39.º Reto Literario "Disastrous Date"– Crossover: Pesadilla antes de Navidad y el cadáver de la novia, (Desiciones), [JackxVictor].

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    SPOILER (click to view)
    Le dedico este one shot a ~Yun~ con motivo de San Valentin atrasado. Disculpa la tardanza!



    Jack Skellington caminaba errante y confuso con las manos tras su espalda por el siniestro bosque colindante con la ciudad de Halloween. Tras sus pies que se hundían a cada paso bajo la marchita hojarasca, iba Zero.

    Cada año era lo mismo. Mismo número, mismo papel, mismos sustos y mismo resultado.

    Era el rey calabaza. Todos lo ovacionaban al término de su representación, pero después todo terminaba y había que hacer los mismos preparativos para el año próximo.

    Un año era mucho tiempo. Y Jack que sentía unas fuertes ansias de aventura, no podía esperar.

    –Vamos, Zero– pensativo, Jack se quitó una de sus costillas y la arrojó hacia el yermo y desolador paraje.

    Cada año sucedía lo mismo. Terminada la coronación era como si todo el entusiasmo y brío abandonarán su huesudo cuerpo como un exhalido. Y no quedaba nada más.

    Ya había arruinado la navidad una vez. Había aprendido de sobra su lección.

    ¿O no?

    Jack avanzó otro tramo al ver a su fantasmagórico perro dar vueltas alrededor del claro.

    –¡Zero, ven aquí!– le llamó, tratando de atraerlo con otra costilla.

    Zero ladró en respuesta. Su nariz se iluminó y Jack terminó de acercarse al claro.

    Las mismas puertas que vio el año anterior seguían ahí.

    Jack se llevó un huesudo dedo a la barbilla. Su curiosidad no tenía límites. Ya sabía lo que había tras la puerta del pino, pero ¿Qué había tras las otras?

    –No debería– se dijo, viendo detenidamente las coloridas figuras. Estaba aquella forma ovoide por la que Lock, Shock y Barrel extrajeron al señor conejo. Luego había una extraña ave en otro de los troncos. Un simple trébol y...esa extraña figura roja como la sangre.

    ¿Habría algo tétrico allí? ¿Algo por lo que valiera la pena arriesgarse?

    Los huesudos dedos de Jack encontraron la perilla de la puerta, pero antes de girarla, cedió y se volvió a Zero.

    –Es muy mala idea.

    De pronto la puerta se abrió y Jack se sintió absorber por una ventosa fuerza centrífuga que tiró de él hasta hacerlo caer dentro.

    –¡Otra veeez!– exclamó Jack durante la caída, tratando de asirse infructuosamente a algo. Giró sobre si mismo y cayó. Y siguió cayendo vertiginosamente en el vacío, girando y girando hasta que su espalda topó con un espeso arbusto.

    Al levantarse se dio cuenta de que había caído en la jardinera lateral de un gran caserón. Las amplias ventanas de celosía eran muy diferentes a las que estaba habituado a ver Jack en la ciudad de Halloween.

    Quiso echar un vistazo al interior de la vivienda, pero el silbido de un vendedor ambulante lo hizo volver su atención hacia la calle.

    Emocionado, Jack se aventuró a mirar entre los rosedales a aquel hombre que empujaba una especie de carromato construido en un resistente artesonado de madera.

    El vehículo estaba rodeado de toda suerte de artilugios que iban desde enormes ramos de rosas, hasta llamativas cajas forradas en satén.

    Jack miró asombrado del otro lado de la acera. Ahora que se fijaba mejor, había varios vendedores ambulantes exhibiendo y anunciando artículos similares.

    Fragancias exageradamente escandalosas, dulces y una gran variedad de chocolates.

    Jack no lograba ubicar casi nada de lo que veía, sin embargo, aquello le recordó vagamente a la aldea navideña. Había regalos por doquier, pero no se parecían en nada a los juguetes que repartía Santa Atroz. Tampoco había duendes o nieve blanca cayendo. De hecho, el clima era bastante fresco y había flores por todos lados a donde Jack miraba.

    La peculiar forma semicircular tono sangre volvió a aparecersele en cada esquina explorada.

    Pero Jack no pudo hacerse una idea de lo que representaba. No consiguió vincularla a nada, ni siquiera tras leer el letrero de una tienda.

    "Obsequios de San Valentin"

    ¿Sería algún pariente de Santa Atroz?

    Como de costumbre Jack estaba ávido de respuestas. Un remolino de preguntas se revolvía dentro de su cráneo.

    Tuvo que recordarse una y otra vez que no debía mostrarse públicamente para evitar espantos innecesarios. No debía llamar la atención. Sólo investigaría un poco, sacaría su sed de aventura y regresaría a buscar la puerta que lo llevaría de vuelta a la tierra de Halloween.

    ¿Qué tan malo podía ser?

    Las primeras horas Jack las invirtió en seguir a una pareja de jóvenes que iban tomados de la mano. Tuvo que escurrirse de callejón en callejón, saltando y camuflandose entre los postes, viéndoles entrar a diferentes establecimientos, hasta que los perdió de vista cuando ingresaron a un restaurante.

