Un viaje hacia la vida: Epílogo

Autora: Zafy (NC-17) - DRARRY

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  1. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 6



    La tarde se hizo realmente corta y Draco, que le había estado contando acerca del pasaje mágico de Ámsterdam a Potter durante el almuerzo, sintió que sería injusto dedicarle tan poco tiempo, así que decidió no visitarlo hasta el día siguiente.

    Acceder al mundo mágico de Ámsterdam no era tan difícil en realidad, o por lo menos eso esperaba Draco, que nunca había ido allí de manera muggle, sino en trasladores.

    Cerca de la plaza Dam, la cual habían recorrido la tarde anterior, encontraron, entre dos edificios, un pequeño filtro mágico. Draco sabía ya, por lo que había leído, cómo entrar, así que, mirando hacia ambos lados a los muggles que pasaban sin siquiera percatarse de su presencia, levantó con una mano la varita y con la otra jaló a Potter de una manga.
    En menos de medio segundo se vieron inmersos en una luz brillante, sintió el cuerpo de Potter tensarse ligeramente y lo sujetó con más fuerza, unos instantes después ambos estaban en la entrada de un amplio callejón, lleno de magos y brujas, vestidos con túnicas de verano la mayoría, y levitando paquetes; un par de lechuzas ulularon cerca de ellos, sorprendiéndolos.

    Potter dio un pequeño salto y retrocedió un par de pasos, mirando alrededor y soltándose de Draco, él ni siquiera recordaba que aún lo sujetaba de la muñeca, cubierta por otra de las camisetas de manga larga que Potter había escogido cuando habían ido de compras la noche anterior.

    —¿Aquí es? —preguntó Potter finalmente, mirando hacia el gran arco bajo el cual estaban de pie.

    —Sí, hay que movernos antes de que alguien más desee aparecer y nos empuje —explicó Draco, haciendo un gesto con la cabeza y comenzando a caminar mientras guardaba la varita en el bolsillo.

    Por lo general Potter siempre caminaba detrás de él, con lentitud, sin embargo esta vez iba a su lado, siguiendo sus pasos rápidos y mirando todo de manera, pensó Draco, temerosa.

    —Parece que hay mucha gente, pero no te preocupes, es un lugar seguro —aseguró Draco, tratando de calmarlo y deteniéndose delante de la vitrina de una tienda de deporte donde una escoba, la nueva Fire 2002, se exhibía, flotando en el aire, alrededor de ella, pequeñas imitaciones de la escoba volaban llevando carteles que enumeraban todas sus nuevas ventajas.

    —Vaya —suspiró Potter, pegándose más a la vitrina y mirando el precio en un cartel de madera a la altura del piso.

    —Tal vez pida una luego —aseguró Draco, inclinando el rostro hacia un lado, un momento después recordó que no tendría mucho tiempo para pedirla, y menos para usarla. ¡Maldición! ¡Cómo odiaba no poder olvidar por mucho rato aquello!

    —¿De verdad? —preguntó Potter, aunque no parecía muy interesado en su respuesta —, aquí dice que puede acelerar de cero a cien kilómetros en tan sólo dos segundos.

    —De verdad —respondió Draco, Potter volteó a mirarlo, confuso por su respuesta, pero Draco no comentó nada más, lo sujetó de un brazo y lo jaló hacia el interior de la tienda.

    —Espera —jadeó Potter, en cuanto la puerta se abrió el sonido de una campanilla hizo eco en la tienda vacía y una chica bastante guapa salió de entre los estantes, con una amplia sonrisa, mientras agitaba su cabello.

    —¡Hola! —saludó, acercándose a ellos.

    —Buenas tardes —asintió Draco, Potter se volvió a soltar de él y retrocedió unos cuantos pasos. Draco giró a verlo confuso, Potter parecía algo enfadado.

    —No me gusta que me jales —masculló Potter cruzándose de brazos, pareció querer decir algo más, pero se contuvo en cuanto la mujer estuvo ya a su altura.

    —Ustedes no son de aquí —aseguró la chica —, ¿Ingleses? ¿Escoses?

    —Ingleses —informó Draco, no entendiendo la razón al interrogatorio.

    —¡Eso es genial! —dijo ella, aplaudiendo un par de veces —, justamente tenemos una oferta magnífica en cera para escobas, para la gente de Inglaterra.

    —No me diga —respondió Draco, arqueando una ceja hacia Potter, que bufó y negó con la cabeza.

    —Así es —asintió ella, señalando hacia uno de los estantes —, los productos de Flagran Flagrantis son conocidos alrededor del mundo por su eficacia en conservar las escobas, además si ustedes compran dos envases de su presentación de larga duración, les obsequiamos un kit de mantenimiento de cerdas, para que puedan recortarlas y de esa manera…

    —Bien —interrumpió Draco, no deseando seguir escuchando a la chica —, dame dos de esos envases, quiero dos kits de mantenimiento…

    —¡Claro, señor!

    —… y dos escobas Fire 2001 —completó Draco.

    La chica congeló su sonrisa y miró hacia Potter, seguramente buscando los indicios de alguna broma.

    —¿Dos Fire 2001? —preguntó lentamente.

    —Eso dije —se encogió de hombros Draco y señaló hacia la vitrina —, son esas de allí.

    —¿Te volviste loco, Malfoy? —preguntó en un susurro Potter, mientras la chica los seguía mirando incrédulamente.

