A 12.800 metros: Bajo tus alas

MIhawkxZoro // KidxLaw. Una historia de altos vuelos

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  1. Skycrew09
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    SINOPSIS



    Después de un grave accidente de aviación, Zoro entra en una profunda depresión incapaz de superarlo. Refugiado tras el culo de una botella no quiere enfrentarse al mundo real. Sin embargo, tras un pequeño empujoncito, Zoro por fin se dará cuenta de que lo que más ama en el mundo es volar.

    De esta manera empezará una nueva etapa de su vida, donde conocerá personas de lo más peculiares y a quien se convertirá en el peor de sus quebraderos de cabeza.

    A su vez, tendrán lugar multitud de situaciones extremas, sazonadas con mucho drama, que sólo podrían darse, como no, en una historia de altos vuelos.

    Aventúrate en el aeropuerto Red Line y descubre a sus excéntricos trabajadores. Ten a mano los billetes y toma asiento, ¡este vuelo está a punto de despegar!



    Parejas: MiZo, KiddLaw

    Aclaraciones: este fanfic será mensual, lo que significa, que hasta nuevo aviso, se publicará un capítulo cada mes. Posteriormente será bimensual (2 capítulos por mes). En cualquier caso, esto podría estar sujeto a modificaciones o incluso subir capítulos sorpresa o especiales.

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    * representación de un Iceburg 780, uno de los aviones de la compañía *


    Capítulo 1.

    - Estoy harta de todo ya, Zoro. De tu depresión, de tus problemas y de tu puto alcoholismo. Entiendo la mierda por la que has pasado, pero la vida sigue. Ya va año y medio desde el accidente, y tú sigues igual. Pasa página.
    - ¡Cállate! Tú que vas a saber, no estabas allí para saber lo que sentí.
    - No, pero he estado aguantándote durante este tiempo y ya no puedo más. Yo te quería, pero ya no sé quién eres. El Zoro que conocí era alguien fuerte que no se rendía tan fácilmente. Y no alguien que se esconde tras el cristal de una botella.
    - Yo no me escondo, ¿acaso no me ves aquí sentado? -respondió insolente.

    Ella enfadada se giró, dejando al hombre por imposible. Caminó hasta el cuarto que apenas unas horas atrás ambos compartían. Agarró el par de maletas que previamente había preparado, y las dejó al lado de la puerta del piso, para después volver justo delante de la mesa donde Zoro se encontraba sentado, botella en mano. Acto seguido estampó las llaves en la superficie de madera con un sonoro golpe. Sin embargo, Zoro permaneció impasible, una sonrisa burlesca en los labios.

    - ¿Qué coño estás haciendo mujer?
    - Largarme, ya te lo he dicho. Te las puedes quedar, no las voy a necesitar más. -Volvió hasta la puerta, tomó sus maletas y la abrió. Cuando estaba a punto de salir acotó-: Espero que algún día recapacites. No dejes de hacer lo que más amas, tu vida está en el aire.

    Tras el sonido de la puerta al cerrarse, el piso se quedó en silencio, salvo por los ruidos cotidianos de la calle. Zoro permaneció estático durante unos segundos asimilando lo sucedido, como si su cerebro alcoholizado no acabara de procesar lo ocurrido.
    Cuando por fin se dio cuenta de que se había quedado sólo, la rabia y demás sentimientos comenzaron a bullir en su interior hasta desbordarle. Entonces, como movido por un resorte se levantó bruscamente, provocando que la silla cayera al suelo. A su vez, tomó la botella de Jack Daniel's casi vacía y la estampó contra la pared. El ambarino líquido escurría por la pared, retratando en una pintura abstracta toda su cólera e impotencia.

    Después de aquello Zoro se pasó cerca de una semana apenas más vivo que un zombie. Iba arrastrando su cuerpo de su cuarto al salón, y del salón a su cuarto. Tomaba una copa y vuelta a empezar. Sin embargo, en un momento dado, mientras se encontraba despatarrado en el sofá su mirada quedó fija en un porta-retratos en concreto. Éste era de color madera oscura, y en él aparecían una versión más joven de sí mismo junto a dos hombres en un hangar. El que se encontraba a su izquierda, si uno se fijaba bien, podría percibir las semejanzas y deducir su parentesco; aunque su vista quedó fija en el de su derecha. Por su cabeza pasaron entonces recuerdos lejanos que quizás fueran la solución a su problema, porque sí, tenía un problema, por mucho que a él le costara reconocerlo.
    Se levantó con toda la estabilidad que la resaca y el par de copas que tenía encima le dejaban para dirigirse al ropero del dormitorio. De la balda superior sacó una caja verde oscuro y se sentó con ella en la cama. Las manos le temblaban, ésta contenía toda su vida, y no todos los recuerdos eran buenos; se preguntaba de dónde sacó Pandora la fuerza para abrir la suya. Alzó la tapa y la dejó caer, intentó no ver el par de chapas metálicas ni la insignia de su unidad, apartándolas rápidamente.
    No tuvo que rebuscar mucho para encontrar aquella agenda de cuero negra; la cogió y se alejó de todo lo demás. El tacto áspero de las páginas hizo que le invadiera la nostalgia, y tras unas pocas encontró el nombre que buscaba: William Walsh.
    Vacilante y algo tenso, descolgó el teléfono para marcar el número que lo acompañaba. A los tres tonos respondió una voz con un ligero acento inglés.

    - ¿Diga?
    - Hola, ¿William? Soy Zoro Roronoa…
    - Hola hijo, hacía mucho que no sabía de ti, ¿cómo has estado?- se le notaba el cariño en la voz.
    - … Bien, gracias… -dijo rápidamente para no profundizar en el tema.- ¿Tendrías un hueco para hablar en persona?
    - Mmm claro, ¿ha pasado algo grave?- preguntó preocupado.
    - Es una historia un poco larga, por eso me gustaría verte. ¿Estás por Madrid?
    - Por suerte sí, así que sin problemas, mañana mismo ven a mi oficina a mediodía, si quieres podemos salir a comer. ¿Recuerdas dónde está?
    - Sí, me las apañaré. Adiós, y gracias- se despidió más tranquilo.
    - Hasta mañana.


