Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo 7
    Ad idem



    Malfoy era como un elefante.

    Así lo decidió Harry a lo largo de los días siguientes. Trataba de no pensar en esa noche en el bar. Pero cuanto más trataba, más se enseñoreaba Malfoy de su memoria.

    Pero no lo incordiaban solamente las imágenes de esa noche… su confusión por el beso –no debería haber sido tan bueno– o el papelón de haber escapado corriendo como una irreflexiva y turbada damisela en una novelita rosa. No, había otros muchos pequeños detalles.

    Por ejemplo en el trabajo cuando le tocó limpiar la jaula de los murciélagos, recordó el disimulado Scourgify que Malfoy había usado. Lo había lanzado de la misma forma que Malfoy, haciendo deslizar suavemente la varita de la manga. Fue entonces que había entrado el señor Critswold. –¿Ya terminaste? –le había preguntado inspeccionando el cubículo y bufando a continuación al no encontrar ningún rincón sucio. –Bueno, acordate de que todavía te falta ocuparte de la basura.

    O el jueves a la noche en el Blood Sport, mientras miraba el informe sobre las clasificatorias para la Copa Mundial de Quidditch, otro espectador había comentado: –El estilo de Barry Ryan es inigualable, ¿quién diría que es nacido de muggles? –y recordó el asombro en el rostro de Malfoy cuando le había comentado eso mismo.

    Ni siquiera su departamento era seguro. Kreacher había estado como mareado de felicidad todos los días posteriores a la visita de Malfoy, complacido de que su amo hubiera atraído a un huésped de tan alto estatus. En varias oportunidades le había preguntado si el joven amo Malfoy retornaría, hasta que Harry perdió los estribos y le gritó que el amo Malfoy no iba a volver a pisar el departamento nunca; a partir de ese momento el elfo no había vuelto a tocar el tema. Pero incluso rodeado de silencio los ojos de Harry derivaban hacia el cofre encantado que le había comprado a una gitana en Liubliana o hacia el grabado del grifo y recordaba a Malfoy en esa misma habitación admirándolos.

    Un maldito elefante rosado y descomunal con destellante tutú rígido y zapatillas de punta de brilloso raso.

    Pero con el paso de los días las imágenes fueron desdibujándose. Pasó una semana, y luego otra y a la tercera ya pudo volver al bar por una cerveza sin sentirse demasiado incómodo.

    A la semana siguiente Ron vino a verlo a Criaturas Critswold. Era algo inusual –Ron y su patrón se tenían una infundada antipatía mutua– y Harry sabía que sólo venía cuando tenía alguna razón importante. Pero si ese día la tenía, no habló de ello de entrada.

    –¿Ésa es la serpiente? – preguntó Ron haciendo una seña hacia la vidriera. El señor Critswold estaba en la trastienda, controlando una remesa de garras de dientofidio peruano que había llegado poco antes.

    –Sí, ella es Simbi. –a la serpiente, Harry le siseó: –No te pongas nerviosa. Éste es mi amigo Ron.

    Ron hizo una mueca nerviosa, como hacía siempre que lo oía hablar en parseltongue, algunas cosas nunca cambiaban. –¿Cuándo va a romper el cascarón la cría?

    Harry se volvió hacia la cobra. –¿Va a ser hoy? –preguntó, era mejor formularla así, las serpientes no tenían un concepto muy claro del tiempo.

    –Hoy no. –respondió meciendo la cabeza hacia delante y atrás– Quizá mañana. –lo que significaba que podía ser cualquier día de los venideros.

    –No está segura, pero pronto. En realidad nunca llegó a ver a ninguna de sus crías, siempre le sacan los huevos antes.

    –¡Qué pena! ¿Y tu patrón no se dio cuenta todavía?

    –No, por suerte. Aunque estuvo cerca en varias oportunidades. –Harry miró a Ron que estaba observando a la serpiente con una mezcla de fascinación y miedo– Pero vos no viniste para hablar de Simbi, ¿qué pasa?

    Ron se sonrojó y no se animaba a levantar los ojos. –Hermione quiere saber… si estaría bien… si a vos te parecería bien, quiero decir… si…

    –¡Decilo de una vez, Ron!

    –Hermione te quiere enganchar. Tiene una amiga que quiere presentarte. Y quiere que vayamos a cenar los cuatro juntos mañana a la noche. Perdón.

    –Está bien. –Harry se sintió mal de verlo a Ron con un aspecto tan avergonzado y miserable como si le hubiera pedido a Harry que se cortara una mano. Ésa no era la primera vez que Harry se arrepentía de no haberles contado todavía la verdad. Las cosas habrían sido mucho más simples si supieran. Aunque quizá no. Que Hermione tratara de engancharlo con sus amigas de la oficina era bastante molesto pero soportable, Harry sabía que ellas no iban a demostrar ningún interés por él. Pero temblaba al pensar que si Hermione supiera, empezaría a arreglarle encuentros con colegas masculinos que pudieran estar interesados.

    Pero por otro lado, una salida como la propuesta podría ayudarlo a olvidarse de la última “cita”.

