Buenas intenciones (Continuación de "Mi suerte" Tai X T.K) Cancelado

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    Yaoizando
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    Hola gente :=deeaaah: ¿Cómo están? Yo aquí de nuevo, reapareciendo después de mucho. Me alegro de poder volver a tener tiempo (y vida) para escribir de nuevo, entre otras cosas. Aquí les traigo la continuación de "Mi suerte". Sinceramente desde que lo terminé de escribir principio de año, tuve varias ideas dando vueltas en mi cabeza para una posible continuación, pero la universidad no me dio tregua, solo para escribir "Pásame el hielo". Pero bueno, 9 meses después puedo traerles esto (no me carguen con los de los 9 meses XD) :=angrys: :=ahjahajhaja:

    Sinceramente estoy entre nervioso y ansioso de ver como se me dará este fic, por varias razones :=@.@: . Será la primera vez que escribo una historia donde los protagonistas ya son pareja, en mis otras historias siempre el relato empezaba con los personajes siendo solo amigos, o ni eso. Además será la primera vez que (más o menos) tengo diagramado el transcurrir de la trama, en las anteriores ocasiones escribía dejando que la imaginación del momento hiciera su trabajo. Además ya en febrero empezaré a estudiar de nuevo, así que tal vez desde ese mes pueda actualizar apenas 1 vez al mes, cosa que no me agradaría pero el tiempo dirá.

    Otra cosa... me di cuenta posiblemente en este fic haya más romanticismo y cosas de ese estilo, algo que no caracteriza mucho mis trabajos anteriores. No sé... son ciclos que uno vive jaja, intentaré buscar el equilibrio ideal para que no todo sea muy meloso o muy áspero. También habrá más lemon que en mis otros fic (tampoco será todo porno, aviso XD)

    Bueno, empezamos con un capitulo introductorio, que sirve más que nada para entrelazar la historia anterior con la nueva.

    Atensao: Recomiendo haber leído "Mi suerte", antes de meterte de lleno con esta historia, ya que hay muchos elementos de ese relato que se relacionan con lo que expondré aquí. Aquí dejo el link para que lo leas, si quieres: https://mundoyaoi.forumfree.it/?t=71768710 Recomiendo esto ya que muy posiblemente no entiendas varias cosas si decides leer este fic sin leer su antecesor, y no tendría gracia. Solo un consejo.

    Nada más que decir, espero que lo disfruten!!


    Buenas intenciones




    Capitulo 1: La primera cita

    Sus ojos paseaban inquietos entre los carteles de los colectivos que viajaban por la concurrida avenida. Se desilusionaba e inquietaba cada vez más con cada colectivo que llegaba, se detenía y arrancaba para alejarse nuevamente. Ninguno era el que esperaba ver llegar.

    - El 7 que dice “por calle central”, el 7 que dice “por calle central”…-se repetía por lo bajo, en un intento de invocarlo y hacer que apareciera entre el trafico aquel colectivo que cumpliese con esos requisitos.

    Sentado en uno de los asientos de esa concurrida parada de ómnibus en el medio de la ciudad, movía su pies hacía delante y hacía atrás, ya que estos no tocaban el suelo. Eso solía pasar cuando estaba nervioso, el quedarse quieto le resultaba prácticamente imposible. Aunque a veces, como en este caso, no se daba cuenta de ello.

    Sus ojos celestes estaban tan centrados en el tráfico, que nunca se dio cuenta que a su derecha, a tres asientos vacios de distancia de la parada de ómnibus, dos chicas no le habían sacado la vista de encima desde que llegaron al lugar.

    Para las dos jovencitas, él era uno de los chicos más apuestos que habían visto en mucho tiempo, y si se las llegaba a apurar por una respuesta, posiblemente el más guapo que vieron en carne y hueso. No podían dejar de observarlo, había algo en su aspecto que simplemente las tenía idiotizadas.

    Aquel chico llevaba puesto unas zapatillas de color negro y blanco, bastante simples, que hacían juego con su jean negro. Sus cabellos rubios eran cubiertos por la capucha de su sudadera azul marino, de estilo canguro. El gran bolsillo en el estomago de la prenda servía de refugio para sus manos en aquella soleada pero muy fresca tarde de sábado.

    Las dos muchachas se desilusionaron al ver que el colectivo que tenían que tomar aparecía de entre el tráfico. El momento de abandonar el lugar había llegado. Antes de entrar a la unidad, las jóvenes giraron su cabeza para observar por última vez a aquel muchacho que las había eclipsado, sin siquiera darse cuenta.

    Una de ellas tuvo la esperanza de que aquel chico le cruzase la mirada. Se le hizo ridículo, pero se imaginó que aquel muchacho podría regalarle una sonrisa espontanea antes de que se tuviera que ir. No supo de dónde sacó esa leve esperanza, aquel pensamiento le hizo retumbar el corazón a la vez que subía por detrás de su amiga al colectivo.

    Pero nada de eso pasó. Las dos chicas subieron al ómnibus y se fueron. Aquel joven nunca se dio cuenta de sus existencias, solo se quedó mirando en la dirección al tráfico, con toda su atención en ello.

    - El 7 que dice “por calle central”, el 7 que dice “por calle central”…- se murmuró a sí mismo mientras sus ojos claros inspeccionaban con avives cada colectivo que aparecía a la vista.

    De repente, se levantó rápidamente del asiento de un salto, aun con sus manos en el bolsillo, cuando visualizó un colectivo que llevaba un gran 7 en la parte superior frontal. Sin que se diera cuenta se le dibujó una sonrisa, producto de la sorpresiva esperanza de que ese fuese el ómnibus que había esperado con tantas ansias. Pero tan veloz como apareció, esa sonrisa se difuminó al ver un pequeño cartel debajo del gran 7 que decía “Por calle Libertador”.

    No, ese no era el colectivo que esperaba ver llegar. La unidad de la cual se bajaría Tai tenía que decir “Por calle central”, no “Por calle Libertador”. T.K se volvió a sentar resoplando. Nuevamente sus pies empezaron a moverse en el aire de forma alternada para delante y para atrás, para delante y para atrás.

