InGo:A París [KirinoxShindou][FxK] -cap 6-

París no era más que una masa de luces muy por debajo de ellos, pero aquello fue suficiente para que Kirino se sintiera bullir de emoción.
-¡Mira, Shindou! –señaló a través de la oscuridad que los rodeaba -. ¡París!
Él se asomó para ver la Ciudad de las Luces, nunca mejor dicho y sonrió.
-¿Crees que Kidou nos querrá llevar a dar una vuelta esta noche?
Kirino lo miró sorprendido, no sabía lo que querría Kidou pero él estaba agotado… Prefería empezar su andadura al día siguiente.
Una voz les informó de que estaban llegando, y les pidió amablemente que apagaran los móviles y aparatos similares y permanecieran sentados y con el cinturón abrochado.
-No sé de qué sirve realmente llevar cinturón –comentó Fudou delante -. Si nos estrellamos a esta altura lo que menos importará será que llevemos cinturón o no.
Los ojos celestes de Kirino se abrieron mucho y miró a Shindou buscando una contestación tranquilizadora. El soltó una carcajada con voz nerviosa.
-Realmente tiene razón, por una vez.
El pelirrosa frunció las cejas y cerró fuertemente los ojos, volar era bonito, pero no quería estrellarse.
Shindou lo miró divertido, aunque él también estaba algo nervioso, el avión estaba sufriendo muchas turbulencias y a él, personalmente, nunca le había agradado demasiado volar.
El avión sufrió una turbulencia mayor que las anteriores, y antes de que pudieran pensarlo, los dos adolescentes se habían vuelto a agarrar el uno del otro.
Después de un rato volando sobre el aeropuerto lograron aterrizar y todos los pasajeros suspiraron aliviados y comenzaron a aplaudir.
Antes de salir se abrigaron bien, era de noche ya y sin duda haría frío. Kirino se fijó en que en aquella ocasión, también Fudou se ponía su abrigo mientras seguía a Kidou para bajar.
-Bueno, pues ya estamos en tierra gabachas –comentó el castaño entrecerrando los ojos.
-¿Sabes algo de francés, Fudou? –preguntó Kirino con curiosidad.
-Omelette de fromage –respondió él moviendo el cabello haciéndose el interesante.
Kidou y Shindou rieron.
-¿Y qué significa eso? –preguntó Kirino pensando que podía estar metiéndose con él.
Fudou le sonrió.
-Puede significar muchas cosas, como “arg” en pirata…
Un golpe de Kidou en la nuca le hizo callarse.
-No le hagas caso, Kirino. Significa tortilla de queso.
El pelirrosa abrió la boca estupefacto.
-Pues vaya cosa tan poco útil que sabe…
Shindou sonrió con superioridad, pero Fudou le sacó la lengua y le giró la cara.
Pasaron al interior del aeropuerto para recuperar sus maletas. La última, para desesperación de todos, fue la de Kidou. Y tardó bastante para los pocos viajeros que iban en el avión.
Luego subieron a un taxi, Kidou delante con el conductor y los otros tres detrás apretados, porque Fudou se puso en medio y se las apañó para acomodarse a sus anchas.
Shindou rechinó los dientes mientras se pegaba a la puerta del vehículo. ¿Por qué no podía Fudou ponerse delante? Tendría un asiento para él solo. Aunque si no sabía francés era mejor que Kidou le diera las direcciones al taxista que los miraba de reojo, seguramente preguntándose de dónde saldrían.
Kirino se echó hacia su lado lo más que pudo, chafándose contra la puerta, hasta que decidió que si iba a estar incómodo no sería dejando a Fudou todo el espacio que quisiera y se recolocó bien abriendo los brazos para clavarle el codo en las costillas.
-¡Ay! –exclamó Fudou al notar el huesudo codo del pelirrosa clavado profundamente -, aparta.
-No.
Fudou resopló así que le pasó la mano por detrás de los hombros. Ganándose una mirada furtiva del conductor, que obviamente pensaba que el pelirrosa era una niña, una reprochadora de Kidou y otro codazo de Shindou, que siguió el ejemplo de Kirino.

