-Ya, ya, ya pasó –dijo Ichiban acariciando lo que quedaba de tronco-. Tu sacrificio no será en vano… -Se giró con decisión y empezó a darle un discurso al resto de los árboles-. ¡Compañeros! ¡No hemos reunido hoy aquí para honrar a éste pobre compañero caído en la guerra! Pero… ¡¿Dejaremos que esto suceda de nuevo?! –esperó la contestación de los árboles que nunca llegó. Aunque en su mente los vio levantar una rama y gritar <<¡NOOOO!>>-. ¡Exacto! –les “contestó”-. ¡No será en vano! ¡No permitiremos que sea en vano! ¡No a la tala!
Y después de robar suficientes chaquetas de sus compañeros para hacer una cuerda lo bastante grande, se amarró con ellas al tronco de otro árbol mientras gritaba de nuevo:
-¡No a la tala desmedida! ¡Esto es una huelga de hambre! ¡Y no me moveré de aquí hasta que el Bosque Inazuma sea un área protegida!

-¿Eh? –preguntó medio dormido Makoto que acababa de despertar gracias a que la burbujita de moco que ya se había formado, reventó-. ¡Namikawa! ¡¿A caso me quieres cambiar por Aoyama?!
-Comprendo tu dolor… -Tenma le dio unas palmadas en el hombro al capitán de Seidouzan con la misma actitud en la que vas a un velorio y palmeas a los familiares cercanos y dices <<estamos contigo>> o <<era una gran persona>> y así-. Hace rato, Kyousuke me engañó con el piso.
A todos les resbaló una gotita de sudor por la nuca.

En ese (glorioso) momento escucharon ruidos provenientes de arriba… y no, Tenma estaba seguro de que no era Dios.
Todos miraron hacia arriba y, por la ladera por donde habían caído, se asomó la cabeza de Sangoku.
-¡Chicos! ¡¿Están Bien?! –gritó desde allí.
-Define bien –respondió Hayami.