InGo: La fiesta [KirinoxShindou][S: IxA, FxK, HxM][Acabado]

Mientras tanto Kirino sentía que la cosa no podía empeorar más, no es que les estuviera yendo mal por el momento.
Shindou lo había presentado a sus padres que se habían creído que en realidad era una prima de Kirino llamada Ranko, y solo habían comentado lo impresionante que son los parecidos familiares, aunque Kirino había oído perfectamente decir a la madre de su amigo que Kirino, el chico, resultaba incluso más femenino que Ranko, que se mostraba muy rígida y poco natural.
Aquello no le había hecho mucha gracia, sobre todo porque intentaba parecer lo más femenino posible y no era muy agradable que dijeran que su yo normal lo era más.
-Solo relájate y sonríe como siempre –dijo Shindou cuando Kirino le contó su motivo de enfado.
Kirino hinchó los mofletes y decidió no decirle nada más al idiota de Shindou, ¿¡cómo iba a poder relajarse haciéndose pasar por chica!?
Los Shindou lo llevaron a saludar al anfitrión de la fiesta nada más llegar. Aquello era impresionante y Kirino nunca había visto nada así.
Aquella mansión era incluso más grande que la de Shindou, bastante más, y ellos solo estaban en un hall, donde se habían dispuesto mesas circulares de manteles inmaculados con comida sobre las cuales colgaban grandes lámparas de araña, luminosas y elegantes que brillaban con una blanca luz. La comida en las mesas tenía un aspecto delicioso y estaba detalladamente preparada para resultar además de sabrosa bonita a la vista.
El anfitrión saludó efusivamente a los Shindou y prestó especial atención a Kirino, a quién sonreía amablemente intentando caerle en gracia con bromas sin sentido que solo lo incomodaba más.
En cuanto pudieron Shindou hijo y Kirino se excusaron y fueron a una de las mesas, bastante alejados de los demás y al resguardo de las miradas indiscretas que les lanzaban algunos. Kirino los oía murmurar, algunos creían que hacían buena pareja y otros simplemente decían que Shindou era demasiado bueno para alguien como ella… Como odiaba aquel lugar.
Kirino se sirvió un poco de comida de aspecto delicioso en un plato para hacer algo.
-Es bonito, ¿verdad? –sonrió Shindou saludando a una pareja que pasaron a su lado.
Kirino asintió distraído observando los aperitivos de coloridos extraños.
Aquel ambiente le resultaba incómodo, las miradas evaluándolo sin conocerle, los labios curvándose en muecas de aprobación o desaprobación, los murmullos de la gente hablando de cosas que quedaban tan lejos de su alcance como París de Japón.
-Pareces distraído, Kirino –comentó Shindou colocando algo de comida en un plato también-. Tengo algo de hambre.
El chico de cabello rosa suspiró y miró a su compañero, helándosele la sangre de inmediato, apenas a 2 metros se acercaba sonriendo un chico de piel morena y cabellos castaños, recogidos en una banda naranja y vestido con un traje negro que no encajaba en su personalidad resuelta y sencilla.
-¡Shindou!
El apelado se dio la vuelta y se encontró cara a cara con su entrenador, quien le estrechó efusivamente la mano.
-¡Pensaba que no encontraría a nadie conocido por aquí y resulta que están por ahí Kidou y muchos otros amigos! ¿Quién lo diría verdad? –se giró hacia Kirino y lo miró estupefacto, el chico sintió como enrojecía y le temblaba la mano-. Encantado, me llamo Endou Mamoru –Endou le tendió la mano a Kirino sin percatarse de su identidad verdadera, lo que lo alivió en cierto modo-. Vaya acompañante guapa que te has buscado, Shindou. Yo vengo con Natsumi… mírala, ya me anda buscando para presentarme a los peces gordos, que aburrimiento.
Endou dio una palmada a Shindou en la espalda y se acercó a su pareja de cabello marrón rojizo que lo buscaba enfadada mientras la gente cuchicheaba a su paso.
-No me gustaría ser él… -murmuró Shindou rascándose la cabeza-. Ni se ha dado cuenta de quién eras, parece que nunca se entera de nada.
