Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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    Capítulo 6
    Inter pocula



    Entraron al bar que Harry solía frecuentar. Estaba de bote en bote. Pronto estuvieron contra la barra, apretados como sardinas entre clientes que olían a sardinas. –Qué lindo lugar, Potter. –gritó Malfoy, un tipo grandote y rubicundo le había volcado cerveza sobre el abrigo de cuero. –Ahora me doy cuenta de por qué querés quedarte en este barrio. –murmuró un rápido Scourgify para limpiarse la cerveza y luego se inclinó y le dijo al oído: –La próxima vez yo elijo el lugar.

    –¿Y quién dice que va a haber una próxima vez? –le espetó Harry y le pasó una cerveza.

    Malfoy se limitó a sonreír apenas, luego se volvió al barman: –Dos Bensons, por favor. –estiró la mano abierta con los dedos hacia arriba en dirección a Harry. –Dame dinero, Potter.

    –¿Y a esto le llamás invitarme a salir? –dijo Harry revoleando los ojos y le pasó dos libras.

    –Eso te pasa por traerme a un lugar donde no aceptan galeones. Ah, aquí están. –tomó los dos cigarrillos y pagó con la moneda, se guardó el cambio en el bolsillo.

    Harry lo miró desconfiado. –Yo no fumo.

    –Yo tampoco. –dijo Malfoy con un guiño. Puso ambos cigarrillos bien bajo e hizo deslizar la varita de la manga con disimulo, susurró: Refresco aeris. Las puntas de los cigarrillos se encendieron y empezaron a humear, el olor que desprendían era como el aire fresco de un día de verano después de la lluvia. Harry sonrió, claramente impresionado.

    –Un encantamiento fabuloso.

    Malfoy aceptó el cumplido graciosamente y le pasó uno de los cigarrillos. –Le voy a contar a Pansy que te gustó. Lo inventó ella para las discotecas del Soho. El humo es tan denso en esos locales que no se puede ni ver, pero a esa chica le encanta ir a bailar.

    La imagen del Slytherin divirtiéndose en medio de una multitud de muggles era demasiado para Harry. Malfoy notó su expresión confundida y lo miró inquisitivo. Harry titubeó, todavía era muy pronto, no quería bajar las defensas. –Siempre pensé que vos y Parkinson… –no terminó la frase, no podía creer que hubiera hecho un comentario así. Nunca se hubiera imaginado que estaría haciéndole preguntas a Malfoy sobre su vida sexual… no tan pronto al menos.

    Pero a Malfoy no le pareció inapropiada la pregunta. –Probamos, pero no funcionó. –le dirigió a Harry una mirada de complicidad– Creo que vos sabés como son esas cosas…

    Y sí, Harry lo sabía, y muy bien. Sus propios romances en Hogwarts habían estado condenados al fracaso desde el principio. Pero no había llegado a comprender el por qué hasta después que terminó la escuela. El por qué de que luego de la fascinación inicial con Cho, había perdido interés tan pronto. El por qué no había experimentado ninguna sensación seria de pérdida cuando Ginny se había arreglado con Dean. El por qué no había sentido celos cuando sus dos mejores amigos se habían puesto de novios. Pero no sentía ningún tipo de compulsión de compartir eso con Malfoy. –¿Pero siguen siendo amigos, no? –preguntó.

    El Slytherin comenzó a asentir pero de golpe su rostro se congeló con la barbilla en alto y los ojos clavados en un punto por encima del hombro de Harry. –Vení, Potter. –dijo levantando su jarra de cerveza y susurró algo por lo bajo. Harry lo siguió, cruzaron todo el atiborrado local. En un rincón bien al fondo había una mesa vacía y siguió sorprendentemente vacía hasta que ellos llegaron.

    –No me digas nada… ¿otros de los trucos de Parkinson?

    Malfoy sonrió y se sentó. –Pero tené en cuenta que yo me limité a mantenerla desocupada unos momentos. Creeme, no querrías ver lo que ella hace para obligarlos a desocupar una mesa. Las historias que podría contarte. –limpió la mesa con un susurro y depositó su jarra– Una vez, había tanta gente que no podíamos ni acercarnos a la barra, ella le puso a Blaise… –se llevó las manos semicerradas como garras hacia la cara para graficar los horrores que había pergeñado Parkinson para espantar a los muggles– …pero vos no querés saber de esas cosas, vos estás interesado en conocer los secretos sucios de la industria de las defensas, ¿no?

