Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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  1. Kari Tatsumi
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    Hola con todos ^^

    Les traigo otro fic traducido por Haroldo Alfaro, la autora original es Lilith. La trama es interesante y sinceramente no tiene pierde asi que espero que todos uds. les guste este fic y lo disfruten tanto como yo lo hice ^^

    No les molesto mas y les dejo el primer capitulo ^^


    QUOTE
    Descargo de responsabilidad: Harry Potter y casi todos los personajes son propiedad intelectual de J.K. Rowling.

    Traducción al castellano, autorizada por la autora, del original en inglés Architects of Memory

    Autora: Lilith
    Nota de la autora: Éste es un universo paralelo que comienza hacia el final del libro 7. Todos lo que murieron en el canon bien muertos están aquí también (Q.E.P.D.) y las Reliquias propiamente dichas son desconocidas como tales en este mundo.

    Nota del traductor: También en esta novela, los títulos de los capítulos están en latín. Irán acompañados de una breve traducción al final.

    Arquitectos de la memoria

    Præfatio



    El Blood Sport, en Diagon Alley era el bar de moda de los aficionados en los días de partido, pero ese miércoles a las dos y media de la tarde sólo había dos clientes entre las fotografías de imágenes vertiginosas y las bufandas de quidditch que adornaban las paredes. Uno era un habitué, Daffid Llewellyn-Jones, el guardaaros del Caerphilly Catapults, que habría estado acosado por fans si hubiera habido alguno a esa hora, en cuanto a la otra…

    –Eso es absolutamente impresionante. –dijo Rita Skeeter deslizando una uña escarlata por el borde de su copa de jerez– ¡Cuán fascinante es la estrategia del quidditch! ¿no? –y antes de que su acompañante pudiera contestar agregó: –Y no dudo que la gran campaña que está haciendo el Catapults este año tiene mucho que ver con su labor.

    El apuesto guardaaros se sonroja cuando le pregunto sobre su gran papel en la campaña del Catapults, una de las mejores de los últimos cincuenta años. –garrapateó la taquipluma a su lado– Sus ojos verde mar se tornan distantes como si se retrotrajeran a los gloriosos días de 1956 cuando el Catapults venciera al Karasjok Kites en un vibrante encuentro…

    –¿Rita Skeeter?

    La taquipluma se detuvo con un ruido seco, Rita se volvió para ver quién era que interrumpía sus pensamientos. –¿Sí?

    –Rita Skeeter, ¿no me reconoce?

    Con una larga uña primorosamente esculpida se bajó un poco los anteojos de marco recamado con pedrería para observar atentamente al joven recién llegado de arriba abajo. O de abajo arriba, más exactamente, ya que fueron los mocasines muy gastados lo primero que captó su mirada. Por encima llevaba unos pantalones, estilo muggle, de corderoy, muy arrugados y más arriba un pulóver de factura casera, algo raído, con una H en la pechera. La cara, como el resto del cuerpo, era muy delgada aunque tenía hombros anchos. Calculó que tendría unos dieciocho años, si bien los lentes de marco redondo lo hacían parecer más chico. Cabellos negros desordenados, como si se hubiera levantado en medio de un huracán, completaban el look. No era del tipo que la mayoría de la gente se detendría a mirar una segunda vez, pero Rita –que nunca olvidaba una cara– lo estudió con atención.

    –Lo siento… no. ¿Debería?

    –¡Soy Harry Potter! –hablaba con un tono muy agitado y abría y cerraba los puños– ¿No me conoce! ¡Yo vencí a Voldemort!

    –¿A quién? –preguntó desconcertada ante el extraño nombre, luego entrecerró los ojos y sacudió la rizada cabeza. –Lo lamento señor… ¿Potter había dicho?, estoy en medio de una entrevista así que si me hace el favor… –no terminó la frase pero hizo un gesto con la mano invitándolo a retirarse. Sabía que el chico no se había movido de su lugar luego de que hubo vuelto el rostro hacia su acompañante pidiéndole disculpas con una sonrisa. –Perdón, Daffid, ¿me decías entonces…?

    Un rugido vibrante fue creciendo de a poco, como el del subte cuando entra en una estación, varias botellas explotaron en los estantes, Rita lanzó un chillido cuando el espejo de la pared se hizo añicos, se acurrucó contra Daffid que inmediatamente la cubrió con su toga. En cualquier otra oportunidad se hubiera regocijado por el contacto con los bien tonificados músculos del cuerpo del deportista, pero en ese momento en lo único que podía pensar era en las esquirlas de cristal que llovían en todo el local. El empleado de la barra vino corriendo, varita en alto, y forzó al adolescente a abandonar el establecimiento, sus protestas resonaron durante toda la marcha obligada hacia la puerta:

    –¡Pero yo soy Harry Potter!

