// Wings of Destiny // [Extra Final] // Atem x Yugi

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    ¡¡Un nuevo fic de Kaiku-kun!! Va a ser cortito, pero es que las ideas no se pueden forzar. Dura lo que dura ;) Este fic es de aventura, mitología, no hay escenas gore ni extremadamente violentas, es (de momento) para todos :3. Pese a que el origen de este fic es un sueño de asesinos en serie que tuve hace unos días jajaja -.-'

    Este fic está dedicado a Sly D. Cooper, mi Gamarusset, quien no se cansa de echarme bronca por lo de siempre y aun así repetírmelo una vez más para que se me meta en la cabeza, y no sé si sabe todo lo que le agradezco todo lo que hace :) t'adoro, petitona!! :D

    Música: El título y el fic estan inspirados en parte de los versos la canción "Wings of Destiny" de Gamma Ray. Pero el verdadero inspirador, el que me ha dado todo el impulso necesario, ha sido la banda Lacrimosa, con su música neoclásica fundida con rock gótico, en particular el disco Fassade.

    Imagen: Podría haber puesto cualquier foto adorable de la pareja, pero en lugar de eso, pondré una de un personaje que no aparece, pero siempre está. La diosa Isis.

    isis_jbowser




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    1. Pequeño souvenir



    Botes, botes, daba muchos botes. Miraba por la ventana y era lo que su mente hacía. Dar botes. ¡Se sentía tan animado…! Estaba viendo Egipto con sus propios ojos y quería recordarlo todo.

    —Yugi, parece que en cualquier momento vayas a salir disparado por la ventana del avión… —le dijo su abuelo, Sugoroku, contento y a la par preocupado por su nieto.
    —¡Pero es que ya estamos! Ya llegamos…

    Sonó la alarma del avión para que se prepararan para el aterrizaje y aun así ese culo inquieto no dejó de mirar por la ventana que tenía a su izquierda. Vista directa a las pirámides.

    Se desilusionó un poco cuando se encontró atrapado esperando su maleta, encerrado en el edificio del aeropuerto. Estaba impaciente por dejarlo todo en el hotel y empezar a mirar cada pared, cada obelisco, cada “lo que fuera” que encontrara sobre el Antiguo Egipto.

    Por suerte el hotel sí quedaba cerca, así que el abuelo tuvo que ir al ritmo frenético de Yugi para no perderle de vista. Por algún milagro, el chavalín se quedó mirando por la ventana la ciudad de El Cairo, momento que aprovechó su abuelo para hacer planes.

    —Oye, Yugi, mira, entre hoy por la tarde y mañana vamos a ver las Pirámides de Guiza y los alrededores. ¿Qué te parece? Ya está todo reservado. Pasado mañana haremos una excursión por el delta y luego…
    —¡Todo me va a parecer genial, abuelo! Quiero que sea una sorpresa todo lo que veamos. Sé que todo me va a gustar —contestó él, abstraído, mirando las calles cercanas al hotel. Se había fijado en un particular mercadillo, un par de edificios más allá, en el que había mucha gente. Algo le decía que le gustaría lo que vería allí—. Oye, abuelo, ¿vamos a ese mercadillo de ahí antes de ir a las pirámides?
    —Vas a tener toda la semana para ir —le dijo, intentando calmarle un poco—. Además, sé que verás un montón de cosas para comprar y sabes que no nos podemos permitir de todo.
    —Pero algo me dice que encontraré mi souvenir favorito allí.

    “Algo me dice”. Sugoroku sabía bien de ese instinto que tenía Yugi. También lo tuvo él cuando estuvo investigando en Egipto tiempo atrás. Siempre seguía su instinto, por ridículo que fuera y aunque errara, y casi siempre le aportaba algo nuevo o importante. Y Yugi había heredado ese toque.

    —Está bien. Podemos ir ahora, así tendrás tiempo para mirarlo todo.

    “Total, los planes no los quiere saber y yo lo tengo todo arreglado…”, pensó Sugoroku, mientras veía a su nieto correr por su bolsa y empezar a abrir la puerta de la habitación. Menos mal que se les había ocurrido comer temprano.

    Yugi se comportó hasta que llegaron al mercadillo. No se conocía para nada el funcionamiento de la ciudad, así que prefería aguardar a alguna señal que le dijera cuando cruzar la calle y esas cosas. Lo que parecía que nunca sucedía. Sugoroku vio cómo su nieto empezaba a desesperarse a su lado.

    —El mercadillo no se va a mover de su sitio —bromeó.

    El chico ni se inmutó, lo único que hizo fue simular que corría sin moverse. Hasta que un montón de gente empezó a cruzar la calle, entonces agarró la mano de su abuelo y ambos trotaron hasta el puñetero mercadillo.

    Allí, el barullo era tal, que abuelo y nieto no eran capaces de escucharse su propia voz. Para asegurarle a su abuelo que no iba a pasar nada, Yugi mantuvo el apretón de manos así no se perderían en el mar de gente. Pasaron por puestos de comida, puestos de ropa, de bártulos normales, hasta que llegaron al rincón del mercadillo, donde había un hombre sentado en el suelo alfombrado de su más que diminuta tienda (pues lo único que había era trastos y ninguna manera de saber si detrás de ellos había edificio o pared). Esa tienda estaba bastante despoblada, así que Yugi pudo mirar con comodidad. El dueño le dijo algo, pero no entendió ni una palabra.

    —¿Qué ha dicho? —le preguntó a su abuelo.
    —Que puedes mirar lo que quieras, y que si le necesitas, te puede ayudar.

    Yugi le sonrió con su cara de bonachón adorable para hacerle saber que había recibido el mensaje y siguió buscando con la mirada. Vio de todo. Joyas baratas, collares de piedras de muchos colores, estatuillas de recuerdo de dioses egipcios, pequeñas maquetas de templos y de pirámides, hasta un ajedrez con piezas de soldados y gobernantes. Algunas de esas curiosidades estaban sucias o desgastadas, probablemente de haber pasado mucho tiempo ahí. Pero detrás del todo, en una repisa polvorienta, había lo más desgastado de todo. Una pequeña placa, no más grande que un libro de bolsillo, con unos pequeños relieves, diminutos. Era quizás lo más antiguo e insignificante de la tienda. Era ideal.

    —¡Quiero eso! —señaló Yugi al vendedor.
    —Interesante… —pensó en voz alta su abuelo. El vendedor se lo dio y empezó a explicar cosas, que Sugoroku tradujo instantáneamente—: Dice que tienes buen ojo, que es una pieza a saber de vieja y que hace años que la tiene. Se supone que representa a Isis, cerca de las pirámides de Guiza, con dos chicos arrodillados delante de ella. Eso en la cara. En la cruz, está Isis de frente al dios Set, con un pájaro grande protegiendo a un ser medio pájaro y medio humano.
    —¡Es perfecto! ¡Me lo quedo! —exclamó muy animado Yugi, con el relieve en sus manos.
    —Nos lo llevamos. ¿Cuánto es? —le preguntó Sugoroku al vendedor, en inglés.
    —Un dólar. Simplemente.
    —¿Tan barato? ¿Por qué?
    —Tu nieto es especial. Nadie jamás se había mirado hasta ahora este relieve. Conservadlo bien. Lleva el espíritu de Egipto.
    —Muchas gracias, buen hombre —le agradeció, mientras le daba la mano.

    Mientras se iban, Yugi miró atrás, hacia el vendedor. Éste se había vuelto a sentar y saludaba muy animadamente con la mano. Parecía que hubiera hecho la venta del siglo.

    Subieron de nuevo a la habitación. Allí, mientras Sugoroku preparaba algunas cosas para la visita a las pirámides, Yugi sacó el relieve y se lo quedó contemplando. Pesaba lo suyo, pero no quería llevarlo en ninguna otra parte que no fuera su bolsa.

    —Tiene pequeños jeroglíficos… —observó, recitando en voz alta como su abuelo siempre hacía—. En las dos caras. Los dibujos son tan bonitos… Pero no entiendo lo de los pájaros. ¿Será algún mito desconocido? —Luego alzó la voz para su abuelo—: Abuelo, ¿me podrás traducir los jeroglíficos del souvenir? Es que tiene algunos…
    —Claro, suponiendo que no se los hayan inventado… —le comentó desde el baño—. Pero ahora es hora de irnos, el autobús nos espera.

    A un ritmo menos enérgico que el de hacía un rato, abuelo y nieto se dirigieron a la estación de autobuses más cercana. Llegaron con tiempo, así que, cuando se sentaron en la silla del bus, Yugi sacó un poquito el relieve, lo justo para ver ese pájaro grande protegido por Isis.

    —Anda, mira su cola —comentó Sugoroku, que miró de casualidad al pájaro—. Está partida.
    —Eso parece… ¿es un error?
    —Bueno, podría ser una golondrina. Es un pájaro protegido por Isis. Las golondrinas vienen en tiempos de cosechas a Egipto e Isis es una diosa de la tierra. Tendría su lógica.
    —¿Y el otro pájaro, el que es medio humano?
    —Ni idea. No se distingue tan bien…

    Se pasaron el corto viaje hasta el aparcamiento especulando sobre el relieve, pero como tampoco se pusieron a traducir, al final no sacaron nada en claro.

    Evidentemente, desconectaron totalmente en cuanto el guía empezó a explicar todo lo que pisaban los visitantes. Era un grupo japonés, así que Yugi se enteró de todo y olvidó su relieve por el asombro de escuchar y ver de primera mano todo lo que había en las pirámides. Tumbas pequeñas, grandes, templos, pirámides pequeñas, evidentemente las grandes, todo quedó fotografiado en masa por el propio Yugi. Se preguntó cómo le iban a caber fotos para una semana, si se iba a gastar la mayoría con todo lo de Guiza.

    —No te preocupes, tenemos espacio de sobra —le tranquilizó su abuelo en un descanso antes de subir al bus de nuevo.
    —Estoy reventado… Menos mal que por hoy hemos acabado.
    —Ya me pensaba que pasaría esto, pero tú y el mercadillo… Parecíais inseparables.

    Sonrió al notar el relieve presionándole la pierna derecha, dentro de la bolsa. Y luego miró al cielo. Estaba anocheciendo, así que se veían las estrellas y el sol a la vez. Era realmente bonito.

    Entonces ocurrió algo inaudito: Casi sin verlo aterrizar, un pájaro se posó justo encima del relieve. Yugi se quedó paralizado y llamó en un susurro a su abuelo. Era una golondrina, que movía la cabeza como si esperara algo, y movía su bifurcada cola arriba y abajo.

    —¡Qué monada! —exclamó controladamente Yugi. El pajarillo entonces se acercó un poco, a saltitos, y le pellizcó un dedo. Yugi no se movió, por miedo a espantarle—. Maldito, eso escuece… pero si me quisieras hacer daño, me habrías picoteado la cabeza.
    —Qué escena tan curiosa… —comentó su abuelo, mientras le hacía algunas fotos sin flash, para no hacer daño a la pobre golondrina.

    Cuando los del bus les llamaron, Yugi sintió pena por tener que levantarse. Algo debió de intuir el pájaro, porque levantó el vuelo, pululó al alrededor del chico y luego se fue volando hacia un sitio cerca de la pirámide de Keops. Y ya no volvió. Yugi tuvo que olvidarse de la golondrina en cuanto se cerró la puerta del autobús.

    Para cuando llegaron al hotel, ya se había hecho de noche. Fueron directos al comedor (llenándolo de polvo arqueológico de las pirámides, como si fueran excavadores de verdad) para cenar rápidamente y subir a la habitación a leer los jeroglíficos del relieve.

    Ya en la habitación, ambos se tumbaron en la cama y pusieron una lupa entre ellos y el relieve. Sugoroku empezó a leer en voz baja mientras se apuntaba su traducción instantánea en una libreta y Yugi aprovechó para mirar mejor a las figuras. Eran bien curiosas. Parecía como si el pájaro que protegía al medio humano fueran solo uno y fueran como fases de transformación. En el otro lado, esos dos chicos juntos a los pies de Isis le resultaban monos. Estaban el uno frente al otro (uno de espaldas a Isis y el otro de cara), arrodillados, mirándose. Parecían enamorados…

    —Mira, ya lo tengo traducido. En la primera cara, que resulta que es la del pájaro, pone esto: “El enviado de Isis (que tiene el símbolo de la golondrina) aparecerá en su templo para protegerlo cuando Set quiera apoderarse de él”. En la cruz, la de los chicos, pone: “Solamente saldrá victorioso con la ayuda del amor inocente. Entonces la señora de las pirámides (Isis) convertirá el amor en eterno en la sombra de su dominio”.
    —Vaya, es todo un enigma… —comentó animado.
    —No te creas. Fíjate: Set siempre fue enemigo de Isis y sus hijos y sus otros hermanos. Es normal encontrarse esto. Además, Isis solía bendecir con la paz y la prosperidad a sus creyentes. Luego está esto de las pirámides… sus dominios aquí son las pirámides de Guiza y todo el complejo.
    —¿Cómo se sabe eso? ¿Hay más jeroglíficos?
    —Pues sí. Isis tiene un templo al pie de la pirámide de Keops. Esta pieza debe de ser una antigüedad perdida de ese templo. Aquella estructura está bastante deteriorada.
    —¡La golondrina! ¡Ella se fue hacia el templo!
    —Sí, supongo que sí, pero… Yugi, no pensarás que todo esto es de verdad, ¿no?
    —Pe-pero… la golondrina…
    —Mañana iremos al templo, tranquilo. Y avisaremos a un responsable para que se cuide este relieve.

    Yugi se tumbó en la cama, boca arriba, algo enfurruñado. Dejó el relieve a un lado para pensar y no quiso hablarle a su abuelo. Sugoroku encendió la tele para ver las noticias, pero claro, no entendían nada de lo que daban en ese país. Y no había canal japonés. Tuvo que contentarse en poner subtítulos en inglés. Acabaron escuchando de fondo un canal de noticias local. Yugi levantó la cabeza para ver lo que pasaba y ambos vieron en la tele a muchos policías acordonando una tienda.

    —¿Qué ocurre?
    —Hay un grupo de gente que está matando a buscadores de antigüedades, al otro lado de la ciudad. Dicen que buscan reliquias antiguas y quien no se las da, lo matan.
    —¡Es horrible!
    —Sí… pero no podemos hacer nada.

    Abuelo y nieto se quedaron mirando la pantalla, hasta que las noticias cambiaron y empezaron a dar el tiempo. Entonces ambos apagaron la tele y decidieron que se prepararían para irse a dormir.

    * * *


    En el mercadillo, una tienda apartada estaba replegándose por última vez. Asim, el vendedor, se iba de la ciudad. Había oído sobre esos asesinos buscadores de tesoros. Sabía quiénes eran. Y no le convenía seguir cerca de ellos. Él ya había tenido su papel en esa historia.
    Un canto agudo le distrajo de su trabajo y sus pensamientos. Se giró hacia la calle y casi en el borde de su alfombra encontró una golondrina que le miraba, curiosa.

    —Eh, pero si eres tú… —le dijo con una sonrisa, mientras dejaba que el pajarillo le picoteara amistosamente el dedo—. No deberías estar aquí, es peligroso para ti. Dile a tu señora que su antigua profecía se está llevando a cabo. Un chico se ha llevado hoy vuestro relieve. Le encontrarás fácilmente. —El pajarillo movió la cabeza de arriba abajo, como si le instara a hablar más—. Yo tengo que irme. Los adoradores de Set van a venir a por mí. Otros sirvientes de Isis se han sacrificado por mí, no quiero que nadie más muera. —La golondrina le picoteó el dedo varias veces, moviendo la cola, y luego salió volando—. Adiós, viejo amigo.

    Y Asim siguió con su laborioso trabajo de recoger todos sus objetos preciados.

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    Comentarios son siempre bienvenidos! Y dadle una oportunidad a la banda Lacrimosa, no defrauda!

    Edited by Kaiku-kun - 3/6/2016, 03:43
     
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    Tal i com m'has dit me passat per la secció de Yu-Gi-Oh! i me posat a llegir l'escrit, ay! No m'esperava gens que me l'anessis a dedicar! Gràcies, moltes gràcies! És un gran detall de ta part, Pardalet :v. M'ha encantat el primer capítol, està molt i molt interessant i ja en tinc ganes de veure què passa en el segon. Uuuuuuuuuuuum... Una oreneta e_____e, m'ès taaaaaaan familiar jajajajajajaja, a veure què li passa a Yugi. Aquests adoradors de Set... Em recorden a algo pero ara no sé de què. I el paio que li va vendre aquell objecte en Yugi, el que se'n diu Asim... Saps a qui em recorda? A en Shadi, aquell esperit que surt en Yu-Gi-Oh! en la Temporada 0, la 1 i la 3. És interessant i també ho serà el tema de l'oreneta :v.

    Estic molt impacient però esperaré el que faci falta :D, m'encanta com escrius però, una cosa... Crec que és la Piràmide de Guiza, en singular perquè... No és només 1? En fi, ja m'ho diràs quan vegis el comentari :D, té donat un like i tot, així que no et queixis!! I aaaainnnss!! Què seria de tu sense el teu Gamarús e____e.

    Fins el següent capítol!!

    PD: L'imatge m'ha encantat, és molt bona i preciosa a més. Aquest fic, per intuició, crec que em farà aprendre moltes coses més d'Egipte :3.
     
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    Ya taaaa! Aquí está el segundo capítulo jeje y he de decir que el tercero está casi acabado también, pero tengo que pulir algunas cosas... y tengo que de decir que cada capítulo es como mínimo 2 páginas más largo que el anterior, de momento jajaja

    Sé que lo de la música es realmente para raritos, porque mi música no es para nada común jaja otros me han comentado eso al respecto XD

    Gràcies Gamarusset per comentar jeje espero que et moli!

