Roto, UsaMex RusMex fanfic [Original]

Estados Unidos cambia radicalmente su forma de ser con Alejandro con quien tenía ya, años de ser una pareja ¿Qué le estará sucediendo? Advertencias: No, quizá haya lemmon después 7w7r

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1. Graci FernandeZz
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    QUOTE (Yuko Goenji @ 21/4/2018, 08:00) 
    Desde hace mucho e leído todas tus historias mas no me a dado tiempo de comentarlas hasta ahora, solo puedo decir que me encantan y esta no es la excepción, ¡¡Escribes increíble!!
    Estaré esperando la continuación con muchas ansias.

    PD: Espero que México se encuentre bien (cofcofyquesequedeconUSA(?cofcof)

    PD2: Posee mucha maldad por dejar en suspenso después de un suceso importante jsjsjsjs.

    ¡Muchas gracias por comentar! No sabes cuanto me animan este tipo de comentarios a seguir escribiendo. :D

    QUOTE
    Hola queridas (os) lectoras (es) un gusto leernos de nuevo. :) Muchas gracias por seguir este fic. ADVERTENCIAS: No estoy a favor de ningún país, ideología o forma de pensar. Y este fic es, como su nombre lo dice, MERA FICCIÓN, se recomienda discreción de quien lo lee. DISCLAIMER: Los personajes que aparecen aquí no son míos, son propiedad de Hidekaz Himaruya-sensei. Los OC’s de los latinos tampoco son míos, derechos a sus respectivos autores.

    Rivalidad y tregua.





    Minutos después de las explosiones, Iván y Alfred abrieron los ojos aún abrazados al cuerpo de Alejandro. Todo se veía desolado; donde antes había montones de carpas sólo quedaban pedazos de tela y caucho quemándose. El alambre que rodeaba los postes —algunos quebrados a la mitad, manchados de negro— estaba retorcido y, en algunas partes yacía desprendido en el suelo. A los lados de la construcción de los baños, ahora se encontraba la sombra pintada sobre la tierra. El olor a plástico quemado inundaba el aire caliente.

    Hace unos momentos, los estruendos habían sido terribles; la luz segadora, el temblor del suelo, el calor abrazador, todo eso junto.

    Los rubios quedaron estupefactos al ver el rostro de su querido Alejandro: la piel estaba roja y llena de pequeñas ámpulas. El cabello lleno de rizos marrones ahora estaba erizado y se desprendía al más ligero toque. El peso muerto caía sobre ambos, inconsciente.

    — ¿Alex? — Alfred, aún sollozando, movió algo brusco el hombro del moreno — Escúchame, por favor…
    Alejandro seguía sin moverse, eso hizo que Alfred entrara en pánico y que Iván se preocupara más.

    ¡Alejandro, wake up please! [¡Alejandro, despierta por favor!— Alfred se quitó los lentes, agrietados por el impacto, y los dejó caer al suelo —. It’s a joke, it must be a joke. You’re strong, you can’t die for something like this. I know it! Please, wake up… [Es una broma, tiene que ser una broma. Eres fuerte, no puedes morir por algo como esto ¡Lo sé! Por favor, despierta…]

    — Alfred.

    — ¡Alex, deja de bromear!

    — ¡Alfred! — Iván trataba de calmar a Alfred, pues, si seguía moviendo a Alejandro de esa manera lo lastimaría más.

    — ¡Alejandro! — Alfred seguía sacudiendo al moreno por los hombros y él no reaccionaba.

    — ¡Alfred, pequeña escoria! — Iván se le fue encima a Alfred en un intento por apartarlo de Alejandro sin hacerle más daño éste último. Le retuvo por las muñecas, aplastándolas tan fuerte que sus huesos tronaban. El estadounidense le miró sorprendido —. Te voy a soltar y no quiero que lo toques. Da?

    — Muévete y déjame en paz, cerdo comunista — Iván estaba a poco de propinarle un buen golpe en la cara. Pero antes debía atender a su pareja.

    — Te golpearé después de que Alejandro se encuentre bien. No es un buen momento.

    You! — Alfred trató de patearlo, pero era inútil.

    — Deja de moverte, gusano. Sólo así te voy a soltar — Alfred no tuvo más que tragarse su orgullo. Iván poco a poco fue suavizando su agarre. Después, se acercó a Alejandro que yacía sobre el suelo. Y como cualquier humano, tomó el pulso y acercó su oído a su pecho para escuchar que respirara con normalidad — ¿Tienes la radio de la que hablabas? — pregunto volteando a ver al estadounidense.

    — Tenemos suerte que haya traído el portátil — dijo calmado. De su cinturón tomó la radió y trató de sintonizar. Al no hallar manera de contactar golpeó el aparato con la palma de su mano —. No puedo establecer conexión, la onda expansiva debió dañar la radio.

    — Tks! No tenemos de otra… — Iván miró a su alrededor con detenimiento: algunas carpas no están ardiendo y de otras quedaban uno que otro trozo servible —. Necesito que lo cuides mientras voy a buscar con qué ayudarnos a cargarlo.

    Alfred aún estaba mirándolo de muy mala gana, no porque le haya puesto a cargo de Alejandro, sino porque simplemente no se soportaban.

    — Alfred, deja de mirarme así y coopera. Yo también quiero golpearte hasta dejarte irreconocible. Pero ahora, Alejandro importa más que nuestras diferencias — le dijo con total seriedad.

    Alfred se acercó e hincó junto del moreno. Iván se alejó y fue a buscar algunas cosas alrededor.

    Mientras tanto, los demás países se encontraban pasmados en sus residencias. No alcanzaban a asimilar lo de hace unos momentos… Todos menos Francia y España que, pudiendo reaccionar aún con el miedo, trataban de restablecer conexión con México.
    Francis sólo había obtenido una captura de pantalla de lo último visto. En tanto que Antonio apenas pudo captar una imagen del momento en el que el misil estaba más cerca de tocar tierra. Ellos dos sabían a quien pertenecían aquellos misiles.

