Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo 2 – Suo iure




    La sala común de Gryffindor estaba como siempre. La gran chimenea encendida templaba el ambiente. Grupos de alumnos todo alrededor. Algunos leían, algunos charlaban y otros, como Ginny y Dean, se dedicaban a lo que parecía amigdalectomía mutua. Se oían risas de Lavander y Parvati que leían juntas el último número de Bruja Adolescente. Joshua Nickels y Jimmy Peakes, los golpeadores de Gryffindor, estaban acondicionando sus escobas. El ambiente olía a canela y zapatos viejos, un aroma que Harry encontraba siempre muy reconfortante y que había extrañado. Los tres fueron a sentarse a su lugar habitual a la izquierda de la chimenea. Seamus Finnegan que estaba jugando una partida de cartas explosivas con Orion Henricks lo saludó cuando pasó a su lado.

    –Hola Seamus. –saludó a su vez Harry con una sonrisa.

    La sonrisa se le borró cuando vio a Dennis Creevey que apretaba distraído los botones de un reproductor de CDs. Los dispositivos electrónicos no funcionaban en Hogwarts pero el papá de Dennis no parecía recordarlo, siempre les había mandado a sus hijos distintos aparatos que terminaban como objets d’art en la sala común. Colin debería estar aquí, pensó Harry. Mirándolo con esa sonrisa boba que lo exasperaba y que al mismo tiempo lo hacía sentir el rey del mundo. Recordó las muchas veces que lo había echado para que dejara de fastidiarlo, se sintió despreciable. Colin, si pudiera volver a hacer todo de nuevo…

    Dennis levantó la vista como si hubiera podido oír esos pensamientos. Harry se le aproximó. –Lo lamento… –dijo– …por lo de Colin, quiero decir.

    La cara inocente del chico de cuarto año era tan parecida a la de su hermano. A Harry le dieron ganas de llorar. –Mi papá se niega mencionarlo –dijo– ¿Es eso algo normal?

    Harry sintió pánico, quería huir de allí, del dolor de Dennis y de su familia. Enfrentar a un bosque lleno de mortífagos no había sido tan duro como eso. Pero sabía que tenía que soportarlo. Quizá Colin no estaría muerto si no lo hubiera considerado siempre su héroe.

    Harry no se sentía un héroe en ese momento, se arrodilló junto a la silla de Dennis. –No creo que haya nada normal en todo esto. –confesó jugueteando con unos hilos sueltos del raído tapizado, de modo de no tener que mirarlo directamente– No es justo que haya muerto porque quería estar allí… aquí en Hogwarts. Y cuando las cosas son injustas… a veces lleva tiempo acostumbrarse a ellas. Pero no me parece que esté mal. Tu papá va a necesitar un poco más de tiempo… –Harry tragó saliva, no era él el más indicado para dar este tipo de consejos… sobre cómo llorar a los seres queridos… Le parecía que Sirius había muerto hacía tan poco, todos los días ansiaba poder hablar de nuevo con él. El tiempo no curaba las heridas, las hacía sangrar más lentamente, pero no más que eso.

    Finalmente lo miró a los ojos y sonrió. –Colin era un buen mago y un buen amigo mío. Lo voy a extrañar. –dijo Harry.

    –Yo también. –murmuró Dennis.

    La voz había sonado tan leve y asustada. Harry lo abrazó y le dijo junto al oído. –Él estaba muy orgulloso de vos, y desde donde sea que esté ahora te va a seguir cuidando. –pudo sentir sobre su hombro que Dennis asentía y ahogaba un sollozo. Harry nunca había sido bueno para consolar, los abrazos eran más el estilo de Hermione, pero no se separó, esperó hasta que Dennis, ya más compuesto, aflojara la presión sobre su espalda.

    –Gracias, Harry. –susurró Dennis.

