Cuando la vida es peor que la muerte (Jack Skellington x Victor Van Dort) [Pausada]

Crossover de Nightmare Before Christmas con Corpse Bride. Y no me arrepiento de nada.

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    Buenas horas, vengo a arruinarles la infancia. Sé lo que están pensando: "¿Qué? ¿En serio? ¿Esta pareja existe? Ya no tengo fe en la humanidad". Pero sí, existe, o por lo menos en mi cabeza.

    Summary mierdoso: debido a su mala suerte, Victor murió a una edad muy temprana luego de divorciarse de su esposa Victoria. Sin embargo, la idea de la muerte no es algo que lo atormente, pues sabe que en el más allá tiene a Emily, una amiga muy especial que lo está esperando. Pero a pesar de sus intentos por encontrarla, termina en un lugar muy diferente, en donde conoce a Jack, quien provocará unos fuertes sentimientos en el joven azabache. Aunque al principio le tiene miedo, Victor no tardará en tomarle cariño. Más del que se esperaba...


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    Era una tarde apacible que por desgracia estaba destinada a tener un trágico final, pues ese fue el día en el que el alma del joven Victor Van Dort expiró. Bueno, no, en realidad no. Un maníaco lo mató sólo para robarle los zapatos. Pero de que se murió, se murió.

    La muerte no era algo que molestara o atemorizara al joven Van Dort, sino todo lo contrario. Sabía que día a día se exponía a ella, ya sea por un accidente fatídico o por una gran dosis de mala suerte, o que tarde o temprano una enfermedad o el tiempo mismo terminarían acabando con él. Claro, todos los mortales piensan en esas cosas con lucidez y con una aparente indiferencia, aunque en el fondo siempre esa perspectiva los aterra, pero saben disimularlo porque lo ven como posibilidades lejanas. Pero había algo además de toda esta palabrería filosófica que orillaba a Victor a esperar la muerte como si de una vieja amiga se tratara.

    Porque, en realidad, así era. No me refiero a que la muerte en sí sea una vieja amiga, sino que tenía una vieja amiga que estaba muerta. Justamente, la mujer con la que se había casado por error unos pocos días antes de contraer matrimonio con la joven Victoria Everglot. Huelga decir que al final esa unión no sirvió para nada. La familia Everglot estaba en bancarrota y la familia Van Dort destinada a tener el mismo fin. Así que al poco tiempo lo único que mantenía el matrimonio de los dos jóvenes, era un romance digno de una película cliché de colegiales. Miento, en ese entonces ni siquiera existía la palabra “película”. Pero igual, así era. Sin embargo, no tardaron en cansarse, él de ella y ella de él.

    Pero bueno, estos párrafos no son para contar la historia de cómo Victoria comenzó a escabullirse por las noches para estar con otros hombres a espaldas de su esposo… ¿o era al revés? No importa. Se supone que estamos hablando de Emily, la dulce y eterna novia que fue brutalmente asesinada por su prometido antes de siquiera poder casarse con él. Hombre, ¿no podías por lo menos esperarte a volver de una luna de miel por el Caribe?

    En fin, luego de divorciarse y desentenderse de sus padres (porque sí, al final sí se atrevió), Victor dedicó su vida a lo que más le apasionaba: el piano. Luego de pasar una impensable cantidad de tiempo delante del teclado de marfil, su carrera había despegado de forma impresionante. Ni siquiera se dio cuenta de su propio éxito hasta que la nobleza británica comenzó a pedirle que tocara para ella.

    Lo más irónico de todo, es que en unos cuántos años acabó teniendo más dinero del que los Everglot o los Van Dort podían pensar.

    Pero al cabo de un tiempo se cansó de lo mismo. Adoraba el piano, sí. Le encantaba que la gente lo admirara mientras que él simplemente se dedicaba a hacer algo que amaba. Y ni mencionar las riquezas que le proporcionó el bendito instrumento. Todo esto acompañado por un montón de bienes materiales, fiestas y, claro, una exorbitante cantidad de mujeres que iban corriendo a sus brazos… y algunos hombres también. Pero, un día, simplemente… se aburrió.

    No es que hubiese caído en una depresión inexplicable o que se hubiese enfermado de un día para otro, simplemente comenzó a recordar con más frecuencia su breve estadía en el mundo de los muertos y en lo bien que lo había pasado, luego de recuperarse del susto inicial, claro está. Además, él de primera mano sabía que ese mundo era mil veces más interesante que el de los vivos. A pesar de su fama y éxito, el joven Van Dort no dejaba de sentirse solo, pues todas las personas que lo rodeaban, sin excepción (y sí, también incluyo a su propia familia), estaban con él por puro interés, pero en cambio, sabía muy bien que allá abajo tenía a una amiga muy querida que lo esperaba día con día.

    Y justamente, todo esto y más, fue lo que atravesó la mente del neófito difunto cuando, totalmente confundido, se halló a sí mismo a la mitad de un bosque en medio de la nada, rodeado por unos árboles que daban la impresión de no haber tenido nunca hojas, flores o frutos en todo el tiempo que llevaban allí. Verdaderamente, si alguien le hubiese dicho que esos árboles llevaban miles de años en ese árido lugar, él lo habría creído sin un ápice de duda.

    Pero había algo que lo preocupó infinitamente más que los fulanos árboles. El bar, los ataúdes, las arañas, los gusanos, los órganos y huesos desparramados por el suelo… nada, absolutamente nada de lo que recordaba y de lo que se esperaba, estaba allí. Sólo habían árboles a su alrededor y hasta donde alcanzaba la vista. Ni siquiera el cielo, de un innatural color anaranjado, tenía una mísera nube rondando… es más, ni siquiera se veía el sol. No había un sol, y aún así todo estaba iluminado de forma uniforme.

    Lo único que rompía con la monotonía del insólito lugar, eran unas puertas incrustadas en los mismos árboles. No había que ser un genio para notar que por la forma de estas puertas, cada una representaba una festividad del año. Muchas las reconoció de inmediato, otras las tardó en ubicar y había unas cuantas que no conocía. Al parecer había una puerta para cada tradición que se celebrara en el planeta, de modo que había algunas pertenecientes a países de los cuales no conocía otra cosa que el nombre, y eso ya es decir mucho.

    Probablemente sus amigos se encontraran detrás de alguna de esas puertas. Para él era lógico pensar en que la última vez que estuvo en la tierra de los muertos no tuvo que pasar por alguna puerta porque… estaba vivo. Pero ahora que había muerto definitivamente, debía elegir con detenimiento en donde pasar el resto de su vid… eh, existencia.

    De todas las puertas sólo hubo una que le llamó particularmente la atención. Si Emily y los demás estaban detrás de alguna de las puertas, seguramente sería esa. Claro, tenía sentido pensar que el mundo extraño y aterrador que conoció hacía tiempo se encontrara del otro lado de la puerta con forma de calabaza, representando nada más y nada menos que la Noche de Brujas.

    De modo que cerró los ojos, tomó aire (figurativamente, claro, recordemos que es un cadáver), alargó el brazo y tomó la redonda y dorada perilla antes de girarla lentamente. Apenas abrió la puerta un viento huracanado lo arrastró con ímpetu, y entonces el joven Van Dort supo que ya no había vuelta atrás.

    Caía lentamente y en movimientos circulares, y todo lo que miraba a su alrededor era obscuridad. Al principio había comenzado a gritar, como cualquier persona haría en medio de una larga caída, pero debido a la poca velocidad a la que iba, se dio cuenta de que no tenía sentido desesperarse. De todas formas, ¿qué podría pasarle? ¿Se le caerían las extremidades? Vale, no era una idea agradable, pero de todas formas estaba muerto, y si llegaba ileso aún así tarde o temprano comenzaría a desmembrarse, hasta que de él no quedara más nada que huesos.

    Finalmente el viajecito terminó. Abrió los ojos y vio que estaba en una especie de cementerio. Sólo podía ver tumbas y más tumbas hasta donde alcanzaba la vista, aparte de un extraño y enorme sol naranja con forma de calabaza que lo iluminaba todo. Se encontraba en una pequeña colina con una curiosa forma de espiral, como pudo comprobar cuando se levantó y se sacudió las elegantes ropas que le habían confeccionado para su funeral.

    Si ese era el mismo mundo a donde Emily lo había llevado la otra vez, vaya que había cambiado. Bueno, al menos se parecía más que el bosque al que había llegado, así que podía afirmar que al menos se estaba acercando a su objetivo. No sabía adónde demonios ir, así que simplemente se quedó mirando a su alrededor como un pasmarote hasta que localizó una de las puertas del cementerio.

    Mientras se dirigía a la salida por pura curiosidad se puso a leer los nombres que estaban escritos en los epitafios. No tardó en localizarse a sí mismo, pero algo andaba mal. Victor Van Dort, Sally Finkelstein, Jack Skellington... no encontró ni una sola lápida que dijera “Emily Bennett”. ¿Y si había entrado por la puerta equivocada? No quería alterarse, así que decidió dejar de buscar mientras intentaba convencerse a sí mismo de que seguramente su tumba estaría del otro lado del cementerio, o quizás había más de un cementerio en ese mundo y ella se encontraba en otro.

    Cuando salió del sitio tuvo que echarse a un lado rápidamente, pues un niño feo y cabezón con unas alas de murciélagos más largas que su propio cuerpo pasó volando junto a su cabeza. Vale, eso era totalmente nuevo. El mundo que había visitado hacía unos años sólo era habitado por humanos y uno que otro animal domesticado, definitivamente que en ningún momento había visto alguna criatura parecida a ese niño.

    Seguía sin querer creer que había ido a parar a un mundo totalmente diferente al de Emily, así que se obligó a calmarse. De todas formas, algunos habían muerto de formas inimaginables, así que quién sabe cómo demonios habrá muerto ese chiquillo. Siguió caminando por el lúgubre lugar, que de no ser por la ropa de los habitantes o incluso sus extraños tonos de piel habría podido afirmar que todo estaba en blanco y negro.

    Con cada paso que daba y con cada cosa, persona (o más bien, “criatura”), que miraba, sus esperanzas de reencontrarse con su amiga eran cada vez más remotas. Aunque ese pensamiento era más bien algo subliminal, algo que no se atrevía a decir en voz alta o incluso a formularlo en su cabeza, pero esa idea estaba allí, incrustada en su subconsciente, y él lo sabía perfectamente, pero prefería hacerse el desentendido. Además, casi toda su familia había fallecido también, y aunque casi todos lo hayan hecho cuando él sólo era un niño, igual aún los recordaba con bastante claridad. Y en medio de la confusión en la que se hallaba cualquier rostro conocido sería muy bien recibido, aunque se tratara del hermano de la amiga de la prima del vecino del jardinero.

    Nuevamente tuvo que volver a quitarse del camino cuando pasó un curioso vehículo conducido por un hombrecito de un aspecto aún más curioso que repetía la misma frase una y otra vez por un altavoz: “asamblea del pueblo esta noche”. De algún modo, ese anuncio lo reconfortó, pues si asistía a la susodicha asamblea vería a todos los habitantes del pueblo, y se enteraría de una vez por todas si Emily o algún otro conocido se encontraban allí o no.

    De modo que cuando alzó la mirada al cielo y comprobó que apenas era mediodía, supo que tenía que hacer un gran acopio de paciencia. En fin, no tenía nada mejor que hacer que caminar por el pueblo como un turista perdido hasta que anocheciera y comenzara la reunión. Con algo de suerte se encontraría con algún conocido o por lo menos lograría encontrar a alguien que fuera medianamente normal.