    Los latinos estaban inmersos en sus pensamientos. Simplemente no entendían cómo algo así pudo haber pasado tan de repente, menos si ninguno de ellos tenía acceso al combustible que no fuera el de reserva para emergencias.

    — Mi rey, necesitaré vuestra ayuda, por favor — fue lo único que atino a decir Antonio a su jefe, quien estaba detrás de él, al ver que no podía recuperar la imagen de video en pantalla.

    — Me parece una locura meter las manos al fuego — le respondió el monarca muy serio. Había visto desde su asiento lo que sucedió. En efecto era, una idiotez tratar de ayudar cuando ningún país estaba en condiciones.

    — ¡¿No vio lo que ha pasado hace unos segundos?!

    — Antonio, recomiendo que te calmes y pienses más claro lo que me pides.

    — Mi muchacho debe estar muriendo ¿No tiene ni una pizca de sensibilidad? — Antonio encaró a rey. Después se puso de pie y pasó de largo hacia afuera.

    Francis sentía que se moría sin su querido sobrino. No podía hacer nada; el combustible que quedaba era escaso. Su gente ya no tenía si quiera harina con la cual hacer pan. Se sentía tan impotente que sólo pudo golpear con fuerza la madera de la mesa. El único consuelo que le quedaba, es que sabía de quien eran los misiles y, por consiguiente, quién los lanzó.

    Rusia regresó al lugar donde dejó a Alejandro y Alfred con un trozo grande de lona, un par de barras de metal y alambres. Empezó entonces, a construir un tipo de camilla rústica. No era algo fácil, sin embargo, logró hacer algo lo suficientemente resistente.

    — Necesito que ayudes a poner a Alejandro aquí — le ordenó Iván a Alfred. El ojiazul lo miró de reojo para después poner en posición el cuerpo del moreno y así poder subirlo a la camilla. Alejandro estaba tan lastimado que Iván sentía su corazón estrujarse al verlo —. Lo levantaremos a la cuenta de tres… Uno, dos, tres.

    And now? [¿Y ahora?] — preguntó.

    — Iremos hasta tus tierras — Alfred no tuvo objeción alguna. Pues, en todo caso, era la mejor opción que podían tomar en esos momentos. Dieron una última vista hacia atrás: varias fumarolas se alzaban en el cielo que impedían incluso, ver las montañas y todo se estaba quemando en el horizonte.

    — Vayamos — le respondió al ruso poniéndose en marcha hacia la frontera norte, que por suerte, no estaba tan lejos.


    QUOTE
    Espero que les haya gustado tanto como a mí me gustó escribirlo para ustedes, los quiero! Nos leemos próximamente en otro fic ¡BYE! ;)
     
    Top
    .
  2. Citlalli Galvan Sanchez
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Wow, ando super obsesionada con está historia, es increible y tu forma de escribir es preciosa, sigue así <3
     
    Top
    .
  3. Graci FernandeZz
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    QUOTE (Citlalli Galvan Sanchez @ 27/4/2018, 09:15) 
    Wow, ando super obsesionada con está historia, es increible y tu forma de escribir es preciosa, sigue así <3

    ¡Hola Citlalli, muchas gracias por comentar! :D

    QUOTE
    ADVERTENCIAS: No estoy a favor de ningún país, ideología o forma de pensar. Y este fic es, como su nombre lo dice, MERA FICCIÓN, se recomienda discreción de quien lo lee. DISCLAIMER: Los personajes que aparecen aquí no son míos, son propiedad de Hidekaz Himaruya-sensei. Los OC’s de los latinos tampoco son míos, derechos a sus respectivos autores.

    “Libertad, igualdad, fraternidad”





    Al llegar a la frontera, una amable mujer se ofreció a llevarlos en su auto eléctrico hasta el hospital de El Paso, Texas. Durante el camino, la mujer platicaba con los rubios demasiado impresionada de lo que había visto desde su departamento. Por suerte, en la ciudad fronteriza de Estados Unidos de América, sólo había pequeños daños como anuncios caídos y ventanas rotas.

    And then, the window broke. It was terrifying: the smoke on the sky, the fire mushroom and the heat… Oh god, poor pleople. How is your friend? He is not awake? [Y entonces, la ventana se rompió. Fue terrorífico: el humo en el cielo, el hongo de fuego y el calor… Oh dios, pobre gente ¿Cómo está su amigo? ¿No despierta?]

    No yet [Aún no] — respondió Alfred quien tenía la cabeza de Alejandro descansando sobre sus piernas.

    Hold on, just a little bite [Aguanta, sólo un poco más] — respondió la mujer pisando el acelerador a fondo.

    Thanks [Gracias] — Mientras más se acercaban a la ciudad, Alfred e Iván se sentían más intranquilos. Sólo querían ver que Alejandro fuera atendido lo más pronto posible.


    […]


    Rápidamente, en la plaza de Charles de Gaulle, París, se arremolinaba la gente en medio de una hermosa puesta de sol. Hace poco, se había dado un anuncio en la radio a toda la población parisiense de unirse ahí. Un par de hombres se encontraban arriba del arco del triunfo con grandes megáfonos esperando a que más gente llegara.

    Ambos miraban como un mar de gente estaba sobre las calles, como hablaban entre sí.

    Bonne soir à tous… [Buenas tardes a todos…] — habló primero Francis. En realidad se sentía sin aliento ¿Cómo sentirse sino agobiado por la situación? Su jefe, al ver que la nación no estaba en condiciones de hablar con toda la gente a su alrededor, prendió su megáfono.

    — Buenas noches a todos. Estoy seguro que se estarán preguntando porque los reunimos aquí — hizo una pequeña pausa, recordando que su nación le había dado la idea en primer lugar. Entonces, prosiguió —. Hace unos cuantos minutos, casi una hora, recibimos la noticia de que bombardearon a México. Aún no tenemos idea de porqué. Pero creemos, fue un ataque terrorista.

