que sonó su voz.
    Había conocido a los padres de sus otras parejas en el pasado, pero sentía como si lo estuviera haciendo por primera vez en su vida.

    La madre del rubio pareció procesar su nombre unos segundos, como si lo hubiese escuchado anteriormente.

    -Está bien- dijo, haciendo un ademán como si en verdad no importara- escucha a tu amigo, Take, parece que es más sensato que Davis y el resto de tus amigos.

    Tai estuvo a punto de sonreír porque alguien lo llamaba sensato por primera vez en su vida, pero se privó de hacerlo por el enojo que emanaba T.K en ese momento.

    A los pocos minutos llegó Hiroaki al hospital, y en conjunto con su ex esposa cocinaron a sermones y retos a su hijo mayor. T.K, buscando no ser testigo de eso, le pidió a Tai que lo acompañara a buscar su mochila escolar en la casa de su madre y llevarla a la casa de su padre, donde pasaría la noche. Tenía varios deberes incompletos que debía presentar al día siguiente.

    -------------*-----------



    Al llegar a la vivienda, lo primero que hizo el menor fue meterse presurosamente al baño. Tai pudo notar que tanta prisa del rubio por pasar al baño no fue por una necesidad fisiológica, sino por una repentina necesidad de querer estar solo.
    El castaño dio un suspiro cargado de la molesta impotencia de saber que lo único que podía hacer era apoyar al ojiazul en ese momento amargo, y esperar hasta que este estuviera listo para hablar del tema si así lo deseaba. No quería presionarlo.

    Ya había tomado la decisión de no contarle sobre lo que hacía su hermano en las calles. No por hacer caso a las palabras de Matt; sino porque, si en algo tenía razón aquel idiota, era que si T.K se enteraba probablemente intentaría detenerlo… y eso podría significar situaciones peligrosas para el menor. No podía pasar.

    El sonar de un reloj marcando las 7 de la tarde en punto le hizo despertar de sus pensamientos. Tai dio un vistazo a su alrededor. Solo ahí se dio cuenta que por primera vez, visitaba la casa de T.K y su madre en los varios meses de su relación. Siempre se habían juntado en la casa de Hiroaki, en algún punto de la ciudad o en su propia casa.

    La primera impresión del departamento fue que era más limpio que el de Hiroaki, y de cierta manera, más cálido. Caminó por la pequeña sala de estar, que a su vez hacía de comedor. Lo que más le llamó la atención fue una serie de fotografías colgadas en la pared. Observó una por una. En las primeras pudo reconocer a la madre de T.K, muchos años más joven, vestida con uno de esos uniformes de las artes marciales. Recibía un gigante trofeo de campeona, en lo que parecía una especie de competencia.

    En las fotos siguientes se veían los hermanos de apellidos diferentes de pequeños, con el mayor sosteniendo a un T.K con chupete en brazos. Otra foto mostraba a Matt al frente de un pastel de cumpleaños, con el menor abrazándolo por detrás. En una tercera se veía a la madre de los rubios siendo abrazada por sus dos hijos. Cada una de las fotos tenía una versión recreada en la actualidad debajo, con los protagonistas en la misma posición y con ropas similares.

    Tai no pudo evitar sonreír, sin embargo, había algo más. Algo que al moreno le costaba reconocer, pero que no podía negar. En las fotos, aquel idiota de Matt no parecía el tipo frio e insensible que conocía. Se veía feliz, como una persona con sentimientos y que podía sonreír de forma cálida si se lo proponía.

    Pero, a pesar que le sorprendía lo diferente que se veía Matt en las fotos, lo que se robaba la atención de Tai era la sonrisa del menor. T.K irradiaba alegría en las fotos con su hermano, y las recreaciones en la actualidad demostraban que esa sonrisa del menor al estar con Matt no se había desgastado con el pasar de los años. Entonces Tai suspiró nuevamente, entendiendo (si es que no lo había hecho antes) que el lazo con su hermano era demasiado importante para T.K. La felicidad y tranquilidad del menor estaba ligada al bienestar de Matt, y el comportamiento y forma de pensar de aquel idiota no podía garantizar eso ultimo.

    Si fuese por Tai, guardaría al menor en el fondo de su corazón y lo protegería del alocado mundo en el que les tocaba vivir… pero sabía que aquello no podía ser. Debía accionar y enfrentarse a la realidad, no huir de ella.

    “¿Qué puedo hacer?” se preguntó, viendo las fotos en la pared “¿Cómo puedo ayudar? ¿Delatar a Matt con Hiroaki? No, eso no detendrá a ese cretino, de seguro se escaparía de su casa en cada oportunidad para seguir haciendo de las suyas. ¿Denunciar a esos delincuentes con la policía? Pfff, de seguro la policía los protegen”

    Mientras deliberaba consigo mismo, T.K salió del baño.

    -Perdona por involucrarte en los asuntos de mi loca familia- dijo el rubio apenado, sentándose en el sillón de la sala- no debí haberte pedido que me acompañaras, perdóname… puedes irte si lo deseas.

    -No T.K ¿Qué dices?- contestó el moreno sentándose al lado de T.K y apoyando una mano en su hombro- quiero acompañarte en estas clases de situaciones porque te amo, no voy a dejarte solo… además sé lo que…- “ese imbécil, esa rata”-…Matt significa para ti, así que comprendo que estés triste.

    Los ojos de T.K rápidamente se enrojecieron y giró su cabeza hacía un costado para que el mayor no le viera.

    -Mierda, detesto ser tan bobalicón- dijo con enfado mientras se pasaba las manos por los ojos.

    -No digas eso, llorar no te hace menos hombre, así que no te de pena hacerlo, no está mal.

    -¡Si está mal! De niño era un llorón, el peor de todos, así que intenté cambiar…pero sigo siéndolo- se reprochó el ojiazul, decepcionado de sí mismo- me gustaría querer menos a ese estúpido de Matt…pero no puedo.

    Las manos de T.K no fueron lo suficientemente rápidas para evitar que una solitaria lágrima escapara por su mejilla.

    -Tranquilo, solo tiene un hombro golpeado, nada grave, no te pongas así- dijo Tai, rodeando los hombros del menor con un brazo y atrayéndolo hacía sí para depositarle un beso en los mechones rubios.

    El blondo hizo un intento de sonreír mientras continuaba refregándose los ojos para liberarse de esas lagrimas que tanto odiaba.

    -No es por eso que estoy triste.

    Ante la confundida mirada de Tai, T.K le explicó.

    Hace algunos días, cuando el menor se encontraba en la casa de su padre, este dejó caer accidentalmente su portafolio de la mesa del comedor.
    Cuando el de 14 años se agachó para ayudar a levantar los papeles desparramados en el suelo, se sorprendió al encontrar folletos de una academia militar para jóvenes y adolecentes. Ante sus confundidas y asustadas preguntas, Hiroaki respondió:

    “Sé que esto puede ser difícil de entender, Take, pero créeme que si estoy pensando en recurrir a esta opción, es que porque siento que no me queda otra alternativa. Matt de vez en cuando viene a casa herido, cree que no me doy cuenta… pero lo hago, no me quiere decir adonde va cuando sale… y cuando lo hace, tengo el presentimiento que miente. No me hace caso y no quiere hablar conmigo del tema. Tampoco quiso decírtelo a ti, esa era mi última esperanza. Muchas veces se me pasó por la mente el darle una buena… hacerle entender a la fuerza que quiero que deje de poner en riesgo su salud, pero sé que no es la solución. Me niego golpear a alguno de mis hijos, no podría. Tampoco puedo seguirle y espiarle, el trabajo no me lo permite.

    Si yo no puedo controlar a mi hijo, tengo la seguridad que en la academia militar podrán enderezarlo, obligándolo a estudiar y aprendiendo el valor del esfuerzo en una institución militar. Prefiero eso a que siga con sus peleas callejeras o lo que fuese en lo que está metido. No quiero esperar a que me llamen del hospital o de la estación de policía, tengo miedo de eso. La academia que estuve investigando, es especialista en tratar casos de jóvenes complicados, tiene muy buena reputación. Como no es una escuela “normal”, puedo inscribirlo en cualquier época del año, no importa que estemos en medio del ciclo lectivo. Con mi autorización, se encargaran de Matt hasta que cumpla los 18, terminará allí la escuela. La cuota es bastante elevada, pero por asegurarme el bienestar de Matt, haré el esfuerzo. Créeme que no quiero hacerlo, Take, pero es lo mejor para tu hermano.

    No estoy dispuesto a rendirme todavía con él, le daré mis últimos esfuerzos y algo de tiempo para ver si recapacita, pero sino… no me quedará otra opción que llamar a esa academia para que lo vengan a buscar.”