    Era su último sábado de vacaciones de verano. Los nervios y las ansias inundaban su alma, en un remolino que le llegaba a ocupar cada rincón del cuerpo. Estaba alegre, pero a la vez preocupado. Aquella rara mezcla de emociones no era producto de tener que iniciar las clases nuevamente en dos días. Sino porque que sería la primera vez que se encontraría con Tai después de lo sucedido en el verano, más precisamente a finales de enero.


    Luego de su separación, siguió en contacto con Tai mediante internet y el celular, pero nunca tuvo la oportunidad de volver a juntarse con él. La cantidad de hechos y circunstancias que le impidieron reencontrarse con el mayor fueron tantas, que por la mente de T.K llegó a pasar la idea de que el destino no quería que el reencuentro se produzca.

    Para empezar, la estadía de Tai en la cabaña de su papá se prolongó unos 5 días más, ya que la familia que iba a hospedarse después de ellos tuvo un percance. Así, su padre les ofreció prolongar su estadía y la
    pareja Yagami no dudó en aceptarla.

    Cuando el castaño menor volvió a su casa después de sus vacaciones, sus padres lo obligaron a estudiar como nunca lo había hecho para poder aprobar las materias que le habían quedado pendientes en las mesas de febrero. Por ende, dejar de lado su vida social por algún tiempo. A pesar de querer reunirse de nuevo con Tai y de saber que el castaño no tenía ningún problema en desobedecer a sus padres, T.K le pidió que no lo hiciera. Con el dolor de tener conciencia que tendría que esperar aún más, le pidió al oji-café que se esforzara y estudiase para liberarse de aquellas asignaturas pendientes. Más grande no pudo ser su alegría cuando el moreno le mandó un mensaje diciéndole que había aprobado luego de una semana entera de estudio.

    Sin embargo, el reencuentro aun no fue posible. T.K y su hermano tuvieron que ir al pueblo donde vivía su abuela para asistirla, ya que esta se había fracturado un brazo y no podía hacer mucho esfuerzo por sí sola. Fueron dos semanas más de tortuosa espera, en las que el rubio tuvo que aguantárselas como pudo, saciando parcialmente las ganas de estar junto a Tai con mensajes y llamados por celular (cosa que era difícil, ya que el lugar donde estaba era una zona rural y raramente tenia señal en su móvil)

    Una vez estuvo de nuevo en la civilización, el destino atacó nuevamente con una gripe sobre el moreno. Fueron 4 días en los que la fiebre, los mocos, la tos y los estornudos no dejaron al castaño en paz ni un momento. Lo hubiese ido a visitar si no fuera que el propio oji-café le rogó que no lo hiciera por miedo a contagiarle. T.K no pudo evitar ruborizarse al escuchar de parte de Tai (en una llamada telefónica) que lo último que quería en la vida era hacer que él se sintiera mal de cualquier forma, y que se odiaría a sí mismo si le contagiaba su enfermedad.

    Cuando la enfermedad de Tai ya estaba cediendo, T.K tuvo que volver a pedirle al cielo algo de paciencia ya que fue obligado a acompañar a su madre a visitar a un tío en una localidad lejana.

    Su tío, pensando que le hacía un gran favor, había pedido expresamente que el blondo menor fuera para que le pudiera regalar toda la ropa que a su hijo mayor ya no le andaba. Ropa que al rubio le pareció horrible y estaba seguro que nunca la usaría en público, pero que por su educación la aceptó dando las gracias. Así, se sumaron 3 días más a la espera que tuvo que aguantar a duras penas.

    Quería verlo, necesitaba verlo.

    Luego, les siguió 1 día más, ya que una huelga de los empleados de transporte público inundó a la ciudad en un caos vial.
    Pero todo eso había quedado atrás. Era un sábado soleado, pero anormalmente frio, a finales de febrero. El otoño se había adelantado como no lo había hecho en mucho tiempo, imponiendo sobre la región jornadas frescas y ventosas.

    El día por fin había llegado. Ya no había ninguna excusa o razón para no juntarse, para no tener su “primera cita”.


    -“Una cita”- dijo mentalmente el rubio sin dejar de ver hacía el trafico.

    T.K nunca había tenido una cita en su vida. La piel se le ponía como de gallina al pensar en experimentar algo desconocido. Era una situación en la que nunca se había encontrado antes. Pero aquello no era lo único.

    Algunas dudas inundaban su mente al pensar en el reencuentro

    ¿Cómo será estar juntos de nuevo? ¿Será lo mismo, o solo fue una experiencia de verano?

    Eran las preguntas que al rubio recurrentemente se le venían a la cabeza. Pero la que más miedo le daba eran las siguientes:

    ¿Sentirá Tai lo mismo que él? ¿O simplemente el castaño lo ve ahora como un amigo?

    Se auto-planteó un horrible escenario.

    ¿Qué pasaría si Tai había perdido todo el interés en él y ahora solo lo quería como un amigo?

    Se sentiría humillado, sin dudas, pero no sería nada comparado con el dolor que invadiría su alma si aquello fuese así. Había vivido todo ese tiempo lejos del moreno esperanzado de volver a sentirse de esa forma tan especial al estar en su compañía.

    Estaba nervioso, y le costaba disimularlo, pero afortunadamente había algo que siempre le tranquilizaba, que le devolvía aquella sensación de estar de cierta forma con Tai, a pesar de no estarlo físicamente. Ese algo estaba atado a su muñeca izquierda. Sacó su mano del bolsillo central de su sudadera, exponiéndola a la fresca brisa, para poder verlo de nuevo. Lo había hecho varías veces durante aquel día.

    “Siempre te recordaré T.K”

    Aquella frase seguía grabada en relieve en la chapita de metal de su pulsera. Había tenido que rearmarla casi desde cero, ya que las trenzas originales de esta se habían roto por la mala calidad. No era la pulsera más bonita del mundo pero eso no importaba, lo importante era el significado que ese simple accesorio representaba.

