El camino que recorremos juntos 2

El nuevo año ha llegado Usagui y Misaki enfrentarán todo aquello que tanto temieron, tanto en sí como en los otros ¿Podrán salir adelante?

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    Yaoizando
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    Mis saludos después de mucho, mucho, muuucho tiempo. Antes que nada ¿Hay alguien que todavía me recuerde? Pero prometí una segunda parte y finalmente acá está. Déjenme aclarar que no estaba en mis intenciones demorar ¿años? pero como se ha dicho: toda gran obra tiene un momento de caos y, es este finc el caos duró mas de lo esperado. Por hoy dejo un primer capitulo muy largo que no encontré dónde cortar. Mis disculpas si no está perfecto no tuve tiempo de revisarlo como quería, pero si lo publicaba hoy tal vez nunca lo haría.
    Aclaraciones y notas en la segunda actualización.
    Espero que lo disfruten
    Gaia

    Primeros pasos
    E
    ra de mañana, ciertamente de eso no había ninguna duda; era de mañana e inevitablemente tendría que levantarse. No tenía ganas de hacerlo, no porque tuviera sueño o se sintiera cansado, solo que se encontraba muy cómodo y a gusto como para dejar la cama. Era como si flotara, si eso era, estaba flotando y en calma, esa era la razón por la que no quería abandonar ese estado. El peli-plata se removió un poco entre las mantas, la temperatura perfecta que tenía en la cama lo hacía ignorar por competo que el día en realidad estaba frio. En el exterior un viento helado arrastraba desde el norte nubes negras que se quedaban en el cielo de Tokio como si una red invisible las contuviera, agolpándolas unas sobre las otras, dando un aspecto gris a la jornada recién comenzada.
    Akihiko buscó a tientas y uno de sus fuertes brazos se encontró con un cuerpo suave y peludito: Suzuki-san su compañero en soledad se encontraba dormido a su lado, sin dudarlo lo abrazó. El brazo libre buscó algo, ahora a su izquierda. No estaba allí. Como como siempre él se había levantado antes, pero su lugar todavía estaba tibio por lo que supo que no hacía mucho Misaki había abandonado el lecho. Su mano, siempre fría se calentó un poco estando allí, en el recuerdo de ese pequeño cuerpo. Sin saberlo Akihiko estaba sonriendo.
    Solo entonces se resignó a dejar la cama. Abrió pesadamente sus ojos violetas. Primero borrosamente y después ya completamente nítido, su mirada recorrió un panorama que conocía bien: banderitas de todos los países colgaba de techo justo encima de la cama en donde se encontraba. Un avioncito rojo modelo a escala del que usara el Varón Rojo en la Primera Guerra Mundial desencajaba por completo con la escena jurásica que tenía al lado donde un pterodáctilo articulado y de madera, se lanzaba en picada por una presa desprevenida que se encontraba en el piso, en el rincón derecho de la habitación y, tratando de esconderse entre una pequeña manda de broncosaurios de se paseaba indiferentes por su tamaño, del depredador que desde el cielo asechaba. Más allá un zepelín flotaba tranquilo si los riesgos de caer al suelo envuelto en llamas y, como contraste, un Concor rompía la barrera del sonido para llegar cuanto antes al aeropuerto de Paris y descargar a sus pasajeros que, mientras tanto, eran atendidos con el mayor de los esmeros por el personal de abordo. Más abajo, cerca de las puertas del enorme armario encastrado en la pared, una banda enteramente formada por animales descansaba ahora, pero los músicos no abandonaban sus puestos. El conejo seguía en la batería, el mono solo en con los platillos, el tigre sostenía el bajo, un poco alejado del león que ostentaba la guitarra principal y además era la vos y líder del grupo, un poco más atrás una jirafa se ocupaba del saxofón, en el otro extremo un zorro con aire astuto y todo vestido de negro se encargaba del piano. Por otro lado se distribuían estantes en los que destacaban varias cosa como el único modelo a escala del tren que quedaba en la habitación, además, claro del que estaba en el piso y casi ocupaba todo el cuarto pasando por debajo de la cama- allá la vieja locomotora recargaba el suministro de agua dando tiempo a los pasajeros que esperaban en la estación de subir tranquilamente y acomodar sus equipajes. Por encima de ese primer estante tenia peluches de todo tipo: leones tigres, perros, caballos –incluyendo unicornio- y algunos osos de pequeño tamaño. En la pared opuesta la situación era similar solo que los estantes iban hasta la altura de la ventana donde una cortina cerrada, negaba la vista al oscuro exterior. En esa sección del dormitorio solo había autos de juguete, los había de todos tipos y estilos, desde modelos a escala de autos de actuales que era exactos hasta en el tono de la pintura y también de modelos antiguos como un viejo Fort T, otros más infantiles que tenían ojos y bocas en lugar de parabrisas y para choque. También correspondía a esa sección una pista de carreras donde los mejores corredores del Mascar competían por el título bajo la atenta mirada de un público enardecido. En el anaquel inferior Akihiko había acomodado unas cuantas figuras de acción que recreaban una escena de Star War, él no había visto la película, pero le parecía gracioso la manera en que los muñequitos de extraña forma peleaban con espaditas de colores. Por si todo lo demás fuera poco sobre el respaldo de la cama donde seguía acostado a pesar de su resolución de levantarse, se encontraban cómodamente sentados varios conejitos en diferentes poses y expresiones: cruzados de piernas, recargados hacia atrás y hacia adelante, mirando al cielo, pensando, o riendo, con la cabeza recargada en sus propias manos o a punto de hablar. En la pared opuesta a la cama y rodeando la puerta había un armario de cada lado que, encastrados en la pared daban asilo a un sin número de trajes y ropa en general. Claro que en el piso muy cerca de los muebles tenía el dinosaurio con casco de motociclista, dos pingüinos gigantes ambos de peluche, que, junto con los robots que se alineaban de menor a mayor algunos osos más y otro conejo formando una discordante escena. Pero eso no era todo al pie de la cama se encontraba el conejo vestido de etiqueta que tocaba el tambor, ese de alguna manera había quedado atrapado por la cuidad antigua por la cual el tren hacia su recorrido cerrado. Se vía como un singular monumento o un tótem entre las pequeñas casas y la estación antigua.
    Juguetes y muñecos, eso que fueron testigos silenciosos de cientos de noches de amor y pasión entre él y su amado castaño. Ahora que lo pensaba, hacía mucho que no agrega algo nuevo a su colección, es decir tenía el oso que Misaki le dio en navidad pero su habitación no tenía nada nuevo desde hacía meses. Haría una vista a la juguetería a ver si se le antojaba alguna cosa, tal vez algo con motivo espacial estaría bien y ya que estaba en eso aprovecharía para tener una pequeña y modesta cita con su oji-verde en el centro comercial, también podría comprarle algo de ropa o una joya que fuera bien con su ojos y así pasar la tarde, podrían incluso cenar afuera e ir al cine. Si buen idea, lo haría tan pronto como tuviera oportunidad. No, si hacia eso y terminaba comprando más de cuatro o cinco juguetes Misaki se molestaría, ya decía que había demasiados en el cuarto y que estaba a punto de colapsar, si agregaba más terminaría gritándole algo sobre ahorrar dinero y no gastar en cosas innecesarias. Pero uno o dos no sería gran cosa ¿Qué sería bueno? Algo pequeño que se acodara con facilidad como soldaditos de plomo o muñecos de felpa, cuatro o cinco conejos todavía cabían en el aparador o podía ser algo articulado ¿Qué estaba de moda entre las familias normales? Tendría que preguntarle al vendedor qué era lo que más se vendía o lo que más querían los niños y llevarlo junto con los accesorios si tenía, además de algunas cosas más.
    Akihiko detuvo sus pensamientos consumistas en seco al darse cuenta de un hecho muy importante, no podía solo salir a comprar como siempre lo hacía no solo porque Misaki se enfadaría sin duda alguna, sino porque antes de disponer del espacio tendría que preguntarle, después de todo esa ya no era solo su habitación era de los dos, tanto de Misaki como suya y el pequeño tenía derecho a que escuchara su opinión. El escritor se sentó en la cama y se masajeo un poco la cabeza. La habitación era de los dos y por lo tanto Misaki tenía derecho a que se respetara su opinión, se reafirmó a sí mismo. Pensándolo mejor, acababa de darse cuenta que no había nada del castaño allí “Estoy siendo egoísta” se regañó y, en compañía de su oso abandonó la cama.

    Parado, junto al ventanal que daba a la terraza donde tendía la ropa después de lavarla, Misaki mantenía sus ojos verde clavados en las nubes oscuras que cubrían el cielo. Tendría que recoger la ropa y las sabanas antes de que empezara a nevar. Pero, ¿qué era aquello? No podía evitar sentir que esas nubes amenazadoras eran más que el augurio de una simple tormenta de nieve. Daban la impresión de ser un mal presagio, de que algo estuviera a punto de pasar. Se veía a si mismo impotente ante ese hecho fuera cual fuera, como si un vos en su interior le dijera que no podía detenerlo de la misma manera que no podía evitar que empezara a nevar. El castaño no quera salir a enfrentar las nubes, pero si no lo hacia la ropa se mojaría y todo su esfuerzo se echaría a perder. A pesar de saberlo no podía salir ni tampoco dejar de verlas. Bajó un poco la vista tratando de romper el encanto que las neblinosa masas le provocaban y, más allá del balcón vio los altos edificios alinearse a lo largo de las calles de la cuidad y perderse en formas fantasmagóricas. Todo parecía en quietud pero el oji-verde sabía que no era así; a pesar de ser sábado la gente circulaba por las calles, mas allá de todo, a pesar del día que fuera, a pesar de las nubes. Cerró los ojos con fuerza “¡solo son nubes idiota!”
    Misaki se dio vuela y recorrió el apartamento con la mirada, también estaba tranquilo por el momento; él todavía no despertaba pero no tardaría en hacerlo. Bajaría como todos los días por la escalera principal, abrazando a su oso, lo saludaría como de costumbre, después tomarían el desayuno juntos, igual que cada día.
    En realidad su vida no había cambiado en nada a pesar de ya habían celebrado el año nuevo hacia una semana, para su fortuna solo fue algo sencillo y solos los dos como en años anteriores y no tuvo que preocuparse por invitados ni protocolos ni por nada más que su cuerpo resistiera la “celebración” que tuvieron ya entrada la noche y hasta casi el amanecer.
    Si seguía ahí parado no lograría nada. Todavía no había hecho el desayuno y la ropa corría cada vez mayor riesgo de mojarse, tenía que ordenar el departamento, estaba hecho un desastre y la habitación del clan Suzuki demandaba una aspirada, el resto de los cuartos necesitaban arreglarse, a los juguetes de Usagui-san les caería bien una repasada para que no acumulasen polvo, mm… la batería de una cuantos trenes debían ser cambiados desde hacía tiempo. El escritor que tenía por casero era un desastre sin remedio y tenía libros por todo el piso de su estudio. NO espera… ¿Había dicho casero? “No, no, no” se repetía a sí mismo, ya no era correcto decirlo así, Akihiko decía que debía acostumbrarse a pensar en esa como SU casa, pero…
    Negó fuertemente con la cabeza para evitar que ese pensamiento se propagara. Se sacudió tanto que para cuando por fin abrió os ojos el lugar entero daba vueltas. Misaki trato de enfocar la vista en algo para que el mundo dejara de moverse tan rápido, seguía como atrapado en un sueños. Uno delos Suzuki-san más pequeños, que en ese momento vestía un moño rosa con florecitas de diferentes colores, había caído al piso la noche anterior y el pobrecito seguía ahí. Sus piernas por fin se movieron con el fin de auxiliar al muñeco. Con paso ligeros llego hasta él y pesadamente para después dejarlo cómodamente sentado en el amplio sofá. Cuando se enderezó para desgracia del castaño sus ojos se encontraron de nuevo con las nubes que cubrían ya, todo el azul del cielo.
    “¡Solo son nubes! Es una tormenta ¡nada más!” en ese momento un fuerte viento sopló en las afuera y azotó el vidrio del ventanal y de todas las demás ventanas de la casa.
    -¡Ah la ropa!- ya no había tiempo para sentirse asustado por unas cuantas nubes por mas negras y amenazadoras que fueran. Casi al instante la nieve comenzó a caer, y era mucha. Corrió para alcanzar su objetivo y haciendo un esfuerzo movió la puerta de vidrio. Apenas abrió un poco la violenta ráfaga de viento lo golpeó por completo, estaba helada y soplaba muy fuerte pero tampoco tenía tiempo de abrigarse, ni siquiera para calzarse. Luchando para caminar con el viento en contra logró llegara hasta su objetivo: sabanas, toallas, pantalones, camisas, medias, suéteres y chalecos ¡mierda! ya estaban siendo mojados por los blancos copos. Alcanzó la canasta de mimbre que rodaba por todo el lugar a causa del viento como si huyera de él. Pero recoger la ropa no era tarea fácil, las sabanas se agitaban pegándosele a la cara y al cuerpo, dejándolo sin aire, otras se enredaban por varias vueltas al alambre que los sujetaba tenía que desenredarlas, además el que estuvieran tan alto no facilitaba las cosa, tenía que alcanzarlas, desenredarlas y doblarlas para que terminara en la canasta que insistía en huir de él, rodando por el piso.
