// Tempel der Meere // [Romántico, aventura, fantasía, AU] [Finalizado]

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    ¡Muy buenas! Soy Kaiku-kun y este va a ser... juraría que el quinto original de mi colección, sacado originalmente de un sueño mío jeje el primer fic que hice, Monuments and Melodies, también era un original y para algunos es el mejor fic que han leído de mí :) En aquel fic me concentré en escenas típicas de la vida normal (como los otros originales), pero esta vez vuelvo con algo distinto.

    Soy famoso por hacer de mis fics un hervidero de canciones, música, en especial Rock y Metal, y también soy famoso por crear siempre o casi siempre fics de fantasía. Pues bien, allá voy con el primer original de fantasía :) Y no solamente eso:

    Mi fic es el colmo de la música. He escogido una banda, "Eintritt" y uno de sus discos "Tempel der Meere" (traducido: Templo del Mar) para hacer este fic. El título del fic es el título del disco, y cada una de sus seis canciones va a ser el título de cada capítulo, por orden de canciones. Así que... ¡bienvenidos a mi reino!


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    1. Eintritt (“Introducción”)



    Bruno había sido arrastrado involuntariamente a vagar sin rumbo por la playa. Para él, ir a la playa era perder el tiempo. Podría estar jugando en casa, leyendo, escribiendo, escuchando música, incluso podría animarse a hacer algo de trabajo (teniendo en cuenta que estaba en la fase final de los exámenes). Pero no. A su familia le había apetecido ir a perder el tiempo a la playa. ¡Si ni tan siquiera hacía buen tiempo! Parecía que fuera a caer una de buena en cualquier momento.

    En realidad, “involuntariamente” no era la palabra. Podía haber escogido no ir y quedarse solo en casa. Pero sus padres le chantajearon.

    —Vamos a bajar al pueblo para ir a la playa —le pinchó perspicazmente su madre.

    El “pueblo” era el sitio donde pasaban los veranos desde hacía mucho tiempo. El pueblo en sí no le interesaba, sino quién vivía allí. Y era el mismo motivo por el que había accedido a bajar (40 kilómetros en coche) hasta la playa: Mateo y Javier. Ellos eran pareja y sus mejores amigos desde que tenía recuerdo del pueblo. Eran alocados, fiesteros, no paraban quietos, eran bromistas y siempre le habían probado de emparejar con alguien (les daba igual, chico o chica). A él le ponía algo incómodo eso, pero en el fondo se lo pasaba muy bien y les quería mucho. Por tanto, no iba a desperdiciar la oportunidad de verles, teniendo en cuenta que solamente los veía durante julio y agosto.

    Y ahí estaba, en la playa. Sus padres tumbados en la arena, cansados de caminar. Mateo y Javier dando vueltas por la zona de rocas que había cerca. Y él, intentando seguirles.

    —¡Vamos Bruno, que no hay para tanto! ¡Que son las rocas de siempre! —le presionó Mateo, desde el otro lado de las rocas.
    —Porque tú seas más alto y fuerte que el resto y vengas aquí todos los días no significa que yo tenga la misma habilidad —se quejó, procurando que no le oyera.

    Entonces Mateo calló unos segundos, rio con su novio y Bruno oyó como echaban a correr.

    —¡Te esperamos más adelante! —le avisó él mismo. Su voz ya se oía más lejana.

    Esos dos eran unos aventureros de cuidado. Cuando a duras penas llegaba a la cima de las primeras rocas, vio como Javier arrastraba a su fornido novio como si fuera papel hacia un recoveco entre rocas y acantilados.

    —Malditos salidos… —Siempre se olvidaba de que aprovechaban cualquier ocasión para pervertir el mundo con sus obscenidades. Aunque Bruno tenía que admitir que también quisiera ser un poco así con quien fuera que saliera.

    Descendió como pudo esas malditas rocas mientras miraba hacia adelante. Era un sitio ideal para hacer travesuras. En un buen día, ese sitio podría pasar por playa nudista. Él lo había visto, y como aquello era reservado, algo lejos de la playa normal, encerrado entre rocas y fuertes pendientes, nadie les molestaba. Eso sí, era mejor no acercarse a los recovecos a no ser que alguien buscara acción. Pero como ese día era pésimo e iba en camino de tormenta, no había nadie.

    Echó a andar por la arena, después de dar un salto desde una roca cercana al suelo. A saber por qué recoveco se habían metido esta vez. El primer día que ese par de alocados le llevaron a esa playa, le enseñaron una cueva que era bastante oscura, cuando no había nadie dentro. Había un río subterráneo que pasaba cerca de esa cueva y se metía en el mar desde allí que tenía una luz especial. Mateo y Javier le contaron a Bruno que se conocieron allí (y otras cosas además de conocerse, por supuesto), en un día lluvioso. Mateo simplemente paseaba y oyó llorar a Javier por su ex y el resto era historia. La cuestión era que tendría que ir a buscarlos allí.

    —¿Mateo? ¿Javier? —fue avisando—. ¡No os quiero ver como Dios os trajo al mundo en esa cueva o ahí os quedaréis! Y antes de que digáis nada, ¡no, por enésima vez, no me pienso montar un trío con vosotros! —Realmente estaban tan obsesionados con que Bruno se uniera a la fiesta como que se consiguiera novio o novia. Incluso sabiendo que no era bisexual lo seguían intentando.

    Esperó algún tipo de respuesta, que solían ser risas con eco o alguna de sus obscenidades, pero no oía nada. Suspiró, cansado, y fue directo a la cueva. Estaba detrás de un pequeño acantilado que se hundía un poco en el agua. No quedaba otra que mojarse hasta las rodillas para cruzar al otro lado.

    —Vamos, chicos, esto ha dejado de tener gracia —dijo, cuando empezaba a cruzar.

    Entonces un viento huracanado le obligó a cubrirse la cara con los brazos. Venía del mar. Miró hacia la cueva, que ya estaba a la vista, y empezó a caminar hacia allí, pero un estruendo le obligó a girarse.

    —¡Mierda! —Una ola inmensa estaba a punto de aplastarle contra la arena.

    * * *


    Abrió los ojos de golpe. Estaba boca arriba, sobre un suelo de madera mojado. Había empezado a llover.

    —¿Qué ha pasado? —se preguntó. Recordaba la ola, recordaba cómo le embestía y le dejaba empapado, pero su ropa estaba solamente mojada por un poco de lluvia. Miró a su alrededor. Estaba en el centro de una casa de madera, toda humedecida por la lluvia—. ¿Dónde estoy?
    —Por fin has despertado, criaturita. —Bruno se giró, asustado. Esa voz era grave y suave a la vez, pero le puso los pelos de punta. No sabía de donde venía la voz. Se levantó y se puso en guardia. De algo le servirían las clases de defensa personal que Mateo le dio el verano anterior—. No creo que te sirva todo eso conmigo.

    Ahora sí que sabía de dónde venía la voz. Pese a que toda la casa era de madera, había un estanque construido con piedras redondeadas. ¿Cómo no podía escaparse el agua? Entonces el agua se removió en su sitio y acabó saltando hacia Bruno como si fuera un chorro de manguera.

    —¡Joder! —maldijo, mientras se echaba para atrás, cayendo al suelo de nuevo. El “manguerazo” se detuvo en el aire y cobró forma hasta convertirse en un humano, excepto el pelo, que entre mechón y mechón (todos de azul clarito) había como corrientes de agua, suaves y suspendidas en el aire—. ¿Qué cojones eres? ¿Dónde estoy? ¡Devuélveme al sitio donde me has encontrado!
    —Estás en mi casa —dijo con voz calmada y una sonrisa tétrica en la cara. El tipo debía de sacarle media cabeza y Bruno no tenía con qué defenderse—, en el Templo del Mar. Soy un espíritu del agua y te voy a poseer.
    —¿Qué? ¿Poseerme? ¿Templo? —fue recitando, indignado y desorientado—. Pues vas a tener mala suerte, porque no soy homosexual y me voy a ir ¡ahora!

    Echó a correr hacia la primera puerta que se encontró. El tal “espíritu” se quedó ahí pasmado, sin siquiera cambiar la cara. Pero en cuanto Bruno abrió la puerta, el viento y la lluvia le azotaron la cara, seguidos por un ensordecedor trueno. Se tapó con un brazo para ver mejor. Y lo que vi le asustó. Estaba en medio del puto mar, con esa casa flotando en el aire.

    —Esto no puede estar pasando —se dijo, mientras bordeaba el edificio por un enorme balcón de madera, suspendido también al vacío.
    —No puedes huir, chico, estás lejos de cualquier granito de arena —dijo el supuesto espíritu, desde dentro.

    Giró tres esquinas, ya desesperanzado de volver en sí y descubrir que aquello era un sueño. Estaba rezando para que lo fuera, aquello no podía ser real. Cuando iba por la cuarta, el espíritu le hizo frenar en seco.

    —Ya eres mío. Te gusta correr ¿eh? —dijo maliciosamente, mientras le agarraba de los brazos y le empujaba hacia dentro del edificio de nuevo. Ahora se encontraban en una habitación con una cama—. En la habitación de invitados estaremos más cómodos.

    En un momento de lucidez, vio como salía humo de la cabeza del espíritu. Ese maldito hijo de puta iba caliente… ¡literalmente! Entonces se giró y probó de huir hacia el patio donde se había despertado, pero en un abrir y cerrar de ojos, el espíritu estaba delante de él de nuevo, agarrándole los brazos. Sus firmes pasos obligaron a Bruno a retroceder hasta la cama, atrapado como estaba. Finalmente le tumbó y prácticamente le arrancó la camiseta. Bruno se revolvió violentamente, hasta le dio una patada en el estómago del espíritu, pero éste consiguió inmovilizarlo.

    —Hacía ya demasiado tiempo que quería hacer esto… —susurró de forma malévola el espíritu, que ya estaba manoseando a su captivo y empezaba a deslizar sus manos hacia los pantalones de Bruno.
    —¡Para! ¡No quiero! —Ese… “ese” estaba desesperado de verdad y no tenía pinta de parar—. ¡Tienes que buscarte a alguien que quiera! —Notó que frenaba un poco para prestarle algo de atención, pero a la vez seguía bajándole los pantalones—. ¡Puedo ayudarte a conseguir a alguien!
    —Ya te tengo a ti. No creas que escaparás de mi templo.
    —¡Pero esto está mal! ¿No quieres amor? ¡Puedo ayudarte! —Tenía que aprovechar cada segundo en el que su violador dudaba para hacerle dudar más.
    —¿Puedes?

    Bruno se apartó fugazmente, subiéndose los pantalones, y se quedó en un rincón de la habitación. Lo hizo por instinto, pues cuando miró a los ojos azules del espíritu, vio que algo había cambiado. Se había detenido. Su cara no era la misma, era como más apacible, amable y también tristona, le miraba como si le rogara la ayuda que le proporcionaba Bruno. Y desde luego, ya no echaba humo por su pelo.

    —Puedo —afirmó Bruno aún inseguro.

    El espíritu, que seguía en la misma posición que cuando estaba Bruno debajo, ahí medio tumbado en la cama, se descongeló, se sentó en la cama y se quedó callado. Bruno pudo ver como el azul del pelo se extendía, como el color de un cielo claro, por todo el cuerpo. El pobre chico se asustó por el súbito cambio, pero no dijo nada.

    —Me llamo Dylan —dijo el espíritu, con una cara muy triste.
    —Yo pensaba que seres como vosotros tendrían nombres más… apropiados.
    —Mi nombre significa hijo del mar en galés. Y es el hijo de un dios para los celtas —dijo, con voz de fastidio. Bruno no supo por si su desafortunado comentario o porque no le gustaba su nombre. Luego volvió a su cara triste—. Lo siento.

    Antes de que pudiera hacer o decir nada Bruno, el nombrado Dylan se convirtió en agua de nuevo y desapareció rápidamente de la habitación en dirección al patio. Bruno se quedó solo. Pero pudo oír que solo llovía, ya no había ni aire ni truenos. Quizás fuera cosa de Dylan. Entonces despertó.