    Claro que todo esto es más fácil decirlo que hacerlo. Con pesar pensó en que si estuviera vivo, a esa hora su mayor preocupación sería el almuerzo, pero ahora que estaba muerto, comer no era exactamente una prioridad. Realmente todo lo que miraba lo intimidaba en cierta manera, y no pudo atinar a hacer otra cosa que quedarse parado en medio de la calle como un idiota.

    –Hm, carne fresca, ¿eh? –siseó una voz extraña y asexuada a sus espaldas. Con sorpresa Victor pudo comprobar cuando se volteó que se trataba nada más y nada menos que de un vampiro, que lo observaba de arriba abajo relamiéndose los labios–. Supongo que aún hay algo de sangre en ese cuerpo tuyo, ¿no es así?

    El joven se alejó cautelosamente de la criatura, notablemente nervioso aunque no podía negar que le hacía gracia la pequeña sombrilla que traía el vampiro para cubrirse del sol del mediodía. Tragó saliva y alzó las manos a la defensiva, sin dejar de retroceder.

    –¿No que los vampiros no pueden consumir sangre muerta? –preguntó, esperando tener razón y que el vampiro lo dejara en paz.

    –Los del mundo de los vivos no. Y ¿adivina en dónde estamos nosotros? –terció el chupador de sangre con cierto tono burlón–. Así que venga, no seas egoísta y dame un poco, que ya no te servirá de nada.

    Aunque el vampiro tenía razón, lógicamente la reacción instantánea de Victor fue salir corriendo en dirección contraria. Para su suerte la criatura no lo persiguió ni nada, simplemente lo miró alejarse mientras se carcajeaba internamente. Cuando el joven Van Dort comprobó que estaba a salvo y que probablemente lo único que hizo fue el ridículo al huir de esa forma, se detuvo y se sentó al borde de una fuente que parecía estar dañada.

    Apoyó los codos en sus piernas y se cubrió el rostro con las manos, pensando en que si debía pasar el resto de la eternidad en ese lugar, vaya que sería una eternidad muy larga. Ya comenzaba a preguntarse por qué rayos no se fue al mundo de Navidad o al de San Valentín, ¡no!, tenía que irse justamente al de Halloween. Maldita falta de sentido común… seguramente la había heredado de su madre.

    Habría pasado el resto de la tarde quejándose mentalmente de no ser por una bonita voz femenina que tarareaba una dulce melodía. Cuando entreabrió los dedos de las manos para ver quién era la que cantaba sin abandonar su pose quejumbrosa, pudo divisar un raído vestido blanco.

    En ese instante se emocionó y se levantó de un salto mientras corría hacia la muchacha que cantaba.

    –¡Emily! –exclamó emocionado. Pero para su sorpresa, no se trataba de la novia, sino de una chica que tenía un curioso aspecto similar al de una muñeca de trapo. La joven lo miró confundida–. Disculpa, te había confundido con alguien más –se disculpó totalmente apenado. Vaya que estaba desesperado por encontrar a su amiga, ya que en primer lugar aquélla chica no se parecía en nada. Además, su vestido ni siquiera era totalmente blanco, sólo tenía un montón de parches de distintos colores y materiales.

    –Oh, de acuerdo, no pasa nada. –Asintió la chica con una dulce sonrisa–. Eres nuevo, ¿no es así?

    –¿Se nota mucho? –preguntó Victor mientras se sobaba un brazo con nerviosismo. Bueno, al menos la chica lucía agradable y sin intenciones de beberle la sangre o comerse su carne.

    La chica rió levemente ante la pregunta.

    –No te mentiré: eres muy obvio –respondió antes de estirar un brazo lleno de costuras–. Soy Sally, por cierto. Un gusto conocerte.

    A pesar de que le costaba mucho confiar en la muñeca gigante y parlante, Victor se obligó a estrecharle la mano.

    –Victor Van Dort –se presentó él a su vez–. El placer es todo mío.

    –Y dime, Victor… –Sally iba a seguir hablando, pero por un momento dirigió su mirada a un punto por detrás del joven y soltó una pequeña exclamación. Tomó a Victor del brazo y se dirigió con él a otra parte, como si quisiera escapar de algo.

    Sally se lo llevó junto a un muro de ladrillos y lo obligó a agacharse junto a ella mientras le indicaba con un gesto que guardara silencio. Luego de unos segundos se asomó por encima del muro y suspiró aliviada antes de sentarse en el suelo y recostarse de los ladrillos.

    –¿Ocurre algo? –preguntó Victor totalmente confundido.

    –Es el doctor Finkelstein, mi creador. Me está buscando –explicó Sally con evidente molestia, aunque no es que le haya aclarado la duda a Victor demasiado bien–. En fin. Dime, ¿por qué escogiste venir a Halloween Town?

    –Eh… –Estaba buscando la forma de resumirle a la chica la razón por la que había escogido ir a ese lugar (de lo cual ya se estaba arrepintiendo), cuando volvió a pasar el vehículo con los altavoces, y esta vez el hombrecito que lo conducía estaba anunciando que la asamblea estaba por comenzar.

    Sally se levantó y le tendió una mano a Victor para ayudarlo a pararse.

    –Vamos, me lo cuentas luego.

    Victor asintió y le tomó la mano para ponerse en pie antes de dirigirse a la asamblea con ella. No dejaba de mirar a su alrededor en busca del rostro de Emily, Mayhew o alguien conocido, aunque ya comenzaba a pensar en que cualquier intento sería en vano. Bueno, llegados a este punto ya hasta le reconfortaría encontrarse con Lord Barkis.

    Cuando entraron al auditorio en donde se celebraría la reunión ya todos los asientos disponibles estaban ocupados por muertos, monstruos y otras extrañas y escalofriantes criaturas, así que Sally y Victor no tuvieron más opción que sentarse junto a la puerta de entrada. Al menos la alfombra no era para nada incómoda.

    Las luces se apagaron y un gran reflector se dirigió hacia el escenario al momento en que el hombrecito que había hablado por los altavoces se ponía ante el micrófono. Fue entonces cuando Victor pudo comprobar que ese sujeto extraño de dos caras era nada más y nada menos que el alcalde de la ciudad, y parecía que iba a dar una información muy relevante.

    –El día de hoy ha ocurrido un hecho importante en Halloween Town –anunció. La forma en la que las facciones de su rostro (al parecer de plástico) se movían le calaba los huesos al joven Van Dort. El alcalde se quedó en silencio por unos momentos para crear suspenso, cosa que logró–. ¡Tenemos un recién llegado!

    En ese momento todos los presentes, incluyendo a Sally, comenzaron a aplaudir mientras que la pálida luz del reflector se dirigía justo a Victor, quien no atinó a hacer nada más que cubrirse los ojos con una mano al encandilarse con la luz. Entonces Sally y otro sujeto, que tenía toda la pinta de un hombre lobo, hicieron que se pusiera en pie halándolo de los brazos para luego comenzar a empujarlo hacia el escenario.

    –¡Oigan, pero yo…! ¡Eh! –Fue lo único que pudo articular Victor mientras lo arrastraban hacia la tarima. Al parecer a nadie le interesaban sus quejidos y su enorme confusión, pues todos seguían aplaudiendo y sonriendo.

    Apenas puso un pie en el escenario el alcalde se bajó para cederle toda la atención a él, cosa que lo puso aún más nervioso. Victor se acercó al micrófono y se quedó mirando a todos los presentes como un idiota. Por lo visto esperaban que hablara pero ¿qué rayos iba a decir? Ni siquiera entendía por qué demonios su llegada era tan importante para ellos, pues todos los días morían un incontable número de personas, ¿no? ¿Qué tenía de especial la suya? Les diré qué: absolutamente nada.

    Por suerte el alcalde notó que Victor no sabía qué decir o qué hacer, así que decidió darle un pequeño impulso.

    –¡Cuéntanos, muchacho! ¿Quién eres y qué te hizo elegir a Halloween Town como tu nuevo hogar? –preguntó, con la permanente sonrisa en su rostro (o más bien, en uno de ellos).

    Victor se aclaró la garganta mientras buscaba las palabras adecuadas.

    –Eh, bueno… me llamo Victor Van Dort, y… pues… en realidad decidí venir aquí con la intención de buscar a una amiga –comenzó, con los nervios a flor de piel.

    –¡Si quieres yo puedo ser esa amiga! –exclamó una bruja con un evidente doble sentido, ocasionando que muchos de los presentes rieran y silbaran.

    –No, no –negó Victor riendo levemente–. Estaba buscando a alguien en particular. Pero al parecer… no está aquí.

    Y de súbito, el silencio inundó la habitación. Eso no hizo nada más que poner a Victor aún más nervioso. Estaba seguro que de haber estado vivo se habría desmayado ahí mismo, si es que no vomitaba sobre los de la primera fila o se orinaba en los pantalones primero. ¿Acaso había dicho algo malo?

    –Uh… ¿fue algo que dije? –Tuvo que preguntar, aunque cuando escuchó su propia voz haciendo eco en las paredes de madera se sintió un idiota al preguntar eso.

    –No, para nada –negó el alcalde, pero esta vez ya no tenía el rostro sonriente, sino que su cabeza había dado un giro de 180 grados para mostrar un rostro pálido y lleno de pesar. Eso no hizo más que confundir a Victor.

    –En lo absoluto, mi querido amigo –se apresuró a decir una voz desconocida para él. Cuando se giró vio a un esqueleto de traje elegante que subió al escenario junto a él–. Es sólo que… casi nadie viene a Halloween Town al morir. Por eso nos emociona tanto un recién llegado. Y lo más probable que ni tu amiga ni nadie de los que conozcas hayan escogido este lugar.

    Y eso era justamente lo que Victor menos quería oír. Obviamente ya lo sospechaba… no, ya lo sabía. Pero si algo no quería, era que se lo confirmaran. De todas formas, ¿lo obligarían a quedarse ahí? Es decir, todos ellos estaban ahí porque querían, mientras que él sólo había cometido una terrible equivocación.

    –Ya veo –dijo dirigiéndose al esqueleto, prácticamente olvidando que estaba delante de cientos de personas–. Entonces… supongo que me iré. Sí, buscaré en otra parte. De hecho, lo más probable es que ella se encuentre en el mundo de San Valentín, así que –se bajó del escenario de un salto–, fue un placer conocerlos, pero yo me voy. Adiós.

    Todos los presentes lo miraron desconcertados mientras que él atravesaba la sala para llegar a la puerta, incluso el reflector lo perseguía, pero él apenas les prestó atención. Sólo le interesaba pasar la eternidad junto a sus amigos, no entre un montón de monstruos y fenómenos.

    –Pero… no puedes irte –dijo el esqueleto justo cuando Victor estaba a punto de irse. El reflector se dirigió a él mientras hablaba.

    El joven Van Dort suspiró y se dio la vuelta. Estaba comenzando a perder la paciencia.

    –¿Disculpa? Yo sólo vine aquí por error, ¿vale? No fue mi intención llegar a este… mundo en primer lugar –se quejó, intentando disfrazar con su voz la rabia que estaba comenzando a sentir. ¿Qué se creía ese saco de huesos? El reflector se centró en él nuevamente.

    El otro soltó una pequeña risa evidentemente sarcástica mientras bajaba del escenario. El reflector volvió hacia él.