    —¡Vamos, Potter! —exclamó Draco, negando con la cabeza.

    —¿En verdad necesita…?

    —Pues sí, pero si no nos las quieres vender, estoy seguro de que encontraremos otro sitio donde…

    —No, por supuesto que no —interrumpió la vendedora con voz más aguda y recomponiendo su sonrisa —, sólo… deme un momento para sacarlas del almacén.

    —Claro, aquí esperamos —aseguró Draco, mirando alrededor, a los estantes llenos de cajas de balones de Quidditch y escobas en modelos anteriores.

    La mujer desapareció rápidamente por una pequeña puerta al lado opuesto de la tienda y Potter se giró hacia él, con los brazos cruzados y mirada enfadada.

    —Ya, lo siento, no pensé que jalarte te molestaría, en mi defensa diré que no lo hacía de mala fe, sólo quería que te apresuraras y que no te perdieras, hay mucha gente por aquí. —explicó Draco rápidamente, aunque sabía que esa no era la razón por la cual Potter lo miraba de esa manera.

    —De acuerdo —dijo a pesar de todo Potter —, pero, ¿es que te volviste loco? ¿Qué se supone que harás con dos escobas tan caras?

    —Pues volar, por supuesto —explicó Draco en tono paciente, dando unos pasos al interior de la tienda.

    —¿Con dos escobas?

    —Ah… de acuerdo, te puedo prestar una si prometes no malograrla.

    —Yo no… —Potter negó rápidamente con la cabeza, parecía contrariado.

    —¿Hace cuanto que no vuelas? —preguntó entonces Draco —, yo no lo hago desde hace un par de años —rememoró, recordando que luego de su matrimonio había dejado eso de lado.

    Potter se encogió de hombros y miró alrededor, como si quisiera evitar la pregunta. Por un instante Draco pensó en tensar más las cosas, pero se abstuvo, le había dicho a Potter que no estaba ansioso de que le contara su vida, y tenía que ser consecuente con sus promesas.

    La mujer estuvo de vuelta casi inmediatamente, cargando una escoba en cada mano y sonriendo ampliamente. Las puso sobre el mostrador y le explicó a Draco todo lo necesario sobre ellas, incluyendo la opción de comprar un seguro contra accidentes, el cual Draco rechazó amablemente.

    Salieron unos minutos después, Draco con mucho menos oro en el bolsillo y con una escoba en la mano, mientras Potter lo seguía con la otra escoba en la mano también, luciendo callado y alejado nuevamente.

    Draco se maldijo por haber arruinado el día con él, pues esa mañana, aunque no se había mostrado alegre ni nada parecido, parecía de mejor humor.

    Avanzaron por la ancha avenida, deteniéndose delante de algunas tiendas de libros y de ropa, hasta que encontraron la lechucería, Potter se mantuvo nuevamente alejado, mirando hacia las lechuzas que permanecían en los percheros, mientras Draco discutía en un holandés mesclado con inglés, con el encargado acerca de la dirección y lo cara que esa lechuza le iba a costar. Completamente vencido, finalmente pagó el importe del envío y ató en la pata de una lechuza marrón con mirada hosca, la nota que le había escrito al medimago la noche anterior, explicándole que Potter y él habían empezado un viaje por el continente, y que no se preocupara por ellos, que las cosas iban mejorando.

    —Ocho galeones por una lechuza —bufó Draco en cuanto salieron de la lechucería —¿Puedes creerlo? Es una estafa en toda ley. Un robo.

    —Hace un momento no te importó pagar mucho más por dos escobas —contestó Potter, luciendo desinteresado y encogiéndose de hombros.

    Draco lo miró un instante y negó con la cabeza, no iba a discutir con él, por más que Potter se esmerara en ello.

    —Vamos por este lado —pidió, asegurándose de no tocar a Potter para no enojarlo más, y señalando hacia una de las calles trasversales.

    —La salida no queda por este lado —respondió Potter, caminando de todas maneras tras él.

    —No, ya lo sé, pero quería dar una vuelta.

    —Ah… —suspiró Potter en respuesta, mirando desinteresadamente los locales que habían en esa calle, varios restaurantes con mesas y sillas en la parte de afuera, resguardados por sombrillas. Entonces fue que Harry se dio cuenta de que había sol, levantó la vista y pudo ver el cielo azul, casi sin ninguna nube, y el sol en lo alto.

    —Son hechizos de techo —explicó Draco, que se había percatado de la mirada de Potter.

    Potter giró hacia él, e inclinó el rostro un poco, parecía dispuesto a replicar algo, pero al final se quedó callado.

    —Ya sabes, como los que habían en Hogwarts. Como te expliqué, este lugar, a diferencia del Callejón Diagon, se encuentra bajo tierra, o mejor dicho, bajo mar.

    —Sí, lo recuerdo —asintió Potter, aunque de manera poco amable. Draco frunció los labios pero se contuvo y le hizo un gesto para que siguieran caminando.

    Avanzaron un par de calles más, todas ellas plagadas de restaurantes, cafeterías y heladerías, hasta que por fin pudieron divisar la pared que limitaba aquel pasaje mágico.
    Ambos, casi a la vez, se quedaron quietos, asombrados y mirando hacia el azul océano, con sus peces nadando y sus plantas flotando. Draco, que había estado ya antes en Ámsterdam mágico y había visitado también ese callejón, nunca había podido ver aquello, pues el viaje que había hecho era de negocios y en compañía de su padre y varios socios más, todos interesados en cerrar rápidamente el trato y no en dar un paseo.