    -Misaki- la vos grave del escritor apenas le llego gracias a que el viento no silbaba sino que gritaba en sus oídos- ¡Misaki!
    -¡Usagui-san ayúdame con esto!- le pidió mientras trataba inútilmente de alcanzar una gran sábana blanca de la cama matrimonial del escritor que, en ese momento flameaba hacia arriba.
    Cuando Akihiko pudo ver que su pequeño estaba prácticamente enredado entre la ropa y las sabanas dejo a Suzuki-san en el sofá y salió como estaba al rescate del castaño como un caballero ataviado en un cómodo pijama. El oji-violeta también recibió el azote del viento y, cubriéndose los ojos con uno de sus brazos caminó con dificultad para llegar a donde su castaño estaba.
    -Sujeta eso- le decía el oji-esmeralda, señalando la flameante prenda de cama. Estirándose un poco el más alto logró atrapar la sabana mientras sostenía la canasta con un pie, la desenredó del alambre. Como dos soldados americanos doblando una bandera por fin lograron meter la primera cosa en su lugar.
    -¡Wua! ¡Hace frio!- se quejaba e menor descolgando un par de jeas azules- Ten toma- se los dio para que los guardara junto con la sabana. Ya que el mayor se quedó con la canasta.
    -Misaki rápido- nevaba copiosamente el viento convertía eso en una cortina blanca, no era bueno quedarse ahí.
    - Si, si trae eso para acá- le decía la distante vos a través del viento, ya no vía a Misaki- necesito ayuda con esta otra sabana.
    -Voy- le respondió, era aterrador parecía que estaba separados por muchos kilómetros. A pesar de estar a un par de metros apenas podía escucharlo. Sintió una gran opresión en el pecho- ¡¿Dónde estás?!
    -Aquí idiota en el último alambre. Ven que me estoy congel… ¡Ahh!
    -¡Misaki!- la vos del castaño se perdió en el sonido de la tormenta- ¡Misaki!- por un momento temió lo peor el ultimo alambre estaba muy cerca del borde, a pesar de que la barandilla era alta existía riesgo. No sabía por qué tenía esa sensación de pánico. El chico no respondía- ¡MISAKI! ¡CONTESTA! ¿DONDE ESTAS?- había llegado al lugar donde el chico supuestamente estaba pero no podía ver más allá de sus mano, comenzó mirar en todas direcciones desesperado- ¡¡MISAKI!!- su vos era un grito desgarrado.
    -Aquí- una manita tocó su espalda y una suave pero cálida vos le llegó a los oídos haciendo que el corazón del mayor volviera a latir. Se dio la vuelta para confirmar que en verdad estaba allí; sujetándose del alambre con un brazo y con unos pantalones negros en la mano lo miraba jadeante por el esfuerzo- dame esa canasta-
    Atónito y sin reacción todavía el oji-violeta solo optó por acercar la canasta.
    -¡No te quedes ahí! Te digo que necesito que me ayudes a descolgar esto- dijo el castaño señalando un sabana de color negro.
    Entre los dos pudieron con lo último que quedaba y Akihiko prácticamente arrastró al menor, sujetándolo desde el brazo de nuevo lo llevo a la seguridad del pent house para cerrar la puerta del ventanal tras de sí y correr la cortina. Él tampoco quería ver la tormenta.
    El castaño estaba jadeante, apoyando sus manos en las rodillas, Usagui-san pudo notar que el cabello estaba más alborotado de lo normal, específicamente parecía que cada mechón apuntaba a una dirección diferente, la ropa estaba mojada y todavía tenía nieve sobre los hombros. El peli-plateado pasó por sobre el canasto que había dejado caer apenas entró y por sobre las prendas esparcida en el piso. Todavía sentía sus músculos temblar un poco y le quedaba en el pecho la horrible sensación había tenido hacia unos instantes. Si decir nada el novelista rodeó con sus brazos el mojado cuerpo del menor que estaba de espaldas a él.
    -¿Qué paso? ¿Por qué gritaste? ¿Por qué no contestaba?- demandó un explicación sin soltarlo y con la vos un poco alterada por más que intentó disimularlo. Dios estaba helado.
    -Cálmate Usagui-san- le respondió- grité porque resbalé y me caí y si conteste solo que esa maldita sabana no me dejaba hablar y por eso fui hasta donde estabas.
    El mayor no contestó solo se quedó en silencio apoyando su cabeza en la revuelta melena de su amante.
    -Usagui-san, suéltame ya- le advirtió el menor, había soportado el abrazo porque la vos de su acompañante le pareció alterada, pero ya era suficiente. El hombre no respondió- suéltame te digo- empezó a retorcerse para liberarse.
    -Estas helado y empapado.-
    -Si, y tú también por eso de nuevo, suéltame- se estaba esforzando por mantener la calma.
    -No, debo darte calor- lo apretó más contra su cuerpo y, ya más tranquilo, se inclinó un poco par morder el lóbulo de la oreja izquierda.
    -¡Que pasa contigo!- protestó y logró zafarse- no uses cada oportunidad para hacerme caer un tus perversiones.
    -Incluso estas un poco pálido Misaki- era cierto que lo estaba- creo que es mi deber hacer que recuperes el color en las mejillas- le dedicó uno pequeña sonrisa de lado llena de ese algo que el castaño identificó de inmediato y comenzó a retorcerse con más fuerza- mira te pusiste más blanco aun. En verdad creo que como tu espo…
    -¡Es por el frio Usagui-san!- corto repentinamente y salió corriendo por las escaleras- me cambiaré de ropa ¡tú has lo mismo!- lo siguiente que Akihiko escucho fue el azote de la puerta al cerrarse.
    -Me daré una ducha- le dijo el peli-plata ya habiendo llegado al primer piso desde el otro lado de la puerta- eres bienvenido a acompañarme.
    -¡Ni lo sueñes!
    Misaki pudo escuchar ligeros pasos alejarse de la puerta de su habitación. Es decir su antigua habitación y solo entonces se relajó. “¿Qué pasa conmigo?” se preguntaba al tiempo que se desprendía de la camisa de algodón, dejándola caer al suelo para quedar solo en ropa interior y buscaba algo más que ponerse que fuera abrigado. Usagui-san iba a decir ESPOSO ¿cierto? Él lo sabía y no quiso escucharlo ¿Por qué había reaccionado así? Se quedó mirando sin mirar el armario abierto. Un escalofrió le recorrió la espalda recordándole que estaba desnudo, tomó casi al azar una pantalón verde con muchos bolsillos amplio y forrado por dentro, una camiseta de mangas largas y una sudadera de color marrón con el número 69 en tamaño gigante en blanco y, ya vestido salió del cuarto, todavía tenía que hacer el desayuno y, por supuesto el resto de las tareas de la casa. De solo pensarlo le dio pereza pero, ¿qué podía hacer? Era su deber hacerlo como pago por la renta.
    Fue directo al refrigerador sacando de inmediato todo lo necesario para un caldo de vegetales. Puso a cocinar el infaltable arroz mientras cortaba todo para ahorrar tiempo. Tuvo que preparar café fresco porque el que estaba en la cafetera ya tenía dos días. No importaba cuantas veces le dijera al escritor que era mejor preparar poco para evitar que se desperdiciara el muy terco seguía llenado la jarra aun sabiendo que él era el único que tomaba. En adelante escondería el café para que tuviera que volver a tirarlo. Mientras los vegetales ya se cosían a ritmo controlado, él se encargaba de que los huevos no se pasaran y, de reojo vigilaba el pescado que se doraba en mantequilla derretida con un poco de tomillo. Todo estaba listo para cuando el novelista bajó las escaleras. Él también había elegido un atuendo un poco más cómodo, es decir en lugar de saco y corbata llevaba solo un suéter negro bien ajustado al cuerpo y un pantalón azul oscuro. Se sentó en el sofá junta a Suzuki-san, que por alguna razón estaba abrazando a su compañero de moño rosa.
    -Está listo el desayuno- anuncio el chico, Akihiko fue directo a la mesa ya puesta mientras Misaki retiraba el último par de tostadas de la máquina y caminaba para sentarse en su lugar.
    El mayor de la pareja logró disimular su sonrisa de burla cuando vio el número que vestía su castaño al tiempo que se servía una taza de café
    -Deberías ponerle un poco de leche- aconsejó el menor y le acercó una jarrita blanca repleta del líquido humeante- si solo tomas café negro te puede hacer daño al estómago.
    Ahora si se permitió sonreír y sin objetar nada termino de completar su tasa con leche ¿Cómo negarse a los mimos y cuidados que su niño inconscientemente le hacía?
    -¿Sigue nevando?- pregunto el mayor mientras se llevaba un bocado de huevos a la boca.
    -No lo sé, creo que sí ¡ah! La ropa- el choco saltó de la mesa y fue corriendo hasta donde habían quedado las prendas tiradas- ¡ah! ¡No pude ser! ¡Que desastre!- se quejaba en lo que levantaba la canasta con expresión de enojo- mira tengo que lavar todo esto de nuevo.
    -Misaki ven.
    -Espera Usagui-san, ya casi termino.
    -Deja la ropa el desayuno se enfría- odiaba comer si no estaba él en la mesa.
    -Em… si ya voy ¡no!
    -¿Qué pasa?- pregunto preocupado Akihiko cuando el castaño pasó corriendo delante de él para volver con el trapeador en la mano- Misaki…
    -Ya voy – contestó sin escuchar el pequeño castaño y no era para menos, cuando la ventana estuvo abierta la nieve se metió y por efecto de la calefacción se derritió mojando el piso, amenazando con arruinarlo.
    -Ven o iré por ti- esa fue la última advertencia.
    -Ya voy, ya voy.
    Misaki volvió al armario de la limpieza y después de guardar el trapeador intentó ir por la ropa pero a mitad de camino se encontró con unos brazos que lo tomaron por la cintura, cargándolo como si fuera un saco y lo llevó hasta la mesa, dejándolo en su lugar.
    -Oye ¿Qué haces?
    -Como conmigo- sentenció el mayor mirándolo con el ceño fruncido- la ropa no irá a ningún lado. Le acercó un poco de pescado, invitándolo a que se sirviera- la comida sabe mejor caliente.
    -Está bien- se resignó Misaki, soltando un suspiro, pero eso solo agregaba otra tarea a la larga lista de quehaceres del día. Con un puchero terminó su desayuno.
    -¿Terminaste?- preguntó la vos ronca del escritor al ver que el castaño dejaba los palillos a un lago mirando los restos al tiempo que soltaba otro suspiro
    - Si ¿y tú?
    -También estoy satisfecho.
    -En ese caso lavaré los platos.
    -Yo lo haré- interrumpió entusiasta el novelista que ya levantaba una de las tradicionales tasas cuando violentamente las manos del menor lo sujetó por las muñecas.
    - ¡Ni hablar!- le arrebató la tasa de la mano- la última vez que lo intentaste gastaste un botella entera de jabón en una hoya, una sartén, dos platos y dos vasos ¡y para colmo dejaste derramaste espuma en el piso!
    El albino no supo que responder a esa protesta, sobre todo porque no sabía dónde estaba lo que había hecho mal. Solo era un poco de jabón y dos o tres gotitas de espuma en el piso.
    -Yo lo haré- afirmó el castaño con vos categoría sin dar lugar a discusión.
    -Pero entonces de ayudaré.
    -No- cortó otro- tú tienes que seguir con tu libro o Aikawa-san se molestará y vendrá a supervisarte seguro. No querrás hacerla trabajar en el fin de semana.
    -Pero si está bien que yo trabaje durante el fin de semana ¿cierto?- Akihiko hizo un gesto del que hasta el terco castaño se hubiera apiadado de no haber estado de espaldas llevando los platos a la cocina.
    -Es tu culpa por siempre atrasarte- decir “¿Cuándo aprenderás a ser más responsable?” era inútil, el caprichoso de su case… de Usagui-san no escucharía.
    Misaki se calzó el delantal de cocina y los guantes mientras el mayor pensaba que pasar el día encerrado en su estudio no era lo que quería en realidad
    -Mhh…- gruño llevándose la mano a la barbilla, pero a decir verdad ver a la bruja de pelo rojo y escuchar sus gritos de protesta no le parecía la mejor forma de comenzar el año- en ese caso trabajaré en la sala- brillante. De esa forma pasarían el día haciéndose compañía mutuamente mientras ambos se dedicaban a sus respectivos deberes.
