Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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    Capítulo 3 – Ægri somnia




    Reinaba un silencio de muerte en el Bosque Prohibido. No se observaba el movimiento de criatura alguna. Incluso los pasos de Harry quedaban amortiguados por el humus que cubría el suelo. Quería detenerse… no quería saber lo que lo aguardaba en el claro más adelante… y sin embargo, no detuvo la marcha. La quietud era total, una quietud preternatural, como si el mismo bosque estuviera conteniendo la respiración; y con cada paso el miedo dentro de él crecía. Llegó a la altura de la hilera de árboles que rodeaban el claro iluminado por la pálida luz de la luna creciente. Estaba desierto. No estaba bien, no se suponía que estuviera allí… solo.

    –No estás solo.

    La voz parecía haber surgido de ninguna parte, Harry sintió un escalofrío que le recorrió la columna. Se dio vuelta y distinguió al chico de cabellos rubio platinado que parecía flotar, su toga negra de la escuela flameaba, y parecía perderse en la boca oscura de la noche, el pálido rostro se veía aun más fantasmal bajo el tenue fulgor de la luna.

    –¡Rajá, Malfoy, dejame de joder!

    Un atisbo de sonrisa jugueteó un segundo en los labios del chico. –Como quieras, Potter. Pero él va a volver. –dio media vuelta para irse pero antes de que lo englobara la oscuridad se detuvo y dijo: –Y te estás olvidando de algo.

    –Yo no me olvidé de nada. –replicó Harry– Todos los demás se olvidaron, yo no. Me acuerdo de esto, me acuerdo de haber muerto, me acuerdo de él…

    Cual si lo hubieran convocado, se desató el viento, bajó desde los altos follajes como una ráfaga que le alborotó aun más los negros cabellos. Las sombras se fueron arremolinando en sustancia, las tinieblas se tornaron más densas, corpóreas, y un aullido como un torrente surgió de la masa oscura desgarrando la quietud de la noche. Ya no estaba solo. Lo cercaban figuras enmascaradas sólidas como los troncos de los árboles y lo empujaban a ese núcleo de negrura. Preso del pánico Harry sacó la varita pero se le partió en la mano, la punta apenas retenida por un delgado y translucido filamento. Estalló una risa maligna, la de Bellatrix Lestrange que acababa de matar a Sirius y luego la tiniebla cobró voz.

    –Harry Potter. –la tiniebla ahora también tenía ojos, ojos rojos como brasas– el Niño Que Sobrevivió…

    Y un chorro de llama verde lo envolvió y Harry soltó un alarido.


    –¡Harry, despertate!

    Abrió los ojos, con la mano reteniéndose la frente. La cara aterrada pero familiar de Ron apenas a centímetros de distancia.

    –¡Oh, gracias a Merlín! Gritabas como para levantar a los muertos.

    –Perdón. –masculló Harry incorporándose sobre los codos– Otras de esas putas pesadillas. ¿Qué hora es?

    –Las tres y media pasadas. ¿Estás bien, cumpa? ¿No querés… no querés contarme? –había hecho una pausa y lo último lo había agregado con cierta reticencia.

    –Estás pasando demasiado tiempo con Hermione. –dijo Harry, Ron soltó una corta carcajada, pero no lo negó– Nada nuevo, la misma pesadilla de siempre, Voldemort y los mortífagos… –Harry se detuvo, Ron se había puesto tenso al oír el nombre. Al parecer Harry no había despertado de su pesadilla real, la que atormentaba todos sus momentos de vigilia desde el día en que había salido del hospital –Dejémoslo así… lamento que haya pasado otra vez, ya no deberían… siempre estoy despertándote con mis pesadillas…

    –No sé de qué estás hablando, Harry. Nunca antes habías tenido pesadillas.

    Harry no dijo nada, si trataba de pronunciar palabra seguramente se habría ahogado. Deseaba poder recordar esa otra vida de la que hablaba Ron. Una vida sin la obsesión de magos oscuros y de pesadillas. Y deseaba no sentirse tan solo.

    –No estás solo.

    Le había vuelto de golpe un retazo del sueño, quiso capturarlo, aferrarlo. Pero, como pasa con frecuencia con los sueños, volvió a escapársele. Ron bostezó y lo retrotrajo a la realidad. Harry se sacó las mantas de encima con una patada. –No pasa nada. Oí, creo que no voy a poder volverme a dormir. Voy a dar un paseo… a ver si me puedo aclarar un poco la cabeza.

    –¿Querés que te acompañe? –preguntó Ron con otro bostezo.

    –No, no hace falta. Me voy a llevar el manto. Vos volvé a dormir.

    –Bueno. –dijo Ron y ya se escuchaban sus ronquidos para cuando Harry terminó de ponerse una toga sobre el piyama.

    Salió de puntillas. Hacía frío en la sala común, el fuego de la chimenea casi se había extinguido. Se envolvió con el manto, no lo abrigaba mucho más pero le daba cierta sensación de seguridad. Le recordó la época en que se escapaban durante la noche los tres juntos, trabajando unidos para malograr los planes de Voldemort.