    Al oír esto, las personas ahí reunidas empezaron a cuchichear entre ellas y otras sólo ahogaron una expresión de sorpresa… “Pobre gente” “Por dios” “¿Cómo pueden hacer eso?”

    — Hasta el momento, sabemos que tres misiles intercontinentales fueron lanzados en ese territorio y afectaron gran parte del país — el presidente no tenía ya idea de cómo seguir. Francis, armándose de valor volvió a alzar su megáfono.

    — Amm… Quizá muchos me han visto junto al presidente en la televisión o fotografías. Digamos que soy un allegado, trabajo con él como su mano derecha. Mi nombre es Francis Bonnefoy y tengo un sobrino en México — el rubio aclaró su garganta y siguió —. Los reunimos aquí para hacer una colecta y llevar todo hasta allá en un avión con combustible reservado para emergencias… Todo lo que puedan traer será bien recibido: comida, medicinas, ropa. Lo que más necesitamos son ungüentos para quemaduras, gasas, antisépticos, antiinflamatorios…

    — ¡¿Y cómo pretendes que demos algo si estamos casi tirados en la calle?! — gritó un inconforme desde la aglomeración, interrumpiendo a Francis. Eso agitó a muchos, quienes dieron la media vuelta estando a punto de irse y, otros más, gritaron cosas como: “¡¿Y ellos que han hecho por mí?!” “¡Debemos ayudarnos a nosotros mismos!” “¡¿Qué tal si es todo una farsa?!”

    — ¡Esperen, no se vayan por favor! — gritó Francis con desesperación.

    — ¡Danos una razón para ayudarlos! ¬— respondió el agitador con sorna, esperando a que el rubio se quedara callado, mas no fue así.

    “Liberté, égalité, fraternité” [“Libertad, igualdad, fraternidad”] Se olvidan de ello — todos voltearon a verlo atentos —. No sólo se aplica a nuestra nación, sino a todo el mundo, a todo ser humano. Por eso les pido que ayuden. Si nosotros estuviéramos en apuros, también nos ayudarían.
    Varias personas pensaron que eran palabrerías baratas y mejor se dieron la media vuelta. Sin embargo, la mayoría se quedó.

    — El avión partirá dentro de tres días y desde hoy se estará recibiendo las donaciones en el aeropuerto de Charles de Gaulle. Mercí beaucoup [Muchas gracias] — Francis y su presidente dieron media vuelta para bajar de ese monumento e ir directamente al aeropuerto para recibir las cosas.


    […]


    La mujer que llevaba a los chicos, pisó el acelerador a fondo y llegó rápidamente al hospital. Afortunadamente, ahí no había daño alguno y seguía funcionando.

    A pesar de la escasez de materiales, seguía en pie gracias al adecuado manejo de éstos.

    Here is. Will you be all right by our own? [Aquí es ¿Estarán bien por su cuenta?] — volteó la mujer a verlos al aparcar en la entrada del hospital.

    Yes, thank you. Thank you a lot [Si, gracias. Muchas gracias] — respondió Alfred. Iván no había abierto la boca todo el camino por dos razones; uno, estaba muy preocupado por el moreno. Y dos, odiaba hablar inglés. Aunque, sólo lo hacía cuando era estrictamente necesario.

    — Gracias — le dijo Iván en español.

    — No hay de qué — le respondió con un acento algo marcado.

    Iván tomó a Alejandro con cuidado de no lastimarlo. Lo cargó como a un niño tratando de balacear su peso hacia sí para que no callera.

    Tan pronto entraron, vieron de casualidad que el director se encontraba en la recepción resolviendo una duda de administración.

    — ¡Alfred! — dijo el director, sorprendido de ver al rubio entrando con dos personas más. Aquel médico talentoso, hace mucho que conocía al rubio y por supuesto sabía exactamente quién y qué era. Cuando Alfred se encontraba mal de ‘salud’, era a ese hombre tan experimentado a quien acudían para que formara parte del equipo de atención médica para la nación.

    — ¡Doctor Thomas! Es un gusto verlo, sobre todo ahora. Pero no estoy aquí de visita, necesito que atienda a un amigo urgentemente — le dijo con rapidez Alfred, como si de verdad no lo importara en absoluto saludarlo.

    — ¿Es él cierto? — el ruso se acercó hacia el doctor para que lo viera. El director Thomas agudizó la vista, mirándolo con detenimiento —. México… Hace mucho que no lo veía. Es una tragedia, apuesto que gran parte de su territorio fue destruido — después de ver su aspecto en general se acercó a una enfermera y regresó hacia ellos —. Recuesten a su amigo en esa camilla. La enfermera lo llevará a una habitación privada y cuando termine de analizar su estado los llamaré. Esperen ahí — señaló una hilera de sillas.

    Iván lo recostó delicadamente sobre la estrecha camilla. Mientras, Alfred trataba de acomodar su cabeza sobre la almohada y sus brazos dentro para que no cayeran libremente por los laterales.

    Con silencio casi sepulcral, se dirigieron a las sillas, viendo cómo se llevaban a Alejandro.

    Alfred miró de reojo que el ruso estaba sentado hasta el otro extremo de las sillas y se lo agradecía de algún modo. Él tampoco lo quería cerca. Para matar el tiempo, Alfred sacó la radio tratando de sintonizar. En eso, unos hombres vestidos de negro se acercaron a él. Levantó la mirada.

    — ¿Alfred F. Jones? — preguntó uno de ellos. El rubio frunció el ceño, sabía de quienes se trataba: el servicio secreto.

    — Sí.

    — Venga con nosotros — Alfred no pudo hacer nada más que suspirar profundamente, debía soportar sus interrogatorios un rato.

    Iván vio discretamente hacia dónde se dirigía Alfred con esos hombres. En realidad no le importaba mucho, sólo era por si acaso. Hay que estar cerca de los amigos, pero más de los enemigos. Nyet?