    Harry asintió, le dio un suave apretón en el hombro y se puso de pie. Fue a sentarse con sus otros amigos, las palabras de Dennis lo había hecho sentir como un gran héroe.

    oOo



    Se fue a acostar pasada la medianoche, Hermione y Ron se habían quedado un rato más haciéndose mimos. Creía que no iba a poder dormir después de haberse pasado una semana entera en cama, pero se durmió apenas la cabeza tocó la almohada. Un segundo después, así fue como le pareció, Ron lo estaba sacudiendo para que se despertara y bajara a desayunar. No se sentía descansado en absoluto. Le echó la culpa a las pociones para dormir que había preparado Malfoy.

    Entró al Gran Salón caminando despacio, quería tomarse un tiempo para observar. Había mucha gente, pero menos de la que debería. La mesa de los Ravenclaws era la que más claros presentaba. Divisó los rizos rubios algo despeinados de Luna Lovegood, se preguntó si ella también lo consideraría demente si le hablara sobre la batalla. Los Slytherins estaban prácticamente todos, por supuesto, con Malfoy en el centro imperando sobre todos ellos. Harry frunció el ceño al recordar lo que había pasado el día anterior. Había tratado de contarles sobre el complot para envenenar a los alumnos, pero Ron y Hermione se limitaron a dirigirle esas miradas extrañadas y tristes que se habían vuelto tan frecuentes y le aseguraron condescendientes que un prefecto nunca haría nada así, nunca haría algo que dañara a los alumnos.

    Bueno, –reflexionó Harry– no es la primera vez que te va a tocar hacer las cosas solo. Ellos terminarán dándose cuenta en algún momento… espero.

    No quiso levantar la vista para mirar a la mesa de profesores. Snape no iba a estar allí. Todavía le costaba asumir todo lo que le había revelado antes de morir. Y pensar que había desconfiado de él todos esos años… ¡y pensar que había estado enamorado de su madre!

    –Harry, cumpa, te vas quedar parado todo el día. –dijo Ron dándole un codazo en las caderas y a continuación procedió a servirse panceta en generosas cantidades.

    Neville se corrió un poco al costado para hacerle lugar. Harry se sentó y volvió a mirar a la mesa de los Slytherin, no fijó los ojos en Malfoy sino en el chico que estaba a su lado, Goyle se veía muy pálido, la vista baja sobre el plato. Tenía marcadas ojeras, por muchas noches sin dormir, pensó Harry, lo cual tenía mucho sentido puesto que se habría cuidado de tomar las pociones de Malfoy. Aunque por otro lado quizá la explicación era otra, quizá Goyle estaba así porque había comido algo que le había caído mal. Pero también podía ser que Malfoy lo estuviera usando como conejito de indias para sus experimentos con las pociones.

    –¿Qué estás mirando? –preguntó Ron pasándole el brazo por delante para agarrar la mermelada.

    –¿No te parece que Goyle luce enfermo? – dijo Harry. Ésa podría ser una prueba del complot de Malfoy. –¿No te parece que podrían haberlo envenenado?

    Hermione lo miró directamente y frunció la frente. –Acaba de perder a su mejor amigo, Harry.

    Se había olvidado de Crabbe. Pero no podía sentir por Goyle la misma compasión que por Dennis. Había sido culpa de Crabbe que había conjurado ese fuego demoníaco que finalmente se había descontrolado. Crabbe nunca había sido de los más sagaces. Uno menos para hacer maldades. Pero quedaban todos los otros. Entrecerró los ojos mirándolos. –Todos los Slytherins escaparon.

    –Todos trataron de escapar. –dijo Hermione con acritud. Harry iba a protestar pero ante la mirada de advertencia de Ron, prefirió no decir nada. Sus mejores amigos no recordaban nada de todos los meses anteriores que habían pasado juntos. En realidad, todos los Gryffindors (¿y todo el mundo también?) estaban convencidos de lo del terremoto, que había sido una terrible desgracia, pero no creían que fuera el resultado de las acciones de malvados magos oscuros.

    –Seamus está organizando apuestas para el partido del viernes –comentó Ron para aflojar la tensión– Voy a apostar doce sickles a Ravenclaw.

    –¿Ah sí? –intervino Dean– Yo lo voy a pensar, el otro día vi la práctica de los Slytherins, quedé impresionado, parecen imparables.

    –¡No me estarás diciendo que vas a apostar en contra de Ravenclaw! – se escandalizó Harry.