Kirino se atragantó con un entremés que se estaba comiendo en ese momento y empezó a toser como un tuberculoso. Casi llorando por el esfuerzo y mirando a Shindou de manera fulminante. No tenía idea de como podía decir eso de Endou cuando él mismo permanecía al margen de los sentimientos del chico de pelo rosa que tan fácil de adivinar parecían ser para sus compañeros.
-Endou ha dicho que Kidou y más gente estaba por aquí… deberíamos saludarles.
Los ojos turquesas de Kirino se abrieron mucho, ¡ni muerto! Endou era un tonto que podía haberse tragado lo de Ranko, pero Kidou era un tipo inteligente, lo descubriría al instante, y con ello su reputación quedaría más abajo del suelo.
-¡Shindou! –llamó una voz femenina que reconocieron inmediatamente los dos.
-Eh, Shindou –saludó otra voz esta vez masculina.
Shindou se volvió sonriente, pero Kirino se quedó paralizado.
-¿Quién es tu acompañante? –preguntó la voz femenina con curiosidad.
Kirino se giró casi como lo haría un robot y los dos hermanos que sonreían a su jugador capitán abrieron la boca sorprendidos, el bolso de la joven le resbaló de las manos y cayó con un sordo golpe al suelo.
-Vaya –murmuraron los dos mirándose de reojo y sin saber qué decir, pero en los labios del joven había dibujada una sonrisa burlona y divertida.

Kirino miró ruborizado a los dos jóvenes que sonreían nerviosos y sin saber muy bien que decir, dada la situación y la cara de desesperación con la que los miraba el pelirrosa cualquier palabra en falso podría provocar un daño importante en su autoestima.
-Entrenador Kidou, profesora Haruna –Shindou saludó educadamente con una leve reverencia-. Esta es mi acompañante Kirino Ranko, prima de Kirino… –Shindou desvió la mirada incapaz de decir eso mirando a las grandes gafas de mosca que llevaba Kidou y que le favorecían tanto como a un santo dos pistolas… o al entrenador Endou el traje de fiesta.
Los dos hermanos soltaron una carcajada y Kirino le puso la mano en el hombro con cara de psicópata, rodeado de una oscura aura maligna de vergüenza y odio por la humanidad.
-Déjalo, Shindou, ellos no son como Endou.
-Había que intentarlo –sonrió Shindou al margen de los sentimientos de rabia y humillación de Kirino.
-No te preocupes, Kirino –quiso tranquilizarle Kidou-. Hay cosas peores.
-La muerte, por ejemplo –gruñó Kirino-. Y sin embargo, empieza a no parecerme tan mala…
Haruna rio suavemente ante el comentario y le cogió del brazo.
-Venid con nosotros, os lo pasaréis mejor que aquí solos y estaréis más protegidos de las miradas de la gente.
-No sé yo… Tsunami está armando mucho escándalo-murmuró Kidou dirigiendo una mirada a su grupo que había rodeado una de las mesas más separadas de la fiesta, un chico de pelo rosa y piel oscura le saludó con un brazo.
Shindou y Kirino se sorprendieron a ver en el grupo algunos rostros conocidos y otros que aunque no habían tenido el honor de conocer en persona pero que eran famosos en todo el país.
-¿No es esa la hija del primer ministro la señorita Zaizen Touko? –se sorprendió Kirino que quiso saludarla, aunque luego recordó que iba vestido de mujer y su alegría se esfumó como una gota en el desierto.
Haruna los convenció para ir con ellos, asegurando a Kirino que nadie le diría nada y que corría más peligro solo con Shindou pues ya habían oído comentarios despectivos de algunas mujeres de alta sociedad.
-¡Hombre! –saludó Tsunami en cuanto se acercaron Shindou y Kirino a ellos-. ¿Qué no es el famoso actual capitán del Raimon? Y…
Tsunami miró a Kirino sin sospechar nada, puesto que él apenas los conocía y compartía con Endou parte de su atolondrada mente que le hacía incapaz de darse cuenta de las más simples obviedades.
Sin embargo, tres personas sí que lo habían reconocido, y aunque dos de ellos lo miran comprensivamente imaginando sin problemas la situación que le habría llevado a aquello, una apuesta perdida o algo así, el tercero tenía los labios curvados en una burlona mueca y los ojos destellando divertidos.
