IN11: Caperucito Rojo [FudouxKidou]

Yuuto buscaba algo entre los armarios de la despensa ante la atenta mirada de Akio, el Lobo seguía sin creerse que realmente quisieran comer algo más, él por lo menos no tenía intención de probar bocado.
El chico sacó un paquete plegado que metió en el microondas sonriendo satisfactoriamente.
-Hay que estar atentos, Akio, no se quemen.
Akio miró aquella especie de caja con un cristal semitransparente donde la bolsa había comenzado a girar y poco a poco como si fuera brujería se hinchaba con un ruido de cosas explotando. Lo miró con curiosidad y atención, mientras agitaba la cola y giraba las orejas cada vez que un grano de maíz saltaba.
Yuuto sonrió tiernamente al ver los ojos turquesas del chico clavados en las palomitas que giraban en el plato. Le daban ganas de abrazarlo. Suspiró rascándose la cabeza y Akio lo miró, apartando la vista de aquel aparato mágico.
-¿Te encuentras mal? –gruñó Akio observando su cara, parecía totalmente normal.
-Que va –respondió este sacando las palomitas que ardían para evitar que se chamuscaran.
Con una exclamación Yuuto dejó las palomitas en la encimera y se miró las yemas de los dedos, siempre le pasaba eso y nunca aprendía.
Volcó estas en un plato y sacó una gran tableta de chocolate, gruesa y dura, intentó partir un par de trozos pero era demasiado resistente y decidió cortarlos con un cuchillo.
-Estúpida tableta –gruñó Yuuto sintiéndose observado por su amigo y comenzando a perder el control de sus acciones, logrando que casi se le cayera el cuchillo al pie.
Akio solo ladeó la cabeza y Yuuto apartó la mirada gruñendo algo que ni siquiera tomó la forma de una palabra.
Estaba cortando el chocolate cuando un ruido detrás de ellos los sobresaltó y el cuchillo resbaló cortando la carne débil del dedo del muchacho.
-¡Ah! –exclamó ante la herida Yuuto presionándola para evitar que sangrara, luego se giró y vio a Jirou que le miraba distraído y con los mofletes todavía colorados.
-¿Ya están las palomitas? –miró el dedo de Yuuto-. Yo no quiero sangre tuya en el chocolate... por mucho que vayamos a ver Drácula.
Jirou cogió los platos y les dijo que los iba llevando.
Yuuto le dirigió una mirada fulminante y se observó el dedo ensangrentado a pesar de sus esfuerzos.
-Creo que me tendré que poner una tirita –murmuró.
Akio se encogió de hombros y le agarró de la tirita, observando la herida, luego levantó la mirada con una mueca burlona.
-Realmente los humanos sois unos blandengues –y rio divertido de la cara de resignación de su compañero por una nimiedad así.
Luego, sin previo aviso, y sacando un sonrojo a las mejillas de Yuuto se llevó el dedo a la boca y lo lamió con cuidado, Yuuto giró la cabeza y se mordió los labios, notar la lengua del Lobo rodeando su dedo y cubriéndolo de saliva le producía una extraña sensación en la boca del estómago que no podía definir, era agradable pero se mezclaba con la vergüenza de la situación y la vergüenza de admitir que no le desagradaba en absoluto.
Akio sacó el dedo ensalivado de su boca y dijo indiferentemente.
-Así se curará pronto, como sabrás la saliva de los Lobos tiene propiedades regenerativas.
Yuuto asintió, sin por ello dejar de sentirse culpable, pasaba lo mismo con perros y gatos. Sin embargo… no le importaba que Akio le lamiera así sin motivo… un escalofrío de placer le recorrió la espalda y dio un respingo alarmado. ¿Qué imagen acaba de cruzar su mente? Sacudió la cabeza con fuerza y sonrió intentando sonar natural.
-Vamos con los demás –llevaba varios trozos de chocolate y otros dulces en una pequeña bandeja.
Akio asintió y deslizó un plátano al bolsillo de su pantalón, total, después de ver el chocolate le había entrado hambre y siempre se podía hacer hueco a un plátano más.
