•{αtrαpαme, si puedes}•

Private with: † Miss Skull †

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  1. Volkov.
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    Estaba yo tan tranquilo o mejor dicho intentando tranquilizarme a mí mismo, mientras me llevaba una copa de Schnappss a los labios y sentía el crudo invierno de Hamburgo sobre mi piel cuando, de pronto, mi ayudante se colocó a mi lado sin previo aviso, perturbando mi paz interior, y molestándome sin ni si quiera haberlo invitado a beber conmigo, llevaba una copa de Schnappss en su mano – Su sola presencia me molesta – le aclaré, por si todavía le quedaba alguna duda al respecto y con la intención de que se marchara bien lejos. Al no ser así giré la cabeza a un lado y lo miré por encima del hombro con desprecio y claramente enojado, mientras lo escuchaba hablar con atención; o me estaba ignorando o no se daba cuenta de ello. Y no sabía decir cuál de las dos opciones era peor. Con la primera me decía que no tenía ninguna clase de respeto por su superior, por lo que nunca podría ser un buen ayudante, y la segunda hablaba de su cualificación en el trabajo, al no poder captar una indirecta tan directa como aquella – Por mí como si le envía el mismísimo Hitler en persona; no quiero volver a verle la cara otra vez excepto en lo estrictamente necesario, es decir cuando estemos de servicio, ¿le ha quedado claro? – apuré la copa de Schnapps y me serví un segundo vaso – No estoy molesto con usted, estoy más que eso; se ha entrometido en mi vida laboral y privada; no necesito a ningún ayudante para hacer bien mi trabajo y tampoco quiero que vuelva a hablar con mi hermana de eso modo si no quiere tener problemas conmigo. Usted no me conoce, así que por su bien no se tome tantas confianzas para creer que sabe lo que siento – pero, cuando lo escuché hablar de mi melliza se me torció el norte y me acerqué a él más de lo estrictamente necesario hasta que nuestro rostros quedaron a escasos centímetros de distancia, cara a cara – Por supuesto que no va a hacerle nada porque, sino, me encargaré personalmente de convertir su vida en un infierno, antes de deportarlo al sur de Alaska. ¿Me he explicado con claridad, señor Schneider?

    -¡Hermann! – me llamó mi padre acercándose en dirección a nosotros con una sonrisa en la cara, mientras yo me apartaba disimuladamente de mi nuevo ayudante para devolverle su espacio vital – Oh, ¿Ya os habéis hecho amigos? Veo que cada vez os lleváis mejor, si, cualquier día de estos hasta podemos invitarlo a cenar con nosotros o incluso podría ser tu futuro nuero – mi progenitor se echó a reír a carcajadas y yo me quedé en estado de shock durante un segundo que me pareció eterno, aunque supe reaccionar a tiempo y devolverle mi mejor sonrisa mientras pensaba para mis adentros – “Antes me lo cargo y cuelgo su cabeza en la pared de mi despacho” – después miré a mi nuevo ayudante, sin dejar de sonreír – Sí, podría ser… cuando el sol salga por el oeste y se ponga por el este, cuando los comunistas ganen la guerra y el Tercer Reich caiga en manos invasoras – no estaba bromeando, pero mi padre lo interpretó como tal y siguió riendo, mientras yo me unía a él y nos reíamos cada uno de su propio chiste – Seños Schneider, espero que esté disfrutando de la fiesta tanto como nosotros, si me permite tengo que robarle a Hermann sólo serán unos minutos – y mientras nos alejábamos – Hermann, el topo… – vi a mi hermana melliza acercándose en dirección a mi nuevo ayudante.

    -Buenas noches otra vez, señor Schneider – mi hermana se enrolló en torno a su brazo y reposó la cabeza en su hombro – ¿Tendría el placer de hacerle compañía a una dama? – preguntó con doble intención, mientras le miraba directamente a los ojos y sonreía de forma provocativa, dejando al descubierto una perfecta sonrisa blanca enmarcada de carmín – O… ¿tiene otras cosas mejores que hacer? – ahora le rodeaba el cuello con ambos brazos y se acercó muy despacio hasta su rostro, para después darle un beso en la mejilla y deslizarse hasta su oído – Me gustan los hombres con poder, señor Schneider, y usted no sólo lo tiene, sino que además es atractivo; rubio, con ojos azules y piel blanca, tal y como… – mi hermano –…a mí me gustan. Venga conmigo esta noche – le susurró, tomándolo de la mano.

    La fiesta ya estaba tocando a su fin y los pocos invitados que quedaban ya se estaban dirigiendo hacia el aparcamiento para regresar a sus respectivas casas. Momento que mi hermana aprovechó para subir rápidamente por las escaleras con mi ayudante de la mano, a escondidas, y conducirlo hasta una habitación. Al parecer era un dormitorio; el suelo era de mármol blanco y las paredes estaban pintadas de azul claro. En el medio había una cama de madera de ébano, bastante grande por cierto. Un armario ropero doble, que llegaba de un extremo a otro. Y un escritorio rodeado de estanterías llenas de libros. Una vez dentro, mi hermana empujó a mi ayudante a la cama y se apartó de él mientras sonreía – Espéreme aquí, ahora mismo vuelvo – le dijo, mientras se dirigía en dirección al cuarto de baño. Entretanto yo subía por las escaleras en dirección a mi cuarto, giré el pomo y abrí la puerta cuando, de pronto, mi futura esposa me llamó y me di la vuelta, de espaldas al dormitorio, para esperarla – “¿Y ahora qué?” – pensé, cansado.
     
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