    —¡Eh, oye! ¿Cómo salgo de aquí? —preguntó, cruzando el patio. Vio el estanque lleno y pensó que estaría allí. Metió un dedo en el agua—. ¿Me dejarás salir?
    —¿Por qué tendrías que ayudarme, después de lo que te iba a hacer? —dijo una voz, que venía del estanque.
    —Porque si no, no me dejarás salir.
    —Yo no soy así.
    —Ahora resulta que Dylan es amable y cariñoso. No es lo que has demostrado.
    —Lo sé, lo siento… Es solo que estoy pasando por un muy mal momento y a veces las emociones me controlan. Y de paso crean tormentas.
    —¿Así que este clima es cosa tuya? ¿Por eso ahora llueve tan poco y tan frío?
    —Así es.
    —¿Te importa si muevo las manos bajo el agua? —le preguntó Bruno. Siendo un espíritu, quizás le estuviera haciendo daño.
    —No. Estoy en la parte baja del estanque. No llegarías ni hundiendo todo el brazo.

    Bruno dejó descansar sus manos en el agua fría. Estaba alterado, ya empapado de agua, enfadado y se sentía atrapado. Quería salir de allí. Pero a la vez, ese espíritu necesitaba ayuda. Aunque hubiera obrado mal para conseguir ayuda, Bruno quería aprovechar y hacer algo por Dylan.

    —Oye, a mí no me van los hombres… bueno, no sé cómo llamarte a ti. Puedes cambiar de forma. Pero mis mejores amigos son homos, y emparejados entre ellos, así que no tengo ningún impedimento en ayudarte… pero prométeme que me soltarás cuando consigas lo que quieres.
    —Lo haré. Pero ayúdame —dijo. Luego hizo un silencio breve—. Solamente puedo parecerme a un hombre. Los espíritus como yo fuimos humanos tiempo atrás.
    —Entonces… ¿qué pasó con tu familia? ¿También está… muerta?
    —Sí, claro. También son espíritus del agua. Pero hace un tiempo… me enamoré, me traicionaron, mi familia me rechazó por todo lo que pasó y desde entonces estoy aquí, solo. Apenas sé de otros espíritus.
    —Lo siento… —dijo sin pensar. Luego siguió con sus preguntas—. ¿Hay muchos tipos de espíritus?
    —Infinitos tipos. Y repartidos por todo el mundo. Pero hay pocos espíritus que aguantan aquí. Y yo solo he encontrado uno.
    —Ve a verle —replicó Bruno por la obviedad.
    —No es tan sencillo, vive en Grecia.
    —¿Y dónde estamos ahora?
    —En medio del Atlántico.
    —¡Hijo de puta! Me has arrastrado hasta el otro lado de… —No le serviría de nada cabrearse—. Lo siento.
    —Debería dejarte ir.
    —No, vamos, acabemos con esto… ¿cuánto tardaremos en llegar donde ese espíritu?
    —Unos días. Pero en tu mundo no pasará el tiempo.
    —Espera, ¿no habíamos quedado que estábamos en la Tierra?
    —Sí, pero para los espíritus el tiempo corre de otra manera. No te ocurrirá nada siempre y cuando estés conmigo.
    —Qué remedio.

    Entonces dejó de llover. No salió el sol, pero se mantuvo seco. Quizás era una señal de que Dylan estaba mejor. Y justo cuando Bruno lo pensaba, el espíritu reapareció en su forma humana.

    —Gracias por querer ayudarme —le dijo sinceramente, abrazándolo. Bruno notó el cuerpo mojado de Dylan y le hizo gracia que siempre se mantuviera húmedo—. ¿De qué te ríes?
    —¿Nunca te secas? —preguntó divertido Bruno.
    —¡Pues no, se ve que no! —replicó mosqueado.
    —Menos mal que no te quedas arrugado como una pasa, que si no…

    A Dylan le subieron todos los colores (azules) a la cara y empezó a perseguir al descarado de su nuevo amigo por la casa.

    Y así empezaron los días de Bruno, viajando por el mundo, en el Templo del Mar.

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    Espero que os haya gustado el primer capítulo :)

    Comentad algo, que sino no iré colgando el resto de capítulos, campeonas y campeones! Sed agradecidos, coño XD

    Para más fics, podéis mirar mi perfil, bajar un poco en la página de originales (porque mi fic "Dos estrellas" aún sigue por ahí en primera línea de fuego), o también mirar mi página de facebook, donde yo y mi amiga Sly colgamos todos los fics, actualizaciones y algunas fotos :) así estaréis al tanto de todos nuestros fics (que no son pocos jeje). la página es esta:


    www.facebook.com/kaikufics

    ¡Hasta pronto! :)

    Edited by Kaiku-kun - 20/9/2016, 03:00
     
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    Acabo de leerlo y me ha gustado.
    Esperare con ansias la conti.
     
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  3. Yareli-can
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    Esta hermoso sigue espero anciosa la conti, me a entrado la intriga
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    Muy buenas :) ya he vuelto jeje quería esperar un par de días a colgar el siguiente capítulo por si más gente comentaba, pero la verdad es que la sección de originales está bastante vacía, así que... ¡Capítulo siguiente!

    Muchísimas gracias a Yareli-can y a Anne Onodera Takano por los comentarios, me hace ilusión saber que han leído de verdad la historia y les ha gustado :)

    Aviso: Este capítulo, por motivos del transcurso natural de la historia, tiene escenas hot, así que o vigilad, o disfrutadlo mucho ·¡¡· :P
    Aviso 2: Bruno es bastante malhablado XD hay insultos y tacos por todas partes jajaja


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    2. Luftgeist (“Espíritu del aire”)



    Perdió la cuenta de los días que pasaban en el mar, viajando en silencio en una casa flotante. Echaba de menos a sus amigos. No se sentía solo, pero ese no era su mundo, desde luego.

    Dylan no estaba acostumbrado a tener a alguien en su templo, pues siempre tenía que ser Bruno el que le preguntaba cosas para no aburrirse.

    —¿Cómo se llama este espíritu? ¿Es viejo?
    —Se llama Elio. Parece un niño, pero creo que hace mucho más tiempo que yo que existe en este mundo.
    —Este sí tiene nombre de espíritu. “Amante del aire”. Presupongo de qué es espíritu.

    Dylan, que se había acomodado en su forma humana, lo miró algo molesto, pero no dijo nada.

    —¿Qué tiene el tal Elio para que te lo quieras tirar?
    —¡No es eso!
    —Ya, claro…
    —Su personalidad… es diferente. Aunque también es el único espíritu fuera de mi familia que conozco.
    —Personalidad, ¿eh? —le miró sonriendo perspicazmente—. Es decir, es un pervertido. Un crío pervertido. Esto promete.

    El pelo acuático de Dylan empezó a echar humo. Bruno había acertado. El templo empezó a calentarse también, Dylan se metió en el estanque y entre riendo y ahogado por la sauna, Bruno salió al exterior a tomar el aire.

    Cuando ya quedaba poco para llegar, según su amigo espíritu, le empezaron a surgir más preguntas.

    —¿En qué se supone que debo ayudarte?
    —A Elio le gustan los humanos. Ya verás porqué.
    —Entonces ¿qué? ¿Debo convencerle para que “juegue” contigo?
    —Con un poco de suerte, no hará falta.
    —¿Y mientras te lo cepillas? ¿Qué hago?
    —Puedo mandarte de vuelta al templo, si quiero, o puedes quedarte por el alrededor.

    A Bruno le fastidiaba tener que hacer de vela con gente que no conocía. Parecía que iba a perder el tiempo.

    De nuevo, no supo cuánto tiempo pasó, hasta que el templo se acercó a una gran isla vertical. Era difícil de creer que se mantuviera en pie, era como una pirámide muy empinada e inclinada como la Torre de Pisa. Pero la isla no se movía, y parecía que la vegetación abundaba. Seguro que ese espíritu se conocía cada rincón oculto para hacer sus travesuras.

    El templo se detuvo cerca de los acantilados de la isla.

    —¿Cómo vamos a llegar ahí arriba?
    —Agárrate a mí—dijo firmemente Dylan.

    Nada más poner la mano en el brazo del espíritu, Bruno sintió un mareo repentino, como si estuviera en una burbuja de agua, atrapado. No se atrevía a abrir los ojos, pero una voz que fue directamente a su cabeza le recomendó que lo hiciera.

    —¡Uah!... —gritó, cuando se dio cuenta de que no tenía cuerpo, que solo era agua. Iba a gritar más, pero se detuvo sorprendido cuando vio que estaban bajo el agua y no tenía problemas para respirar. Probó de mirarse, buscando sus pulmones, pero simplemente era agua—. ¿Qué es esto?
    —Ser espíritu tiene sus ventajas —dijo riéndose su amigo—. Tómalo como un gesto de confianza. Ambos somos la misma masa de agua. Es un proceso bastante íntimo y privado de un espíritu. Nos podemos mover con libertad hasta que yo quiera.

    Era una zona llena de rocas llenas de algas, peces, plantas. Bruno nunca había estado bajo el agua y sólo con ver ese paisaje se dijo que tendría que repetir. Además, con el sol filtrándose en el agua, le daba un toque místico que le encantaba.

    Entonces el espectáculo acabó. La masa de agua ascendió por las rocas del acantilado y subieron a velocidad de vértigo hacia un llano cerca de la cima.

    —¡Au! —se quejó, cuando Bruno recuperó su cuerpo, cayendo al suelo. Sorprendentemente, los oídos no le dolían por el cambio brusco de altitud. Era como si perdiera su cuerpo y lo recuperara luego—. No estoy mojado…
    —¡Nop! —dijo con una sonrisa radiante. Dylan dejó que su amigo pensara por su cuenta el porqué.

    Una risotada animada e infantil se oyó en el aire. Una pequeña corriente extrañamente cálida cruzó entre los visitantes, seguida de varios pájaros, un par de conejos y un ciervo. La risotada no se detuvo hasta dar una vuelta por el llano. Y como si de repente se hubiera dado cuenta de que esa risa no estaba sola, calló y se transformó en un niño muy pálido, con pelo entre rubio y blanco, con rizos grandes. Le llegaba al pecho a Bruno, no tendría más de doce años, de aspecto.

    —¡Dylan! ¡Has vuelto! —Y se lanzó a abrazarle como si hiciera un año que no le veía.
    —¿No decías que simplemente os habíais visto? —le susurró Bruno. Dylan se encogió de hombros y disfrutó de su abrazo.
    —Te he traído una sorpresa —le dijo él al espíritu del aire.

    Elio se desenganchó y miró a Bruno por primera vez. Cuando se fijó bien, sonrió de forma desproporcionada, se transformó en aire caliente y rodeó a ambos visitantes produciendo una agradable brisa muy cómoda.

    —¡Me has traído un humano! ¡Me encantan los humanos! Son tan distintos a nosotros… ¿Cómo sabías que me gustan?
    —¿Cuánto tiempo hace que está muerto, si no se acuerda de que fue humano? —preguntó Bruno.

    Dylan de nuevo se encogió de hombros. Entonces Elio volvió a adquirir su forma “humana” y se puso justo delante del chico.

    —¿Cuántos años tienes? ¿Has tenido sexo alguna vez? ¿Puedes transformarte en algo? ¿Es verdad que los humanos podéis tener otros humanos?
    —Emm… esto…
    —No le agobies, se asustará —le dijo con confianza Dylan a Elio. Bruno le asestó una mirada asesina, pero no llegó a su destino, porque Elio empezó a agarrarle del brazo—. ¿Dónde me llevas?
    —¡Te tengo que devolver algo!, y se lo que quieres, a juzgar por tu reacción a mi abrazo.

    “Y por estas cosas es por lo que no tiene los 12 años que aparenta”, pensó Bruno, sonriendo mientras Dylan era arrastrado, desorientado, por el llano. Los animales se dispersaron, sabiendo lo que se avecinaba, y Bruno hizo lo mismo. Prefirió echar la siesta bajo un árbol, al lado opuesto.