    Pronto llegaron a una oficina dentro del hospital. Tal parecía que no había ningún alma, digno de ellos, siempre hacían hasta lo imposible.

    — ¿Qué quieren? Tengo los nervios de punta, debo regresar a ver cómo está Alejandro — dijo Alfred con un aire cansado mientras tomaba asiento. Los dos hombres de negro tomaron asiento en frente de él y se quitaron los lentes de sol.

    — Señor Alfred, Alejandro debe esperar. Esto es un asunto de seguridad nacional — el rubio rodó los ojos.

    — ¿Qué pasa? — preguntó.

    Los agentes sacaron de abajo del escritorio una laptop en portafolio, teclearon algunas cosas y después la giraron para que Alfred pudiera ver las imágenes. En ellas estaban varios buques que acompañaban por detrás a uno específico.

    — Se divisaron varios buques cerca de las costas de Hawái hace aproximadamente tres horas. Estamos seguros que ellos bombardearon el territorio mexicano. Si tienen armas de destrucción masiva como aquellas, son una amenaza potencial para nuestro territorio.

    Alfred se sorprendió mucho al ver que los buques no sólo tenían la bandera Norcoreana. Dos de ellos presentaban en sus costados la bandera rusa ¿Qué? ¿Cómo? Es lo único que aparecía en su cabeza.

    — El presidente fue trasladado aquí en condiciones graves y usted es el único a quien podemos recurrir — ¡Maldición! Se había olvidado del viejo de su jefe. En aquel momento estaba tan asustado y preocupado por Alejandro que ni siquiera se acordó de él. Pero ahora estaba teniendo atención médica ¿No? Seguro alguno de los guardaespaldas que llevaba siempre detrás de él había quedado aún en pie y lo cuidó— ¿Señor Alfred?

    — Un segundo — Alfred cerró los ojos y se talló las sienes —. Alerten a la población de posible ataque con bombas. Resguarden a todos los ciudadanos que no tengan acceso a un refugio. Y… Ataquen si es necesario ¿Qué tenemos a nuestro alcance?

    — Sólo misiles de corto alcance desde las islas de Hawái. Podremos disparar una sola vez — Alfred pensó un poco y después, prosiguió.

    — Disparen sólo si se muestran hostilidades contra nosotros o contra territorio mexicano de nuevo — Alfred se levantó abruptamente de la silla y se dirigió como alma que lleva el diablo hacia la sala de espera del hospital. Aunque haya tratado de permanecer tranquilo, no podía. El pensar que Iván también tenía culpa del ataque a su adorado México le hacía hervir la sangre de ira. Nunca se daba tiempo para digerir bien las cosas, mucho menos una como esa.

    Iván lo vio entrar al lugar y lo miró extrañado, venía furioso ¿Y ahora qué? Se preguntó. De repente, sintió un puño impactar contra su mejilla. Eso hizo que se cayera de la silla y se quedara en el suelo, con el labio sangrándole. Alfred lo miraba desde arriba con más enojo, a punto de patearle el costado.

    — No creas que no me defenderé — Iván contrarrestó con una patada a los bajos de Alfred. Éste se calló también en el suelo. Y, cómo si no tuviera dolor, se levantó rápidamente para abalanzarse sobre el ruso y soltarle otro par de puñetazos. Iván le correspondió con un gancho al hígado.

    — ¿Qué tienes, pequeña escoria capitalista? — le escupió Rusia entre dientes mientras le tomaba de los puños.

    — ¡¿Cómo pudiste traicionarlo?!

    — ¿De qué hablas? Ese estúpido cabello teñido te comió el cerebro — Iván lo lanzó con los pies lejos, dándole la oportunidad de ponerse de pie.

    — ¡Tú lanzaste los misiles!

    QUOTE
    Bieeeen, hasta aquí llega esta conty, espero que les haya gustado tanto como a mí me gustó escribirla para ustedes ¡Nos leemos luego! :D
     
    Top
    .
  4. Yuko Goenji
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Espera... ¿que? ¿Acaso el señor Rusia estaba enterado de ello? Espero que no...

    El Alfalfa es tan tierno, no puedo evitarlo... Por cierto, buen capitulo.
     
    Top
    .
  5. Graci FernandeZz
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    QUOTE
    ¡Hola! Hace mucho que no nos leemos ¿eeh? Antes que nada, disculpen la tardanza, estuve ocupada con muchas cosas, pero ahorita estoy aquí :) ADVERTENCIAS: No estoy a favor de ningún país, ideología o forma de pensar. Y este fic es, como su nombre lo dice, MERA FICCIÓN, se recomienda discreción de quien lo lee. DISCLAIMER: Los personajes que aparecen aquí no son míos, son propiedad de Hidekaz Himaruya-sensei. Los OC’s de los latinos tampoco son míos, derechos a sus respectivos autores.

    Odio, archivos secretos y una copa de vino




    — ¿Qué tienes, pequeña escoria capitalista? — le escupió Rusia entre dientes mientras le tomaba de los puños.

    — ¡¿Cómo pudiste traicionarlo?!

    — ¿De qué hablas? Ese estúpido cabello teñido te comió el cerebro — Iván lo lanzó con los pies lejos, dándole la oportunidad de ponerse de pie.

    — ¡Tú lanzaste los misiles!

    — ¡Señores, sepárense! — gritó uno de los agentes llegando al lugar. Alfred, cegado por su abrumadora ira, siguió tratando de pegarle a Iván.

    — ¡No me toquen! — Alfred volteó a ver a los agentes que estaban a punto de sostenerlo por los brazos.

    — No sé de qué me estás hablando — Iván sólo esquivaba los golpes de Alfred —. Nunca atentaría contra su vida.

    — ¿Por qué tendría que creerte? — Alfred paró por unos momentos, mirando directamente a los ojos de ruso.

    — ¿Cómo podría hacerle daño a alguien que me está ayudando, que nos está ayudando a todos?

