•{αtrαpαme, si puedes}•

Private with: † Miss Skull †

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    -Señor Schneider, ha bebido demasiado y ahora está tan borracho que estoy seguro que no se puede mantener en pie por sí sólo y mucho menos volver a su habitación – le expliqué, cuando, de repente, lo vi incorporarse en mi dirección y pasó sus brazos alrededor de mi cuello, me atrajo cada vez más hasta él hasta que al final ambos caímos en el sofá de cuero marrón y tomó mi rostro entre sus manos hasta que sentí como sus labios rozaban ligeramente los míos – ¿¡Pero qué demonios…!? – pregunté, bajo él; yo estaba tan sorprendido que ni si quiera fui capaz de reaccionar a tiempo y me quedé muy quieto bajo su cuerpo, mientras sentía como mi cara se volvía del mismo color que un tomate maduro y mi entrepierna reaccionaba por si sola ante aquel contacto físico – Y-yo no soy desagradable y t-tampoconecesito que ninguna mujer se pelee por mí – me quejé, tartamudeando. Nuestros rostros estaban tan juntos el uno del otro que podía sentir todo; su aliento rozando mi piel y sus labios acariciando ligeramente los míos, sus manos a ambos lados de mi rostro y hasta como rodó a un lado tratando de no caer fuera del sillón. Yo no fui capaz de reaccionar hasta unos segundos después; parpadeé repetidas veces y sentí como me temblaban las manos, mientras intentaba normalizar mi respiración y sentía como el corazón me palpitaba muy rápido. Yo quería incorporarme de un salto y ahogarlo allí mismo con mis propias manos, sin embargo las partes de mi cuerpo que me habían respondido no eran las que yo… las que yo… había esperado – “Sólo está borracho” – me dije a mí mismo, antes de incorporarme más avergonzado por aquella incómoda situación que enojado.

    Fui a levantarme del sillón pero no lo hice cuando descubrí el problema que tenía entre las piernas, y no tuve otra alternativa que quedarme sentado a su lado hasta que… hasta que… mi entrepierna volviera a la normalidad – “No, no, no, no… esto no puede estar pasando” – apoyé los codos sobre las rodillas y sujeté la cabeza entre mis manos, mientras mis dedos se hundían por mi pelo y trataba de no rozarlo o si quiera mirarlo por el rabillo del ojo – “¿Pero qué demonios ha sido eso?” – tuve que esperar al menos un par de minutos antes que pudiera levantarme del sillón y preguntarme a mí mismo si quería matarlo allí mismo por lo que me había hecho sentir por culpa de su borrachera o por el contrario ayudarlo a subir hasta el dormitorio para que pudiese alcanzar el cuarto de baño a tiempo para vomitar – Está bien, señor Schneider; está borracho, así que voy a llevarlo hasta el cuarto de invitados para que pueda dormir… tranquilo – anuncié acercándome hasta él para cogerlo a tiempo, antes de que cayera del sofá contra el suelo. Si, lo mejor sería hacer como si nada hubiera ocurrido. Pasé un brazo suyo alrededor de mis hombros y lo sujeté por el cinturón por si acaso no coordinaba bien los pasos y tropezaba con sus propios pies. Yo intentaba evitar todo el contacto físico posible, incluso mirarle – Tenga cuidado con las escaleras, ¿de acuerdo? – pero al ver el estado en que se encontraba y los tropiezos que habíamos tenido unos pasos atrás, decidí que lo mejor sería cargarlo a la espalda como si se tratara de un saco de patatas – “No pesa nada” – recuerdo que pensé, subiendo por la escalera.

    Entonces mi hermana salió de su habitación para dirigirse al cuarto de baño y me miró horrorizada como si yo fuera el mismo diablo caminando por el pasillo. Se llevó una mano a los labios y la otra al pecho, mientras abría los ojos como platos y se acercaba en dirección hacia nosotros a paso ligero – ¡Dios mío, Hermann, lo has matado! – yo entorné los ojos a modo de disgusto y miré a mi melliza con cara de cansancio, no podía creer que pensara eso de mí después de haberle prometido una cita con este desgraciado y mucho menos que me acusara de asesino – No lo he matado todavía, Inga, sólo está borracho – al escuchar que mi nuevo ayudante se encontraba en perfecto estado, mi hermana dio un suspiro de alivio – Oh, ya veo, así que ya os habéis hecho amigos – esta vez fui yo quien dio un suspiro, pero cargado de resignación – No somos amigos – espeté, disgustado – No, claro que no. Entonces emborrachar a la gente es el nuevo método de tortura de la Gestapo, ¿no? – bromeó con una sonrisa en su boca, mientras me sacaba a mí otra – No bromees con eso – intentaba que mi voz pareciera seria, pero ni ella ni yo podíamos aguantarnos la risa y estallamos en carcajadas – De acuerdo, lo siento – después me dio un beso en los labios y se dirigió a su dormitorio – Hermann – llamó, consiguiendo captar por completo mi atención – Tus labios… saben distintos – dijo con una sonrisita, antes de cerrar la puerta.

    -“Mierda” – recuerdo que pensé dirigiéndome a la habitación de invitados, solo esperaba que no pensara nada raro y que se refiriera al sabor del alcohol. A continuación tumbé al tal Schneider sobre la cama; empecé a desabrocharle la guerrera y después los primeros botones de la camisa, y cómo me daba vergüenza quitárselas se las dejé puestas y le saqué las botas. Sin saber muy bien porque me puse a pensar en cuando rodeó mi cuello con sus brazos y su cuerpo sobre el mío, en su aliento contra mi rostro y aquellos labios… que desde entonces me resultaba difícil, sino imposible, dejar de mirarlos sin ruborizarme por completo – “Maldita sea. ¿Acaso yo…?” – luego me dirigí al cuarto de baño y cogí un vaso de agua para hacerlo vomitar; hasta que no expulsara todo el alcohol que llevaba dentro no dormiría tranquilo y por ende yo tampoco ya que ahora me sentía responsable de que mi ayudante se encontrara en ese estado – Tenga, beba despacio – le aconsejé, antes de incorporarlo contra la pared y acomodarlo entre los almohadones con la ayuda de mis brazos, mientras yo estaba sentado en el borde de la cama, a un lado – Cualquier diría que es usted alemán, emborrachándose con tan sólo un par de cervezas – bromeé, sonriendo, creo que por primera vez.

    Edited by † Miss Skull † - 17/7/2014, 12:05
     
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  2. •Shena
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    -¡Claro que puedo!-Eso era lo que había exclamado en mi defensa... Pero lo más gracioso de toda aquella situación había sido el sentir el bulto creciente contra mi trasero al haberme acomodado en su regazo momentos antes de ponerme a rodar por el sofá... Lo peor era que cuanto más tartamudeaba y se avergonzaba más me divertía y más me reía... Desde luego me gustaba mucho más esta faceta tímida y vergonzosa suya recién descubierta. Yo acostumbraba a ese tipo de acercamientos tanto con hombres como con mujeres, así que mi cuerpo , acostumbrado a ese tipo de juegos, ya no reaccionaba tan fácilmente, además estaba borracho, ni siquiera me enteraba... Aunque lo que si que era cierto era atracción creciente hacia él que despertó al segundo.

    Le miré con curiosidad, tratando de tragarme mis carcajadas, pero al ver que se disponía a levantarse y que segundos después se volvía a dejar caer en el mueble me di cuenta de que no me había equivocado con lo que había notado, por lo que no tardé en carcajearme de nuevo, cubriéndome los ojos con el antebrazo. ¿Tanto se había excitado por un simple roce? "Que monada"Pensaba, sin parar de reír como un anormal para después volver a guardar silencio cuando me habló, apartando mi brazo de mi cara y no pudiendo evitar el fijar mi vista en su entrepierna, ya tranquilizada al parecer... "Que pena" -Está bien..-Le miré a los ojos con una sonrisita, agarrándome como un koala a él en cuanto me ayudó para que no me cayera y dejase los dientes en el suelo. Me puse en pie como mejor pude, sintiendo mi cuerpo estremecerse en cuanto me pasó el brazo por encima, agarrándome del cinturón con la otra mano para mejor equilibrio... aunque los tropezones no tardaron en llegar y aun peor al llegar a las escaleras -Si, señor-Respondí entre risas, aunque al final me llevó a caballito... No hice intento alguno de bajarme o de quejrme, estaba muy a gusto. Apoyé mi barbilla en su hombro, dejando mi respiración chocar contra su cuello mientras pasaba mis manos por debajo de sus brazos, agarrándome a su torso para no caerme hacia atrás.

    Al llegar arriba y, por coincidencia, la rubia salió de su cuarto, viendo con pánico la escena y acusando a su querido hermano de mi muerte... yo me dediqué a reirme por lo bajo contra el cuello de este, podría parecer que lo hacía a propósito, pero nada más lejos de la realidad... Arrugué la nariz al escucharlos reír a los dos, yo no le encontraba la gracia, y menos aun cuando los vi besarse, en un arrebato de celos que no di a ver, pues no estaba demasiado seguro de quien estaba celoso... cuando sí que me reí fue cuando la chica le dirigió unas últimas palabras al nazi antes de meterse a su habitación.

    Luego me llevó hasta otra habitación que estaba vacía, con la ioca capacidad de pensamiento que me quedaba supuse que era la de invitados... Le miré, confuso, y sintiendo mis mejillas calentarse al verme tumbado en la cama con él encima, comenzando a desabrochar mi chaqueta y los primeros botones de la camisa, pero luego se detuvo y simplemente me quitó las botas. En lo que él se iba al baño yo me fui desvistiendo con bastante dificultad a la hora de desabrochar botones por lo que para cuando volvió aun estaba liado con la camisa, observando el vaso que llevaba en manos mientras me ayudaba a incorporarme -¿Que es esto?-Olisqueé el contenido del vaso y, en cuanto me di cuenta de que no era alcohol, dejé el vaso por ahí, sin intención alguna de tocar su contenido, consiguiendo al fin quitarme la camisa y, seguidos de ella, los pantalones... Nunca dejes a un borracho desvestirse solo, porque, por lo menos yo, me lo había tomado muy en serio... Escuché sus palabras sin prestar demasiada intencción, fui a gatas por la cama para luego bajarme y, después, sentarme de nuevo en regazo, de cara a él, observando bien su sonrisa -¿Ves? Así estas mejor...-Le susurré al oído, tirando por ahí la última prenda que me quedaba puesta sin ser consciente de lo que hacía, más apegado de lo que debería a él -Y cualquiera diría que lo es usted... excitado por un simple acercamiento, pensaba que un hombre como usted resistía más esas cosas-Siseé para después reir cual niño que no había roto un plato en su vida... Incluso de borracho me encantaba molestarle, aunque posiblemente con esto me ganaría un golpe que me quitaría la borrachera al segundo.


    Edited by •Shena - 19/7/2014, 20:59
     
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    Cuando volví del cuarto de baño, mi nuevo ayudante, el señor Schneider, intentaba desvestirse por sí sólo – Espere, déjeme ayudarle – dije que le echaría una mano, pero cuando vi su cuerpo casi desnudo me quedé atontado observándolo; primero su torso, mientras luchaba por quitarse la camisa, y luego sus piernas, entretanto que intentaba quitarse el pantalón. Yo estaba avergonzado; de modo que desvié la mirada hacia un lado y mis mejillas pronto se tiñeron de color rojo, mientras me llevaba una mano a mi rostro con intención de cubrirlo y agachaba la cabeza hacia abajo – “Basta” – De pronto sentí como mi ayudante gateaba por la cama y se bajaba de ella para luego volver a subir a mi regazo y rodearme la cintura con sus piernas, mientras me susurraba unas palabras al oído que no entendí para nada y se apretaba más contra mi cuerpo deshaciéndose de su última prenda de ropa interior. Si yo ya estaba avergonzado, ahora quería morirme ipso facto; quería apartarlo a un lado, pero en cambio me quedé muy quieto, entretanto que se me agitaba la respiración y mi entrepierna empezaba a reaccionar de nuevo – “No, no, no, no…” – de pronto, sentí como el deseo invadía mi cuerpo; por supuesto no quería besarlo, o eso pensaba yo, pero si quería tocarlo, y sentir su piel muy cerca mío. Hasta que… – ¿Cómo que así estoy mejor? – pregunté, empezando a enfadarme, más conmigo mismo que con él – ¿Le parece que esta situación puede ir a mejor? – lo empujé a un lado sin mucho miramiento, tirándolo contra la cama boca arriba para a continuación subirme encima suyo y apresar sus muñecas con mis manos para inmovilizarlo bajo mi peso – ¿Le parece ahora lo suficientemente divertido, señor Schneider?

    Pero sin lugar a dudas, lo que me hizo reaccionar a tiempo fueron sus últimas palabras; no sólo me había hecho tragar mis palabras y se había dado cuenta que con tan solo una caricia me excitaba, sino que además se estaba contoneando encima mía y se estaba riendo en mi puta cara. A mi entender, burlándose de lo que empezaba a sentir por él – Sé que está borracho y por eso no piensa lo que dice o lo que, razón por la que no pienso hacer que lo deporten o lo mate aquí ahora mismo. Pero se lo advierto; no vuelva a insinuarse de este modo o… – ¿o qué? ¿o volveré a excitarme? –… tendremos serios problemas usted y yo – y sin embargo, ¿por qué sentía que cada vez me iba acercando más y más a sus labios? – Soy un hombre, al igual que usted; esto no está bien y lo sabe. ¿Cuántos alemanes están ahora en los campos de concentración por ser unos desviados? No, señor Schneider, no permitiré que caiga en el mismo error con ellos – hasta que llegó un momento que nuestros rostros quedaron a escasos centímetros, el uno del otro – Usted sólo está borracho y no sabe lo que hace – pero yo sí; ¿así que por qué demonios ahora movía el dedo pulgar acariciando la palma de su mano? Cuando, de pronto, mi padre llamó a la puerta y a mí se me cayó el mundo encima – ¿Hermann? ¿puedo pasar? – ¿qué podría llegar a pensar mi padre si veía a su hijo en una cama y sobre un hombre desnudo? – “Mierda” – como sólo lo había visto hacer en las películas; me bajé de la cama, recogí la ropa y cogí a mi ayudante como si fuese un saco de patatas para meterlo dentro del cuarto de baño a toda prisa. Cerré de un portazo y me desabroché un poco la guerrera y los primos botones de la camisa, antes de que mi padre abriera la puerta.