    * * *


    Bruno no había llegado a verlo, pero el espíritu del aire estaba tan emocionado que involuntariamente se transformó en aire de verdad y obligó a Dylan a abandonar su forma para perseguirle hasta una cavidad llena de pequeños agujeros. Era como un resguardo de la lluvia muy a la vista, con el sol entrando por esos agujeros.

    —Pensaba que tenías más ganas —dijo Elio, riéndose como un niño.

    Dylan se encontraba estupefacto en esos momentos, había resultado fácil, muy fácil. Estaba emocionado, nervioso, tenía ganas de ver cómo era el cuerpo de Elio y… bueno, quedó sorprendido de verle ya desnudo cuando se transformó de nuevo.

    Elio era blanco como la leche, delgadito, un cuerpo sin trabajar, no como el suyo. Estirado como estaba en una cama de arena blandita, Elio jugueteaba con las luces y la propia arena despacio, escondiendo convenientemente sus partes más pudorosas (si es que las consideraba como tales), rebozándose un poco y sacando a relucir todos sus encantos.

    —¿No vienes? —le preguntó el joven, con una voz cantarina y sensual.

    Dylan no pudo evitar que su cabeza empezara a echar humo y calentar el ambiente… literalmente. Fue como si esa llamada hubiera puesto el piloto automático en su cuerpo, porque atrapó a Elio contra la arena para besarle con agresividad y hacer chocar sus cuerpos como si quisiera no volver a despegarse del joven.

    No había tiempo de recuperar aire, pensaba Dylan, porque quería hacérselo ya, lo estaba deseando, ese cuerpo… por todos los espíritus, era delicioso, era como si esperara para ser lamido, mordido, besado en cada parte. Un recuerdo de segundos antes le despertó de esos labios carnosos extranjeros para bajar hasta el pecho, blanco como el mármol y con dos puntitos redondos rosados que también estaba deseando besar.

    —Mmmm… jijiji, me haces cosquillas —se quejaba alegremente Elio, mientras Dylan le llenaba de chupetones.

    Pero una cosa con la que no contaba Dylan era que su compañero de cama era un culo inquieto, y tan buen punto el mayor tenía el cuerpo blanco delante como se estaba comiendo la arena.

    —¿Qué haces? —se quejó Dylan.
    —Ahora quiero estar yo encima, ¿no puedo?

    Dylan calló cuando Elio puso una cara lasciva e indefensa a la vez, como tapándose las partes en las que el espíritu del agua le había besado. Y sentado entre las piernas de éste, enseñando su pene erecto y ocultando el de Dylan entre sus nalgas… Dios, Dylan no podía sentir su miembro más duro ya. “No me pongas esa cara de debilidad, no lo hagas. Me volveré loco”, pensó Dylan. Pero solamente acabar de pensarlo y la cosa se puso peor para su autocontrol, pues empezó a mover sus caderas suavemente, hacia delante y hacia atrás, de manera que las nalgas del joven le masturbaban.

    —Uf… —respiró Dylan, hirviendo de placer.
    —¿Te gusta?
    —Me encanta…

    Dylan pensó que era injusto que solamente él disfrutara, así que no dudó en bajar una de sus manos al miembro de Elio. El movimiento del chico hacía el resto. Dylan quedó complacido de la cara de su compañero cuando vio que este empezaba a ponerse rojo de verdad y abría la boca de forma menos sensual. Lo estaba sintiendo, porque ya no podía posar para Dylan.

    —Mmm… aaah… espero que disfrutes tu regalo —le dijo, sonriendo, Elio.

    Dylan no se veía capaz de decir nada, solamente admiraba la belleza y la sensualidad del chico. Pero de nuevo se le esfumó entre los dedos, porque Elio se rio, se transformó en aire, empujó torpemente a Dylan y se volvió semihumano de nuevo debajo del espíritu del agua.

    —No me sueltes —le susurró Elio—. Házmelo, por favor…

    Dylan no pudo resistir a tal súplica y no supo contenerse, sencillamente hizo lo que sus impulsos le dictaban y le penetró todo lo que pudo. Elio se quejó, pero cuando el movimiento cesó, sonrió como si viera a los ángeles bailar para él. Dylan solamente se sorprendió de la cara del chico y esperó unos segundos antes de empezar a embestir de nuevo. Ya no hubo ningún tipo de mala cara en ellos, porque todo lo que notaban era placer. Dylan se sentía descontrolado, era como tener una estufa allí abajo que le oprimía y le daban ganas de acabar para sentir todo el chorro de placer. Era muy difícil vencer la tentación, pues los gemidos del menor, su expresión, su movimiento, su cuerpo, todo hacía que Dylan solamente pensara en hacer que el joven se corriera y él justo detrás. Elio era… como el juguete ideal para el placer.

    —No, no te aguantes —le dijo Dylan, con toda la calma que pudo, a la oreja. Elio se estaba tapando la punta para que no se le escapara—. Quiero verlo, quiero ver que lo sientes.
    —Me voy a ensuciar… —se quejó.
    —Te limpiaré.

    Elio no quedó convencido, pero Dylan le cogió la mano y la dejó atrapada entre sus dedos, para que no se aguantara. Dylan quedó complacido cuando notó que entre las barrigas de ambos notaba algo calentito, líquido y algo pegajoso. No dudó en hacer más veloces las embestidas hasta que el chorro de placer llegó y… ya nada más le importó.

    * * *


    Bruno se había despertado de un susto. Miró a su alrededor. No parecía que hubiera nadie. Seguía sin ver animales y solamente parecía que el día llegaba a su momento más caluroso. Se levantó, para intentar escuchar algo, pero parecía que Dylan y Elio ya estaban descansando o algo, porque solamente oía unas risas lejanas.

    —Qué maldito, qué poco le ha costado… —se rio. Le recordaban a Mateo y Javier, que vaya par también.

    Caminó por el llano, paseando y admirando un paisaje rocoso pero curiosamente lleno de árboles. No parecía posible tal combinación, pero aun así existía.

    Entonces un temblor sacudió el llano. No fue muy fuerte, ni duradero, pero lo suficiente para hacer caer a Bruno al suelo del susto.

    —¿Dylan? ¿Elio? —les llamó. Sin respuesta.

    Las risas ya no se oían. Bruno ya estaba rezando para que le hubieran oído, o por lo menos que hubieran notado el temblor y salieran.

    —¡Bruno! —Era Dylan, que aparecía solo por un recoveco que hacía el llano en su borde.
    —¡Dylan! ¿Se puede saber qué ha sido eso?
    —No tengo ni idea. Puede que se hunda la isla, creo que deberíamos volver al templo.
    —¿Y Elio?
    —Voy a ir a buscarle. No te muevas, ahora vendré a por ti también.

    Dylan desapareció de nuevo, flotando en su forma acuática. Bruno se sintió un tanto desprotegido.

    Otro temblor. Esta vez fue bastante más potente. Era como si algo se acercara rápidamente y no le hacía gracia qué clase de espíritus podrían existir en ese mundo paralelo, que acabaran hundiendo una isla.

    —A tomar por el culo, me voy a esperarlo lo más cerca que pueda del templo.

    Que casualmente era al lado opuesto de dónde venían los temblores. Echó a correr hacia el acantilado donde un rato antes habían aparecido y esperó. No tardó en ver un flujo blanco, lejano, salir disparado hacia el Templo del Mar. Ese tenía que ser Elio huyendo. Buscó a Dylan por el llano con la vista, pero no le vio. ¿Qué le estaba haciendo retrasarse tanto?

    Entonces vio a alguien aparecer entre los árboles, parecía un hombre, y era bastante alto. Poco más podía decir, pues estaba demasiado lejos para ver nada más.

    —¡Bruno! ¡Te dije que no te movieras!

    No tuvo tiempo de nada, no se dio cuenta de nada. En un abrir y cerrar de ojos, él y Dylan eran agua de nuevo y se alejaban de la isla descendiendo hasta el mar.

    —¡Cabrón! ¡Qué susto me has pegado! ¿Por qué tardabas tanto?
    —No te encontraba. Te dije que no te movieras —le repitió, mosqueado.
    —Bueno, no tenía ganas que se abriera la tierra bajo mis pies, ¿sabes? —protestó Bruno. Luego quiso recalcar lo que había visto—. Allí había un hombre, le he visto, estaba al otro lado del llano. ¡Tenemos que rescatarlo!
    —¡No digas tonterías! ¡De él es de quien huimos!
    —¿Va a destruir la isla?
    —No, pero es un desconocido, es mejor ponernos a salvo.

    A Bruno no le pareció correcto. No estaba en posición de negociar nada, por eso. Ser un humano en un mundo de espíritus que se iban transformando a voluntad era una auténtica carga.

    —Quiero irle a buscar.
    —Que no. Elio parecía asustado.
    —¡Pues claro! ¡Dos terremotos han sacudido la isla! ¡Que yo también estaba, ¿eh?!
    —Él tiene que ver con esto, Bruno, no quiero que te pongas en peligro.
    —Oh, vaya, mi secuestrador ahora me protege. ¡Hay que joderse! ¡Que me devuelvas allí arriba!

    Dylan frenó en seco en medio del agua, entre la isla y el Templo del Mar. Bruno parecía ser un chico muy testarudo. El pobre de Dylan solamente quería descansar y pasarlo bien con Elio, pero al parecer se le iba a negar ese privilegio. Estaba que hervía del cabreo.

    —Está bien. Vamos allí, sacamos al hombre de la isla y nos marchamos.

    Bruno no dijo nada más para no cabrear a su extraño secuestrador, pero pensó en qué haría Elio solo y si sería un invitado permanente en el Templo del Mar.

    Estaban a punto de llegar al acantilado de nuevo cuando le preguntó:

    —Oye y… bueno… ya sabes… ¿cómo ha ido?

    Le hizo gracia notar un leve cambio de temperatura en el agua a su alrededor.

    —Ha sido… exuberante. Es como una fantasía hecha realidad. Ha sido increíble —explicó como pudo el espíritu.
    —No suenas del todo convencido. ¿Ha ocurrido algo malo?
    —No, no es eso, es que… No sé, era sexo. Era muy mecánico. Ese chico… me saca los instintos más básicos, pero…
    —Pero no le quieres.
    —Pues no, no parece. No es que quisiera huir de él, si es que me lo he pasado muy bien antes y después, pero… falta ese cariño.

    Entonces aterrizaron de nuevo en el borde del llano.

    —Vaya, mi secuestrador está hecho todo un sentimental —se burló Bruno, pasándole un brazo por los hombros del espíritu. A veces Bruno se olvidaba de las fronteras de confianza solamente por pasarlo bien—. Pero eso es bueno. Significa que buscas algo más. Sino… bueno, digamos que no seríamos tan amigos.
    —Cierto.

    Ambos echaron a andar unos pasos, un tanto más relajados. No había nadie en el llano, ni tampoco se notaron temblores, así que pudieron pasear un rato. Cuando llegaron al centro del llano, donde Elio se había llevado a Dylan hacía una hora y pico, el hombre que ambos habían visto mientras huían, apareció de nuevo, como si se conociera la guarida de Elio.

    —Es él —dijo Bruno, sencillamente.
    —Pues que venga.

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    Espero que os haya gustado, lo que es hot y lo que no lo es jajaja voleré con el tercer capítulo en unos días jeje mientras tanto, ¡podéis consultar mi página de facebook donde cuelgo los fics! www.facebook.com/kaikufics

    Lectores míos, me haría muchísima ilusión también que os pasarais por mi fic "Dos estrellas" (www.forumfree.it/?t=72911167), ya que es un one-shot especial para mí y es bastante cortito, no os tomaría mucho tiempo. También es un original y de hecho se encuentra un poco más abajo que este fic, pero igualmente he dejado el link.

    ¡Hasta pronto!
     
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  5. Yareli-can
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    Seguro es el novio de Elio y se meterán en problemas... Jajaja esos calientes que buen capitulo, espero el siguiente anciosa
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    Me ha gustado el capítulo, tanto la parte hard como el resto. Esperare con ansias la conti.
     
