Mi querido vampiro"Segunda Temporada" ACTUALIZADO 29/05/2014

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  1. Misaki_san
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    Quebrántame, odiame, ámame .... soy masoquista. Pero si te tengo conmigo, el mundo me importa poco
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    Capítulo III: El destino... una muerte anunciada







    La historia volvía a teñirse de sangre, la vida y la muerte resurgían desde lo profundo reviviendo lo que antes estaba enterrado y olvidado. Desde lo profundo del bosque, el niño de tantos años se veía triste mirando el horizontes del cual sus bellos y tristes colores anaranjados casi rojizos pintaban el cielo, ni siquiera un pintor de vivencias podría retratar esa bóveda. Él, seguía mirando mientras sus suaves manos palpaban el cuello y en él, dos orificios hechos por su padre. Toda su vida, o que quedaba de ella era un cuento de hadas.



    Las heridas poco a poco se cerraban, el aire se llevó su último suspiro, un aire cargado de pena y de angustia. La saliva iba humedeciendo el tracto mientras seguía mirado, las hojas caían, el otoño al fin comenzaba. Esos orbes esmeraldas brillaban intensamente, era una vida nueva la que iniciaba, una larga, larga vida ¿Increíble no es así? Una eternidad viendo pasar las generaciones, épocas de oro, de esplendor, de hambrunas y de pobreza.
    Era la nueva vida que empezaba, el príncipe comprendía poco a poco sus tareas del cual tenía que obedecer. Los actos, el protocolo estricto que tenía que padecer, sonreír, comportarse. Tenía algo que buscar, los caballeros estaban al servicio del imperio, de su señor y la familia real. Un cumpleaños más, un año más de ver pasar el tiempo y sonreírle como si nada hubiese pasado, como si fuera totalmente un sueño esperando despertar y ver que todo era mentira. Que si se cortaba, sangraría y si sangra le duele… no era así, todo era distinto.


    Esa misma noche, su padre le daría a saber que tenía prometido. Un joven del clan del norte, bien parecido, uno de los linajes más antiguos después de su familia. Ijuiin, joven de la alta aristocracia, comprometido por sangre con el príncipe Misaki. Un pájaro enjaulado, encarcelado, cierra su boca ante la orden inquebrantable de su Rey. Agacho la cabeza, una reverencia ante alteza y finalmente el anillo que comprueba la unión.



    Su alteza real estaba de casería con su prometido, ambas caballerías estaban cuidando a sus futuros reyes. El ego de Su Serenísima era demasiado para Misaki; le veía de vez en cuanto escuchando lo que su compañero hablaba. Todo llegaba a su culmine, levantando la voz protegiendo a un joven de cabellos castaños, mirada perdida algo enojada.





    -Desde ahora Él es mío Ijuiin sama – respondió Su Alteza mirando a los demás- ya no beberemos sangre humana ni matar por placer, si alguien no puede aceptar esta orden es libre de irse
    -¿Acaso me ha cambiado mi Señor? – Besando la mano del príncipe- vaya… ha encontrado un nuevo juguete




    No era un juguete, Él quería reescribir su propia historia y si tenía que sufrir por ello lo haría con gusto. No era como los otros, un niño parido antes de tiempo, un joven hecho y derecho cambiaría el curso de la historia para siempre.




    - Ven Shinobu… es hora de vivir – dijo extendiendo-le la mano al señorito
    - ¿A dónde vamos? – preguntó sin importarle mucho pero desde lo profundo sentía un aroma especial del cual quedo prendado-
    - A conocer a tu Señor, a quién le debes la vida-




    Frente a un carruaje a la lejanía, las grandes ventanas de madera engarzadas en un fino metal, cubiertas por una bella tela color borrabino. Desde su interior emanaba un suave aroma a rosas, Shinobu se a cercó sigilosamente mientras detrás le miraba divertido.




    - ¿Eres Shinobu? – la suave voz resonó desde dentro del carruaje, Éste se limito a afirmar –
    - Si
    - Lamento arrastrarte a este mundo, pero tu deseo fue sincero
    - No se preocupe mi Señor… le protegeré.