    Al levantar su vista nuevamente, sus ojos celestes se volvieron a abrir como platos y detuvo el vaivén de sus pies. Un colectivo con un 7 grande y amarillo en el frente, y un pequeño cartel debajo que decía “Por calle central” ¡Ese era el colectivo que traería a Tai! El rubio se levantó como un resorte de nuevo. La inseguridad lo invadió, no sabía si acercarse a la acera o quedarse allí donde estaba. Decidió quedarse allí y observar.

    El colectivo se detuvo en donde correspondía para la línea 7, y abrió la puerta delantera para que subiera la gente que esperaba abordarlo. Esta formó una fila y subió de manera ordenada al rodado, mecanizada como toda muchedumbre urbana.

    Pero hubo algo que a T.K no le gustó. La puerta de atrás, que era por donde la gente descendía, se mantenía cerrada.

    “¿Pero cómo? ¿Nadie en ese bus se baja en esta parada? “Se preguntó a sí mismo, sin poder evitar sentirse preocupado.

    Con sus manos dentro del bolsillo central de su sudadera, las yemas de sus dedos tocaban la leyenda grabada en la chapita de metal de su pulsera.

    Lentamente movió sus vista hacía el suelo, suspirando. Pensó en darse media vuelta para volver a sentarse en el asiento de la parada y continuar esperando.

    El ruido de la puerta trasera del colectivo abriéndose lo detuvo y le hizo levantar sus ojos celestes de nuevo. Contuvo la respiración al ver como las dos solapas de metal y vidrio se separaban. La puerta trasera se abría. Pasaron algunos eternos segundos en lo que nadie salió, sin embargo el blondo no cambió su postura expectante “¿Qué pasa? ¿Por qué nadie baja?” Preguntó a los gritos el menor en su mente al no ver movimiento en la puerta ya abierta.

    Luego de un par de segundos más, vio como por fin una anciana muy mayor, que parecía que en cualquier momento se quebraría en 50 partes, bajaba sosteniéndose de los barandales. Por detrás de ella bajó una señora con un niño de aproximadamente 6 años de edad. Por último, un hombre adulto con saco y sombrero, hablando por teléfono. Aquel sujeto, que era bastante grandote, se quedó hablando por su móvil una vez sus pies tocaron el suelo.

    Detrás de aquel tipo las puertas se cerraron.

    “¿Nadie más?”

    El 7 con cartel de “Por calle central” empezó a moverse, para tomar velocidad y unirse nuevamente al ferviente tráfico de la avenida.

    T.K dio un suspiro, en tan solo 30 minutos se había ilusionado y desilusionado varías veces, ya no sabía en qué parte del pecho tenía el corazón de tantos sobresaltos en vano. Pero tan grande sería su sorpresa cuando aquel sujeto de sombrero empezó a caminar aun hablando por su celular. El gran tamaño del hombre de saco y sombrero lo había tapado por completo, dando la ilusión que nadie más se había bajado del ómnibus.

    Pero no. Parado en la acera, Tai se sacaba los auriculares de los oídos para guardarlos en el bolsillo de su pantalón.

    Estático y sin pensar en nada, aturdido por el deseo de correr hacía Tai pero con la rigidez dominándole el cuerpo, el ojiazul solo observó con asombro al moreno a la distancia. Vio como el castaño, con las manos en los bolsillos de su campera, movió su rostro de un lado al otro lentamente como si buscara a alguien con la vista. Una parte del cerebro del ojiazul pensó en levantar la mano, hacerle una seña para llamarle la atención entre tanta gente alrededor, pero simplemente solo se quedó así, paralizado.

    Tai hizo una segunda pasada con la vista y lo vio. A pesar de tenerlos tan lejos, los ojos marrones del mayor reflejaron sorpresa al toparse con los suyos, mientras su boca se entreabría levemente.
    T.K no tenía manera de verse a sí mismo, pero supo de cierta forma que tenía la misma expresión que Tai en ese momento.

    Se mantuvieron la vista fija sobre los ojos del otro, a pesar de la distancia. Un semáforo cercano cambió de luz roja a luz verde y de luz verde a luz roja de nuevo. Ninguno se movió. Tan solo se observaron con aquella expresión de contemplación absoluta. De repente, al mismo tiempo, ambos empezaron a caminar hacía el otro, aun viéndose fijamente, como si no hubiese nada más en el mundo que mirar. T.K sintió que no controlaba por completo su cuerpo. Él solo caminaba, nada más importaba.

    Avanzó en línea recta y de forma lenta, sin preocuparse si alguien se interponía en su camino. Una especie de pasillo imaginario se había armado entre él y Tai, separándolos del resto del mundo. Acortaban la distancia, poseídos de cierta forma por esa extraña aura que se forjó entre sus miradas. Tal era así, que podría derrumbarse un edificio al otro lado de la calle por arte de magia y los dos adolecentes ni se inmutarían. No estaban para nadie ni nada, más que para ellos mismos.

    Mientras caminaba hacía el moreno, sin sacar la vista de sus ojos, T.K se sacó la capucha que cubría su cabeza, dejando expuestos sus cabellos rubios.

    Tai observaba fijamente el rostro de T.K, anonadado. Había conocido a T.K con el dorso de la nariz y la parte superior de las mejillas algo rojas, resultado de que el ojiazul haya estado expuesto por varios días al potente sol veraniego en la villa turística. Pero ahora, ese detalle en su rostro había desaparecido, la tonalidad de su piel era tan pareja como había sido siempre.

    Cuando estuvieron a menos de un metro de distancia, se detuvieron.

    Tai quedó frente a frente al rubio, sin decir ni una palabra, compartiendo la misma expresión que este llevaba en su rostro, como si todavía no cayese a la realidad. Viendo sus ojos celestes, se conectaba de cierta forma con el blondo. Aquel extraño sentimiento los unía y ensamblaban en una sola mente, sin necesidad de palabras. El castaño comprendió que compartían las ganas de lanzarse a los brazos del otro. Los invadía la necesidad de acortar por completo la distancia que los separaba y juntar sus labios con los del ojiazul en un beso completamente salvaje y alocado. Un beso que descargase todas las ganas y el deseo que se juntaron en casi un mes de espera.