    –No te lo digo sólo porque sí. Tú atravesaste esa puerta, queriéndolo o no, y ahora tendrás que pasar el resto de tu existencia en Halloween Town –explicó, aunque sabía que no tenía caso. Era más que obvio que el nuevo estaba reacio a escuchar cualquier contradicción.

    Apenas terminó de hablar, la luz del reflector volvió a Victor. Mientras tanto, todos los presentes los miraban como si estuviesen viendo un partido de tenis. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda.

    –No me importa, no puedes impedir que me vaya –replicó el azabache, totalmente indignado. ¿Qué pretendía? ¿Esposarlo a una pared para evitar que se largara? ¿Qué le importaba a ese sujeto si se iba o no?–. Hazme un favor y déjame en paz.

    –No puedes y punto. No porque no queramos, sino porque no se puede salir de Halloween Town, a menos que sea Halloween en el mundo de los vivos.

    –¡Pues entonces me esperaré a que sea Halloween para largarme de aquí! –exclamó Victor, volviendo a ser blanco del reflector–. No me extraña que casi nadie quiera venir aquí al morir, ¡esto es un infierno! ¡Nadie en su sano juicio querría pasar el resto de la eternidad en este mundo de locos! –concluyó, hiriendo los sentimientos de más de uno, antes de salir dando un portazo.

    ¡Genial! Ya sabía lo que tenía qué hacer si quería irse de allí, ahora sólo quedaba esperar unos… ¡Once meses para poder salir! Magnífico, estupendo, maravilloso. No, no tenía ganas de matar a nadie. En lo absoluto. Aunque si las tuviera (y no digo que así sea) lo habría hecho, ya que después de todo, todos estaban muertos allí. Bueno, igual no se hubiera atrevido. Porque sí las tenía y no hacía nada más que quejarse.

    –No salió muy bien eso, ¿eh? –Escuchó la voz de Sally a sus espaldas–. Aunque eso que dijiste no fue para nada amable. Mejor nos vamos de aquí, todos están hecho una furia allá adentro –informó mientras señalaba la puerta del auditorio con el dedo pulgar por encima del hombro.

    Victor asintió y ambos se alejaron del lugar, poco antes de que los demás comenzaran a salir.

    –Lo siento, es que ese sujeto me puso los nervios de punta –dijo Victor negando con la cabeza cuando se sentaron en la misma fuente donde se habían conocido durante la tarde–. ¿Quién era, por cierto?

    –Jack Skellington –respondió Sally con un suspiro de desaprobación–. El Rey Calabaza… y mi ex novio –concluyó con un tono de molestia, claramente arrepentida de haber salido con él alguna vez.

    Algo le sonó raro al azabache al oír aquello.

    –¡¿Rey?! –exclamó. Ahora sí que tenía los nervios de punta.

    –Sí, de Halloween Town –asintió la chica como si no fuera gran cosa.

    De haber estado vivo, Victor habría deseado morirse ahí mismo. Acababa de llegar y ya le había gritado al rey, ahora quién sabe qué clase de cosas le harían pasar el resto del tiempo que pasara en la ciudad.

    –Y por si te lo preguntas, no –dijo Sally al ver la mueca de terror en el rostro del contrario–. No te hará nada por el show que montaste hoy. Por lo general él es muy paciente, más aún con los recién llegados. Es sólo que… bueno, como ya sabes, casi nadie quiere venir a Halloween Town al morir: la mayoría prefiere Christmas Town, Valentine Town o Easter Town.

    –Y cuando creyeron que al fin alguien quería venir a Halloween Town, resultó que había sido por un malentendido... ay. –Se quejó mientras se cubría el rostro con las manos. Sí que la había cagado.

    –Además, Jack suele sentirse culpable de que casi nadie quiera venir. Es un asunto bastante delicado para él –continuó la muñeca de trapo mientras se encogía de hombros como si nada. Victor soltó un gemido lastimero.

    –Y él que fue tan amable conmigo aunque yo fui una rata con él –dijo mientras negaba con la cabeza sin dejar de cubrirse la cara, sintiéndose cada vez más culpable.

    –Bueno, no es para tanto… probablemente Jack pasará el resto de la semana encerrado en su casa sin hablar con nadie, pero ya se le pasará. –En definitivo que a la chica no le importaba en lo más mínimo lo que le pasara al Rey Calabaza.

    Al oír eso Victor no respondió, sólo soltó un gruñido mientras se pasaba las manos por la cara una y otra vez, como si quisiera lavarse la vergüenza con algún jabón invisible. Cuando se descubrió el rostro notó que se le había desprendido algo de piel en la mejilla izquierda, pero no le prestó atención. En realidad estaba concentrado en la gran ironía: su primer encuentro con el mundo de los muertos fue cuando se casó por error con un cadáver, y ahora que estaba oficialmente muerto terminó en el sitio equivocado por andar buscando al mismo cadáver.

    –¿Quieres que te ayude con eso? –preguntó Sally, señalando su mejilla. Victor salió de su ensimismamiento y tomó la piel desprendida.

    –Eh… sí, claro –asintió, aunque no estaba muy seguro de a qué se refería con “ayudarle con eso”.

    Sally se levantó de la fuente y le indicó a Victor que la siguiera. El chico obedeció mientras mantenía la mano pegada a la mejilla, para evitar que el pedazo de piel se le terminara de caer. La chica la guió a una especie de faro que tenía toda la pinta de estar abandonado que estaba en las afueras de la ciudad, pero luego de subir las largas escaleras, pudo comprobar que en realidad se trataba de una bonita sastrería, aunque muy rudimentaria.

    El lugar era muy espacioso, aunque la estancia fuese atravesada por un gran faro descompuesto. A un lado había unas cuantas mesas con máquinas de coser en ellas, un par de probadores, maniquíes y demás instrumentos de trabajo, y al otro estaba ubicada una pequeña cama junto a una cocina. Claro que a los muertos no les hace falta comer, pero eso no quiere decir que no puedan hacerlo por gusto o incluso por aburrimiento.

    –Sé que no es ideal, pero no quería seguir viviendo con mi creador un instante más, así que apenas descubrí este lugar me vine casi que inmediatamente –explicó Sally con modestia–. Sígueme –dijo antes de señalarle una de las mesas de costura con la cabeza.

    –Pero igual está muy bien –dijo Victor mirando a su alrededor–. Y la vista debe de ser impresionante –comentó mientras seguía a Sally.

    –Mucho, sobre todo al amanecer –asintió la muñeca de trapo mientras se sentaba en una silla que tenía ruedas al final de las patas, para desplazarse por el taller con más facilidad. Si alguien le hubiese dicho que al movilizarse por el lugar en esa silla lucía justo como el doctor Finkelstein, ella seguro que le habría cosido la boca en el acto–. Siéntate ahí –dijo mientras le señalaba una silla que estaba junto a un espejo.

    Al ver todos los instrumentos que estaban a su alrededor, Victor ya no sabía si estaba en una sastrería, una peluquería o en un consultorio odontológico. De todas formas se sentó y se miró en el espejo. Vaya que se había frotado la cara con brusquedad, pues ya casi podía verse el hueso de la mandíbula. Nota mental para Victor Van Dort: tener más cuidado si no quieres terminar hecho trizas al cabo de una semana.

    –Bueno –comenzó Sally mientras se sentaba frente a él–, podría coserte eso con un hilo que tenga el mismo tono que tu piel para que no se note, pero recuerda que luego se pondrá azul o verde debido al proceso de descomposición, así que tal vez se vea un poco extraño después. Te recomiendo el hilo negro –dijo mientras se señalaba una de sus tantas costuras–, ya que combina con todo, y además ayuda a dar un aspecto más aterrador –dijo con una sonrisa–. Pero tú decides –dijo mientras le tendía una bandeja llena de carretes.

    Victor dudó un instante, pero acabó decidiéndose por el negro.

    –Vale –asintió Sally mientras ponía la bandeja a un lado y tomaba el carrete, para luego pasar el hilo por la aguja y proceder a coserle la piel–. Ahora dime, pero sin mover demasiado la boca, por favor, cómo fue que… ya sabes. Quiero decir, luces muy joven, y no pareciera que hubieses sufrido de alguna enfermedad.

    Victor ladeó un poco la cabeza para dejar que Sally trabajara con más comodidad.

    –Fue de la forma más estúpida que puede haber –respondió. Desde había llegado a Halloween Town no había tenido mucho tiempo que se diga para pensar en su lamentable muerte–. Un idiota me apuñaló sólo para robarme los zapatos. Y lo peor es que al final ni siquiera se los llevó. –Tuvo que contener una risita irónica, pues Sally no dejaba de repetir entre susurros que se mantuviera lo más quieto posible.

    –¿Qué? –preguntó la chica sin poder evitar reír–. Qué desgraciado –comentó mientras negaba con la cabeza–. Meh, igual hay peores formas de morir.

    –Pft, ¿cómo cuál? –preguntó Victor con un auténtico escepticismo en su voz.

    –La mía, por ejemplo. –Una repentina y absoluta seriedad se apoderó de la voz de Sally, provocando que Victor se sintiera todo un quejica–. Fue hace siglos, claro, cuando la humanidad era más salvaje, por decirlo de alguna forma. Me desmembraron de una forma brutal sólo porque me negué a casarme con un sujeto idiota… supongo que se nota. –Concluyó, refiriéndose a sus propias costuras.

    –Lamento oír eso. –Fue lo único que atinó a decir el azabache. Cuando lo mataron no sintió más que un pequeño dolor en el pecho antes de caer inerte casi que inmediatamente, mientras que ella debió de haber sentido una cantidad inconmensurable de dolor durante un tiempo algo prolongado–. Debió ser… joder –dijo con un suspiro de impresión y un poco de espanto.

    –Bueno, pasó hace casi un milenio. O tal vez más y ya perdí la cuenta, pero en fin. Eso no importa ahora –dijo la chica para tranquilizarlo un poco mientras daba los últimos toques a la costura.

    Victor asintió de forma casi imperceptible para no entorpecer el trabajo de Sally.

    –Pero… ¿qué hay del tipo del que huiste? ¿No me dijiste que era tu creador? –preguntó un tanto confundido.

    –Sí, pero… no en el sentido literal. Como te imaginarás, cuando llegué no era más dos piernas, dos brazos, un tronco y una cabeza, así que él se encargó de unificarme nuevamente. Claro que desde entonces ha pasado mucho tiempo, y muchas de las partes de mi cuerpo han sido paulatinamente reemplazadas por tela, trapo y relleno. Si te preguntas cómo pude pasar por la puerta, fue fácil, ya que a pesar de estar hecha pedazos igual podía controlar todas las partes de mi cuerpo. –Justo cuando dijo eso se incorporó en la silla y puso la aguja a un lado–. Listo, terminé –anunció con una sonrisa, señalando el espejo con la cabeza.

    Victor se giró y se sintió muy satisfecho con el resultado. No parecía que lo hubieran remendado, sino más bien que él mismo había pedido que le hicieran esa costura como si de un tatuaje se tratara.

    –Tenías razón, se ve muy bien –comentó mientras pasaba los dedos por encima del hilo con cuidado–. Muchas gracias.

    –No fue nada –asintió Sally, mientras guardaba los instrumentos en su lugar para luego dejar la silla en su sitio y levantarse.

    Victor también se levantó luego de darse una última mirada en el espejo, y estaba a punto de dirigirse a la salida cuando se dio cuenta de que no tenía a dónde ir. Algo avergonzado se volteó a la chica.

