15avo Reto Literario "Buscando a mi pareja destinada" / Inazuma Eleven / Always with you

FudoxKaze

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    Bueno pues aquí vengo con mi shot para el especial de San Valentín, un shot inspirado en la historia de Teen Wolf con Fudo y Kazemaru de Inazuma Eleven (ni teen wolf no inazuma eleven me pertenecen, pertenecen a sus respectivos creadores)
    Aviso también de que hay palabras malsonantes, o palabotras como prefiráis XD
    Aclaración: ambos tienen el pelo como en IE Go



    La primera vez que lo vi, caminando por el pasillo del instituto mientras yo cerraba la taquilla que me acababan de asignar, pensé que era extraño. Le rodeaba algo así como un aura de misterio que no lograba entender, tal vez eran simplemente imaginaciones mías, o era que mis instintos trataban de avisarme de algo... Luego me di cuenta que era simplemente un capullo y perdió la gracia.

    Pero mejor empiezo desde el principio...

    El primer día de instituto fue inquietante, no sólo estaba el hecho de tener que permanecer de pie mientras, el que ahora iba a ser mi tutor me presentaba, me daba palabras de ánimo y pedía a mis compañeros que me acogiesen y me integrasen. Tampoco era suficiente con que, mientras realizaba la presentación todos me estuviesen mirando, como si me analizasen hasta cada uno de los pelos de mi cabeza, me ponían nervioso porque creía que... podrían descubrirme... Pero una de las miradas era la más molesta de todas, me atravesaba y no podía más que ignorarla mientras continuaba ahí de pie sintiéndome incómodo. No sé qué demonios le había picado a ese castaño conmigo pero me entraban ganas de preguntarle si es que tenía monos en la cara o algo, y es que no era la primera vez que se me quedaba observando. Antes, cuando estaba guardando algunas cosas en mi taquilla sentí una mirada fija sobre mí y cuando cerré molesto la taquilla para ver quién era el que me miraba, lo vi. Castaño, ojos verdes, sonrisa torcida, no mucho más alto que yo. Por sus pintas podía deducir que era de los típicos con los que mejor no meterse en problemas, además que la actitud que él y sus dos amigos llevaban me confirmaba esto.

    Aún así, había algo en sus ojos, un extraño brillo, un... un algo que no sabía describir.

    Por fin pude sentarme en el sitio que me indicó el maestro y aunque pensé que el día transcurriría tranquilo, parecía que me había convertido en el tema preferido con el que, y del que hablar en el instituto. La explicación es que llevo el pelo algo largo y es azul, si ya de por si destaca que un chico lleve el pelo largo más aún si lo tiene azul, pero es natural, y el pelo largo es para mantener vivo el recuerdo de mi madre. Así que sí, era muy molesto tener que responder a todas y cada una de las cuestiones que esos chicos y chicas que no conocía me hacían.

    Terminé llegando agotado a casa y por si fuera poco aún quedaban cajas por desempaquetar de la mudanza, por eso me desplomé sobre la cama.

    -Kazemaru cuando puedas recuerda que en el salón aún hay dos cajas que son tuyas- me avisó mi padre.

    -Sí ahora bajo sólo...

    -Tranquilo, no quiero que pienses que te meto prisa, pero están en medio del salón y no puedo recibir a los vecinos que vienen a darnos la bienvenida- es decir, Kazemaru te estoy metiendo prisa...

    -Ya voy- dije levantándome de la cama y bajando hasta el salón para hacer lo que mi padre me pidió.

    Subí las cajas hasta mi cuarto y me senté sobre el suelo para ver qué era lo que contenían. Pero al abrir la primera y ver el arco que me regaló mi madre por mi 15 cumpleaños, en mi rostro se dibujó una sonrisa amarga. Aún la echaba de menos. No podía creer que no estuviese aquí...

    Apreté el arco con fuerza entre mis dedos y me decidí. Me levanté del suelo y busqué por las cajas que había subido, y las que tenía todavía sin vaciar, mi equipo completo. Si algo bueno tenía este sitio era el bosque cercano al pueblo, lo que para mí, representaba muchas dianas a las que acertar. Metí mi equipo en una mochila y salí de casa, sin dar ninguna explicación a mi padre que seguía muy ocupado.

    Vinimos aquí principalmente por lo ocurrido con mi madre, la atropellaron y su cuerpo quedó tan dest... tan mal que ni siquiera pude verla una última vez, o esa era al menos la versión oficial. Podría tomármelo como algo malo pero, no. Mi último recuerdo suyo no sería el de su sueño eterno, mi último recuerdo sería aquel que yo eligiese. Tenía tantos momentos que recordar, tantas palabras que me daban fuerza, que me animaban y que me hacían saber que ella siempre estaría a mi lado. Mi madre me infundía fuerzas, aún cuando creía que sería imposible seguir adelante.

    No tardé en llegar hasta el bosque y me di cuenta de que, a pesar de que estábamos en otoño y la mayor parte de los árboles estuviesen desnudos, sin duda era bonito. En invierno, con el manto blanco que cubriría todo este lugar, sería maravilloso, y más aún en primavera, ver todo el verde y los pequeños toques de colores que daban las flores a la hierba, sería precioso. A mi mente llegó un agradable recuerdo, la primera vez que disparé una flecha en una diana improvisada, dibujada en uno de los árboles del bosque en el que crecí, junto a mi madre, siguiendo sus instrucciones.

    Dejé la mochila en el suelo y cogí aire antes de arrodillarme, sacar mis guantes y ponérmelos, luego el arco, y mi carcaj en el que dejé las flechas. Me incorporé, con el arco en mis manos, la flecha colocada y tensé la cuerda preparándome para disparar. Cogí aire y lo contuve, e imaginando una diana roja dibujada en el árbol, disparé. ¡Diana! O eso sería si hubiese habido un círculo rojo en aquel árbol. Saqué otra flecha del carcaj, apuntando al mismo árbol y apuntando al mismo lugar en el que se había clavado la primera de mis flechas. Estiré el arco y…

    Un ruido detrás de mí. Tragué saliva y tensé mi cuerpo mientras bajaba el arco lentamente, intentando que aquello que había hecho el sonido, no sospechase que lo había oído. Empecé a ponerme nervioso, porque no podía girarme, sería demasiado descarado. Mi padre… me contó que este era un lugar seguro, pero en este mundo no hay ningún lugar seguro. Aún así, ¿tan rápido nos habían descubierto?

    Pero como no oí nada más, me intenté convencer de que habría sido un conejo, así que suspiré y volví a coger aire, apuntando y estirando la cuerda una vez más.

    Otra vez ese sonido, me giré rápidamente apuntando con el arco al lugar del que provino el ruido.

    -¿Quién eres?- pregunté molesto. Si algo me había enseñado mi padre, es que nada era por casualidad, todo podría significar una posible amenaza. -¿Qué quieres?- insistí.

    Estaba cada vez más nervioso, moví mi arco apuntando a varios lugares, intentando descubrir de dónde venía la amenaza. Pero no retrocedí. Permanecí en el mismo lugar, esperando otro posible ruido por parte de…

    Crack…

    Me giré y disparé la flecha, acertando en un árbol, pero no en el que me “acechaba”. Saqué y coloqué otra flecha rápidamente, pero entonces salió, aunque no dejé de apuntarle.

    -Wow, ten cuidado podrías herir a alguien con eso- me dijo el castaño que en el instituto no dejaba de mirarme, con las manos levantadas.

    -Si no quieres que te hagan daño entonces no deberías espiar a nadie- le reproché.

    -Ya… ¿Oye no vas a bajar el arco? Ni que quisieras dispararme- me dijo con una sonrisa torcida.

    -Me lo estoy pensando- hablé seriamente.

    -¡Ja!- ¿se reía? -Venga, venga. No te he hecho nada, relájate- me dijo moviendo la mano, indicándome que bajase el arco.

    Bajé el arma como dijo, pero no lo solté. Permanecí quieto, observándole.

    -¿Por qué me has seguido?

    -Vaya, sí que eres bueno. Mira, la has clavado bien ¿eh?- me dijo mientras hacía fuerza para sacar la flecha del árbol. -Me pregunto si sabrás clavar algo más…

    -¿Qué?- pregunté desconcertado pero al ver su sonrisa preferí no obtener respuesta. -¿Por qué me has seguido?- repetí cada vez más molesto.

    -No te he seguido, sólo salía correr y te he visto- inventó.

    -¿Sales a correr en vaqueros?- pregunté alzando una de mis cejas.

    -Claro, ¿no lo sabías? Es lo más cómodo- vale, me estaba cansando de esto -¿Qué pasa? ¿Es que eres detective o algo? Deja de cuestionarte cosas sin importancia-

    -Lo haré, cuando me digas la verdad.

    -Oye, oye ¿no estás un poco a la defensiva?- me preguntó y me paralicé -Parece… como si estuvieses ocultando algo- tragué saliva.

    Mierda… ¿Pero qué demonios estás haciendo Kazemaru? No, debía tranquilizarme, pasara lo que pasase jamás podría llegar a imaginarse el secreto de mi familia. Está bien, todo estaba bien, no había porque preocuparse.

    Solté un suspiro y me agaché, abriendo la mochila y guardando todo. Caminé hasta el primer árbol dónde seguía clavada mi flecha, la recogí, y luego hasta él, quitándosela de las manos ya que había empezado a jugar con ella, moviéndola entre sus dedos.

    -Me aburres- le dije mirándole antes de marcharme golpeando su hombro para que se apartase de mi camino. -Sigue mintiendo y te irá muy bien- le dije a modo de despedida.

    -¡Deberías aplicártelo!- me gritó para que lo oyese y me paré en el sitio.