    Y nada, al siguiente capítulo!

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    2. Atando cabos



    —¡Uoh!

    Yugi se levantó de golpe, sudando. Acababa de tener una pesadilla. Los asesinos que vio ayer en las noticias le perseguían por la ciudad, pidiendo que le dieran el relieve, pero luego… luego le atrapaban y le torturaban. Querían saber dónde encontrar al enviado de Isis. Pero él no sabía nada y... y…

    —Yugi, ¿qué ha pasado? —le preguntó su abuelo, que ya se había levantado.
    —He tenido una pesadilla, no es nada.

    Pero sí era algo. Su cuerpo le decía que estaba en peligro. Lo notaba. Lo sentía. Y no podía hacer caso omiso de lo que sentía.

    —¿Seguro? No tienes buena cara…
    —Yo… —No sabía qué decir. De repente, le parecía mala idea ir a ver la parte que faltaba de las pirámides—. No quiero ir a la visita de hoy. Quiero dejarlo para otro día. Prefiero ir a visitar el museo hoy.
    —Pero… tenías muchas ganas…
    —Por favor, abuelo… Además, ya casi lo vimos todo.
    —De acuerdo… iremos por nuestra cuenta en un par de días —cedió Sugoroku, con un suspiro—. Nos quedaremos aquí hasta la tarde para que te recuperes. Pareces asustado.

    Yugi asintió y encogió sus piernas para agarrarse las rodillas y pensar. No entendía qué tenía de malo una pesadilla para que le hiciera sentir así. También pensaba en esa golondrina del relieve, y la de ayer por la tarde en Guiza. Algo le decía que no era casualidad, pero la lógica le decía que todo ese rollo mitológico era solamente eso, un mito.

    Entonces, casi como si la hubiera llamado, una golondrina se posó sobre la barandilla del balcón.

    —Abuelo, ¡trae la cámara! Quiero ver las fotos de ayer de la golondrina —le pidió, por intuición.
    Ambos miraron las fotos y descubrieron algo insólito. Ambas golondrinas eran la misma. Tenían el mismo punto blanco asimétrico en un ala.
    —No puede ser… ¿cuántas probabilidades en el mundo había de que sucediera algo así? —se preguntó Sugoroku, rascándose la cabeza.
    —Ho-hola… —saludó Yugi, sintiéndose algo tonto—. Nos volvemos a ver…

    La golondrina dio un par de saltitos para acercarse a Yugi. Él, instintivamente, le ofreció el dedo para que se posara en él, y la golondrina lo hizo.

    —¡Increíble! —exclamó su abuelo—. No te muevas, te voy a hacer fotos.
    —Amiguita… ¿cómo nos has encontrado? ¡Au! —La descarada golondrina le dio un picotazo con toda la mala gana en el brazo—. Bueno, pues… ¿amiguito? —Entonces en vez del picotazo, le pellizcó como el día anterior. Era considerablemente más agradable—. Vale, sí. Eres enigmático… —La sirena de la policía, que llevaba un buen rato sonando unas calles allá, se acercó y sonó muy fuerte, lo que alteró a la golondrina. Salió volando precisamente hacia el ruido—. ¡Espera! ¿A dónde vas?

    Yugi vio que se dirigía hacia el mercadillo. Aquello no podía ser casualidad, pues parecía que las sirenas se dirigían hacia allí. El chico instó a su abuelo a seguir la golondrina, aunque Sugoroku no dejaba de pensar que aquello era una locura de las gordas.

    El mercadillo volvía a estar atestado de gente pero, esta vez, todos estaban mirando a un mismo punto. El puesto donde encontró el relieve Yugi. El chico, cuando se percató de ello, buscó con la mirada la golondrina y la encontró posada a unos metros de la tienda, en la repisa de una ventana. Ella estaba mirando a un montón de objetos amontonados y tirados por el suelo, pero Yugi no alcanzaba a ver del todo, entre la gente y la policía que rodeaba el sitio. Sugoroku lo entendió sin tener siquiera que fijarse.

    —Yugi, vámonos, no deberías ver esto… ¡Yugi!

    El entrometido chico quiso saber qué ocurría exactamente. Corrió a través de la gente que se agolpaba al alrededor y entonces vio, por un resquicio, cómo se llevaban en camilla a alguien, completamente tapado. Bajó la cabeza y lloró en silencio. Como mínimo tendría un recuerdo bonito, llevando el relieve encima.

    —Yugi… tenemos que irnos —le aconsejó su abuelo, cuando le encontró.

    En lugar de hacerle caso, Yugi buscó de nuevo a la golondrina. Estaba echando a volar hacia el lado opuesto de la multitud, como si quisiera volver al hotel. Pero en lugar de torcer a la derecha hacia allí, simplemente desapareció entre los edificios. Le había perdido la pista.

    —Será mejor que volvamos a la habitación, a comer, y luego vayamos al museo.
    —Está bien.

    Yugi quiso despejarse, así que ni encendió la tele, ni miró por la ventana esperando un nuevo encuentro con esa golondrina, ni tan siquiera quiso pensar en el relieve. Se quedó en silencio, pensando en todas las ruinas que le quedaban por visitar y todos los misterios que podían guardar. Incluso la hora de la comida se la pasó en silencio. Solamente cuando vio que entraban en el museo despertó de su extraño letargo.

    —Vamos a dejar las bolsas en la taquilla. Luego las recogemos. Así no tenemos que llevarnos peso innecesario —le aconsejó su abuelo.
    —Vale.

    Le dio un poco de pena el relieve, allí encerrado, pero pensó que era mejor así, que no se pensaran los del museo que lo había robado o algo así.

    Yugi pensó que pasaba días allí dentro del museo. ¡Había tanto que ver! Y no se iba a perder nada. Jeroglíficos, sarcófagos, reconstrucciones de tumbas, historias de las excavaciones, figurillas y joyas de todo tipo… todo estaba allí. Era como tener una ciudad del antiguo Egipto en miniatura allí mismo. Estaba tan entusiasmado que se le pasó por alto un pequeño relieve, parecido al suyo. Pero no a Sugoroku, quien lo encontró extremadamente enigmático.

    —¡Mira esto Yugi! ¡Parece la continuación del que tenemos nosotros! —le llamó, cuando lo vio.
    —Tienes razón… ¿de qué va este fragmento?
    —En el letrerito pone que en la cara hay unas alas con un sol y el símbolo de un trono, que sería Isis, en el centro. Isis guía a una golondrina, y detrás de ésta hay lo que creen que es un siervo de Isis. En la otra cara hay una lucha entre los siervos de Isis y los de Set. Pero los jeroglíficos están más deteriorados y no se pueden leer excepto por un trozo que pone “Alas del destino”.
    —Parece… una historia —pensó Yugi en voz alta.
    —Pues sí. Y ¿te has fijado? Tú has perseguido una golondrina, como en la imagen…

    Quién diría que después de todo sería Sugoroku quien propuso esa coincidencia. Ambos pensaron en todo lo que estaba ocurriendo. Se miraron sorprendidos, de repente. Habían descubierto a la vez algo muy importante: Los asesinos del tendero que le dio el relieve podrían estar buscándole. Ellos representarían a Set. Yugi y la golondrina representarían a Isis.

    —Abuelo… esto no es cualquier historia…
    —Había oído hablar de las profecías egipcias, pero no esperaba que…
    —¿Qué hacemos ahora?
    —La siguiente imagen dice que lucharemos contra los asesinos, pero no tengo ni idea de cómo lo haremos. Además, dice que somos varios… —luego pensó en el vendedor—. O puede que esa imagen ya haya pasado.
    —¿Qué quieres decir?
    —Quizás esos asesinos no mataban al azar. Quizás están derrotando a los seguidores de la diosa Isis para evitar que se cumpliera la profecía.
    —Y ¿cuál es nuestro papel entonces? ¿Qué tenemos que hacer? —repitió Yugi.
    —Ni idea. Por ahora creo que deberíamos volver al hotel y hacer vida normal. Y, por si acaso, hacer las excursiones fuera de El Cairo a partir de mañana.

    Yugi asintió y se dirigieron a la salida. No pasaron por la tienda de souvenirs… suficiente tenían con el que les había tocado. Por el momento solamente pensaban en volver al hotel y mantenerse a salvo, así que cogieron las bolsas de la taquilla y salieron.

    Tenían la parada del bus de línea allí en frente, para volver rápido, sólo había que cruzar la calle. Pero era tiempo suficiente para complicarlo todo.

    —¡Eh, tú! ¡La bolsa! —gritó Yugi a un encapuchado. Le había tirado de la correa y se la había quitado—. ¡Devuélvemela!
    —¡Yugi! ¡Déjalo! ¡No corras tras él! —le gritó su abuelo, que empezaba a perseguirles a los dos. Pero ya era viejo y ya no podía correr tanto, así que enseguida se cansó y los perdió de vista—. Mejor llamo a la policía. Entre tanta gente no le encontraré.

    Un par de calles más allá, Yugi seguía persiguiendo al malhechor. Pero empezaba a arrepentirse. Se encontraba en un callejón oscuro, casi sin gente, a pleno atardecer, persiguiendo a un tipo que no parecía querer escapar.

    De repente, el ladrón soltó la bolsa (que Yugi cogió al vuelo) y se paró para girarse cara a cara con su perseguidor. Yugi se quedó helado cuando vio que debajo de la capucha había una sonrisa siniestra. Quiso darse media vuelta y huir, pero había dos encapuchados más. Y del edificio de enfrente salía otro. Solamente había un callejón angosto por el que huir, así que corrió con las pocas fuerzas que quedaban. Los encapuchados se quejaron en un idioma que no conocía y escuchó cómo le perseguían como una estampida. También escuchó sus risas, aunque tardó un par de minutos a averiguar el porqué: Se encontraba en un callejón sin salida.

    —¡Dejad que me vaya! —exigió Yugi. Pero ellos no entendieron. En lugar de eso, se acercaron con un cuchillo en la mano cada uno—. ¡No os acerquéis!

    Los matones dudaron un instante. Yugi también. Había sentido un pulso extraño. Había irradiado por un segundo una luz dorada, como del sol en el atardecer. Se miró las manos, pero no encontró nada que le respondiese a las preguntas que se estaba haciendo.

    En lugar de una respuesta, lo que recibió fue un picotazo en la cabeza.

    —¡Au! ¿Pero qué…? —miró encima de su cabeza y luego al frente. Era la golondrina de nuevo. Por algún motivo se alegró un montón de verla—. ¡Eres tú! Tienes que huir, esta gente es peligrosa…

    En lugar de huir, el pájaro descarado se encaró a los enemigos de Yugi y graznó con fuerza. Lo siguiente lo recordaría Yugi toda la vida: El pájaro empezó a hacerse más y más grande. De repente, un tornado de plumas muy oscuras rodeó al animal… y de él salió un ser humano. Emitía un hilillo de luz dorada como la de Yugi, pero no se desvanecía.

    Yo nunca huyo”, resonó en la cabeza de Yugi. No era su voz. Parecía la del misterioso desconocido que se encontraba delante de él… básicamente porque le estaba mirando con cara agresiva y una sonrisa de poder en los labios. Entonces se giró de cara a los matones.

    —¡Seguidores de Set! —les gritó, con mucha ira. Yugi se sorprendió al poder entender lo que decía, pues para nada era su lengua. No conocía el idioma y aun así lo entendía… Otra pregunta sin responder—. ¡Habéis llegado tarde una vez más! El poder de Isis ha despertado de nuevo en sus enviados. ¡Ya no podéis hacer nada! ¡Marchaos!

    Los supuestos seguidores de Set murmuraron algo que no Yugi no entendió y luego dieron un paso al frente.

    —Estáis acorralados, no podéis huir —dijo uno de ellos. También hablaba ese idioma desconocido. Uno de los fonemas le resultó conocido… porque lo vio escrito. ¡Era egipcio antiguo!—. Os vamos a matar y por fin el caos se extenderá. Isis no podrá protegeros.
    —Insensatos… —soltó, mientras sacaba dos pedazo-de-cuchillos… eran espadas rituales Kefresh. Empezó a caminar lentamente hacia sus enemigos—. Os arrepentiréis de haberme desafiado.

    ¡Espera! ¡No les hagas daño!”, gritó mentalmente Yugi, esperando que funcionara.

    El joven armado se detuvo y le miró con ferocidad, pero no había tiempo para discutir, así que se encaró de nuevo a sus enemigos, alzó el brazo con firmeza y un haz de luz, seguido de un viento fuerte, cegó y alejó a los seguidores de Set. Fue como ver un sol arrollador.
    Entonces, sin comerlo ni beberlo, Yugi se encontró en brazos de ese desconocido, volando por los aires. El desconocido, que parecía un doble de él, pero más fuerte, alto y serio, saltaba muy alto, tan liviano, por los tejados de El Cairo sin siquiera dudar un pequeño paso. Le miraba a los ojos… parecían insondables.

    Puedo preguntarte… ¿quién eres?”, le pidió con miedo Yugi.

    El desconocido finalmente se posó en uno de los tejados, sentó a Yugi en el suelo y él se puso delante.

    —Me llamo Atem —le contestó finalmente, con una sonrisa mucho más agradable que la primera—. No tengas miedo. Habla normal conmigo.
    —Pero si… ¡Oh! —Iba a decir que no sabía hablar el egipcio antiguo, pero sin pensarlo lo acababa de hacer.
    —Sólo funciona cuando hablas conmigo. Lo he comprobado.
    —Pero si tú has hablado con esos matones…
    —Porque he aprendido el idioma desde pequeño. Pero si probaras de hablar en egipcio a tu abuelo, no te saldría. Isis no concede poder y conocimientos ilimitados.
    —Somos… ¿enviados de Isis? —preguntó, después de meditarlo un segundo.
    —Lo somos —le sonrió. Atem le infundía a Yugi una extraña calma—. ¿Por qué me has detenido antes? Esos cerdos de Set merecían morir. Han matado a muchos amigos míos.
    —Pu-pues… —dudó. Recordaba esa cara de ira de Atem y no le gustaba—. Porque entonces tú también serías como ellos. También harías daño a la gente. Y no está bien.

    La inocencia sincera de Yugi arrolló con el sentimiento de ira que tenía Atem por sus amigos caídos. No, desde luego Isis no le había dado esos poderes para derramar sangre por doquier, pues la diosa daba vida, no la quitaba. El chico tenía razón.

    —¿Te encuentras bien? —le preguntó Atem, despejando sus dudas—. A lo mejor te he hecho daño.
    —No, estoy bien.
    —Se me acaba el tiempo bajo esta forma. Tengo que contarte algo. —Yugi iba a preguntar qué pasaba con su forma humana, pero solamente asintió—. No debes perder bajo ningún concepto el relieve de tu bolsa. Por lo menos una de las partes debe llegar al templo de Isis de Guiza. La otra parte está en el museo, ya lo has visto, así que no pierdas tu parte.

    Atem sintió una punzada en el pecho y se doblegó, cayendo en brazos de Yugi. Empezó a notar de nuevo la forma de golondrina aflorar.

    —¿Qué va a pasar? ¿Qué tengo que hacer?
    —Vamos a tener que luchar de nuevo… —le aclaró Atem, respirando entrecortadamente—. Y si todo sale bien, la paz entre Isis y Set se impondrá de nuevo y tú y yo podremos estar juntos una vida más.
    —¿Qu-qué? ¿Juntos? —enrojeció Yugi. Pero no le dio tiempo de más. Mientras Atem desaparecía entre un torbellino de plumas de nuevo, su dedo índice se puso en el corazón de Yugi y se iluminó. De repente, encontró en su interior un sentimiento milenario, más poderoso que nada que hubiera sentido nunca—. Atem…

    Mañana al ocaso, los enviados de Isis afianzaremos nuestro poder una vez más”. Esas fueron las últimas palabras de Atem, en la mente de Yugi, antes de que una golondrina saliera volando de su regazo hacia las pirámides. Se quedó contemplándola tranquilamente hasta que ya solamente era un puntito insignificante.

    —Y ahora… ¿cómo bajo de aquí?

    Por suerte aquel tejado era visitable, pues había una puerta abierta. Bajó como dos pisos de escaleras y se encontró en una calle bastante poblada. La recordaba, porque por ahí pasaba el bus, así que sabía dónde estaba el museo. Se dirigió con prisas hacia allí, mientras oía sirenas de la policía. Probablemente le buscaban.

    Cuando llegó al museo, vio toda una parafernalia de la policía y no tardó en encontrar a su diminuto abuelo entre todos los agentes.

    —¡Abuelo! ¡Estoy bien! —gritó de lejos. Se abrió paso hasta Sugoroku y le abrazó—. Ya he vuelto. He recuperado el relieve.
    —Qué más da el relieve, Yugi, me he asustado mucho…

    Todo el aparato policial se desmontó mientras anochecía. Al final todo había quedado en un susto, contó Sugoroku a todos. Declararon a la policía, claro, y Yugi aseguró que había varios ladrones encapuchados con capas marrones, que eran cuatro… y poco más.

    —Esa es la descripción de los asesinos en serie que rondan por la ciudad —le reveló Sugoroku, aunque ambos ya lo sabían.

    El abuelo intuyó que esos debían de ser los seguidores de Set, pero no dijo nada más a la policía. No hizo falta denunciar, porque la policía ya les estaba buscando, así que volvieron ya de noche al hotel.

    Sin cenar ni nada, se metieron en la cama, pero antes Yugi puso al corriente a su abuelo sobre los relieves.