    Después de colgar la llamada Zoro se quedó mirando el teléfono fijo, dudando si había hecho lo correcto o no.
    Se levantó para ir al baño y al mirarse al espejo no reconoció la imagen que éste le devolvía: estaba totalmente demacrado, tenía el pelo más largo, la barba de varias semanas y marcadas ojeras bajo sus ojos grises. Además, su vestuario se reducía a una camiseta de propaganda con un par de manchas y unos pantalones de chándal con más remiendos que tela original. Sin olvidar la peste a alcohol.
    Sólo tuvo una de palabra para describirse a sí mismo: un total y absoluto desastre. Definitivamente tenía que poner una solución a todo esto.
    Tomó una toalla y lo primero que hizo fue darse una buena ducha de agua caliente. Después se afeitó. Y finalmente recogió un poco el desastre en que se había convertido su vivienda. Para entonces ya eran cerca de las diez de la noche y su estómago demandaba alimento.
    Rebuscó en la nevera y lo único que encontró fue medio limón reseco, un yogur caducado y un trozo de queso más verde que su propio pelo, casi pudo jurar que los microorganismos le saludaron al cerrar la puerta. Ante tal panorama a Zoro no le quedó más que pedir una pizza carbonara; no quería arriesgarse a perder su cita de mañana por culpa del yogur.
    Aquél pequeño manjar le supo a gloria. Era de lo mejor que había ingerido durante la semana.
    Finalmente, aunque Zoro intentó dormir, no fue hasta bien entrada la madrugada que concilió el sueño, pues comenzaba a notar la abstinencia de alcohol en su organismo.

    A la mañana siguiente, sus ojeras eran aún más notorias y sus ojos estaban inyectados en sangre. A desgana, Zoro se vistió con un pantalón vaquero y una camisa de forma torpe. Y tras darse un último vistazo en el espejo de la entrada tomó las llaves y salió.
    Al final de la manzana esperaba su Jeep Wrangler color blanco. Era de segunda mano y su primer y único coche. Éste era muy especial para él pues su padre se lo había regalado cuando se sacó el carnet, por lo que realmente le dolió verlo todo sucio y embarrado.
    Zoro comprobó la hora en su teléfono móvil. Viendo que aún tenía tiempo, decidió pasar por la gasolinera y lavarlo. Por algún motivo, aquello hizo que él mismo se sintiera un poquito mejor.

    Treinta minutos después se encontraba en las oficinas centrales de RAFTEL AIRLANES. Ésta era una empresa dedicada a gestionar y dirigir todo tipo de transporte y servicio aéreo, comprendiendo tanto vuelos comerciales como generales y privados. Y es que William Walsh era el presidente y dueño de la misma.
    Desde fuera, el edificio ya podía describirse como imponente. Contaba con siete plantas de altura, de color blanco y arquitectura clásica. Contemplar el enorme gigante hizo que Zoro se diera cuenta de lo realmente nervioso que estaba.
    El peliverde se sentía agarrotado, como si algo superior a él atenazara sus músculos, impidiéndole caminar. Quizá se había precipitado, y no estaba listo para aquello; el accidente todavía era un recuerdo fresco en su memoria. Durante un segundo estuvo tentado de darse la vuelta y volver a casa. Sin embargo, se dio una bofetada mental a sí mismo, obligándose a atravesar la puerta.
    Una vez dentro, Zoro se acercó al mostrador de recepción. Allí una mujer de mediana edad le indicó amablemente el piso al que debía ir. Por suerte, no tuvo ocasión de perderse, pues el mismo William le estaba esperando a la salida del ascensor. Tras los saludos de rigor, abrazos incluidos, ambos fueron al despacho del primero.
    Una vez dentro de la estancia, el mayor tomó asiento en su cómodo sillón, invitando a Zoro hacer lo mismo en las sillas que se encontraban para tal menester frente a su escritorio.

    - Y bien, ¿cómo has estado? -preguntó cauteloso. Aunque Zoro se había adecentado para acudir a la cita, las marcas de la dejadez personal eran muy presentes en él, destacando en especial las ojeras.
    Zoro suspiró, tomando fuerzas para lo que venía. Ya era hora de afrontar los problemas de frente y ponerles solución.
    - No voy a andarme con rodeos, la verdad es que no tan bien como me gustaría.
    - Bien, te escucho -el hombre se irguió, cruzando las manos sobre la mesa en muestra de total atención al joven.
    - Como bien sabes, el accidente de hace año y medio me dejó algo tocado. No físicamente claro..., tú ya me entiendes -su cuerpo temblaba ligeramente; mostrar sus debilidades nunca se le había dado bien-. El caso es que no supe afrontarlo de la mejor manera. Todas aquellas pesadillas, la sensación de que la gente me señalaba con el dedo al pasar... la única forma de dejar de pensar en ello la encontré en el fondo de una botella. Al principio, apenas unos tragos, pero después fue a más. Lo que te quiero decir...
    - No hace falta que sigas, Zoro, entiendo por dónde van los tiros. Estás siendo muy valiente al contarme esto – éste bajó la mirada avergonzado, aunque comenzaba a notar como le quitaban un peso de encima. Eso le ayudó a seguir hablando.
    - Sé que no tendría que haber venido, pero tampoco sabía a quién más acudir. Quiero superarlo y volver hacer lo que realmente me gusta, volar -William sonrió fugazmente, si bien Zoro no era su hijo, lo apreciaba como a uno, y estaba dispuesto a ayudarle.
    - Una vez te dije que si tenías algún problema acudieras a mí, y lo mantengo. Te ayudaré a salir de esta -ahora fue Zoro quien sonrió aliviado-. Tendrás un puesto en mi compañía. Pero antes, deberás ir a un centro de desintoxicación para superar tu problema con el alcohol. Cuando estés rehabilitado, ve al aeropuerto Red Line y ven a verme. Entonces te diré en qué consistirá tu trabajo.
    - Muchas gracias, señor.
    - Sabes perfectamente que las formalidades están de más conmigo. Además, ¿cuándo me hice tan viejo para que me comenzaran a llamar señor? -dijo William, aligerando el ambiente. Zoro no pudo más que reírse ante el comentario.