    –Eh… como supondrás, no tengo donde pasar la noche, y… –comenzó, realmente le daba vergüenza pedirle algo así a alguien a quien acababa de conocer.

    Sally rio levemente ante la evidente pena del azabache, y se apresuró a asentir con la cabeza.

    –Sí, puedes dormir aquí. Pero sólo tengo espacio en la cocina… –dijo con gesto pensativo.

    –No, está bien –aceptó Victor. De todas formas el suelo de la parte dónde Sally tenía su habitación y la cocina estaba todo cubierto por una alfombra bastante gruesa que lucía algo cómoda. Con una almohada y una manta estaría más que satisfecho.


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    Listo el primer capítulo, espero que les haya gustado. Disculpen mi humor chafa. (?)

    Edited by Emilia Snow - 21/1/2017, 15:34
     
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  2. kâikø Yâgâmi
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    Me ha encantado... es un buen comienzo... espero continues.... perdon por mi comentario tan pequeño pero estoy sin ideas
     
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    Qué bueno que te haya gustado! Pronto lo continuaré :3 Y cualquier comentario es bienvenido, siempre y cuando y no sean críticas destructivas. (?)
     
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  4. Sorata JS
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    Nunca pense en esta pareja pero me encanto espero conty
     
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    Gracias por tu comentario, Sorata~ de hecho, recuerdo que hace unos años vi una imagen de ellos dos (me pareció muy raro en su momento), y en estos días que vi NBC fue que me pregunté "¿por qué no?" y ta-dá (?)

    Espero les guste el segundo capítulo~


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    Al día siguiente, Victor despertó cuando Sally aún seguía roncando quedamente en su cama. Y no era para menos, pues ni siquiera había amanecido. El joven se levantó y dejó la manta y la almohada que la muñeca de trapo le había prestado y las colocó junto a su cama para luego acercarse al gran ventanal de cristal, que le daba la vuelta a toda la estancia.

    Se quedó ahí mirando todo el pueblo aún siendo bañado por la oscuridad, pensando en todo lo que había sucedido en tan poco tiempo. Es decir, se supone que cuando alguien muere dicen que está “descansando en paz”, pero Victor no hallaba nada de paz en su interior desde que llegó a Halloween Town. De repente recordó al sujeto de la asamblea de la noche anterior, el que había resultado ser nada más y nada menos que el rey del lugar, y sintió que se le revolvía todo. Se sentía cada vez peor por la actitud que había tenido para con él, sobre todo considerando que Jack no tenía la culpa de la estupidez que él había cometido.

    Perfecto, estaba decidido. Entonces Victor pasaría los siguientes once meses escondido en algún agujero para evitar el contacto social con cualquiera de los habitantes de Halloween Town, sin otro pasatiempo que lamentarse de haber ingresado por la puerta equivocada. Si iba a pasar la eternidad solo, ¡por lo menos lo habría hecho en Christmas Town! Es decir, era mil veces preferible convertirse en un elfo navideño a estar atrapado en esa ciudad del horror. Incluso hasta se ofrecería a disfrazarse de reno, no importaba.

    Mientras se quejaba mentalmente de lo mismo, comenzó a amanecer. El sol anaranjado y con forma de calabaza se adueñó del cielo, el cual era de un tono sepia bastante deprimente. Pero Sally tenía razón, la vista del faro era impresionante al amanecer. Fue el único momento en el que Victor realmente vio algo de vida en Halloween Town, pues la forma en como los cristales de las ventanas reflejaban la opaca luz del sol daba la impresión de que toda la ciudad brillaba. Como si emanara esa luz por sí misma.

    Fue entonces cuando se animó a salir. De todas formas, las criaturas de la ciudad preferían mil veces la noche al día, así que las calles estaban desiertas. No tendría ningún encuentro incómodo con ningún monstruo, o al menos eso esperaba. El problema era que como la noche anterior había insultado toda la ciudad y lo que representaba sin reparos, ahora tenía miedo que alguno de sus aterradores habitantes quisiera devolverle la jugada.

    Caminó con lentitud hasta las escaleras, evitando hacer algún ruido que pudiera despertar a Sally. Apenas hubo bajado los primeros cinco escalones y dejó de oír los ronquidos de la chica, terminó de bajar prácticamente corriendo. Por suerte la puerta no estaba cerrada con llave, pero cuando la abrió soltó un espantoso chillido como señal de que necesitaba algo de aceite urgentemente. Victor se quedó congelado en ese instante, esperando no haber despertado a la muñeca de trapo.

    Como no oyó ningún sonido, soltó un suspiro y salió con tranquilidad, aunque esta vez cerró la puerta con rapidez para evitar que chillara nuevamente. Cuando estuvo a unos milímetros del umbral, la cerró con cautela. Se volteó y respiró hondo, aspirando el frío aire de la mañana. Ahora que era un cadáver y no necesitaba respirar, el simple hecho de sentir el aire por sus fosas nasales le resultaba muy agradable.

    Comenzó a caminar por la calle mirando a su alrededor como un niño perdido, en parte para poder apreciar todo lo que le rodeaba como para asegurarse de que no había ninguna persona mirándolo de manera hostil o con malas intenciones, pero los únicos que estaban en la calle eran un trío de músicos que tocaban una melodía terriblemente deprimente y melancólica.

    –¿Pensando en cómo escapar, nuevito? –preguntó uno de ellos con sarcasmo, el anciano que tocaba el saxofón.

    Victor lo miró con la culpa reflejada en su rostro.

    –No yo… no importa, lo siento. –Fue lo único que dijo antes de alejarse de los músicos.

    Luego de pasar un buen rato caminando sin rumbo fijo, se sentó para recostarse contra un muro de piedra que estaba junto a la reja de una de las curiosas casas de la ciudad, sin dejar de mirar hacia el cielo pensativamente. Pasó unos minutos así, hasta que casi se quedó dormido, pero entonces el sonido de la reja al abrirse lo sobresaltó. Abrió los ojos y para su desgracia se encontró con nadie más ni nadie menos que Jack Skellington.

    «Maldita sea», fue lo único que surcó por la cabeza del joven Van Dort. ¡Rápido, hazte el muerto! Oh, espera…

    –¿Qué haces ahí? –preguntó el Rey Calabaza al verlo ahí tirado. Victor se sintió como un imbécil, aún más que hace unos minutos.

    –Eh, yo… nada, sólo estaba viendo la ciudad, y… ah… –Hermoso, Victor, insulta a todo el pueblo en una sola noche y al día siguiente olvídate de cómo hablar. ¡Gran idea!

    –Hm, ya veo –asintió Jack con algo de sarcasmo en su voz mientras se cruzaba de brazos–. Con las cosas que dijiste anoche, pensaba que te esconderías bajo una roca hasta el próximo Halloween.

    Definitivamente que lo peor era que, a pesar de todo, Jack seguía siendo increíblemente amable con él. Cierto que su voz mostraba descontento, pero en ningún momento demostró estar tan molesto. Era muy comprensivo y paciente, y eso sólo hacía que Victor se sintiera más culpable aún.

    –No, no –se apresuró a decir el azabache mientras se levantaba–. ¿Cómo podría? No –dijo con una risita nerviosa. «¿Qué tanto te cuesta hablar bien, pedazo de idiota?», pensó mientras se aclaraba la garganta–. Escucha, lo siento. Lamento todo lo que dije anoche, no pretendía… –Silencio. Que alguien por favor me diga qué rayos le pasa a este tipo.

    –Eso ya no importa –dijo el esqueleto con una calma que no hizo más que irritar al contrario–. No viniste para acá porque realmente lo quisieras, sólo querías encontrar a tu amiga. Es entendible que la primera impresión no haya sido la mejor.

    Era justo eso lo que molestaba a Victor. «Joder, ¡deja de ser tan amable y golpéame con un tubo en la cabeza! Eso sería mucho más fácil».

    –¿Sucede algo? –preguntó Jack ante la evidente incomodidad de Victor quien, de aún haber tenido sangre fluyendo por sus venas, se habría sonrojado.

    –No, no, en lo absoluto. No quiero seguir distrayéndote de tus asuntos así que… mejor me voy… y… lo siento, de nuevo –dijo, sintiéndose más estúpido con cada palabra que decía. Y, sin siquiera darle tiempo a Jack de responder, se marchó. Aunque sería más apropiado decir “salió huyendo”.

    Jack lo miró alejarse con la confusión marcada en su esquelético rostro. «Vaya que es extraño», pensó, pero cuando el azabache salió de su campo de visión se encogió de hombros y le restó importancia al asunto.

    Mientras tanto, luego de correr como un idiota durante un rato, Victor ralentizó el paso para comenzar a caminar como si nada. Rayos, ese tipo sí que lograba intimidarlo, no era de extrañar que fuese el Rey del Halloween. «No me importa lo amable que sea y lo dulce que sea su voz, ese sujeto me sigue dando muy mal rollo», pensaba. «Espera, ¿dulce? ¿De dónde salió eso?... Nah, sólo estoy viendo las cosas con objetividad, nada más». Sí, claro.

    Unos quejidos lo sacaron de su ensimismamiento, y cuando se volteó vio a un tipo de extraño aspecto que estaba sentado en una silla de ruedas, que estaba halando a una persona del brazo en contra de su voluntad. Cuando se acercó, vio que se trataba de Sally y del que probablemente era su creador.

    –¡Tú te vienes conmigo, niña malcriada! –se quejaba el doctor Finkelstein, con una voz un tanto graciosa.

    –¿Me dices malcriada cuando tú mismo me criaste? Curioso –dijo la muñeca de trapo con tono burlón, cosa que enfureció al científico.

    –¡Basta! –Finkelstein haló a Sally hasta que el rostro de la muñeca estuviera a su altura, y antes de que ella pudiera reaccionar, le había puesto un pañuelo en la cara. La chica se desmayó en menos de un segundo–. Tienes que aprender modales –comentó aún sabiendo que Sally no podía oírlo. La recostó en su regazo y se alejó de allí.

    Victor pensó en ayudar a su nueva amiga en ese instante, pero no le pareció prudente, pues con el efecto del cloroformo ella no podría moverse por su cuenta, cosa que dificultaría la situación. Así que se limitó a seguir al doctor Finkelstein hasta su casa sin que este se diera cuenta, para luego esperar el momento adecuado.

    Siguió al científico hasta que llegó a una casa de un aspecto bastante curioso. Cuando el viejo entró, se dio cuenta de que no cerró la puerta con llave, así que se pegó a ella para escuchar como el zumbido de la silla de ruedas mecánica se hacía cada vez menos audible a medida que el doctor se internaba más en la casa. Una vez dejó de oír el sonido, abrió la puerta con cautela, esperando que esta no chillara.

    Para su suerte, las bisagras estaban bien aceitadas, así que pudo colarse sin que Finkelstein se enterara de ello. Victor miró a su alrededor y vio una rampa que llevaba hasta el primer piso, en donde se escuchó como el sujeto cerraba la puerta de la que supuso era la habitación de Sally mientras que no dejaba de quejarse en voz baja. Evidentemente, la muñeca de trapo seguía inconsciente.

    Cuando vio que Finkelstein se dirigió a otra rampa que llevaba a un segundo piso entre murmullos y refunfuños, Victor aprovechó para subir la primera rampa con rapidez. Claro que la puerta del cuarto de Sally estaba cerrada con un montón de seguros, pues obviamente la muñeca había tenido siempre muy arraigada la costumbre de escapar.