    En realidad a Harry le hubiera gustado seguir escuchando al Slytherin contar muy animado sobre sus aventuras durante las salidas nocturnas pero agradeció que volviera al tema que tanto le interesaba y preocupaba. –Es cierto. –admitió– ¿Cómo se las arreglan para permanecer en el negocio siendo que hay tantas?

    Malfoy pareció decepcionado de que Harry se mostrara tan ansioso de hablar de cosas serias pero se recompuso rápidamente. –Bueno, –dijo encogiéndose de hombros– Se trata de una inversión del momento, dada la situación actual de tanta inseguridad. A ninguno de nosotros nos falta el dinero, no es que dependamos del negocio. –se aproximó a Harry y lo miró directamente a los ojos– Fijate con atención en la cara de la gente en Diagon. Tienen miedo. Y los aurores no sirven para nada, no han detenido siquiera a un maleante.

    Harry iba a hablar para defender a los aurores –más bien pensando en defender a Ron que otra cosa– pero se dio cuenta de que no tenía argumentos. Malfoy tenía razón, hasta el momento los aurores no habían podido hacer nada. –Entiendo lo del miedo de la gente, pero sigo sin entender cómo subsisten tantas compañías distintas. ¿La gente no va más a ustedes que fueron los primeros?

    –Estás hablando igual que mi padre. –lo había dicho como chiste pero Harry se puso lívido, Malfoy no pareció notarlo, prosiguió: –Tendrías que escucharlo quejándose de la gente que va con los Carrows porque ellos se “especializan” en viviendas antiguas, ¡cómo si las viviendas de los magos no fueran todas antiguas! Y mejor que no empiece a hablar de las de tío Rodolphus, para él no son más que torpes imitaciones de las nuestras.

    Harry se acomodó los anteojos sobre el puente de la nariz, trataba con todas sus fuerzas de que los nombres no lo afectaran, pero oírlos pronunciados así de manera tan casual le revolvía las tripas. –Entonces… estas empresas… ¿todas copian las de tu compañía?

    –Copian mis defensas, sí. –alardeó Malfoy bebiendo un buen sorbo de su jarra.

    A pesar de sus alardes y arrogancia a Harry no le resultaba desagradable como antes. Quizá fuera porque estaba impresionado de que la gente le franqueara, así sin más, la entrada a mortífagos a sus casas –¿Vos fuiste el que empezó la empresa?

    –No, ése fue mi padre. Se había cansado de la política y se le ocurrió que podría ser interesante crear una compañía. La ocasión era muy propicia, habían empezado a registrarse todos esos asaltos… te acordás, todavía estábamos en la escuela. –Harry asintió, no que se acordara realmente pero sí tenía presente el examen de Defensa contra las Artes Oscuras, en lugar del duelo habitual, había tenido que desarmar a unos asaltantes. –Mi madre estaba muy nerviosa en esa época, así que yo empecé a experimentar con las defensas de la Mansión, mi padre me dejó, era algo para mantenerme ocupado hasta que me consiguiera un puesto en el Ministerio. Por suerte mis experimentos dieron muy buenos resultados de lo contrario hoy estaría prisionero en una oficina entre pilas de expedientes.

    Cuando Malfoy completó la idea, Harry se dio cuenta de que había estado prestando más atención a la expresión de su interlocutor que a sus palabras. Harry lo había observado sonreír muchas veces antes, pero la sonrisa había estado casi siempre teñida de malicia o de desdén… ahora en cambio… era una sonrisa genuina, franca. Toda la cara sonreía. Y persistía y se pronunciaba aun más ahora que observaba a Harry con cierta curiosidad, como esperando sus comentarios.

    –¿Y qué es específicamente lo que vos hacés? –preguntó Harry finalmente.

    –Yo soy el que las pone, el que pronuncia los encantamientos. Y cuando tengo tiempo invento nuevas. Es la parte que realmente me gusta, la más interesante, los encantamientos y las pociones. No me ocupo de la comercialización.

    –Sí, me acuerdo de que en la escuela te encantaba Pociones y que eras excelente.

    –¿Así que te acordás?

    Por unos instantes los pálidos ojos grises se dedicaron a escrutarlo. Era desconcertante, no había ni malignidad ni desprecio en la mirada. Harry decidió hacer un comentario gracioso, la inspección de la que era objeto lo empezaba a poner incómodo. –Es una suerte que no te dediques a las ventas, porque no sos muy bueno en esa parte.