    En cuestión de minutos Akihiko volvió con su lap top y tomo asiento en el amplio sofá de color rosa. Increíblemente su pequeño ya casi terminaba de lavar los trastos.
    -Oye debería trabajar en el estudio- los sentidos del joven castaño siempre estaban alerta y no se sentía seguro con el escritor ahí.
    -No.
    El oji-esmeralda miró al hombre con recelo, pero el otro no se movió ni dijo nada más, solo abrió su computadora mirando la pantalla. Si solo hacia eso estaba bien.
    Antes que nada, como la hacía habitualmente, Akihiko abrió una carpeta en especial y miró unas cuantas fotos al azar. Sonrió con sutileza ante las encantadoras y tiernas imágenes. Así pasaron unas pocos minutos y cuando el escritor levantó la mirada de la pantalla, su amado castaño ya dejaba la cocina, sin delantal y volvía frente al ventanal en busca de la ropa abandonada antes del desayuno.
    -Ah que bueno que ya no nieva- dijo un poco molesto que la nevada solo sirviera para arruinar su ropa limpia- pero sigue muy nublado.
    Cargando la pesada canasta Misaki se encaminó al lavadero y el mayor temió perderlo de vista por una hora al menos, pero no fue así, el chico volvió enseguida a la sala con un paño color naranja y un producto en aerosol además de guantes. Armado con esto Misaki comenzó a repasar todo aquello que estaba sobre los muebles, mesas y rincones, además de los mismos muebles.
    Akihiko lo miró por unos cuantos minutos hasta que nuevamente sus ojos violetas se centraron en la pantalla que estaba enfrente de él. Tenía que presentar un artículo sobre el índice de precios y la inflación con relación al crecimiento de la economía, los índices de desempleo y producción del país en el año anterior para el periódico de mayor tirada de Japón, por lo que primero consultó las tablas y estadísticas que Aikawa le mandó hacia un par de días. El articulo era sencillo y no le demandaría más de un par de horas pero no se le antojaba hacerlo. Levantó la vista preguntándose si esas extrañas masas negras por fin se habían marchado o si volvería a nevar ¿Nevaría mucho como la noche en que entre otras cosas maravillosas recibió nada menos que un beso de Misaki? En verdad tenía ganas de escribir, pero no precisamente un aburrido articulo político-económico. No, en lugar de eso escribiría una nueva historia entre Akihiko-san y el siempre adorable y sensual Suzuki Misaki. Mucho mejor. No tenía ningún contrato para una novela BL ese año todavía, pero lo tendría sin duda y eso era adelantar trabajo. Impresionante sentido de responsabilidad laboral.
    El novelista levantó la vista en busca de su musa pero no lo encontró ¿había desaparecido?
    -¿Misaki?- preguntó al vacío
    -¿Qué?- su vos se escuchaba cerca. Bajó la vista y se encontró al castaño de rodillas frente a la mesita de café, pasando ese aerosol y el paño con movimientos rápidos y enérgicos de forma circular, mientras se inclinaba un poco sobre el mueble.
    “Misaki de rodillas” solo dios sabe cuántas veces había fantaseado con eso. Se quedó mirando su perfil con el cabello castaño tapando parte de su carita y uno de sus ojos verdes.
    -¿Qué quieres?- le preguntó el pequeño al notar que el otro se quedaba callado.
    -Que te sientes en mis piernas y me beses- respondió con una sonrisa ladina
    -¡Ni lo sueñes! – Misaki se levantó de un salto y, rojo cual tomate bien maduro se alejó.
    -Fuiste tú el me preguntó qué quiero- le refutó con tono de inocencia.
    - ¡Ponte a trabajar!
    Akihiko escuchó el grito venir desde los estantes donde guardaban algunas películas, ya no sabía ni para qué, justo detrás de él. Al parecer Misaki limpiaba allí.
    -Claro, claro, trabajo- en eso estaba pero primero necesitaba inspiración.
    “Misaki de rodillas” le recordó su cabeza. Mm… si era una gran idea, sobre todo si él estaba de pie y el pequeño se dedicara a atender su miembro con su linda boquita de labios rojos. Pero eso era después, primero necesitaba un argumento y una locación excitantes. Podría ser Misaki de rodillas junto a él en una playa privada y su pequeño le pasara sus cálidas manitas por la espalda, aplicándole bloqueador, compartieran bebidas exóticas y terminaran amándose sobre el arena caliente bajo el sol; o mejor el de pie recargándose de una palmera entre a vegetación de la playa mientras el travieso Misaki lo llevaba al cielo con su boquita. No, era mejor que Misaki estuviera tendido y posiblemente desnudo y él recorriera con sus grandes manos toda la espalda, las piernas y más que nada las firmes nalgas. Pero esa idea no terminaba de convencerlo. Tal vez Misaki de rodillas sí, pero con una rodilla a cada lado de su cadera y sentado sobre sus glúteos, como empleado de un spa, le diera un insinuante masaje a un cliente ocasional –él por supuesto- y a medida que a excitación creciera jugar un poco con los roles de uke-seme, seme-uke, con una decoración tradicional iluminado solo con velas, entre aceites aromáticos para terminar haciéndolo en el salón de masajes con otros clientes del spa que pudieran oírlos o verlos. Si… podría ser.
    -Emm… Usagui-san- la tímida vos del chico sacó al autor de sus pensamientos.
    -¿Qué sucede?
    - Ya necesito aspirar.
    -¿Y que con eso?
    -¿No te molesta el ruido? Deberías ir a tu estudio.
    -No está bien - respondió el peli-plata.
    El pequeño castaño solo se encogió de hombros y se fue en busca de la aspiradora. No podía evitar pensar que su compañero se comportaba algo extraño ¿algo estaría molestándolo? O mejor dicho ¿Qué clase de pensamientos pasaban por esa cabeza plateada?
    Al cabo de unos segundos el escritor vio pasar la esbelta figura del oji-verde frente a él, arrastrando la máquina para la limpieza. Misaki comenzaba la limpieza por el comedor estilo occidental, había puesto las sillas de cabeza, todas ellas sobre la mesa quien sabe por qué. El mayor apenas alcanzaba a verlo pero instantes después le llegó el ruido del aparato. De verdad era molesto pero no podía encerrarse en su oficina cuando las ideas le llegaban una tras otra como ahora. Por más que ninguna lo convencía del todo para escribirlas en ese momento, podía dejarlas apuntadas para desarrollarlas después. De hecho eso era lo que estaba haciendo.
    Con que aspirando ¿eh? Qué tal si jugaba en un universo alterno donde su niño fuese un pobre chico huérfano sin nadie en el mundo y por azares del destino terminara trabajando como sirviente en una mansión para una poderosa familia. Entonces el joven amo de la casa pusiera sus lujuriosos ojos en la desvalida criatura y lo obligara a tener relaciones con él. Solo, indefenso, asustado y necesitando una forma de ganarse la vida el muchacho accedería. Pero lo que empezaría como un juego y extorción terminaría por convertirse amor. No, eso sonaba poco original, pero tal vez podría darle un giro para hacerlo espacial.
    El zumbido de la aspiradora era más y más fuerte.
    -…san- interrumpió la vos del chico- Usagui-san
    -¿Qué sucede?
    -Llevo llamándote un buen rato. Por eso te dije que te fueras a tu estudio.- lo miro con el ceño pero los labios se contraían de manera graciosa, como si fuera un patito.
    -¿Qué necesitas?
    -Lamento interrumpirte pero necesito limpiar aquí. Levanta los pies.
    Akihiko se recostó en el sofá para que su niño aspirara la sala. El fuerte ruido se hizo presente una vez más y Misaki comenzó a aspirar con gran detalle y atención.
    Mas el mayor en un momento dejo de escuchar. “¿Levantar los pies?” era como volar ¿y si planteaba un escenario totalmente extraño? Podría ser que en esta ocasión Misaki y Akihiko-san fueran un lindo extraterrestre y astronauta perdido en el espacio que va a dar a un planeta donde lo toman por un dios y el pequeño Sumo Sacerdote en el templo especialmente creado para complacerlo, y si a petición del dios los habitantes del planeta usaran su avanzada tecnología para clonar al sacerdote dando como resultado muchos Misakis cada uno con una “especialidad”. ¡Qué ridículo! No, no era una buena idea, empezando por el hecho de que su Misaki era absolutamente UNICO.
    El tentador aroma del salmón salteado con hierbas y mantequilla le llegó de repente haciéndolo salir de sus pensamientos, claro también hizo que su estómago se quejara con un fuerte ruido. ¿Desde cuándo tenía hambre? Espera ¿ya era hora de almorzar? Sin duda se estaba divirtiendo con su trabajo esta vez pero era tiempo de tomar un descanso. Cerró la computadora y tomó el periódico que en algún momento Misaki había puesto delante de él.
    Por encima de las enormes hojas del diario Usagui espió a su castaño vestido con ropa cómoda, preparar con esmero su comida del día. Bajo la vista y ojeo algunas noticias sin demasiado interés: el mundo seguía igual que siempre, conflictos armados aquí y allá, noticias económicas, había un artículo sobre un debate sobre la inflación el año anterior, como de eso se trataba su columna tenía que leerlo más tarde cuando su cabeza no estuviera tan llena de Misaki. También se informaba de algunos robos y otras noticias policiales, se comenzaba a hablar sobre quienes serían candidatos a primer ministro en las próximas elecciones. Se salteo por completo las secciones de deportes y espectáculos. Como de costumbre incluían algunas buenas noticias como un avance medico en una enfermedad que daba esperanzas a quienes la padecían. Lo de siempre. El clima al parecer seguiría muy frio esos días pero en la siguiente semana comenzaría a mejorar y se volvería apenas más templado.
    -Usagui- san – lo llamó la vos de su niño- el almuerzo está listo.
    Dejando el periódico a un lado el novelista pudo ver a Misaki dejar una última cosa en la mesa ya puesta ¡Diablos! Quería ponerla él para que no tuviera que hacer todo en la casa, ayudar con eso era lo menos que podía hacer. Ya era tarde, pero en la cena no se olvidaría.
    -¿Terminaste tu trabajo?- preguntó el chico, que por más que estaba en la mesa, no había dado un bocado.
    -No ¿y tú? Si terminaste podemos ir a algún lugar a pasear.
    -¡Ni hablar! Termina tu trabajo primero. Además a mi también me queda mucho por hacer.
    Misaki y su sentido de la responsabilidad. Sin duda lo gustaba eso, siempre cuidando o tratando de cuidar que él cumpliera con sus obligaciones. Estaba bien por esa vez, pero era seguro que la siguiente semana saldrían a una cita aunque tuviera que secuestrarlo.
    Todo estuvo delicioso, para variar, la comida caliente y cacera era lo mejor. Terminaron su comida hablando, como de costumbre, de cualquier cosa sin importancia. Akihiko vio como el castaño se disponía a lavar los platos que él mismo levantó.
    -¿No quieres que yo lave? –ofreció por segunda vez en el dia- me gustaría hacerlo de vez en cuando.
    - No Usagui-san, tu sigue con lo tienes que hacer.
    Con cierta molestia por el rechazo, el mayor camino hasta donde el chico estaba.
    -¡Suéltame!- se quejó Misaki cuando su novio lo atrapó por la espalda y recargó la cabeza en su hombro.
    -Yo lo haré
    -No y suéltame te dije.
    -¿Qué tiene de malo que quiera ayudarte?- inquirió el mayor en tono serio.
    - TÚ tienes trabajo que hacer- el castaño intentó liberarse pero solo consiguió un beso rápido en la mejilla- y te recuerdo que una de las veces que te deje hacerlo, dejaste caer un plato y terminaste lastimándote un dedo.
    -Solo fue un corte ligero, no es como si hubiera perdido el dedo- se defendió el hombre mientras intentaba dar otro lindo beso en la sonrojada mejilla.
    -¡Ve a hacer tu trabajo!- bien pero esa noche Misaki se las pagaría.
    Con una mueca en los labios Akihiko volvió a la computadora para pero no se acercó al archivo del articulo más bien se volcó de lleno a engrosar sus notas sobre Misaki. Lo vio sacarse el delantal de cocina y caminar escaleras arriba. Quizás un cambio de escenario estaría bien, pero también podía empezar con un escenario simple y cotidiano donde el romance y la pasión aparecieran solo porque sí entre Akihiko-san y Suzuki Misaki. Por ejemplo que su lindo niño vistiera solo un delantal de cocina, o una aún más simple donde el pequeño castaño se encontrara limpiando afanosamente la casa y entonces Akihiko sin necesitar mayor estimulación que esa lo rodeara amorosamente con sus cálidos brazos y empezara repartir besos y caricias, desprendiéndolo de la estorbosa ropa y después…
    ¡Ja! ¿Qué decía esa nota que la editorial siempre ponía en sus libros? “Los hechos y personajes que se describen son pura ficción. Cualquier parecido con hechos reales y personas vivas o muertas es pura coincidencia.“ Si como no. Las mejores partes de sus libros BL salían de la pura experiencia.