    -Yo no estoy mintiendo- repliqué girándome levemente para mirarle mosqueado.

    -No, claro que no. Sólo no dices toda la verdad- su sonrisa era irritante.

    -Vete a correr por ahí- volví a darle la espalda y a caminar.

    Pero en lugar de dejarme tranquilo, oí sus pasos detrás de mí y me detuve. Solté otro suspiro.

    -¿Se puede saber que estás haciendo?- pregunté empezando a perder la gran paciencia que tenía.

    -Entretenerme- no sé cómo, pero sentí hervir mi sangre.

    -Ahora soy un juguete- me dije a mi mismo, controlando mi enfado.

    -Desde esta mañana- rugí internamente. Quería estrangularle.

    -En serio, déjame en paz- dije retomando mi camino.

    -¿Por qué?

    Quería llorar... Mamá dame paciencia… porque como me des fuerza no tardaré en verlo con una flecha atravesándole la boca a ver si así se callaba de una vez.

    -¿No tienes nada que hacer por ahí? Yo que sé, ¿seguir a otra persona? ¿O hacer footing en vaqueros?

    -Mmm… Déjame pensar… No, en realidad no.

    Me detuve y cerré los ojos, reuniendo toda la calma que pude, o intentándolo porque no lo conseguí. Me giré de golpe y caminé cabreado hacia él plantándole cara, quedando a muy pocos centímetros de él.

    -En serio, ¿por qué me sigues?- vi que se quedaba algo sorprendido pero volver a ver esa sonrisa torcida me molestó todavía más.

    -¿Y si te dijera… que es el destino?- me quedé tan sorprendido por la respuesta tan absurda que me dio, que lo único que pude hacer fue reírme a carcajadas, girándome y tapándome la boca para que no me viese reírme tan escandalosamente.

    -En serio, estás majara- le dije, todavía con la risa tonta.

    -Vaya, si sabes reír. Empezaba a preguntarme si te habían cosido los labios en esa mueca tan seria.

    Le golpeé el hombro con la mano y con una pequeña sonrisa en mi rostro. -Si tuviese los labios cosidos no podría ni hablar- reí un poco -Ahora en serio, deja de seguirme-

    -De acuerdo, ya te darás cuenta de que es el destino- me dijo dándose la vuelta y alejándose.

    -¡Deja de decir chorradas!- le grité viendo cómo se alejaba.

    Sin duda, era un chico curioso… Irritante hasta decir basta pero… Había conseguido relajarme con sus estupideces. Pensaba que iba a ser más desagradable, me equivoqué. No tenía nada por lo que preocuparme, ¿verdad madre? Aquí estábamos a salvo. Sí… este lugar era seguro.



    No tardé en llegar a casa, mi padre seguía ocupado, atendiendo unas llamadas y lo extraño fue verlo encerrarse en la cocina para que no escuchase la conversación. Subí a mi cuarto y dejé la mochila, quitándome los guantes, cosa que no había hecho y lo guardé todo en el armario que estaba vació salvo por un par de prendas que colgué con tal de que mi padre viese que había empezado a desempaquetar. Y bajé de nuevo al salón esperando a que mi padre saliese de la cocina para saber qué era lo que estaba pasando.

    -Come algo- me dijo cuando por fin salió de la cocina -Prepárate lo que sea, porque no te he hecho comida- asentí.

    -Papá, ¿ocurre algo?- pregunté nervioso por su respuesta.

    -No…- negó con la cabeza pero yo sabía que algo iba mal -Sólo… Ya sabes, tenemos que aparentar ser una familia normal y tengo que buscar trabajo- me dijo riéndose un poco.

    -¿Y cuál se supone qué es tu currículum?- pregunté divertido.

    -¿Experto en armas?

    -¿Gran rastreador?

    -¿Experto en el combate cuerpo a cuerpo?

    -¿Grandes conocimientos en criaturas paranormales?- no sé porqué pero eso hizo que mi padre dejase de sonreír.

    -Cualquier conocimiento es poco cuando te enfrentas a esas bestias- tragué saliva, sintiendo el nudo en mi garganta.

    Tiene razón, no podíamos bromear con esto, no cuando apenas hacía un año desde que mi madre… Desde que había caído enfrentando a esos “demonios”.

    -Eh- me llamó -¿Cómo afrontamos esto?- guardé silencio -¿Cómo afrontamos esto?- repitió haciendo hincapié en cada palabra.

    -Con la cabeza fría y sin sentimientos- le dije las palabras que quería oír.

    -Con la cabeza fría y sin sentimientos- me repitió sujetando mis mejillas con sus manos para que le mirase. -Venga, vete a comer algo- me dio una colleja -O tu madre resucitará para matarme por no alimentarte bien- rió un poco y yo con él.

    Fui hasta la cocina e hice lo que mi padre me pidió, aunque si mi madre iba a resucitar para matar a mi padre por no alimentarme… lo haría igualmente por la comida basura que ingerí.

    La tarde transcurrió tranquila. Mi padre bajó al sótano, donde tenía un arsenal de armas y munición, y yo con él escuchando sus explicaciones sobre cuál era la manera más rápida para actuar con según qué criatura. Me enseñó una vez más el bestiario, el libro que contenía todas las criaturas paranormales conocidas hasta la actualidad. Había demasiadas, y cada una era más peligrosa que la anterior. A esto se enfrentaban mis padres, mi padre, él y la organización a la que pertenecen les hacen frente para salvar a los pobres inocentes que se encuentran con esos seres inhumanos. Porque sí, eso era lo que eran, humanos, convertidos en criaturas, humanos que han perdido su humanidad. Matarían sin pensárselo dos veces hasta a la persona más cercana a ellos. Y había que pararlas, había que detenerlas costase lo que costase.

    Mi madre… mi madre murió defendiendo a inocentes, a manos, o mejor dicho a garras de un hombre lobo, de un alfa. Los más peligrosos. Por eso quedó tan destrozada, a ese hijo de puta no le bastó con matarla, le… Por eso no pude verla, mi padre no me dejó. No quería que viese aquello.

    Los libros de fantasía, que relataban historias fantásticas con criaturas así, eran eso, fantasía pura y dura. Un vampiro no te dejará gota de sangre, un hombre lobo cazará sin razón, un wendigo te devorará vivo, una banshee te destrozará, literalmente, y simplemente habrás oído un chillido. Y esos eran sólo unos pocos, los más conocidos. Había tantos, y estaban más cerca de lo que creíamos. Daba miedo.

    Pero yo heredaba la pelea de mis padres, y haría todo lo posible, todo lo que estuviese en mis manos para detener a esas criaturas.

    De repente oímos una voz a través de un walkie talkie que tenía mi padre sobre la mesa, diciendo que había una emergencia y un código que aún no sabía entender. Mi padre se movió rápido y yo con él.

    -Kazemaru no- me dijo autoritario.

    -Puedo ir, me has enseñado- protesté.

    -Es demasiado peligroso- me dijo recogiendo un par de armas y herramientas -Ellos están a otro nivel.

    -¡No puedes dejarme encerrado en casa siempre!

    -No me sigas- me dijo apuntándome con el dedo y saliendo corriendo, subiendo y saliendo por la puerta de casa.

    -¡Necesito adquirir experiencia!- intenté convencerlo en un último intento antes de que saliese de casa, pero no. Oí el motor del coche, ya no podía hacer nada.

    Siempre igual. Mi padre nunca me dejaría ir con ellos. No desde que mi madre… Maldita sea, ¿y qué debía hacer? ¿¡Esperar a que mi padre volviese o no!? ¿Esperar…? ¿Esperar a que me quedase solo sin poder hacer nada por defender al único familiar que me queda?

    Solté un suspiro, bajando la mirada al suelo, pero cuando la subí mirando hacia un lado y vi un arco. Tenía que hacer algo, tenía que ayudarles. Subí corriendo a mi habitación, recogiendo mi arco y poniéndome los guantes, vaciando el carcaj y llenándolo de las flechas especiales que tenía mi padre en su arsenal. Por último, recogí otro walkie talkie y lo encendí, antes de salir corriendo de casa.

    Por lo que contaban, la criatura estaba en el bosque, no… Las criaturas… Por lo que decían eran al menos dos. Debía darme prisa. Al menos informaban de la posición mediante el walkie así que me era más fácil guiarme, orientarme. Oí un aullido y pensé que no era suficiente con las criaturas que encima había lobos. Me equivocaba, no era un lobo, era un hombre lobo. Pero al acercarme a la posición en la que se encontraba mi padre y el resto, escuché algo detrás de mí. Me giré rápidamente mientras sacaba una flecha de mi carcaj pero algo me golpeó y me tiró al suelo. Me golpeé la espalda y cerré los ojos por ello, aunque al sentir un peso extraño sobre mi cuerpo y el gruñido casi en mi oído, abrí los ojos. ¿Por qué lo hice? Habría sido mejor no abrirlos.

    Por favor… sólo deseaba que pasase rápido. Que esa bestia enorme con forma de lobo, que ese hombre lobo me devorase o lo que quisiese pero que me matase rápidamente y sin dolor. No quería sentirlo. Le vi abrir la mandíbula y cerré los ojos. Quería mover mis brazos para apartarle pero sus patas estaban sobre ellos. Debí hacerle caso a mi padre. Al menos, me reuniría pronto contigo, mamá.