    El dolor de sentirse solo lo mordió de nuevo. Había tratado de dejar de mencionarles el nombre de Voldemort, dándole toda una nueva connotación a El Que No Debe Nombrarse. No era que se hubiera dado por vencido de llegar a convencerlos, pero cuando oían el nombre se ponían muy incómodos, y hasta que no obtuviera pruebas que pudieran hacerlos cambiar de parecer, se le antojaba un ejercicio inútil tratar. Y tampoco sabía cuál podría llegar a ser una prueba incontestable. A medida que pasaba el tiempo sus esperanzas de lograr convencer al mundo de lo que él sabía eran cada vez menores.

    Necesitaba hablar con alguien que lo entendiera. Sirius hubiera servido, y quizá también Dumbledore. Quizá debería ir al despacho de la directora. Pero en las últimas semanas no había habido ninguna indicación de que lo fuera a escuchar con más paciencia que en el hospital cuando le había planteado claramente cómo eran las cosas según ella las conocía. Se decidió por subir a la Torre de Astronomía.

    Para cuando llegó arriba, jadeaba y había entrado en calor, se quitó el manto. Abrió la puerta ansiando respirar el aire fresco que le prometía la terraza de la torre. Se detuvo de golpe… había alguien más allí.

    –¡Malfoy! ¿Qué carajo estás haciendo acá?

    En el sueño el chico había aparecido como de la nada, flotando con ropaje negro en la oscuridad de la noche. Ahora era una forma sólida enmarcada entre dos bloques de la almena. A pesar del frío sólo llevaba puestos una camisa negra de mangas cortas, pantalones oscuros y zapatillas; podrían haber pasado por ropas muggles, algo que no dejó de sorprender a Harry. La ropa informal y Malfoy no parecían ir bien juntos.

    Malfoy y el tono desdeñoso, en cambio, sí. –Yo podría preguntarte lo mismo, sabés.

    –Pero yo pregunté primero. –replicó Harry con tono desafiante.

    Malfoy hizo una pausa como considerando si iba a contestarle de igual modo. Luego dijo con tono casi neutro. –Este es mi lugar. –se apoyó sobre la piedra como reivindicando posesión con el peso del hombro. –Vengo acá a pensar… solo. –pronunció con énfasis la última palabra.

    –¿A pensar? ¿En qué? –por un segundo Harry sintió un atisbo de esperanza, ¿recordaría Malfoy esa noche frente a Dumbledore en la Torre?

    Sorprendentemente Malfoy contestó: –En mi futuro.

    –Bueno, eso debería ser fácil. –dijo Harry con una risa ronca. Y pensó para sus adentros: Unirte a los mortífagos, matar muggles, lo normal para el heredero de los Malfoys.

    Malfoy también soltó una risa ronca. –No me extraña que a vos te parezca fácil.

    Lo había dicho con un tono tan incisivo que a Harry le picó la curiosidad. –Pero vamos… vos sos un Malfoy, ¿de qué te podrías preocupar?

    –No entendés nada. –dijo Malfoy con desprecio– Hogwarts es la mejor cosa que me pasó. Ha sido como una vacación continua. Ahora me va a tocar cumplir con los deberes de hijo. Aceptar un trabajo aburrido en el Ministerio como quiere mi padre y empezar a procrear nietos para contentar a mi madre.

    Harry no pudo evitar una mueca de disgusto al pensar en toda una camada de niñitos rubios con una comisura en alto o labios torcidos de desdén; pero lo del trabajo en el Ministerio no lo había sorprendido. Podía imaginárselo bregando con gran celo y contento para promulgar leyes contra los magos de media sangre, para enajenarles los poderes e incluso para matarlos. Pero Malfoy parecía verdaderamente desolado ante la perspectiva. –¿Qué te gustaría hacer en cambio?

    –Pociones. –replicó sin vacilar, levantando una comisura intencionada– Lo creas o no, soy muy bueno en eso. Snape me había dicho que podía llegar a ser un experto si ponía el empeño suficiente.

    –Te creo. Creo que podés hacer cualquier cosa que te propongas. –también veneno había estado a punto de agregar. Pero notó que una sombra de dolor se había filtrado en la cara de Malfoy al mencionar al fallecido profesor de pociones. Los sentimientos de Harry respecto de Snape seguían siendo conflictivos. Cierto era que lo había juzgado mal, pero el hombre le había hecho la vida un infierno durante años, lo cual era algo difícil de olvidar. Pero para Malfoy, Snape había sido un mentor. Y a pesar de que había aborrecido a Snape y seguía aborreciendo a Malfoy, podía entender la dolorosa pérdida que significaba para el Slytherin. Con tono suave, no premeditado, le preguntó: –¿Por qué no simplemente le decís a tu papá lo que querés hacer?

    –Es que no es tan fácil. –dijo Malfoy con una risa sin humor y sin malicia. –Snape me había prometido que iba a hablar con él después de la graduación. Le iba a proponer tomarme como aprendiz en Hogwarts… ahora sin embargo… –no terminó la frase, Harry se empezó a preguntar si correspondía que le ofreciera unas palabras de consuelo a su enemigo jurado, pero Malfoy le ahorró la resolución del dilema. –¿Por qué es que vos viniste acá, Potter?