    Una aseveración como ésa hubiera puesto furioso al Malfoy de otros tiempos, pero el Malfoy que tenía frente a él se echó a reír. –Muy cierto. No sé cómo convencer a nadie de que necesita algo al punto de que me lo compre. De eso se ocupa mi padre.

    Malfoy echó ligeramente la cabeza hacia atrás y se terminó el resto de cerveza de la jarra. Harry se quedó observando, un segundo más de lo necesario, la delicada línea del cuello, la piel pálida brillando entre las sombras del local. Un relumbrar fascinante. Malfoy se dio cuenta de cómo lo miraba. Para disimular, bajó la vista a su jarra y preguntó –Y esas otras compañías… ¿usan tus defensas? –en realidad esa pregunta ya la había formulado instantes antes.

    Malfoy volvió a mirarlo con un brillo divertido en los ojos. Empujó su jarra vacía hacia Harry. –Si querés que siga hablando, voy a necesitar otra cerveza.

    Harry estaba empezando a pensar que quizá no fuera una buena idea pedir otra cerveza. Estaba consiguiendo respuestas, eso sí, pero… la conversación empezaba también a tomar cierto rumbo… ¡por Merlín, había estado mirándole el cuello! –Malfoy…

    Pero antes de que pudiera completar la objeción, Malfoy se agarró el cuelo con ambas manos. –No puedo hablar… tengo la garganta completamente seca. –dijo dramático. Y se puso de pie haciendo una parodia de un hombre que tiene que sostenerse de la mesa y la pared para no caerse y hasta lanzó un chillidito muy poco digno. ¡Qué payaso! Era tan cómico… ¿cómo congeniar esa imagen con la de su Némesis de la escuela? Harry no pudo evitar reírse, con ganas, con cada fibra de su cuerpo. Malfoy le clavó una mirada seria de fingido reproche.

    –Una cerveza, Potter, ya.

    Harry partió hacia la barra sin parar de reír. Era algo de no creer. Estaba tomando unas cervezas con Malfoy. En un bar muggle. Y lo más extraño de todo, ¡la estaba pasando bien! Seguía siendo bastante arrogante, pero tenía razones para sentirse orgulloso. Y sabía reírse de si mismo también. El Malfoy de antes no había sido nunca así, ¡Y estaba divirtiéndose, con Harry, en un bar muggle de ínfima categoría!

    Era inquietante en cierto modo, pero más inquietante aún era que Harry se había quedado mirándole el cuello.

    Mientras esperaba las cervezas se puso a pensar. –Ya hace tiempo… mucho tiempo desde la última vez que salí con alguien atractivo. No que esto sea una salida con Malfoy, sólo estamos hablando… para obtener información. Y no que él sea atractivo, tampoco. Sólo porque tiene mi tipo… eso no significa nada. Pero reunía todos los requisitos del tipo de Harry… al pie de la letra. Su gusto en hombres no podía ser más distinto de las chicas con las que había salido en la escuela. Cuando se dejaba llevar por sus verdaderos deseos tendía a elegir hombres un poco más altos que él, delgados pero de hombros anchos, de cabellos claros, largos y lacios, y de aspecto tan suave que dieran ganas de entretejer los dedos en ellos. Si a eso le agregaba una palidez celestial que le aflojaba las rodillas… Harry podía decir que había encontrado su hombre ideal. Pero… ¡Malfoy!... eso no podría ser posible ni en un millón de años.

    No el Malfoy que lo observaba, con una comisura levantada, aproximarse de vuelta a la mesa con dos jarras de cerveza y una bolsa de papas fritas sostenida con los dientes. No el Malfoy que le sacó la bolsa de la boca y la abrió ávido antes de que Harry alcanzara a sentarse.

    –No hay de qué– dijo Harry reconviniéndolo.

    –Oh sí, ¡gracias, Potter! Gracias por proveerme tan generosamente de este puñado de sucedáneos de papa, reconstituidos y salados en demasía. Si no estuviera muriéndome de hambre me postraría para besarte los pies.

    No, definitivamente no este Malfoy.

    –Entonces, –dijo Harry después de revolear los ojos– te estaba preguntando por qué estas compañías no…

    –No, no… –lo interrumpió Malfoy sacudiendo vigorosamente la cabeza– Hasta ahora he estado contestando tus preguntas. Ahora es mi turno.

    –Pero no me dijiste todo lo que quiero saber… –protestó Harry.

    –Y eso es justamente lo que yo quiero saber. ¿Por qué estás tan interesado en todo esto?