    Se estaba conteniendo de dejarse llevar por el impulso. Y así lo había planificado con el menor. Habían acordado con anterioridad que, hasta no sentirse listos, no demostrarían nada en público. Lo suyo era un secreto, algo que por el momento solo sabían y disfrutarían ellos dos.

    T.K fue el primero en reaccionar estirando la mano para saludar. Tai, reaccionando y saliendo del trance, entendió el gesto y se la estrechó en un saludo juvenil y natural, como cualquier chico de su edad saludaría a un amigo. Se sonrieron mutuamente. El contacto fue tan placentero, que el moreno pensó que se le derretían los huesos. La felicidad lo abordó, lo desbordó. Pero al momento de soltarse las manos, se dio cuenta que no podía hacerlo. Sentir el contacto del blondo, ya sea por medio del saludo que estaban obligados a hacer para aparentar al frente de la gente, era demasiado para su joven corazón. Se dio cuenta que T.K tampoco podía soltarle. No quería separarse, no después de haber estado tanto tiempo separado del rubio. No podía soltarse así como así, las ganas de entregarse a la pasión era más fuertes.

    Sin que pudiera aguantar más, con su mano derecha tomando la del ojiazul, lo acercó a él lenta pero firmemente, y con su brazo izquierdo lo rodeó en un abrazo. Al principio el menor se sorprendió, pero inmediatamente correspondió el abrazo haciendo lo mismo. El oji-café se desconcertó al darse cuenta de lo que había hecho sin pensarlo, pero el placer superaba la culpa de romper el trato. Se tranquilizó al darse cuenta todo parecía normal a la vista. Solo eran dos amigos que se saludaban con un abrazo, nada fuera de lugar. Todavía no habían pasado la barrera.

    Sabiendo que aquello era lo máximo que se podía acercar al blondo en ese momento, Tai cerró sus ojos para poder sentir con más intensidad el contacto. Como si todas las ganas y deseos de estar con el menor encontraran un descanso y una vía de escape. Muy leve y superficial, pero un descanso al fin. De algún modo, la presión acumulada cedió lentamente, aunque no por completo.

    Las piernas del moreno temblaron. La suavidad del pelo de T.K contra su mejilla era embriagadora, percibió su aroma con concentración, dejándose caer en una oleada de bienestar. El retumbar de su corazón, que en conjunto con lo errática que se volvió su respiración le dio la impresión al castaño de estar perdiendo el control de sí. Pero no le importó. Si se perdía el control de su cuerpo, que se perdiera. El mundo podía perderse también, pero a él déjenlo allí con el ojiazul de esa forma, que no les molestasen.

    Sonrió al sentir que el rubio apoyaba la cabeza en su pecho y se acurrucaba con lentitud, como si quisiera entrar en él y ser uno solo. Aquello le trajo a Tai diferentes recuerdos del verano, en donde había estado con el blondo entre brazos. Aquel momento era perfecto. Estar con T.K de nuevo era perfecto, volverlo a sentir era perfecto. Era como se lo había imaginado, y más inclusive, mucho más. Deliciosamente más intenso. Podría quedarse así por horas si se lo permitían…pero sabía que no podían.

    En un leve momento de lucidez, el mayor se dio cuenta que aquel abrazo amistoso ya estaba perdiendo lo “normal” ante los muchos ojos que los rodeaban. Poco a poco cruzaban la barrera que habían pactado no cruzar. Empezaban a atraer miradas, y eso era algo que no querían en ese momento. Por muy a su pesar, Tai se separó lentamente del rubio, intentando recuperarse de esa avalancha de sensaciones que lo llevó por delante. Soltarle la mano fue lo más difícil, todavía luchaba por asimilar lo que significaba poder tocarlo de nuevo. Apenas había asimilado lo que era volver a verlo siquiera, o por lo menos eso creía. T.K se veía igual de afectado.

    Cuando restableció el contacto visual con el blondo, Tai no pudo evitar sonreírle con algo de vergüenza por haberse dejado llevar así de esa manera. Se alegró de ver en la mirada de T.K algo muy importante, muy significativo y motivador para el joven de 16 años. Veía alegría. Sus dudas y sus miedos, sobre lo que podía sentir, o mejor dicho “ya no” sentir el rubio, fueron totalmente despejados por esa invaluable mirada.

    Todavía avergonzado, Tai miró directamente a los ojos claros del menor, y con una sonrisa que no pudo disimular mencionó la primera palabra:

    -Hola.

    Sabía que ya se habían dicho más que “hola” con el gesto de recién, pero de alguna forma había que empezar la conversación.

    -Hola- le respondió T.K con una risa nerviosa, viéndolo a los ojos.

    -Tanto tiempo- dijo, sin dejar de sonreír de manera confiada.

    Aquella sonrisa hizo que el rubio desviase la mirada hacía un costado, totalmente sorprendido de lo que eso le hizo sentir en su pecho. No supo explicarlo, pero le gustó. Tai era la única persona que alguna vez le hizo sentir eso.

    -Sí, es verdad- se limitó a responder T.K, sin dejar de sonreír.

    Ninguno podía dejar de hacerlo, aunque quisieran. De igual manera, ninguno lo intentó.

    -Y… ¿Adónde quieres ir?- preguntó el moreno, ahora observando la sonrisa del blondo. Simplemente le pareció perfecta.

    -No sé… ¿Dónde quieres ir tú?

    Tai se dio cuenta no habían planificado el qué harían, producto del torbellino mental que los azotaba hace varias horas. Aunque en el fondo de su ser sabía que lo importante era estar juntos de nuevo, lo demás era accesorio.

    -¿Y si solo caminamos por la peatonal? De seguro algo se nos ocurrirá ¿No?- sugirió sin preocuparse mucho en realidad.

    El rubio asintió con una sonrisa, demostrando que compartía su mismo pensamiento, no importaba realmente que hicieran.

    Así, los dos jóvenes empezaron a caminar por la peatonal, uno a la par del otro. Ambos se miraban de vez en cuando con complicidad, adornando sus caras con una sonrisa involuntaria pero sincera. A pesar de estar caminando algo distanciados, supieron que, de ser invisibles, estarían tomados de la mano. Sus sonrisas los delataban.

