Harry y Ron: Un Caluroso Verano (Original)

Llega el verano; en realidad uno de los más calurosos. La Madriguera se llena de secretos que se esconden tras las puertas y los armarios; los sentimientos y las atracciones están a flor de piel...

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  1. DavidPozas
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    Primera Parte
    ''Azul Eléctrico''





    —¡Ronald Weasley! —gritó su madre por cuarta vez desde la planta baja.

    Una melena pelirroja se asomó a través de la baranda de madera del tercer piso.

    —¿Qué pasa? —Suspiró— Ya me ocupé de desgnomizar el jardín... ¿qué pasa ahora? — insistió con pesadumbre mientras bajaba las escaleras que rechinaban como jabalís bajo sus pies desnudos.

    Con una línea dibujada entre las cejas, su madre esperó a que la figura de su hijo apareciera en la cocina. Ron llevaba puesto un pantalón, pero todavía tenía encima la camisa color granete del pijama que le comenzaba a ajustar desde el pasado verano. Se le notaba el contorno de su fuerte pecho, y los músculos de sus brazos habían crecido debido al intenso entrenamiento al que se había sometido para mejorar sus jugadas y acrobacias en el quidditch.

    —¿Dónde andabas? ¿Tienes duendes en los oídos? Necesito que le lleves la ropa limpia a Harry. Estará en su habitación —y le pasó el cesto repleto que estaba sobre la mesa.

    Ron se dio cuenta que su madre se asomó para mirar un gran reloj de pared que colgaba en el salón: tenía nueve manecillas, cada una con el nombre de un miembro de la familia escrito.

    —¡Oh! —Señaló la esfera del reloj. La manecilla del señor Weasley se había movido y señalaba la palabra «Viajando»—. ¡Ya viene! El desayuno ya casi está listo. Les dices a todos que baj… ¡Ron! ¡echa a ese gnomo de aquí! ¡Ya se llevó dos salchichas y un bollo!

    Ron puso los ojos en blanco y dejó el cesto mientras sacaba su varita del bolsillo.

    ¡Inmovilus! —lanzó hacia la esquina de la cocina, donde un pequeño ser con cabeza en forma de patata intentaba ocultarse tras el costal de la harina.

    El gnomo se quedó quieto y tambaleándose. Ron lo tomó, empujo la puertecilla del jardín y lo lanzó por los aires con todas sus fuerzas tras el lejano seto.

    —Siempre la saltan y vuelven al jardín… —se dijo ahogando un bostezo mientras tomaba el cesto de la ropa bien doblada de su amigo, y volvía a subir las escaleras de la Madriguera.

    Llegó al segundo tramo de los escalones y abrió la puerta… Lo que vio, lo dejó sin aliento y hasta el sueño se le esfumó antes de que alguien pudiera pronunciar bowtruckle.

    Allí estaba Harry de perfil frente a la luminosa ventana con el cabello carbón enmarañado. Pero estaba casi desnudo. Acababa de subirse el bóxer azul eléctrico hasta que ajustó su ingle, su trasero y un suave bulto en la parte frontal. El muchacho era delgado, y tenía una delicada figura con pocas curvas, pero su pecho y su abdomen se delineaban con la luz y la sombra de la cálida habitación.

    —H-Harry… —murmuró Ron sorprendido. El corazón le latía tan fuerte que parecía querer romper sus costillas.

    Quedándose sin aire, Harry viró momentáneamente hacia la puerta para ver de quién se trataba.

    —¡Ron! —gritó Harry enfadado. —La puerta estaba cerrada por alguna razón.

    —Perdón. —se disculpó su amigo sin poder apartar la vista de su cuerpo —No podía haber llamado, como verás tengo las manos ocupadas. —y dejó con las manos temblorosas el cesto sobre la cama desarreglada. —Somos amigos… ¿no? Y somos chicos, los dos podemos cambiarnos de ropa juntos, sin problema.

    Harry no respondió. Tomó un pantalón limpio y se dispuso a ponérselo, pero Ron se acercó en dos pasos, y nervioso, lo detuvo por el hombro sintiendo su corazón palpitándole en la cabeza.