    Después de la reunión, ambos salieron a comer y recordar viejos tiempos. Por supuesto, Zoro pidió agua; este era el principio del cambio.

    Al llegar a casa, Zoro preparó una pequeña maleta con lo indispensable pues esa misma noche se internaría en el centro que le recomendó William. No le costó aceptar la decisión ya que él mismo sabía que necesitaría ayuda externa para superar su adicción.
    Con todo listo, dio un último vistazo al que fue su hogar durante los últimos años. Cerró la puerta con la llave y se encaminó al coche. Le esperaban dos horas de trayecto en carretera hasta el centro que había elegido.

    6 MESES DESPUÉS

    El mundo real lo recibió con la calurosa bofetada de finales de Agosto. Bajó del Jeep frente a su casa, cansado y sudoroso, casi se había olvidado de lo que odiaba Madrid durante el verano.
    Subió las escaleras ágilmente, cosa que hace seis meses le hubiera costado un gran esfuerzo y resuellos, o una buena caída a causa de los mareos propios del alcohol. Aquello le sacó una sonrisa satisfecha, estaba orgulloso de sí mismo y lo que había logrado en tan poco tiempo.
    Abrió la puerta de su casa, todo olía a cerrado y una capa de polvo cubría la mayoría de los muebles. Se apresuró a abrir las ventanas del piso y ventilar un poco en lo que preparaba la mudanza.
    Al entrar en la cocina se encontró la encimera llena de varias botellas de distintos licores, entre los que predominaba el whisky. Zoro se detuvo un par de segundos contemplándolas. Hacía seis meses se habría lanzado a por ellas sin dudarlo, sin embargo, respiró tranquilo y seguro. Tomó la primera y la vació completa en el fregadero. Después todas las demás. Finalmente alcanzó una bolsa de basura y tiró las botellas vacías.
    Horas más tarde había terminado de limpiar el piso y terminaba de cerrar la última de las cajas que se llevaría consigo. Zoro no era del tipo sentimental que se apegaba a los objetos, por lo que sólo le acompañarían parte de su ropa, la caja de recuerdos de donde había sacado la agenda y un par de fotos. Lo cargó todo en su querido Jeep y se puso al volante.
    Así cerraba una de las etapas más turbias de su vida. Era hora de poner rumbo a Asturias, el Red Line lo esperaba. La piel ya se le erizaba sólo de imaginarse a sí mismo de nuevo a los mandos de un avión, con el familiar cambio de presión en sus oídos.


    El viaje duró aproximadamente cinco horas, entre paradas y desvíos gracias a su falta de orientación. Por suerte fue capaz de arribar antes de que se hiciera de noche al aeropuerto, la puesta de sol lo hacía destacar de una forma especial, casi mágica, como todo lo que sucedía allá dentro.
    Se bajó del coche y entró. Red Line era diferente de otros aeropuertos en los que había estado. Sólo por su localización junto al mar Cantábrico la construcción ya tenía un aire especial, menos urbano, pues su pista de despegue y aterrizaje se adentraba en el mismo como una lengua de tierra, de modo que los aviones que de allí despegaban parecían emerger de las propias aguas.
    Tras preguntar a varios operarios del aeropuerto, Zoro por fin llegó a las oficinas de RAFTEL AIRLINES. Allí lo recibió Will, que le hizo pasar a su despacho tras un afectuoso abrazo.
    De las acciones privadas de Red Line, la compañía de la que era dueño el amigo de su padre contaba con el 17% del 49% disponible para empresas privadas. O lo que es lo mismo, aquello que William Walsh decidiera tendría una gran repercusión en el aeropuerto.
    - Te veo mucho mejor, Zoro.
    - Sí, la verdad es que este tiempo en el centro me ha ayudado mucho. Estoy deseando estar en el aire.
    - Hahaha, para el carro jovencito. Nadie dijo que podrías pilotar, al menos no aún. Apenas acabas de llegar. Primero tienes que aprender el funcionamiento de la empresa. Y después pasarás un tiempo de copiloto.
    - Oh...
    - No es que no confíe en ti, pero entiéndeme, debo seguir el protocolo antes de dejarte sólo a cargo de una aeronave. Así que tómatelo con calma. El avión de tu futuro compañero llegará en unos días; ahora mismo se encuentra haciendo un vuelo internacional con escalas.
    Zoro no quería volver a compartir cabina con nadie, ni ser responsable de más nada que él mismo. Así no habría culpabilidad.
    - ¿No podría aunque fuera pilotar una avioneta de mensajería?
    - No va a poder ser Zoro- respondió con algo de lástima.- Piensa que te ayudará a superar todo aquello. Además, te puedo asegurar que estarás a cargo de mi mejor piloto.
    - Está bien,- se resignó- aunque no prometo nada.
    - Inténtalo, si tienes un año sin incidencias te daré lo que quieres.
    - Trato hecho.
    - Así me gusta Zorín- dijo animado William, provocando una mueca incómoda en el otro.- Por ahora acompáñame, te voy a presentar a alguien que te enseñe todo esto. Luego te enviaré un correo con tus próximos itinerarios de vuelo- se levantó mientras hablaba.- Por cierto, aquí tienes las llaves del piso y la dirección, no queda muy lejos de aquí, por lo que no tendrás problemas para llegar, supongo.
    - Perfecto.