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    Muy buenas :) ya han vuelto a pasar los tres días y aquí aparezco mágicamente cual espíritu (guiño-guiño) a presentar el nuevo capítulo jeje
    No es que tenga mucho misterio el título ni quién va a aparecer, pero su momentazo es chulo jeje

    Muchas gracias a todos los que me leéis y os tomáis la molestia de hacer un comentario, por corto que sea. Para mí es importante saber que hay quien me sigue, porque sino me pierdo y no sé cuando subir actualizaciones jajaja

    Sin más dilación...


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    3. Erdgeist (“Espíritu de la tierra”)



    Aquel chico parecía mayor que Dylan. Pelo corto, castaño, mirada fría y tranquila, bastante alto. No parecía que fuera muy musculoso, pero tenía una parte del tórax hecha como de roca, porque era oscura.

    —Hola —saludó como si nada pasara—. Me llamo Edgard. ¿Habéis visto por aquí un espíritu del aire jovencito?
    —No, no, aquí las preguntas las hacemos nosotros —replicó Bruno. Dylan se sorprendió de la fiereza que presentaba su amigo secuestrado—. ¿Has sido tú el causante de todos los terremotos? Eres un espíritu, ¿a que sí?

    El tal Edgard se quedó quieto un segundo, sin cambiar la cara, pero moviéndose como si estuviera incómodo.

    —Pues sí, lo siento. Cada vez que me transformo y toco la tierra ocurre esto. Soy un espíritu de la tierra. Vivo unas islas más allá, con mi familia.
    La sinceridad de Edgard aplacó un poco a Bruno, que se lo miraba entre mosqueado y curioso. Dylan se preguntó cuándo habían pasado de querer salvar al chico a hacerle un interrogatorio. Pero solamente con verlo bastaba para saber que Edgard era un espíritu y, bueno, también se notaba que había sido el causante de los temblores.

    Para qué negarlo, Dylan estaba fascinado de encontrar por fin a otro espíritu, además de Elio. Siempre había pensado que el mundo tenía que estar lleno de espíritus de muchos tipos, como le había contado a Bruno mientras llegaban a Grecia, pero nunca había podido comprobarlo por sí mismo.

    Edgard seguía esperando una respuesta. Cuando Dylan sintió su mirada, reaccionó, algo cohibido.

    —Te-te refieres a Elio, ¿verdad?
    —¿Le conoces?
    —Bueno, sí, nos hemos visto un par de veces. —Y en ese momento pasó de cohibido a incómodo por… bueno, el sexo—. ¿Por qué le buscas?
    —Tenía ganas de verle. Hacía días que no podía quitarme a mi familia de encima.

    Bruno les miró a ambos conversar. Dylan estaba incómodo y Edgard… bueno, no aparentaba ningún sentimiento, pero parecía dispuesto a encontrar a Elio.

    —Eh, esto… Dylan… ¿puedo hablar con Edgard un segundo? Asolas.
    —¿Y Elio? —preguntó de nuevo Edgard.
    —Está en mi casa —contestó Dylan, analizando la extraña petición de Bruno—. Voy a ir a buscarle.

    Bruno asintió y vio cómo Dylan pasaba a ser agua y desaparecía por el borde del acantilado. Se encaró a Edgard, entonces.

    —¿Podrías llevarme a casa de Elio? —le pidió.
    —Sé dónde está, más o menos, pero nunca he entrado.
    —¿Vamos andando? No quiero imaginarme en qué te transformarías.

    Por vez primera, Edgard esbozó una sonrisa afable e invitó a Bruno a caminar por el llano, haciendo un ademán con el brazo.

    —¿De qué conoces a Elio? —preguntó Bruno, sin muchas ganas de ser formal.
    —Es un amigo. Hace tiempo que nos conocemos. —La sonrisa se esfumó.
    —Ya… Bueno, no te preocupes, Dylan es buena persona… ¡Perdón! Buen espíritu.

    Edgard se rio, algo sorprendido por esa corrección, y entonces le miró de arriba abajo. Hacía mucho tiempo que no oía la palabra “persona” y ya sabía por qué.

    —Eres un humano… Vaya, no me había dado cuenta. Hacía siglos que no veía uno. ¿Cómo has conseguido llegar hasta aquí?
    —Bueno, em… Dylan me secuestró en un intento de ligar conmigo. —Edgard se rio suavemente, con ese tono de curiosidad—. Sí, es un poco embarazoso… Pero le he estado ayudando. Necesita encontrar pareja.

    Y, de nuevo, Edgard se sumió en el silencio serio. Miró al humano de reojo varias veces. Parecía bueno. Decidió apostar por él:

    —Me gusta Elio —dijo simplemente, mirando al frente para que no se notara que se había puesto algo rojo.
    —Oh, lo sé. Por eso he echado a Dylan. Quería hablar contigo.
    —Vaya, ¿tanto se me nota?
    —No mucho, tranquilo. Pero vivo rodeado de gente que se gusta y he aprendido a verlo. Has mencionado demasiado a Elio, delante de Dylan. Por eso lo he sabido.

    Hubo un silencio un tanto incómodo hasta que llegaron a un recoveco del llano. Desde allí se veía una cueva, más bien un pequeño refugio rocoso. A Bruno no le dieron ningunas ganas de acercarse a esa cueva. Si era la casa de Elio, se figuraba que aún tendría “esencia” suya y de Dylan por ahí.

    —Es esa cueva —dijo Edgard—. Pero no quiero entrar.
    —Ni yo.
    —¿Por qué?
    —¿Eh? ¡Ah! Pues… —balbuceó, sorprendido—. ¿Por qué no quieres entrar tú?
    —Porque no es mi casa y porque… me embriaga su aroma. Y me duele sentirla. —Bruno miró a Edgard con sentido cariño y comprensión, en esos instantes—. Además… Elio, cuando no está conmigo, se vuelve muy inocente y atrevido y… quiere seducir a todo espíritu que se le acerque. No quiero tener que sentir el aroma de un desconocido. No me imagino qué habrá hecho esta vez, si se ha ido…
    “Por desgracia, yo sí”, pensó Bruno, abochornado.
    —Bueno, no se ha ido —puntualizó Bruno—. Ha huido a casa de Dylan porque se pensaba que la isla se hundía.
    —Supongo. Aunque ya debería de conocer mis apariciones…
    —Quizás no se ha acordado.

    Bruno dijo eso casi sin pensar. Miró a Edgard inmediatamente, como si se disculpase con la mirada, pero el espíritu de la tierra solamente miraba impasible la casa de Elio. Estaba seguro de que, por dentro, Edgard lo debía de estar pasando fatal.

    * * *


    Dylan llegó al Templo del Mar algo agotado de tanto viajecito.

    —¿Elio? ¿Estás por aquí?

    No obtuvo respuesta, así que deambuló por la casa en su forma de agua, buscándole. Le encontró medio dormido en su cama, tapado con la manta especial para evitar la humedad del cuerpo de Dylan.

    —Elio, bonito —le dijo, moviéndole un poco el brazo. Estaba tan adorable dormido que parecía que le estuviese diciendo que le devorase de nuevo—. Vamos, despierta. Un amigo tuyo ha venido a verte.

    El espíritu del aire se removió un poco en su sitio y luego se incorporó en la cama, rascándose un ojo, para despertarse. Era una imagen realmente adorable que Dylan no pudo evitar de responder con una sonrisa embelesada.

    —¿Quién es?
    —Se llama Edgard.
    —¿Ha venido Edgard? —Parecía como si se hubiera desperezado de repente, entre alegre y sorprendido—. Pues… ¡pues no quiero verle!

    Se desmaterializó y voló por la casa, intentando eludir a Dylan. Éste le persiguió un poco desde el interior, pero era más lento que Elio moviéndose.

    —¿Por qué no quieres verle? Es tu amigo, ¿no? ¿Ha pasado algo malo?

    Elio se materializó de nuevo en una de las puertas exteriores, reclinado tristemente en el marco esa puerta.

    —No, es buen amigo.
    —¿Entonces?
    —Es que estando con él me dan ganas de ser mayor, como él…
    —¿Y no quieres?
    —Sí, pero también quiero ser como soy. Y parece que no le acaba de gustar.

    Su voz tristona enterneció a Dylan (sí, aún más) y no pudo evitar abrazar a Elio. Era tan agradable estar con él… Pero Dylan tenía que ser firme. Sabía que era su dinamismo y su sensualidad lo que le hacían hacer esa clase de chorradas, y no el amor. Ya le había dicho a Bruno que había resultado menos satisfactorio de lo que había pensado.

    —Creo que sí le gusta —le susurró Dylan—. Pero a lo mejor haces algo que le duele.

    Elio alzó sus ojazos azules para buscar los de Dylan y, de nuevo, éste parecía que iba a colapsar de nuevo en cualquier momento y llevárselo a la cama. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para solamente sostenerle la mirada.

    —Quizás tengas razón… Quiero ver a Edgard.
    —Así me gusta.

    Ambos se transformaron en el elemento que representaban y abandonaron el Templo, de nuevo hacia los acantilados.

    * * *


    Edgard no había vuelto a decir nada, solamente se había puesto a andar por los alrededores. Bruno le miraba con culpabilidad, por haber sido tan insensible. Tuvo que haber pasado media hora más para que el espíritu hablase de nuevo.

    —Sé que no lo has dicho queriendo.
    —Sí, yo… lo siento… de nuevo.
    —Estaba pensando en otra cosa.
    —¿Puedo preguntar…?
    —Mi familia. No les gusta que me vea con un espíritu que no sea de la tierra. Es como si no lo pudieran considerar de la familia.
    —A Dylan le pasó algo favorito y se fue de su casa. ¿No podrías hacer algo similar?
    —Pero… Es mi familia… —dijo, algo letárgico.
    —Una familia que no acepta tus deseos. Deberían.

    Bruno pudo ver cómo la cara de Edgard se acentuaba en enfado a la par que con emoción contenida. El joven se apostó un euro consigo mismo a que solamente había expresado lo que hacía tiempo Edgard ya pensaba. De hecho, parecía que solamente le hacía falta la aprobación de un amigo para salir por patas de su casa.

    Entonces un montón de temblores hicieron poner en alerta a Edgard, mientras que Bruno solamente supo caerse. Cuando abrió los ojos, después de comerse el suelo, se encontró con un montón más de “Edgards”. Eran espíritus con tonalidades muy parecidas a la suya, aunque parecían más emotivos, cabreados o con cara burlona.

    —Vaya, vaya, así que has vuelto a ver a ese crío del aire —dijo uno de ellos—. Mi hermanito pequeño es un blandengue. Oye, déjale ya, no vale la pena. Se va a seguir tirando a todo lo que se menee.

    Bruno tragó saliva. Rezaba porque Dylan y Elio no aparecieran en esos momentos.

    —Me da igual lo que pienses. Lo que piense toda la familia. Le quiero y quiero estar con él. Y no quiero que os metáis en medio. —Y pensar que todo eso lo había dicho casi sin cambiar la expresión de su rostro…

    Otro par de espíritus, parecidos al primer hermano de Edgard, se echaron a reír, mientras el primero hacía señales burlonas con la cara y las manos. Le estaban llamando débil, gallina y aprovechado.

    Entonces apareció uno más mayor. Se le notaban las arrugas y el pelo no era de ese castaño tan intenso, pero su fisonomía era casi idéntica a la del resto.

    —Y ¿qué vas a hacer? ¿Abandonarnos? Somos tu única familia. Debes estar con nosotros.
    —Debo, pero no quiero. Siempre me habéis negado todo lo que he querido, lo que he necesitado. Pero esto se acabó. Quiero que os vayáis. No voy a renunciar a Elio solamente por complaceros durante el poco tiempo que vais a estar contentos conmigo. No vale la pena.
    —Veo que has tomado tu decisión —dijo el mayor, con cara de comprensión y aceptación—. De acuerdo. Vete con ese espíritu. Cuando quieras volver, tendrás tu hueco. Pero no vengas con ese crío.

    De nuevo, los temblores volvieron y sacudieron a Bruno hasta hacerle caer una vez más al suelo. Esta vez, por eso, pudo ver cómo un espíritu de la tierra se desplazaba: se convertían en una roca moldeada y salían propulsados como si fueran la bala de un cañón. El choque contra el suelo dejaba un cráter y causaba los temblores. Era una forma de desplazarse un tanto brusca, pero igual de eficaz que la de Dylan o Elio.

