Revolución del Amor en la Revolución Industrial (cap 25) (FIC FINALIZADO)

parejas: YxC y GxS, IxY, KxH, MxK, NxM, TxK, HxS, IxA...

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  1. Tem-chan
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    Diosa del amor yaoi!
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    En un mundo perfecto con mucho yaoi y gente buena :) <3

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    Buen miércoles a todos. Aquí voy a escribir el capi 2 de este fic… en verdad, hay fics en los que una semana escribo y en otra no, pero es que entre enfermedad, depresión, juegos de rol, amigos que me vinieron de golpe y tareas… no me queda tanto tiempo… y pensar que el año pasado tenía mucho tiempo libre para escribir… que suerte que tuve, jeje

    Limón, Anita, Okami... perdonadme, no estoy muy de humor para comentar así que seré breve. Me alegro de que les haya gustado el primer capi y espero que sigan comentando este fic, no me gustaria decepcionaros.

    Si, da nostalgia las pesetas, me hacen recordar cuando era pequeña e iba a comprar el pan con una monedita de 100 pesetas en la mano, que recuerdos... *sonrisa* es como volver a mi infancia, jajaja

    Bueno, Nee-chan, estoy mejor, o estaba mejor, hasta que mi ex... volvio a molestar, pero por ultima vez... me dijo que no podia ser mi amigo, y que me borraria de face y me bloquearia, así que me deprimio de nuevo... y como encima estoy mala, pues se le suma...

    No te preocupes pequeña, pero cuando llegues si vas a leer gran parte de lo que escriba... encontraras cosas, jeje, pero como voy lenta escribiendo por problemas tampoco encontraras mucho... subiras conti, al fin!!! Fiesta!!
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    Capítulo 2
    En la colonia industrial Kariya/Taiga, todo estaba igual que siempre sin ningún cambio. La familia Hamano vendia pescado, el padre padre Minamisawa, hacía de profesor para los menores de 14 años, y el Padre Gillis, se encargaba de las misas. Los niños que iban a la escuela se encargaban de aprender y jugar, menos los mayores de 10 años, que al acabar la escuela trabajaban en la fábrica. Los mayores de 14 años solo trabajaban en las fábricas y en sus momentos de descanso aprendían el oficio de los padres, si estos tenían, como era el caso de Kaiji Hamano. Este, en su tiempo libre iba a pescar con su padre y aprendía el tema del comercio dentro de la colonia. Era muy sencillo, la persona que tenía una tienda, pagaba un impuesto, y vendían a la gente que trabajaba en la fábrica ya que también tenían sus necesidades. Estos pagaban con el dinero que les daba el propietario de la colonia, y de este modo el dinero no salía del lugar. Era una rueda, de intercambio monetario, igual que al exterior pero más cerrado. Tanto el sueldo como el precio en el comercio, como el alquiler de las tierras, todo era controlado por el propietario de manera que nunca los precios subían por encima de los sueldos. De esta manera el propietario se aseguraba de que no hubiera revueltas ni descontento dentro de su fábrica y así conseguía el poder y control absoluto.
    —Quisiera salir a ver el exterior de la colonia —decía un pequeño peli-azul, hablando con dos de sus amigos.
    —¿Para qué? Aquí se vive bien —respondió otro peli-azul.
    —Aquí tenemos de todo, y si sales te pueden hacer algo —decía un castaño de moñitos.
    —Pero no me quiero ir para siempre, solo quiero ver un poco como es la ciudad donde van a vender —insistía el pequeño de pelo raro.
    —No puedes salir sin que te den permiso y no te lo darán —dijo aburrido por la conversación el moreno de piel.
    —Pero… —dijo haciendo un puchero.
    —Hikaru, no llores. Y tu Kurama, te pasaste.
    —Solo dije la verdad —se medio defendió este.
    Él de moñitos se fue junto a Hikaru para abrazarle tiernamente y consolándole. El peli-azul de repente sonrió, había tenido una gran idea, pero no sabía cómo llevarla a cabo.
    —¿Y si salgo y entro sin que se den cuenta? —exclamó— pero tendría que irme ahora… y no preparé nada.
    —Creo que es un poco arriesgado —dijo Hayami preocupado.
    —Haz lo que quieras —se escuchó decir al peli-azul.
    —Me iré el próximo día que haya mercado.

