InGo: La fiesta [KirinoxShindou][S: IxA, FxK, HxM][Acabado]

Shindou estaba algo confuso. Miraba de reojo a su acompañante que en ese momento reía junto con Midorikawa, parecían haberse caído bien, al parecer tenían en común acompañar a una persona adinerada siendo ellos de posiciones más humildes.
Sin embargo, a Hiroto no le preocupaba ir con un chico, de hecho parecía obvio que el joven pelirrojo y el joven de cabellos verdes eran pareja. Shindou se mordió los carrillos por dentro, había que ser muy valiente para declararse, pero hacerlo a una persona del mismo sexo y comenzar una relación necesitaba aún más coraje.
Miro a Kirino, sus ojos azules destellaban como siempre, por fin. Hacía semanas que parecía deprimido. Él quería que se lo pasaran bien juntos, no jugarle una mala pasada a su mejor amigo. El estómago del chico se contrajo de impotencia. También él tendría que haberle dicho que fuera como amigo, como había hecho Kidou con Fudou. Aunque por lo que había podido entender, había sido Fudou el que le había amenazado para que lo dejara acompañarle.
El cabello rosado de Kirino resplandecía a la luz de los miles de cristales que alumbraban la sala, tenía un aspecto espectacular ahora que sonreía de corazón.
Cerró los puños molesto, preferiría que se riera con él, también ellos podían hablar de cosas absurdas como los feos vestidos de las señoras tal y como hacían ene se momento acompañados de Tsunami, al que intentaban hacer callar porque gritaba demasiado.
-¡Pero, tronco! Parece que haya despellejado a la gallina más fea del corral y se la haya puesto de sombrero.
-A las gallinas se las despluma no despelleja –corrigió Fudou acercándose a ellos atraídos por los gritos desvariantes del surfero.
Kirino soltó una carcajada, realmente sentía encantadora la compenetración entre unos y otros.
Hiroto y Kidou también se acercaron a ellos para echarles la bronca sobre insultar la vestimenta de otras personas.
-Además Tsunami –observó Kidou enarcando una ceja-. Llevas una pajarita horrible naranja con topos amarillos, eres el menos indicado para hablar.
Fudou comenzó a reírse estruendosamente ante el comentario de Kidou y le replicó con sonrisa pícara.
-Realmente prefiero su pajarita que tus gafas de mosca.
Kidou frunció las cejas y le dedicó una mirada asesina que detrás de los verdes cristales carecía de efecto aterrador.
Todos los demás sonrieron, incluso Shindou se atrevió a acercarse y juntar fugazmente el dorso de su mano con el de Kirino.
Kirino se sonrojó, sorprendido, y se giró hacia él, que le dedicaba una sonrisa tierna. Kirino se la devolvió, llevaba días trastornado, lo había pasado tan mal pensando en ir vestido de mujer que había olvidado que por Shindou haría cualquier cosa. Su sonrisa le embriagaba y le tenía, le tenía enamorado.
-¿Qué tal, Shindou? –preguntó mirándolo a sus hermosos ojos caldero y recuperando su actitud de siempre.
-Mejor ahora que vuelves a verte animado –admitió Shindou encogiéndose de hombros.
Los dos chicos se giraron hacia Fudou y Kidou que en ese momento mantenían un duelo a ver quien miraba con más seriedad al otro. Rodeándolos todos los demás observaban atentamente. Haruna suspiró, siempre pasaba lo mismo con su hermano y Fudou.
Kogure los miró e hizo una seña a Kirino y Shindou que ladearon la cabeza, el joven de pelo azul con aspecto de duende se las apañó para meterle a Kidou por el cuello de la camisa algo totalmente gélido y que le hizo sentir un escalofrío.
-¡Kogure! –gritaron a la vez los dos hermanos girándose hacia él como si fueran dos demonios sedientos de sangre.
Por su parte el chico se alejó rápidamente escondiéndose entre los adolescentes del nuevo Raimon.
-Es tan divertido molestar a Kidou –les confesó en una risita-. Si ya de por sí se molesta cuando estoy con Haruna es incluso mejor gastarle bromas.
-Deberías habérselo hecho a Fudou –murmuró Kirino pensando hubiera sido más divertida su reacción.
-¿Qué? –exclamó Kogure asustado-. Ni de broma, aprecio mi vida, ¿sabes?
Les dio una palmada en la espalda y los miró detenidamente.