    —Pues ya está. Ya me he quedado solo —suspiró Edgard.
    —No estás solo, tienes a Elio y a Dylan.
    —¿Y tú?
    —Bueno, yo no pertenezco a este mundo. Cuando acabe de ayudar a Dylan, me iré.
    —Entiendo. —Hizo una pausa en la que mostró algo de preocupación—. ¿Y si Elio no me acepta?
    —Tienes que tener confianza. Os conocéis, hacéis buenas migas… Entenderá lo que sientes, de verdad —le aseguró Bruno, aunque él mismo aún dudaba de que fuera a funcionar.

    Caminaron hacia el llano de nuevo, en silencio. Allí, Elio y Dylan acababan de materializarse cerca del acantilado. Cuando el primero vio a Edgard, volvió a hacerse aire y se lanzó hacia el seriote espíritu de la tierra.

    —¡Edgard! ¡Estás aquí! ¡Te he echado de menos!

    A medio metro de su víctima, Elio se materializó de nuevo y chocó contra un sorprendido Edgard. La inercia del choque hizo que dieran vueltas sobre sí mismos en un abrazo adorable y divertido a la vez. Bruno se rio con ganas por la cara de sorpresa y de vergüenza de Edgard, mientras miraba a Dylan. Él parecía alegre y algo decepcionado al mismo tiempo.

    —Hacía mucho que no venías —dijo Elio—. ¿Por qué no has venido antes?
    —Bueno, es que mi familia no me dejaba. —Luego miró a Bruno un instante y éste levantó el pulgar en señal de aprobación—. Pero ya no ocurrirá más. Quiero quedarme contigo.
    —¿De veras? ¡Eso es genial! ¡Vamos a celebrarlo!

    Los otros tres presentes pusieron cara de asombro y tensión a la vez, por la rapidez de Elio por ofrecer su cama a un conocido.

    —¡No, para! No quiero que lo hagas así.
    —Eres un aguafiestas… ¡Pero si Dylan se lo ha pasado muy bien hace un rato! —Edgard miró con llamas en los ojos a Dylan, que dio un paso atrás con las manos protegiendo su pecho. Elio se dio cuenta de lo que acababa de decir y volvió a tirar de Edgard. —Lo siento, sé que no debía, pero… —se disculpó el joven. De repente, su voz ya no sonaba tan infantil—. Es que me apetecía y tú nunca… no sé, no te gusto…

    En ese momento, Dylan desapareció convertido en agua, para desplazarse hasta el otro lado del llano y Bruno salió corriendo tras él, para dejar sola a la parejita.

    —Elio… —Edgar subió a Elio en una plataforma de tierra para poder mirarle a los ojos—. Pues claro que me gustas. No dejo de pensar en ti todo el tiempo que estoy lejos de esta isla. Y yo… quiero que te des cuenta que para mí es algo muy importante. Que eres muy importante.

    Elio le escuchó atentamente y fue poniendo cara de disculpa, emocionado. Poco a poco, un cambio en él se produjo. Se hizo físicamente más grande. No tanto como Edgard, pero lo suficiente para no necesitar esa plataforma.

    —¿Me quieres? ¿Me quieres de verdad?
    —Te quiero. Y quiero hacer de nuestra relación algo que tenga calma. Que no vayamos deprisa. Si tú quieres.
    —¡Pues claro que quiero!

    Y se lanzó a brazos de Edgard de nuevo, adquiriendo de nuevo una forma más infantil.

    A lo lejos, Bruno y Dylan observaban atentamente aquella escena tan tierna. Ambos se sorprendieron por los cambios de forma de Elio dependiendo de la madurez con que se trataba el momento.

    —Pues era cierto lo que me ha dicho antes. Realmente Edgard le da ganas de ser mayor…
    —¿De veras te ha dicho eso? ¡Vaya uno! Siempre tan literal…

    Bruno entonces empezó a notar calor. Pero así, de golpe, muy intensamente. Buscó la razón, mirando a todas partes, pero antes de que se diera cuenta, había perdido su cuerpo de nuevo.

    —¡Dylan! ¡¿Qué es esto?!
    —¡Bruno!

    Pero oyó su nombre en la lejanía. No podía ver nada a parte de un rojo intenso y amarillo a su alrededor, y parecía como si tiraran de él. Probó de dar manotazos al aire, pero es que no tenía cuerpo. Alguien se había transformado en algo no físico y le había arrastrado con él.

    —¡Te vendremos a buscar, no te preocupes! —oyó que gritaba Dylan, aunque ya casi era inaudible.
    —Inocentes… —dijo una voz a su alrededor.
    —¿Qué…? ¿Quién eres tú? ¡Quiero que me devuelvas con Dylan!
    —Pues no va a suceder. Eres un humano… y nos encanta deleitarnos con humanos en nuestra familia. Estáis deliciosos.
    —¡Maldito espíritu loco! ¡Suéltame!
    —Tampoco va a poder ser. No nos gustan los platos aplastados contra el mar. Demasiado salado y poco sabroso, ya sabes. Ahora más te vale dormirte.

    Bruno se negaba en rotundo, pero no fue una opción. Sintió todo su ser entumecerse y no tardó en perder la noción del espacio, el tiempo y todas sus sensaciones fueron anuladas.

    ------------------------------------------------------------------------------------------------



    De nuevo muchas gracias por leer, y como siempre, si queréis leer más, tenéis varios originales míos repartidos por mundo yaoi, y tambien tengo 3 fics publicados en el 16avo reto literario, que se va a acabar dentro de unos días.

    ¡Hasta pronto, y mucho yaoi!
     
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    Me ha gustado el capítulo.
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  9. Yareli-can
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    Ups se lo robaron, que cuidas dylan?

    Bueno ya lo encontraran.
    Contiiii
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    Buenas, ¡Kaiku-kun vuelve! Y vuelve con el 4to capítulo de Tempel der Meere jeje perdonad que tardara, han sido unos días muy calurosos para mí y lo he pasado algo mal XD pero ya está, ya me han vuelto las ganas de publicar jaja

    Muchas gracias como siempre a quienes me comentáis, de verdad que me hace feliz :) aunque los que me leen simplemente no son menos, hay bastantes visitas por capítulo, eso me alegra también jeje

    Ahora se vienen encima dos capítulos (el 4 y el 5) que están muy ligados. No son como los anteriores, que simplemente eran hechos en cadena, no, estos dos dependen el uno del otro. Es como ver un doble episodio jaja

    Así que ¡ale! ¡A leer!


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    4. Flammgeist (“Espíritu del fuego”)



    Bruno notó el duro suelo casi quemando su cuerpo. Sin abrir los ojos ya supo que, estuviera donde estuviera, tenía que huir de allí.

    Todo aquello que contaban de que cuando te desmayabas no sabías qué ocurría a tu alrededor y tenías que procesarlo lentamente era un mito. O eso le pareció a Bruno. Porque lo primero que hizo al darse cuenta de que no estaba con Dylan y el resto fue levantarse y buscar una salida, casi sin siquiera abrir los ojos.

    —Uooh… —soltó. Levantarse tan rápidamente le había mareado y cayó de culo al suelo—. Mejor me espero.

    Repasó mentalmente todo lo esencial. Era Bruno, estaba encerrado en el mundo de los espíritus y acababa de conseguir unir a Edgard y Elio. Dylan le había ayudado, así como Bruno le ayudaría a él a encontrar pareja.

    A Bruno le pareció suficiente confirmación para desmentir el mito. Miró a su alrededor. Estaba en una cueva que ardía por dentro. Oía voces a lo lejos, pero no le pareció adecuado gritarles, así que se acercó lentamente, bordeando la cueva, que estaba a oscuras. Cuando las voces fueron aumentando de volumen, vio una luz que penetraba en los bordes de la cueva.

    —Mierda…

    La cueva era una prisión. Y los barrotes eran fuego crepitante y violento. Parecía que estuviera en el infierno, pero más bien le pareció… un volcán. Lo pudo ver por la lava, y porque se podía ver un poco de luz del cielo, pese a las volutas de humo que salían de esa viscosidad ardiente.

    Cuando se detuvo a una distancia prudencial de los barrotes de fuego, en su interior creció ira casi al instante. Era la voz que le había secuestrado. La oía reírse del mundo junto con otras voces. Encontró, rebuscando un poco, los cuerpos de donde salían las voces.

    Eran unos espíritus totalmente rojos, algo muy parecido a Hellboy (para risa de Bruno), pero con sus melenas en llamas y en perpetuo movimiento, como si buscaran no extinguirse por el humo o el viento. Podía ver como su transformación material era débil y fluctuaba entre ser una enorme llama o un semihumano.

    —Es una lástima que no puedan venir más humanos a nuestro mundo —dijo la voz odiosa—. Son un manjar. ¡Estoy harto de tener que comerme los árboles y plantas de esta maldita isla!
    —Vamos, Agar, tampoco es tan malo. Además, los animales pasados por la lava también están ricos —dijo un segundo, con una voz igual de repelente.
    —¡Por todos los espíritus, Bor! —exclamó Agar, airado—. ¡No tiene ni punto de comparación! Los animales de este maldito mundo están tan muertos como nosotros, ¡es lo mismo que comer corteza de árbol recalentada! ¡Insípido! ¡Duro! ¡Seco!

    Pese a su situación, de poco escuchar y mucho querer huir, Bruno se sorprendió de saber que esos espíritus del fuego sabían que estaban muertos y que todos los seres que aparecieran, también lo estaban. Podía entender que le quisieran pasado por la parrilla, si era el único que estaba vivo y jugoso de este mundo.

    —¿Y tú qué, Eiden? No dices nada… como siempre —recriminó Bor a alguien que Bruno no veía.
    —Te lo he dicho muchas veces, la carne no me gusta. —Su voz sonaba más a un adolescente que no a un chico en la veintena, como los otros dos.
    —Para ser que te llamas “fuego”, no eres muy ardiente. ¡A ver si te apagas ya de una vez y nos dejas disfrutar!

    Hasta entonces, Bruno no había visto al tal Eiden pero, entonces, una llama pequeña, unos metros lejos de Agar y Bor, se volvió tan grande como ellos y se lanzó a atacarles, dando inicio a una pequeña batalla a base de bolas de fuego que acabó bastante mal para Eiden.

    —¡Eres un crío y un novato en este mundo! —le gritó Agar, con un señor cabreo—. No vales ni para calentar los pies. Tienes suerte que el que te acogió en este mundo aún nos vigila, sino ya serías ceniza hace mucho.

    Bruno vio cómo Eiden (bueno, la llama pequeña que era ahora) se alejaba lentamente de sus, puede que, hermanos. Poco a poco fue tomando forma semihumana. Su pelo no era melena, como en el caso de Agar y Bor, tenía una forma de llama ancha muy extraña. Crepitaba de forma apacible. Además, su cuerpo no se debatía entre la semihumanidad y el fuego. Era un cuerpo perfectamente formado, lo tenía dominado. Eiden parecía el más experto de los tres en ese mundo, aunque sus hermanos dijeran lo contrario.

    —Eh, vuestro humano ha despertado —dijo precisamente él, sin emoción alguna.
    —¡Oh! ¡Allá vamos! —Agar corrió (en un intento de parecer humano) hasta Bruno, quien retrocedió a gatas—. ¡Hola, humanito pequeño! Ya te has despertado, ¿eh? Bienvenido a nuestra casa, el volcán Etna, en Sicilia. Ahora mismo estábamos pensando en cómo cocinarte. ¿Alguna sugerencia?
    —¡¡Te puedes ir a la mierda!! ¡¡Húndete en el océano!! —le gritó, tan fuerte como pudo.
    —Vaya, Bor, creo que este tampoco va a cooperar —dijo, sin moverse un milímetro. Luego volvió la cabeza llameante hacia Bruno con una sonrisa diabólica—. Oye, chaval, aunque te lo parezca, no somos ni crueles ni desalmados. Haremos que te desmayes por golpe de calor antes de pasarte por la plancha. Así que si nos das unos consejos sobre cómo cocinarte, haremos todo lo posible para que no sufras.