-Kirino, te veo diferente… ¿por qué será? –preguntó el joven de largo pelo castaño oscuro y piel blanca sonriendo malignamente-. Creo que es el peinado pero no estoy seguro…
-¿La conoces? –preguntó otro muchacho alto de piel tostada y pelo azul oscuro en puntiagudos mechones que le daban un peculiar aire unido a sus orejas puntiagudas y sus siempre burlones ojos naranjas.
-Le conozco, Kogure –sonrió el otro muchacho dedicándole una sarcástica mirada con sus ojos turquesas oscuros y fríos como el hielo.
-Fudou, déjalo en paz –gruñó Kidou dándole un golpe en el brazo.
-¿Por qué? No soy yo el que va vestido así llamando la atención –se quejó Fudou señalando a Kirino.
-Señalar es de mala educación –le dijo Kirino con una mirada cargada de odio y gélida como aquella noche que soplaba indiferente al frío que causaba a los desguarecidos transeúntes que se apresuraban a llegar a sus casas.
Todos dieron un respingo al ver la expresión de Kirino y Shindou le pasó la mano por los hombros antes de que dijera nadie nada más.
-Él me está haciendo un favor muy grande –sonrió Shindou haciendo que Kirino bajara la mirada sonrojado por debajo del maquillaje y notando un nudo en el estómago-. Por favor, no os metáis con él.
Todos se miraron entre ellos y se encogieron de hombros, justo en ese momento Tsunami tiró lo que se estaba comiendo y preguntó sorprendido.
-¡Espera, tronco! ¿Eres un chico? –tenía los ojos abiertos como platos y expresión de incredulidad.

-Te lo acabamos de decir, Tsunami –sonrió Haruna con paciencia-. Él es Kirino Ranmaru, defensa del Raimon.
-¡Defensa como yo! –sonrió Tsunami-. Sí, sí, pero yo siempre había pensado que era una niña… -se encogió de hombros mirando a Kirino.
-Pues soy un chico –gruñó Kirino cruzándose de brazos y desafiándolo con la mirada.
-¡Tranqui, colega! Parece que se te hayas perdido una ola. Ahora me diréis que la tronca esa escuchimirrizada de gafas de búho y coletas en la cabeza de cacerola también es un pavo.
-Ah, pues –empezó Shindou tímidamente al notar que hablaba de Hayami.
-Sí, lo es –contestó cortantemente Kirino frunciendo el ceño.
-¡Anda ya! ¡No me seas gamba, tronco!
Shindou miró confundido a Kidou, ¿qué hacía aquel joven en un sitio tan refinado y de clase alta si ni siquiera sabía hablar? La otra chica del grupo, de pelo rosa y vestida elegantemente con un bonito vestido oscuro, le sorprendió en su mirada y soltó una carcajada jovialmente.
-Tsunami es mi pareja –la chica le guiñó un ojo a Shindou y el nombrado se giró con señal interrogativa.
-Sí, pero se lo pediste antes a otra persona, ¿verdad? –rió el chico pelirrojo que jugueteaba con las gafas ante la atenta mirada del joven que estaba a su lado de cabello verde recogido en una coleta.
-Sí, Hiroto. Pensé que Endou podría acompañarme porque Tsunami ha tenido que venir de Okinawa, pero Natsumi se puso hecha un ogro y me echó de la casa tirándome cosas.
Touko suspiró, seguía sin entender esa reacción.
-Bueno, normal, ¿no? Al fin de cuentas es su marido –contestó Midorikawa con una sonrisa.
-¡Pero si es un monta…! –la rápida mano de Haruna tapó la boca de Touko.
-Que buena está la comida, ¿verdad? –se apresuró a comentar Haruna.
-Sí, tía –respondió Tsunami a su rollo-. Es como una gran ola nada más levantarte.
Kirino y Shindou se miraron entre ellos, Kirino empezaba a divertirse con semejante pandilla, pero Shindou los observaba atentamente.