    Draco fue el primero en dar unos cuantos pasos hacia el frente, lentamente y sin dejar de mirar la enorme pared de agua; ni siquiera lucía como si se tratara de un acuario, él había visto acuarios antes, con sus enormes muros transparentes, esto era diferente, estaba seguro de que podría tocar el agua si es que apoyaba la palma sobre la pared y de que si metía el brazo un pez lo rozaría.

    —¿Es… se sostiene sólo por magia? —preguntó Harry, Draco se dio cuenta recién que estaba a su lado, con el cuerpo inclinado hacia delante y mirando fijamente a la pared de agua.

    —Eso creo —susurró Draco, viendo un pez particularmente colorido nadar delante de ellos.

    —Vaya —exclamó Harry, apartándose un poco por la presencia de un pez mucho más grande.

    —Vamos, hay que recorrerlo —llamó Draco, entusiasmado e indicando uno de los extremos del callejón, esta vez Potter no puso ningún reparo y lo siguió al mismo ritmo.

    Ambos avanzaron una calle más, admirando el hechizo que permitía al callejón mágico de Ámsterdam permanecer bajo el océano, hasta que llegaron a lo que era al parecer una tienda turística. Pese a no querer alejarse de aquella pared azul y colorida, ambos entraron y conversaron con el encargado, un chico de cabello castaño y ojos oscuros que le sonreía de manera mucho más que insinuante a Draco, éste les entregó un pequeño folleto explicativo, sobre la historia del callejón y les contó que les podría alquilar una nave pequeña, para hacer un recorrido debajo del mar, alrededor del callejón.
    Potter, que miraba al chico de mala manera, se encogió de hombros cuando Draco le preguntó si se le apetecía hacer eso.

    —Vamos, Potter, un poco de diversión no te va matar —insistió Draco.

    Harry lo miró de mala manera nuevamente, y luego hacia el chico de cabellos castaños, que se había apartado unos cuantos pasos, seguramente dándoles algo de privacidad.

    —No tienes que cambiar tus planes por mí —dijo finalmente —, si quieres ir…

    —Contigo —interrumpió Draco —, vamos entonces, sé que eres medio apático y todo eso, pero estoy seguro de que sí te gustará —aseguró, sonriendo un poco y volviendo con el chico de cabello castaño.

    Harry resopló en su sitio, mirando a Draco hablar con el otro muchacho y negó con la cabeza, ¿es que acaso Malfoy no se daba cuenta de que ese chico estaba coqueteando con él de manera descarada?

    —Vamos, hay que darnos prisa —le apuró Draco, mientras el chico de cabello castaño hablaba con una mujer mayor, que había salido de la oficina del fondo.

    Luego de que ella le explicó los costos de los paquetes turísticos, Draco se decidió por el más caro de todos, el recorrido más largo además; dejó las escobas nuevas a cargo de la señora y pagó el importe por ambos; mientras el chico de cabello castaño tomaba un par de cosas del mostrador y se preparaba para salir.

    Harry no les prestó atención, ni siquiera se interesó en saber qué era lo que el recorrido incluía ni mucho menos los sitios que verían, simplemente se limitó a obedecer a Malfoy cuando éste le pidió que firmara la forma de registro.

    Los tres se encaminaron hasta el final del callejón, mientras el chico de cabello castaño, que hacía llamarse Sean, les explicaba que en mil seiscientos veinte los magos y brujas de Ámsterdam habían decidido que era importante tener un lugar oculto de los ojos de los muggles; entonces se llamó a que todos los que quisieran participar entregaran sus ideas, para que se escogiera la mejor. Finalmente había ganado la idea de Anteries: una bruja bastante impopular por sus ideas liberales y adelantadas a su tiempo, que se presentó para el concurso con el nombre de un hombre, y no fue hasta que la idea se puso en práctica y el callejón fue completamente construido que ella reveló su verdadera identidad, haciendo que muchos de los presentes se enojaran.

    —Chica lista —sonrió Draco, imaginando divertido la escena de la inauguración del callejón mágico y a la mujer diciendo que no era un hombre sino una chica y a todas las grandes autoridades al borde del colapso nervioso.

    —Y muy lista, ya verás —aseguró Sean, mientras llegaban a un pequeño muelle, que consistía en una gran cantidad de naves estacionadas de cara a una de las paredes de agua, Sean los guió, esquivando grupos de magos, hasta una nave, era redonda, pequeña, con apenas cuatro asientos, y completamente transparente.

    —¿Tú la piloteas? —preguntó Draco, dejándole el paso a Potter para que entrara.
    Harry miró hacia el interior, en la primera fila estaba el asiento del piloto y el copiloto, y en la segunda un amplio asiento para dos pasajeros más, sólo por molestar, pensó en sentarse al frente, como copiloto.

    —Sí, es muy sencillo —respondió Sean —, puedes sentarte conmigo adelante y te enseñaré algunas cosas.

    Draco sonrió, mordiéndose el labio inferior por un instante, algo ronroneando en su pecho, los coqueteos de ese chico eran más que prometedores, si estuvieran solos tal vez sería más fácil, le dio una mirada más a Potter, que estaba con el ceño fruncido, ya moviéndose hacia el asiento de atrás.

    —Si es que a tu novio no le molesta —apresuró a aclarar Sean, luciendo poco preocupado de que en verdad Harry fuera su novio; no tenía pinta de ser muy amable y además no quería problemas con los clientes.

