Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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    Capítulo 8
    Certum est quia impossibile



    –¿Y…?

    –¿Y qué?

    Ron puso a un repasador a secar los platos e hizo que las ollas ya limpias se fueran guardando en el armario. –No sé, parecería que hay algo que te está preocupando.

    –¿Querés decir por Harry? No.

    Ron hizo que se acomodara el último plato sobre la pila y con un rápido movimiento de varita cerró la puerta del armario. –Siendo así, creo que me voy a ir a acostar…

    –Es sólo que…

    Ron sonrió, el dique estaba a punto de ceder. –Sí, ¿qué?

    –No entiendo por qué no nos lo había dicho.

    Así que eso era lo que la preocupaba y por eso no había pronunciado palabra desde que Harry y Draco se habían despedido. –Yo no creo que nos haya ocultado nada, es algo muy reciente, empezaron a salir hace un par de semanas.

    –No, no es eso lo que me preocupa. No nos había dicho que era gay. –apoyó los codos sobre la mesa y la barbilla sobre los puños –¿Creés que habrá pensado que lo tomaríamos a mal?

    Ron se encogió de hombros. –Debe de haber pensado que no era algo tan importante, no es nada del otro mundo, hay muchos magos gay.

    –Pero sigue siendo una cuestión de importancia para los muggles y Harry pasa buena parte de su tiempo en el mundo muggle.

    –Bueno, entonces quizá haya sido por eso que no había dicho nada.

    –¿Tampoco a nosotros? ¿Habrá creído que no podía confiar en nosotros? –se tapó la cara con las manos –Y yo que trataba de engancharlo… un montón de veces, todo el tiempo…

    Ron se mordió el labio y asintió. No le iba a contar lo mucho que había odiado Harry esas ocasiones. Le acarició el hombro suavemente. –Al menos ahora sabés por qué ninguna dio resultado.

    Ella dejó escapar un sonido lastimoso.

    –No te pongas mal, che. Ahora se lo ve muy feliz.

    Sí, es cierto. –dijo ella y posó la mano sobre la de él– Aunque yo sigo preocupada por él.

    –¿Preocupada? –Ron se sentó en la silla a su lado– ¿Por qué estás preocupada?

    –No estoy segura sobre Draco. Harry está… está distinto. Vos sabés como había sido todo este tiempo… después del colapso. Me puse tan contenta cuando volvió de sus viajes, podíamos tenerlo cerca para vigilarlo… y ahora…

    –Y ahora todo indica que Draco puede ayudar para vigilarlo.

    –¿Te parece que va a ser así? –el tono no podía haber sido más escéptico– No estoy segura de que me guste Draco. Lo veo como muy aferrado a sus ideas… muy dogmático.

    Ron medio que sonrió. –Dogmático… ¿a quién me hace acordar? A alguien que conozco.

    Ella entrecerró los ojos y replicó –A vos te gusta sólo porque hizo que Harry desempolvara la escoba y volviera a volar.

    –Puede que sea cierto. –admitió él, había sido muy bueno verle a Harry la cara encendida cuando él y Draco llegaron para cenar volando desde Londres. – Pero creo que se pueden hacer mucho bien el uno al otro.

    –¿Vos no habías advertido ningún indicio?

    –¿De que era gay? –Ron negó con la cabeza– Quizá debería haberme dado cuenta. Yo asumía que él hacía algún levante ocasional de vez en cuando.

    Hermione se estremeció al pensar en la zona roja de Knockturn.

    –Además, –continuó Ron– no creo que nos haya ocultado nada. Cuando tuvo algo para contar, nos lo dijo enseguida. Estaba ansioso de traer a Draco.

    Hermione reflexionó unos instantes en silencio. Su expresión fue pasando de frustración a comprensión y luego a resolución. Ron ya conocía el modelo, no era la primera vez que lo veía, por eso no se sorprendió cuando ella dijo finalmente. –Tenemos que apoyarlo lo más que podamos. ¿Creés que pueda haber un libro sobre el tema?

    Ron rió. –Algo así como ¿Así que tu mejor amigo resultó ser gay? Bueno, si no hay uno así, estoy seguro de que vos vas a terminar escribiéndolo.

    Ella le tomó la mano sonriendo. –¿Y a vos no te importa ni un poquito?

    Ron negó con la cabeza. –Para nada. Con tal de que no tenga que verlos juntos desnudos. –tembló exageradamente– No podría imaginar un cuadro más espantoso que ése.

    oOo

    Harry había decidido que no había nada en el mundo que le gustara más que ver a Draco desnudo. Algunas cosas se le acercaban bastante: Malfoy volando, su cuerpo esbelto fundiéndose en armoniosa silueta con la escoba; Malfoy en medio de un encendido debate, la lengua aguda fustigando como un látigo, los ojos acerados brillándole; Malfoy durmiendo, cubierto con las mantas, el movimiento acompasado de su respiración equilibrándose con la paz de su rostro.

    Pero nada se comparaba con Draco en ese momento, porque en ese momento era Draco, no podía ser Malfoy el se ponía a horcajadas sobre su falda y con sublime y martirizante lentitud iba empalándose en su verga. Nada podía compararse con este Draco, el pecho brillante de sudor y con una expresión en la cara que conjugaba placer y dolor. Parecía tan frágil como una delicada y refinada pieza de porcelana que podría hacerse añicos en las manos equivocadas.

    Pero las de Harry nunca podrían lastimarlo. Reverenciaban el cuerpo de Draco, que en ese instante arqueaba la espalda sostenido entre ellas en una curva perfecta al concluir el descenso. Ahora era Harry el que se sentía vulnerable, envainado por completo dentro de Draco, a merced de las sensaciones que empezaron a recorrerlo mientras se movían juntos. Atrajo el cuerpo de su amante y le depositó besos en la cicatriz que le cruzaba el pecho y mordisqueó las deliciosas tetillas rosadas arrancándole a su dueño gemidos de placer.

