Nuestra historia de amor [Kariya x Hikaru] (3/?)

De camino, un fuerte olor a panes recién hechos atacó su nariz deleitándose con ese delicioso aroma. Pero fue al entrar al comedor cuando empezó a babear, en la mesa se encontraba sin duda un auténtico manjar: una gran variedad de panes, bollos rellenos de mermelada de arándanos o frambuesa, pequeños pasteles cubiertos con una fina capa de chocolate rellenos de moras, tazas llenas de leche o café y unos cuantos platos tapados con una tapa que seguramente albergarían algún tipo de desayuno exótico. Sin duda nunca había visto tan cantidad de comida junta.

- ¿Por qué no come la ensalada que le he preparado? – dijo con una sonrisa levantando aquellos platos que se encontraban tapados.
- ¿En-ensalada o-otra vez? – dijo poniéndose azul al ver otra vez tanta ensalada a su alrededor.
- Sí, como le gustaron mucho me he levantado pronto para prepararla – dijo emocionado.

- Jejejjee, hay tienes el mío. Ahora ya puedes comer sin problemas.
- ¡Qué bien Masaki! A mi tío le caes bien, te dejó su tenedor – dijo muy feliz, así que el pobre ladrón tuvo que empezar a comer ensalada a la fuerza si no quería hacer llorar al menor y recibir miradas asesinas por parte del tío. A la cuarta ensalada, empezó a preguntarse por qué solo él comía aquel alimento para corderos.
- Príncipe Hikaru, ¿por qué el rey Kageyama no come ensaladas?

- Es que mi tío tiene una rara enfermedad en la que no puede comer ensaladas más de una vez al día – dijo así sin más mientras que Kariya juró ver un cartel encima de Hikaru que decía ``INOCENTE´´ con mayúsculas, en colorines y con luces en el cartel. No podía existir alguien más inocentón en el mundo, de eso no le cabía la menor duda. Pero entonces recordó para que estaba allí, no para comer ensaladas, sino para robar. Así que empezó con su plan.

- ¡Gardias! – gritó Kageyama.
- ¿Sí, u su majestad? – dijeron los guardias a coro.
- Vigilad a esos dos y si veis a ese Masaki acercarse mucho a mi sobrino… disparadle una flecha – dijo sonriendo macabramente ante esto último.
- ¡Sí, su majestad!

- ¿Pero qué haces? ¡Suéltame mo… - iba a decir de no ser porque se dio cuenta de cómo tenía sujeto al príncipe, que lo miraba con una linda e inocente sonrisa. Apartó rápidamente la mirada sonrojándose levemente y sintiéndose algo frustrado por no saber que era ese calor en sus mejillas.
De pronto, siento que algo se clavaba en la tierra bastante cerca de su mano. Sudando frío, bajó lentamente la mirada para encontrarse una flecha que estaba MUY cerca de clavarse en su mano. Lo tomó como indirecta de lo que le pasaría si seguía estando en esa posición con el príncipe.
- Hi-hikaru – llamó con miedo.
- ¿Qué pasa? – preguntó inocentemente.
- P-podrías levantarte, no quiero morir todavía – pensó esto último.
- Claro – dijo levantándose y sacudiendo un poco de su vestido para sacarse el polvo.

- Masaki – susurró sonrojado mirando a los ojos del ladrón. Aquellos que prácticamente le habían robado el corazón.
- Hikaru – susurró él también mirando a los ojos del príncipe. Esos tiernos ojos rebosantes de inocencia y que le habían hecho sentir algo a primera vista.
Ninguno podía apartar la mirada del otro, entonces fue cuando ambos cerraron los ojos y empezaron a acercar sus rostros. La distancia se fue haciendo más y más pequeña

y se habrían besado de no ser porque un algo o mejor dicho alguien los interrumpió.
- Vaya, vaya ¿pero qué tenemos aquí? – dijo Kageyama.
- Hola tío, ¿qué haces aquí? – preguntó Hikaru con una sonrisa inocente.
- Había ido a por un poco de agua. Por cierto Masaki – dijo haciendo que el peli-azul empezara a sudar frío – ¿recuerdas nuestra pequeña charla cuando nos conocimos? Parece que no aprecias mucho tu vida.
- Es que Hi-hikaru, ca-casi se cae y… - iba a seguir hablando pero es interrumpido por Kageyama.
- Da igua, los dos iros a vuestros cuartos ya – ordenó.
- Sí tío/su majestad – dijeron ambos. Los dos chicos fueron escoltados hacia sus cuartos por dos guardias.

- Mierda, si no hubiese sido por Hikaru, ya estaría fuera de aquí con todo el dinero – dijo frustrado y algo cansado – y ¿qué haré ahora? ¿Debería quedarme o irme? – dijo esto último bostezando – creo que debería descansar primero y ya pensaré algo mañana – susurró cerrando los ojos dejándose caer en los brazos de Morfeo.