    -¿Entiendes?- preguntó T.K luego de explicar la idea de su padre a Tai, quien había escuchado atentamente cada palabra- temo que algún día entren a la casa de mi papá uniformados y se lleven a Matt de aquí. La academia está a 1 día y medio en auto desde aquí, y esa escuela no tiene vacaciones, así que solo lo podría visitar 1 o 2 veces al año. Sé que soy egoísta, lo sé, quizás sea lo mejor para evitar que el cabeza dura de mi hermano siga metiéndose en problemas, pero… el solo hecho de pensar que no podré estar con Matt durante 2 años me entristece demasiado. Sé que Matt aborrecería estar allí, y eso hace que me sienta aun peor por él.

    El menor se pasó la mano por el cabello.

    -Ademas… a esa institución va gente peligrosa, problemática, la mayoría de los alumnos está allí en contra de su voluntad. Es como una cárcel/escuela. ¿Te imaginas a Matt allí? No la pasaría bien. Él no es malo como la mayoría de la gente puede pensar, Tai, no lo es.

    La mente de Tai no tardó en imaginarse a Matt recibiendo palizas de sus futuros compañeros en aquel instituto. La forma de mirar del rubio de su misma edad, tan fría y desafiante a veces, sería como una chispa en un almacén de pólvora. Personas con pocas pulgas se podrían sentir ofendidas por esa forma de mirar… y en esa escuela de seguro habría varias.

    Aunque la idea de Matt siendo golpeado le despertaba cierto placer, Tai sabía que, muy a diferencia de él, para T.K era una idea demasiado angustiante.

    Miró al menor a los ojos. Esos ojos celestes, enrojecidos por el llanto, desprovistos de esa amabilidad que generalmente regalaban. Solo dolor. Y ese dolor entraba a Tai por los ojos, por los oídos, por su piel, por todos lados. Odiaba ver esos ojos así.

    Al estar en frente de esa parte tan indefensa del rubio, se dio cuenta que si era capaz de hacer todo lo posible para ver feliz a T.K, también era capaz de hacer lo imposible para que dejara de llorar.

    Sin poder resistirlo más, tomó al rubio del mentón y le besó en los labios lentamente, suavemente. Pudo sentir como este se tranquilizaba poco a poco.

    -Ya T.K, todo saldrá- dijo una vez separó los labio de los del menor, mientras le limpiaba las ultimas lagrimas de las mejillas con su pulgar- no tienes que preocuparte tanto, estoy seguro que lo de la academia militar no será necesario.

    T.K bajó la mirada, asintiendo, queriendo creer en esas palabras desde lo más profundo de su ser.

    -Ve a buscar tu mochila, sería mejor irnos antes de que anochezca por completo- dijo el moreno con una sonrisa.

    Un poco más animado, el menor le sonrió y se levantó del sillón para ir a su habitación.

    Una vez solo en la sala de estar, Tai suspiró pesadamente, con el tacto de la suave piel del menor aun en sus dedos y labios. Se levantó del sillón y se posicionó de nuevo en frente de las fotografías, observándolas de nuevo.

    -Sé lo que tengo que hacer- dijo entre dientes.

    Oferta irrechazable

    Matt se alistó lo más rápido que su lastimado hombro le permitió. Lo habían llamado para una “tarea”, como él solía decirle. Todavía tenía que usar la férula por unos días más, pero de igual manera se la sacó. No podía ir a taller abandonado usando eso; sus propios socios se encargarían de torcerle el otro brazo para “emparejarlo”, solo por diversión. Los había visto hacer cosas peores.

    Tomó el pomo de la puerta, pero no lo giró; se quedó allí unos segundos, en silencio. Observó a su alrededor, a su hogar; suspiró de nuevo. Cerró los ojos y suspiró pesadamente, como solía hacer cada vez antes de aventurarse a las calles. Abrió la puerta. Abrió los ojos... y los abrió aun más al encontrarse con Taichi de frente, con el dedo en el timbre a punto de tocarlo.

    -Ah, contigo quería hablar- le dijo el moreno con una sonrisa, sobreponiéndose de la sorpresa.

    -¿Qué haces aquí Yagami? Vete- dijo Matt entre sorprendido y enojado, saliendo del departamento y cerrando la puerta tras de sí. Lo que menos quería en ese momento era lidiar con aquel idiota.

    Intentó dirigirse a las escaleras del complejo habitacional, ignorando al castaño, pero este le tomó del brazo deteniéndolo.

    -Espera, quiero hablarte de algo.

    -Si no es que por fin dejarás de molestar a mi hermano, no tengo nada que escuchar de ti- contestó el rubio intentando zafarse del agarre de Tai, pero se sorprendió cuando este lo aventó contra la pared del pasillo.

    Matt abrió los ojos sorprendido, la mirada de Taichi había cambiado.

    -Está bien, intenté ser amable contigo, pero se ve que no se puede…- le dijo el moreno, serio, acercando el rostro al suyo-… ¿Adónde vas? ¿Con tus
    amigos en la fábrica abandonada? ¿Vas a "trabajar"?

    El rubio apretó los dientes y frunció el seño. Con un movimiento rápido se liberó del agarre de Tai. Odiaba que aquel imbécil le tocase siquiera.

    -Metete en tus asuntos, idiota- contestó viendo con furia esos ojos marrones. Esperaba el momento preciso para hundirle el puño entre ceja y ceja. Le costaba contenerse. Y, de algún modo, sabía que Taichi también lo hacía.

    -Lamentablemente ahora eres mi asunto también…-le dijo el moreno sosteniéndole la mirada-…así que no me lo hagas repetírtelo ¿Vas a hacer algún trabajo?

    Matt no aguantaba más. Sentía la vena del cuello a punto de estallar.

    -Sí ¿Algún problema con eso?- contestó provocativamente. Sabía que el tiempo de las palabras se había acabado, ahora le tocaría hablar a los puños.

    Taichi le miró a los ojos, en aquel silencio que caracterizaba la calma antes de la tormenta. Matt se preparó para la pelea.

    -Está bien- le dijo el castaño, volviendo a esa actitud alegre y despreocupada- te acompaño, en marcha.

    Matt quedó completamente en blanco; lo último que esperaba había sido esa contestación. Rápidamente el medidor de ira bajó, mientras que el de confusión estallaba.

    -¿Qué?- preguntó incrédulo, siendo lo único que su cerebro pudo articular en ese momento.

    -¿No escuchaste? Vamos, te acompaño a hacer lo que tengas que hacer- le dijo el oji-café, como si nada raro hubiera en eso.

    -¿Qué?

    -aahh ¿Qué tengo que explicártelo todo? – se quejó el moreno, pasándose una mano por el cabello- te acompañaré para asegurarme que estés bien y que no te pase nada. Hasta ahora demostraste que eres demasiado tonto para cuidar de ti mismo- Tai le sonrió- desde ahora seré tu socio. Con tu hombro lastimado, necesitas más ayuda que nunca.

    -Ni loco- contestó el rubio, apenas recuperándose del desconcierto.

    Intentó irse de nuevo, pero otra vez el moreno se lo impidió posicionándosele en frente.

    -No era una oferta- le dijo este, serio- así se harán las cosas desde ahora.

    -¿Acaso eres estúpido? ¿Piensas que esto es una clase de juego al cual puedes unirte porque se te da la gana?- gritó el ojiazul- ¡No lo haré! Es muy peligroso, eres un idiota si piensas que dejaré que me acompañes…

    En ese momento, Taichi le interrumpió tomándole del brazo derecho y doblándoselo detrás de la espalda antes de que pudiera reaccionar. El dolor de la aun no curada torcedura le incapacitó por completo.

    -¡Ah! ¡Suéltame!- gritó el blondo con el enojo y el dolor entremezclados en su voz.

    -¿Me llevarás contigo sin berrinchar?

    -¿Por qué no te vas a la mier…

    Taichi aumentó la presión en su brazo, impidiéndole terminar la frase. El rubio cerró los ojos en un intento de aguantar el dolor y no ceder. Odiaba verse dominado por aquel estúpido ¡Si tan solo no tuviera el hombro lastimado!

    -Un vecino te verá y ahí estarás en problema- amenazó, más que nada para distraer al moreno mientras buscaba una forma de liberarse sin que su maltratado hombro hiciera “crack” en el intento- ellos me quieren mucho.

    De repente, como una bendita coincidencia, la puerta del departamento de al lado se abrió, saliendo de él un anciano con un bata y pantuflas deshilachadas. Matt se sintió aliviado.

    Tai, sorprendido, giró su vista hacía aquel sujeto.

    -jeje solo estamos jugando, señor- dijo Taichi con una sonrisa al anciano, pero sin soltar al ojiazul.