    Dicho todo esto, ambos se encaminaron a la zona de atención al público de la aerolínea. Allí se encontraban una muchacha tecleando en uno de los ordenadores, mientras hablaba con quién suponía era un cliente, a juzgar por el equipaje. A su lado, de pie, escuchaba las quejas del pasajero un chico moreno y esbelto de pelo negro. Llevaba puesto el que supuso era el uniforme de los azafatos, compuesto por un chaleco blanco de botones dorados superpuesto a una camisa negra, de cuyo cuello colgaba una corbata color turquesa. Al verlo el peliverde sólo deseó que el traje de piloto fuera algo más discreto.
    Al llegar al mostrador el azafato dejó que su compañera terminara de resolver el problema que se traían entre manos, recibiendo al dueño de la compañía con una sonrisa que Zoro no hubiera sabido muy bien como clasificar.
    - Jefe, ¿qué le trae por aquí?- preguntó con tono bromista y media sonrisa.
    - Te traigo al nuevo piloto para que le enseñes cómo funcionan las cosas por aquí. Zoro Roronoa, él es Law Trafalgar, mi solucionador de problemas particular, en lo que a clientes se refiere.
    - Encantado de conocerte- Zoro le extendió la mano, aceptándola Law de buen grado.
    - Igualmente.
    - Bueno chicos,- intervino el mayor- os dejo solos, aún me queda trabajo en la oficina. No seas duro con él Law. Y Zoro, recuerda revisar el correo cuando llegues a casa.
    - De acuerdo señor- respondió el más bajo.
    - Pero si yo soy un angelito- se defendió el otro. Provocando una sonrisa en Will antes de alejarse.
    Tras quedarse solos, el moreno guió al otro por las distintas zonas que regentaba la empresa, además de darle un mapa y su identificación. También le explico los procedimientos administrativos que como piloto él debería llevar a cabo. Por último, se dirigieron al hangar a través de la línea de transporte interno del aeropuerto.
    Decir que éste era grande hubiese sido quedarse corto. La gente iba de un lado para otro reparando o poniendo apunto diferentes modelos: un Iceburg 700, un par de Iceburg 798 y tres avionetas Iceburg Galley-La de modelos diferentes. William tuvo un gran acierto al crear junto con el famoso ingeniero Iceburg Waters la empresa constructora que le suministraba a la aerolínea su principal medio de trabajo.
    Después de esquivar a varios operarios llegaron hasta las barracas, que hacían de oficina, sala de reuniones y área de descanso del personal. Una vez dentro, Zoro vio como Law buscaba algo con la mirada, en unos pocos segundos las pupilas se le dilataron y reanudó la marcha hacia una cabellara pelirroja.
    - ¿Kidd Eustass?
    - Sí, soy yo- respondió serio un hombre de tez blanca.
    - Soy Law Trafalgar, de la administración de tierra, el jefe me pidió que le enseñara el funcionamiento de la aerolínea al nuevo piloto. Ya que los procedimientos que él tenga que llevar a cabo respecto al hangar de reparaciones, no los tengo muy claros, te lo he traído por si necesita saber algo- respondió el azabache.- Te lo presento, él es Zoro Roronoa, será el nuevo copiloto del Iceburg 780 transoceánico.
    - Buena máquina, tienes suerte… Aunque bueno, no sé si podrás tomar realmente los mandos. Soy Kidd Eustass, encargado del hangar de reparaciones de ICEBURG S.L.
    - Encantado de conocerte, será un placer trabajar contigo- dijo Zoro mientras aún le daba vueltas a lo que le había dicho al principio.
    - Cualquier problema que tengáis con el funcionamiento del avión tú como copiloto deberás referirlo a través de un formulario de fin de ruta cuando hayan aterrizado. A no ser que estéis en pleno vuelo, entonces deberás llamar por radio, e intentaremos evaluar la situación desde aquí para actuar de la mejor forma posible. De todas maneras, todo esto es parte de los protocolos básicos de vuelo, y la poca información que precises te la podrá aportar tu compañero.
    - Gracias, lo tendré en cuenta.
    - Entonces te dejamos trabajar tranquilo Eustass- intervino Trafalgar.- Y ha sido todo un placer conocerte- se despidió guiñándole un ojo.



    En su camino de vuelta a la terminal Zoro fue charlando tranquilamente con Law. Descubrió que él también residía en el edificio para empleados perteneciente a la compañía, así que aprovechando que éste acababa su turno, lo usó como guía, nuevamente, ya que no tenía idea de cómo llegar al piso, a pesar de tener la dirección. De más está decir que se ahorraría varios kilómetros y algo de gasolina, pues su orientación terrestre no era muy buena, o eso decían.
    El moreno aceptó con gusto, hoy no tendría que rogar por transporte. Law nunca dispuso de vehículo propio, ya que desde joven se había dedicado a recorrer el mundo y a aprender las culturas e idiomas que lo poblaban; aunque ya hacía cinco años que había empezado a trabajar en la compañía. También le contó a Zoro algunas anécdotas de sus múltiples viajes y diversas situaciones con los clientes.
    Cuando el otro quiso darse cuenta, ya se encontraban en el aparcamiento del edificio.
    - ¿En qué piso estás?- preguntó Law bajándose del coche.
    - En el cuarto B.
    - Okey, yo vivo en el tercero C, cualquier cosa que necesites, ya sabes dónde encontrarme- dijo afable.- Y gracias por traerme. Por cierto, ¿necesitas que te ayude a subir algo?
    - No hay de qué, y la verdad, te lo agradecería; no es que tenga muchas cosas pero me gustaría subirlas todo de golpe.
    - Perfecto, entonces vamos a ello.
    No tardaron más de diez minutos en llevar las pocas cajas hasta el ascensor. En el tercero Law se bajó, mientras que Zoro siguió hasta su piso. Cuando abrió la puerta no sabía lo que se iba a encontrar, por lo que se alegró de que estuviera amueblado. Dejó las cajas al lado de la puerta sin mucho cuidado y se dejó caer en el sofá de cualquier manera; el viaje le había dejado exhausto y aún más conocer a Trafalgar. Ese chico era igual que una cotorra en tamaño XXL, tendría que tener cuidado con lo que le decía o acabaría siendo la comidilla de la empresa.

    Esos seis meses habían merecido la pena, ya estaba allí y podía retomar su vida en el lugar donde nunca debió dejarla, a 12.800 metros de altitud.







    ------

    Espero que os haya gustado, nos vemos el mes que viene con más y mejor.