    —Harry…

    El pelinegro lo miró a la cara un momento, luego bajó los ojos que de inmediato se extendieron de asombro.

    —¡Ron! Tienes una er…

    Ron no se movió. Se había vuelto colorado hasta las orejas.

    Y en efecto. En los pantalones de chándal de Ron, crecía un voluminoso bulto que a Harry le resultó extrañamente apetitoso… ¿apetitoso? No, no podía ser. Harry apartó la vista con las mejillas ligeramente encendidas; se estiró para tomar sus gafas del alfeizar de la ventana y continuó subiéndose el pantalón. Mientras se abotonaba la camisa, Harry miró nuevamente hacia los pantalones de su amigo, y notó que el bulto se había ensanchado y crecido aún más. Tanto que incluso, ladeado, llegaba hasta el bolsillo izquierdo.

    Ron despegó los labios para decir algo más, pero Harry lo interrumpió:

    —Tengo mucha hambre… —declaró pretendiendo cambiar de tema, pero a Ron se le dilataron las pupilas tras esas palabras.

    El pelirrojo se acercó un paso más con los pies descalzos.

    —Yo… bueno, yo puedo darte algo —le aludió con nerviosismo, y con un aire distinto al normal, miró al pelinegro a los ojos.

    Harry se alborotó el cabello, e involuntariamente, se dio cuenta que sus propios ojos volvían la vista hacia el abultado pantalón de Ron.

    No, no podía ser. ¡No debía hacerlo! Pensó velozmente.

    —…Lo que quieras —complementó Ron—… Salchichas con crema, pan de ajo, huevos con beicon, tostadas con mantequilla… —Harry sonrió por fin— …digo, en caso de que no te apetezca bajar a desayunar. Y… lo entiendo. Desde que tú y Ginny… lo dejaron, las reuniones en el comedor se han vuelto incómodas incluso para mí.

    En ese instante, se escuchó un golpeteo en la ventana. Hedwig acababa de aterrizar tumbando la antigua jaula de Scabbers que Ron había arrumbado junto con otros cachivaches. Harry pudo respirar debido a la conveniente interrupción y se acercó al ave de plumas blancas. No la había visto desde la noche anterior y se alegró de verla sana y salva. Con todo y los restos de lo que parecía ser un ratón, su dueño la dejó entrar a su jaula encima del ropero.

    Ron levantó la jaula de su vieja rata y se sentó perezosamente en la cama. Le extendió la mano a Harry para que pudiera verle las mordeduras de gnomo que tenía en uno de sus dedos. Éste se sentó a su lado en la cama y le sostuvo la mano para ver los dientecitos marcados.

    —…Dicen que la saliva de gnomo es benéfica. —le explicó Ron admirando sus dedos con orgullo como si fueran honoríficas heridas de guerra.

    —Espero que en ti ése beneficio funcione como disminución del apetito. —reflexionó Harry carcajeando. Ron fingió una momentánea indignación, y luego riendo también, le propinó un seco almohadazo. Entonces se desató una lucha sobre el colchón.

    —¡Ya verás señor PIPIPOTE! —se burló Ron intentando hacerle cosquillas, recordando como lo llamaba Peeves, el fastidioso Poltergeist de Hogwarts.

    Harry no se quería quedar atrás:

    —¡T-TE A... —Harry no podía con la risa— TE A-ARREPENTIRAS, PEQUEÑO RO-RO!

    Aquel apodo con el que Lavender Brown lo bautizó en sexto año, resonó en los colorados oídos de Ron.

    Los dos rodaron hasta casi caer de la cama.

    En ese instante la puerta se abrió de par en par, y la rechoncha figura de la madre de Ron se asomó.

    —¡Solo faltáis ustedes dos! Los estamos esperando. Ron, tu padre ha traído un «control de moto» con varios botones. Harry, querido, dice que quién mejor que tú podría orientarle respecto a ese aparato que usan los muggles...

    —Control remoto —la corrigió Harry con una sonrisa.

