InGo: Reunámanos bajo aquel árbol [FudouxKidou] -Cap2-

¡Ha pasado mucho tiempo! ¿Has estado bien?

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    Bueno, el prólogo tenía que ser triste, porque es una despedida por un largo tiempo. Pero el resto no, no será triste XD De todos modos es un fic cortito <3

    Todos siguieron sus caminos, ciertamente, pero eso no impide que de vez en cuando puedan reunirse todos jejej

    Si, Fudou supo comportarse, y Kidou necesitaba su apoyo. Tachimukai es muy tierno <3 jaja igual lo abrazaría luego seguramente.

    Lo de Tsunami, realmente no hay mucha traducción, quería dar a entender que son muy jóvenes para sentar cabeza aún X,D

    Dejo el primer capi >w<


    SPOILER (click to view)
    Capítulo 01: ¡Ha pasado mucho tiempo! ¿Sigues siendo el mismo?

    Su despertador sonó temprano, pero hubiera dado igual, llevaba toda la noche sin dormir. Antes de que empezar a hacer ese ruido infernal que le acompañaba todas las mañanas alargó su blanquecina mano y lo apagó con la poca delicadeza que le hacía gala.
    Se sentó en la cama y se estiró, tenía el cabello largo cayendo sobre los hombros, revuelto y enredado. Se pasó la mano por la cabeza y movió la boca pastosa. Se levantó y tomó con suavidad una foto que tenía enmarcada encima de la mesilla.
    -Buenos días, Kidou-kun –sonrió-. Por fin llegó el día.
    Pasó el pulgar por la cabeza de uno de los chicos que salía en la foto y la volvió a dejar, luego miró otra y suspiró. En ella salía todo Inazuma Japan, los 18 miembros.
    Se volvió a estirar haciendo que se le viera el ombligo y se rascó la espalda, encima de una estantería tenía unas azules gafas de aviador de cristales oscuros.
    -Siete años, cabronazo, siete años sin verte.
    Salió hacia el baño para ducharse y estar presentable, se afeitó los pocos pelos que crecían en su cara y bajó a desayunar a medio vestir.
    Su madre se giró hacia él y le sonrió.
    -He preparado un almuerzo especial para que te lo lleves.
    El joven abrió los ojos cohibido.
    -¿Por qué? No hacía falta.
    Ella soltó una risita de madre y le puso el desayuno, dejando aún más sorprendido al castaño que esperaba desayunar las sobras de la cena anterior.
    -Es un día especial para ti, así que tienes que ir bien alimentado, Akio.
    Él se sonrojó y bajó la mirada, no es como si llevara siete años esperando aquel día… Pero su madre era su madre y a una madre no se le pueden ocultar algunas cosas.
    Tomó el desayuno agradeciéndoselo continuamente y subió a terminar de vestirse, luego salió de casa con un casco de motorista bajo el brazo.
    Ella se despidió en la puerta, su instinto maternal le decía que pronto su ya no tan pequeño Akio abandonaría la casa.