    Gemidos que se intensificaron cuando Harry lo rodeó con sus brazos y fue acelerando los ciclos acercándolos a ambos al paroxismo. Draco hizo girar levemente la cabeza de Harry para un beso, los cabellos níveos cayeron en cascada envolviéndolos en su relumbrar. Los sentidos se le amalgamaban. Veía los sonidos amortiguados que lanzaba su amante, saboreaba el halo luminoso que los rodeaba, olía la sombra en la curva de su cuello. Y cuando Draco se hundió aun más profundo casi se rindió al gozo que le aguijoneó la entrepierna pugnando para hacerla explotar.

    –No creo que pueda aguantar mucho más. –advirtió.

    –Te tiro con todos los hechizos que conozco si llegás a acabar antes que yo.

    La amenaza sonó vana sólo en parte, Harry contuvo sus impulsos y se concentró en el vaivén del miembro resbaladizo que se deslizaba en el hueco de sus dedos, imprimió un movimiento de giro y apretó la punta, Draco lo recompensó con un estremecimiento que se le trasmitió como una onda expansiva hasta los dedos de los pies. –¡No parés! – rogó Draco innecesariamente puesto que Harry no tenía ninguna intención de detenerse, las caderas se alzaban para invadirlo más hondo, la mano se sacudía veloz y las mandíbulas se apretaban; los dos estaban al límite. La corona muscular se ciñó alrededor de él y Draco erupcionó chorros cálidos sobre su pecho. Cubierto de sudor y de simiente acometió frenético, una… dos veces… el canal de Draco se había vuelto tan estrecho al punto de quitarle el aliento, la tercera arremetida lo partió en mil pedazos extáticos… Segundos después el cuerpo de Draco se desplomó sobre él.

    Permanecieron así largo tiempo sin pronunciar palabra hasta que lentamente fueron descendiendo de las cimas sublimes alcanzadas. Una suprema paz parecía dominar todo el cuarto. Hubo encantamientos susurrados para limpiar y Draco se tendió a su lado asiéndolo con un brazo que le cruzaba el pecho.

    Harry giró la cabeza para observarle el perfil. Como podía ser que alguna vez hubiera juzgado odiosa esa apariencia. En ese instante no podía imaginar rasgos más deleitables.

    Pensó en sus amigos, ojalá ellos también llegaran a apreciarlo, sería tan bueno que pudieran compartir los cuatro juntos otros sábados cenando. Hubiera sido algo inconcebible en otra época. Pero ni Ron ni Draco eran los de otras épocas. Había habido algunos momentos incómodos cuando el tema había derivado a los elfos domésticos, pero dentro de todo, la velada había transcurrido bien.

    –Esta noche no estuvo tan mal.

    Draco soltó un sonido ronco que pudo haber sido de risa. –Personalmente yo la calificaría de excepcional, pero vos podés llamarla como quieras, Potter.

    –No me refería a eso, –dijo Harry sonrojándose un poco– me refería a la cena con Hermione y Ron.

    –Si todavía estás pensando en la cena, entonces creo que no debe haber sido tan excepcional.

    Harry negó con la cabeza. –Podés creerme, al respecto no tengo nada de qué quejarme.

    –Mejor así. Aunque creo que necesitamos mucha más práctica…

    Draco susurró algo y se apagaron las velas, Harry se tapó hasta la barbilla, dispuesto a entregarse al sueño reparador. Pero momentos después preguntó: –Quisiera saber lo que te pareció…

    Sorprendentemente, Draco no estaba todavía dormido.

    –No creo que les guste mucho a tus amigos.

    –Claro que sí. A Ron le encantó que lo ayudaras a acondicionar su escoba.

    –Sí. Ron puede ser… pero Hermione… me estuvo mirando todo el tiempo como si fuera un perro con tres cabezas o algo así.

    Harry se incorporó un poco sobre el costado. –¿Por qué todavía no estás dormido?

    Draco ignoró la pregunta y continuó –Pero me resultó más llamativo cómo te miraba a vos… cómo los dos te miraban a vos.

    –Son mis amigos. Quieren protegerme.

    –¿Pensarán que estoy tramando algo diabólico? –la cama se movió, Draco también debía de haberse incorporado un poco– Harry, ¿por qué ella no paraba de decir que vos me odiabas en la escuela?

    Harry suspiró. –Parece que no me vas a dejar dormir.

    –Pero era cierto. Vos me odiabas por entonces.

    –Ya te dije que éramos chicos. Veíamos las cosas diferente. Ya hablamos sobre eso.

    –Pero ella lo repitió varias veces, como si quisiera hacérmelo entender. Y… no sé Harry… tengo la sensación de que hay muchas cosas que no me contás.

    Pero Harry no podía contarle. Y hubiera sido un alivio poder hacerlo, ahora sabía que sus memorias eran reales. ¿Qué mejor que contárselo a su amante? Pero ese amante era Draco Malfoy, su Némesis, que había tenido un papel muy destacado pero nada benigno en esas memorias.

    Draco tomó su silencio como una negación. –Como quieras. Así que está bien que vos me preguntes cualquier cosa, incluso algunas que no son asunto tuyo… y yo te contesto… pero yo te pregunto algo… algo muy simple… y vos no me decís nada.

    Harry sabía que tenía que decir algo, pero no se le ocurría nada que no fuera a sonar como una excusa. Lamentablemente, Draco tenía toda la razón.