    Malfoy le había hablado con sinceridad, Harry confesó igualmente: –No podía dormir. Pesadillas. –se arrepintió inmediatamente de haberlo dicho, ahora había quedado expuesto a toda una andanada de comentarios burlones.

    Que no vinieron. –¿Son muy malas?

    –Si, bastante… espantosas.

    Harry creyó ver cruzar ¿compasión? por los ojos de Malfoy, y luego para su horror lo vio sacar la varita y acercársele. –Estuve practicando un encantamiento tranquilizante, si vos querés puedo tratar…

    Harry ya tenía la varita preparada, Malfoy se detuvo en seco –Está bien, como quieras, –masculló– sólo intentaba ayudar.

    Malfoy bajó la varita. Harry, no. Había visto algo que hasta ese momento se le había pasado inadvertido, le apuntó la varita de espino al antebrazo izquierdo. –¡Mierda! ¡Lo hiciste, Malfoy!

    –¡Qué? –exclamó Malfoy con un tono de genuina perplejidad, pero Harry no se iba a dejar engañar.

    –Esa… esa cosa en tu brazo. ¡Sos un mortífago!

    –¿Qué? ¿Esto? –dijo Malfoy extendiéndole el brazo. Harry se estremeció. La espiral de la Marca Oscura era siempre horrible pero sobre el delgado brazo de Malfoy parecía incluso más repugnante. –Esto es sólo una marca de una antigua sociedad de magos, la Orden de Walpurgis, mi padre quiso que me uniera.

    –¿La orden de qué? –preguntó Harry y antes de que Malfoy pudiera explicar, sacudió la cabeza y continuó– ¿Te creés que me podés engañar, Malfoy? Ésa es la Marca Oscura, ¡sos uno de los seguidores de Voldemort!

    Malfoy frunció la frente, confundido. –¡Por los dientes de Merlín, Potter! ¿De qué puta estás hablando? ¡Y bajá esa varita, por favor!

    –No, –dijo Harry y le apuntó directo al corazón– tenés la intención de matarme. Admitilo. Todo esto es un complot de los mortífagos, ¿no?

    Malfoy se echó a reír a carcajadas. Con esa misma risa franca que le había visto en el Gran Salón cuando departía con sus amigos en la mesa de Slytherin. –Potter, no te entiendo para nada, durante siete años ni hablamos y ahora de golpe se te ocurre que quiero matar a todos. –Malfoy sacudió la cabeza vigorosamente, se le desordenaron las mechas, pero no pareció importarle, no paraba de reír. –Estás como una cabra, Potter, ¿lo sabías?

    Harry le hubiera querido recordar que burlarse así del que lo estaba apuntando con una varita no era precisamente lo más sensato, pero estaba tan descolocado por lo que Malfoy le había dicho que las palabras se le resistían. Toda su existencia en Hogwarts había estado signada por su rivalidad con Draco Malfoy futuro heredero de Slytherin y pelotudo por antonomasia. Y si eso dejaba de ser cierto, como todo el resto de su vida parecía haber dejado de serlo, entonces ya no sabía en qué creer. Finalmente, con un tono de mucha menos confianza de la que hubiera querido, pudo articular: –Malfoy, hemos sido siempre enemigos. Me has estado persiguiendo durante años.

    Una nueva risa. –No te hagas ilusiones, Potter. Ni siquiera me acordaba de tu nombre hasta la semana pasada, cuando calumniaste a mi padre. –fijó los ojos acerados en los de Harry– Ahora, por última vez, bajá la varita, no quiero que me vuelvas a paralizar. Tengo que jugar un partido esta tarde y seguramente voy a resultar con muchas magulladuras por las bludgers, no necesito tener más, gracias.

    Harry lo miró hostil. Sentía como si una bludger le hubiera pegado y lo hubiera derribado de la escoba en vuelo. Lentamente bajó la varita. –Va a se mejor que te vayas. Pero voy a estar vigilándote, Malfoy.

    –Estás absolutamente chiflado [potty] –Malfoy revoleó los ojos y soltó otra carcajada– Potty Potter… me gusta… buena inscripción para una insignia de solapa.

    Otro déjà vu. –Andate, Malfoy. –el Slytherin le dirigió una última mirada, no reflejaba animosidad alguna, una mirada divertida. Luego se fue, los ecos de su risa se perdieron por la escalera.

    oOo



    –Harry, ¿vas a bajar de una vez? Estamos atrasados.

    Harry desistió de buscar una toga limpia y salió con lo que llevaba puesto, vaqueros y una remera de manga larga. Hermione había asignado en el horario quince minutos para asistir al partido Ravenclaw-Slytherin con quince minutos antes para ir a la cancha y otros quince para volver. Ron había protestado enérgicamente, el tiempo asignado era insuficiente. Pero después del encontronazo con Malfoy esa madrugada a Harry le parecía que podía llegar a ser demasiado incluso.