    A Bruno solamente se le ocurrió escupir a la cara de Agar, pero el escupitajo se evaporó antes de cruzar los barrotes de fuego. Eso hizo que Bor se tronchara mientras se acercaba.

    —Buen intento —le aplaudió éste. Si pudiera crear agua, estaría meándose de la risa—. Nos gustan los que se resisten, el deleite es máximo.
    —Habéis cometido un error —les desafió Bruno—. Conozco a varios espíritus que me van a sacar de aquí y os van a dar una paliza.
    —Nos recuerdas a nuestro hermanastro Eiden —comentó Agar, como si mantuviera una conversación normal—. Siempre haciéndonos frente, siempre luchando a contracorriente, con ganas de parecer fuerte, diferente, inalterable… Qué pena que ambos fracaséis siempre.

    Entonces los hermanos se fueron riéndose del propio Eiden, que se mantenía en forma semihumana entre la cueva y la lava, en una serie de rocas que hacían de límite con la piscina ardiente.

    Bruno pensó que si tan parecidos eran, podría convencerle de que le sacara de allí.

    —¡Eh, oye! —susurró Bruno—. ¡Eiden! —El espíritu de fuego miró con el rabillo del ojo, para que Bruno no viera que le escuchaba, respiró hondo y pasó de él—. ¡Vamos, tienes que ayudarme! ¡Fastidiarías a tus hermanos!

    El pobre humano pasó así un buen rato, hasta que Agar y Bor desaparecieron del volcán. Fue entonces cuando Eiden se acercó a Bruno.

    —¿Te haces idea de la cantidad de humanos que han pasado por aquí? —le dijo muy seriamente—. Creo que no. Porque si lo supieras, además de vomitar del asco, entenderías que he visto de todo y que nunca he picado en ninguna de las súplicas.
    —Podrías hacer la puñeta a tus hermanos —se reafirmó Bruno.
    —Repetida —entonó, como si se aburriera pasando cromos que ya tiene.
    —Podríamos huir juntos.
    —“Repe”.
    —Podría buscarte alguien con quien vivir.
    —Esa es menos común, pero ya la he oído.
    —Tengo tres amigos espíritus que vendrán a rescatarme. Sin duda querrán hacer lo que yo y pelearse con tus hermanos… y contigo. Si les digo que eres de confianza, no te harían nada.
    —¿Asegurar mi salud? Más que repetida.
    —No digo eso. Digo que te vengas con nosotros.
    —¿Irme con unos desconocidos que, estoy seguro, estarán eternamente perseguidos por mis hermanos? Antes huiría solo.

    La impasividad de Eiden chocaba con fiereza con las ganas de salir de Bruno. Entonces pensó en Dylan, paciente y comprensivo si se lo proponía.

    —Estás harto de tus hermanos. Ni te respetan, ni te escuchan, pero…
    —¿”Pero” qué? ¿Tú me escucharás y me respetarás? Vamos, ese es el truco más viejo del mundo, hacerte amigo del secuestrador para que te libere.
    —No, creo que tú y yo acabaríamos peleados a cada momento. Pero uno de los espíritus que conozco, Dylan, te comprendería. Ha sido rechazado por su familia y está buscando tener una nueva para ser feliz de nuevo. Es obvio que tú no eres feliz aquí.
    —Así que te libero y le vas a buscar —dijo como si viera el futuro de nuevo—. No cuela.
    —¡Por favor…! —suspiró Bruno con toda la suficiencia que pudo mostrar—. Dylan y sus amigos encontrarán y reventarán este sitio en cuanto vean en qué situación me encuentro. No me hace falta huir.

    Eiden quedó sorprendido por la determinación de Bruno. Nunca le habían impresionado los “intereses comunes” de los prisioneros humanos, pero ese chico ofrecía algo que nunca había oído: otra familia. Normalmente los pobres desgraciados que capturaban Agar y Bor eran solitarios que se habían colado por error en el mundo de los espíritus, pero este no solamente venía acompañado, sino que los consideraba sus amigos con la suficiente confianza para presumir de ellos. La curiosidad despertó en el espíritu del fuego.

    —¿Cómo te llamas, humano?
    —Bruno.
    —Bueno, Bruno… ¿cómo llegaste aquí?
    —Eeeh, jeje, es una historia divertida… Dylan me secuestró cuando paseaba por una playa.
    —Vaya, por qué no me sorprende… Ya decía yo que era demasiado raro. ¿Se te quería comer?
    —Pues… algo así… —Si le decía que no quería hacerlo literalmente, precisamente, Bruno perdería toda opción de convencer a Eiden—. Pero ahora ya ha pasado, hace tiempo que estoy con él. Es un cacho de pan.
    —Conque sí, eh… ¿Qué tipo de espíritu es?
    —Del agua. Su hogar es una casa de madera flotante en medio del mar.
    —Bueno, original lo es. ¿Y estos supuestos amigos?
    —Son más recientes. Edgard, un espíritu de la tierra, y Elio, un espíritu del aire. Tu hermano Agar me secuestró cuando acabábamos de conseguir que estos dos fueran pareja.
    —Vaya, os cortaron el rollo pero bien, ¿eh? —Eiden suspiró, mirando hacia el camino que llevaba al centro de la caldera. Allí solían estar sus hermanos. Tardarían nada y menos en aparecer—. Dudo que tu familia de raritos pueda mejorar la situación. Aquí estoy cómodo. Pero ha sido una charla divertida.
    —Espíritu de poca fe… —le soltó, mientras se volvía una bolita de fuego consistente y desaparecía detrás de las rocas de antes.

    Al cabo de unos pocos minutos, llegaron sus hermanos. Bruno escuchó con asco y repulsión las formas en las que se estaban debatiendo cocinarle. Agar proponía hacer un agujero en el suelo, con lava, y poner encima una piedra con Bruno arriba del todo.

    —¡Así se hace a la piedra y tendrá gusto de volcán! La última vez salió muy bien, ¿recuerdas?
    —Ya, pero ya lo probamos, quiero experimentar —dijo Bor, pensando en otro suculento plato—. ¿Qué tal si lo ponemos en alto en el centro de la caldera y dejamos que hierva unos días?
    —Naaah, al final quedaría requemado y deshidratado. Hay que hacerlo como ellos hacen el resto de la carne dura: fuego rápido, una salsita, caliente por fuera y jugoso por dentro. Será un exitazo de plato.

    Bruno se estaba mareando solamente de oírlo. Juró mentalmente que se volvería vegetariano una vez volviera a su mundo.

    Los hermanos preguntaron una vez más a Eiden cómo quería su “Bruno a la plancha”, pero éste no respondió. Ni siquiera cambió a una forma humana para despreciarlos, simplemente siguió flotando arriba y abajo, en forma de fuego fatuo, como si observara la luz y el cielo que se colaban por el volcán.

    Bruno tuvo la sensación de que pasó allí varios días. Los hermanos desaparecieron varias veces, Eiden se presentó otras tantas y… bueno, fue una lástima no poder ver el cielo, por si se hacía de noche o algo, porque la luz de la lava y la de los barrotes cegaba todo intento de ver qué más había.

    Eiden se acercaba voluntariamente a Bruno cuando sus hermanos no estaban. Por eso, Bruno supo que llegó como un espíritu más sin formar y que llegó al Etna por error. Su padre adoptivo y sus hermanos cuidaron de él durante mucho tiempo, mientras se habituaba al mundo de los espíritus.

    —Pero eso ya hace tiempo que no es así. Mi padre se debilitó con el tiempo y volvió a un estado elemental de forma permanente. A veces despierta, pero no nos reconoce y pone patas arriba este sitio sin querer.
    —Por lo que dices, parece alguien violento…
    —No lo es. He dicho “sin querer”. Su forma actual es la lava del Etna.
    —¡Vaya! Eso no lo esperaba. Ahora entiendo lo que tus hermanos decían sobre que menos mal que os vigilaban.
    —Pues sí. Desde que mi padre se hundió en la caldera, mis hermanos han dejado de fingir ese interés por mí. Yo he hecho lo mismo. Valoro a mi padre, no a ese par de bestias.

    Bruno entendió un poco mejor por qué Eiden no quería irse. Su padre básicamente era el volcán entero. Y cuando le dijo eso de “ponerlo patas arriba”, se referiría a que entraba en erupción. De vez en cuando, Bruno quedaba fascinado por los símiles que se hacían de cosas normales en su mundo cuando, en realidad, en ese mundo era cosa de los espíritus.

    En otra ocasión, Bruno contó la aventura de cuando fue secuestrado y el por qué. Había decidido que ya no le importaba que lo supiera.

    —Vaya, así que violarte, ¿eh?
    —No lo hizo. Se desahogó con Elio antes de que llegara Edgard.
    —Menuda situación más tensa…
    —Sí, pero ahora están todos contentos, Edgard y Elio son pareja, Dylan se siente satisfecho físicamente y… bueno, falta que me rescaten y todo se arreglará.
    —Ya, no creo que eso suceda tan fácilmente. Te quedan dos días de vida. —Bruno le miró fijamente, pero era como si Eiden no le diera importancia—. Has dicho lode Dylan como si buscara pareja ¿Por qué? ¿No decías que estaba satisfecho?
    —¿Perdona? ¿Me dices cuando voy a morir y tú me preguntas por Dylan?
    —Es solamente la muerte, seguirás aquí después de que mis hermanos hagan su banquete. Además, no hay nada que hacer ya, y tampoco te va a doler. —De nuevo, la impasividad de Eiden ante la muerte asustaba—. Venga, así te distraes.
    —Eeh, pues, bueno… Dylan me dijo que no estaba satisfecho a todos los niveles. Elio era atractivo, pero ya está. Busca el amor, el cariño y la felicidad.
    —¡Je! Pues va a tardar en encontrarlo…
    —¿Por qué lo dices? —Eiden desvió la mirada hacia la lava y Bruno vio cómo su forma semihumana llameaba con un fuego carmesí por los extremos—. Espera, ¿¿te has puesto colorado??
    —¡Lo decía porque…! —exclamó, para acallar la sospecha del cautivo. Su forma semihumana volvió a ser de un rojo más intenso y oscuro, menos suave a la vista que el carmesí—. Porque hay menos espíritus de los que te crees. Una vez descubren lo que les faltó en vida, empiezan a debilitarse por estar satisfechos y desaparecen de la vista. Siguen existiendo, pero el resto no les podemos ver.

    Bruno probó durante un buen rato sonsacar más colores carmesí a Eiden, pero fue en vano. No es que le hiciera preguntas muy personales o difíciles de responder, más bien Eiden le leía el pensamiento y le frenaba.

    Esa fue la última vez que hablaron, porque los hermanos no volvieron a abandonar el volcán. Estaban ocupados preparando la megaparrilla que contendría al pobre Bruno en unos días.

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    Fin del capítulo :) ¿qué os ha parecido? Bien, ¿no? Pues aprovechad porque se acerca el final jajaja

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    Me ha gustado el capítulo.
    No veo la hora de leer el próximo capítulo.
     
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  12. Yareli-can
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    Genial, se lo van a comer y de Dylan ni sus luces.

    Me a encantado espero anciosa el próximo,
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    Bienvenidos al capítulo 5 del fic jeje gracias por vuestras lecturas, por favor, no olvidéis difundir :)

    Como siempre, dopy las gracias a quienes me leen y sobre todo a quienes me comentan jeje este capítulo es el más largo de todos ellos, así que lo disfrutaréis jeje No queda mucho para el final, así que... ¡disfrutad!


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    5. Wassergeist (“Espíritu del agua”)



    Bruno vio como sus últimos dos días de vida pasaban demasiado rápido. Los “cocineros” se lo pasaron en grande preparando una enorme parrilla encima de la lava, intentando no tocarla.

    —¿Qué pasaría si dos espíritus del fuego cayesen a la lava? —susurró Bruno, pensando en cómo aconsejar a sus amigos si llegaban a tiempo.

    Eiden le oyó, pero prefirió no mirarle, levantaría sospechas.