    -Hermann, ¿qué haces aquí? – me preguntó vestido con un pijama de color blanco. Yo me quedé parado y en silencio, como cuando era un niño y le estaba mintiendo – Nada, ¿y tú? – mi padre me miró confundido – Iba a usar el cuarto de baño de invitados, porque el mío está atascado. Hermann, ¿ocurre algo? – insistió; sabía que le estaba mintiendo, pero no quería descubrirlo por sí sólo, él quería que yo acabara por contárselo todo, como utilizaba los métodos de la Gestapo – No, ¿por qué? – mi padre se dirigió al cuarto de baño, pero yo le corté rápidamente el paso – ¿Qué estás escondiendo ahí dentro? – y fue en ese momento cuando me di cuenta que; o mentía para salvar mi reputación o mi vida pendía de un hilo muy fino. De modo que mi expresión cambió por completo; mi vergüenza dio paso a la serenidad y el miedo dio rienda suelta a solemnidad – Padre, no es buena idea de que abra esa puerta porque Minna y yo estábamos a solas – le expliqué, atropelladamente – Oh, vaya, lo siento mucho hijo, por favor, seguid, seguid, no era mi intención molestaros – pero entonces, cuando creía que me había librado de él; mi padre encontró un calcetín de mi ayudante – ¿Qué es esto? – me preguntó seriamente sin rodeos – Es mío; aunque técnicamente era toda la ropa que llevaba ella. Por favor, ¿me lo devuelve, padre? – mi progenitor no era tonto y sabía que algo estaba mal en todo aquello; ¿por qué no lo hacíamos en nuestro cuarto? Por ejemplo, pero no dijo nada porque yo había conseguido responder a todas sus preguntas sin ningún fallo. En otras palabras; me dejó ganar esta partida, pero no la guerra. Y no descansaría hasta saber lo que me traía entre manos, siempre hacía lo mismo.

    Cuando lo vi cerrar la puerta del dormitorio, abrí la del cuarto de baño. Y lo primero que hice fue darle un guantazo a mi ayudante – Ni se te ocurra volver a ponerme en esta clase de aprietos – perdí por completo las formas y acabé por tutearlo, para después cogerle fuertemente de la muñeca y sacarlo del cuarto de baño a rastra para tirarlo de nuevo en la cama – Voy a por algo de ropa, no te muevas de aquí – y tal y como me fui volví unos minutos después con un pantalón de chándal militar y una camiseta de manga corta negra mía – Póntelo y acuéstate de una vez – dije tomando asiento en uno de los dos sillones. Ahora no podía salir fuera porque mi padre estaba con la oreja empinada y se supone que yo estaba con Minna en la cama. De modo que ahora me veía atrapado en esta habitación, con mi ayudante borracho, mi orgullo herido y un dolor de nudillos horrible por culpa de aquel puñetazo – “Las cosas pueden ir a peor” – me dije a mí mismo. Lo cierto es que me sentía un poco culpable por lo que acababa de hacerle, porque en realidad yo no quería golpearle. De modo que me acerqué hasta él nuevamente y en un ataque repentino lo abracé con torpeza atrayéndolo a la fuerza hacia mí antes de soltarle. Era un maldito desastre con las relaciones personales – Siento haberle golpeado, Schneider, está borracho y no es consciente de lo que hace. ¿Puedo hacer algo para complacerle? – esperé pacientemente una respuesta por su parte –. Duerma usted en la cama – dije sacando de la cómoda una manta y dirigiéndome al sofá – Ahora no podemos salir de esta habitación hasta que amanezca, como comprenderá.
     
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  4. •Shena
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    Le sentía quedarse completamente quieto bajo mi cuerpo, no sabía si lpr mi propio peso o por lo nervioso que se estaba poniendo, porque le quedaba poco para ponerse a sudar. Su cara estaba completamente roja y respiraba de forma agitada; también notaba cierta parte volver amreaccionar ahora con mayor facilidad al estar solo por en medio su ropa... Lástima que su mal carácter salió de nuevo a la luz y me fastidió la diversión. Me empujó a un lado, haciéndome caer de espaldas en la cama... lo que no esperaba es que se me subiese encima. -Bueno, según como se mire-Contesté, encogiéndome de hombros sin dejar mi sonrisita de lado, mis mejillas ardían y ahora el nervioso era yo... Pues muy a mi pesar, estaba empezando a excitarme... ¿Que podía hacer? Estaba desnudo, borracho y con él encima, que a poco que se movía se rozaba contra mi cuerpo y, para colmo, cada vez se me acercaba más... "¿Está amenazándome o insinuándose?"Pensaba, confuso, sintiendo las leves caricias en la palma de mi man que me hicieron reír levemente, me había hecho cosquillas. -Si tanto le molesta ¿Por qué está tan cerca?-Inquirí, confuso de verdad -Además, como usted dice somos hombres... No hay nada en mi cuerpo que usted no tenga, así que ¿Por qué se molesta?-Espeté sin la más mínima mala intención, sin separar mis ojos de él, nuestras caras estaban a centímetros de la contraria y bien sabe Dios que estuve a punto de acortarlas solo por acabar de estresarle de no ser porque habían llamado a la puerta... Al parecer era el viejo alemán. De golpe se bajó de la cama, cogiendo mi ropa y luego a mí, que no paré de reírme en todo el recorrido hasta el baño donde me dejó encerrado. Me dediqué a mirarme al espejo "No se cómo ha podido resistirse"Descojonándome mentalmente, escuché la conversación que mantenían afuera "¿Tiene el baño atascado?"Pensaba, teniendo que taparme la boca con ambas manos para no reír en voz alta... Para estar borracho estaba teniendo un sentido común impresionante.

    Me quedé sentado al borde de la bañera, apoyando mi barbilla en las palmas de mis manos, mirando al techo de lo más entretenido, mientras escuchaba la conversación. "Yo mentiré mal, pero tú peor, alemán"Pensaba, con una sonrisita. Al escuchar la puerta de afuera abrirse y cerrarse me puse en pie, dispuesto a salir a ver lo que pasaba, pero antes de que yo abriese la puerta fue Hermann quien la abrió y, sin comerlo ni beberlo, me llevé un guantazo en toda la cara que consiguió que la girase... Creo que hasta me había roto el labio, tampoco estaba muy seguro, mi cara era bastante delicada... Lo que si era cierto era que había conseguido espabilarme. Le miré de reojo, toda sonrisa había desaparecido de mi cara. El que se me había puesto encima y el que había decidido quedarse allí conmigo había sido él. Me agarró de la muñeca y me arrojó de nuevo a la cama donde caí de bruces "Será bruto..."Pensaba, incorporándome como podía mientras le escuchaba, palpando mi labio... No era grave, pero si escocía y salía un poco de sangre la cual lamí sin demasiada preocupación.

    Rato después volvió con un pantalón de chandal y una camiseta -Si señor-Resoplé, poniéndome la ropa interior, no me gustaba estar sin ella si iba a tener que dormir vestido... Me puse la ropa que me había dado, que como no me quedaba bastante grande... Y es que el alemán era como un armario comparado conmigo. Mi cabeza daba vueltas, me dolía la mejilla y tenía un nudo en la garganta que me tenía de lo más agobiado. Retrocedí al ver que se levantaba del sillón y se me acercaba, pensando que me iba a dar una paliza; sin embargo lo único que hizo fue atraerme a él para darme un asfixiante abrazo que no esperaba y que revolvió aun más mi estómago. Aunque según me agarró me volvió a soltar. Le miré, perplejo y con la boca abierta, no entendía a este hombre. -C-como quiera-Tartamudeé como pude antes de ir a la carrera al baño... Yo que ya estaba mal con aquella hostia y el alretujón no había podido aguantar el vómito... Me sostuve la cabeza, siempre me había resultado desagradable. Me enjuagué bien la boca, asqueado, antes de regresar a la habitación, observándole de reojo, ya más esoabilado "Es como un niño grande con la fuerza de un demonio"Suspiré y me subí a la cama... había sido sin duda un día agotador.

    Me acurruqué como un niño pequeño bajo las sábanas, teniendo que dar varias vueltas por culpa de mi mejilla y pómulo adoloridos hasta que conseguí encontrar una buena postura... "Menuda forma de empezar el trabajo" Pensaba con una sonrisita irónica antes de cerrar los ojos y caer dormido al momento, estaba completamente agotado; además esta cama era la gloria comparada con la quebrantahuesos del cuartel en Rusia.
     
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    No llevaba ni una hora sentado en aquel sillón de cuero marrón que, aunque era cómodo y mullido, seguía siendo pequeño para mi complexión y se me hacía difícil sino imposible conciliar el sueño. Además hacía frío, ya que al final le di a mi ayudante mi manta, y llevaba el uniforme puesto, para mayor incomodidad – “Scheiße” – pensé, y en cuanto me puse en pie; sentí como tenía los músculos engarrotados y me crujían todos los huesos. Me acerqué hasta la cama y vi como el señor Schneider ocupaba gran parte de ella, maldito fuera con lo pequeño que era y el espacio innecesario que sobraba. Me desabroché el cinturón del uniforme y lo dejé colgado sobre el cabeza, luego me quité la chaqueta y las botas… si, me dejaría puesta la camisa y los pantalones, aunque me desabroché los primeros botones de esta para mayor comodidad y me deshice de los tirantes que pasaban desde la cintura pasando por hombros y espalda. Hice a un lado la manta y me tumbé cubriéndome con esta, estaba más firme que una tacha y por desgracia aunque me di la vuelta nuestros cuerpos se rozaban muy a mi pesar – “Yo debería estar durmiendo con Inga en la cama y no con la celosa de mi futura esposa o el borracho del señor Schneider” – di un suspiro, resignado, y traté de conciliar el sueño, pero me era muy difícil con un hombre al lado. Me quedé mirándolo durante un segundo de reojo y luego giré la cara para observarlo mejor, mientras dormía como un tronco a mi lado; tenía las facciones suaves, casi como las de una mujer, y me sentí aún culpable, cuando vi la herida del labio que le había hecho al golpearle. De pronto sentí un deseo irrefrenable por tocarlo y de hecho levanté la mano para hacerlo, pero cuando fui consciente de mi mismo y volví a retirarla rápidamente a su sitio – “¿Qué demonios estoy haciendo?” – recuerdo que pensé, antes de darme la vuelta a toda prisa y quedarme profundamente dormido.

    Mientras dormía no me di cuenta de cómo volví a darme la vuelta y me acerqué peligrosamente a Gilbert por detrás hasta rodearle la cintura con mi brazo creyendo que se trataba de mi futura esposa. Luego lo atraje hacia mí hasta que su espalda tocó mi pecho y yo escondí mi cara entre su pelo – Minna – susurré, medio dormido. Cuando, de pronto, el sonido del motor de un coche me despertó por completo. Todavía era de noche cuando abrí los ojos de golpe y vi como abrazaba a mi ayudante como si fuéramos amantes, pensamiento que me hizo dar un salto hacia atrás y caerme de la cama al enredarse mi pie con una de las sábanas. Rápidamente cogí mi ropa y me vestí a toda prisa, antes de salir corriendo al pasillo y bajar por las escaleras en dirección el cuarto de baño. Allí me lavé la cara y me sequé con la toalla, antes de mirarme en el espejo de cristal y devolverme una mirada furibunda. Estaba alterado; no paraba de sudar a chorreones y mis manos temblaban como si tuviera párkinson. Saqué la pitillera de plata del bolsillo interno de la chaqueta y me llevé un cigarro a la boca, di una calada y expulsé el humo de mis pulmones muy lentamente para recuperar la calma. Tenía el pulso acelerado y mi corazón palpitaba tan rápido que pensé que se saldría del pecho… No podía quitarme de la cabeza a mi ayudante, al señor Schneider – “¿Qué me está pasando?” – me pregunté, acongojado, mientras alguien llamó tres veces a la puerta.

    Era un soldado raso que nada más abrir la puerta hizo el saludo marcial y yo aunque tarde se lo devolví levantando el brazo derecho en el aire – Un telegrama para usted, señor Müller – dijo entregando un sobre con el sello del alto mando alemán. Yo me llevé el cigarrillo a los labios y lo abrí leyéndolo a toda prisa – “…hemos capturado a un soldado ruso, por eso mismo solicitamos su presencia inmediatamente en la base para interrogarlo. Atentamente Heinrich Himmler.” – leí a toda prisa y a la luz de la luna. Asentí al soldado con la cabeza y le pedí que esperara un momento fuera, mientras yo subía a toda prisa por las escaleras para despertar a mi ayudante y le incitaba a que se vistiera. Unos minutos después cuando estuvimos listos subimos al coche que nos esperaba fuera para llevarnos directamente al cuartel general – Señor Schneider siento haberle levantado de la cama a estas horas de la madrugada, pero el alto mando alemán me ha comunicado que han capturado a un Iván y es nuestra misión interrogarlo y sonsacarle toda información que nos pueda servir de utilidad – y cuando decía sonsacarle me refería a todos y cada uno de los métodos que utilizábamos en la Gestapo para nuestros enemigos – Su misión es muy sencilla; quiero que se siente en la mesa y escriba a máquina toda palabra que salga de su boca. ¿De acuerdo? Yo me ocuparé del resto – me pasé una mano por el pelo y lo tiré hacia atrás, mientras me releía la carta… era las cuatro de la madrugada. Miré de reojo a mi ayudante, todavía era incapaz de mirarle a la cara sin avergonzarme.

    Una vez llegamos bajamos todos los soldados nos abrieron el paso y se postraron firmes según descendíamos en dirección hacia el sótano, hasta que llegamos a una habitación de un tamaño considerable y un agujero de desagüe en el medio, para la sangre. Las paredes eran de cemento insonorizado y por supuesto no había ninguna ventana o rejilla por donde entrara la luz del sol. En medio de la habitación había una bombilla y bajo ella al susodicho ruso atado a un gancho por las manos – Buenas noches, Iván – dije saludándolo con mi mejor acento ruso, Iván era el nombre que dábamos para todos los partisanos. Yo me quité la chaqueta y la dejé colgada en el perchero, antes de arremangarme las mangas de la camisa hasta los codos y señalarle al señor Schneider su puesto – Siéntese, señor Schneider y empiece a escribir – a este le hablé en alemán, antes de darme la vuelta y dirigirme al centro de la sala. Allí había todo tipo de artilugios y aparatos de tortura; cuchillos de diferentes tamaños, tenazas para arrancar algún que otro dedo, un hierro para marcar al rojo vivo e incluso disponíamos de una bañera llena de agua para intentar ahogarlo… entre muchos otros inventos. De pronto me di cuenta como el ruso miraba a mi ayudante con cara de asustado y luego cuando supo que le estaba mirando desvió la mirada rápidamente hacia el suelo – “¿Pero que demonios…”? – recuerdo que pensé antes de ponerme frente a él.