    oOo

    Capítulo 1 – Memento mori



    –Harry Potter… El Niño Que Sobrevivió. –las palabras de Voldemort sonaron dulces como un susurro, tenues como un hálito. Con el tono de un amante al reconocerse amado, maravillado de que algo tan especial pueda ofrecérsele tan generosamente sin pedir nada a cambio. Atraían a Harry con la suavidad de una caricia, que no se condecía en absoluto con el fragor de la batalla que arreciaba en el castillo, ni con los mortífagos que lo iban cercando como lobos a una presa herida. Parecía como si no existiera otra cosa sino esos ojos rojos que no pestañaban y esas palabras que Harry había oído durante tantos años. Reconocía los sonidos pero no parecían tener sentido. ¿Cómo podía conciliarlas con las palabras que habían pronunciado cuando aún vivía, los labios de un hombre que ya había muerto?

    –Entonces el chico… el chico debe morir…

    La verdad sea dicha, la sorpresa de Snape había sido mucho mayor que la suya. Harry siempre había sabido que llegaría esa instancia final en la que enfrentaría a Voldemort cara a cara. Durante años había tratado de negarlo, durante años se había afanado para sobrevivir. Pero así tenía mucho más sentido. Su destino estaba indisolublemente ligado a esa criatura, había sido así desde que era un bebé. Y durante todos esos años, sin saberlo, había llevado dentro de sí un fragmento del alma de ese demonio.

    En esos que serían sus últimos momentos sobre la Tierra, no pudo sino preguntarse si los demás lo habrían notado. ¿Habría sido por eso que lo consideraban “un mago poderoso”? ¿Porque se daban cuenta de su inclinación a los Poderes Oscuros? ¿Había sido por eso que Sirius había muerto, porque en esa inclusión parasítica, Voldemort podía plantar cualquier cosa que quisiera que Harry viera o creyera? ¿Había sido por eso que Malfoy lo había mirado en el espejo del baño con ojos atormentados y cautivados, porque se sentía atraído por lo que Harry ocultaba dentro de sí?

    Los ojos rojos reemplazaron a los grises de su memoria y arrancaron a Harry de sus cavilaciones. No iba a desperdiciar esos últimos momentos pensando en Malfoy… en Malfoy justamente. Volvió los pensamientos a sus amigos, los que aún peleaban por su vida en el castillo y los que ya la habían entregado esa noche. Y a todos los que la habían entregado a lo largo de los años, obteniéndole de esa forma el tiempo que necesitaba para llegar a esa instancia. Para ese momento había sido todo.

    –Acercate Harry. –salmodió Voldemort con voz seductora– Acercate para que pueda contemplar a El Niño Que Sobrevivió por última vez.

    Como hipnotizado, Harry se aproximó a su enemigo. El cerco de mortífagos se alzaba como una barrera negra a su alrededor, pero él casi que no lo notaba. Por primera vez no estaba considerando sus posibilidades de escapar. Estaba ahí con un propósito. El chico debe morir. Pero al dar el siguiente paso su pie se deslizó y cayó al suelo. Se le ocurrió que podría haber sido un hechizo de piernas flojas, pero ningún conjuro había sido pronunciado y además ése no era el estilo de Voldemort. Levantó una mano que chorreaba sangre y otras sustancias pegajosas. Se había resbalado al pisar las entrañas de Nagini desparramadas en el suelo del bosque.

    Le atacaron arcadas, seguían manando fluidos repugnantes de la herida abierta. El cuerpo de la serpiente se prolongaba y se perdía de vista por detrás de la hilera de mortífagos. Y aunque no podía verlo, Harry sabía que en algún lugar allí atrás yacía, aplastado por la serpiente, el cuerpo muerto de Fred Weasley. La espectacular ofensiva de los mellizos había tomado a Voldemort por sorpresa, la serpiente había quedado vulnerable ante el ataque aéreo. Fred voló en picada y le clavó la espada de Gryffindor entre los ojos, fue lo último que hizo, un segundo después cayó víctima de la Maldición Mortal que le lanzó uno de los mortífagos. Al desplomarse ya sin vida, el peso del cuerpo de Fred había clavado aun más honda la espada en el de la serpiente; así lo había relatado su hermano George con voz ahogada por los sollozos; George había logrado escapar; el último de los horcruxes había sido destruido.

    El último, excepto uno.

    No intentó ponerse de pie ni levantó la varita. Hubiera podido pronunciar la Maldición Mortal y matar a Voldemort, si bien Harry Potter podía tener reparos en usar una Imperdonable, eso no era ningún problema para la parte de Tom Riddle anidada en él.

    Pero no levantó la varita, el chico debe morir, y así sería. Dejaría que algún otro se ocupara de completar la tarea, Ron o Hermione quizá, o Neville que con tanta valentía había organizado la resistencia y liderado el Ejército de Dumbledore durante todo ese año. O algún otro miembro de la diezmada Orden. Volvió a decirse en su mente que su sacrificio valía la pena. Trató de no acordarse de que sólo era un chico de diecisiete años que no alcanzaría a ver el final de la guerra.