    Harry cruzó los brazos con un mohín, como un nene caprichoso. –No vine acá para invitarte cervezas y ser interrogado.

    –Una cada uno, entonces. Vos contestás una de mis preguntas y yo contesto una de las tuyas.

    –De acuerdo. –concedió Harry y se apoderó de la bolsa de papas sacándosela del alcance de la mano de Malfoy que se estiraba en ese momento– ¿Qué es lo que querés saber?

    –Lo que ya pregunté, ¿por qué estás tan interesado?

    Harry se mordió el labio considerando la respuesta que le podía dar. No le podía decir la verdad, que sospechaba que las compañías estaban de alguna forma relacionadas con Voldemort. –Hasta hace poco que Ron y Hermione compraron el servicio yo no sabía que se hubiera desarrollado toda una industria de seguridad. Siempre creí que la gente ponía defensas por su cuenta, por eso quiero saber qué fue lo que pasó últimamente, por qué cambió.

    Malfoy no pareció muy convencido con la respuesta pero Harry se apresuró a preguntar: –Mi turno. ¿Todas las empresas están conectadas, usan las mismas defensas?

    Malfoy bebió un largo sorbo antes de contestar. Luego se encogió de hombros. –Sí, en la mayor parte. Habrá alguna que tenga sus propios métodos, pero en general todas usan la misma compactación, originalmente era nuestra, pero ya no es más un secreto. Y todas están interconectadas en el Ojo, la nuestra sigue siendo la mejor sin embargo.

    –¿Por qué es la mejor?

    –Porque yo fui el que las desarrolló. – replicó Malfoy con una sonrisa e hizo girar la cerveza en su jarra– Mi turno. ¿Estás saliendo con alguien?

    Harry se atragantó con la cerveza. Ésa sí que no se la esperaba. –N…no…

    Malfoy asintió como si hubiera confirmado algo que ya suponía. –¿Y sos gay, no?

    Harry volvió a ahogarse y Malfoy sonrió divertido. –Eso… eso no… no es asunto tuyo. – farfulló.

    –Y eso contesta mi pregunta. –dijo Malfoy ampliando la sonrisa– Perdón, Potter, hice una de más, tenés dos seguidas.

    En ese momento lo odiaba más que nunca. Lo odiaba por esa sonrisa de quien lo sabe todo y por los ojos que lo miraban divertidos. Lo odiaba por ponerlo en ese aprieto, haciéndole esas preguntas impertinentes que sabía que lo iban a descolocar. Pero él también es gay. –se recordó– Lo admitió antes… más o menos… si es que puedo creerle. Y creerle a Malfoy no era algo que se le hubiera dado nunca fácilmente. ¿Y por qué tenía que importarle si era cierto o no? No era para nada relacionado con eso que había venido. Se le disipó el rencor de momentos antes, volvió al presente y a su objetivo. –Hay una organización en la que están todas las…

    –La Orden de Walpurgis. Creo que eso es más coincidencia que otra cosa.

    –¿Una coincidencia? –Harry nunca había creído en coincidencias.

    –Claro. Los miembros de la Orden se mueven en los mismos círculos, es lógico que se dediquen al mismo tipo de actividades. –dijo Malfoy encogiéndose de hombros– Es algo muy común.

    Pero Harry no estaba muy seguro de que fuera tan simple. –¿Qué es lo que hace esta Orden? Hermione dice que es parecida a la de los francmasones…

    –Sí, y como pasa con los masones, me expulsarían si entro a divulgar sus secretos. No te inquietes Potter, no se trata de nada nefasto… no es que estén conspirando para apoderarse del mundo.

    Harry no estaba tan seguro de eso. –¿Ustedes no saben nada de quiénes son los que están detrás de todos estos ataques y robos?

    Un ofendido resentimiento cruzó la expresión de Malfoy. –¿Estás insinuando, que porque obtenemos beneficios de la situación… que podríamos ser los responsables?

    –No. – se apresuró a decir Harry. Aunque lo que pensaba era: Sí, justamente. Pero la ira en el rostro del rubio le refrenó la lengua.

    Al parecer Malfoy también estaba tratando de contener la lengua, un instante después dijo: –Te voy a conceder el beneficio de la duda… porque no sabés lo ofensivo que es preguntarle algo así a alguien que ha jurado defender la vida y el estilo de vida de las personas mágicas. Y sí, Potter, ése es uno de los secretos de la Orden.