    –El jueves me viene bien. ¿Adónde vamos a ir?

    Asombrado de que Harry hubiera aceptado sin poner peros, Ron tardó un par de segundos en responder: –Pandora’s, es un lugar nuevo, muy elegante, de onda, en la calle Wyvern. Hermione me viene rompiendo los huevos para que la lleve desde que leyó un comentario en El Profeta. ¿Seguro que para vos no es un problema, Harry?

    –Para nada, no te sientas mal. ¿A qué hora piensan ir?

    Cuando Ron partió diez minutos más tarde, seguía luciendo en la cara una expresión como si Harry le hubiera indultado la pena de muerte.

    oOo



    Ron le había advertido que Pandora’s era muy elegante, y así era, por suerte Harry se había puesto sus mejores galas. Así y todo se sintió mal entrazado ante la recepcionista vestida de terciopelo que lo condujo a lo largo del corredor de ingreso exquisitamente decorado en negro y acero. A pesar de que sabía que era un encantamiento, no pudo evitar estremecerse al pasar debajo de la cascada que daba acceso al vestíbulo.

    Hermione vino enseguida a su encuentro y lo abrazó. –Harry, viste que lugar genial. Hacía rato que quería conocerlo. Tuve que hacer las reservas con dos semanas de anticipación.

    Así que lo habían estado planeando todo ese tiempo. Harry levantó una ceja interrogativa y acusadora hacia Ron. Quien eludió el aprieto con experta rapidez: –Eh… allá veo a un compañero de trabajo, Smasher… – y partió raudo hacia la barra. Lo siguieron caminando más despacio, Hermione siguió hablando sin parar.

    –Estoy segura de que vos y Aurora van a congeniar, Harry. Iba un año después que el nuestro, estaba en Hufflepuff. Trabaja en la Oficina de Criaturas Mágicas. Se ha hecho amiga de Hagrid. ¡No veo la hora de que la conozcas!

    Harry asintió entregado. Tenía que reconocérselo, a pesar de los innumerables fracasos anteriores, Hermione no se daba nunca por vencida. Y siempre estaba segura de que le había conseguido por fin la chica perfecta.

    Por fortuna, llegaron en ese momento donde Ron y no se vio obligado a responder. Ron le presentó entonces a un hombretón de los más grandes que jamás hubiera conocido. –Smasher, éste es mi amigo Harry Potter, Smasher es un veterano del escuadrón de aurores.

    –¿Me estás llamando viejo, Weasley? –dijo apretándole a Ron el brazo con tal fuerza al punto de arrancarle una mueca dolorida– Sabés bien que podría vencerte en cualquier momento y en cualquier lugar. Un placer conocerte, Potter. –y le dio un apretón de mano como para quebrarle los huesos– Ah… y la encantadora señora Weasley, ¿cómo está Ud.?

    –Muy bien, gracias, Smasher.

    Harry miró a Hermione. Ella nunca le permitía a nadie que la llamara por el apellido de Ron. Pero ahora se estaba mordiendo la lengua en aras de la cortesía.

    Cuando Smasher empezó a empujar a algunos clientes para hacerles lugar junto a la barra, Harry se le acercó y le preguntó: –¿Todo bien?

    –Sí… –dijo ella con un suave suspiro– Smasher no es mal tipo, en realidad; y cuida de Ron, pero a veces puede ser un poco…

    Harry observó al auror que en ese momento estaba espantando a una pareja que se resistía a cederle sus asientos. Recordó lo que había dicho Malfoy. –¿Un poco matón? –sugirió.

    –Mmm… –masculló ella expresando su acuerdo– ¡Ah mirá… allí está Aurora!

    Harry se volvió para ver entrar a la bruja rubia a través de la cascada, no fue el único que volvió la cabeza. Tuvo que reconocer que era despampanante. Era casi tan alta como él, llevaba puesta una toga corta muy elegante, ceñida al frente y amplia en la espalda, que destacaba sus largas y bien torneadas piernas. Aurora se sonrojó cuando Hermione se la presentó a todos, sus ojos de intenso azul se demoraron largamente en Harry. Y aunque él sabía que no se sentía particularmente atraído, los pelos de la nuca se le erizaron cuando Smasher puso tono seductor y dijo: –Ricurita, si las cosas no van bien con Potter, ya sabés donde encontrarme. –por suerte los llamaron justo en ese momento a la mesa ahorrándole a Harry un altercado que no tenía ganas de iniciar.

    A pesar de ese comienzo no muy feliz, la cena transcurrió de lo más placentera. Hermione relató efusiva la última catástrofe de la que le había tocado ocuparse, un animago recientemente registrado había sido capturado en su forma de perro labrador y había recuperado su forma humana en una jaula de la perrera. Aurora rió a más no poder escuchando todas las tramoyas que Hermione había tenido que poner en juego para poder liberarlo. Aurora resultó ser una amante de todo tipo de animales, mágicos o no, le rogó a Hermione que la pusiera en contacto con el animago en cuestión, quería conversar con él sobre su experiencia entre los otros perros. También se mostró muy inquisitiva para saber todo lo relacionado con el trabajo de Harry, en el que parecía mucho más interesada que el propio Harry. Estuvo encantada cuando Harry mencionó a Hagrid y a partir de allí estuvieron un largo rato intercambiando anécdotas sobre las criaturas que habían estudiado en la escuela. Cuando Harry le contó el episodio del unicornio muerto en el Bosque Prohibido en primer año, se sintió tan conmovida hasta el punto de marearse.