    El viejo les quedó viendo con un rostro de amargado serial.

    -Vah, por un momento pensé que iba en serio- dijo el anciano desilusionado, sorprendiendo a los jóvenes- ese mocoso rubio vive tocando ese instrumento del demonio, molestando a mis gatos… si es por mí, continúa- agregó el vecino antes de darse media vuelta y cerrar la puerta tras de sí,
    dejando de nuevo solos a los dos adolecentes.

    -Perdón… ¿decías…?- se burló el oji-café al ver el “cariño” de los vecinos para con Matt, quien bajó la cabeza rendido, como quien perdía la última esperanza.

    Invadido por la impotencia, Matt se sacudió intentando zafarse, sin importarle si el dolor del hombro le aguaba lo ojos.

    -Escúchame imbécil- le dijo Tai enojado, pero sin levantar la voz, sujetándolo firmemente- Hiroaki está pensando en mandarte a una escuela militar cerca de la capital, a dos días de aquí ¿Eso quieres? Sigue metiéndote en problemas, lastimándote y demostrando lo imbécil que eres, y terminarás en esa escuela donde tienen clases los 365 días del año y solo 2 días libres por semestre ¿Acaso quieres eso?

    Matt dejó de luchar, y giró su cabeza para ver a Tai a la cara. Notó la seriedad en sus ojos. No supo porqué, pero no necesitó preguntar si aquello era verdad. La cara de Taichi era la sinceridad encarnada.

    -Eso sí sería un problema- dijo desviando sus ojos hacía un costado, mientras se recuperaba de ese baldazo de agua helada. Aquello echaría por la borda todo su plan, sus proyectos, sus metas.

    Para aumentar su sorpresa, el moreno le liberó de repente. Inmediatamente se tomó el hombro, mientras un abrumador alivio caía sobre él.

    -Vamos, te acompañaré y listo, así te guste o no- le dijo Taichi cruzando los brazos.

    Matt lo miró confundido, apoyado en la pared mientras se sobaba el hombro.

    -No entiendo… ¿Por qué te preocuparías por mí?- preguntó.

    -¿Quién dijo que me preocupo por ti?- le preguntó Tai levantando una ceja- lo hago por Takeru.

    El moreno bajó la vista al suelo.

    -T.K te estima demasiado, para su mala suerte, así que asegurándome que estés bien es la mejor manera de asegurarme que él esté bien. Además, no quiere que te vayas a esa academia, y, aunque nada me gustaría más, haré cualquier cosa para que T.K no sufra por tu culpa... lo hago por él.

    Taichi levantó la vista, depositando toda su determinación en los ojos claros de Matt.

    -Así que vamos, no me hagas perder más el tiempo.

    Matt le sostuvo la mirada, sabiendo que nada de lo que hiciera o dijera haría declinar a ese castaño, con el que su hermano tuvo la maldita suerte de cruzarse en las vacaciones de verano. Suspiró y, aun sosteniéndose el hombro, caminó hacía las escaleras, seguido por Taichi.


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    Curiosamente encontré estas imagenes en una página mientras escribía este cap. Ya había escrito que Tai veía fotos, pero no había especificado que se veía en esas fotos. Así que cuando las encontré las miré y me dije "¡Son perfectas!" Así que las posteo aquí. Recuerden que las saco de esta página http://varichina.tumblr.com/ La dibujante tiene muchas imagenes muy buenas.

    --------------------¨*¨----------------------



    Hola de nuevo. Es algo corto el capitulo. No es por perezoso jaja, así los tengo "diagramados" a los capitulos. Espero que les haya gustado, dejen su opinión o critica si gustan, sin vergüenza je. Hasta la proxima!

    Edited by exerodri - 18/11/2017, 14:46
     
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    ¡Yay~! Ya era hora de un nuevo capitulo, aunque... La fina línea entre la estupidez y el valor se ve en Tai...
     
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  12. shingiikari01
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    alfinnnn nueva conti pense que moririra antes de ver este dia :), gracias por esta nueva parte me alegraste el dia y espero que te este llendo vien en la uni y si nesecetias ayuda para algo que tenga que ver con quimica me cuentas ya que yo trabajo en un laboratorio farmaceutico y talvez te pueda ayudar, feliz dia
     
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  13. danielXD
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    después de 84 años aparecesco xd me gusto continualo pronto :D
     
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    Buenas noches (tardes, eclipces, etc, etc) como están? Yo aquí, algo sorprendido de tener ya listo el capitulo. No entiendo de como lo terminé tan rápido jajaja, asi que bueno, hay que aprovechar el bug XD Supongo que es una forma de redimirme de haber tardado tanto la vez anterior. Me alegra poder avanzar en la historia, ya que se vienen tiempos jodidos en el estudio, donde no sé si podré actualizar seguido. The examenes are coming (mucho Game of thones ya jajaja imstupid )
    Espero que les guste el capitulo 14!

    *Twinkle Star: Hola! gracias por leer y comentar! Perdón por haber tardado tanto jeje, pero ahora no lo hice :D El sacrificio de Tai es algo que hará rodar la trama, esto solo comienza jeje. Aunque si, esa linea es muy finita. Hasta la proxima!

    *shingiikari01: No por favor, no mueras, aun falta mucha historia jajaja. Que digas q te alegra el día leer mi cuento me hace muy feliz, que bueno que lo disfrutes. Y... me va bien digamos jajaja, no taaan bien como querría, pero no aflojo XD. Gracias por la propuesta, pero estudio psicología, osea 0 química y matemáticas (para mi suerte XD) feliz día para vos también!! chau!!

    *danielXD: jajaja"Han pasado 84 años" lol2 ahorita lo continúo, espero que también te guste, saludos!!!


    ---------------*--------------






    Capitulo 14: Vista gorda

    Con el grisáceo y apagado cielo y una brisa helada que había soplado en todo lo que iba del día como únicos acompañantes, T.K siguió a Andy hasta su casa; de nuevo sin que el castaño se diera cuenta.

    Esta vez, el aura de aquel barrio de mala muerte no penetró en sus sentidos. Su concentración no le permitía hacerlo. Solo se limitó a caminar lo más sigiloso posible, de escondite en escondite, con sus ojos celestes siguiendo al pecoso de su misma edad.
    Su sentido común no le permitía dejar pasar eso que ya sabía, que solo él sabía: el infierno que era para su amigo de ojos verdes volver a su casa.

    Aquella mañana, su amigo y compañero de equipo había ido a la escuela con marcas de golpes por todo su cuerpo, de nuevo. En el patio, aprovechando que nadie cerca escuchaba, el rubio dijo lo que se venía guardando desde hace días:

    -Sé porque tienes esos golpes, Andy.

    El ojiverde se estremeció tanto, que fue incapaz de contestar con sus usuales mentiras. Solo balbuceos. T.K, sin demostrar ni un solo atisbo de duda, le indicó que lo correcto sería denunciar ese abuso de su madre a la policía, que no podía seguir así y que estaba dispuesto a testificar si fuera necesario. Sin vergüenza, le confesó haberle sacado disimuladamente fotos a su cuerpo durante las prácticas de básquet; pruebas de maltrato.

    Pero la reacción del castaño no fue la que esperaba.

    -¡No, por favor!- le pidió juntando sus manos en suplica- no quiero causarle más problemas. Ella no es mala, T.K, en serio, es solo que… a veces tiene días malos, pero no es su culpa… tiene mucho estrés, muchas obligaciones y pocas felicidades… no le hagas eso ¡Por favor!

    T.K se sorprendió ante el amor incondicional de ese hijo maltratado a su madre maltratadora, pero la sorpresa no le impidió entender el porqué. Después de todo, eran madre e hijo, seguramente ellos dos eran la única familia que conocían.

    “Está bien” pensó el rubio para sí, aún con sed de justicia en su corazón “no la demandaremos, por ahora, pero hay que ponerle un freno”

    Por eso estaba él allí, persiguiendo al castaño hasta su casa. Él sería el freno que esa mujer, con razones para ser desdichada o no, necesitaba y merecía. La indiferencia de los profesores de la escuela, quienes habían visto en varias ocasiones los golpes del ojiverde, sin mostrar ni siquiera una pisca de preocupación, una pisca de curiosidad, lo había dejado en claro.

    Todo dependía de él.

    No se sorprendió de su repentina determinación, pero si se permitió preguntarse su origen. ¿El amistoso cariño que sentía por Andy le impulsaba a ayudarlo, aun cuando este no se lo pidiera? ¿O era que su incapacidad de ayudar a su hermano, quien siempre le descubría cuando le seguía e impedía que lo espiara, lo impulsaba a reivindicarse? Cualquiera que fuese la razón, la idea de ayudar a su amigo en problemas le despertaba en el pecho un calor que le impulsaba a seguir. Un calor rehabilitador, energizante y cautivador, que le hacía sentir bien consigo mismo.