    Sus ojos violetas captaron la delgada figura acarreando la aspiradora al segundo piso, junto con un balde lleno de botellas de plástico de diferentes colores. Decidió seguirlo solo para no privarse de su compañía.
    -¿Qué haces aquí?- le preguntó una vos molesta del chico cuando lo vio entrar al baño detrás de él. Misaki se puso en alerta sospechando alguna oscura intención en el peli-plata -¿vas a usar el baño?
    Cierto no podía trabajar allí.
    -Tomaré un descanso
    -¿Y vas a descansar en el baño? Lord Usami si usted pretende…- comenzó a decir en tono tenebroso
    -¿Yo? Solo pensaba hablar- una sonrisa llena de maldad se le pinto en los labios- pero si tú quieres… podrías “entretenerme” en mi descanso
    -¡No! Usagui-san tu siempre con lo mismo.
    -Pero si el único que esta haciendo insinuaciones aquí eres tú- se acercó a donde estaba tratando de acorralarlo. Siempre disfrutaría de ese juego de persecución y coqueteo que se dada entre ellos cotidianamente.
    -No, no, no Usagui-san- le respondió tembloroso- mejor dicho ¿de qué quieres hablar?
    -De nada en particular- dijo Akihiko mientras el pequeño sacando una de las botellas y con ayuda de un cepillo comenzaba a lavar al mampara de la regadera fregando frenéticamente logrando una espuma blanca.
    -Si no tienes nada entonces deberías trabajar.
    -Después ¿Cómo va la tesis?-preguntó por decir algo.
    Misaki ni por un segundo despegó los ojos de lo que tenía delante pero Akihiko supo que su expresión había cambiado un poco por el tomo que usó.
    -Mm… la verdad es que no avancé nada desde el año pasado. Todavía me falta recolectar muchos datos.
    -Cálmate vas bien ¿Ya llamaste a Hiroki y al otro chico por lo de las entrevistas?
    -Aún no. Usagui-san no creo que sea buena idea- le respondió y sorprendentemente ya había terminado de enjuagar el jabón y ahora pasaba una goma para secar el vidrio por completo sin dejar rastro, como si fuera nuevo.
    -Créeme lo es. Fue una idea mi después de todo ¿Cuándo alguna de mis ideas no funcionan?
    “La arrogancia de Usami-sensei no tiene rival en este mundo.” Pensó el castaño mientras un aura de fastidio y cansancio lo rodeaba ¿Por qué ese hombre no veía la realidad tal y cual era?
    -No estoy seguro. Ellos solo preguntaron cómo podían agradecernos y tú te aprovechaste de su cortesía.
    -Por supuesto que no. No tiene nada de malo.
    -Lo correcto hubiera sido decir: “No es nada. Su agradecimiento es suficiente para nosotros”
    -Tranquilo, no es como si te estuvieras aprovechando de ellos.
    -Ese no es el punto- ¿Qué no entendía que prácticamente no conocía a esas personas?- ¿Te vas a quedar ahí?
    En algún punto de la charla el pequeño terminó con todo y estaba recogiendo las cosas ¡Que rápido! Misaki pasó a la siguiente habitación para repasar la limpieza en el cuarto de las anguilas. Akihiko fue detrás.
    Lo primero que hizo el pequeño fue deshacer la cama solo para volverla a armar. El porqué de aquello era desconocido para el novelista si ya estaba bien no era necesario arreglarla. Pero no quiso preguntar suponía que la respuesta sería algo como “¿Usagui-san no ves que las almohadas estaban torcidas?” Aprovechando que la cama estaba lista se sentó en ella. Con la velocidad de un tren bala Misaki encendió la aspiradora una vez más pasándola a lo largo y ancho del piso hasta el rincón más alejado. Mientras Akihiko siguió con sus notas para un posible libro BL. La última idea necesitaba pulirse un poco para llegar a ser viable. Es decir, necesitaba darle un toque para que fuera interesante. Para empezar Misaki-kun debía estar limpiando la casa que compartía con su hermano mayor, Takahiro, en una tarde cualquiera después de la universidad y Akihiko-san llegara sabiendo que el menor se encontraba solo, únicamente con la intensión de pasar unos momentos a solas pues hacía varios días que no se veían. El problema de la situación es que inevitablemente el hombre después de varias horas de charla y sonrisa desearía tomar al menor aun a pesar de saber que se acercaba la hora en que Takahiro salía del trabajo y que este jamás se demoraba en llegar a su hogar. Pero la pregunta era ¿en qué cuarto de la casa sería bueno tomar a Misaki? ¿Y en qué forma?
    -Levanta las piernas Usagui-san, necesito aspirar debajo de la cama- la vos del menor lo sacó de sus pensamientos.
    -Si claro- obediente subió sus largas extremidades y las cruzo en la cama mientras que el castaño se enfocaba en aspirar “¿Levantar las piernas?” podría ser una buena idea que el pequeño Suzuki tímidamente y, solo para complacer a su seme levantara las piernas y las abriera en forma de V- Me sorprende que no muevas la cama para aspirar debajo
    -Es que hoy es solo una limpieza superficial, eso lo hare la semana próxima.
    Ahora el oji-verde dejaba de lado la molesta aspiradora y tomando un paño junto con un aerosol de olor cítrico repasaba los anaqueles de la habitación.
    Humm… tal vez en lugar de hacerlo levantar las piernas Akihiko podría tomar el paño con el que su niño limpiaba y atarlo en algún lugar. No, ese olor a naranja y limón era agradable en los muebles pero nada sensual y no olía bien en la piel.
    -No es necesario que hagas eso. Está limpio.
    -Que parezca que está limpio no significa que lo esté. Y ya cierra la boca y ponte a trabajar.
    -Lo estoy haciendo ahora- replicó el albino con cierto tono dolido- pero me gusta hablar contigo mientras ¿A ti no?
    El castaño soltó un suspiro y no dijo nada, de alguna manera era menos pesado limpiar con la compañía de Usagui-san.
    - No me culpes si tu trabajo queda mal.
    El novelista no respondió nada la frase anterior quedó revotando en su cabeza. “Cierra la boca” cerrar la boca… en ese caso Akihiko-san amordazaría a su adoración castaña en lugar de atarlo con la excusa de que si no lo hacia los vecinos escucharían.
    En un parpadeo el chico termino y salió cargando con todo con su amate detrás como una sombra inusualmente parlanchina ese día. La siguiente habitación en ser “repasada” fue la de los trenes, allí el oji-esmeralda usaba una pequeña aspiradora de mano. Era imposible usar la normal en el piso porque los trenes a escala ocupaban toda la extensión del lugar. Esquivando vagones, locomotoras, casitas; saltando por encimo de rieles y estaciones a escala el joven universitario se encargaba de todo sin dañar nada, ni el más pequeño bosque que estaba en un rincón, ni la cuidad de casas bajas con techos rojos que descasaba a un lado de la estación principal. En opinión del escritor todavía faltaban algunas líneas más y claro, una montaña para que un túnel pasara por debajo y por supuesto otro puente colgante. Si, Akihiko tenía toda una red ferroviaria en aquella habitación, cualquiera de sus habitantes podía llegar al punto que deseara de su pequeño país sin problemas solo con abordar un tren. En ese cuarto el peli-plata tenía una banca que semejante a la de los parques en un rincón pero Akihiko no quería sentarse a escribir más bien aprovecho para encender sus trenes. Al instante las luces se encendieron, algunas de las maquinas silbaron y comenzaron a moverse lentamente.
    -Usagui- san no puedo limpiar si los trenes se mueven.
    -Está bien- con gesto infantil el escritor apagó las maquinitas y se sentó en el rincón y desde su banca miro los juguetes.
    Casi al instante su mente rememoró ese maravilloso viaje en tren a Sapporo cuando se amaron con locura solos en ese vagón que se mecía en la oscuridad. Tan profundo había sido el sentimiento de pedida que recordaba el dolor y la tristeza de aquellos días sin problemas. Pero no importaba ya el reencuentro fue muy dulce y cálido.
    Uno por uno, juguete tras juguete Misaki limpio trenes, estaciones y casitas con la velocidad de un rayo dejando todo el cuarto resplandeciente y se fue a seguir con su tarea. El novelista por su parte, estaba de lo más concentrado detalles salteados del pasado: las caricias en el tren en el cuarto del hotel, los helados por las tardes, la carita sonriente de su castaño en los paseos, las tiendas de marimo, la encantadora caminata en la que Misaki lo dejo tomarlo de la mano en público. Los ojos amatista recorrieron la habitación ¿dónde estaba el oji- esmeralda? No estaba, tampoco las cosas de limpieza. Lo encontró en la habitación del marimo, la cama ya estaba hecha y el pequeño comenzaba a aspirar.
    Akihiko se sentó en la cama y volvió a abrir su lap top volviendo a su trabajo ¿Qué lugar etaria bien para estar con Misaki? Cualquiera ¿pero cuál era el mejor para su libro? ¿La habitación? Muy aburrido ¿la cocina? Demasiado usado ¿el comedor sobre la mesa? Podría ser pero necesitaría una mesa con patas resistentes o terminarían estrellándose en el piso. Ahora que lo pensaba ¿Qué tan resistentes eran las patas de su mesa? En todos estos años no la había probado, obviamente tendría que hacerlo lo antes posible como parte de una investigación.
    -Usagui-san llamó su niño que al parecer había terminado con otro cuarto- ayer ordené tu estudio ¿puedo suponer que sigue habitable o debo limpiar otra ves?
    - No, está bien.
    -Bien
    El castaño salió acarreando sus cosas y desde luego que su novio fue detrás. En realidad en el estudio solo había unos cuantos libros de referencia en el piso y algunas revistas de economía ¡Ah! Era cierto que la noche anterior se le había roto una tasa pero él recogió los trozos y los tiró en el cesto además ya estaba vacía por lo que no quedo mancha de café en el piso y claro unas cuantos Suzuki’s todavía descansaban allí, también unos documentos en el escritorio y hojas sueltas con ideas que desechó, el estuche de sus anteojo debía estar por en algún punto de mueble, el periódico del día anterior y no estaba seguro si había recogido los bolígrafos que se rodaron por el piso antes de que se fuera a dormir. Pero si le decía todo eso a su lindo amante le gritaría por lo que esperaría para informarlo así podría decirle que le llevó dos días por lo menos generar ese desorden y no solo un par de horas. Por otro lado Akihiko pensaba que el dulce Misaki ya hacia demasiado por la casa, él mismo lo arreglaría después.
    El estudio sería una buena locación para su libro. No el de su casa, sino el que el hermano de su ficticio Misaki tenía en su hogar para trabajar que era estrecho e íntimo. Podía entrar encerrados en un beso desesperado y sin importarle nada Akihiko-san tiraría todo lo que el escritorio tuviera encima rompiendo en pedazos la computadora de su amigo para lo que después tendría que inventar una convincente justificación. Recostaría al pequeño sobre la madera y lo desnudaría con premura.
    Akihiko tipiaba rápidamente desde el pequeño asiento en el que estaba acomodado en la habitación del clan Suzuki con la computadora en sus piernas. Misaki lo vio un poco incómodo. Mientras se dedicaba al piso del cuarto
    -¿Vas a seguirme a todos lados?
    -Si- contestó sin levantar la vista de la pantalla
    Misaki se sintió un poco raro con el escritor pegado a él como una sombra de un lado para otro, por un lado estaba bien que le hiciera compañía, pero por el otro se sentía en peligro constante. Volteaba a cada rato a mirar sobre su hombro para ver en qué momento el peli-plateado se acercaba por la espalda con intenciones poco puras. Casi podía escuchar la música de Tiburón sonando en sus oídos. Pero no pasaba nada, solo lo seguía, escribía y le hablaba de vez en cuando ¿se había vuelto paranoico?
    Mientras el chico usaba de nuevo la aspiradora de mano en los osos Akihiko seguía con su flujo de ideas. Definitivamente el estudio era lo mejor y viendo a su pequeño manipular sus osos pensó que ya era hora que el alter-ego literario del castaño fuera un poco más osado, entonces usaría un lindo raje de oso solo para complacer a su seme. Unas tiernas orejas una linda camiseta que dejar a la vista el ombligo y por supuesto un diminuto pantalón corto que remarcara bien el redondo trasero y dejara libre el miembro sin necesidad de quitarlo, todo de una suave tela de peluche decorado con un esponjoso pompón ¡Como le gustaría que el Misaki real hiciera eso! Dejara de lado las inhibiciones que lo ataban y atreverse a cualquier cosa y dedicar todo su esfuerzo solo a él. Aunque… bueno pensándolo mejor Akihiko estaba enamorado del Misaki real lindo y tímido como era.