    Attm: Skycrew

    Edited by Skycrew09 - 29/7/2016, 18:15
     
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  2. Taka.RyuujiDalton
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    Uff menos mal que se corrigió el error jaja. Al principio me do cosa leerlo al ver que era taaaaan largo, y lo que en realidad pasaba era que se había subido 3 veces el capítulo 1! xD
    En fin, dejando eso de lado, ya hacía bastante que por estos lares no se subía algo así de bien planteado. Es decir, desde la historia hasta el planteamiento de la misma está todo genial conectado. Aunque ya veremos que tal avanza, de momento sólo por la ortografía y la gramática ya le doy una oportunidad.
    Y aunque no fuera así, SON PILOTOS JODER!! ♥♥♥

    sigue así, ya hay ganas de leer un segundo. Ojalá y no haya que esperar un mes T.T
     
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    OMG!! Hacía tiempo que no me enganchaba tanto a un fic ¿por qué el primer capítulo es tan corto? *sniff**sniff*

    Es que es tan perfecto, y dios, el uniforme de mi Law *se derrite lentamente* ya tengo ganas de ver que tienes para Zoro. Y lo de la marca de aviones de Iceburg fue buenísimo, no me lo esperaba.
    Tengo curiosidad de saber que le pasó a Zoro exactamente en el accidente. Ojalá que publiques antes del mes, sino la espera se me hará eterna.

    Un beso y mucha inspiración <3 Esperaré la conti con ganas
     
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  4. Skycrew09
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    ¡Hola mundo!,
    aquí Skycrew. Decidí subir el capítulo antes de tiempo. He avanzado bastantes capítulos y las actualizaciones serán cada 10-15 días. Lo hago así para que, en caso de no poder escribir en un tiempo, aún tengáis cosas que leer mientras avanzo con la historia.
    Cualquier duda o comentario estaré encantada de responderlo. Vuestras opiniones son muy importantes!! ♥

    Capítulo 2.

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    La claridad del sol que se filtraba por las ventanas fue la causante de despertar a Zoro. Se había quedado dormido en el sofá, con el consiguiente dolor de cuello. Perezosamente se fue incorporando, mientras se masajeaba la zona afectada. Apenas se había acostumbrado a tener los ojos abiertos cuando el timbre comenzó a sonar insistentemente.
    – Quién cojones será a esta hora... - se levantó de mala gana y abrió la puerta.
    – ¡Buenos días Zoro! ¿Listo para tu primer día?
    – ¿De qué demonios hablas? El señor Walsh me dijo que hasta que llegara mi compañero, no tendría que hacer nada.
    – Ya lo sé, pero el jefe de ingenieros me envía a buscarte. Dice que necesita explicarte un par de cosa de los aviones comerciales.- Zoro entrecerró los ojos molesto- Yo no entiendo de esto, sólo soy un mandado -se defendió el moreno, alzando las manos frente a su pecho en pose defensiva.
    – Está bien, dame quince minutos que me vista.

    Quince minutos después Zoro apareció por el salón con ropa más adecuada. Esta vez llevaba puesto un pantalón vaquero negro, una camiseta de manga corta y botas militares. Vio como Law esperaba tranquilamente en el sofá, parecía sentirse demasiado cómodo en casas ajenas; algo le decía que no se desharía de él tan fácilmente.
    – Tendré que ser tu transporte, ¿cierto?
    La única respuesta que obtuvo del moreno fue una enorme y genuina sonrisa infantil. Zoro suspiró, tampoco le importaba acercarle ya que él tenía que tomar el coche sí o sí. Además, tampoco le vendría mal tener un amigo en esa empresa de locos.

    El aeropuerto quedaba cerca, poco más que un paseo, por lo que aún faltaba bastante para que Law empezara su jornada.
    Una vez allí, Law se encargó de acompañarlo de nuevo hasta el hangar, pues Zoro no recordaba el camino, y nada más entrar al área de empleados ya se estaba dirigiendo al lado contrario.
    El hangar estaba lleno de gente de un lado para otro incluso siendo tan temprano, además de herramientas pesadas y extrañas que el peliverde nunca había visto. También había partes del fuselaje de un par de avionetas siendo reparadas en aquel momento. Aquello llamó mucho la atención de Zoro, que se desvió de la trayectoria que iba marcando su compañero. Mientras tanto, Law había encontrado al hombre de cabellos pelirrojos frente a la hélice de una de las avionetas Iceburg Galley-La destinadas a mensajería aérea.
    – Buenos días. Te traigo al novato, como me pediste -saludó jovial. Kidd, sin apartar los ojos de lo que estaba haciendo le contestó:
    – Me parece que debes tener algún problema de vista, porque yo sólo te veo a ti -el moreno se puso a mirar alrededor buscando al peliverde, quien iba de un lado del hangar a otro, curioseándolo todo.
    – Awww Eustass, no hemos tenido ni la primera cita y mira las cosas que me dices ya, bribón – dijo Law guiñándole un ojo. El otro le miró serio, sin entender a qué venía eso-. Déjalo. Enseguida te lo traigo.
    – Espera. Antes de irte, ¿podrías alcanzarme eso? -interrumpió su marcha señalando una llave de carraca.
    – Claro.
    Law se acercó al banco de herramientas que quedaba a un par de metros. Se quedó embobado contemplando cuantos modelos distintos de instrumentos habían, por suerte, la que Kidd le había pedido era una de las pocas que conocía. La tomó y se la acercó al pelirrojo. Éste seguía muy concentrado realizando unos cálculos para la mejora de la hélice, tanto que ni siquiera apartó la vista del papel para coger la llave. Sus manos se rozaron en el intercambio. Eustass apartó la suya rápidamente al notar el calor impropio del metal proveniente del moreno. Law sonrió ante el gesto del contrario.
    – Tranquilo, no muerdo -dijo con cierto tono pícaro en su voz.
    – ¿No tenías que buscar a alguien? - un sonrojo apenas perceptible apareció sobre sus mejillas, mitad rabia y mitad vergüenza.
    – Voy – contestó alargando la o.
    Tras unos minutos Law volvió con Zoro y lo dejó con el pelirrojo, para después retirarse a su puesto de trabajo; con la tontería ya se había hecho la hora y si llegaba tarde el viejo se enfadaría.

    La mañana para Zoro transcurrió entre explicaciones y peculiaridades de los aviones comerciales por parte de Kidd. Muchas ya las sabía porque a fin de cuentas él ya era piloto, sin embargo, había otras que al ser específicas del modelo Iceburg 780 tendría que aprenderlas de su compañero, fuera quien fuera.
    Durante la conversación, el peliverde no dejaba de mirar a Eustass. Tenía la sensación de que le conocía de antes o de algo, aunque no conseguía ubicar dónde. Extrañado, finalmente lo dejó correr; ya se acordaría en algún momento.
    Para cuando terminaron, ya era la hora de comer, y como ya no le quedaba nada que hacer por ese día en el aeropuerto, se marchó a casa. Law ya se las apañaría para volver.