    Victor miró a su alrededor mientras pensaba en alguna forma de ayudar a Sally, y se le encendió el foco cuando divisó una escalera de peldaños de madera unidos por un par de sogas arrumbada en un rincón. La tomó y bajó corriendo a la planta baja para salir de ahí cuando escuchó que la silla de ruedas de Finkelstein volvía a zumbar, pero esta vez para bajar.

    Logró salir justo antes de que el doctor pudiera verlo. Se dirigió a la parte de atrás de la casa y encontró una enorme ventana que supuso tendría que ser la de Sally. Junto todas las fuerzas que tenía y lanzó la escalera, esperando que la chica ya hubiera despertado. Como no vio que se asomara, supuso que aún seguía bajo el efecto del cloroformo, así que soltó una maldición y haló la escalera, pensando en volver más tarde. Pero para su suerte, la escalera se había sujeto firmemente a algo, así que podía subir sin problemas.

    Una vez arriba comprobó que la ventana estaba cerrada al igual que la puerta, y que la escalera sólo había podido ingresar gracias a que la reja era muy amplia. Sin embargo, no lo suficiente como para que cupiera una persona por ahí. La única forma de abrir la reja era con una llave…

    –¿Victor? –La voz de Sally lo devolvió a la realidad–. ¿Qué haces aquí?... ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué pasó? –preguntó mientras se levantaba del catre en donde había estado durmiendo.

    –Finkelstein te durmió con cloroformo –le dijo Victor–. Y vine a ayudarte a escapar. ¿Por casualidad tienes alguna idea de en dónde guarde sus llaves?

    Sally se acercó a la ventana.

    –Sí, claro, está harto de que no deje de escapar y me va a decir en donde guarda sus llaves. Tiene tanta lógica –dijo con sarcasmo.

    –Hey, sólo trato de ayudar –se quejó Victor apoyándose en la reja de la ventana.

    –Lo sé, gracias –asintió la muñeca de trapo con una sonrisa–. Aunque… hay un lugar…

    –Dime, soy todo oídos.

    –La última vez que cociné para el doctor encontré en un tarro vacío de verruga de gusano unas llaves. Tal vez una de ellas sea la de la ventana.

    –Justo lo que quería oír. Ya regreso –dijo el azabache mientras se apresuraba en bajar la escalera.

    La muñeca lo miró bajar, esperando que el plan tuviera éxito. Ya no soportaba pasar más tiempo en esa casa, ¿qué tanto le costaba a
    Finkelstein entenderlo? Ella ya no era una niña. De hecho, había dejado de serlo hace siglos, y el anciano se empeñaba en tenerla encerrada como si fuese una bebé. Cierto que le estaba muy agradecida por haberle unificado todas las partes del cuerpo cuando llegó a Halloween Town, así como también haber reemplazado algunas partes perdidas por tela, hojas y relleno. Pero eso no le daba derecho a tenerla como una prisionera.

    –¿Sally? ¿Ya despertaste? –Se oyó claramente la voz de Finkelstein del otro lado de la puerta. La muñeca rápidamente tiró la escalera y se acostó en el catre para hacerse la dormida. Cuando el doctor ingresó en la habitación, la encontró justo como la había dejado. Soltó un pesado suspiro al verla aún inconsciente–. Algún día entenderás que hago esto por tu bien –dijo en un susurro mientras negaba con la cabeza y le acariciaba el cabello a la chica. Después de tantos años, no podía evitar verla como una hija.

    Se quedó unos instantes viéndola dormir, mientras que ella internamente rogaba por que Victor no regresara antes de que el doctor se marchara. Cuando el científico abandonó la habitación cerrando la puerta tras de sí, Sally abrió los ojos y su rostro adoptó una mueca de tristeza. Por alguna razón ese pequeño gesto por parte de Finkelstein la había hecho sentir culpable.

    Unos segundos después, la escalera volvió a infiltrarse en su habitación y ella se apresuró en agarrarla para evitar que se cayera y la amarró a la reja.

    –Tuve que tirar la escalera, el doctor entró hace poco –dijo Sally cuando Victor subió nuevamente, antes de que el azabache pudiera decir algo.

    –Vale, aquí tengo las llaves –dijo el chico mientras le mostraba tres llaves. Se las pasó a Sally para que las probara.

    La primera no entraba en el cerrojo. La segunda entraba, pero no giraba. La tercera… era la adecuada. Victor bajó y Sally desamarró la escalera para poder abrir la reja, y cuando lo hizo aseguró la escalera a una de las patas de la mesa que tenía en la habitación. Unos minutos después, ya era libre.

    –Muchas gracias, Victor –le dijo mientras lo abrazaba–. Te debo un millón.

    –Nah, considéralo como pago por esto –dijo el chico señalándose costura de la mejilla–. Vámonos de aquí antes de que "Frankie" vuelva.

    Sally asintió y se largaron de ahí con rapidez, momentos antes de que se escuchara un estruendoso “¡¡SALLY!!” que seguramente se habría oído por toda la ciudad. Cuando escuchó la voz de Finkelstein, Sally no pudo hacer otra cosa que soltar una risita entre dientes.

    –¡Rayos! ¿Será que luego de pasar siglos encerrada en ese lugar tengo que pasar el resto de la eternidad escondida en el viejo faro? –se preguntó con evidente molestia cuando se hubieron alejado unas cuantas calles y habían dejado de correr.

    –Pero ¿qué le sucede a ese hombre? –preguntó Victor mientras se apoyaba contra una pared–. ¿Acaso no puede hacer otra muñeca o algo?

    –Ese es el problema –dijo Sally, comenzando a caminar hacia el faro. Victor la siguió–. Yo sólo soy un cadáver remendado, por decirlo de alguna forma. Sólo que con el tiempo las partes que se me han ido cayendo, él las reemplaza con otro material. Él no me creó desde cero.

    –Pero era estás totalmente hecha de trapo, y aún sigues siendo la misma Sally de siempre, ¿no? –dijo Victor, confundido.

    –No, aún conservo mi corazón y mi cerebro. Y él necesita las mismas cosas si quiere hacer otra creación como yo. La última vez, creó a una mujer bastante parecida a él, y él le dio la mitad de su cerebro.

    Algo le sonó mal a Victor.

    –¿La mitad de su cerebro? –repitió, confundido.

    –Bueno, el doctor Finkelstein puede abrirse la cabeza… supongo que tendrá que ver con la forma en la que murió, hace ya un montón de siglos. El punto es que se agarró la mitad del cerebro y la colocó en la cabeza de la muñeca. Al principio fue todo un éxito, hasta salió con ella. Pero no pasó mucho tiempo para que ambos comenzaran a verse afectados por sólo tener medio cerebro, y la falta de corazón en ella al final la hizo menos resistente, por no decir que menos buena.

    Luego de caminar un par de calles, ya habían llegado al faro. Por la luz, se notaba que dentro de poco iba a anochecer, pues la odisea de rescatar a Sally les había llevado casi todo el día. Entraron y continuaron su conversación en las escaleras.

    –Entonces… ¿eres la única que realmente funciona y por eso está empeñado en mantenerte encerrada? –preguntó Victor, sorprendido ante tal injusticia.

    –Sí –asintió ella subiendo los últimos escalones–. Aunque a veces simplemente me gustaría conversar con él, e intentar arreglar las cosas entre nosotros. Después de todo, es como un padre para mí, y yo soy como su hija. Luego de tanto tiempo ya no recuerdo a mis verdaderos padres, y seguramente ellos tampoco me recuerdan a mí allá en la festividad en donde hayan escogido quedarse. –Se sentó en una de las sillas del comedor y Victor la imitó.

    –Entonces es un asunto bastante delicado, ¿no? Deberían hablarlo, en lugar de continuar con este jueguecito del gato y el ratón –comentó mientras apoyaba el mentón en su mano derecha.

    –Es complicado –dijo Sally encogiéndose de hombros–. En fin, ¿qué estuviste haciendo hoy? ¿Recorriste un poco la ciudad? –preguntó para cambiar de tema, pues estaba comenzando a deprimirse un poco.

    Victor soltó un suspiro y se recostó del respaldar de la silla. Oye sí, la chica acaba de contarte todos los problemas que tiene con su creador y tú aún sigues haciendo como que te ocurrió una tragedia en la mañana.

    –Sí, salí apenas amaneció –asintió–. Aunque tenía bastante miedo de que alguien quisiera hacerme escarmentar por lo de anoche. Realmente los habitantes de aquí me dan muy mal rollo. –Cuando dijo eso lo acompañó con un pequeño estremecimiento, que le sacó una risita a Sally–. ¡De verdad! Sobre todo el tal Jack.

    –Ah, ¿viste a Jack hoy? –preguntó la chica, con el tonito de molestia regresando a su voz.

    –Sí, resulta que me había sentado junto a la puerta de una casa a descansar, y terminó siendo la puerta de su casa –dijo, recordando la incomodidad de ese momento. Se sentía mal cada vez que recordaba su conversación con Jack, pues sentía que se le revolvía el estómago de vergüenza–. Pero no lo entiendo, a pesar de todo lo que dije ayer, nunca dejó de comportarse amablemente. ¡Cómo habría querido que me insultara a gritos mientras me caía a golpes! Eso habría facilitado mucho la situación.

    Sally soltó una carcajada.

    –Es que además de ser el rey, sabe que más de uno lo tiene como ejemplo a seguir, por decirlo de alguna forma. Si no se comportara de la forma en que lo hace, la ciudad ya estaría sumida en un caos –dijo encogiéndose de hombros mientras se cruzaba de brazos.

    Victor asintió, realmente tenía mucho sentido.

    –Entiendo. Oye –dijo, pues tenía una duda que comenzaba a carcomerlo por dentro. Sally asintió con un “¿Hm?”–, ¿y no hay alguna reina?

    Sally volvió a carcajearse, pero esta vez de forma sarcástica.

    –No la hay, nunca la ha habido y nunca la habrá –dijo tajante. Claramente había algo en relación a ese asunto que le molestaba–. Y si llega a tener un consorte, no será una reina.

    Eso dejó a Victor bastante confundido.

    –Me temo que no entiendo a qué te refieres –dijo alzando una ceja.

    –Es homosexual –aclaró Sally, fastidiada.

    –Oh, ya veo –asintió Victor, con una sonrisa tan pequeña que seguramente ni él mismo se habría dado cuenta de que la había esbozado–. Pero ¿no me habías dicho que saliste con él una vez?

    Sally se levantó y volvió a cruzar los brazos delante del pecho mientras caminaba hacia la ventana. Para ella ese no era el mejor tema de conversación, pues aún le tenía cierto rencor al Rey Calabaza por lo que le había hecho hacía unos cuantos años.

    –Pues sí. Al principio todo fue muy lindo y tal, y yo estaba como en un ensueño porque había pasado años enamorada de él en secreto.

    –Comprendo –dijo Victor para animarla a continuar, pues la muñeca se había quedado en silencio por un momento mirando por la ventana.

    –Pero luego nuestra relación se puso extraña. Sí, no hay otra forma de describirla. Cuando estábamos en público no dejaba de repetirme que me quería mientras me abrazaba, pero cuando estábamos a solas me trataba más como una amiga que como su novia. O peor, como una hermana. Cada vez que intentaba besarle me rehuía… te imaginarás lo mal que me sentí, pues pensaba que yo había hecho algo malo, y que él estaba tan molesto que no quería ni decirme qué era. Luego fue que descubrí que no, yo no había hecho nada, sólo que durante ese tiempo yo sólo había sido una tapadera mientras que él se escabullía de tanto en tanto para verse con otros hombres.