-¿Quiénes son vuestras acompañantes? –preguntó de repente mirando de uno a uno a Kogure, Kidou, Fudou, Hiroto y Midorikawa, alguno de ellos debía ir con Haruna, ¿pero los demás?
-Yo voy con Haruna –respondió rápidamente Kogure que no quería que lo mezclaran con el grupito gay tal y como los llamaba él-. No es que quisiera venir pero me lo pidió tantas veces… -Haruna hinchó los carrillos y él le sacó la lengua burlona pero a la vez tiernamente.
-¡Te recuerdo Yuuya que accediste inmediatamente y que incluso me presionaste para que te lo pidiera!
-¡Bueno no iba a dejar que fueras con otra persona! –exclamó Kogure, y al darse cuenta de lo que había dicho enrojeció dejando a la altura del barro el pelo de Hiroto y giró la cabeza orgullosamente.
-Yo voy con Hiroto –interrumpió Midorikawa con una gran sonrisa para evitar algún desastre entre Kogure y Haruna, aunque estos dos seguían mirándose desafiadoramente.
-No podía ser de otra forma –rio Hiroto revolviéndole el pelo-. Me has ayudado mucho con la empresa.
Midorikawa asintió ruborizado, y aquello no pasó desapercibido por los adolescentes del Raimon, que inmediatamente miraron a Kidou y Fudou preguntándose si entre los dos famosos estrategas que siempre andaban lanzándose puyas habría algún tipo de relación oculta.
-A mí no me metáis en el mismo saco –gruñó Fudou apretando los dientes al notar la mirada de Kirino y Shindou-. Pero no iba a perderme una ocasión así, a saber cuando podré volver a comer algo parecido o dejar en ridículo a Kidou delante de tanta gente importante.
-Ni lo intentes –gruñó Kidou frunciendo las cejas, nadie podía saber si sus ojos eran acordes porque los tapaban las gafas-. O me encargaré de hundirte en el trabajo.
-Bah –Fudou se encogió de hombros-, estaba pensando en cambiar de trabajo.
-¿En serio, tronco? –preguntó Tsunami pasándole la mano por el hombro-. Antes decías que estabas contento porque te pagaban bien y trabajabas poco.
-Gracias, Tsunami –refunfuñó Fudou cuando los demás empezaron a reírse, apartando al chico que se fue a apoyar sobre Hiroto ganándose una mirada fulminadora de Midorikawa.
-¿Y no os da vergüenza ir con un hombre a un sitio así? –preguntó de nuevo Shindou mirando ahora a Kidou y Hiroto que eran los adinerados.
Los dos se encogieron de hombros.
-Pueden decir lo que quieran de Midorikawa o de mí, y pueden ser ciertas o no –rio el pelirrojo haciendo que su compañero lo mirara alarmado, daba demasiadas explicaciones, Hiroto era demasiado transparente.
-A mí me resbala todo –Kidou dirigió una mirada fugaz a Fudou y Kirino pudo haber asegurado que le sonreía tiernamente.

El grupo de jóvenes adultos hablaba alegremente y relataban aventuras que habían vivido juntos.
-Pero los kappas no existen –afirmó rotundamente Shindou cuando Hiroto y Kogure terminaron de contar el encuentro con estos para los atentos escuchantes.
Los dos apelados le sonrieron, ellos habían pensado lo mismo, e incluso Hiroto había humillado, si es que podía llamarse así, a Endou en público por creer en ellos, hasta que por supuesto se los encontraron ellos.
-Quién sabe –sonrió cortésmente Hiroto.
-Pues yo sé lo que vi –replicó Kogure cruzándose de brazos.
Shindou no quiso discutir y solo se encogió de hombros, para él estaba claro que sería alguien disfrazado.
El móvil de Kirino sonó un par de veces para indicar que había recibido un mensaje. El chico abrió el bolso y rebuscó en su interior mientras sus acompañantes seguían hablando animadamente.
Era un sms de Ichino con una imagen adjunta. Kirino soltó una exclamación sin poderlo evitarlo y se le resbaló el móvil, aunque tuvo reflejos suficientes para cogerlo antes de que cayera al suelo.
-¿Qué pasa? –preguntó Shindou que se había girado hacia su travestido amigo.