    —No es mi novio —respondió rápidamente Draco, sentándose en el asiento de adelante y girando un instante a ver a Potter, con los brazos cruzados y mirando hacia el otro lado.

    —Genial —sonrió el chico, sentándose tras el volante y moviendo unos cuantos botones para que las puertas se cerraran.

    —¿Todo bien, Potter? —preguntó Draco, moviéndose un poco hacia atrás, lo cual era incómodo en un vehículo tan pequeño.

    Potter no contestó, apretó más las manos sobre sus brazos y volteó el rostro, ignorándolo completamente.

    Draco resopló, empezando a cansarse de tener que adivinar de qué iba el humor de Potter a cada instante y se giró cuando sintió aquella mano rozando su muslo, apenas un instante, antes de apartarse a presionar otro botón del panel de control.

    —Oh, lo siento… —dijo entonces Sean, arqueando una ceja y demostrando que en realidad no lo sentía, Draco se olvidó de Potter, no se iba a amargar el día sólo por él, y sonrió de lado, acomodándose nuevamente sobre el asiento.

    —No importa.

    —Entonces, en marcha —anunció el chico.

    Entrar debajo del mar era asombroso, decidió Draco, incluso Potter, que había estado reacio a hacerlo, parecía sorprendido, pegado a una de las paredes de la nave y mirando todo con atención, mientras Sean les explicaba los nombres de algunos de los grupos de peces con los que se cruzaban, o los nombres de las plantas, muchas de ellas mágicas, y sus propiedades.

    Durante el recorrido, Sean no había perdido oportunidad para rozar a Draco nuevamente, cada vez de manera más descarada, mientras presionaba algunos botones o señalaba algunas cosas, hasta que terminaron de recorrer todo el alrededor del callejón y se alejaron de él, adentrándose más en el mar. Por un instante todo se quedó a oscuras, podían escuchar el sonido del agua agitándose por el paso de la nave, pero nada más. Draco sintió la mano de Potter, estaba seguro que era la de él, presionarse sobre el respaldo de su asiento y rozando su hombro, y estuvo tentado a levantar su propia mano y tomarla para tranquilizarlo, pero entonces otra mano, una mucho más aventurera, se posó sin mayor recató sobre su entrepierna, presionando con los dedos alrededor, marcando la forma exacta de su pene, que empezó a responder rápidamente, por las caricias brindadas.

    Soltó un jadeo bajito, y sin darse mucha cuenta de lo que hacía, levantó la mano para alcanzar la de Potter, que se tensó un instante, antes de relajarse, aunque él no lo estaba en absoluto, no con esa mano acariciando con lentitud y sin prisas su miembro, que cada vez se levantaba más y más.

    —Lo siento —dijo la voz suave de Sean, Draco sintió los dedos de Potter crisparse y entonces se dio cuenta de que estaba sujetándolo con mucha fuerza mientras el otro chico jugueteaba con él, se sintió demasiado sucio y osado —, en un momento más la luz regresará, es un hechizo que necesita algo de tiempo, no podemos simplemente invocarlo, va contra las reglas del mar —continuó Sean, hablando como si no pasara nada.

    Pese a que su voz sonaba calmada, Draco sabía que la velocidad con que esa mano se movía mostraba su ansiedad; pero no se quería arriesgar a más, no con Potter a un costado y en medio de la oscuridad. Con algo de pesar usó su mano libre para acariciar el brazo del chico y luego apartarlo con lentitud, esperando encontrar otra oportunidad más adecuada. Sean no se mostró ofendido, apretó su mano suavemente y se retiró, un instante después las luces aparecieron, pese a que pensaban que había pasado bastante tiempo en la oscuridad, no se habían movido mucho, y aún se podía ver el callejón, ahora más pequeño, con sus tiendas, luces de colores y personas moviéndose, como una pequeña ciudadela de esas que venían en las bolas de cristal, sólo que sabían que no había nada envolviendo a esta. Potter alejó su mano casi inmediatamente las luces se encendieron, Draco no se ofendió por ello, ni vio su ligera incomodidad, sino que se preocupó en mirar hacia el exterior y calmar su propia excitación mientras la voz de Sean les anunciaba que se adentrarían un poco más aún.

    —Tras la creación del callejón mágico, muchas personas pensaron que aquella era una muy buena idea, sobre todo porque los muggles se mostraron un poco más agresivos cuando el secreto mágico estuvo en peligro debido a un muggle bastante curioso que aseguraba que la magia existía y parecía dispuesto a todo con tal de probarlo. Pese a que eso no pasó a mayores, los magos pensaron que lo mejor era tener lugares secretos dónde vivir, y alejados de los muggles, la idea de Anteries fue entonces comprada y realizada en varios lugares alrededor del callejón mágico —explicó Sean, señalando con una mano hacia el fondo, donde una ciudadela, bastante más grande que la del callejón mágico, iluminaba el medio del mar, esta a diferencia del callejón, tenía muchas más luces e incluso jardines y casas.

    —Vaya… ¿La gente vive allí? —preguntó Potter, parecía ya menos molesto, mientras se inclinaba hacia delante, apoyando la mandíbula en el respaldo del asiento, entre Draco y Sean.

    —Sí, yo vivo allí, muchos lo hacen, no es un lugar muy barato que digamos… es decir, la superficie siempre es más económica, pero mi familia es de allí, llevamos generaciones viviendo allí, fuimos de los primeros en habitarla.