    Aurora era encantadora, de eso no cabían dudas. Si sus inclinaciones hubieran sido otras, seguramente la habría encontrado irresistible. Pero siendo como eran las cosas en realidad, Harry había puesto el cerebro en piloto automático. Tenía las reacciones que correspondían en los momentos adecuados, pero por lo demás sus pensamientos vagaban por otro rumbo.

    Pero volvió a interesarse cuando hacia el final del plato principal, Ron comentó que Defensa contra las Artes Oscuras había sido definitivamente eliminada como materia en Hogwarts. Aurora opinó que le parecía una medida sensata. Según ella era una disciplina que incitaba a la violencia y que quizá tenía que ver con el clima de inseguridad que agobiaba a la sociedad.

    En un momento, mientras hablaba, Aurora se acomodó una mecha de pelo detrás de la oreja. El gesto lo hizo acordar de Malfoy. ¿Qué hubiera replicado el Slytherin ante un argumento como ése? Debés estar bromeando, Potter, ¿y después qué? ¿van a eliminar las clases de vuelo porque el quidditch es muy violento y las caídas frecuentes y peligrosas? Y Harry se encontró ansiando el intenso estímulo mental del debate con Malfoy esa noche en el bar. En un arranque que no pudo evitar, preguntó de pronto: –¿Vos sos sangrepura, Aurora?

    Ella sonrió con orgullo. –Efectivamente, el linaje de los Kingsfords se remonta a más de una decena de siglos y por parte de mi madre soy descendiente directa de Alberic Grunnion.

    Hermione se mostró impresionada, Ron se dedicaba a engullir el último trozo de carne bien bañado en salsa y Harry se dio cuenta de que su cita era la pareja perfecta para Malfoy. Formuló la siguiente pregunta a sabiendas que iba a ser causa de controversia y de fastidio para sus amigos. –¿Y cuáles son tus sentimientos respecto a que los nacidos de muggles sean admitidos en Hogwarts?

    Aurora pestañeó varias veces, confundida. –¿Qué querés decir? ¿qué me parece?

    –Quiero decir, ¿te parece que está bien que los admitan?

    –¡Harry! –protestó Hermione al tiempo que Aurora contestaba: –Por supuesto, ¿adónde irían si no?

    Pero Harry insistió a pesar de la mirada muy seria que le dirigía Hermione.

    –¿No creés que puedan atrasar a los demás alumnos?

    –Nunca me lo planteé… no creo que sean en nada diferentes a los otros.

    Ésa no era la respuesta que quería. Quería… necesitaba una reacción enérgica. Debía haber alguna llama en ella, quería avivarla. –Pero cuando eras chica… seguramente aprendiste encantamientos antes de Hogwarts…

    –Harry, ¿adónde querés ir a parar? –demandó Hermione.

    –Sólo preguntaba por curiosidad –dijo, consciente de lo débil que sonaba la razón.

    Hermione se cruzó de brazos y dijo indignada: –Ciertamente no recuerdo que yo los haya atrasado a vos o a Ron.

    Ron se removió inquieto en el asiento, Aurora tenía la vista baja y Harry se dio cuenta de que había avivado una llama pero no en la persona que había sido su objetivo. Se disculpó torpemente; algo renuente Hermione le aceptó la disculpa.

    Ron se apresuró a despejar el clima, pidió la carta de postres y empezó a recitar las diferentes alternativas disponibles. La conversación se reinició luego y siguió por senderos menos escabrosos. Harry pensó que el mal momento había sido olvidado hasta que cuando ya iban saliendo, Hermione lo hizo aparte. –¿Qué fue todo eso de antes, Harry?

    –Nada en realidad. Sólo quería saber lo que pensaba.

    Hermione lo miró desconfiada y seria. –Bueno, tenés suerte de que sea una persona tan afable y que no se haya enojado. Sé amable con ella.

    –Perdé cuidado.

    Una vez afuera Ron y Hermione aparicionaron de vuelta. Harry acompañó a Aurora hasta su casa, vivía cerca en uno de los barrios más acomodados, fueron caminando. La conversación giró más que nada alrededor del tiempo, Harry ya estaba pensando en qué película podía ponerse a ver cuando llegara a su departamento, Hombres de negro quizá… o a lo mejor alcanzaba a agarrar Dr. Who en la BBC.

    –Llegamos…

    Estaban ante un impresionante pórtico de mármol blanco. En uno de los paneles de vidrio de la sólida puerta de roble había una calcomanía adherida: “Protegida por Seguridad Salus”. Era de esperar.