    Además sabía, muy desde el fondo de sus sentimientos, que eso era lo que Tai haría si estuviese en su lugar. Lo sabía. El solo hecho de parecerse un poco más a Tai le energizaba aun más.

    Una vez Andy entró a su casa, T.K se acercó a la vivienda y se escondió debajo de la ventana de la cocina a esperar. No sabía si aquella mujer estaría en sus "malos días". Por un lado deseó que no, ya que no quería que su amigo sufriera... pero por otro lado era consciente que había ido allí en busca de eso. Si aquel no era un "mal día", podía serlo el día siguiente, o el siguiente, o el siguiente a ese. Necesitaba ponerle freno a eso lo más rápido posible.

    Activó la cámara de su celular y esperó, meditando cuanto tiempo estaría dispuesto a esperar, si 15 o 30 minutos. No necesitó determinarlo. Lo que tanto temía y esperaba al mismo tiempo llegó a sus oídos.

    -¡¿Qué son estas calificaciones, Andrew?!

    El rubio se tensó tal cuerda de piano. Ese grito, desgargantado y embebido en cólera, activó las alarmas en su cabeza. Alarmas que indicaban que el momento de actuar había llegado. ¡Dios! Como deseaba apagar esas sirenas. En ese momento se dio cuenta que el sonido de esas alarmas no le gustaba, a pesar que las había visualizado con antelación desde el momento en que decidió ayudar al castaño. El palpitar de su corazón se acopló al rugir de las sirenas.

    Pensó en moverse y efectuar su plan. Lo pensó 1, 2, 3, 4 veces. Pero no se movió. La duda y el miedo le habían clavado el trasero a la tierra y la espalda a la despintada pared. Por un momento se preguntó qué hacía allí, jugando al héroe. Todavía no era tarde para salir corriendo de allí, y hacer de cuenta que no había visto ni oído nada. Su intento fallido de comportarse como alguien que no es una basura quedaría como un secreto, que con el tiempo y algo de voluntad quedaría olvidado.

    "¿Esto es lo máximo que puedo hacer? ¿Un intento?" Se preguntó, indignándose de lo tentador que se habían presentado esas ideas de escapar.

    Se concentró, buscando dentro de él algo que le diera valor, y como una respuesta que no esperaba, el calor que le brindaba la idea de ayudar a Andy le calmó y le aflojó el cuerpo. Gradualmente, y embebiéndose en el calor que brotaba de él mismo, todas esas ideas sobre hacer la vista gorda e irse desaparecieron de su radar.

    A la vez que le escapaba al miedo, se le vino a la mente la imagen de Tai. Tenía que ser valiente como Tai. El calor se transformó en fuego.

    Encendido, el ojiazul se enderezó y espió por la ventana, apuntando su celular al interior de la casa. Dentro, en la cocina pobremente iluminada por un foco de baja potencia, la madre de Andy sostenía a su amigo de los pelos con una mano, mientras que con la otra le presionaba violentamente un papel en el rostro.

    -Un tres en matemáticas, míralo bien- dijo la mujer de ojos verdes con la voz pesada, presionando el papel contra el rostro de su hijo, sin dejarle respirar- ¡Pagué clases particulares a una profesora para que te enseñara! Con lo que me cuesta juntar dinero, dinero que no tengo, no aprecias las oportunidades que se te dan, Andrew, no lo haces, no aprecias mi sacrificio... ¿Acaso usaste el dinero que te di para otras cosas, mintiéndome que lo usarías para una profesora particular? ¡Dime!

    La mujer retiró el examen de la cara del castaño, quien aspiró desesperadamente en busca de aire. T.K, presionando los dientes como una prensa industrial por el enojo, tomó una foto.

    -No mamá, lo juro- dijo el menor, jadeante por la falta de aire y con una voz aguda y frágil por las evidentes ganas de llorar.

    -No me mientas- le exigió la adulta, dándole una cachetada que T.K escuchó desde afuera de la casa.

    Con la rabia creciéndole a cada segundo, el blondo tomó otra foto.

    Andy se cubrió el rostro con los brazos, mientras su madre le zarandeaba tomándolo del cabello y golpeándolo repetidamente en la cabeza y la espalda.

    Faltaba poco para que el celular de T.K crujiese por la enojada presión que el ojiazul ejercía sobre este. Tomada otra foto, el rubio salió disparado, bordeando la casa. Llegó a una ventana que había notado la primera vez que siguió al castaño hacía allí; tenía el mosquitero roto.
    Sin dudarlo y aun con el celular en la mano, se introdujo torpemente a la casa por el hueco del mosquitero, sin siquiera saber a qué cuarto se metería o con que se encontraría dentro. Cayó de cabeza en la oscura habitación, desparramándose en el piso. Se sobó dos veces y se levantó, dispuesto a no perder ni un solo segundo. La tenue luz que entraba por la puerta entreabierta le indicó la salida de ese cuarto oscuro. Al abrirla, se encontró de lleno con la imagen que había visto por la ventana. El verla más de cerca solo le enfureció más.

    -¡Basta!- gritó interponiéndose entre Andy y su madre, separándolos.

    Sorprendida por el repentino intruso frente suyo, la mujer retrocedió varios pasos.

    -¿T.K?- preguntó el castaño anonadado, incapaz de darle crédito a lo que veía.

    T.K fijó sus ojos en los de la pelinegro, quien rápidamente cambió su rostro de sorpresa por uno de enojo.

    -¡Tiene que parar esto!- gritó el rubio a secas- no puede seguir tratando a Andy así, él no se merece esto ¿Se da cuenta de lo mal que le hace?

    La madre de Andy, en vez de recapacitar por aquellas palabras, frunció el rostro de molesta indignación.

    -¿Pero quién te crees que eres para irrumpir en nuestro hogar?- dijo avanzando hacía el ojiazul- te metiste en un gran problema ¡Fuera de mi casa!

    T.K sintió el congelado golpe de la realidad chocándole de frente. Como si le hubieran apagado de un baldazo su fuego interior, dio un paso hacia atrás mientras tragaba saliva dificultosamente. La madre de Andy se le hizo más alta de lo que había visto antes.

    -Yo… yo…

    El rubio se calló para evitar tartamudear, no podía demostrar miedo, a pesar de que su interior temblaba. El valor se había convertido en una marea que iba y venía.

    “No te acobardes, no te acobardes” pensó, cerrando los ojos “Andy te necesita, piensa en lo que haría Tai”

    Dispuesto a no dejarse apabullar por la mirada iracunda de esa mujer, levantó su celular para mostrarle la pantalla.

    -Tengo pruebas de lo que le hace a Andy, estas fotos y ademas fotos de sus golpes.

    La mujer se detuvo, desconcertada. Estiró la mano para tomar el celular, pero el menor lo retrajo hacía su pecho.

    -Ni piense en quitarme el celular o borrar las fotos, ya se subieron a una nube, así que ya tengo una copia en mi casa- dijo el blondo, recuperando la firmeza en su voz- con solo presentando esto en una comisaria, servicios sociales vendría a buscar a Andy, llevándolo a un sitio mucho mejor, un sitio lejos de usted.

    La mujer retrocedió cambiando su expresión a una de completo susto.

    -¿Llevarlo lejos?- musitó la mujer, shockeada- no por favor, que no se lo lleven… por favor.

    T.K supo que había dado en el blanco. Aquella señora ya no demostraba prepotencia ni rabia, sino miedo. El miedo que le despertaba la idea que le quistasen a su hijo. Miedo, mesclado incluso con culpa.

    -Deje de golpear a Andy, converse sus problemas con alguien, no se desquite con su hijo… si veo que Andy va a la escuela con golpes otra vez, iré a la policía. No quiero hacerlo, pero no puedo dejar que mi amigo sufra así.

    -T.K… yo…- balbuceó el ojiverde detrás de él, incapaz de hablar fluidamente por la sorpresa.

    -Ahora Andy irá a mi casa y pasará allí la noche, piense en lo que le dije- dijo T.K, tomando al inerte Andy de la muñeca y dirigiéndose hacia la puerta.

    Al llegar a esta, el ojiazul intentó sacarle el seguro y el pasador, pero sus manos temblaban demasiado sin poder controlarlas. Andy, al darse cuenta de aquello, le ayudó.

    Ambos chicos salieron de la casa. El rubio, tomando de la muñeca al castaño, caminó hacía el único árbol que se veía en esa calle, a 40 metros de la vivienda. Soltó a su amigo y se dejó caer, apoyando su espalda en el tronco. Cerró los ojos y dejó que todo el aire de sus pulmones saliera en forma de suspiro. Le costaba creer que él había desafiado y amenazado así a un adulto. Con el pulso todavía a mil, se pasó la mano por la entrepierna para verificar si no se había orinado.