    —¡Eso! —respondió la señora Weasley agitando la mano como si ahuyentara varios mosquitos invisibles —Ron, —añadió de pronto antes de salir—¿P-Porque, estás tomando la mano de Harry?

    Y efectivamente, sus manos habían coincidido en la cama sin darse cuenta. El pelinegro se sonrojó y la retiró como si se hubiera quemado los dedos. Ron se apresuró a decir con los ojos todavía llorosos de la risa:

    —Estaba revisando mis dedos. Usamos un hechizo para curar las mordeduras de gnomo.

    Molly no dijo nada y salió de la habitación. Cuando se hubieron alejado los pasos, los dos chicos rieron nerviosamente sin atrever a mirarse a la cara.

    Ron por su lado, no sabía cómo controlar lo que llevaba sintiendo por Harry desde hace ya algún tiempo… desde hace ya tantos veranos. Le gustaba; la atracción era evidente. Cada vez era más incontrolable. ¿Por un chico? Se llegaba a preguntar todas las mañanas y noches acurrucado en su cama. ¿Es posible? Decidía cada que miraba los profundos ojos verdes de su amigo al caminar a su lado… Y es que con él siempre pasaba ratos de interminables risas, habían crecido prácticamente juntos y los buenos momentos nunca faltaban entre ambos debido a su alta compatibilidad... «Sus ojos, sus ojos verdes», pensaba Ron sintiendo una punzada dolorosa en el pecho.

    De pronto... volvió al presente. Se acababa de dar cuenta que Harry lo observaba con una sonrisa inocente mientras guardaba su ropa en la cómoda.

    La punzada se convirtió en un calor abrazador...

    Pensó de nuevo en lo que acababa de suceder hace un rato, y el hecho de tenerlo ahí tan cerca le provocó un hormigueo que recorrió todo su cuerpo. Harry ni siquiera se imaginaba el deseo que tenía por tumbarlo en la cama y comerle los labios... Se preguntó con vergüenza si habría escuchado la violencia con la que su corazón estaba latiendo en ese preciso momento...

    De todos modos —pensó Ron— ¿Qué pasaría si Harry se enterara de sus sentimientos? Le daba miedo la idea de que no sintiera lo mismo por él y que nada volviera a ser igual entre los dos.

    Entonces, Ron se levantó inesperadamente de la cama y desde el marco de la puerta le dijo a su amigo con una leve sonrisa:

    —Vamos, o me terminaré los huevos con beicon: tus favoritos. —y se escuchó como descendió las escaleras a toda prisa.



    Segunda parte: ''Verde Radiante'' en el siguiente link (agreguen una ''w'' al inicio):
    ww.potterfics.com/historias/151791/capitulo-2


    Edited by DavidPozas - 17/10/2013, 16:29
     
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  2. DavidPozas
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    Segunda Parte
    ''Verde Radiante''




    El desayuno se llevó con normalidad al principio. Ron llevaba dos platos de salchichas con puré y durante todo el rato no se atrevió a entablar conversación con nadie porque pudo haberse atragantado. El señor Weasley había abandonado su plato apilado de tostadas en la mesa para adentrarse en un apasionante debate en el salón sobre la funcionalidad del control remoto que le mostró a Harry. Desde su silla, la señora Weasley le lanzaba esporádicas miradas de amenaza a su esposo que no dejaba de golpearse las rodillas con emoción y diciendo algo sobre que los muggles eran muy ingeniosos. El señor Weasley, aunque había sido ascendido de puesto (que ya no tenía nada que ver con los artefactos muggles), seguía sumamente interesado en ellos.

    Todo cambió rato después cuando Hermione siguió a Ginny por las escaleras. La hermana pequeña de Ron no había soportado un segundo más la indiferencia de Harry, y ambas dejaron su plato de gachas de avena a medias. La señora Weasley, desde hace ya semanas se olía lo que había pasado, pero de algún modo no quería inmiscuirse, y aunque fuera increíble, ella seguía comportándose con mucho cariño hacia Harry, como si se tratara de uno más de sus hijos.