    Hizo una pausa, y cuando Victor iba a decir algo, continuó.

    –Fui una estúpida por no darme cuenta antes. Es decir, casi nunca había hablado con él antes, era más como un amor platónico. Esperaba pasar unos meses enamorada y que luego se me pasara… pero cuando se dio cuenta, mágicamente me correspondió, aunque si acaso sabía mi nombre. Y todo lo que él quería era a una chica que lo ayudara a esconder su sexualidad. No tengo problema con eso pero, ¡no tenía que engañarme así!

    »Habría preferido que me hubiera dicho desde el principio “oye, me gustan los hombres pero no quiero que nadie se entere, ¿te harías pasar por mi novia?”. Claro que me habría negado, pues no iba a estar en una relación falsa estando enamorada voluntariamente, no soy masoquista. Pero al menos me habría dolido menos que el haber sido engañada de esa forma.

    Victor se mordió levemente el labio inferior y bajó la mirada. Realmente no sabía qué decir en ese tipo de situaciones, y no tenía idea de cómo subirle los ánimos a la muñeca de trapo.

    –Qué mal… pero intenta convencerte a ti misma de una cosa: aún si fuese heterosexual, él no te merece, y todos esos años que pasaste enamorada de él sólo fueron una pérdida de tiempo. Enfócate en el ahora y en lo que pueda pasar, y ya encontrarás a alguien que sí merezca a una chica tan linda y tierna como tú –le dijo con una sonrisa. Sally se volteó y le devolvió el gesto con ternura mientras volvía a sentarse frente a la mesa. Oh, oh.

    –¿Linda y tierna, dices? –preguntó. ¡Oh, oh!

    –Bueno, sí… uh, mira la hora. Mejor nos vamos a dormir –dijo Victor, aunque ni siquiera había algún reloj en la habitación.

    La verdad es que sólo le había dicho eso para hacerle sentir mejor, nada más. La chica le caía muy bien, y a pesar de sus numerosas costuras y remiendos seguía siendo bonita, pero aún así nunca podría verla de esa forma. ¿La razón? Básicamente la misma por la que le había puesto fin a su relación con Victoria. Pero al parecer Sally había malinterpretado su comentario.

    –Si tú lo dices –asintió ella alzando una ceja, antes de soltar una risita–. En fin, buenas noches –dijo mientras se levantaba y se dirigía a su cama. Para suerte del azabache, la muñeca se durmió casi al instante en que tocó la almohada.

    Victor se levantó y tomó la almohada y la manta que al parecer iba a usar durante un buen tiempo, por lo menos antes de que pudiera conseguir un buen lugar donde “vivir”, obviamente no en el sentido literal. Sólo esperaba que pasara lo que pasase en ese lapso de tiempo, Sally no llegara a sentir algo por él.

    Le dio un par de golpecitos a la almohada para esponjarla y se acostó en la alfombra mientras se arropaba con la manta. Intentó dormir, pero por más que trataba no podía pegar un ojo, así que optó por levantarse y recorrer la habitación hasta que por fin le diera sueño. Apenas se puso de pie se encaminó hacia la ventana y apoyó los codos en ella mientras miraba la ciudad, pensando en que tal vez las cosas no estarían tan mal. Por lo visto su comentario fuera de lugar de la noche anterior ya estaba cayendo en el olvido. Sus ojos se centraron en la torre en donde vivía Jack, no muy lejos de ahí, y sintió una gran curiosidad cuando vio que desde su interior salía un resplandor rojizo intermitente. Unos segundos brillaba, al siguiente se apagaba y luego volvía a brillar aún con más potencia. Quién sabe qué tendría el Rey Calabaza en mente.

    Se quedó mirando en esa dirección por quién sabe cuánto tiempo, y vio que la luz cambiaba de roja a verde, de verde a blanca, de blanca a amarilla y así hasta que se apagó definitivamente. Pudo ver con claridad la silueta de Jack cuando este se asomó por la ventana, y no pudo evitar agacharse para que no lo viera. ¿Por qué había hecho eso? Sólo estaba mirando por la ventana, no tenía nada de qué culparse, ¿entonces por qué no quería que Jack lo viera? Ni que lo estuviera espiando o algo así.

    Victor se sobó el puente de la nariz mientras suspiraba, sin dejar de insultarse a sí mismo mentalmente. Recordó cuando se había cruzado con el esqueleto esa mañana y volvió a sentirse avergonzado por su conducta. Finalmente se levantó y volvió a mirar por el cristal, y para su suerte lo único que se veía en la torre era oscuridad. Aunque inconscientemente había esperado que Jack siguiera asomado.

    Meneó la cabeza, como queriendo deshacerse de cualquier pensamiento que tuviera que ver con Jack, y volvió a acostarse. Se cubrió hasta la cabeza con la manta y se quedó dormido a los pocos segundos.
     
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    ¡Buenas! Lamento la tardanza, últimamente he tenido problemas con el Internet :'v

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    Al día siguiente despertó cuando su nariz detecto un delicioso aroma que venía de la cocina. Se incorporó y miró hacia esa dirección y se encontró a Sally cocinando quién sabe qué cosa. Sólo sabía que olía muy bien.

    –Buenos días –le saludó Victor antes de levantarse y poner la almohada y la manta en una esquina para que no estorbaran.

    –Hm, hola –respondió Sally luego de darle una pequeña probada a lo que estaba cocinando–. Justo a tiempo, ya casi está lista la sopa.

    –Huele delicioso, ¿de qué es? –preguntó el azabache mientras se acercaba. A pesar del aroma, cuando vio el mejunje verde que hervía en la caldera pensó en que no lucía para nada apetitoso.

    –Verruga de gusano –respondió la chica como si nada–. Y un poco de aliento de rana, sólo para aderezar.

    Al oír eso Victor palideció (más de lo que puede estarlo un cadáver) y se alejó de ahí. Tal vez lo mejor era no comer nada, de todas formas, no lo necesitaba.

    –No pongas esa cara, es muy rica –dijo la muñeca mientras servía dos cucharones en un plato hondo de porcelana. Sumergió una cuchara de madera en la sopa y le tendió el plato a Victor, quien no tuvo otra opción que tomarlo y dirigirse a la mesa. No lo obligaría a tomársela toda, ¿o sí?...

    Sally se sirvió un plato y se sentó junto a él en la mesa.

    –Buen provecho –dijo la chica antes de darle un sorbo–. Hm, no es por nada, pero me quedó estupenda. Anda, pruébala.

    Victor intentó disimular su asco cuando alzó la cuchara y se dio cuenta de lo espesa y viscosa que era la sopa, pero no tuvo otra opción que probarla. Se llevó la cuchara a la boca y sólo tocó su contenido con la punta de la lengua, pero al no encontrarse con el horrible sabor que estaba esperando, probó un poco más.

    –Tienes razón, ¡es buenísima! –dijo para su propio asombro antes de comerse la sopa con una rapidez asombrosa, como si su brazo se negara a detenerse–. Quiero enviarle mis felicitaciones al chef –bromeó cuando se la terminó.

    Sally soltó una risita.

    –La chef se lo agradece mucho –dijo siguiéndole el juego antes de darle los últimos tragos a la sopa. Cuando se la terminó tomó el plato de Victor y el suyo propio y se dispuso a lavarlos–. Oye, hoy pasaré el día trabajando –dijo mientras señalaba con la cabeza la parte de la casa en dónde había instalado su sastrería–. Así que te aconsejaría que salieras por la ciudad o algo.

    Victor negó con la cabeza.

    –No, no hace falta. Me gustaría hacerte compañía, y quizás ayudarte un poco –dijo mientras se encogía de hombros.

    Sally se emocionó mucho al oír eso, pero intentó disimularlo a toda costa. Sonrío ampliamente sin apartar la mirada del plato que estaba lavando, y cuando terminó se giró a Victor, mientras que trataba de que la sonrisa no fuera tan evidente.

    –¡Eso me agradaría mucho! –exclamó. Luego se apresuró a aclararse la garganta–. Sí, sería un placer –dijo con un tono un poco más calmado.

    Aunque a Victor le pareció adorable eso, no podía dejar de pensar en lo mismo con preocupación. «Que no le guste, que no le guste». Le había tomado un gran cariño a Sally, y evidentemente ella había sufrido mucho por culpa de Jack, así que no quería hacerle pasar por otra gran decepción. Pero claro, ¿quién le obliga a Sally a enamorarse de puros homosexuales?

    Finalmente llegó la hora de que Sally abriera su negocio, y en menos de lo que canta un gallo, ya estaba lleno de personas. Nuevamente Victor se sintió incómodo, pues más de uno lo miraba con bastante recelo. Él sólo se limitaba a sonreír con nerviosismo y a decir un tímido “perdón por lo que dije” a todos los que lo miraban mal.

    Mientras que Sally iba de un lado a otro en su silla, atendiendo a dos o incluso a tres clientes a la vez, Victor se ocupaba de llevarle las cosas que ella le pedía. “Pon esos carretes en la mesa de allá, por favor” y él lo hacía, “Por fa, pásame esas tijeras”, y él lo hacía, “Se cayó la cortina en el probador, ¿puedes volver a ponerla, por favorcito?” y él lo hacía. No pasaron ni dos horas cuando el chico ya estaba fastidiado. Por suerte, Sally lo notó, pues no se sentía con el derecho de dejarla plantada.

    –Anda, yo me encargo de todo –le dijo con una sonrisa. El azabache se había ofrecido a ayudarle sin pedirle nada a cambio, y cada favor que le pedía lo hacía sin rechistar. No podía estar más satisfecha–.Quizás ya sea tiempo de ponerme a contratar gente para esto –comentó mientras se encogía de hombros.

    –Está bien, pero volveré pronto –le aseguró Victor. No quería pasar un segundo más ahí, pero tampoco quería dejar que Sally se ocupara de todo por mucho tiempo, después de todo de no ser por ella no tendría en dónde quedarse.
    Sally asintió, indicando que se podía retirar.

    Victor bajó las escaleras con rapidez, aunque casi se llevó a unas cuantas personas por delante. Una vez afuera, recibió el calor del sol sobre su piel muerta con gratitud, y se puso a caminar sin rumbo fijo. Por lo visto ahora ese sería su nuevo pasatiempo. La ciudad era bastante pequeña, de todas formas todos se conocían ahí, así que sería sencillo recorrerla en su totalidad a pie, y eso era justo lo que quería hacer. Sus planes de pasar los siguientes once meses oculto bajo una roca ya estaban desechados, así que lo mejor que podía hacer era conocer bien el lugar.

    Mientras más conocía la ciudad, peor se sentía consigo mismo por haber dicho esas cosas el primer día. Es decir, cierto que las criaturas del lugar eran bastante aterradoras, pero después de todo era la ciudad del Halloween, ¿no? Eso era más que lógico. Además, viéndola bien, tenía algo que le recordaba a su propia ciudad, allá en Inglaterra. Aunque claro, esta era mucho más animada.

    Al hacer la comparación, no pudo evitar pensar en sus padres. ¿Qué habrán dicho al enterarse de su muerte? ¿Les habría importado o se habrían alegrado de tener todo el dinero para ellos? Conociendo lo ambiciosos que eran, no podía saberlo. Después de todo, nunca tuvo algún hijo con Victoria, ni tenía ningún otro familiar al que dejarle sus cosas, y a su corta edad de veinticinco años ni se le habría ocurrido redactar su testamento. Además, ya los Everglot no tenían nada que ver con él, pues Victoria y él se habían separado hacía más de un año.