    Dean encogió un hombro, el otro brazo lo tenía ocupado abrazando la cintura de Ginny. –Si Gryffindor ya no tiene posibilidades, no me importa quién gane, para serte sincero.

    –Vos deberías haber jugado este año, Harry. –acotó Ginny.

    Pero Harry no había prestado atención al comentario. Tenía la vista y la atención fijas en la mesa de su enemigo. Malfoy y Millicent Bullstrode susurraban con las cabezas juntas, la chica soltó unas risitas y se echó con intencionada elegancia los cabellos hacia atrás. ¡Estaba flirteando con Malfoy!

    Malfoy no le dirigió ninguna de sus habituales muecas altaneras y desdeñosas, siguió departiendo naturalmente con sus amigos, sonriéndole a Zabini e inclinándose hacia el otro costado para decirle algo a Goyle. La cara de Goyle pareció iluminarse y dijo algo que hizo reír a Malfoy con ganas. Harry nunca había visto a Malfoy reírse de esa forma… sintió una sensación extraña en el pecho, que no pudo decidir si era buena o mala… ¿sería que estaba a punto de darle un ataque al corazón, esos a los que tío Vernon les tenía tanto miedo? ¿o era otra cosa?

    –Harry, –lo reconvino Hermione sacándolo de sus cavilaciones– tenés que comer, si no comés nunca vas a recuperar las fuerzas.

    –Quizá deberías pedirle a madame Pomfrey una poción tonificante, –dijo Dean con tono distraído al tiempo que le guiñaba un ojo a Ginny– te va levantar el ánimo y las ganas…

    –No queremos oír nada de tus ganas, Thomas. –interrumpió Ron cubriéndose las orejas para no escuchar las risitas de Ginny– Mejor guardate esa información si no es mucha molestia.

    Harry no dijo nada, prefirió callar sus razones, pero ni a punta de varita le iban a hacer tomar una de las pociones tonificantes de Malfoy.

    oOo



    Hermione le había preparado un programa de estudio para ayudarlo a ponerse al día y recuperar la semana que había perdido internado.

    Días más tarde Harry observaba la grilla que ella le había elaborado muy meticulosamente, llena con la esmerada letra de Hermione y con tinta de diversos colores.

    –No hay forma de que pueda cumplir con todo esto.

    Ron sonrió al oírlo pero borró la sonrisa de inmediato al ver el ceño fruncido de Hermione –Por supuesto que podés –dijo Hermione con tono entusiasta– hoy a la tarde tenés dos horas de Herbología y dos de Encantamientos, después de cenar podés hacer algunos ejercicios de Transfiguración… Ron también necesita practicar eso mismo…

    La voz de Hermione pareció diluirse, Harry fijó de nuevo la vista en el horario. Probablemente no hubiera podido aprobar los TEDiOs ni aunque hubiera asistido a clases y estudiado todo el año. Y ahora apenas si le quedaban diez días… era imposible. Y con lo intensivamente que había estudiado los últimos días, sentía que tenía la cabeza a punto de explotarle.

    Y lo peor era que nadie creía la razón por la que estaba tan atrasado.

    Todas las noches trataba de hacer que sus amigos recordaran. Les contaba del basilisco y la Cámara de los Secretos, de Kreacher y el relicario que había escondido, de los mortífagos como Quirrel o Barty Crouch Jr. que se había hecho pasar por Moody usando polijugos. Les mostró las marcas en el dorso de la mano, consecuencia de la terrible pluma de Umbridge. Ellos le restaron importancia, claro que todo el mundo sabía de lo malvada que había sido Umbridge, por eso mismo la habían echado. A veces parecía que les volvían algunas cosas. Ron dijo haber tenido un sueño donde jugaba en un tablero de ajedrez gigante y Hermione había admitido que últimamente le habían entrado unas ganas irrazonables de irse de campamento. Pero cada vez que mencionaba a Voldemort era como si sus mentes hubieran sido borradas por completo. La noche de la final de la Copa Mundial de Quidditch en cuarto año, por ejemplo… para ellos todo había transcurrido normal… el escándalo que habían hecho los irlandeses festejando había provocado destrozos pero era entendible según ellos.