    Las palabras con que se había despedido habían dejado a Harry muy exasperado. Su enemigo había reparado en invertir tiempo y dinero para crear las insignias “Potter da asco” en cuarto año. Ahora que disponía de mucha más habilidad mágica ¿hasta qué extremos iba a llegar? Por eso fue que se dirigió a la cancha sintiendo gran inquietud, ¿con qué se encontraría? Todos sus temores resultaron infundados.

    Había un mundo de gente. Los Slytherins y los Ravenclaws desplegaban orgullosos las bufandas con los colores de sus casas. Los Hufflepuffs y los Gryffindors seguían haciendo apuestas de última hora sobre el resultado. Incluso los profesores se habían unido sin reservas al clima festivo, muy entusiastas, quizá porque la finalización del período estaba muy cercana. Pero nadie pareció notar particularmente la presencia de “Potty Potter”. Era demasiado bueno para ser cierto.

    Algo le debe de haber pasado a Malfoy, pensó Harry no sin cierta satisfacción, y seguramente se lo tenía bien merecido.

    El pensamiento le levantó tanto el ánimo que cuando subió a las gradas sonreía ampliamente. Hermione ya estaba allí, una mochila a su lado repleta de libros servía para guardarles los lugares. Cerró el texto de transfiguración que estaba leyendo cuando los vio aproximarse.

    –No puede disfrutar de un partido sin un libro. – gruñó Ron pero con tono divertido.

    –Lo voy a guardar apenas empiece. –dijo ella con voz alegre mientras colocaba la mochila debajo del tablón que les servía de asiento. En ese momento se oyó la magnificada voz del relator.

    Bienvenidos, aficionados al quidditch, al encuentro final del año y el que decidirá el resultado de la Copa. Ravenclaw vs. Slytherin. ¿El cuervo o la serpiente? ¿Cuál será coronado campeón este año?

    Zacharias Smith pasó a resumir las campañas de los dos equipos durante ese período, Harry dejó de escuchar –no tenía ningún sentido, no recordaba ninguno de los partidos– pero ésa no era la razón principal. Le había acaparado la atención el ingreso del equipo de Slytherin al estadio, liderado por un pálido chico rubio que entró volando a toda velocidad como si perseguido por toda una hueste de dementors. Malfoy remontó hacia el cielo hasta ponerse en medio de la cancha a la altura de Harry, recorrió con la vista las hileras de espectadores que lo vivaban, Harry se preparó para recibir una de sus miradas glaciales.

    Pero nunca llegó. Ningún signo de que lo hubiera reconocido. Malfoy ni siquiera había notado su presencia. Le resultaba irritante. Por mucho que aborreciera las interacciones con el Slytherin, se habían transformado en un elemento básico de su vida, en una constante como el rencor de tío Vernon, el pastel de papas todos los lunes en el comedor y el correspondiente enfrentamiento con Voldemort al final del año escolar.

    No te hagas ilusiones, Potter. Ni siquiera me acordaba de tu nombre hasta la semana pasada, cuando calumniaste a mi padre.

    Las palabras de Malfoy aletearon en su mente, eran una prueba brutal de que era un completo extraño en ese universo. Un extraño mal preparado para presentarse a los exámenes, que tenía que cuidarse de lo que decía para no preocupar a sus amigos y que no sabía cuáles eran las posiciones de los equipos en la Copa. Definitivamente, él no pertenecía allí.

    –Harry, ¿adónde vas?

    Ron lo miraba como si hubiera perdido la razón, irse a esa altura cuando el partido apenas empezaba. Y quizá era cierto nomás, Harry ni siquiera se acordaba de haberse levantado del asiento.

    –Yo… no me siento del todo bien – tartamudeó– Voy a caminar un poco.

    –¿Querés que te acompañemos? –preguntó Hermione, a su lado Ron parecía también dispuesto aunque no muy feliz con la idea de tener que ir con ellos.

    –No hace falta. Quiero bajar a tierra sólida.

    En ese momento Slytherin convirtió un tanto, hubo ¡hurras! y la tribuna vibró. Harry se apresuró a bajar a suelo firme. Se sentó en el último escalón. Hundió la cara en las manos. El breve momento de alegría se había esfumado, al igual que su cordura al parecer. ¿Realmente quería… necesitaba que Malfoy le prestara atención? Sos un demente perdido, habría dicho tío Vernon. Como una cabra, había dicho Malfoy.

    –¿Querés ponerte estos? –dijo la voz de la chica, había sonado tan cerca que lo había sobresaltado. Abrió los ojos y vio a Luna Lovegood que le ofrecía sus Spectrespecs– A veces me ayudan cuando me duele la cabeza.

    Harry sacudió la cabeza, pero le sonrió. –No gracias. Sólo necesito un poco de aire.

    Se dio cuenta que lo que había dicho sonaba rarísimo, estando al aire libre. Pero Luna se limitó a asentir. –Se hace difícil respirar con todos los Bumberglees que hay sueltos hoy.

    –¿Bumblebees? [abejorros] –preguntó Harry. Luna negó con la cabeza.