    Agar y Bor se paseaban constantemente delante de Bruno, le asustaban, cruzaban los barrotes de fuego con su cuerpo llameante para amenazarle y reírse de él, le explicaban cosas que habían hecho con otros humanos y lo que pensaban hacerle a él… Bruno solía reaccionar retrocediendo en la cueva, hasta encontrar una sombra, y vomitaba allí. Era realmente asqueroso y repugnante tener que oír todo eso.

    Eiden no solamente no le habló durante los dos días que quedaban, sino que se alejó, en su forma de llama, hasta los límites de la lava, como si esperara algo. Todo el entretenimiento que le había dado parecía no valer de nada. Y menos con sus hermanos cerca.

    —Vamos, Dylan, dónde estás… Te queda poco tiempo… —hablaba Bruno, para sí mismo, tenso como una cuerda de guitarra.

    El pobre ya veía la parrilla demasiado bien puesta y preparada. Ya no había casi nada de tiempo. ¡Se lo iban a comer! Ni tan siquiera los hermanos se acercaban a su plato, aunque seguían haciendo sus planes de lo suculento que iba a ser. Bruno ya tenía asumido que si se acercaban de nuevo sería para provocarle el golpe de calor que daría fin a sus días.

    —¡Maldito espíritu del agua, aparece ya! —susurró cabreado.

    Bruno no pudo ver lo siguiente que sucedió, porque estaba demasiado escondido en su cueva: Eiden miró al cielo una vez más y se transformó en semihumano eso alertó a los hermanos, que también miraron arriba.

    Entonces, lo que sí que Bruno notó: un enorme temblor que sacudió el volcán. El primer pensamiento fue que Edgard había aterrizado sin ningún tipo de discreción en la ladera. Por Dios, esperaba que realmente fuera eso. Así vería aparecer a Elio y a Dylan como si cayeran del cielo.

    —¡Eiden! ¡¿Qué significa esto?! —exigió Bor.
    —¡Son los amigos del humano! ¡Defendeos!

    Los tres formaron, esperando algún ataque aéreo pero, en lugar de eso, un temblor mucho más cercano hizo caer a todos al suelo y una explosión sacudió el lateral de la prisión de Bruno.

    —¡Edgard! ¡Elio, Dylan! —exclamó, a punto de saltar a sus brazos. Pero oyó las llamas de los tres hermanos acercarse y no tuvo tiempo—. ¡Vigilad! ¡Son espíritus del fuego! ¡Y me quieren cocinar!
    —¿Cocinar? —preguntó Dylan, perplejo, pero una bola de fuego salvada en el último momento le hizo ponerse en guardia—. ¡Serás hijo de…!

    Los tres se lanzaron a atacar a los espíritus del fuego, sin discriminar. Eiden fue el primero que se retiró de la batalla, aunque procuraba que sus hermanos no sufrieran tanto daño.

    —¡No hagáis daño al más joven! ¡Es amigo! —advirtió Bruno, a sus amigos.
    —¡Eiden! ¡¿Qué coño dice este humano?! —exclamó, muy cabreado, Agar. Incluso se giró para mirarle a los ojos.

    Él no contestó, simplemente siguió protegiendo a sus hermanos.

    Por lo que pudo ver Bruno, la batalla consistía simplemente en ir cambiando de forma y chocar el uno con el otro cuando sus cuerpos eran solamente su elemento. Se creaban explosiones y cambios de forma fugaces, lo que obligaba a Bruno a taparse y no conseguía saber cómo iba la batalla realmente.

    Sí que pudo ver que Elio se mantenía serio y con su forma de adulto, lo que sorprendió bastante a Bruno. También vio que dejaba casi solo a Dylan para defender a Edgard, lo que le pareció indignante y bonito a la vez. Además, Elio era el que más camorra estaba repartiendo entre los hermanos. En una de esas, se desvió y tiró la parrilla a la lava.

    —¡Cabrón de mierda! ¡Nos ha costado mucho preparar la parrilla! —gritó Bor, muy cabreado.
    —¡Los humanos no son para comer! —le replicó Elio, con su voz de adulto extrañísima.

    Agar y Bor descargaron una lluvia de bolas de fuego creadas por sus cuerpos inestables. Dylan, aunque tenía el ambiente en contra, por el calor seco, sacó todo el agua que pudo de su entorno, a la vez transformándose él en agua, y paró todas las bolas, excepto un par, que Elio devolvió a sus amos, envolviéndolas con viento.

    —¡Este traidor de nuestro hermano no les ataca! —se quejó Bor.
    —¡Pues a la lava con él! —decidió Agar.

    De repente, Eiden se encontraba en el aire, flotando involuntariamente por culpa de la transformación de su hermano. Estaba cayendo y estaba a punto de quedar atrapado en esa viscosidad ardiente.

    —¡Dylan! ¡No puede caer a la lava! ¡Es como quedar congelado! —le avisó Bruno. Había desarrollado cierto afecto hacia ese espíritu y no quería que desapareciera.
    —Pero si es…
    —¡¡No discutas!!

    Dylan dejó de proteger a sus compañeros, que se centraron más en atacar a Bor, para salir disparado hacia Agar y su presa. El choque resultó en una explosión de vapor, pero la inestabilidad del cuerpo de Agar le volvió semihumano involuntariamente y cayó de lleno en la lava, que no tardó en engullirlo casi por completo. En cambio Eiden se había salvado transformándose en fuego, pero se vio atrapado por el cuerpo acuoso (ya cada vez menos, por eso) de Dylan. Éste los puso a ambos a salvo, cerca de Bruno, aunque Eiden se estaba rebelando por estar prisionero.

    —¡Suéltame, desgraciado! ¡¿Cómo te atreves a apresarme en esta forma?! ¡Desgraciado!

    Dylan soltó a Eiden, que se volvió semihumano casi al instante y casi se lanza a atacar a su salvador, si no hubiera sido porque el espíritu del agua se había lanzado contra Bor de nuevo.

    —¿Estás bien? —Luego le miró bien—. ¡Vaya, estás más carmesí que nunca!
    —¡Que te den! ¡Podía espabilarme solo!

    Bruno se lo pensó. Cuando Dylan se transformó en agua por primera vez con Bruno dentro, el espíritu le dijo que formar parte de la transformación era un proceso muy íntimo para compartir. A Bruno le dio la impresión que significaba que le dejaba ver todo lo que él veía. Así que lo que Eiden había sufrido mientras era salvado…

    —Te ha abrazado… Dylan te ha abrazado para salvarte… Vaya, ahora entiendo tu cambio de color —se rio Bruno.
    —¡Te voy hacer arder hasta los intestinos! —exclamó Eiden, cada vez menos rojo y más rosado. Probó de atacar al pobre Bruno, pero no sacó ni una llama. Simplemente se derrumbó en el suelo, recuperando el rojo habitual—. Mis hermanos… han querido matarme… Y Agar…
    —Tranquilo, no pasa nada. Estás a salvo. Ellos no son tus hermanos —le dijo con calma, sentándose a su lado.

    No hubo tiempo para muchas lamentaciones. Bor estaba fuera de sí por la desaparición de Agar y la supuesta traición de Eiden. Tanto, que empezó a aumentar la temperatura del volcán. Dylan no podía transformarse, Elio escapaba del calor y Edgard tenía que poner muros de contención para el fuego enemigo. Además, el calor hacía que la lava ascendiera.

    —¡Bor está descontrolado! ¡Tenemos que huir, va hacer estallar el volcán! —avisó Dylan.

    Elio y Edgard volvieron hasta Bruno casi a la vez que Eiden iba a intentar calmar a Bor.

    —¡Sacad a Bruno de aquí y llevadlo al templo! —ordenó el espíritu del agua. Elio se quejó y Edgard puso cara de quedarse a esperarle, pero no sirvió—. ¡Que os marchéis! ¡Yo ya vendré!
    —¡No nos podemos ir sin ti! —intentó Elio, para convencer a su amigo.

    No hubo otra opción. Edgard envolvió a Elio y a Bruno en su elemento y salieron rebotando de la cueva por el mismo sitio por el que habían entrado, un larguísimo túnel hasta llegar al exterior.

    —¡Tenemos que volver! ¡Dylan y Eiden…!
    —Dylan estará bien. Lo prioritario es ponerte a salvo a ti —dijo firmemente Edgard. Elio ya ni se quejaba—. Y no sabemos si tu amigo espíritu del fuego es de fiar.

    El paso de Edgard era rapidísimo, rebotando por la tierra fértil de Sicilia, hasta el mar. Llegaron allí en muy poco tiempo. Resignado a hacer lo que Edgard hiciera, Bruno miró el agua buscando el Templo del Mar. Y allí estaba, flotando apaciblemente, bajo una nube negra. Parecía que siempre hubiera una en casa de Dylan, como en los dibujos animados.

    Solamente fue un instante, de verdad que sí, el momento de girarse hacia el volcán y ver cómo explotaba, echando una gran humareda y viendo relucir la lava en el sol.

    —¡Dylan! —gritó Bruno—. ¡Hay que volver!
    —No —respondió, sencillamente, Edgard.
    —¿Elio?
    —Me… me hizo prometer que no volveríamos a por nadie si algo salía mal.
    —¿Qué? ¿Quién?
    —Dylan.
    —¡Maldito orgulloso de las narices! ¡Más te vale volver a traer tu culo acuático hasta aquí para que te de dos ostias bien dadas! —gritó Bruno al aire.

    Justo entonces aterrizaron en uno de los balcones de casa de Dylan. Para cruzar el mar, Elio había intercambiado papeles de forma muy controlada, para no perder a Bruno por el camino, y así poder volar con calma.

    —Maldita sea… —chistó Bruno, apoyado en la barandilla de madera.

    Edgard estaba abrazado a Elio, que tenía una forma un poco más de niño esta vez y parecía bastante triste. Solamente podían esperar.

    * * *


    —¡Que os marchéis! ¡Yo ya vendré!

    Ni tan siquiera se había molestado en oír las quejas de sus amigos. Dylan se la estaba jugando solamente porque Bruno confiaba en ese tal Eiden. Le había salvado una vez y parecía agradecido. Ese espíritu del fuego no parecía mala persona y estaría solo si el volcán se llevaba por delante al último hermano.

    Eiden se había puesto a pelear en serio contra Bor. Ambos chocaban con fiereza y creaban explosiones que solamente empeoraban la situación. La lava ascendía rápidamente y ya no había forma de tocar tierra que no fuera agarrándose a la pared del volcán.

    —¡Parad! ¡Haréis que explote!
    —¡No hasta que este pringado acompañe a mi hermano! —replicó Bor, entre explosiones.

    Dylan intentó detener la pelea muchas veces, pero solamente tenía suficiente energía para transformarse él. El calor le estaba debilitando rápidamente y estaba pensando que en cualquier momento se convertiría en vapor, así que era imposible que pudiera frenar nada.

    Pero ni falta que hizo. Una gran voluta de humo ascendió rápidamente, tapando todo intento de ver a dónde iba nadie. Dylan aprovechó entonces para agarrar a Eiden a ciegas, envolverlo de nuevo como hacía un rato y salir disparado del volcán.

    —¡¿Qué te crees que haces?! ¡¡Suéltame!!
    —Te estoy salvando la vida.

    Eiden no pudo contestar porque oyó a Bor gemir ante la imposibilidad de despegarse de la lava, que le estaba engullendo rápido, entre las volutas de humo. Eso quería decir que estaban a pocos metros de quedar engullidos ellos mismos. Por potencia y energía, Eiden tomó el control del desplazamiento elemental y lo que era una débil masa de agua pasó a ser una gran bola de fuego saliendo la primera de todas del volcán, justo cuando la verdadera explosión del volcán tenía lugar.

    —Dylan. ¿Me oyes? ¿Dylan? Estamos a salvo… Esto… Gracias… —dijo avergonzado.

    Pero no recibió respuesta. Estuvo a punto de ponerse a gritarle, indignado, pero se notó demasiado ligero. Había oído que en el cambio de forma, cuando se trasladaba a alguien más, que se resistiera durante el movimiento hacía que pesara más. Dylan no intentaba moverse a la par, ni ponerse al mando ni nada. Solamente… “estaba”.