    -No vas a salir vivo de esta, lo sabes, ¿verdad? Pero si puedes elegir entre una muerte rápida o una muerte dolorosa – lo primero era el desgaste psicológico, pero yo estaba muy cansado para llevar a cabo todo el protocolo. Así que no me ande por las ramas y le pregunté directamente por el susodicho ruso – Nombre del topo – el ruso me escupió en el zapato y creo que me dijo que me fuera a tomar por culo. Acto seguido yo le di una patada en el estómago… para limpiarme su escupitajo – Nombre del topo – volví a repetirle. Y vi como se le escapaba la bilis por la boca, sin decir nada. Eso le hizo ganarse un puñetazo que le giró la cara y le saltó un diente – Nombre del topo. Así podemos estar toda la noche, si tú quieres, dame el nombre y te mataré rápidamente – dije en ruso. A lo que el Iván volvió a mirar al señor el Schneider y negó con la cabeza – Niet – dijo con el labio ensangrentado. Lo que le hizo ganarse varias horas de tortura hasta que salió el sol, pero como estábamos bajo tierra no lo vimos; le di puñetazos hasta que tuve los nudillos a carne viva y tuve que valerme de una correa, después le arranqué las uñas y corté algún que otro dedo. También lo intenté ahogar en el agua, mientras lo metía y lo sacaba a toda prisa, y para rematar la faena le amenacé con cortarle las manos y los pies. Y aún así seguía sin soltar prenda. Yo estaba agotado, de modo que tuve que dejar durante unas horas el interrogatorio… y me senté al lado de mi ayudante – Malditos soviéticos y su camaradería férrea – susurré, encendiéndome un cigarrillo. ¿Alguna idea señor Schneider? Por cierto… ¿cómo está su labio? – le pregunté, desviando el tema de conversación y llevando mi mano a su rostro para rozarlo con la punto de los dedos – ¿Está mejor? O ¿prefiere que lo lleve a la enfermería?
     
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  6. •Shena
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    Según caí dormido fue como entrar en trance, desde luego no me despertaría fácilmente; tenía el sueño bastante pesado cuando me encontraba en situaciones fuesa de peligro. Estaba cómodo además de agusto y, ya que no me empanaba de lo que ocurría a mi alrededor, completamente tranquilo. Soñaba con que estaba en una isla desierta con una gran casa y muchas y bellas mujeres... Definitivamente en cuanto me retirase pensaba vivir así, aunque para aquel entonces no sabía si las mujeres atractivas continuarían fijándose en mí; de todos modos no importaba, para aquel entonces, si vivía, sería rico y esto era solo un sueño. Mas, cuando 'más a gusto' estaba con una chica que resultaba ser Inga, esta comenzó a cambiar hasta transformarse en... ¿Su hermano? El precioso sueño acabó convertido en una horrenda pesadilla, huyendo de un muy cabreado Müller que no dudaba en dispararme y arrojarme objetos varios a la cabeza mientras yo corría como un poseso y trataba de salvarme de sus agresiones. Luego, aun de dormido, el calor de mi cuerpo iba aumentando e incluso pude notar como algo me apresaba entre sus brazos... Entonces la pesadilla volvió a cambiar. Ya no estaba ni en la isla ni siendo perseguido, sino entre cojines y siendo abrazado desde atrás por un oso de peluche -Mnh-Y con ese sueño continué durmiendo de lo más a gusto.

    Después un traqueteo comenzó a hacerme espabilar, pero al final seguí durmiendo tan tranquilo; poco sabía yo lo que me esperaba. Al poco rato vino Hermann, diciéndome que me vistiese, que nos íbamos. -¿Qué pasa?-Preguntaba, confuso,levantándome de la cama y vistiéndome con la ropa con la que había venido, estaba tenso, muy tenso. "¿Acaso ha habido un chivatazo y me han pillado? No, en ese caso ya me habría matado..."Pensaba mientras le seguía escaleras abajo, un coche estaba esperando a la puerta de la mansión. Una vez ambos dentro me explicó lo que ha ocurrido -Ya veo... No hay problema, señor Müller, me encargaré de ello-Murmuraba mientras disimulaba más de un bostezo. Estaba somnoliento, cansado, me escocía el labio y me dolía bastante la cabeza... supongo que era por el alcohol consumido hasta hace relativamente poco, aunque eso era lo único que conseguía recordar: que había estado bebiendo. "Creo que tendré que preguntarle después "Pensaba, suspirando mientras iba cayendo en cuenta de la situación en la que me encontraba: estaba en grave peligro de ser descubierto.

    Durante el viaje me dediqué a mentalizarme a mí mismo para lo que se me venía encima, no podía dar ni una señal ni que se me fuese la lengua. Tiempo después llegamos, una vez bajamos del coche, los soldados nos abrieron el paso y se postraron según íbamos descendiendo; yo me mantuve derecho y con la cabeza alta, por mucho que me costase mantener la compostura en mi estado. Una vez en el sótano pasamos a una habitación bastante grande donde había todo tipo de elementos de tortura, incluida una bañera llena de agua para ir ahogándote de poco en poco "Serán hijos de puta"Pensaba, aunque no era muy diferente de una sala de tortura rusa. En el medio estaba el capturado, mis ojos se abrieron un poco más de lo que me habría gustado... él era uno de mis compañeros. "No me jodas, de todos tenías que ser tú..."Pensaba, desviando la mirada hacia las armas, como si les estuviese dando el visto bueno. Me mantuve en silencio desde el principio, yendo a sentarme hacia donde me había indicado. Observé de reojo al nazi acercarse a mi antigüo compañero, que no pudo evitar dirigir la mirada hacia mí; me había reconocido. Solo por disimular le miré con asco, aunque él sabía que no era así y también por qué lo hacía. Aquel chico y yo habíamos sido reclutados casi al mismo tiempo, así que no tardamos en llevarnos bien, éramos un buen equipo hasta que me cambiaron de cuartel... Y, también, él había sido el primer hombre con el que me había acostado; al parecer el destino no quería ser justo una vez más para conmigo y quería que lo viese morir a él también. "No me jodas"Me tapé la cara por un segundo y empecé a escribir lo que decía el alemán y poco que había conseguido decir el pobre ruso entre amputaciones y golpes, y aun así lo único que había dicho eran improperios para con el alemán "Por favor, resiste"Rogaba , manteniendo un semblante impasible mientras moría por dentro "Maldito hijo de puta, te cortaré la cabeza cuando menos te lo esperes..."Pensaba, agotado de estar allí, teniendo que morderme la lengua y retenerme a mí mismo mientras los gritos y alaridos de puro dolor perforaban mis oídos, consiguiendo que me retumbase la cabeza "¿Cuántas horas han pasado ya?" Los ojos se me cerraban solos y mi cuerpo ya no quería mantenerse despierto. Poco después vi al nazi acercarse, con los nudillos ensangrentados de tanto machacar a Vólkov. Le sonreí muy a mi pesar, pues de lo único que tenía ganas era de matarlo allí mismo, pero no podía; aun no. -¿Qué es lo que haría usted en su situación si hubiese sido capturado por ellos? Piense en lo que a usted le haría vender a sus compañeros-Comenté, utilizando un tono divertido para la pregunta y otro más serio para el resto, aunque luego me tomó completamente por sorpresa con lo del labio... Aunque lo que me sorprendió aun más fue que llevase su mano a mi rostro, rozándolo tan cuidadosamente que nadie diría que él había sido la bestia que había dejado al preso a las puertas de la muerte. Puse mi mano sobre la suya, rozando sus nudillos mas sin apartarla, observando la sangre que no estaba muy seguro de quien era -Creo que usted tiene mayor necesidad de ir a la enfermería que yo, señor Müller... Aunque le agradecería que me acompañase, necesito algo para el dolor de cabeza más que para el labio, los gritos de esa puta aun me retumban-Me sobé las sienes, estaba diciendo la verdad en cierto modo, aunque lo único que quería era salir al menos un momento de allí, no podía seguir viendo aquello. -Ah, por cierto, ¿cómo me hice esto? No se muy bien lo que pasó a partir de que estaba bebiendo en las escaleras, así que le agradecería que me lo contase... Aunque sé que este no es el momento más adecuado-Pregunté cambiando de tema, señalando mi labio con confusión... ¿Me habría caído de la cama?

    Me levanté con la intención de estirar las piernas y que así accediese a ir a la enfermería, dirigiendo una mirada burlona hacia el torturado, creo que no había ni una sola parte de su cuerpo que no estuviese sangrando "Joder... ¿Cómo has acabado aquí?"Pensaba, para luego mirar al alemán y sonreírle -Entonces... ¿Vamos? No creo que escape-Reí, aunque maldita la gracia que me hacía.
     
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    “Piense en lo que a usted le haría vender a sus compañeros”



    -¡Pues claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? – me levanté de mi asiento y me dirigí en dirección al ruso, antes de poner una mano en su hombro y hablarle en voz baja al oído – Iván, ¿puedes oírme? Bien, más te vale, escúchame con atención porque no pienso repetírtelo dos veces; voy a encontrar a tu familia y voy a traerlos aquí contigo, violaré a tu mujer y mataré a tus hijos delante tuyo… si no me das el nombre del topo. Piénsalo; ¿Qué es más importante para ti? ¿La vida de tu familia? O ¿La patria a la que tanto amas? – después volví junto con mi ayudante y estaba tan contento que cogí su cara con ambas manos para después darle un beso en el pelo a modo de agradecimiento – Que estúpido he sido, gracias señor Schneider – entonces sentí su mano sobre la mía y no pude evitar hacer una mueca de dolor cuando rozó mis nudillos con sus dedos, pues tenía la piel en carne viva y las heridas me sangraban de dar tantos puñetazos – ¡Tsk! – me quejé retirando mis manos a toda prisa – Sí, sí, tiene razón; hagamos un descanso, ahora avisaré a otro oficial de mando para que nos releve durante unas horas de nuestro puesto – entonces cuando estábamos a punto de salir fuera, me hizo aquella pregunta incómoda; no sólo no se acordaba de la noche anterior de la borrachera que llevaba, sino que además me había puesto en el compromiso de tener que contarle la versión oficial de todas sus impertinencias – Eh… sí, claro, eso se lo hizo con… las escaleras; tropezó y se fue de bruces contra el suelo – mentí, ¿qué iba a decirle? “Señor Schneider; ayer por la noche se contoneó desnudo encima mío y me excitó de tal modo que acabé por pegarle un puñetazo, no contento con ello dormimos juntos y acabé abrazándolo como si fuéramos amantes” Con tan sólo recordarlo me avergoncé de tal modo que acabé desviando la mirada hacia un lado y mis pómulos se sonrojaron – Eso fue lo que paso, sí, así que tenga más cuidado la próxima vez con… las escaleras – y me di la vuelta para que no pudiera hacerme más preguntas.

    Cuando llegamos a la enfermería mi mejor amigo de la infancia nos recibió con los brazos abiertos, literalmente hablando – ¡Hermann! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo estás? – dijo apresándome por sorpresa en un abrazo e intentando darme un beso, mientras yo me echaba hacia atrás y giraba la cabeza a un lado para tratar de evitarlo – ¡Suéltame inmediatamente, Dietrich! ¡Sólo hace dos días que no nos vemos! ¿Cuántas veces tengo que decirte que no hagas eso?– y únicamente me soltó porque el judío que estaba atado de pies y manos a una mesa de metal con correas de cuero dio un último suspiro de vida, antes de morir con las costillas abiertas de par en par – ¡Ah! Hermann pero que frío eres conmigo, me haces daño – mi amigo hizo una mueca de disgusto y se acercó hasta él para arrojarlo a un contenedor junto con muchos otros. Ambos nos quedamos mirándonos, antes de echarnos a reír juntos por lo irónica que era esta situación; yo sería frío, pero él no tenía ningún tipo de compasión con aquellas ratas judías que utilizaba como conejillo de indias para sus experimentos – ¡Pero qué hombre más guapo! – vi como Dietrich se acercaba hasta él y lo abrazaba con toda confianza, mientras lo apretaba contra su cuerpo y lo tocaba sin ningún disimulo – ¡Hola! ¿Cómo te llamas? Yo me llamo Dietrich, tengo 26 años y soy sagitario – estaba a punto de darle un beso en la mejilla, pero yo tiré de mi ayudante por el hombro para liberarle de su abrazo; no quería que lo tocara de aquel modo y mucho menos que le diera un beso – “¿Acaso… estoy…celoso?” – Dietrich, dice que le duele la cabeza y de paso mírale la herida que tiene en el labio – mi amigo le condujo hasta una camilla con sábanas y una almohada blanca – Claro. ¿Qué te ha pasado? – pero yo contesté antes que mi ayudante, cortándole atropelladamente – Se ha caído… por la escalera – mi amigo giró la cabeza a un lado y me miró confundido, tenía el ceño fruncido y no había dejado de sonreír en ningún momento – Claro, por la escalera – cogió algodón y agua oxigenada y se lo pasó por el labio inferior para curarlo y desinfectarlo – Vaya escaleras más duras tienes, Hermann – bromeó, pillándome la mentira.