    Esperé mi muerte, el tiempo parecía haberse detenido, todo parecía haberse detenido, excepto mi pulso y mi respiración. Por favor mátame ya…

    Gracias a Dios mi súplica no fue escuchada. Sentí como el peso que me sujetaba desaparecía de repente y me di cuenta de lo que había pasado. Algo había apartado a ese hombre lobo de encima de mí, no, algo no, otro hombre lobo. Cogí una flecha y apunté, apunté a uno y a otro pero no sabía a cual darle porque… se estaban peleando. Se peleaban entre ellos. ¿Qué demonios? ¿Los hombres lobo no van en manada? ¿Por qué se atacarían entre ellos? La única explicación posible sería que pertenecían a manadas distintas. Entonces, ¿no sólo había una manada? Este sitio no era tan seguro como mi padre pensó. O mi padre lo sabía y por eso eligió este lugar… Me quedé observando a los lobos pelear y por un momento me pareció ver...

    -¡Kazemaru!- oí el grito de mi padre y me giré a verle correr hacia mí y le vi sacar un pequeño aparatito plateado y encenderlo, no sé que había hecho pero oí los sollozos de los lobos, que corrían despavoridos alejándose del lugar.

    -¡Qué demonios haces aquí!- me gritó cogiéndome y zarandeándome por los brazos. Pero yo estaba todavía intentando asimilar toda la información de la que acababa de darme cuenta. -Joder- me dijo abrazándome. -Vámonos de aquí-

    -Espera, hay que mana…

    -Estarán bien, ahora mi prioridad eres tú- me dijo tirándome del brazo para llevarme a rastras hasta casa, mientras oía sirenas de la policía que se acercaban y veía cómo los compañeros de mi padre perseguían a los lobos.

    Lo que pasó a continuación, cualquiera podría imaginárselo. Mi padre estuvo echándome la bronca, diciéndome que cómo podía ser tan estúpido e irresponsable, que si lo que quería era que me mataran que se lo pidiese y él se encargaría. Me dijo que si no entendía lo peligroso que era aún después de haber perdido a mamá. Que si él decía que no estaba preparado era porque no lo estaba.

    No pude responder, no pude decir nada, no hasta que se acercó a mí y volvió a abrazarme con fuerza.

    -No puedo perderte a ti también Ichirouta- el simple hecho de que mi padre me llamase por mi nombre me hizo estremecer. Sólo me llamaba así cuando me hablaba muy en serio.

    -No me vas a perder- le dije correspondiendo su abrazo y esperando a que se separase para poder preguntarle -Papá, este es un lugar pequeño para que haya dos manadas ¿verdad?

    Me miró algo desconcertado -Sí, no sería posible. Si las hubiese habríamos recibido un aviso mucho antes, es posible que hubiésemos tenido que venir aquí como refuerzos- eso confirmaba algo mis sospechas sobre que mi padre sabía lo que pasaba aquí.

    -Entonces, ¿por qué se peleaban esos lobos?- le miré y le vi dudar, moviendo la cabeza mientras pensaba en la posible razón.

    -Quién sabe, tal vez uno de ellos desobedeciese a su alfa.

    -¿Son capaces de pensar en esa forma?- pregunté inocentemente.

    -Pues claro que sí, la mayor parte del tiempo saben lo que están haciendo, de no ser que se dejen llevar por los instintos primarios de su bestia interior o por la luna llena- entonces, ¿uno de ellos no estaba pensando y el otro sí?

    -Ah claro, luna llena... Típico de libros y películas.

    -Sí, se aproximan a la realidad más de lo que parece. La luna llena hace que entren en un frenesí, se vuelven más fuertes, más fieros, mucho más peligrosos. Pero a cambio, eso les quita su parte humana hasta el amanecer- ahora entendía la precaución de mi padre. Aquellos, que pierden su humanidad son bestias.

    Pero hoy no era luna llena. ¿Uno de ellos se había dejado llevar por sus instintos primarios? O era tan simple como lo que dijo mi padre y simplemente desobedeció al alfa. Porque, era evidente, uno de ellos estuvo a punto de matarme y el otro no me salvó porque sí, su objetivo era ese otro lobo. Esas criaturas jamás salvarían a nadie. Sólo destrozaban y mataban.

    -Papá- lo llamé una vez más -Tú no sabías lo que pasaba aquí, ¿verdad?

    Me miró y le vi dudar -Yo... Lo sospechaba, era fácil si sabía que aquí había miembros de mi organización, cazadores.

    -Entonces ¿por qué? ¿Por qué vinimos hasta aquí? Dijiste que buscarías un lugar seguro.

    -Porque aquí hay hombres lobo Kazemaru- me dijo alzando su voz -No dejaré que ninguna criatura, y menos ellos, hagan más daño- le miré sorprendido.

    -Esto... ¿Esto es una especie de venganza?- pregunté atónito.

    -Cree lo que quieras, sólo vete a dormir y no me preocupes más-

    -Pero papá...

    -Vete a dormir- alzó de nuevo la voz, sin llegar a gritar, e hice lo que quiso.

    Subí corriendo a mi habitación y me tiré sobre la cama después de haber cerrado la puerta, pensando, pensando en que mi padre estaba cambiando.

    Los días siguientes transcurrieron tranquilos dentro de lo que cabe. Seguía teniendo una molesta mirada en mi nuca pero terminabas acostumbrándote, me hice amigo de un chico, Endo, un poco bobo y despistado, pero era muy gracioso y me lo pasaba bien con él. El problema era que cuando estábamos en algunas clases de laboratorio o algo y me ponía con él para los experimentos, el castaño, que descubrí que se llamaba Fudo, se sentaba detrás y no hacía más que incordiarme, preguntando y pidiéndome cosas. Lo gracioso era ver cómo mi amigo me decía asombrado que era muy inteligente, que sabía mucho. En realidad, eran los conocimientos que se daban en clase y si prestabas algo de atención era fácil entenderlo, al menos para mí. Claro que Endo es muy despistado pero a Fudo… A él lo veía inteligente como para andar preguntándome bobadas.

    Pero lo divertido era en las clases de educación física. Fudo era bueno, muy bueno en los deportes, era demasiado bueno, pero Endo no se quedaba atrás y yo que mis padres desde pequeño me han hecho practicar mucho deporte… Básicamente éramos dos contra uno voleibol, porque el compañero de Fudo se cansaba demasiado pronto. A nuestra clase no van sus queridos amigos pandilleros… Y Endo y yo le plantábamos cara, nos costaba, pero a él también y se frustraba y era divertido verlo así, más que nada porque el karma le devolvía las veces que a mí me frustraba.

    Las tardes… las tardes iban cambiando, a veces estudiaba por mi cuenta el bestiario, otras Endo me decía de salir a dar una vuelta y otras me juntaba con él para estudiar y otras me escapaba al bosque, aún con la prohibición de mi padre, para seguir practicando y entrenándome, teniendo de vez en cuando al espía detrás de mí, que no dejaba de preguntarme y muchas veces, de irritarme para su diversión, aunque me divirtiese un poco... Muy poquito, muy en el fondo.
    Y la mayoría de las tardes y noches… Me preocupaba mucho. Mi padre desaparecía, era fácil mentir a Endo, decirle que tenía trabajo, aunque no fuese del todo una mentira, pero aún así… Mi padre se guardaba mucha información para sí mismo, pero algún día conseguía sacarle a que se estaba enfrentando. Seguían siendo los hombres lobos.

    Todo empezó a cambiar un día en educación física. Endo no pudo venir y Fudo quiso ponerse conmigo como compañero de equipo. Era una especie de competición entre dos clases, para ver que clases ganaba más partidos y así la “competición”.

    -Se me va a hacer muy raro jugar contigo y no contra ti- le hablé.

    -Si bueno, ya sabes lo que se dice “Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca”.

    -¿Me consideras tu enemigo?- pregunté incrédulo.

    -Eh no bueno… Siempre hemos sido rivales aquí por eso… Es igual, olvídalo- me dijo desviando su mirada y su cabeza y yo reí.

    -Bueno, debería sernos fácil ganar ¿no?- pregunté mirándole pero él estaba más serio de lo normal.

    -Fudo vamos a machacarte- dijeron los que eran nuestros rivales de la otra clase y me di cuenta que justo eran sus amigos.

    -Más quisierais- les respondió pero no parecía convencido de ello.

    -¿Son buenos?- le pregunté en voz baja después de haberme acercado a él y le vi asentir.

    Me preocupé un poco, quería ganarles y parecía difícil. Soy competitivo, ¿a quién no le gusta ganar? Aún así me separé de Fudo para tomar posición.

    -¿Sacas tú?- me preguntó lanzándome el balón.

    Si no me queda más remedio…

    Eran buenos, eran muy buenos, era como tener a dos Fudos en el equipo contrario. Me costaba llegar a los balones. Tenían potencia y velocidad. Parecían máquinas, ni siquiera necesitaban hablarse para coordinarse. En cambio a Fudo y a mí nos estaba costando adaptarnos al cambio. Eso sí, Fudo llegaba a todas las que yo no llegaba, no sabía cómo era capaz pero lo hacía. Era sorprendente. ¿De dónde habían salido estos tíos? Era como si fuesen competidores a nivel nacional, o incluso mundial. Era como si Fudo hubiese estado conteniéndose, para no machacarnos a Endo y a mí.

    Aún así intentaba igualar su nivel pero al hacer un giro, se me dobló el pie y caí al suelo.

    Fudo vino a ver cómo estaba y me levanté del suelo diciéndole que bien, cuando en realidad no lo estaba. Si no me había hecho un esguince poco me faltaba. Quise intentar seguir jugando pero no pude. En cuanto apoyé el pie para volver a empezar a correr volví a caer al suelo, no podía. Me dolía bastante.

    El profesor me vio y nos dijo de parar el partido, diciéndole a mi compañero que me acompañase a la enfermería. Y debo decir que Fudo se lo tomó muy en serio. Me sujetó por la cintura y me hizo pasar el brazo por encima de sus hombros.