    Osos grandes, osos medianos, osos pequeños, los que solo usaban listón, los que vestían camisa y pantalones cortos o largos, los que tenían algún disfraz especial como de bombero o policía o piloto de avión, los que usaban ropa de verano, los usaban ropa de invierno con bufandas incluidas, los que tenían sombrero, las ositas que portaban vestidos o polleras, oso deportistas, osos oficinistas, osos astronautas; limpiarlos a todos ¡era una verdadera molestia! Así y todo uno por uno fueron aspirados con paciencia digna de admirarse por parte del castaño. Cierto, le tomo más de dos horas hacerlo pero Misaki pudo cantar victoria cuando por fin termino de repasar hasta la mamushka más pequeña y el oso robot que eran los últimos de la colección del mayor.
    Para entonces ya era más de media tarde y en el exterior parecía que fuera media noche, seguía nublado. Con un suspiro de cansancio el oji-verde se dispuso a salir de la habitación para pasar a la siguiente
    -Misaki- la vos del escritor rompió el silencio que hasta entonces solo estuvo matizado por el sonido de sus dedos en el teclado que, lejos de escribir, hacia un pequeña investigación sobre modelos de trajes de osos en internet. Encontró algunos muy interesantes incluso Akihiko pagaría un millón de dólares sin quejas si con eso lograba que su Misaki los luciera para él. No iba a pasar. Más allá de sus fantasías el escritor notó que el más joven estaba cansado- tengo hambre ¿quieres tomar un café?
    -Estoy ocupado, sírvete tú mismo.
    -Vamos, toma un café conmigo ¿o vas a dejar que muera de hambre?
    -Está bien- Misaki volvió a suspirar y se rindió, después de todo no le caería mal sentares unos minutos aunque fuera para cumplirle un capricho a Usagui.
    -Quiero un emparedado tostado, yo haré el café.
    Dicho esto bajo las escaleras directo a la cocina, en realidad el café ya estaba hecho por lo que solo tuvo que servir dos tasas y llevarlas a la mesa mientras el castaño tomaba el pan una lonjas de jamón y un poco de queso y en cuestión de minuto los dos emparedados estaban listos y en la mesa.
    -Hoy estoy algo cansado- se quejó el chico mientras disolvía un poco de azúcar en su bebida- suerte que tu estudio está limpio o tendría que pasarme el resto de la tarde en él.
    -Sii…-Akihiko solo dio un sorbo mirando a un lado- ¿Qué quieres hacer mañana?
    -No lo sé Usagui-san.
    -Salgamos ¿si? Deberíamos tomar unas vacaciones antes que tengas que volver a la editorial sería bueno…
    -NO- le respondió tajante- Usagui-san sé que todavía tienes una fecha límite dentro de dos semanas ¿cierto?
    El tono de reproche por un momento le recordó a la pesada de Aikawa. Definitivamente tendría que hacer algo para que esos dos no pasaran tanto tiempo juntos y, por otro lado parecía ser que su lindo castaño ya empezaba a sufrir síndrome del editor.
    -Entonces salgamos mañana,- dijo mientras observaba al pequeño dar una gran mordida a su sándwich
    -Emm…- tragó- faltan algunas cosas en la despensas por eso tendría que ir al supermercado, puedes venir si quieres.
    -Solo si después vamos al centro comercial.
    -Usagui-san ¿no estarás pensando en comprar cosas innecesarias otra vez?
    -No- claro que no solo algunos juguetes que se le antojaban para agregar a su colección y tal vez algo de ropa para Misaki, solo para verlo probársela y una visita a la librería para curiosear y un reloj nuevo porque el que tenía ya le aburría.
    Misaki suspiró profundamente casi adivinado las verdaderas intenciones del hombre frente a él, inhaló profundo por la nariz.
    -De acuerdo.
    - Entonces es una cita – Akihiko se dio por satisfecho solo con eso por el momento pero el chico terminó su merienda casi instantemente y era evidente que todavía tenía hambre.
    -¿Qué? ¿Cuál cita?-
    -Toma- el peli-palta le tendía si emparedado intacto- comételo por mi.
    -¿Ah? ¿No estabas hambriento?
    -Si pero con el café es suficiente. Además ya se enfrió, prefiero esperar a la cena.
    Misaki ya no se preguntaba por qué Usagui le pedía algo para luego decir que no, estaba tan acostumbrado a sus caprichos que si no era muy extravagantes los cumplía sin más asique se dedicó a terminar su comida hasta que no quedara nada.
    Akihiko por su parte solo lo miro entre sorbos de café pensando que Misaki era un poco extraño, la mayoría de los chicos de esa edad pasaba los sábados con sus amigos o saliendo por las noches no limpiando hasta el último rincón de una casa para terminar agotado. Los domingos solían pasarlo en algún sitio relajado y divertido no en el supermercado. Él mismo, años atrás a la edad de Misaki salía bastante con Takahiro, a pesar de no tiene mucho amigos si tenía compañía ocasionales y se divertía a su manera. Es decir, él no era partidario de bailar desenfrenado en medio de una pista y no gustaba las multitudes pero sin duda sus noches era mucho más interesantes que solo caer dormido del cansancio por haber limpiado todo el día, salía a clubes y bares recorría los lugares que le parecían interesantes conocía personas. Misaki no había tenido nada de todo eso, salió de casa de su hermano a la tierna edad de 18 años solo para empezar a vivir con él. Se veía de vez en cuando con su amigo de pelo claro y tenía un grupo de personas con la que se vía de la universidad o el trabajo pero nada especial. No salía por las noches. Era él quien no se lo permitía su maldito miedo a perderlo, lo estaba alejando de todo y ya era viejo para visitar discos y además no le gustaban ese tipo de lugares. Egoísta. Misaki no conocía nada de eso ¿acaso por su culpa Misaki estaba perdiendo una parte de su vida?
    -¿Ya terminaste?- la dulce vos de su castaño lo sacó de sus pensamientos- ¿Qué?- preguntó el chico después de que solo recibiera una extraña mirada como respuesta
    -Nada.
    - Entonces ¿ya terminaste o quieres mas café?
    -No ya terminé.
    -En ese caso deja la tasa en la cocina y la lavaré después de cenar, ya voy a terminar limpiar por suerte solo falta tu cuarto y el mío.
    -Misaki…- el castaño todavía no se acostumbraba.
    -¿Qué sucede?- preguntó ya desde el otro piso.
    - Lo que acabas de decir- le advirtió alcanzándolo en la puerta
    -¿Eh?
    -Dijiste tu cuarto y el mío. Misaki ¿de quién es esta casa?
    -Eso no importa Usagui –san- el castaño hablaba sin mirar a su interlocutor deshaciendo la cama individual de la que fuera su habitación para después volverla a armar. Al mayor le parecía que estaba muy nervioso.- En lugar de perder tiempo en eso deberías terminar tu trabajo
    -Lo haré en cuanto respondas- le dijo serio Akihiko una vez que lo alcanzó. Ese era un tema de suma importancia y nada lo detendría- ¿de quién es esta casa?
    Hubo un silencio que duró varios minutos hasta que el oji-esmeralda se puso rojo y muy bajito respondió
    - Nuestra.
    Solo entonces Akihiko tomo su lap top y se sentó en la cama recién hecha, mientras Misaki repasaba el escritorio con un paño anaranjado.
    Ahí estaba otra ves exigiendo más de él “No debo presionarlo- se recriminaba asimismo- con Misaki es mejor ser delicado, tener paciencia.” El escritor de mirar amatista suspiró profundamente y dejó sus oscuros pensamientos a un lado antes de que tomaran control de él. Decidió volver a lo que hacía antes, es decir algunas ideas sueltas para sus libros BL. El traje de oso era tierno pero había otros mucho más excitantes. Estaban los clásicos como el de maid ¿Qué tan sensual seria la vos de su Misaki llamándolo “Amo” entre gemidos? O el de colegiala con una diminuta pollera a cuadros camisa y corbata incluida, también el de enfermera, todo blanco con zapatos de tacón, de gato y conejo con sus orejas y la correspondiente cola. Siguiendo con su investigación en internet Akihiko encontró otros más extraños como de extraterrestre que tenía antenas verdes y un tercer ojo o ¿zombi? ¿Qué clase de persona encontraba erótico a unos cuantos harapos sucios y un poco de maquillaje pálido? En la amplia gama de posibilidades se topó con otros atuendos más inocentes y fantásticos como ángel, mago o caballero y hada, este solo consistía en unas alas de tonos claro y un frasco de brillo para el cuerpo por la persona que lo vestía en realidad iba desnuda ¡Un par de alas verdes que combinaran con sus ojos le sentaría tan bien!
    El escritor vio que Misaki salía de la habitación para ir a la última, es decir su cuarto. Era mejor dejar de pensar en “eso” por unos momentos o no podría contenerse. Después de su pequeña investigación y con sentir la constante presencia de su niño corría el riesgo de excitarse y terminar tomándolo y quería esperar a la noche para que Misaki no le reprochara que tuviera que limpiar, al menos ese día, esperaría.
    Desde la puerta el joven universitario respiro hondo y soltó el aire en un prolongado suspiro. Resignado a que la habitación de su casero le llevaría por lo menos otra hora probablemente hasta la cena. No, espera, esa no era ya la habitación de su casero… era…era… ¡como fuera tenía que limpiar o nunca terminaría!
    Como siempre el bastardo de Usagui se había levantado sin siquiera acomodar la cama y dejó tirado el pijama mojado en el suelo. Era mejor comenzar de una vez. Con gesto de cansancio el pequeño fue esquivando cosas hasta llevar a la prenda abandonado en el suelo, levantó el pijama así como una camisa azul que por alguna razón estaba allí también. Un traje gris plomo que estaba abandonado en una silla, y por supuesto algunos pares de medias dentro de los zapatos, un suerte color claro y otra camisa de color morado. Todo fue al seto y llevado al cuarto de lavado excepto el traje que necesitaba plancharse antes de volver a su lugar en el armario.
    Akihiko solo se acomodó en la cama y esperó a que su amante volviera dejando la computadora a un lado- ¿Qué quieres hacer mañana?
    -Ya te lo dije, hay que surtir la despensa. Tengo la lista asique no tardaremos mucho- Misaki hablaba mientras levantaba uno a uno los juguetes del piso y los iba acomodando en la cama (el único lugar donde cabían todo juntos, eso sí, casi amontonados)
    -Está bien pero ¿Qué haremos en nuestra cita?
    -¿¡Que!? ¿Cuándo dije que iríamos a una cita?
    -Claro que sí. Después del supermercado iremos al centro comercial ¿O estás diciendo que no vas a cumplir tu promesa? Podemos comprar algunas cosas o también hay salas de cine en el segundo piso ¿Te parece si vemos una película?
    -Em… no Usagui-san habías dicho que solo sería un paseo.
    “No lo que dije fue que no compraría cosas innecesarias” –Eso sería aburrido además…- se detuvo en su argumento cuando se dio cuenta que Misaki lo miraba de forma extraña y se tapaba la boca con las dos manos. Extrañado giro la cabeza y se dio cuenta que estaba totalmente rodeado por sus juguetes con él en centro.
    Misaki ya no podía Usagui se vía como el rey de los juguetes tan alto y con su porte siempre elegante y varonil rodeado de peluches, conejos y ositos ¿Qué pasaría si le tomara una foto y la llevara a la editorial? Estalló en risa y para su sorpresa Akihiko rio también Misaki se imaginaba la cara de Aikawa cuando la viera gritando emocionada seguramente diría que quería una copia amplificada y enmarcada y a Isaka-san tratando de destruirla para que no se filtrara y arruinara la imagen del galantes escritor o no, quedándosela para chantajearlo con ella, y es que era una imagen tan inusual y fuera de lo común.
    -Además- siguió el mayor una vez que su propia risa se calmara y que Misaki sofocara las ultimas carajadas, tratando de respirar y secando las lagrimitas de sus ojos- no tiene nada de malo pasar por la juguetería solo a mirar.
    -¡Ni se te ocurra! Usagui-san tú no sabes “solo mirar” y ya tienes demasiados juguetes.
    -Pero todavía me falta….
    -¿¡Lo ves!?- señalo el castaño al notar que el mayor ni siquiera sabía qué pretendía comprar- además si consigues más juguetes tendrás que salir de aquí ¿Por qué mejor no compras una fábrica de juguetes? De ese modo siempre tendrías…- el brillo amatista relampagueó en la habitación- no, no, no ¿Qué harías con una compañía de juguetes?- Misaki retrocedió varios pasos sacudiendo su mano frenéticamente- tendrías que ir a la reuniones y hacerte cargo de la presidencia.
    -Pero de ese modo tendría todo lo que quisiera gratis.
    -No, no y no Usagui-san piensa ¿de verdad quieres convertirte en empresario?
    -Mm… digamos que lo pensaré con cuidado.
    Misaki aceptó lo último un poco inquieto y rogando que al peli-plata no se le ocurrirá tomar en serio sus palabas, ya podía escuchar los llamados de los ejecutivos de la empresa que entre llantos desesperados suplicaban que su jefe apareciera para hacerse cargo de la compañía. Akihiko lo miró riendo por dentro. Más bien de tanto hablar de juguetes tuvo una buena idea. No se daría por vencido fácilmente en sus planes para la cita.
