Posts written by Mizuki_sama

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    - estoy seguro de que asi es- sonrei serenamente, mientras pensaba que sin duda preferiria ver el area japonesa, aquel pais tenia un aire unico y elegante que ... me absorbía, hubo un momento de silencio, y luego volvio a hablar.

    ahora fui yo el que se quedo sorprendido, y le sonrei, sabíaque probablemente era simple amabilidad, cortesia o deseos de no quedarnos en silencio en aquel viaje, pero era agradable que alguien te dijera algo tan hermoso, tan ... agradable.

    -gracias- dije con voz suave mirándole- para mi tambien es agradable estar aqui contigo -termine de hablar, me sentia bien, por extraño y atolondrado que pareciera.
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    Resumen:

    AU. Tatsuha solo quería una solución para salir de los problemas en los que se metía por causa de su atolondrada cabeza, la solución que se le apareció fue una propuesta:
    —si no estamos disponibles no pueden casarnos, cásese conmigo.
    Sin saberlo llevaría a su casa no solo a su "consorte" sino secretos, intrigas y conexiones con personas a las que no esperaba tratar jamás.
    — ¿Podría usted ocultarme? Por favor, ayúdeme a ocultarme- parecía a punto de echarse a llorar y una segunda mirada hizo sospechar al moreno que se trataba de un doncel. — ¿Qué es lo que quiere usted? —preguntó Tatsuha, levantándose. —Me he fugado —contestó el joven con una voz absurdamente bella y los ojos brillantes por el miedo.
    —le amo y no me casare con nadie más –rugió Ryuichi con una voz exageradamente apasionada, en aquel momento Suguru sintió miedo por el tono de voz de aquel joven que se le acercaba con violencia—y si tú tienes sentido común desaparecerás de nuestras vidas.
    —Yo te amaba — murmuro Taki mirándolo lleno de rabia — yo te amaba dios me perdone pero te amaba
    —soy lo que los profetas prometieron a vuestros ancestros- se expresó Hiroshi mientras se paraba cuan alto era ante aquel hombre- un doncel puro e inmaculado- se miraron a los ojos y por unos segundos el jeque estuvo dispuesto a creerle — solo le pido una cosa –dijo el pelirrojo- júreme que le perdonara la vida, júremelo –elevo sus ojos brillantes hacia el hombre que estaba frente a él- júremelo y le prometo, que me convertiré en su esposo.
    —¿mi esposo? –Sonrió de lado el extranjero.
    —¿cree que pueda ofrecerle menos a alguien de mi posición? –contesto a su vez mientras su preciosos ojos azules tomaban un tinte ligeramente indignado, si aquel hombre hubiese podido leer la mente como el pelirrojo leía el destino, habría entendido muchas cosas.
    Suichi miro la carta y sintió que se desmayaría, Hiro corría peligro y él no podía hacer mucho, se preguntó si había algo que hacer, dudaba que alguien pudiese en medio de todo aquel alboroto ayudarlo sin provocar un escándalo internacional, se llevó una mano a los cabellos antes de pensar rápidamente en un modo de salvar a su amigo y en el proceso mantener su reputación.
    Al darse cuenta de lo que Thoma tenía en la mano, corrió por la galería, para bajar a toda prisa la escalera y llegar adonde estaba él.
    —¡Deje eso inmediatamente —protestó- No tiene derecho a leerlo... ¡Es mío!
    Eiri en cambio le dio una furiosa expresión.
    —¡Así que eso es usted! ¡Un espía! —dijo lleno de ira— Un coleccionador de lodo, que escucha a través de las puertas para obtener información. ¿Qué periódico le paga por esta inmundicia? — su voz se elevaba a cada momento más.
    —Ninguno... no... es cierto —tartamudeó— Lo escribí... para mí... mismo.
    — ¿Y espera que crea eso? Se introdujo en mi casa sólo para tratar de descubrir cuanto sucio escándalo pudiera, y para explotar todos los murmullos que puedan lanzarse en mi contra y en la de mis amigos. ¡Qué audacia la suya!
    —No es... cierto... —protestó pero el rubio ya no le escuchaba, parecía perdido en su odio.
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    Era la historia de una familia, de un mundo en si mismo y la ilusa impresión de amar y ser amados.
    Yuki Eiri había renunciado al amor en un acto de cordura, Mika Seguchi podía apartar los ojos de la infidelidad de su esposo y Tatsuha solo quería ser dueño de su destino.
    Thoma estaba sorprendido por el cumulo de emociones causadas en el por aquel joven y grácil desconocido que había llegado a su vida, ignorando las advertencias de K.
    Edward K. Winchester por su parte admiraba la escenografía que se desarrollaba ante sus ojos, por supuesto no por ello planeaba meterse al palacio de su magestad.
    Suguru quería ser libre y estaba seguro que su plan era magnifico ¿Por qué tenía que aparecer así de repente un antiguo amante de su esposo? Ryuichi no había regresado a Japon para toparse con que la causa de su regreso estaba casado.
    Suichi era consciente de que mientras su primo buscara a aquel joven las cosas no irían bien y se preguntaba qué podía hacer.
    Hiroshi sentia que ya no podia más contra la violenta actitud de aquel extranjero que insistía en buscarlo y comenzaba a preguntarse como saldría del atolladero.
    Todos ellos estaban destinados a encontrarse, a vivir y a descubrir
    Pero ninguno de ellos buscaba lo que encontrarían al final

    Notas del fanfic:
    estudio de la situacion:
    la historia se desarrolla en un mundo muy parecido al nuestro con la leve e insignificante diferencia de que alí existen donceles, las reglas sociales impuestas a las mujeres caen con mayor fuerza sobre los donceles.
    ejemplo: si una mujer decide divorciarse, la gente la mirara levemente por encima del hombro, en el caso de un doncel, simplemente lo considerarían un sacrilegio.

    por tanto la historia no se desarrollara bajo los mismos conceptos de Gravitation, auque si lo hara con los personajes, habra personajes originales, también se advierte que estaba historia se desarrollara bajo la idea de la existencia de los donceles y se advierte posible existencia de M-preg pero no es seguro.

    así mismo NG Records sigue existiendo, pero Bad Luck no existe, Suichi es primo de Sakuma.