Llegaron a la sala de películas, tal como la llamaban los amigos de Yuuto, una sala grande y espaciosa con una televisión enorme de plasma que ocupaba parte de la pared contraria, con altavoces que los envolvían en la música tensa y violenta de las películas de miedo que en muchas ocasiones era el toque sublime de una mente genial, enfrente de la pantalla se extendían varios sillones y sofás de aspecto cómodo y de relleno mullido.
Jirou y Koujirou se habían tumbado despreocupadamente ya, tirados sobre estos y con las cabezas pegadas.
-Apagad las luces y empezamos –sonrió Jirou moviendo la mano para meterles prisa.
Yuuto apagó la luz y quedaron prácticamente en penumbra, Akio miró el sofá y se colocó en un extremo algo alejado de los otros dos.
Su anfitrión le siguió los pasos y se sentó dando la orden a Jirou de empezar el maratón.
-¿Qué haces? –gruñó Akio al notar que Yuuto se acomodaba sobre sus muslos a pesar de tener un montón de sofá.
Yuuto soltó una carcajada y le miró en la oscuridad guiñándole un ojo descaradamente, olvidando por supuesto que el Lobo era capaz de ver perfectamente con tan escasa luz.

Akio estaba confuso por aquel gesto del muchacho que en ese momento se había girado para ver la pantalla, con la cabeza recostada en los muslos del Lobo.
Este lo miraba de reojo sin querer tampoco retirar la vista de la televisión donde Drácula estaba empezando de forma fantasmagórica.
Akio frunció los labios, confuso, sintiendo el calor de Yuuto sobre sus extremidades; aunque él estuviera más cómodo así al Lobo no le hacía demasiada gracia. Si Yuuto no se movía acabaría con las piernas entumecidas, y en caso de que tuvieran que echar a correr, si Drácula decidía personificarse, por ejemplo, seguramente caería de bruces y le mordería el pescuezo sin piedad alguna, y todo porque era incapaz de tirar al suelo a su amigo humano que le hacía rabiar y sentirse agitado sin razón alguna simplemente por tener su pesada cabeza, que a pesar de creerla hueca no aligeraba su peso, sobre su cuerpo.
Igualmente la situación podía ser propicia para saltar sobre Yuuto en algún momento de especial tensión que lo sobresaltara… Akio sonrió malignamente y decidió esperar dicho momento. Mientras tanto deslizó su mano por la frente despejada de Yuuto y descendió por su pelo, repitiendo el movimiento constantemente y haciendo que el humano lo mirara de reojo sorprendido y ruborizado. Luego volvió a enfrascarse en la película, a pesar de que en algunos momentos Akio le clavaba las uñas en la cabeza por las situaciones de miedo que se sucedían. Yuuto respiró hondamente intentando calmar las emociones que se sucedían en su interior, dignas de una película de terror como aquella, estaba especialmente nervioso, estaba seguro de que algo malo iba a pasar… Siempre lo pensaba cuando veía aquella película, el prefería maratones de películas de risa… comedias baratas, pero prefería ver aquellas otras antes que confesar su debilidad por los chistes malos.
La oportunidad que Akio buscaba llegó de repente, casi al final, y sin perder ni un instante se abalanzó sobre Yuuto con una exclamación para asustarlo. El resultado fue el deseado, el humano dio un grito con respingo y cayó del sofá en un giro digno de un circo de poca monta… Pero antes de caer se agarró a Akio que sin esperarse aquello cayó de bruces al suelo sobre él, golpeándose en las rodillas y lanzando un quejido malsonante.
-¡Callaros vosotros dos! –gritó Jirou tirándoles a los dos adolescentes una zapatilla, que golpeó en la cabeza de Akio y rebotó sobre Yuuto, Jirou era un experto lanzador y odiaba que le interrumpieran aquellas películas.
Koujirou, mientras, había dado un respingo bastante asustado y sin quererlo se había abrazado a la cabeza de Jirou. El chico de largos cabellos blancos suspiró y se sentó bien, mirando fulminantemente a Koujirou. Este sintió que no sería peor si fuera el mismísimo Drácula quien le observara de esa forma y le tembló el labio inferior. Jirou bajó la vista incapaz de guardarle rencor por arruinarle la película y lo abrazó protectoramente, ambos juntaron sus cabezas y se reclinaron en el sofá para seguir viendo la película. El chico de ojos ambarinos había pasado su brazo por los altos hombros de Koujirou en señal protectora y este estaba mucho más tranquilo sabiendo que si alguien le atacaba Jirou lo defendería, ya que no era un cobarde como él, o como Yuuto, que en ese momento seguía tirado en el suelo espantado.