    —Se ha cumplido otra de las imágenes.
    —¿Cuál?
    —La de la lucha entre seguidores, pero hay más… No… te lo creerías…
    —Después de todo esto, ya me creo lo que sea.
    —La golondrina me ha rescatado hoy.
    —¿Cómo?
    —Se ha transformado en un chico joven, parecido a mí, algo más alto que yo… Se llama Atem. Y es el otro enviado de Isis, de la última imagen, la de los dos chicos arrodillados delante de Isis.
    —Increíble…
    —Además… tenemos poderes… Irradiamos luz, él se transforma, llama al viento, es ligero como una pluma y…
    —Tranquilo, Yugi, sé que estás preocupado. Todo va a salir bien.
    —Lo sé. Pero hay algo más. Atem me hizo recordar algo… Atem y yo hace milenios que nos conocemos. Muchas vidas atrás. —Tuvo que hacer una pausa para asimilar el torrente de emociones que no había dejado de sentir desde que Atem le pusiera el dedo en la frente—. Abuelo, yo… le quiero.

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    Chan-chan-chaaaaaaan!!! Comentarios son bienvenidos! :P

    Gamarusset, no em matis encara XD
     
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    Pardaleeeeeeeet!! Ja me le llegit!! M'ha encantat! Hahahaaha, la part del final m'ha encantat. L'oreneta rescatant en Yugi, i què tenim? Que es coneixen des de fa mil·lenis!! Awwww! I a sobre en Yugi diu que l'estima jajajajaja, m'encanta, m'encanta!! Per què hauria de matar-te? Crec que només ho faig foten-te preses perquè publiquis jajajajaja. Encara que soc incapaç d'imaginar-me aquest "relieve", no tindràs una imatge por "ahí" oi? jajajajaja. A veure què passa en el tercer capítol. En Yugi en braços de l'Atem... Ayayayay, crec que aviat moriré! Jajajajaja no literalment :v.

    Tío, m'agrada moltíssim com escrius, però una cosa... Després de posar dos punts (:), la següent lletra no és mayúscula, es en minúscula, recorda-ho :P. Per la resta està tot perfecte :3. M'ha donat gràcia perquè en Yugi parlés egipci antic encara que només funcionés amb l'Atem, jajajajajaja. Ja em moro de ganes per veure el 3r capítol, de veritat. Està molt interessant. Segueix així, que ho fas molt bé!! M'ha molat molt!

    Sento no deixar-te un comentari més llarg però això era tot el que volia comentar :3, ta Gamarús estarà en el whatsap quan vulguis :P. Fins ara!

    PD: Haurà lemon? :v, si no podries fer un... "Extra". Jajajajajajajaja.
     
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    POR RAAA !!!!!!!

    Tienes queseguirla, me acabo de enamorar completamente de tu fic ! <3

    SIGUELA !!
     
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    Gracias a todos por leer! Me encanta ver notificaciones nuevas por mi fic jeje ^-^ si podéis haced algo de spam por ahí, a ver si más gente se lo lee jajaj

    Gamarús: Quin día és avui? ;)

    Os dejo sin más con el tercer capítulo jeje que se me fue un poco de las manos, la verdad sea dicha XD

    Para este capítulo me inspiró mucho escuchar el disco Seventeen Seconds de The Cure y el Echos de Lacrimosa.

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    3. El templo de Isis



    Ese torbellino de emociones y problemas no había cesado en el cansado cuerpo de Yugi en toda la noche. ¿Cómo se suponía que podía existir un amor tan fuerte que trascendiera miles de reencarnaciones? ¿Era siquiera posible? ¿Cómo podía Atem saber que un japonés con cara de crío era su milenaria pareja, si los egipcios aunque creyeran en la reencarnación, no sabían dónde iba a caer el alma del antepasado? ¿Quién se lo había dicho? ¿Cómo demonios se había enterado él solito de lo que era?

    Era una locura se mirara por donde se mirara. “Quizás ha hablado con Isis personalmente”, pensó. Luego lo descartó, meneando la cabeza. Era otra estupidez. Los siervos de Isis debieron descubrir quién era Atem cuando era pequeño, si lo que dijo de aprender egipcio entero era cierto.

    Poderes. ¿Cómo podía haber convivido con esa luz extraña durante toda su vida y ni tan siquiera percibirla? En cambio, Atem levantó la mano y se armó la de los dioses, con ese resplandor y el viento repentino. Él estaba entrenado. A saber cuántos poderes tenía. Y solamente había mostrado el de transformarse en golondrina y el del viento. Al parecer el de la luz lo tenían ambos.

    —Sabes, Isis lleva el disco solar en la cabeza en las representaciones, como símbolo de conexión con Ra, que es el Sol mismo —explicó su abuelo esa noche cuando se hubieron calmado un poco—. Significa muchas cosas. Luz, vida de todo tipo, calor… si tenéis el poder de Isis, la luz solar parece lógica.
    —¿Entonces nuestros poderes tienen que ver con Isis y Ra?
    —Y con más dioses, pero la lista es larga. La cuestión es que debemos averiguar más sobre tus poderes antes de mañana por la tarde.
    Yugi se quedó un instante cabizbajo.
    —Abuelo… ¿Cómo me puedes creer? No has visto nada, no has visto a Atem, ni a los ladrones, no puedo demostrarte nada de todo lo que te cuento… Yo…
    —Eres mi nieto, Yugi. Debo ayudarte. Creo en ti, en tu intuición, porque…
    —… Es la misma que la tuya, lo sé —acabó la frase el chico.
    —No me creo que mi propio nieto sea capaz de mentirme. No tienes motivos. Te creo.
    —Gracias, abuelo.

    Su abuelo probó de ayudarle en todo lo que pudo hasta que les venció el sueño, pero no hablaron de amor. Yugi no se dejó, porque eso era lo único que tenía clarísimo. Estaba dentro de él, era un aura interna que percibía, era como si la luz de Isis ocupara su pecho en vez de salir a relucir como el sol. Solamente había bastado un toque de Atem con la luz de Isis para que su corazón recordara cada detalle de ese sentimiento, aunque no supiera nada de sus vidas pasadas.

    Sí hablaron, en cambio, de mitología. Yugi explicó los poderes de Atem, y Sugoroku los clasificó como poderes solamente de Isis y de Ra. Cuando explicó que Atem llevaba dos kefresh, Sugoroku puntualizó que solamente había un dios que quisiera voluntariamente blandir un arma y fuera del bando del sol.

    —Horus. Batalló con Set varias veces, una de ellas para vengar la muerte de su padre Osiris, que fue descuartizado y lanzado al Nilo. Set le quitó el ojo… pero Horus recuperó la vista con ese símbolo que conocemos del Ojo mágico, el Udyat, fabricado por Thot.
    —¿Para qué me va a servir eso de Horus?
    —Puede que Atem sea más afín a Horus por su fortaleza. Este dios es el protector de los faraones y la humanidad en su lado poderoso. Tiene diversos poderes, y el Udyat en particular es extremadamente poderoso. Cura, purifica y estabiliza el orden cósmico. Imagina si Atem tuviera un resquicio de ese poder.
    —Entiendo… y yo ¿qué puedo hacer? No sé nada de mis poderes.
    —Yo tampoco. Pero podemos prevenir al enemigo.
    —¿Qué quieres decir?
    —Set es el claro enemigo, siempre ha envidiado el poder de Osiris y Horus… y el eslabón débil es Isis. Por eso va a por ella.
    —Dijiste que Set era dios del desierto, ¿no?
    —Sí. Pero no solamente de eso. Es dios de las tormentas, de la fuerza bruta y de la guerra. Y en sitios se dice que es padre de Anubis, dios que ayudaba a enviar al otro lado a los muertos… imagina qué pasaría si él y sus sirvientes decidieran apoyar a Set, quien normalmente es responsable de todo el trabajo de Anubis.
    —¿Me estás diciendo que podría reunir un ejército? —preguntó Yugi estupefacto.
    —Así es…
    —¿Cómo vamos a luchar contra un ejército entero?
    —No lo sé… pero encontraremos la manera. No por nada Isis ha vencido siempre hasta ahora, ¿verdad?

    Sugoroku lo dijo tan convencido, que Yugi se creyó por un rato que la victoria estaba asegurada. Pero Yugi se sentía débil e inútil en esa enorme batalla que iba a tener lugar en el templo de Isis.

    Durante la noche, Yugi tuvo pesadillas repetidas sobre el encuentro con los seguidores de Set. Formas diversas en las que Yugi o Atem podrían haber muerto. Descansó, pero su cuerpo le decía lo contrario. Deseaba en esos momentos que realmente Isis le ayudara y le dejara dormir en paz.

    Cuando se levantó por la mañana, su abuelo había encendido la tele, para ver las noticias donde vieron lo de los asesinatos. Podía ser que ofrecieran más datos.

    —Abuelo… ¿pasa algo?
    —Sí, Yugi. Han robado en el museo de ayer.
    —¿Cómo? ¿Quién?
    —No lo saben. Pero solamente se han llevado una cosa. La otra parte del relieve que vimos ayer.

    Y aquello ¿qué significaba? ¿Dónde estaban todas las respuestas cuando las necesitaba? ¿Y a dónde se fue Atem? También le necesitaba a él. Se encontraba perdido. Él parecía saber mucho.

    —Abuelo… ¿La transformación de Atem es también poder de Isis? —La pregunta no era azarosa. Atem no podría controlar esa transformación a voluntad y quería saber por qué.
    —Sí. Pero ayer me dijiste que no pudo serlo todo el tiempo, ¿no? —Yugi asintió—. Entonces puede que Atem hiciera algo malo. Parece más bien un castigo.

    Lo que él había pensado. Atem tampoco era del todo bueno. Su corazón se lo había dicho cuando se disponía a atacar a los seguidores de Set el día anterior.

    En la tele salieron imágenes del robo del museo. También aparecieron las pirámides, pero no sabía qué decían. Su abuelo le hizo la traducción: Las visitas a las pirámides se suspendían hasta averiguar quién lo había hecho porque la pieza pertenecía al recinto. Ese mensaje dejó claro que era la otra parte del relieve lo que habían robado.

    —¿No hay forma de ponernos en contacto con Atem? —preguntó Sugoroku.
    —No. No lo sé…

    Eso fue una llamada en toda regla. Y fue escuchada. Al cabo de unos segundos, casi como una flecha, una forma picó contra el cristal. Era Atem en su forma de golondrina.

    —¡Atem! —saltó más contento Yugi, mientras le abría la ventana—. Mira, abuelo, es Atem.

    La golondrina revoloteó unos instantes en su sitio, se empezó a hinchar como el día anterior y, en unos pocos segundos, ya tenían al Atem humano saliendo del tornado de plumas.

    —¡Impresionante! —se permitió decir Sugoroku—. ¿Cuánto tiempo tienes antes de que vuelvas a ser golondrina?
    —Vaya, está informado tu abuelo —comentó Atem, algo sorprendido, aún respirando fuerte por el esfuerzo. Yugi se disculpó con una sonrisa incómoda—. Quiero reservar energías para esta tarde, no voy a hablar mucho.
    —¿Eres realmente el enviado de Isis? —le preguntó muy serio Yugi.
    —Pues claro, ¿qué clase de pregunta es esa? Lo viste ayer.
    —Entonces ¿por qué no controlas tu transformación?

    Atem se quedó en silencio. Estuvo a punto de bajar la cabeza, pero no le gustaba mostrar sus debilidades tan fácilmente. Cerró los ojos, resignado. No podía empezar con mentiras.

    —Cuando era más joven y mucho más insensato, pedí a Isis que me concediera más poderes físicos para poder combatir. Me confió habilidades y protección de su hijo Horus, pero a cambio me maldijo a llevar un cuerpo de uno de sus pájaros sagrados casi todo el tiempo, para poder vigilarme. También me dijo que rompería la maldición cuando conociera la paz interior y la libertad, pero no dijo si me seguiría transformando o si perdería mis otros poderes.
    —¿Ves? Había una explicación —le apoyó Sugoroku—. Y también acertamos con los poderes de Horus.
    —¡Qué entrometidos! —replicó sonriendo Atem, cruzándose de brazos. Estaba agradablemente sorprendido. Ese par eran astutos y buenos investigadores—. ¿Qué me delató?
    —Tu ansia para la batalla —dijo secamente Yugi. No le gustaba que Atem tuviera esos impulsos y hubiera sacrificado parte de sí mismo solamente para conseguir más poder. Le preocupaba esa fiereza. Atem no estaba tranquilo y estaba arrastrando a Yugi con él—. El abuelo dijo que la batalla era algo de Horus.

    Hubo un segundo de incomodidad, en el que Atem fue golpeado emocionalmente por ese desprecio a la violencia de Yugi. Debajo de esa mirada seria percibió tristeza, angustia y decepción. Yugi estaba preocupado y esperaba que él se encontrara en mejor estado, no tan en conflicto… no podía esperar menos de su dedicado amante.

    —Supongo que no conoces tus poderes, ¿verdad?
    —Pues no —le confirmó, fastidiado.
    —Los sirvientes de Isis que me criaron dijeron que el otro enviado sería opuesto a mí —explicó. Estuvo a punto de llamarle “amante” o “pareja”, pero no quería poner más tensión en el ambiente. No sabía si su abuelo lo aprobaba—. Yugi, tú estás hecho para la paz. No sé cómo eres de personalidad, pero te sugiero que busques en tu interior a Isis o a alguno de sus hijos. Podrías encontrar tus respuestas ahí.

    El pobre Yugi no supo qué decir, pero no tuvo que sufrir mucho el silencio, porque Sugoroku vio los dos kefresh de Atem y flipó un poco:

    —¡Uooh! Están en muy buen estado, ¡cómo relucen! —Probó de levantar uno, pero lo tuvo que hacer con las dos manos, pero le costó y no aguantó mucho—. ¡Vaya! Pesan muchísimo… en teoría es una arma a dos manos, ¿cómo puedes cargar con dos?
    —Fue cosa de Horus —contestó, sonriendo con orgullo.

    Yugi hizo caso omiso al último comentario. Le preocupaba más lo del museo.

    —¿Qué sabes del relieve que han robado?
    —Los seguidores de Set probablemente lo quieran corromper en el templo de Isis, pero no me preocupa. Mientras el tuyo se mantenga puro, no pasará nada. —Esas últimas palabras las dijo con una sonrisa conciliadora que despertó unos sentimientos en Yugi que no creía existentes. Su mirada le calmó, le hizo ponerse rojo y a la vez le inspiró confianza. Era una sensación que llenaba. Pero se rompió enseguida—. Tengo que irme. Quiero reservar fuerzas y quiero abrir camino al templo de Isis para que vosotros no os encontréis con problemas.

    De nuevo, nada más decir eso, Atem se arrodilló, doblado por el dolor de una punzada, y desapareció en el torbellino de plumas, para luego salir volando en su forma de golondrina.

    —Caray, visto y no visto… —comentó Sugoroku, mirando por la ventana—. Qué curioso que las plumas luego desaparezcan. Bueno, no habrá que limpiar.

    La broma le sentó bien a Yugi, porque se rio un buen rato y se relajó un poco. La visita de Atem le había hecho mucho bien, pese a toda la tensión. Atem era buena persona, él lo sabía, y no podía evitar sonreír pensando en él, mientras redescubría esos sentimientos milenarios.
    La lástima es que ese momento de tranquilidad quedó interrumpido cuando en las noticias dijeron que unos personajes extraños estaban en las ruinas al alrededor de las pirámides. Atem había predicho que pasaría algo así.

    —Habrá policía, periodistas, todo el mundo lo verá… ¿cómo llegaremos al templo? —se preguntó Yugi.
    —Atem encontrará la manera. Y nosotros también —afirmó su abuelo, convencido.

    A Yugi no le sirvió de mucho ese comentario. La inseguridad le embargaba. Y sentía que no podía hacer nada hasta que de alguna manera supiera que Atem ya había actuado. No quería detenerse… No tenía otro remedio que moverse.

    —Abuelo —le llamó, al cabo de un buen rato—. Tenemos que acercarnos todo lo que podamos a las pirámides.
    —¿Intuición?
    —Sí.

    Sugoroku no cuestionó esa decisión. Él también pensaba que era sensato, aunque algo arriesgado. Pero la intuición mandaba en la familia.
    Se pusieron en marcha inmediatamente. Se llevaron comida para comer en el bus (que pese a todo seguía dirigiéndose hasta las pirámides) y planearon quedarse cerca, sin llamar demasiado la atención.

    Cuando llegaron allí, encontraron lo que ya esperaban: estaba la zona acordonada, en las entradas a las ruinas desde el pueblo de al lado, con furgones blindados de la policía y también furgonetas de periodistas. Aquello estaba atestado de gente se mirara por donde se mirara.

    —Va a ser difícil cruzar esa multitud… —comentó el abuelo.

    Había mucha gente, sí, pero la mayoría en movimiento. Se podía ver qué había al otro lado. De hecho, Yugi atisbó a gente encapuchada andando por el templo de Isis, pero no eran como los del día anterior. El color de sus ropas era parecido al de la arena del desierto. Los seguidores de Set iban de marrón oscuro, esos no.

    —Esos de ahí… no son enemigos —dijo sin pensar en voz alta.
    —¿Cómo dices?
    —Abuelo, esas personas que están en el templo son amigos. —Luego tuvo un fugaz recuerdo de cuando emitió por un segundo su propia luz. Era el mismo color que el de ellos. No era arena lo que representaba su ropa—. Llevan el color de la luz solar que Atem y yo usamos.
    —¿De veras lo crees? —No esperó una respuesta—. Pues esto debe de ser la distracción de Atem. Así a nuestros enemigos les costará más llegar hasta nosotros.
    —Pero nosotros tampoco podemos… —se cortó él mismo la frase.
    —¿Yugi? —le instó a hablar su abuelo, pero él no hizo caso.