    Harry se mordió el labio pensando lo que diría a continuación. Deseaba no haber dicho nada tan explícito sobre la raíz de sus sospechas, pero no sabía si lo deseaba porque había querido obtener más información sin delatarse prematuramente o porque no quería que Malfoy se enojara con él. Consideró que debía dejarle en claro, por lo menos, la razón crítica de sus preguntas. –Perdón… no quise ser ofensivo. Pero hace pocos días entraron ladrones en una casa. Los asaltantes usaron encantamientos para poner nuevas defensas mientras estaban allí. Y a los aurores les tomó muchísimo tiempo poder romperlas. Fue en la casa de la abuela de Neville Longbottom. Ella… fue algo espantoso.

    Malfoy no dijo nada enseguida. Quizá seguía enojado. Pero cuando Harry lo miró, lo que vio no fue enojo sino comprensión.

    –Siento mucho oír lo que me contás. Sí, están ocurriendo cosas terribles… ¿Neville Longbottom? Creo recordar que era muy bueno en Herbología.

    –Así es. –confirmó Harry algo sorprendido de que el Slytherin se acordara– Ahora es auror.

    –Qué pena.

    arry no esperaba un comentario así. –¿Qué querés decir?

    –Hay disciplinas que implican dignidad… son campos de investigación… vale la pena estudiarlas para ampliar y profundizar el conocimiento. Pociones es una, Herbología también. En el cuerpo de aurores cumpliendo las órdenes de otros… una persona con su talento es un desperdicio.

    –Es un trabajo muy importante. –protestó Harry– Muy útil para la sociedad.

    Malfoy levantó las manos en gesto de rendición. –No estoy diciendo que no, Harry. Estoy diciendo que no tiene valor intrínseco. Mirá, un herbólogo por naturaleza hace su trabajo porque ama las plantas, no porque busque fortuna, fama o poder. Pero un policía, si bien necesario, es más parecido a un matón. –se le había acercado mucho para decirle esto último. Harry se sintió algo mareado por la proximidad.

    En cierto sentido Malfoy tenía razón. Muchos de los compañeros de Ron eran muy prepotentes. Pero dejando de lado la verdad que encerraba la opinión, lo que lo había perturbado era que hubiera usado su nombre de manera tan casual, igual que sus amigos de siempre cuando charlaban. –Malfoy, ¿y no pensás que los aurores hacen su trabajo para que la sociedad sea como debe ser? ¿Qué ése es el principio rector de sus vidas?

    –Seguramente hay algunos así. Otros no son más que matones. Pero no me hagas mucho caso. A veces soy muy duro con los otros porque yo mismo no seguí mi verdadera vocación. Millicent tiene un nombre de la jerga psicológica para ese tipo de actitud. –hizo una seña hacia su jarra vacía. –¿Voy yo esta vez?

    Harry miró su jarra que todavía estaba medio llena. – Sí, claro.

    Malfoy volvió a estirar la mano abierta hacia arriba. –Necesito dinero.

    Recibió los billetes que Harry le pasó y partió hacia la barra. Muy a su pesar Harry tuvo que reconocer que era un regocijo observarlo caminando. Incluso en un ambiente atestado como ése, tenía una gracia y elegancia naturales para desplazarse, el mismo donaire que le había admirado tantas veces cuando volaba sobre el campo de quidditch.

    Cuando desapareció entre el gentío, Harry volvió a repasar mentalmente lo que habían conversado, y no sólo lo que habían hablado sobre las empresas y sobre las defensas y sus mecanismos. No, mucho más intrigante era el desafío de los otros temas que había introducido Malfoy, su indignación ante la sugerencia de que sus conductas pudieran ser lesivas para otros, su discurso sobre la vocación y el valor intrínseco de la ciencia. Hacía rato que no tenía charlas así. A Ron y Hermione los quería, pero con ellos ya no había sorpresas. El señor Critswold y Kreacher tampoco era buenos interlocutores. En cambio Malfoy…

    Harry la estaba pasando tan bien. ¿Quién lo hubiera pensado?

    –¿Por qué estás sonriendo? –preguntó Malfoy depositando las jarras sobre la mesa y arrancándolo de sus reflexiones. –Es que me siento algo raro… en esta salida con vos…

    –¿Raro bien o raro mal?

    –Raro distinto… con una marcada inclinación a raro bien. –se apresuró a agregar.

    Malfoy pareció complacido con la respuesta. –Mejor así. Mi turno. ¿Por qué pensaste que yo quería asesinar a todos en Hogwarts? –le descerrajó sin preámbulos.