-¿Vosotros también sois gays?
Kirino y Shindou enrojecieron hasta la raíz del cabello. Y mientras que el segundo solo abría la boca sin que por ella saliera el tímido “no” que quería decir, el primero le dio un golpe en la nuca con la mano bien abierta y que resonó fuertemente.
-¿¡Tú estás loco o qué!?
Kogure recibió el golpe y se apresuró a colocarse a una distancia segura antes de responder.
-Tranqui, tranqui. Solo lo preguntaba porque en mi equipo casi todos han resultado estar dentro del mismo armario. Y los que no se han desviado no se comen un rosco porque son feos como pegarles a un padre con un calcetín sudado –Kogure se encogió de hombros pensando en algunos de sus amigos como Hijikata, Kurimatsu o Kabeyama. Tal vez también eran gays y no se lo habían dicho, él único normal era él y lo sabía… Aunque cuando se era uno contra 20, Kogure se planteaba cual era la normalidad en verdad…

La noche pasaba poco a poco y tal y como había dicho Midorikawa abrieron una sala para bailar al lado de aquel Hall.
Las luces de aquel salón estaban bajas y eran de muchos colores, iluminando suavemente la sala. Tenían una pequeña orquesta que empezó a tocar una melodía lenta y algo triste.
-¿Bailamos? –Midorikawa le tendió la mano a Hiroto que se marchó con él alegremente.
También el resto se dirigió a la pista de baile. Unas sillas dispuestas a los lados empezaban a ser ocupadas por quienes solo querían oír la música, tal y como hizo Shindou, a quien le daba demasiada vergüenza agarrarse a Kirino para bailar aquellas danzas.
El chico pelirrosa se sentó a su lado pensativo, viendo como Fudou arrastraba a Kidou a la pista y le agarraba sin demasiada delicadeza. Varias personas cuchichearon y Fudou les sacó le lengua maleducadamente.
-¿No te apetece bailar, Shindou? –preguntó Kirino cabizbajo, a él si le apetecía bailar junto a su capitán.
-No… -murmuró Shindou apartando la mirada y notando su corazón latir muy rápido.
Kirino suspiró y vio como el anfitrión se acercaba a Shindou sonriente.
-Ey, Takuto –llamó-. ¿Por qué no nos tocas algo en el piano con la orquesta?
Shindou lo miró extrañado.
-¿El qué?
-Tenemos un piano pero no pianista, ¿nos harías el honor de tocarnos algo?
El chico de cabello oscuro abrió la boca sin saber que decir, pero tras varias veces insistiendo accedió, dejando a un aún más cabizbajo Kirino solo en la silla.
En ese momento Fudou y Tsunami habían empezado a bailar como los jóvenes que eran y todos los miraban, generalmente con disgusto. Kidou se llevó las manos a la cara pero Touko aplaudió encantada y se unió a ellos agarrando a Haruna de la mano para que los acompañara.
Hiroto y Midorikawa habían dejado de bailar y mientras que el pelirrojo se juntaba con Kidou para tranquilizarlo el otro se acercó a Kirino que lo miró tristemente.
-¿Me concedes este baile? –preguntó galantemente tendiéndole una mano-. Es bueno mover el esqueleto aunque sea en estas velocidades tortuguíticas.
Kirino sonrió y le dio la mano, saliendo con él a la pista de baile.
-Siento si te incomodo por los agarres –se disculpó de antemano agarrándole de la cintura.
Shindou que se había sentando al piano ignoraba aquella situación y tocaba tranquilamente la melodía que le habían indicado.
-Shindou toca muy bien el piano –sonrió Midorikawa.
-Sí –admitió Kirino siguiendo el ritmo-. Siempre se le ha dado muy bien, me encanta escucharlo tocar.
Ambos bailaron un rato ante la mirada del resto de compañeros de Midorikawa. Fudou sonrió y le dio una palmada a Hiroto.
-La pequeña Ran-chan te va a robar al novio.
-Al menos yo tengo novio –replicó Hiroto encogiéndose de hombros.
Fudo abrió la boca.
-¡Entonces es verdad!
Hiroto le sonrió.
-Nunca he dicho que no lo fuera.
Fudou frunció los labios con mueca de desconcierto, ¿le estaba tomando el pelo?
Midorikawa miraba sonriente a Kirino.
-Se nota que te gusta mucho ese chico.