    Capítulo 1


    — ¿Qué diablos voy a hacer? —se dijo en voz alta Tatsuha Oeusegui y, como si quisiera calmar de algún modo su inquietud, tomó un leño y lo arrojó al fuego que ardía con intensidad.
    A pesar del fuego de la chimenea, la habitación estaba fría y llena de corrientes de aire. Podía escuchar cómo silbaba el viento y cómo golpeaba el granizo contra los cristales de las ventanas.
    « ¿Qué es lo que puedo hacer?», se preguntó de nuevo a punto de asirse por los cabellos.
    Llamaron a su puerta y, antes de que el mismo la abriera, apareció la corpulenta figura del posadero por la misma.
    — ¿Desea algo más señor? —murmuró el hombre de manera sencilla y dócil, no acostumbraba a tener clientes en aquella época del año y estaba sorprendido.
    Su cliente estuvo a punto de contestar que no necesitaba nada, pero cambió de opinión.
    —Tráigame otra botella de whisky-ordeno secamente.
    —Muy bien, señor, enseguida lo hare –inclino la cabeza antes de cerrar la puerta en silencio y obviamente desaparecer de la vista de su cliente.
    Ya a solas, el hombre se quedó mirando las llamas, pensando en que lo mejor sería emborracharse, aunque el único licor disponible fuera de mala calidad y sin duda alguna le daría un terrible dolor de cabeza al día siguiente pero no podría soportar una noche a solas con sus pensamientos.
    Caminó, inquieto, de un lado a otro de la habitación.
    Sus zapatos y su pesado abrigo estaban secándose abajo. Estaba en mangas de camisa y descalzo y sintió frío, volvió a toda prisa junto al fuego buscando calentarse, sus ojos se perdieron en las llamas de la chimenea.
    Se había perdido: en lugar de llegar a la aldea más cercana a la casa de campo de su hermana (y el marido de esta) se había visto obligado a refugiarse en esa rústica posada.
    Su caballo, regalo de su cuñado y su hermana por su cumpleaños, iba ya muy cansado y él mismo casi no podía ver a causa de la nieve y el granizo que azotaban su rostro, mientras cabalgaban por una región que le era, bastante, desconocida.
    Había salido aquella mañana a cabalgar, deseoso de salir del campo de visión de sus familiares y demás conocidos que su hermana se las había arreglado para llevar a su hogar, había pensado que cabalgar le sentaría bien y que le ayudaría a tranquilizar su mente.
    ¿Cómo podía haberse imaginado siquiera por un momento, se preguntaba una y otra vez, que Taki podía comportarse de aquella forma y colocarlo en una situación tan intolerable?
    Tatsuha estaba acostumbrado a ser muy solicitado tanto por mujeres como por donceles, sabía que era un buen partido, por no decir que la admiración publica, gracias a su fama como deportista, ganada en la universidad, sumada a su actual posición como líder del imperio empresarial Oeusegui s.a. (que había ocupado porque su hermano mayor se haba desentendido de los mismos), hacía que muchas mujeres y donceles lo consideraran un partido más que deseable.
    Heredero de una familia prestigiosa, conocida por su fuerte posición en el imperio del sol naciente, su estado financiero personal era perfecto, y cuando su padre muriera y por tanto el heredara seria gigantesco, además de ello era muy bien parecido dueño de un rostro atractivo y atrayentes ojos oscuros, sumados a un físico envidiable, no sorprendía que fuera tan deseado.
    Su inteligencia y osado optimismo, le habían hecho acreedor de una buena reputación en la marea social en la que se movía y se había mantenido lejos de los escándalos sociales a fin de mantener dicha buena reputación por su propio bien y el de su familia.
    « ¡Y ahora me cae esta bomba encima!», pensó furioso antes de golpear con fuerza la mesa de madera que estaba al lado suyo.
    Siempre había procurado actuar discretamente, jamás se había mostrado interesado por ninguna mujer soltera, o doncel ya vistos, su padre lo habría degollado, y sus idilios, todos muy discretos, habían sido siempre con mujeres, además de algunos donceles, casadas que no podían esperar que les ofreciera un anillo de bodas a cambio de sus favores.
    Hacía casi un año que Anthea Brooke, era su amante. Su marido pasaba la mayor parte del tiempo en la embajada y todos sus conocidos sabían que detestaba la vida social de su mujer.
    Anthea tenía una posición envidiable en la alta sociedad donde se movía y la familia de su marido era cercana a la misma reina de Inglaterra. Ella y Tatsuha podían verse en numerosas fiestas privadas a las que ambos eran invitados y acudían por separado.
    Y, siendo sinceros, ella había atraído bastante a Tatsuha: Anthea era menuda, rubia y graciosa, tenía una belleza extraña que el moreno admiraba.
    — ¡Eres preciosa! —le había dicho apenas unos días antes, con un tono de voz que le hacía irresistible— soy muy afortunado al poder tenerte entre mis brazos— había dicho apasionadamente cuando exactamente la tenía abrazada a él.
    —Bésame otra vez —había sido la apasionada respuesta de ella.
    Rodeándole con sus brazos, le había susurrado apasionadamente:
    — ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Oh, Tatsuha, no tienes idea de cuánto te amo! — había exclamado antes de arrastrarse ambos por la pasión, pero cuando empezaba a amanecer y manejaba su auto de vuelta a su casa, Tatsuha se preguntaba si Anthea tendría otro tema de conversación que no fuera el amor. Con frecuencia pensaba en ella recordando el vacío total de su cerebro.
    «Pero, ¿por qué voy a querer que sea inteligente?», se preguntaba cínicamente « ¡Espero demasiado!» y un pensamiento más sincero apareció en su mente «Además las mujeres inteligentes son peligrosas»
    Sin embargo, empezaba a sentir los primeros síntomas de aburrimiento. Siempre le sucedía lo mismo, las mujeres con las que mantenía relaciones amorosas, acababan hartándole: estaba deseoso de experimentar el peligro, de verse en la necesidad de salir de alguna situación arriesgada, su existencia resultaba demasiado fácil, quería saborear de nuevo la emoción de obtener una victoria.
    Hacía algunos años, había tenido la oportunidad de servir a su gobierno gracias a su dominio de varios idiomas y también en armas de fuego. En aquellas misiones se había visto envuelto en numerosas situaciones de peligro, pero siempre había salido victorioso, gracias a su rápida manera de actuar y a su completa falta de escrúpulos.
    Pero esos días habían pasado ya, cuando su hermano, Eiri Oesugui, había abandonado el manejo empresarial de la familia su padre lo había llamado a él para que ocupara los puestos que su hermano había dejado vacantes en las empresas, cuando el apenas había cumplido los 19 años, demás está decir que esperaba una actuación perfecta por parte de su vástago, y había tenido que abandonar sus aventuras por los negocios familiares.
    «Al menos ahora si se siente orgulloso de mi« pensó lleno de amargura.
    Y Ahora Tatsuha, con sus veintitrés años, podía decir que por lo que a Anthea Brooke se refería, empezaba a dejarle insatisfecho su relación con ella, aún más después que había recibido pocos días atrás, un mensaje suyo solicitando su presencia.
    Al llegar a su casa, notó señales de luto que lo alarmaron.
    — ¿Qué sucede, Anthea? —preguntó cuándo el mayordomo, Tanaka, cerró la puerta tras él y se quedaron solos- los dedos de ella oprimieron los suyos.
    — ¡Andrew ha muerto!
    — ¡Muerto! —exclamó él, completamente sorprendido, después de todo Andrew Brooke era joven aun, no tenía más de 40 años— ¿Cómo?
    —Murió de unas fiebres en Kioto, el doctor que lo atendió allí me llamo aunque me da pocos detalles.
    —Lo siento mucho —dijo él con suavidad— debe haber sido terrible para ti.
    — ¡Por supuesto! —Declaró ella recostando, graciosamente, su cabeza en el hombro de él añadió— ¿Comprendes lo que eso significa, Tatsuha? —preguntó en voz baja.
    Casi contra su voluntad, el joven la había rodeado en un abrazo.
    — ¿Qué significa? —preguntó, sintiéndose un poco tonto al hacerlo.
    — ¡Que ahora… soy libre! —murmuró Anthea.
    Logró, de algún modo, librarse de ella sin hacer promesas. Le dijo que debía ser muy circunspecta y llorar públicamente a su esposo muerto durante el año de rigor, antes de volver a casarse.
    En ese momento solo había estado seguro de una cosa: ¡No quería casarse con Anthea y no lo haría! no estaba dispuesto a pasar, el resto de sus días escuchando sus insulsos comentarios, sabiendo que su hermosa cabeza estaba vacía, se sentía inquieto por lo sucedido. Se reprochó haber permitido que su idilio pasajero se prolongara tanto tiempo y decidió irse de Tokio.
    Fue entonces que su hermana lo llamo.
    —Ven a Kanto con nosotros —le había propuesto Mika— ¿No quieres cazar patos? Thoma me ha dejado invitar a toda la familia y unos amigos a pasar las vacaciones con nosotros.
    Él había aceptado encantado la invitación, que le aseguraba tranquilidad y buena conversación a partes iguales, además de diversión: su hermana tenía bellísimas amistades, había sido una completa sorpresa para él, cuando llegó a la enorme casa, encontrar a Taki Usami en ella, como uno de los invitados del esposo de Mika, Seguchi Thoma.
    Taki y él habían pasado varias noches juntos, llenas de pasión, tres meses antes, cuando él había estado en América, poco después de ellas, Taki había salido de Estados Unidos en dirección a España y el de vuelta a Japón. Con todo no había esperado volver a verlo en un largo tiempo y cuando entró en el salón y lo vio, se había sentido muy satisfecho de volverlo a encontrar.
    Taki Usami era extremadamente hermoso, de piel clara y un rostro sereno como el de una Madonna, pero Tatsuha sabía muy bien que cualquier hombre que le atrajera podía encender en él voluptuosas pasiones.