    El claro había quedado en completo silencio. Los que iban a ser testigos de su asesinato esperaban ansiosos, no le quitaban los ojos de encima al inhumano rostro su Señor. Finalmente la boca sin labios se abrió satisfecha y pronunció la maldición.

    –¡Avada Kedavra!

    Y cuando la llama verde lo alcanzaba certera, Harry cerró los ojos y murió.

    oOo



    Le llegaban sonidos como el de un atronar lejano. Fue aguzando los oídos. Se dio cuenta de que eran voces y de que se iban haciendo más claras. Empezó a identificar palabras, pero no sabía quién las pronunciaba. Con gran esfuerzo logró abrir un ojo. El movimiento le resultó muy doloroso, parecía como si los párpados se hubieran pegado cuando…

    Cuando morí. –recordó.

    Abrió también el otro ojo, pudo distinguir a la luz tenue, dos figuras sentadas junto la cama. Las siluetas eran borrosas, los colores difuminados como en un cuadro de Monet. Pero una de ellas remataba en rojo zanahoria y la otra en castaño. –¿Ron? ¿Hermione? –logró articular.

    –¡Harry! –chilló Hermione con alegría y los dos se acercaron inmediatamente a él.

    Ron le apretó un hombro. –¿Cómo te sentís, cumpa?

    Harry sonrió para sus adentros, estaba de nuevo con sus amigos. –Estoy vivo. –reflexionó tratando de sentarse– Creí que definitivamente estaba muerto.

    –¡Oh Harry! –dijo Hermione ahogando un sollozo, Harry necesitaba ver a sus amigos con más claridad.

    –Los anteojos…

    Ron se los pasó junto con la varita. –No que la vayas a usar ya mismo, pero por si llegaras a necesitarla…

    Harry se calzó los lentes y los observó con atención, se los veía muy cansados con ojeras, seguramente por las largas horas de vigilia junto a la cama. Y estaban muy flacos, lo cual no era de extrañar después de tantos meses de vivir de un lado a otro en carpa. Pero estaban allí y estaban vivos. Se acordó de otros que ya no estaban. –¿Quién…? –empezó a decir, pero se detuvo, no estaba todavía preparado para los nombres– ¿Cúantos… perdimos? –preguntó en cambio.

    Hermione pareció turbarse mucho con la pregunta, contestó Ron después de unos segundos. –Cincuenta y cuatro… –la voz pareció estrangulársele, Harry recordó que Fred estaba entre esos.

    –Fue un héroe, Ron. Sin él no lo podría haber hecho. –Harry estiró la mano y lo tomó de la muñeca, pero Ron sólo le devolvió una mirada confundida.

    –¿No podrías haber hecho qué?

    En ese momento se descorrieron las cortinas y madame Pomfrey se acercó afanosa –Me parecía que escuchaba voces, –dijo con una amable sonrisa– ¿Y cómo está nuestro paciente esta mañana? Finalmente despierto según veo.

    Pero en la mente de Harry habían quedado rondando las palabras de Ron. Quizá no había tenido éxito después de todo. Quizá Voldemort siguiera vivo… pero no se suponía que siguiera vivo. –¿Querés decir que nosotros no lo…?

    Pero madame Pomfrey eligió ese instante para agarrarle la barbilla y hacerle girar la cara. Se la miró estudiándola, haciéndola hacia un lado y el otro– Sí, parece que ya ha curado bien. –dijo satisfecha dándole una palmadita en el hombro– Es Ud. un chico con mucha suerte, señor Potter, el terremoto destruyó la mitad del bosque. Es un milagro que lo hayamos podido rescatar.

    Parecía encantada enfatizando las dificultades del rescate, pero no era eso lo que a Harry lo había hecho estremecer. –¿Terremoto? ¿Qué terremoto? –se volvió hacia sus amigos alarmado– Está muerto, ¿no? Por favor, díganme que está muerto… díganme que alguien lo mató…

    –¿Matar a quién, Harry?

    –¡A Voldemort! – Harry había prácticamente embestido como para salir de la cama. No era ése momento para bromas, él había sacrificado su vida… o casi. –¡Yo era el último horcrux! Debería haber muerto… pero estoy acá. ¡Por favor, díganme que está muerto, asegúrenmelo!

    Hermione parecía estar a punto de llorar, a Ron se lo veía muy incómodo. Pero Madame Pomfrey dijo con tono tranquilizador: –Confusión… amnesia temporal quizá, es algo muy común en estos casos. Pero para el fin de semana se va a poner bien. –acompañó las palabras con una sonrisa que tenía la intención de restarle importancia al asunto, pero a Harry no le sirvió de consuelo alguno.

    –¡No tengo amnesia! –insistió Harry– ¡Me acuerdo de todo! Voldemort… la batalla… se suponía que él iba a matarme…

    –¿Valdemar quién? –preguntó Ron.

