Eres tú (Mahoro x Amagi)

6/7 partes

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  1. pato359
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    Tengo muchas cosas en mis manos y no me da miedo usarlas
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    Pasaron varios años.

    Pensando en retrospectiva, el tiempo se había ido volando como si de una película se tratase. No hubo más dolor, solo vida. Andaba de un lado al otro con sus actividades, estudios y amigos. Se enamoró del fútbol en todo el tiempo que lo jugó. Su aspecto físico no tuvo un mayor cambio, pero se sentía bien con él mismo. De hecho, nunca antes se había sentido mejor.

    Dejando la casa, vio la foto enmarcada en la sala de sí mismo vestido con su traje de graduación y su diploma. Había logrado salir adelante. Lo había logrado. Estaba empezando un nuevo camino que era solo para su propia felicidad.

    Sujetó con fuerza los documentos en sus manos. No era fácil aprender todos los músculos del cuerpo humano en una semana. Solo le faltaban los del pie. Su carrera como médico especializado en pediatria lo impulsaba a esforzarse. De dónde provenía su cariño por los niños no tenía un origen fascinante o una respuesta reveladora. Lo único que recordaba era estar con su mamá acerca de lo que quería hacer en el futuro.

    "Pediatra" respondió. Tal vez era por la película que veían, o porque de camino a la escuela veía un jardín infantil lleno de pequeños risueños sin preocupaciones más allá de jugar.

    En los meses que habían pasado, se dio cuenta que era su verdadera vocación. Si no fuera pediatra, ¿qué sería? Nada, claramente. Tenía un objetivo e iba a lograrlo.

    -Por favor, Amagi-kun.

    -Tengo un examen el lunes. El fin de semana es para estudiar.

    -Anda -la voz de Shinsuke era intensa. La llamada se estaba haciendo extensa pero era claro que el más bajo no iba a recibir un "no" por respuesta-. La fiesta es el viernes en la noche. Dime hace cuánto no nos vemos. Serán solo unas horas. Luego tendrás dos días de 24 horas cada uno para poder estudiar.

    Amagi miró hacía el reloj en su muñeca antes de ver hacía la agenda en la que llevaba sus actividades anotadas. El cuadro blanco del viernes lo estaba tentando. Una parte suya le reclamaba un descanso, un pequeño tiempo fuera en tan fuerte agite como lo estaba siendo el semestre. De solo pensar en eso, sintió sus hombros, espalda y cabeza doler con fuerza.

    -¿A qué hora?

    -Me dijiste que acababas a las dos de la tarde, ¿verdad? Con Taichi nos veremos en la estación cerca a tu universidad. Esperamos ahí a las tres.

    A pesar del suspiro que soltó, estaba feliz con su decisión de darse un tiempo a sí mismo y descansar. Ver de nuevo a sus amigos haría que se relajara. No podía dejar de pensar en las expresiones de sus amigos cuando vieran qué estaba haciendo actualmente. El esfero se movió por sí solo escribiendo "reunión" en el cuadro blanco.

    El viernes a las cuatro de la tarde todos estaban sentados a los largo de una gran mesa. A excepción de unos centímetros de más en estatura para algunos, las caras de sus amigos eran exactamente las mismas.

    No.. eran más maduras. Como si el tiempo les hubiera hecho convertirse inesperadamente en adultos. ¿Ellos verían lo mismo en su cara? ¿había cambiado?

    -Pronto llegará.

    Tsurugi volteó hacía Tenma. Este último se quejaba por un golpe que había recibido debajo de la mesa. La mirada de Kyosuke sobre su novio le hacía entender a Amagi que algo estaba pasando. ¿Faltaba alguien? Repasando la mesa con la mirada podía estar totalmente seguro de que su círculo de amigos estaba completo. ¿Omitia a alguien? No.

    Pasó alrededor de media hora en la que no sucedió gran cosa. Más tranquilo para no "martillarse la cabeza" comió de lo que había ordenado mientras escuchaba de las anécdotas de los demás.

    -Perdón el retraso.

    La vista fugaz de un cabello rojo se hizo presente en la comisura de su ojo. Su antes inconfundible voz ahora estaba un poco más ronca.

    -¡Mahoro-san! Que bueno que llegó.

    Tenma apareció entre ambos, apoyando cada una de sus manos en el hombro de uno y del otro. La extraña conexión hizo que Amagi reparara en la cercanía que tenía ahora con su compañero de la escuela. No estaba con aquella chica. No vestía elegante, no estaba tan bien arreglado. Parecía casi como un niño en el cuerpo de un adulto. Su cabeza estaba dando vueltas, analizando la información que recibía.