    -Fudo, estoy bien, puedo andar solo.

    -Te has caído dos veces.

    -Si bueno, pero no me duele tanto- últimamente parecía que era de cristal o algo así, todo el mundo se empeñaba en evitar que me hiciese daño.

    -Por si acaso, además el profesor me ha dicho que te acompañe- me replicó.

    -Vale...

    Tener a Fudo así, tan cerca, se me hacía extraño. Era muy raro, pero al mismo tiempo me sentía cómodo, tranquilo. Como si pudiese estar siempre así, junto a él. Pero no era igual que con Endo, era como una conexión que compartíamos, algo que no sabría describir con palabras. Cada vez que lo miraba a los ojos era como si pudiese ver todo de él, y al mismo tiempo, se me escapa algo, un brillo que lo hacía especial. Lo hacía intrigante y misterioso, me entraban ganas de preguntarle todo sobre él, pero no lo hacía. No quería que pensase que le daba más importancia de la que él se daba a sí mismo.

    -¿Ocurre algo?- me sacó de mis pensamientos con sus preguntas y me di cuenta que lo había estado mirando todo este tiempo.

    -No- respondí rápidamente y me giré para mirar al frente sin ver la sonrisa que asomaba en su rostro.

    Al final terminamos llegando a la enfermería pero no había nadie, por lo que me senté en una de las camas a la espera de la enfermera, estirando la pierna sobre la cama para quitarme la deportiva y el calcetín y así poder mirar mi tobillo. Lo acaricié con la mano intentando averiguar si me había hecho un esguince de verdad o no.

    -No está hinchado- me habló Fudo.

    -Te he dicho que no era nada.

    -Aún así cojeabas…- me dijo mirándome y yo solté un suspiro.

    -Sólo ha sido el golpe, nada más- expliqué.

    Estaba seguro que no tenía nada, sólo me había hecho daño al doblárseme el pie, nada más.

    -No hacía falta ni que me acompañases- le dije cerrando los ojos y encogiéndome de hombros -¡Ah!- me quejé al sentir que me había apretado el tobillo -¿Qué haces?

    -No debería haberte acompañado ¿eh?- me dijo haciéndome entender que tal vez no hubiese soportado apoyar tanto el pie para llegar hasta aquí.

    -Para hacerme entender eso, ¿tenías que hacerme daño?

    -Claro- me dijo con una sonrisa torcida.

    Solté un suspiro resignado y miré hacia otro lado, apoyando mi cabeza sobre mi mano mientras esperaba.

    -¿Qué pasa?- me preguntó y le miré con el rabillo del ojo.

    -Me he dado cuenta de algo.

    -¿De qué?

    -Eres capaz de ganarnos a Endo y a mí, tú solo. Pero no sacas todo tu nivel, ¿por qué?- pregunté girándome a mirarle.

    Le vi sonreír, y al mismo tiempo se giró para no mirarme mientras su sonrisa desaparecía de su rostro.

    -¿Qué ocultas?

    -Nada… Pensaba que sería más divertido si no me esforzaba al máximo- fruncí el ceño.

    -¿Si haces eso cómo se supone que mejoraremos? Nunca llegaremos a tu nivel si no…

    -Nunca llegaréis a mi nivel- me interrumpió y le vi girar su rostro mientras echaba hacia atrás algunos mechones de su cabello.

    -¿Tan malos crees que somos?- le pregunté empezando a molestarme.

    -No es eso, es… Ya has visto la diferencia de nivel con mis amigos- bajé la cabeza, pensando, empezando a sospechar algo que no debería estar pasándome por la cabeza -Estamos a otro nivel-

    A otro nivel… esas mismas palabras usó mi padre cuando me impidió acompañarle al bosque en busca de la amenaza. A otro nivel. No, no podía imaginar cosas, no podía pensar en nada de esto ahora.

    -Sigo sin entender…- empecé a hablar -Tienes tu grupo de amigos, tu “pandilla” por decirlo de alguna manera- hablé riendo un poco -Y aún así, te… Me seguiste, no dejas de fastidiarme, de divertirte conmigo- le pegué en el hombro. -¿Por qué?- últimamente hacía mucho esa pregunta.

    Le vi empezar a reírse, pero sin mirarme.

    -Encima no te rías- volví a protestar.

    Aún se reía más.

    -Ya te lo he dicho- me dijo con la sonrisa todavía en su rostro.

    -El destino…- dije por él y le vi asentir.

    -El destino- repitió inclinándose hacia mí apoyando su mano sobre la mía y mirándome a los ojos.

    Me quedé atónito, sin palabras. Sólo pude tragar saliva mientras sentía cómo esos ojos me atravesaban y cómo mi pulso se aceleraba sin razón.

    -N-no… No seas ridículo- desvié la mirada girando mi cabeza para no verle y aparté mi mano, pero no me duró mucho tiempo porque me la agarró en el aire y la apoyó sobre la cama, haciendo que volviese a mirarle.

    -No lo soy- ¿por qué estaba tan serio? ¿Por qué esa actitud tan de repente?

    ¿Por qué…? ¿Por qué se estaba acercando tanto a mí? ¿Y por qué mi cuerpo no reaccionaba a retroceder?

    Desvié la mirada al sentir como su mano apretaba la mía y pronto sentí su respiración en mi rostro, en mis labios.

    -¿Qué…?- abrí los labios para preguntar pero no pude decir nada más porque sus labios se apoderaron de los míos.

    Abrí mis ojos extrañado, no pudiéndome creer qué era lo que estaba haciendo. Ni porqué mis ojos se cerraron solos, o porqué mi cuerpo se relajó y se limitó a disfrutar de todas aquellas sensaciones que me recorrían, mientras su mano acariciaba la mía que tenía sujeta y subía lentamente por mi muñeca, llegando hasta mi antebrazo y deteniéndose ahí.

    -¿Qué haces?- pregunté cuando se separó y pude entreabrir mis ojos para mirarle.

    -Esto…- me dijo soltando una pequeña risilla antes de volver a acercarse a mí y volver a besarme.

    Pero esta vez el beso fue distinto. Lo que había oído sobre alguien comiéndole la boca a otro alguien… Creo que era exactamente lo que estaba pasando. Su lengua estaba jugando con la mía y sentía cómo mi cuerpo se estremecía con cada nuevo movimiento que hacía.

    Estaba empezando a quedarme sin aire, por lo que, apoyé mis manos sobre su pecho para separarle, sorprendiéndome al notar lo rápido que latía su corazón. Pero conseguí lo que quería. Se apartó y me dejó coger aire, pero no por mucho tiempo.

    -Oh, joder…- le oí decir y sentí de nuevo sus labios sobre los míos.

    Pero cada vez esto iba a más, me tumbó sobre la cama, colocándose encima de mí. Besándome con más ansias mientras sentía su mano colocada detrás de mí cabeza, acariciando mi cuello y enredando sus dedos entre mis mechones.

    Aunque no era el único que se estaba dejando llevar por esto. Me sentía nervioso, pero mis manos se movían solas, agarrándose a sus hombros mientras mi boca dejaba que él se abriese paso.

    -Mierda- oí que dijo después de separarse rápidamente, abrazándome para incorporarme, y levantándose de la cama para alejarse, colocándose en un rincón de la habitación.

    Le miré extrañado sin comprender qué estaba haciendo, pero él tenía fija su vista en el suelo. No lo entendía hasta que oí unos pasos en el exterior y la puerta abrirse. Vi a la enfermera entrar, que me miró sorprendida y luego se acercó a mí para preguntarme qué era lo que me sucedía.

    Al final resultó que no era nada, tal y como dije. Bueno, me dijo algo sobre que me cuidase porque si lo forzaba ahora sí podría llegar a tener ese temido esguince.

    Salimos de la enfermería mirando cada uno hacia un lado, mientras yo aguantaba un poco el dolor al pisar. No llevaba nada, pero aún así el golpe seguía ahí.

    -Escucha…- le oí decirme pero aceleré el paso como pude.

    Ahora mismo, tenía demasiado en lo que pensar, sobre todo en el beso y el porqué me gustó.

    No volví a hablar con él en toda la mañana, es más cada vez que le miraba se me aceleraba el pulso y lo único que quería era huir. Todo esto era demasiado extraño.

    Aún así, cuando llegué a casa después de comer y aplicarme una pomada que tenía mi padre para los golpes, además de vendarme un poco él pie, por si acaso, y subí a mi habitación, viendo mi arco y el carcaj. Recordando todas las veces que había acudido al bosque y que él me había “encontrado”… Algo en mí, algo en mí quería verlo de nuevo. Quería besarlo una vez más, sentir sus caricias erizándome la piel… A pesar de mi confusión, algo me impulsaba.

    Cogí mis cosas y me dispuse a salir de casa, aunque antes oí la advertencia de mi padre. Últimamente había más rumores sobre lobos por el bosque. Más… ataques… Sonreí a mi padre para que no se preocupase, y menos mal que no le conté lo del tobillo, o no me habría dejado salir de casa.

    Por fin llegué al bosque, a mi zona de tiro particular, pero ni siquiera saqué el arco de la bolsa. Simplemente la dejé en el suelo y me limité a mirar a mí alrededor, hasta que oí un “menos mal” y unos pasos dirigirse apresuradamente hacia mí. Antes de que pudiese darme cuenta de quién era, ya tenía de nuevo los labios ocupados. Pero no por mucho porque se separó, apoyando su mano en mi cuello y su frente sobre la mía.

    -Pensé que me odiabas- le contemplé, viendo que tenía sus ojos cerrados.