    Después se dirigió a una vitrina de cristal y le dio a mi ayudante un vaso de agua acompañado de dos pastillas – Toma, bébetelo – yo me quedé mirando a mi amigo durante unos segundos, su extraña sonrisa me estaba poniendo de los nervios, y después desvié la mirada hacia el bote de pastillas para leer, avergonzado; viagra – ¡No! – grité para detener a mi ayudante, pero ya era demasiado tarde. Obviamente no podía decirle lo que acaba de hacer mi amigo o este le contaría que había sido yo quien le había pegado el puñetazo, luego preguntaría porque y me vería en el compromiso de lo que pasó la noche anterior… por lo que no sólo Gilbert recordaría lo sucedido, sino que además mi amigo me tomaría por un desviado – No te lo bebas… deprisa – fue lo único que alcancé a decir, antes de que Dietrich se echara a reír a carcajadas. Mi amigo se acercó hasta mí y me pasó una mano por el hombro – No te preocupes, Hermann, en unos minutos… se sentirá mejor – yo estaba abochornado; me llevé una mano al rostro y negué para mis adentros – Oh, vaya, pero que nudillos más feos, déjame verlos. Señor Schneider, ¿por qué no le ayuda a quitarse la chaqueta? –mi amigo tomó algodón y agua oxigenada – Déjame adivinar; estas heridas te las has hecho cayéndote de la cama – Dietrich no borraba esa sonrisita suya de la boca y yo le dirigí una mirada furtiva, mientras repetía el mismo procedimiento que había hecho con mi compañero y me vendaba las manos – ¿Por qué no os quedáis aquí y descansáis un rato? Hermann tu nuevo ayudante se le ve cansado y debería descansar un rato – yo me iba a negar rotundamente después de lo que le había hecho, pero entonces mi amigo salió por la puerta para dejarnos los dos solos.

    -Señor Schneider hay algo que debe saber – empecé, sin saber muy bien que hacer o que decir – El doctor Dietrich… Dietrich… – “No puedo hacerlo” –… y yo somos amigos desde que éramos pequeños. Nuestras familias se conocen entre ellas y por eso mismo él es como… un hermano para mí – un momento, ¿desde cuándo mi fallida confesión se había convertido en una disculpa por el incorrecto comportamiento de mi amigo para conmigo? ¿por qué le estaba dando explicaciones a mi ayudante de Dietrich como si sintiera que le estuviera engañando con otro? – En fin creo que debería intentar dormir un rato, yo voy a… a… – “a cualquier parte, lejos de usted” –… avisar a la Gestapo para que nos revelen durante un rato – salí fuera al pasillo y allí vi a mi amigo riéndose a carcajadas, hasta el punto de que se le saltaban las lágrimas – ¡YO TE MATO, DESGRACIADO! ¿¡CÓMO HAS PODIDO HACERME ESTO!? – grité cogiendo a Dietrich por la solapa del chaqueta, si Gilbert no me había oído ya podía dar gracias – Vamos, vamos, no te pongas así por una tontería, sólo ha sido una broma – se defendió levantando las manos en el aire en señal de rendición – ¿¡Una broma!? ¡Le has dado viagra! Dime, ¿¡qué coño hago ahora!? – mi amigo intentaba disimular su sonrisa, pero no podía y al final acabó estallando a carcajadas – Pues entras ahí dentro y te lo… – pero yo le atajé, antes de que pudiese continuar – ¡No lo digas en voz alta! – y dicho esto, hice ademán de irme pasillo abajo; lo último quería era entrar en aquella habitación. Pero entonces Dietrich me dio un empujón, cogiéndome por sorpresa, y me metió de nuevo en el dormitorio, antes de echar la llave a la puerta – “¡MALDITO SEAS, DIETRICH!” – gruñí mentalmente, dándome la vuelta y sonriendo de oreja a oreja como si aquí no pasara nada. Me dirigí a una camilla y me tumbé dándole la espalda a mi ayudante sin mediar palabra, sólo quería quedarme dormido y que pasaran cuanto antes aquellas horas.
     
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  8. •Shena
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    Le miré con confusión al verle levantarse, al parecer le había dado una idea... "¡Joder! No debería haber abierto la boca..."Pensaba, resoplando... Aunque según el tipo de hombre que era Hermann posiblemente lo amenazaría con su familia "Bueno, si ese es el caso está bien...después de todo es homosexual, no tiene mujer o hijos; el único problema serían sus padres, y dudo que a estas alturas sigan vivos"Pensaba, tranquilo en cierta parte. Luego volvió conmigo, besándome el pelo y volviendo a pillarme por sorpresa. Liberé un suspiro, aliviado, tenía contento al nazi y no había puesto a nadie en peligro si mi teoría era cierta y, de paso, le había jodido un poco tocándole las heridas. -Está bien-Comenté tranquilamente, dándole una última mirada a mi viejo amigo que confirmó mis suposiciones y consiguió tranquilizarme por con un pequeño cabeceo que parecería más una muestra de agotamiento al dejar caer su cabeza, así que era imposible que otro lo entendiese. "Si hubiese sido otro le habría jodido la voda"Pensaba mientras escuchaba la respuesta a la pregunta sobre la herida de mi labio, aunque no fue creible para nada -¿Con las escaleras? ¿Y solo me hice esto?-Le miré, confuso, pero en cuanto vi su rostro acalorarse comprendí que estaba mintiendo "¿Le habré hecho algo? No, en ese caso me lo habría recriminado y me repudiaría... ¿Me lo habrá hecho él a mí?"Me tensé por completo con este pensamiento, optando por cerrar el pico y fingir que me lo creía... De todos modos no pude continuar preguntando pues se dio la vuelta.

    Al llegar a la enfermería me faltó poco para vomitar al ver un hombre abierto en canal en una mesa, atado de pies y manos, posiblemente un judío. El encargado de la masacre corrió a abrazar a Hermann y, según la conversación, parecían conocerse de antes. Mis sospechas fueron a peor al ver que intentó besarle y ni siquiera lo golpeó "Hijo de puta, ¿Qué me ha hecho?"Pensaba, erizándome por completo mientras palpaba mi cuerpo por encima. -Dios...-Dejé las tonterías a parte, cubriéndome la boca para aguantar las arcadas al ver lo que había donde había tirado el cadáver... ¿Aquella gente no tenía escrúpulos? "Locos..."Fue lo único que pude pensar al respecto al escucharlos reír a ambos. Luego el tal Dietrich reparó en mi presencia, elogiándome como si nada. "Pero que diablos..."Sentí mi rostro acalorarse al sentir como me apretaba contra él, manoseándome -¿G-Gracias?-Tartamudeé, sin ser capaz de mover ni un músculo -Me llamo Gilbert Schneider, también tengo 26 y soy acuario-Le sonreí, erizándome al ver que se me acercaba aun más, pero fui bruscamente jalado hacia atrás por Müller, que parecía cabreado "¿Y ahora qué he hecho?"Lloriqueaba mentalmente, hasta que me di cuenta... ¿Se había puesto celoso? Lo que no sabía era de quién... "Dirán lo que quieran, pero esto es un nido de homosexuales..."Pensaba, aunque más que de todo eso, estaba sorprendido de mí mismo. No había evitado el acercamiento, ni siquiera había hecho ademán de echar la cabeza hacia atrás o girarla al ver que se me acercaba más de lo debido... Tampoco había detenido sus manos para que no me toqueteara. "Supongo que será porque no estoy acostumbrado a encontrarme con alguien aun más descarado que yo..."Suspiré, tratando de pensar en otra cosa para bajar el calor de mis mejillas. Abrí la boca para responder a la pregunta del médico, pero Hermann se me adelantó, no dejándome ni pronunciar palabra "¿Pero qué le pasa?"Fruncí el ceño, dejándome curar y liberando un pequeño quejido, escocía bastante. Me hice el tonto, pero me había dado perfecta cuenta de que Dietrich también le había pillado la mentira. "Por Dios, ¿Se creen que soy tonto?"Pensaba, disimulando y mirándolos como si no entendiese.

    Luego me dio las pastillas junto a un vaso de agua, indicando que me lo bebiese -Gracias-Le sonreí antes de llevarme las pastillas a la boca, tragándomelas una detrás de la otra con bastante dificultad, nunca me habían gustado aquellas cosas -¿Eh?-Miré confuso a mi jefe tras su grito, suspirando con pesadez y acabando de tragar la segunda pastilla con la que casi me había atragantado por su culpa. Luego el otro presente se echó a reír, hecho que atribuí a la estúpida actuación del otro y no le di mayor importancia. Luego se encargó de los nudillos de Hermann, pidiéndome que le ayudase a quitarse la chaqueta, cosa que hice sin ningún problema... No pude disimular una risita tras su comentario mientras observaba como le curaba "Es rápido"Yo simplemente fui a tumbarme en una camilla cualquiera, tratando de pensar lo menos posible en cualquier cosa; el médico salió, dejándonos solos y entonces Müller volvió a hablarme, explicándome de qué conocía a aquel extraño hombre -Ya... veo...-Le miré sin entender en qué me afectaba eso a mí, ¿De verdad estaba celoso de mí y me decia eso para que no me le acercara? Todo esto... era extraño -Vale...-Le miré marcharse a él también, y traté de relajarme para poder dormir un momento, pero los gritos del rubio consiguieron que me incorporase de golpe... -Locos, están completamente locos-Murmuré dejándome caer en la camilla de nuevo mientras me tapaba los oídos, yo no quería saber nada. Después de un rato observé la puerta abrirse de nuevo, era Hermann "Que rápido..."Pensé, comenzando a sospechar que algo malo estaba pasando. Sin mirarme siquiera se fue a tumbar, dándome la espalda "No se qué les pasa..."Suspiré, tumbándome boca-abajo y cerrando los ojos con intención de dormir... Pero minutos después algo comenzó a molestarme -¡¡Será ...!!-Mis ojos se abrieron al máximo y mi rostro se puso rojo como un tomate al comprender lo que me había pasado... Aquel puto alemán me había dado viagra. Me levanté de la camilla, cubriendo mi entrepierna y dirigiéndome a la puerta -L-lo siento señor Müller, necesito ir al baño... ahora vengo-Hablé, aunque al intertar abrir la puerta me fue imposible; estaba cerrada con llave. -No me jodas...-Me tapé la cara, muerto de la vergüenza mientras sentía mi entrepierna presionarse contra mi pantalón, el dolor era insoportable. Poco a poco volví a la camilla, cabizbajo y sentándome en un extremo, de espaldas a Hermann -Señor Müller... Supongo que ya lo sabía, así que por favor, perdóneme por lo que voy a hacer... n-no mire, por favor-No me hacía ninguna gracia el que el muy cabrón no me lo hubiese dicho, pero ya estaba hecho y no podía hacer nada. Me quité la chaqueta y la camisa por si acaso 'algo' me manchaba y bajé mi ropa interior, llevando mi mano a mi entrepierna, no pudiendo evitar un fuerte gemido, seguido de otros y varios jadeos según me iba tocando, aun tapándome la boca no era capaz de acallarme "Esto es demasiado vergonzoso..."Pensaba, muerto de la vergüenza únicamente por tener que estar tocándome, no porque él estuviese presente, porque después de lo que me había hecho sin motivo alguno ya me daba igual... y ya hablaría con aquel jodido doctor. Cerré los ojos, tratándo de imaginar que la mano que me tocaba no era la mía sino la de Inga, aunque de un momento a otro mi imagen mental cambió de Inga a Hermann, tal y como había pasado en mi sueño -¡Haa!-Mis ojos se abrieron al máximo, arqueándose mi espalda por completo segundos antes de correrme, dejándome caer de espaldas en la camilla, jadeando con fuerza "¿Qué coño te pasa Nikolay?"Pensaba,cubriéndome la cara con la mano con la que no me había tocado 'ahí'.

    Descubrí uno de mis ojos para mirar como estaban las cosas 'por allí abajo', a pesar de haberme corrido mi entrepierna seguía igual de 'despierta' -¡Joder, joder, joder!-Me quejaba en voz baja, desesperado, a mi no me gustaba nada aquel tipo de cosas... Bien era cierto que me gustaba el sexo, pero no de aquella forma... no soportaba el tener que tocarme y que aun después de hacerlo seguir en la misma situación... Pero si no me tocaba el dolor sería insoportable "Malditos nazis hijos de puta... ¿Por qué me han hecho esto?"Pensaba, volviéndo a taparme la cara, esta vez con los antebrazos.
     
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    Vi a mi ayudante como se dirigía hacia la puerta e intentaba abrirla a toda prisa, mientras se disculpaba y trataba de cubrir sus partes bajas – Señor Schneider, siento mucho lo ocurrido, fue una broma de mal gusto – luego lo vi taparse la cara con un mano, avergonzado por la situación, entretanto que volvía a su sitio, cabizbajo – ¿¡Qué…!? ¡Espere…! – vi como se quitaba la chaqueta y la camisa, y antes de que se bajara la ropa interior y se llevara una mano a su entrepierna para empezar a masturbarse me di la vuelta para no mirar. Cogí la almohada la camilla y la puse por encima de la cabeza, pero ni aún escuchaba con claridad los gemidos que salían de su boca… hasta que lo oí gritar. Entonces supe que había terminado y que podía volver a darme la vuelta para mirarlo, pero cuando lo hice lo descubrí tumbado en la camilla tapándose la cara con un brazo y con el miembro aún erecto – “¿¡Pero qué…!? – me sonrojé rápidamente nada más verlo y desvié la mirada a un lado azorado cuando, de pronto, me descubrí a mi mismo excitado ante aquella visión y con el mismo problema que tenía ahora mi ayudante ahí abajo entretanto que mi miembro presionaba con fuerza el pantalón – “No me jodas, esto sí que tiene que ser una broma” – pensé, volviendo a darme la vuelta en la camilla. Cerré los ojos para intentar olvidarme de todo por un momento y ese fue el peor error de todos, pues nada más hacerlo me imaginé que era yo quien le cogía el miembro para masturbarlo y a continuación tenerlo bajo mi cuerpo sudando mientras yo… – “¿¡PERO EN QUE COJONES ESTOY PENSANDO!?” – me levanté rápidamente de la camilla y me dirigí a la puerta para intentar abrirla, incluso le di una patada y en vez de abrirla me hice yo daño en la uña – ¡Joder! – me quejé yo también, dolorido y volviendo a sentarme en mi sitio con resignación.