    –¡Voldemort! –Harry estaba prácticamente gritando– ¡El Que No Debe Nombrarse! ¡El Señor Oscuro! Que con su alma me estuvo atormentando todos estos años…

    Ahora Ron estaba completamente desconcertado y a Hermione ya se le escapaban algunas lágrimas. Madame Pomfrey frunció los labios y sacudió la cabeza. –Creo que mejor le traigo una poción para que pueda dormir.

    –¡No quiero dormir! –protestó Harry– ¡Quiero ver al director! –recordó entonces que Snape estaba muerto, pero antes de morir le había revelado sus secretos y lo había enviado a la muerte. Pero Harry seguía vivo, sus amigos no reconocían el nombre de Voldemort y cincuenta y cuatro personas habían muerto en lo que todos creían había sido un terremoto. Empezó a pensar que en realidad no estaba despierto. Sólo podía tratarse de una pesadilla. Seguramente todavía no se había despertado.

    Pero si no estaba despierto, ¿cómo era que podía percibir el olor almizclado de la poción que madame Pomfrey agitaba haciendo girar una cucharita. ¿cómo podía sentir el pulgar de Hermione frotándole el dorso de la mano con fuerza tal como para provocarle una abrasión? ¿cómo era que el pelo de Ron podía verse tan brillante como el fuego demoníaco de Crabbe?

    Harry no podía hallar respuesta para esas preguntas. Necesitaba ayuda. –¿Dónde está McGonagall? –demandó– Necesito hablar con la profesora McGonagall.

    –Verá, señor Potter, la directora está muy ocupada, no puede dejar todo lo que tiene que hacer para venir a hablar con un alumno. A veces suele darse una vuelta a la hora de la cena, quizá la pueda ver entonces. Ahora, por favor, compórtese bien y bébase la poción.

    Y Harry tuvo entonces la certeza de que algo estaba terriblemente mal. Porque durante todos sus años en Hogwarts, el director nunca había estado demasiado ocupado como para no poder hacerle una visita a un alumno enfermo. Al menos no cuando ese alumno era él. Pero la poción púrpura que olía a grosellas y acebo lo empujó de nuevo al olvido. Lo último que recordaba era que alguien le había sacado los anteojos y que Hermione le aferraba fuertemente la mano.

    oOo



    No se despertó para la hora de la cena. Si la directora había pasado por la enfermería lo había encontrado durmiendo. Durmió hasta la mañana siguiente sin interrupción y dormido hubiera seguido de no haber sido por el escándalo que produjeron unos frascos de vidrio que se hicieron añicos azotándose contra el suelo. Harry se despertó con un sobresalto e instintivamente estiró la mano para empuñar la varita. Alguien que estaba sentado junto a la cama también saltó sobresaltado, era Ron, el penacho colorado era inconfundible.

    –¡Niña torpe! ¡Mirá lo que hiciste!

    La recriminación de madame Pomfrey, que se filtró a través de las cortinas, fue una confirmación de que no los estaban atacando. Y por un instante se le ocurrió que Tonks podía haber venido a visitarlo, pero enseguida se acordó de que Tonks estaba muerta… y Remus… y tantos otros. –Cincuenta y cuatro. – había dicho Ron.

    También había dicho terremoto y ¿quién? cuando Harry había mencionado a Voldemort, así que a esas alturas ya no sabía qué pensar.

    Pero al verlo aproximarse radiante de alegría porque ya estaba despierto, Harry olvidó sus inquietudes. –Hola, Ron.

    –Ya era hora de que te despertaras. –dijo Ron con tono jocoso y le rozó suavemente la mano en la que Harry tenía todavía asida la varita– Va a ser mejor que te pongas los anteojos antes de intentar usarla, ¿no te parece?

    –Tenés razón. –dijo Harry tanteando con torpeza en la mesita de luz, se colocó los lentes y le sonrió– ¿Y dónde está tu media naranja?

    –¿Mi media naranja? –preguntó Ron confundido por un segundo– Ah, querés decir Hermione, –dejó escapar un suspiro de resignación– está en la biblioteca, por supuesto. ¿Dónde más? Se pasa cada segundo que está despierta estudiando para los TEDiOs o… regañándome a mí porque no estoy estudiando.

    –¿Los TEDiOs? –exclamó Harry– Pero seguramente no estará planeando presentarse a rendirlos este año…

    Ron lo miró perplejo. –Bueno… no es que haya otra alternativa… y además quiere presentarse… está ansiosa de presentarse.

    Harry sacudió la cabeza sin poder creerlo. –¡Pero es imposible que se ponga al día! No después de haber perdido… –se detuvo un segundo–… no me digas que se consiguió otro atrasatiempo

    Ron frunció el ceño y pensó un momento. –Si fue así no me lo dijo. –se encogió de hombros– Y lo último que yo querría es asistir de nuevo a todas esas clases…

    –Si fuera por vos no hubieras asistido a ninguna… –apuntó Harry con una sonrisa irónica.