    Harry señaló la inscripción: –Está bien protegida… presumo…

    –Supongo, –dijo ella encogiendo los hombros– no pienso en eso… es una buena prueba de que es segura… ¿Querés pasar? ¿Otro trago quizás…?

    –Te agradezco pero no. Es algo tarde y mañana me tengo que levantar temprano.

    –Qué lastima… pero bueno… la pasé muy bien.

    –Yo también.

    Ella sonrió expectante. Harry odiaba esos momentos, nunca sabía lo que tenía que hacer. Era muy linda. Si pudiera de alguna forma lograr que le gustara, las cosas serían mucho más fáciles. Podría ser un buen novio. Y podrían casarse y vivir en un departamento respetable; y a su debido tiempo tendrían hijos que educarían para que fueran magos y brujas de bien. Y saldrían a veces juntos con Hermione y Ron y la pasarían muy bien y Hermione se sentiría contenta de que él finalmente hubiera encontrado a alguien.

    Y gracias a Merlín él se conocía lo suficiente para saber que algo así nunca funcionaría.

    –Buenas noches, Aurora. –y se despidió dándole un rápido beso en la mejilla. –Buenas noches, Harry. –replicó ella con decepción en el rostro y en el tono. Y entró cerrando la puerta detrás de sí.

    Harry suspiró. Otra cita malograda. Pero la calcomanía de la empresa de Malfoy le recordó cuál era la cita que ansiaba repetir.

    El elefante estaba de regreso, más grande y rosado que nunca.

    oOo



    –Pero… ¿Ud es Harry Potter, no?

    Harry había estado contemplando los veleros de un cuadro colgado en la pared, volvió la vista hacia la mujer mayor de cabellos blancos que lo miraba como si hubiese visto un fantasma. Le estudió atentamente la cara pero no pudo recordar de dónde la conocía. ¿Una vecina de Privet Drive, quizá? ¿Una de las mujeres del club de jardinería de tía Petunia? Pero…¿una amiga de su tía atendiendo mesas en un pub de Greenwich? No, no podía ser…

    –Sí, soy yo. ¿La conozco?

    –No, no me conoce, pero… –parecía que iba a agregar algo más pero sacudió la cabeza– No, no tiene importancia. ¿Qué le puedo servir?

    –Una jarra de medio litro de bitter, por ahora. Estoy esperando a alguien.

    La mujer se alejó y Harry volvió a sus reflexiones. Había estado pensando mucho en los últimos días. Le había tenido que explicar a Hermione sobre la malograda cita con Aurora. Hermione no lo había tomado bien, exasperada le había espetado finalmente –––Harry, a ver si alguna vez decidís qué es lo que realmente querés.

    Y eso lo llevaba de nuevo al elefante. A recordar a Malfoy haciéndolo reír y haciéndolo pensar. Era alguien así lo que siempre había ansiado y nunca había encontrado. Y luego sus pensamientos volvían a Hogwarts, algo que siempre trataba de evitar, porque eran recuerdos ennegrecidos por la confusión y la angustia. Pero deambulando esos recuerdos que habían sido tan significativos en su vida, había llegado a una asombrosa revelación, Malfoy era una constante en todos ellos. No una buena constante… no podía recordar nada que hubiera hecho Malfoy por entonces que no fuera… aborrecible. Sin embargo había sido una constante de mucho más peso que las chicas protagonistas de su deslumbramiento romántico –Cho– o de su idilio trunco –Ginny.

    Era realmente perturbador sentirse tan atraído por alguien que debería haber sido su enemigo. Durante años Malfoy había representado todo aquello contra lo que Harry luchaba… todo lo opuesto de lo que quería llegar a ser. Pero esa batalla hacía mucho que había concluido. Alguna vez había estado convencido de que siempre viviría a la sombra de Voldemort, sin ninguna posibilidad de llevar una vida normal. Y era eso mismo lo que lo había hecho escapar del bar. Porque si no hubiese sido por la marca asomando en la muñeca de Malfoy, se lo hubiera llevado esa noche a su departamento y nada ni nadie se lo podría haber impedido. Malfoy era todo lo que él quería. Era ingenioso y divertido y en la charla del bar se había mostrado mucho más adaptable de lo que Harry nunca hubiera imaginado. Y como si eso fuera poco… estaba rebueno y besaba como el mejor. Era exactamente el tipo de Harry.

    Y cuando pensaba siendo totalmente honesto consigo mismo, algo no muy frecuente, se daba cuenta que lo último no era exactamente cierto. Malfoy –Draco– era el que había determinado su tipo.

    Le había llevado muchos días decidirse, esa vieja y ya olvidada batalla no iba a interponerse entre él y lo que él quería. Varios días más demoró la respuesta de Malfoy a la lechuza que le había mandado pidiéndole que se reunieran de nuevo. Había tenido que inventarse una excusa para no ir ése sábado a casa de Ron y Hermione, pero el mensaje del Slytherin no dejaba lugar para alternativa:

    Greenwich Arms – El sábado a las ocho. DM

    Que era donde Harry estaba, sentado en la barra esperando, cuando Malfoy entró por la puerta trasera a las ocho y cuarto. Vestía ropas de mago, para sorpresa de Harry, eran obviamente de corte impecable y hubieran causado sensación en cualquiera de los bistros de onda de Diagon, pero en el Greenwich muggle estaban fuera de lugar. Aunque quizá no, había un par de profesores con sus togas sentados en otra mesa del mismo local.