    —¿En serio? —preguntó Draco, girando el rostro para verlo, aunque se encontró con el rostro de Potter, demasiado cerca de él, rozando su mejilla con la nariz, lo que provocó que Potter se espantara y retrocediera, girando para mirarlo asombrado.

    —Lo siento —susurró Draco, Potter lo miró un instante más y luego encogió los hombros.

    —Está bien —asintió Harry, dejándose caer en el asiento de atrás y mirando hacia el frente.

    Draco se giró un poco más, para verlo nuevamente, al parecer preocupado por haberlo ofendido, pero él estaba ya ocupado mirando por uno de los lados hacia el banco de peces multicolores que los rondaba.

    —¿Y entonces… todos tienen naves como estás para entrar y salir de ese sitio?

    —No —sonrió Sean hacia Draco, al parecer contento con haber llamado su atención nuevamente —, por lo general usan los trasladores y chimeneas; no en todos sitios está permitida la aparición. Algunos tienen naves, pero más que nada es para pasear, para admirar el camino y la ciudad desde afuera.

    —Ah…

    —Entraremos en unos minutos —anunció el chico, presionando más botones en el tablero y girando un poco el volante, haciendo que la nave se inclinara hacia un lado, lo que provocó que las piernas de ambos se rozaran. Draco sonrió de manera insinuante hacia él mientras ponía su mano en la pierna del chico, cubierta por la delgada tela del pantalón.

    —Genial, justo para la hora del almuerzo —aceptó Draco, mientras la nave comenzaba a acercarse más hacia aquella ciudadela.

    Atravesaron el agua, y la nave hizo un extraño sonido de succión, mientras aterrizaban en un largo descampado, detrás de ellos se veía el mar y el muro de agua, similar al de callejón pero a mayor escala, el cielo estaba encantado, pero a diferencia del techo del callejón, este mostraba el océano, muchos peses nadando alrededor de ellos, ignorantes de la presencia de toda una gran ciudad.

    —Vaya —susurró Potter, saltando de la nave hacia el pasto y fijando la mirada en el cielo.

    —El cielo aquí depende del día —explicó entonces Sean, con voz profesional, mientras les indicaba que lo siguieran —, la gente no se ponía de acuerdo en qué era lo que querían que apareciera, así que los encargados de mantenimiento renuevan el hechizo cada día, un día es el cielo y al siguiente el océano. Particularmente me gusta más el cielo —se encogió de hombros el chico, guiándolos por lo que, descubrieron debido a las diversas naves, el estacionamiento, hasta salir a una calle amplia e iluminada, no dejaba de mostrar parecido con el mundo muggle de Ámsterdam.

    —Se siente medio claustrofóbico —aceptó Draco, mirando un momento más hacia el cielo y luego hacia las casas.

    —Cierto… pero es cuestión de acostumbrarse, yo he estado toda mi vida aquí, así que no es tan difícil para mí.

    —¿Te sientes bien? —preguntó Draco, acercándose a Potter y mirándolo fijamente.

    —Por supuesto —respondió Potter, en voz baja, por un momento le había parecido algo pálido.

    —¿Habrá algún sitio donde comer algo por aquí? —preguntó Draco hacia Sean.

    —Sí, justamente vamos hacia el centro de la ciudad, donde podremos comer algo en el exterior, o si lo desean en el interior de restaurantes ambientados en la época en que esta ciudad se construyó, en mil setecientos…

    Ambos, Draco más entusiasmado que Harry, siguieron al chico mientras éste les explicaba algunos datos de interés sobre el barrio por donde caminaban, señalando casas, datos históricos, y hasta un castillo, más pequeño que Hogwarts, pero bastante imponente a lo alto de una colina, el lugar donde los chicos hacían su educación mágica, aunque no era un internado, Sean declaró haber estudiado allí.

    —Nosotros estudiamos en Escocia, en Hogwarts —contestó Draco, estaban ya sentados en la terraza de un restaurante, con platos de comida y una gran jarra de jugo de naranja, y Sean, retomando el tema de la educación, les preguntó dónde habían estudiado ellos.

    —Oh, ¿entonces de allí es de donde se conocen? ¿Son amigos de escuela?

    Draco miró hacia Harry, que jugaba con su comida, notándose poco interesado en el tema y asintió.

    —Nos conocimos en la escuela, es cierto…

    Harry estuvo tentado a decir que en realidad no habían sido amigos entonces, y que dudaba, pese a estar viajando juntos, que fueran amigos ahora, pero se abstuvo, metiéndose una buena cantidad de puré de patatas a la boca para resistir la tentación de decir algo malo.

    Draco asintió, complacido con ver a Potter alimentarse un poco más que de costumbre y continuó con su conversación con Sean, evitando mencionar cualquier cosa importante o demasiado privada que delatara quiénes eran realmente, no que supusiera que el mundo entero estaría al tanto de ellos, pero lo mejor era no dejar pistas de su paso por allí.

    Por la tarde, mientras el calor iba menguando, recorrieron un museo, con cuadros y explicaciones acerca de la historia particular de ese país, hasta la creación de varias ciudades más bajo el mar, vanagloriándose de ser el país pionero en esconderse de esa manera.

    Potter continuaba alejado de ellos, mirando todo de manera desinteresada y no interfiriendo entre sus constantes coqueteos, que cada vez eran más descarados.