    Entretanto, Hermione ya casi no pasaba tiempo con los chicos puesto que prefería apoyar moralmente a Ginny, así que se perdió de las caminatas por el campo; la visita de ayer por la tarde a la casa de Luna Lovegood; y además de ir a la colina a donde iban a practicar quidditch. Pero Ron, sabía perfectamente que las chicas tramaban algo desde que Ginny y Harry terminaron. Ron había escuchado en una ocasión, que Hermione le volvía a decir a Ginny que olvidara de momento a Harry y que lo ignorara, ya que así, podría volverle a despertar ese interés por ella… Desde ese momento, Ron se había viniendo sintiendo barajado por la situación al darse cuenta que, desde ese rompimiento, aunque se tratara de su hermana, su humor había mejorado; ni que decir de su mejoría en los entrenamientos mismos que Harry le había celebrado.

    Una vez terminado el desayuno, la señora Weasley, con un movimiento de varita, hizo que la pila de trastes se apilaran en el fregadero y comenzaran a hacer espuma solos. Dejando atrás el sonido de cacerolas, se dirigió concretamente a Harry y Ron que en ese momento estaban jugando ajedrez mágico en la mesa.

    —Ron, —se sentó en una silla de junto mientras se secaba las manos en el delantal— hoy van a venir unos compañeros del trabajo de tu padre. Están haciendo pruebas para el ministerio sobre la identificación de unos hechizos defensivos. La habitación del segundo tramo que ocupa Harry, la tuya, y la de Fred y George, deberán quedar libres por si ocurre algún accidente. Sólo estarán aquí unos tres días, de aquí al domingo, pero mientras, Harry —lo miró con especial cariño— y tú, deberéis dormir en la buhardilla. Tus hermanos dormirán en el salón y en el sótano. Llegan en un rato. —añadió sin despegar atención del reloj colgado en el salón, donde las agujas de los gemelos seguía apuntando en «Trabajo».

    Los chicos no tuvieron ningún problema en acceder. Durante el resto de la mañana, ambos desocuparon sus respectivas habitaciones.

    El resto del día transcurrió con normalidad. Y cuando el sol comenzó a desaparecer tras los lejanos eriales resecos y los montes verdes, Harry y Ron regresaron de las arboledas con las escobas en los hombros. Ambos iban jadeando todavía, sudaban de pies a cabeza debido a un fuerte entrenamiento de casi tres horas. Harry tenía diversos cortes en los carrillos por los rasguños que los árboles más altos le sacaron cuando atrapó la última quaffle; y Ron había roto sus pantalones por la parte de atrás a la altura de su muslo.

    Cuando llegaron a La Madriguera, Fred y George ya habían llegado. Estaban en la mesa terminando de cenar y conversando con su madre que tenía los ojos hinchados y llenos de lágrimas que le abrían brecha en el rostro.

    —…los he extrañado mucho. Espero que vengáis más seguido… —y al ver que otro de sus hijos entraba junto con Harry por la puerta del jardín, se limpió la cara con prisa y sonrió bonachona —¡Mira nada más el aspecto que tienen! ¡Vengan, vengan! Arrímense una silla, les serviré de cenar.
    Y se marchó a la cocina desde donde condujo dos platos calientes con sopa humeante de cebolla. Ron tomó asiento haciendo destacar su rudeza para sorprender a sus hermanos que en ese momento miraban sus escobas que dejaron junto al paragüero de la entrada. Ron miró alrededor.

    —¿Las chicas no han bajad… ¡AHHG!—los gemelos soltaron unas carcajadas sonoras, y no le respondieron a su hermano menor de inmediato; se tomaron el tiempo necesario en disfrutar el rostro que contrajo cuando la sopa quemó su lengua.

    —¡Cuidado, Ron!, ha estado más de la cuenta en el fuego… —señaló la señora Weasley desde la cocina.

    —Se acaban de marchar apenas los vieron por la ventana. —logró decir Fred con los ojos llorosos.

    —Andan muy raras… —añadió George bajando las cejas y abotonando su chaqueta de piel de dragón.