    Los nervios iníciales fueron transformándose en conversaciones espontaneas y naturales con el correr de los minutos. Se olvidaron que iban caminando sin rumbo por la zona céntrica de la ciudad, jugando a ser solo amigos entre las personas.

    T.K se sorprendió al ver la hora en su celular, el tiempo había pasado volando, y lo único que habían hecho fue conversar, a veces caminado sin rumbo por las peatonales, otras veces sentados en algún banco de las mismas. Sin embargo eso no le pareció para nada malo, nunca no hacer nada había sido tan placentero.

    Lentamente el cielo se fue oscureciendo, a la vez que la temperatura decencia a medida que la luz del sol moría. Al pasar por frente de un cine, al castaño se le ocurrió la idea de entrar, pero la falta de películas interesantes en la cartelera le hizo desechar la idea.

    Finalmente, decidieron ir por unos helados. Ellos eran de ese tipo de gente que pensaba que se podía disfrutar de unos helados en un día frio como ese, no solo necesariamente cuando hacía calor.

    Entraron a la heladería, extrañamente atiborrada de gente. Como no habían gastado nada de dinero hasta ese momento, pudieron darse el gusto de comprar de los helados más caros. Se sentaron en la única mesa que quedaba libre en el local, al lado de la vidriera que daba a la calle.

    -¿Que sabor pediste T.K?- le preguntó el oji-café al rubio, que lo tenía sentado al frente.

    -Chocolate blanco y Banana Split-contestó dándole una lamida a su cono- ¿Y tú?

    -Chocolate normal y vainilla- dijo Tai, intentando que el helado no se le escapara por los costados del cono de lo rápido que se le derretía- oye… ¿quieres probar?

    T.K sonrió asintiendo. El moreno cargó la pequeña cuchara de plástico y se la acercó al rostro del ojiazul. Pero cuando este estuvo a punto de agarrar la cuchara, Tai exclamó:

    -¡Se derrite, abre la boca!

    El rubio, sorprendido por el alarmado pedido, tomó a la pequeña cuchara de plástico entre sus labios para evitar que el helado se cayera de la cuchara y se desperdiciara, para luego retirarlos suavemente, dejando la cucharita limpia en la mano del mayor. El rostro del castaño cambió por completo. Un calor intenso y repentino se manifestó en su vientre, abajo del ombligo. Fue incapaz de reaccionar de alguna forma, mientras quedaba observando fijamente el rostro de T.K

    -Está muy bueno- dijo sonriente el rubio, volviéndose a sentar correctamente- a pesar de ser caros, los helados aquí son muy buenos ¿No?

    -Si…así es- contestó Tai de forma automática, distante, perdido en sus pensamientos.

    El moreno se quedó estático varios segundos, observando fijamente el rostro del blondo. Recordaba lo apuesto que era, eso era algo imposible de olvidar. Lo que no recordaba era el efecto que tenía ese rostro sobre uno al tenerlo en frente, al poder verlo con sus propios ojos. Cada detalle de la cara del menor hipnotizaba a Tai: esos ojos azules claros, esa nariz, los pómulos, la barbilla pequeña, ese pelo rubio y lacio, que cubría armoniosamente parte de sus orejas. Todo parecía perfecto en él, y la gente alrededor se daba cuenta. Si, había notado como T.K robaba miradas mientras caminaba junto a él por la calle. Las chicas jóvenes, y también las no tan jóvenes, disminuían su marcha con tal de poder observar con disimulo a aquel muchacho rubio de ojos azules.

    Es más, las chicas que caminaban por la acera de la heladería no pasaban sin posar sus ojos sobre el blondo, aunque fuese solo por un segundo.

    Tai se dio cuenta de ese detalle, cualquiera se hubiese dado cuenta. Cualquiera, menos el propio T.K. Eso era algo que sorprendía y fascinaba al moreno al mismo tiempo, el ojiazul parecía no darse cuenta de lo que hacía su aspecto a los demás. Como si no tuviera conciencia de su belleza, de la forma en que las demás personas lo miraban.

    “Un ser tan bello, que parece que no sabe que lo es” pensó el castaño mientras sus labios dibujaban una sonrisa, todavía hipnotizado por el menor.

    -Tai…Tai- le llamó la atención el blondo - ¿Por qué me miras así? ¿Tengo helado en la cara?- sin esperar una respuesta, T.K se pasó una servilleta por el rostro por si había acertado.

    -¿Ah? ¡No!... No…- respondió Tai sorprendido, saliendo de aquel mini-trance-…No es nada.

    -Se te está derritiendo el helado- le hizo notar el rubio, sin dejar de disfrutar el suyo-harás un verdadero enchastre- rió.

    Tai apresuró en lamer las orillas de su cono, para evitar que lo que dijo el rubio se hiciera verdad.

    En las afueras de la heladería, la oscuridad empezaba a ser combatida por los faroles de las peatonales, que poco a poco despertaban de su sueño diurno.

    Tai se tomó un tiempo para darse cuenta de lo feliz que era de estar allí con T.K, y se lamentó que el destino no hubiese permitido que se juntaran antes. No había pasado un solo día que no hubiera pensado en el rubio desde la última vez que lo vio. Algunas veces se sorprendió a si mismo pensando en el ojiazul, en su sonrisa, en su cálida persona. Lo había extrañado, y mucho. Cuando tenía tiempo, cerraba los ojos y revivía en su cabeza los pocos, pero sentidos besos que se habían dado en el verano. Recordaba cada uno con reverencial cariño.

    Hace un par de meses jamás se le había pasado por la mente estar así de embobado por alguien de su mismo sexo. Y si alguien le hubiese predicho el futuro, él no se lo hubiera creído, es más, se hubiera reído.
    Aquello era una realidad muy distante para él, algo que lo veía años luz de distancia o en otra dimensión paralela (si es que estas existían). Pero en ese verano había aprendido a nunca dar nada por imposible y nunca cerrar las posibilidades a algo. Si, T.K era un chico, pero eso no importaba, se sentía en el cielo cuando estaba con él.