    Que Ron y Hermione no le creyeran era terrible, pero quizá lo peor era que Harry no tenía ninguno de los recuerdos de ellos. Ellos no se acordaban de batallas ni de angustiosos días bajo la constante amenaza de Voldemort. Sus mayores preocupaciones habían sido las notas y los exámenes, los resultados de la Copa de las Casas o conseguir pareja para el baile de navidad.

    –¿No te acordás? – había dicho Ron la noche anterior– Ginny estaba furiosa porque vos no la invitaste. –Harry había tratado de imaginárselo, debía de haber sido bastante espantoso, conocía muy bien los episodios de ira de Ginny– Y fue por eso que al final ella aceptó ir con Dean, y miralos ahora –agregó revoleando los ojos, Ginny jugueteaba divertida sentada sobre las rodillas de Dean.

    Pero Harry no se acordaba de nada de eso. Era como si hubiera estado viviendo en un universo paralelo. Y la rutina de Hogwarts, después de todo lo que había pasado, se le había vuelto intolerable. Se pasaba horas en la biblioteca leyendo libros que bien podían haber estado escritos en griego, puesto que poco o nada entendía de lo que leía. Había momentos en que ni siquiera sabía qué materia estaba estudiando.

    Se fijó en el titulo del libro que tenía abierto en ese momento frente a sí. Hortus magicus, debia de ser Herbología… ¡Ah sí! Por eso tantos esquemas de plantas.

    Como Papaver somniferum (amapola opiácea), Papaver moriferum induce ensoñaciones y sensaciones paranoides. Pero los trances que provoca P. moriferum son mucho más peligrosos, mortales en gran cantidad de casos, excepto que se use el antídoto correspondiente (véase Trillium grandiflorum o lirio americano). Los pacientes tratados con el antídoto se recuperan pero durante cierto tiempo tienen temblores y marcada desorientación debido a la acción sostenida de los opiáceos sobre el sistema nervioso…

    Harry se estremeció y cerró el libro de golpe. –¿Vos sabés cómo funcionan los encantamientos que afectan la memoria? –preguntó de improviso.

    –Mmm… –dijo Hermione sin levantar la vista de su texto– y más vale que vos también, o Flitwick se va a poner frenético.

    –No, pero yo no me refiero a cómo hacerlos, –aclaró Harry– sino a cómo funcionan… el mecanismo de acción.

    Hermione hizo una pausa y estuvo a punto de instarlo a que volviera a dedicarse al libro de Herbología, pero le ganó la curiosidad. –¿Te referís a uno como Obliviate, por ejemplo?

    –Sí, ¿quita la memoria por completo? ¿Como si sacara una parte del cerebro?

    Hermione negó sacudiendo vigorosamente la cabeza. –Obviamente no tiene que ver con cirugía. Es que… – se detuvo y, para sorpresa de Harry, sonrió como avergonzada– Es curioso, en realidad estuve últimamente pensando mucho en eso. Creo que lo que hace es ocultar la memoria, la persona se olvida de que la tiene. –Harry frunció el ceño, ella prosiguió– Es como cuando uno en otoño guarda la ropa de verano. Las ropas siguen estando ahí, guardadas en el armario, pero uno no piensa en ellas, al menos no hasta el año siguiente. Con Obliviate pasa algo similar, las memorias siguen en la cabeza, pero ocultas, hasta que el encantamiento se anule.

    Harry asintió, no mencionó que él tenía muy poca ropa y que nunca guardaba nada, pero había entendido la analogía. Y le quedó claro que si todo se trataba de un encantamiento, las memorias seguían ahí. Y que sólo tendría que buscar la manera de quebrar el hechizo.

