JUNJOU FUTURE (USAMI X MISAKI) Actualizado: 24/07/18

Capítulo 13: Cuando tratamos de descubrir lo mejor que hay en los demás, descubrimos lo mejor de nosotros mismos. (William Arthur Ward)


El volver a Tokyo en tren era la única manera de regresar. El coche de Usagi-san había quedado destrozado. Lo que seguro que lo entristecía, no todo el mundo pierde un ferrari así como así, bueno… Usagi-san sí. En su lugar, mientras volvían a casa, el padre de las dos criaturas que se gestaban en su interior comentaba que lo más sensato sería comprar un coche familiar, resistente y seguro.
Misaki casi no se lo podía creer, su alegría se desbordaba, no podía soltar el brazo de Usagi-san, ya no sentía vergüenza ante las miradas furtivas que se dirigían a ellos por parte de algunos pasajeros de tren. Miradas de todo tipo de personas, menos de Aikawa, que no paraba de teclear mensajes en su móvil con la vista fija en la pantalla y una tímida sonrisa. ¿Sería por aquel enfermero que había conocido en Osaka?
En cuando a Manami y Takahiro, se alegraron mucho de su reconciliación, sin embargo Takahiro seguía sospechando algo. Antes de que cogiesen el tren Misaki, Usagi-san y Aikawa fueron a comer a su casa para despedirse y entonces Takahiro encontró el momento para hablar con su hermano.
-Hermano ¿Qué pasa?- Le preguntó Misaki al predecir una situación que no le iba a gustar nada.
-Verás Misaki, no es que no confíe en Akihiko, es que…
-No confías en él.-Sentenció Misaki.
-¡No es eso!-Le contradijo su hermano.
-¡Por favor Takahiro! Estamos en el cuarto de baño, con la puerta cerrada. Es como aquellas veces, de pequeños, que me prevenías de los matones del colegio.-Recordó Misaki.
Takahiro se pasó una mano por el pelo y respiró hondo.
-Mira, con todo lo que ha pasado, hasta que no os vea con los bebés y de forma estable, no me quedaré tranquilo.
Misaki abrazó a su hermano, se preocupaba por él y eso le emocionaba. Sabía que pasara lo que pasase siempre podría contar con Takahiro. Él le correspondió a su abrazo, podía notar la fina curva que describía el vientre de Misaki y eso aumentaba más su preocupación. Un bebé es una gran carga, dos es una carga inmensa.