    You lie! [¡Mientes!] ¡Yo vi las fotografías! I saw your stupid warship! [¡Ví tu estúpido buque!] — Alfred estuvo a punto de lanzarse sobre de él una vez más. Y, justo en ese momento, el doctor Thomas fue corriendo hasta donde ellos estaban para separarlos.

    — Alfred, te voy a pedir que no hagas uso de tu fuerza aquí… Estás asustando a mis pacientes — el estadounidense miró hacia los lados: los pocos pacientes que había alrededor, se habían dispersado, pensando —por lo que habían escuchado— que el ruso era un terrorista —. Tendrán que venir conmigo — los miró enojado a ambos.

    — Antes de eso, exijo que lo esposen. Es causante de lo que le pasó a Alejandro — demandó Alfred señalándolo. Iván no tenía idea de lo que estaba pasando. Pero, para que las cosas se calmaran, tuvo que mostrar sus muñecas a los agentes pacíficamente. El norteamericano pensó que se trataba de un truco y lo miró mal aún así.

    El doctor Thomas, estaba demasiado sorprendido de aquella acusación. Pero, no se opondría a aquello sabiendo cómo era Alfred, sabiendo que podría armar un alboroto mayor.

    — Ahora, vengan conmigo — les dijo el doctor después de que Iván fue esposado y escoltado por los agentes.

    Los hombres iban viendo los pasillos por donde pasaban, de blanco puro, con doctores y enfermeras yendo de aquí para allá –aunque algunos de ellos se le quedaban viendo al ruso, pensando que sería alguna persona de arresto domiciliario—. Después de tomar un elevador, por fin llegaron a una habitación privada que sólo abría sus puertas con una tarjeta. Desde afuera, podían ver a Alejandro acostado sobre una gran cama cubierta con una especie de barrera transparente que pendía del techo. Y, a los lados de ésta, varios aparatos que le daban oxigeno y monitoreaban constantemente sus signos vitales.

    — Les voy a pedir que pasen uno por uno, deben desinfectarse antes de entrar — indicó el doctor —. Antes de presionar el botón utilicen los guantes y el cubrebocas. Yo iré hasta lo último, sólo hay una tarjeta de acceso.

    — Adelante, después de ti — dijo Alfred a Iván. El ruso casi lo mata con la mirada por el tono que había usado al decirle eso.

    Iván entró al compartimento. Con mucha incomodidad logró ponerse los guantes y el cubrebocas. Cuando estuvo listo, el doctor ingresó la tarjeta abriendo una puerta contigua en el interior. Tan pronto entró a la habitación sintió el aroma desinfectante picando en su nariz y ojos. Mientras Alfred y el doctor se preparaban para entrar, Iván avanzó a paso lento hasta la orilla de la cama donde reposaba Alejandro; estaba casi desnudo, sólo unas telas blancas cubrían suavemente desde su pecho hasta arriba de las piernas. En cuanto a lo demás de su cuerpo, estaba cubierto con un tipo de plásticos que, a simple vista parecían viscosos. Estaba conectado a un respirador y por un tubo se le estaba administrando suero y medicina.

    — ¿Por qué está así? Cuando vinimos no parecía tan grave… — preguntó Iván con un dolor en pecho. Alfred tampoco despegaba sus ojos de Alejandro.

    — Aún no lo sé. Estoy tratando de curar poco a poco su piel, no está regenerándose como debería — el doctor Thomas hizo a un lado la cortina de plástico y tomó un brazo del moreno para mostrárselos. Levantó una parte del plástico viscoso — ¿Ven aquí? Se está desprendiendo. Por eso me vi en la necesidad de poner estos protectores.

    El doctor salió de ahí y volteó a verlos —. Algo me dice que puede ser radiación. Necesito examinarlos también a ustedes, ya que estuvieron en contacto directo igual que él.

    Alfred e Iván se sentaron en una especie de camilla angosta, uno al extremo del otro. El doctor Thomas examinó cada parte de piel y, sorprendentemente, ésta no parecía tener absolutamente nada.

    — Tuvieron mucha suerte caballeros. Es para que tuvieran una quemadura de primer grado por lo menos — el doctor les indicó que podían bajar —. Siendo sincero, esperaba que ustedes tuvieran alguna afectación para saber cómo tratarlo.

    — Podría probar injertar un poco de mi piel — ofreció Iván. El doctor Thomas negó con la cabeza.

    — Debe ser la piel del paciente y tarda en ser cultivada. Además, nada de la piel de Alejandro se salvó. Es cierto que su ropa pudo rescatar algo, pero necesita esas partes sanas para sobrevivir, sería muy arriesgado — dijo, tallando el puente de su nariz.

    Los tres se quedaron callados por unos instantes hasta que a Alfred se le vino una repentina idea a la mente.

    — ¿Aún están los archivos de 1945 en el sótano? — dijo Alfred con rapidez. El doctor también asimiló la idea que Alfred tenía.

    — ¡Claro, podríamos salvarlo con eso! ¡Buena idea, Alfred! — dijo para ir alistándose a salir de ahí —. Iré a buscarlos.

    — ¿De qué hablaban ustedes dos? — le preguntó Iván a Alfred tan pronto el doctor se fue.

    — Son archivos secretos — contestó seco. Iván siguió acribillándolo con la mirada.

    — ¿Como MK Ultra? ¿Como los documentos de los centros psiquiátricos? ¿Cómo tus experimentos racistas?

    — Hablas de ello como si nunca hubieras hecho algo similar, comunista.

    — Por lo menos no trato de parecer inocente, sé bien lo que he hecho — Alfred miró a Iván con un gesto de desprecio.

    — Es mejor que te calles si no quieres que te saque a patadas de aquí — Iván retuvo un insulto más en su boca, haciendo que ésta tuviera un gusto amargo.