    -------------------------------

    En casa de un noble de la ciudad, un peli-gris estaba mirando su armario. Se había vestido muy elegante pero le faltaba algo, algo… algo como unos zapatos adecuados. Los suyos se estaban desgastando y eso no se lo podía permitir, era un noble y tenía que ir impecable, para que todos le pudieras adorar como se merecía. Llamó a su sirviente para que le preparara un carruaje, iria a la zapatería a comprarse unos nuevos en ese mismo momento. Más tarde debía de ir a encontrarse con sus dos mejores amigos y tenía que ir perfecto para que el rubio no se burlara de él.
    Al llegar a la zapatería, que estaba a una calle de camino, bajó del carruaje y entró a la tienda dispuesto a comprar los mejores zapatos que hubiera en allí. Dentro se encontró con un chico peli-azul, el cual le sonrió al entrar. Se acercó a él con la mayor dignidad posible intentando que no se notara el pequeño sonrojo que había aparecido en sus mejillas.
    —¿Puedo ayudarle en algo, señorito? —dijo con amabilidad mientras se acercaba a él.
    —Quisiera unos zapatos. Que fueran lindos y adecuados para la ropa que llevo puesta ahora mismo.
    El zapatero lo miró de arriba abajo y sonrió. Tenía un par de zapatos que estaba seguro que le quedarían geniales al lindo peli-gris que tenía delante. Se fue a la trastienda en busca de estos zapatos y en poco tiempo volvió aparecer.
    —Creo que estos le quedaran perfectos, señorito… —dijo dejando la frase al aire al no saber el nombre del chico.
    —Reiichi Miyabino —contestó el otro— ¿y usted?
    —Yukimura.
    El peli-gris cogió los zapatos y se los probó, eran justamente su talla, sonrió. Ese zapatero tenía muy buen ojo para los pies de la gente. Y le quedaban geniales, aparte de ser un modelo guapísimo y nuevo. Eran perfectos para él.
    —Me los llevaré puestos Yukimura-san —dijo con una cordial sonrisa—¿cuánto son?
    —Mil pesetas, señorito Miyabino —respondió mientras le devolvía la sonrisa y Miyabino le entregaba un billete verde.

    -----------------------------

    Ichino iba de camino al mercado, el cual de seguro ya tenía las paradas montadas de casi todos, menos él. Uno de los caballos se había hecho daño en la pata después de cruzar el puente y no podía llegar a la ciudad. Por suerte, vio que cerca de allí había una masía. Se dirigió hacia allí intentando no cargar demasiado la pata mal del caballo. Al llegar allí llamó a la puerta. Salió a recibirlo un chico moreno con ojos negros.
    —Buenos días —dijo formalmente— podría hospedarme aquí por un poco de tiempo, para que pueda revisar a mi caballo. Se ha lesionado la pata.
    —Esto… ahora no está el amo de la casa —dijo este mirando un poco hacia abajo sintiéndose un poco mal.
    —Entonces… al menos me podría dejar que le revisara la pata aquí mismo.
    —Claro, haga —dijo el peli-negro mientras lo miraba.
    El peli-raro desenganchó el caballo del carro, para poder revisar bien su pata. No era una herida grave, solo se había hecho un pequeño corte, por culpa de una piedra que se le había quedado clavada en la herradura. Suspiró. Tendría que encontrar un herrero que le hiciera la herradura y se la pusiera al caballo, pero no sabía dónde. Por el momento, se acercó a la pata del caballo la cual estaba un poco suida por la observación e intentó quitarle la piedrecita. Al final lo consiguió y sonrió satisfecho, pero la herradura no estaba en buen estado y era por eso que le entró la piedrecita en ella. No sabía qué hacer con el caballo. No quería llevarlo con él por si se lesionaba más pero no podía dejarlo. Eso significaría dejarle todo el peso al otro caballo y tendría que ir más lento. No había ninguna otra opción.
    —¿Podría dejar aquí el caballo? Necesito que se cure antes de llevarlo a que le cambien la herradura, pero mi casa queda lejos. Le importaría cuidármelo durante una semana. En la noche volvería a pasar.
    —Supongo no hay ningún problema. No creo que el amo Ichiban diga nada, siempre y cuando pague la manutención del caballo.
    —No se preocupe —le dijo sonriendo—le pagaré. Más aun, le dejaré ya un pago por adelantado —dicho esto le dio una caja de su fruta y verdura que iba a vender.
    —El caballo y yo le esperaremos señor…
    —Nanasuke Ichino.
    —Yo soy Shunsuke Aoyama, empleado de Kita Ichiban.
    —Es un gusto conocerlo —dijo besándole la mano como si de un noble se tratara.
    —I-igualmente —respondió este un poco sonrojado.

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    Aquí se acaba este capítulo de la semana, espero que les haya gustado tanto o más que el anterior.

    ¿Les gustó?
    ¿Quieren conti?

    Espero sus reviews.
    Hasta la semana que viene si hay suerte.
     
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