    Y justamente fue ella en quien centró sus siguientes pensamientos. Su relación terminó de forma cómica, pues ambos habían estado engañándose mutuamente por unos cuantos meses, así que no se tenían rencor alguno por eso y aún eran muy buenos amigos. Tenían tiempo que no se veían, pero no podía dejar de preguntarse cuál había sido la reacción de la chica al saber que lo habían asesinado. Obviamente se habría entristecido, pero tal vez no tanto, pues ella sabía perfectamente que de todas formas Emily lo estaría esperando del otro lado.

    Pero ese era precisamente el mayor de sus problemas. Seguramente Emily lo habría esperado, claro, pero al final terminó en un sitio totalmente diferente. Así que no le quedaba más remedio que esperar hasta el octubre siguiente para salir de Halloween Town y poder buscarla en alguna de las otras festividades.

    Joder, cómo odiaba al tipo que lo había matado por haberlo hecho justamente en noviembre.

    Mientras estaba sumido en su introspección, y tal vez de forma inconsciente, sus pies terminaron llevándolo nuevamente hacia la casa de Jack. Los músicos callejeros que estaban instalados junto a esta, lo miraron con curiosidad.

    –Por si lo buscas, Jack salió –dijo el que estaba tocando el acordeón que estaba hecho a partir de un pez muerto.

    Victor salió de sus pensamientos al oír aquello.

    –¿Uh? –preguntó antes de mirar hacia la torre que se extendía ante él, para luego mirar hacia el músico–. No, no, yo no… –¿O sí? «Que no». Sí, claro–. Sólo estoy de paso.

    Los músicos intercambiaron unas miradas un tanto sospechosas. Bien hecho, Victor, ¡hasta los extras notan que te pasa algo raro! Y tú sigues sin querer pensar en ello. Al ver que los músicos volvieron a centrar su atención en los instrumentos, el azabache se alejó de ahí, aún un tanto confundido por la conducta de estos.

    Siguió caminando sin saber adónde. Pronto su tour por Halloween Town se convirtió más bien en un receso para encerrarse en su propia mente. De hecho, estaba tan concentrado en sus pensamientos que ni siquiera apartaba la mirada del suelo, y chocó más de una vez, ya sea con una persona, una pared, o algún otro objeto.

    Cuando se puso a pensar con detenimiento en su vida pasada, le invadió la nostalgia y la melancolía que le debió de haber invadido desde el primer día. Pero había estado tan ocupado con la avalancha de información que nunca se detuvo a pensar en que nunca más volvería a ver a sus padres, a sus amigos o incluso a volver a tocar el piano. Es decir, ciertamente podía subir a la superficie el día de Halloween, pero ¿para qué? ¿Para ver cómo las personas se espantarían al verlo recorrer las calles cuando debería estar enterrado tres metros bajo tierra?

    Además, estaba casi seguro de que ninguna de las personas que había conocido en vida se animaría a pasar la vida después de la muerte en la ciudad del Halloween. Todos los que conocía eran muy “correctos” como para disfrutar de esa festividad. La mayoría pensaba que era algo que sólo estaba dedicado para los niños, y los otros eran demasiado religiosos o supersticiosos como para aprobar algo así. La única esperanza que tenía era cambiar de festividad apenas pudiera salir de ahí.

    Y entonces, crack, volvió a chocar. Esta vez se estampó justo frente a un árbol. Entre quejidos se sobó la frente y miró a su alrededor.

    Sintió una extraña emoción, mezclada con preocupación, al ver que se encontraba en el mismo sitio al que había llegado al morir. Lo único diferente era que, mientras que cuando llegó por primera vez no había ningún sol visible, esta vez todo estaba claramente iluminado por el sol con forma de calabaza. A no ser… que no fuera el mismo lugar.

    Siguió caminando unos metros más allá y se dio cuenta de que no estaba solo. Podía oír a alguien tararear en voz baja, y cuando se acercó casi le dio un ataque al ver que se trataba de Jack. Estaba parado en medio de las puertas que daban a las otras festividades, y se veía muy concentrado anotando cosas en un diario.

    Victor estaba apunto de dar media vuelta y alejarse, pero para su desgracia el otro notó su presencia antes de que pudiera irse.

    –Hola, Victor. ¿Buscando como salir? –preguntó sin apartar la mirada de su diario. Anotó unas cuántas palabras más mientras observaba la puerta que seguramente daba a Thanksgiving Town y cerró el cuaderno marcando la página con el lápiz.

    –Hola… uh, no, yo sólo estaba recorriendo la ciudad y... llegué aquí….ah…

    Jack soltó una pequeña risa que le provocó un escalofrío al azabache.

    –¿Será que podré hablar contigo sin que balbucees tanto? –preguntó, obviamente poniendo a Victor aún más nervioso.

    –¿Qué? No, es sólo que… –Sólo que ¿qué? ¿Qué le vas a decir si ni siquiera tú sabes por qué intimida tanto? Podrá ser el rey del Halloween y todo, pero tampoco es que dé tanto miedo.

    Jack se acercó a él y apoyó el antebrazo del árbol cuya puerta era un trébol de cuatro hojas.

    –Déjame adivinar: te enteraste de que soy el rey y ahora tienes miedo de que te haga algo por todo lo que dijiste la otra noche –dijo alzando una ceja. Bueno, no tenía cejas, pero se sobreentendía el gesto.

    Victor le agradeció internamente que le haya hecho esa suposición. De todas formas, en parte así era.

    –Ya te dije que no te haré absolutamente nada –continuó Jack ante el silencio del contrario.

    –Sí, pero es que no puedo evitarlo –se apresuró a decir el azabache–. Me siento muy mal por todo lo que dije. Además, he estado recorriéndolo y… este lugar no está tan mal como pensé. Con cada segundo que pasa me siento más idiota por lo que dije. Porque no sólo fue una grosería, sino que lo dije ¡delante de todo el pueblo! Nunca me había avergonzado tanto. –Eso último en parte no era cierto, pues si había algo que lo tenía más apenado aún era el hecho de haberse comportado tan estúpidamente delante de Jack.

    Cuando terminó de soltar todo (o más bien, casi todo) lo que pensaba, miró a Jack directo a sus cuencas vacías y volvió a sentirse avergonzado. Prácticamente todo lo había dicho mirando hacia cualquier dirección menos a él, y hasta se le olvidado que el esqueleto le estaba escuchando, así que cuando cayó en la cuenta de esto bajó la mirada a sus zapatos y volvió a su conducta de ardilla asustada.

    –No te preocupes por eso, ya pasará. Además, estamos bastante acostumbrados a ese tipo de reacciones. Muchas personas han entrado a Halloween Town por error, y se marchan apenas el reloj da las 12 am del 31 de octubre –dijo Jack para tranquilizarlo mientras se encogía de hombros. Como Victor no dejaba de mirar hacia el suelo, hizo algo un tanto atrevido: lo tomó del mentón para que alzara la mirada.
    Y sí, eso fue el colmo para Victor. Se puso tan nervioso que por un instante se le olvidaron todas las palabras que sabía.

    –Ah… a-ajá –asintió como un idiota. Tenía razón, este tipo necesita que le golpeen con un tubo en la cabeza. Jack soltó una risita, que no era más que una sonrisa sonora, y lo soltó antes de volver al núcleo de las puertas y continuar con su investigación–. Eh… –Victor se aclaró la garganta, recobrando el autocontrol–. Tengo una duda… –comenzó aunque tenía ganas de volver a salir corriendo. Esta vez no lo haría, e intentaría entablar una conversación como una persona normal.

    –Claro, dime –dijo Jack mientras se agachaba delante de los huevos de Pascua que estaban frente a la puerta que representaba dicha festividad y tomaba uno para examinarlo.

    –¿Por qué no se puede salir de Halloween Town? –preguntó. Podría sonar como una pregunta estúpida, pero si no se podía ¿entonces por qué estaban ahí esas puertas? Sin que Jack se diera cuenta, tomó el pomo de la puerta con forma de gallina, pero entonces se dio cuenta de que la gallina sólo estaba pintada sobre él árbol, y que el pomo era un simple adorno.

    –En realidad, antes sí se podía –respondió el Rey Calabaza con un suspiro mientras dejaba el huevo de Pascua en su sitio. Victor se apresuró a soltar el pomo.

    –¿Antes? ¿Y por qué ya no? –preguntó Victor mientras se sentaba a un costado del árbol que tenía la puerta con la forma de un árbol de Navidad y recostaba la espalda de la madera.

    Jack se incorporó y guardó el pequeño diario en algún bolsillo de su chaqueta. A simple vista se notaba que no le gustaba hablar del tema, pero Victor tenía demasiada curiosidad como para decirle que lo olvidara.

    –Por mi culpa –dijo el esqueleto mientras se sentaba al costado del árbol con la puerta del día de Acción de Gracias, para de ese modo quedar frente a Victor–. Fui un terco y un egoísta, y lo arruiné todo –se quejó con un pesado suspiro–. Verás…

    Y entonces comenzó a contarle la historia que ya todos conocemos. Desde el momento en el que comenzó a aburrirse de la misma rutina en Halloween Town, hasta el instante en el que rescató a Sally y a Santa Claus del Oogie Boogie, pasando por la forma tan garrafal en la que había arruinado la Navidad. Victor mantuvo silencio durante todo el relato, conteniendo la lengua aunque se le ocurrieron unas cuantas preguntas.

    –Y desde entonces, tal vez gracia a alguna clase de magia, ya nadie puede abandonar la ciudad de su festividad a menos que sea su día. Nadie puede salir de Christmas Town a no ser que sea 25 de diciembre, nadie puede salir de Valentine Town a no ser que sea 14 de febrero, nadie puede salir de Halloween Town a no ser que sea 31 de octubre… etcétera, etcétera, etcétera. Y por si te lo preguntas, el 31 de octubre no sé si podamos ir, además de al mundo de los vivos, a las otras festividades. Honestamente, lo dudo mucho.

    Esa era la única duda que le había quedado a Victor luego de escuchar la historia, aunque no le extrañó la respuesta. Pero aún así se sentía muy desilusionado, pues la única razón por la que no le había temido a la muerte estando vivo era Emily. Y ahora había un noventa y nueve por ciento de probabilidades de que no volviera a verla nunca más.

    –Lo siento. –Eso sí que sorprendió sobremanera a Victor, que dio un respingo al oír esa inesperada disculpa–. Me temo que por mi culpa no podrás reencontrarte con tu novia.

    –¿Novia? No, ella no… o sea, sí, una vez estuvimos casados pero no… –Ante la confusión que vio en el rostro de Jack, él también comenzó a narrar su propia historia, sobre cómo se casó con un cadáver por error. De todas formas, ya no se sentía tan nervioso como antes y por lo menos podía hablar con fluidez.

    No le sorprendió que cuando apenas llegó a la parte en la que le puso el anillo a la “raíz” que sobresalía del suelo, Jack no pudo evitar soltar una carcajada, la cual le contagió a Victor. Realmente toda la situación había sido demasiado absurda.

    –Y nada, al final ella se fue, yo me casé con Victoria y fin de la historia. Quizás lo más irónico de todo es que no pasaron ni dos años y ya Victoria y yo nos habíamos divorciado.