    “Yugi”. Era otro quien le llamaba. Otra. Otras. Se oían varias voces femeninas. Le llamaban todas a la vez. El desorientado joven miró por todas partes esperando encontrar a alguien que le mirara como hizo Atem cuando se transformó por primera vez, pero se encontraba solo, a parte de su abuelo. “Podemos ayudarte. Llámanos”.

    —Abuelo. Oigo voces. Creo que son tres mujeres.
    —¿Qué te dicen?
    —Que me pueden ayudar. ¿Serán diosas?

    Sugoroku se quedó pensando. Le sonaba mucho eso de las tres diosas, pero no recordaba exactamente de qué. Miraba al vacío y a Yugi intermitentemente para encontrar respuesta, pero tuvo que dejar eso para luego: Yugi estaba haciendo de las suyas de nuevo, siguiendo su intuición. El chavalín pelopincho estaba caminando como perdido, por la calle. Buscaba algo sin mirar a ninguna parte. Probablemente seguía a las voces de las diosas.

    —¿Yugi? —Era la segunda vez en poco rato que preguntaba.

    Entonces él se dejó caer de rodillas justo en el borde de la acera, a unos pocos metros de la enorme multitud. No pensó en si alguien le veía actuar de forma tan rara. Tanto él como Sugoroku vieron cómo la luz empezaba a hacer acto de presencia en los límites de su cuerpo, como un aura, igual que el día anterior. Lo único que hacía Yugi era dejarse llevar. Cuando vio esa luz, alargó una mano al vacío, y de ese vacío apareció el rostro difuminado de una vaca.

    —Abuelo… ¿lo puedes ver? —preguntó Yugi, algo abstraído.
    —Sí, sí puedo… pero el resto creo que no.
    —Sólo pueden los que lo desean —dijo una de esas voces femeninas que oía Yugi. Era suave pero firme. Y Sugoroku también pudo oírla.

    La vaca empezó a cobrar una forma entera. Lo primero que alcanzaron a ver abuelo y nieto fue un disco solar, que emanaba una tibia luz, sostenido por sus cuernos. Sugoroku se arrodilló al lado de Yugi para disimular hacia dónde miraba, pero estaba tan asombrado como su nieto.

    —Ya sé quiénes sois —dijo solamente él.
    —Joven Yugi… veo mucho amor en tu corazón. Felicidad. Inocencia. Recibirás mi bendición. Usa parte de mi poder con cautela.

    La vaca empezó a emitir más y más luz hasta que cegó a Yugi, a la vez que notaba cómo un calor reconfortante y una paz interna se sumaban a todo lo que ya sentía. Cuando abrió los ojos, no tenía una vaca delante, sino un gato.

    —Un… ¿gato? —se preguntó Yugi, sin ninguna pizca de desprecio, solamente pura curiosidad.

    El gato se lo miró con confianza, sentado en el asfalto. Su pelo de color marrón suave y liso soltaba un aroma que relajaba mucho a Yugi. Se quedaron unos segundos así, en silencio, y entonces el gato empezó a caminar hacia la multitud a un paso relajado. Conforme se acercaba, toda la gente se giraba y miraba tanto al gato como a Yugi y a Sugoroku. Saludaban, acariciaban al gato, sonreían, y de repente había una multitud contenta y animada hablando como si nada pasara. Parecía que en cualquier momento fueran a poner música y a montar una fiesta ahí mismo. Incluso la policía que vigilaba que nadie entrara se comportaba así, y no tuvo ningún reparo en dejar pasar al gato y a sus acompañantes en el recinto de las pirámides.

    Cuando ya estuvieron algo lejos de la multitud y pudieron hablar con tranquilidad, Yugi pidió la explicación de todo aquello:

    —¿Has visto? De repente todos estaban tan felices y relajados… ¿Qué ha pasado? —preguntó, atónito.
    —La vaca de antes era una diosa. Supongo que por lo del disco solar era evidente. Era Hathor, diosa del amor, la alegría, la música y la belleza. Pero no solamente eso. Hathor tiene dos “alter ego”. Uno de ellos es el que tienes delante.
    —¿Un gato?
    —Sí, la diosa Bastet, diosa de la protección, el hogar, las ganas de vivir, la armonía y la felicidad.
    —Por eso toda esa gente se ha comportado así ante su presencia… Ella lo transmite allá por donde va —reflexionó Yugi, mirando a la encarnación de Bastet, quien ni se molestó en aguzar el oído—. ¿Y el otro “alter ego”?
    —Es su opuesto. Se llama Sejmet, y tiene forma de leona, o de humana con cara de leona. Es como Set, caos, fuerza bruta, violencia, el enfado, pero al ser hija directa de Ra, consagró su existencia a la protección del sol. Por eso también está de nuestra parte.
    —Así que… ¿he recibido una bendición triple?
    —Pues sí. Y, ¿sabes qué te digo? Que podrías invocar más poderes que únicamente a la diosa triple. Quizás sus animales también estén de tu parte, porque Sejmet sabe de magia.
    —Entiendo…

    Anduvieron un rato en silencio, siguiendo a esa Bastet en diminuto, fascinados por tales muestras de poder y magia por todas partes. De vez en cuando giraban la cabeza y miraban al pie de una pirámide pequeña, donde estaba el templo de Isis, muy deteriorado. Allí había cinco personas esperándoles.

    —Bienvenidos —dijo uno de ellos, primero en inglés y luego en egipcio antiguo, cuando llegaron. Tenía la cabeza agachada, así que no se le veía del todo bien. Pero cuando levantó la cabeza…
    —¡Eres tú! —exclamó Yugi, que inconscientemente hablaba egipcio antiguo. Su abuelo estaba más bien perdido, pero se imaginaba de qué hablaban—. Tú me vendiste el relieve. Pero… estabas…
    —No. Fingí mi muerte. Sabía que vendrían a por mí. Ni siquiera Atem supo qué pasaba hasta hace un rato.
    —¿Atem ha estado aquí?
    —Se ha ido a distraer a los seguidores de Set hace un rato. Debería volver en poco rato —explicó con toda la calma del mundo—. Me llamo Asim. Déjame el relieve, vamos a invocar a Isis.

    Yugi le dio el relieve (que como siempre estaba en su bolsa) y, de mientras, Asim explicó en inglés a Sugoroku toda la conversación. Yugi se miró a los otros cuatro seguidores de Isis. Estaban en perpetuo silencio, en calma, moviéndose despacio. Estaban tan relajados, para saber que se iba a producir una batalla…

    El relieve fue colocado en un hueco oculto entre las ruinas del centro sagrado del templo, bajo una columna caída. Allí, los cinco seguidores se pusieron en semicírculo (porque no había mucho espacio) y empezaron a meditar, o algo así, en silencio. Abuelo y nieto esperaron alguna acción, pero solamente oyeron balbucear suavemente unas palabras.

    El aleteo de un pájaro distrajo a Yugi. Se dio media vuelta y allí estaba Atem, con su porte firme, como siempre. Iba vestido casi igual que los seguidores, pero los pantalones, o lo que fueran, le llegaban hasta las rodillas solamente.

    —¡Habéis pasado! Sabía que lo lograríais —se alegró Atem, abrazando a Yugi de sorpresa.
    —He-hemos recibido ayuda —comentó Yugi, recomponiendo sus emociones, y acariciando a la encarnación de Bastet, que seguía impasible a su lado.
    —Veo que te has encontrado con tus poderes. No me los cuentes, quiero que sea una sorpresa —dijo con cara de travieso. Luego explicó su desaparición—. He perdido a los siervos de Set en el desierto. Es su terreno, en cuanto se ha levantado una nube de polvo me he tenido que retirar. Vendrán por el sur, es todo llano, les veremos.
    —¿Cuánto tiempo tienes en esta forma? —preguntó Sugoroku en inglés.
    —El que quiera, siempre y cuando se lo pida antes a Isis y a Horus.

    Y eso se fue a hacer. Se apartó un poco del resto y empezó a balbucear también, con la diferencia que él empezó a emitir esa aura débil de luz solar. Sugoroku y Yugi salieron del recinto del templo, se sentaron en uno de los muros y miraron al sur, al desierto.

    —La calma antes de la batalla es aterradora… —soltó Sugoroku.
    —Bueno, pero va a ir bien. Tenemos muchísima ayuda, más de la que esperaba —sonrió Yugi, acariciando al gato, que esta vez respondió muy agradecido.

    Al cabo de un rato, cuando ya empezaba a menguar la luz del sol, Atem salió de su trance y se acercó a Yugi, que en ese momento estaba sentado solo, oteando el horizonte. Simplemente le cogió de las manos, se puso delante de él para levantarlo, y posó su barbilla en la cabeza de Yugi, sonriendo apaciblemente. Yugi enrojeció, pero se sintió muy tranquilo y en harmonía. Nunca había sentido ese tipo de amor por nadie, así que era un novato… pero ahora lo sentía y se dejaba guiar por él. Le apretó las manos como respuesta y luego le abrazó con firmeza.

    —Cuando todo esto acabe, redescubriremos el amor juntos —le dijo Atem, leyéndole el pensamiento—. Quiero vivir contigo.

    Yugi se estresó por un instante, intentando encontrar una respuesta o siquiera intentar rebatirle su decisión diciéndole que Egipto era su casa, pero… Yugi oía los latidos del corazón de Atem y se habían acelerado. No iba a dar marcha atrás con su decisión. Sonrió, más relajado.

    —Haré lo que sea para que se cumpla —dijo como respuesta.

    Se quedaron así por unos instantes, escuchando el silencio, pero un fuerte viento les alteró al cabo de nada. No era un viento normal.

    —Chicos… se acerca una tormenta de arena —les avisó Sugoroku.
    —Son ellos.

    Ahora solamente podían esperar a que se dieran a conocer con toda su fuerza.

    ----------------------------------------------------------------------------------------------



    Tengo el capítulo 4 en construcción, pero aún no sé como acabará la historia jaja voy a tener que dejar que me hable ella misma... así que no sé si tardaré mucho o poco para el 4to capítulo XD

    Comentad pliiiiis! :3

    Edited by Kaiku-kun - 4/4/2016, 19:27
     
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    Ostiiiii!!! El capítol es boníssim! M'ha encantat! Tot i que algunes cosetes m'ha costat entendre-les però ho he aconseguit!! Osti es un cap molt bo, m'ha tingut amb l'intriga quasi tota l'estona. M'ha agradat molt l'abraç sorpresa de l'Atem, jajajajajjaja, pobre Yugi, el veig mooolt perdut però l'escena d'ells dos al final ha sigut tan cuuuuuute!! L'Atem vol viure amb en Yugi, aay quin romàntic està fet <3, i allò de "redescubriremos el amor juntos". M'has matat amb això. Em pregunto com ho farà :v. Saps? Encara que no ho hagi dit, la suposada "mort" de Asim m'havia donat molta pena però m'alegro molt de que no sigui mort, aquest paio em recorda en Shadi de l'anime/manga!! En Shadi em cau molt bé (tot i que abans no era així :v).

    El cap es força llaarg eeeeh! Però m'ha agradat moltíssim! Ja estic impacient, un altre cop, per veure com acaba la història. Espero que bé i que els malsons d'en Yugi nomé siguin això: malsons :v perquè com matis a la meva oreneta tu te'n vas pel darrere Pardalet perquè me'ls estimo molt als meus nens <3, VISCA PUZZLESHIPPING!! Cada vegada em faig més fan de ta forma d'escriure, es que m'encanta, té un no sé què, que em fa un no sé què als ulls :v, escrius de maravella. Espero que aquesta guerra que se'ls aproxima la acabin guanyant, els meus nens tenen que viure junts!!! >:v!

    Bueno, aquí acaba ma comentari, sento que no sigui més llarg però és que no em vull repetir :P. Esperaré impacientment l'últim cap i com sempre, aquest Gamarús serà el primer en comentar-te. I quin dia és avui? Doncs avui és dia de Puzzleshipping e____e

    PD: La part de la mitologia m'ha encantat. Només sabia alló de la baralla de Set i Horus, també lo de Osiris i Isis però la resta no, així que, tal i com et vaig dir: ta fic m'ha ensenyat algo més sobre mitologia egipcia :3.
     
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    Hola-holaaaaa! Llega el 4to capítulo... y sí, parece que es el último peeeeero no ;)

    Música: como este capítulo no es tranquilito precisamente, me he puesto música de batalla jeje el disco Voimasta Ja Kunniasta de la banda Moonsorrow, aunque como siempre Lacrimosa (el disco Hoffnung) tuvo algo que ver también jeje

    Espero que os guste la batalla final! jeje también se me ha ido algo de las manos, pero es ligeramente más corto que el capítulo anterior jeje disfrutadlo!

    -----------------------------------------------------------------------------------------------



    4. En los dominios de Set



    Yugi y Atem se quedaron mirando la tormenta de arena. Parecía más bien un tornado, dependiendo de cómo se miraba. Se acercaba despacio, pero amenazaba con cubrir toda la zona arqueológica. Y no era pequeña.

    Los sirvientes de Isis frenaron sus plegarias para aconsejar a Sugoroku que se uniera a ellos, pues el sitio donde estaban rezando estaba resguardado precisamente del viento y la arena que proviniera del sur.

    —Dejemos que los enviados luchen por nosotros. A cambio, nosotros les ayudaremos a encontrar a Isis —dijo con calma Asim.
    —¿Y yo qué hago?
    —Tener paciencia y creer en tu nieto. Eso sirve mucho más de lo que te puedes imaginar.

    Sugoroku se quedó quieto por unos instantes. Luego miró a su alrededor. Todas las ruinas… podrían quedar tapadas de nuevo por la arena. La tormenta aún quedaba lejos. Si podían llegar hasta la Esfinge, por lo menos (que era lo más grande cerca, directamente al sur)…

    —Debemos movernos. La batalla no se puede producir aquí.
    —No. Hay que proteger el relieve. No sabemos que trucos usará Set.

    Sugoroku reflexionó un segundo y luego caminó hasta Yugi y Atem con prisas.

    —Debéis ir hasta el desierto, más allá de la Esfinge. Hay que proteger las ruinas.

    Atem se quejó, pero Yugi lo entendió enseguida. Miró al gato, que no había dejado de estar a su lado en todo el rato, y le pidió amablemente:

    —¿Crees que me podrías llevar rápidamente hasta la Esfinge?

    Como toda respuesta, el gato saltó de la piedra donde estaba descansando y en pocos segundos creció hasta convertirse en una leona más grande de lo habitual. Ella le hizo una seña para que se subiera y Yugi le dio las gracias con una sonrisa adorable de las suyas, mientras le acariciaba el lomo.

    —Haces bien —le dijo Atem, antes de convertirse en golondrina—. Quién sabe cuándo Bastet se convertirá en Sejmet.
    —No le hagas caso, está celoso porque eres más grande que él —bromeó Yugi con la leona. Aunque él tampoco tenía claro si ahora era Sejmet por ser leona o Bastet por estar calmada.

    Cuando Yugi se hubo acostumbrado bien, la leona se lanzó a perseguir a Atem por tierra, mientras éste inspeccionaba una buena zona para la batalla. En un periquete se encontraban delante de una pequeña llanura arenosa, delante de la Esfinge. Desde allí no se podía ver tan bien la tormenta, porque un cementerio moderno les tapaba bastante la visión, pero había espacio de sobra pasara lo que pasase.

    —Ya están cerca —dijo Atem cuando se volvió a transformar en humano—. El viento es mucho más fuerte ahora. Necesitamos a Isis.
    —¿Cómo podemos hacer que nos ayude?
    —Asim y el resto están en ello. Esas plegarias no se lanzan al azar —le dijo mientras guiñaba un ojo—. Deben de estar a punto de acabar.

    La tormenta de arena ya impedía ver todo lo que no fuera lo que había a espaldas de los enviados. Una pirámide ya no era visible, y la de Kefrén empezaba a desaparecer también. Tampoco el cementerio moderno, ni la ciudad a su izquierda.

    —¿Notas eso? —le preguntó Atem—. Esta tormenta no es normal. Set ha usado uno de sus trucos.
    —¿Qué quieres decir?
    —Set y sus seguidores pretenden llevarnos al desierto con su magia. Allí Isis no podrá ayudarnos… si no se presenta antes de que aparezcan los enviados de Set.
    —Pero tenemos a Sejmet y tus habilidades otorgadas por Horus… ¿no?
    —Si no tenemos contacto con Isis, las perderemos. Y en el desierto de Set, aunque haga sol, Isis no tiene ningún tipo de poder. Solo podemos confiar en Asim ahora.

    Yugi miró preocupado hacia el templo de Isis, que quedaba oculto por la Esfinge. Entonces vio algo raro: había un pequeño foco de luz proviniendo de allí.

    —A-Atem… ¿Eso es…?

    Él se giró, pero no dijo nada. Solo vio con la boca abierta y ojos desorbitados lo que estaba seguro que ni ellos ni nadie más en el mundo volverían a ver en milenios. La diosa Isis en persona. Incorpórea, transparente, apenas unas líneas de luz formando su silueta bien detallada, pero suficientemente poderosa para mostrarse tan alta como la pirámide de Kefrén. Sus pasos gigantes tocaban el suelo como si sus pies fueran de verdad y dejaban huella en la arena. Isis se detuvo unos metros detrás de sus enviados y miró hacia la tormenta: ya estaban dentro.

    —¡Ola de arena! —gritó Atem, advirtiendo a Yugi y a la leona para que se protegieran.

