IN11: Caperucito Rojo [FudouxKidou]

Jirou sonreía de oreja a oreja a Akio con la mano tendida para que se la estrechara. El Lobo lo miró con sorpresa y luego también él relajó su musculatura facial y le dedicó una tenebrosa sonrisa.
-Un placer, Jirou –contestó apretando la mano morena del chico.
-¡Akio! –gritó Yuuto sintiéndose traicionado-. ¡Eres un vendido!
El apelado se giró con expresión inocente y se encogió de hombros.
-La información es poder.
Koujirou soltó una nueva carcajada que hizo dar un pequeño respingo al Lobo.
-¡Me caes bien, chaval! Me llamo Koujirou Genda y yo no solo sé un montón de secretos de Yuuto sino que también tengo fotos comprometedoras.
El chico rodeó a Akio con un brazo haciendo que este se sintiera incómodo e intentara zafarse y que Yuuto comenzara a despotricar sobre lo mal amigos que eran.
Akio observó atentamente a los dos chicos durante la comida, los había imaginado diferentes… con otro tipo de relación con Yuuto. El chico de las rastras era muy sobón con él, aprovechando cualquier oportunidad para tocarle las orejas o abrazarle, cogerle de la mano o tirarle de los mofletes. Y sin embargo, excepto una palmada de Koujirou en la espalda de su amigo que le cortó la respiración, no había habido más contacto físico entre ellos, mientras que en el poco rato que llevaba en casa Yuuto ya le había tocado a él varias veces. También observó que entre Jirou y Koujirou había bastante más contacto que con Yuuto, y en un par de ocasiones los pilló dándose patadas por debajo de la mesa para señalar a Yuuto y meterse con él con algún comentario, casi como si se leyeran la mente el uno al otro.
El Lobo estaba confuso, y aliviado, lo cual aún lo confundía más. No entendía la diferencia de comportamiento entre unos y otros, ¿acaso dependía del grado de amistad y cuánto más amigo menos se tocaban? Aunque entonces, las reacciones de los otros dos no tendrían sentido… ¿A qué se debía entonces?
Tampoco le apetecía pensarlo mucho durante la comida, la cocinera se había superado a sí misma y estaba todo tan rico que todos sobrepasaron sus límites y al finalizar acabaron tirados en el sofá, demasiado llenos como para moverse.
Jirou se había sentado en una esquina y Koujirou se había recostado sobre sus muslos a pesar de las quejas del chico de pelo blanco que se había sonrojado. Akio miró a Yuuto con desconfianza, preguntándose sí él también haría lo mismo con él, que ocupaba la otra esquina.
Sin embargo, Yuuto bajó las persianas para dejar la sala a oscuras y encendió el televisor.
-¿Qué película vemos? –preguntó mirando entre las que tenía grabadas.
-¡Drácula! –exclamó Jirou inmediatamente.
-Esa mejor para la noche –replicó Koujirou.
Yuutó pasó por la lista de opciones del videoclub para su uso privado y acabaron viendo una película del oeste llamada “El bueno, el feo y el malo”. Yuuto volvió al sofá y se sentó entre Koujirou que ocupaba la mayor parte del mismo y el Lobo, que intentaba alejarse lo máximo posible de los demás, con un suspiro el anfitrión se acomodó, recostando la cabeza en el hombro de Akio que se dio cuenta de que iba a ser una película muy larga.
No obstante, la película le encantó y cuando acabó era el único que permanecía despierto, ya que los otros tres se habían dormido en diferentes momentos de la película, Koujirou había sido el primero y sus ronquidos acompañaban la música sublime que salía por los altavoces y los envolvía por completo. El siguiente fue Jirou, quien había visto tantas veces la película que se sabía los diálogos de memoria. Por último cayó Yuuto, colocándose mejor sobre el hombro de Akio y con la boca levemente abierta uniendo su fuerte respiración a los ronquidos y disparos.
El Lobo giró la cabeza, perplejo, ¿cómo podían despreciar así una película tan grande? No se atrevía a moverse porque despertaría a Yuuto, así que hizo lo único que podía hacer, se apoyó en la cabeza de su amigo y cerró los ojos, sintiendo el movimiento del cráneo de este a cada respiración, sin ser realmente consciente buscó la mano del dueño de la casa y reposó la suya encima.