    Cuando Zoro se marchó, Kidd se quedó solo, terminando de adecentar un poco el taller para poder ir al restaurante que el aeropuerto reservaba para trabajadores. Allí ya se encontraban muchos de sus compañeros, y tantos más de otros departamentos. Paró unos segundos a leer en la pizarra que se encontraba a la entrada el menú para hoy, y después se puso a la cola para pedir. Al llegar su turno eligió ensalada de pulpo de primero y de segundo pastel de verduras de temporada; de postre una manzana roja.
    Bandeja en mano Eustass se dirigió a la mesa vacía más cercana, si podía evitarlo, prefería comer sin compañía. Cuando estaba por probar su primer bocado levantó la vista del plato y vio al azafato moreno de antes. Éste iba acompañado de otras dos azafatas, ambas parecían haber salido de un desfile de Victoria's Secret. Aquello, por algún motivo disgustó al pelirrojo, que ceñudo siguió comiendo.
    Ya iba por la mitad del primer plato cuando el sonido metálico de una charola al golpear la mesa le sacó de su ensimismamiento. Al levantar la vista de nuevo se encontró con Law, el cual le sonrió.
    – ¿Puedo acompañarte? -preguntó el moreno. Kidd apenas le dirigió más que un leve asentimiento de cabeza.
    – ¿Acaso no venías con ellas? -dijo señalando con el tenedor al par de chicas de antes.
    – No exactamente, yo voy y vengo, soy un alma libre -bromeó.
    – Una pena...
    Esa respuesta hizo que Law levantara la mirada de su propia ensalada con una ceja enarcada, en señal de desconcierto; no sabría cómo interpretar lo que el otro había dicho.
    Ahora que lo veía de cerca, el hombre ganaba mucho, y no se imaginó que éste sería el carácter de quien veía desde las cristaleras de la terminal.
    – ¿Te ha dado mucho la lata el piloto nuevo? -decidió cambiar de tema para dejar fluir la conversación. Quería saber más cosas sobre su interlocutor.
    – No realmente, se nota que sabe lo que hace. Lo que me preocupa es a quien tiene por compañero. El pájaro no lleva tanto tiempo volando solo por nada...
    – No sé qué decirte, Zoro parece tener un carácter bastante fuerte, no dejará que le conviertan en el pelele de nadie.
    – Eso habrá que verlo. No le doy más de un mes -respondió con una sonrisa ladina.
    – Muy bien, apostemos entonces -Kidd lo miró sorprendido, ya que él no lo había dicho con esa intención.- A partir de que se conozcan hasta un mes después, si Zoro abandona, ganas tú. De lo contrario, si Zoro aguanta aunque sea un minuto más transcurrido un mes, vendrás conmigo a tomar una copa. ¿Qué me dices?
    – ¿Qué clase de apuesta es esa y realmente qué gano yo?
    – De acuerdo. Si tú ganas, tendrás lo que quieras. ¿O acaso tienes miedo?- le picó Law insinuante.
    – Tsk, si tantas ganas tienes de perder... no seré yo quien te quite la ilusión -contestó con el mismo gesto.
    – Trato hecho – Law le extendió la mano a Kidd, quien se la estrechó con decisión.
    Después de aquello, terminaron de comer tranquilamente entre conversaciones triviales, para volver a sus respectivos trabajos.

    Eustass volvió al hangar. Allí se encontró a un hombre de pelo negro sentado en el sillón de su despacho, ojeando un par de documentos con toda la confianza del mundo. El pelirrojo tocó con los nudillos en la puerta, captando la atención del otro.
    – ¿Estamos cómodos?
    – Igual que siempre -sonrió burlón.
    – Estaría bien que aprendieras a no caminar por la compañía como si fuera tu casa.
    – Como si no lo fuera a estas alturas... Sabes perfectamente que paso más rato aquí que en mi piso. - Aquello hizo resoplar al menor de los dos, dejando al otro por imposible y cambiando de tema.
    – ¿Qué tal el vuelo?
    – Magnífico. Otro copiloto florero, son mis favoritos, ya saben lo que les espera conmigo-dijo entregándole un par de papeles, el otro supuso que era el informe del vuelo.
    – Pues el que te va a tocar ahora y por un tiempo no te va a gustar tanto -el hombre le miró confuso.
    – ¿De qué estás hablando?
    – Oh, ¿no te lo había dicho el viejo? - contestó Eustass triunfal. El otro frunció el ceño, levantándose del sillón.
    – No, pero enseguida lo averiguaré.
    – Procura estar sentado cuando hables con él -dijo el pelirrojo entre risas, mientras le despedía con la mano.