    Set había lanzado sus más fuertes vientos para azotar con arena a sus enemigos, pero al parecer no se había dado cuenta de que Isis también se había presentado, pues, cuando no podían mirar sus enviados, la diosa levantó la mano con fiereza (levantando de paso una de sus alas de milano) y la arena se levantó en columna justo delante de los chicos, como un enorme muro.

    —Uau… —dijo asombrado Yugi, cuando los tres se dieron cuenta de que la arena no llegaba. Luego la arena empezó a tomar una forma—. ¿Qué es eso?
    —Isis no es la única que se ha presentado físicamente —explicó Atem, con un deje de desprecio.

    Una parte de la arena rodeó a todos los presentes, incluida Isis, convirtiendo la tormenta en un tornado bien cerrado, y la otra parte formó un cuerpo humano de arena con cabeza de animal… un cerdo hormiguero. Ese era el rostro de Set. A sus pies, estaban sus seguidores, que eran los cuatro asesinos que Yugi y Atem ya habían conocido.

    —Has llegado tarde, hermano —vociferó Isis. Su voz era femenina pero a la vez potente, ruidosa y con un eco cavernoso que ensordecería a cualquier humano normal—. Mis seguidores han llegado antes que tú. Esta batalla está perdida par ti, de nuevo.
    —Esto no ha hecho más que empezar —tronó su hermano Set, con el mismo tipo de voz—. Acabáis de entrar en mi reino, el desierto. Tu poder es menor y yo estoy en casa. Como más tardéis en salir del desierto, más se extenderá el caos en el mundo. Y no pienso permitir que salgáis.

    La tormenta frenó, perdió fuerza muy rápidamente. La arena cayó despacio y se extendió por la llanura, revelando lo que Set ya había advertido: ya no estaban en Guiza. Allá donde miraran Yugi y Atem solo veían dunas, desierto, arena, ni ruinas, ni ciudad, ni pirámides.

    —Set… ¿se ha ido?
    —No —negó con furia Atem—. Peor. Nos ha dejado un regalo de bienvenida.

    Set se había fundido con su propio terreno y no estaba físicamente, pero detrás de su enorme cuerpo arenoso había dejado una buena protección a sus súbditos.

    —¿Qué son? Hay muchos… Son todos negros… —se iba fijando Yugi, entrecerrando los ojos—. ¡Espera! ¡Están armados!
    —Son los siervos de Anubis, chacales guerreros con cuerpo de hombre. Huelen la muerte y el miedo igual que su dueño. Set debe haberse ganado la confianza de Anubis de alguna manera.

    Yugi miró a su alrededor. Y como más miraba, más chacales veía que les estaban rodeando. Había centenares. ¿Eso era lo que habían conseguido los seguidores de Set, robando el otro fragmento del relieve? Algo le decía que lo habían corrompido de alguna manera y que la solución era recuperarlo. Tenía esa corazonada. Pero no sabía si Atem la compartiría.

    —He escuchado lo que piensas —dijo Atem, mientras veía acercarse a los siervos de Anubis por todas direcciones—. Es nuestra única opción por ahora. Pero hay que cubrirnos por todos los lados. No pueden hacerle nada a Isis, pero a nosotros nos pueden destrozar. Necesitamos ayuda.

    Yugi asintió y empezó a pensar en algo, mirando a Sejmet, que estaba tranquilamente sentada en la arena. Ella tendría la respuesta. Aunque se preguntaba por qué Isis no les recomendaba hacer nada.

    —Isis nos mantiene en contacto con ella con su poder, ¿verdad?
    —Es lo que creo —respondió Atem—. Está concentrada en otorgarnos todo el tiempo posible.
    —A ella no le podemos pedir más. Pero a Sejmet sí.
    —¡Uoh! —Se sorprendió Atem. Pero no era por lo que había dicho Yugi—. Pues más vale que se lo pidas rápido, ¡tenemos un problema!

    Yugi levantó la cabeza una vez más. Los chacales habían frenado lo justo para darse impulso para lanzar millares de jabalinas. Se quedó bloqueado de miedo.

    —Son armas malditas —tronó Isis, con calma y ese eco ensordecedor.

    Yugi no entendió pero, al parecer, Atem sí. “Entonces es cosa mía”, dijo para sus adentros. Él sabía concentrar la energía de Isis lo suficientemente rápido para prevenir ese ataque. Alzó sus brazos iluminados y gritó a pleno pulmón:

    —¡Horus, Señor del Cielo, protector de Egipto! ¡Concédeme la magia del Udyat!

    Un halcón graznó a lo lejos, aunque Yugi no vio pájaro alguno.

    —Tu plegaria ha sido escuchada —dijo Isis, sin moverse un pelo en su forma luminosa.

    El aura luminosa de Atem se expandió en cuestión de un segundo, cubriendo bajo una cúpula lleno de signos del ojo de Horus a los protegidos de Isis, en el momento justo en que las jabalinas iban a caer encima de ellos. Todas se desintegraban en contacto con el poder del Udyat, sin dejar rastro, y la cúpula de luz no recibía un solo arañazo.

    —¡Date prisa! ¡Pierdo mucha energía usando el Udyat!

    Yugi salió con nervios de su asombro por la cúpula y volvió la cabeza de nuevo a Sejmet, que estaba en la misma posición, algo más cerca de la luz de Isis, que no se sabía muy bien dónde empezaba.

    —Me temo que no voy a poder resolver este problema con amor y mi bondad, Sejmet. Ojalá pudiera. Por favor, tienes que ayudarme a defenderme. Solamente necesito llegar hasta el relieve…

    La leona gigante le miró a los ojos, agachando un poco la cabeza para estar a su altura. Yugi sintió temor al tener a una diosa con esa forma violenta mirándole, pero no desvió la mirada un segundo. Estaba decidido. Como consecuencia, la leona empezó a gruñir, retrocedió un par de pasos y empezó a cambiar su forma: sus patas traseras se convirtieron en piernas, su cuerpo peludo en el cuerpo de una mujer, cubierto por una ropa fina blanca y, aunque su cabeza mantuvo la forma de leona, salió un aro de luz en su cabeza. El mismo símbolo del sol que había visto en Hathor. Además, su tamaño casi igualaba al de Isis.

    —Quieres el relieve y lo tendrás, joven Yugi. ¡Vamos a sembrar el caos!

    Atem se giró, asustado por la potencia y violencia de esa voz, para encontrarse con la diosa en todo su esplendor, rugiendo a los cielos, con los ojos emanando la luz de Isis. La cúpula desapareció para ser substituida por un montón de elipses de luz que rodearon tanto a Sejmet como a los enviados.

    —¡Que la naturaleza del Nilo guíe nuestra victoria! —clamó Sejmet.

    De todos los elipses empezaron a salir criaturas de todo tipo en todas direcciones: pájaros como ibis, flamencos, gaviotas, halcones. Luego salieron leones y leonas, hienas, guepardos, cebras, gacelas de todo tipo, caballos, toros enfadados. Poco a poco los animales que iban saliendo eran más grandes, pues salieron hipopótamos, elefantes y rinocerontes embistiendo en dirección a los siervos de Anubis. Al final, salieron unos escarabajos gigantescos, más grandes y más rápidos que cualquier rinoceronte, con unas pinzas que podrían atrapar a dos o tres chacales a la vez.

    Era una explosión de naturaleza que Yugi estaba admirando como un niño. Además, toda esa fauna tenía la aureola solar de Isis y los suyos. Quería decir que estaban protegidos por la misma diosa. Eran seres mágicos.

    —Hora de entrar en batalla —dijo con confianza Atem, desenvainando sus kefresh, mientras baja la cabeza—. Hasta tenemos montura.

    Yugi se giró hacia Sejmet de nuevo, para ver que volvía a ser la leona descomunal de antes. Y se estaba ofreciendo para llevarles a la batalla.

    —No tenemos mucho tiempo. Los chacales son muy resistentes, no sabemos cuánto aguantará la fauna de Sejmet —apremió Atem a Yugi, cuando subieron—. ¡A por ellos!

    Sejmet salió disparada hacia los seguidores de Set, alcanzando en unos pocos segundos a sus escarabajos (que iban detrás del todo como apoyo) y se abrió paso hasta alcanzar a los elefantes y los rinocerontes, que ya estaban arrollando a los primeros chacales.

    —No podemos pararnos a luchar con ellos —dijo Atem, mientras acuchillaba a todos los enemigos que podía. Aunque no brotaba sangre de esas heridas—. Hay que llegar lo antes posible a los seguidores de Set.
    —Seguro que los animales distraerán a los chacales —dijo Yugi, acariciando el lomo de Sejmet, en señal de agradecimiento.

    En medio del tumulto, la leona avistó a los seguidores de Set, rodeados de chacales, que estaban subiendo a una pequeña duna que se deshacía por momentos, por el temblor de la estampida. Uno de ellos se giró de cara a los jinetes.

    —¡Nosotros también tenemos trucos bajo la manga!

    El temblor se intensificó y un montón de dunas se deshicieron al instante para revelar a unos enormes escorpiones, listos para atacarles.

    —Los escarabajos —le susurró Yugi a Sejmet, en un momento de lucidez estratégica. La diosa leona rugió, frenando en seco y mirando atrás y, casi al instante, los escarabajos cercanos acudieron en su ayuda. Yugi sonrió—. Tú y yo seremos buenos amigos.

    Los escarabajos cargaron contra los escorpiones, pero éstos eran más, así que Atem saltó del lomo de Sejmet para unirse a la batalla. Yugi se giró, sorprendido y asustado por perder entre la nube de polvo y las bestias a su amado.

    —¡Estaré bien, Yugi! ¡Horus me protege! —le gritó Atem instintivamente, mientras ya empezaba a destripar al primer escorpión—. ¡Recupera el relieve!

    Eso último ya casi no lo oyó. Sejmet no había aminorado un ápice de su velocidad para ver qué pasaba con Atem. Seguía esquivando a chacales sin parar, ayudada por los rinocerontes y elefantes y, de hecho, ya casi tenían a tiro a los seguidores de Set y los pocos escorpiones libres que montaban.

    —¡Salta! —ordenó Yugi.

    Sejmet pegó un bote enorme que le permitió morder la base del aguijón de uno de esos escorpiones. El animal frenó en seco y chirrió de dolor, lo que provocó la caída del jinete que lo montaba. Los otros escorpiones se detuvieron para defender a su compatriota, pero se libraron de sus jinetes y huyeron cuando vieron que Sejmet y dos elefantes se abalanzaban sobre ellos. El primer escorpión quedó chafado por las enormes patas de los elefantes y los otros animales que venían detrás.

    —Dadme el relieve —les dijo suavemente Yugi, desmontando de la leona. Ella gruñía furiosa.
    —¡Ni hablar! —dijo asustado el que lo llevaba, mientras ayudaba a sus tres compañeros a recuperarse—. ¡Aún podemos luchar! ¡Set gobernará en el Nilo de nuevo!
    —Espera —detuvo Yugi a Sejmet, que empezaba a perder la paciencia, como era habitual en ella. Ella se calmó un poco, pero los de Set sacaron sus cuchillos—. No voy a pelear contra vosotros. Estoy cansado de tanta guerra. Solo quiero la paz y la verdad.
    —No digas… tonterías… —balbuceó el de siempre.

    Algo les frenaba de lanzarse a atacar. Miraban a Yugi y eran incapaces de acercarse. Su piel empezaba a relucir como si estuviera bañada en oro, brillaba con luz propia. Pero no cegaba. Era una luz bondadosa y calmada. Como el del sol por la mañana. Los cuatro acabaron arrodillándose, indefensos, incapaces de hacer daño a nadie. Esa era la bondad y el amor que desprendía Yugi, gracias al poder de Hathor e Isis. El enviado de la diosa se arrodilló al lado del que siempre hablaba y le puso una mano en el hombro.

    —Mi abuelo siempre me ha contado historias sobre Set, gran dios del desierto, que luchaba codo con codo con Horus para defender la barca solar, para que cada día saliera el sol. No somos enemigos. Vuestro fanatismo ha vuelto violento a Set, pero si rezáis por él como el dios protector que es, os perdonará igual como yo hago ahora.

    Los cuatro se quedaron estupefactos, por la presencia de Yugi y por sus palabras. Claro que sabían todo eso. Pero habían dejado que la mala fama de Set les pusiera en contra del resto de dioses.

    —Lo sentimos mucho…

    Uno de los cuatro seguidores sacó el relieve de la bolsa y se lo dio a Yugi, sin mediar palabra. En el relieve se habían marcado unos símbolos encima de los pocos originales. Tenían que ver con Set, y lo alababan como un dios malvado. Ese cántico violento era el que había provocado la batalla. Pero en manos de Yugi parecía que esos grabados se difuminaban. Sólo necesitaban un empujón para desaparecer.

    —Estas palabras ya no son escuchadas por nadie… han perdido su función —dijo, pasando el dedo por encima—. Desapareced.

    Los grabados se convirtieron en arena en un destello de luz breve y desaparecieron. Yugi tuvo entonces un escalofrío. La batalla seguía y Set no se rendiría, pese a que sus sirvientes sí lo habían hecho.

    —¡Atem! —gritó Yugi—. ¡Por favor, debemos volver con Isis!

    Se guardó el relieve, montó en Sejmet, que estaba lista para correr de nuevo, y se fueron a por Atem.

    Le encontraron rodeado de chacales, con dos escarabajos muy magullados protegiéndole. Sejmet abrió paso con los pocos elefantes que quedaban y Yugi agarró el brazo de Atem para subirlo al lomo de la leona.

    —¡Gracias, Yugi! Lo estaba pasando mal.
    —Hay que volver con Isis. Solamente ella puede acabar la batalla.

    Pero había un problema. Los chacales serán muy superiores. Estaban acabando con la fauna de Sejmet y estaban cerrando filas al alrededor de Isis. Llegar allí era casi imposible.

    —Atem, mira eso —le avisó, mirando a su izquierda.
    —Es Set —dijo Atem cuando vio un tornado acercarse a Isis, en la lejanía—. Va a solucionar en persona todo esto. Hay que llegar antes que él.
    —¿Cómo? Isis está rodeada…
    —Pero solamente por chacales —sonrió, triunfante—. Dame el relieve.

    Yugi le hizo caso, golpeado emocionalmente por esa confianza repentina. Cuando pensó que era eso lo que Yugi había hecho con los seguidores de Set, entendió su posición.

    Atem lo cogió, saltó del lomo de Sejmet una vez más y en el proceso se convirtió en golondrina. Salió volando por encima de las cabezas de todos los animales de la batalla a una velocidad que no creía posible para un pájaro tan pequeño.

    Y se convirtió en una carrera. Atem (agarrando con sus patas el pesado relieve) contra Set. Chacales y pájaros de Sejmet impidieron el avance de ambos, pero Set simplemente les hacía volar por los aires y Atem era suficientemente ágil para esquivar cualquier ataque de los siervos de Anubis.

    —No llegarás —tronó la voz de Set. Estaba ya muy cerca—. El relieve es mío.

    El viento era demasiado fuerte para Atem. Acabó por chocar contra el suelo y se transformó en humano, bastante magullado, pero para su alegría estaba a unos pocos metros del cuerpo luminoso de Isis. Luchó contra el viento de Set con todas sus fuerzas, hasta que tuvo que cerrar los ojos por la arena y perdió la noción del espacio.

    De repente, el viento frenó en seco. Se encontraba casi cubierto de arena. Pero su mano, con el relieve, estaba brillando con la luz de Isis. Había llegado. Se desenterró y miró al cielo. Isis estaba frente a frente con Set.

    —Hermano. Por favor. Ya ha acabado. Vuelve en ti. —Isis hablaba a su hermano como si hubiera sido poseído—. Tus seguidores han acabado con esto.
    —Hermana… —dijo, con voz algo aturdida.

    Entonces todo empezó a desaparecer. La forma de arena de Set, los chacales, los animales de Sejmet que quedaban con vida, el desierto… incluso Isis se desvaneció. De repente, se encontraba cerca de la Esfinge de nuevo. Yugi, Sejmet y los seguidores de Set estaban tan solo unos metros más allá. Todos se acercaron corriendo a Atem.

    —¡Atem! ¿Cómo estás? —le preguntó Yugi entre lágrimas.
    —Tranquilo, me recuperaré de esta… ¿Qué ha pasado con todos?
    —Set ha decidido acabar con la batalla —explicó el seguidor de Set que siempre hablaba—. Se ha llevado a los caídos para que Anubis y Osiris los cuiden.
    —¡Tú! ¡Te voy a…! —Pero fue frenado en seco por Yugi—. ¿Pero qué haces? ¡Son nuestros enemigos!
    —No, no lo son. Ya no. Solamente rezan a otro dios del mismo Egipto en el que tú crees.
    —Así es —dijo una voz a sus espaldas. Era Asim. Venía con Sugoroku y el resto—. Este era el objetivo real de todos estos acontecimientos. Se debía restaurar el orden natural. El equilibrio de fuerzas.
    —Pe-pero… yo… —balbuceó Atem, quien siempre había entendido esta eterna batalla como blanco y negro.
    —¡Abuelo!
    —¡Yugi! ¡Estoy tan orgulloso de ti…!

    Entre ellos dos se escurrió un gato muy mimoso, que había sustituido a una leona feroz. Yugi cogió la gata y ésta, muy feliz, se dejó acariciar por Sugoroku, mientras irradiaba un aroma de paz y serenidad.