    Cuando Draco se dio cuenta que no iba a decirle nada, continuó: –Creo que sabés que me gustás, Harry. Y me gustás mucho, por cierto. Vos no sos como toda la gente que veo a diario que no tienen vida en la mirada. Tienen tanto miedo y quieren que les asegure que van a estar a salvo y yo no puedo garantizarles eso. Vos en cambio no venís a buscar seguridad, venís lleno de preguntas, querés saber todo… y eso es estupendo. Pero esto… se está volviendo muy unilateral… no creo que vos y yo… no creo que funcione.

    Harry sabía que su felicidad dependía de que pudiera hacerle entender: –No es unilateral, Draco. Te juro que no. Quiero que lo nuestro funcione. Pero hay cosas que no te puedo contar.

    –¿Por qué? ¿Tenés miedo de que las pueda usar en contra de vos? –el tono de Draco iba ganando enfado– Por todos los cielos, Harry, yo te conté un montón de información crítica, rompí innumerables veces el protocolo, me arriesgué…

    Harry negó con la cabeza, aunque a oscuras Draco no podía verlo. –Pensarías que estoy loco.

    –¿Y por qué iba a pensar algo así?

    –Porque hasta yo mismo lo pensé durante mucho tiempo.

    Draco estiró la mano hasta encontrarle los cabellos. Se los acarició. –Te prometo que voy a escuchar todo lo que me digas, Harry, y que no voy a pensar que estás loco.

    Harry sabía que era un gran riesgo, todo podía terminar muy mal, pero Draco tenía derecho a saber.

    –Yo recuerdo Hogwarts de una forma muy diferente de como la recordás vos. –empezó algo dubitativo, la verdad le tironeaba de la lengua, ansiosa por liberarse. Le contó a Draco de la primera vez, cuando se habían conocido, de la primera clase de vuelo. De Buckbeak. Le contó cómo lo había odiado cuando él y sus amigos habían aterrorizado la escuela como parte de la Escuadra Inquisitorial de Umbridge y lo espantosamente mal que se había sentido después de haberle abierto la perfecta piel del pecho con la maldición cortante. Draco no hizo ninguna mueca, igual Harry no la hubiera visto, siguió acariciándole los cabellos y lo instó a seguir.

    Harry siguió hablando y hablando hasta sentir irritada la garganta, pero siempre parecía haber algo más que decir: el papel de Draco en la muerte de Dumbledore; el profesor Snape, lo mucho que lo había detestado siempre, todo lo que había hecho por ellos… para salvarlos. Cuanto más hablaba más se daba cuenta de lo irracional que sonaba todo. Los momentos más duros, como cuando habían estado cautivos en la Mansión, parecían tan lejanos esa noche en la acogedora calidez de la cama de Draco. Cuando le contó de la batalla se sentía como si estuviera leyendo una página de Hogwarts, una historia. –Debería haber muerto… pero terminé despertándome en el hospital, Voldemort había desaparecido y nadie se acordaba de nada.

    Hubo un nuevo y prolongado silencio, no calmo como el anterior, sino cargado de tensión y miedo. Seguramente ahora Draco le diría que juntara sus cosas y se fuera. En los últimos días había estado trayendo muchas cosas, le iba a tomar bastante tiempo reunirlas a todas y con lo cansado que estaba no creía que pudiera hacerlo esa misma noche.

    –Ahora veo por qué te negaste a que te presentara a mis padres.

    Era cierto, pero no era lo que había esperado que Malfoy dijera. Debía de estar pensando cómo sacarse a un loco como él de encima sin perturbarlo más aún. Decidió que era mejor ahorrarle el mal momento. –Está todo bien. Ya sabía que no ibas a querer tener nada más conmigo después de oír todo esto. Creo que será mejor que me vaya.

    Cuando Harry hizo un amague de levantarse, los dedos de Draco se aferraron de sus cabellos. –Potter, vos no tenés ni la más mínima idea de cuáles son mis deseos. Admito que fue muy duro escuchar todo esto. Si las cosas fueron así, no es de extrañar que me odiaras. Hice cosas terribles.

    –También me salvaste, no te olvides de eso. Y podría no ser cierto… aunque Sally, la del bar, se acuerda de las mismas cosas… se acuerda de Voldemort. No es posible que los dos hayamos inventado lo mismo. –Malfoy no dijo nada, Harry insistió– Draco, creo que es mejor que me vaya.

    –No. –Draco lo aferró fuertemente, Harry entró a considerar si debía empezar a tener miedo, quizá el relato había despertado al antiguo Malfoy y ahora lo iba a entregar a su padre. Pero el corazón del antiguo Malfoy no hubiera latido de la forma en que latía el de Draco, el antiguo Malfoy no le habría estado apretando la cabeza contra el pecho como hacía Draco. Y el antiguo Malfoy no se habría aferrado a él como si en ello le fuera la vida, no habría inclinado y dejado reposar la mejilla sobre sus cabellos, no habría susurrado: –No estás loco.

    Harry separó un poco la cabeza, deseando que hubiera luz para poder verle la expresión. –¿Qué dijiste?

    –Ahora no sé bien qué pensar. Pero no quiero que te vayas. –volvió a acostarse y acomodó a Harry muy junto a su cuerpo– Por favor, Harry, no te vayas.

    Se quedaron así, abrazados. Finalmente Harry pudo ir hundiéndose en el sueño. En los brazos de Draco se sentía seguro.

    oOo

    La campaña de Hermione –y por tanto también de Ron– para demostrarle a Harry que apoyaban su elección de estilo de vida empezó de inmediato. Les mandó una lechuza al día siguiente pidiéndoles que los ayudaran a elegir el color para pintar la cocina. Draco tuvo un ataque de risa primero y luego ofreció sus elfos domésticos para que fueran a supervisarles los detalles de remodelación. Harry le contestó disculpándose amablemente, explicándole que entre Draco y él, juntos, sabían menos de pintura y colores que Hermione de quidditch, pero le sugería al mismo tiempo que Draco y él se reunieran con ella el martes siguiente después del trabajo en El caldero que pierde.