    –Extraño– comentó Jack, fijándose en otra pareja que se tomaba de la mano.

    ¿Sería alguna especie de ritual?

    ¿Qué significado podría tener la unión de los labios junto a la entrega de coloridas cajas rojas?

    ¿Por qué obsequiar chocolates cuando podían recibir muñecos de vudú o serpientes?

    ¿Y los sustos?

    Jack sonrió al máximo al oír un grito a la distancia. Tomó un globo y se cubrió la cabeza con él mientras se desplazaba hasta el origen del estruendoso ruido.

    No obstante, la decepción brotó como espuma, sagaz y segura, al ver a un hombre arrodillado sosteniendo una diminuta caja frente a una chica.

    Ni arañas venenosas, escorpiones o gusanos reptantes. Solo se trataba de una brillante piedra que el hombre colocó en el dedo medio de la fémina.

    Pero, ¿De qué iba todo el alboroto?

    Más besos acompañados de una serie de jubilosas felicitaciones y aplausos.

    Curioso, Jack recorrió el vecindario hasta que una amena melodía se hizo presente.

    El ruido procedía del interior de una vivienda. Saltar la portalada de hierro no fue impedimento alguno. En pocos minutos Jack penetró en la propiedad.

    Los visillos de color grisaceo conferían a la (Nada modesta) sala de estar en un ambiente de irrealidad. Las paredes estaban tapizadas de seda de color marfil.

    Había tres sofás oscuros forrados con almohadones azul rey, a juego con la alfombra del suelo.

    Pero, lo que más atrajo la atención de Jack fue el pálido y delgado muchacho de grandes ojeras y mirada apagada que deslizaba sus finos dedos al compás de las melancólicas notas.

    La canción se prolongó por unos minutos y Jack contuvo apenas sus ganas de aplaudir cuando la melodía terminó.

    "Que fascinante" pensó embelesado.

    Jack se habría presentado de muy buena gana de no ser porque, finalizada la extraña, pero fascinante pieza musical, aquel joven de oscuro cabello y elegante porte se puso de pie, tomó una solitaria rosa del florero junto a la chimenea y dio inicio a una serie de titubeantes y nerviosas frases. Un tartamudeo que parecía no tener fin y que estaba dirigido a una dama imaginaria de nombre "Valery".

    Dicho monólogo se prolongó por varios minutos en los cuales Jack contempló completamente anonadado los múltiples e infructuosos intentos del joven por hacerse entender.

    –¡Que maravilla!– no pudo evitar proclamarse a voz en grito al ver como el chico tiraba accidentalmente la vela de la mesita, provocando un pequeño incendio que consumió casi toda la alfombra del pasillo.

    Dado que las aldabas no estaban puestas, ni los pestillos cerrados, a Jack le fue muy sencillo colarse cual vil ladrón dentro del sobrio caserón estilo colonial que recordaba un poco a la guardida de los vampiros.

    De haber sido Halloween, Jack se habría sentido excelso por la reacción del dueño de la casa, cuyo pálido semblante se desencajó en mudo pasmo al verle.

    Sujetando el extintor con manos temblorosas, el apuesto joven empezó a dar traspiés sin dejar de apuntar con la boquilla de la manguera al cadáverico intruso.

    –¿Qui...Quien eres y co-como entraste?

    Jack, que había dejado de prestarle momentáneamente atención al chico para fijarse en los sofisticados muebles de la casa, se volvió para mirarlo.

    –Soy Jack Skellington– se presentó muy ufano–. Y he venido de la tierra de Halloween.

    –¿Se trata de una broma?– inquirió Victor atónito.

    –¿Broma?

    Jack ladeó la cabeza, curioso. Las rodillas del humano no dejaban de temblar. A duras penas no se había desmayado todavía, pero su cetrino semblante predecía un pronto desvanecimiento.

    Quizá fue mala idea no haber usado disfraz.

    –¿Vino a llevarse algo?– siguió acribillandolo el asustadizo muchacho–. Porque si es así, puede tomar lo que quiera, pero marchese ahora mismo.

    –No he venido a robar– río Jack jocoso–. Te he visto como tocabas esto– caminó despacio hacia el piano y acarició las teclas, produciendo un ruido irregular–. Lo haces muy bien.

    La adulación no obstante no surtió el efecto deseado y el joven seguía temblando, así que Jack se apresuró a agregar.

    –También escuché un poco lo que decías y hacías con la rosa. Ha sido un número divertido.

    –¿Divertido?– se desilusionó Victor, bajando la guardia. Por un momento pareció olvidarse del espanto. Se pasó las manos por el oscuro cabello y se hundió en el sofá a su espalda–. No se supone que sea así. Llevo toda la semana practicando y no consigo hacer esa tonta pregunta.

    –¿Qué pregunta?– ansió saber Jack.

    Victor suspiró largamente.

    –Si desea salir conmigo– dejó caer los hombros y negó con la cabeza–. Ni siquiera la conozco. Es idea de mis padres. Ven el día de San Valentin como una oportunidad perfecta para que yo dé el primer paso.