    -No…- murmuré.

    -Oh, menos mal- volví a oír y sentí su pequeño beso sobre mis labios.

    Me abrazó con fuerza y apoyó su cabeza sobre mi hombro, mientras yo correspondía su abrazo.

    -No entiendo nada de esto- susurré -¿Por qué quiero huir, y al mismo tiempo, no?-

    Oí una pequeña risilla por su parte.

    -Sí, creo que yo sí lo entiendo- me dijo separándome y mirándome a los ojos y lo vi, vi de nuevo ese brillo en sus ojos. Ese algo que me atraía y… y me gritaba que me alejase.

    Veía sus ojos bajar, mirando otra cosa, supuse que mis labios por el beso que me dio a continuación.

    -¿A qué juegas?- le pregunté algo divertido.

    -¿Cómo?

    -Te he observado, y en el insti eres un capullo- le vi echar su cabeza hacia atrás y empezar a reírse con ganas.

    -Es que me aburro mucho- me dijo con su sonrisa torcida, mientras sentía sus brazos alrededor de mi cadera, acercándome a él -Pero ahora tengo un nuevo juguete…-

    -Ya- respondí sarcástico -Soy una persona, no un juguete así que no me trates como si…- le intenté explicar mientras me separaba pero apoyó su dedo en mis labios, haciéndome callar. Le vi desviar el rostro, mirando detrás de él, algo.

    No sé el qué, yo no lo veía. O tal vez había oído algo y se ha puesto en guardia, como yo el primer día con él.

    -¿Qué…?

    -Tsss…- me hizo callar.

    Movió de nuevo su cabeza, y yo fruncí el ceño extrañado. Pero tan pronto cómo iba a volver a preguntar le vi girarse, mirándome alarmado.

    -Lárgate.

    -¿Qué?- pregunté sin comprender.

    -Corre, ¡vete de aquí!- me gritó y me empujó. Volvió a girarse y de nuevo me miró alarmado -¡Que te vayas!- volvió a empujarme -¡Corre! ¡Sal del bosque!- retrocedí pero seguía sin entender qué ocurría -¡Vete!

    Conseguí reaccionar después de sus muchos intentos, cogí la mochila del suelo y empecé a correr, aunque tan pronto como conseguí alejarme un poco empecé a notar el dolor del tobillo y tuve que frenar. Que parar y caminar rápido, cojeando.

    Pero no avancé mucho, algo delante de mí me cortó el paso. Después de aquella noche, no olvidaría nunca la bestia que estuvo a punto de matarme. Y parecía que ahora volvía para terminar lo que “empezó”.

    No me daba tiempo, sabía lo rápido que era, y el más leve movimiento para sacar el arco significaría que ese monstruo saltaría sobre mí.

    Lentamente, retrocedí un paso, sin dejar de mirar aquella bestia que parecía ansiar sangre. Tragué saliva, cogí aire, y sentí todo mi cuerpo tensarse. Ya no había dolor, ahora sólo correría y luego me preocuparía del resto. Intentaría correr, la diferencia es que, esta vez, la bestia no me había acorralado.

    Me preparé -¡¿Qué haces?! ¡Corre!- y me sobresalté al oír el grito de Fudo detrás de mí, viendo cómo la bestia saltaba sobre mí y cómo Fudo conseguía repelerla apoyando sus manos sobre los hombros de ese animal y empujándolo.

    ¿Cómo demonios había hecho eso?

    Me separé un poco, cayendo al suelo y quedándome perplejo viendo a Fudo. Que me miraba, respirando agitadamente mientras parecía… transformarse…

    Ahora todo tenía sentido, ese brillo que me atraía y me repelía. Mi familia siempre ha estado atada a las criaturas paranormales, buscándolas, cazándolas. De ahí esa atracción y esa repulsión.

    El lobo, que era Fudo me miró, parecía arrepentido de que le estuviese viendo así y entendí algo más. El mismo lobo que me atacó y el mismo que me defendió, cara a cara una vez más.

    Esa bestia vino hacia mí pero Fudo no dudó en saltar sobre ella para cortarle la trayectoria. Zarpazos, mordiscos, no había nada que parase a esas bestias de su objetivo.

    Cerré los ojos y al abrirlos cogí fuerzas, ignoré mí alrededor y eché a correr tan rápido como pude, obedeciendo las palabras que me dijo Fudo en un principio.

    “Corre”

    Llegué hasta casa y entré, apoyando mi mano sobre la boca para contener mi respiración agitada, subí las escaleras casi saltando y encerrándome en mi habitación, apoyándome en la puerta y dejándome deslizar por ella hasta sentarme en el suelo. El dolor del tobillo para mí ya no existía, simplemente cerré mis ojos, intentando aclarar mis pensamientos. Intentando ordenar todo lo que acababa de descubrir.

    -Mierda… Oh… Mierda…- murmuré para mí mismo. -F-Fudo es… Es un… por favor… Dios…- abracé mis rodillas y oculté mi rostro en ellas.

    Había besado, y me había gustado besar a un hombre lobo. Mi padre va a matarme… No, ahora no era el momento para pensar en eso. Fudo se había quedado plantando cara a esa otra bestia. Por favor… Por favor mamá tiene que estar bien.

    -Me ha salvado dos veces ayúdale- supliqué al cielo, habiéndome dirigido a la ventana para poder mirar por ella.

    Me sentía nervioso, no tenía ninguna noticia sobre Fudo. Ni podía tenerla, no hasta mañana, y como mañana no apareciese no sabía qué sería capaz de hacer. Supongo que iría a por sus amigos y les preguntaría directamente. Plantaría cara por mucha bestia que fueran. Porque ya estaba claro ¿no? Sus amigos eran tan fuertes como él, eran iguales. También eran hombres lobos.

    -Por favor- supliqué una vez estuve sentado sobre mi cama, juntando mis manos y entrelazando los dedos y apoyando mis labios sobre ellos con los ojos cerrados. -Por favor- repetí.

    Después de un largo rato oí cómo mi padre llamaba a mi puerta y entraba.

    -¿Ocurre algo?- me preguntó y alcé el rostro.

    Tragué saliva y negué con la cabeza, mirándole a los ojos para que viese que no dudaba.

    -¿Estás seguro?

    -Sí… No pasa nada papá. De verdad- dije desviando la vista y mirando por la ventana.

    -Puedes contarme lo que sea. Lo sabes ¿verdad?- asentí.

    -Tengo miedo…- susurré -No puedo perder a nadie más- me refería a él y… y a Fudo.

    No me había dado cuenta de cómo se había abierto paso hasta mí, tan… fácilmente, cómo había alcanzado mi corazón tan rápido, cuando me es tan sencillo esconderlo del resto.

    Maldita sea, estaba temblando cuando recibí el abrazo de mi padre. Mi padre insistió en recordarme una vez más las palabras que eran sus favoritas. “Afrontamos esto con la cabeza fría y sin sentimientos”. Las palabras favoritas de la organización. Se supone que había que creérselas, yo lo ponía en duda. Porque haciendo eso, dejaríamos de ser humanos, lo que nos diferencia de las bestias como… como Fudo…

    Mi padre se marchó, pero yo sentía que me rompía. Pensar que Fudo era capaz de cometer tales atrocidades… No, estaba equivocado. Fudo no era una bestia. Él me había salvado la vida, dos veces. Él no era malo, él no…

    Estuve atormentándome con mis pensamientos durante toda la tarde, bajé a cenar y apenas comí algo. Sólo quería echarme a dormir, que pasase el día cuanto antes e ir al instituto mañana para ver a Fudo y asegurarme de que estaba bien, además de… aclarar un par de cosas.

    Pero en la cama no pude dormir. No dejaba de temblar, de preguntarme, de suplicar que Fudo estuviese bien. Me pasé horas mirando el techo de mi habitación, mortificándome, sintiendo cómo poco a poco el cansancio se apoderaba de mí, hasta que oí un golpe en la ventana. O al menos esa fue mi imaginación. Volví a oír otro golpe y miré a la ventana, viendo como una piedra golpeaba el cristal y hacía un tercer ruido.

    Me levanté de la cama y me asomé viendo a Fudo sentado en el árbol al lado de mi ventana. Me quedé atónito mirándole, viendo las heridas que marcaban su rostro, hasta que me hizo una señal para que abriese la ventana. Hice lo que pidió y le vi saltar, agarrándose al marco de mi ventana y entrando por ella. Me quedé unos largos segundos mirándole, hasta que me acerqué dudoso, estirando mis manos para tocar sus heridas, como si no me creyese que tuviese la marca de tres garras sobre su rostro. Empezando desde encima de su ceja derecha hasta la parte izquierda de su barbilla.

    -¿Qué te ha…?- acerqué mis manos a su rostro.

    -Nada- me dijo desviando el rostro y cogiendo mi mano para bajarla y que así no pudiese tocarle. -Mañana estará curado- volvió a mirarme.

    Permanecí mirándole hasta que noté que se acercaba a mí y me besaba, separándose rápidamente.

    -Joder… aún duele- me dijo con una sonrisa, pero no impidió que volviese a besarme.

    Solté un suspiro y me abracé a él. Ahora mismo me daba igual todo, sólo necesitaba saber que era real, y que estaba junto a mi lado. Que no lo había perdido, no como perdí a mi madre. Que estaba conmigo. Permanecimos así durante un buen rato, y no sé cómo, acabamos tumbados sobre mi cama. Yo apoyado sobre su pecho, él sobre el cabecero de mi cama y sujetando mi mano, entrelazando sus dedos con los míos, y jugando a acariciarlos.

    Volví a suspirar.

    -Así que… ¿Eres un hombre lobo?- confirmé más que pregunté.