    ----------------------------------------------------------------------------------------



    Aviso que para el epílogo/capítulo 5 voy a tardar un poquito. tengo un trabajo para el martes que viene y empiezo a ir un poco de culo para este fin de semana, así que... ya veremos cuando lo cuelgo jeje

    Edited by Kaiku-kun - 8/4/2016, 19:14
     
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    Bones Pardalet!! Ja me llegit el capítol! Ha estat increíble! Quina batalla, mare meva. He arribat a pensar que a en Yugi li aniria a passar alguna cosa, però menys mal que no ha sigut així, tot i que l'Atem no ha tingut la mateixa sort :v, però tal i com ha dit: es possarà bé :v, és l'Atem a fi de comptes. La bondat i l'amor d'en Yugi sempre tocant els cors de les persones, ay! Quin Yugi! M'alegro molt de que aquesta guerra hagi acabat bé, a veure qué passarà després :3, em pica la curiositat.

    Els déus, com han molat els déus!! Saps? Justament ahir estava veient un documental sobre déus i dimonis de l'Antic Egipte -sí, ma obsessió per Egipte em pot de sobres- així que els déus ja els coneixia. Tot i que el poder de l'Ull de l'Udyat m'ha molat moltíssim, ahir en el documental vaig enrecordar-me del signe de l'Ank (s'escriu així? XD és que crec que en anglès és Ankh o no sé :v) i crec recordar bé que és un poderós símbol que representa la vida i que protegeix molt, fins ara n'estava pensant què significava el puto símbol i com es deia perquè no ho recordava però ara ja sí (a més, aquest símbol ha aparegut en la Temporada 0 de Yu-Gi-Oh!).

    Encara que el capítol hagi estat una mica més curt que els anteriors, ha sigut genial. He vist com dues faltes d'ortografia, recorda que "sólo" acentuat en castellà substitueix a "solamente" (aquí et deixo un exemple: "Sólo está fingiendo", "Las golondrinas vienen sólo en las épocas más cálidas del año"), però quan no està acentuat es quan es refereix a una sola cosa, sigui animal, objecte o persona (com per exemple: "Él estaba solo en su cuarto"). Bueno suposo que ja ho sabies i que només se t'ha anat el dit a la hora d'escriure però només t'ho volia deixar aquí explicat :v.

    M'ha agradat moltíssim, de fet ja n'estava impacient. No passa res si per l'últim trigues una mica més, s'ha de tenir paciència en aquest món :v i si veus faltes d'ortografia en ma comentari et demano disculpes XD, hi han paraules en català que no recordo gaire bé com s'escriuen. Però al menys aquest Gamarús ha complert amb sa deure i t'ha deixat un señor comentari hahhahahahaha, segurament quan vagi passant el temps, algú més et comentarà. Només has de tenir paciencia, un/a autor/a mai demana que li comentin, només escriu i publica. Els que demanen comentaris solen ser els que no tenen gaire nivell i que estàn desesperats :v, així ho penso jo.

    A veure què passa a l'últim capítol (menys mal que no has deixat el fic amb 4 caps, n'has posat 1 més :v).

    Apa Pardalet, ens veiem!!
     
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    Ya estoy aquí!! he tardado un poco, pero ha valido la pena jeje este es el último capítulo, pero creo que es el más largo de todos jajaja hay un poco de todo, el final de la aventura, el final del viaje... y otro tipo de final ¬///¬ que me ha costado lo suyo redactar jaja espero que disfrutéis del final!!

    Música: Lacrimosa - Elodia, que es una historia de amor jeje

    El título de este capítulo es una frase que sale en el capítulo 2x02 de la serie Avatar the Last Airbender, que describe muy bien la mayor parte de la historia. Es un buen colofón jeje

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    “Focus less on the Where, and more on the Going”


    (Céntrate menos en el “adónde vas”, y más en el camino)



    Seguidores de Set y de Isis dejaron la Esfinge atrás para volver a quedar a la vista de la población y la policía reunida cerca de las ruinas, en el templo donde Asim había colocado el relieve de Yugi. Allí, se empezaron a tomar decisiones:

    —Hay que devolver los relieves al museo —dijo el seguidor de Set, señalando el que aún cargaba Atem—. Os lo dejo en vuestras manos.
    —¿Qué pasará con vosotros? —preguntó Yugi.
    —Tenemos que pagar por nuestros crímenes, aunque estuviéramos cegados por la ira. Set nos ayudará, vivamos o no.
    —Isis también —confluyó Yugi con las emociones de su antiguo enemigo, cogiéndole de los antebrazos, a la par que miraba al resto de seguidores con compasión.

    Asim también les deseó el menor sufrimiento posible, pasara lo que les pasara. Sus compañeros extrajeron el relieve de Yugi del recuadro donde había sido depositado, mientras los de Set se iban. Yugi vio con algo de impotencia cómo la policía les detenía después de una corta conversación. Mientras observaba, vio de pasada las ambulancias.

    —¿Cuándo han llegado?
    —Las llamaron cuando la tormenta os engulló —explicó Sugoroku—. Supongo que vieron que estabais en peligro. Sobre todo porque después de haber desaparecido, yo intenté entrar en la tormenta y no pude.
    —Es que…

    Yugi se puso a contarle a su abuelo el cambio del mundo real al reino de Set. Le prometió a su abuelo que con calma lo escribiría todo y se lo explicaría con detalles, pero avanzó cosas que pasaron en la batalla. La presencia de Isis, de Set, los animales, los siervos de Anubis… Sugoroku intervino contando la aparición de Isis, desde una pequeña chispa hasta ser el gigante lumínico que vieron todos, incluidos ciudadanos egipcios.

    —¡Increíble! Probaré de dibujarlo cuando me lo cuentes mejor. Es una ocasión vital para aprender más de la mitología egipcia.
    —Abuelo, tu siempre igual…

    A un lado del templo, retirado, solo y cansado, estaba Atem. Estaba hecho un lío. Se sentía bien por haber acabado la batalla y la disputa, pero tenía sentimientos encontrados, dejando vivos y en manos de la policía a los seguidores de Set. Él siempre había entendido que solamente Isis tenía el poder de juzgarles, que ellos siempre serían sus enemigos, y en la batalla lo habían sido (y muy dignos), pero en un giro inesperado, Yugi había jugado su baza pacificadora e inmediatamente Isis, Asim y el resto habían seguido el mismo camino. ¿Por qué? Entendía que Set fuera venerado y que a veces no fuera intrínsecamente malvado pero… ¿qué pasaba con los causantes de todo? ¿Porqué de repente ahora eran buenos y todos les aceptaban como tal? ¿Por qué era el único que no estaba convencido?

    —Atem. —Era Asim—. Noto tu conflicto interno. ¿Qué ocurre?
    —Siempre me habéis enseñado que hay que luchar contra Set para que Egipto y los dioses solares estén a salvo. No entiendo este resultado.
    —La batalla ha terminado, Atem. Ya no hay enemigo.
    —¿Así, sin más? —cuestionó, levantando la cabeza y mirando molesto a Asim—. ¡Lo único que ha cambiado es que los seguidores van a la cárcel! ¿Qué pasa con todo el resto?
    —No pasa nada. Está todo en orden.
    —Pe-pero… yo… lo que me habéis enseñado…
    —Te enseñamos a creer en ti mismo y a luchar por lo que valoras. Te enseñamos que las cosas no siempre tienen la forma que aparentan. Por eso has sido tan astuto guiando al otro enviado por todo este proceso. Pero una cosa que nunca pudimos enseñarte nosotros, aunque lo intentamos, que es ser adaptable y receptivo.
    —¿Qué tiene que ver esto con el final de la batalla? —replicó molesto Atem. Asim siempre daba unos rodeos enormes para llegar a la conclusión.
    —Una creencia poderosa puede llegar a cegar. Nosotros intentamos que no vieras esto como blanco y negro, nosotros los buenos, ellos los malos. Pero fue inevitable. Te basaste en eso para crecer como guerrero. Creíste que sacrificar parte de tu forma humana para conseguir más fuerza y poderes divinos era lo correcto y lo necesario para enfrentarte a Set. Y sin duda te ha resultado útil. Pero ahora te choca que Set no sea el malo. No hay buenos ni malos en una guerra. Solamente humanos cegados por sus propias creencias. Todas las religiones han creado guerras por esto, por ser intransigentes, poco adaptables, poco permisivas. El cristianismo es la primera.
    —¿Entonces los seguidores de Set estaban cegados por la venganza del pasado?
    —Sí. Cuando Yugi ha comprendido lo que ocurría, se ha prestado para restablecer el orden. Donde Set e Isis están al mismo nivel y son buenos hermanos, como debería haber sido siempre. Tú solamente tienes que darte cuenta de lo mismo, a tu manera.
    —He… he sacrificado parte de mi humanidad para esto… yo… llevo esta maldición por orden de Isis…
    —No estoy tan seguro de que sea una maldición.
    —¿Cómo dices?
    —Creo que Isis detectó esa fuerte personalidad tuya, ese orgullo por tus valores. Creo que quiere enseñarte algo. ¿Qué cosas buenas te aporta ser una golondrina?
    —Me permite desplazarme rápido —dijo, dudando—. Puedo volar, puedo ahorrar en comida y bebida. En situaciones de emergencia es muy eficaz. Pero me impide ser humano por mucho tiempo, y suele ocurrirme en el peor momento.

    Asim sonrió. Él ya había visto el problema, pero no estaba seguro si decirle a Atem cuál era. Estas cosas, contadas, no son lo mismo. Y la intransigencia del enviado de Isis podría hacer que se resistiera a la verdad.

    Atem, por el otro lado, había visto la sonrisa de Asim, y ya se había emparanoiado analizando sus propias palabras, a ver qué había dicho mal. Se mareó un poco pensando, por el cansancio, e inconscientemente acabó pidiendo ayuda a Isis para que le calmara los nervios. Lo que no esperaba era que apareciera.

    —Atem, ¿qué has hecho? —le preguntó sobresaltado Asim, que veía como una forma lumínica pequeña salía del cuerpo del enviado—. ¿Cómo lo has hecho?
    —No… no se…

    La repentina luz atrajo la atención a todos los que había al alrededor. Yugi se acercó el primero, preocupado por Atem. Pero ninguno dijo nada. Estaban esperando una voz, una señal, algo que les dijera que no había peligro. En lugar de eso, parecía que Atem estaba escuchando.

    —Isis… —murmuró, cuando se acabó de formar, siendo no más grande que un brazo de Atem—. Lo siento…
    Estás confundido, enviado”, dijo ella, en la cabeza de Atem
    Sí… ahora empiezo a entender que la batalla era una… farsa. Para hacer entrar en razón a Set.”, dijo Atem, desorientado por la voz solemne de la diosa.
    No era una farsa. Era real. Set y sus seguidores estaban en peligro. Pero ya no.
    Siempre habláis en acertijos… no lo entiendo. Pero estoy confundido por los poderes que me otorgaste. ¿Por qué una transformación que no puedo controlar?”
    Podrías, si entendieras. Lo que ves de ser una golondrina es que es una utilidad, y nada más. Ir a un sitio, ahorrar tiempo. Pero la utilidad es justo lo último que quería que vieras. Te queda un largo camino por recorrer. Ya no hay objetivos, por eso estás confundido. Solamente te queda el camino. Tú decides cómo interpretar ese camino.

    La voz desapareció. Isis también. Y luego todo el alrededor de Atem se desvaneció.

    Atem despertó unas pocas horas después en el hospital. Estaba mareado, agotado, sentía náuseas, pero nunca se había levantado de la cama con una perspectiva tan grande de su mundo.

    —¡Atem! ¿Cómo estás? ¡Nos tenías preocupados! —Era Yugi, que estaba sentado a su lado. Bueno, casi no vio eso, porque se había lanzado despreocupado a abrazarle. Era un abrazo cálido, pero el mareo de Atem le impidió saborearlo.
    —Estoy… bien —mintió—. ¿Qué ha pasado?
    —Te desmayaste justo después de que Isis desapareciera —le contó Yugi, desenganchándose un poco—. Corrimos hasta las ambulancias y te trajeron al hospital. Asim y el resto se quedaron allí para informar de lo que había pasado. Dijeron… que ya no volverían a vernos en mucho tiempo.

    Atem se quedó serio, sin reaccionar a eso último. Él pensaba lo mismo. Algo en las palabras de Isis le había hecho ver que era hora de empezar otro viaje… y Asim y los suyos no estarían allí para ayudarle.

    —Yugi… te dije que quería vivir contigo, fuera donde fuera, ¿te acuerdas?
    —Sí, c-claro —contestó Yugi, enrojeciendo. ¿Cómo iba a olvidar eso, con todo lo que había imaginado sobre ello?
    —Pues voy a tardar un poco a cumplir eso. Quiero… quiero llegar por mi cuenta a tu casa.
    —¿Qué quieres decir? ¿Siendo golondrina? —preguntó, algo sorprendido.
    —Sí.
    —¡Es genial! ¡Por fin te vas a divertir volando! No sabes la envidia que te tengo por poder ir a donde quieras y cuando quieras solamente echando a volar…

    Atem se quedó algo atónito con esa reacción. Yugi lo había entendido al instante. Divertirse volando. Eso era algo que no había concebido nunca. Eso debía de ser lo que Isis y Asim habían probado de decirle. Ya no había deber de ir a ningún sitio, sin objetivos ni prisas… así que podía disfrutar de esa maldición.

    —Soy… libre… —murmuró.
    —¡Pues claro! ¡Yo pensaba que ya lo eras! Con lo fácil que parecía…

    De nuevo, Yugi parecía que entendía cada paso que Atem daba. Yugi sí que era libre. No veía objetivos, solamente disfrutaba de todo lo que hacía o sobrellevaba todo lo que podía los malos ratos, sin pensar cuándo acabarían. Atem sonrió. Esa réplica del él mismo, pero en pequeñito, le estaba enseñando un montón en poco tiempo. Y siempre se mostraba tan alegre… Tenía ese don de la calma y la alegría de Bastet.

    * * *


    Atem salió del hospital la mañana siguiente. Se despidió con un abrazo de Yugi, prometiéndole su primer beso pronto (lo que hizo fundir de vergüenza al pobre Yugi) y le dio la mano a Sugoroku, deseándole suerte con el resto del viaje. Se transformó en golondrina y desapareció entre los edificios de El Cairo.

    A partir de entonces, Yugi echó de menos la presencia del otro enviado a cada rato, y a la vez se sentía con muchas ganas tanto de volver a casa como de ver todo lo que Sugoroku tenía planeado.

    Así, la semana de Yugi en Egipto pasó a mucha velocidad. Abuelo y nieto vieron las ruinas de Menfis, antigua capital del Bajo Egipto, las pirámides de Saqqara, y luego subieron al Alto Egipto a ver la ciudad de Tebas, la enorme necrópolis de Abydos, el Valle de los Reyes y, en la última visita, después de ver Abu Simbel, llegaron al templo de Isis en la isla de Philae, el más importante (y reconstruido) de todo el Egipto antiguo. Allí, Yugi se tomó un tiempo a solas, en el espacio restringido del templo, donde solamente los sacerdotes podían entrar antiguamente. Puso las manos en el pequeño altar, a modo de mesa de piedra, y evocó a Isis, dejando que su cuerpo se iluminara. Le dio las gracias por ayudar a Atem, a él, por haberle permitido enseñarle las maravillas de su país y por haberle protegido siempre. Salió de allí sintiéndose muy ligero y atrayendo a él todas las miradas de los turistas, que veían una misteriosa aureola de un color parecido a la piedra del templo que emanaba de un joven japonés.

    De vuelta a El Cairo, hicieron una última visita al museo. Allí, los dos relieves, tan pequeños e inofensivos, que habían causado tantos problemas, ya estaban expuestos juntos. Pasaron un día allí solamente por el recuerdo agradable.

    Yugi, estando en el avión, no dejaba de mirar por la ventana. Se sentía tranquilo. Pensaba en Atem, cuando le viera al volver a casa. Pensaba que ojalá él también tuviera alas, para no tener que coger un avión. También pensaba que a Atem no le gustaría estar encerrado allí dentro, después de haber comprendido que ser mitad pájaro era lo más libre que se podía ser.

    Yugi no se dejó llevar por la ilusión, pese a todo. No tenía ni idea de cuánto tardaba una golondrina en cruzar medio mundo, pero estaba seguro de que no sería poco. Además, pensaba que, si él fuera también un pájaro, se tomaría su tiempo para llegar, para ir con calma y ver mundo. Y quizá explorar cosas de sí mismo por su cuenta.

    Por eso no se desanimó cuando él y su abuelo encontraron la casa vacía.

    —Me pregunto cómo llegará Atem hasta aquí. ¿Cómo sabe dónde vivimos? —preguntó su abuelo la misma noche que llegaron.
    —Yo creo que me encontrará porque sabe detectar a Isis. Por eso siempre me encontraba en Egipto.
    —Ay, mi nieto, que se me hace mayor… ya tienes tus propias aventuras… ¡y te has echado novio!
    —¡Abuelo, qué vergüenza! —soltó él, tapándose la cara. Aunque en realidad daba gracias: Sugoroku ni había pestañeado ante la idea de tener yerno, sobre todo siendo Atem un chico.
    —¿Sabes? Creo que esa ropa que te compré recreando la del antiguo Egipto le gustaría a Atem. Está más acostumbrado a ella… a ver cómo reacciona.
    —Madre mía, trágame tierra… —contestó él. Su abuelo era muy travieso y se divertía incomodando de esa manera a Yugi.

    Esa noche no consiguió dormirse enseguida, pensando en cómo iba a aparecer Atem… y cuando. También pensó que sería una buena idea hacer caso de su abuelo y ponerse la ropa egipcia, así que, sin que nadie más lo supiera (pues lo tenía guardado en su armario ya), se lo puso a modo de pijama.