    –Bumberglees. Viven en el viento, pero si hay mucha gente se quedan atascados. Y el aire se vuelve espeso. Pero acá abajo no hay problemas, no hay viento, y no les gusta si no se mueve.

    Como con frecuencia le pasaba con Luna, no sabía si reírse o si asustarse porque conocía un montón de peligros que él no. Miedo que en ese momento se profundizaba de pensar que ella podía estar más cuerda que él. Para no seguir pensando en eso, preguntó: –¿Por qué no estás relatando, Luna, siendo que hoy juega Ravenclaw?

    –Zacharias no me dejó. Dijo que la última vez había confundido al público. Pero no creo que haya sido mi culpa, deben de haber sido los Bumberglees.

    –Seguramente tenés razón. –la consoló Harry. Para muchos, Luna no era normal, pero había estado junto a él en el Ministerio y no había faltado a ninguna de las reuniones del Ejército de Dumbledore. Y sin siquiera ese pasado –que ya no existía– debían de ser aun menos los que le dieran una oportunidad. Por eso mismo reconsideró cuando ella le sonrió y volvió a ofrecerle los Spectrespecs.

    –¿Seguro que no te los querés poner?

    –¿Y por qué no? ¿qué puedo perder? –todo lo que realmente importaba se lo habían quitado, desde sus recuerdos del pasado hasta su futuro como auror. ¿Y para qué quería ser un auror en un mundo que le era desconocido? Los Spectrespecs probablemente no lo iban a hacer ver mejor, pero tampoco podían empeorar aun más las cosas.

    O así lo creía.

    Tan pronto como se puso los anteojos psicodélicos encima de los suyos, la Tierra pareció girar noventa grados. Se multiplicaron las sombras frente a él, giraban y chocaban unas contra otras. Las visiones le vapulearon el cuerpo y la mente haciéndolo sentir magullado y desamparado. Por suerte estaba sentado, de lo contrario se hubiera caído, así y todo tuvo que agarrarse del pasamanos para compensar los movimientos ondulantes que lo sacudían. Los sonidos crecieron hasta hacerse ensordecedores, el rugir del público se asemejaba al estruendo de un tren que se le viniera encima.

    –Cerrar un ojo puede ayudar.

    En medio de toda la bulla, había alcanzado a oír el consejo de Luna. Bajó un párpado y el entorno se desaceleró y empezó a girar a una velocidad más tolerable.

    –No te inquietes. –de nuevo le llegó la voz de Luna– No va a ser siempre así.

    Cerrar un ojo en verdad ayudaba. Pero aun a media potencia los Spectrespecs hacían que el mundo pareciera muy diferente. La visión caleidoscópica que lo había turbado tanto al comienzo había desaparecido. Sólo se veían los ángulos de los objetos y todos los colores eran brillantes y chillones. La bufanda de Luna se veía de un azul intenso y de forma bien recta. La oreja rosada se veía muy cerca de la pequeña y respingada nariz. Harry sentía como si viera el mundo como Picasso, como si muchos planos se superpusieran y fueran visibles al mismo tiempo. No se parecía en nada al mundo real, suavizado y atemperado por el tiempo y las emociones, pero de alguna forma era también más real, sin elementos y factores que lo obscurecieran.

    –¿Cómo funcionan? –preguntó Harry.

    Entre sombras psicodélicas ella se puso de pie como un muro, más sólida de lo que le había parecido nunca. Los hombros parecieron adquirir un ángulo imposible cuando los encogió. –Es magia, Harry.

    En ese momento se oyó un grito terrible y un ruido como de algo más blando chocando contra algo duro. Harry se puso de pie de inmediato, pero todo le empezó a dar vueltas. Demoró un segundo en darse cuenta de la razón, se sacó los Spectrespecs haciéndolos volar a un lado. Encontró una brecha en la lona que lo separaba del campo de juego. Una pequeña multitud se había congregado en un punto de la cancha, Luna estaba ya entre ellos, y madame Hooch y varios jugadores de Ravenclaw. Sobre el pasto yacía el cuerpo inerte de Kylie Kriz y, para horror de Harry, junto a ella se alzaba Millicent Bullstrode con la varita apuntando directamente al corazón de la buscadora de Ravenclaw al tiempo que musitaba un conjuro de magia oscura.

    –¡No! –gritó Harry y acometió contra Millicent, le hizo volar la varita de la mano, pero la chica de constitución muy robusta no perdió pie. Ella trató de recuperar la varita pero Harry volvió a empujarla, todo alrededor se alzaron gritos escandalizados. Iba a intentar otro tackle pero alguien lo agarró por detrás y le retuvo los brazos.

    –¿Qué demonios estás haciendo, Potter?

    Harry intentó liberarse pero Malfoy lo retenía con firmeza. –¡La va a matar! –aulló a voz en cuello– ¡Deténganla! –pero nadie parecía hacerle caso. Terry Boot alzó la varita caída y se la devolvió a Millicent. Harry forcejeó contra su captor pero Malfoy no aflojó, tenía a Harry bien apretado contra su cuerpo ágil; el uniforme de quidditch, de grueso cuero, raspaba la piel de Harry. Recordó por un segundo esos mismos brazos apretándolo férreamente cuando habían escapado volando de las lenguas de fuego demoníaco que amenazaban con incinerarlos. Desechó el pensamiento de inmediato e intentó otra violenta sacudida para liberarse. –¡Soltame!