    -Y tu un cazador- abrí mis ojos con sorpresa y me giré a verle -Te salvé y vi a tu padre gritar tu nombre, bueno, supuse que era tu padre. Más tarde pude confirmarlo.

    -Lo sabías…- me dije a mí mismo.

    -Sí…

    -Yo no tenía ni idea- dije y oí su pequeña risa

    -Es que no eres tan inteligente como yo…

    -Claro, que tú eres un superdotado y por eso te aburres en clase ¿no?- le repliqué y volví a oír su risa.

    -Por supuesto- me dijo y golpeé su pecho.

    -Ah…- oí su quejido y me di cuenta que no sólo su rostro estaba herido.

    No dudé en levantarle la camiseta viendo un mordisco en su costado y un arañazo en su pecho. Acaricié suavemente la zona herida.

    -¿Sabes? Soy un poco sadomasoquista y aunque me gusta que seas tan lanzado como ahora que parece que quieras hacer algo más… No me apetece ahora mismo- me dijo retirando mi mano de su pecho y tapándose de nuevo.

    Entonces se me ocurrió algo, ¿y si tenía más heridas ocultas? Apoyé mi brazo sobre su brazo unos instantes y le vi entrecerrar los ojos por el dolor. Subí las mangas de su camiseta y vi más heridas, pero Fudo me impidió ver más porque me obligó, con su mano en mi cabeza, a apoyarme sobre su pecho, oyendo los fuertes latidos de su corazón y sintiéndome más relajado por esto.

    -¿Los cazadores te han hecho daño?- pregunté al no poder dormir, sintiendo sus caricias sobre mi cabeza, entrelazando mis dedos en mis mechones, mientras yo buscaba una mano con la que poder entrelazar los míos.

    -No… Soy más inteligente que ellos.

    -Claro, cómo he podido olvidarlo- hablé sarcástico y escuché de nuevo su pequeña risilla.

    -Duerme- me pidió abrazándome con fuerza. -Necesitas descansar.

    -Tú también. Y yo tengo muchas cosas que pensar…

    -Eh, tómatelo con calma. Qué seamos como Romeo y Julieta no implica que vayamos a terminar suicidándonos ambos- habló divertido pero a mí no me hizo ninguna gracia.

    Es más, sólo de pensarlo, me ponía malo.

    -Suicidándonos no creo, morir a manos del bando contrario… Es más factible- comenté -A mi madre la mató un hombre lobo- mencioné y noté como se tensaba.

    -L-lo… Lo siento…

    -Él era una bestia- murmuré -Por favor dime que tu no lo eres…- supliqué.

    -Bueno si te refieres a en la cama no puedo negarlo- me incorporé un poco para poder mirarle y si mirada ahora pudiese matarle… Estaría bien enterrado. Pero me obligó a apoyarme de nuevo sobre su pecho -No lo soy. Intento no serlo-

    -¿Intentas?

    -No es fácil controlarlo, el instinto muchas veces se desata. Te ciegas, no ves nada, no sientes nada- sentí un escalofrío -Pero tuve un buen alfa.

    -¿Tuviste?- me incorporé un poco para mirarle y vi como desviaba su rostro.

    -Mi padre, al contrario que muchos hombres lobo, yo nací así- me explicó -Pero fue traicionado por un beta- hizo un silencio -Todos en la manada sabemos que él lo asesinó para conseguir su poder, pero es difícil resistirse. Oponerse- me incorporé para poder sentarme a su lado, apoyándome en el cabecero de la cama también y así mirarle. -Las órdenes del alfa se acatan, y él está perdiendo el control… Teníamos un pacto con los cazadores de aquí, mi padre consiguió ese pacto. Les enseñaron a controlarse con el dolor, para no matar a gente, para devolverles su humanidad. Mi padre me enseñó cómo hacerlo, pero… El alfa actual ha roto el pacto y corremos peligro- me abracé a él, apoyando mi cabeza sobre su hombro, haciéndole saber que estaba a su lado, que no tenía que temer.

    -Todos en la manada esperan que asuma el puesto que me corresponde, e iba a hacerlo. Me estaba preparando pero llegaste…- guardó silencio. -Aunque haya excepciones… si hay algo en lo que nos parecemos a los lobos es que somos muy fieles, tanto a nuestra manada, como a nuestra pareja- al decir esto sentí como su mano agarraba mi brazo y lo acariciaba, mientras su cabeza se apoyaba sobre la mía. -Me he desconcentrado, he perdido de vista mi objetivo… Porque he encontrado algo más importante. Pero estoy traicionando la memoria de mi padre- parecía que la voz se le iba a romper de un momento a otro -“Ante todo proteger a la manada”- me recitó -Pero no lo estoy haciendo.

    -Hay un lema, que acordamos mi padre y yo, en contra de las enseñanzas de la organización. “Proteger a todo aquel que no pueda defenderse”.

    -Son parecidos- me dijo -Pero yo estoy fallando a todos, tanto a mi manada, como a aquellos que no pueden defenderse.

    -Estas heridas… ¿Son…?-

    -Del alfa. El que te atacó es el alfa- me explicó y asentí -Lo sabe- alcé mis ojos al oír esto pero no pude ver más que su cuello -Sabe que eres mi punto débil- tragué saliva -Va a ir a por ti, o tal vez, a por aquello que te importa- mi padre… -No lo sé, él es más inteligente que yo-

    -Creí que los alfas eran más grandes y fuertes que los betas- cambié de tema, no quería seguir por ese camino.

    -Soy igual que él porque en mis genes está la marca del alfa, pero aún no la he despertado. Soy el único capaz de plantarle cara, y aunque la manada está de mi lado, no puedo meterles en esto. Tardarían demasiado en curarse y es posible que muriesen sin poder hacer nada por salvarles.

    Solté otro suspiro.

    -Está bien, descansa- le repetí las mismas palabras que él me dijo no hacía mucho rato. -Ya hablaremos sobre esto- tal vez podría pedir ayuda a mi padre, pero jamás me creería.

    Jamás creería que un lobo me haya salvado la vida dos veces, ni que la historia que me ha contado es real. Pensaría que me ha mentido, que conocía mi historia y se ha inventado una parecida para engañarme. Yo… Yo creía a Fudo. No ganaría nada mintiéndome, ni tampoco ha intentado aprovecharse de nada, sacarme información.

    Ambos nos acomodamos en la cama para dormir, y yo cerré los ojos dispuesto a hacerlo, pero me llamó.

    -Kaze.

    -¿Si?

    -Buenas noches- me dijo dándome un beso y apoyando su cabeza sobre mi pecho tal y como yo estaba antes con él.

    -Buenas noches- le deseé con una sonrisa, entrelazando mis dedos en su cabello, dándole un pequeño masaje y con mí otro brazo sobre su espalda.

    Cerré los ojos y… No tardé en dormirme.



    Al despertarme al día siguiente me asusté, pensando que lo de Fudo había sido un sueño pero vi una nota, en la cual me dijo que me veía en el instituto por si mi padre nos pillaba. Los días transcurrieron tranquilamente, cada día en clase, Fudo y yo fingíamos seguir manteniendo la misma relación de amistad/rivalidad, pero cada vez que nos veíamos en el baño, nos encerrábamos durante un par de minutos como mucho y nos entregábamos a los besos del otro.

    Era horrible tener que fingir, pero eso nos mantendría a salvo, tanto a mi padre, como a él, como a mí. Pero poco a poco fui notando cómo Fudo se iba tensando, cómo parecía estar en otra parte, cómo parecía más obsesionado por todo. Se acercaba algo malo, podía notarlo, no sólo era Fudo. Los ataques y misteriosas desapariciones se habían incrementado. Espié a mi padre, y por lo que pude oír en una de sus conversaciones, se preparaban para atacarlos, para acabar con las “bestias” que habitaban este lugar. Apenas crucé unas cuantas palabras con los amigos de Fudo, y aunque eran un poco fantasmas, no les veía capaces de cometer atrocidades. Además también tenía la palabra de Fudo, por eso ahora me costaba llamarlos bestias. No lo eran, eran humanos. Humanos extraordinarios, capaces de adoptar la forma de un lobo, y nada más.

    Hablé con Fudo, le comenté lo que descubrí sobre los cazadores y eso empeoró todo. Estaba más distante, apenas se acercaba a mí, no podía siquiera mirarme. Quería acercarme a él, quería hablar con él, pero no podía. En su mirada veía para lo que se estaba preparando. Así que hice lo mismo. Gracias a las escapadas que mi padre hacía de vez en cuando, tenía vía libre en el sótano. Investigué las bombas, las armas, las trampas, todo aquello que me ayudase a detener a la organización sin herir demasiado a los agentes. Y todo aquello que podría afectar a los hombres lobo. El aparatito plateado que usó mi padre la primera vez que vi un hombre lobo era un emisor, un emisor de una frecuencia tan aguda que sólo los lobos eran capaces de oír. Por eso oí sus sollozos cuando se marcharon corriendo. Necesitaba algo para desactivar esto… Ayudaría contra el alfa pero a Fudo también le afectaría, a él y a su manada. Tenía que desactivarlo, o tal vez… bastase con… romperlo.

    Una de esas tardes, en las que mi padre estaba en casa, recibí un mensaje de Fudo. “Voy a ponerle un fin a todo esto” sentí cómo se me encogía el corazón, pero disimulé y guardé el móvil después de leer su “Te quiero” en la pantalla. Recé para que los cazadores no se movilizasen ese mismo día. Pero nadie me escuchó esta vez. El condenado walkie talkie habló diciendo que había señales de movilización, un lobo se estaba moviendo.