    -De cualquier manera digamos que solo pasaré a la juguetería para ver si necesito algo o no.
    El castaño volvió a suspirar mientras arrastraba la aspiradora hasta el rincón más alejado de la puerta - Pero promete que no gastaras mucho dinero- era imposible discutir después de todo él era así y sin sus caprichos infantiles no sería Usagui-san.
    Una vez que el molesto ruido de la aspiradora cesó y el castaño se disponía a volver cada cosa a su lugar Akihiko volvió a hablar.
    -Todavía no me respondiste ¿Qué quieres hacer mañana? ¿A dónde te gustaría ir?
    -No hay nada que quiera asique donde sea está bien. Además no es nada especial.
    -Tonto, siempre que estemos juntos será especial- le cortó el otro con una ligera sonrisa y usando ese tono en particular que lo hacía temblar. No entendía por qué Usagui-san decía cosas como esas, es decir sería un día como cualquier otro, solo que iría a comprar unas cosas y recorrerían algunas tiendas. Aunque tenía que reconocer que era una rara ocasión el trabajo de los dos los mantenía siempre ocupados casi nunca salían por lo que si, era especial. Eso no quería decir que estuviera esperando por su cita.
    - Esta decidido iremos al cine y después a cenar en algún buen restaurant.
    - ¿Ya terminaste tu trabajo?- inquiero el oji-verde antes de que su novio agregara más ítems a su improvisada salida y notando que no se movía de donde estaba y la computadora llevaba un buen rato cerrada, tanto que él había tenido tiempo de acomodar todos y cada uno de los juguetes en el piso y ahora se ocupaba de las repisas.
    -No estoy tomando un descanso.
    -Deberías terminar de una vez- le recordó por enésima vez en el día- no quisiera que la pobre Aikawa-san tenga que venir a gritarte.
    - Terminaré no te preocupes. Ni siquiera Aikawa trabaja los domingos. Nadie interrumpirá nuestra cita.
    -Ya te dije que no es una cita.
    Había pasado más de una hora desde que Misaki comenzó a limpiar ese cuatro y para su fortuna ya estaba casi terminado. Abrió el armario solo para verificar, si había un lugar donde el escritor era ordenado era allí, los trajes estaba todos colgados y los zapatos cada par en un compartimiento individual cerrado.
    -Misaki- le llamó el oji-violeta- ¿no crees que deberíamos traer tu ropa aquí también?
    -¿Eh? –Por alguna razón la pregunta lo puso nervioso- Eso no importa Usagui-san además ¿Dónde cabria mi ropa aquí?- le respondió sin mirar otro lugar que el interior del mueble.
    -Podemos arreglarlo. De esa forma no tendrías que salir cada vez que te cambies.
    - No, está bien- logro decir- y ya muévete de ahí que necesito arreglar la cama.
    El novelista se paró en silencio y dejó que el chico castaño sacara las sabanas y las almohadas y las cambiara por otras limpias junto con las fundas y finalmente terminara de colocar as mantas y algunos almohadones encima dejándolo todo en perfectas condiciones. Akihiko miró todo en silencio tenía una ligera sensación de insatisfacción “Paciencia” se recordó a sí mismo.
    -¡Ahhh!- Misaki soltó un suspiro que atrajo la atención del escritor- ¡Por fin terminé!- el pequeño contemplaba su trabajo terminado con las manos en la cadera y una pequeña sonrisa de triunfo. Akihiko olvidó qué era lo que le molestaba.
    -¿Qué?
    -Nada.
    -¿Puedes creer que ya es hora de la cena? ¿Qué quieres comer?
    Claro Misaki estaba ahí a su lado y eso era la total felicidad más de lo que podía pedir, todo lo demás solo eran caprichos suyos, detalles sin importancia que se darían con el tiempo, pero si no ¿qué más daba? Ya tenía lo más preciado de todo.
    -Lo que sea está bien, pero algo para el frio y el cansancio sería ideal.
    -Bien entonces haré sopa de miso con dashi.
    Mientras como de costumbre Misaki preparó la comida para los dos y puso la mesa a la velocidad de un rayo. Mientras el autor por fin leía el artículo del diario que le interesaba para empezar el trabajo que debía entregar.
    La verdad la comida caliente ayudaba para reconfortarse contra el día gris y alejaba los oscuros pensamientos que lo atormentaban. Miraba la ventana, las nubes negras seguían poblando el cielo llevándose todo rastro de luz, el viento aun soplaba helado e inclemente, alguno copitos solitarios caían arrastrados con violencia. Akihiko pensó que era una noche perfecta para acurrucarse en la cama con un tibio cuerpecito a su lado.
    Por su parte Misaki lavó los platos como siempre lo hacía vigilando su espalda esperando un inminente ataque que nunca llegó.
    -Estoy tan cansado- soltó en un suspiro- ¿Usagui-san vas a trabajar hasta tarde hoy?
    -Si.
    -En ese caso te dejo café recién hecho en la cocina.
    El hombre asintió mientras tecleaba en su computadora desde la sala. Misaki subió para tomar una ducha relajante. Alertado por su sexto sentido e instinto de auto-conservación cerró la puerta del baño con seguro. No quería que su baño se viera interrumpido y terminaran haciendo “eso” en lugar de asearse. Aunque tenía que reconocerlo (y no es que lo estuviera deseando o algo así) Usagui-san se portó muy bien todo el día.
    “Tal vez yo haya tenido algo que ver” pensaba mientras se secaba la cabellera castaña ya vestido con su pijama azul marino. Cansado en verdad, salía del baño con pasos vacilantes. Él estaba trabajando en la sala por lo que sería más fácil, el meterse a la cama matrimonial y dormir por alguna razón le costaba mucho. Todavía luchaba consigo mismo cada noche, se lo repetiría las veces que fuera necesario, él no dudarba de su decisión ni se arrepentía de haberla tomado, solo que en su interior quería que fuera de otro modo, él pensaba que tenía que ser más natural y el no poder hacerlo, de alguna forma lo hacía sentir como un cobarde.

    El depredador estaba al acecho, sabía que su presa esperaba ser atacado en el baño pero se equivocaba. En la oscuridad de la habitación, agazapado detrás de la puerta, esperaba. Paciente debía ser paciente ya faltaba poco. El tenue brillo plateado de su cabello era lo único que iluminaba el lugar. Los pasos ligeros se acercaron, la puerta se abrió despacio y la luz del pasillo se coló en el cuarto dejado ver su figura.
    -¡Woo!- Misaki de repente se vio atrapado por algo y solo sintió el dolor en la parte baja de la espada al caer al suelo- ¡Que te pasa! ¡No me asustes así!
    -Necesito recargar- le susurró al oído para después dar una ligera mordida en la oreja- Necesito Misaki.
    De alguna forma el pequeño se encontró atrapado por la cintura, preso de esas grandes y frías manos. Sentando en el piso con el escritor prácticamente sobre él.
    -NO- rotundo el chico fue escurriéndose hábilmente de su captor. Fruto de años de experiencia escapando del pervertido de su amante se zafó un poco y empezó a retroceder, logró levantarse del piso- dijiste… prometiste- chocó con algo suave y volvió al piso. El gigantesco dinosaurio motociclista de peluche.
    -Dije que no te haría el amor todos los días, y lo cumplí- Akihiko nuevamente se acercaba acorralando a su presa contra su aliado de peluche. Colocando un brazo a cada lado quedo situado justo a la altura de sus ojos esmeralda.
    - Pero solo pasó una semana.
    -Hmm… no sabía que estuvieras contado los días- la picardía y la satisfacción de un nueva victoria brillaron en el amatista de sus ojos- pero te equivocas fue una semana y un día.
    -¿¡Que?! Eso no importa Usagui-san deja de…
    Sin pedir permiso Akihiko dejo un beso suave en la boca del más joven, ligero y rápido, solo para ver la reacción del otro. Aun enojado. Sin perder tiempo otro igual de dulce fue robado un poco más largo y con más pasión.
    -par…- lo mismo. Debía seguir cuanto antes.
    Antes de que Misaki pidiera protestar Akihiko volvió a besarlo. Más intensamente que antes ahogando cualquier queja con su cálido aliento. En los labios que tanto conocía Misaki pudo saborear el puro amor que el novelista le profesaba. Semejante declaración no pudo ser negada en los gestos del castaño y correspondió el gesto con sutileza y lentamente. El oji-violeta por su parte se dejó llevar, sintió los tiernos labios moverse a su compas intentando devorar los suyos. La voluntad del chico estaba doblegada.
    Junto cuando el castaño esperaba algo tierno y amable lo inesperado pasó.
    -¡¿Queee!?-exclamó cuando el pantalón del pijama le fue arrebatado de un solo tirón. Los ojos hambrientos del escritor se posaron como atraídos por un imán en “esa” parte de la anatomía de su amante, cubierta por la tela gris de la ropa interior recién puesta que para él guardaba un profundo misterio que se insinuaba en sus forma sutiles.
    La excitación subía en él y la vergüenza se apoderaba del oji-verde.
    -¡Oh que mal!- dijo el mayor con vos suave- parece que te dolió la caída. Déjame compensarte.
    Cada una de las manos fue a posarse de las redondas nalgas.
    -¡Ah!- exclamó el castaño. No sabía si por el dolor que le provocó el apretón recibido o porque el pervertido peli-plateado lamió el cuello a la vez- Per…pervertido- se quejó y fue retrocediendo con las manos, sentado como estaba. Chocó de nuevo con el dinosaurio y se escucharon otros sonidos leves de juguetes al caer y entre sí.
    -Shhh- dijo el novelista poniendo un dedo sobre los labios de su novio- ya te lo dijo necesito Misaki- ya posicionado sobre el castaño volvió a besarlo con lujuria y con fuerza mientras uno solo de sus largos dedos pasó por sobre la tela del pijama pasando lento por el pecho y el vientre y sin detenerse fue directo a la virilidad del muchacho tocándola apenas como un gentil visitante que llama a la puerta. Delineo su largo para después atraparla con rudeza. Misaki abrió grandes los ojos verdes por la sorpresa e intentó terminar el contacto pero el mayor no lo permitiría. Apretó fuerte los labios dispuesto a no dejarlo ir esa noche y haciendo uso del peso de su cuerpo empujó la delicada figura para dejarla recostado en el cuerpo del juguete de peluche.
    -Usagui-san no… no me toques ahí- alcanzo a decir en un último intento de negar lo inevitable.
    Aun con la tela de por medio los diestros dedos del escritor se cerraron en torno al pene del joven. La experta mano subió y bajó, lenta, muy lentamente pero con firmeza. Misaki cerró los ojos con fuerza, de su garganta escapó un sonido, todavía no era un gemido pero le decía a Akihiko que iba por el buen camino. Intensificó la energía de sus movimientos ya con un poco más de confianza al notar al notar que esa parte de su querer tomaba temperatura y, al mismo tiempo mordía suavemente su oreja-¡Te deseo!- le dijo en un tono íntimo.
    -Ahhh- dulce y sutil, así sonó la vocecita de su pequeño.
    El castaño era torturado en dos puntos, la siempre hábil mano del novelista se movía a lo largo de su pene con rapidez mientras que la húmeda y caliente lengua bajaba por su cuello.
    Misaki templó cuando los fríos dedos dejaron de acariciarlo por encima de la tela y se colaron por dentro del bóxer con el fin de sentir bien la temperatura que iba tomando. El peli-plata dejó que una primera oleada de calor le sacudiera en cuerpo ante el contacto. No necesitaba mayor estimulación que esa ya estaba listo para lo que fuera. Sin pensarlo dos veces y como tenia calor, se separó del cuerpo del castaño para librase de su corbata y camisa.
    Esa era su oportunidad, si Misaki quería escapar solo debía hacerlo. Akihiko lo había soltado solo tenía que pararse e irse y después escabullirse a cualquier lugar seguro. Pero en lugar de eso su mirada verde se perdió en los movimientos del hombre delante de él, y en lo que dejaban a la vista ya con el pantalón desabrochado y la camisa a medio caer de sus brazos. Más allá de que tuviera o no la oportunidad de irse Misaki no lo haría. Esa era una rara ocasión el que solía quedar sin prenda alguna primero de los dos era él. Usagui-san solo actuaba así cuando había aguantado mucho tiempo. Pero solo habían pasado poco más de siete días ¿Cómo era posible que…?
    -¡No me muerdas!- Akihiko lo hizo solo para llamar su atención- me dejarás marc…
    En ese momento en la oscuridad de la habitación brilló una intensa luz azul seguida casi instantáneamente por un estruendo tan potente que las paredes temblaron.
    -¡Ah!- gritó Misaki y por acto reflejo se abrazó a la espalda del escritor.