Cuando abrieron los ojos de nuevo ya era bien pasada la tarde, fuera la noche había tendido su negro manto sobre el bosque y los animales nocturnos comenzaban a despertar.
-¿Qué hora es? –preguntó Jirou frotándose los ojos aturdido.
Yuuto miró su reloj de muñeca y lanzó un gruñido, tenía el cuello entumecido.
-Las 8 y media.
Los demás protestaron del rato perdido, solo Jirou supo verle el lado bueno.
-Así estaremos más despiertos por la noche para el maratón de películas de miedo.
Koujirou sufrió un escalofrío, odiaba los maratones de películas de miedo… Principalmente porque duraban mucho rato y le daba miedo ir al baño solo, pero nadie quería acompañarle ni parar la película, ¡maldita vejiga enana!
-¿Nos damos un baño todos juntos antes de cenar? –preguntó Yuuto decidido a no perder más tiempo.

Antes de poder incluso quejarse, Akio estaba prácticamente desnudo en el baño con los otros tres chicos que se lavaban sin vergüenza alguna.
Luego se metieron a la bañera como un mismo hombre, parecían saberse los movimientos de los demás y se ajustaban a ellos como un reloj suizo a la hora exacta, el Lobo se sumergió hasta solo dejar la nariz por encima de la superficie del agua y la espuma abundante que habían producido Jirou y Koujirou al echar todo el bote de jabón en vez de la cantidad que indicaba.
-¡Qué bien se siente uno así! –exclamó Koujirou sentándose en el fondo y estirándose por completo para relajar su cuerpo.
-Que envidia me das, Yuuto, mi bañera es tan pequeña que no puedo ni estirar las piernas cuando me meto –suspiró Jirou aprovechando al máximo el espacio que ocupaba.
Yuuto se rio divertido.
-Tampoco correrás riesgo de morir ahogado.
Akio se alejó un poco de los tres chicos, mientras los miraba pensativo, no se sentía como uno de ellos aunque tampoco que sobrase, nunca había tenido amigos a excepción de Yuuto. Cuando sus padres vivían recordaba relacionarse con otros niños como él, para empezar no eran vagabundos errantes, sino que vivían en un pequeño pueblo no muy lejos de aquel bosque, únicamente habitado por gente como ellos que se abastecían solos. Tampoco es que fuera muy cercano a ninguno de ellos, a todos les daba miedo Akio por su carácter inestable y su afición a mandar. Aunque gracias a eso seguía vivo… Si una noche de primavera no se hubiera enfadado con sus padres… Si no hubiera ido al bosque a darle patadas a los árboles… Quizá, solo quizá, hubiera sufrido el mismo destino que ellos…
Había empezado a tronar en la lejanía, aunque las frondosas copas de los árboles no le permitían ver los rayos que cruzaban el cielo oscuro de la noche en un agonizante suspiro. Gruesas gotas caían de las amenazadoras nubes que se camuflaban en la oscuridad. Akio tenía las manos ensangrentadas, las rodillas llenas de heridas, los pies cansados y los ojos rojos de llorar. No era raro en él esas pataletas que le hacían acudir al bosque a gritar y golpear árboles para sacar su furia hasta lastimarse, pero simplemente no entendía por qué esos estúpidos niños tenían que decirle que daba miedo, ¡miedo! Él solo quería jugar con ellos, pero le irritaba mucho que sus congéneres fueran tan lentos para entender las cosas que les contaba, se suponía que eran mucho más inteligentes que los humanos. ¿Por qué entonces tenían que ser unos analfabetos todos? Le sabía tan malo que sus padres le negaran una educación… Por eso aquella noche había salido a descargar su ira. Si supieran a qué se enfrentaban podrían dejar de tener miedo de esos humanos que les hacían vivir en un pueblucho miserable escondido de la mano de Dios. La lluvia arreciaba, Akio miró tristemente el cielo, ¿por qué caía agua del cielo?, ¿por qué nadie le explicaba nada?. Sus padres le decían que cuando caía el agua del cielo tenía que regresar a casa, que era peligroso quedarse fuera… ¿por qué? Que su tío había muerto en una riada… que a alguien le había fulminado una luz mortal. Akio no quería volver, sin embargo, después de varias horas vagando por el bosque encaminó sus pasos hacia su casa… No miraba por donde andaba, tal vez por eso no se dio cuenta de que algo andaba mal hasta que tropezó con algo. Akio lanzó una maldición y se giró para ver con qué había chocado, la visión del cuerpo ensangrentado de uno de los padres de sus compañeros le heló la sangre por completo, tenía la cara desfigurada y los ojos en blanco, presentaba señales de agresión por todo el cuerpo y le faltaban trozos de carne en unos extraños agujeros que atravesaban su cuerpo.