    Yo sabía muy bien cuando mi amigo nos iba a soltar, nunca. Y aunque saliésemos fuera, el señor Schneider no podía caminar con el problema de su entrepierna. Así que me dirigí hasta la camilla de mi ayudante y lo abracé por detrás para atraerlo hacia mi pecho, antes de apoyar mi mentón en su hombro y agarrar su miembro entre mis manos. Y sin mediar palabra empecé a masturbarlo de arriba abajo con una mano, mientras que con la otra le acariciaba más abajo, hasta que pasados unos minutos se corrió y su erección por fin desapareció del todo. Me quedé mirando durante unos segundos mis manos manchadas con su semen y lejos de sentir asco, me quedé muy quieto entretanto que sentía su pecho subiendo y bajando a un ritmo vertiginoso al mismo tiempo que intentaba normalizar su respiración – Hay pañuelos en la mesa – murmuré antes de apartarme bruscamente de mi ayudante y dirigirme a la pila para lavarme las manos – “Dios mío, ¿qué he hecho? Esto no está bien, he traicionado tanto a mi hermana como a mi patria con el señor Schneider, debería entregarme a las autoridades y que me fusilasen por semejante crimen” – cuando, de pronto, la puerta del hospital se abrió y yo corrí rápidamente hacia mi ayudante, lo empujé contra la cama para tumbarlo y lo cubrí con las sábanas por si no se había vestido. Mientras escondía su chaqueta y su camisa bajo la cama, y tiraba todos los pañuelos que había usado a la basura… antes de que mi hermana entrara por la puerta – Una palabra y estás muerto – le amenacé desenfundando mi mejor sonrisa para mi hermana, como si allí no pasara nada – ¡Oh, Dios mío! ¿¡Señor Schneider, se encuentra bien!? – preguntó acercándose a la camilla a toda prisa y pasando una de sus manos por su frente para tomarle la temperatura, hecho que a pesar de las circunstancias tuve que luchar por disimular una sonrisa y no echarme a reír a carcajadas – Inga, el señor Schneider ha sufrido una “subida” de… azúcar – mi melliza bordeó la cama y me rodeó la cintura, antes de darme un beso en los labios y mirar con cara de preocupación al susodicho – Pero, ¿Dietrich ha conseguido “bajarla” con insulina? – insistió, como buena doctora. Yo estaba a punto de echarme a llorar de la risa – Si, claro, ahora el señor Schneider se encuentra “mejor que nunca”, no te preocupes por nada, Inga, ahora iremos a casa a desayunar.

    Y así hicimos. La mesa estaba presidida por mi padre conmigo a su derecha y mi hermana a la izquierda, a mi lado estaba mi prometida y al otro extremo mi ayudante para finalizar. Sobre la mesa había panecillos, mantequilla, queso y azúcar, además de embutidos, huevos, café y zumo. Nosotros siempre comíamos en silencio, así que no hicimos ningún comentario al respecto cuando, de pronto, sonó el teléfono que se encontraba en el mismo salón-comedor – Ya voy yo, disculpadme. Capitán Müller – dije descolgando el auricular y dándome la vuelta para tener algo de privacidad – Señor, lo tenemos, el nombre en clave del topo es; Gilbert Schneider – yo abrí los ojos al máximo, sorprendido por aquella confesión, y un escalofrío me recorrió de la cabeza a los pies, erizándome todo el vello del cuerpo – ¿Están… seguros al 100% de esa información? – el hombre tras el teléfono sonrió, orgulloso – Por supuesto, capitán; el desviado de su amante nos lo contó todo, cuando le amenazamos con cortarle el miembro – yo desvié la mirada hacia el suelo, entristecido, y sentí una leve presión en el pecho, mientras sentía como el pulso se me aceleraba sin control – Señor, ¿sabe quién es ese hombre? – me preguntó el interlocutor – No, que va, no tengo ni la más remota idea de quién puede ser – entonces me vi en la obligación de sonreír, como si verdaderamente estuviese contento, y en cierto modo lo estaba, o mejor dicho debería de estarlo – Señor Schneider, tenemos trabajo que hacer, por favor, acompáñeme – dije poniendo una mano en su hombro y haciendo una leve presión, gesto que no pasó inadvertido para mi hermana y que no tardó en mirarme con preocupación – Padre, señoritas… – dije despidiéndome de todos – Hermann, el señor Schneider no ha desayunado – mi melliza cogió a mi ayudante por el otro extremo de la manga, obligándole a permanecer sentado en la mesa – Ya desayunaremos en el comedor de la base militar – pero mi hermana no se creyó mi mentira, sabía que algo fallaba – El desayuno que os dan allí dentro sabe peor que el matarratas, ¿por qué no os quedáis un rato más y…? – insistió, sin soltarlo – ¡NO! – le interrumpí, atajándole de forma brusca y cortante.

    Pero en vez de llevarlo a la base militar tal y como había dicho, lo conduje hasta el loft que me había comprado recientemente para Minna y nuestros futuros hijos – Señor “Schneider” ¿quiere algo para beber? ¿una cerveza? O ¿tal vez vodka? – ironicé, cerrando con llave la puerta tras de mí – Por favor, póngase cómodo; estoy seguro que estos sofás son más calientes y mullidos, que un sótano frío y oscuro – me dirigí caminando peligrosamente en su dirección con la intención de acorralarlo – Bueno, basta de tonterías, ya me he cansado – desenfundé la Luger que llevaba en el cinturón del uniforme y le apunté – Tira inmediatamente tus armas al suelo, desde hoy en adelante hasta nueva orden quedas hecho prisionero de guerra del Tercer Reich a las… – miré el reloj de muñeca –… nueve y treinta y dos minutos. Debería pegarte un tiro aquí y ahora mismo o mejor debería llevarte al sótano con tu amigo y que cantase a la Gestapo se encargue de sonsacarte toda la información que andamos buscando – hablaba enojado; pero no sabía si me enojaba más el hecho de no haberme dado cuenta a tiempo o que “mi ayudante” me hubiese mentido. No pude contener por mucho tiempo mi malhumor y me acerqué hasta él para darle un puñetazo… en vez haberle disparado. Después me acerqué peligrosamente a su rostro hasta que quedamos a escasos centímetros el uno del otro, y yo desvié mi boca para susurrarle al oído – No tenías bastante con humillarme la noche en la que nos conocimos contoneándote desnudo encima de mí, excitándome, que para colmo hoy has tenido que masturbarte delante mío, sin que yo haya podido resistirme a ti. ¿Cuántas veces pensabas reírte de mí en mi puta cara? ¿cuántas veces pensabas jugar conmigo? – después apoyé mi frente contra la suya – La única razón por la que sigues vivo es porque no te he entregado, pero todo tiene un precio, ruso – le di la espalda y me senté en el sofá – Elige; puedo entregarte ahora mismo y que la Gestapo se encargue de acabar contigo o… puedes seguir siendo el señor Schneider y pagarme con tu cuerpo.
     
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  10. •Shena
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    Abrí un ojo para mirar de reojo lo que hacía mi 'superior', ahogando una risita al ver que acababa por hacerse daño al no ser capaz de abrir la puerta "Jódete, es culpa tuya y de tu querido amigo"No se por qué, pero sentí cierta molestia al pensar en ellos dos, aunque rápidamente me olvidé del tema al ver que el nazi caminaba en mi dirección a paso decidido, abrazándome desde atrás y apegándome a su pecho -¡Oiga! ¡¿Q-qué demonios hace?!-Grité, tensándome por completo al ver la trayectoria que llevaban sus manos -N-no... quieto... ¡Ah!-Mi cuerpo se estremeció por el placer de sentir las manos ajenas deslizarse por mi entrepierna de arriba anajo mientras yo trataba de detenerle inútilmente con una mano y la otra la llevaba a su cara aprovechando que había apoyado su barbilla en mi hombro para tratar de que no mirase 'allí abajo'. Mis gemidos y jadeos no tardaron en llenar la consulta hasta que finalmente conseguí correrme y se me bajó la erección. Observé sus manos manchadas con la cara completamente roja mientras mi respiración trataba de regularse y limpiaba las lagrimitas que habían aparecido en mis ojos del puro placer que me había provocado "Le voy a matar... juro que le voy a matar..."Pensaba, agotado y muriéndome de la vergüenza mientras le escuchaba atreverse a hablarme antes de apartarse rápidamente "Nazi de mierda, desvergonzado, pervertido, acosador, salido, descarado"En aquel momento le estaba llamando de todo menos bonito... Mentalmente, claro. Me puse en pie aun con las piernas algo temblorosas para poder a ir hasta la caja de pañuelos para poder limpiarme y luego me subía pantalones y ropa interior, sin poder creerme lo que me acababa de pasar, antes de ser empujado de nuevo contra la cama sin haber podido pornerme la parte de arriba y era cubierto hasta la nariz con las sábanas, lo justo para poder ver a la rubia entrar "La que faltaba"Pensaba, escuchando las amenazas del rubio... ¡¿Aun tenía narices como para darme órdenes en aquella situación?! -Si, señorita Müller-Le sonreí, cansado, gracias a Dios que mi cara estaba como un tomate entera y podía pasar por fiebre. Yo guardé silencio, haciéndome el adormilado mientras los escuchaba "Te mataré Hermann... Te voy a patear el culo y luego te cortaré la cabeza y la exibiré como trofeo"Pensaba, forzando una sonrisa.

    Tal y como dijo, fuimos de vuelta a la mansión para desayunar. La mesa la presidía el viejo, con el salido a su derecha y su hermana a la izquierda conmigo al lado... en frente de mí estaba la prometida del recién descubierto gay, que en medio del desayuno fue a atender una llamada "Aburridos"Pensaba ante el silencio de la familia, agudizando el oído para ver si conseguía escucharle hablar "Solo espero que ese idiota no haya cantado... o la misión se irá a la mierda"Pensaba, tenso... La forma en que regresó confirmó mis sospechas. "Joder, ni siquiera ha aguantado lo suficiente como para dejarme hacer ni un solo movimiento"Pensaba, irritado, mientras me mantenía en silencio, sintiendo la presión que ejercía en mi hombro tras decirme que le acompañase -Claro, señor Müller-Suspiré, poniéndome en pie, sorprendiéndome al ver a la rubia tratar de ayudarme, agarrándome por el otro brazo y mirando de mala forma al nazi por la forma en la que le contestó, llevándome con él de todas formas.

    "¿Dónde me ha traído?"Pensaba, confuso, al ver que en lugar de llevarme ante sus superiores o a torturarme me había llevado a un loft. Me mantuve en silencio mientras le escuchaba, no había duda, me había pillado. Me mantuve serio por primera vez ante él, incluso frío, dejando que se me acercase e incluso que me apuntase... Sabía bien que no me iba a matar, no todavía. -Si, señor-Me encogí de hombros, dejando caer al suelo una Luger que me habían dado -No tengo más, como comprenderá, no tenía sentido ir a una fiesta armado hasta los dientes-Comenté, despreocupado, mientras continuaba ascuchando, frunciendo el ceño mientras encajaba el puñetazo como podía, aunque aun así había dolido bastante. Me tensé al ver que se me acercaba, acabando por hablarme al oído. Mis ojos se abrieron al máximo ante la comfesión, sonrojándome hasta las orejas mientras imágenes sueltas de lo ocurrido aparecían en mi mente.

    Bajé la cabeza mientras continuaba escuchando, liberando una risa cansada -Libertad condicional a cambio de ser tu puta, ¿Eh?-Me cubrí la cara con una mano, observándole sentado en el sofá -Antes respóndeme a algo... ¿Por qué me vendió mi compañero?-Poco a poco fui desabrochando chaqueta y camisa mientras me iba acercando a él, dejando caer ambas al suelo. Fueron seguidas por pantalones y ropa interior, luego me descalcé, quitándome los calcetines de paso mientras me quedaba quieto frente a él y luego me acercaba a su oído -Dime... ¿Tanto te gustó tocarme? ¿Tanto te calentó tener un hombre desnudo sobre ti? ¿Tantas ganas tienes de follarme?-Le susurraba, subiéndome en sus piernas y apoyando las mías a cada costado de su cuerpo, restregándome suavemente sobre él, con cierta elegancia dentro de lo que cabía, mientras mordía su oreja y abría su camisa, lamiendo sensualmente su cuello antes de besarle con cierta agresividad, no dudando en desabrocharle el pantalón y acariciar el bulto creciente sobre su ropa interior, dándome la vuelta para quedar de espaldas a su pecho, logrando así que su entrepierna se rozase contra mi trasero "Si fuera virgen no haría esto, pero como no lo soy al menos así presumiré de que he hecho a un nazi un desviado"Pensaba, entretenido, si estaba en sus cavales era imposible que se resistiese a no tocarme, mucho menos cuando ya lo había hecho antes y sin permiso.
     
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    -¿Quién dijo libertad condicional? – me eché a reír con ironía – Tú vendrás a donde quiera que vaya, no pienso quitarte la vista de encima, y cuando tenga alguna urgencia, te dejaré atado a la pata de la cama por si se te ocurre la brillante idea de escapar con toda la información que hayas recopilado hasta ahora – no sabía explicar el por qué de mi repentino cambio de humor, pero cuando preguntó por su compañero mi sonrisa se esfumó de mis labios y lo miré fijamente a los ojos, claramente molesto – Aunque no tengo la obligación de responder a tu pregunta y ni estás en posición de exigirme nada, te diré que tu “querido” compañero te vendió cuando le amenazaron con cortársela, ya ves, al parecer su polla es más importante que tú – pero no pude seguir enojado con él por más tiempo cuando lo vi completamente desnudo delante mío y mucho menos cuando se acercó hasta mí para susurrarme al oído, mientras se subía encima de mi regazo y se restregaba contra mi erección – U-un momento tú fuiste el primero en abalanzarte encima mía… – ni un momento ni dos. Aquel ruso no me dio ninguna tregua, se notaba que tenía experiencia en la materia y que sabía satisfacer tanto hombres como mujeres por igual, independientemente si te gustaba –…y c-contonearte sobre mí… – “polla” pero no fui capaz de decir la última palabra cuando sentí como me mordía la oreja y lamía mi cuello con su lengua antes de besarme con agresividad, mientras me desabrochaba los botones de mi camisa y el pantalón para acariciar con sus manos mi creciente erección que ya no podía disimular de ninguna forma –…a-así que todo esto es culpa tuya – gemí de placer cuando lo sentí darse la vuelta para quedar de espaldas a mi pecho, mientras mi miembro presionaba contra su trasero, y yo luchaba con todas mis fuerzas por no tocarlo, aunque me moría de ganas por hacerlo.