    —Hala, qué suave… —dijo en voz alta, cuando se lo puso. Puesto no era lo mismo que simplemente tocarlo en la tienda de recuerdos. No tenía mangas y si no fuera por el cinturón, sería un vestido que acababa en las rodillas—. Es muy cómodo…

    No esperaba que Atem llegara esa misma noche, así que simplemente pasó el rato sin poder dormir con los ojos cerrados.

    Así, pasaron unos días, en los que Yugi miraba despreocupadamente por el balcón al cielo estrellado nocturno, sonriendo, calmado, con la ropa egipcia, y luego se iba a la cama. Apenas salía (sus amigos estaban lejos, también de viaje, porque era verano), tampoco trabajaba, aparte de ayudar a su abuelo con la tienda… básicamente tenía mucho tiempo para él.

    —Anda… ¿y cómo se va a comunicar con mis amigos? —pensó uno de esos días—. Tendrá que aprender japonés… Y supongo que ir al instituto también estaría bien. ¿Tendrá dinero por si mi abuelo no lo puede cubrir todo?

    No es que le preocupara especialmente, en esos instantes… pero se planteaba curiosa esa relación.

    Y sin querer, dos semanas habían pasado. Había lavado el vestido ese unas cuantas veces, por si acaso, y ya había cogido su aroma. Seguía poniéndoselo. Y seguía saliendo al balcón un rato y luego entrando de nuevo.

    —Bueno, hora de entrar. Empieza a hacer fresco —se dijo, un día.

    Era uno de los últimos días de agosto y se acercaba una tormenta. Le preocupaba que afectase al vuelo de Atem. Probablemente por eso, cuando se durmió, acabó soñando con él. Era un sueño cálido. Era casi un recuerdo inexistente de su viaje a Egipto, de tan real que era. Estando junto a Atem, un Atem sonriente, paseando ambos entre las ruinas de Menfis…

    Un sonido parecido al choque de una piedra contra un cristal le despertó. Estaba algo desorientado, pero miró hacia la puerta y luego hacia la ventana, para aclararse los ojos.

    La luz de la luna le daba de lado, así que podía ver bien su cara, su sonrisa. Estaba igual que siempre, la misma ropa, el mismo porte. Estaba tranquilo y relajado. Algo que Yugi ya no podía decir de sí mismo.

    —Ábreme, anda —le dijo en egipcio antiguo—. Que empieza a hacer frío.
    —Pe-perdona, yo… lo siento —dijo, corriendo a abrir la ventana, sin querer mirar la cara que pondría Atem por su modelito.

    Él entró con calma y se quitó el abrigo oscuro, tan parecido a una capa. Luego se acercó a Yugi, que a la luz de la luna, y con su cara de vergüenza, resultaba más que adorable. No pudo contener las ganas de abrazarle muy fuerte y enterrar su nariz en el pelo de Yugi, cerrando sus ojos, para notar su aroma. Le parecía que había esperado muchas vidas a tener de nuevo ese contacto.

    —Me siento como si esto ya hubiera sucedido —dijo precisamente Yugi, con la voz temblorosa.
    —Parece como si supiera todo lo que va a pasar a partir de ahora…

    Yugi levantó la cabeza para mirarle a los ojos. Su voz le hipnotizaba y sus ojos amenazaban con hacer lo mismo. Ya lo estaban haciendo. Le estaba mirando, perdido en ellos, con los labios entreabiertos. Seguía su instinto, como siempre… le decía que se pusiera de puntillas. Que pusiera sus manos en el pecho de Atem. Y el obedecía. No llegaba a Atem, pero él acabó de cubrir la distancia. Su primer beso… en esa vida. A ambos les parecía tan familiar… Se sentían como si se conocieran de arriba abajo el uno al otro. Yugi no se sorprendió de notar las caricias de Atem por toda su espalda, sintiendo el contacto de la ropa, pero notaba su cara ardiendo… pero no quería parar.

    Después del primer beso, vinieron más, cortos y largos, pero sin ninguna prisa. Notaba el calor en su cuerpo y la emoción en el corazón cuando Atem se atrevía a pasar la mano por debajo de su ropa, pero dejándole con las ganas de más. Notaba dos bultos misteriosos y vergonzosos, el suyo y el de Atem, deseosos por salir de su prisión. Sus manos se habían cansado de estar quietas también, y probaron de meterse bajo la camiseta de Atem… a lo que él respondió quitándosela. Ver su cuerpo moreno lo detuvo un instante, pero luego casi le obligó a tumbarse en la cama. Atem obedeció sin decir nada, solamente dando más besos. Yugi estaba tan concentrado en quedar atrapado entre la emoción y los labios de Atem que casi ni se dio cuenta de que, en algún momento, se había quedado sin el cinturón que le sujetaba la ropa. Solamente cuando notó las manos del mayor acariciándole las piernas y subiendo por su trasero Yugi se sobresaltó por un instante, despegándose unos milímetros de su novio. Atem paró entonces, pero Yugi le dijo con la mirada que podía seguir. El menor notó las dos manos de Atem acariciando desde el trasero hasta la espalda, lentamente. Él no quería quedarse atrás, así que mientras pudo, le quitó los pantalones a Atem. Pero hubo un momento que ya casi estaba completamente desnudo y tenía que quitarse el vestido, así que se quedó medio sentado y acabó por tirar ese pijama improvisado a un rincón.

    Ahora se encontraba desnudo, rojo de vergüenza, e intentando taparse un poco el cuerpo. Atem sonrió piadosamente, pero con un movimiento rápido, lo acabó tumbando y se quedó él encima, lo que le dio a Yugi una apariencia de total falta de protección. Qué poco tardó Atem a quitarse del todo los pantalones para abalanzarse encima de su novio de nuevo. Ya no iba a ser tan clemente. Notaba a Yugi ardiendo, y él estaba igual, así que quiso notarlo piel con piel, cuerpo con cuerpo. Ambos notaron esos bultos húmedos que obstaculizaban en la barriga, pero les hacía sentir traviesos. Por eso Atem empezó a mover las caderas, para juguetear. Yugi empezó a notar ese cosquilleo de aviso que le decía que empezaba lo mejor… tuvo que soltar aire, y cada vez lo soltaba más aceleradamente. Le costaba controlarse. Pero Atem lo vio y decidió jugar un poco más: bajó hasta su entrepierna, llenando su cuerpo de besos, y empezó a lamer la punta del miembro de Yugi.

    —Aah… —No era un gemido, más bien soltaba aire, por el pequeño susto y la vergüenza, a la vez que se dejaba llevar. Atem profundizó un poco y se alegró de notar la respiración acelerada de Yugi—. A-Atem… yo… no sé si aguantaré mucho…

    Atem no paró de hacer estremecer de placer a su novio, pero le distrajo metiendo dos dedos de golpe por su trasero. Yugi se tensó un segundo, pero le había parecido que entraba muy fácil. Al cabo de nada, se añadió un tercero, y notó como Atem empezaba a hacer espacio. Entonces sí que paró, para darle un descanso momentáneo a Yugi.

    —¿Preparado?

    Yugi asintió y luego sonrió de forma tímida. Cerró los ojos y notó como algo grueso y caliente entraba dentro de él. Dolía un poco, pero se acostumbró enseguida, porque Atem se detuvo unos instantes. Cuando relajó la tensión de su cuerpo, notó casi al instante el movimiento de Atem, pero ya no dolía, daba un cosquilleo muy agradable por toda esa zona. No lo suficiente fuerte para que se le escapara… “lo suyo”… por suerte.

    —Mmm… aah… —Iba soltando. Eso sí no lo podía controlar, a veces por con una risa traviesa incluida. Atem estaba acelerando poco a poco—. Mmm… sí, más rápido…
    —Hah… Mm… —A Atem se le oía menos, pero se le oía. Se puso cara a cara con Yugi, para besarle de vez en cuando—. No creo que aguante mucho más…
    —No te contengas… Dame todo lo que tienes…

    Atem aceleró todo lo que su cuerpo le permitió mientras controlaba los espasmos de su clímax. La cama se movía ferozmente, pero sin hacer ruido. Yugi gemía sin cesar, muy divertido por la excitación de su novio y, cuando vio que él ya empezaba a bajar el ritmo, empezó a respirar hondo, para recuperar aire.

    —Por Hathor, Atem, ha sido… —Pero no acabó la frase porque Atem volvió a los lametones en la zona de antes. Yugi fue sorprendido, y acabó gimiendo de nuevo. Atem usaba su boca y su mano para hacerlo aún más placentero. Nadie podía aguantar eso en silencio—. Aah… Atem…

    Yugi se sintió en el cielo por unos instantes cuando todo el placer fue liberado. Atem siguió unos instantes más y luego subió a estirarse con Yugi. A él le subieron todos los tonos de rojo posibles.

    —Te lo has…
    —Sí. No me importa.
    —Qué vergüenza… —dijo, enterrando la cabeza en el pecho de Atem.
    —Crees que tu abuelo nos habrá oído.
    —No lo sé, pero cuando te vea mañana sabrá qué ha pasado.
    —¿Por qué?
    —Él tuvo la idea de la ropa egipcia.
    —Qué vergüenza… —Esta vez era Atem quien lo decía.
    —Qué me vas a contar… —dijo medio riendo. Luego alzó la cabeza para mirarle a los ojos—. Me alegro tanto de que estés aquí… Te quiero.
    —Yo también te quiero —le correspondió Atem—. Caray, Isis hablaba del camino, ¡pero menudo final que me esperaba!
    —Eres un pervertido —le replicó Yugi, empujándole un poco por el hombro—. Anda, duérmete.
    —No creo que pueda, hoy —le dijo, con un tono más sensible—. Te tengo a mi lado por primera vez en esta vida. Déjame disfrutarlo.

    Yugi le sonrió el cumplido y le besó. Se quedaron toda la noche con los ojos cerrados, o a veces entreabiertos para asegurarse que no era un sueño, acariciándose y dándose besos calmados. Unidos de nuevo.

    --------------------------------------------------------------------------------------------------



    Espero que os haya gustado mucho :)
     
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    PARDALEEEEEEEEEEEEEEEEEET!! GAMARUS IS HEREEEE!! STAY COOL BIG GUUUY!!!

    ASHAHASHAHSHAHSH AHSAHSHAHSHASH, se m'enten oi??? Vale, deixem-nos de tonteries! Primer de toot:

    OSTIA TERRIBLE!



    M'ha encantat el capítol, ha estat boníssim!! Me fet un fart de riure!! Aquest Sugoroku, putu ancià de merda! Es un trapella dels grossos!! Ell havia fet lo de la roba perquè segur ja sabia el que passaria quan l'Atem arribés!!! Quin putu geni!! I en Yugi repetint "Qué vergüenza" perquè després sigui l'Atem qui ho digui, ostia terrible qué bueno!!! JAJAJJJJAJAJAJAJAJA, el lemon m'ha encantat, m'has deixat enamoradíssima!! Posaré el link del fic a ma mur de FB per si hi ha algú de MY que tingui agregat que se'l llegeixi perquè jodeeeer! És molt bo el fanfic!! I a sobre escrius de maravella... Joder nano, ho tens tot! I encara més amb l'Atem i "sus resbalones like uke", mare meva quin final!! Boníssim nano, boníssim!!

    També m'ha fet gràcia l'escena on l'Atem pica a la finestra perquè en Yugi l'obri, jajajajajaja. M'ha agradat, ha sigut graciós: "ábreme que hace frío" jajajajajaajjaaja.

    SPOILER (click to view)
    —Ábreme, anda —le dijo en egipcio antiguo—. Que empieza a hacer frío.
    —Pe-perdona, yo… lo siento —dijo, corriendo a abrir la ventana, sin querer mirar la cara que pondría Atem por su modelito.


    Sembla que el viatje l'ha anat bé a l'Atem per entendre moltes coses, le notat diferent des de l'abans i el després :v, però no fotem, el que més m'ha agradat ha sigut la Nit d'Amor (posem e.e), l'Atem anant amb cuidado m'ha semblat però tant romàntic el nano... En Yugi ja pot estar feliç i orgullós de tenir a una parella com a ell e.e, però no fotem, cony!!! Aquí l'avi Sugoroku ha fet la seva jugada mestre!!! El seu haque mate!!!! Per la roba!! Segur!!!

    Jo també voldria tenir un avi així, què collons!!!

    Em queda clar que tinc que fer més troll en Sugoroku del que no em pensava... Això em servirà tant pels fics com pel rol!! És hora de que l'avi Sugoroku trolleji una mica al faraó en el rol, no et sembla??? :v, només haig de pensar com fer-ho sense que a ma partner li arribi a molestar -que segur que no, és un tresor de persona-. M'ha encantat tot, i saps? M'ha fet extremadament feliç que hagis puntuat Abu Simbel, és un lloc que he vist molt en documentals i sempre he pensat que és impressionant, bonic i un llarg eeeetc!! Jajajajajajaaja. Conec gairebé totes les coses que has puntuat i ma obsessió per Egipte està disparada, t'aviso :v és tant la obsessió que tinc que ara prenc apunts de cada documental que em veig per YB.

    Vull puntuar dos coses, la primera: un moment epic: el resbalazo d'Atem!

    SPOILER (click to view)
    —Te lo has…
    —Sí. No me importa.
    —Qué vergüenza… —dijo, enterrando la cabeza en el pecho de Atem.
    —Crees que tu abuelo nos habrá oído.
    —No lo sé, pero cuando te vea mañana sabrá qué ha pasado.
    —¿Por qué?
    —Él tuvo la idea de la ropa egipcia.
    —Qué vergüenza… —Esta vez era Atem quien lo decía.


    I el segon:

    SPOILER (click to view)
    —Ay, mi nieto, que se me hace mayor… ya tienes tus propias aventuras… ¡y te has echado novio!
    —¡Abuelo, qué vergüenza! —soltó él, tapándose la cara. Aunque en realidad daba gracias: Sugoroku ni había pestañeado ante la idea de tener yerno, sobre todo siendo Atem un chico.
    —¿Sabes? Creo que esa ropa que te compré recreando la del antiguo Egipto le gustaría a Atem. Está más acostumbrado a ella… a ver cómo reacciona.
    —Madre mía, trágame tierra… —contestó él. Su abuelo era muy travieso y se divertía incomodando de esa manera a Yugi.


    Sugoroku, tot un mestre de les trollejades!! Sí senyor!! Així es fa!! Està fet tot un trapella!! M'encanta, jo també el voldria com a ma avi jajajajajajaja, valdria la pena, encara que ja tinc persones que em trollejen quasi cada dia... Més em val no demanar més trollejades, ja en tinc prou amb les que tinc cada dia jajajajajaja, ma vida és una bojeria :v, per això sóc el Gamarús més boig del món :v hauries de fr un fanfic sobre mi.

    I en Yugi cap al final diguent-li a l'Atem que és un pervertit... Oi tant que ho és però per culpa teva!! En Yugi és un uke moooolt sexy i com dirien les fans: muy follable un uke sexy i moooooooolt masoquista, si no, mira els doujinshis de YGO en My Reading Manga, jajajajaja veuràs!!

    Tu, Pardalet. Ta fic m'ha deixat enamorada, ja ho saps. Quan en facis un altre m'avises que vaig volant :v

    PD: fes un fanfic sobre mi :vvvvvvvvvvvvvvvv <--- això és una broma e_____e
     
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    como no me va a gusta si es hermoso !!!!

    Leàtu fic de repente amo mucho esta pareja me gusta cuando hacen travesuras 7u7)r



    Fue lo mejor que e leído en toda my fuckyng vida >:v)/ es lo mejor no se si este sea el final o seguirá conty pero sea cual sea esperaré tu trabajo no tiene fronteras ewe




    Si vuelves. A hacer un atemxyugi me apunto papu'r vale la pena leer estos fics :3




    XD zayonara
     
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    Primero de todo, muchísimas gracias por todos los comentarios y todos los lectores del fic jeje me animáis a escribir más. Espero que me sigáis a mis otros fics aunque no sean de YGO jeje

    Sobre todo muchas gracias a la persona a quien se lo he dedicado, la señorita "Sly D Cooper - obsesión por egipto - haz un fic sobre mí siendo troleada" (porque la troleé por primera vez haciéndole creer que estaba dudando de poner lemon cuando sabía cómo iba a hacerlo desde el momento 0 jajajajaja).

    SLY D. COOPER: De nuevo esto está dedicado a ti.

    Y qué mejor dedicatoria para ella que descubrir que ha sido troleada desde el capítulo 1 no una, ni dos, sino TRES VECES:
    Troleada 2: QUE FUERA EL FINAL ES MENTIRA!! Ella se pasó todo el fic diciéndome "ay, haz más capítulos"; "ay, alárgalo un poquito"; "ay, haz segunda parte"... pues toma!! Desde el primer momento yo ya sabía que había segunda parte!! JAJAJAJAJA THUG LIFE!!! y eso no es todo!
    Troleada 3: hablando sobre el último capítulo y los resbalones uke de Atem y "lo muy follable" (palabras de ella) que es Yugi, me dijo que había mucho sadomaso en los doujinshis. Oh, Gamarús inocentón, claro que lo sabía! Y desde el capítulo 1 de este fic ya tenía pensado el guión básico de la segunda parte que, oh surprise... incluye sadomaso!!

    Así que God of Trolling, a.k.a. Pardalet, a.k.a. Kaiku-kun, STRIKES AGAIN!!!

    Disfrutad de la segunda parte que empieza con un puente entre las dos partes, un interludio explicativo en el que se explican algunos agujeros de guión que no quedaron resueltos del todo al final del capítulo 5. A partir del final de este capítulo, entramos en la parte 2, centrado en japón, donde aparecen más personajes que un par de desgraciaos intentando ser dios XD

    --------------------------------------------------------------------------------------



    6. Interludio – Adaptación



    Yugi se despertó en un rincón de la cama, con un brazo colgando. El sol le daba en la cara y tuvo que girarse de espaldas a la ventana para evitarlo. Se estaba achicharrando. Y en ese giro, dejó caer el brazo y topó con algo duro. Confundido, abrió los ojos con esa dificultad “legañosa”.