    Andy se arrodilló a su lado, viéndolo fijamente, como si no reconociera a su amigo.

    -T.K- le dijo- ¿Estás bien?

    T.K salió de su shock y giró sus ojos hacía el pecoso.

    -Ah, sí, sí, no pasa nada- contestó sonriendo, intentando esconder sus temblorosos nervios.

    El ojiverde le quedó viendo, curioso.

    -T.K ¿Por qué hiciste esto?- le preguntó su amigo, como si el hecho de que alguien se hubiera interpuesto entre él y su madre no le cerrara.

    -Perdona- contestó el rubio, desviando su mirada hacía el suelo- pero no podía dejar que esa tipa... que tu mamá te siguiera tratando así.

    -¿En serio denunciarás a mi mamá?- le preguntó el castaño con miedo.

    T.K vio al pecoso a los ojos, para luego volver a bajar su vista.

    -Yo... creo que no... no si tú no quieres- contestó, cortando pastito con sus dedos- solo quería decirle que estaba mal, y pedirle que cambie.
    Creí que si no la amenazaba de alguna forma no tendría efecto.

    Hubo un silencio en el que solo se escuchó el pasar del viento, además de unos perros ladrando a la distancia.

    -Fue estúpido ¿No?- preguntó el rubio, sin poder levantar la mirada por la vergüenza de haber pensado que su idea ayudaría ¿En que estaba pensando?

    Se sorprendió al ser abrazado por su amigo.

    -No, para nada, te lo agradezco- le dijo el castaño con sinceridad en la voz- eres la persona más valiente que conozco, T.K.

    T.K quedó inmóvil, sintiendo como los brazos de Andy y sus palabras lo rodeaban y le transmitían el reconfortante calor de la verdadera gratitud. Repitió las palabras del castaño en su cabeza: "Eres la persona más valiente que conozco". Aquello se le hizo extraño y energético a la vez ¿Él valiente? Tai le había dicho que era valiente aquel día en que le salvó de ser atrapado por la banda de Erick, durante el verano. ¿Y si en verdad era valiente, solo que no lo sabía? Aquel pensamiento le infló el pecho, y se dijo a sí mismo que no le molestaría sentir de nuevo aquel sentimiento de plenitud por ayudar a alguien que lo necesitase.

    El castaño se separó de él y le miró a los ojos.

    -¿En serio se subieron las fotos a la nube en tan poco tiempo? Eso fue muy rápido- le dijo con una sonrisa.

    -En realidad no, me quedé sin internet en el celular hace dos días... solo lo dije para que tu mamá no me intentara quitar el celular y creyera que las fotos ya están en un lugar seguro... fue lo primero que se me ocurrió.

    Los muchachos se vieron a los ojos por unos segundos, para luego reír, primero tímidamente, después con más ganas; desentonando por completo con aquel desolado barrio, donde lo último que uno esperaría escuchar eran risas.

    Cuando la risa pasó, Andy fijó vio su casa a la distancia, con la mirada de alguien que observa algo triste y preocupante a la vez.

    -¿Te metí en un gran problema?- preguntó T.K, observando la pequeña vivienda de su amigo.

    -No lo sé- le contestó el ojiverde, levantando los hombros.

    -¿Crees que tu mamá pensará en lo que le dije?

    El castaño se quedó un rato en silencio, sin quitar sus ojos de la casa, como si quisiera observar a través de las paredes para ver cómo estaba su madre.

    -Tampoco lo sé, solo espero que no esté triste.

    T.K suspiró largamente, reconociendo que si bien ponerle un freno a esa mujer era necesario, su amigo no podía evitar preocuparse por ella.

    -Vamos, seguro estará bien, dejemos que lo piense por esta noche- dijo el rubio en un tono animado para intentar aligerar la preocupación de su amigo, mientras se levantaba - dormirás en mi casa esta noche, no nos preocupemos de eso por ahora- finalizó y le extendió la mano al castaño para ayudarle a levantarse- pasaremos juntos el videojuego del cual te hablé.

    Andy le miró inexpresivo por unos segundos, para luego sonreír y sujetarle la mano.

    Delivery

    Parado al frente del taller abandonado, Tai apoyaba una mano en el hombro de Matt. Lo hacía más que nada para evitar que el rubio intentase escapar, como lo había hecho dos veces en el trayecto hasta allí.

    Aquel barrio abandonado le daba al moreno la sensación de estar en otra clase de realidad o dimensión. No sabía distinguir si el lúgubre ambiente era causado por los edificios en ruinas alrededor, o por el ya común e infaltable gris y oscuro cielo. Además, estaba el silencio. Ninguna bocina de auto, o cantar de un pájaro, o ladrido de perro, mucho menos una voz humana, interrumpían el lapidario silencio. Como si aquella parte de la ciudad estuviera aislada del resto. Como si ese laberinto de ruinas y desolación absorbiera la vida, devolviéndola en nada.

    -No puedo creer que esté por hacer esto- dijo Matt tomándose la cara.

    -Vamos, no meteré la pata- dijo Tai, con una media sonrisa. Era obvio que el rubio no confiaba en él.

    -Lo dudo mucho… a ver, ten esto en cuenta: al estar aquí, dejamos todo atrás, no somos nadie, solo peones que vienen, hacen el trabajo, cobran y se van - le dijo el rubio con un énfasis de tutorial, viéndolo a los ojos- ¿Entendiste?

    -Emm… creo.

    -No, no entiendes- continuó el ojiazul, como si ya hubiera sabido de antemano la respuesta del castaño- ¿Tienes tu identificación aquí? ¿O algún documento que diga tu nombre?

    Tai se palpó los bolsillos.

    -No, no lo traje- contestó sonriendo apenado, suponiendo que el no haberlo llevado sería un problema.

    -Bien, no tienen que saber tu nombre, nunca lo traigas, nunca digas tu nombre ni apellido, desde ahora serás “T”, ese será tu apodo.

    -¿“T” de “Tai”?

    -No, “T” de “Tonto”

    El moreno levantó una ceja, molesto.

    -¿Y cómo es que ellos saben tu apellido, genio?- dijo cruzando los brazos.

    -Sí, eso fue… un accidente, no debió pasar… en fin, digan lo que te digan, no reacciones ni te enojes, buscarán fastidiarte desde el primer instante que pongas un pie adentro…no digas nada sobre tu familia o amigos, no conoces a nadie, haz de cuenta que eres huérfano- le dijo el blondo levantando un dedo, como indicando que aquello era importante.

    -Está bien.

    Matt se dispuso a golpear la puerta del taller, pero antes de tocar se volvió hacía el moreno.

    -Tampoco indiques donde vives o donde estudias, ahora eres indigente también, apaga tu celular.

    -Hecho.

    El rubio volvió a mirar a la puerta, a punto de tocar, pero de nuevo volvió hacía el castaño.

    -No digas nada de mi familia tampoco, no sabes nada de mí- Matt le miró a los ojos, transmitiéndole toda la seriedad, preocupación, y hasta amenaza en su mirar- sobre todo no te atrevas a mencionar a T.K, o hablar algo de él ¿Está claro?

    -No diré nada.

    Matt miró la puerta, levantando su puño para golpearla. Giró de nuevo su vista hacía Tai.

    -Será mejor que no digas nada, déjame hablar a mí.

    Dicho eso, tocó la puerta dando tres golpes seguidos, luego uno asilado, y otros dos seguidos. Una especie de contraseña, pensó Tai.
    Pasaron unos segundos hasta que el visor corredizo de la herrumbrada puerta de metal se abriera, dejando ver dos ojos oscuros del otro lado.

    -Ah Ishida, el “Gordo” te está esperando…-dijo la persona del otro lado de la puerta en un tono despreocupado, viendo a Matt, pero cuando corrió un poco la vista y vio a Tai allí parado a su lado, cerró inmediatamente el visor- ¡¿Quién es él?! Ishida no intentes nada raro, te lo advierto.

    -No pasa nada, deja de histeriquiar- dijo Matt- él es un conocido mío, quiere entrar, necesita dinero.

    -¿Crees que esto es un club al que puedes invitar a cualquiera? ¿Quién te crees Ishida?- preguntó el hombre del otro lado del puerta, notoriamente alterado.

    -Ya sé, ya sé… yo me haré cargo de él.

    Detrás de la puerta se escucharon murmullos que iban y venían; y luego silencio. Otra vez el silencio total que emanaba de los alrededores, de los edificios abandonados.

    Tai no pudo evitar impacientarse ¿Por qué no abrían? ¿Acaso había puesto en peligro al rubio con su mera presencia? ¿Qué tipo de ayuda era esa? ¿Sus buenas intenciones habían sentenciado al hermano de la persona más importante para él?