    Resultó ser un martes ajetreado, para cuando llegó al pub Hermione ya lo estaba esperando sentada en una mesa junto a la ventana bebiendo una cerveza de manteca.

    Harry se tomó casi de golpe dos cervezas.

    –¿Hay algún problema? –preguntó Hermione.

    –¿Te acordás del huevo de serpiente que te había contado? ¿Del que el señor Critswold no sabía nada? Hoy se enteró, hoy nació la cría.

    Hermione entrecerró los ojos. –¿No le habrá hecho daño?

    –Al revés. –dijo Harry sarcástico– Al parecer las crías recién nacidas son muy quisquillosas y agresivas.

    –¡Lo picó! –dijo Hermione conteniendo una exclamación.

    Harry asintió. –Y me puteó de arriba abajo antes de ir a St. Mungo. Está bien– se apresuró a aclararle antes de que se lo preguntara– según parece las crías casi no tienen veneno, pero cuando volvió me siguió gritando de todo.

    –Pero igual debe de haber sido doloroso.

    –Por la forma en que gritaba, diría que sí.

    –¿Y qué pasó después?

    –Antes de irse me dijo que lo matara –es una serpiente macho– pero yo no pude hacerlo.

    –¡Y que ni se te vaya a ocurrir matarlo!

    –¡No lo maté! –reiteró Harry. Luego frunció el ceño. –Pero no sé… quizá hubiera sido mejor… hay algo muy mal con él. –Harry recordó con un estremecimiento a la madre acobardada enrollada en un rincón y al recién nacido de piel listada deslizándose amenazador por la caja.

    –Es algo no natural. –le había siseado Simbi cuando la trasladó a otra caja. Después de que picara al señor Critswold Harry no se había animado a tocarlo. Pero había tratado de hablarle.

    –¿Cómo te llamás?

    El ofidio recién nacido lo había mirado con mucha desconfianza antes de contestar: –Podés llamarme Kalfu.

    –¿Kalfu? Es un nombre poco usual.

    Kalfu ignoró por completo el comentario. –Mi madre dice que no tengo padre, ¿es eso cierto?

    –Así es. –confirmó Harry– Pero tenés madre, deberías estar agradecido.

    Kalfu se lanzó de golpe hacia delante como para atacar, por fortuna el vidrio de la pecera se interponía, pero igual el movimiento imprevisto le causó un tremendo sobresalto a Harry. –¿Agradecido por esa criatura deplorable? Está prisionera y es débil. ¿Por qué tendría que estar agradecido por algo así?

    –Simbi es más fuerte de lo que parece. –pero no era cierto, la madre no se había recuperado en las últimas semanas.

    Kalfu siseó desdeñoso y se negó a agregar nada más. Clavó en Harry ojos furiosos cuando trasladó la caja para colocarla en la vidriera.

    –El señor Critswold reconsideró la orden que me había dado, ahora cree que puede venderlo y sacar alguna ganancia. Pero me dejó bien en claro que yo me voy a tener que encargar de cuidarlo.

    –Es apenas un bebé. –insistió Hermione– Seguramente está muy asustado. Estoy segura de que si lo tratás bien ya cambiará para mejor.

    Harry asintió con la cabeza aunque estaba convencido de que Kalfu no le tenía miedo a nada y de que difícilmente iba a mejorar. En ese momento un búho voló hasta la ventana, apenas sus ojos amarillos reconocieron a Harry había despeinado las plumas muy excitado.

    –¿Horus? Es el búho de Draco. Quizá pasó algo que lo demoró. –salió para ver lo que le traía.

    Desprendió el mensaje de la pata y le ofreció al pájaro una golosina para aves.

    No me odies. Estoy tapado de trabajo en el Ojo y no voy a poder terminar a tiempo. Te aseguro que preferiría estar allí con ustedes. ¿Nos encontramos más tarde en tu casa? DM.

    Harry volvió a enrollar la nota, le dio otra golosina y le indicó que podía volver. El búho levantó vuelo y partió pero no en dirección a las oficinas de Salus sino hacia el Ministerio. ¿Qué estará haciendo en el Ministerio? –se preguntó Harry.

    Volvió a la mesa con una expresión preocupada en la cara.

    –¿Malas noticias? ¿No le habrá pasado nada a Draco, espero?

    –Humm… no. En el mensaje decía que no iba a poder terminar de trabajar a tiempo, pero el búho partió para el Ministerio.

    –¿Ah sí? No sabía que estuviera trabajando allí. Quizá esté en la sección de Ron.

    –No, no creo. Me lo hubiera mencionado. Dice que está trabajando en algo que llamó el Ojo.

    –¿En el Ojo? ¿Draco está metido en eso?

    A Harry le llamó la atención que Hermione se mostrara tan impresionada. Draco lo había mencionado en alguna oportunidad anterior pero sin darle mayor importancia. –¿De qué se trata exactamente?

    –¿No has leído El Profeta últimamente? –Harry negó con la cabeza, en las últimas semanas había perdido de nuevo todo interés en los diarios, se había concentrado en otras cosas… en otra cosa para ser precisos. Hermione revoleó los ojos y se puso a explicarle. –Es la gran innovación, una red de defensas. Todas van a estar interconectadas y sonarán alarmas en la Guardia de Aurores cuando se produzca una brecha en cualquier punto de la red.

    –¿Ése es el grupo de Ron, no?

    –Justamente. –confirmó Hermione– Pero si es por mayor seguridad no me parece mal.