    –¿Qué? –preguntó Jack con una risotada–. ¡No puede ser! ¿Y cómo reaccionaron sus padres?

    –No les importó mucho eso, pues igual los Everglot habían conseguido el dinero que necesitaban y nosotros ya teníamos toda la aristocracia que siempre quisi… no, que mis padres siempre quisieron. A mí nunca me importó eso –dijo Victor mientras se encogía de hombros–. Ahora no puedo dejar de preguntarme en dónde está Emily, pues el sitio en dónde estuvimos no tenía un aire muy festivo, si sabes a qué me refiero.

    –Hm… –Jack se quedó mirando a ningún sitio en particular, con aire pensativo–. Por como describiste el lugar, creo que se trataba de Valentine Town. Según he oído, Valentine Town se divide en dos: a un sitio van los que han tenido una vida amorosa exitosa y muchos buenos amigos, ahí es en dónde está Cupido y toda la cosa, y en dónde se hacen los chocolates y las flechas. Pero del otro lado, están los que siempre han querido tener un hermoso romance, pero que… no triunfaron en ello, por decirlo así. O también los que nunca a tenido algún amigo o alguien que realmente los haya querido. Por lo que sé, ese sitio se parece a Halloween Town, ya que tiene un aire bastante oscuro, pero ahí la gente se preocupa más por las cuestiones amorosas que por otra cosa. Tal vez ella está allí. Después de todo, dijiste que su novio la mató antes de casarse para robarle sus joyas, ¿no?

    Victor asintió, realmente tenía mucho sentido. Le pareció curioso que Jack conociera tanto de Valentine Town sin haber estado ahí antes, y no tardó en preguntarle. Resulta que poco después de que él descubriera las puertas, muchos habitantes de Halloween Town sintieron una mucha curiosidad. De modo que unos conocieron Valentine Town, otros Thanksgiving Town, otros Easter Town y así sucesivamente.

    –Ya veo. Aunque no me es de demasiada utilidad saberlo ahora –dijo con suspiro mientras alzaba la mirada hacia el cielo. Entonces notó que ya había anochecido. Desde hace rato lo había hecho, y él había roto la promesa que le había hecho a Sally de volver pronto para ayudarla con la sastrería–. ¡Maldita sea! –exclamó mientras se levantaba a toda velocidad–. Lo siento, tengo que irme ya. Fue un placer, Jack. Nos vemos luego.

    –Sí, yo también debería volver –dijo el Rey Calabaza levantándose también–. Aún tengo muchas cosas que hacer.

    Entonces ambos comenzaron el camino de regreso a la ciudad.

    –¿Puedo saber qué es eso en lo que tanto trabajas? –preguntó Victor con curiosidad, pensando en las luces que salían de la casa del esqueleto la noche anterior.

    –Estoy buscando alguna forma de hacer el Halloween más atractivo sin dejar de lado su esencia terrorífica. Es decir, nunca me importó mucho lo que digan los demás, y aquí todos se divierten mucho con nuestra forma de hacer las cosas, pero hace falta que más gente venga a Halloween Town al morir –explicó el Rey Calabaza mientras sacaba el diario en dónde había estado escribiendo durante la tarde–. Intento averiguar qué es lo que tienen las otras festividades que las hacen tan llamativas, para aplicarlo al Halloween.

    Victor asintió mientras intentó fisgonear que era lo que Jack había anotado en el cuaderno y este al darse cuenta se lo dio para que lo ojeara. Ahí tenía un montón de páginas dedicadas a la Navidad, pues era la única a la que conocía de primera mano. Las demás festividades sólo tenían unos cuantos datos, recolectados de las puertas y de lo que le habían dicho algunos de los habitantes de Halloween Town que habían salido.

    –No sé –dijo el azabache mientras cerraba el diario para devolvérselo a Jack–. Pero me parece que el Halloween es perfecto así. Aunque una excelente forma llamar la atención sería que, además de dulces, se diera alcohol. Así sí que sería un éxito –dijo con sarcasmo. Jack soltó una risa–. Pero en serio, para mí ya ere… –Carraspeó, dándose cuenta a tiempo de lo que estaba a punto de decir–. Es muy atractivo, el Halloween.

    «¿Qué demonios fue eso?», pensó. De haber estado vivo, se habría sonrojado hasta las orejas.

    –Eso lo dices ahora –dijo Jack, al parecer sin darse cuenta del desliz del contrario–. Pero cuando llegaste… –Dejó la frase en el aire e hizo una mueca.

    –Tienes razón –asintió Victor. En ese momento llegaron a la casa de Jack–. Bueno, ahora sí. Hasta luego –le dijo al Rey Calabaza antes de que este fuera a abrir la reja.

    –¿Ya tienes dónde vivir? Porque sino, no tengo problema con que te quedes aquí –se apresuró a decir Jack, antes de que Victor diera media vuelta para irse.

    –De momento me estoy quedando con Sally, y le dije que volvería –dijo el azabache. Al ver la expresión que se adueñó del rostro de Jack, supo que estaba arrepentido por lo que le había hecho a la muñeca de trapo–. Pero tampoco quisiera abusar. ¿Tal vez podría venir mañana? –preguntó. Jack asintió.

    –Sería un placer. Buenas noches, entonces.

    –Buenas noches –se despidió Victor con una sonrisa.

    Jack dio media vuelta y comenzó a subir las escaleras hasta llegar a la puerta de la casa, y Victor no le quitó los ojos de encima en todo el rato. Cuando el Rey Calabaza estuvo a punto de ingresar en la casa, se volteó y sorprendió a Victor mientras se despedía de él con un gesto de la mano, pues había sentido ese cosquilleo en la nuca que le indicaba que estaba siendo observado. El azabache dio un respingo y le respondió el gesto mientras que una sonrisita estúpida se apoderó de su rostro.

    Entonces notó que los músicos de siempre habían dejado de tocar. Cuando se volteó vio que los tres sujetos los miraban a él y a Jack, pero se apresuraron a continuar su lúgubre canción cuando Victor posó sus ojos en ellos. Nuevamente sintió ese calor en las mejillas que indicaban el sonrojo, y agradeció internamente el que la sangre de sus venas ya estuviera coagulada y no fuese capaz de colorearle las mejillas.

    Regresó a la casa de Sally sin dejar de tararear la misma cancioncilla que había estado tarareando Jack en la tarde cuando se lo encontró, aunque ni siquiera sabía cómo se llamaba o cuál era la letra. Cuando subió las escaleras vio que todo estaba impecablemente ordenado, y la muñeca de trapo estaba recostada en su cama leyendo un libro.

    –¡Hola, Victor! Hoy sí que te entretuviste allá afuera, ¿no? –le dijo cuando lo vio. No se veía molesta porque al final Victor no hubiese vuelto. En realidad, nunca esperó que lo hiciera.

    –Ay, perdona por no haber vuelto antes –se apresuró Victor a disculparse. Sally soltó una risita–. Es que me encontré con Jack y pasamos la tarde hablando.

    –No te preocupes por eso. Ni que trabajaras para mí. Igual te agradezco que me hayas ayudado en la mañana –dijo con una sonrisa–. Así que saliste con Jack, ¿eh?

    Victor abrió los ojos de par en par al oír eso.

    –¿Qué? No, no, sólo estuvimos conversando y… eh… sólo… –Silencio. Otra vez olvidándote de cómo hablar, ¿eh, joven Van Dort?

    Sally rió.

    –¡No me refiero a eso! Sólo a que pasaste la tarde con él.

    –Bueno, sí. Me contó toda esa locura de la Navidad y “Sandy Claws” –dijo haciendo comillas con los dedos–. No sabía que te había salvado a ti y a Santa Claus –comentó mientras se sentaba en una de las sillas del comedor.

    –Sí, lo hizo. Pero eso no borra lo que me hizo después –dijo la muñeca de trapo cruzándose de brazos.

    –Tienes razón, no lo borra. Pero creo que está arrepentido por eso…

    –¡Si realmente lo está, por lo menos que se disculpe! Y como comprenderás, Victor, no quiero hablar de eso. Buenas noches –sentenció antes de dejar el libro en la mesita de noche y apagar la luz para luego desaparecer bajo las sábanas. Realmente se había enfadado.

    Victor suspiró y fue a buscar la almohada y la manta. Se acostó pensando en lo mucho que le gustaría ayudar a mejorar la relación de Sally y Jack. Ellos eran los únicos amigos que tenía en todo Halloween Town, no quería que se llevaran mal.
     
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  8. Sorata JS
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    Espero conty
     
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  9. lina010
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    Wow nunca pensé en esta pareja me gusta apenas la leí n.n!
     
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  10.     +1   -1
     
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    Maestr@ en Yaoi
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    Wow!! nunca hubiera imaginado esta pareja, pero en cuanto leí el titulo de este fic
    supe que sería maravilloso, entré y no me equivoque, has tenido una fantástica idea!
    me encanta tu forma de narrar y humor, tienes un estilo muy propio y la historia esta
    realmente interesante; me encantan esos detalles, como de que el mundo de los muertos
    donde se desarrolla la historia de Victor al casarse por error con Emily es el mundo de
    San Valentín, pero el del lado del desamor (?) XP

    Desearía que Victor y Emily se volvieran a encontrar, pero... pero en mí opinión... me parece
    que Emily paso a un plano superior... por eso se deshizo en mariposas? ains... ya quiero saber qué
    pasará! y me encantará ver como sigue desarrollándose la relación de Jack y Victor 7u7 aunque me
    da pena Sally, porque se enamora de quien no debe y la historia como murió... ella me cae
    super bien, ójala encuentre a alguien que la haga feliz u.u por cierto, me hizo mucha gracia, el
    momento en que se relataron sus historias aquel par, fue genial!!

    Disculpa el testamento (de todas formas te debía comentarios porque no llegué aquí desde
    el primer cap :V) y espero nos deleites con la continuación pronto.

    Bye cuídate n,n
     
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  11. Sweet pie
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    Hola, recien lo leo y me encanto
    como fan de jack jamas se me ocurrio
    juntarlos y dejame decirte que me
    gusto mucho la pareja que hacen,
    ojala lo continues pronto, saludos
     
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  12. *zorrito*curioso*kawai*
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    silvana:me encanto nunca me imagine a jack y a victor como pareja y eso que tengo la mente muy yaoistica
    zorrito:valla valla me esta gusto mucho esta pareja
    zorritocurioso:no tengo palabras solo conty y rapido por fa
    zorritokawaii:que linda pareja aaaww muy linda
    kyrbisempai:todos esperamos conty nos leemos mas tarde
     
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  13. yoli_cut
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    me encanta¡¡¡ esta hermoso pero no se si aun sigue activo y si lo esta plis plis actualiza lo pronto¡¡¡, amo como escribes me encanta¡¡¡ y como soy muy cruel sinceramente no quiero que se encuentre con Emily XD y espero que pueda haber hard algún día? lo espero con determinación y ansias XD bueno y siguela pronto plis¡¡¡¡ asdadsada
     
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  14. SokoeAkuma
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    AWWW POR FAVOR SIGUELO estoy muy atrapada en la historia qwq no me dejes en suspendo¡¡ ni a las otras fans
     
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  15. mfarias-145
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    AWww ... esta super buena :=duouou: :=duouou: porfavor continualo pronto esta buenisima es la primera vez que escucho de esta pareja pero me gusto muchisimo :=DANCING: ... ojala continues pronto por que realmente me encanto :=hurrahrr:
     
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127 replies since 7/1/2016, 08:25   12012 views
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