    Fudo…

    Dijeron que era el momento, que él los llevaría hasta la manada.

    -Papá ¡no!- grité -Esto es una locura, no podéis ir a por ellos ¡Os matarán!- grité intentando hacerle cambiar de parecer, mintiendo, cosa que nunca había hecho con mi padre. -Por favor- supliqué

    -Tengo que acabar con ellos Kazemaru- me dijo abrazándome y sentí cómo las lágrimas amenazaban con salir pensando en que podría perderlos, podría perderlos a los dos en un mismo día.

    -Papá por favor, no- insistí cogiéndole del brazo, impidiendo que se marchase corriendo.

    -Kazemaru, hemos hablado de esto.

    -No, no tienes ni idea. Ellos no son malos, es su alfa. Está loco y está atacando, abusando de su poder y no sólo con los desaparecidos, sino también con su manada- no pude contenerlo por más tiempo -Si vais allí y los matáis, estarás atacando a los que no pueden defenderse- mis palabras no parecían llegarle pero estas últimas sí lo detuvieron unos instantes.

    -¿Qué?

    -Papá por favor, nada es lo que parece. Conozco a uno de ellos, es mi amigo. Él no haría nada nunca en contra de nadie- en mi tono y en lo rápido que hablaba se notaba lo desesperado que estaba. -Él me salvó la vida dos veces, frente a su alfa.

    -¿Estás mal de la cabeza?- me dijo sujetándome con las dos manos -¡Te han mentido! ¿¡Además, cómo puedes saber quiénes son y no decírmelo!?-

    -Papá…- supliqué.

    -¡No! Kazemaru podríamos haber acabado con esto mucho antes- negué con la cabeza -¡Me has mentido! ¡Has traicionado a tu madre!- lo que dijo fue un golpe bajo.

    Yo no había traicionado a nadie, intentaba defender a los débiles, era él el que los iba a traicionar. Aún así, ¿por qué me dolían tanto sus palabras? ¿Aún cuando sabía que no había hecho nada de lo que dijo.

    Me quedé en shock, pero cuando vi a mi padre salir del sótano le seguí y subí al coche junto a él.

    -¡¿Qué estás…?!

    -¡He traicionado a mamá ¿no?! Déjame resarcirme- pedí sin mirarle mientras me ponía el cinturón.

    -Vas a hacer que te maten- me dijo antes de arrancar el coche y yo fruncí el ceño preparándome para lo que iba a venir ahora.

    Cuando llegamos a la zona, bajamos y yo cogí el arco de mi padre junto a sus flechas, él un fusil y un par de pistolas. Además de varias granadas de humo, granadas de las cuales pude coger dos. Si algo me había enseñado mi padre, era a ser sutil en mis movimientos, no dejar que el enemigo viese lo que preparabas. Ni siquiera se dio cuenta de que se las quité cuando cerró el maletero.

    Al llegar donde estaban todos vi a cuatro lobos, atrapados en las redes con pinchos especiales que tenían. El haber entretenido a mi padre, había servido para esto. Los habían atrapado, pero no vi a Fudo ni a su alfa, se notaba en que estos eran más pequeños en comparación a los otros dos.

    -¿Dónde está el alfa?- preguntó mi padre.

    -No estaba aquí, pero hemos encontrado un rastro, hacia el norte- Fudo tenía que estar por allí.

    -Bien, prepara a los hombres para…- no oí más instrucciones de mi padre.

    Salí corriendo dirigiéndome hacia los lobos y girándome después de haber oído el grito de mi padre y apretando el botón que detonaría las bombas de humo en unos 3 segundos, lanzándolas a la organización y sacando una flecha del carcaj para liberar a uno de los lobos. Estas redes eran especiales, pero las flechas también.

    -Libérales, voy por Fudo. Necesita ayuda- le dije al lobo tras liberarle y corrí desesperado hacia el norte.

    Hacia el lugar donde se suponía que él estaba. No sabía mucho de seguir rastros y menos de noche, pero sí sabía guiarme hacia el norte por las estrellas. Además no tardé mucho en oír los golpes y ruidos de la pelea. Cuando por fin los vi en la distancia, me paré y preparé una flecha, pero era inútil. Su pelaje era muy oscuro para mí a la poca luz de la luna que no ocultaban los árboles. Nos los distinguía, podría dar a Fudo y no quería eso. Por eso quise acercarme, me acerqué, más y más y vi el brillo de los ojos de Fudo. Supe que era él y apunté al otro.

    Se movían rápido, era difícil calcular su trayectoria sino imposible. Demasiado impredecibles. Hasta que Fudo cayó al suelo. Contuve el aire y me preparé esperando el momento en el que el otro saltase para soltar la flecha. Y así lo hice, impactándolo en el costado y derribándolo en el aire. Me sentí orgulloso, por fin había podido hacer algo, había ayudado a Fudo.

    Pero delaté mi posición y no pensé en cambiar, estaba demasiado concentrado en celebrar esa pequeña victoria para darme cuenta de que el alfa venía a por mí.

    -¡Kazemaru!- oí el grito de mi padre detrás de mí.

    Todo ocurrió tan deprisa, aunque lo viese a cámara lenta. Mi padre me abrazó y me dio la vuelta para recibir él el ataque del alfa que se abalanzaba sobre nosotros. Pero Fudo se interpuso, saltó y nos protegió, recibiendo él por nosotros el ataque. Se desplomó contra el suelo y yo sentí que algo no iba bien al ver que no se levantaba. Al verlo ahí, tan quieto…

    -Fudo- le llamé en un susurro.

    Fudo se levantó y respiré algo aliviado, sintiendo que mis ojos no necesitarían derramar esas lágrimas que se habían acumulado en mis ojos.

    Todo iba bien, y los lobos que ayudé a liberar, su manada, le estaban ayudando a vencer al alfa. El alfa por fin cayó.

    Pero mi padre seguía desconfiando de ellos, manteniéndome detrás de ellos con un brazo, defendiéndome con su cuerpo y una pistola.

    -Papá- le llamé con una sonrisa y bajé el brazo con el que sujetaba el arma, negando con la cabeza y haciéndole saber que no hacía falta.

    Sonreí y quise acercarme a los lobos aún oyendo cómo mi padre me llamaba desconfiado. Yo sólo tenía en mi mente el poder abrazar a Fudo, pero al contrario que la mía. Su mirada no mostraba felicidad. Mostraba tristeza, parecía… estar pidiéndome perdón con los ojos antes de derrumbarse una vez más en el suelo.

    -Fudo- llamé atónito antes de correr hacia él. Sentándome a su lado, cogiéndole la cabeza, apoyándola sobre mis piernas y acariciándole. -Tranquilo ya está- murmuré pero su respiración era pesada, y entrecortada. Parecía estar costándole mucho respirar.

    Le vi volver a su forma humana, girándose con mucho esfuerzo para colocarse boca arriba y así poder mirarme. Ahora entendía porque esa respiración tan pesada. Un zarpazo le atravesaba todo el pecho, una herida profunda. Parecía que mis mayores temores se hacían realidad.

    -Vas a curarte… ¿verdad?- pregunté sintiendo que la voz se me quebraba y que las lágrimas ya acumuladas amenazaban con caer.

    -Lo.. in… intento…- le costaba respirar, mucho, se estaba ahogando.

    -Vale- hablé inclinándome hacia adelante, besando su cuello y apoyando suavemente mis manos en su pecho. -Tranquilo, vas a curarte- afirmé, sin creerlo.

    -Kaze…

    -Tsss, tienes que descansar y curarte- le interrumpí notando una lágrima caer por mi mejilla.

    -Kaze… t-te q… quie…-

    -Tsss- insistí, conteniendo la respiración para que mis lágrimas no saliesen, sintiendo el nudo en mi garganta que me ahogaba. Notando cómo mi corazón se partía, cómo se rompía al saber que esto era una despedida.

    -Te... quie… quiero- me dijo apoyando su mano en mi mejilla para que me apartase y le mirase, con las lágrimas cayendo sin control por mis mejillas.

    -Y yo- respondí sin pensar y besándole -Y yo- repetí una vez más.

    No podía dejar de llorar, no podía alejarme de él, ni dejar de sentir sus caricias, por eso apoyé mi mano sobre la suya en mi mejilla.

    -¿Sabes? Hay… un dicho, un m… mito. De que… s-si… si alguien com… como yo m-muere...

    -No vas a morir- respondí besando su mano -No vas a morir- quería que esto cobrase fuerza y se volviese realidad.

    -Salvando… s-salvando u-una… vi-vida. Re-reencar…naré en… en otra…-

    -No vas a morir- supliqué llorando sin control. Sintiendo como limpiaba mis lágrimas acariciándome con sus manos.

    -Es… e-el… dest… ino… Bus…ca…- esperé que Fudo terminase la frase pero no lo hizo.

    Sentí su mano alejarse de mi mejilla y caer al suelo. Abrí los ojos y le vi, quieto, sin coger aire, sin respirar, sin moverse, sin sonreír, sin mirarme. Con los ojos cerrados, como si estuviese soñando, pero no era un sueño.


    -Fudo por favor no…- supliqué y me acerqué a su boca, notando que no, no cogía aire. –Por favor, por favor Fudo- supliqué besando sus labios, abrazando su cabeza, besando sus mejillas, su cuello, sus ojos.

    -Fudo no puedes dejarme tú también- lloré sin poder contener mis sollozos.

    Era la segunda vez, la segunda vez que perdía a la persona más importante de toda mi vida, y no había podido hacer nada más que estorbar.

    -Fudo, para no es divertido. ¡Despierta por favor!- grité golpeando su pecho, llegando a pensar que se trataba de una broma que me estaba gastando.