    —¿Qué…? ¡O-oh!

    Atem estaba boca arriba, durmiendo con la boca entre abierta. El golpe ni le había inmutado. Yugi enrojeció al instante porque recordó todo lo que había ocurrido la noche anterior. Por un segundo había creído que había sido un sueño… ¡y unos huevos! Aún había rastro de las manchas en la cama de… de… Yugi quiso desaparecer en aquel instante. No se imaginaba a su abuelo cogiendo las sábanas para lavarlas y encontrar la mancha. O peor: sí lo imaginaba. “Oh, ¿qué es esto? ¡Vaya! ¡Este par de tortolitos han estado haciendo travesuras nada más llegar Atem!”. Algo así diría. Y lo más probable era que lo dijera a gritos para que se le oyera.

    —Por todos los dioses… —soltó en voz alta el pobre Yugi.

    Curiosamente, fue entonces cuando Atem se removió en su sitio y despertó, reclinándose sobre sus brazos.

    —¿Ya es de día? Qué rápido… ¿te ocurre algo?
    —N-no, nada, nada que no se pueda arreglar.

    Atem sonrió por la timidez de su chico y, con los ojos aún entrecerrados, abrazó a Yugi por la espalda. Éste se sorprendió por un instante, pero en seguida sonrió también y se relajó. Notar la barbilla de Atem en su hombro y su pecho en su espalda le hacía sentirse rodeado de amor, dulzura, tranquilidad… era como soltar a tres o cuatro “Bastets” en la habitación, con ese aroma que desprendía la diosa.

    —¿Yugi? ¿Te has despertado? ¡Es hora de desayunar! —Adiós, Bastets…

    La voz de Sugoroku rompió el hechizo, pero por suerte no se le ocurrió subir hasta la habitación. A veces lo hacía.

    —Vamos, hay que darle la buena noticia, ¿no? —le animó Atem, levantándose de golpe, con energía.
    —Sí, supongo que no hay más remedio…
    —Pero tienes que decirlo tú.
    —¿Qué? ¿Por qué?
    —Hombre, no puedo hacer una aparición sorpresa, quedaría raro.

    En otras palabras, Atem quería ver cómo su novio se fundía de la vergüenza presentando al egipcio bajando de las escaleras. El troleo era intenso. Aunque también tenía razón, no podía aparecer Atem en la cocina hablando un inglés con acento marcadísimo y sin dejar reaccionar al pobre Sugoroku.

    Yugi tragó saliva y abrió la puerta.

    —¡Abuelo, Atem ya ha llegado! —Lo dijo tan de carrerilla, que dudaba que su abuelo hubiera entendido nada.
    —¿¡No me digas?! —gritó, con ese eco que caracterizaba la zona de la cocina—. Pues tráelo, tontaina, ¡que no entenderá lo que dices!

    Yugi miró a Atem y se dio cuenta de que lo había dicho todo en japonés, así que Atem no se habría enterado de nada. De hecho, le miraba entre expectante e interrogante. Una cara más corriente en Yugi. Éste le cogió del brazo y tiró de él, sin decir nada, bajando las escaleras y llegando hasta la cocina.

    —¡Atem! ¡Por fin has llegado! —dijo Sugoroku en inglés. Por lo menos tanto él como Atem tenían ese inglés entendible e imperfecto. Yugi empezaba a pillarle el truco también—. Ya empezaba a preocuparme que no encontraras el camino.
    —La luz de Yugi siempre se puede encontrar, es como un faro —sonrió Atem. Yugi no entendió, y menos mal, porque le hubiera resultado divertido a su abuelo ver cómo se moría de la vergüenza por el cumplido.
    —¡Qué bonito! Hacéis una gran pareja, si se me permite decirlo —sonrió de vuelta.

    Atem se puso rojo, miró a Yugi y fue como ver a un camaleón cambiar de color a través de dos personas, porque el menor se puso blanco (esta vez sí había entendido) y luego se mimetizó con el rojo de Atem. Sugoroku no pudo evitar echarse a reír.

    —Vamos, vamos, no hay para tanto… anda, sentaos y comed. Debéis estar hambrientos, con lo tarde que es…
    —Gracias por tu hospitalidad, em…
    —“Abuelo” —le aclaró, en japonés. Luego volvió al inglés—. Me puedes llamar igual como me llama Yugi. Al fin y al cabo, realmente lo voy a ser, ¿verdad?

    Camaleón, segunda parte.

    * * *


    Durante los siguientes días, como una semana, fueron apareciendo preguntas, dudas, planes y, por encima de todo, el viaje de Atem. Eso fue lo que reinó durante el primer día. Tuvo que contarlo dos veces, por el escollo de la lengua, pero no le importó. Yugi tuvo preferencia, cuando estuvieron en la habitación de nuevo:

    —Al principio estaba muy perdido. Isis me había dicho que interpretara mi camino, tú me dijiste que podía disfrutar volando, Asim me había liado con sus acertijos… no sabía qué hacer. Simplemente me dedicaba seguir volando. Pero como seguías en Egipto, miraba atrás y sentía tu presencia… Quería ir hacia allí. —Hizo una pausa, en la que Yugi se puso algo tierno por el detalle, pero no le dijo nada—. Pero un día sencillamente cambiaste de lugar, supongo que porque volviste a casa, y tu atracción era más débil. Así pude concentrarme en otras cosas. Empecé a ver el cielo, las nubes, los árboles, ríos, el desierto… me preocupaba por comer y punto. En vez de volar alto y dejarme llevar por el viento todo el rato, para llegar cuanto antes, me metía en los bosques y observaba a los animales. Me sentía parte de la naturaleza. Luego de vez en cuando solamente sobrevolaba montañas, ciudades, pero dando rodeos, solamente por la curiosidad por saber qué había.
    —Vaya, qué emocionante… —decía Yugi, contento. Veía a Atem no tan serio como lo era normalmente, estaba relajado, casi soñaba despierto con seguir volando y explorar el mundo. Se divertía volando—. Entonces… ¿ya puedes transformarte cuando quieras?
    —Bueno, sí y no. A veces el cuerpo me dice que me va bien transformarme en golondrina y dejarme llevar por el viento. Y le hago caso. Pero ya no me duele nada cuando me transformo.
    —Entendiste lo que te dijo Isis.
    —Sí… me dejo guiar un poco más. Me da confianza en mí mismo, porque sé que no sé qué me encontraré, pero lo superaré.

    Atem irradiaba seguridad y felicidad. No era un chico perdido como el que acabó una batalla machacando a siervos de Anubis solamente por ver enemigos a su alrededor. Era íntegro. Se sentía libre. Su energía estaba correctamente dirigida. Y se notaba.

    También fue durante el primer día que Yugi (pese a las quejas de Sugoroku sobre su falta de hospitalidad) mencionó cómo iban a mantener a Atem. El invitado permanente sorprendió a abuelo y nieto cuando explicó que, cuando los seguidores de Isis le acogieron, empezaron a acumular cierta cantidad de dinero para su futuro.

    —Lo hicieron voluntariamente. Me hicieron de padres en muchos aspectos —explicaba a Sugoroku.
    —¿Y tus padres de verdad?
    —No les conocí nunca. Tampoco me contaron nada sobre ellos. Asim y su grupo han sido mi familia. Y ahora también lo sois vosotros.

    Eso entristeció un poco a Yugi, aunque de forma algo irracional. No le gustaba que Atem no supiera de su linaje. Era como que estaba algo desprotegido. Pero por otro lado, había cruzado medio mundo él solo. ¿Qué más desprotección que esa?

    Por voluntad propia, Atem quiso estudiar donde estudiaba Yugi. Dijo que quería hacer una vida normal, que era hora de tocar de pies en el suelo. Encontrar una profesión de la que vivir, y no vivir del cuento, era lo apropiado y era lo que deseaba.

    —¿No estudiaste con los seguidores de Isis? —preguntó Yugi en una de las ocasiones.
    —Bueno, sí. Lo básico. Hablo un par de idiomas, las matemáticas y la tecnología de uso diario lo tengo por la mano, me gusta la historia… pero no he hecho nada por gusto. Era por la necesidad de conocer lo justo para luchar contra Set. Era así de tozudo… Ahora quiero estudiar de todo y encontrar lo que me gusta.
    —Pues tendrás que empezar por aprender japonés…
    —Sí, tenemos mucha suerte de entendernos por el egipcio antiguo. Y si tengo que trabajar aquí o conocer a tus amigos, más me vale aprender.

    Cuando se lo propusieron a Sugoroku, estuvo muy de acuerdo. Aunque él y Yugi se ofrecieron a enseñarle cuatro cosas básicas, el abuelo no tardó en ponerse a buscar una escuela de idiomas para Atem. Antes de empezar el curso en el instituto de Yugi, el egipcio ya había empezado a atreverse a hablar en japonés en casa, aunque fuera decir hola y adiós.

    —¿Qué asignaturas tienes? —le preguntó Atem, cuando faltaban pocos días para empezar clases. Ambos tenían libros y matrícula acabados.
    —Pues… Mates, japonés, inglés, geografía e historia, física y química, biología, tecnología y educación física. —Con cada asignatura que nombraba, el pobre se deprimía más. Los estudios no eran lo suyo, pero es que nada le gustaba del todo.
    —En inglés os machacaré —avisó Atem, en su modo competitivo. Luego puso cara de confusión—. ¿Educación física? Pensaba que no aprendíais a luchar en las escuelas…
    —Y no lo hacemos… son deportes y baile —dijo, bastante asqueado.
    —¿Qué tendrá que ver lo uno con lo otro?
    —¡¡Eso digo yo!! ¡Estoy harto de hacer el ridículo!
    —Bueno, si te sientes mejor, yo bailo contigo si hace falta.

    Yugi tuvo una imagen fugaz de los dos bailando y se puso rojo. Sonrió y se dejó caer encima del pecho de Atem, que estaba recostado en la pared detrás de la cama. Notó los brazos del mayor rodearle con firmeza y se quedaron así un buen rato. ¡Ya les podría haber reunido antes, Isis! Yugi se habría ahorrado muchos malos ratos.

    Lo último que hicieron durante las vacaciones fue conseguir un colchón nuevo. Atem necesitaba un sitio para él, la habitación de Yugi no era suficiente para los dos. Por eso hicieron espacio en un cuarto lleno de juguetes viejos para dejarlo algo decente para Atem. Estaba a dos pasos del baño y a poco más del cuarto de Yugi. El menor pensó que aún estaba a tiempo de que Atem se colara en su habitación de noche.

    —¡Pero en qué piensas, pervertido…! —se dijo, cuando se encontró a solas en la habitación.

    * * *


    Era la noche antes del primer día de instituto. Atem ya llevaba días con el japonés básico, se había instalado en su nueva habitación (que solamente consistía en poner bien el colchón y mover algún estante de sitio para dejar sitio a la ventana) y ya se había preparado todo lo que podía para el día siguiente: Libros, mochila, estuche, uniforme…

    Pero no se encontraba cómodo. Por eso, cuando bajó al comedor para cenar, se dirigió directamente a Sugoroku antes de nada:

    —¿Me dejarías dormir con Yugi esta noche? —Yugi escupió todo el agua que intentaba tragar—. Por favor.
    —Oh, vaya, sí que vais rápido… Supongo que muchas vidas os han dado confianza de sobras, hehe —comentó como si nada.
    —¡¡Abuelo!! —le gritó el pobre Yugi.
    —Eh… ya, bueno… no es por eso —siguió Atem, algo incómodo y avergonzado—. Es que… me siento inseguro.
    —Entiendo. Mañana empieza otro mundo para ti.

    Atem asintió. Sugoroku le puso una mano en el hombro, le sonrió piadosamente y asintió. Yugi, que aún estaba digiriendo las emociones, miró algo consternado a su novio, pero esperó a después de cenar, cuando ya estuvieron en la habitación, para preguntar.

    —¿Cómo te encuentras?
    —Nervioso… temeroso. Inseguro. No estoy acostumbrado a estas cosas. No tengo tu habilidad para adaptarte.

    Atem se abrazó casi como un niño pequeño a Yugi, de esa forma encogida, casi como una bola, en el pecho de Yugi. Él sonrió con ternura y le besó en la frente como el propio Atem hubiera hecho en una situación normal.

    —Estaré a tu lado. De alguna forma debo empezar a devolverte todos los favores que me hiciste en Egipto.
    —No eran favores… —sonrió él, dejando colgada la frase.

    De esta manera, se durmieron.

    Pero aquello estaba muy lejos de ser una noche tranquila. La mente de Atem jugaba malas pasadas cuando llegaba un enfrentamiento serio con la vida real. Enseguida que empezó a soñar, se encontró de nuevo en casa de Set. El desierto mágico. Esta vez no estaba Isis para protegerle… pero tampoco había enemigos. Sin embargo, notaba la presencia de Set. Era intrigante y a la vez asustaba un poco.

    Empezó a caminar por las dunas. Pero al cabo de unos pocos pasos, el desierto se deshizo y apareció en una isla con un templo construido encima de ella. El templo de Isis de Philae. Él ya había estado, y Yugi había enseñado fotos esos días, así que fue con paso firme hasta el interior del templo. Algo le decía que ese sueño no era casual.

    —¿Hola? —dijo, al aire, despreocupadamente.

    Nadie contestó. Atem entró en la estancia del altar, la más privada del templo, y observó las paredes. Nada le decía que fuera a suceder algo… bueno, nada excepto su propio cuerpo, que empezó a brillar por su cuenta. Entonces, igual como ocurrió en su momento después de la batalla, Isis salió del cuerpo de Atem en su forma luminosa, esta vez igual de alta que el chico.

    —¡Isis! —se sorprendió Atem, haciendo una leve reverencia de respeto—. ¿Qué está pasando? Este no es un sueño corriente, ¿a que no?
    —No lo es. Mi enviado, quiero advertirte. Necesito que tengas los ojos abiertos. El sitio donde estás no me es conocido, necesitaré aprender de él a través de tus ojos y los de Yugi, pero… ya he visto algo: frío. En nuestro país no conocemos el frío, pero en tu nueva casa sí. Ese frío va a ser vuestro enemigo. Y no estoy segura de que sea un enemigo como Set, aturdido por el fanatismo. Puede ser malo de verdad. Por favor… ve con cuidado…
    —¡E-espera! —la llamó Atem, mientras se desvanecía. Y con ella, todo el templo—. Por… por favor…

    No dio tiempo. Todo se deshizo. Se encontró en el cielo, en su forma de golondrina. Se encontraba cerca de una montaña nevada que le sonaba de haber visto mientras llegaba a casa de Yugi. Al otro lado, se veía una tormenta. Estaba lejos, pero se acercaba lentamente. Lo notaba. Además, vio una sombra allí dentro, pero no atisbaba a ver que era. Solamente sabía que era enorme y era capaz de cubrir el sol.

    Despertó, sobresaltado. No se movió, para no despertar a Yugi, pero mantuvo los ojos abiertos un buen rato, esperando que se le cerraran o que algo más le viniera a la cabeza.

    Ni una cosa ni otra sucedió.

    -------------------------------------------------------------------------------------



    A ver cuántos me mtan y cuántos me dan las gracias jaja :P
     
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    PARDALEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEET!!! No m'esperava gens ni mica aquesta TROLEJADA DEL SEGLE!! Ja et val, ja!!! Has jugat amb ma part innocent >:v!! No hi ha cap dret!! Et prometo que t'ho faré pagar! No sé com encara, però ho fare! Paraula de Gamarús!!

    Independentment d'això...

    MARE MEVA QUE PEDAZO D'INTRIGA! Realment no m'ho esperava gens aquesta espècie de continuació però ja m'agrada ja. No sé ben bé si en faràs un altra (ya no me fio de ti >:v), però... QUIN PUTU AVI MÉS TROLL!! Però crec que sembla que en Sugoroku no l'importa si en Yugi està en una relació amb l'Atem :v. Tot i així el final m'ha deixat amb l'intriga. M'ha agradat moltíssim, me fotut de riure en el principi i tot. Hahahaha, les taques del llit e.e, quin Yugi més tímid hahahahahaha. M'ha sigut tendre veure la inseguretat de l'Atem i que "somiava despert" hahahahaha, ha sigut bonic. I me fet un fart de riure amb la trolejada que li ha fet l'avi jajajajaja, avergonyint a la golondrina d'aquesta manera jajajaajajaja.

    M'encanta com has posat a l'avi Sugoroku, que no et sigui estrany que ho faci en el rol, jo també vull ficar aquestes trollejades pel mig hahahahahaha, fa que l'ambient en el fic sigui més suau i el lector es relaxi. Com sempre, saps que ta manera d'escriure m'encanta, ho fas molt bé, per ma part: no hi ha cap queixa perquè se't dona molt bé. El somni de l'Atem m'ha cridat l'atenció... És com una espècie de premonició o algo. Espero que l'Atem no arribi a passar-ho malament. Ara... Les escenes d'ells dos, dels tortolitos molt boniques, sempre he vist y he pensat que entre ells, l'ambient es fa tan intens i tan relaxat al mateix temps... És algo molt bonic.

    Bé, no sé què més dir-te. Així que, com no em vull repetir ma comentari acaba aquí. No se'm fa suficient però bueno. Ha sigut molt bo tot però en especial les trollejades de Sugoroku, fas molt bé el rol de l'avi :v, segur que quan arribis a ser-ho a la vida real seràs igual, igual. Així que això és tot :P.
     
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