    Harry se puso colorado. –Vos sabés… cosas de chicos.

    Malfoy levantó una ceja implicando que él no sabía nada y que quizá Harry debería elaborar un poco más la respuesta. Pero Harry permaneció en silencio sorbiendo lentamente su cerveza y preguntándose por qué de golpe hacía tanto calor. El silencio se prolongó unos momentos, finalmente Malfoy habló: –Vos estabas convencido de que yo era tu enemigo, Harry, y yo siempre me pregunté por qué. Creo que me merezco una respuesta.

    Había tanto que Harry podría decir, y tanto que no podía decir, y mucho más que no quería decir. Se acababa de dar cuenta de que la estaba pasando muy bien con ese extraño que le era a la vez tan conocido. Cualquier cosa que dijera, seguramente iba a cambiar eso. ¿Sería acaso que Malfoy lo había invitado con el sólo objeto de reavivar la antigua animosidad? ¿Y por qué le dolía pensar que pudiera ser así?

    –Vos odiabas a los muggles.

    Malfoy quedó boquiabierto, claramente no era una respuesta que hubiera anticipado. –¿Odiar a los muggles? –negó con la cabeza– No sé de dónde podés haber sacado una cosa así, Potter. Admito que no confío en ellos… tampoco me casaría con alguien que no perteneciera a la comunidad mágica… pero de ahí a odiarlos.

    –¡Pero era así! –insistió Harry– A los nacidos de muggles era a los que más despreciabas, los llamabas “sangresucias”.

    Malfoy hizo una mueca disgustada al oír el término. –No recuerdo haber llamado nunca a nadie de esa forma, Potter. Y si lo hubiera usado, definitivamente vos no podrías haberme oído decirlo. Pero tenés razón en cierta medida. Nunca me gustaron los nacidos de muggles, siguen sin gustarme.

    –¿Y eso por qué?

    –Porque son un mal para la sociedad mágica.

    –¿Un mal para la comunidad? –repitió Harry perplejo y escandalizado– ¿Cómo podés decir algo así? Algunos de los mejores magos que conozco son nacidos de muggles.

    –Sí, claro. Hay algunos buenos, –concedió Malfoy– pero son la excepción. Por cada uno que se destaca hay por lo menos tres que se quedan muy atrás. Es algo que se puede ver en el resultado de los TORDOs, los nacidos de muggles, en promedio, tienen notas mucho más bajas que los magos sangrepura.

    –Me resulta muy difícil de creer algo así.

    –Podés comprobarlo vos mismo. –insistió Malfoy. Harry hizo una nota mental para preguntarle a Hermione más adelante– No que debiera esperarse algo distinto, es entendible, en primer año tienen que aprender un montón de cosas que los demás tuvimos diez años para aprender.

    –Yo creo que todos los que estaban en nuestro año se desempeñaron bien. No recuerdo a ninguno que se haya quedado muy atrasado. –Harry estaba por agregar que él mismo había sido criado por muggles pero Malfoy se le adelantó.

    –Bueno, ahí tenés una prueba de por qué perjudican a la comunidad. Toda la clase se atrasa para que unos pocos no se atrasen. Seguramente te acordarás de que en la primera clase de vuelo nos trataban como a niñitos.

    –Yo no creo que haber sido educado por muggles tenga nada que ver con la habilidad para volar. –protestó Harry– Miralo a Barry Ryan, es nacido de muggles y nadie vuela como él.

    –¿Es cierto eso? –Malfoy parecía muy asombrado de que el guardaaros de Irlanda no fuera sangrepura, o quizá lo asombraba más que Harry conociera ese dato, o las dos cosas– Está bien, quizá la capacidad de volar no sea el mejor ejemplo. Pero ni siquiera importa cuán diestros sean con la magia. Sus lealtades van a estar siempre divididas, sobretodo si fueron criados exclusivamente por muggles.

    –Yo fui criado por muggles– intervino Harry.

    –¿Eh! –la información le había provocado un sobresalto– ¿Yo lo sabía? –Harry no se iba a poner a especular sobre lo que Malfoy podría acordarse, se limitó a encogerse de hombros– Bueno… pero no actuás como tal. Y te lo estoy diciendo como un cumplido.

    Harry no sabía qué responder a eso, contraargumentó otro de los dichos. –Y no es que tenga ninguna lealtad en particular hacia mis tíos. Pero si la tuviera, ¿qué podría importar eso? ¿En qué circunstancia me vería obligado a elegir entre unos u otros?