    —Cuando estaban aquí hace un momento, parecían entusiasmadas… —se extrañó Fred en voz baja, como esperando a que alguno aclarara su curiosidad.

    —Y no fue hasta que Ginny miró a la ventana, que…

    Harry sabía a dónde conducía todo aquello, así que cambió de tema drásticamente y les preguntó como seguían las ventas en su negocio de bromas en el Callejón Diagon. Platicaron durante un rato, y cuando hubieron llenado los estómagos, se despidieron de los gemelos y le dieron las buenas noches a la señora Weasley.

    Después de lavarse los dientes y acarrear sus cosas, Harry y Ron subieron por la escalerilla para finalmente descansar luego de la movilizada tarde. Desde la vieja trampilla, Harry miró el entorno del desván: estaba muy oscuro, había varios trastos en los rincones; jaulas viejas, cajas arrumbadas con fallidos productos Weasley, y un par de baúles en cuya superficies reposaban varias velas. Harry se acercó y agitó su varita: las ceras se encendieron iluminando suavemente el rincón donde se encontraba una pequeña pero acolchada cama asediada de almohadillas y cobijas. No lo pensó dos segundos y se desplomó encima provocando un ruido de muelles. Se quedó ahí unos momentos hasta que dio en cuenta de algo.

    —¿Y tú donde dormirás? —le dirigió a Ron que estaba observándose el corte en el pantalón en un viejo espejo lleno de costras.

    Ron miró tímidamente hacia un costado de la ventana, en donde había un escuálido saco de dormir enrollado y lleno de polvo. Harry se sintió egoísta.

    —Creo que voy a bañarme… —dijo su amigo mientras comenzaba a despojarse el descocido pantalón y olía bajo su axila.

    Ron se colocó en un punto del desván, en el que Harry, acostado, no podía verlo. Pero sabía que el pelirrojo, en ese momento, debía estar completamente desnudo puesto que se escuchaba el ruido de ropas cayendo. De pronto, notó el calor que estaba haciendo. Sintió un leve cosquilleo en la entrepierna y sintió desafortunada su posición, por alguna extraña manera que no quiso indagar…
    Cuando su amigo salió a ducharse, Harry aprovechó en cambiarse. Se quitó el pantalón sucio que aventó en un rincón, y se quedó únicamente con aquellos calzoncillos azul eléctrico y con una holgada playera blanca que llevaba debajo. Dejó sus gafas sobre el baúl y luego se metió bajo las sábanas pensando fugazmente en lo que había sucedido en la mañana.
    Minutos después, Ron volvió, y el pensamiento de Harry aún no había desaparecido de su mente alborotada. Seguía ahí, flotando como una snitch dorada y resplandeciente. Harry entornó los ojos, y a través de la luz de las velas, vio que el pelirrojo llevaba solo una toalla de lunares atada a la cintura. Harry no pudo evitar observar su fibroso cuerpo. Unos delicados pectorales y unos perfectos abdominales formaban su torso rociado de gotas de agua que brillaban con la aterciopelada luz ámbar. Sus bíceps y tríceps eran suavemente abultados; su espalda era ancha y musculada con forma de reloj de arena. Sus piernas eran también fibrosas, y notaba como se contraían con cada paso que daba. Casi no tenía vello, pero el poco que tenía se difuminaba de un tono castaño que enloqueció a Harry… y, de pronto, se dio cuenta que se removía suavemente entre sus sábanas frotando sus piernas entre sí. ¿Qué le estaba pasando? Apretó los ojos para dejar de ver, pero volvía a abrirlos casi involuntariamente, y cada que lo hacía, una corriente se desbocaba desde su entrepierna hasta ocupar cada vena de su cuerpo.

    Cuando Ron se giró, Harry cerró los ojos torpemente. Ron se puso nuevamente el bóxer y una delgada playera de tirantes, y se sentó en la cama para secarse la melena roja con la toalla. Harry sintió unas gotas salpicar en uno de sus pies descubiertos.

    —Puedes… dormir aquí también.

