⊹⊱⋛⋋Love Admitted⋌⋚⊰⊹

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  1. ~TaishiMuu
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    Aldo Masao Jiāng Haro/Seme.

    La grisácea luz de la mañana entraba por las ventanas de su habitación, alumbrando el punto exacto en que sus ojos se abrían perplejos y molestos. Lo primero que vio fue el techo, liso, de ese color café opaco y terroso que tanto le molestaba. Estaba en su habitación del colegio. Se sorprendió de lo familiar que le resultaba todo, el olor mezclado de cerveza y libros viejos, la pila de cuadernos y sobres deshojados encima del estante, la mesa, polvorienta, de un transparente opaco, y la gigantesca mancha de dudosa procedencia en la esquina más apartada (Aldo sabía que el era el causante de la mancha, mas nunca supo que fluido había derramado, recordó que cuando la hizo estaba tomado, fue en la fiesta que él y sus amigos habían organizado al término de su segundo año).
    Consultó el iPhone del buró y vio que eran las siete y media, sabía que no podría retomar el sueño, por lo que se integró con un ágil movimiento de abdominal. Caminó a la regadera (menos mal que eran particulares) y giró la perilla del agua fría, tal como lo hacía siempre, se despojó de su ropa, la dobló y la acomodó sobre el toallero, ya la guardaría cuando saliera del baño. Salió de la ducha escurriendo el suelo del cuarto, se echó encima una toalla y, cuando hubo terminado de secarse, se calzó la ropa interior.
    Media hora. Media hora para no hacer nada. Se dejó caer una vez más en la cama y esperó. Pronto sus pensamientos se perdieron en el tema del amor. Pensó en lo increíble que sería que, sin razón aparente, ese año la escuela abriera sus puertas a las mujeres; se imaginó escapando por las noches sólo para encontrarse a escondidas con una chica, quizá en la biblioteca, o en los comedores, donde no solían presentarse trabajadores a esas horas.
    —¡Quince minutos para la ceremonia!
    La escultural muchacha de su imaginación desapareció en cuestión de segundos, ya divagaría más tarde, ahora debía arreglarse para recibir a los nuevos estudiantes y despedir a los viejos. Terminó de vestirse, se enfundó el saco y se amarró la corbata, después salió al pasillo donde muchos otros jóvenes como él vagaban por las mañanas. Pudo distinguir a Hotaru Yamano, un estudiante de algún año más abajo, siempre serio e intimidante, se preguntó porque nunca había cruzado más de dos palabras con él, quizá este año fuera diferente, sí, intentaría charlar con él más tarde.
     
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