    –¡Oh Harry! –exclamó Hermione– Debe de tratarse de un encantamiento de memoria, madame Pomfrey había mencionado algo así, de otra forma no puede explicarse. Pero ella trató con todos los encantamientos que conocía para revertirlos. Yo estuve releyendo Viejos y olvidados hechizos y encantamientos y encontré más, pero son muchísimos… y eso que sólo se trata de los más viejos. Ojalá pudiera echarle mano al Apuntes de Mnemone Radford, pero hay muy pocos ejemplares, y se considera información secreta y el Ministerio…

    ¡Está hablando de mí! comprendió Harry con un sobresalto. Nadie se paraba a considerar que podían ser todos ellos los que eran víctimas de magia oscura. Todos creían que era él el que tenía un desquicio de memoria y lo habían sometido a un montón de encantamientos para revertir un hechizo inexistente, sólo Merlín podía saber todas las cosas que habrían usado sobre él durante esa semana de internación en la supuesta seguridad del ala del hospital.

    Pero no había lugar seguro, incluso ahora que la sombra de Voldemort parecía haber dejado de atormentar al mundo mágico. En la enfermería pululaban los Slytherins e incluso sus amigos conspiraban para entreverarle el cerebro. Se puso de pie apretando los puños, frustrado y rabioso –¡Quizá no sea yo el que sufre de confusión mental! –vociferó– ¿Por qué nadie se cuestiona lo que puede haber pasado realmente? ¿O acaso es más fácil pensar que estoy loco y ya?

    –Harry, –protestó Ron– no te enojes así. Nadie cree que estés loco. Pensamos que te pueden haber pegado accidentalmente con un hechizo… quizá uno que estaba destinado a algún muggle que se hubiera colado en el predio…

    –¿Así que eso es lo que pensamos? –siseó Harry indignado– Que algún muggle se coló de casualidad en el predio de un castillo que ha estado oculto durante siglos… y que yo me interpuse sin darme cuenta y accidentalmente fui víctima de un hechizo destinado a un muggle. ¡Quizá el Harry que ustedes conocían haya sido así de BOLUDO… pero yo no!

    Ron lo miró ofendido y Hermione estaba a punto de llorar, una constante en los últimos días. Pero a Harry no le importaba. Y hubiera seguido despotricando si no lo hubiera parado una furibunda madame Pince. –¡Señor Potter! No le voy a permitir estos escándalos. Esto es una biblioteca.

    –Ya me iba. –masculló Harry colgándose la mochila al hombro, les dirigió una última mirada enfadada a sus amigos y salió echando chispas.

    Se detuvo en lo alto de la escalera, no sabía adónde quería ir. Quería irse, quería alejarse de sus amigos que no le creían, quería alejarse de ese mundo que le resultaba completamente desconocido. Se decidió cuando vio, un piso más abajo, a un pálido chico rubio que llevaba un pequeño baúl de madera, caminando en dirección al ala del hospital. Malfoy. Que seguramente estaba por hacer una de las suyas, nada bueno por supuesto; lo iba a agarrar con las manos en la masa.

    Por una vez las escaleras cooperaron y pudo bajar sin perder demasiado tiempo. Pero Malfoy le llevaba ventaja. Cuando entró al hospital lo encontró casi desierto, había unas pocas camas ocupadas, eran fácilmente identificables porque estaban rodeadas por biombos para darles algo de privacidad a los pacientes. Miró hacia el fondo del pabellón, la oficina de madame Pomfrey estaba a oscuras pero la puerta estaba abierta.

    Madame Pomfrey nunca dejaba la puerta de la oficina abierta, allí estaba el armario donde se guardaban las pociones y otras medicinas. Harry se acercó en puntas de pie y con la varita en alto. En la penumbra de la oficina alcanzó a divisar el brillo de los cabellos rubios. ¡Malfoy había forzado la puerta y ahora estaba frente al armario de las pociones, que también había abierto!

    Deseó tener en ese momento el manto de invisibilidad. No podía ver bien lo que estaba haciendo. Al parecer Malfoy tampoco veía demasiado porque en ese momento encendió la punta de la varita. La piel parecía translúcida en la suave luz mientras iba examinando los estantes. Daba la impresión de que estaba buscando algo, tomaba un frasco, lo destapaba y olía el contenido, luego lo devolvía a su lugar. Finalmente encontró la botella que buscaba, transfirió parte del contenido a un frasco más chico que sacó del bolsillo y volvió a guardar la botella en el armario.