    -Y dime… ¿Qué hiciste en la cabaña después que me fuera?- le preguntó el ojiazul, mientras le daba unas últimas lamidas a su helado.

    -Y nada interesante, como estaba lastimado no me daban muchas ganas de ir por allí, mucho menos usar la bicicleta- contestó Tai, apresurándose a lamer su cono ya que su helado se derretía rápidamente.

    En ese momento, el oji-café recordó lo que había sucedido ese día en que se separaron, algo que no se lo había contado a nadie. Recordó cuando vio al rubio subirse al auto con su padre y se alejó lentamente hasta perderse de vista. Él se quedó allí, parado al lado del camino, sabiendo que lo único que podía hacer era ver como se alejaba lo que no quería que se alejase. Cuando el auto desapareció de su visión, sus ojos se humedecieron rápidamente, sorprendiéndolo. No lo vio venir, solo ocurrió. Se refregó velozmente los ojos para quitarse aquella triste humedad y evitar que se transformara en tímidas lágrimas que rodasen por su mejilla. Su padre al darse cuenta de aquello le preguntó que le ocurría. El moreno menor le atribuyó la culpa al dolor de la herida en la pierna y se introdujo (tan rápido como pudo, ya que aun rengueaba un poco) en la cabaña.

    -Oye, Hiroaki encontró las cartas con los que estábamos jugando antes de ir a la granja de tu “novio”- dijo el castaño como para cambiar de tema.

    -Ben no es mi novio, tarado, es solo un amigo- contestó enojado el menor, pero el enojo se esfumó dejando paso a la preocupación- ¿Mi papá encontró esas cartas? ¿Te dijo algo?

    -Ah nada importante, no te asustes- contestó el moreno sonriendo- antes de que se vayan, solo me dijo que no era correcto que tuviese esa clase de naipes y que tenía que ser más cuidadoso en donde los dejaba.

    -Ah bueno jeje, pensé que había enojado o algo así- comentó T.K más tranquilo- recuerda que nunca terminamos ese juego, me acuerdo que yo iba ganando.

    -Mentira, yo iba ganando- dijo Tai, levantando una ceja.

    -No, yo iba ganando.

    -Mmm, habrá que empezar el juego de nuevo algún día- suspiró Tai resignado al notar la testarudez en la mirada azul del menor.

    De repente, el recuerdo de ese juego de cartas jamás acabado le trajo un recuerdo nunca olvidado a su cabeza que le hizo sonreír.

    -Lo que sí recuerdo bien fue lo que hicimos al volver del accidentado viaje a la granja ¿Lo recuerdas?- le dijo al blondo, con un tono sugerente, viéndolo directamente a los ojos mientras dejaba el ya vacio cono sobre la mesa.

    -Sí, curarte la pierna ya que, como cabeza hueca que eres, te metiste al riachuelo y te lastimaste con el alambre de púas- le contestó el menor, también dejando el cono vacio a la par del de Tai.

    -No…bueno si…- el moreno no pudo evitar reír al ver que T.K no había pillado a lo que se refería en verdad- …me refiero a lo que hicimos después de eso.

    Tai amplió su sonrisa al ver al rubio reaccionar con un gesto de sorpresa y tomar color rápidamente. Si, ahora T.K sabía a lo que se refería.

    Como si lo disfrutara, el castaño vio como la mirada celeste del menor empezaba a esquivarle. Tuvo la seguridad que T.K pensaba en lo mismo que él, pero quería escucharlo de sus propios labios. Sin dejar de sonreír, por debajo de la mesa Tai le acarició la pantorrilla con su pie.

    -¿Ah? ¿Lo recuerdas?- preguntó nuevamente, en sus ojos seguramente veía la picardía desbordada.

    -Si… ¿Cómo olvidarlo?- le contestó el blondo, levantando la mirada.

    La más tímida de las sonrisas se hizo presente en el rostro del ojiazul, adornado por el sonrojo.

    Tai solo se sumergió en aquella bella imagen. Otra vez se vio obligado a observar ese rostro, atrapado por su belleza. El ver cómo reaccionó T.K a aquel recuerdo le llenó de goce. Recuerdo el cual el moreno guardaba con mucho cariño: aquella demostración de afecto, tumbados en el sillón al frente de la chimenea.

    El castaño se preguntó muchas veces que hubiese pasado si sus padres no hubiesen llegado en ese momento. Muchas noches fantaseó con aquella idea y, de alguna manera, sabía que T.K también lo había hecho.

    -Y dime ¿también recuerdas lo que pasó en la última noche?- continuó ahondando en los deliciosos recuerdos de aquella semana, curioso de cómo reaccionaría el menor.

    El ojiazul no pudo contestar con algo más que una cara de sorpresa y esquivando la mirada nuevamente. Tai vio como el menor rápidamente se estiró la sudadera con una mano tapándose el regazo. ¿Acaso se estaba tapando una posible erección? Se preguntó el moreno, que no podía verle esa zona del blondo: la mesa le estorbaba. Igual, le gustó imaginarse que estaba en lo correcto. Tai solo le observó sonriente, encantado de ver aquella reacción en la cara del rubio.

    -Recuerdo muy bien lo que pasó esa noche T.K… -mencionó el castaño de manera tranquila, al ver que el ojiazul no era capaz de contestar, al menos no con palabras- ...sabes, me sorprendiste esa noche, aunque sabía que detrás de esa fachada de angelito se escondía un lado pervertido.

    -¡¿Qué?! ¡Si tú fuiste el que me tocó!- le exclamó el rubio levantando la voz, sus ojos claros le contrastaban de manera endiablada con su cara roja.

    El ojiazul quedó estático al darse cuenta que había subido su voz lo suficiente para que una señora que pasaba al lado de la mesa se le quedara mirando, extrañada y confundida. El blondo solo desvió su mirada hacía el ventanal a su derecha, rezando para que la señora siguiera su camino y se fuera con ella la vergüenza que le invadía.

    - Estas rojísimo- se burló el moreno una vez la señora se fue.

    -¡No es cierto!- rabió T.K frunciendo el seño.

    -Como un tomate.

    -Si serás idiota…- le dijo el ojiazul viendo hacía un costado.