-Nada, nada, tenía las manos resbaladizas –sonrió Kirino falsamente para no dar más explicaciones.
Luego volvió a mirar el mensaje con los labios en una torcida mueca. “A q no sabes quien ya no es soltero???” Era todo lo que ponía, pero en la foto salían sus dos amigos, Ichino y Aoyama cogidos de la mano y sonriendo alegremente a la cámara.
Kirino suspiró y miró de reojo a Shindou, en aquel momento conversaba seriamente con Kidou sobre alguien conocido de ambos. Aquello no era divertido para nada, Shindou no parecía hacerle mucho caso a pesar del sacrificio que había hecho, y todo para ver luego a sus grandes héroes acompañados de otro varón, ¿acaso no podría haber ido él en calidad de amigo? Suspiró de nuevo. Al menos Ichino y Aoyama habían tenido el valor de dar el paso. La sola idea de decirle a Shindou le aterraba, y más viendo las reacciones que tenía el muchacho hacia insinuaciones de homosexualidad.
Fudou se le acercó sonriendo de forma alarmante, Kirino no tenía experiencia en tratar con él y sus expresiones frías y afiladas le desconcertaban.
-Bonita ciudad París –murmuró el joven castaño guiñándole un ojo.
-¿Cómo…? –empezó Kirino sorprendido.
Fudou se metió en la boca varios aperitivos y se encogió de hombros.
-He convencido a Kidou para acompañaros también yo.
El joven de cabellos rosas recogidos en un femenino peinado dio un pequeño brinco. Shindou y él le habían pedido a Kidou que hiciera de tutor en un viaje a la capital francesa para poco después de la fiesta aquella. Puesto que Kidou era responsable y adinerado, con lo cual no lo ponían en un compromiso económico al pedírselo. Este había accedido sin hacer demasiadas preguntas.
-Iremos los cuatro, será muy divertido –afirmó Fudou tragando más comida.
Kirino lo miró de reojo sin estar muy convencido de aquello. El joven soltó una carcajada y le susurró.
-Me lo agradecerás cuando os quite de encima a Kidou para que podáis pasear a solas.
El adolescente abrió los ojos sonrojado, agradeciendo nuevamente que la base de maquillaje impidiera ver su color de piel. Bajó la mirada tímidamente y Fudou le dio una palmada en la espalda, volviéndose a acercar a Kidou pasándole el brazo por el cuello desde detrás para desequilibrarlo mientras le pinchaba en la mejilla y se reía.
-Suelta, idiota –gruñó Kidou dándole un manotazo y recuperando la compostura.
-¿Es cierto que nos acompañarás a París? –preguntó Shindou al castaño de ojos turquesas con cierto disgusto en la voz, Fudou era uno de sus héroes del fútbol, pero como acompañante prefería mantenerlo algo alejado.
-Pues claro, chaval –exclamó este-. ¿Acaso crees que os iba a dejar solos con Kidou por las extrañas calles europeas? Seguro que os pierde y ahí estaré yo para salvaros.
-Tú nunca has estado en París –contestó Kidou afiladamente-. Será más fácil que seas tú el que te pierdas si te alejas de mí.
-Entonces no me separaré de ti –sonrió Fudou acercándose a Kidou y pasándole el brazo por los hombros.
Shindou retrocedió un par de pasos con una mueca indescifrable y se reunió con su compañero de pelo rosa que estaba ocupado discutiendo con Midorikawa sobre los refrigerios que habían probado.
-Está todo delicioso –afirmaba el joven de pelo verde.
-Muy refinado todo –aseguró Kirino con una sonrisa.
-Es lo que se ve en fiestas así, yo he ido a alguna con Hiroto… No están nada mal. Aunque lo mejor es el baile.
-¿Baile?
-Claro –Midorikawa soltó una carcajada-. Luego seguramente abrirán algún salón para bailar. Aquí con las mesas sería incómodo.
-¿Y qué se baila?
-¡Oh! Pues cosas lentas, de las de ir bien agarrados. A este tipo de gente les da miedo el movimiento –Midorikawa y Kirino soltaron una carcajada mientras Hiroto se giraba hacia ellos divertido y Shindou miraba a lo lejos sin entender muy bien de que iba la cosa.