    Iván volteó hacia enfrente entonces. No soportaba ver como Alejandro estaba tan lastimado, tan herido, cubierto por aquellas heridas y su hermoso cabello haciéndose ceniza conforme pasaba el tiempo. Alfred podía sentir lo mismo ¿Cómo es que ese simple hecho no los unía? Sería casi un misterio.

    — Debería matarte una vez que recupere mi poder — comentó Alfred viendo aún hacia enfrente, sintiendo cómo la bilis subía por su garganta. Tenía cólera reprimida hacia el ruso, no sólo por lo que había pasado en guerras recientes. Sino porque, para él, era un culpable directo del daño causado a México —. Así, Alejandro vive en paz y tampoco seguirás estorbándome.

    — Cállate — le respondió lo más tranquilo que pudo.

    — Y haría un favor al mundo — siguió.

    — Dije que guardaras silencio — gruñó entre dientes.

    — Has sido un dolor de estómago en el mundo desde que comenzaste a existir…

    — ¡Cállate, maldito cerdo capitalista! — estaba a punto de levantarse de su lugar para darle un golpe a como fuera. Pero, en ese momento, ambos vieron cómo una de las manos de Alejandro se movían erráticamente.

    Ambos se acercaron rápidamente a la cama de Alejandro, tratando de no tocarlo o moverlo. El mexicano abrió de repente los ojos, rojos e hinchados, asustando a los rubios. Se retorció, trató de gritar sin que su voz saliera de su boca, lágrimas salieron de sus ojos.

    — ¡Alex, no te muevas tanto! — Alfred trató de contenerlo con delicadeza, al igual que el ruso, aún con sus manos esposadas.

    — ¡Aguanta! ¡Sé que duele, pero debes soportar, por favor! — dijo Iván, poniendo ambas manos y su cabeza sobre el pecho de Alejandro. El moreno, al darse cuenta de dónde estaba y con quienes, se forzó a controlar su respiración y apretó la mandíbula.

    — Carajo, cómo arde… — quiso gritar Alejandro, con una voz que se oía como un papel arrugándose, seca, que arrastraba las vocales. Cerró los ojos con fuerza, soltó un suspiro.

    — Calma, calma — respondió Alfred. Alejandro notó que le estaba dando una mirada que nunca había visto en él. Incluso, podía decir, que estaba a punto de romper en llanto. Ya había visto esto antes, con Kiku; el pobre de Honda sólo estuvo consciente unos minutos y, debido al dolor, se desmayó de nuevo —. Respira hondo.

    Alejandro vio por el rabillo del ojo que las manos apoyadas en su pecho tenían esposas. Pero ahora, su dolor era tan grande que no dejaba a su mente digerir aquella imagen.

    — ¡Maldición! ¡Estas cosas arden, quítamelas! — gritó Alejandro, lastimando su garganta. Una tos que sentía, desgarraba sus pulmones, lo atacó. El par de chicos frente a él estaban más que alarmados. Por más está decir, que no sabían qué hacer.

    Alfred, desesperado por ver que Alejandro no lograba calmarse, despegó temblorosamente uno de los plásticos del brazo de Alejandro, haciendo que éste diera un grito desgarrador que perforó los oídos de los ahí presentes. Pensó que, quizá eso tenía un tipo de medicamento que le causaba un malestar más grande. Pero se equivocó y volvió a dejarlo donde estaba con delicadeza.

    Mientras, Iván aún apoyaba sus manos sobre el pecho de Alejandro. Alfred, se quedaba viendo aterrorizado, sintiendo cómo una ola de culpa lo inundaba.

    El doctor que apenas llegaba con un montón de carpetas en sus manos, los vio por la ventana y se apresuró a entrar. En unos cajones revoloteó unas cuantas cosas hasta encontrar jeringas y en de un mini-refrigerador sacó una botella pequeña de cristal. Después, cuando tuvo lista la dosis, la inyectó en el suministro de suero, mirando su reloj para ver que hiciera efecto en el tiempo indicado.

    La respiración de Alejandro fue haciéndose más lenta y profunda, hasta que cayó dormido.

    — Pensé que despertaría más tarde— dijo el doctor Thomas como excusándose con el par de caballeros angustiados —. No deben preocuparse, eso lo mantendrá dormido por lo menos hasta la noche.

    — ¿Por qué se despertó así? — preguntó Iván casi sin aliento.

    — Es algo normal, la piel tiene muchas terminaciones nerviosas y empieza caérsele — respondió el señor con toda naturalidad. Pocas veces alguien lograba poner nervioso al ruso y ahora, era una de esas extrañas ocasiones en que casi se le revolvía el estómago.

    — ¿No puede darle algo para que su dolor disminuya? — preguntó Alfred, aún sintiéndose culpable —. No sé si pudo escuchar, pero esos gritos no eran actuación.

    — Lo sé. Sin embargo, la disminución de su dolor depende en gran parte de que curemos su piel… — El doctor Thomas se sentó en una de las sillas y abrió una de las carpetas empezando a estudiar cuidadosamente lo que estaba escrito en ella —. Caballeros, tendrán que ayudarme leyendo estar carpetas si quieren que atendamos lo más pronto posible a su amigo.

    Alfred se puso manos a la obra —. Take your hands off [Aleja tus manos de eso] — le dijo el rubio de lentes a Iván al ver que éste también tomaba una carpeta —. You know, top secret [Ya sabes, alto secreto]

    — ¿En serio te importa más esto que Alejandro? — le dijo, perforándolo con su mirada gélida.

    — Alfred, por favor. Deja que Iván nos ayude.

    — Usted no entiende. Este tipo de aquí es culpable de lo que le pasó a Alejandro y no voy a dejar que le haga más daño — el doctor miraba extrañado a Alfred. Simplemente no podía creer que el ruso le hiciera daño, no con cómo miraba a Alejandro.

    — Nunca le haría eso, lo sabes — replicó Iván seriamente —. En cambio tú, le has dado tantas veces la espalda que no puedo contarlo con los dedos de mis manos.