Los ojos celestes de Kirino se abrieron mucho y miró a Shindou buscando una contestación tranquilizadora. El soltó una carcajada con voz nerviosa.
-Realmente tiene razón, por una vez.

Kirino parpadeó un par de veces cansado, acababan de parar en una gran avenida llena de coches caros, limusinas y gente que parecía tener más dinero puesto encima en joyas que toda la familia de Kirino desde sus orígenes en la Prehistoria.
Miró el hotel con un poco de desgana, algo en aquel ambiente le hacía sentir muy fuera de lugar.
Era un edificio blanco, elegantemente iluminado. Unos arbolitos desnudos de hojas pero arrullados con luces navideñas crecían en la hermosa entrada triple de grandes puertas cristalinas.
Algunos transeúntes los miraron con curiosidad y superioridad, Fudou los mandó a la mierda en japonés, y aunque no los entendían la gente se alejó sobresaltada por los malos modos del joven.
-Fudou, compórtate o duermes en la calle –amenazó Kidou.
-Venga –gruñó Fudou -. Te mueres por dormir conmigo.
Shindou resopló burlón mientras salía del automóvil.
-Se muere, pero literalmente.
Kirino sonrió y quiso ayudarle.
-Seguro que dormir contigo es peor que morirse de todos modos…
Kidou se rio sin intentar ocultarlo y Fudou hinchó las mejillas molesto con todos ellos y entró lo más dignamente que pudo al hotel. Sin embargo, soltó una gran exclamación al entrar. El guardia de seguridad lo miró con mala cara y se dispuso a invitarle a salir cuando vio entrar al heredero de los Kidou y se contuvo. Vaya compañía traía el jovencito en esa ocasión. Luego vio al joven Shindou y lo saludó educadamente mirando de refilón a su compañero pelirrosa, su pensamiento fue que era una niña muy guapa.
-¡Increíble! –exclamó Kirino conmocionado al entrar a la gran recepción de suelo marmóreo con dibujos hermosos en su superficie y una gran cúpula de cristal azul elevándose sobre ellos del que colgaba lo que parecía una escultura de cristal de puntas exaltadas en todas las direcciones. Desde el techo una lámpara de araña de cristales brillantes que caían grácilmente iluminaba el recinto con una luz suave y aristocrática.
Shindou se paró a su lado observando todo y le sonrió.
-Es bonito, ¿verdad?
Kirino se giró atónito, mientras Kidou se dirigía al mostrador para recoger las llaves de sus habitaciones.
Shindou se sonrojó al ver los ojos abiertos y su boca en una muda expresión de maravilla.
-Es… increíble –repitió el comiéndose con los ojos aquel lugar que rezumaba elegancia, educación y riqueza.
-Sí –rio Shindou que no sabía qué decir para no dejar en mal lugar a Kirino y su clase social, no quería sonar pretencioso por pertenecer a ese mundo y que él se sintiera herido, pero por otra parte si lo despreciaba podía ser peor.
-¿Tú ya habías estado aquí?
-Sí –respondió Shindou de nuevo -. Nos hemos alojado aquí las veces que hemos venido a Paris.
Kirino asintió y miró boquiabierto su alrededor, si la recepción era así se moría de ganas de ver las habitaciones. De reojo vio al guardia que le sonreía amablemente y se giró algo turbado, aquella emoción le había hecho olvidar totalmente su cansancio.
-Ya tengo las llaves –informó Kidou acercándose a ellos con un Fudou revoloteando a su alrededor.
-¡Vamos a verlas entonces! –urgió Kirino sonriente.
-¡Eso! –apoyó Fudou que también estaba deseando ver su habitación, era la primera vez que estaba en un sitio así.
Kidou pasó su llave a Shindou y los encaminó hacia los ascensores.
-Nuestras habitaciones están en la séptima planta.
El grupo se dirigió hacia los ascensores para subir, su equipaje ya había sido enviado.