    Tai vio encantado aquella cara de enojo.

    -Si vieras tu cara ahora - el castaño rió con más empeño, borrando de sus pensamientos a las demás personas de la heladería.

    Mientras él reía, vio como T.K giró su cabeza hacía un costado, simulando estar enojado. Sin embargo, luego de un par de segundos, este empezó a forzar a sus labios para evitar que se reflejara una sonrisa. La resistencia del blondo fue bajando, y la sonrisa no tardó en aparecer. Esa sonrisa se transformó en una risa suave, para después reír a carcajadas junto con el castaño.

    Era como si la risa de uno lo impulsara a reír al otro, y viceversa, en una retroalimentación sin sentido pero alegre.

    De repente, Tai enserió su rostro como si alguien hubiese presionado un botón “Parar de reír” y fijó su mirada sobre la mano izquierda del blondo.

    -¿Tai? ¿Qué pasa?- escuchó que le preguntó el menor al ver el brusco cambio en su cara.

    Sin contestarle, el moreno se estiró lo necesario sobre la mesa para tomar el brazo izquierdo del rubio, subiéndole la manga del buzo.

    -Aun… la tienes- la voz le salió echa un hilo.

    Sus ojos marrones miraron fijamente la pulsera que adornaba la muñeca izquierda del rubio, con la chapita donde había hecho grabar la leyenda hace un mes atrás.

    -Por supuesto que sí, fue un regalo tuyo.

    Su corazón dio un vuelco al ver que el ojiazul todavía conservaba ese pequeño y humilde obsequio. Sinceramente, no creyó que el menor la fuese a seguir usando. Nunca se alegró tanto de estar equivocado.

    T.K metió su mano en el bolsillo central que llevaba en el estomago de su sudadera.

    -Eso me hace acordar…- mencionó el blondo inseguro-…tengo algo para ti- dijo mientras sacaba una pequeña cajita de su bolsillo.

    -No me digas que…- dijo el mayor, entre confundido y curioso, echándose para atrás en su asiento.

    -Si…

    -No debiste…no debiste gastar.

    -Igual ya lo hice, además, quiero regalártelo- contestó T.K, ofreciéndole la simple cajita de cartón, un poco más grande que un cubo de hielo- tu me regalaste esta pulsera, pero yo no tuve la oportunidad de
    regalarte nada, quería recompensártelo.

    Sintiéndose increíblemente extraño y desorientado, Tai tomó la caja y se le quedó mirando fijamente. Los papeles habían cambiado. Ahora él era el sonrojado, no se lo había esperado en lo más mínimo. Había recibido regalos de chicas con las que salió en el pasado, pero nunca había sentido el inimaginable pavor de ese momento.

    -No sé qué decir…lo abriré en mi casa- se apresuró en decir el castaño, guardándose la cajita en el bolsillo de la campera.

    -¡No! Quiero ver tu expresión al ver que es.

    Justamente eso era lo que Tai no quería. No sabía cómo podría reaccionar, y eso le incomodaba. Todavía no conocía en su totalidad lo que ese chico podía hacerle a su cerebro, pero sabía que todavía había mucho que experimentar.

    Sin poder negársele al pedido del ojiazul, Tai abrió la cajita con más vergüenza que ansiedad. Atónito, sacó el presente de la diminuta cajita de cartón para poder verlo mejor. Era una cadenita, con el escudo del equipo de futbol al cual amaba, hecho con algún tipo de metal el cual el moreno no supo reconocer pero eso no importaba. No podía dejar de contemplar aquel presente, aquel escudo, con sus colores azules y dorados. Era un maravilloso obsequio, inmejorable.

    -T.K…yo… no sé qué decir…- balbuceó, todavía sin poder creer lo que tenía en las manos-…no debiste.

    -Espera, fíjate detrás del escudo- pidió el rubio, visiblemente feliz de su reacción.

    El castaño no entendió y miró confundido a T.K a los ojos, el regalo había ralentizado su cerebro. Se fijó como le había pedido el menor. En la cara trasera del escudo, que era lisa y del color natural del metal, se leía en relieve:

    “Te recuerdo a cada momento, Tai”



    Tai pensó que se había equivocado nuevamente, ahora sí que era un presente inmejorable. No pudo hacer otra cosa que sonreír, a la vez que volvía su vista a los ojos celestes del muchacho de 14 años que tenía en frente. Ese era sin dudas el mejor regalo que le habían dado en su vida, estaba seguro.

    Con una sonrisa que le nacía del fondo de su ser, se ató la cadenita al cuello, sin desviar la mirada de la de T.K. Una vez con el escudo colgando de su cuello, Tai sintió un impulso loco.

    El moreno estuvo a punto de estirar su brazo y tomar de la mano al menor, pero justo en ese momento, una chica joven que pasaba al lado de la mesa se tropezó cayendo al suelo. Todas las miradas se concentraron hacía donde estaban ellos. Mientras las demás personas de la heladería ayudaban a la avergonzada chica a levantarse, Tai no ocultó un resoplo de frustración. Ahora todo el mundo veía hacía allí, y eso no era propicio para lo que quería hacer. Se le ocurrió otra idea, dispuesto a no dejarse vencer. Sonriente, estiró su brazo en dirección al rubio, pero esta vez por debajo de la mesa. T.K al ver eso, entendió la idea e hizo lo mismo. Por debajo de la mesa, se tomaron la mano, entrelazando sus dedos entre sí. Se vieron a los ojos, felices de poder sentir el contacto del otro, aunque fuese así de esa forma. Una parte de ellos lo necesitaba.

    -Gracias.

    -De nada.

    ...



    Llegaba el momento de irse. Eran aproximadamente las 21:30HS, y ambos jóvenes habían indicado en sus hogares que volverían para el momento de la cena, aunque en realidad quisieran quedarse juntos más tiempo, mucho más tiempo.

    -Me voy al baño antes que nos vayamos- dijo T.K levantándose del asiento.

    -Te acompaño, yo también necesito ir.

    Así, ambos muchachos fueron al baño de caballeros juntos.