    William se encontraba tranquilamente en su despacho ultimando los detalles de un vuelo muy especial que se esperaba para dentro de unos meses. Se trataba de la visita oficial de los reyes de un país del otro lado del Mediterráneo. Éste era un acontecimiento muy importante y estaba muy orgulloso de ser la aerolínea responsable del traslado de la familia real, más porque normalmente ese tipo de vuelos corrían a cargo de aviones privados y propios del país de origen. Aquél era un signo inequívoco de que estaban haciendo las cosas muy bien, a la altura de una casa real.
    Estaba por firmar el último documento cuando la puerta de cristal de su oficina se abrió de golpe, dando un fuerte portazo.
    – Qué es eso de que tendré un nuevo copiloto.
    – Buenas tardes a ti también.
    – No te hagas el tonto -contestó comenzando a enojarse.
    – Y no me lo hago, ahora siéntate y relájate -ordenó sutilmente el mayor, a lo que el otro obedeció a regañadientes, tomando asiento frente al escritorio.
    – ¿Y bien? -insistió alzando las cejas.
    – Era algo que quería comentarte en persona, por eso no te envié ningún mensaje durante tu vuelo -viendo que por fin había captado la atención de su interlocutor continuó hablando, sin estar seguro si debía contarle toda la historia. - Hace unos meses el hijo de un antiguo amigo vino a pedirme ayuda. Él es Zoro Roronoa, un soldado retirado a sus veintiocho años debido a que hace dos tuvo un grave accidente, en el cual murió su compañero. -Viendo que el otro lo miraba esperando más información no tuvo más remedio que proseguir con un suspiro.- Ambos iban en un caza de reconocimiento, cuando fueron interceptados por un misil enemigo. En la eyección hubo un problema técnico con el asiento de su compañero, de modo que Zoro salió casi ileso, mientras que el otro murió por el impacto.
    – Vale, ¿y?
    – Zoro se echa la culpa de la muerte de esta persona debido a que, en el momento del impacto, él se encontraba reiniciando los aparatos de medida pese a estar en espacio aéreo enemigo ya que no estaban funcionando correctamente. Después de eso... entró en depresión y se abandonó a la bebida.
    – ¡¿Me estás diciendo que voy a compartir cabina con un borracho?! - contestó furioso.
    – Tranquilízate. Sé lo que esto supone para ti, pero él vino a pedirme ayuda y le di mi palabra de que si se desintoxicaba, tendría un puesto en la empresa. Y te puedo asegurar que ese joven ama volar tanto o más que tú.
    – ¡Y a mí que me importa! Haberle puesto de chico de la limpieza. No es problema mío.
    – Sí lo es, ya estoy harto de cambiarte de copiloto porque nadie te soporta. -retrucó serio William- ¡Les tratas como poco más que muñecos de trapo, por Dios!
    – Les trato como lo que son.
    – Se acabó. Ya está decidido y tendrás que lidiar con ello, te guste o no. En tres días sale vuestro primer vuelo juntos. Mentalízate. Te enviaré un mensaje con el destino después. Y ahora si me disculpas, estoy ocupado. Puedes retirarte -indicó con un gesto de la mano.
    El hombre de pelo negro se levantó de la silla airado, y sin despedirse siquiera se largó del despacho con pasos firmes que resonaron en el pasillo mientras se marchaba.


    Zoro aprovechó aquellos días libres que tenía hasta su primer vuelo para poner en orden su nueva casa y a sí mismo. Fue al IKEA donde compró algunos muebles que faltaban para su piso, así como juegos de sábanas y toallas. También aprovechó para comprar algo de ropa, pues en Asturias hacía un frío húmedo distinto del de Madrid.
    Cuando por fin le llegó por mensajería su uniforme de piloto suspiró aliviado. Éste era un conjunto de pantalón y chaqueta negro, combinado con una camisa blanca y corbata azul turquesa. Aquél era el único punto en común con el de los azafatos.
    Al probárselo se sintió extraño. Hacía ya dos años desde la última vez que había llevado puesto algo parecido a un uniforme. No sabría decir si era realmente cómodo pero lo que nadie podía negar es que le sentaba como un guante. La gorra le parecía algo prescindible, pero la compañía así lo exigía. Al menos se alegraba de que la misma política le permitiera conservar los tres pendientes de oro que llevaba en la oreja izquierda.
    Asimismo, empleó algo de su tiempo en retomar la rutina de ejercicios que siempre hacía cuando estaba en el ejército del aire. Todas las mañanas salía a correr por la playa y por las tardes hacía pesas en su casa, además de dominadas en una barra que instaló en el marco de la puerta de su habitación. De esta manera, comenzaba a recuperar fondo físico.
    Llegado el sábado, Zoro se despertó muy temprano; casi no había podido dormir de la emoción y los nervios, y eso que él se caracterizaba por ser una pequeña marmota. Tomó una ducha rápida, después desayunó y se enfundó su traje nuevo. Hacer el nudo de la corbata le llevó más tiempo de lo que pensaba.
    Zoro se miró en el espejo, comprobando que todo estaba en orden. El pelo bien peinado, recién afeitado e impolutamente vestido. Parecía otro. Y lo mejor de todo, no aparentaba que sólo seis meses atrás hubiera sido un borracho.
    Finalmente tomó las llaves del Jeep y se puso rumbo al aeropuerto.
    Cuando llegó allí el reloj apenas marcaba las siete de la mañana. Sin embargo, el lugar bullía de actividad. En el correo que recibió de William se especificaba que debía esperar al lado del hangar hasta que les indicaran que podían subirse al avión. El vuelo estaba planeado para ir a Zuritch, capítal de Suiza y duraría unas cuatro horas; un viaje corto para el primer día e ir cogiendo confianza.
    – ¡Buenos días, Zoro! -saludó alegre Trafalgar. Él había bajado expresamente del mostrador para saludarle y desearle buena suerte.- ¿Estás preparado?
    – Bueno, lo más preparado que se puede estar en esas circunstancias – a su vez, Eustass salía del taller hacia donde ellos se encontraban.
    – Ya veo – el moreno le sonrió.- Anda ven, tienes el nudo de la corbata mal hecho.
    Law se acercó al peliverde, haciendo a un lado la identificación de Zoro, y tomó entre sus manos la corbata turquesa de su compañero, igual a la suya. Deshizo el intento de nudo para con habilidad volver a formarlo correctamente. Kidd observaba la escena desde lejos, no sabía el qué, pero algo en aquel gesto no le gustó nada.
    Justo cuando el sol comenzaba a despuntar entre las aguas del mar Cantábrico, el sonido del motor de un coche rompió el silencio de la mañana. Los tres chicos levantaron la mirada hacia la fuente del ruido a la vez, dos de los cuales reconocieron perfectamente a quién pertenecía. Ambos se tensaron, el espectáculo estaba a punto de comenzar.
    Cuando el Chevrolette Corvet Stingray llegó hasta donde ellos estaban pudieron apreciar una figura masculina emerger de la carrocería negra, a lo que Zoro sintió un inexplicable escalofrío recorrer toda su espalda. El hombre le lanzó las llaves a Eustass, quien las cazó al vuelo sin problemas. Entonces, fue cuando Law y Zoro se percataron de la presencia del pelirrojo.
    El recién llegado era esbelto, alto, de pelo negro engominado ligeramente hacia atrás, todo enmarcado por una barba muy bien recortada, y los ojos ocultos tras unas gafas de sol tipo aviador de cristales de espejo. Llevaba un traje negro idéntico al de Zoro, por lo que éste dedujo que sería su compañero, además de una pequeña maleta.
    Se acercó al peliverde y sin retirarse las gafas le observó de arriba a abajo, analizándolo. Para su sorpresa, lo que vio superó las escasas expectativas que se había formado durante el camino.
    – ¿Zoro Roronoa? - el aludido apenas asintió con la cabeza. - Soy Mihawk Jurakiur. Piloto al mando del Iceburg 780, y por desgracia tú eres mi nuevo copiloto.
    Fue en ese momento cuando el moreno por fin retiro las lentes que ocultaban sus ambarinos ojos de ave rapaz, los cuales quedaron fijos de forma amenazante sobre el más joven. Aquel intenso color tomó por sorpresa a Zoro, que se quedó embobado prendado de los mismos, como si fueran hipnóticos. Mihawk frunció el ceño, cada vez más molesto.
    – Sígueme. Y calladito, cuanto menos oiga tu voz mejor será para todos -tras lo cual se dirigió a la terminal, sin esperar que el otro le alcanzara.
    Zoro permaneció inmóvil, como si sus pies hubieran sido clavados al asfalto. Totalmente desconcertado con lo que acababa de pasar. Se giró hacia sus compañeros, buscando en ellos algo de apoyo y orientación, quizá permiso para moverse sin cabrear al moreno.
    – Buena suerte machote, la vas a necesitar -dijo Eustass.
    – Yo que tú, volaría con el paracaídas puesto, no vaya a ser que te saque a patadas del avión a mitad vuelo -acotó Law entre risas.
    Zoro salió corriendo en la dirección en la que el otro había marchado, sin saber cómo de enserio debía tomar las advertencias de los chicos.
    – Qué pena me da... no sabe dónde se ha metido – le dijo Law a Eustass cuando el peliverde ya había entrado a la terminal.
    – Y tú tampoco – respondió el pelirrojo burlón, mientras se marchaba para aparcar el coche de Mihawk.
    – ¡Mierda, yo también tengo que ir a la puerta de embarque! Nos vemos en el almuerzo Eustass.