    Malfoy accedió a la demanda y lo empujó violentamente hacia uno de los lados, lo más lejos posible de la chica herida. Harry tropezó y cayó azotándose duramente contra el suelo. Levantó la vista y vio a su enemigo apuntándolo con la varita, y a pesar del sol brillante Harry volvió a sentir el mismo terror de esa noche, cuando había yacido desvalido ante los malignos ojos rojos.

    Pero no se puso de pie ni levantó la varita, el chico debe morir, y así sería.

    Quizá había muerto y esto que vivía era el infierno que le había tocado. O quizá éste era el final, se suponía que debía haber muerto y si Voldemort no lo había llevado a cabo, entonces correspondía que su seguidor y el enemigo de Harry pronunciara la Maldición mortal definitiva.

    Pero Malfoy no pronunció la maldición, bajó en cambio la varita y dijo apretando los dientes: –¡Llevatelo de acá, Luna! ¡Ya! Antes de que haga algo de lo que después me arrepienta.

    Harry sintió un insistente tironeo de la manga. –Vamos, Harry. Vamos a la cocina a ver si hay budín. –lo hizo poner de pie con dificultad. Volvió a tambalear cuando vio a Millicent inclinada sobre Kylie. Luna lo mantuvo firme y luego lo hizo caminar alejándose de los demás.

    –Va a matar a Kylie… o algo peor. –se acordó de la agonía en segundo año cuando Gilderoy Lockhart le había licuado los huesos.

    –No. –replicó ella simplemente– Ya no es más así. Mirá.

    Harry se dio vuelta. Kylie ya estaba sentada y Terry Boot la estaba ayudando para que se pusiera de pie. Era imposible, una caída desde tal altura habría seguramente roto algo.

    Mareado, Harry se dejó conducir debajo de las tribunas; sobre la arena divisó los Spectrespecs que había desechado minutos antes. Seguían enteros pero los cristales estaban rajados. –Perdón, Luna. Creo que los rompí.

    –Quedátelos, Harry. –dijo restándole importancia– Tengo otro par.

    –Gracias, –respondió Harry– pero creo que prefiero ver el mundo de la forma que lo estoy viendo ahora.

    –Está bien, –dijo ella encogiéndose de hombros– pero guardátelos igual, nunca se sabe, puede que llegues a necesitarlos.

    Una multitud de Gryffindors bajaban las escaleras, como un espectacular ocaso de oro y escarlata. –Luna, creo que no estoy de humor para budín, me voy quedar acá esperando a Ron y Hermione.

    –De acuerdo. –dijo ella y empezó a caminar hacia la salida, luego se volvió– Lo dije en serio, Harry. No siempre va a ser así. –y se fue dejándolo solo bajo las gradas.

    oOo

    Los TEDiOs resultaron tan mal como Harry había temido. Como Hermione ya había anticipado, Hagrid le puso un Aceptable en Cuidado de las Criaturas Mágicas, a pesar de que había metido la pata y había dejado escapar a dos knarls del corral. El Pobre que obtuvo en Herbología no se debió al caos que produjeron en el invernadero el día del examen. El lío había tenido otra causa, había confundido bubotuber con dungeongrass y había terminado con las manos llenas de ampollas que no desaparecieron hasta dos horas después cuando madame Pomfrey le había aplicado el antídoto. Igual de mal le había ido en Encantamientos, no había empezado tan mal, el Incarcerous del principio le había salido bastante bien, pero luego fracasó rotundamente en lanzar un Imperturbable, un Orchideus y un sortilegio de optimismo en rápida sucesión. (Artera elección de los examinadores, sortilegio de optimismo con lo deprimidos que estaban todos con los exámenes)

    Pero aun peores fueron los Deplorables que obtuvo en Astronomía y en Pociones. El de Astronomía era esperable, apenas si había abierto los libros y no había cumplido con ninguna de las prácticas que Hermione le había incluido en el programa. El de Pociones lo decepcionó mucho, sin embargo. Le hubiera gustado aprobar, sentía como si estuviera defraudando a Snape si no lo lograba. Pero de nada le valieron los deseos. Su poción de euforia no resultó del debido color amarillo vibrante, sino de un naranja opaco, como quemado; y cuando le pidieron que mencionara cuatro usos de los cerebros de rana, de lo único que se había acordado era de que habían salido proyectados y habían quedado adheridos al techo del aula de pociones durante una malograda clase de segundo año.

    Y lo peor fue ver que la poción de Malfoy había resultado del mismo amarillo brillante y espectacular de los dientes de león que tachonaban los prados de Hogwarts.