    Disimuladamente miró de reojo a Matt. Este permanecía inmutable. El único movimiento que puso percibir en el blondo fue el de su garganta: tragaba saliva con dificultad. Los segundos pasaban, y el silencio se hacía cada vez más insoportable.

    Entonces, la puerta se abrió en un oxidado rechinar. Ambos muchachos se miraron mutuamente de reojo, y Matt, sabiendo que ya no había marcha atrás, se adentró al oscuro taller.

    Tai le siguió. El interior era un pasillo pobremente iluminado. Antes de que sus ojos marrones se acostumbraran a la penumbra, unas manos lo sujetaron firmemente y lo presionaron de cara contra la helada pared. Su primera reacción fue oponer resistencia, aunque no entendiese de qué iba todo eso ni cuántos eran los que lo sujetaban. Aun sorprendido, vio a Matt, quien viéndole a los ojos y con un disimulado gesto de su mano con la palma hacía abajo le indicó calma. El moreno, totalmente inseguro, hizo caso y dejó de luchar.

    Unas manos tantearon cada milímetro desde sus tobillos hasta su cintura. Le levantaron la campera y camiseta hasta el pecho, para luego asegurarse que no tuviese nada en el cuello o detrás de las orejas.

    -No tiene nada- dijo uno de los que le chequeó, con una voz ronca.
    Inmediatamente, los mismos que le habían revisado, revisaron a Matt con el mismo procedimiento.

    -Barbie también está limpia- dijo el sujeto que revisó a Matt, de aproximadamente unos 20 y tantos años; el mismo que había visto a través del visor de la puerta - ¿Te portarás bien hoy?- dijo sonriendo maliciosamente, pasando un dedo por la mejilla del rubio.

    Matt le apartó la mano, molesto. Aquel tipo hizo una mueca tranquila, sonrió. Disimulando tranquilidad se dio media vuelta, y sin que el blondo pudiera reaccionar, giró rápidamente hundiéndole el puño en el estomago. Matt cayó de rodillas, rodeándose el estomago con los brazos.

    Tai, mientras la respiración se le acentuaba, se preparó para golpear al mayor. Podía agarrarlo desprevenido, ya que este reía a carcajadas. Después vería que hacer con los otros dos tipos que estaban con él, quizás podían escapar sin la necesidad de enfrentárseles. Pero cuando estuvo a punto de moverse, se sorprendió al ver que Matt, aun arrodillado y tomándose el estomago, tratando de reponerse del golpe, le hizo con disimulo la misma seña de “calma” de hace un momento. Tai tragó su enfado y abortó el plan en su cabeza. Por el momento solo podía limitarse a seguir las órdenes del rubio.

    -Parece que no, siempre lo mismo contigo, Barbie- dijo aquel sujeto sonriendo. Los otros dos tipos rieron- ve Barbie, el “Gordo” te está esperando.

    Matt se levantó con dificultad y empezó a caminar por el pasillo.

    -¿Qué esperas? ¿Una invitación?- le dijo uno de los adultos al castaño, dándole un golpe en la cabeza con la palma abierta- sigue al rubio marica.

    Ambos adolecentes caminaron solos por un pasillo de unos 30 metros hasta una puerta doble de madera. Antes de abrirla, Matt se apoyó sobre sus rodillas, intentando recuperar el aire.

    -¿Estás bien?- susurró Tai, apoyando una mano en la espalda del ojiazul.

    -Shh- fue lo único que le dijo el blondo, erguiéndose y apartándole la mano.

    El rubio, aparentando que no había pasado nada, abrió la puerta. Ambos chicos avanzaron por un gran galpón en penumbras. Tai, a pesar de ya conocer aquel sitio por haber espiado a Matt en el pasado, vio todo a su alrededor con disimulada sorpresa y curiosidad. Grandes maquinas industriales, que en la oscuridad adquirían inquietantes figuras, servían de reposo para polvo y telarañas. En medio de estas un espacio vacío se abría, como un valle en las montañas, donde la única fuente de iluminación, un foco que colgaba del techo, alumbraba una mesa con algunas sillas. Hacía allí avanzaban.

    Mientras caminaba al lado del rubio, Tai veía a su alrededor.

    Adentro de ese galpón, esparcidos a la vuelta del espacio abierto donde estaba la mesa, pudo ver a varias personas; algunas desparramadas en sillones, otras sentadas en sillas, asientos improvisados o incluso en el piso. Incluso vio a personas tiradas en el suelo. El moreno no supo si dormían o si se encontraban inconscientes. Todas esas figuras en la oscuridad parecían muñecos de trapo, sin energía ni siquiera para estar erguidos. Luchando contra la penumbra, pudo darse cuenta que todos eran adolecentes; chicos de su aproximadamente su misma edad, chicos que no superaban los 18 años.

    A pesar de la oscuridad, Tai observó la cara de algunos de esos muchachos: todos demacrados, con la mirada perdida o tan atontados que apenas parecían darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Muchos le miraron sin verlo, como si la capacidad de reacción les hubiese sido extirpada. El humo dulzón que emanaba de los cigarrillos de esos chicos le hizo entender que no fumaban de de los paquetes que se venden en las tiendas.

    Sin embargo, aparte de las miradas vacías, el castaño pudo sentir miradas atentas sobre él. Hombres de más edad y buen porte físico, parados estáticos entre las maquinarias, le veían fijamente. Él era un rostro nuevo allí, un extraño al cual vigilar.

    Mientras caminaba observando a su alrededor, escuchó un crujido bajo su pie. Bajó la vista y entonces pudo ver que había pisado: una jeringa. El suelo estaba regado de jeringas, aquellas gomas amarillas que se utilizan para la extracción de sangre y diferentes clases de envoltorios sin nombres ni marcas.

    El aura nauseabunda e inhumana que emanaba de ese sitio se intensificó para el moreno.

    En la mesa iluminada al frente de ellos, el mismo sujeto obeso, que había visto en la ocasión en la que espió a Matt el día que robó el celular, les esperaba sentado. Seguramente el sujeto a quien llamaban el “Gordo”.

    Ambos adolecentes se pararon al frente de la mesa.

    Al tenerlo de frente, Tai pudo observar a aquel tipo con más detalle. Le sorprendió ver a alguien con tatuajes en la cara. Lo que parecía ser un símbolos celtas le adornaban una mejilla y la calva cabeza, como si los dibujos fuesen un sustituto del pelo. A pesar del frio, vestía la parte superior de su redondo cuerpo con una camiseta blanca sin mangas.

    -Ishida, tengo un trabajo para ti, escucha bien lo que tienes que hacer…

    El “Gordo” calló al posar sus ojos claros en Tai. Curioso, apoyó su codo en la mesa y se pasó una mano por la frondosa pero ordenada barba de un castaño rojizo.

    -¿Y este quién es?

    Tai estuvo a punto de abrir la boca, pero Matt se le adelantó:

    -Es un conocido mío, necesita el dinero- dijo- él me ayudará en lo que me mandes hacer… después de todo, necesitas remplazar al “pelirrojo” que se fue ¿No?

    El “Gordo” no hizo ninguna reacción. Solo se quedó mirando fijamente al castaño, quien, a pesar de no esquivarle la mirada, se incomodó bastante.

    -No lo sé… ya tenemos suficientes “niños bonitos” contigo, Ishida, las demás bandas creerán que esto se volvió un grupo de modelos maricones… es decir, míralo- dijo el obeso riendo, señalando a Tai- tiene la misma o incluso más pinta de chupa-vergas que tu, Ishida.

    Los que escuchaban desde la penumbra (los que no estaban los suficientemente drogados), rieron.

    Tai permaneció inalterado, recordando lo que le había dicho el ojiazul antes de entrar allí: “no te alteres, ellos buscarán molestarte”. Aquello era solo una prueba. Sabía que responder de mala manera solo causaría problemas. Matt también hacía de cuenta que no escuchaba nada, mientras miraba a ese cretino seriamente.

    -Aunque teniendo en cuenta tu apariencia de invertido, Ishida, no me sorprende que te rodees de chicos bonitos. Dime- dijo el “Gordo” dirigiéndose a Tai, apoyando ambos codos sobre la mesa mientras sus fofos brazos se sacudían- Te gusta follarte a Ishida todas las noches ¿Verdad? Por eso en agradecimiento él te trae aquí, para hacer dinero fácil ¿No? ¿Está tan usado como parece? ¿O todavía su culo te aprieta el chorizo cuando se lo metes? Vamos, dime, en confianza.

    El “Gordo” rió de sus propias palabras, acompañado de las risas de los que los rodeaban.