    —Mi familia tiene un pequeño hotel, tal vez podríamos salir esta noche de fiesta y luego podrían quedarse a dormir allí —sugirió Sean cuando empezó a oscurecer y las calles se llenaron de poderosas antorchas y faroles que, combinados con el mar que había alrededor, hacían ver como si se encontraran en un mundo de cuentos.

    —¿En serio? ¿Y el hotel es muy lejano?

    —No, nada de eso, está a sólo unas calles de aquí, y los clubes también —explicó el chico, su sonrisa era mucho más incitante que antes y Draco sintió su deseo crecer mucho más.

    —Eh… no somos chicos de clubes —respondió al fin, dándole una mirada a Potter, no podría meterlo a uno de esos sitios y vigilarlo, peor aún si es que iba con Sean.
    Potter alzó la vista hacia él y frunció el ceño.

    —Oh, es una lástima, uno se la pasa bastante bien por aquí —suspiró Sean, mirando hacia Potter, al parecer, tratando de convencerlo, creyendo que seguramente él era al que no le gustaba salir de fiesta.

    —Estoy seguro de eso, pero…

    —¿Nos disculpas un momento? —interrumpiendo Potter; mirando de mala manera al chico, antes de hacerle un gesto a Draco para que se acercara a él.

    —Claro, claro… por mí no se preocupen —se apresuró a decir Sean, alejándose unos pasos de ellos, entretenido, aparentemente, en la fachada de una casa de color ladrillo.

    —Escucha —empezó Draco, antes de que Potter pudiera decir algo —, no te obligaré a entrar a uno de esos sitios, no estoy tan loco, pero sería divertido que pusieras un poco más de tu parte para disfrutar el paseo; estoy seguro de que eso no te mataría —lo último lo dijo sarcásticamente —; además, de todas maneras es bastante tarde, podemos quedarnos aquí esta noche y mañana regresar al hotel; luego del desayuno marcharemos hacia Paris.

    —¿Y tú te irás de fiesta con él? —preguntó Harry, apretando una mano sobre la manga larga de su camiseta, tirando de ella con fuerza; gesto que Draco había descubierto, hacía cada vez que se sentía sobrepasado por la situación.

    Draco lo miró un instante y luego giró para ver a Sean, con sus pantalones marcando perfectamente la curva de su respingado trasero. De verdad que le gustaba ese chico, pero también tenía que ser consciente de sus compromisos. Ya en el pasado había sacrificado mucho por hacer lo que era correcto, y ésta vez sentía que el sacrificio le costaba menos, después de todo no le parecía correcto dejar a Potter toda la noche solo; aunque quizá podría arreglar algo para escaparse cuando el chico se hubiera dormido ya.

    —No lo haré. Pero nos quedaremos; tal vez podamos ir a tomar algo y luego…

    —¿Es que no te das cuenta? —le interrumpió Harry, no creyendo que Malfoy fuera así de despistado.

    —¿Qué? —preguntó Draco extrañado, alejándose unos pasos más de Sean, que había volteado a verlos algo preocupado.

    —¡Está coqueteando contigo! —reprochó Harry, cruzándose de brazos.

    Draco abrió la boca, pero no supo qué decir al respecto, no sabía si Potter estaba bromeando, o las razones de su reproche.

    —Desde que entramos a su tienda ha estado sobre ti todo el tiempo, ¿para qué crees que te quiere llevar de fiesta?

    Draco negó con la cabeza y contuvo una carcajada.

    —Por supuesto que sé que está coqueteando conmigo, tonto, ¿es que acaso crees que soy así de despistado?

    —¿Tú…? —Harry se sintió mucho más confuso, y lo miró por un largo momento, incapaz de decir nada más.

    —¿Si soy gay? —Draco arqueó una ceja, bastante perdido en la conversación; en realidad no estaba acostumbrado a andar admitiendo eso, cierto que Blaise lo sabía, y que Crabbe también, pero el tener que aclarárselo a Potter había parecido innecesario desde el primer momento; supuso que ambos simplemente se habían reconocido.

    —¿Lo eres? —preguntó suavemente Harry, inclinando el rostro hacia un lado.

    —Pensé que lo sabías —respondió Draco, pegándose más a él, buscando privacidad y que Sean, ni nadie más, escuchara su conversación —; aquella tarde en el departamento, al día siguiente de que el medimago Marton se marchara…

    —Yo sólo estaba… —Harry negó con la cabeza, recordaba eso, vagamente, aunque no muy consciente de lo que lo había llevado a realizar tremenda insinuación —, yo sólo estaba tentando suerte para poder… ya sabes, escapar.

    —Ah —Draco entrecerró los ojos y luego soltó una pequeña carcajada —; muy listo de tu parte querer seducirme sin saber siquiera si estoy o no en tu mismo equipo.

    Harry, contrario a lo que Draco había esperado, no río, simplemente se cruzó de brazos, mientras sus mejillas se sonrojaban más y más.

    —No me estoy burlando de… —Draco levantó una mano y lo tomó de un hombro, apretándolo suavemente, en parte porque no quería que saliera corriendo, y también porque quería hacerlo sentir reconfortado —, lo siento; sé que dije que no hablaría más del asunto.

    Potter se encogió de hombros y desvió la mirada.

    —No importa, soy yo el que lo ha mencionado.

    —¿Tú eres gay? —preguntó entonces Draco, al parecer estaban en el momento de las confesiones, al menos las de índole sexual.