    Mi primera reacción fue desviar la mirada hacia un lado completamente azorado y sentí como mis mejillas enrojecían poco a poco, mientras sentía como se me secaba la boca y me sudaban las manos – E-es suficiente, p-para, y-ya basta, e-esto no está bien… – conseguí pronunciar a duras penas, muerto de vergüenza. Lo aparté a un lado del sofá de un empujón y me subí encima suyo dispuesto a darle un puñetazo, pero me detuve en el último momento y le di un beso fugaz en los labios. Antes de hacerme a un lado y pasarme una mano por la boca como si pudiese borrar aquel beso, para después ponerme en pie y pasearme de arriba abajo por el salón-comedor como cual animal enjaulado. Estaba enfadado, asqueado y decepcionado conmigo mismo, pero también me sentía avergonzado, nervioso y sobre todo excitado. Hecho por el que acabé volviendo al sofá sobre el susodicho y lo cogí por las muñecas para que no volviera a tocarme, mientras que con la otra mano cogía su miembro y lo masturbaba mirándolo fijamente a los ojos. Pero me detuve antes de que alcanzara el clímax y se corriese en mi mano, dándole la vuelta con otro empujón, mientras apoyaba mi rodilla en su espalda para inmovilizarlo bajo mi peso –No quiero que me toques, no quiero que beses – susurré junto a su oído. Después me quité los tirantes para bajarme el pantalón y aparté a un lado la ropa interior, alcé sus caderas a la altura de mi miembro y tiré de su pelo con fuerza por detrás para obligarlo a que su espalda chocara contra mi pecho. Como no tenía ninguna experiencia con ningún hombre, no pensé en prepararlo primero, de hecho si le hacía daño era más que mejor, al fin y al cabo éramos enemigos – Dime una cosa; ¿en quién pensabas mientras te masturbaba en la habitación? ¿en tu querido “compañero”? ¿o en mí? – pregunté con cierto sarcasmo en mi voz, como si estuviese celoso. Y sin esperar una respuesta por su parte coloqué mi miembro en la entrada de su ano, dispuesto a penetrarlo cuando, de pronto, alguien tocó al timbre y me vi obligado a detener todo aquello.

    -Salvado por la campana… – me hice a un lado y acomodé mi ropa en su sitio, para luego mirar a través de la mirilla y comprobar que era Dietrich – Vístete y cómo digas una palabra de esto… te mato – una vez se hubo vestido, abrí la puerta a mi amigo, quien me saludó efusivamente como siempre con un abrazo y volvió a tratar de darme un beso – ¡Hermann! Tienes la bragueta bajada… – me susurró al oído, dirigiéndose en dirección hacia el ruso, mientras mi cara adoptaba el color rojo de un tomate maduro y me daba la vuelta para poner todo en su sitio – ¡Oh, Gilbert! Espero que no te hayas enfadado, sólo estaba bromeando. ¡Vaya! al parecer sí que estás enfermo, probablemente tengas fiebre con esa cara tan roja que tienes… – y al igual que hizo conmigo, lo abrazó, para luego soltarlo y sentarse en el sofá sin dejar de mirarnos con una sonrisita picara en los labios – ¿Qué quieres, Dietrich? – le pregunté sin rodeos, cansado de las puyadas encubiertas en sus comentarios – Oh, Hermann, no me digas que lo has olvidado; hoy habíamos quedado con los cadetes Arendt y Patrick para celebrar esta noche que Stefan ha sido padre. Tú también puedes venir con nosotros Gilbert si quieres… o quizás ya tengas otros planes – yo tosí repetidas veces, para aclararme el nudo en la garganta que se me acaba de hacer – No, él es mi ayudante, así que se viene – y mientas salíamos por la puerta y yo bajaba las escaleras para dirigirnos al bar, mi amigo se quedó mirando a Gilbert, con una de sus sonrisitas – ¿Qué fastidio, verdad? ¿Para qué quiere Hermann a su ayudante en el bar? Quizás tengas que sujetarle la cerveza o… “sujetársela” para mear.

    Una vez llegamos al bar; Arendt, Patrick y Stefan (todos ellos soldados rasos que seleccioné a ojo para mi escuadrón por su talento con el francotirador) se levantaron de la mesa e hicieron el saludo marcial que tanto Dietrich como yo respondimos de buen agrado diciendo; heil hitler, antes de sentarnos con ellos – Muchachos; os presento a Gilbert Schneider, es la asistenta personal de Müller – dijo Dietrich, empujando a Gilbert para que saludara al equipo, cosa que a mí no me hizo ninguna gracia cuando los chicos lo saludaron con un apretón de mano y alguna que otra sonrisa que me terminó molestando, para luego sentarlo en medio de ellos. Arent le pasó un brazo por encima del hombro y Patrick le invitó a beber un trago, mientras que Stefan tenía especial atención por conocerlo. Yo miraba a Gilbert claramente molesto, mientras daba un trago a la cerveza para disimular mi malhumor, y hablaba con Dietrich de cosas triviales, para intentar distraerme – Gilbert, ¿podemos llamarte por tu nombre? – preguntó Arendt, tomándose esa clase de confianzas – ¿Estás casado? ¿Tienes hijos? – insistió Patrick – Vamos, Gilbert, dinos la verdad; Hermann lleva más de un año sin ayudante, ¿qué clase de “trabajo” te ha tocado hacer? – y todos rieron al unísono, excepto yo. Nos habíamos criado juntos cuando éramos pequeños y habíamos crecido en las juventudes hitlerianas, razón y motivo por lo que toleraba esa clase de comportamiento entre nosotros – Oye, ¿por qué no jugamos a qué tengo en el coco? – propuso Arendt y así acabamos jugando a las cartas con al menos cuatro o cinco cervezas demás, a Gilbert le había tocado irónicamente a Mata Hari y tuve que contener la risa antes de disculparme para ir a por más cervezas – Schneider, ayúdeme a traerlas.

    Pero en vez de ir a la barra del bar a por ellas, tiré de su muñeca para entrar dentro del lavabo de caballeros, antes de cerrar la puerta del baño con pestillo y empujarlo para que se sentara sobre el inodoro – ¿A qué estás jugando? – yo estaba borracho, al menos había bebido diez cervezas, pero sobre todo estaba celoso de ver como mis amigos (mis compatriotas) flirteaban con él y este se dejaba querer – Tú eres solamente mío – y sin previo pasé una mano por detrás de su nuca para capturar sus labios y que de ese modo no pudiese huir a ningún lado, un momento… creo recordar que dije nada de besos, pero ahí estaba yo contradiciendo todas las reglas que le había impuesto. Y sin saber muy bien por qué exactamente, me excité mientras lo estaba besando, y en lo único que podía pensar era en volver a casa y seguir con lo que habíamos empezado unas horas antes de que mi amigo nos hubiera interrumpido – Quiero follar contigo ahora, vamos a tu casa.
     
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  12. •Shena
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    Sus palabras resonaron en mi cabeza como si me hubiesen tirado un balde de agua fría en plena mañana, y no por lo de su burla sobre lo de la 'libertad condicional', sino por su respuesta a mi pregunta... No podía entrarme en la cabeza como mi compañero, mi viejo amigo, mi ex amante me había dejado tirado para que no le cortasen la polla y sabiendo que le matarían después de decirlo "¿Cómo puede ser tan gilipollas?"Pensaba, sin poder evitar la rabia hacia el hombre que me había hecho venderme como una bulgar puta solo para salvar su jodida polla. Ahora lo único que me importaba era conseguir sobrevivir a esto, pues estaba claro que en cuanto el nazi se cansase de abrirme de piernas no se lo pensaría dos veces a la hora de acabar conmigo... ¿Qué pensarían sus camaradas si llegaban a enterarse de que había estado follándose a un soviético y para colmo lo habia dejado vivir? Demasiado obvio, aunque no creo que se lo creyese nadie, después de todo él tenía su reputación... Saldría bien parado de todos modos. Aun así, no dije nada al respecto de aquello, no quería darle el gusto. Después, mientras me insinuaba sobre él, comenzó a echarme la culpa básicamente de que se la hubiese puesto dura, como si él no me mirase -Por favor, si no te gustase no te pondrías así y ya me habrías dado un puñetazo-Moví más mis caderas contra él, sintiendo su erección contra mis nalgas. -No puedes echarme la culpa de que seas un desviado...-Una sonrisa de satisfacción apareció en mi rostro al conseguir hacerle gemir con mis actos, lástima que no conseguí nada más, aquel hombre era de los más complicados con los que había tenido que lidiar en una situación así, pero no iba del todo mal... al menos seguía vivo, gracias al alcohol y a la falta de actividad sexual hace semanas, pero vivo, y gracias a que ahora no iba a alejarme de él en ningún momento podría husmear con más facilidad, aunque sabía bien que por muy inocentón que fuese para con los temas de cama para su trabajo era el doble de receloso.

    Le miré de reojo, aun restregándome contra su entrepierna y dándome cuenta en ese justo momento de que ni siquiera me estaba mirando, su cara estaba completamente roja, como si le hubiesen dado el cambiazo por un tomate maduro; lo que no esperaba era que me dijese que me detuviera, que aquello no estaba bien. -Pero si es lo que tú has pedido, Müller-Mis ojos se abrieron al máximo al verme tirado en el sofá de un empujón, con él y su cara de malas pulgas encima "¿Me ha.. rechazado?"Pensaba, perplejo, ante de sentir sus labios sobre los míos en un corto beso que no me esforcé en corresponder. -¿Qué diablos...?-Murmuré, confuso, mientras él se apartaba y se pasaba una mano por la boca, como queriendo limpiarse "Maldito imbécil... Cuantos como tú babearían por simplemente darme un beso en esta situación. Suspiré, incoroprándome en el sofá con la intención de volver a vestirme... No tenía sentido continuar así; no después de haber sido rechazado y apartado de aquella forma. Me quedé mirándole ir de acá para allá sin llegar a vestirme, como un león enjaulado. Lo que no me esperaba era que acabase volviendo, atrapando mis muñecas con una mano y mi entrepierna con la otra sin previo aviso, comenzando a masturbarme -¿¡Qué diablos estás...!? ¡Ah!-No pude resistir ni los jadeos ni los gemispdos que salieron de mi boca y, justo cuando pensé que me iba a correr, se detuvo. "Tú... maldito cabronazo"Pensaba, desesperado y más que agitado mientras él me daba la vuelta, aplastando mi espalda con su rodilla para así inmovilizarme, escuchando sus normas mientras veía como se iba quitando los tirantes, qpartando tanto pantalones como ropa interior para luego alzar mis caderas a la altura de su erección, tirando de mi pelo hacia atrás sin contenerse ni un ápice hasta que mi espalda chocó contra su pecho -E-espera.. n-no puedes hacerlo... n-no estoy preparado-Tartamudeé, teniendo en cuenta todo el tiempo que llevaba sin hacerlo con otro hombre y que no había tenido tiempo de prepararme junto al tamaño de su virilidad mi culo acabaría hecho un desastre. Sentí mis mejillas acalorarse de pura rabia tras su pregunta -En tu hermana..-Le susurré con toda mi maldad mientras sentía su miembro presionarse contra mi entrada, no pensaba permitir que se burlase de mí de aquella forma; mas en el momento crucial se escuchó el timbre "Mi culo salvado"Suspiré con alivio al ver que se detenía.

    Sonreí, burlón, mientras él se veía obligado a dejarme en paz. Rápidamente me levanté, comenzando a vestirme e ignorando lo que me decía, estaba claro que iba a obedecer, no me convenía hacer lo contrario. Una vez estuve listo y tras solucionar rápidamente mi "problema' y limpiarme él abrió la puerta... Era aquel hijo de puta que me había dado viagra -Tú...-Gruñí con una sonrisa más que falsa y forzada -Oh si, claro, creo que tendré que devolverte la broma-Reí, aunque no estaba diciéndolo por decir, pensaba devolverle aquella humillación. -¿M-mi cara?-Tartamudeé, llevando mis manos a mis mejillas, estaban ardiendo y no me había dado cuenta... que penoso. Tras un abrazo no correspondido por mi parte me soltó, sentándose a mi lado sin dejar de mirar hacia ambos con una sonrisa picarona mientras yo miraba a otro lado, cubriendo desde mi nariz hasta mis mejillas con mi mano derecha mientras ellos hablaban "Lo que me faltaba, meterme entre más nazis"Pensaba, resoplando. Después me levanté, disponiéndome a salir de mala gana tras ellos y, mientras Hermann se adelantana, Dietrich me dejó aun más claro que ya había supuesto lo que andábamos haciendo... Yo le sonreí juguetonamente -¿Ah? Yo pensé que era para ir a “sujetártela” a ti-Reí, no pensaba dejar que se burlase de mí.

    Una vez en el bar tres hombres se levantaron a recibirnos, haciendo el estúpido saludo marcial... yo me dediqué a hacerme el despistado, como si no me hubiese enterado. "Hijo de puta"Pensé al ver la presentación que me hacía Dietrch, empujándome hacia ellos. Les di una de mis sonrisas, dándoles la mano mientras ellos se presentaban por sí mismos... Acabé sentado en medio de ellos. Lejos de estar molesto, me dejé pasar el brazo por encima, aceptando tanto tragos como preguntas insolentes, pero lo que más me gustaba era la mirada molesta de Hermann sobre mí al ver lo bien que me había integrado con sus amigos. -Por supuesto-Miré a Arendt y luego a Patrick, entretenido -No, por ahora-Reí, y reí aun más con su otra pegunta junto a los demás -Créeme que no le ha hecho ninguna gracia-Fue lo único que dije al respecto, no quería arriesgarme a hablar de más, ya llevaba unas cuantas copas de más, y mi situación empeoró al ponerme a jugar a las cartas con ellos pues era cuando más tendía a beber, lo más irónido de aquella situación, cuando se suponía que debería estar investigando y en lugar de eso estaba metido entre alemanes con uno de ellos metiéndome mano discretamente y hecho la puta particular de su jefe por culpa de un gilipollas que me había condenado para salvar su puta polla después de haberse acostado conmigo cuanto había querido, era que me había tocado Mata Hari. Después Hermann anunció que iría por cervezas y, como no, me arrastró con él para ir a traerlas; lo extraño es que nunca llegamos a pedirlas y acabamos en los baños, siendo sentado a la fuerza sobre el inodoro.