    La moto ronroneaba entre el poco tráfico que había a esas horas en la carretera de Inazuma. Le gustaba dar vueltas en ella de vez en cuando, le servía para relajarse del estrés que acumulaba en su carrera y en su trabajo.
    Pronto vio la colina, verde. Aquel año había sido lluvioso y la hierba crecía alta y resplandeciente, algunos pajarillos piaban en los árboles que abrían sus copas cargadas de frutos al cielo.
    Los ojos turquesas del chico escrutaron aquel lugar, no había nadie. Dejó la moto antes de entrar a aquella parcela, a un lado de la carretera y subió el senderillo hasta la cima de la misma, había una vista preciosa de los campos hacia un lado y hacia el otro se dominaba la ciudad.
    Suspiró, había llegado con una hora de antelación, nadie más sería tan idiota de llegar antes. Puede que incluso se hubieran olvidado… Sintió un escalofrío, ojala él no lo hubiera hecho.
    Hacía varios meses que no respondía a sus mensajes y temía que le hubiera podido pasar algo, o que se hubiera enfadado con él.
    Una tímida sonrisa afloró en sus labios al ver que no muy lejos de aquel enorme árbol bajo el que se habían refugiado años atrás, crecía un pequeño melocotonero. ¿Podría considerarse padre de aquel frutal?
    Se recostó en este sintiendo la fresca brisa que mecía sus cabellos, tenía algo de sueño, pero estaba tan nervioso ante la perspectiva de ver a su amigo… Cerró los ojos con el rostro sereno. Su estómago saltaba de un lado a otro y no conseguía que su corazón se calmara.
    Pero también tenía miedo. Habían pasado siete años, en siete años pueden pasar muchas cosas… en siete años puedes dejar de amar a la persona que te había robado el corazón por primera vez… Frunció los labios, sí, tenía miedo de no sentir por él lo mismo que sentía cuando se habían separado… Para muchos, aquello sería lo mejor, a fin de cuentas ¿acaso no era un amor destinado al fracaso entre personas del mismo sexo?
    Pero Fudou no creía eso, y desde luego creía que un rico heredero podía ser perfectamente homosexual sin que eso le quitase méritos, solo había que ver al siempre eficiente Kira Hiroto… Una sonrisa se dibujó en sus labios, no lo habían hecho oficial aún, Hiroto quería esperar a que estuvieran todos… Se sentía agradecido de ese pelirrojo, de alguna forma el hecho de que tuviera en tanta consideración a Kidou como para esperar a que estuviera él le conmovía.
    Unos pasos sobre la hierba blanda y tierna quedaron amortiguados, Fudou se sentía en esa fase del sueño en el que aún no estás dormido pero tampoco eres consciente de todo.
    No notó a la persona que se acercaba con el corazón en un puño, al principio se había sobresaltado por el hecho de que no hubiera nadie, luego pensó que todavía era muy temprano, después lo vio recostado en el árbol y se había echado a llorar.
    Por suerte él estaba medio dormido y no se había dado cuenta, se limpió los ojos sintiendo muchas cosas a la vez y se acercó despacio y en silencio.
    Llegó a su lado sin que se diera cuenta y se arrodilló a su lado, observándolo en silencio. Su cara fina y blanca, con esa nariz respingosa y la barbilla afilada, los labios finos y sarcásticos, sus cejas largas y oscuras que daban a sus ojos un aspecto hermoso. El pelo le caía sobre la cara desordenado.
    Lo miró con curiosidad, ¿cuánto habría cambiado en siete años?, ¿seguiría siendo el mismo brabucón? Lo contempló un rato sin decir nada, hasta que él abrió sus ojos turquesas oscuros pero radiantes, directos hacia los suyos.
    -Esas gafas son horribles, Kidou-kun.
    El chico soltó una carcajada y suspiró aliviado, quitándose las gafas de cristales convexos verdes.
    -Por ti –y se las colgó en el bolsillo de la chaqueta del traje oscuro que vestía.
    Sus ojos rojos quedaron a la vista y Fudou sintió como si le golpearan con un mazo en toda la cabeza y lo dejaran confuso y alelado.
    -Todavía no llegan los demás –se encogió de hombros sin apartar la vista de la suya.
    -No tengo prisa –Kidou sonrió y se sentó a su lado estirando las piernas.
    El castaño sonrió, el cabello de Kidou había crecido también en aquel tiempo, y se había soltado la mitad inferior de aquella coleta que siempre llevaba dejando el pelo ondulado caer sobre sus hombros de forma similar al suyo.
    Los ojos de Kidou se dirigieron al melocotonero que crecía a unos metros y sonrió felizmente recordando el momento siete años atrás cuando le había regañado a Fudou por tirar el hueso, gracias al castaño había crecido una nueva vida, una vida vegetal pero vida a fin de cuentas.
    Fudou se recostó de nuevo, intentando parecer tranquilo y sin demasiado interés, lo cual era totalmente contrario a lo que sentía en realidad. Su cuerpo burbujeaba entero y creía que vomitaría el desayuno si abría la boca mucho rato seguido.
    -¿En serio eres el mismo Kidou? –sonrió Fudou mirando el traje del chico-. ¡Si llevas traje y chaqueta! Te vas a asar de calor.
    Kidou arqueó las cejas.
    -Tú en cambio no pareces haber cambiado en nada, sigues usando ropa que no combina para nada.
    Fudou le retó con la mirada y ambos soltaron una carcajada, el castaño agarró a Kidou del cuello y le frotó la cabeza con la otra mano.
    -¡Ha pasado mucho tiempo, Kidou-kun! –y continuó en voz baja-. Entre tú y yo, tenía ganas de verte.
    Kidou sintió que en su corazón se depositaba un sentimiento de gratitud eterna, sí, Fudou seguía siendo su Fudou… y para su Fudou decir algo así era muy difícil.
    -Yo también –rio-. Aunque ahora que te veo no sé si fue tan buena idea, me haces sentir que los últimos siete años de mi vida han sido un desperdicio.
    Y se echó a reír, contagiando finalmente a un confuso y aliviado Fudou, su miedo era totalmente infundado, seguía amando a Kidou a pesar de todos aquellos años, y ahora que había vuelto se lo tendría que decir… Aunque no aquel día…
    Midorikawa detuvo a Hiroto por el brazo.
    -Dejémosles un rato más a solas, Hiroto.
    Y le sonrió dándole un tierno beso en la mejilla. El pelirrojo lo miró un momento y aceptó, habían llegado antes de la hora, y aunque se moría de ganas por reencontrarse con Kidou, sabía que Fudou las superaba con creces. Así que se sentaron a un lado del camino, esperando a que llegara más gente, al cubierto de la vista de los dos jóvenes estrategas.
     
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