    A continuación hizo algo todavía más extraño. Abrió el baúl que había llevado y empezó a sacar varios frascos y los fue acomodando en una vitrina. ¡Los venenos que había preparado! ¡Madame Pomfrey se los iba a administrar al próximo paciente que necesitara una poción sin darse cuenta de que lo estaba matando! ¡Y el próximo paciente podía ser Hermione o Ron, o Ginny, o Dennis! Harry tenía que hacer algo.

    En ese instante se oyeron abrirse las puertas, alguien entraba al pabellón. Harry pudo ver el pánico dibujarse en la cara de Malfoy. Un segundo después apagó la varita, luego se oyó un suave tintineo –seguramente habría cerrado la vitrina– y unos segundos después Malfoy salió de la oficina muy inquieto y con la varita en alto.

    ¡Madame Pomfrey!, –comprendió Harry– la va a atacar con algo para que no lo descubra. En su desesperación hizo lo único que se le ocurrió en ese momento.

    –¡Petrificus totalus!

    Malfoy quedó duro y se desplomó al suelo con un ruido seco. La varita le quedó apuntando hacia arriba.

    –¡Señor Potter!

    Harry se dio vuelta. Madame Pomfrey venía acometiendo hacia él, la cara roja, volaba de furia.

    –¡En nombre de Merlín! ¡Qué cree Ud. que está haciendo! ¡Atacar así a un alumno en el hospital!

    –Puedo explicar… –empezó a decir Harry, pero ella lo hizo callar con un rápido movimiento de varita.

    –Andá a buscar a la directora, decile que venga de inmediato. –le ordenó a una de las pinturas. El nene del cuadro saltó de la cama y salió del marco corriendo– Ya habrá tiempo para explicaciones– madame Pomfrey se arrodilló junto a Malfoy y lo examinó rápidamente con la varita por encima del cuerpo– Tiene Ud. suerte de que no tenga nada roto. –lo amonestó colérica– Los alumnos no deberían siquiera saber estos hechizos paralizantes. ¿En qué estaba Ud. pensando? ¡Usar algo así en un compañero! –le levantó la cabeza al caído y pronunció: –¡Ennervate!

    Malfoy apretó primero los ojos y luego los abrió. Miró sorprendido a madame Pomfrey y luego sus ojos derivaron hacia Harry. –¡Vos…! –empezó a decir pero se interrumpió con un gruñido cuando madame Pomfrey lo hizo sentarse– Me duele todo, –se quejó– ¿controló Ud. que no esté herido?, el brazo me…

    –Estás bien. –le aseguró la sanadora– Y dentro de un momento vendrá la directora y averiguaremos por qué te atacó el señor Potter. ¿Querés que te traiga una silla?

    Harry se irritó al escuchar el tono tan solícito. –Yo sólo trataba de salvarla a Ud. –gritó.

    –¿Salvarla de qué? –dijo Malfoy enojado– Es evidente que el único que representa un peligro para la integridad de las personas sos vos. –tomó asiento en la silla que madame Pomfrey había hecho levitar hasta su lado, lo hizo muy lenta y cautelosamente como si el más mínimo de los movimientos le produjera un dolor atroz.

    Fue en ese momento que llegó la profesora McGonagall. –¿Cuál es el problema, madame Pomfrey? –a pesar de su expresión seria y la severidad del tono, Harry estaba contento de que hubiera venido, ahora las pérfidas acciones de Malfoy habrían de quedar expuestas.

    –Yo regresaba a mi oficina cuando vi al señor Potter paralizar con un hechizo al señor Malfoy. Las razones de tal proceder me son tan desconocidas como a Ud.

    –O a mí. –intervino Malfoy.

    –Y bien, señor Potter, ¿nos haría Ud. el favor de explicarse?

    –Vi a Malfoy forzar la puerta de la oficina. –relató Harry– Estaba poniendo venenos en los estantes. Cuando oyó que volvía madame Pomfrey se asustó y quiso escapar pero ella ya estaba muy cerca; tenía la varita en alto y estaba por atacarla con algún hechizo terrible –Harry había hablado precipitadamente, Malfoy le clavaba ojos asesinos, las dos mujeres lo miraban espantadas– Antes de que pudiera hacerle daño lo detuve con un hechizo paralizante.