    Viudo desde los veinte años, Taki Usami se había convertido en uno de los donceles más populares de la alta sociedad japonesa, y como sabia Tatsuha, había sido más que admirado en Hong Kong, donde un líder yakuza había llegado al punto de amenazar de muerte a sus hijos para que dejaran de cortejar al mismo doncel que el planeaba ponerles como sustituto de su difunta esposa, el asunto había quedado en nada al morir el hombre y hundirse sus sucesores en una guerra sin cuartel por el poder, hacía tres meses que Tatsuha había decidido conquistar a Taki, admirado de su reputación, y le resultó muy fácil.
    Pero, en algunos aspectos, Taki había sido diferente: Tatsuha nunca había conocido a nadie que respondiera tan ardientemente a su pasión y, mentiras aparte, había sido muy emocionante para él, sin embargo, Tatsuha se había dado cuenta de que Taki era tan peligroso como apasionado.
    Su segunda noche en el hogar de los Seguchi le iba a revelar hasta qué punto lo era.
    El doncel había bajado a cenar con un kimono de gasa amarillo que le daba una apariencia entre seductora y vagamente atrevida. Su cintura parecía muy pequeña en aquel traje y su escote era bajo educadamente revelador, se había puesto unos pendientes de zafiros que hacían juego con sus pulseras, él vio brillar el deseo en sus ojos, cuando cruzó la habitación para colocarse a su lado.
    Jugaron a las cartas después de la cena y Taki le dirigió leves miradas insinuantes durante el juego, no era difícil saber sus deseos y, al darse las buenas noches, sintió la presión de sus dedos y lo oyó murmurar:
    —La última puerta, al fondo del pasillo.
    No había ningún peligro de que los descubrieran: su hermana y su esposo, al igual que los otros invitados, dormían en un ala diferente de la casa.
    Taki lo estaba esperando, la única luz que había en la habitación procedía de dos grandes candelabros de plata que había a ambos lados de la cama, rodeada de cortinajes.
    Estaba recostado sobre las almohadas, con su largo cabello extendido cayendo sobre él, la transparencia de su camisón apenas disimulaba su desnudez.
    Extendió los brazos hacia él y no hubo necesidad de palabras.
    Sintió cómo el deseo y la pasión de Taki se le subían a la cabeza.
    «Estar con él es casi como emborracharse», pensó y en su caso, como en el de muchos otros hombres, era verdad, aquel doncel era como un horno encendido.
    El día después de aquello había sido magnifico, haba disfrutado de un paseo en lancha por el lago que estaba cerca de la mansión y luego jugado tenis con los demás miembros, menos su hermano Eiri que lucía como si lo hubieran obligado, a punta de pistola, a asistir a aquella reunión familiar.
    Era un buen jugador y había logrado junto a K, amigo de Thoma, que su equipo ganara.
    Volvieron al interior de la casa, cansados y hambrientos, aun así Taki le dirigió de nuevo miradas insinuantes y Tatsuha había sabido muy bien lo que esperaba de él.
    «Bueno, esta noche se llevará una desilusión», recordaba haber pensado «Estoy demasiado cansado»
    Era un cansancio agradable, pensó, mientras disfrutaba de una cena excelente y después de la cena se había sentado a conversar con Mika, mientras veía junto a ella como su cuñado, Thoma Seguchi, conversaba animadamente con algunos de los donceles del grupo, tuvo también cuidado de notar las miradas que había compartido el rubio con uno de los donceles en especial, le costó un tanto ubicarlo y sentía curiosidad de conocer la identidad del mismo. Cuando ella se retiró, decidió que él también iría a acostarse y fue entonces que cometió la primera de las tantas estupideces cometidas desde entonces: había ido a darle las buenas noches a Taki, este había apretado sus dedos contra los suyos y él, Tatsuha, de modo casi imperceptible, movió la cabeza negativamente.
    Después de eso se metió a la cama, amplia y cómoda, con una sensación de verdadero deleite, estaba ya casi dormido, cuando oyó que la puerta se abría, había requerido de todo su autocontrol para no sacar su bereta de debajo de su almohada, no había duda de quién estaba allí… Se percibía la fragancia exótica que le hacía pensar en el Oriente y un momento después un cuerpo tibio e insinuante se recostó junto a él.
    No había necesidad de palabras, Taki encendía el fuego en él sin dificultad.
    Mucho más tarde, cuando él se encontraba recostado ya sobre las almohadas, él le oyó decir:
    —Eres un hombre muy excitante, Tatsuha -ronroneo- ¿Cuándo nos podemos casar?
    Por un momento el moreno pensó que no había oído bien.
    —Debes saber —dijo el otro joven con suavidad, mientras Tatsuha se ponía rígido— que he decidido casarme contigo.
    Taki… Taki Usami… ¡se le estaba declarando! Y daba por hecho que Tatsuha se casaría con él.
    Taki, dueño del rostro hermoso y sereno. Taki, apasionado, exigente y feroz como un tigre salvaje. Taki, coqueto, ardiente, insinuante.
    Fue necesario todo su control sobre sí mismo para no gritarle que no.
    Taki no era el tipo de doncel que quería por esposo… aunque no estaba seguro de cuál era el tipo que deseaba, lo que sí sabía era que no tenía la menor intención de casarse con aquel doncel, no tenía intención de cargar el resto de su vida con esa tempestuosa, alocada y desenfrenada criatura.
    Como Taki percibiera su vacilación, se echó a reír.
    —Te deseo —dijo— Tú y yo podemos llevarnos muy bien.
    — ¡Lo dudo! —logró decir él—Además, Taki, yo no soy un hombre hecho para el matrimonio y soy muy joven aun.
    — ¡Pero te casarás conmigo! —contestó él y Tatsuha sintió la férrea determinación que había en sus palabras.
    — ¡No! —dijo él con ligereza, aunque internamente se había preocupado y mucho— Tú eres una criatura demasiado exótica y excitante para enjaularte ¡Sería un crimen contra la naturaleza confinarte a un insignificante marido!
    — ¡Tú jamás serás un marido insignificante! Yo adornaré tu vida Tatsuha, estaré a tu lado en todas esas importantes fiestas y… lo más importante: ¡te tendré siempre fascinado!
    ¡Era una especie de vampiro! No le importaba nada más que su deseo y no aceptaba de quienes lo admiraban nada que no fuera una pasión igual a la suya.
    —Creo, Taki, que éste no es el momento de discutir algo tan serio como el matrimonio —dijo— vuelve a tu dormitorio y hablaremos de ello en otra ocasión.
    —No hay necesidad de ello. Ya te he dicho que te quiero para mí. Cuando vuelvas a Tokio, puedes hablar con papá. ¡Estará encantado de tenerte como yerno!
    Tatsuha estaba seguro de que eso era verdad.
    El patriarca de los Aizawa hacía mucho tiempo que estaba muy preocupado por su hijo, por el escándalo que podía producir su irresponsable conducta si Taki se casara con alguien como Tatsuha Oeusegui pensaría que el cielo había escuchado sus oraciones.
    Tatsuha se sentó en la cama.
    —Vuelve a tu habitación, Taki —dijo con firmeza— no voy a discutir más contigo, pero debo decirte que no tengo deseo alguno de casarme.
    —Entonces —dijo Taki—, tendría que decirle la verdad a papá.
    — ¿Y crees que eso le sorprendería? —preguntó él sonriente.
    — ¿Y si yo le dijera que voy a tener un bebé?
    — ¡Un bebé! — la voz de Tatsuha vibró en la oscuridad— ¡No es cierto! ¡Y si lo fuera… no sería mío!
    —Todos los hombres son iguales —dijo— ¡Uno los puede asustar con mucha facilidad! —rió divertido.
    —¿No es cierto, verdad? —preguntó él ciertamente ansioso.
    —Por supuesto que no —contestó él otro acariciándose el cabello— ¡pero papá no lo dudaría si yo le dijera lo contrario! ¡Y le diría que fue el resultado de tres deliciosas noches que pasé contigo en América! —entonces se hizo un silencio y tras un par de minutos el moreno preguntó:
    —¿Me estás chantajeando, Taki?
    —¡Qué palabras tan horribles! — exclamó el doncel— no, mi querido Tatsuha, sólo te digo que aceptes de buen grado lo inevitable. ¡Te quiero!
    —¡Tú no sabes lo que significa la palabra amor! —había contestado él completamente molesto.
    —Entonces, lo que yo te ofrezco es un buen sustituto— se echó a reír— así que, mi amor —sonrió enlazando sus brazos alrededor de su cuello— cuando vuelvas a Tokio, después de que terminen estas absurdas fiestas con Seguchi, diré a papá que quieres hablar con él y podremos casarnos… ahora veamos… ¡en abril, tan pronto como sea posible!
    Taki se puso de pie y se dirigió hacia la puerta.
    — ¡Buenas noches, mi queridísimo Tatsuha… mi futuro esposo! —dijo y cuando desapareció a Tatsuha le pareció haber escuchado una risa.
    El moreno se quedó sentado largo rato, sin moverse, le parecía que había caído en una trampa de la que no podría escapar, sabía muy bien que Taki, una vez que tomaba una determinación era capaz de cualquier cosa para realizar su propósito.
    Si, como había amenazado, le decía a su padre que esperaba un hijo y que el padre se negaba a casarse con él, Aizawa sin duda alguna movería todas sus influencias, y bien sabía Dios que las influencias de Aizawa no eran pocas, sin duda se las arreglaría para provocarle duros problemas y, además, se encargaría de que ganase más enemigos de los que necesitaba… Por otro lado seguramente su padre esta vez sí que lo degollaría.
    Pero… casarse con Taki Usami, conociéndolo como él lo conocía, pensó, era como entrar descalzo y por su propia voluntad al infierno.
    ¡Cualquiera, hasta Anthea Brooke, sería preferible como esposa antes que Taki Aizawa!
    A la mañana siguiente, ordenó que se hiciera su equipaje y había presentado sus excusas a sus anfitriones explicando que se le habían presentado unos gigantescos imprevistos, Seguchi habían sido muy comprensivo, su hermana no tanto.
    Había mandado sus cosas a la aldea más cercana para tomar el tren o algo semejante de regreso a la capital y, como se encontraba aún muy molesto, decidió que haría parte del camino de regreso a caballo.
    —Tengo que ir a Tokio con urgencia —explicó a Thoma personalmente—me gustaría haberme quedado, al menos otro día, para seguir disfrutando tu hospitalidad; pero anoche recordé que tengo un compromiso muy importante.
    — ¿Con un hombre o con una mujer? —preguntó su cuñado sonriendo.