    -¿O eres tu el que recibe?- continuó- Me parece que también podría ser, pareces ser de los que le gusta que le metan los dedos ¿Te gustan los rubios? ¿Eh? ¿Hace cuanto que le entregas el trasero a Ishida? No te ofendas, pero parece que no estás haciendo un buen trabajo, ya que él vive malhumorado.

    La respiración del moreno comenzó a hacerse pesada. Si bien era consciente que con solo una seña del “Gordo” bastaría para que los que montaban guardia a su alrededor cayesen sobre él, el deseo de callar a esa bola de grasa a golpes creció y creció.

    -Está bien Ishida, tu amante te puede ayudar, te ganaste cierto grado de confianza a pesar de ser un maricón- dijo el tatuado echándose para atrás en la silla, al parecer ya aburrido- tú te harás cargo de él. Supongo que no hace falta decirte que te pasará si hace algo estúpido.

    -Entiendo- contestó el rubio a secas.

    -Te llamé por esto- el “Gordo” apoyó una mochila escolar en la mesa y la deslizó hacía los adolecentes- lleva esto a nuestro “amigo” del laboratorio, la dirección está en este papel.

    Matt se acercó a la mesa, tomó el papel de la obesa mano del tatuado y se calzó la mochila en la espalda.

    -Ten mucho cuidado con eso, Ishida, viene de muy muy muy lejos…- agregó el adulto con una sonrisa-… es pura. Como eres el único de este montón de estúpidos que no consume este tipo de cosas, confío en que eres el más indicado para no caer en la tentación de desear una prueba gratis ¿Recuerdas que le pasó al último que nos robó?- preguntó, con la clara intención de verificar la solidez de los conceptos.

    -No te preocupes, entregaré esto- dijo el blondo en un tono monótono.

    -Bien, cuando lo entregues vuelve aquí para tu paga, luego están libres para ir a chupársela mutuamente.

    Matt se dio media vuelta y caminó a la salida tan rápido que Tai tuvo que trotar para alcanzarlo y evitar que lo dejara allí solo.

    Una vez fuera de nuevo, la opaca brillantez del oscuro y nublado día lastimó los ojos marrones del moreno. Matt desplegó el papel y lo examinó.

    -Vamos- dijo comenzando a caminar- tenemos un largo trecho que hacer.

    -Ok- contestó el castaño, caminando mientras aun se refregaba los ojos.

    A paso ligero, los adolecentes salieron de la zona industrial en ruinas, mezclándose poco a poco con el ida y vuelta normal de la ciudad. Ya entre la gente y los autos, disminuyeron su marcha para no llamar la atención, pero sin dejar de caminar rápido.

    -¿Esto es todo? ¿Llevar esta mochila de un lugar a otro?- preguntó Tai al rubio, quien caminaba por delante de él.

    -En esta ocasión, si- le contestó Matt sin dejar de mirar al frente- no hay trabajos fijos, dependen de lo que los idiotas esos quieran hacer. Hoy es solo hacer de delivery, la próxima puede ser entrar en tal lugar, después puede ser otra cosa.

    -Aquel gordo dijo “es pura”… sabes que llevas en esa mochila ¿Verdad?

    El rubio no contestó inmediatamente. Continuó con su marcha firme, esquivando a las personas que caminaban por la acera.

    -Sí, lo sé, no me importa.

    -Debería importarte- dijo Tai, con sus manos en los bolsillos de su campera- si bien no eres el que la vende, le haces mucho daño a las personas que consumen esa porquería.

    Caminaron en silencio por media cuadra.

    -No es mi problema- contestó Matt a secas- mientras me paguen que hagan lo que quieran.

    -¿Cómo puedes estar tan tranquilo, sabiendo que formas parte de lo malo que pasa en la ciudad?

    El blondo se detuvo abruptamente y se dio media vuelta, enfrentándolo.

    -Escucha…- le dijo enojado, pero sin levantar la voz para evitar que las personas que caminaban a su alrededor oyeran-… no me vengas con tu ética barata ¿Qué diferencia hay que lo haga yo o lo haga otro? Porque si todavía tu limitada mente no se enteró, si no lo hiciera yo, ahora mismo alguien más estaría usando esta mochila y cumpliendo el mandado.

    Tai miró esos ojos azules con atención.

    -¿Quieres terminar con la delincuencia? ¿Eh? Adelante entonces- le dijo Matt, tomándolo del hombro y haciendo que fijara su mirada en un auto estacionado en la calle- ¿Ves al sujeto dentro de ese auto?

    Tai vio adonde su cuñado le pedía. A algunos metros, vio a un tipo adentro de un auto negro, hablando por teléfono mientras veía a su alrededor y anotaba algo en una libreta.

    -Aquel sujeto recoge información, preparando puntos para una entradera… ¿Ves a la anciana allá, la del bolso marrón al lado de la tienda de ropa?- le indicó el rubio, haciendo que fijase la vista en una anciana al otro lado de la calle.

    -Sí ¿Y?

    -Mira con atención- le contestó el blondo.

    De repente, con un rápido movimiento de brazos, la anciana metió disimuladamente en su bolso algunas bufandas que colgaban de unos mostradores de la tienda, para luego seguir caminando como cualquier abuela normal.

    -O si quieres mira allí…- le dijo, haciéndole girar para ver a dos hombres con cascos polarizados andando en una moto a poca velocidad…- moto-arrebatadores, esperando encontrar a algún despistado que ande con el maletín o la cartera del lado de la calle, ya van pasando tres veces desde que estamos aquí.

    El rubio le hizo girar 180 grados, hacía la peatonal, donde la gente iba y venía.

    -Observa al sujeto de buzo rojo, míralo bien- le indicó el ojiazul.

    Tai no tuvo que esperar mucho para ver como el tipo de buzo rojo, quien caminaba en medio de la multitud como cualquier otro, le sacaba a la pasada la billetera del bolsillo a otro hombre sin que este se diera cuenta, para luego depositarla en la cartera de una chica, mirándola a los ojos.

    -¿Por qué no vas y los detienes a todos? Yo te espero. Ve, haz tu trabajo de héroe y limpia la ciudad… ah, y no te olvides de los políticos que protegen a las mafias como con la que estamos trabajando ahora, entra a sus despachos y diles que se porten bien de ahora en adelante.

    Tai miró al rubio a los ojos, digiriendo amargamente las irónicas palabras de este.

    -Están en todas partes, Yagami… ladrones, “descuidistas”, mecheros, pungas, oportunistas, arrebatadores, garfios… llámalos como quieras. Están por doquier, pero no se los ve… ¿O será que nadie quiere verlos? Así es más fácil ¿No? Hacer de cuenta que no existen mientras no lo toquen a uno- Matt ya no sonaba enojado, sino que hablaba con la calma de alguien intentando dar una lección- mirar hacia otro lado no te hace mejor persona, Taichi, no te hace diferente a los que delinquen, ya que eres cómplice con tu silencio. Todos hacen lo mismo. Todos estamos en la misma bolsa de basura, solo que algunos quieren aparentar que no, para cuidarse a ellos mismos… si las personas buenas no hacen nada para detener a las personas malas ¿Qué tienen de buenas entonces?

    El moreno escuchaba negándose a darle la razón, pero sin poder responder nada. La seguridad y la determinación con la que hablaba el blondo le habían quitado la capacidad de responder.

    -Yo, en cambio, entiendo como son las cosas y no hago la vista gorda. Tengo las agallas para arriesgarme y sacar algo de esa inmundicia que corre por debajo de nuestros pies, y que correría de igual manera aunque no hiciera nada- agregó el ojiazul, acomodándose la mochila en la espalda- indignarse es gratis, pero lo gratis nunca produce cambios… así que no te quejes si no estás dispuesto a ser parte de la solución, idiota.

    Matt reanudó la caminata, sin importarle si él le seguía o no. Tai se quedó uno segundos inmóvil en el mismo lugar, observando como aquel rubio se alejaba. Por dentro reconoció que nunca había conocido a alguien tan decidido a llevar a cabo sus metas, ni tampoco a alguien tan convencido de su forma de ver el mundo. Aun así, sabía que su cuñado estaba equivocado. Quizás no podía encontrar los argumentos en ese momento para convencer al ojiazul, pero sabía que en algún momento Matt se daría cuenta que no todo era tan oscuro como él pensaba.

    Cayendo en cuenta que el blondo ya se encontraba bastante lejos, Tai corrió para alcanzarle. Así caminaron en silencio por varias cuadras, como cualquier pareja de amigos en las calles de la ciudad, hasta que el oji-café volvió a hablar.

    -Oye Matt…

    Matt blanqueó los ojos y dejó escapar un suspiro de cansancio.