    Así fue pasando, cada personaje fue cambiando al lado que le llamaba. Misaki a la cabeza de todo, los caballeros, ellos en primacía estaban a su lado no despegándose de su lado. Protegiendo a su alteza, cuidando sus pasos, guiándole y acompañando las decisiones. Akihiko fue el primer en unírseles, pero éste fue un encuentro un destino especial, señalado por las estrellas. Prepotente, el peli-plateado aún en sus primaveras ya entrando a la adultez le sirvió en especial acatando a lo que el joven pretendía para su persona. Tenía su vida ligada a la del otro, solo le respondería a él, lo miraría, le tocaría. Se lo había prometido un día de primavera, cuando las hojas verdes empezaban a nacer en ese campo minado de flores azules, rosas para ser exacto.






    - Dime Akihiko san ¿estoy equivocado en rehacer las leyes? – preguntó el joven vampiro oliendo una rosa-
    - Si usted está enteramente seguro de lo que hará, sabrá bien que lo seguiré hasta donde me diga – respondió elocuentemente. Ya no era niño, sino un hombre de 22 años, agradable, misterioso a la vista del cual las mujeres de su época se le entregaban cada dos por tres.
    - Por eso te estoy pidiendo una opinión, una respuesta a mi inquietud Usagi san – sonrió mientras cortaba la rosa, cada pétalo caía transformándose en rojo sangre –
    - Misaki… - susurró en su rasposa pero atrayente voz - … lo que hagas, lo que pienses esta perfecto. Porque querés cambiar lo antiguo, yo te seguiré






    Akihiko tomó lugar a su lado mirándole, esa mirada escondía otra cosa pero a los ojos de su Alteza no podía mentir. Misaki le acarició la mejilla sonriendo de lado, se inclinó para cortar otra flor y se la dio pero ésta no había cambiado de color como la otra. Le mostró su rosa ya roja con tonalidades azulinas.






    - Dicen que estas flores predicen el destino de cada persona, el deseo profundo, su estrella… su destino. Al parecer el mío está manchado – silencio su voz- un hermoso color sangre y el tuyo Un bello color azul como el firmamento.
    - No… - su voz se había quebrado, no quería perder a esa persona especial que lo había sacado del abismo. Le abrazo con fuerza, no le importaba las clases sociales, solo le abrazó – no te pasará nada, no morirás, jamás digas eso Misaki
    - Si llega a pasar algo… -solo cerró sus ojos oliendo su tan penetrante perfume-… quiero que no los dejes solos… nos veremos… en la otra vida.





    ***************************************






    Los demás quedaron escuchando el relato de Hiroki con mucha atención. Cada palabra, cada gesto, parecía sacado de una novela pero no, todo era real, ellos estaban allí para contar la historia. Onodera sentado en el sillón trataba de digerir lo que estaba escuchando al igual que toda su familia quedaba muda. El joven rubio comía las galletas sentado en la mesada, a su lado Takano con su rostro completamente serio miraba los demás sin importancia.




    - ¿Y como transformé a Takano san?





    Los comensales dirigieron su mirar al joven castaño que bajaba por las escaleras quedándose en el pequeño descanso. Akihiko le extendió la mano a la cual correspondió.






    - Misaki, deberías estar descansando – intervino el sacerdote-
    - ¿Cuántos años descanse? – redobló sus palabras con algo de sarcasmo - ¿ochenta, cien años? ¿Cuántos?
    - Cuatrocientos años, cinco meses, dos semanas – susurró el azabache-
    - Como… fue que te transformé Takano san …
    - Hermanito, no es momento..
    - ¿Cuándo o será? Esperemos otros cuatrocientos años…
    - No quise… decir eso…
    - Lo se niichan… pero.. – los pasos se escucharon dando un pequeño retumbe – Takano san… ¿Cómo te transformé?
    - A…. la fuerza…. A sangre fría… sin piedad…
     
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