    –Pudiste venir. – dijo Harry cuando Malfoy se sentó en el banco de la barra junto a él.

    –Te escribí que iba a venir, ¿no?

    –Sí, –dijo Harry, no sabía si debía revelarle su alivio– pero pensé que quizá no querrías darme otra oportunidad.

    –Sobre eso todavía no estoy muy seguro. Pero dado que me rogaste…

    –¡Yo no te rogué!

    –Potter, cuando se usa tres veces “por favor” en un solo párrafo, eso es rogar. Además, no tenía nada más interesante para hacer. –le hizo una seña al hombre detrás de la barra quien sin mediar ninguna palabra le empezó a servir una cerveza. Harry levantó una ceja inquisitiva, Malfoy explicó: –Éste es mi lugar habitual, Potter. Vivo a la vuelta.

    –¿No vivís en la Mansión?

    –¿Con mis padres! ¡Nada más eso faltaría! –revoleó los ojos– Ahora en serio, ¿para qué fue que me citaste?

    –Quería volverte a ver.

    –¿Por qué? ¿Tenés más preguntas que querés que te conteste?

    Es lógico que lo plantee así, pensó Harry. Eso era todo lo que necesitaba de Malfoy la última vez. Pero esta vez… esta vez es distinto. –No, nada de preguntas. Sólo… bueno, para empezar… pedirte disculpas.

    –¿Y por qué exactamente querés pedirme disculpas, Potter? –la expresión era seria; los labios apretados, apenas una línea. No prometían clemencia.

    –Por haberme ido de esa forma. No debería haber hecho algo así.

    La mirada seguía siendo dura, expectante. –¿Y…?

    –¿Y qué?

    –¿Me vas a pedir disculpas o no?

    –Eso iba a… –pero por el tono de Malfoy sonaba como si lo estuviera emplazando… y no le parecía que fuera para tanto.

    Malfoy le estudió el rostro durante un largo minuto sin decir nada. Luego se encogió de hombros y bajó los ojos a su cerveza. –Bueno… no importa, Potter. De todos modos no hay nada por lo que haga falta que te disculpes. Yo no debería haberte puesto en esa posición. Así que te pido perdón. ¿Sin resentimientos?

    –Sin resentimientos. –repitió automáticamente Harry. Pero sentía cierta incomodidad, no era ésa la forma como quería que fueran las cosas, la cara de Malfoy había adquirido cierta frialdad… no, así no le parecía bien. Trató de recurrir a un tema neutro. En el otro extremo de la barra el hombre y la mujer que atendían, reían conversando con un cliente. –¿Así que venís siempre acá?

    –Fue lo que te dije, ¿no?

    –Nunca hubiera imaginado que elegirías un bar muggle.

    –¿Me lo estás diciendo en joda o qué? –Malfoy lo miró perplejo– ¿No me digas que creías que éste era un bar muggle? Mirá a tu alrededor, ¿te creés que esas escobas al lado de la puerta son para barrer o de utilería? ¿Y aquel reloj? –hizo un gesto hacia la pared, hacia un cucú que tenía por lo menos seis manillas– Obviamente también vienen muggles… y son bienvenidos… pero sigue siendo un lugar de magos, como todo Greenwich.

    Muy asombrado, Harry murmuró: –No tenía la menor idea. –pero ahora que se fijaba empezó a detectar otros signos: la chimenea descomunal con una caja en la repisa que seguramente contendría polvo Floo, bellotas en los marcos de la ventana como protección contra tormentas eléctricas, muchas botellas en los estantes que no parecían de licor sino de pociones. Y los clientes con ropajes excéntricos, que él había supuesto que eran académicos.

    Malfoy hizo un gesto en dirección a los que atendían. –Ged y Sally son los dueños desde hace décadas… y antes los padres de Ged. Sally podría contarte un montón de anécdotas asombrosas.

    Como si hubiera escuchado que pronunciaban su nombre, la bruja levantó la vista hacia ellos y les sonrió.

    ¡Me conoció! –pensó Harry con un sobresalto. Si era una bruja podía conocerlo de varios lugares, quizá de Critswold, quizá de alguno de los otros comercios de Diagon, quizá era una persona que Ron o Hermione le habían presentado. Pero había tenido una extraña sensación cuando habían intercambiado algunas palabras minutos antes…

    Todavía con el ceño fruncido se volvió hacia Malfoy que lo había estado estudiando en silencio con una rara expresión en la cara. Harry volvió a enfocar su atención en él. –¿Dijiste que vivías cerca?

    Malfoy parpadeó varias veces e ignoró por completo la pregunta. –Potter, de verdad, ¿para qué viniste?

    –Ya te lo dije, quería pedirte disculpas. Y realmente lo siento.