    –Pero, ¿sirve de algo? Tenía entendido que no habían podido capturar a nadie…

    –Es cierto. Pero todo indica que va a mejorar la seguridad. Yo me siento más segura desde que nuestra casa está conectada. Y el ministro Thicknesse afirmó que para fin de año el 90% de los hogares y comercios estarán dentro del sistema.

    –¡Para fin de año! ¿Apenas dos meses?

    –Sí. Mucho me temo que Draco va a estar muy ocupado todo este tiempo. Lo vas a ver poco.

    –Creo que tenés razón.

    Había sonado demasiado descorazonado. Hermione trató de animarlo. –Pero seguramente no le va a tocar trabajar para Halloween, podrán aprovechar para estar todo ese tiempo juntos. Ah, otra cosa. Ayer me encontré con Parvati Patil, ella y Padma van a dar una fiesta para Halloween en Wych Hill, me pidió que te invitara, y con Draco, me dijo que va a haber muchos otros Slytherins… –Hermione se llevó la mano a la boca– Me parece que estoy acelerando demasiado las cosas… quizá ustedes no lo quieran hacer oficial todavía…

    A Harry lo último era lo que menos le importaba. –Ya somos pareja oficial, por lo menos eso creo. No es que lo estemos escondiendo.

    –Me parece bien. –dijo ella– Que no lo estén escondiendo, quiero decir. Aunque si quisieran tampoco sería un problema. Ustedes tienen derecho a su privacidad como cualquiera. –se había agitado un poco al decir todo eso– Creo que estoy complicando todo más de lo debido.

    Harry sonrió. Ella estaba haciendo todo para apoyarlo. Como siempre, Ron y ella siempre lo habían apoyado. –Está todo bien, Hermione, no estás complicando nada. Y quizá yo debería habérselo dicho antes. Pero era que todavía no estaba seguro de qué pensarían… de esto… de mí.

    –No hay nada que tengamos que pensar, Harry, aparte de que estamos contentos de que hayas encontrado a alguien, –le apretó la mano fuertemente– y vos parecés muy feliz de haber encontrado a Draco.

    –Es cierto, Hermione. Estoy muy feliz. Ni yo mismo puedo creerlo. Y debo reconocer que me parece raro tener a alguien con quien celebrar las fiestas, que no sean vos o Ron, quiero decir. –le sonrió sincero a su amiga– ¿Cuál fue la primera ocasión que ustedes celebraron juntos?… Como pareja oficial quiero decir… yo no me acuerdo.

    Hermione detuvo el vaso del que estaba por beber un sorbo. –Querés que te diga… no me acuerdo. – posó el vaso sobre la mesa, una expresión intrigada en el rostro– ¿No es extraño? Hubiera pensado que nunca me olvidaría de algo así… Debe de haber sido después del baile de navidad… ¿Podés creer que no puedo acordarme? ¿Estaré perdiendo la memoria?

    Harry sintió un escalofrío… algo estaba muy mal. Hermione nunca se olvidaba de nada, a ella recurrían siempre para todas las respuestas… algo estaba pasando.

    Pero no quería seguir pensando en eso. –A veces pasa, cuando uno está estresado, un desliz, nada más. Uno tiene demasiadas cosas en la cabeza, algunas por ahí… se escapan. Pero acordate siempre que vos sos la bruja más brillante de nuestra época.

    La preocupación pareció desaparecer, Hermione rió. –¡Nadie me había llamado así en años!

    –Entonces vamos a tener que recordártelo más seguido.

    Ella le sonrió agradecida. –Es tan lindo volver a oírlo. A veces trabajando en el Ministerio termino sintiéndome como una rata en un silo lleno de grano. Hay tanto para hacer pero cuando una quiere ponerse en marcha es como si las patas le patinaran y una no se mueve del lugar. –se encogió de hombros y rió– Soy deplorable, una empleada pública típica, ¿no?

    –Es cierto. Pero te queremos igual. Ahora contame más de la fiesta de Parvati…

    oOo

    Malfoy no llegó al departamento hasta después de la medianoche. El pop cuando aparicionó lo despertó. Se había quedado dormido en el sofá con El Puntilloso abierto sobre la falda. Lo miró con ojos llenos de sueño.

    –¡Por los huevos de Zeus, pensé que nunca me iba a poder escapar!

    Harry palmeó el asiento a su lado. Lo recibió abrazándolo y le hundió la cara en el cuello. –Estaba empezando a pensar que te iban a retener toda la noche. Le masajeó el cuello que tenía muy tenso. –¿Estabas en la Guardia de Aurores?

    –Imbéciles, hijos de puta, todos ellos. –murmuró Draco en su oído– Creen que si gritan fuerte la magia va a terminar haciendo lo que ellos quieren. –levantó un poco la cabeza– Perdón por no haber podido ir, ¿la pasaste bien con Hermione?

    –Sí, no te preocupes. Había pensado que te la iba a hacer pagar, pero he decidido ser clemente.

    –¡Qué lástima! Y yo que estaba ansiando que me la hicieras pagar. –dijo con un guiño–Pero quizá tengas razón, creo que esta noche no estoy para mucho más.

    –¿Querés comer algo? Te puedo preparar un sándwich… o si querés algo más elaborado puedo llamarlo a Kreacher…

    Pero Draco sólo se le apretó más. –No, no te muevas. Creo que no tengo fuerzas ni para ir a la cama.

    –Te llevo levitando entonces. Transfiguré la cama más ancha, para que no te quejes de lo apretados que estamos.

    –¿Así que ahora tampoco me voy a poder quejar? Me arruinás toda la diversión, Potter.

    Sentados ahí, juntos, abrazados, toda la tensión del cuerpo de Draco lo fue abandonando. El brazo desnudo descansando sobre los muslos de Harry. La Marca Oscura era apenas aparente. Harry empezó a deslizar una yema por encima. Delineando el contorno de la calavera, trazando los giros de la serpiente… como hipnotizado por ese símbolo que había temido durante tanto tiempo…

    –¿Todo bien, Harry?