El pelirrosa se tropezó y Midorikawa lo ayudó a no caer.
-Solo somos amigos –afirmó frunciendo las cejas y con las mejillas rojas.
El joven le evaluó con la mirada y luego le dio una palmada en la cabeza con delicadeza.
-Es blanco y en botella, Kirino. Tal vez deberías decirle para dejar de solo serlo.
Kirino desvió los ojos, avergonzado y sin querer gritarle a ese joven que le caía bien.
-Yo estuve una vez en tu situación, ¿sabes? Tenía miedo… Era mi mejor amigo… Si la cagaba podría no volver a hablarme nunca.
-¿Mejor amigo? –preguntó Kirino y miró de reojo a Hiroto.
-Sí, como ves todo salió bien –Midorikawa se rió al ver como se giraba hacia el pelirrojo-. Solo échale valor. El que no arriesga no gana.
Fudou, aburrido de molestar a Kidou bailando a lo bruto con Tsunami se dirigió hacia los dos danzarines.
-Te lo robo –gruñó Fudou agarrando de la muñeca a Kirino y empujando rudamente a Midorikawa.
-¡Fudou! –se quejó este-. Es lamentable cuando el que tiene que cuidar las gallinas, se las come.
-¡Que gallinas, ni que gallinas! Tira con tu novio y déjame a mí a Ran-chan.
Kirino le pisó fuertemente al oír que lo llamaba así pero Fudou lo arrastró a volandas hasta el medio de la pista y le agarró con fuerza de la cintura.
El pelirrosa intentó zafarse pero lo tenía bien sujeto.
-Venga, hombre, no muerdo… Al menos no a ti –miró a Kidou un instante y soltó una carcajada-. Es más divertido bailar contigo que con Tsunami, antes me ha dado un manotazo por hacer el burro.
-Si me tocas mucho las narices también yo te lo daré –gruñó Kirino mirando de malas maneras a Fudou.
-Venga, chico. Tengamos el baile en paz. Al fin de cuentas tendremos que convivir en París, oh lala –la última palabra la dijo con acento italiano.
Kirino sonrió burlonamente.
-Me parece que nunca has estado en Francia.
-¿Para qué? Si quiero un croissant voy a casa de Kidou y lo pido… No necesito ir con los franchutes.
-¿Y para qué nos quieres acompañar? –Kirino alzó una ceja-. ¿No será por Kidou? Kidou y tú, solos, la ciudad del amor…
-Hombre, si no fuera por Kidou no podría ir –Fudou se encogió de hombros-.¡Y como sigas por ese camino te comerás una galleta y no será francesa! Quería ir y voy, con dinero que no es mio pero voy y fin. Además no abras mucho la boca que tú fuiste el que la liaste pidiéndoselo al soplaflautas ese.

Kirino se molestó por el término usado por Fudou, frunció las cejas y lo retó a un duelo de miradas mientras bailaban. Fudou respondió divertido del carácter del en ese momento afeminado muchacho.
Entre tanto, Shindou estaba terminando la parte del piano de la canción y se giró alegremente para ver si Kirino lo miraba.
Un sonido desagradable de varias teclas al ser tocadas a la vez y con violencia rechinó en la sala y la gente apretó los dientes molesta.
Shindou dio un brinco y se disculpó educadamente. Dirigiendo acto seguido una mirada fulminante a Fudou que seguía bailando con Kirino, ninguno de los dos se había inmutado con el ruido del piano pues su duelo era más importante.
El adolescente de cabello ondulado cerró los puños, quería bajar y darle un par de tortazos a Fudou… quería, obviamente no lo haría porque era, ante todo, un señorito y porque Fudou tenía más fuerza. Pero tenía que hacer algo, quiso bajar y acercarse a la pareja que bailaba pero el anfitrión lo retuvo y lo mandó a tocar otra canción, haciendo que Shindou se pusiera de morros y empezara a tocar una marcha fúnebre que fue secundada por el resto de la orquesta.
Fudou y Kirino quedaron en empate, puesto que la marcha fúnebre les hizo sentir un escalofrío y apartaron la mirada.
-Tu novio es la alegría de la huerta –comentó Fudou empezando a bailar con una sonrisa siniestra, arrastrando a Kirino a su son.
-¡No es mi novio! Si lo tengo que repetir una vez más alguien se comerá un bocadillo de puño.
-¡Eh! Que forma son esas de hablar, eres una señorita después de todo.