    Potter simplemente asintió, ambos se quedaron quietos y callados, mientras los envolvía el ruido de la noche, de familias de magos y brujas pasando cerca de ellos y saliendo del museo cercano.

    —Supongo que entonces quieres… —dijo al fin Potter, dándole una mirada más a Sean, que parecía ya algo impaciente.

    —No quiero dejarte solo, no me parece correcto hacerlo, tampoco obligarte a ir a un club lleno de…

    —¿Tentaciones? —terminó Potter, no parecía realmente molesto por lo que Draco había dicho, parecía más bien abatido.

    —No debo dejarte solo, no es justo —dijo Draco, sin responder que sí, que lleno de tentaciones, y que aún no confiaba en él lo suficiente.

    —Puedo quedarme una noche solo —suspiró al fin Potter, alejándose un par de pasos de él, sólo entonces Draco notó que su mano seguía sobre el hombro del chico. Draco frunció los labios y negó con la cabeza.

    —No es necesario.

    —De verdad, no pasa nada —insistió Potter, encogiéndose de hombros —, además tienes el hechizo, supongo que aunque la aparición esté prohibida aquí, podrás encontrarme si es que decido largarme a hacer algo malo.

    —No creo que te vayas a largar a hacer cosas malas, pero dejarte solo…

    —De verdad, ve, después de todo, el chico ha estado detrás de ti durante toda la tarde, tiene su mérito.

    Draco se mordió un labio y asintió rápidamente, para luego ir a hablar con Sean, no tenía interés en irse de fiesta, cierto que aquello le gustaba, pero no tanto para dejar de lado a Potter, sin embargo, le pidió que los llevara al hotel de su familia y que luego tal vez podrían ir por una copa.

    Sean, que parecía encantado con la idea, miraba preocupado a Potter, mientras los llevaba al hotel de su familia, una hermosa casa antigua de cuatro pisos con amplios balcones: habitaciones de techos altos, paredes claras y cortinas oscuras. Se mostró algo confundido cuando Draco pidió una habitación doble, pero no hizo ningún comentario mientras los dejaba en su habitación y acordaba encontrarse con Draco en un par de horas en el lobby.

    *O*O*O*



    Harry había conseguido unas cuantas revistas en recepción, y se había sentado en uno de los cómodos sillones que había en el balcón, hojeándolas sin interés, mientras escuchaba a Draco moverse en el baño. Cuando el chico salió, un vapor con olor a shampoo y jabón llenó la habitación. No estaba seguro de en qué momento Malfoy había comprado una camisa nueva, pero esa no se la había visto antes, era de color oscura y bastante ceñida, su cabello húmedo caía desordenadamente sobre la frente y los hombros y sus mejillas estaban algo sonrojadas.

    En cuanto sus miradas conectaron, Potter desvió los ojos hacia la revista, recostándose completamente sobre el sillón y tratando de lucir francamente interesado en los chismes sobre la conductora de un programa de radio.

    —Bien —dijo finalmente Draco, luego de haber tomado las pociones de la tarde, que siempre cargaba en un bolsillo, con un hechizo de conservación, y haber quedado satisfecho con su apariencia —, ya me voy; no creo que llegue muy tarde, pero si es que tienes sueño, no te preocupes por esperarme despierto.

    —Claro —masculló Harry.

    —Y si tienes hambre o quieres algo del hotel, puedes pedirlo, no hay ningún problema.

    —Ajá.

    —¿De verdad vas a estar bien? —preguntó Draco, más preocupado y sentándose en otro de los sillones, junto a Harry, la vista era bastante agradable, pues estaban en una calle poco concurrida y desde esa altura se podía ver el límite con el océano y un pequeño bosque de árboles altos.

    —Sí, claro que sí —asintió rápidamente Harry, mirándolo fijamente por un instante, la idea de que Draco era gay le había rondado cuando lo había visto en el departamento, durante los días que habían precedido a su segundo intento de escape, pero cuando fue rechazado pensó que se había equivocado; trató de pensar que el que Draco, pese a ser gay, hubiera dicho que le daba asco, no lo hacía sentir del todo dolido.

    —Si te sientes mal, o solo, o cualquier cosa…

    —No haré nada malo, Malfoy —interrumpió Harry rápidamente, mirando nuevamente hacia el jardín de en frente.

    —Lamento no haber previsto que nos quedaríamos aquí… hubiera podido traer tu libro para que te entretuvieras.

    —No estoy aburrido, además el libro lo guardaré para luego, aún nos queda mucho camino por recorrer hasta Paris.

    —Así es —sonrió Draco, poniéndose en pie y mirando al reloj de pulsera que usaba —, nos vemos entonces.

    —Adiós —susurró Harry, viendo cómo salía de la habitación.

    Pasó un rato más en silencio, observando la calle y las pocas personas que andaban por allí, caminando solas o en grupos, riendo e incluso algunas discutiendo; hasta que la ansiedad pudo más que él y se levantó, caminó a través de la habitación y bajó hacia el lobby, en cuanto intentó salir a la calle “algo” lo detuvo, simplemente no pudo poner un pie en la calle, una fuerza mayor tiraba de él hacia el interior.

    —Maldito Malfoy —masculló, había sido muy iluso al creer que él simplemente confiaría en que no escaparía o haría algo malo.

    Vencido, volvió hacia la recepción, la misma señorita que los había atendido cuando llegaron, estaba allí, con una amplia sonrisa.