    Jack esbozó una animosa sonrisa.

    –Entonces tu debes saber de qué trata esta celebración– rodeó el sofá para encarar al muchacho–. Tienes que decírmelo todo. Me ahorrarías el viaje a la ciudad de Halloween para pedir su material de laboratorio al doctor Finklestein.

    –No estoy entendiendo una sola palabra de lo que dices– se exaltó Victor, huyendo del esquelético contacto–. Aún no me dices qué haces en mi casa...Santo cielo. Esto no...no puede ser real– se retorció la piel del brazo para convencerse de no estar soñando, pero cuando el dolor traspasó el umbral de la irrealidad, Victor se agobió aún más–. Eres la muerte, ¿No es así?

    Esta vez Jack si que rió con ganas por semejante confusión.

    –Pero si mi nombre es Jack Skellington– refutó–. ¡Oh, ya sé!– exclamó dando un aplauso–. Seguro que conoces a Santa Atroz. Soy amigo suyo.

    –¿Ah?– parpadeó Victor boquiabierto.

    –Santa Atroz– repitió Jack, extendiendo las manos como para abarcar un gran bulto–. El titán del traje sangre que atraviesa el cielo en Navidad...¿Qué haces?

    Victor había empezado a fijarse en el interior de su taza de té, la cual olfateó inseguro.

    –Me aseguro de que esto no tiene alcohol...u otra cosa– aclaró el elegante muchacho–. Quizá la servidumbre– meditó tocandose el rostro como si le hormigueara.

    Un tanto exasperado Jack dejó de lado su pantomima para sentarse.

    –¿Cómo puedo hacerte entender?

    –No quiero entender– negó Victor, azorado–. Quiero que te vayas para poder despertar de esta pesadilla.

    –Lo que hacías antes– dijo Jack como si no hubiera escuchado lo último–. Quieres salir con una chica.

    Con una ceja levantada, Victor lo miró cautamente de refilón.

    –¿Y?

    –Yo puedo ayudarte– sonrió Jack señalandose el pecho con orgullo–. Te ayudo a planear tu cita y a cambio tu me explicas qué es San Valentin.

    –¿Por qué aceptaría?– indagó Victor titubeante.

    –Porque es la única forma de que me vaya– sentenció Jack cruzándose de brazos y mediando una expresión solemne.
    **

    Mientras se adentraban en el denso bosque rodeado de abetos, arbustos, matorrales y bayas de acebo, Victor Van Dort no dejaba de mirar constantemente a sus espaldas, ni de retorcerse con nerviosismo las manos en tanto andaba con mansedumbre tras el esqueleto. Decir que estaba aterrado era lo de menos.

    Una parte de su subconsciente aún se aferraba a la idea de que él seguía durmiendo en la comodidad de su cama, atrapado en una larga pesadilla.

    Hasta hacía unas pocas horas todo parecía ir bien. Había practicado un poco en el piano y recitado un par de versos que tenía preparados para la ocasión.

    Pero se engañaba. Sus padres estaban decididos a tomar las riendas de su vida, y de su futuro al emparejarlo con una desconocida joven de buena familia, a la cual ni siquiera tenía idea de cómo empezar a seducir.

    Y por si fuera poco su sueño/pesadilla con el esqueleto parlanchin se estaba prolongando demasiado.

    Victor tuvo un sobresalto cuando la huesuda mano se posó firmemente sobre su hombro.

    –Es por aquí– indicó Jack sonriente, señalando hacia el arco de ramas flanqueado por altos setos que conducían a un claro.

    Victor tragó en seco al ver las cinco figuras talladas en las puertas de los troncos. Cuando el esqueleto le habló sobre "portales mágicos" creyó que su pesadilla estaría llegando a su fin, pero por lo visto no era el caso.

    –Es esta– repuso Jack dando un paso al frente de la puerta con el corazón al centro–. Por aquí he entrado.

    –¿De verdad pretendes que te siga?– cuestionó Victor, dudoso. El esqueleto parlante con esmoquin parecía amistoso y simpático hasta cierto punto, y además, si realmente era solo un sueño, no había nada que temer.

    ¿O si?

    Solo debía seguirle la corriente hasta por fin despertar.

    –¿Listo?– preguntó Jack, girando de la perilla con la silueta de calabaza. Victor no tuvo tiempo de dar su respuesta cuando los dos fueron absorbidos hacia el interior del hueco árbol.

    Cayeron en picada hacia un pozo que parecía no tener fin. Después todo quedó oscuro.

    –¡Jack!, ¡Jack!...¡Es Jack!

    Todavía desorientado y semidesvanecido por el golpe, Victor se mordió el interior de las mejillas para no gritar de espanto al ver a los tres monstruosos chiquillos correr en su dirección.

    El susto se le pasó un poco al verles quitarse las máscaras.

    –Y este, ¿Quién es?– se extrañó Lock, escudriñando de cerca al intruso. Shock y Barrel lo imitaron hasta que Jack interpuso el brazo a modo de barrera.

    –Es mi invitado– esclareció, tendiendole la mano a Victor para ayudarlo a levantarse–. Y más les vale no importunarlo mientras este aquí...¿Entendieron?– su tono se volvió amenazador.