    Su relato dejó por un momento sin habla a la directora. Finalmente pareció recomponerse, se volvió hacia el implicado –Señor Malfoy, ¿qué es lo que nos puede decir al respecto?

    Malfoy tenía los ojos entrecerrados de furia, eran apenas dos ranuras. Como los de una serpiente, pensó Harry. Luego habló con un tono altanero que en nada se condecía con haber sido sorprendido in flagrante delicto. –Es cierto, yo estaba en la oficina de madame Pomfrey, –se volvió hacia la sanadora– traje un nuevo lote de pociones de restitución sanguínea, sabía que le quedaban pocas. Como no la encontré cuando llegué, se me ocurrió darle una agradable sorpresa, reaprovisionando los estantes vacíos.

    –¡Cuán considerado de tu parte! –exclamó la sanadora conmovida– Sin embargo no deberías haber forzado la entrada…

    –Perdón, –ronroneó Malfoy contrito– no se volverá a repetir.

    –¡Pero es veneno! –protestó Harry– Debería controlarlas al menos.

    Malfoy revoleó los ojos pero la directora le hizo un corto gesto de asentimiento a la sanadora. Madame Pomfrey fue a la vitrina y agarró uno de los frascos, lo analizó con un movimiento de varita, lo destapó y lo olió. –No es veneno, señor Potter. Es sólo poción, de preparación muy reciente. –y agregó dirigiéndole una sonrisa al Slytherin– y de lo mejor como siempre, Draco.

    –¡Pero no puede ser! –insistió Harry.

    –Serían veneno si las hubieses preparado vos, Potter. –dijo Malfoy desdeñoso– Pero mis pociones son de excelente e inigualable calidad.

    McGonagall apretó los labios. –¿Así que Ud. decidió paralizar a un alumno que estaba colocando pociones en un armario?

    Harry pensó un instante… ¿por qué entonces el comportamiento furtivo? ¡Había habido algo más! Las pociones no eran sino una excusa en caso de que lo descubrieran. ¡Había robado un poco de poción de un recipiente grande! –¡Revísenle los bolsillos! –demandó.

    Un relámpago de miedo cruzó los ojos de Malfoy, apenas durante una fracción de segundo, luego recuperó la máscara imperturbable. –¡De ninguna manera! Sería un abuso que no puedo permitir.

    –¡Se robó algo!

    Los ojos grises se clavaron en Harry como dagas.

    –¡Revísenle los bolsillos! –repitió Harry imperioso.

    –¡No tienen derecho a revisarme! –tronó Malfoy– La acusación de un Gryffindor no es razón para vulnerar mis derechos. Él me paralizó… yo soy la víctima.

    –Señor Malfoy, no es mi intención violar sus derechos. Pero si sacó Ud. algo del armario de medicinas, debe decirnos ya mismo de qué se trata. Le ahorraría a madame Pomfrey el trabajo de revisar todo el inventario para determinar el faltante.

    –Lo sacó de una botella grande, –informó Harry– trasvasó un poco a un frasco más pequeño.

    –Señor Potter, le agradecería que guardara silencio, ya ha causado demasiados problemas esta noche. –le reprochó McGonagall. Harry iba a insistir pero notó que madame Pomfrey parecía haberse ya dado cuenta de lo que había ocurrido.

    –Draco… ¿no se tratará de…?

    Malfoy la miró avergonzado y asintió. –Sé que Ud. me había dicho que era peligroso usarlo sin supervisión, pero Greg no ha mejorado… yo me iba a encargar de controlarlo…

    Madame Pomfrey lo miró indecisa, como si no supiera si regañarlo o darle un abrazo. Finalmente se volvió hacia la directora. –Se trata del Elíxir del Olvido del Dr. Ubbly. Draco me había pedido unas dosis la semana pasada, se las denegué. Ahora me las devolverá… –dijo volviéndose, Malfoy rebuscó en el bolsillo y le entregó el frasco.

