Harry y Ron: Un Caluroso Verano (Original)

Llega el verano; en realidad uno de los más calurosos. La Madriguera se llena de secretos que se esconden tras las puertas y los armarios; los sentimientos y las atracciones están a flor de piel...

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  1. DavidPozas
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    Primera Parte
    ''Azul Eléctrico''





    —¡Ronald Weasley! —gritó su madre por cuarta vez desde la planta baja.

    Una melena pelirroja se asomó a través de la baranda de madera del tercer piso.

    —¿Qué pasa? —Suspiró— Ya me ocupé de desgnomizar el jardín... ¿qué pasa ahora? — insistió con pesadumbre mientras bajaba las escaleras que rechinaban como jabalís bajo sus pies desnudos.

    Con una línea dibujada entre las cejas, su madre esperó a que la figura de su hijo apareciera en la cocina. Ron llevaba puesto un pantalón, pero todavía tenía encima la camisa color granete del pijama que le comenzaba a ajustar desde el pasado verano. Se le notaba el contorno de su fuerte pecho, y los músculos de sus brazos habían crecido debido al intenso entrenamiento al que se había sometido para mejorar sus jugadas y acrobacias en el quidditch.

    —¿Dónde andabas? ¿Tienes duendes en los oídos? Necesito que le lleves la ropa limpia a Harry. Estará en su habitación —y le pasó el cesto repleto que estaba sobre la mesa.

    Ron se dio cuenta que su madre se asomó para mirar un gran reloj de pared que colgaba en el salón: tenía nueve manecillas, cada una con el nombre de un miembro de la familia escrito.

    —¡Oh! —Señaló la esfera del reloj. La manecilla del señor Weasley se había movido y señalaba la palabra «Viajando»—. ¡Ya viene! El desayuno ya casi está listo. Les dices a todos que baj… ¡Ron! ¡echa a ese gnomo de aquí! ¡Ya se llevó dos salchichas y un bollo!

    Ron puso los ojos en blanco y dejó el cesto mientras sacaba su varita del bolsillo.

    ¡Inmovilus! —lanzó hacia la esquina de la cocina, donde un pequeño ser con cabeza en forma de patata intentaba ocultarse tras el costal de la harina.

    El gnomo se quedó quieto y tambaleándose. Ron lo tomó, empujo la puertecilla del jardín y lo lanzó por los aires con todas sus fuerzas tras el lejano seto.

    —Siempre la saltan y vuelven al jardín… —se dijo ahogando un bostezo mientras tomaba el cesto de la ropa bien doblada de su amigo, y volvía a subir las escaleras de la Madriguera.

    Llegó al segundo tramo de los escalones y abrió la puerta… Lo que vio, lo dejó sin aliento y hasta el sueño se le esfumó antes de que alguien pudiera pronunciar bowtruckle.

    Allí estaba Harry de perfil frente a la luminosa ventana con el cabello carbón enmarañado. Pero estaba casi desnudo. Acababa de subirse el bóxer azul eléctrico hasta que ajustó su ingle, su trasero y un suave bulto en la parte frontal. El muchacho era delgado, y tenía una delicada figura con pocas curvas, pero su pecho y su abdomen se delineaban con la luz y la sombra de la cálida habitación.

    —H-Harry… —murmuró Ron sorprendido. El corazón le latía tan fuerte que parecía querer romper sus costillas.

    Quedándose sin aire, Harry viró momentáneamente hacia la puerta para ver de quién se trataba.

    —¡Ron! —gritó Harry enfadado. —La puerta estaba cerrada por alguna razón.

    —Perdón. —se disculpó su amigo sin poder apartar la vista de su cuerpo —No podía haber llamado, como verás tengo las manos ocupadas. —y dejó con las manos temblorosas el cesto sobre la cama desarreglada. —Somos amigos… ¿no? Y somos chicos, los dos podemos cambiarnos de ropa juntos, sin problema.

    Harry no respondió. Tomó un pantalón limpio y se dispuso a ponérselo, pero Ron se acercó en dos pasos, y nervioso, lo detuvo por el hombro sintiendo su corazón palpitándole en la cabeza.

    —Harry…

    El pelinegro lo miró a la cara un momento, luego bajó los ojos que de inmediato se extendieron de asombro.

    —¡Ron! Tienes una er…

    Ron no se movió. Se había vuelto colorado hasta las orejas.

    Y en efecto. En los pantalones de chándal de Ron, crecía un voluminoso bulto que a Harry le resultó extrañamente apetitoso… ¿apetitoso? No, no podía ser. Harry apartó la vista con las mejillas ligeramente encendidas; se estiró para tomar sus gafas del alfeizar de la ventana y continuó subiéndose el pantalón. Mientras se abotonaba la camisa, Harry miró nuevamente hacia los pantalones de su amigo, y notó que el bulto se había ensanchado y crecido aún más. Tanto que incluso, ladeado, llegaba hasta el bolsillo izquierdo.

    Ron despegó los labios para decir algo más, pero Harry lo interrumpió:

    —Tengo mucha hambre… —declaró pretendiendo cambiar de tema, pero a Ron se le dilataron las pupilas tras esas palabras.

    El pelirrojo se acercó un paso más con los pies descalzos.

    —Yo… bueno, yo puedo darte algo —le aludió con nerviosismo, y con un aire distinto al normal, miró al pelinegro a los ojos.