    El trío de infantes asintieron de inmediato, pero mantuvieron en todo momento sus dedos cruzados tras de su espalda.
    **

    Llegaron a la enorme verja metálica. Un grupo musical constituido por seres descarnados tocaban sus instrumentos en una tétrica sinfonía que le puso a Victor la piel de gallina.

    Ya era muy tarde para dar marcha atrás. Había tratado de no mirar nada desde que salieron del bosque (Tal como Jack le había recomendado).

    Hasta ese momento Victor se había concentrado en mirar únicamente la punta de sus lustrosos zapatos. Pero al apartar su mirada de ellos, se encontró con el peculiar grupo. Después, se fijó en la extraña torre tras la verja.

    –Anda, sube– lo animó Jack una vez que abrió el portón.

    Victor, que ya sentía al menos un centenar de ojos puestos en él desde distintos puntos del lugar, optó por hacer caso. Subió corriendo la escalinata y entró como una exhalación en el hogar del esqueleto.

    –Se bienvenido y ponte cómodo– le instó Jack mientras encendía la chimenea.

    Victor observó la pizarra junto a los vitrales. Una silla eléctrica resplandecía en una esquina de la estancia, pero no fue sino hasta que sintió una caricia en la pierna, que el miedo se apoderó nuevamente de él.

    Sin poder evitarlo, Victor soltó un chillido, dio un salto hacia adelante y se sacudió animalillos imaginarios de la ropa.

    –¡Zero!– exclamó Jack encantado.

    El fantasmagórico cachorro que flotaba a pocos palmos del suelo, fue enseguida hasta él.

    Victor abrió la boca en sorpresa por el espécimen blanco nacarado que acababa de materializarse ante sus ojos. Era un perro...¡Un perro fantasma!

    –Ten calma, no muerde– lo tranquilizó Jack, dando suaves palmadas sobre la brumosa cabeza.

    Victor se armó de valor para ponerse en cuclillas. Zero se deslizó flotando hacia él y permitió que le prodigara caricias en el semiinvisible lomo.

    –Ya tendría que haber despertado– farfulló Victor en voz baja, confuso por el caudal de acontecimientos de su sueño. Creyó que si hacía caso al ente, le sería más fácil despertarse. Por lo visto se había equivocado.

    –Bien. Comenzaremos a instruirte en lo de tu cita– carraspeó Jack tras volver de la cocina con una jarra de un líquido semiespeso color esmeralda que vertió en dos vasos.

    Victor compuso un gesto de asco al mirar dentro de su vaso. Aquella sustancia verde burbujeaba y semejaba a vomito.

    –Agua fresca de pantano– aclaró Jack con una sonrisa radiante.

    –Estoy bien, gracias– rehusó Victor, tratando de que las arcadas que sentía no se hicieran muy evidentes.

    Jack acomodó su maletín junto a la pizarra. Encendió la bombilla del techo y se hizo con una larga rama de sauce.

    –Pues entonces empecemos ya– tomó el gis y comenzó a garabatear dos columnas.

    Victor veía todo intrigado. De no ser por el esqueleto que se hacía llamar Jack, el perro fantasma que daba vueltas a sus pies, el material de tortura y los murciélagos de las esquinas, se sentiría en una clase con su institutriz de infancia.

    –He notado algunas cosas sobre ti desde que te vi esta mañana– empezó Jack, finalizando su escrito–. Eres tímido, eres torpe y eres huidizo.

    Remarcó cada palabra con la tiza.

    Victor separó los labios para protestar, pero volvió a cerrarlos al no encontrar ninguna refutación convincente.

    Si era tímido. Por lo general esperaba a que otros hablaran primero para poder hacerlo él.

    Era tan torpe cuando se ponía nervioso que se le caían las cosas de las manos, tartamudeaba y cambiaba las palabras que tenía en mente.

    Y por lo general evitaba meterse en conflictos lo más que le era posible.

    En suma, Jack estaba en lo cierto.

    –Todo lo que necesitas– prosiguió Jack, uniendo las tres palabras en una flecha–. Es confianza en ti mismo. Y para ello debes practicar...pero no a solas– añadió cuando Victor pretendía refutar lo dicho–. Tienes que poner la teoría en práctica con una dama de verdad. Para que, llegada la hora, puedas hacerlo con la chica que te interesa.

    –Soy demasiado introvertido para invitar a salir a alguien– objetó Victor afligido–. Yo...en verdad no podría.

    –No tienes que hacerlo– una espléndida sonrisa afloró en Jack al oír el timbre. Se trataba del diablillo de Lock, quien llevaba de la mano a la mujer anfibio.

    Jack los dejó entrar de buena gana y luego hizo un gesto para instar a Victor a presentarse.

    El pálido semblante del muchacho se tornó aún más lívido al ver de cerca la piel verdosa cubierta de escamas.

    –Ah, bueno...me llamo Victor Van Dort– se obligó a decir.

    –Los dejaré un momento a solas– dijo Jack, tomando a Lock de los hombros para conducirlo también a la salida.