Cuando el tren llegó a la estación de Tokyo, Misaki estaba medio dormido, no tenía ganas de caminar, así que se apoyaba en el brazo de Usagi-san, a quien parecía no molestarle. A la mañana siguiente tendría que ir a la editorial y explicar su situación. No se sentía con ánimos, no sabía exactamente como se tomarían aquella realidad. El “asunto” de los embarazos masculinos sería, para los ultra conservadores, un desafío y una violación de la naturaleza. Podría soportar las críticas y las miradas de asco, pero no el quedarse sin trabajo. Iba a ser padre, sí, pero también quería crecer profesionalmente y tener un futuro laboral.
Aikawa se despidió de aquellos dulces enamorados al subirse a un taxi diferente al de ellos. Su “viaje” a Osaka había sido un tanto movidito, pero parecía tener su recompensa. Kazuki Aoi, divertido, dulce, guapo, con su sonrisa perfecta. Era perfecto.
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¿Habían cambiado de despertador? No, era el sonido de agua cayendo en el baño. Usagi-san se despertó a las siete y media de la mañana, era la segunda vez que oía ese sonido en solo una noche. Tras unos instantes de silencio, Misaki salió del baño con una mano en su vientre.
-¿Qué tal estás?-Le preguntó Usagi-san.
-Un poco mareado, pero bien. ¿Te he despertado?
Misaki se tumbó en la cama al lado de Usagi-san, por fin volvían a estar juntos en aquel lugar. Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que habían estado así.
-No importa, dentro de media hora tengo que levantarme.-Le respondió él.-Pero hasta entonces…
Usagi-san se incorporó sobre la cama, apoyando todo su peso en un brazo, mientras que con su mano libre alzó el rostro de Misaki y le besó en los labios. El leve roce entre ellos dos, desencadenaba una reacción casi eléctrica. La mano libre de Usagi-san se desplazó hacía las caderas de Misaki. Usagi pasó de estar a su lado a estar encima de él.
No podían parar de besarse, en cierto modo, a Misaki le parecía que todo aquello era un sueño y si apartaba sus labios de los de él, todo acabaría. Sus manos rodearon el cuerpo de Usagi-san aferrándose a su musculosa espalda. Como siempre Usagi-san tan solo dormía con su ropa interior, mientras que Misaki había optado por sus calzoncillos y una camiseta ancha, para dormir más cómodo.
En un movimiento furtivo, Usagi-san se deshizo de la ropa interior de Misaki. El beso se trasladó poco a poco desde los labios del joven, por su cuello, bajando por su torso, deteniéndose unos instantes en su vientre y finalmente en su miembro.
¿Cuánto tiempo había pasado sin aquello? Misaki recordó como se quejaba de aquella actitud de Usagi-san, pero en ese mismo instante no lo cambiaría por nada del mundo.
Puede que fuera por la euforia del reencuentro o simplemente por el romanticismo que se respiraba en aquella habitación, el que Misaki no pudiera resistirse a llegar al clímax.
Al mirar a los ojos de Usagi-san, tan llenos de deseo por él y sólo por él, tuvo la sensación de que no quería separarse jamás de él. Quería pasar junto a él el resto de su vida. En un instante, la ropa interior de Usagi-san cayó al suelo. Los besos se sucedían cada vez más y más. Misaki notaba como ardía su piel por dentro y también el ardor de Usagi-san. Éste le levantó las piernas, acercándose lentamente a él mientras se introducía en el interior de Misaki. Aguantó el malestar, que apenas duró unos instantes. Allí estaban, sus miradas eran una, sus cuerpos eran uno, los latidos de sus corazones marcaban un ritmo perfecto. Y entre todo aquello dos pequeñas vidas que serían lo más apreciado para ellos.
Ni siquiera se dieron cuenta de las tres veces que sonó el despertador. ¿A quién le importaba? Aquél, era su momento.
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Debido a su “imprevisto” de aquella mañana, Misaki llegó media hora tarde a la editorial. A pesar de lo feliz que se sentía por la reintegración de su vida sentimental, tenía miedo de que aquella fuera la última vez que pisara la editorial. En la puerta le esperaba Aikawa dispuesta a defenderle para que conservase su puesto. Iba a ser una mañana movidita. Afortunadamente, Misaki era la pareja oficial de Usami Akihiko el gran escritor japonés, lo que le daba una gran ventaja.
Una vez en el despacho del directos de la editorial, Misaki no sabía que decir, no tenía palabras para expresar todo aquello, pero sobretodo tenía miedo.
El director era un hombre, serio y decidido, no aceptaba ningún cambio de fecha, ni permitía a nadie salirse de las normas. Sobre su mesa yacía un ejemplar de la neva novela de Usagi-san, parecía que ya sabía algo.
-Señor Takahashi, han llegado a mis oídos una serie de rumores sobre usted.-Comenzó aquel hombre.-Rumores que le vinculan con un gran escritor y que afirman la posible existencia de una familia en camino.
Misaki no podía levantar la vista más allá de sus zapatos, notó la mano de Aikawa san en su espalda intentando darle el valor necesario para aquello. Levantó la vista y trató de sonar lo más serio posible.
-Sí señor, los rumores que usted afirma haber escuchado son ciertos. Usami Akihiko es mi pareja y estoy embarazado.
Realmente había sonado muy convencido y seguiría sonándolo de no ser por el silencio que precedió al sonido se sus palabras. La mirada del director no se desviaba de sus ojos y era algo que francamente, le incomodaba. No podía esperar ¿Iba a perder su trabajo?
-Bueno y cuánto necesitas ¿dos meses, tres?
La contestación de aquel hombre desconcertó un tanto a Misaki.
-¿Perdón?
-¡Sí, Claro! Cuando salgas de cuentas ¿Cuánto tiempo necesitarás? Pero trabajaras hasta entonces ¿no?- Prosiguió el director como si no pasara nada.
-Claro señor, será un honor.-Respondió Misaki, no podía crérselo.
Aikawa no podía estar más sonriente.

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Usagi-san estaba sentado en el sofá frente al ordenador, cigarrillo en mano, organizaba sus visitas a las librerías de la ciudad para la publicación de su libro. Se recostó sobre el sofá, miró el cigarrillo, tenía que dejar de fumar. Apagó el cigarrillo en el cenicero y respiró hondo, aún tenía que llamar a su padre y decirle que renunciaba a todo asunto relacionado con su empresa en New York, que era feliz, que sus amenazas ya no funcionaban y tenía especial interés en prometerle que iba a ser mejor padre de lo que él había sido nunca.
Entonces sonó el timbre de la puerta. ¿Misaki? Puede que las cosas no hubieran ido bien en la editorial, imposible él tenía llaves. Se levantó y caminó hacia la puerta, puede que fuera Aikawa, no ella también tenía llaves.
Abrió y se encontró con la última persona en el mundo en la que podría haber pensado.
-¿Qué haces aquí?- Le preguntó él.
-¿Esa es forma de hablar a tu madre?