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Private with: † Miss Skull †

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  1. Volkov.
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    -Hermann, Hermann, ven aquí, rápido, quiero presentarte a alguien – Mi padre me hace señas con la mano para que me acerque hasta él y yo obedezco fielmente, como siempre. A su lado hay un hombre; no sé quién es, juraría que nunca lo he visto antes, pero puedo deducir que no es ningún oficial por su uniforme ni tampoco ningún viejo amigo de la familia que yo recuerde. De hecho me quedó sorprendido por su vestimenta, pues es el único en toda la fiesta que lleva ese atuendo tan llamativamente blanco en vez de ir de etiqueta o con el uniforme militar, como llevamos el resto de la mayoría. Eso dice mucho de su personalidad; egocéntrico, sobresaliente y con un exceso de confianza en sí mismo. Por regla general la gente desconoce que su apariencia o lenguaje corporal revela más cosas de las que ellos desearían en realidad. Un rápido análisis del recién llegado me dice que sólo es un soldado raso, pero si hay algo que he aprendido, a lo largo de todos estos años, es que a veces las apariencias engañan. No puedo evitar preguntarme; ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Por qué mi padre tiene tanto interés en conocerle?

    -¿Cómo dice? – Pregunto, confundido, mientras le estrecho la mano a ese tal Schneider con fuerza, antes de que mi padre se eche a reír a carcajadas – Oh, Hermann, tengo el placer de presentarte al señor Gilbert Schneider. Tú aún no lo sabes y siento de todo corazón no habértelo dicho antes, pero el señor Schneider será tu nuevo ayudante de ahora en adelante. Si, si, ya sé que dejaste bien claro tu postura acerca de tener un nuevo ayudante después de despachar a los más de cien postulantes, pero a este chico no puedas rehusarle como a todos los demás porque viene recomendado por puño y letra del mismísimo Himmler ¿Te lo puedes creer? – Cuando mi padre me cuenta la noticia, esta cae dentro de mí como una bomba de relojería; estoy bebiendo una copa de Schnappss y casi vomito el trago de alcohol en la cara del recién llegado. Siento como la rabia y la impotencia me carcomen por dentro, pero logro mantener la calma y le devuelvo una sonrisa a ese tal Schneider por pura cortesía. ¿Hipócrita? No. Al fin y al cabo es lo que nos enseñan en la academia militar, a mentir, o como nosotros preferíamos llamarlo; actuar. No me gustan las caras nuevas, las caras nuevas implican problemas, y los problemas generan una lista sin fin de sospechosos con nombre y apellido que, como miembro del servicio de contraespionaje, debo estudiar y memorizar. Tampoco me gustan las sonrisas, pues casi siempre disfrazan alguna que otra mentira – No, la verdad es que no me lo creo –. No estoy bromeando.

    -Señor Schneider, tengo el placer de presentarle a mi hijo, Hermann Müller, espero que os llevéis bien y forméis un gran equipo; juntos daréis caza al topo que se esconde entre nuestras filas. Sí, sí, ya lo veréis. Pero, por favor, no hablemos ahora de trabajo. Divertiros todo lo que podáis, muchachos, porque mañana a las 6:00 en punto os espera una larga jornada de trabajo – Cuando digo que no te puedes fiar ni de tu propia sombra, eso también implica a tu familia; mi padre me la ha jugado y lo peor de todo es que no puedo negarme al respecto. Despliego mi mejor sonrisa para mi progenitor, pero cuando este se despide de nosotros y se aleja para seguir saludando a los otros invitados, mi sonrisa desaparece para dejar paso a la hostilidad. No me gusta trabajar en equipo, quiero que lo sepa, y mucho menos con un desconocido, no me fio de él. ¿Quién es? ¿Por qué Himmler se ha tomado la molestia de escribir una carta de recomendación con el fin de postularlo para este trabajo? Las preguntas se acumulan en mi cabeza, necesito respuestas, ahora. No las que me cuente por su boca, si no las que me confiese, sin querer, con lo que no diga.

    -Quiero que le quede una cosa bien clara, señor Schneider; no me gusta y nunca me gustará. Cada vez que se dirija a mí lo hará por el nombre de señor Müller y no se tome ninguna confianza conmigo: no somos amigos y ni tengo intención de serlo. Si quiere mi confianza, va a tener que ganársela a la fuerza… Y ahora, ¿Por qué no nos conocemos un poco mejor? – No es una pregunta amable, es una exigencia encubierta. No quiero conocerle, pero necesito saber todo de él cuanto antes. Le señalo un sofá de cuero marrón que hay frente a nosotros y le invito a sentarse voluntariamente obligado... o obligadamente voluntario, como prefiera llamarlo.

    -¡Hermann! – Me giro de forma instantánea cuando reconozco a Inga, mi melliza, quien está especialmente bella esta noche. Lleva un vestido largo de color rojo que deja al descubierto su espalda, mientras que los zapatos de tacón negro estilizan su esbelta figura. Tiene el pelo largo y claro recogido en una trenza en forma de diadema. Sí, mi hermana, mi todo, luce como una reina. Todos los hombres de la fiesta la miran y, eso, me enfurece. Ella se acerca hasta mí y me da un beso fugaz en los labios, mientras me coge por el brazo y reposa la cabeza en mi hombro, antes de sentarse sobre mi regazo en el sillón – Bienvenido a casa, ¿Por qué no has venido antes…? Oh, es usted otra vez – dice mirando a mi nuevo ayudante con una sonrisa en los labios.

    Edited by † Miss Skull † - 26/6/2014, 20:37
     
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