    Eiden aceleró. Si había algún momento para correr (bueno, o volar) era ese. Dylan no estaba consciente. Eiden debería haber supuesto que estar en un volcán para un espíritu del agua era lo peor. El maldito Dylan había hecho de masoquista solamente para salvar a su amigo y luego para salvarle a él.

    Vio una casa de madera flotando en medio del mar y se rio irónicamente.

    —Es como una diana…

    Le vieron enseguida. Bruno estaba allí esperando a que apareciera Dylan, pero no pareció sorprendido de ver una bola de fuego acercarse rápidamente hasta la casa. Eiden aminoró la velocidad y fue transformándose de nuevo en semihumano mientras aterrizaba cerca del resto de amigos de Dylan.

    —¿Qué ha pasado?
    —Me ha salvado y luego he tenido que salvarle yo —dijo Eiden, con pesadez. “Qué estúpido eres, Dylan”, pensó para sus adentros.

    Entre Bruno y él lo movieron hasta el estanque del centro de la casa. Allí le tumbaron dentro del agua, dejando la cabeza fuera del agua, por si acaso (que fuera un espíritu del agua no quería decir que no se pudiera ahogar si estaba en forma semihumana, había que asegurarse).

    —¿Qué ha pasado? —repitió Bruno.
    —Bor no se ha controlado y se ha hundido en la lava cuando el volcán ha empezado a echar humo. Luego ha entrado en erupción. Él ha evitado que yo me hundiera también, pero nada más ponernos a salvo se ha quedado inconsciente.

    A partir de entonces, los invitados al Templo del Mar se fueron turnando para vigilar a Dylan. Estaba lleno de heridas y se le veía su forma humana muy deteriorada y deshidratada. Su cuerpo tardaría en recuperarse.

    Pasaron lo que Bruno contó como unos cuatro días. Era difícil de saber, con una enorme nube que no dejaba de regar agua encima del templo y niebla al alrededor. El único que dormía allí era él, por cansancio. El resto, si lo hacía, era por pereza.

    Edgard y Elio se pasaban el día jugueteando, una escena que le pareció bonita a Bruno, que se lo miraba normalmente desde el balcón o desde el estanque mientras vigilaba a Dylan. Edgard no era que mostrase muchas emociones con su cara, pero sonreía como si fuera el más feliz del mundo y no le faltaba entusiasmo a la hora de perseguir un Elio en forma de niño por la casa.

    Eiden se lo miraba de forma menos alegre. No se fiaba demasiado de los amigos de Bruno, aún, y no le gustaban los niños. Se le hacía pesado tener que escucharlos corretear por la casa. Por eso era el que más se cuidaba de Dylan. Para distraerse. Y bueno… Dylan le había salvado dos veces en un solo día, él no iba a ser menos, tenía que agradecérselo. A veces se quedaba mirando el estanque y pensaba cómo narices no se podía ver el fondo. Luego iba subiendo y se encontraba con la cara seria de Dylan, mientras recordaba lo que había pasado con su familia… bueno, la “ya-no-familia”.

    ¿Podrían ser Dylan y ese par de idiotas melindrosos una nueva familia? Porque no creía que Bruno se quedara mucho tiempo. Menos mal que entonces nadie le vio, porque notó cómo se ponía colorado. Bruno había dicho que cuando Dylan encontrara una pareja volvería a su mundo. Y el humano de las narices le había mirado perspicazmente cada vez que lo decía.

    —Podrías quedarte con Dylan —dijo Bruno, sencillamente, a su espalda—. No quiero que esté solo.
    —¡No voy a ser su pareja! —chilló Eiden, cambiando de color radicalmente.
    —No hace falta que lo seas —le aseguró, mientras se reía a carcajada limpia—. Solamente quiero que no esté solo. No tiene a nadie. Y tú tampoco. Edgard y Elio podrían irse y yo tengo que volver a mi mundo. Me harías un favor.

    Eiden asintió con la cabeza y volvió a mirar a Dylan. Oyó a Bruno alejarse y rápidamente se relajó. No es que tuviera muchas opciones a parte de quedarse. Y tendría amigos. Y… Dylan no le parecía mal tipo.

    Al día siguiente, cuando precisamente todos estaban reunidos, Dylan despertó. Y no en plan débil, el espíritu del agua se encontraba como siempre. Se pasó un rato dando vueltas por el estanque mientras los otros le preguntaban cómo estaba y si se notaba bien. Él estaba tan contento nadando.

    —Que estoy bien, chicos —dijo, sonriendo por enésima vez—. Haberme dejado en el agua ha sido lo mejor que podríais haber hecho. Mi parte puramente elemental se ha recuperado por completo por sí sola. Aunque habrá que rellenar un poco el estanque.

    La verdad era que había descendido un poco el nivel del agua. Dylan la había absorbido.

    —Te tuve que traer todo el camino de vuelta desde el volcán hasta tu casa en brazos. ¿Por qué fuiste tan masoquista? —preguntó Eiden.
    —Bueno, no te podía dejar allí. No parecías muy conforme con lo que tus hermanos querían hacer y… bueno, te tiraron a la lava.
    —Y podías haber dejado que lo hicieran.
    —No es mi estilo.

    Bruno y la parejita se alejaron de la escena poco a poco y discretamente para dejarles intimidad. Dylan se acercó al borde del estanque y se acomodó con sus brazos.

    —Me vengaré por no dejarme salir…
    —¿De qué? —le interrumpió Dylan con calma y sonriendo apaciblemente—. ¿De mi abrazo protector que te ha salvado dos veces?
    —¡¡Sí, de eso!!

    Eiden empezó a arder de esos colores carmesí y algunas llamas cayeron en el estanque, apagándose rápidamente. Bruno, que estaba espiando, se rio por lo bajo de la reacción. Pero iba a mejorar, porque Dylan había salido del estanque en su forma de agua y pilló desprevenido a Eiden. En un visto y no visto, Eiden se encontraba encerrado en un abrazo de humano, en el que estaba algo en desventaja porque era más bajo.

    —Gracias por salvarme y quedarte —dijo Dylan con la misma calma.
    —¡Yo no he dicho nada de quedarme! ¡¡Te puedes ir al infierno, maldito pervertido!! —Eiden volvía a arder como los demonios, pero Dylan lo resistió hasta que el espíritu del fuego aceptó el abrazo—. Ya me puedes soltar, idiota.

    Pero Dylan no quiso hasta que Eiden le lanzó de nuevo al estanque. Ambos se quedaron allí mismo sin quejarse de nada y Bruno fue a contemplar el mar con una sonrisa en los labios.

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    Gracias por leer, esperad con ansia el último capítulo, aunque es más bien un pequeño epílogo jeje como siempre, invitados a leer más cosas mías y a buscarme en facebook a través de mi perfil :)
     
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    Me ha gustado el capítulo.
    Ahora a esperar el último capítulo.
     
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    Buenas, aquí Kaiku-kun con el último capítulo de este fic jeje me alegra de ver tantas visitas (para ser la sección de originales) así que os doy a todos las gracias por leerme y tener la paciencia de seguirme :) ¡se os quiere mucho!

    Este final es cortito y en realidad es el final del sueño que os dije que tuve que basó esta historia, así que os recomiendo que no esperéis nuevos capítulos o una segunda parte (aunque lo estuve ponderando) porque no la va a haber en mucho tiempo XD


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    6. Austritt (“Epílogo”)



    El Templo del Mar se desplazó con toda la calma por el mar durante los siguientes días. Se dirigían de vuelta a las playas donde Bruno había sido secuestrado hacía ya a saber cuántos días.

    Elio y Edgard no reconocieron ninguno de los paisajes que pasaron, que básicamente era Córcega y luego las costas de Cataluña, pero les pareció divertido encontrar nuevos paisajes que explorar. Eiden no es que fuera muy de fijarse en los sitios, pero no dejaba de mirar el mar con curiosidad.
    Dylan se limitaba a descansar en su estanque. Bruno iba pululando y casi siempre se dejaba caer por el estanque de Dylan para verle y hablarle.

    —¿Te gusta? —le susurró una de las veces, hablando de Eiden.
    —Es de carácter difícil.
    —Yo no te he preguntado eso —le replicó con una risita.
    —Bueno, puede que con el tiempo… Me parece intrigante saber qué piensa.
    —Pues sí que va a requerir tiempo entonces. —Luego cambió el tono—. Me alegro de que estés mejor. Y mira, tienes compañía y todo, auque no sea tu pareja.
    —Sí… Te debo mucho, para ser que intenté secuestrarte y violarte…
    —Bueno, pero eres buen… espíritu, supongo… y te detuviste cuando te propuse este peculiar viaje.

    Dylan sonrió, con un poco de culpabilidad aún encima. Bruno le sonrió de vuelta, mucho más tranquilo.

    —Oye, ¿crees que algún día podría venir de nuevo a veros? —preguntó el humano, mirando el cielo—. Ha sido divertido después de todo, y os he cogido cariño.
    —¡Pues claro! Esperemos que el tiempo en tu mundo pase como aquí.
    —¡Y sino me secuestras de nuevo cuando me veas en la playa!

    Ambos se rieron con ganas de la broma y se quedaron callados, oyendo a Elio molestar a Eiden para que jugaran juntos.

    No pasaron muchas horas más hasta que Bruno reconoció las costas catalanas. Empezó a alertar a toda la casa de dónde estaban y se divirtió molestando a Eiden como Elio hacía.

    Entonces cayó en la cuenta.

    —Oye, Dylan, ¿y cómo vuelvo?
    —Cuando reconozcas la playa donde te recogí, te vas a dormir y piensas en volver a tu mundo. Aparecerás allí.
    —¿Cómo lo sabes?
    —Bueno mi familia conoció a humanos que pudieron volver a su mundo y me recomendaron esto.

    Bruno asintió y esperó un poco a ver su playa. No tardó en divisarla. A partir de haberla visto, se fue paseando por toda la casa diciendo adiós a sus amigos. Elio se le lanzó a los brazos y luego Edgard los acompañó a ambos. Eiden, que estaba cerca, no quería saber nada, pero Bruno se lanzó a por él y rápidamente quedó apresado por todos excepto Dylan, que se lo miraba tronchándose.

    —¡¡Soltadme, panda de locos!! ¡¡Os haré arder!!

    No lo cumplió, por supuesto.

    Cuando el abrazo se deshizo, Dylan acompañó a Bruno hasta su cama y se abrazaron como despedida. Le dio un poco de pena ocupar la cama de Dylan, pero en fin…

    —Hasta pronto…
    —Hasta pronto.

    * * *


    El sonido de las olas le sacó de algo parecido a un sueño profundo. Estaba tendido en la playa, con un montón de algas y arena encima.

    —¡Bruno! ¿Qué no vienes? —Era la voz de Mateo, que sonaba de lejos—. ¿Qué haces ahí tendido?

    Bruno se incorporó y miró al mar. Ni rastro del Templo del Mar. Se notaba que estaba en su mundo, había mucha actividad, se veían todos los edificios, había gente…

    —Me ha parecido un sueño… —susurró para sí.

    Esperaba que no fuera eso. Esperaba que la ola gigante no hubiera causado todo eso. Había sido demasiado bonito…

    —Bruno, ¿estás bien? —Mateo y Javier se habían acercado a él—. No tienes buena cara…
    —Es que una ola me ha aplastado, mira cómo me ha dejado.
    —¿Llamamos a alguien?
    —No, tranquilos, estoy bien. —Bruno sonrió, por fin.
    —Vale… ¡Anda, vamos!

    Le ayudaron a levantarse y echaron a correr por la playa. Bruno no dejaba de mirar al mar.

    Estaba buscando un templo.

    THE END



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    Muchas gracias de nuevo por leerlo y espero que os haya gustado. El disco de Eintritt acaba aquí y esta historia asociada también jaja

    Si queréis estar al corriente de otros fics míos podéis enviarme mensajes privados preguntando por ellos (pero decidme vuestras preferencias por favor :V), mirar al perfil o buscarme en la página del facebook de siempre, "Kaiku-kun Fanfics": www.facebook.com/kaikufics

    ¡Hasta pronto majetes!
     
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