    –Nos queda entonces su caso, señor Potter. Cumplirá penitencia en mi despacho durante la cena. –comandó McGonagall e hizo un movimiento distraído con la varita– Las líneas que deberá escribir lo están esperando, encontrará las instrucciones sobre el pizarrón. Ordenaré que le suban unos sándwiches. Creo que sobretodo necesita tiempo para reflexionar sobre su objetable comportamiento de esta noche.

    –Pero… –la severa expresión de la directora no admitía réplicas– … sí, señora.

    Harry volvió por un segundo los ojos a Malfoy, quien le obsequió una mirada triunfante. Había logrado zafar de la situación como una rastrera serpiente, justamente eso era. Pero Harry iba a estar vigilándolo. Malfoy había ganado esa escaramuza; la batalla, sin embargo, estaba muy lejos de haber terminado.

    oOo



    Ya era muy tarde cuando bajó del despacho de McGonagall. Había tenido que cubrir diez carillas de pergamino con la oración: Petrificus es para usar sólo contra enemigos, jamás sobre un compañero.

    Entró en la torre de Gryffindor masajeándose la mano. Ya se había olvidado de la agria discusión que había tenido más temprano con Ron y Hermione.

    Aparentemente, ellos no se habían olvidado.

    Hermione alzó la vista al oírlo entrar pero se acordó de que estaba ofendida y la bajó rápidamente de nuevo al libro que tenía sobre la falda. Ron se quedó mirándolo con expresión seria. Ninguno de los dos habló cuando fue a sentarse junto a ellos.

    Harry ya estaba cansado de peleas. Eran sus amigos… aunque no le creyeran. No podía guardarles rencor.

    –Perdónenme… sé que estuve actuando muy raro últimamente. Las cosas no han estado bien desde… desde el terremoto. –hizo una mueca por tener que verse obligado a decir eso, pero había reflexionado mientras escribía las líneas de penitencia y se había dado cuenta de qué era lo realmente importante. Malfoy seguía siendo su enemigo, como antes y más que nunca. Pensó en los pálidos ojos grises cargados de odio, recordó el tono de voz pretencioso y las muchas falsedades que había pronunciado y la sonrisa… totalmente distinta de la franca y afable que le había regalado a su amigo en el comedor… la que le había dirigido a él había sido maligna y triunfal. El Slytherin estaba tramando algo, iba a necesitar de sus amigos para que lo ayudaran a impedírselo.

    Hermione le sonrió aceptándole muy contenta la disculpa. –¡Oh Harry!... nosotros sólo estamos muy preocupados por vos.

    Ron le dio un apretón en la mano. Harry les sonrió sincero. –Ya sé… y sé que tratan de ayudarme… pero últimamente tengo tantas cosas que me dan vuelta en la cabeza…

    Ron asintió. –Está todo bien, Harry. A todos nos pasa lo mismo, nuestros cerebros no están hechos para tanto estudio… –Hermione levantó una ceja, Ron se corrigió de inmediato– …bueno, el de Hermione, sí… pero el mío, no.

    –¡Siento que estoy tan atrasada! –gimió Hermione– Siento como si durante este año me hubiera olvidado de más cosas de las que aprendí.

    Harry se cuidó muy bien de decir que eso era natural, que si uno se pasó todo el año aparicionado de un lado a otro por toda Gran Bretaña seguramente había aprendido menos que si hubiera asistido a clases y estudiado en la biblioteca. –Estoy seguro de que eso no es cierto –dijo en cambio– ¿acaso vos no sos la bruja más brillante de nuestra época?

    Hermione se sonrojó. Ron expresó su acuerdo: –¡Claro que lo es! Y… –agregó sacando un envoltorio de la mochila– …mostró una vez más su brillo… te guardó esto de la cena…

    Harry abrió el paquete y reveló el contenido: galletitas de chocolate. Mientras las comía con deleite, reflexionó: sus amigos seguían siendo sus amigos y Malfoy seguía siendo su enemigo, por lo menos algo en el mundo seguía siendo como antes, seguía siendo como debía ser.

    oOo



    Suo iure: Como debe ser.
     
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