Akio se había levantado gruñendo y había vuelto al sofá, pero al ver que Yuuto no reaccionaba le empezó a pinchar con el dedo y a tirarle del moflete. Finalmente este recobró algo de su color y el corazón pareció tranquilizarse un poco, no demasiado, nunca lo estaba cuando Akio andaba cerca… y en ese momento entendía el motivo, tenía una suerte de instinto arácnido modificado que le había intentado avisar de aquello… Sin duda su yo inconsciente había visto venir el susto y pretendían ponerlo alerta… infructuosamente.
Se levantó y se sentó junto al Lobo, lanzándole una mirada herida y orgullosa, Akio sonrió entretenido, aquellos intentos de mantener la cabeza alzada de su amigo eran muy graciosos, aunque tuvieran de fondo una música tétrica que le ponía los pelos de punta.
Yuuto flexionó las rodillas y medio escondió la cabeza entre estas, mirando tímidamente la pantalla en blanco y negro.
El Lobo se desplazó hasta quedar pegado al muchacho y le revolvió el pelo, haciendo que Yuuto dirigiera sus ojos hacia él, el chico intentó sonreír en señal de arrepentimiento pero solo logró poner una mueca estúpida en los labios que Yuuto observó entre divertido y asustado. Akio suspiró rindiéndose y volviendo a adoptar su mirada sarcástica y su mueca burlona. No estaba hecho para pedir perdón por cosas de las que no se arrepentía, aquella broma había sido genial aunque la hubiera tenido que pagar con un rodillazo de Yuuto en el estómago al caer sobre este y el zapatillazo de Jirou.
Yuuto se mordió los labios y se llevó la mano a la frente, se debatía entre darle un tortazo o un abrazo… y eran demasiado dispares como para entenderlo.
Un grito en la película hizo que tanto Koujirou en un lado como Akio y Yuuto en el otro buscaran refugio, el castaño de ojos azules lo tuvo fácil y Jirou le dio una palmadita en la cabeza llevándose un trozo de chocolate a la boca, miedicas…
Akio y Yuuto se habían abrazado instintivamente, y los dos temblaban como una hoja.
La película terminó con los 4 chicos abrazados y solo uno de ellos con ganas de continuar el maratón.
El Lobo se levantó y murmuró cansinamente.
-Estoy cansado –movió las orejas-. Y me duele el estómago.
Akio reprimió un gruñido, empezaba a encontrarse mal de verdad, aunque sabía que eso sonaba a excusa.
-Te dije que no mezclaras las galletas con la salta de mostaza –le reprendió Yuuto.
Jirou los mandó callar.
-Lárgate si quieres pero calla.
-Lo acompaño, yo también estoy cansado –dijo Yuuto.
Fuera comenzaba a sonar el fuerte viento tenebrosamente y los arboles rechinaban a su paso como si les arrancaran su último aliento. Golpeaba los cristales sin piedad y estos replicaban en un sordo y lúgubre sonido.

Ambos salieron ante la atenta y decepcionada mirada de Jirou, que frunció el ceño disgustado.
-Luego iremos nosotros –murmuró Jirou -. Al menos quiero ver la segunda película.
Koujirou suspiró, el también prefería irse a dormir… no a dormir, claro está, pero preferiría ir a hablar con los demás hasta que pasara la noche, contándose cosas sin sentido acentuadas por la falta de sueño.
Le colocó la mano a Jirou en el hombro y le dijo con cierto tono suplicante en la voz.
-Creo que sería más divertido si estamos los cuatro juntos, podemos hablar en la cama y nos puedes contar alguna historia de miedo si lo prefieres.
Jirou ladeó la cabeza.
-Yo quería ver el maratón todos juntos –frunció los labios-. Sois todos unos cobardicas.
-Na… -dijo Koujirou rascándose la cabeza-. Solo somos personas emocionables.