    — ¡Con un hombre, por supuesto! —había contestado él con una firmeza que hizo que Seguchi le mirara, sorprendido.
    Le hubiera sorprendido más saber que Tatsuha, mientras cabalgaba a toda prisa, iba maldiciendo mentalmente a todas las mujeres y donceles del mundo.
    Se sentía como un animal acorralado. Había cabalgado a todo galope, confiando en poder encontrar el camino a la aldea. (allí encontraría a alguien que devolviera el caballo a casa de su hermana)
    Y lo habría logrado de no haber sido por la tormenta de nieve y granizo que se desencadenó, no veía nada, intentó seguir adelante, hasta que comprendió que estaba perdido sin remedio y que era inútil tratar de encontrar el camino.
    Tuvo suerte al encontrar aquella modesta posada, llamada el dragón verde el posadero le informó de que estaba aún a nueve kilómetros de la aldea más cercana.
    La cena había sido mala, la habitación era fría y el joven sospechaba que la cama no estaba demasiado limpia sin embargo, estaba más preocupado por sus asuntos privados en esos momentos que por su comodidad.
    « ¡Dios santo! ¿Qué voy a hacer?», se preguntó, después de que el posadero le trajo una botella de Whisky y se retiró.
    Se dejó caer en un sillón, frente al fuego, sin tocar la bebida. Se preguntó con desesperación si debía irse al extranjero; pero comprendió que el irse solo le causaría más problemas, el padre de Taki, como todo buen japonés honrador de un inflexible código de honor le perseguiría hasta la muerte.
    Cerró los ojos y oyó que se abría la puerta, no volvió la cabeza, porque supuso que era de nuevo el posadero, pero cuando oyó que la puerta se cerraba con mucha suavidad y escuchó el suave rumor de una tela que el automáticamente reconoció como seda, se volvió asombrado y vio que era un joven el que había entrado en su cuarto.
    Era de mediana estatura; tenía nieve sobre su traje de montar y estaba completamente empapado, Tatsuha se quedó mirándole y el desconocido se quedó de pie, mirándolo, luego con una vocecita suave y asustada hablo:
    — ¿Podría usted ocultarme? Por favor, ayúdeme a ocultarme- parecía a punto de echarse a llorar y una segunda mirada hizo sospechar al moreno que se trataba de un doncel.
    — ¿Qué es lo que quiere usted? —preguntó Tatsuha, levantándose.
    —Me he fugado —contestó él, con una voz absurdamente bella— y vienen tras de mí, no tengo mucho tiempo, comprenderán… que me he refugiado aquí, mi caballo no podía seguir adelante.
    Tatsuha se dirigió hacia él, era joven, mucho más joven de lo que había supuesto a primera vista.
    — ¿De quién huye? —preguntó—. ¿Se ha fugado de la escuela?
    —No, por supuesto que no –aseguro rápidamente el muchacho negando con las manos- huyo del hombre que se considera mi tutor.
    — ¡Su tutor! —repitió el moreno sorprendido aunque también con más dudas que al principio, miró su rostro y comprendió que estaba realmente asustado además su traje estaba salpicado de lodo y su rostro parecía estar helado.
    —Acérquese al fuego —sugirió él.
    —No, no me atrevo- el jovencito estaba quieto aun apoyado contra la puerta — estará aquí en cualquier momento… registrará toda la posada… y si me obliga a volver con él… me pegará otra vez- en esta ocasión realmente parecía a punto de echarse a llorar.
    — ¿Le golpea? —preguntó Tatsuha sorprendido, aunque no lo veía en su totalidad, le parecía que debía ser realmente atractivo a la luz del día, no podía entender que razones tendría una persona para golpear a una criatura semejante.
    —Sí, me ha golpeado para obligarme a hacer lo que él quiere —dijo con un sollozo que le hizo parecer muy convincente.
    Inesperadamente, se quitó su chaqueta de montar y se volvió de espaldas a él, bajo el traje llevaba una prenda blanca, con el escote de la espalda muy bajo y en su piel desnuda había profundos verdugones que se entrecruzaban: estaban amoratados y sangrantes, además de que bajo la tela blanca había manchas de sangre coagulada.
    — ¡Santo cielo! —Exclamó Tatsuha— ¿Quién pudo hacerle eso?
    —El hombre de quien le hablo.
    Volvió a ponerse la chaqueta y se escucharon entonces voces abajo.
    — ¡Ya está aquí! — dijo en un murmullo—. Sabía que no tardaría… podía oírlos detrás de mí.
    — ¿Dónde está su caballo? —preguntó.
    —Lo tengo escondido en el cobertizo. Tal vez no lo encuentren esta noche —contestó el jovencito.
    Las voces se escuchaban más fuertes ahora, seguidas del ruido de pisadas subiendo la escalera.
    — ¡Ya viene…! ¡Ya… viene! —exclamo en un tono muy bajo y asustado.
    Tatsuha nunca en su vida había visto el terror en el rostro de un doncel, su familia era bastante respetable y él era un amante de la belleza jamás habría lastimado a una mujer o doncel, aquello era ciertamente nuevo.
    — ¡Lo ocultaré! Aunque si nos descubren, tendremos serios problemas —decidió rápidamente.
    — ¿Me meto en ese guardarropa? —preguntó el joven señalando el mismo, Tatsuha estaba a punto de consentir pero pensó que era un lugar demasiado evidente.
    — ¡Tras la cortina de la ventana —ordenó— y no se mueva! — exclamo en voz baja mientras el muchacho cruzó la habitación al tiempo Tatsuha iba al guardarropa y quitaba la llave de él para después volver junto a la chimenea, puso la llave en la mesa, junto a la botella de licor, llenó su vaso y se sentó.
    Entonces llamaron a la puerta.
    — ¡Adelante! — exclamo y la puerta se abrió.
    — ¿Qué demonios quiere? —preguntó, con la voz de un hombre bebido.
    —Perdone señor, hay un caballero aquí que quiere hablar con usted.
    —Dígale que es muy tarde. Ya me voy a acostar- elevo un tanto la voz con expresión molesta.
    —Perdón por mi intromisión —dijo una voz, empujando a un lado al posadero, un hombre entró en la habitación.
    Era alto, moreno y habría sido bien parecido de no estar sus ojos demasiado juntos, tenía una expresión dura en su boca.
    Llevaba todavía el sombrero puesto, pero, al ver a Tatsuha, se lo quitó con lentitud.
    — ¿Qué quieres? —preguntó Tatsuha, haciendo gala de unas dotes de actor que no sabía que tenía: se balanceaba en la silla, con el vaso en la mano negligentemente.
    —Perdone, joven —contestó el hombre—soy Akihito Uzumaki el posadero me ha dicho que acaba usted de llegar.
    — ¿Y eso qué tiene que ver con usted? —preguntó irritado el pelinegro.
    —Quisiera preguntarle dos cosas… primero, si en su viaje hasta aquí no ha visto a un muchacho a caballo; segundo, si no ha entrado él aquí, desde que llegó usted.
    —No sé de lo que habla usted —contesto Tatsuha— Estoy cansado y quiero acostarme. Si eso le satisface, le diré que no he visto a nadie— termino de hablar sin embargo Uzumaki había visto la llave en la mesa, junto al whisky.
    —Si no le molesta, me gustaría mirar qué hay en el guardarropa, veo que la llave está aquí.
    — ¿El guardarropa? — preguntó Tatsuha, continuando en su papel de hombre bebido— ¡Oh, sí! No hay nada ahí, se lo aseguro, yo mismo lo revisé porque los ladrones suelen esconderse en lugares así.
    —Me gustaría asegurarme yo mismo.
    —Le digo que no hay nadie —rugió el pelinegro— ¿Duda de mi palabra?
    —No, por supuesto —dijo el mayor de los dos tratando de ser agradable.
    Hubo un momento de silencio. Entonces Oeusegui dijo:
    — ¿Le gusta apostar? — él otro pareció sorprendido y él continuó diciendo— Le apuesto cinco… no, diez dólares a que no hay nada de lo que busca en ese guardarropa.
    Uzumaki titubeó y después miró la llave.
    —Acepto la apuesta —dijo con voz cortante.
    Tatsuha sacó unos billetes de su bolsillo y los arrojó a la mesa, con poco entusiasmo, Uzumaki sacó de su cartera dos billetes de cinco dólares y los puso en la mesa cogió la llave nerviosamente, cruzó la habitación y abrió la puerta del guardarropa donde miró hacia el interior.
    —No hay nada, como ve —rió Tatsuha—pierde la apuesta, señor, y ahora, buenas noches.
    Pero el hombre miró a su alrededor y sus ojos se detuvieron en los pesados cortinajes de las ventanas, dio un paso hacia ellas, pero Tatsuha dijo:
    — ¿No ha oído usted? ¡He dicho que se largue!- grito él mientras empuñaba ahora una pistola— ¡Estoy harto de usted y de sus impertinencias! —dijo con voz de borracho—. ¡Lárguese ahora mismo si no quiere que le pegue un tiro!
    —Creo que es usted demasiado ofensivo —dijo Uzumaki, pero su voz era ya vacilante.
    — ¡Salga de aquí! —Repitió colérico — No permito que nadie se meta en la habitación que he pagado y me acuse de mentiroso.
    El hombre retrocedió hacia la puerta.
    —¡Váyase! ¡Largo de aquí! —repitió con voz de un borracho que ha perdido la paciencia.
    Se lanzó hacia Akihito Uzumaki, que salió de la habitación cerrando la puerta tras él.
    Tatsuha cerró con llave ruidosamente y corrió el cerrojo.
    —¡Vaya impertinencia! —dijo con un tono alto para que se oyera fuera.
    Volvió la mirada y vio que el joven salía de detrás de las cortinas, se llevó un dedo a los labios, indicándole silencio.
    Ambos esperaron sin hablar, hasta que oyeron las fuertes pisadas del "tutor" del muchacho que bajaba la escalera de madera.
    Casi sin aliento, temblando de manera visible, él dijo:
    —Gracias… ¿cómo podré… agradecérselo nunca? ¡Me ha… salvado!
  3. .
    -claro- conteste parpadeando un poco, me había quedado un tanto prendado cuando me había mirado a los ojos, y el que hubiese cortado aquella unión de miradas me había turbado, le sonrei antes de subirme al auto y abrochar el cinturon, "si tan solo me hubiera mirado un poco más" que tontería, sacudí la cabeza cogi el celular, edite el perfil silencio y luego le mire de nuevo, era atractivo, no que no lo supiera, pero su perfil era hermoso y sus ojos tenían un brillo diferente, quizas porque había sido criado en una cultura diferente a la mía, pero tenia... ese aire exotico que suelen tener los orientales, era atractivo en un sentido un tanto diferente al que yo estaba acostumbrado.