    **

    –¿Y bien?– preguntó Jack nada más entrar a su humilde morada una hora mas tarde–. ¿Cómo ha estado?

    Hecho un ovillo en la esquina del comedor, Victor no dejaba de temblar y de abrazarse las rodillas.

    La monstruosidad acuática se había fugado por la ventana, indignada y maldiciendo.

    –Qu...quería arrastrarme a las profundidades del lago– logró decir Victor cuando se hubo calmado–. No me ha dejado hablar en todo el rato y...

    –Ya esta bien– lo consoló Jack, sentándose a su lado. Acto seguido chasqueó sus huesudos dedos y Shock cruzó el umbral tomada de la mano de una anciana bruja–. Nuestra traviesa amiga ha tenido la gentileza de traer a su tatarabuela para que la conozcas.

    Con ojos desorbitados, Victor observó a la anciana de nariz puntiaguda y cabello entrecano.

    –Recuerda– le susurró Jack al oído–. Toma tú la iniciativa. Imagina que estás hablando con la chica que quieres conquistar.

    Soltando una siniestra risotada, Shock se alejó de su pariente para seguir al esqueleto.

    –¡Tratelo bien, anciana!– pidió Jack, agitando el brazo antes de salir de la casa.

    **

    En el claro horizonte la luz del sol poniente ya se ocultaba y el cielo iba tiñendose de una mezcla de tonos ópalos y rojizos.

    La noche pronto caería y Jack, que empezaba a sentirse preocupado con el irresoluto tema de su nuevo compañero, se llenó de una aguda frustración al abrir la puerta y descubrir a Victor oculto debajo de la mesa de experimentos, con los ojos cerrados y temblando.

    La vieja bruja cuyo rostro estaba surcado de arrugas hizo un gesto de ofensa al calarse bien el gorro en la cabeza.

    –En mis doscientos años no había conocido a tan poco hombre como este– bufó, enroscandose una cría de anaconda al cuello que pronto adquirió la forma de una bufanda.

    Jack la miró salir y azotar la puerta.

    –¿Pero que ha ocurrido?– se precipitó hacia el humano que yacía cubriéndose el rostro con el brazo.

    Atenazado por un espantoso temor, Victor se dispuso a explicar de carrerilla.

    –Fue realmente terrible– se restregó el rostro con las manos.

    –¡Espléndido!– felicitó Jack.

    –No, no lo entiendes. Te...tenía un muñeco de paja y le ha puesto un trozo de mi saco y un mechón de mi cabello y de pronto yo hacía lo mismo que el muñeco y....y....

    Las atropelladas y balbuceantes palabras se vieron interrumpidas cuando el más pequeño del trío de los chicos de Oogie Boogie entró en la estancia.

    –¡Jack, he traído a la mujer lobo!– anunció Barrel, haciéndose a un lado para exhibir a la aludida.

    A Victor se le pusieron los nervios de punta. Tomó a Jack del brazo y lo arrastró hasta el otro extremo de la habitación.

    –Ya es suficiente– se ofuscó tirándose del cabello–. Esto no esta funcionando.

    –Oh, vamos. No seas pesimista. La tercera es la vencida.

    –Lo que tu quieres es matarme de un susto– le recriminó Victor ceñudo, apuntándole el pecho con el dedo–. No saldré con una mujer lobo, ni con una momia o...lo que sea que pretendas...¿Cómo se supone que tenga una cita si no conozco a ninguna de esas...esas cosas?

    Jack se rascó pensativo la barbilla.

    –Pero has dicho que tampoco conoces a aquella humana– le hizo ver.

    Victor suspiró prolongadamente.

    –Es diferente– aclaró–. Ni siquiera se por qué estoy teniendo esta discusión contigo, siendo que no existes.

    –¿Jack?– presionó Barrel desde el umbral.

    Jack hizo un aspaviento con la mano para instarlo a retirarse.

    –De acuerdo. Si dices que no existo, no te molestara tener una cita conmigo.

    Consternado, Victor pestañeó.

    –¿Contigo?

    –¿Por qué no?...solo es una simulación. Además, ya no te asusto tanto, ¿Verdad?

    –Pues...– dudó Victor, entornando la mirada hacia la ventana, donde vio aparecerse el peludo rostro de la mujer lobo. El vello de la nuca se le erizó al imaginarse lo que le depararía una cita con ella–. Bien, bien. Una cita contigo y me llevas de vuelta a mi dormitorio, me ayudas a despertar o lo que sea que me haga salir de esta pesadilla.

    –Perfecto– pronunció Jack felizmente –. Pero tenemos que hacerlo lo más realista posible. Así podrás ponerlo en práctica con tu chica.

    Contagiado del entusiasmo de su amo, Zero ladró y correteó en círculos alrededor de Jack.
    **

    Jubiloso, Jack Skellington se había tomado su tiempo en hacer la estancia lo más acogedora posible para su invitado que aguardaba impaciente sentado en el sofá.

    A petición de Victor, Jack había bajado las cortinas para que ningún curioso les mirara. Aunque conociendo a los ciudadanos, seguramente estarían organizando una asamblea ahora mismo, o esperando todos reunidos y con los tímpanos agudizados afuera de la torre.