    –¿No te acordás nada de Historia de la Magia, Potter? ¿La Inquisición? ¿Salem? Los padres muggles de Betty Parris la obligaron a testificar contra su maestra. O Helen Duncan…

    –Sí, sí… ya sé. –dijo Harry con un gesto displicente de la mano– La metieron presa por sesiones de espiritismo hace menos de cincuenta años.

    –Eso es… los muggles se sentían amenazados por una bruja que tenía menos habilidades que Trelawney. Las cosas están calmas actualmente, gracias a los dioses, pero eso no quita que haya que estar vigilantes. –sonrió y sacudió la cabeza– Por la forma en que hablo me parece que estuve dedicándome demasiado a crear defensas últimamente.

    –Aparentemente. –dijo Harry– ¿Pero qué harías con ellos? ¿Usarías Obliviate para que se olviden de que son magos?

    –No, no serviría. –claramente era algo sobre lo que había reflexionado en alguna oportunidad– Obliviate no les quitaría la magia, dejarían de controlarla solamente. Además esos hechizos de olvido nunca duran mucho. No se puede hacer nada con los que ya están. Pero se podrían tomar medidas de prevención para el futuro. Los nacidos de muggles no aparecen por generación espontánea, en sus líneas familiares hay sangre mágica.

    Harry entrecerró los ojos. –¿Volviste finalmente al asunto de la pureza de sangre?

    –No sé que querés decir con volver… Pero sí, creo que el problema es que se mezcle la sangre mágica con la de los muggles. No debería permitirse.

    –¿No debería permitirse? ¿Creés que el Ministerio debería regularlo?

    –¿Y por qué no? –dijo Malfoy con toda naturalidad– Si regulan todo lo demás…

    –Así que le vas a decir a la gente de quién pueden enamorarse y de quién no. ¡Ésas no son cosas que se puedan controlar!

    Malfoy sonrió. –Sorprendente, Potter. No sabía que fueras tan romántico.

    –Yo… yo no soy… Lo que digo es que no funcionaría…

    –Pero no estás diciendo tampoco que está mal mantener separados a los magos de los muggles.

    –¡No me entendés! –dijo Harry irritado– Estaría mal. Magos o muggles, básicamente somos iguales… somos todos seres humanos. Si querés separarlos, cualquiera sea tu justificación, sos igual que los racistas que sostienen que el color de la piel determina quién sos.

    –Pero eso no es más que una diferencia superficial. Magos y muggles son polos opuestos. ¿Por qué creés que tenemos nuestros propios hospitales? La Medicina muggle no sirve con nosotros y viceversa. Lo sensato es mantenernos separados.

    Harry se sentía frustrado. En parte los argumentos de Malfoy tenían sentido, o parecían tenerlo. En su interior sabía con certeza que estaban equivocados, pero la discusión lo estaba haciendo pensar para poder sostener lo que sentía con argumentaciones. Y si bien era en parte frustrante también era estimulante esforzarse ante el desafío.

    El mismo efecto parecía estar causándole a Malfoy, los ojos le brillaban más, sus gestos se tornaban más vivaces a medida que se profundizaba el debate. Harry se preguntaba si hubiera podido tener alguna vez un intercambio de ideas así con el Malfoy de la escuela. No, con el viejo Malfoy ya estaría insultándose o atacándose con hechizos o golpes. ¿Se trataba sólo de una cuestión de edad, de madurez? ¿O era que la historia había divergido en un punto creando a este individuo con el que podía disentir pero sin perderle el respeto?

    –Tenemos más similitudes que diferencias. Me juego a que si te pusieras a conversar con algunos de los muggles que están acá, descubrirías que tenés con ellos más cosas en común de las que creés –Malfoy le devolvió una mirada escéptica– Y si yo quisiera estar con alguien de acá, es un asunto mío, el Ministerio no tiene por qué interferir en mis decisiones.

    –Es asunto tuyo hasta cierto punto, –replicó Malfoy– Pero vos mismo dijiste que los aurores trabajan para que la sociedad sea como debe ser. No veo que esta cuestión tenga que caer en una categoría diferente. Yo quiero que nuestra sociedad sea fuerte. Tu posición parece muy formal y políticamente correcta –sí Potter, la terminología muggle no me es desconocida– pero sólo contribuye a diluir cada vez más la sangre; y cuanto más se diluya, más débiles nos volveremos.

    –Pero mi posición no mata muggles o nacidos de muggles.