El chico de cabello claro soltó una carcajada a la vez que apagaba el televisor.
-Emocionables… Yuuto tiene la capacidad emotiva de una piedra… -se encogió de hombros-. Sé cuando he perdido, vamos con ellos.
Jirou subió un poco la luz de la lámpara de pie que tenía al lado y se levantó para salir tras sus amigos, o mejor dicho su amigo Yuuto y el Lobo, sin peligro de chocar por las penumbras; pero Koujirou le agarró de la mano y le miró momentáneamente a su único ojo para luego bajar la vista sonrojado levemente, agradeciendo la poca luz que le iluminaba el rostro.
-Tampoco… hay prisa.
El muchacho se giró sorprendido hacia su castaño amigo, con el corazón agitado y una sonrisa nerviosa.
-¿No hay prisa? –repitió con la voz temblorosa, era un completo estúpido, aquella situación… odiaba cuando Koujirou creaba una atmósfera como en ese momento y luego la arruinaba de cualquier forma. Pero no podía evitar que su corazón latiera con fuerza.
-No –sonrió Koujirou, luego para evitar decirle la verdad comentó entre risas-. Déjales tiempo a solas y luego les interrumpimos en el momento menos oportuno.
El estómago de Jirou dio un vuelvo de decepción, realmente no tenía remedio, no sabía ni por qué seguía planteándose que Koujirou pudiera sentir algo… por él. Una lágrima de rabia se formó en su ojo destapado, y a pesar de la escasa luz el castaño se percató de ello.
-¡Eh! ¿Qué te pasa? –preguntó agarrando a Jirou de la muñeca y obligándolo a sentarse junto a él, mirándole detenidamente.
-Nada –gruñó Jirou dándole un manotazo para apartarle la mano y girando la cabeza.
-¿Tan enfadado te has puesto por no poder ver el maratón? –preguntó Koujirou sin entender la reacción del chico.
Su amigo endureció su expresión y lo miró con la interrogación pintada en su cara de si realmente le estaba tomando el pelo.
-Koujirou nunca has sido muy listo comparado con Yuuto o conmigo… pero ¿de verdad? –Jirou frunció las cejas y torció los labios disgustado.
El castaño tragó saliva, confundido, nunca se le había dado bien comprender los motivos de enfado de los demás… Una vez Yuuto se enfadó tanto con él porque le quitó un feo colgante de un colmillo que llevaba siempre al cuello que casi lo mató… y él nunca entendió el motivo del berrinche. Tampoco entendía porque se enfadaba tanto cuando se acercaba a su hermana… ella era mona, no podía negarlo, pero si se veían a escondidas o cuchicheaban entre ellos era para intercambiar material vergonzoso de Yuuto o Jirou… fotos a escondidas, o de bebé en las que salían desnudos… comentar chismes…
-Dímelo, Jirou –pidió el chico honestamente-. Ya sabes que soy duro de mollera y no me entero… Así que me lo tienes que decir…
-No hay nada que decir –Jirou se cruzó de brazos-. Solo que eres un idiota insensible.
-¿Dices eso por querer interrumpir a Yuuto y al bicho en un momento íntimo que igual ni se da? –Koujirou miró la expresión sombría de Jirou y se dio cuenta de que no iban por ahí los tiros-. ¿No? ¡Jo! ¡No me mires así!
Jirou se arqueó levemente y se acercó a Koujirou, apoyando los brazos en el sofá a ambos lados de su cuerpo, formando una peculiar cárcel para el chico, sus cabezas estaban pegadas por la frente y sus narices casi chocaban la una contra la otra.
-¿Mejor así? –sonrió tenebrosamente Jirou mirándole intensamente, intentando no perder el control, ni quería pegarle ni hacer alguna otra idiotez parecida como darle un beso… eso sería totalmente innecesario y conllevaría muchos problemas…
Koujirou se revolvió un poco, con la cara encendida por el poco espacio que había entre ellos. Retiró la mirada y le colocó las manos en los hombros, Jirou notó que temblaba como un flan y que su temperatura corporal comenzaba a subir alarmantemente.
-Supongo –murmuró el castaño volviéndole a mirar a la cara y sonriendo dubitativamente.