La “señorita” rechinó los dientes y le miró con odio. Aunque en el fondo el chico le divertía, Fudou era borde pero sentía que compartían más cosas de las que podía creer.
El castaño miraba de vez en cuando a Kidou y le alzaba las cejas.
-Ese cretino –gruñó el segundo entrenador del Raimon cruzándose de brazos.
-¡Kidou! –Endou se les acercó y les dio un fuerte abrazo a todos-. ¡Oh! Fudou está bailando con la gemela perdida de Kirino. Voy a ver si me deja a mí también.
La aparición de Endou fue como un torbellino. Inmediatamente le quitó la pareja de baile a Fudou que le gruñó algo y se fue murmurando improperios, él que se divertía tanto poniendo celoso a Kidou…
-Antes no me has dicho tu nombre, preciosa –sonrió Endou a Kirino a la par que le pisaba varias veces.
-A la porra, Endou –gruñó Kirino dándole un pisotón malintencionado-. ¡Soy Kirino, merluzo!
El pelirrosa se mordió los labios por su forma de dirigirse al entrenador, pero ya estaba harto de que le tomaran tanto el pelo.
-Lo siento, entrenador Endou… yo…
-¿Kirino? –interrumpió el castaño parándose y tocándole la cara como si fuera un fantasma-. Estás algo distinto… por eso no te reconocí antes –Endou se rio tímidamente con las mejillas encendidas de la vergüenza, una vez más volvía a meter la pata.
Los dos se miraron unos instantes.
-¿Quieres bailar de todos modos? –ofreció Endou.
Kirino lo miró aterrorizado, el poco rato que habían bailado había recibido más pisotones que en el resto de su vida, pero aceptó educadamente y volvieron a moverse por la pista al ritmo de las canciones cada vez más raras y deprimentes que elegía Shindou.
El rato fue pasando y Kirino bailó con todos los demás, incluso con Touko y Haruna y sorprendentemente Kogure.
Ciertamente era divertido hacer el tonto con ellos, no se sentía tan mal como hubiera esperado. Aunque finalmente las sandalias comenzaron a hacerle daño en los pies y se sentó en una silla resoplando.
-Estúpidas sandalias –gruñó.
-¡Kirino! –Shindou había logrado dejar el piano y se acerca raudo y veloz hacia él.
-¡Shindou! –sonrió Kirino alegremente-. ¿Ya te ha dejado libre nuestro amable y pederasta anfitrión?
-No digas esas cosas –se quejó Shindou-, y sí, ya le he dicho que quería divertirme con mis amigos un poco y me ha dejado.
Kirino asintió emocionado.
-¿Y qué quieres hacer? –preguntó con sus grandes ojos celestes fijos en Shindou.
-Pues… -el chico apartó la mirada sonrojado-. No lo sé. ¿Quieres bailar? –preguntó con un hilo de voz casi inaudible.
Kirino frunció los labios. Estúpidas sandalias.
-Ah, Shindou, no me importa bailar pero ¿puedes esperar a que descanse un poco? Estos zapatos de mujer me están matando.
-Claro –dijo algo decepcionado Shindou, con Fudou bien que había estado bailando… y con Endou, Hiroto, Kogure… con todos, ¡vaya!
-Gracias –Kirino sonrió de corazón y Shindou se quedó atontado, ¿quién podía decirle nada a alguien con esa sonrisa?
-¿Me has estado oyendo tocar? –preguntó Shindou colocándole bien el pelo que tenía algo revuelto.
-Claro… curiosas canciones… un repertorio completo, incluso de pelis de miedo.
Shindou rio despreocupadamente.
-¿Te lo has pasado bien, Kirino?
-Sí.
Los dos adolescentes se miraron de reojo en silencio, los dos querían decirle algo al otro.

-Hace mucho calor aquí –se quejó de repente el chico de pelo rosa-. ¿Podemos salir a pasear al jardín?
Shindou se encogió de hombros.
-¿Si te molestan para bailar no te molestaran para pasear?
-Pero nos podemos sentar en un banco.
-Kirino, estamos en invierno, nos congelaremos a la intemperie.
-¿Takuto? –una chica morena de grandes ojos naranjas se acercó alegremente a la pareja. Kirino la fulminó con la mirada y apretó los dientes, ¿quién era esa chica que llamaba así a Shindou?.