    -¿Te asustan las tormentas?- tuvo el descaro de preguntar con su odioso tono burlón. – Definitivamente eres un niño. No te preocupes yo te protegeré de todo incluyendo de truenos, rayos y monstruos de armario.
    -¿Qué? Ya te dije que dejaras de tratarme como a un idiota.
    En ese momento les llegó a ambos el sonido de la lluvia cayendo igual que en un diluvio. La tormenta que había estado amenazando por fin había llegado; y se mostraba implacable.
    -Y yo te digo que no lo hago- las manos que creaban obras maestras se atrevieron a adentrarse por debajo de la camisa para dormir del joven, rodeando su estrecha cintura con seguridad y atrayendo al castaño a su cuerpo.
    El rostro del oji-violenta se hundió una vez más en el hueco del hombro del menor descorriendo la tela azul con la nariz y solo se quedó allí muy quieto si decir una palabra.
    La respiración de Usagui-san húmeda y caliente parecía quemar la blanca piel de Misaki pero era tan placentera la sensación que le daba que el pequeño solo la aceptó. Su verde mirar se perdió en algún punto de la oscuridad de la habitación y dejó que el hombre con un gentil movimiento lo recostara en la pansa del juguete caído.
    -¡Eres tan lindo!- le declaró con vos aterciopelada. “Soy hombre” hubiera protestado en cualquier otro momento pero no cuando Usagui lo besaba de la manera en que lo hacía en ese instante, dulce y gentil, ni cuando su mano bajaba lenta por su pecho, ni mucho menos cuando los ojos amatistas brillaban de esa manera especial al decirlo.
    Akihiko repartió besos por todo el rostro del menor: la frente, las mejillas, los parpados, la nariz, daba esporádicos toques en los labios. Mientras, hábilmente, aprovechado el descuido se metía entre sus piernas para tenerlo a su merced.
    -Usagui-san no, no sigas- pudo decir el chico, mas el escritor no hizo caso al balbuceo, en lugar de eso volvió a reclamar sus dulces favoritos y los besó con pasión revelando que esa noche no planeaba detenerse ante nada. Con sus ojos cerrados el novelista aprisionaba fuerte y demandaba cada vez más de la boca Misaki. Robándole el aliento, dándole el suyo a cambio, logrando que el corazón del chico entres sus brazo se acelerara. El oji-violeta no se separó ni un instante, a pesar de que empezaba a necesitar oxígeno, fue subiendo la intensidad más y más volviéndolo un beso desesperado y necesitado, cargado de sentimientos. Sin reparos empujo con la lengua los deliciosos labios rojizos para que abrieran y sin pedir permiso se introdujo en la exquisita cavidad para recorrerla hasta el último rincón.
    Akihiko se recostó un poco sobre el cuerpo de su pequeño acercando sus caderas y él mismo dio un respingo involuntario cuando su miembro endurecido chocó con el contrario. El estremecimiento bajo sus manos le confirmó que Misaki era víctima de la misma deliciosa descarga. Cierto, lo había dejado esperando, pero decidió jugar un poco más y se frotó con mayor fuerza. El sonrió para sí cuando un gemido de Misaki cortó el beso. Como castigo por terminar el dulce contacto no le dio lo que quería. En lugar de eso con las dos manos subió por la cintura levantando la camisa azul del pijama hasta dejar al descubierto los rosados pezones. Acarició el derecho pasando el dedo índice por encima y después delineando en círculos.
    -Usagui-san- dijo muy bajo
    Su vos muy suave llegó a los oídos del novelista a pesar del ruido de la lluvia que golpeaba la ventana y las paredes y, a pesar del viento que soplaba despiadado, el siempre escucharía la vos de su amado. Levantó la cabeza respondiendo a su llamado. La luz azul que con violencia entró al cuarto le permitió ver el gesto que su Misaki hacia: la boca un poco abierta, las mejillas ya ligeramente coloreadas sus ojos con un brillo que parecía suplicar por sus caricias. El estruendo que siguió asustó un poco al pequeño. Akihiko atrapó la mirada esmeralda con la suya y se quedaron así, sin alejarse ni hacer nada más.
    El mayor continuó acariciando le botoncito que había atrapado entre sus dedos. Miró, atento, como la carita se llenaba de placer con sus mimos.
    -Nh… ah- la boca roja se abrió más y los labios de Misaki temblaron en un gemido cuando Akihiko apretó con fuerza el botoncito que antes acariciaba.
    Con el brazo libre rodeó la espalda del joven y, usando el peso de su cuerpo recargó a Misaki en el juguete para que ya no tuviera que sostenerse de sus bracitos inclinados hacia atrás. Ahora tenía absoluta libertad.
    -Ah… ¡Usagi!- jadeo el castaño.
    Era un pecado ver esos labios rojos y húmedos mostrándose y no besarlos, asique lo hizo, a placer y tanto como quiso. Jugó con la lengua de su niño que la acompañaba en excitantes movimientos acariciándola con sutileza y sensualidad. El escritor se separó un poco de Misaki para recuperar el oxígeno y, contemplar de nueva cuenta la mirada enamorado que su querer le dedicaba, para su desgracia los ojos estaban cerrados.
    Afuera la tormenta se sacudia, otro rayo cayó a la distancia, la luz azul iluminó por un instante la habitación proyectando en las paredes las sombras deformadas de los juguetes que allí moraban.
    El peli-plata notó que los ojos de Misaki se abrían despacio, saliendo del trance en el que el beso anterior lo había dejado. Allí estaba. Con repentina urgencia abría los botones la pijama ¿por qué eran tantos? En el instante que brillo esmeralda se asomó cargado de deseo su propia excitación creció. Ya impaciente de un tirón terminó de abrir la camisa y no se percató que algunos botones salían volando. Ahí estaba, frente a él, el delicado cuerpo del castaño. Akihiko recorrió todo con la mirada, desde el inocente y provocador rostro hasta el abdomen plano, el largo cuello, el pecho decorado con sensuales puntos rosados. Más abajo un bulto se levantaba entre las piernas; todo iluminado tenuemente por la luz del pasillo que se colaba por la puerta entreabierta.
    Misaki todavía aturdido por el beso anterior no dijo nada cuando el mayor le bajó la ropa interior.
    Akihiko volvió a pasar su mirada amatista por la figura ya completamente expuesta del castaño. Ahora era capaz de ver el erecto pene de su pequeño y su cuerpo casi tendido en el piso de la habitación; su carita de niño excitada y sonrojada desnudo con juguetes esparcidos a su alrededor. Sin duda una imagen pervertida y por demás excitante, tanto que se decidía sobre qué parte probar primero.
    -No… no me mires así…pervertido- se quejó el más joven con vos apenada y jadeante.
    Existe un límite para la provocación y Misaki lo había roto. Sin decir una palabra se lanzó al ataque, presionó su cadera con el miembro del chico y estrujó el pezón que antes había sido tratado con tanta delicadeza, su lengua lamio lento el cuello para después empezar a repartir besos fuertes, casi desesperados. Al paso de sus labio una marca rojizas aparecían en la piel, huella y prueba de su deseo.
    El viento golpeaba con fuerza en las ventanas que retumbaron. El cuarto pareció temblar y un estruendo bloqueo cualquier otro sonido. Akihiko solo se aferró a Misaki.
    -Usa… ¡ah! Usagui- jadeo entrecortado – Aquí…no- era vergonzoso pero tenía que decirlo porque no quería terminar en el piso- la ¡ah! – una fuerte mordida cerca del hombro- la cama está ahí.
    Es que la posición en la que estaban era un poco embarazosa, él semi recostado en un juguete de peluche con solo la camisa de la pijama puesta pero abierta y resbalando por los brazos. Para colmo las piernas abiertas de par en par con el peli-plateado entre ellas e inclinado sobre él, tocando cada parte de su ser. Una de sus manos elevada por sobre la cabeza prisionera de los dedos del escritor
    -No puedo esperar tanto Misaki- le contestó en un susurro ronco en tembloroso a su oído, mordiendo un poco más su oído.
    No poder esperar dos segundos hasta llegar a la cama era demasiado ¿tanto así lo necesitaba? En esos íntimos momentos Misaki se permitía pensar que sí. Todos los colores del mundo se le subieron a la cara.
    -¡Ah. Misaki!- gimió el mayor rosando sus caderas una vez más y bajando un poco el ritmo con el que atacaba el cuello y los hombros del menor.
    El corazón de Misaki se aceleró más de lo que estaba solo por escuchar el tono de esa rasposa vos.
    El novelista soltó la mano de Misaki mas no para permitirle subir a la cama, por el contrario le castaño sintió los fríos dedo posarse en su pecho y el peso de la mirada amatista brillando caer sobre su persona, como si contemplara algo precioso.
    Akihiko movió sus dedos acariciado todo a su alcance, sintió debajo de ellos la suavidad de la piel blanca y el temblor que sacudía el cuerpo, el violento subir y bajar del pecho y la fuerza con la que el corazón golpeaba. Acercó sus labios allí donde su corazón habitaba y comenzó a repartir besos succionando de vez en cuando, mientras una de sus manos bajaba para ir a posarse en las caderas de Misaki.
    El chico gimió bajo cuando el calor de la legua del escritor le recorrió el pezón izquierdo. Primero arriba y luego abajo y después en círculos.
    -¡Usagui-san!- Llamaba a sus amante por el tierno apodo cada vez que sentía esos expertos labios succionar la piel de su pecho.
    ¡Esa textura! Los botoncitos estaban duros y erectos, Akihiko podía disfrutarlos eternamente. Él amaba cada parte de Misaki y sus labios intentaban devorarse esa pequeña y rosada porción al tiempo que sus manos la una aferrada a la cintura, la otra en la cadera, apretaron con firmeza al ser que adoraba. El mismo Usagui tenía el corazón acelerado y la respiración rápida.
    -Ah…ah…- era el sonido que le llenaba los oídos y que encendía más a Akihiko.
    Él termino su exquisito trabajo apretando entre los dientes el pezón izquierdo. No se privó de tomar el otro, lo besó y lo lamió, lo succionó y lo mordió tanto como quiso.
    -¡Ahh!- Misaki soltó un grito cuando el otro lo mordió con lujuria mientras que el pacer le recorría el cuerpo.
    Akihiko sufrió una punzada en su necesitada entrepierna, aun así todavía podía aguantar un poco más.
    Misaki temblaba de excitación ¿Por qué la tortura duraba tanto? Se preguntaba su mente nublada por el deseo.
    La tormenta arremetía contra el pent-house donde moraban, la fuerza del viento la convirtió en un monstruo temible.
    Por su parte Misaki solo notaba que la punta de los fríos dedos del escritor ahora se deslizaban por su vientre y su pecho como jugando sin decidir qué camino tomar. Después por fin bajaron lentamente por el abdomen lentamente.
    -Ah…- Akihiko no tocó el miembro, sus manos se desviaron a los muslos del menor. El novelista acarició todo el largo para después apretar con fuerza, haciéndole un suave masaje.
    Ya rendido a la voluntad del mayor Misaki se limitó a encoger sus piernas un poco, regalando una incitante imagen al famoso novelista que se regodeó en ella. Akihiko besó las piernas, primero una y luego la otra, acomodándose mejor entre ellas.
    -Usagui-san- susurró el castaño en una gemidito necesitado.
    El peli-plata levantó los ojos una vez más para ver el placer y el éxtasis pintado de rojo la dulce y tierna carita de su amante. Después centró su atención en el erecto miembro, que parecía llamarlo. Se inclinó y besó solo la punta.
    -¡Ah!- fue la reacción instantánea.
    El oji-violeta también tembló por dentro, tomando la virilidad de Misaki con una mano la lamió con devoción y lujuria ¿Cómo hacia eso Usagui-san? Primero lo envolvía con delicadeza y después la atacaba pervertidamente y con pasión.
    -¡Misaki!- lo llamó, pasó su lengua desde la base hasta punta del pene- ¡Misaki! – otra suave lujuriosa caricia le fue dada.
    -Ca…cállate
    Akihiko recorría sin piedad con su húmeda lengua todo el miembro del más joven una y otra vez, terminó lamiendo la punta jugando una ella con su lengua todo alrededor.
    -Ah… ng- Misaki se retorcía y temblaba a cada toque- ¡Ahg! Gritó cuando el peli-plata se llevó su pene completamente a la boca, envolviéndolo en el calor y la humedad de su cavidad. Agradeció encontrase recostado en el dinosaurio de peluche porque de lo contrario hubiera caído. Los labios previamente humedecidos se cerraron alrededor de la base. El cuerpo de chico de ojos esmeralda se sacudió, podía sentir la traviesa lengua del escritor acariciando su falo.
    Akihiko también disfrutaba de su tarea, de lo duro y palpitante del órgano que estimulaba. Comenzó a subir y bajar sobre él. Las manitos del castaño se enredaron en las suaves hebras plateadas tirando de ellas para alejar la cabeza de su entrepierna.
