•{αtrαpαme, si puedes}•

Private with: † Miss Skull †

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  1. Volkov.
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    -Pero señor Schneider creo que está usted equivocado, precisamente esa es la cuestión por la que debemos darle hijos al Führer y al Tercer Reich; para que Alemania no se quede huérfana de niños, en caso de que pierdan a sus padres en combate ¿Lo entiende? – le pregunté, mientras volvía a ponerme el parche negro en el ojo derecho y anudármelo por detrás de la cabeza escondiendo el nudo entre el pelo – ¿Facilidades? – le pregunté, sorprendido – Los aliados son un enemigo poderoso, pero la guerra contra las mujeres son las que siempre acabamos perdiendo – bromeé, sin reírme de mi propio chiste – Le explico; una mujer alemana con una buena posición social, encontrará a un marido de la misma condición o parecida. Una mujer alemana bella y de clase media, encontrará al marido que ella elija. ¿Puede usted ver la diferencia? Da igual su posición social; las mujeres son quienes elijen y nosotros aceptamos lo que nos exigen. Mire a mi hermana, por ejemplo; ella le prefiere a usted, antes que a mí… por lo visto. Y, por cierto, hablando de ella; tenemos que hablar – volví a rellenar su jarra con más cerveza, al igual que hice con la mía – Señor Schneider usted es un mujeriego con un trabajo como ayudante, y mi melliza es una mujer con ganas de casarse que goza de una buena condición social. ¿Qué quiero decir con esto? Bien, en circunstancias normales ya lo hubiera destinado al Sur de Alaska, pero mi hermana me insistió en tener una cita con usted. Y yo estoy dispuesto a darle todo lo que pida por esa boca, porque no puedo negarle nada como ya ha podido comprobar. Por eso mismo queda usted invitado oficialmente a desayunar mañana por la mañana con mi familia, si quiere seguir adelante con esta locura. Porque créame cuando le digo que no me daría mayor satisfacción personal que se negara y así tener una excusa para; quitarlo de en medio como ayudante y deshacerme de usted para volver a recuperar a mi hermana. Aunque supongo que no me dará por las buenas esa alegría, en fin, que se le va a hacer – acabé la cerveza de un trago – Quiero que le quede algo muy claro; si quiere follarse a mi hermana, antes va a tener que pasar por el altar. Y yo trataré de hacer todo lo que esté en mi mano para impedirlo ¿me ha entendido?

    -A diferencia de usted, señor Schneider, nunca me caerá bien; se ha inmiscuido tanto en mi vida laboral como un ayudante que nunca pedí ni quise, como en mi vida personal tratando de quitarme a mi querida hermana
    – chasqueé la lengua y moví la cabeza a un lado claramente disgustado y resignado al mismo tiempo por no poder evitar aquella situación; debía ser amable con él, cuando lo único que me salía era ser desagradable. Algunos mechones rebeldes cayeron por encima de mi frente, cubriendo el parche negro con el que tapaba mi ojo derecho, yo los volví a poner en el sitio, pero ellos insistían en quedarse allí… de modo que desistí. Irónicamente hablando parecía una paradoja bastante acertada de la situación en la que me encontraba; yo siempre había sido un hombre correcto, pero por más que me esforzara que todo siguiera en su sitio el destino no pensaba lo mismo que yo. Eso me ponía de malhumor, de manera que di un suspiro y dejé aquellos mechones por el momento – No necesito su ayuda, esto es mi venganza personal; usted está aquí para acabar con los aliados, no con mis fantasmas del pasado. Lo cierto es que yo tampoco sé porque le he contado todo esto; no le conozco y ni si quiera estoy borracho, supongo que sólo buscaba desahogarme con alguien o buscar una excusa para que me traicione y lo deporten – lo decía muy en serio, pero al final acabé riéndome cual idiota resignado.

    -Pero tiene razón en algo; yo tampoco quiero seguir hablar de trabajo – me levanté dispuesto a irme a la cama; si seguía de pie a aquellas alturas significaba que no había bebido suficiente cerveza para perder la consciencia. Cuando, de pronto, su último comentario me hizo voltear la cabeza sorprendido y mirarlo con cara de desconcierto ¿Cuándo había yo dicho eso? Pero lo peor de todo fue verlo guiñarme un ojo, como si yo fuera una mujer. ¿A qué venía todo esto? Se estaba comportando de forma muy extraña – Gracias… supongo – respondí, sin notar como mis mejillas cobraban un color rosado. Después me acerqué hacia él y le quité la cerveza que todavía le quedaba. En aquel momento pensé que quizás había bebido demasiado y que quizás estaba borracho – Señor Schneider, puesto que conoce mi situación personal me gustaría pedirle un pequeño favor; no quiero volver a mi habitación, ¿podría pasar la noche en su dormitorio? Si no le… – callé, de repente, no sabía si me estaba escuchando, cuando lo vi cerrar los ojos durante unos segundos. Y ya cuando lo escuché reír, me quedé descolocado por completo – Señor Schneider, ¿se encuentra bien? O ¿necesita que le lleve a la cama?
     
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43 replies since 26/6/2014, 14:27   4446 views
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