    No importaba ya, porque Jack estaba decidido a ayudar al joven humano y de paso, averiguar más sobre esa extraña celebración de San Valentin.

    –Ya puedes venir– anunció cuando terminó de poner la mesa.

    Jugueteando con sus manos para mitigar el nerviosismo que sentía, Victor fue a tomar asiento frente al esqueleto.

    Este era, de lejos, el sueño más estrafalario y largo que había tenido en toda su vida.

    –¿Qué problema tienes con las citas?– indagó Jack, levantando la tapa de la primera fuente–. Tarántulas con miel. Adelante, no te limites.

    Victor se estremeció al ver las enormes arañas del plato de peltre. Enseguida se excusó apartando su vajilla.

    –Todo– respondió con pesar– En una cita es importante hablar y yo me...me trabo mucho y nunca sé que decir. Confundo las palabras.

    –¿Desde cuando te pasa?– se interesó Jack levantando una ceja.

    –No lo sé. Mis padres siempre han elegido mis citas por mi. Nunca me han dado la libertad de elegir porque quieren que nuestro apellido tenga más renombre. Así que escogen a familias adineradas sin siquiera consultarme.

    Jack cruzó las manos sobre la mesa. Meditó un momento y se sonrió.

    –Mmh...¿Y por qué no te fugas?

    –¿Qué?– preguntó Victor, incrédulo–. No puedo hacer eso, les daría un gran disgusto.

    –Nadie debería obligarte a estar con alguien– opinó Jack mientras servía agua de lluvia en dos vasos.

    –No– Victor se rascó la nuca, incómodo–. Creo que no.

    De pronto un estruendoso rugido de tripas inundó la estancia.

    Visiblemente apenado, Victor se sujetó el estómago. Estaba hambriento.

    Divertido, Jack le acercó las tarántulas bañadas en miel.

    –Anda, come algo.

    –Preferiría...

    "Esperar a levantarme"

    –¡Ah, claro, debí adivinarlo. Eres vegetariano!– Jack se dio un golpe en la frente con el puño cerrado. Corrió a la nevera y buscó en los cajones hasta encontrar la ensaladera con apetitosas hojas verdes. Se lo entregó a Victor junto a otro vaso con agua.

    Aunque no quería probar nada de ahí, Victor cedió y se sirvió una pequeña ración de lo que supuso era alguna especie de lechuga. Pinchó la hoja más grande con el tenedor y se la llevó a la boca.

    –Delicioso, ¿No es así?– Jack le sirvió otro tanto, pero Victor no volvió a probar bocado, sino que, comenzó a rascarse los brazos con gran desespero.

    De repente sentía la garganta obstruida y le costaba respirar.

    Advirtiendo lo último, Jack se apresuró a socorrerlo. Lo abrazó por la espalda y ejerció presión en el pecho hasta que Victor escupió una maraña de hojas.

    –¿Qué diablos era eso?– preguntó Victor muy serio, quitándose el saco para registrar la urticaria de su piel.

    Jack se dio golpecitos en el mentón, extrañado por la reacción al alimento.

    –Hiedra venenosa– explicó serenamente.

    –Se acabó. Me largo.

    Enojado, Victor se levantó de la silla. No alcanzó a dar ni tres pasos cuando la puerta de la entrada de la torre fue azotada. El robusto alcalde asomó su expresivo rostro sonriente bajo el gran sombrero de copa.

    –¡¿En donde esta el forastero?!– quiso saber.

    Jack se asombró de verlo, pero pronto comprendió el asunto al ver a los tres chicos de Oogie Boogie riendo tras el cuerpo del alcalde.

    –Soy yo– farfulló Victor, levantando una temblorosa mano–. No se preocupe que ya estaba por irme....o despertarme...o lo que sea.

    –No, no– negó el alcalde, yendo a tomarlo del brazo. Jack los siguió a la entrada del portón, presto a explicar su nuevo yerro. Sin embargo no imaginó que toda la ciudad estaría reunida afuera de su casa. Parecía la víspera de Halloween.

    –Debiste decírmelo, Jack– reprendió el alcalde, alzando un dedo acusador hacia el esqueleto–. Hay que presentarlo cuanto antes. Todos quieren conocerlo y saber acerca de él.

    –No me parece prudente que...– trató Jack en vano. El alcalde ya había subido a su auto junto a Victor y la sirena del gato empezó a ulular para anunciar la próxima asamblea que tendría lugar en el centro de la plaza de la ciudad.

    –Que enredo– se lamentó Jack, acariciándose la huesuda nuca.
    **

    Los densos nubarrones ya se cernían en el cielo para cuando el alcalde subió a uno de los promontorios sujetando a un sudoroso, pálido y aterrado Victor Van Dort.

    La concurrencia de los ciudadanos había formado un círculo alrededor mientras susurraban impacientes toda vez que señalaban al humano.

    Jack llegó todo lo rápido que le fue posible, pero, por más que trataba, no era capaz de abrirse paso entre la curiosa muchedumbre que abarrotaba la plaza.