    — Si siguen discutiendo voy a verme en la penosa necesidad de pedirles que se retiren. Los dos, Alfred.


    […]


    A bordo de los buques, los hombres se encontraban festejando su reciente primer movimiento hacia la victoria.

    En un tipo de sala de reuniones, sólo estaban tres hombres con una copa de vino cada uno; el par de líderes, sonrientes estrellando sus copas y Lim, con la cabeza baja y la espalda encorvada.

    — ¿Por qué México? Pensé que nuestro primer objetivo sería Estados Unidos.

    — Hay que pensar en una mejor estrategia — bebió un poco de su vino y lo dejó en la mesa—. México siempre ha sido su perro fiel, la pieza más importante en el ajedrez para ese maldito cerdo Estadounidense. Sin él, le será imposible levantarse.

    — Felicidades — sonrió. Por dentro, el líder ruso, pensaba que nadie sospecharía de él, ya que había dejado a Iván cumplir su capricho de ser pareja del mexicano.

    — Lim, deja esa cara y únete — le dijo su jefe palmeando su espalda. El chico, tomó casi de un solo sorbo lo que tenía en la copa y tosió fuertemente.

    El pobre Lim Woo Jong se estaba ahogando en alcohol con esos hombres sentados ahí; se sentía devastado, solo, enfermo y asqueado ¿Cómo pudo dejarse manipular otra vez? Así era desde hace muchos años. El miedo en que estaba hundido era tan espeso como el lodo y más aplastante que una piedra. Era tan abrasivo que cavaba profundo en su estómago, haciéndole sentir nauseas. La ansiedad y la culpa corroían su corazón y su mente haciéndolo un ser fácil de manejar, sin voluntad alguna.

    Sus soldados estaban desembarcando sobre las playas de Hawái, les habían incomunicado, quitado cualquier tipo de contacto. Y, ahora, no había marcha atrás. Afuera dentro de poco empezarían a oírse los disparos de las metralletas atravesándolo todo a su paso, sin mirar si quiera si se traba de hombres, mujeres o niños. Las bombas incendiarias comenzarían a dispararse, arrasando toda construcción y, finalmente, todo quedaría en silencio a la noche con unos cuantos llantos. Después de eso, el futuro no importaba; su pueblo crecería, serían más ricos que nunca, pero el mundo sucumbiría a la oscuridad siendo esclavos de su líder. Lim seguiría siendo un esclavo, con una libertad simulada ante su gente.

    — ¿Cuál es el siguiente paso? — preguntó el ruso.

    — Aterrorizaremos a los Estados Unidos y lo haremos nuestro peón. Después, vamos a por todo el resto — rió el líder coreano —. No gastaré el combustible y las armas que tenemos deliberadamente ¿Cuántos son los barriles restantes?

    — No debemos preocuparnos por eso. Los próximos cinco años los pasaremos sin conflictos.

    A Lim se le erizaron todos los vellos de la piel al escuchar todo eso. Hablaban del plan como si matar fuera algo de todos los días, como si fuera algo común y justo, como si se tratara de eliminar la plaga de un plantío.

    — ¿Cuándo le dirás a Iván que vuelva?

    — Lo sacaremos pronto de ahí. Claro que, será algo encubierto. Él no sabe nada de esto, si se entera antes de que lo llevemos con nosotros arruinará nuestros planes. Además, ya no lo necesito en ese lugar. Después de todo, hemos sacado un punto extra a nuestro favor — respondió, sacando un sobre de su portafolio. El coreano devoró hoja tras hoja, sintiéndose cada vez más contento.

    — Esto es de México.

    — Sí. Pude conseguir algo de ese chico antes de que muriera.

    El país estaba apretando cada vez más su mandíbula, no podía soportar tanto estrés en su cuerpo.

    — ¿P-puedo servirme más vino, general? — preguntó aún con la cabeza baja. Su líder le palmeó amablemente su espalda y él mismo le sirvió vino.


    CONTINUARÁ...
     
    Top
    .
  6. Graci FernandeZz
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    QUOTE
    Hola! :) Disculpen por la tardanza. Pero, al fin terminé esta conty. Espero que la disfruten :D ADVERTENCIAS: No estoy a favor de ningún país, ideología o forma de pensar. Y este fic es, como su nombre lo dice, MERA FICCIÓN, se recomienda discreción de quien lo lee. DISCLAIMER: Los personajes que aparecen aquí no son míos, son propiedad de Hidekaz Himaruya-sensei. Los OC’s de los latinos tampoco son míos, derechos a sus respectivos autores.

    Reparar





    — ¿P-puedo servirme más vino, general? — preguntó aún con la cabeza baja. Su líder le palmeó amablemente su espalda y él mismo le sirvió vino.

    [...]

    Por la tarde, alrededor de las dieciocho horas, Alfred, Iván y el doctor Thomas aun seguían revisando las carpetas de archivos secretos sobre las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki… No era la misma situación. Pero si era muy parecida.

    — ¡Encontré algo! —Dijo Iván. Había estado leyendo hoja tras hoja hasta que finalmente encontró la parte donde estaban los datos de salud de Kiku durante aquella tragedia. Aunque su territorio se encontraba cerca del país nipón, nunca fue visitarlo cuando eso ocurrió. No vio en ningún momento cómo había quedado su cuerpo justo un día después de lanzadas las bombas; las fotografías en los informes estaban sacadas como de películas de terror, cada una peor que la otra. La piel de Kiku colgaba de sus brazos y piernas. Su cabello estaba casi ausente. Su espalda estaba cubierta por vendajes empapados en sangre. Se veía terriblemente doloroso en ese estado —. Eres un enfermo Jones…

    — No me importan tus comentarios… Yo tampoco me siento orgulloso por lo que hice. Pero, esto ayudará a curar a Alex — Aunque Alfred tenía razón, Iván se sintió incómodo de utilizar datos obtenidos de aquella manera para curar a Alejandro. Sin embargo, era la única salida que tenían por ahora.