    Pero Malfoy no parecía conforme. –¿Y eso es todo? Me lo podrías haber dicho con un mensaje.

    –Es cierto… podría… –Harry no podía explicarle por qué no lo había hecho así. Lo cierto era que su vida toda estaba inextricablemente unida a Malfoy y lo había estado desde que tenía once años. Pero no podía decirle por qué era así, porque ni él mismo lo sabía. –Pero realmente quería volverte a ver… Draco. –escucharlo pronunciar su nombre pareció ablandarlo y sonrió cuando Harry agregó: –Además vos habías prometido que la próxima vez me ibas a invitar a un lugar donde aceptaran tus galeones… ¿acá los aceptan?

    –Así es…Harry. Y me parece que necesitás otra cerveza.

    De ahí en más fue todo fácil y como Harry había esperado que fuera. Draco recuperó la vivacidad y minutos después Harry se estaba desternillando de risa con las cosas, algunas muy disparatadas, que le contaba. Harry, ya distendido, le contó a su vez de su trabajo, sus amigos y su vida, con una confianza y libertad que raramente se permitía. La conversación volvió a ser agradable como la vez anterior, y más, porque Harry sabía que terminaría de modo diferente.

    Y se fue sintiendo más seguro de que sería así a medida que transcurrían los minutos. Draco se le acercaba más y más, pero nunca llegaba a tocarlo. La mano se deslizaba sobre la barra hasta casi tocar la suya, el hombro se inclinaba hacia delante, por momentos la cara estaba a centímetros de la suya. Por un lado era maravilloso, por otro era una provocación que lo estaba volviendo loco.

    Harry entró en el juego, en un momento medio se incorporó en el banco para estirar la mano y alcanzar un posavasos, aprovechó entonces para apretar su muslo contra el de Draco. En un momento Draco estaba explicando con detalle la estructura del tejido de las defensas, Harry sabía que le convenía prestar atención a eso pero no… estaba en cambio concentrado en el calor… el calor que irradiaba Draco. Cuando Harry le contó el incidente de Smasher echando a los clientes de la barra en el restaurante, graficó agarrándole el hombro a Draco y lo mantuvo fuertemente asido mucho más de lo necesario. Y dos cervezas más tarde, la mano de Harry se posó suavemente sobre el brazo Draco y no se movió de allí. Ni siquiera cuando el Slytherin clavó los ojos en la mano atrevida. Draco carraspeó ruidosamente.

    –¿A qué estás jugando, Potter?

    Pero ahora Harry conocía el poder de los nombres. No iba a permitirle que volviera a distanciarse. –No estoy jugando, Draco. –y apretó los dedos en la rica tela de la manga– La última vez me asusté… me espanté. No sé explicar por qué. Pero te aseguro que eso no va a ocurrir hoy.

    Draco lo escrutó como a un espécimen bajo el microscopio. –Siendo así, –replicó finalmente– creo que llegó la hora de que te lleve a mi casa.

    Harry sonrió y su sonrisa se amplió cuando la vio reflejada en el rostro de Draco. Bajaron de los bancos y Harry empezó a enfilar hacia la puerta pero Draco lo hizo detener.

    –Vamos a aparicionar desde el jardín de atrás, es más rápido.

    Harry sonrió intencionado. Tenía razón, ya habían esperado demasiado, para qué prolongarlo más. –Dame un segundo, tengo que ir a buscar la campera.

    Draco dio media vuelta con un amplio flamear de su toga como si se envolviera en la medianoche. Era tan seductor que Harry empezó a considerar que quizá bien podía olvidarse de la campera y seguirlo sin demorar más. Pero se contuvo y se dirigió al perchero que estaba junto a la puerta.

    La dueña estaba limpiando una mesa cercana que se acababa de desocupar. –Que tengas buenas noches, Harry Potter. –saludó.

    –Buenas noches, Sally. –y entonces supo que no podía irse sin preguntarle– Sally, ¿cómo es que me conoce?

    –Oh… no me acuerdo. –pero la expresión de la cara la traicionaba.

    –No, Ud. me conoce. –insistió Harry– Ud. se acuerda, ¿no es cierto?

    La bruja dirigió miradas nerviosas alrededor. –Soy una mujer vieja. Me acuerdo de muchas cosas.

    –¿Se acuerda de Voldemort? –se había jugado con la pregunta, lo sabía.

    La mujer hizo una mueca ostensible. –Ése es un nombre que no debe pronunciarse. Ni siquiera en el caso de que uno recordase.

    –Su nombre nunca me aterrorizó. Pero las cosas que hizo… –la bruja se puso lívida– Entonces es cierto… se acuerda de lo que hicieron… él y los mortífagos.

    –Cosas terribles. –susurró– Y la gente vuelve a tener miedo ahora… y con razón.

    –¿Ud. no se olvidó?