    Harry no pudo evitar un ligero sobresalto. –Sí, ¿por qué preguntás?

    –Nada… de golpe te habías quedado tan callado. –se incorporó un poco, la manga volvió a cubrirle el antebrazo– ¿Algo interesante hoy?

    –Bueno, la serpiente rompió el cascarón… y picó al señor Critswold.

    –¿Ah sí? –dijo Draco con una risa– Creo que me va a gustar el pequeñín. ¿Podemos quedárnoslo?

    –El señor Critswold quiere venderlo para poder sacarle algo de dinero. –dijo Harry sin comprometerse, con el día que había tenido Draco no quería preocuparlo con sus reservas– Me dijo que se llama Kalfu, ¿habías oído ese nombre antes?

    –Me suena… – Draco se frotó la mandíbula un instante y luego hizo castañetear los dedos– Ya sé, lo vi en unos de los libros de vudú de mi padre. Si mal no me acuerdo, Kalfu y Legba son los dos espíritus principales. Kalfu rige las fuerzas del mal, Legba las del bien.

    –Tiene sentido. Simbi también es un nombre vudú. Pero ojalá Simbi le hubiese puesto Legba. –pero ahora que lo pensaba Harry comprendió que la madre no le había dado el nombre, no había querido ni tenerlo cerca, y con lo malo que es, Kalfu le viene que ni pintado. –Bueno, no importa, ¿terminaste con el trabajo en el Ministerio?

    –¡Qué más quisiera, pero no! –Draco no ocultó su exasperación– Lo que me están pidiendo es imposible… debería ser imposible.

    –¿Conectar todas las defensas a El Ojo?

    –Eso ya se hizo hace rato.

    –Pero… –dijo Harry señalando el diario– dicen que todavía faltan meses…

    –Cosas del Ministerio, cuando se filtró a la prensa la información de que estaban modificando las defensas tuvieron que inventarse algo para justificarse.

    –¿Están haciendo algo ilegal?

    –Técnicamente no. Pero porque a nadie se le hubiera ocurrido que algo así pudiera hacerse. Y yo todavía no estoy convencido de que se pueda. Pero si pudiera hacerse, yo soy el único que puede.

    –¿De qué estás hablando?

    –Los aurores quieren modificar las defensas para que revelen toda actividad mágica. Quieren saber quién, dónde y cuándo alguien hace algo de magia… y de ser posible también por qué.

    Todas las alarmas internas de Harry empezaron a sonar. No es el mismo Ministerio, –se recordó– no están bajo el control de Voldemort. Pero igual… el poder que eso les otorgaría a la Guardia de Aurores le hacía helar la sangre. –¿Pueden lograr algo así? –preguntó Harry, esperando que Draco pudiera aplacarle el miedo.

    –Bueno, no. Por eso decía que debería ser imposible. Las defensas no fueron creadas para eso. Una cosa es mejorarlas suplementándolas con pociones, eso las hace más versátiles, adaptables. Pero lo que ellos quieren es como Prior Incantato en todo un edificio. Las defensas no están hechas para eso.

    El rostro de Draco se había encendido de frustración. Harry tenía miedo de que se viera enfrentado con una tarea sin sentido como ésa durante meses… pero más temía que finalmente lo lograra. –¿Vos seguís pensando que es algo imposible de conseguir?

    –Sí… pero podría existir una mínima posibilidad… Mirá, El Ojo está preparado para alertar a los aurores cuando se produce una brecha en alguna defensa determinada. Se supone que es un mecanismo unidireccional de alerta. Pero hoy yo encontré un hechizo que han puesto que tiene el sentido opuesto… no sé qué es, ni quién lo puso… no tiene que ver con las cualidades de protección de las defensas… es otra cosa.

    –¿Y va dirigido a las casas de la gente?

    –Si funciona como yo creo, podría afectar a cualquier edificio conectado a la red. Y basándome sobre eso que ya está instalado, yo podría quizá conseguir lo que ellos quieren.

    –¡Pero no pueden hacer algo así! –exclamó Harry espantado– ¡Alguien tiene que hacer algo! ¡Tenés que ir a la prensa… decirles lo que está pasando!

    –¡Ah que joda! –Draco soltó una risa corta y ronca– eso mataría el negocio y me padre me mataría a mí. ¿O acaso querés librarte de mí tan pronto?

    Pero Harry estaba demasiado indignado y no le prestó atención al humor de la última pregunta. –¡Pero están avasallando los derechos de las personas, es algo que no se puede permitir, es un abuso de poder!

    Draco se rió aun más fuerte. – Son aurores, Harry… las peores basuras del Ministerio.

    Harry quería defender a Ron, pero no tenía argumentos. Si Ron estaba al tanto y no había dicho nada, tampoco Hermione se lo perdonaría. Ni quería imaginar el ataque de furia que le iba a dar si se enteraba de lo que estaban haciendo. Esa misma noche le había confesado que se sentía más segura, pero si se enteraba… nunca iba apoyar una flagrante violación de la privacidad como ésa.

    Acordarse de Hermione lo hizo acordar de ese momento extraño… ese momento en que no había podido recordar cuándo habían oficializado la relación con Ron. ¡Recuerdos perdidos! Su mente empezó a especular… –Draco, este hechizo… ¿podrían hacerles olvidar cosas a las personas?

    –¿Cómo si fuera un Obliviate? No… ése es un hechizo que requiere varita, no se puede hacer a través de las defensas.