    –¿Cuál es tu nombre?– el alcalde acercó el megáfono hacia los labios azulados de Victor, pero este no podía hablar porque tenía la lengua hinchada a causa de la hiedra.

    –¡Se llama Victor Van Dort!– respondió la monstruosa dama de la laguna, acaparando en el acto la atención de todos los presentes–. ¡Y escuchen esto...no sabe nadar!

    Hubo un gran clamor. La concurrencia rompió en sonoras carcajadas en tanto Victor enrojecía hasta las orejas.

    –¡Eso no es nada!– comentó una de las brujas–. ¡Tampoco sabe bailar y cree que la magia no existe!

    Más risas diabólicas prorrumpieron en derredor. Victor empezaba a sentirse mareado cuando Jack se situó al frente y se hizo con el megáfono.

    –¡Amigos míos, no perdamos la cabeza!

    –¡Lo siento!– se disculpó el hombre decapitado de la orquesta. Jack negó en ademán.

    –Traje a Victor aquí porque quería conocer las festividades de su mundo.

    –¿Y cuales son?– preguntó el niño rollizo de párpados cocidos.

    Jack se alzó de hombros.

    –¡Solo es un amargado que no sabe cómo tratar a una dama!– contraatacó la bruja.

    –No es culpa suya– intervino nuevamente Jack, colocando un brazo sobre los hombros de Victor–. ¡Sus padres lo obligan a tener citas. No lo dejan decidir por si mismo!

    Las risas se propagaron una vez más.

    Irritado, colorado, humillado y a medio desmayarse, Victor apartó la huesuda mano de Jack y bajó los escalones sin querer mirar atrás.

    En poco tiempo cruzó el cementerio junto al gran kiosco principal. No dejaba de rascarse el cuello y los brazos a medida que se internaba en la inmensidad de aquel bosque.

    Ya encontraría el camino a su casa...su cama. ¡Lo que fuera!

    El punto era salir de ahí con urgencia.

    Desafortunadamente todos los raquíticos árboles se semejaban. Había murciélagos pendiendo por doquier, con sus diminutos y brillantes ojos relampagueando en la oscuridad de la noche.

    Victor tropezó al menos dos veces con las serpenteantes ramas de los sauces. E incluso le pareció ver la mano de un muerto sobresaliendo de la tierra.

    El pánico enturbiaba su sentido común. Sentía el estómago del revés. Los escalofríos le subían por la columna vertebral como grandes bloques de hielo.

    Estaba perdido.

    –¡Espera!

    La conocida voz se le antojó incluso agradable en aquellos momentos de angustia.

    Victor dejó de caminar errante. Una manta le rodeó los pies, pero pronto se enteró que se trataba de Zero. Jack llegó corriendo a su lado con una gran jarra de barro.

    –Bebelo– le urgió el esqueleto–. Es el antídoto de la hiedra. Me disculpo por no haber recordado tu condición humana.

    Aunque renuente al comienzo, Victor vio en la esquelética faz que Jack estaba realmente arrepentido, así que accedió a beber el viscoso brebaje.

    Casi al instante los molestos síntomas desaparecieron de raíz. Desde la picazón hasta la hinchazón en la lengua. Victor se sintió mejorado, aliviado y....somnoliento.

    Jack lo atrapó al vuelo justo cuando Victor se zambulló, literalmente, en un profundo sueño.

    –El doctor Finklestein dijo que solo era un efecto secundario– murmuró Jack al notar a Zero olfateando el rostro dormido como para verificar que siguiera con vida–. Vayamos a casa y mañana lo llevamos de vuelta a su mundo, amigo.

    **

    –Buenos días, dormilón.

    Lo primero que vio Victor al despertar fue el familiar cráneo. Miró aturdido alrededor, reconociendo al cabo el interior de la torre. Enseguida se tocó el rostro, se pellizcó el brazo y se restregó los párpados una y otra vez.

    Finos halos solares iluminaban los vitrales de la estancia. Afuera Victor reconoció a un grupo de vampiros que se cubrían alarmados con sus capas, resguardandose bajo sendas sombrillas oscuras para escapar de la luz del alba.

    –¿Aún estoy dormido?– preguntó Victor en voz alta. Jack había empezado a mover su mano de un lado al otro, esbozando su perenne sonrisa carismática.

    Desosegado, Victor bajó los pies del sofá.

    –Tengo que irme.

    –Ya lo sé– murmuró Jack en tono decepcionado–. Te acompañaré. Iba a hacerlo ayer, pero la poción del doctor Finklestein te puso a dormir y...

    –Un momento- lo interrumpió Victor con apremio–. ¿Ayer?

    Jack lo miró sin comprender.

    –¡La cita con lady Valery!– se escandalizó el joven aristócrata–. Le prometí a mis padres...

    –Tal vez ya sea tiempo de que empieces a tomar tus propias desiciones– aconsejó Jack, haciéndose con el murciélago disecado del perchero para ajustarselo al cuello del esmoquin.

    Victor agachó la cabeza, abrumado.
    **

    El camino al bosque era demasiado diferente de día que de noche. Después de atravesar el colorido campo de calabazas y algunos arbustos espinosos, ya estaban en el claro donde yacían los árboles de los portales.