    -¿Me darás un sermón del bien y el mal?- preguntó pesadamente, sin dejar de caminar.

    -No, no es eso- contestó el moreno, con la voz tranquila de alguien que no busca comenzar una discusión- solo te quería preguntar… vi que la mayoría allí en el taller son chicos de nuestra edad, menores de edad ¿Por qué?

    -A este tipo de organizaciones les gusta usar menores de edad para la mayoría de sus fechorías- le contestó el rubio, mientras se detenía a esperar a que el semáforo se pusiera en rojo- primero, porque son influenciables por no tener criterio propio, segundo, porque caen fácilmente ante las drogas y el alcohol que esos zánganos les regalan como paga, y tercero, por ser menores no pueden caer presos si son capturados, y este sistema de justicia deficiente los deja libres a las pocas horas.

    -Ya veo- comentó el castaño recordando con cierta tristeza como se veían esos chicos, abatidos, inútiles y atontados por las sustancias nocivas que lamentablemente estaban a su alcance- oye… ¿Y tú nunca… probaste nada de eso?

    -No, jamás- contestó firmemente Matt, reanudando la marcha.

    -Está bien- dijo el oji-café, creyendo en su cuñado. Aunque era un estúpido, sabía que Matt no era esa clase de estúpidos.

    -¡Matt, espera!- gritó emocionado, deteniéndose al frente de una tienda de comestibles.

    -Ahg ¿Qué pasa ahora?- se quejó el rubio, deteniéndose y mirando al cielo- esto no es un paseo.

    Haciendo oídos sordos a las quejas del blondo, el moreno caminó de manera despreocupada al mostrador del almacén y compró varias bolitas de chocolates.

    -No me digas que a ti también te gustan esas cosas- dijo el ojiazul al castaño, mientras este guardaba las bolitas en el bolsillo de su campera.

    -No me gustan, son para T.K- contestó Tai sonriendo.

    -Lo mimas demasiado, Yagami, no es bueno para él comer eso, es basura.

    -Ya, ya, ¿Qué tiene de malo mimarlo un poco?- dijo el moreno con la alegría que le provocaba imaginarse a T.K disfrutando de su regalo- bueno ¿Seguimos?

    Sin embargo, la sonrisa se le borró al ver cara de Matt, y hasta sintió una especie de sentido de alerta activándose. El rubio veía fijo hacía detrás de él, como si el mismo diablo se encontrara a su espalda, con la misma cara de pánico de cuando le espió por primera vez.

    -¿Matt?- preguntó al blondo, viendo que este no reaccionaba.

    Cuando estuvo a punto de darse media vuelta para por fin ver a qué o quién veía Matt con tanto miedo, el rubio cruzó la mirada con la suya. La reacción de Matt le dejó aun más perplejo. El ojiazul entró a reír a carcajadas, abalanzándose sobre él

    -¡Eh! ¡Tanto tiempo!- le dijo mientras le abrazaba enérgicamente y hundía el rostro en su pecho.

    Tai no entendía nada, tan solo se quedó estático, con la confusión adornándole la cara. Mientras el blondo reía y le daba palmadas en la espalda, le hizo girar 180° sobre su eje, sin despegar el rostro de su pecho.

    Entonces allí, el castaño comprendió: Matt le usaba de escondite. Disimuladamente miró a su alrededor. Dos sujetos altos y usando gorros de la lana pasaron a su lado, y sin que necesitara preguntar, Tai supo que de ellos se ocultaba el ojiazul.
    Pasados unos segundos, Matt enserió su rostro y miró por encima del hombro del oji-café.

    -Vamos, no perdamos más el tiempo- dijo, como si nada raro hubiera pasado- iremos por aquí- agregó, caminando en una dirección distinta en la que iban antes de detenerse.

    -¿Quiénes eran?- preguntó Tai alcanzándolo mediante un corto pero veloz trote.

    -Unos amigos- le contestó el rubio, apresurando el paso.

    -----------------------------*---------------------------



    -¿Aquí es?- preguntó el moreno.

    Aquello no parecía un laboratorio, aunque Tai sabía que ese era el chiste. Estaban parados al frente de una casa vieja, en la otra punta de la ciudad. Las ventanas clausuradas con maderas y la deteriorada fachada, daban la impresión de que estaba completamente abandonada desde hace décadas.

    -Así parece- contestó el rubio, observando el papel con la dirección.

    Matt buscó con la vista la numeración de la casa, pero no tardó en darse cuenta que aquello sería un lujo para las casas de esa zona. Las calles ni siquiera tenían la señalización con el nombre; habían confiado en la indicación de una vendedora ambulante para ubicarse.
    Guardó el papel en el bolsillo y tocó la puerta. Nada pasó.

    Los adolecentes se miraron uno al otro y el rubio volvió a tocar, pero antes de dar el segundo golpe la puerta se abrió. Un sujeto, imagen viva de la palabra “desaliñado”, con espesa barba y ojos enrojecidos, asomó su cabeza por la puerta entreabierta. Miró a los jóvenes fijamente, sin decir ni una palabra.

    -¿Cómo te llamas?- preguntó el ojiazul al darse cuenta que aquel mamarracho no hablaría a menos que él lo hiciera primero.

    -¿Quién pregunta?- dijo el barbudo con desconfianza.

    -El que te trae un pedido del cual ya sabías, pero primero dime tu nombre.

    Aquel tipo, con sus ojos enrojecidos y adornados con profundas ojeras, quedó observando al rubio, como si meditase el nivel de peligro de exponer su nombre.

    -Me dicen “El feo”.

    Matt, sin demostrarlo externamente, se alivió al darse cuenta que no se había equivocado de casa; ese apodo coincidía con el que decía el papelito. Se sacó la mochila de la espalda y se la entregó al harapiento adulto. Este la abrió y sacó de ella un paquete envuelto en cinta de embalar, del tamaño y la forma de un ladrillo. Le devolvió la mochila al blondo, el cual se sorprendió.

    -Quédatela.

    Luego, cerró la puerta de un golpe.

    -¿Listo?- preguntó el moreno, extrañado de que todo hubiese sido tan fácil.

    -Sí, volvamos al taller- contestó el ojiazul, calzándose la mochila de nuevo.

    -¿Ese es el rubio que mencionaste, Miky?

    Al escuchar esa voz desconocida detrás de él, Tai giró rápidamente sobre sí, y entonces los vio. Los mismos dos sujetos de gorro, los que Matt había evitado, los miraban a unos metros por sobre la acera, ahora acompañados de tres sujetos más. El moreno vio fugazmente al rubio: la misma mirada de terror en su rostro, pero esta vez más intensa que nunca.

    “Ya sabía que había sido demasiado fácil” pensó el moreno.


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    Chan chan chan! Lindo punto para cortar el cap, verdad? jajaja. Subiré la continuación bien pueda... espero tardar solo un mes, sería un milagro teniendo en cuenta que octubre y noviembre son los meses mas ajetreados en la universidad (el año lectivo en Argentina comienza en marzo- otoño- y termina en diciembre- verano)

    Para los que no se dieron cuenta, me permití tomar prestada una escena, o fragmentos aislados, de la pelicula "Nueve reinas". Resulta que un día me puse a ver peliculas que tratasen sobre delincuencia, como para inspirarme en situaciones para el fic, y esta fue la que más me gustó. La verdad, sentí que eran muy buenas escenas y que valían muchisimo la pena para ponerlas en esta historia. Espero que no sea tomado como plagio, no es esa la intención, solo quiero tomar la riqueza de esas escenas o cositas que vi en la pelicula. Este es un fic solo para entretener, solo estoy tomando referencias. Otra cosa muy distinta sería decir que yo inventé lo que saqué de la peli ajajajaja, eso si sería deshonesto. Igual, solo extraje fragmentos asilados y algunos diálogos. No tiene nada que ver la trama de la peli con la historia.

    Aquí está el link si quieren verla www.repelis.net/pelicula/10845/nueve-reinas.html PE-LI-CU-LON, no se van a arrepentir y se acordarán de mi.

    Una preguntita de curioso nomás que soy: ¿Como le dicen a los ladrones en sus respectivos paises? Aquí en Argentina normalmente se le dicen "Chorros" o "gatos".

    Muchas gracias por comentar y seguir la historia. Debo confesar que por el hecho de actualizar por mes y ya no por semana, a veces siento que lo que escribo no es lo suficientemente bueno como para compensar la larga espera, por ende me traumo un poquito. Sus comentarios me alientan a no aflojar y a siempre dar lo mejor de mi. Saludos!!
     
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  15. shingiikari01
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    que maravilla alfin algo motivador para ir a trabajar animado mañana:), espero que puedas segur con esta maravillosa historia :)
     
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62 replies since 12/12/2016, 04:04   5324 views
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