    –Pero Obliviate tiende a perder fuerza a medida que pasa el tiempo– insistió Harry, que sobre esos hechizos había investigado muchísimo– y hay formas de reactivarlos sin varita, como pasa con la sugestión hipnótica… a veces sólo basta un chasquear de dedos.

    Draco tomó una mecha de pelo entre el pulgar y el índice e hizo deslizar los dedos a lo largo, parecía muy reconcentrado pensando. Luego de unos instantes asintió: –¿Sabés? Podría haber alguna forma de introducir un factor mental en el núcleo de la defensa. Podría hacer algunas pruebas con alguna defensa en particular a partir de mañana… sin embargo… poder llegar a algún tipo de conclusión me va a llevar mucho tiempo.

    –Probá con las que tienen en la casa Ron y Hermione.

    –Podría ser… ¿por alguna razón en particular? – preguntó Draco sin ocultar su sorpresa.

    –Son mi familia. –fue lo primero que atinó a decir y a Draco le pareció razonable, pero luego Harry le contó sobre el olvido de Hermione esa tarde. Le costó contárselo, más que si se hubiera tratado de un secreto suyo… pero Draco podía ayudar.

    Y Harry le contó el episodio de esa tarde en El caldero que pierde. Concluyó diciendo: –Sé muy bien cómo es… no poder recordar algo que alguna vez se sabía. Y si este hechizo está interfiriendo con la memoria de Hermione…

    Draco mostró su acuerdo asintiendo solemne. –Tenés razón, es muy raro que se pudiera olvidar de un detalle como ése. Veré qué puedo hacer. –a continuación miró a Harry con admiración– creo que tu especulación puede tener mucho sentido, Potter.

    El reloj de la repisa dio una campanada. Draco bostezó ampliamente.

    –¿Querés que te levite hasta la cama?

    Draco sonrió malicioso. –Creo que tengo energía para ir solo… y para mucho más… – se puso de pie, lo tomó del brazo y lo arrastró a la fuerza al dormitorio.

    oOo



    Llegó el viernes, Draco seguía trabajando hasta tarde todos los días en el Ministerio. Había avanzado algo con respecto al hechizo incrustado en la red, y estaba de acuerdo con Harry en que se podía tratar de un hechizo de memoria, pero no había podido desactivarlo, ni tampoco cambiarlo para que pudiera utilizarse con otra función como querían los aurores.

    –Y nadie me ha sabido decir quién fue el que lo puso originalmente. Siento como si estuviera tratando de amar un rompecabezas con la luz apagada.

    Harry mostró su compasión por la frustración que a Draco le tocaba soportar. Pero sentía algo más. ¿Podría ser ésa la explicación de que todos hubieran olvidado y de que no recordaran a pesar de que habían pasado tantos años? Por primera vez empezó a ver una luz de esperanza, de que las cosas podrían cambiar y de que la gente empezara a recordar. Por supuesto que eso iba a traer aparejada una horda de problemas, y el futuro de su relación con Draco no era el menor de ellos.

    Pero un Draco frustrado no era divertido, así que Harry se había empeñado en hacer todo lo posible para levantarle el ánimo. Y Kreacher había colaborado. Durante esa semana los alimentos que servía a la mesa había alcanzado el máximo de la sofisticación.

    Hacia el final de su jornada de trabajo, oyó que sonaba el cencerro, un cliente había entrado. Aguzó el oído, escuchó el saludo de su patrón.

    –Señor Malfoy, qué gusto de verlo. ¿Qué lo trae a mi humilde establecimiento?

    Harry se sacudió las manos dispuesto a ir a averiguar a qué se debía la inesperada visita de su novio. Y fue cuando oyó una voz que ya casi había olvidado, se le heló el alma.

    –Ah, señor Critswold, tengo entendido que tiene una criatura muy peculiar.

    –Tengo muchas criaturas peculiares. ¿En cuál de ellas estaría Ud. interesado?

    Harry se acercó hasta la puerta de la trastienda para espiar. Frente al señor Critswold se alzaba la figura imponente de Lucius Malfoy. Vestía una toga de terciopelo, el armiño que le servía de ribete debía de costar más de lo que Harry ganaba en dos meses. Su patrón ya debía de estar salivando pensando en cuánto podría ganar. A Harry, eso poco le importaba. Lo que lo sorprendió fue cuán conocidos le resultaban los rasgos de Malfoy padre. La forma de los ojos, el trazo de los pómulos, incluso los largos dedos que asían el pulido bastón, eran características que había podido estudiar con detalle en otra cara, en otro cuerpo. Era muy inquietante verlos en ese otro sujeto.

    Por suerte la voz melosa no se parecía en nada a la de Draco. –Una serpiente. Una recién salida del cascarón, para ser más preciso.

    –Ah sí, tenemos una serpiente… dos, si Ud quisiera. Le puedo hacer un muy buen precio.

    –Sólo necesito la cría. ¿Podría verlo?

    –Por supuesto, señor Malfoy. –fueron hasta la vidriera donde estaba la pecera de Kalfu– Un espécimen de primera, rey entre las cobras. Nació hace unos días. De temperamento excepcional, ideal como mascota o para proteger…

    –Lo llevo. –interrumpió Lucius.

    –Como Ud. diga, señor Malfoy. Por un ejemplar tan magnífico como éste creo que quinientos galeones es un precio justo.

    Harry quedó boquiabierto, era cinco veces más de lo que realmente valía. Y más sorprendente aun, Lucius no protestó. Sacó una bolsa de terciopelo y la hizo tintinear. –Aquí tiene trescientos galeones, tres veces más de lo que vale un huevo, creo que es una buena compensación por haberlo cuidado hasta que naciera la cría. –¿Tenemos un acuerdo?

    Critswold titubeó unos segundos y luego tomó la bolsa. –Haré que mi empleado lo ponga en un contenedor adecuado para que pueda transportarlo sin inconveniente. ¡Potter!