    Sólo en Defensa contra las Artes Oscuras obtuvo un Excedió Expectativas. Fue un examen poco convencional. En lugar del tradicional duelo de magos, le tocó enfrentarse con una patota de atacantes. –Es por los asaltos. –le había explicado Hermione– ¿No has estado leyendo El Profeta últimamente? –la verdad sea dicha Harry había estado evitando leer el diario, ¿para qué confirmar que el mundo se había vuelto loco como Hogwarts? Pero recordaba titulares sobre rachas de asaltos a magos en Londres. Las crónicas no le habían llamado la atención lo suficiente como para ponerse a leerlas. Pero si ése iba a ser el examen, Harry estaba preparado para aprobarlo, si bien tuvo que tragarse el intenso disgusto que le provocaba Amycus Carrow. Con certeros Expelliarmus desarmó rápidamente a sus tres oponentes y luego los inmovilizó con sendos Petrificus. El (¿ex?) mortífago quedó muy impresionado y ni siquiera la queja de Malfoy de que Harry era tan bueno porque había estado practicando el hechizo sobre sus compañeros disminuyó el entusiasmo del profesor. –¡Excedió Expectativas! –proclamó ante la clase en pleno– Con reflejos como esos podrías resultar un auror excepcional.

    Pero Harry necesitaba más que buenos reflejos para llegar a ser auror y con el pésimo desempeño en los TEDiOs no le restaba ni la más mínima posibilidad. No obstante, trató de mostrarse contento por Hermione y por Ron. Ella, sin embargo, parecía muy decepcionada, sólo había obtenido tres Sobresalientes, en los demás apenas Excedió Expectativas. Pero con la ayuda de ella, Ron había podido lograr Aceptables en todas las materias. Le alcanzaba para ingresar en los rangos inferiores de entrenamiento de aurores. Y más adelante le sería posible volver a presentarse a los exámenes y obtener mejores notas, para de esa forma alcanzar ascensos con más facilidad.

    Pero la situación de Harry era un punto muy sensible, sus amigos cambiaban de tema muy seguido cuando lo veían aproximarse. Era muy exasperante que le recordaran de esa forma su fracaso. Quizá por eso estaba casi contento cuando llegó el último día. El baúl ya estaba empacado y cerrado, atiborrado de siete años de recuerdos que en realidad no había tenido.

    Faltaba todavía una hora para que saliera el tren. Decidió dar un último paseo. Sus pasos lo condujeron a la cabaña de Hagrid, lo encontró trabajando en el jardín. –Hola, Hagrid. –saludó.

    –¡Harry! –replicó al saludo el hombretón– ¿Qué estás haciendo por acá? Iba a ir a despedirte a la estación.

    –Me sobró un poco de tiempo y pensé venir a despedirme de Fang.

    El perro estaba echado cruzado delante de la puerta, levantó ligeramente la cabeza pero no mostró ninguna intención de levantarse de su cómodo lugar al sol. Y ni se movió siquiera cuando Hagrid le pasó por encima para entrar. –Voy a poner la pava al fuego para preparar un poco de té.

    Harry asintió y se sentó en los escalones junto al perro, le rascó una de las orejas. Levantó los ojos a los prados que se extendían frente a él. En ese momento la vista no le aportó la paz habitual sino un intenso y profundo sentimiento de melancolía. Era Hogwarts, el único lugar en el que había sentido que pertenecía de verdad. Donde había aprendido a usar los poderes que lo habían asustado durante mucho tiempo. Donde había descubierto quiénes habían sido sus padres. Donde había conocido a Sirius. Donde había hecho sus primeros amigos… y sus primeros enemigos. Y donde había sido en ocasiones un descastado y en otras un héroe. Pronto partiría y sentía como si supiera aun menos cosas que siete años atrás.

    –Acá tenés, Harry. –dijo Hagrid y le alcanzó un jarro humeante algo desportillado– Como te gusta a vos, con una cucharadita de azúcar y una gota de leche.

    Como a él le gustaba ciertamente. Y casi dolía que Hagrid recordara ese detalle mínimo y que se hubiese olvidado de tantas otras cosas tan importantes.

    –¿Te acordás de la primera vez cuando nos conocimos, Hagrid? – preguntó temiendo la respuesta.

    –¡Claro que sí, Harry! Me acuerdo también de cuando eras una cosita chiquita… cuando tu papá y tu mamá murieron… un accidente terrible fue ése… –Hagrid se sentó en un “banquito descomunal” frente a él y mezcló el té con la cuchara muy reconcentrado– Pero seguramente vos te referís a cuando te llevé a Diagon Alley; no veía la hora de alejarte de esos espantosos parientes tuyos. –Harry soltó una risita, a pesar de todas las penas, al parecer en cualquier universo paralelo los Dursleys seguían siendo unos hijos de puta. –Pero ya te los sacaste de encima… ¿qué es lo que tenés planeado hacer de ahora en más?

    –Yo… no sé. –replicó Harry, era una pregunta muy importante para la que no tenía respuesta, pero apenas pusiera el pie en el andén 9 ¾, horas más tarde, iba a necesitar una– Creo que ya no sé ni quién soy…

    –¿Qué quién sos? –repitió Hagrid perplejo– Sos el hijo de James y Lily… y un mago excelente… lo que digan las notas de los TEDiOs importa poco y nada. Hay un montón de trabajos para los que no se necesitan notas… y además vos podrías hacer cualquier trabajo… sólo hace falta que te lo propongas.