-¿Okatsu? –preguntó sorprendido el chico mirando a la atractiva chica que vestía de rojo.
-¡Cuánto tiempo, Takuto!
-Es verdad, no imaginaba encontrarte aquí.
Shindou se levantó de la silla para estar a la misma altura que la chica y se inclinó educadamente, la chica le devolvió el saludo.
-Ni yo, hacía mucho que no sabía de ti. Dejamos de escribirnos hace mucho ya.
Ambos rieron y Okatsu miró a Kirino, sintiendo un escalofrío, el chico de pelo rosa realmente parecía un asesino psicópata y le dedicaba la más asesina de sus miradas.
-¿Quién es tu amiga? –preguntó tímidamente la chica mirando de reojo a Shindou con la piel de gallina.
-Kirino Ran… mi acompañante –sonrió Shindou posando su mano en los hombros de Kirino.
-Ya veo –rio Okatsu-. Encantada, Ran-chan.
Kirino gruñó algo y le dedicó una mueca bastante desagradable.
-¿Te siguen doliendo los pies? –preguntó Shindou preocupado y sin enterarse de lo que realmente pasaba.
-Sí –gruñó Kirino intentando fingir.
La chica miró a ambos sin saber que decir.
-Has tocado muy bien, Takuto, no podía creer que fueras tú. Te he escuchado todo el rato… aunque al final me ha dado algo de miedo.
Shindou se llevó la mano a la cabeza haciéndose el inocente, no le apetecía que nadie descubriera que la música elegida fuera debida a lo mal que le había sentado ver a Kirino bailar con los amigos de Kidou y Endou.
-Es bueno mostrar algo de repertorio de vez en cuando –sonrió amablemente el adolescente ignorando la mirada maligna que tenía Kirino clavada en él.
-¿Vas a bailar ahora? –preguntó Okatsu mirando a Kirino y desviando los ojos hacia sus pies enrojecidos que se frotaba con furia.
-Quería bailar, pero Kirino… -Shindou se encogió de hombros.
Los labios de la chica se curvaron hacia arriba amablemente.
-¿Te apetece bailar conmigo, Takuto?
Kirino se levantó de golpe con intención de morderle el cuello a esa chica, pero se contuvo e hizo como si saludara a alguien a lo lejos y se volvió a sentar, dejándose caer en la silla enseñando los colmillos y con los ojos tan cerrados que parecían dos finas rayas de odio concentrado.
Shindou siguió el movimiento de Kirino pero no captó su mensaje oculto, para él no era tan grave, a fin de cuentas Kirino había estado bailando con mucha gente antes.
-Está bien –aceptó el chico haciendo que la boca del pelirrosa rechinara peligrosamente.
Okatsu y Shindou se alejaron de Kirino que se quedó con dos palmos de narices y unos pies doloridos. Tenía una sandalia en la mano y la tiró hacia la pista con fuerza y mal genio.
-¡Malditas sandalias! ¡Maldita niñata!
Intentó seguirlos con la mirada pero se perdieron entre la multitud. Kirino sintió un gran peso en su pecho y de repente tuvo ganas de marcharse de ahí. Solo que había perdido una sandalia y debía encontrarla antes.
-Creo que esto es tuyo, tronco –le dijo una voz burlona.
Kirino alzó los ojos y se encontró con la mirada oscura de Tsunami. El chico de piel bronceada le tendía su sandalia.
-Gracias –gruñó Kirino.
-¿Por qué ese careto? ¿Acaso te has caído de la tabla?
-Si me hubiera caído de una al menos podría usarla para darle un golpe en esa cabeza tan mona –murmuró el chico escrutando a la gente.
Tsunami lo miró y se encogió de hombros.
-Escucha, colega. Cuando yo me siento depre o enfadado… bueno, nunca me he enfadado pero si me enfadara, y ahora que lo pienso tampoco suelo deprimirme, ¡Pero oye colega! Que cojo la cresta equivocada. La cuestión es que a veces no hay que darse mal y despejar un poco el cogote haciendo cosas divertidas.
Kirino frunció los labios.
-Sería divertido pegarle a Shindou.
-¿Tú crees, tronco? Yo prefiero surfear pero a cada uno lo suyo. En fin, me vuelvo a la pista, si te apetece bailar ven con nosotros, colega.
Tsunami se alejó alegremente chocándose con varias personas por el camino. Kirino miró la salida. Igual si que podía salir a despejarse por el jardín.