    de repente me sentí ahogado y de nuevo, como antes aquella turbación regreso ¿porque pensaba así? era verdad que antes había considerado a otras personas atractivas, hombres y mujeres, y que mi interes había estado allí, pero mi corazón latía de manera extraña y aquella corriente que a veces corria por mi cuerpo desde que le conocía, cuando pensaba en él.
    eso me había obligado a demorar mi llamada y lo sabía, en cualquier otra situación no habría sido tan dificil.
    me permiti por un segundo ser sincero: me gustaba... pero... le tenia miedo.
    mi sonrisa titubeo un poco y le pregunte.
    -¿Alguna recomendación especial?
  4. .
    no me diras que de nueo busca venganza *se cae*
    y ciel, ciel, aparecio! *-*
    claude en toda tu cara....
  5. .
    *le d aun paro cardiaco*
    que bueno que las cosas terminaron tan bien, no puedo decir mas *-*
  6. .
    jaja veré que se puede hacer. :)

    Capitulo segundo

    La vergüenza es un sentimiento común, común para el mundo, incluso los más expertos miembros de la nobleza lo sentían alguna vez en sus vidas de cuando en cuando pero definitivamente no era un sentimiento que Alois mereciese sentir y sin embargo se veía en la penosa situación de sentirlo en toda su fuerza, la sonrisa le temblaba un poco en los labios mientras el vizconde Druitt le sonreía de manera encantadora y la música de los violines se escuchaba en el ambiente.
    −me veo en la obligación de insistir, mi hermoso azulejo de las montañas.
    − ¿azulejo?- repitió confundido el rubio al tiempo que la sonrisa terminaba por desaparecer en un gesto de curiosidad innata y le miraba con aquellos profundos ojos azules.
    −Oh si –la voz emocionada del vizconde sin duda habría alterado a cualquier otra criatura de la misma edad que el joven blondo, pero en el caso de Alois había provocado más miedo del que fuera correcto expresar, aun mas cuando aquel hombre, que por cierto era primo lejano suyo, le elevo el mentón−hablo de usted, es tan bello como los azulejos de las montañas y por supuesto, espero que menos esquivo – las mejillas de Alois se encendieron furiosamente ante aquellas palabras.
    −Me temo que se llevara una sorpresa desagradable− comento serenamente una voz detrás del vizconde, el rubio menor sintió que se desmayaría en cualquier momento, el vizconde se había vuelto con una sonrisa serena y cortes al recién aparecido marqués de Michaelis y este ultimo tenía también una sonrisa encantadora adornando su rostro− personalmente considero imposible atrapar un azulejo ¿sabe? Yo compararía a Alois con un abadejo ¿sabe? Posee una maravillosa voz–le sonrió mientras extendía una mano hacia su joven prometido – Alois, mi adorado, te buscaba, no entiendo tu fascinación por desaparecer – le sonrió con su mejor tono amable.
    −lo lamento –se disculpo enseguida, sintiendo aun las mejillas arder y con la sensación de haber cometido una estupidez, su prometido acababa de encontrarlo cuando otro hombre le expresaba sus… eh… ¿atenciones?, levantó la mirada hacia el marques buscando en aquello ojos una muestra de su, quizás, molestia- no deseaba molestar…
    -no me molestas –sonrió este llevándose la mano atrapada a los labios con galantería antes de volver a mirar a Druitt - Aleister –lo llamo por su nombre de pila causando que ambos rubios lo miraran con ansiedad, aunque claro uno lo ocultaba mejor que el otro – un placer haberte visto, te doy las gracias por cuidar de mi prometido –el tono del marqués era elegante cortes y educado , algo que Alois apreciaba profundamente, quizás por ello, instintivamente busco la protección del mismo abrazándose a uno de sus brazos con delicadeza, Michaelis le dirigió con una sonrisa – debes estar cansado Alois, permíteme llevarte hacia el salón, estarás mas cómodo allí –dijo suavemente llevándose al joven de allí, una vez se hubieron alejado lo suficiente del vizconde Michaelis volvió a hablar – Creo Alois que notas la estupidez de tu conducta – el joven blondo miro de inmediato al marques – no comprendo que razón puedes tener para aceptar las indecorosas atenciones de ese hombre sabiendo que tu prometido esta en la misma fiesta y más aun, el modo en que me verías a actuar si alguien más lo hubiese notado –los labios del más joven temblaron un poco, el tono del marqués era por otro lado duro, desmintiendo la expresión cortes de su rostro, Alois podía jurar que si se atrevía a mirarlo a los ojos, notaria que estos eran dos brasas ardientes.
    -lo… lo lamento señoría, os aseguro que no tenía ni idea, no creí que las…. Atenciones de mi primo pudiesen ser de mal gusto – su voz salió como un murmullo, Sebastián le miro de lado, notando que el doncel era sincero, al menos en ese punto y sonrió acariciando con delicadeza sus cabellos.
    − No te ocupes, intentare enseñarte al respecto, es culpa mia también el haberte dejado solo, más aun, que al fin me permiten llevarte a un lugar, sin que tu tía nos examine con lupa –comentó suavemente, consciente de que Trancy era hasta cierto punto un muchacho sensible y sin duda debido a la vida protegida que le había dado su padre un tanto ignorante de lo que socialmente podría considerarse correcto- Pero debes notar, Alois, que eres mucho más bello que el común de los debutantes – “y que por otro lado nadie se interesara en que tengas un cerebro magnifico” pensó cínicamente por dentro- y sin duda habrá hombres que quieran regalarte con sus atenciones aunque sepan que estas comprometido, es tu deber saber mantenerlos a raya, no puedo arriesgarme a tener que batirme en un duelo antes de casarnos y por supuesto preferiría no tener que hacerlo una vez lo hayamos hecho –termino al tiempo que le ofrecía una copa de limonada – debes estar sediento.
    —Gr…gracias –Alois recibió la copa de limonada con gesto turbado, la sonrisa había terminado de desaparecer de su rostro para mostrar una expresión afectada —lamento causarte molestias —murmuro sin elevar la mirada — pero soy muy ignorante de algunos temas y resulta difícil saber qué cosas serian muy mal vistas.
    —eso quiere decir que otros hombres te han hablado como lo ha hecho lord Chamber ¿no es así? — la voz del marqués le interrumpió en medio de su explicación, en aquel momento ya se habían alejado un tanto del resto de invitados y no corrían el riesgo de ser escuchados por oídos indiscretos.
    — ¡No! ¡Por supuesto que no! — se apresuro a contestar el más joven sintiendo una vez más las mejillas arder por la vergüenza- padre jamás habría aprobado algo semejante, pero… —en ese instante el joven se detuvo titubeante, como buscando las palabras indicadas para explicarse— pero… había otras personas que solían … alagarme y padre comento en una ocasión que debía saber que cumplidos aceptar y cuales rechazar, de todas formas en casa de mi padre jamás me habían hablado así, ni en ningún otro lugar —explico suavemente— así que no sabía como se supone que se debe de rechazar ciertos… cumplidos —termino de explicarse con las mejillas ardientes y los ojos ansiosos mirándolo como esperando que Michaelis se sintiera defraudado.
    —Comprendo –asintió el mayor con serenidad mientras ocultaba astutamente la sonrisa que se formaba en sus labios— no te sientas mal — le susurro suavemente, con palabras que se sentían como la misma seda — me alegra que confíes en mi para decirme eso, te prometo v en ese momento el rubio elevo la mirada hacia él con curiosidad y Sebastián acaricio su mejilla izquierda con delicadeza, por un segundo maldijo lo guantes que llevaba que le impedía tocar realmente al más joven, sentía al tacto aquella piel que el imaginaba suave y lisa, cálida y serena — que me ocupare de ello… solo confía en mí –al fin sus miradas se cruzaron, azul y carmín, Alois, con la mirada brillante y los labios rojos entreabiertos, Sebastián con la sonrisa jovial perdiéndose y un deseo conocido naciéndole en las entrañas.
    —Lo hago — contesto el más joven — lo único que quiero es no decepcionarte — aseguró.
    —Nunca lo harías — determino el otro, parpadeando y alejando su mirada del rostro del más joven en dirección a donde los invitados se arremolinaban para conversar — regresemos — su tono era el que se usaba para proponer, pero Alois siempre traducía aquel tono por una orden, jamás se habría atrevido a renegar de ello, conocedor de que … había algo extraño en el hombre que se convertiría en su esposo, Michaelis le ofreció su brazo y el rubio se apresuro a enlazar el suyo al de su prometido con una gracia demasiado estudiada que el de ojos carmín ignoro mientras caminaba de vuelta ala fiesta de té, hablaría con Aleister, por supuesto que lo haría.
    Ambos volvieron a internarse entre los demás invitados, el marqués deseaba hablar una vez más con la encantadora Baronesa Barnett, una mujer dueña de un hermoso (teatral) cabello rojo, que Sebastián admiraba personalmente, aunque si debía ser sincero consideraba escandaloso el hecho de que una dama se vistiera tan a menudo de color rojo, sin embargo se vieron abordados casi inmediatamente por una jovencita que el apenas conocía.
    — ¡Alois! Al fin te encuentro —la jovencita era dueña de una sonrisa preciosa y, al parecer fácil, además de brillantes ojos verdes, Sebastián solo tuvo que observar su vestido blanco para comprender que era una debutante— oh — la jovencita, al parecer, había caído recién en la cuenta de su existencia — perdone mi lord , ¿puedo llevarme a Alois un momento? — pregunto con una encantadora sonrisa y una mirada de cachorrito apaleado que le gano casi inmediatamente, una sonrisa de parte del marqués, una sonrisa maravillosa, del tipo que conquista un corazón por segundo, la rubia criatura se sonrojo ligeramente.
    —Si pone en mi conocimiento su nombre, quizás lo permita — propuso ligeramente, mirándola a los ojos y deleitándose , internamente por supuesto, por la muda respuesta que aquel cuerpo mostraba, , era tan joven.
    —Elizabeth Essel Cordilia— contesto suavemente—soy la hija del Marqués de Middleford — explico mientras el sonrojo desaparecía de sus mejillas y asumía una actitud elegante y correcta— puedo preguntar el suyo ¿ — la sonrisa era hermosa y Sebastián a su pesar se vio ligeramente atraído por ella, Elisabeth no era ni mucho menos tan hermosa como Alois, per poseía una sonrisa preciosa, del tipo que la gente califica como sinceras, cosa que su rubio prometido no poseía, porque sus sonrisas jamás llegaban a los ojos, quizás por eso, el estaba dispuesto a escuchar su petición.
    —Perdone mi descortesía — se disculpo mientras realizaba una inclinación superficial y cogía la enguantada mano de la jovencita — Sebastián Michaelis, marqués de Michaelis para serviros, my lady — deposito un galante beso en aquel dorso de la mano y sonrió antes de pararse cuan alto era y asentir aceptando la petición de la muchacha — por supuesto, mi lady, puede secuestrar a Alois un tiempo, solo si promete devolvérmelo antes de que termine la fiesta — la miraba a los ojos y su rubio prometido hacia verdaderos esfuerzos para no escandalizarse por lo que sus ojos veían.
    —Se lo prometo — aseguro animadamente la jovencita, antes de coger la mano izquierda del joven referido y echarse a correr arrastrándolo, casi, consigo.
    Por unos segundos Sebastián se quedo quieto donde estaba, con la sonrisa atrapada en los labios y la extraña sensación de que había hallado algo realmente interesante, antes de ponerse a buscar, una vez más, a la anfitriona de la fiesta de té, aun cuando apenas había tenido unas conversaciones con aquella mujer, Sebastián debía aceptar que era hermosa y más aun, como todo hombre deseaba triunfar donde otros, muy a pesar de la coquetería de la dama, habían fracasado.
    La fidelidad de angelina Barnett a su marido era casi legendaria sobre todo por su actitud alegre y casi irreverente.
  7. .
    gracias por el permiso!!!!
    por cierto*extendiendo documento* por favor firma donde dice que firmes.... *sonrisita* quiero una defensa legal, por si acaso...
    jajaj
    no te preocupes, quizás mañana tenga un nuevo cap *sonrisita*
  8. .
    que?!
    que?!
    que?!!!
    como lo dejas ahi!!!???!!!
    a mi me da algo, a mi me da algo
    me va a dar , me da... *se cae*