    Pero no pude hacer nada más que seguir llorando, apresado por los brazos de mi padre que ahora me abrazaban.

    -Me ha salvado tres veces… Y yo no he podido salvarle- sollocé en los brazos de mi padre, agarrándome a sus brazos y ocultando mi rostro en su pecho.





    Tantos años han pasado ya... No sé cuántos, dejé de contar hace ya mucho. Tal vez... siete... u ocho... No... No lo sé.

    No he perdido la fe, pero no consigo encontrarte. Te he buscado por cada rincón del mundo y terminado de vuelta en el lugar en el que nos conocimos. Paseando por el bosque, imaginando que sigues detrás de mí, insistiendo en que es el destino, y yo enfureciendo y gritándote que dejaras de decir tonterías. Pero no puedo más. Duele respirar, me cuesta. Cada nuevo día que pasa no me ayuda, sigo recordando tu muerte como si hubiese sido ayer. Las palabras de mi madre no ayudan, recordarte me mata y ya no sé... No sé seguir sin ti. Sólo puedo dejarme caer en el suelo, dejar que el bosque que te vio morir vea como yo también sucumbo poco a poco.

    No puedo más...

    Si tan sólo... tuviese...

    Si tan sólo tuviese el valor de quitarme la vida...

    Tal vez... Tal vez entonces podría verte de nuevo...

    Una vez...

    Sólo una vez más...

    -¿Quién eres y qué haces en mi bosque?- la palabras de un niño detrás de mí me devolvieron a la realidad.

    Me di cuenta que estaba de rodillas sobre el suelo, con las mejillas empapadas por las lágrimas que se escurrían por ellas. Mirando el cielo, pero no viendo nada.

    -¿¡Quién eres y que haces en mi bosque!?- insistió y tuve que girarme para poder decirle algo.

    Pero en cuanto le vi... me rompí. La voz necesaria para pedirle disculpas se me quebró, las lágrimas salieron en mayor cantidad y no pude contener los sollozos.

    Reconocería esos ojos verdes en cualquier parte...

    Aún a riesgo de asustar al niño, eché a correr hacia él -¡Fudo!- grité en cuanto lo alcancé y pude estrecharlo entre mis brazos.

    Sé que el niño debía estar alucinando, no se movía. Pero después de un rato me dio la sorpresa. Correspondió mi abrazo, hizo incluso más fuerza que yo si cabía, y durante unos instantes acarició mi espalda.

    -Te dije que era el destino-

    Rompí a llorar de nuevo, ocultando mi rostro entre sus hombros y abrazándolo con tanta fuerza que seguramente le estaría partiendo la columna, pero necesitaba sentirlo. Necesitaba saber que esto era real y no una ilusión que mi imaginación se inventó con tal de contentarme.

    Un dulce sueño, del que es igual que despierte. Porque esto es real.




    Espero que os haya gustado! Nos leemos!!!

    Edited by Light&Kaze - 13/7/2016, 23:35
     
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    Sabía que te estaba quedando bien, ¡Pero joooooder! ¡Es bellísimo! ¡Me ha encantado! Me dio mucha pena cuando Kazemaru vio morir a Fudo y éste le decía que le quería. Pobrecillos, luchando el uno por el otro. Otra de las escenas que me ha gustado ha sido cuando van a la enfermería, ¡Jajajjajaja! ¡Adorables! Veo que mi ayuda te vino bien y me siento alegre por ello :P. Escribes de maravilla, me enamora, ¿Y sabes qué? Me ha recordado un poco a Yugi por algunos detalles jajajajjajaja. En fin, me ha gustado muchísimo y eso que no soy partidaria del Fudo x Kaze pero igual me parece una pareja muy bonita, me gusta cómo los haces, te queda demasiado bien jajajajajaja. Y veo que al final te quedó muy largo, ¿Llegó cerca de las 25 páginas? Porque creo que es el tercero más largo de los otros shots que han sido publicados en este sub foro :v.

    Te dije que te dejaría el comentario, ¿O no? Ya he cumplido con mi tradición hahahahahaha (de todos modos lo iba a hacer así que...). La temática está muy bien aún basada en la serie de Teen Wolf de Jeff Davis, me encantó, atrae mucho la atención, causa mucha intriga y la verdad no paraba de cuestionarme: "¿Y ahora qué pasará? ¿Qué pasará? ¿Qué hará?". En la parte en la que Fudo habla sobre ser como Romeo y Julieta, ¡Jajajaja! ¡Ahí me ha matado! Maldito Fudo, él siempre saliendo con una de las suyas. Y el final... Uuggg el final más tierno imposible, me enamoró aunque creo que ya lo sabes :v. Es un buen final, ¡Han terminado juntos una vez más!

    Bueno, no tengo nada más que decir. Ha sido un shot muy bonito y muy bien escrito, no tengo quejas :P.
     
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    [Pre-lectura]

    Buenas, aquí Kaiku-kun! Después de tanto tiempo esperando al final me he pasado por uno de tus fics, esperaba el momento oportuno (ahora que debo inspirarme para hacer bien a Fudo y Kaze y ya he acabado la uni XD). Y ya que eres de las pocas que escribe tan bien y que haga cosas de Inazuma, pues... jeje

    Debo decir que no conozco nada de la pareja más allá de lo que tu avatar me ha enseñado jaja porque sé cosas de Inazuma, pero sé lo conocido, las parejas de toda la vida XDD pero si es bonito, es bonito, me da igual qué pareja sea XD así que allá voy :)

    [Pensamientos instantáneos]

    O-oh, vaya... pobre Kaze, su madre... :( lo has explicado de una manera que ha dolido de verdad.

    Arco! Yo tiro con arco! Me siento identificado jaja bueno, pero creo que Kaze tiene mucha más práctica que yo, que tiro una vez cada uno o dos meses XDDD aunque si disparas contra un árbol lo primero que pasa es que te cargas la flecha intentando sacarla (mucha experiencia rompiendo flechas :VVV) XD

    JAJAJA "Es el destino", dice el desgraciado, cuando es un stalker profesional y en toda regla XDD en serio, me mondo con este Fudou XDD

    Dios, y me sigue doliendo lo de la madre, me da angustia imaginar como la dejó el alfa.

    Desear que me hagan a mi lo que a Kazemaru (primeros besos XD), anda que... qué uke que soy :V

    Cruel, ¡por qué nos haces esto! Pobre Fudo. MENOS MAL QUE LO ARREGLAS, AL FINAL, O TE ARREABA VIRTUALMENTE XD

    [Post-lectura]

    Buah, y se confirma, escribes (en perdón) de puta madre jajaja me costaba un poco en el rol porque allí todo va superlento (y eso que vuestro rol de YGO va a buen ritmo) pero un fic... eso es arena de otro costal, y he acabado muy satisfecho jeje he hecho muy bien de pasarme tu shot a un word con calibri 14 de letra, así no me desgarraba los ojos con la luz y la pequeñez de mundo yaoi jaja

    Y bueno, me alegro de ver que en el fic de Inazuma que estoy preparando no me he equivocado con este par (Aunque en mi fic no son pareja XD) porque quedan bien retratados XD como siempre Fudo tan puñetero :V maldito bribón jaja además este tipo de historia más de fantasía es mi tipo (bueno, si estaba en el reto, era logico que fuera fantasioso XD) y me lo he leído muy a gusto XD no tengo mucho más que decir que lo que mi mente ya ha procesado instantaneamente mientras leía, así que... hasta pronto! :)
     
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    Bueno Sly como a ti ya te respondí todo por Skype no te digo nada más :P

    Kaiku-kun vaya... ha sido una sorpresa verte por aquí, de verdad no me lo esperaba para nada XD Pero ha sido una sorpresa grata debo decir XD Bueno, vamos allá... Si ha dolido lo de Kaze es que lo he explicado mejor de lo que pensaba, a al hora de explicar estas cosas tan... duras me meto en el personaje e intento transmitirlo porque sino no me sale, y muchas veces he estado casi a punto de llorar y eso que no soy de las que lloran fácilmente XD

    ¡Tienes que enseñarme! ¡Tienes que enseñarme a tirar con arco! Es uno de mis sueños, me encanta, y me gustaría muchísimo aprender. La única experiencia que he tenido con el tiro con arco fue en un hotel, que había una actividad así, pero que simplemente nos dejaban tirar 3 flechas. No estábamos a una distancia muy larga aún así me sentí orgullosa por estar a punto de darle al blanco con mi segunda flecha XD (la primera no dio ni a la paja y la tercera se quedó en la paja XD)

    Jajajaja no había pensado en Fudou como un stalker pero sí, supongo que tienes razón XD (no deja de tener adjetivos cada vez peores, entre borde, cabrón, pervertido, ahora stalker... Pobre Fudou XD) Y no, no podía dejarlo mal, me gustan las historias felices, para deprimirme ya tengo la vida real y sí yo también prefiero historias de fantasía antes que reales, me gusta más imaginar que basarme en la realidad XD

    Pues muchas gracias, me alegra que me digas eso significa que estoy aprendiendo bien a escribir XD (como si tuviese 5 años o algo así...) Lo que... no sé si recomendarte que te bases en mi rol para sus personalidades Sly y otra chica más me dijeron que los hacía de una manera... "interesante", que les daba un toque XD (Yo sigo sin ver ese toque, intento basarme en el anime y... bueno, cada autor siempre da un toque distinto ¿no?) Y se me hace interesante eso de que vayas a escribir un fic, si es de fantasía no dudes en que me pasaré, aunque no sé cuándo tendré tiempo jajaja pero intentaré arreglármelas :P

    Cuídate!!!
     
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