    —¿Qué? —se extrañó Ron.

    —Ese saco de dormir te sacará salpullido. Podemos compartir la cama. —continuó hablando con los ojos cerrados mientras se giraba dándole la espalda.

    —¿En serio?

    —Si… —le respondió éste pretendiendo sonar indiferente, pero a la vez se preguntaba qué rayos estaba haciendo; era como si alguien más estuviera hablando por él— me puedo recorrer un poco, no suelo moverme mucho desde que ya no tengo pesadillas.

    Ron sonrió como un bobo.

    —Si así lo quieres… —dijo sin poder ocultar su entusiasmo. Se puso de pie, cerró la trampilla, le dio un soplido a las velas, y se derrumbó junto a Harry.

    Harry sintió en su espalda la calidez de su cuerpo emanando debido a la reciente ducha caliente. Sentía un increíble magnetismo desde su nuca hasta el final de su espalda. Quería sentir el cuerpo de Ron pegado al suyo. Quería sentirlo, era incontenible. Se sentía imantado a él. Apretó los dientes, y se movió casi imperceptiblemente, quizá un centímetro hacia atrás, esperanzado a que aquello bastara para que quedaran más juntos. Esperó un poco… Ron todavía no roncaba como era costumbre, eso podría significar que seguía tan despierto como él.

    Como Harry no se había atrevido a más, estaba a punto de quedar vencido bajo los efectos del sueño, pero de pronto, sintió que una mano rodeaba su hombro descubierto por las sábanas. Entonces se estremeció y dejó salir un gemidito de sorpresa. Comenzó a sentir la caliente respiración de Ron tan cerca de su nuca. Su aroma tan propio lo envolvía. Entonces, alzó el cuello como por reflejo, para que de ese modo, los labios de Ron lo rozaran, y así fue… de inmediato sintió una corriente helada y se dio cuenta que estaba temblando. Ron acababa de darle un casi silencioso beso en la nuca… Harry se sintió petrificado como bajo la maldición. Nuevamente, Ron respiró en su nuca, que más bien pareció un gemido, y su cálido aliento le abrazó las mejillas. En esos instantes, Harry se sintió en descontrol. No había vuelta atrás.

    Ron lo tomó suavemente por la cintura, por el borde de sus calzoncillos, y lo hizo darse la vuelta. De pronto, un segundo más tarde, se estaban mirando de frente. Los ojos de Harry brillaron de un verde resplandeciente por la luz nocturna que entraba por la ventana. Ron se acercó a su mejor amigo, tanto como nunca lo había hecho. Miró detenidamente en su rostro los varios rasguños del entrenamiento. Se acercó aún más, y desde ahí, olfateó sus labios… Exhalaban. Golpeaban su aroma contra los suyos. Ron no pudo aguantarlo, lo tenía allí, como siempre lo había deseado, desde sus sueños secretos más profundos, después de tantos años… y no lo iba a desaprovechar. Juntó sus labios con los suyos. Ensamblaban perfectamente. Cálidos y suaves se bañaron de la esencia de los dos... Fue un beso extenso, en el que Ron sentía de parte de Harry cierta confusión, cierto temor, pero el pelinegro no lo rechazaba y juraba que sus labios habían comenzado a moverse. Eso lo enloqueció.

    —Ron… —dijo Harry débilmente, con una voz entre ronca y dulce.

    Ron miró primero a sus ojos verdes como esmeraldas, y luego notó como la melena azabache de su amigo descendía tímidamente mirando hacia abajo, como a su vientre. Ron siguió con los ojos lo que Harry le señalaba, y nada más verlo, sonrió pícaro. Bajó la mano desde su cintura hasta su entre pierna, donde la posó encima de un gran bulto especialmente cálido y palpitante que quería sobresalir bajo su bóxer. Harry no podía creer que Ron lo estaba tocando. Sin que ambos dijeran nada, Ron comenzó a mover su mano encima de su ropa, y ésto provocó en Harry una exquisita sensación.