    ok, la historia es buena, la trama es, mil veces, atrayente
    quiero saber que pasa
    claude, claude.. *negando con la cabeza* tu no aprendes... si tuvieses sentido comun, arias las cosas como la gente normal...no has escuchado acerca de conquistar a la gente?
  9. .
    oh vamos,si no le hace daño, al menos al principio, no es claude... ;-;, pero lo intentare, te aseguro que si lo lastima demasiado ... matare a claude... (pero, algo me dice que quizas meta la pata -o quizas lo haga sebastian -)))
    con todo que bueno que la historia te guste.
  10. .
    wiii, me alegra que sea de vuestro agrado... que emoción <3
    jaja, si, ya era hora... aunque no se como voy a controlar a claude sin hacerlo muy occ
  11. .
    estoy intentando actualizarla, pero la pagina no me deja ;-;

    ¡Hola!
    Si lo sé, demore medio siglo en actualizar, pero la vida es complicada, la historia en si la tengo aun en mi cabeza, pero en este ultimo año creo haber madurado un poco (un poquito) como escritora, así que algunas cosas cambiaran… aun así espero ser capaz de escribir para ustedes una historia entretenida n-n
    Me gustaría que la primera entrega que tuvieron de la historia la tomaran como un prologo y esta entrega como el primer capítulo. Gracias y disculpen las molestias.

    Capítulo Primero

    La primera vez que el marqués de Michaelis vio a Alois Trancy no estaba de humor para ver a nadie, había asistido a la fiesta de té de Lady Rousell por mera cordialidad y planeaba abandonarla a la menor oportunidad, cuando escucho la combinación perfecta entre el canto y la música y miro en dirección a la causa de sus dudas, entonces había visto la viva expresión de belleza inglesa, Alois Trancy, aunque entonces no sabía que se llamaba así, solo podía ser calificado como tal, con aquella piel casi translucida, sus ojos azules y aquellos cabellos rubios atados en una cola y sin embargo dejando escapar mechones que enmarcaran grácilmente su rostro, Sebastián había tenido que recurrir a todo su autocontrol para no lanzarse a cortejarlo, y por tanto violar una tonelada de normas de buena conducta, ahí mismo.

    Sin embargo todo su autocontrol le había ganado la ayuda de lady Rousell que describió a Alois “como un sueño de verano” y le dio todas sus referencias, aunque también le advirtió que sería difícil que lograra que el joven se casara con él, siendo tan joven y también tan amado, el joven marques había contestado con una sonrisa clara que aquello no importaba y que lograría casarse con Alois aunque tuviese que arrastrarse delante de su señoría el conde Trancy.

    No fue necesario llegar tan lejos. (Solo fueron necesarias unas cuantas trampas)

    Sus razones por otro lado no fueron ni tanto tan románticas como las que lady Rousell imaginaba, de hecho se habría casado con la primera debutante que se le hubiera puesto en frente de no ser porque había visto a Trancy y había perdido, un poco , el norte.

    Sin poderlo evitar confesaba que aquella primera vez había sido algo muy semejante al amor a primera vista, pero no era tal, estaba completamente seguro de ello, pero eso no impedía que el anhelara conseguir su belleza a como diera lugar.
    Pero la búsqueda de futuro consorte había venido de algunos días antes de conocer a tan hermosa joya, cuando se encontraba con una “amiga intima”


    Flash Back

    —Tengo algo muy importante que decirte— Lady Lyford había hablado con una entonación que había provocado que él, que daba los últimos toques al nudo de su corbata, le prestara atención.
    Estaba mirándose en el espejo y al ladear un poco la cabeza pudo ver a la condesa, recostada sobre las almohadas del lecho, con el cuerpo desnudo tan bello e iridiscente como una perla.
    Al contemplar su rubia cabellera caída sobre sus blancos hombros, el marqués había pensado que sin duda era la mujer más hermosa que hubiera cortejado, y también la más apasionada.
    — ¿Qué es? — le preguntó, sin demasiado interés, aunque cuidándose de no demostrarlo.
    —Debes casarte, Sebastián.

    El marqués se quedó tenso e inmóvil, después se volvió para decir divertido:
    —No me parece el momento más apropiado para hablar de ataduras sagradas.
    —Hablo en serio, Sebastián- el tono de ella tenía un tinte de reproche- y sí es el momento apropiado.
    — ¿Sugieres que nos casemos? – había preguntado dándose media vuelta para verla directamente.
    — ¡No, por supuesto que no! –exclamo ella levantándose un tanto de las sabanas para mirarlo —Aunque te aseguro que sería lo que más me agradaría. Pero George nunca me daría el divorcio. Jamás ha habido un escándalo en la familia Lyford.
    — ¿Entonces qué te preocupa?- pregunto él elevando una ceja.

    No cabía duda de que estaba preocupada. Fruncía el entrecejo, lo que alteraba la perfección del óvalo de su rostro, y sus ojos azules estaban oscurecidos por la inquietud.
    — ¡La reina se ha enterado de lo nuestro! — exclamo al fin con perfecto dramatismo.
    — ¡Es imposible! — contesto él, pensando enseguida que no lo era tanto, la reina Victoria era…
    —Como bien sabes, no existe nada imposible para la reina— “una perfecta metiche” —Siempre hay alguna vieja envidiosa, tal vez familiar tuya o de George, que le murmura al oído informes plenos de veneno.
    — ¿Qué te hace suponer que Su Majestad sospecha? – pregunto mirándola ahora y acercándose a ella.

    —Me lo insinuó— el marqués se sentó en el borde de la cama que acababa de abandonar. La condesa se irguió un poco, aunque lo único que cubría su desnudez era la larga, rubia y sedosa cabellera parecía, pensó el duque, el sol al amanecer, pero en ese momento su belleza le resultaba indiferente. Trataba de concentrarse en lo que acababa de decirle—fue anoche, en el baile —explicó la condesa—cuando terminó la pieza y nos separamos, la reina me llamó. Sonreía y me senté a su lado, pensando que estaba de buen humor-hizo una pausa y agregó—debí recordar que cuando sonríe es mucho más peligrosa.
    —Continúa —ordenó él con voz un tanto dura mientras pensaba rápidamente.
    A pesar de que aún no se había puesto la chaqueta, estaba muy elegante con una fina camisa bordada con su monograma, el alto cuello blanco y la corbata gris.