    –¿Cómo habría podido? –se dejó caer en una silla, Harry notó por primera vez cuán vieja era– pero todos me tomaban por loca cada vez que mencionaba la guerra. Y llegué a pensar que tenían razón. Fue entonces que mi hija se casó con Ignatius MacNair… yo tuve un ataque. Llegaron a amenazarme con mandarme a St. Mungo, sabía que una vez que me metieran allí nunca me dejarían salir… así que “me mejoré”.

    –Fingió que nada era cierto.

    –Sí. Les dije que era confusión.

    Harry asintió. Era lo mismo que el había hecho con sus amigos. –Bueno, esto prueba que no estamos locos. ¿De qué otro modo podríamos acordarnos de las mismas cosas?

    –Harry, incluso si todo eso ocurrió… nadie se acuerda y el mundo siguió adelante. Mirá nomás vos y Draco. Nunca hubiera imaginado que te vería departiendo tan cordialmente con el hijo de Lucius Malfoy.

    ¡Draco! Estaba esperando afuera… y de nuevo Harry estaba espantado. No podía ir con él, no con lo que se acababa de enterar.

    Sally notó su consternación. –¿Estás preocupado por Draco?

    Harry asintió. –Es un mortífago.

    La mujer sacudió la cabeza. –Harry, las cosas ahora son distintas. Sean reales o no, ya no son lo mismo. Ya no existen los mortífagos. Mi hija adora a su suegro y yo tengo que recordarme a cada instante que ya no es más el monstruo que alguna vez fue. Y Draco… conozco a Draco desde hace años y nunca tuve ninguna razón para tenerle miedo. –ella le sonrió– Espero que no me juzgues atrevida, pero… ¿hace mucho tiempo que están juntos?

    –¿Juntos? No… no… sólo esta noche…

    –¿Ah sí? –replicó sorprendida– se los veía tan bien juntos, tal para cual, yo creí…

    –Pero era un mortífago… y aunque hoy ya no existan… ¿puede haber cambiado de modo de pensar? ¿es razonable pensarlo?

    Sally estrujó el paño que tenía en las manos y reflexionó unos instantes considerando la pregunta. Finalmente dijo: –No sé cómo fue que pasó todo esto, ni tampoco por qué… y me has dejado con mucho en qué pensar. Pero puedo decirte esto: una persona puede quedar atada a lo que hizo en el pasado, el pasado no se puede borrar, pero siempre se puede cambiar el futuro. Y eso vale también para vos, Harry. Y no veo razón para que el futuro de Draco seas vos y no El Que No Debe Nombrarse.

    Tenía mucho sentido. Con sólo dos charlas había llegado a la conclusión que el Draco de la escuela no tenía nada que ver con el hombre que lo estaba esperando. Ya había cambiado su futuro se había transformado en alguien que le gustaba y al que podía respetar. Y desear, tuvo que admitir además. Y dejó de tener miedo… y él también podía cambiar su futuro.

    –Sally, ¿puedo volver a visitarla algún otro día?

    –Claro que sí, me haría muy feliz –miró hacia la puerta trasera con una sonrisa pícara– Pero será mejor que te vayas ahora, Draco te está esperando.

    Harry se dio vuelta y corrió hacia Draco que había vuelto a entrar al local. Le tomó la mano y lo arrastró con prisa al jardín.

    –¿Hay algún problema?

    –No. –dijo Harry apretándose contra él para que pudieran aparicionar juntos– Todo está bien. Estoy seguro de que está todo bien.

    oOo



    Aparicionar siempre lo desorientaba. Pero mucho más desorientado quedó al materializarse en un departamento desconocido con el brazo de Draco aferrándole la cintura y los labios de Draco partiéndole la boca con un beso. Toda la habitación parecía darle vueltas, se hubiera caído si el brazo no lo hubiera estado sosteniendo. Soltó una exclamación contenida: –Draco…

    –Perdón, –murmuró Draco, se separó para permitir que recuperara el equilibrio por su cuenta pero no lo soltó del todo– es que no quiero que te me vuelvas escapar.

    –Pero si no me voy a ir. –dijo para tranquilizarlo y haciendo una mueca dolorida agregó: –Pasa que tengo el picaporte de la puerta clavado en la espalda.

    Draco abrió grandes los ojos y los hizo girar hasta que quedar con su propia espalda contra la pared. Deslizó las manos dentro de la campera y por debajo de la remera y le acarició la piel cálida atrayéndolo hacia sí. –¿Así está mejor?

    –Mucho mejor. –dijo Harry y se entregó al beso. Él también exploró con las manos bajo la toga y fue abriéndose camino hasta encontrar la piel ardiente, quería quemarse acariciando el grácil cuerpo.

    El beso fue intensificándose y progresando a gemidos, ambos ávidos de contacto con piel desnuda. Finalmente Draco se separó. –Se me ocurre una idea mejor. –dijo y lo condujo de la mano hasta el dormitorio. Draco murmuró unas palabras y se encendieron cientos de velas alrededor de la amplia cama con dosel, que estaba cubierta por un acolchado plateado que destellaba como las estrellas. Harry seguía todavía embriagándose con el despliegue cuando Draco le sacó la campera y le empezó a desabotonar la camisa. Harry no demoró en seguir el ejemplo y desvistiéndose fueron desplazándose hacia la cama.