    –¡Y que lo digas, cumpa! Pero no es algo que me preocupe ahora. Dentro de quince días habrá terminado todo. Y voy a ir a ayudarle a George con el negocio.

    El rostro de Harry se ensombreció… Fred no había sido mencionado. –Pero vos no te vas a presentar… ¿o sí?

    –¿A los TEDiOs? ¿Y qué otra opción me queda? Mi mamá me mataría si no me presento. ¿Otro Weasley más que abandona la escuela sin aprobar los exámenes? ¡Se pondría como loca!

    –Pero… ¡no estás preparado! –insistió Harry– Seguramente reprobarías… –ante la expresión herida de Ron se apresuró a agregar– Y yo también… debe de haber alguien con quien podamos hablar para que los pospongan… alguien del Ministerio… o de la Orden.

    Ron lo miró aun más perplejo que antes, si cabe. –¿Que los pospongan? –repitió con total desconcierto– Pero eso no ha ocurrido nunca… ni va a ocurrir.

    –Pero podría… si les explicamos de los horcruxes… y de que no pudimos asistir porque estábamos buscándolos… estoy seguro de que nos darían más tiempo, todo el que necesitemos.

    –No sé de qué estás hablando Harry. Sólo perdimos dos clases de Herbología porque el terremoto hizo desaparecer los invernaderos. No siento pena por las mandrágoras, siempre me resultaron muy desagradables… pero pobre profesora Sprout. Pero Hagrid reconstruyó uno de los invernaderos y la semana pasada… Harry, ¿te sentís bien? De golpe te cambió la expresión… muy rara…

    Harry sentía una constricción en la garganta que no lo dejaba hablar. Ahora estaba seguro de que no estaba soñando. Estaba más despierto que nunca… sentía la brisa que entraba por la ventana y la textura nudosa de la varita de espino en su mano. –¿No te acordás de los horcruxes? –logró articular, Ron se lo quedó mirando como si le hubiera hablado en chino– ¡Ron! ¡Vos volviste… vos fuiste el que destruyó el relicario de Slytherin!

    Ron se frotó la nuca, incómodo. –Harry, me parece que no estás bien… quizá convendría que llamara a madame Pomfrey…

    Se había puesto de pie y había comenzado a recular. Harry lo llamó: –Ron, volvé… acercate… –alzó la varita, era una prueba indiscutible, nadie podría confundir una varita de espino con una de acebo, empezando por el color… –Mirá, ¿cómo explicás esto?

    Ron se acercó vacilante y miró fijamente la varita de espino y luego con ojos confundidos a Harry. –¿Qué?

    –¡Mirala! –lo urgió Harry sacudiéndosela frente a la cara.

    –Es sólo una varita, Harry. –dijo Ron con el mismo tono que uno usaría para tratar de calmar a un animal nervioso y agresivo.

    –Pero no… –insistió Harry– ¡Es la de Malfoy! Hermione rompió por accidente la mía cuando estábamos en Godric Hollow.

    –¿Malfoy? –preguntó Ron inseguro– ¿Te referís a Draco Malfoy? ¿El prefecto de Slytherin?

    Irritado, Harry replicó –Sí, ese Malfoy.

    –¿Pero por qué ibas vos a tener la varita de Draco?

    Y entonces Harry comprendió que el mundo estaba definitivamente al revés, Ron jamás lo hubiera llamado a Malfoy por su nombre de pila con tal naturalidad. –¿Me estás diciendo que no te acordás de lo que pasó en la Mansión Malfoy? ¿Cuando Bellatrix Lestrange nos estaba por entregar a Voldemort? –el desconcierto del rostro de Ron era máximo– ¿No te acordás de que usó Crucio sobre Hermione!

    Ron se puso lívido y no pudo evitar un gesto de repugnancia. –¡Merlín, Harry!, ¡cómo podés decir una cosa tan terrible? ¡No puedo creer que…! –retrocedió unos pasos– Voy a llamar a madame Pomfrey… es preciso que te vea…

    Desapareció antes de que Harry pudiera protestar. Las neuronas de Harry se pusieron a trabajar a mayor velocidad que el aleteo de una snitch… ¡Ron no se acordaba de nada de lo que había pasado esos doce meses antes! Tenía que tratarse de un hechizo que afectara la memoria… y no sólo era un año… ¡no se acordaba de Voldemort!, el mago oscuro al que había aprendido a temer desde que era un crío. Y había llamado a Malfoy, Draco, como si fuera lo más natural del mundo. Pero, ¿de qué hechizo se trataba?, era como si le hubieran extirpado de la memoria todo lo referido a Voldemort pero dejando todos los demás recuerdos intactos. ¿Era algo así posible?

    Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de madame Pomfrey. Le examinó los ojos, la lengua, las orejas, todo sin parar de hablar en ningún momento. –Siempre les digo que no tienen que intranquilizar a los pacientes, pero nadie me hace caso. Ud. necesita descansar si quiere recuperarse. Descanse, duerma. Quizá le vendría bien un poco de chocolate. –sacó del bolsillo del delantal una tableta y se la pasó– Cómasela, señor Potter, ya verá cómo empieza a sentirse mejor enseguida.

    Se volvió hacia Ron. –¿No tendría que estar en clase, señor Weasley? Sería mucho más conveniente que estuviera estudiando y no, molestando a mis pacientes.

    Ron se sonrojó, todavía incómodo por el altercado. – Sí, señora. Harry… nos vemos más tarde…

    –Hasta luego. –saludó Harry, no quería que Ron se fuera, quería aclarar lo que había pasado unos instantes antes, pero no sabía qué decir para arreglar las cosas. Sus pensamientos se iban intrincando más y más, como las hebras de lana en el canasto de tejido de la señora Weasley, y no tenía la menor idea de cómo hacer para desenredarlos.

    Madame Pomfrey le estaba mullendo las almohadas. –Ahora trate de tranquilizarse, señor Potter, trate de dormir, no tiene que preocuparse por nada.

    Pero no era cierto. Harry sabía que había mucho de qué preocuparse.

    oOo



    La visita que le hizo la profesora Mcgonagall esa tarde no sirvió para levantarle el ánimo. Estuvo sentada a su lado mientras él comía y fue contestando a sus preguntas con incredulidad e impaciencia crecientes. Una vez que se hubo ido seguida por el frufrú de sus vestiduras almidonadas, Harry repasó lo que le había informado.

    1) Nunca nadie había oído nada sobre Voldemort, ni sobre los mortífagos, ni sobre El Niño Que Sobrevivió.

    2) El sábado anterior Hogwarts había sido sacudida por el peor de los terremotos de los que se tuvieran memoria en las Highlands. Había sido justo un fin de semana de visita de los padres, muchos de los adultos habían muerto debido al sismo.

    3) La profesora McGonagall había asumido el cargo de directora en reemplazo del profesor Snape que había muerto en un incendio que se había desatado en el séptimo piso. El profesor Dumbledore había fallecido un año antes por causas naturales. La profesora le recordó que el ex director tenía ciento cincuenta años, lo que era una edad de muerte más que respetable para cualquier mago.

    4) Hermione, Ron y él habían asistido a clases ese año con la misma regularidad de años anteriores. Naturalmente se esperaba que los tres se presentaran a rendir los exámenes correspondientes a fines de ese mes.

    5) La profesora, al igual que Ron y Hermione, pensaba que Harry había quedado completamente desequilibrado después del terremoto. (Esto último no se lo había dicho, pero Harry lo había deducido)

    Harry jugueteó con el tenedor, movía la salchicha y el puré que tenía servidos de un lado al otro del plato, había perdido el apetito. Incluso la sabrosa tarta de crema pastelera quedó intacta. Tenía la cabeza hecha un lío, que se iba empeorando cada vez más cuando trataba de encontrarle algún sentido a todo ese disparate. Para empezar, Harry dudaba de que un terremoto pudiera causarle algún daño a la escuela, con todas las defensas que la protegían. La negación de la existencia de Voldemort era peor. Era peor que lo que había pasado en cuarto año cuando había culminado el Campeonato de los Tres Magos con la muerte de Cedric y el Ministerio se había negado a reconocer el regreso de Voldemort. Por lo menos entonces sus amigos estaban de su lado, y le creían.

    Pero quizá ahora también le creían, se le ocurrió. Pero fingían para protegerlo. Parecía una forma muy chapucera… pero intentos similares anteriores también habían sido muy torpes. Quizá no fuera más que un plan que habían urdido para ayudarlo, a olvidar todo lo que había sucedido y a continuar con su vida.

    La explicación tenía cierto sentido. Los últimos años El Que No Debe Nombrarse había ensombrecido su vida, no había tenido oportunidad de hacer las cosas normales que hace un adolescente. No estaba muy seguro de en qué consistían esas cosas normales, pero sospechaba que implicaban mucho quidditch, chicas y planes para lo que pudiera hacer con su futuro, planes para cuando creciera. Y quizá habían elucubrado algo tan retorcido con el fin de ayudarlo, ahora que Voldemort estaba muerto.

    Porque debía de estar muerto, ¿no? Harry recordaba los ojos rojos y el hedor de la sangre y de la carne desgarrada, y el haz verde de la maldición viniendo hacia él. Si él estaba todavía vivo, debía suponer que la maldición había rebotado como cuando era bebé. Y como los horcruxes ya habían sido destruidos, Voldemort debería de estar muerto.

    Pero no todos los horcruxes habían sido destruidos; uno, que Hermione y Ron desconocían, subsistía dentro de él.