    Poseía una figura atlética, de hombros anchos y esbeltas caderas. La marquesa lo miró, la arruga desapareció de su frente y, sin poder contenerse, extendió una mano hacia él. Pero Michaelis la ignoró.
    —Prosigue, deseo saber qué te dijo Su Majestad –recordaba haber dicho aquello con un tono de mando inadecuado para una dama como ella.
    —Con ese ingenio que encubre su maquiavélico cerebro, dijo: “Creo, condesa, que debemos encontrarle esposa al Marqués de Michaelis.”
    “¿Una esposa, Su Majestad?”, le pregunté.
    “Ya es tiempo de que se case”, continuó diciendo la reina. “Los marqueses solteros y apuestos siempre resultan una mala influencia.”

    La marquesa hizo un gesto con las manos.

    —Como comprenderás, Sebastián, en ese momento estaba demasiado sorprendida como para responder. La intención de la reina era inconfundible. Entonces agregó: “Debe usar su influencia, condesa y, por supuesto, tacto. Son dos cualidades que admiro mucho y siempre busco en mis damas de compañía.”

    Permanecieron en silencio hasta que, un momento después, ella añadió:

    — ¡Sabes cuánto deseo ocupar ese puesto junto a la reina! Les daría una lección a mis arrogantes y criticonas cuñadas, que siempre me han visto con menosprecio y no ocultan su disgusto ante el hecho de que George se haya casado con alguien joven y sin importancia.

    — ¡Tu presencia daría vida y esplendor a Windsor! —comentó él con cinismo.

    —Y al Palacio de Buckingham. Olvidas que la reina viene a Londres con más frecuencia que antes.

    — ¿Y crees que, en ese caso, podríamos seguir viéndonos?

    —Una vez casado tú, sí. De otra manera, no. La reina encontraría la forma de impedirlo, estoy segura. Y también sé que no me aceptará a su lado si no estás casado o al menos comprometido.
    Sebastián se puso de pie, se dirigió hacia la ventana y miró los árboles de la plaza que había afuera.

    — ¡Así que yo debo sacrificarme!

    —Tendrás que casarte algún día, Sebastián-señalo ella- debes tener un heredero.

    —Lo sé, pero no hay prisa.

    —Yo creo que, con todas tus aventuras, es tiempo de que sientes cabeza.

    — ¿Crees que lo haría? — preguntó con una nota de divertido cinismo en la voz.

    — ¡No puedo perderte, Sebastián! —Exclamó la condesa — ¡Jamás amé a nadie como te amo a ti! Sabes bien que me excitas como ningún otro hombre.

    — ¡Y muchos lo han intentado!- exclamo él a su vez mirándola con ojo crítico.

    —Yo era muy desdichada. A George sólo le interesan las urnas griegas, la historia antigua y los grandes maestros italianos – “oh, estoy seguro que si, sobre todo los vivos”

    La condesa hizo una pausa antes de agregar con voz apasionada:

    —Deseo vivir el presente. Ni el pasado ni el futuro me importan. Sólo deseo que me ames y podamos estar juntos, como ahora.

    —Pensé que habíamos sido muy discretos.

    — ¿Cómo lograrlo en Londres? —Preguntó ella — La servidumbre habla, la gente observa los carruajes que llegan y, por si eso fuera poco, están todas esas mujeres que te miran con ojos hambrientos y me detestan porque ya no te interesas en ellas.

    —Me halagas, Clarice- se burlo él.

    —Sabes que es verdad. Si yo he tenido algunos amantes, no significan nada comparados con la legión de mujeres a quienes dejaste con el corazón roto.

    Él había lanzado una ligera exclamación de disgusto y volvió al espejo para terminar de arreglar su corbata y ella se dio cuenta de que estaba molesto y recordó que siempre le disgustaban las referencias a sus numerosos amoríos, pero estaba tan segura de él que se dijo que nada podía afectar el salvaje embeleso que los unía, nunca había tenido un amante más apasionado o ardiente y estaba decidida, a pesar de la reina y de todas las dificultades que se viera obligada a vencer, a no renunciar a él.

    —Escucha, Sebastián, tengo la solución perfecta para el problema.

    —Si te refieres a alguna tonta jovencita, no me interesa.

    — ¡por lo que más quieras, sé sensato! Tarde o temprano deberás casarte y yo no puedo perder la oportunidad de convertirme en dama de compañía de la reina. Eso me otorgará la respetabilidad que jamás he tenido.

    —No me sorprenderá si al cabo descubres que es como una piedra de molino atada a tu cuello.

    —Todo será más sencillo — suplicó la marquesa— Podremos vernos no sólo en Londres sino también en el campo.

    — ¿Por qué lo dices?

    —Porque hasta ahora ha sido difícil que me visites en mi casa de campo o que yo vaya al Parque Doncaster. Pero cuando estés casado y yo sea amiga de tu consorte, tendremos miles de pretextos.

    — ¿Realmente crees que una esposa te aceptaría como su amiga?- pregunto él ligeramente escandalizado ante la idea que su esposa y su amante fueran amigas.

    — ¡Por supuesto que lo hará! En especial el consorte que te he elegido— y esa había sido en realidad la gota que había colmado el vaso.

    Sebastian se había dado vuelta vuelta y exclamó:

    — ¡Esto es demasiado, Clarice! Si crees que voy a permitir que elijas a mi futura “consorte” —hizo las comillas para darse más énfasis — estás muy equivocada, además los donceles…

    —No seas tonto, Sebastián. Sabes bien que jamás estás en contacto con ninguna jovencita o doncel. ¿Cómo podrías hacerlo en tu club, aquí en Newmarket, Epson o Ascot, o en tu coto de caza de Leicestershire?

    —Reconozco que hay pocas debutantes en tales lugares— acepto con una sonrisa.

    —Entonces debes dejarlo en mis manos, además querido esta mas comprobado que los donceles pueden ser mucho más dóciles que una jovencita –ella elevo un dedo en el aire moviéndolo como si tratara con un niño¬— No sólo puedo proporcionarte un consorte complaciente, dócil y de buena cuna, sino también esos acres de tierra que siempre has deseado en el extremo del Parque Doncaster.

    — ¿Te refieres a la tierra de Trancy?

    — ¡Exacto! Si te casas con Alois Trancy podrás pedir como dote ese terreno que su padre posee contiguo al tuyo.

    — ¡Vaya, Clarice, me presentas un plan completo! Pero ni siquiera conozco a ese joven. Vamos, incluso ignoraba que existiera — había sonreído pero la miraba con cierta ansiedad velada en sus ojos.

    —Pero siempre has codiciado ese terreno que, como dijiste, te permitiría construir una pista de carreras para ejercitar tus caballos.

    El marqués no podía negar que era verdad.

    Siempre le había molestado saber que el Conde de Trancy, su vecino en Hertfordshire, poseía un terreno que en otra época había sido parte de la propiedad de su familia, pero que su abuelo perdió en un juego de naipes.

    Como si se diera cuenta de la ventaja que tenía en la discusión, la condesa prosiguió:

    —Como sabes, el conde está atravesando por una situación política muy difícil después del último escándalo que su hijo mayor ha protagonizado y estoy segura de que no se negara a tener un yerno importante… y rico. Alois Trancy es un sueño, todos lo dicen, aunque muy joven. De hecho, si no lo comparas conmigo, en realidad es una belleza.

    —Por ese comentario imagino que es un rubio de ojos azules.

    —En efecto. Ideal para ti, querido, tú sabes perfectamente que las y los rubios siempre lucen mejor las joyas que aquellos de cabello oscuro— entonces había lanzado un suspiro—mi amor, sabes lo mucho que me dolerá ver a otro a tu lado, luciendo los diamantes Michaelis, que son mucho mejores que las joyas que posee George- gimoteo un poco y luego apretó los labios antes de agregar—Pero, mi vida, comprende que ninguno de los dos está en condiciones de enfrentarse a un escándalo, aun cuando estuvieras dispuesto a fugarte conmigo; cosa que dudo.

    — ¿Si te lo pidiera, aceptarías? — había preguntado mas por curiosidad que porque en realidad planeara proponérselo.

    La condesa, sin embargo, reflexionó un instante y luego confesó:

    —Me lo he preguntado con frecuencia y, para ser sincera, creo que no. No soportaría vivir en el extranjero, rechazada por todos los que me conocen. Tú sí. Los hombres siempre pueden hacerlo. Es la mujer la que sufre en estos casos.

    Él sabía que lo que decía era cierto.

    —Muy bien, Clarice, has sido muy persuasiva. Pero, por supuesto, necesito tiempo para pensar.

    —No hay tiempo. Los dos sabemos que existe una vacante para dama de compañía y que, con seguridad, una decena de viejas ambiciosas intrigan sin cesar para que las elijan a ellas, a sus hijas o a sus sobrinas... pero no a mí.

    — ¿Sugieres que tome una decisión inmediata sobre algo tan importante?