    El mago sintió algo similar a los viajes que hacia al sumergir la cara en el pensadero de Dumbledore; el suelo parecía desvanecerse, que flotaba, que se dejaba ir... luz, colores, texturas… Pero… todo era tan confuso, pero tan... extrañamente excitante, tan prohibido… su mejor amigo… el novio de Hermione...

    Ron comenzó a frotarlo cada vez con más velocidad. Lo masajeaba y le daba cariñosos apretones que Harry agradecía con cada respiración. Entre el ruido de sus bocas, un cálido ambiente los comenzó a confinar al interior de un capullo que parecía girar en espiral y dispararse en todas direcciones.

    Sin dejar de restregarse sobre el cuerpo de Harry, Ron se estiró para coger su varita encima del baúl , y tras agitarla, el bóxer de Harry se deslizó suavemente de sus piernas hasta caer fuera de la cama. Con su cálida mano, Ron rodeó el grueso pene de Harry; debía tener la perfecta longitud de unos diecisiete centímetros y estaba ligeramente húmedo. Esto provocó que Ron lo apretara dócilmente con los dedos, mientras que le friccionaba el pulgar para masajearle el glande.

    —¡Aaaahhh!... —jadeó Harry observando el robusto brazo de Ron: grueso y de trazos delicados. Miró sus pestañas rojizas, su cara tan cerca de la suya, sus labios mojados.

    Ron hizo otro movimiento de varita y la playera de Harry se desgarró dejando expuesto su torso blanco. El pelirrojo se le puso encima haciendo sacudir su melena de fuego y le sostuvo de las muñecas. No se resistió ni un momento y comenzó a lamer sus rosados pezones mientras que su cabello acariciaba la barbilla de Harry que gemía descontrolado. Durante unos momentos, lo único que se escuchó en la buhardilla eran las succiones de los labios de Ron, y Harry se volvía loco.

    —AAAAHHH!... —gimió Harry más fuerte, disfrutando la maravillosa mezcla cálida de la humedad de su boca y su fresco respirar sobre sus pezones. Sentía su cuerpo temblar de pies a cabeza bajo el suyo: volaba. Volaba más rápido que como lo hacía sobre su escoba; se sumergía en una plenitud y una excitación casi quiméricas…

    Pero…

    —¡Qué pasa allí! —Se escuchó una voz desde lo bajo de las escalerillas de la buhardilla.

    Los dos chicos se estremecieron y se removieron con pavor entre las cobijas…

    Una cabeza se asomó desde la trampilla.

    —¡Lumus! —dijo la señora Weasley con su vieja bata de dormir verde, y apuntó el dorado resplandor que salía de la punta de su varita hacia la cama donde Harry dormía plácidamente.

    Molly miró a todos los rincones con el ceño apretado, y tras chasquear la boca, volvió a cerrar silenciosamente la puertecilla y comenzó a descender diciéndose algo en voz baja. Una vez que el ruido de su zapateo desapareció, Ron habló desde lo alto del techo sobándose una rodilla que se había golpeado con una viga. El chico estaba pendiendo boca abajo como si una fuerza invisible lo sostuviera desde uno de sus tobillos. Harry lo miró sonriendo con nervios y también con cierta culpabilidad…

    —Hermione no sabe lo útil que resultan a veces los hechizos del llamado Príncipe Mestizo… —resopló Ron que estaba poniéndose colorado debido a la presión.

    Afortunadamente Harry no había olvidado el encantamiento Levicorpus. Era irónico que Hermione, quien tanto había detestado aquel libro de pociones, los hubiera sacado de un apuro más jugando a su desfavor.



    Tercera parte: ''Plateado Radiante'' en el siguiente link (agreguen una ''w'' al inicio):
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  3. ~• Yuna •~
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    Me suena mucho este fic,pero no se de que ._.

    Lo abre leido en el primer foro de Mundoyaoi,ni idea.

    Lo que quiero saber es...

    ¡Con lo que amo el Rorry pero tambien el Drarry,porque no ahí mas fics de esta pareja T.T!

    Conty!
     
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2 replies since 17/10/2013, 08:02   989 views
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