    –No hay necesidad de molestar a Potter, –dijo Lucius– creo que yo me puedo arreglar para transportarla. –Harry oyó un Stupefy y luego: –Muchas gracias, señor Critswold, ha sido un placer hacer negocios con Ud.

    –El placer es todo mío, sírvase venir cuando quiera si llegara a ofrecérsele alguna otra cosa.

    Oyó el sonido de la campana que indicaba que Lucius había salido del negocio. Harry corrió hasta el fondo, necesitaba aire fresco, había estado conteniendo la respiración durante mucho tiempo. Pero quizá era el sentimiento de traición lo que le oprimía el pecho. Porque era indudable que había sido Draco el que le había dicho a su padre dónde podía encontrar la serpiente. Y no había nadie más apropiado para poseer una serpiente maligna como ésa, Lucius Malfoy, la mano derecha de Voldemort, el mayor de entre los mortífagos.

    Pero Draco no sabe que se trata de una serpiente maligna, susurró una voz en un rincón de racionalidad de su mente. Lo único que sabía es que había picado al señor Critswold y no lo había tomado como signo de malevolencia, si hasta había sugerido que se la quedaran. ¿Se trataba de un plan de Draco? ¿Hacer que su padre comprara la serpiente para quedársela él o regalársela a Harry?

    La respiración había ido normalizándosele cuando oyó la voz de su patrón. –¿Qué diablos estás haciendo acá afuera, Potter? Hace horas que te estoy llamando.

    Harry se secó el sudor de la frente con la manga. –Estaba moviendo las bolsas de alimento y me agité un poco. Salí a tomar un poco de aire. ¿Qué necesitaba?

    –Una lechuza te trajo esto, –le entregó un rollo de pergamino– no se quedó para esperar respuesta. Leelo después, todavía hay varias cosas que te falta terminar, yo ya me voy. Vos encargate de cerrar.

    Harry entró y rápidamente hizo levitar y guardó el resto de las bolsas en el cuarto de depósito, le tiró unos ratones muertos en la jaula al buitre y desenrolló la nota de Draco.

    Cambio de planes. Convocaron a una reunión de emergencia de Walpurgis para esta noche. Quizá sea la oportunidad para enterarme quién fue el que puso el hechizo que tanto nos intriga. Seguramente mi madre va a querer que me quede a pasar la noche en la Mansión. Prometo que mañana te lo voy a compensar. DM.

    Harry la leyó dos veces para estar seguro. No hacía mención de Lucius ni de la serpiente. Sólo una asamblea de mortífagos en la Mansión y Draco en medio de todos ellos. No podía dejarlo en ese nido de víboras. Tenía que llegar hasta él de alguna forma. ¿Pero cómo? Aparicionar estaba fuera de cuestión, no iba a poder atravesar las barreras externas. Se estremeció al pensar en la última vez que había estado en la Mansión. Pero tenía que ir, por Draco…

    ¿Pero y si ése había sido el plan? ¿Y si Draco había orquestado todo para acercarse a él, para hacerle bajar las defensas? ¿Y si lo estaban esperando para que se presentara a salvar a su amante. Podía llegar para encontrarse a la Orden de Walpurgis en pleno, con las varitas en alto… y Draco presidiéndolos…

    ¡No! –lo conminó la voz de la razón– Se trata de Draco, Tu Draco. Le confiaste tus secretos. Le confiaste tus amigos. Y no te ha dado ninguna razón para que dudes de él. Se trata sólo de una reunión de Walpurgis, negocios, no hay nada maligno en eso. Y si Draco hubiera querido matarte, tuvo innumerables ocasiones para hacerlo.

    Aunque sus miedos no desaparecieron por completo, Harry se sentía más calmo cuando cerró el negocio. Sabía que cuando llegara a su casa se iba a sentir muy nervioso, pero desechó la idea, trataría de tomarse todo con calma y seguiría su rutina. Se mezcló entre los muggles como todos los días y esperó en la cola del 73 como siempre.

    En el ómnibus sólo había lugar para estar de pie. Algunos leían, nadie parecía prestarle atención… excepto una nena, sentada frente a él, que vestía una parka rosa intenso. Harry le sonrió distraído.

    Draco va a estar bien. –se repetía de manera constante– Se va a aburrir mortalmente durante la reunión… hasta es posible que se duerma. Después socializará un poco, quizá averigüe algo sobre el hechizo, quizá hable con su padre sobre la serpiente. Mañana va a volver a casa con un montón de chocolates.

    Para cuando pasaron por la calle Albion ya se sentía un poco mejor. Bajaron muchas personas y quedó un asiento libre, se sentó al lado de la nena. Ella abrió la boca y le regaló una sonrisa en la que faltaban muchos dientes. Luego estiró una mano pegajosa y le tocó la frente.

    –¡Aarrgghh!

    Harry gritó. Un dolor como una daga ardiente le atravesó el cuerpo. No era un dolor de cabeza, era como si cada una de las células dentro de su cráneo hubiera explotado. Gritando se llevó la palma a la frente, se quemó, fue como si la mano hubiera tocado metal candente. Gritó más aún y azotó la cabeza contra el cristal de la ventanilla. Cayó al suelo del ómnibus. Otros gritos se sumaron a los suyos, pidiéndole al conductor que detuviera el coche. Todos se alejaron lo más posible de él.

    Tenía la visión muy nublada por el dolor pero alcanzó a distinguir a la nena que lo miraba fijamente a unos pocos pasos de él, desde la seguridad de los brazos de su madre. Apenas antes de perder la consciencia, tuvo la certeza de que los grandes ojos azules de la nena habían virado al rojo sangre.

    Certum est quia impossibile: Es cierto porque es imposible.
     
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