    —Si me amas no titubearás. Sería una agonía inexpresable tener que decirnos adiós. No creo poder soportarlo- había contestado ella a prisa mirándolo con sus bonitos ojos oscuros llenos de pasión y anhelo.

    —Podríamos seguir como hasta ahora —sugirió el marqués.

    — ¿Crees que la reina no se enteraría? ¿Cómo podríamos reunirnos sabiendo que nos espían y que todo lo que hagamos o digamos puede llegar a los oídos de la Vieja Araña que teje su tela en Windsor?

    —Te prometo pensarlo seriamente.

    Tomó su chaqueta y se la puso.Cuando ella lo miró, la blancura de su piel hacía resaltar el azul de sus ojos.

    — ¿Te importo?

    —Sabes que sí. Pero el amor es una cosa, Clarice, y el matrimonio, otra.

    —Es el amor lo que cuenta- Sebastian le tomó una mano y se la llevó a los labios.
    —Gracias, Clarice, por hacerme tan feliz- ella cerró sus dedos sobre los de él y lo empujó contra sí.

    —Adiós, mi maravilloso y magnífico amado —susurró. Levantó sus labios hacia él.

    El duque trató de resistirse, pero era demasiado tarde.Sus labios apasionados lo mantuvieron cautivo y el fuego que estaba tan cerca de la superficie surgió en él para unirse al de ella.El marqués tuvo la sensación de que no sólo se rendía ante el violento deseo de la condesa, sino también ante la pérdida de su libertad.

    Pero en ese instante eso carecía de importancia.

    Fin del Flash Back

    Tampoco había tenido importancia después de haber visto a Alois Trancy en la fiesta de té donde inteligentemente la condesa se había asegurado que el marqués conociera a aquella joya, lo que no había planeado, era que el marqués se sintiera tan encantado por aquel joven que la abandonara a ella y a sus otras amantes de manera casi definitiva.

    — ¿No piensa así Michaelis? –la voz del conde Phantomhive lo saco de sus pensamientos, logrando formular una sonrisa clásica antes de contestar con voz serena.

    — Por supuesto- le había devuelto la mirada sin demasiada fuerza, conocía a Phantomhive de mirada, pero hasta aquella fiesta apenas había cruzado dos palabras con aquel hombre.

    —Me imagino que siente ansiedad porque la boda se haga lo más pronto posible, mi actitud fue semejante cuando me case – sonrió comprensivo, Sebastián sonreía también mientras recordaba algunos ruidos no tan santos de hacia tres semanas en un invernadero, podía jurar que quien estaba con Vincent, no era precisamente Rachel Phantomhive.
    —Ciertamente lo espero con ansias, ahora, si me disculpan, creo que he vuelto a perder de vista a mi prometido –su voz salió jovial y alegre, antes de abandonar la compañía de aquel grupo para buscar a Alois.


    Notas Finales: solo me queda decir que ojala os haya gustado la continuación.

    aclaracion: gracias por los reviens, no saben cuanto los amo y si ... Alois la va a tener un poco dificil con sus... admiradores?
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    SPOILER (click to view)
    perdón perdón perdón por la tardanza, perdí mis contraseñas *se echa a llorar*


    camine tras Mizuki siguiendo su paso hasta su auto y tomando atención a sus palabras -Shinjuku Gyoen -sonreí un poco y asentí levemente -bueno, he leído un poco del lugar -comente- sin duda sera interesante -le sonreí de lado llegando hasta el auto, siendo sincero amaba todo lo que fuera la naturaleza, ayudaba bastante con la inspiración, ademas de que recordaba que había pintado hacia un par de años un cuadro con respecto a ese lugar, expuesto en "Gabriel di cannavaro around the wold" aunque no lo había visto nunca en persona "pesimo nombre" - siempre lo describen como "magnifico, maravilloso y tradicional" -le mire a los ojos -¿es así?
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    asentí saliendo de la casa y cerrándola tras mio, llevaba lo indispensable encima y si necesitaba algo, confiaba en que el lugar al que iríamos tuviese alguna tienda cerca.

    -si, vamos- mi voz salio animada mientras me paraba a su lado, podía sonar absurdo, de hecho lo hacia a mis oídos, pero quería que nos retiráramos pronto, antes de que alguien de la casa, mi prima por ejemplo, nos viera, April no tenia mucho tacto a la hora de hablar - por cierto -le mire con cierta curiosidad -¿a donde iremos? -pregunte con la sonrisa en los labios y cierto anhelo por conocer el lugar al que iríamos- no he podido hacer turismo desde que llegue -le explique con un suspiro -así que... -sonreí- estoy ansioso -termine tranquilamente.
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    cogí la billetera, mi celular, mi cámara digital y salí de mi habitación en dirección a la sala, la noche anterior me había excusado con lady alessa por mi ausencia en el encuentro con aquel potentado alemán y su amante japonesa y ella habia aceptado de manera serena, auqnue eso no quitaba de mi cabeza que ella quera cortarme la cabeza por no comunicárselo antes, me acomode en la sala tomando un te para pasar el rato y observaba el reloj con cierta frecuencia, no era que estuviera ansioso, solo estaba intrigado y nada mas, cuando vi que el reloj tocaba las once exactas, hice un mohin con los labios y entonces oi al mismo tiempo el timbre tocas, me pare del sillón y casi sin arme cuenta apure el paso hasta la puerta, quise reírme un poco por mi actitud, que supuse se debía a que deseaba realmente conocer el lugar que el quería fotografiar, mi curiosidad siempre había sido grande y adelante a Alonso... un "yo me encargo Alonso, despreocúpate" salio de mi boca y lo adelante llegando a la puerta y abriéndola con rapidez mientras mi mente me decía que estaba siendo absurdo...

    - hola mizuki -le sonreí al observar su rostro, sin la pintura podía distinguir dos cosas : que tenia unos ojos magníficos como ya había notado antes y ... que con el rostro limpio y sin manchas de pintura era realmente atractivo -¿ya es hora? -pregunte con una sonrisa amable... "brillante angelo, como si no lo supieras" , tengo que hacer que mi mente deje de ser tan sarcastica.
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    SPOILER (click to view)
    cre que mejor pasamos al día siguiente ....


    eras las ocho de la mañana y yo estaba tomando mi desayuno en la cocina, aprovechando que aquel día mis tíos estarían dormidos hasta las diez, le estaba dándole vuelta al hecho de la salida que tendria aquel dia y a la posibilidad de poder hacer un boceto de aquel joven un dia de estos, si es que no era hoy mismo, cuando una voz interrumpió del derrotero e mis pensamientos.

    -¿te encuentras bien? - la voz de mi prima me saco dmis cavilaciones, se encontraba frente mio mirandome mientras comía un sanwich de queso, levante la mirada y la observe, mirándola de pies a cabeza me preguntaba que le ocurría a ella, habíamos llegado hacia apenas unos días y ya había volado por una tonelada de tiendas de ropa y a decir verdad yo no había tenido nada en contra de las modas hasta entonces, pero ver como cambiaba los zapatos planos y los de tacón por aquellas plataformas era digno de considerarse un crimen contra el buen gusto.
    -¿planeas recibir a los invitados de mis tíos así? -pregunte acidamente, ella se miro, aparte de las plataformas, el vestido, de estilo casual, no tenia lio alguno, era atractivo.
    -si, ¿algún problema? -ella elevo una ceja observa dome a mi, fruncí los labios.
    -te ves horrible... -señale las plataformas negras- y definitivamente causaras un apocalipsis, que tendré que soportar, cuando mi tia te vea con esas cosas - termine con tono burlon dejando mi sanwich a un lado y mirandola- vamos ....cambiate... con algo de mejor gusto, debes haber comprado algo mas...
    -a donde iras -cambio ella el tema repentinamente, la mire confundido - no me mires así, solo te levantas temprano cuando -elevo un dedo en el aire - quieres tomar fotos del amanecer o alguna escena especifica o quieres terminar de pintar o -elevo otro dedo -cuando has quedado con alguien para ir a quien sabe que lugares y me inclino por esa posibilidad ya que no haremos ningún viaje ¿a quien vas a romperle el corazón? -su mirada era curiosa, me eche a reir.
    -no voy a romperle el corazón a nadie, April, de verdad, tienes que abandonar esos libros de romance -sonrei de lado mirandola - y quitarte esas plataformas -señale de vuelta.
    -tu tienes algo en contra de mi ropa -se quejo sentándose en uno de los bancos y observando la taza , que en silencio, habia dejado la doncella frente suyo "te puro" adivine, April lo tomaba siempre que queria empezar una dieta diferente, ella le dio vueltas a la taza.

    -me cambiare luego, la cita es a las diez u once todavía hay tiempo -sonrio y se tomo el contenido de la taza- entonces... con quien saldras?

    -con un conocido -me miro con un ceja alzada - no te preocupes, no creo que pase nada malo, parece ser batsante agradable, el otro día me ayudo y luego lo llame, planea salir a hacer unas fotos a un lado y me ofreció acompañarle.. no tengo nada mas que hacer
    -y la cita? moriré de aburrimiento -elevo las manos en el aire.
    -sobrevivirás sin mi -sonreí para terminar el café de mi taza, ella se quedo en silencio.
    -y a ¿donde iran?- mi sonrisa se mantuvo...
    -no lo se....
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