    —¿Puedo ayudarlo en algo?

    —¿Tiene Vodka? —preguntó, golpeando con sus dedos de manera ansiosa el mostrador. La sonrisa de la señorita desapareció, mientras negaba con la cabeza.

    —Lo lamento, no estoy autorizada a venderle alcohol.

    —¿No está…? —Harry tomó una gran bocanada de aire y negó con la cabeza, sus mejillas se sonrojaron un poco al imaginar a Malfoy advirtiéndoles que no le dieran alcohol —¿Tiene cigarros?

    —Sí —asintió rápidamente la mujer —Eso sí tenemos.

    Se giró y sacó un paquete de Lucky Strike, y una caja de fósforos con el logo del hotel.

    —Malf… mi compañero —se corrigió —dijo que podía cargarlo a la cuenta.

    —Sí, no se preocupe por eso, señor, si desea algo de comer también se lo podemos subir a su habitación, o puede tomarlo en el restaurante —sugirió, señalando hacia una gran puerta de madera brillante.

    —No… sólo esto, gracias —respondió, antes de darse la vuelta y subir a su habitación nuevamente, abatido y angustiado.

    No recordaba cuando había sido la última vez que había fumado, pero tampoco recordaba muchas cosas, demasiadas cosas, como se había encargado de recordarle Malfoy. Prendió un cigarro y se dejó caer en el sillón nuevamente, sintiéndose encerrado y molesto. Dio una profunda calada al cigarro, tratando de controlarse; lo había hecho bien durante todos esos días, incluso el día anterior, cuando Malfoy le había dado algo de dinero y lo había dejado ir solo por la ciudad.

    Le tardó varios cigarrillos más calmarse, hasta que finalmente la ansiedad fue pasando, dejando sólo una estela de remordimiento y pena, pena por él mismo, por haber terminado de la forma en que había terminado, alejado de sus amigos y de su vida, encerrado en la habitación de un lujoso hotel, a merced de Malfoy y sus hechizos de control.

    —Realmente estoy enfermo —gimió, subiendo los pies al sillón y abrazándose a sus piernas, apoyando la cabeza en las rodillas y mirando hacia el cielo, aunque luego de un instante apartó la vista, ese “techo”, que era el océano, no le parecía agradable y ni reconfortante, y miró hacia el bosque verde, rememorando los jardines de la escuela, cuando podía volar y sentirse libre. Se preguntó si es que realmente Malfoy le prestaría la segunda escoba que había comprado, y si es que sería pronto. Negó con la cabeza, pensando en el chico, en lo extraño que era todo.

    —Malfoy si que está loco —suspiró, mientras se ponía en pie, quería darse una larga ducha y meterse a la cama, después de todo, mañana sería otro día, y si había sobrevivido a este, podría sobrevivir al siguiente… Un día a la vez, se dijo, desnudándose y metiéndose bajo el chorro de agua caliente; un día a la vez...

    *O*O*O*



    Draco volvió pasando la media noche, cuando ya las calles estaban vacías e incluso el hotel parecía demasiado silencioso. Sin hacer mucho ruido se metió en la habitación y se despojó de los zapatos, los calcetines, la camisa y el pantalón, quedando sólo en ropa interior, observó la cama que Potter había escogido, la que estaba más cerca de la ventana, la puerta que daba al balcón estaba abierta y supuso que el chico se había dormido observando el jardín de enfrente.

    Caminó hacia el baño, dispuesto a darse una rápida ducha antes de dormirse; no podía negar que se había divertido, finalmente Sean lo había invitado a su apartamento, a unas cuantas calles de allí, habían picoteado una cena y bebido unas cuantas copas, antes de terminar en la cama del chico, y sí, había sido complaciente y liberador, pero su mente estaba en Potter, incluso por un rato se había sentido ansioso, y no había sabido si atribuir esa ansiedad a Potter o a él mismo, pero esa sensación desapareció pronto, aunque no dejaba de sentirse algo culpable por dejarlo solo, pese a todos los hechizos e instrucciones que había dejado, y al llegar y verlo durmiendo tranquilamente había sentido mucho alivio.

    Cuando regresó a la habitación, envuelto en una toalla, miró nuevamente hacia el chico, que permanecía inmóvil bajo las sábanas, sabiéndose a salvo, se desprendió de la toalla y se aplicó un hechizo de secado, antes de jalar los pantalones de algodón que había comprado en una tienda a unas calles de allí, para él y para Potter, y ponérselos, cuando giró hacia la cama, se sobresaltó al ver a Harry, sentado y con mirada somnolienta.

    —Lo lamento —se excusó, no queriendo preguntar si es que había estado observándolo mientras se cambiaba —, no quise despertarte.

    —No pasa nada —le tranquilizó Potter, dejándose caer en la cama nuevamente —, de todas maneras quería estar atento a que llegaras bien.

    —Ah… —Draco se metió en la cama y se tendió de costado, distinguiendo la figura de Potter, que también le daba la cara, aún en la oscuridad. —No tenías que preocuparte.

    —Supongo que después de tantos días de tenerte siempre cerca, se sentía raro.

    Draco sonrió un poco y asintió.

    —Gracias por preocuparte, sigue durmiendo.

    Harry se encogió de hombros.

    —Descansa —dijo Harry con voz suave, antes de girarse y abrigarse un poco más.

    —También tú —susurró Draco, cerrando los ojos y quedándose dormido casi inmediatamente.
     
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