    -Amagi, qué gusto verte de nuevo.

    -Sí.

    Todavía no podía decir si era un gusto o no verlo otra vez. Estiró su mano para corresponder el saludo que Mahoro le hacía.

    Estrechar su mano fue como una descarga eléctrica siendo mandada por todo su cuerpo, en especial a su memoria, a ese rincón oculto que había enterrado con gran esmero. Sonrisas, risas, sonrojos, fantasías. Todas juntas nevegaron por su mente cual agua que se ha derramado sin control.

    A pesar de todos los años que llevaba haciéndolo, evitar la presencia de Mahoro a su lado no estaba siendo fácil. Era como si el cuarto estuviera a oscuras y él fuera la única luz encendida. Este no era el chico que había hallado besando a una chica, el que hablaba de las guerras japonesas o daba palabras de aliento a su equipo antes de un partido. Esa persona ahí sentada era el niño risueño que le tomaba la mano cuando iban a cruzar la calle; era el que curaba sus heridas cada vez que se caía.

    Era el chico del que se había..., del que estaba enamorado.

    -¿Listos para ir al bar?

    Minamisawa se colocó de pie, animando a los demás a que fueran a tomar un poco de alcohol.

    -Y-yo tengo que irme chicos.

    Si se quedaba un segundo más, estaba en riesgo de explotar. "Piensa en los músculos de los brazos... los de la espalda".

    -Un ratito... solo tomas una o dos cervezas y te vas.

    Shinsuke no parecía querer convencerlo pues lo estaba jalando junto con el grupo, obligandolo a asistir.

    En la mesa redonda a penas para los presentes, fueron servidas varias cervezas frías. Amagi podía recordar la primera vez que había tomado una de esas. Recordaba la risa de su madre y la frase de "ya no eres un bebé". Había sido algo dulce porque lo hizo sentir grande y poderoso. Miró de nuevo hacía la botella en su mano. Le dio un largo trago, dejandola casi a la mitad de un solo sorbo. El sabor no importaba más que la sensación fría que penetraba su garganta. Por más irónico que pareciera, eran como llamas de fuego que descongelaban cada parte de su ser.

    En la pequeña pista de baile, todos se animaron a bailar. Amagi movía sus pies de un lado a otro, sonriendo. El licor entraba por su boca mucho más rápido de lo que pudo controlar. El hielo en su cuerpo se agrietó hasta romperse en miles de pedacitos y dejar salir su lado más extrovertido. Cantó, bailó, vivió como si no hubiera un mañana.

    Sus risas eran fuertes, escandalosas, reales. Sin embargo, no faltaron las miradas de repudio y asco.

    -Pensé que estaba temblando pero resultó ser ese gordo.

    Decía una chica sin nada de disimulo. La felicidad de Amagi fue cortada por un cuchillo de alto filo. La sala parecía estar en silencio para que solo él fuera el receptor de aquel mensaje hiriente. Con una excusa sin importancia, se retiró de la pista.

    En la mesa buscó otra botella llena para reemplazar la que se encontraba vacía en su mano. Tomó y tomó, intentando recuperar la anterior fuerza que lo abrazaba. No volvió.

    Fue buen momento para salir y tomar algo de aire. El viento de la noche golpeó su gran cuerpo, haciendolo temblar. Con sus brazos se rodeó así mismo para darse calor. No funcionó mas que su chaqueta siendo puesta sobre sus hombros.

    -Mahoro...

    -Si sales así a la intemperie, te refriarás. No necesito ser doctor para saberlo.

    El hielo no llegaba tan rápido a su cuerpo a comparación a cómo se había ido. Estaba tan dócil que no dudó en seguir a Mahoro hacía una banca. Ambos, sentados hombro a hombro, hablaron como si nada de lo que los alejó en esos años hubiera existido. Eran los mejores amigos de toda la vida.

    -Amagi...

    Fue un susurro. Un encantamiento mágico para que cerrara sus ojos. Un calor abrasador lo rodeo por todo el cuerpo. Eran tan intenso que quemaba. Si no se apartaba, saldría quemado. Sus sentidos no lo haría alejarse. Por más que quisiera salir corriendo como lo hizo varias veces, esta vez se dejó llevar.

    Se dejó besar.
     
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