El terror se apoderó de él y sin poder gritar por la parálisis de sus cuerdas vocales salió disparado hacia su casa, llamando a gritos en su cabeza a sus padres intentando ignorar los cadáveres que yacían por el corto camino.
La puerta estaba abierta, no era buena señal, todo estaba a oscuras pero olía a sangre, un olor fuerte y nauseabundo que mareaba al pequeño Lobo que entró invadido por el pánico y temblando como una hoja en una noche de viento. No había nadie, solo sangre… En el suelo relucía un objeto que Akio reconoció, era el colmillo que su madre siempre llevaba colgado al cuello. Lo recogió y salió, buscando por todo el pueblo, no estaban, no aparecían, no quedaba nadie. Pero faltaba mucha gente, todos los niños, ¿dónde estaban?. Nadie respondió a sus llamadas y aquella noche atronadora la recordaba por el olor a sangre y pólvora, aunque no fue hasta mucho después que conoció que era la pólvora y que había pasado con la gente del pueblo, al encontrarse a una anciana que también había sobrevivido milagrosamente, “Se los han llevado chico… los han Cazado, si no han muerto ya poco tiempo aguantarán en cautividad…”. Ella duró poco tiempo también, y Akio quedó solo con 5 años, mudándose al bosque donde estaba a refugio por si algún día volvían, vengaría a su gente.
-¿Akio? –llamó Yuuto tocando el brazo del Lobo que parecía haber ido muy lejos, la mano del Lobo se había entrelazado con la suya de repente y temblaba violentamente.
Este salió de sus recuerdos y miró al humano, sin darse cuenta de en sus ojos se reflejaba el horror que había revivido.

-¿Seguro que estás bien? –preguntó Yuuto persiguiendo a Akio que empezaba a cansarse de responder siempre lo mismo.
-Sí, déjame en paz.
Jirou y Koujirou se vestían tranquilamente dispuestos a una buena cena y a la ronda de películas de miedo, sin querer meterse entre ellos pues no tenían confianza para que el Lobo les contara nada, y estaban seguros que prefería que ellos ignoraran lo que ocurría.
La mesa estaba ya preparada cuando salieron del baño y enseguida les sirvieron. El Lobo miró la comida encima de la mesa y frunció el cejo, esa cocinera… ya podría cocinar todos los días igual.
-Hoy es un día especial –rio Yuuto al ver su expresión, cosa que no le fue difícil ya que no le quitaba ojo de encima desde el baño en el que Akio casi se había desvanecido en el agua, o eso decía él, el Lobo aseguraba que solo estaba meditando.
-Si comieseis todos los días así no podríais salir por la puerta al segundo día –comentó Jirou llenándose un plato.
-Lo mejor de la cena siempre es el postre –se relamió Koujirou recordando otras ocasiones en las que había ido a casa de su amigo-. Yo creo que me dejaré bastante hueco.
Los cuatro chicos cenaron envueltos en una alegre conversación dirigida por Jirou y Koujirou que querían alejar el mal rollo de Akio y que giró en torno a los años de prescolar de Yuuto, cuando vestido de mariquita había tenido que bailar en una actuación para los padres.
-Se puso tan nervioso que se hizo pis encima–rio Jirou.
Yuuto le miró enrojeciendo y con cara de asesino en serie.