    -ah… Usagui-san… ahí no- el tono de la vos le dijo al mayor que, a pesar de sus palabras, lo último que quería su castaño era que se alejara.
    Akihiko se entregó a su tarea y, comenzó a succionar el necesitado pene con mayor fuerza. Los gemidos temblorosos se transformaron que gritos. El castaño se retorció, intentó escapar de la locura a la que lo arrastraba su novio de la mano del placer. Quiso zafarse de nuevo pero sus fuerzas no le respondieron. Misaki echó la cabeza hacia atrás, podía sentir la respiración calidad del autor chocar con la piel sensible de su entrepierna y, escuchaba su propia vos aun por encima de los sonidos que le llegaba desde el exterior. Mirando el techo en más de una ocasión vió figuras tenebrosas dibujarse gracias a la luz azulada de los relámpagos. Él también sentía una poderosa electricidad tomarle el cuerpo como si los rayos lo atravesaran…
    -¡Ahhh! ¡Usagui-san!- intentó avisarle. Akihiko alertado subió el ritmo de sus movimientos y la fuerza de las succiones. Misaki pronto terminaría.- ¡Usa…! Para… par…¡Ahhh!- sin poder evitarlo Misaki se arqueó a tal punto que se separó del juguete que lo sostenía y liberó su semilla en la boca del peli-plata, Akihiko la recibió gustoso y tragó todo lo que pudo.
    Cuando los ojos verdes volvieron a abrirse lo primero que enfocaron el rosto satisfecho de Usagui limpiándose algo de la comisura de los labios con un dedo que después se llevó a la boca.
    -Yo…- intentó decir mientras recuperaba la respiración- yo lo…
    Misaki estaba completamente rojo y jadeante, su cuerpito delgado todavía sufría ligeros espasmos y su mente seguramente seguía aturdida por el orgasmo y a pesar de todo todavía le quedaba ternura para sentirse apenado, parecía un habito que su niño no estaba dispuesto a abandonar. Lo encontraba encantador.
    Akihiko se sentó en el piso y tomado los bracitos de su amante lo acomodó en su regazo. Con un brazo le rodeó la cintura dejándolo bien cerca, mientras con la otra mano se ocupó de la cabecita castaño quedara recargada en su hombro para que terminara de recuperar el aliento allí. Pero no desaprovechó el tiempo, en lo que el joven recobraba el aire él se llenó los pulmones con el perfume despedían los hilos castaños. Lo que no supo fue que Misaki hacia lo mismo, disfrutaba del aroma varonil de Usagui-san… siempre le había fascinado.
    -¿Usagui-san?- la tímida y suave vos le llegó directo a oído. Akihiko d pronto se encontró con los ojos expectantes de Misaki, su rostro prácticamente pegado al suyo. Entendió lo que quería decirle pero aprovechando la oportunidad le robó un beso rápido.
    Enseguida el brazo que apresaba la cintura estrecha aflojó el agarre, sus manos principiaron a acariciar la espalada por debajo del pijama. Suaves y simples movimientos que, quien sabe por qué razón excitaron al castaño de nueva cuenta. Misaki se agarró de los amplios hombros de su novio mientras sentía esas grandes manos tocarle con descaro los glúteos, levantado su cuerpo precisamente desde ahí. Se inclinó un poco sobre Usagui cuando unos dedos largos y atrevidos comenzaron a buscar su entrada. Misaki deslizó una caricia por la espalda del escritor provocando que la camisa se resbalara.
    El oji-amatista tenía una erección que dolía en sus pantalones y la caricia de Misaki solo sirvió para avivarla.
    -¡Ahg!
    El primer dedo había entrado y el hombre motivado por su excitación comenzó a estimular de inmediato esa zona tan estrecha. Masajeó todo alrededor buscado despertar el gozo de su amante.
    -Ah..ah- fue un poco más rápido y alto.
    Un segundo dedo se adentró en el interior del más joven. Akihiko se movía en círculos. Poco a poco el pequeño abrasado a su espalda se relajaba haciéndole más fácil la tarea.
    -Usagui- gimió cuando finalmente el tercer dedo pudo entrar.
    Para el escritor la preparación se estaba convirtiendo en una agonía lenta. Es que por culpa de su pequeña investigación había estado deseando a su niño todo día. Misaki tenía una rodilla a cada lado de la cadera del peli-plata y ya no está sentado. Cuando el mayor sintió el pene de su novio chocar con vientre en un movimiento involuntario supo que estaba listo y sacó los dedos del interior. De alguna forma se las ingenió para sacar su necesito miembro de su prisión sin separar a Misaki de su hombro donde parecía estar muy cómodo ¿acaso seria que no quería dejarlo? ¿Esa era la razón por la que le permitió levantarlo un poco más del trasero sin dejar de tener la carita hundida en su cuello?
    Al novelista no le importó que en ese momento un estruendo sonara tan fuerte que parecía que el mismo mundo se sacudía. Solo le importo el calor del menudo cuerpo a su lado, las manitos en su espalda, el miembro rosando su pecho. Eso bastó para que llevara las manos a la cintura de Misaki y usando un poco de su fuerza tirara de él para que bajara.
    -Algún día lo harás por ti mismo- le aseguró en un susurro ronco. El castaño no refutó nada solo cerro con fuerza los ojos sintiendo como el falo de su novio posicionarse en su entrada. Respiró hondo y se dejó llevar.
    -¡Ahh!-
    Por más que ya estaba en el interior el novelista aún tenía que esperar un poco más, asique se dedicó a acariciar la suave piel de la espalda para lograr que se relajara y calmarse también. Los brazos que lo rodeaban lo apretaron un poco más fuerte, señal de que al fin podía moverse. Lentamente y con delicadeza embistió al castaño, mientras usaba el agarre de sus manos para mover el cuerpo al compás.
    -Usagui-san…ah- susurró bajito en su oído el castaño.
    -Ahg…- le respondió deslizándose lentamente en el interior de su amado.
    El peli-plata tuvo que inclinarse un poco hacia atrás y apoyar una mano en el piso para lograr llegar más profundo en el interior de Misaki, la otra mano se quedó en la cintura estrecha ayudando a impulsar el cuerpo arriba y abajo, una y otra vez. El castaño temblaba a cada estocada.
    Suspirando y jadeando Misaki se negaba a gritar. Sus gemidos eran suaves y bajos pero, ¡eran tan eróticos en el oído del escritor! Como en secreto contado en un lenguaje que solo ellos conocían. Lentamente fue subiendo el ritmo. Más fuerte, más rápido, más profundo.
    -¡Usa…Usagui…san!
    Misaki quería más y él no se lo negaría, justo a tiempo porque su cordura estaba llegando al límite.
    El viento aullaba afuera y, en todo era oscuridad en la cuidad, las luces de las calles eran inútiles ante la lluvia que caía como un manto oscuro.
    Akihiko embistió con fuerza y dio en el punto en el que Misaki tenía mayor gozo. Una luz azul brilló y el estruendo hizo temblar el edificio entero.
    -¡Ahhh!- fue el grito ronco que llenó la habitación por encima de todo sonido porque… ¡Misaki lo había mordido! Justo entre la base del cuello y el hombro.
    -Yo…mh…yo lo- escucho el tierno balbucea de parte del castaño cuando por su cuerpo todavía corrían los efectos que el sorpresivo ataque le hizo sentir.
    -¡Te amo Misaki!- fue su respuesta y sin esperar nada más comenzó a penetrarlo tan fuerte como podía.
    -¡Ah! ¡ah!... Usagui
    -Mi…Misaki- los delgados dedos de su amante se hundieron en su espalda.
    El placer era máximo y el castaño tuvo que echarse un poco atrás y se vio obligado a sostenerse de los firmes bíceps de su novio para no caer de espadas.
    El escritor ya había perdido la cabeza, estaba enloquecido por el calor y la estreches que el interior del oji-verde ofrecía. Sin permitirse ser egoísta se las ingenió para tomar el miembro endurecido y erecto e Misaki y masturbarlo casi con violencia.
    -¡ah! ¡AH!
    -¡Misaki, ahg!- lo embestía con potencia mientras veía su cuerpito agitado subir y bajar.
    Le castaño no podía con tanto estimulo, su cuerpo se estremecía con violencia y poderosas descargas electicas lo recorrían una tras de otra sin darle descanso.
    -Usagui…yo…¡AHHH!- con un potente grito Misaki se corrió entre los dos. Akihiko sintió las ardientes paredes del interior del castaño cerrarse con fuerza a su alrededor cuando este alcanzaba el clímax. No lo resistió, arrastrado por Misaki sucumbió al máximo placer liberando su esencia en el interior del castaño, llamándolo.
    Varios minutos después el novelista limpiaba la semilla de Misaki de su pecho, ya lo había dejado en la cama con el pijama “un poco” arrugada pero él necesitaba cambiarse, estaba cansado asique no se molestó, quedando solo en ropa interior. Akihiko sonrió adormilado cuando lo vio profundamente dormido en la cama matrimonial junto a Suzuki-san, solo se acostó a su lado, lo abrazó por la espalda y se durmió.

    -¡Tkz!- se quejó Akihiko saliendo del baño y azotando un poco la puerta. Eran apenas las 10 de la mañana y su dio ya estaba arruinado. A pesar de ser domino no podía pasarla tranquilo e ir a una pequeña cita con Misaki como tenía planeado. Para empezar el molesto ruido del celular lo despertó pasadas las 9, cuando se resignó a contestar se llevó la desagradable sorpresa de escuchar la vos de Aikawa que lo llamaba para decirle que pasaría por el articulo esa misma tarde y que tenía que entregarlo si o si porque era para publicar al día siguiente, cuando le dijo que no estaba listo tuvo que soportar el griterío de la mujer pelirroja hasta que accedió a tenerlo terminado para la tarde. Después de que le cortó y decidiendo que un rato más en la cama abrasando a su castaño no haría daño descubrió que otra vez el chico se había levantado antes. Ya de peor humor que hacía unos pocos minutos se levantó y se duchó pero para rematarla por más que busco y busco en su cuello y hombro frente al espejo no pudo encontrar ninguna marca de la mordida de Misaki. Bajando las escaleras pudo ver al castaño poner la mesa.
    -Ah ¡buenos días Usagui-san!
    -Buenos días- le contestó desganado
    El oji-esmeralda trató de ignorar la evidente mueca de enojo en el mayor atribuyéndosela solo a su habitual mal humor matutino. Él la había visto muchas veces, pero no podi evitar sentir un poco de miedo ante esa aura maligna.
    -Ya está el desayuno- le dijo tratando de no levantar la vos
    -¿Todavía no tomaste nada?- pregunto tomando su lugar en la mesa.
    -No- respondió simplemente el chico. Bueno por lo menos desayunarían juntos.
    - No podremos ir al centro comercial hoy- dijo en tono de disculpa tomando un sorbo de café- Aikawa me llamó- hizo un mueca -tengo que terminar el artículo.
    -Ah bueno… no importa- le respondió el chico y comenzó su desayuno para evitar mirar a su compañero ¿Qué se suponía que había estado haciendo toda la tarde anterior?
    Con la simple compañía de Misaki el mal humor del novelista se despejaba, al igual que el cielo que de a poco recuperaba su azul después de todo un día de lluvias y tormentas. Estaban a punto de terminar un cotidiano y tranquilo desayuno pero…
    -¡Hey!¡Hey! ¡Buenos días!- se escuchó en el pent house justo después de un portazo.
    -¿Qué hacen aquí? – inquirió el amatista cuando vio ese par atravesar la puerta.
    -Yo vine a supervisarlo sensei- se defendió Aikawa- si no usted no trabaja.
    -Entonces ¡¿Qué quiere aquí Isaka-san?!
    -¿De ti? Nada- respondió con una sonrisa y rápidamente corrió al castaño y lo abrazó por los hombros- estoy aquí para anunciar que mi futuro editor estrella ¡comenzará su entrenamiento mañana a primera hora!
    -¿Eh?- solo atinó a decir Misaki con dos platos por ojos.
    -Se suponía que empezaría hasta dentro de unos meses- se quejó el escritor irritado por el contacto innecesario.
    -Si pero por la partida imprevista de uno de mis editores- la mirada purpura se entristeció un poco- he decido adelantar el inicio de Chibi-tan
    -Pero mi trabajo de medio tiempo…
    -No te preocupes- dijo apretando al chico- solo recibirás entrenamiento por la mañana, por la tarde harás tus tareas habituales- Isaka se paró y comenzó a marcharse- mañana a las 9 en punto Chibi-tan ¡tengo muchas expectativas!- dijo ya con la puerta en la mano- ¡Ah! Asegúrate de llevar a Akihiko contigo, tiene una reunión con unos empresarios.
    Todos en la casa se quedaron en silencio mirando la puerta cerrada tras el portazo y, Akihiko solo sabía una cosa: su humor no podía ser peor.

     
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