    ¡Oh, Merlín! ¿Podía ser cierto que un fragmento de Voldemort siguiera vivo en él?

    Le dieron arcadas. En ese momento regresó madame Pomfrey con un canasto de ropa.

    –¡Oh cielos! –exclamó dejando caer el canasto y corriendo a su lado– ¡Tiene Ud. pesimo aspecto! –sacó la varita y le hizo una nueva y completa revisión de la cabeza a los pies– Le estaba por dar permiso para que fuera a acostarse a su dormitorio, pero quizá sea demasiado prematuro.

    –No, no… estoy bien… se lo aseguro –la instó Harry deseoso de escapar cuanto antes de ahí– Es una pequeña molestia en el estómago… la comida no me cayó bien… pero no es nada importante.

    Madame Pomfrey le alcanzó un poco de chocolate. –Cómaselo, –le ordenó– le aplacará el estómago. Le hizo una nueva revisión. Finalmente accedió. –Bueno… supongo que puede irse… pero le voy a avisar a sus amigos para que vengan a buscarlo. Allí están sus ropas, –dijo señalándole el canasto– y su toga está colgada en aquel perchero. Vístase. Pero no quiero que se vaya solo. Espere hasta que vengan.

    –Sí, señora. –murmuró obediente.

    Se sacó el piyama y se calzó los mismos jeans y la misma remera que había usado la semana anterior. Los elfos los había lavado minuciosamente, no quedaba ningún rastro de sangre. La toga estaba también limpia, la olió, seguramente algo del hedor debía de haberle quedado impregnado, no era así, sólo percibió el suave perfume cítrico del jabón.

    Se sentó a esperar en una de las sillas, era muy incómoda, se removió en el asiento. Sintió al moverse que algo se le clavaba en las costillas. Rebuscó en el bolsillo y sacó los dos fragmentos de la varita rota, todavía unidos por un hilo translúcido, recorrió con un dedo la madera astillada, le volvió la misma sensación de vacío que había sentido aquella noche en Godric Hollow.

    De la mesita de luz levantó la otra varita –la de Malfoy– Como si el pensamiento lo hubiera conjurado, se dejo oír en ese momento la voz altiva del Slytherin del otro lado de la cortina. –Aquí tiene sus pociones, madame Pomfrey.

    –¿Y pudiste preparar más de los filtros sedantes? Lo últimos que habías traído resultaron excelentes.

    –Sí, –dijo Malfoy con tono enfático, Harry podía imaginarse la mueca ligeramente desdeñosa que se habría seguramente dibujado en su delgado rostro. –Y también más de las pociones tonificantes. Ah… y finalmente pude ubicar el feldespato en polvo entre los ingrediente de Snape, así que también pude terminar el filtro de paz que Ud. quería.

    –Maravilloso Draco, no sé qué haría sin vos.

    Harry volvió a sentir arcadas, que no tenían relación alguna con la comida. Malfoy tramaba algo y había conseguido colarse de manera habitual en el hospital y se había ganado la buena voluntad y admiración de la sanadora. Seguramente se trataba de algún plan para envenenar a los de la casa de Gryffindor o de algún otro malicioso complot por el estilo. Se negaba a creer que Malfoy hubiera perdido las mañas. Le podía haber salvado la vida en una o dos oportunidades, pero no le cabían dudas de que seguía siendo el mismo maligno Malfoy de siempre.

    Lo que oyó a continuación le resultó muy sorprendente.

    –Millicent me pidió que le transmitiera nuevamente sus disculpas por haber dejado caer todas esas pociones ayer –Harry nunca antes había oído a Malfoy hablar con ese tono… sonaba casi como quien siente… remordimientos– Se siente muy mal porque no advirtió el estante flotante de medicinas.

    Parecía imposible que su enemigo estuviera hablando en favor de alguien que no fuera él mismo; espió a través de la cortina, pudo observar a Malfoy de espaldas, en el delicado género de la toga se le formaban pequeños pliegues, por alguna razón le vino a la memoria la sangre negra de Nagini.

    –Bueno, supongo que ése es uno de los riesgos cuando se tiene un portamedicinas móvil. –señaló madame Pomfrey– decile que no hay problema, que puede volver, con tal que ponga un poco más de cuidado. Son muy pocos los que se ofrecen como voluntarios, no los puedo rechazar.

    Harry levantó una ceja. Malfoy preparando pociones y Slytherins ofreciéndose como voluntarios para trabajar en el hospital. Algo le olía muy mal y estaba decidido a averiguar de qué se trataba.

    Cuando Malfoy se volvió para retirarse, Harry abrió la cortina y lo llamó. – Malfoy.

    El Slytherin se detuvo, lo miró como sorprendido de encontrárselo ahí y luego para gran asombro de Harry, le sonrió. –Vos eras… Potter, ¿no? Ya te has recuperado según veo.