    -¿Yo? A qué tengo en el coco...-Reí, aunque más que yo lo que hablaba por mí era la borrachera que llevaba encima... lo peor de todo era que estaba diciendo la verdad. Le miré con curiosidad, notando su molestia detrás del tono de borrachera que tenía, creo que estaba, sinceramente, bastante peor que yo... y eso si que me hacía gracia. Toda risa se cortó con aquel comentario posesivo, sintiendo su mano inmovilizar mi nuca para que no me apartase del beso que posteriormente recibí y acabé por corresponder de buena gana; despues de unas cuantas cervezas me ponía de lo más cariñoso, y al parecer el nazi también según lo que me espetó tras romper el beso -¿P-pero no se suponía que no querías que te besara? Aunque más bien me has besado tú-Reí suavemente antes de agarrarle por la camisa y tirar de él hacia mí, llevando mi mano libre a su entrepierna para conseguir que se empalmase antes de empujarle para levantarme y salir de los baños, de lo más contento, dirigiéndome a sus amigos de lo más contento -Lo siento, pero el señor Müller ya ha bebido suficiente-Reí , sonriéndoles, en especial al que me había estado manoseando y cuyo nombre no era capaz de recordar, recibiendo una pequela palmada en la retaguardia a cambio antes de salir del local y así poder ir a la triste habitación de posada en la que se supone que viviría mientras estuviese allí.

    No era nada del otro mundo, una cama, una cómoda para guardar la ropa y una mesita con un sillón al lado, al extremo opuesto una puerta que llevaba al baño. Entramos y la verdad no se ni cómo fui capaz de abrir la puerta. Corrí a tirarme boca abajo en la cama, riendo, para luego ponerme de rodillas sobre la cama, de espaldas al nazi, para luego inclinar mi pecho sobre el mueble, manteniendo las caderas en alto y mirándole de reojo -Fóllame-Le incité, con una sonrisa seductora y contoneándome descaradamente antes de estallar en carcajadas, estaba bastante mal pero no importaba, así mañana no recordaría lo que sucediese aquella noche.
     
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    -Te dije que no quería que me besaras ni tampoco que me tocaras, pero en ningún momento insinué que yo no pudiese hacer todo eso contigo – de pronto sentí su mano tirando de mi camisa para acercarme hacia él de nuevo, poniéndome nervioso, antes de llevar su mano a mi miembro, mientras conseguía excitarme de tal modo que no pude reprimir otro gemido. En aquel momento cambié de opinión; quería capturar sus labios y conquistar cada centímetro de su cuerpo, pero entonces se levantó del inodoro y salió del baño poniendo fin a todo aquello por una orden que irónicamente le había dado hacía apenas unos segundos. Yo estaba avergonzado mientras intentaba disimular mi erección delante de mis compañeros y maldecía al ruso para mis adentros por haberme dejado en aquel estado, y cuando Arendt le propinó una palmada en el culo, me sorprendí a mi mismo de lo celoso que me había puesto de aquel gesto – Müller, ¿tienes un momento? – Arendt se levantó a toda prisa en mi dirección, alejándome tanto del ruso como del resto de nuestros amigos, para hablar conmigo en privado, en un rincón – Hermann, quería saber si tu ayudante tenía algún día libre para poder quedar con él y enseñarle las instalaciones militares… – yo alcé una ceja y crucé los brazos a la altura del pecho, antes de que pudiese continuar hablando, para atajarle secamente –…el señor Schneider es MI ayudante, NO tiene ninguna tarde libre y ya me encargaré YO de enseñarle las instalaciones militares, pero gracias por TU ofrecimiento Arendt – y cuando mi amigo volvió cabizbajo a la mesa con todos los demás, Dietrich se acercó hasta mí riéndose con sorna, obviamente había escuchado toda la charla y le parecía de lo más graciosa – Hermann, déjame darte algunos consejos; follar con un hombre no es lo mismo que con una mujer, lo primero que tienes que hacer es… – pero yo chasqueé la lengua, disgustado, y me aparté bruscamente de su lado, dispuesto a irme por donde había venido.

    Cuando llegamos a aquel motel de tres al cuarto me quedé completamente horrorizado y no pude reprimir una mueca de asco, yo estaba acostumbrado una vida rodeada de lujos y estaba casi seguro que mi aseo era el triple de grande que aquel cuchitril que llamaba habitación – Espera un momento… – mis mejillas enrojecieron al momento que vi al ruso mirándome de reojo y alzando sus caderas en alto, y me cubrí la cara con una mano completamente azorado, antes de desviar la mirada a un lado cuando me dedicó aquella sonrisa seductora suya y se contoneó delante de mí (aunque seguía mirándolo de todos modos a través de los espacios de los dedos). Di un paso titubeando en su dirección, hasta que al final reuní el valor suficiente para colocarme detrás suyo, antes de llevar mis manos a su trasero para sobarlo y apretarlo contra mi cuerpo para que notase mi creciente mi erección. Después descendí mis manos lentamente por sus muslos, hacia el interior, para finalmente acariciar su miembro por encima del pantalón y con la mano libre me deshice del cinturón. Le di la vuelta de un empujón y llevé mis manos a su chaqueta para empezar a desabrochar los botones, antes de quitarle los tirantes y repetir la misma operación con su camisa para dejar su pecho al descubierto. Lo acaricié torpemente, mis movimientos eran automáticos y sin ningún tipo de pasión, y fue en aquel preciso momento cuenta me di de que seguía sobrio – No puedo hacerlo, no de este modo. Ahora vuelvo – de modo que me fui al mini-bar de aquel motel y compré una cerveza más, antes de volver arriba y sentarme en el sillón que había en frente de la cama.

    -Veo que les has caído en gracia a mis compañeros, en especial a Arendt… – mi tono de voz cobró cierto recelo, apenas podía disimularlo, di un trago a la cerveza, pero aún no estaba lo suficientemente borracho –… y el sentimiento es recíproco, ya he visto lo bien que te ha caído cuando le has dejado pasar su brazo por encima de tus hombros y darte una palmada en el culo, mientras le sonreías descaradamente delante mío… – me reí con sarcasmo, mientras moría de envidia por dentro, recostándome en el sillón y dándole otro trago a la cerveza que ya estaba por la mitad – … ¿Sabes? antes de irnos me preguntó si tenías días de permiso libres, para que te enseñase las instalaciones militares… en otras palabras; quería follar contigo y me estaba pidiendo permiso – apuré la cerveza de un último trago y me incorporé hacia delante, para levantarme, antes de dirigirme tambaleándome en su dirección cual borracho. Recuerdo que llevé mi mano a su pecho como haría con una mujer, pero él era un hombre y obviamente el tacto me resulto bastante diferente, aunque en ningún momento desagradable. Deslicé mi mano por su abdomen hasta llegar a la cremallera de su pantalón, arrastrándola hacia abajo, pero cuando intenté quitárselo, me di cuenta de que no le había quitado las botas en aquel momento. De acuerdo, en temas de cama yo era un completo inepto, así que tuve que quitarle las botas primero, antes de deshacerme tanto de sus pantalones como de su ropa interior, mientras lo miraba dubitativo sin saber muy bien que hacer a continuación.

    -¡Tsk…! – me senté en el borde de la cama, dándole la espalda, mientras suspiraba y pasaba una mano por detrás de mi nuca. Estaba claramente estresado, avergonzado, nervioso y por encima de todo perdido. En aquel momento recordé las palabras de Dietrich, si tan sólo hubiese esperado un poco más ahora mismo sabría lo que tenía que hacer, a mí se me daba bien acatar órdenes, pero no actuar por voluntad propia. De la teoría sabía la mitad y la práctica escapaba directamente a mi raciocinio, de manera que seguir intentando algo que me era desconocido por completo, era un absurdo en mi opinión – No sé qué es lo que tengo que hacer… – callé, de repente, al sentirme como un completo inútil, frente a él – …enséñame, dime como puedo satisfacerte… – dije a regañadientes, mirándole fijamente a los ojos, antes de desviar la mirada a un lado, incapaz de seguir mirándole de aquel modo – …dame una orden – con todo esto de la guerra nunca me había parado a pensar en satisfacer mis necesidades, así que sólo me dedicaba a cumplir con Minna en la cama como una más de mis tantas obligaciones, pero hacerlo con un hombre (tal y como me avisó Dietrich) era muy diferente, no sabía qué es lo que tenía que hacer.

    -¿Cómo fue tu primera vez con un… hombre? – no sabría decir a ciencia cierta por qué, pero de repente recordé al ruso que estaba torturando en el sótano y las miradas de complicidad que le dedicaba por aquel entonces a Schneider, mi ayudante – ¿Fue con ese… ruso, verdad? – tampoco supe explicar por qué me puse de malhumor y mucho menos el motivo irracional de mis celos, al igual que hacía apenas unas horas en el bar, con mis amigos – Por si te interesa saberlo, aún sigue vivo… – no podía dejar de preguntarme, una y otra vez ¿cómo se conocieron? ¿qué clase de relación tenían entre ellos? – Tú... ¿le quieres? – y ahí estaba la pregunta que rondaba por mi mente, sin parar de agobiarme, aunque desvié la mirada por la pared para hacer cómo que no le daba importancia, cuando en realidad estaba más atento a todas sus reacciones que en las preguntas de antes – ¿Tenías una… relación? – aunque me hacía el tonto, en realidad tenía miedo a cualquier respuesta que pudiera salir de sus labios, pero sabía disimularlo, ¿no? – Todavía no te lo he preguntando, pero me gustaría saber tu nombre verdadero…
     
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  14. •Shena
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    Entre carcajada y carcajada le miraba de reojo sin avergonzamiento alguno, esperando a que se largase corriendo con la cara roja como un tomate mientras se la cubría con ambas manos, aunque sabía perfectamente que seguía mirando... Después de todo, ¿Quién era el loco que se resistiría a ver tal espectáculo? Para mi sorpresa se fue acercando, dudoso en un principio, para luego agarrar y sobar mi trasero con bastante menos vergüenza que con la que me había mirado anteriormente y restregar su creciente erección la cual pude notar a la perfección y que me arrancó un suspiro de placer. "No me extraña que Minna le quiera tanto con tal cosa entre las piernas"Pensaba, de lo más divertido al recordar lo que había tenido que presentpciar muy a mi pesar la pasada noche desde mi poco apropiado escondite. Alcé más las caderas, restregándome contra su cuerpo mientras sus manos se deslizaban hacia el interior de mis muslos lentamente hasta llegar a acariciar mi entrepierna, la cual no tardó rpen reaccionar mientras yo gemía ante el placer repentinamente recibido. Me quitó el cinturó y, tras darme la vuelta de un empujón que pensé que me sacaría de la cama, mi chaqueta corrió la misma suerte. Quitó tirantes y camisa para así poder tocar mi pecho, aunque sus movimientos no causaron mayor reacción que una pequeña risita disimulada, y eso que solía ser bastante sensible al contacto directo, pero sus movimientos eran tan exageradamente mecánicos y vacíos que el calentón inicial se había quedado de lado. -Está bien-Suspiré, acomodándome en la cama y dejando la ropa que me había sido quitada sobre el cabecero de la cama, recostándome a su espera, aunque no me hizo esperar demasiado; venía con una cerveza y se había sentado en el sillón que había en frente de la cama, comenzando a entablar una conversación de lo más incómoda y llena de celos, a mi parecer.

    -Nunca me dijiste que tampoco podía 'llevarme bien' con tus compañeros, era atractivo, ¿Por qué debería haberlo alejado? Además, no es para tanto... si quieres darme una palmada en el culo o pasarme el brazo sobre los hombros nadie te lo impide, si se te adelantan no me eches la culpa-Me defendí con cierta burla, prefiriendo no dar rienda suelta a mi lengua del todo, estaba borracho, pero aun me que quedaba el suficiente sentido común como para saber que no me podía pasar de la raya si no quería morir. Lo que me sorprendió fue lo siguiente, era bastante imposible de creer que un nazi hubiera tenido los suficientes huevos para dejar que su superior se enterase de su atracción hacia el culo de otro hombre y encima le 'pidiese permiso' para follar conmigo, como si fuese a aceptar... -¿Ah si, y qué le dijiste? ¿Dejarás que otro se folle a tu juguete?-Curioseé, tratando de utilizar sus extraños celos a mi favor para así no tener que tirarme a otro nazi. Se acabó la cerveza y se me acercó de nuevo, tambaleándose como un buen borracho. -Mh..-Jadeé levemente al sentir su cálida mano en mi pecho, como si fuese el seno de una mujer, que vergüenza ser tocado así... Fue bajando la mano hasta mis pantalones, tratando de deshacerse de ellos, pero primero tuvo que quitarme botas y calcetines mientras yo volvía a reírme con todo mi descaro y la borrachera que traía encima. Finalmente acabó consiguiendo desnudarme, mientras me miraba, como pensándose que hacer, como un niño perdido.

    Al final acabó estresándose y sentado en el borde de la cama mientras yo cubría mi intimidad con mis manos, resoplando, nunca me había sentido tan humillado, hasta un virgen ya se me habría tirado encima, nunca ningún hombre o mujer que me hubiese tenido me habría dejado así... aunque había que comprender que seguramente esa era su primera vez con un hombre. Finalmente admitió lo que yo ya sabía, sorprendiéndome con sus peticiones y esa mirada directa. -Si eso es lo que quieres...-Sonreí, siempre me había gustado más llevar las riendas, así mi naturaleza vergonzosa y sumisa en esos temas no saldría a flote. Era bastante sorprendente que realmente estuviese tan perdido, era verdad que era muy diferente hacerlo con un hombre que con una mujer, pero él era tan hombre como yo, ¿No? Era tan simple como tocar en las zonas que a él mismo le causaban placer y el resto salía solo... ¿De verdad era tan inocente o simplemente estúpido?