    —Señores, concentrémonos en lo que es de verdad importante en estos momentos.

    — Veamos… — dijo Alfred empezando a leer la parte que encontró Iván junto al doctor. De repente, empezó a sentirse afiebrado. Aún así, siguió leyendo, señalando las partes importantes al doctor Thomas.

    — ¿Te sientes bien? — le preguntó el doctor al ver su rostro rojo y sudoroso. El ruso también había notado eso. Está demás decir, que a Iván eso lo tenía sin cuidado.

    — Sí, puedo continuar — contestó casi tajante. A pesar de que sus palabras trataran de transmitir tranquilidad al hombre, su apariencia lo delataba pues, cada minuto que pasaba empeoraba drásticamente.

    Un dolor punzante crecía con rapidez en la cabeza del norteamericano. Todo empezó a darle vueltas, ya no podía leer.

    — Alfred, vamos. Acuéstate en la camilla — el doctor Thomas lo acostó en la camilla de la habitación. El mueble era muy pequeño para él, pero servía por el momento. Iván volteaba a verlos de reojo. En algún momento de la revisión, Alfred se había quedado dormido o inconsciente.

    Iván se levantó de su asiento para ver a Alfred. Obviamente no estaba preocupado, sólo tenía curiosidad.

    — ¿Qué le sucedió? — preguntó con voz plana, sin sentimientos aparentes.

    El doctor talló el puente de su nariz, claramente agotado —. No lo sé. Pero de lo que estoy seguro, es que esto no fue ocasionado por las explosiones… Algo más debe estar pasando.

    — ¿Algo como qué? — preguntó, ligeramente sorprendido.

    — Algo debe estar ocurriendo en alguna parte de su territorio — el doctor Thomas seguía devanándose los sesos por encontrar una respuesta a todo eso. Peinó nerviosamente su cabello canoso hacia atrás y ajustó sus lentes —. Saldré a preguntarle a esos dos si pueden investigar algo. Quédate aquí — dijo casi con un pie afuera de la habitación.

    — ¡Espere! ¿Qué debo hacer si Alejandro despierta?

    Thomas fue y buscó con el pulso tembloso algo dentro del refrigerador que pudiera ayudarlo —. Inyecta diez mililitros de esto, es un potente analgésico. Si no funciona en diez minutos, aplica cinco mililitros de calmante… ¿Entendiste bien?

    Iván asintió. Después, el doctor se dirigió hacia afuera sin despedirse.


    Hawái.


    Lim estaba vagando por los pasillos del buque, tratando de ignorar el sonido de los gritos y las armas siendo disparadas afuera. Traía en su mano derecha un revólver y en la izquierda una botella de vino a medio acabar. Era en verdad, una desgracia que no pudiera emborracharse o suicidarse.
    Salió a cubierta y vio a lo lejos las escasas y bellas luces de la isla siendo opacadas por el rugir de las armas. Con torpeza, guardó su revólver en el bolsillo derecho de su pantalón. Después, dejó caer la botella de vino sobre el suelo sin importarle que el líquido rojo se derramara. Casi con paranoia volteó a ver hacia los lados. Entonces, se lanzó al agua. Se dejó hundir entre las tinieblas del océano que lo balanceaban ligeramente. Entreabrió los ojos observando el hermoso destello de las olas unos metros arriba y de las burbujas saliendo de su boca.

    ¿Cómo puede haber tantas cosas hermosas en el mundo? Se preguntó Lim cayendo aún más profundo. Mientras, por su mente, iban pasando imágenes de paisajes hermosos, de sonrisas sinceras, de hermosos recuerdos junto a su hermano Jong Soo… No podía dejar que el mundo sucumbiera ante el manto gris de la esclavitud, ante la oscura niebla de ignorancia e incertidumbre. No podía permitir que doblegaran su espíritu una vez más. Comenzó a mover su cuerpo con soltura hasta subir a la superficie.

    Lim sentía como si hubiera nacido de nuevo, como si fuera un nuevo comienzo, como si hubiera dejado al viejo Lim atrás hundiéndose hasta tocar el lecho marino. Parpadeó unas veces mientras recuperaba el aliento.

    — Tengo que avisarles… — se dijo a sí mismo comenzando a bracear rápidamente para llegar a la orilla de la isla.


    Texas.


    Iván acercó un banco justo a un lado de la cama de Alejandro y se sentó ahí a esperar. Después de todo, no es que pudiera hacer algo. Muy pocas ocasiones en su vida, había sentido impotencia y el dolor de ver a alguien herido.

    — Alejandro — le llamó con dolor en su voz. Acercó sus manos temblorosamente hasta su rostro, llegando a rosarlo ligeramente con la punta de sus dedos fríos —. Te necesito. Sé que eres fuerte y que vas a estar bien. Confío en que será así — le susurró para después, rosar sus labios en un pequeño beso.

    Trataba de ser fuerte y estar lo más calmado posible. Su postura e imagen externa daba a entender que estaba controlando sus sentimientos por dicha situación perfectamente. Pero por adentro estaba derrumbándose; aunque las opiniones de Alfred no le importaban en lo más mínimo, éste lo acusaba con mucha seguridad de haber sido el culpable de lo que le pasó a su querido moreno y por ello lo habían esposado y custodiado. Alejandro los había protegido con su propio cuerpo, causándole un daño mayúsculo, hiriéndolo hasta perder el conocimiento. Definitivamente no se encontraba para nada bien ¿Qué si Alejandro le creía a Alfred y no quisiera verlo nunca más? Se rompería en mil pedazos.


    CONTINUARÁ...
     
    Top
    .
  7.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    Me deprimo con facilidad

    Group
    Clan Demonio
    Posts
    1,154
    Location
    Por ahi

    Status
    Offline
    Me quedare con la duda con este capitulo carajo :'v

    Espero ver una próxima continuación :'3
     
    Top
    .
36 replies since 17/7/2017, 21:16   4175 views
  Share  
.