    –¡Yo nunca dije que hubiera que matarlos! –exclamó el Slytherin escandalizado– No propugno que se mate a nadie. Lo único que quiero es que no perdamos la magia. –hizo una pausa y preguntó: –¿Era realmente por esto que éramos enemigos?

    –Sí, –admitió Harry– básicamente.

    Malfoy dejó escapar un resoplido desdeñoso. –Me parece la razón más nimia y sin sentido para basar una enemistad, nada que valga la pena una pelea a punta de varita, pero sirve sí para una agitada pero muy interesante charla de bar. –sus labios se curvaron en una sonrisa invitante que se fue cargando de deseo cuando sacó la lengua y se humedeció el labio inferior– tendríamos que hacer esto más seguido.

    Harry lo miró a los ojos, de golpe parecía que lo tenía mucho más cerca. No podía estar más de acuerdo, Malfoy parecía tan bien, sorprendentemente bien. Se limitó a asentir, no confiaba en lo que pudiera escapar de sus labios en ese momento. Malfoy alzó la mano y le acarició apenas la mejilla.

    –En realidad, –el tono de Malfoy se había tornado marcadamente sensual y seductor– creo que tendríamos que hacer mucho más que esto.

    Y antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, Harry se encontró con los labios apretados contra los de Malfoy. Soltó una exclamación contenida y de esa forma le franqueó la entrada a la lengua que se le deslizó en la boca. Estiró la mano para apartarlo pero todas sus intenciones de separarse se vinieron abajo cuando tocó la suave seda de la camisa. Malfoy sí que sabía besar, Harry se entregó rendido a la arrolladora tentación de disfrutarlo, su mano fue subiendo por el delicado género hasta que sus dedos alcanzaron los sedosos cabellos y se entretejieron en ellos.

    No fue un beso largo –ha de tenerse en cuenta que tenía lugar en un local lleno de gente– pero era uno que prometía mucho más. Harry vio dibujarse una sonrisa en los labios del rubio antes de separarse. Su mano seguía en el hombro de él. La bajó lentamente, las mejillas le ardían. Draco seguía tan pálido como siempre, excepto los labios que habían adquirido un tono encarnado intenso. También bajó la mano y apretó suavemente la de Harry.

    –Y ahora por amor de Merlín, ¿me podrías llamar Draco?

    –Draco. –el nombre le sonó extraño en la boca. ¿Cómo podía ser… si el beso de unos segundos antes le había resultado tan agradable?

    –No fue tan difícil, ¿verdad? Puedo suponer entonces que ya no somos más enemigos, aunque no estemos de acuerdo en todo. Si todavía creés que somos enemigos voy a tener que besarte de nuevo y no quisiera hacerlo hasta que salgamos porque ese tipo que está parado junto a la puerta del baño nos está mirando raro y no quisiera montarle un show.

    Si Harry hubiera estado prestando atención, habría notado que todo ese palabrerío de Malfoy trataba de ocultar cierto nerviosismo. Y hasta hubiera podido sentirse orgulloso de ser él la causa principal de ese nerviosismo. Pero sus ojos estaban clavados horrorizados en la mano que asía la suya y en el atisbo de la Marca Oscura que se destacaba sobre la pálida piel de la muñeca de Malfoy. La Marca Oscura latente pero que podía despertarse en cualquier momento. Es sólo esa Orden, esa estúpida organización. Trató de decirse para convencerse, pero sabía que no era así. Esa Orden era una alianza de mortífagos, que quizá no recordaran quiénes habían sido… pero Harry sí. Nunca podría olvidarlo, sin que importara cuánto Malfoy parecía haber cambiado, sin que importara cuántos besos le diera.

    –Claro que si a vos te gustan ese tipo de cosas… dar un show quiero decir… yo estoy dispuesto. –Malfoy seguía con sus divagaciones pero su tono se había vuelto urgente, como tratando de obtener una reacción de Harry.

    –No puedo hacer esto. –dijo Harry apartándolo– Creí que podría pero no puedo.

    Los ojos grises se nublaron heridos y confundidos. Harry quería hacerles recuperar la vida y el brillo de antes pero sabía que nada que pudiera decirle lograría que Malfoy entendiera. Era mejor cortar todo en ese momento, antes de que pasara a ser más serio. Se puso de pie y tomó su campera para irse, no quería volver a mirarlo pero era preciso, al menos una vez más.

    –Perdón, Malfoy.

    La respuesta fue fría y amarga. –El nombre es Draco.

    oOo



    Inter pocula: Tragos de por medio.
     
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