    Después comenzó con una serie de preguntas bastante incómodas para mí, pero puede que pudiese aprovechar el momento para ir acercándome más a él. -Si... fue con él, en realidad fue mi primera vez en general-Reí -Era prácticamente un adolescente, no tenía más de 15 años y puede que estuviese más perdido que tú ahora mismo... No sabía ni lo que era el sexo, mis padres no se habían atrevido a explicármelo y por aquel entonces no había tenido gran oportunidad de obtener conocimientos-Reí, sin ganas, no me gustaba recordarlo, era bastante triste y, aun así, lo echaba de menos -Posiblemente si no hubiese sido con él, cualquier otro soldado o superior me habría violado en cualquier momento. Él era la persona en la que más confiaba, mi mejor amigo y compañero, mi protector ante los que se metían con mi debilidad física... Y es que nunca fui demasiado alto y por aquel entonces no tenía ni un músculo, estaba en los huesos-Admití - Ocurrió una noche simplemente por error, estábamos solos en las duchas después de un entrenamiento y él tenía muchos más conocimientos sobre la materia que yo... Así que se me acercó, y no contento con robarme mi primer beso se quedó con mi virginidad...-Suspiré, cabizbajo, recordando lo que me había dolido en aquel entonces el que se hubiese alejado de mí después de haberme robado el corazón. Después, tras su confesión me tensé -Supongo que intentaréis utilizarle para hacerme chantage y que me entregue, o engañarme con información falsa para ir a su encuentro y así atraparme, ¿No?-Resoplé -Sinceramente, después de conocer el motivo por el que me ha vendido me importa bien poco-Mentira, pero no podía dejar creer que realmente me importaba, sería una debilidad en mi contra si lograba huir y... en parte si estaba bastante dolido. -No... Es cierto que llegué a amarle como a nadie pero eso ya pasó-Respondí, observándole de reojo... ¿Qué pretendía preguntándome aquello? -Si; fuimos algo parecido a una pareja por un tiempo hasta que nos separamos y cada uno siguió con su camino-Volví a responder, sin separar mi mirada de él, volviendo a reír antes de acercarme y abrazarle por la espalda, deslizando una mano por su abdomen tras meterla bajo la camisa -Mi nombre es Nikolay...-Le susurré cerca del oído, desabrochándole la chaqueta -Te oreeno que ignores la prohibibición que me impusiste, al menos por ahora-Continué, lecantándome para ir desvistiéndole: chaqueta, tirantes, camisa, botas, calcetines, pantalones y ropa interior cayeron por algún rincón de la habitación. Después le empujé, dejándole tumbado sobre la cama mientras yo me colocaba sobre él -Ahora te ordeno que te dejes llevar por mí-Mordí su oreja izquierda -Te enseñaré como tratar a un hombre-Coloqué mis labios sobre los suyos, besándole con hambre para después llevar sus manos a mi cuerpo, deslizándolas con cuidado por mi espalda, cintura, pecho y abdomen, seguidos de mis caderas y luego mis piernas y muslos... si quería ir más allá tendría que hacerlo él solito, sería demasiado penoso tener que poner sus manos en 'ciertas zonas' de mi cuerpo. -Debes acariciar el cuerpo de tu amante con movimientos suaves y delicados, no mecánicos-Bajé mis labios a su cuello, besándolo juguetonamente y bajando después a sus clavículas, mordisqueando una de ellas sin demasiada prisa, lamiendo lo mordido previamente mientras acariciaba su abdomen -Si es sensible puede que le guste que juegues con sus pezones, como con los de una mujer, pero simplemente palpando su pecho no lograrás nada-Bajé a su pecho, mordiendo uno de sus pezones y rodeándolo con mis labios para lamerlo lentamente, como si fuese algún caramelo, aunque dudando que provocase reacción alguna en él. Bajé entre besos por su abdomen hasta llegar a su entrepierna, acomodándome entre sus piernas sin demasiada dificultad. -Esto puede que sea lo que más te cueste hacer, pero estoy seguro de que te gustará que te lo hagan-Reí con picardía, rodeando su virilidad con mis manos, ejerciendo una leve presión con la una mientras que con la otra acariciaba la punta o estiraba un poco la sensible piel de la zona antes de sustituir ambas manos por mi boca una vez estuvo lo suficientemente estimulado, esa era una ventaja de ser hombre, podías saber lo que te gustaría que te hiciesen y así hacerlo "Joder, si que está bien dotado... tengo que recuperar práctica"Pensaba, rodeando el glande con la lengua mientras trataba de introducirlo completamente en mi boca, succionando con fuerza... Llevaba bastante tiempo sin hacerlo con un hombre, puede que porque las mujeres siempre se me habían hecho más entretenidas a la hora de seducir.

    Empecé con el típico vaivén de cabeza, ganando velocidad progresivamente y mordisqueando con suavidad de vez en cuando, nunca olvidando el jugar con mi lengua alrededor, aunque deteniéndome antes de provocarle un orgasmo o ahogarme. Después me acomodé sobre él, tomando su rostro entre mis manos, besándole con pasión para después separarme de golpe. Mi propia entrepierna se quejaba de la falta de atención después de prestarle tanta al contrario. -Supongo que ahora sabrás lo que viene, ¿No?-Le incité, susurrándoselo al oído mientras tomaba una de sus manos, llevando dos de sus dedos a mi boca para lubricarlos con mi saliva, mirándole fijamente mientras lo hacía únicamente para provocarle más, y así guiarlos hacia mi trasero, haciendo que los introdujese lentamente al empujar sus dedos con los propios. -Ngh...-El pequeño quejido fue inevitable después de tanto tiempo de inactividad por allí atrás, pero después fue mereciendo la pena. Le fui indicando como mover los dedos, para que supiese que hacer para la próxima, si es que la había. -Si lo haces con alguien que tenga el culo caído de tanto follar esto no sería necesario...Pero si quieres hacerlo conmigo sin prepararme meterla a la fuerza te dolerá bastante...-Los gemidos se me escapaban a cada mínimo movimiento de sus dedos, era estúpidamente sensible. Finalmente saqué sus dedos y me puse como antes, en cuatro frente a él, mirándole de reojo, mi cuerpo comenzaba a desesperarse por la falta de placer después del calentón de haber disfrutado de jugar con el cuerpo de un nazi hasta hace horas heterosexual y el alcohol ingerido, que aunque ya no me tenía tan afectado seguía ahí. -Date prisa y métemela...-Hablé en tono de orden mientras me agarraba a la cama, aunque con la cara roja, había sido él quien me había dicho que le diese órdenes, si, pero... me sentía un completo pervertido al decirlo.
     
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    Escuché detenidamente su historia con gran interés y no sé exactamente que me molestó más, si el hecho de que cualquier superior o compañero suyo pudiese haberlo violado o que aquel (desgraciado) ruso le hubiese robado tanto su primer beso como su virginidad, quizás fuese por cómo hablaba de él con palabras como; amigo, compañero o protector o aquel suspiro repentino que me dio a entender cuánto había sufrido en su relación – Entiendo… – en realidad yo no entendía nada; no comprendía como un hombre podía amar a otro más que a cualquier otra persona y mucho menos formar una pareja, era sencillamente algo inadmisible para con mi ideología nacionalsocialista – ¿Eh? Sí, sí, claro, claro… lo mantenemos con vida por ese mismo motivo… – aún recuerdo cuando mis subordinados me preguntaron que quería hacer con el prisionero una vez sonsacada toda información y yo les dije exactamente las mismas palabras que mi supuesto ayudante, cuando en realidad sólo lo conservaba con vida por él, pues no era difícil darse cuenta de que, pese a todo, aquel ruso seguía importándole – ¿Niko…? ¿qué? – pregunté confundido, no sabía pronunciar su nombre ruso, y por mucho que lo intentase una y otra vez mi voz siempre cobraba cierto acento alemán, por no mencionar el hecho de que no acababa de pronunciarlo por completo o acababa inventándome uno nuevo – ¿Nijolay? ¿Nilokay? – yo estaba concentrado en decirlo correctamente cuando este me abrazó por la espalda, enrojeciendo mis mejillas, y llevó su mano a mi abdomen por debajo de mi camisa, tensándome al igual o más que lo haría en el campo de batalla.

    Empezaba a pensar que el sexo entre enemigos era más peligroso que la propia guerra; me gustaban mucho sus besos y sus caricias, pero no tanto el puñal frío y afilado que blandía en secreto tras mi espalda.

    De pronto sentí su cálido aliento junto a mi oído y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, mientras empezaba a desabrocharme el uniforme con sus dedos hábiles y yo me dejaba hacer, sin oponer ningún tipo de resistencia, para acabar completamente desnudo frente a él. Estaba tan avergonzado, que ya no sabía para donde mirar sin sentirme incómodo, y el hecho de que me empujase contra la cama y que se colocase a horcajadas encima de mí no fue de gran ayuda – Esto es… extraño – pero me gustaba, me gustaban las vista que me ofrecía desde aquella altura, mientras sus piernas rodeaban mi cadera y mi erección crecía detrás suya. Entonces me mordió la oreja, gesto que sólo consiguió que me excitara aún más, y por mucho que mi raciocinio gritara en mi interior que lo apartara a un lado, no pude hacer otra cosa que quedarme muy quieto, extasiado – ¿Qué estás hacien…? – pero no me dio tiempo a terminar mi pregunta porque de pronto y sin previo aviso me besó, yo abrí mi ojo, sorprendido, mientras apretaba mis labios contra los suyos en algo parecido a un beso, para ser sinceros estaba muy nervioso. Entonces cogió mis manos, y aunque al principio me mostré reacio a seguirlo y daba pequeños tirones hacia atrás, acaricié finalmente cada rincón de su cuerpo con timidez, tenía una piel muy suave – Yo no hago movimientos mecánicos, sino exactos y precisos – me quejé, aunque no me dio tiempo a seguir haciéndolo por más tiempo, ya que cuando sentí sus labios besando y mordisqueando mi cuello y mi clavícula, callé ipso facto. O al menos esa era mi intención porque aunque apretase los dientes con fuerza, no pude evitar reprimir algún que otro gemido de placer, a diferencia de cuando se entretuvo con su boca en uno de mis pezones, al parecer yo no era tan sensible – ¡No, no, no…! – casi grité, agitado, cuando descubrí sus intenciones, mientras sus labios se deslizaba en un camino de besos por mi abdomen, hasta que se acomodó entre mis piernas y, sin ninguna vergüenza, cogió mi entrepierna entre sus manos. Sin embargo por mucho que yo me negase a ello, no pude evitar gemir de placer al sentir sus manos acariciándome allí abajo, incluso arqueé la espalda y me llevé una mano a la boca para no gritar cuando sentí su boca rodeando mi miembro.

    Dios mío, aquello debía ser algo parecido al paraíso.

    -¡Para…! ¡Esto no es necesa…! – iba a decir que todo aquello no era necesario, pero cuando me masturbó con su boca casi llegué en un minuto al orgasmo, era muy bueno y, aunque me costase admitirlo en voz alta, lo hacía muchísimo mejor que Minna. Yo llevé una mano a su pelo y lo apreté con fuerza, mientras mi pecho subía y bajaba a un ritmo vertiginoso. No podía reprimir mis gemidos y justo en el momento que estaba a punto de correrme paró de sopetón, ¿por qué? no lo sé, yo lo miré con cara suplicante para que continuase. Pero en cuanto adiviné sus intenciones tiré la cabeza hacia atrás, no quería que me besara, sin embargo él tomó mi rostro entre sus manos y capturó mis labios con los suyos en un beso apasionado – No estoy seguro… – no estaba seguro de lo que venía a continuación, pero mi cara enrojeció nada más cogió una de mis manos y se llevó dos dedos a su boca, lubricándolos con su propia saliva para guiarme poco después hasta su trasero. Al principio yo di algún tirón que otro, reacio a tocarlo, todo esto era demasiado bochornoso y yo estaba tan avergonzado como nervioso. Pero una vez dentro y guiado en todo momento por sus dedos, aprendí (o mejor dicho tanteé) a mover los míos en su interior, donde no sé cómo acabó gimiendo milagrosamente para mí. Ahora lo entendía, así que moví mis dedos como si lo hiciese con una mujer (claro que yo tampoco es que tuviese mucha experiencia), lástima que cuando yo ya entendía la teoría, él decidió pasar a la práctica – ¿Siempre eres tan impaciente para todo? No, todavía no, quiero probar algo… – llevé mis manos a su trasero, aprovechando su posición, y separé sus nalgas con mis manos, antes de lamer con la lengua aquella zona tan sensible suya. Cuando acabé le di un mordisco en el culo y le di la vuelta para quedar cara a cara, llevé mi mano titubeando a su miembro y empecé a masturbarlo. Me quedé mirándolo fijamente a los ojos, sonriendo, y cuando supe que estaba a punto de alcanzar el orgasmo, me detuve en seco para susurrarle al oído – ¿A qué jode? – pregunté con sarcasmo, yo era muy vengativo.

    -Antes me preguntaste porque deberías haber alejado a Arendt, ahora te “explicaré” porque deberías haberlo hecho… – lamí y mordí su abdomen, aunque en ningún momento lo besé, algo irónico a mi parecer, ya que era incapaz de despegar mis labios de su piel. Luego siguiendo las indicaciones que él mismo me había dado, me entretuve con uno de sus pezones, mientras que con el otro jugaba con mis dedos, vaya, al parecer era bastante más sensible que yo. Trepé desde el pecho hasta su cuello, donde le hice varios chupetones sin ninguna contemplación, quería dejárselo muy claro; él era solo mío. A continuación subí hasta su mentón, donde me entretuve mordisqueándolo, al igual que hice con su lóbulo y cartílago – ¿Te acuerdas cuando ambos bandos queríamos capitular Polonia en el 39? Pues yo fui partidario de bombardear la zona alemana antes que compartirla con tu querida Unión Soviética, ¿me he explicado con claridad? NO voy a compartirte con nadie, tú eres mío y si te veo tonteando con otro que no sea yo, ten por seguro que luego te lo haré pagar muy caro tanto a ti… como al susodicho, ¿lo has entendido? – en realidad yo me refería a su amiguito, el ruso que tenía encerrado en el sótano, con tan sólo pensarlo me carcomían los celos por dentro, era una sensación… abrumadora. Exactamente al igual que con mi hermana, me molestaban todos los hombres que lo rodeaban, pero en especial ese ruso, ese maldito ruso que no podía quitarme de la cabeza. Debería matarlo, al fin y al cabo éramos enemigos, y ya no me servía para ningún propósito. Sin embargo cuando me quedé mirando fijamente a los ojos de Niko, supe que no debía hacerlo, era como… una moneda de cambio, algo que no quería arrebatarle, por mucho que me molestase, para tenerlo siempre supeditado a mis antojos – Quiero saber una última cosa; ¿quién…? Digo, ¿Por qué dejasteis la relación? – pregunté sobre sus labios, sin llegar a rozarlos, yo tenía los míos entre abiertos e hice ademán de besarlo. Me moría de ganas de hacerlo y me mordí el labio inferior, sin embargo en el último momento me aparté de su lado con un gruñido y desvié la mirada hacia otro lado con la intención de distraerme en otro foco de atención. Craso error, porque cuanto más me negaba a ello, más ganas tenía de hacerlo, maldito fuera aquel ruso. Así que sin pensármelo dos veces llevé mi mano a su mejilla, en algo parecido a una caricia brusca, y lo besé apasionadamente, como lo haría con una mujer – Niko… quiero más de ti… – creo que este fue el primer beso que le di sin sentirme un completo inútil.
     
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