    Harry se alborotó el cabello, e involuntariamente, se dio cuenta que sus propios ojos volvían la vista hacia el abultado pantalón de Ron.

    No, no podía ser. ¡No debía hacerlo! Pensó velozmente.

    —…Lo que quieras —complementó Ron—… Salchichas con crema, pan de ajo, huevos con beicon, tostadas con mantequilla… —Harry sonrió por fin— …digo, en caso de que no te apetezca bajar a desayunar. Y… lo entiendo. Desde que tú y Ginny… lo dejaron, las reuniones en el comedor se han vuelto incómodas incluso para mí.

    En ese instante, se escuchó un golpeteo en la ventana. Hedwig acababa de aterrizar tumbando la antigua jaula de Scabbers que Ron había arrumbado junto con otros cachivaches. Harry pudo respirar debido a la conveniente interrupción y se acercó al ave de plumas blancas. No la había visto desde la noche anterior y se alegró de verla sana y salva. Con todo y los restos de lo que parecía ser un ratón, su dueño la dejó entrar a su jaula encima del ropero.

    Ron levantó la jaula de su vieja rata y se sentó perezosamente en la cama. Le extendió la mano a Harry para que pudiera verle las mordeduras de gnomo que tenía en uno de sus dedos. Éste se sentó a su lado en la cama y le sostuvo la mano para ver los dientecitos marcados.

    —…Dicen que la saliva de gnomo es benéfica. —le explicó Ron admirando sus dedos con orgullo como si fueran honoríficas heridas de guerra.

    —Espero que en ti ése beneficio funcione como disminución del apetito. —reflexionó Harry carcajeando. Ron fingió una momentánea indignación, y luego riendo también, le propinó un seco almohadazo. Entonces se desató una lucha sobre el colchón.

    —¡Ya verás señor PIPIPOTE! —se burló Ron intentando hacerle cosquillas, recordando como lo llamaba Peeves, el fastidioso Poltergeist de Hogwarts.

    Harry no se quería quedar atrás:

    —¡T-TE A... —Harry no podía con la risa— TE A-ARREPENTIRAS, PEQUEÑO RO-RO!

    Aquel apodo con el que Lavender Brown lo bautizó en sexto año, resonó en los colorados oídos de Ron.

    Los dos rodaron hasta casi caer de la cama.

    En ese instante la puerta se abrió de par en par, y la rechoncha figura de la madre de Ron se asomó.

    —¡Solo faltáis ustedes dos! Los estamos esperando. Ron, tu padre ha traído un «control de moto» con varios botones. Harry, querido, dice que quién mejor que tú podría orientarle respecto a ese aparato que usan los muggles...

    —Control remoto —la corrigió Harry con una sonrisa.

    —¡Eso! —respondió la señora Weasley agitando la mano como si ahuyentara varios mosquitos invisibles —Ron, —añadió de pronto antes de salir—¿P-Porque, estás tomando la mano de Harry?

    Y efectivamente, sus manos habían coincidido en la cama sin darse cuenta. El pelinegro se sonrojó y la retiró como si se hubiera quemado los dedos. Ron se apresuró a decir con los ojos todavía llorosos de la risa:

    —Estaba revisando mis dedos. Usamos un hechizo para curar las mordeduras de gnomo.

    Molly no dijo nada y salió de la habitación. Cuando se hubieron alejado los pasos, los dos chicos rieron nerviosamente sin atrever a mirarse a la cara.

    Ron por su lado, no sabía cómo controlar lo que llevaba sintiendo por Harry desde hace ya algún tiempo… desde hace ya tantos veranos. Le gustaba; la atracción era evidente. Cada vez era más incontrolable. ¿Por un chico? Se llegaba a preguntar todas las mañanas y noches acurrucado en su cama. ¿Es posible? Decidía cada que miraba los profundos ojos verdes de su amigo al caminar a su lado… Y es que con él siempre pasaba ratos de interminables risas, habían crecido prácticamente juntos y los buenos momentos nunca faltaban entre ambos debido a su alta compatibilidad... «Sus ojos, sus ojos verdes», pensaba Ron sintiendo una punzada dolorosa en el pecho.

    De pronto... volvió al presente. Se acababa de dar cuenta que Harry lo observaba con una sonrisa inocente mientras guardaba su ropa en la cómoda.

    La punzada se convirtió en un calor abrazador...

    Pensó de nuevo en lo que acababa de suceder hace un rato, y el hecho de tenerlo ahí tan cerca le provocó un hormigueo que recorrió todo su cuerpo. Harry ni siquiera se imaginaba el deseo que tenía por tumbarlo en la cama y comerle los labios... Se preguntó con vergüenza si habría escuchado la violencia con la que su corazón estaba latiendo en ese preciso momento...

    De todos modos —pensó Ron— ¿Qué pasaría si Harry se enterara de sus sentimientos? Le daba miedo la idea de que no sintiera lo mismo por él y que nada volviera a ser igual entre los dos.

    Entonces, Ron se levantó inesperadamente de la cama y desde el marco de la puerta le dijo a su amigo con una leve sonrisa:

    —Vamos, o me terminaré los huevos con beicon: tus favoritos. —y se escuchó como descendió las escaleras a toda prisa.



    Segunda parte: ''Verde Radiante'' en el siguiente link (agreguen una ''w'' al inicio):
    ww.potterfics.com/historias/151791/capitulo-2


    Edited by DavidPozas - 17/10/2013, 16:29
     
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2 replies since 17/10/2013, 08:02   989 views
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