    Una vez cruzaron el control de seguridad ambos hombres subieron al avión junto con el resto de tripulantes. Guardaron sus pertenencias en los compartimentos designados para ello y tomaron asiento, Mihawk en el puesto de la izquierda, y Zoro en el de la derecha. De este modo llevaron a cabo las comprobaciones de última hora de los aparatos de medida: comprobaron el nivel de combustible, el indicador de temperatura del motor y el de potencia, además de la brújula y el indicador de rumbo, así como las distintas radios.
    A su vez, Kidd Eustass junto con su equipo de técnicos revisaban el avión por fuera, desde las hélices hasta el correcto repostaje del combustible, pasando por el tren de aterrizaje. Cuando todo recibió el visto bueno, el pelirrojo informó de ello al comandante por radio.
    Pocos minutos después comenzaron a embarcar los pasajeros, a la vez que se cargaba el equipaje en la bodega.
    Desde la terminal, Law chequeaba las tarjetas de embarque y las pasaba por el lector de códigos de barras antes de permitirles pasar, todo acompañado de una sonrisa profesional y un “tenga buen vuelo”. Aunque ello no le impidía echar un vistazo por la cristalera de vez en cuando, comprobando el trabajo de Kidd, cómo venía haciendo desde hace un par de semanas.
    En la cabina del Iceburg 780 Mihawk establecía contacto con la torre de control, recibiendo los permisos oportunos para el próximo despegue. Sus hábiles manos se movían sobre la consola de mandos sin dar oportunidad a que el peliverde hiciera nada; tampoco le dirigía la palabra. Zoro por su parte, debido a su pasado militar, se limitaba a esperar órdenes, las cuales brillaban por su ausencia.
    Llegado el momento, las azafatas cerraron el acceso al avión y tras unos minutos calentando los motores, Mihawk procedió a iniciar la maniobra de posicionamiento en la pista. El avión se movió desde su zona asignada en la terminal hasta la entrada de la pista de despegue. De pronto, una voz mecánica comenzó a escucharse a través de los cascos que tanto él como Zoro llevaban puestos.
    – *Buenos días, Iceburg 780, cuando quiera puede iniciar maniobras de despegue, comandante. Tenga buen vuelo *
    – Gracias, Nami. Nos vemos a la vuelta -cortó la comunicación presionando un botón.
    Los motores subieron sus revoluciones y el avión tomó velocidad. Los asientos de la cabina vibraron al ritmo de las sacudidas de la aeronave. Alcanzados los 300 km/h, el morro de la nave fue separándose poco a poco del suelo, hasta que las ruedas traseras también se despegaron de la pista ganando altitud. Zoro entonces sintió las características cosquillas en el estómago que tanto había echado de menos, por lo que no pudo contener la sonrisa que nació de sus labios.
    – Roronoa, recoge el tren de aterrizaje.
    – De acuerdo -respondió volviendo a la realidad, acatando la orden, feliz de poder hacer algo al fin.
    Tras alcanzar la altitud de crucero y comprobar que todo iba correctamente, Mihawk procedió a hablar a través de los interfonos.
    - * Buenos días señores pasajeros, les habla su comandante Mihawk Jurakiur. Se estima que el vuelo dure aproximadamente cuatro horas y media. Tomaremos tierra sobre las 14:30 hora local. Disfruten de su vuelo *.

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    * Ruta de vuelo *



    Quería decir que, además, esta historia tiene muchos detalles tipo vestuario, destinos y vehículos que se describen. Para poder verlos mejor tenéis mi twitter (@SkyCrew9) e Instagram (@skycrew09) donde subo imágenes descriptivas. No dudéis en mirar.

    Muchas gracias por leer!!
     
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  5. Lorena Guerrero
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    Continualo por favor me encantó y me gustaría que pudieras continuarla
     
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    Hola!! Escribo esto por aquí de parte de la autora del fic porque le eliminaron la cuenta.

    Quiere que sepan que sigue publicando este fic en otras webs como Wattpad, Amor Yaoi o Fanfiction. No está terminado pero lo publica poco a poco.

    Para el que pueda interesarle <3
     
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5 replies since 25/7/2016, 20:17   191 views
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