    Harry entrecerró los ojos, definitivamente algo se traía entre manos, haciéndose el que no lo conocía. –No gracias a vos, por cierto.

    La reacción no fue la que Harry hubiera esperado. Malfoy no amagó a atacarlo… en realidad parecía que el exabrupto lo había descolocado e incluso… ¿herido? –No sé qué habrás querido decir con eso, Potter.

    Harry no quiso que se diera cuenta de que estaba al tanto de sus planes para envenenar a sus compañeros de casa. Pero Malfoy no era de los tratarían de protegerlo, a él sí podía sacarle la verdad sobre la batalla.

    –Sólo que yo no estaría acá si no fuera por vos y tus estúpidos mortífagos. Ah… y a propósito… ¿cómo está tu familia?

    Para gran exasperación de Harry, Malfoy se limitó a mirarlo con ojos aburridos y replicó simplemente: –Bien, gracias. ¿Por qué preguntás?

    Irritado por el tono indiferente, Harry le espetó: –¿Así que Lucius no está en Azkaban que es donde pertenece?

    Draco abrió grandes los ojos, por un segundo mostraron horror, sus rasgos dejaron de mostrar impasibilidad. –¿Azkaban? ¿Por qué…? ¿Qué es lo que estás…? –pero se detuvo de golpe y recobró de inmediato la inmutabilidad. Ocurrió todo tan rápido que Harry no supo decir si había sido debido a que Malfoy había recuperado el autocontrol o si tal vez era la acción de algún encantamiento, del tipo del Imperius. –Potter, en todos estos años apenas si habremos intercambiado un par de palabras, no entiendo a qué se debe este impulso repentino de difamar a mi padre, pero me rehúso a seguir escuchando más disparates.

    Malfoy giró y marchó hacia la puerta. –Esperá, –gritó Harry con el afán de retenerlo– ¡tengo algo que es tuyo! –el Slytherin se detuvo y hasta desanduvo un paso, Harry fue a buscar la varita. La levantó en alto y se la mostró desafiante. –Te la saqué en la Mansión… fue durante el receso de Pascua… estaba Fenrir… y tu tía Bellatrix… ella… mató a Dobby… ¿No me podés decir que no te acordás? – la pregunta había sonado casi como una súplica.

    Malfoy metió la mano en el bolsillo y sacó una larga varita de color castaño rojizo brillante, la hizo girar entre los dedos. –Ésta es mi varita. Ésta siempre ha sido mi varita. Me la regaló mi padre para mi octavo cumpleaños, no quería que esperara hasta ir a la escuela para empezar a practicar magia. Cuando era chico tenía miedo de que la pluma de grifo de su interior significara que me iban a poner en Gryffindor. Pero no fue así. –Malfoy había dicho todo con tono cortés, nada del veneno de otras veces que Harry hubiera esperado –Y como dije antes, prácticamente nunca nos hablamos, ¿por qué iba un Gryffindor a tener mi varita? Y ahora si me disculpás, Potter… ya he perdido demasiado tiempo acá. –hizo una pausa y agregó reflexivo– Ojalá vuelvas pronto a la normalidad.

    Se dio vuelta de nuevo para una salida grandiosa. Que lamentablemente fue malograda por Ron que entraba en ese instante, chocaron cuerpos y cabezas, Malfoy cayó sentado en una de las duras sillas, Ron siguió en pie, pues Hermione lo sostuvo desde atrás, pero quedó mareado.

    –¿Draco? ¿Estás bien? –preguntó ella preocupada– ¿Querés que llame a madame Pomfrey?

    Harry preparó la varita, en cualquier momento Malfoy se iba a desatar con una retahíla de insultos contra todas las generaciones de Weasleys pasadas, presentes y futuras. Pero no fue así, el Slytherin se puso de pie con toda la dignidad que pudo juntar, se acomodó un poco la ropa y con las mandíbulas muy apretadas se limitó a decir. –No, gracias, estoy bien… ahora si me disculpan… que tengan buenas noches.

    Harry quedó boquiabierto cuando sus amigos le devolvieron el saludo, no hubo palabras agresivas pronunciadas por ninguno de ellos. –Fue un accidente, estoy bien. –dijo Ron tratando de tranquilizar a Hermione que seguía muy consternada. Toda la escena había sido tan surrealista. Harry marchó en silencio todo el camino de regreso a la torre de Gryffindor.

    Tenía mucho en qué pensar y su cabeza era un embrollo. Pero se consoló diciéndose que tarde o temprano Malfoy mostraría la hilacha, había que tener paciencia, era sólo cuestión de tiempo.

    oOo



    Memento mori: Recordatorio de la mortalidad.

    Podríamos mencionar la ceremonia del Miércoles de Ceniza, la fórmula: “polvo eres y en polvo te convertirás” y las cenizas mismas son ejemplos de “recordatorios”.

    Edited by Kari Tatsumi - 21/11/2013, 23:44
     
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