Este remordimiento (Harry/Dudley)

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  1. VivaEspaña!
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    Gracias por tu comentario, Mitsukuni Haninozuka. Espero que te llegue a gustar esta pareja :)))

    Capítulo II
    Dudley se sentó en su cama plegable y tomó uno de sus juguetes, que caminaba cuando se hallaba bajo un foco de luz. Era aún por la mañana y el sol, al igual que su cama, replegaba los profundos abanicos de su silueta. Abrió las cortinas, que permanecían cerradas, y colocó el muñeco en un charco resplandeciente que se formó a poca distancia de la ventana. Las cortas partas del muñeco comenzaron a moverse torpemente, de forma lenta pero cansada. Harry agitó las piernas y se restregó el pulgar con el resto de dedos de la otra mano. Ni siquiera lanzó una mirada al artefacto. Confundido, Dudley se acercó por la retaguardia, a hurtadillas, y literalmente se lo colocó en la cara, golpeándole sin reparo las mejillas, mientras él se mantenía quieto y sumiso.
    -¿Qué te pasa? ¿No te gusta? ¿No querrías tocarlo? Venga, te dejo.
    -No, Dudley, no quisiera. Es bonito, pero no necesito ninguno de tus favores. No soy tu siervo ni tu esclavo, y mucho menos aceptaré algo que hunda mi dignidad. Gracias, de todas maneras.
    -No digas tonterías. Es sólo pasar la mano por él. Un simple roce.
    -Si estás tan afanado en lo mismo, será porque me dañarás de alguna forma. Créeme que no sé cómo, pero mi respuesta continúa inquebrantable.
    -De acuerdo, fenómeno -contestó ponzoñoso. Apretó la mandíbula con horror. Sus rostros distaban apenas de algunos centímetros-. Es la última oportunidad.
    -Tú también tienes una oportunidad, Dudley, y la desperdiciaste. A mí no me hubiera importado tenerte como amigo, pero tú mismo decidiste con tus acciones eliminar una amistad que jamás existió. Aún la añoro, ¿sabes?
    -Eres tan raro -escupió asqueado y se apartó de él rápidamente-. Es imposible extrañar algo que, como has dicho, jamás has tenido. Sólo te has encaprichado en ello, porque ganarte mi favor habría significado una vida más devota que la que cargas.
    -No. Tú has sido un niño mimado y egoísta siempre. Prefiero vivir en la austeridad, que rodeado de unos lujos que te vuelven inservible como persona. Sientes que vales tan poco, que el hecho de que yo te hubiese brindado mi mano te pone a pensar: "¿Y si es por mi riqueza? ¿Y si es por su infortunio?" Vives cuidándote las espaldas. Sepas que yo no te las puedo curar, ni fingir compasión por ti. Me resulta imposible. Igual que no podemos pensar en cuánto nos gusta una palabra sin relacionarla con su significado, tampoco yo puedo pensar en ti sin entrever en tu figura más que lo que representas.
    -Genial. Toda una clase dedicada a la ética. Todo un discurso autocompasivo. Es evidente que en tu pequeño y bajo corazón no cabe más que penas para ti.
    -Ya somos dos, entonces. Ahora vuélvete y sigue con lo tuyo, que yo haré lo propio. Después de tan larga conversación y de ese derroche de ideas, tu mente estará sudando verdaderamente.
    -Cómo te gustaría tener la cuarta parte de cerebro que yo -replicó Dudley, creyéndose mordaz.
    -Reitero -contestó Harry-: simple y llanamente, eres un cabeza hueca.
    Por alguna razón, la conversación casi entristeció a Dudley, quien se sumergió en hondas cavilaciones. Quizá sí sentía cierto miedo a ser usado por su amigo. Harry tal vez no habría sido un mal amigo, aunque ya no pudiese repasar su pasado juntos. Jamás confesaría a Harry nada de aquello, se prometió.
    Ese mismo día, un coche aparcó en el Parking de los Dursley. Se trataba de su familia. La tía de Dudley conducía, mientras que su tío, con una espesa barba que caía sobre él como racimos de uva, dormitaba. Los tres niños, primos paternos de Dudley, contemplaron arrogantes la casa. Harry, como Dudley, desde la ventana de la alacena (aunque a una lejanía considerable e intencionada), observó que aquella expresión era común en la mayor parte de los Dursley. Un escalofrío le recorrió.
    -Será mejor que bajes tú también -le aconsejó Dudley con fría cortesía. Harry asintió imperceptiblemente.
    Una vez los besos acabaron de arreciar, Harry captó una mirada curiosa por parte de uno de los primeros, el de mayor estatura; fijándose en él, calculó que su edad rondaría por los 17. En dicho caso, un año más que él. El chico se acercó a él y ambos se dieron dos besos en la mejilla, por cortesía. Se sintió avergonzado, pues sabía que en aquel ambiente sólo estorbaba.
    -¿Bien? -le preguntó el muchacho. Harry se extrañó de aquella irracionalidad confianza.
    -No demasiado. Creo que no encajo aquí.
    -Desde luego, eres un canijo. ¿Cómo es que comes tan poco?
    -Te lo digo en serio: yo no estoy así por cuenta propia.
    Harry rodó los ojos, afianzando su postura.
    -Cualquiera pensaría al verte que tienes más hambre que el perro de un ciego.
    -Has dado en el clavo. Ahora ve y saluda a tu familia. Yo sólo soy primo materno de Dudley.
    -No. Podemos hablar perfectamente. ¿No ves que todos están hablando sin prestarme atención? Aún no sé cómo te llamas y es una descortesía por tu parte. Yo soy Connor Dursley. De los tres, soy el mayor; mi hermano mediano es el más pequeño de los tres, curiosamente, y se llama Cyril Dursley; el menor es Edward Dursley.
    -Disculpa. No lo estoy pasando bien en absoluto. Quizá me desquité un poco contigo. Lo siento, realmente. No mereces ese trato por mi parte. Me llamo Harry James Potter Evans.
     
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48 replies since 18/12/2014, 21:20   2400 views
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