    Harry trató de sonreír. La confianza de Hagrid debería haberle reavivado la suya, pero mucho temía que ya era muy tarde para eso. Cierto, seguramente podrían tomarlo como empleado en muchos negocios, era posible que pudiera incluso aprender algún oficio, pero nada de lo que había pensado hacer con anterioridad era posible en ese momento. – Creo que nunca pensé seriamente en lo que haría después de la guerra,– admitió– llegar a ser un auror parecía una buena opción… pero ahora…

    –¿La guerra? –preguntó Hagrid desconcertado.

    Harry disimuló un suspiro en el jarro de té. No se iba a poner a explicar… y mucho menos a discutir. –Es una cosa de muggles, –mintió– sólo una expresión.

    –Nunca entendí a los muggles. –concedió Hagrid sacudiendo la cabeza.

    Como para cambiar el tema, Harry preguntó: –¿De qué se ocupaba mi papá? Cosa rara, ¿no? No sé lo que hacía.

    Hagrid reflexionó un momento. –Bueno… –dijo finalmente– James Potter tenía dinero. No tenía que hacer nada en particular… creo.

    Harry se sorprendió sobremanera. –¿Querés decir que no tenía un trabajo? ¿que se la pasaba ocioso todo el día como los Malfoys?

    –Cuidado, Harry. –reconvino Hagrid– puedo aceptar que ser un político en el Ministerio quizá no sea el más extenuante de los trabajos, pero no debe ser tan fácil tratar a todos con igualdad.

    Harry soltó una risa incrédula. –¿Justicia? ¿Equidad? ¿Lucius Malfoy? –se acordó del mortífago reclamando el ajusticiamiento de Buckbeak. Justicia era la última palabra que asociaría con Lucius Malfoy– Si hubiera algo de justicia en el mundo le correspondería estar en Azkaban o algo peor.

    Hagrid lo miró serio. –Harry, me llama la atención que hables tan mal de la gente, hasta donde yo sé, debe de haber hecho un buen trabajo, de lo contrario ya lo habrían echado. De Thickness se podrán decir muchas cosas, pero no es del tipo de los que toleran parásitos.

    –¡Pero es un Malfoy! –insistió Harry– Es rico y… malvado… y Slytherin hasta la médula…

    –Que justamente seas vos… –empezó a decir Hagrid y sacudió la cabeza– Nunca creí que fueras tan estrecho de mente, Harry. ¿Juzgar a las personas por la casa en donde los ubicaron? No había visto ese tipo de discriminación desde mis épocas de estudiante. Dumbledore le hubiera puesto freno de inmediato a ese tipo de ideas… si todavía estuviera con nosotros. Es una lástima que ya no esté. –Hagrid fijó por un instante la vista en su jardín– No quisiera imaginar las cosas terribles que habrás pensado de mí en todos estos años.

    –¡Oh no! No pienses nada de eso. – se apresuró a aclarar Harry sintiéndose muy mal, la conversación se estaba descarrilando y no sabía bien por qué o cuándo– ¡Jamás pensé nada malo de vos! Has sido siempre uno de mis mejores amigos… y uno de mis mejores profesores, –agregó– sin vos no sé si hubiera podido llegar a completar la escuela.

    –Bueno… gracias. –dijo Hagrid ahora más tranquilo por las palabras de Harry– no me gusta que se condene a nadie porque es diferente. –levantó una ceja– Además… es posible que cuando llegues a Londres te des cuenta que tenés en común con los Malfoy más de lo que habías imaginado.

    Harry frunció el ceño. No creía que tuviera nada en común con esa familia y los de su calaña. Pero antes de que pudiera pedirle a Hagrid explicaciones sobre lo que había querido decir, se escuchó a lo lejos un agudo pitido… el Expreso de Hogwarts había entrado a la estación.

    –Te convendría darte prisa, Harry, –dijo Hagrid poniéndose de pie– no sea que pierdas el tren.

    Pero Harry quería perderlo. Quería quedarse en Hogwarts hasta que pudiera comprender mejor todo, hasta que todos recordaran lo que había pasado, hasta que Hagrid se diera cuenta de que él no era para nada como los Malfoy, hasta que él mismo entendiera quién era. Sentía que lo habían estado engañando durante siete años, años que se había pasado aprendiendo cosas de un mundo que ya no existía. Abrazó lo que le daban los brazos del inmenso contorno de la cintura de Hagrid, sintió sus palmadas cariñosas sobre la espalda. Los ojos le ardían… todo era tan injusto.

    –Vos podés hacer cualquier cosa que sueñes, Harry. –dijo Hagrid con voz entrecortada de emoción– Y sé que me vas a hacer sentir orgulloso.

    Con reticencia, Harry finalmente lo soltó y salió corriendo hacia Hogsmeade. Las palabras de Hagrid resonándole en los oídos. Ojalá yo supiera cuáles son mis sueños.

    oOo



    Ægri somnia: Los sueños de un hombre perturbado
     
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