-Eso aún le puso más nervioso y tuvieron que sacarlo entre sus padres y varias profesoras porque tenía un berrinche impresionante.
Akio sonrió divertido, los niños podían ser un auténtico dolor en el culo.
-¿No podéis hablar de otras cosas mientras cenamos? –gruñó Yuuto molesto y avergonzado, no quería que Akio se enterara de esas cosas, ¿qué pensaría de él? Ya no era ningún meón.
-Cuando yo conocí a Yuuto era un niñato insoportable –comentó Akio con la boca llena.
-Lo sigue siendo –rio Koujirou guiñándole un ojo a Yuuto que le sacó la lengua.
-Es verdad –rio Jirou.
La cena terminó con Akio conociendo varios detalles más, igual de vergonzosos, sobre la vida de su amigo antes de conocerse. Yuuto no parecía muy feliz de que el Lobo supiera que había dormido con la luz encendida hasta los 11 años porque le daba miedo la oscuridad y algunas otras cosas que le impedían volver a mirarlo a los ojos. ¡Todo por culpa de los dos estúpidos aquellos!
Jirou y Koujirou se adelantaron para elegir las pelis, tarea que Jirou se tomaba muy en serio, mientras que Koujirou solo quería asegurarse de que no elegía alguna que otra película que le seguía aterrorizando dejándolo sin dormir varias noches.
-Espérame –llamó Koujirou alcanzando a Jirou y acompañándole a revisar la lista que tenía Yuuto.
-Drácula es un clásico, hay que verla –sonrió Jirou añadiéndola a la lista de reproducción-. Psicosis no puede faltar… ni La Señal… ¿cuántas pelis crees que podemos necesitar para toda la noche?
-¿Dos?
-¡Pues que corta crees que va a ser la noche!
-No sé… Podemos hacer un descanso entre esas dos, para buscar provisiones e ir al baño.
-La gracia de los maratones es que no se pare –refunfuñó el chico de piel oscura mirando a Koujirou que le devolvía una intensa mirada azul.
El chico castaño le sonrió y le cogió de las manos haciendo que Jirou se ruborizara.
-Por favor… ¿sí?
Jirou aceptó tristemente, no entendía porque seguía sintiendo aquel cosquilleo en el estómago cada vez que Koujirou lo rozaba, sabía perfectamente que él iba tras la hermana de Yuuto.
-¡Gracias! –Koujirou lo abrazó agradecido de que le dejaran hacer un descanso en medio, podía parecer una tontería pero era algo vital para él. Además cualquier excusa era buena para abarazar a Jirou y hacer que se pusiera colorado, lo cual le parecía adorable.
Jirou le rodeó con los brazos y pegó su cara a su pecho para evitar mostrar el rostro enrojecido, él no tenía ni idea de que Koujirou se lo hacía a mala idea y creía que no era consciente de ello.
-¡Chicos! –Yuuto y Akio entraron al salón encontrándose a los dos abrazados. Y aunque no podían ver el rostro de Jirou la cara de Koujirou estaba teñida de un leve rubor también.
-¿Qué pasa? –preguntó el Lobo sin entender porque Yuuto y Koujirou se miraban así, ni porque Jirou seguía sin despegarse, acabaría ahogado.
-Nada –sonrió Yuuto cogiéndolo del brazo y saliendo de la habitación -. Vamos a ver que podemos traer de comer para las películas ¿unas palomitas?
-¿Comida? Yo no puedo meterme nada más en el cuerpo –gruñó Akio sintiendo arcadas solo de pensar en tragar algo más.
Yuuto se encogió de hombros, las palomitas eran un clásico durante una película de miedo, aunque realmente había sido una excusa para salir de la habitación y dejar a los dos amigos solos, ya que no quería interrumpir aquel momento de intimidad. Solo esperaba que no hicieran nada raro en su sofá.
-Los humanos sois muy raros –afirmó Akio que no terminaba de entender las cosas, y menos que quisieran comer más, porque sinceramente, habían superado en gran medida la capacidad de sus estómagos durante la cena… así que o los humanos tenían dos estómagos o una pierna hueca para echar la comida o no lo comprendía.