    –¿Te gustó la idea?

    –Sos un genio. –y le buscó la boca para otro beso.

    Ya estirados sobre las sábanas sedosas y sin apartar los labios de los de Draco, Harry acometió la tarea de terminar de desvestirlo, no era tan fácil, las ropas de los magos eran mucho más complicadas y además Draco le estaba martirizando deliciosamente las tetillas con las uñas y eso no era precisamente algo que lo ayudara a concentrarse. Los cordones de la camisa eran imposibles… nunca iba a poder.

    –No sé lo que estoy haciendo.

    –Espero que estés hablando de la camisa, Potter. –dijo Draco burlón. Y murmuró el encantamiento para desvestir. Los cordones fueron deslizándose como serpientes por los ojales y los faldones se desprendieron de debajo del pantalón, la camisa se abrió finalmente revelando la piel desnuda. –¿Necesitás más ayuda? –agregó con tono sarcástico y juguetón.

    Harry se regaló los ojos observando el amplio pecho cubierto de suave y fino vello claro. –No, gracias, a partir de acá puedo solo.

    Malfoy levantó una comisura en respuesta pero el visaje se le borró de inmediato cuando una mano intrusa se le coló debajo de los pantalones que el encantamiento ya había desabotonado. Harry fue besando y mordisqueando levemente la pálida piel, bajando por el torso hasta alcanzar su meta. Draco empezó a lanzar una serie de gemidos, que fueron creciendo en intensidad y entusiasmo. Los labios de Harry le rodearon la punta del miembro y fueron deslizándose hasta alcanzar la corona de pelo rubio oscuro de la base englobándolo completamente. La diestra boca fue llevándolo sin prisa pero sin pausa hasta el límite.

    –¡Por todos los cielos, Potter, sí que sabés hacer las cosas bien! –exclamó tras el clímax y lo hizo subir tironeándole los cabellos y lo besó intensamente saboreando su propio semen en la lengua de Harry. Harry tuvo un espasmo, su erección lo torturaba apretada dentro de los jeans. Draco se los sacó y se tendió encima de él, el contacto directo de tanta piel con piel provocó un vendaval de estímulos que abrumaron los sentidos de Harry. La mano de Draco friccionando deliciosamente su miembro fue potenciándole la excitación y no demoró mucho en acabar él también en un delirio de gozo. Cuando levantó los ojos vio a Draco por encima sw él lamiéndose la pegajosa simiente de la mano, las llamas de las velas creaban una aureola de luz difuminada alrededor de su cabeza… una imagen celestial o quizá la de un ángel caído.

    Se demoró largamente observándolo. Finalmente Draco sonrió y dijo: –¿Estás contento de no haber huido esta vez, Harry?

    Harry revoleó los ojos. –Nunca vas a dejar de echármelo en cara.

    –Por supuesto que no. Ahora quedate quieto un instante.

    Uso un encantamiento para limpiarlos a ambos. Y luego abrió la boca en un bostezo salvaje como para dislocarle la mandíbula. Ésa era la señal, le había llegado la hora de irse. La había visto más veces de las que podía acordarse y él mismo la había usado en alguna ocasión. Sabía que no tenía que tomarse como algo personal. Significaba que cada cual ya había obtenido lo que había venido a buscar, y que una vez saciados los deseos cada uno debía retomar su propio rumbo y no tenía que volver a pensar nunca más en el otro. Para que el mensaje quedara bien claro, Draco se deslizó debajo del acolchado y se tapó hasta arriba.

    –Bueno, pensó Harry, por lo menos hay luz, no voy a tener que tantear por todo el cuarto para recuperar la ropa. Los jeans estaban al pie de la cama, una pernera enrollada alrededor de uno de los postes. Se estiró para agarrarlos y ya tenía una de las piernas calzada cuando sintió un fuerte apretón en el codo.

    –En nombre de Morfeo, ¿qué creés que estás haciendo?

    Draco lo atrajo hasta acostarlo a su lado mirándolo con ojos serios furiosos y heridos de traición. Suavizó un poco la mirada cuando Harry se estiró a su lado y se le aproximó, pero no le soltó el brazo.

    –Siempre odio esta parte. –confesó Harry– Nunca sé qué es lo que tengo que hacer. –levantó una mano y le acarició los cabellos, las hebras platinadas se deslizaban como agua entre sus dedos. –¿No se supone que llegó el momento de que me vaya?

    –No. –replicó Draco frotándole la mano con la nariz como un gato exigiendo caricias. Luego lo rodeó con un brazo y lo aprisionó contra el colchón. –Quiero que te quedes por mucho tiempo.

    Harry se desprendió a las patadas del jean y se metió bajo las mantas. Lo más cerca posible de la fuente de exquisito calor, el cuerpo de Draco. Lo último que alcanzó a pensar antes de que lo reclamara el sueño fue que a partir de ese momento su futuro iba a ser muy diferente.

    oOo



    Ad idem: De mutuo acuerdo. / De mismo parecer.
     
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