    Estaba siendo una pesadilla muy larga y caótica y, por un instante, Victor se preguntó si acaso se encontraría enfermo y por ende no era capaz de despertar.

    –Hasta aquí llego yo– informó Jack en tono lacónico, estrechando la mano del humano con camaradería.

    Victor aceptó el gesto, tratando de ignorar la sutil y dolorosa punzada de la despedida. Había sueños en los que te encariñabas de las personas....o entes. Y este debía ser uno de esos.

    –Adiós, Victor Van Dort.

    Victor suspiró, incapaz de hablar, agitó el brazo y dio un salto hacia el interior del hueco árbol.
    **

    Habían transcurrido ya tres días desde la partida del humano y toda la ciudad de Halloween seguía preguntándose ¿Qué le pasaba a Jack?

    ¿Por qué no salía de su casa?

    ¿Por qué no se reunía para ver los planos de los preparativos del próximo año?

    ¿Por qué no enseñaba a los niños a asustar correctamente?

    Aunque Jack no abría la puerta a nadie, hubo quienes aseguraron ver su silueta deambular por las noches de orilla a orilla de la planta superior de su torre.

    Parecía obsesionado con algo en particular, pero el qué, nadie podía garantizarlo.

    Seguramente tenía que ver con la corta pero extravagante visita del humano.

    El alcalde vigilaba la portalada día y noche por si al esqueleto se le ocurría salir, pero hasta ahora no pasaba.

    Asimismo las botellas con mensajes de Sally muñeca de trapo se acumulaban bajo la ventana de Jack.

    El trío de Oogie Boogie había sugerido echar la puerta abajo para irrumpir en la torre, pero tal cosa no hizo falta.

    La cuarta noche la mayoría de los ciudadanos confundieron una silueta trajeada con la de Jack y todos empezaron a ovacionar en coro.

    Sin embargo el silencio predominó cuando la figura de Victor Van Dort quedó al descubierto bajo el claro de la luna.

    –¡No es Jack!– lloriqueó el niño rollizo. El hombre lobo aulló en son de nostalgia.

    –¿Pero que hace ese humano aquí?– se oyó un murmullo a la lejanía.

    No obstante la congregación pronto se dispersó y Victor tuvo el camino libre hasta la torre.

    Golpeó la aldaba vez tras vez, pero no hubo ninguna respuesta.

    –¿Jack?– alzó la voz, pegando el oído a la puerta para intentar escuchar. Zero atravesó la madera para repartir lametazos a diestra y siniestra, haciendo reír a Victor.

    Ante la conocida risa, Jack abrió la puerta. La ciudad entera volvió a congregarse a los pies de la escalinata de piedra. Victor se rascó la mejilla con pena al saberse observado por los presentes.

    –¿Victor?– se extrañó Jack–. ¿Qué haces aquí? ¿Te perdiste de regreso?

    Una inexplicable alegría se apoderó de Jack. Porque en el fondo sabía que no era el caso. Victor estaba ahí por voluntad propia.

    Pero aun había algo que le inquietaba.

    –¿Cómo estuvo tu cita?– inquirió por lo bajo, aunque de nada le sirvió porque Lock había subido para escuchar la conversación que más tarde contaría a cada ciudadano del pueblo.

    –En realidad, no fui– confesó Victor con media sonrisa nerviosa–. Tenías razón con que debo tomar mis propias desiciones. Mis padres no estuvieron muy felices, por supuesto, pero...ya lo aceptaran. Quería venir a agradecerte y aun te debo una explicación sobre San Valentin– hizo una pausa y contuvo la respiración–. Digo, si aun te interesa.

    Pletórico de alegría, Jack asintió. Tomó a Victor de la mano y tiró de él hacia el interior de la torre para después cerrar la puerta y echar el pestillo.

    Edited by [Ray] - 19/3/2024, 03:55
     
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    Increíble!!✨

    Es lo primero que viene a mi cabeza después de terminar de leer tan bonito y maravilloso fanfic. Es que realmente es increíble: el crossover, la historia, el hecho de que me lo hayas dedicado...Es increíble!!!✨

    Una de las muchas cosas que me gustan de ti, es la creatividad e imaginación que tienes. Sé que puedes escribir cosas maravillosas y crear mundos increíbles, mira que a mí nunca se me hubiera ocurrido unir a estos dos personajes de esta manera. Además de que la historia me hizo reír en algunas partes como en las diferentes citas de Víctor. Oh y amé a tu Jack, capturaste tan bien su esencia tan curiosa e inocente, me encantó, me encantó!!!

    No sé cómo agradecer un regalo de San Valentín tan bonito como éste. Como ya te lo había dicho, te respeto y admiro como escritor, así que para mí el que me hayas dedicado tan maravilloso fanfic. Es lo mejor que me ha ocurrido en estos días.

    Muchísimas gracias por el regalo, Ray-Ray. Realmente iluminaste mi noche con tan magnífico escrito 💖✨

    Te quiero ♡
     
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1 replies since 19/3/2024, 03:23   58 views
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