    Mientras se lavaba las manos después de hacer sus necesidades fisiológicas, los dos chicos miraron su reflejo en el gran espejo que tenían en frente suyo.

    -T.K- mencionó Tai- nos saquemos una foto juntos, es una buena oportunidad- pidió entusiasta mientras se secaba, todavía viéndose en el inmaculado espejo.

    El moreno tenía razón. Era una buena oportunidad para tener una foto en la que aparecieran los dos juntos. Durante el verano no se habían sacado ni una, cosa el rubio lamentó en los momentos en que extrañaba a Tai durante esos interminables días de espera.

    T.K sacó su celular y lo puso en modo cámara. Tai pasó el brazo izquierdo sobre sus hombros y se acercó un poco más. El menor apuntó la cámara del celular al espejo. Su pulso no era el mejor, pero logró enfocar y mantener la imagen estable. Sonrió hacía el espejo al igual que el castaño, la iluminación era perfecta.

    -Espera un momento…- dijo el moreno, sacando su nueva cadenita por sobre la ropa para que fuese visible, colgando de su cuello.

    Después de tocar en medio de la pantalla del celular para que tomase la foto, T.K volvió a tomar otra por las dudas.

    -Vaya, salimos muy bien- dijo el ojiazul viendo la fotografía- ¿Quieres que te la pase?

    No obtuvo ninguna respuesta, por lo menos no verbal. Tai, con el brazo que tenía alrededor de sus hombros, le hizo girar 90 grados para poder estar frente a frente. De manera firme pero a la vez delicada, le hizo dar unos pasos hacia atrás haciendo que su espalda tocase la pared, encerrándolo con su cuerpo. Sorprendido, T.K levantó su vista. Pudo ver en aquellos ojos marrones la pasión, el deseo desmedido. Fugazmente sintió nervios, pero, sin dejar de mirar esos ojos, comprendió que la soledad de ese baño les daba permiso de dejarse llevar, siquiera por un corto momento.

    Aquellos ojos de chocolate le hipnotizaron de tal manera, que no se dio cuenta de cada vez se acercaban más y más. Su corazón saltó como un niño adentro de su pecho. Cuando el rostro de Tai estuvo a tan solo unos centímetros, cerró sus ojos.

    Al sentir los labios de Tai apoyarse suavemente sobre los suyos, T.K sintió que su cerebro se apagaba y otra entidad tomaba el control. Todavía inexperto en la cuestión, imitó los movimientos que el mayor hacía con sus labios. No tuvo miedo al sentir la lengua del castaño adentrarse en su boca y jugar con la suya, pero si le fue extraño. Deliciosamente extraño, algo nuevo y encantadoramente diferente. Deseó más.

    Los labios del oji-café se separaron de su boca y lentamente viajaron por su cuello. El rubio no pudo creer lo bien que se sentía. Levantó su rostro en dirección al techo, con la respiración agitada. Se dio cuenta que involuntariamente estaba doblando los dedos de sus pies. El éxtasis era demasiado. ¿Acaso los besos en el cuello eran su debilidad?

    T.K giró de manera lenta su rostro hacía su izquierda y entre abrió los ojos, viendo su propio reflejo en el espejo. Se sorprendió al ver que el chico rubio que le devolvía la mirada, con la respiración irregular, tenía la parte media de su rostro roja. Era un rostro que derrochaba lujuria por todos lados, pero no le importó.

    Tai fue subiendo sus besos y suaves mordiscos por ese delicioso cuello. Giró la vista hacía el espejo y apoyó su mejilla con la del rubio.

    - Me gusta cómo nos vemos- sonrió el mayor viendo el reflejo de ambos- ¿Por qué no tomas más fotos?

    El ojiazul, que se había olvidado que todavía tenía el celular en la mano y con la cámara encendida, apuntó la lente al espejo, mientras Tai volvía a ocuparse de llenar su cuello de besos. Como pudo, ya que no podía quedarse quieto por lo que le provocaba las atenciones del moreno, presionó el medio de la pantalla para que se tomasen las fotografías. El castaño volvió a arremeter contra su boca. Mientras los labios del mayor le hacían sentir en el mismo cielo, T.K continuó tocando con su dedo el medio de la pantalla del celular, apuntándolo hacía el espejo. Lo hacía a ciegas, ya que toda su atención era presa de lo que el moreno hacía. Si se tomaban las fotos bien, si no…bien también ¿A quién le importaba?

    Guardó su celular torpemente en su bolsillo y, como si la vergüenza se hubiese esfumado completamente, rodeó la cintura de Tai con sus brazos. Ya totalmente inmerso en ese torbellino de placer, pegó la cintura del castaño con la suya.

    Parecía que el placer no tenía fin, pero se equivocó.

    La puerta del baño se abrió con una fuerza explosiva. El sonido del golpe de la madera contra la pared retumbó en todo el cuarto tan fuerte, que pareció no tener fin. Inmediatamente, entre asustado y sorprendido, Tai se separó de T.K y giró sobre si hacia el lavamanos, haciendo la mímica de estar higienizándose.

    T.K sin perder tiempo hizo lo mismo, a pesar que lo había hecho hace 5 minutos. ¿Las personas que entraron llegaron a verlos besándose? ¿Qué estarán pensando? No se animó a levantar su rostro y verle las caras a los que acababan de entrar. No se sorprendería si al hacerlo se encontraba con ojos llenos de enojo y culpabilizadores. Pero no fue así.

    Los que entraron al baño fueron dos sujetos, altos como la puerta y obsesos como solo ellos podían ser, discutiendo a los gritos sobre algo que los dos menores no pudieron comprender. Los dos adolecentes suspiraron aliviados al notar que habían pasado inadvertidos. Es más, los dos adultos discutían con tanto ímpetu, que hacían creer ni siquiera se habían percatado de que no estaban solos en ese baño.

    Aprovechando la invisibilidad que parecían gozar, Tai le hizo seña a T.K para irse. A este le pareció una buena idea, ya que la discusión de los dos hombres proseguía con cada vez con más agresividad. No quería quedar atrapado allí si esos dos orangutanes empezaban a pelear. Se retiraron en silencio, dejando a los dos sujetos discutiendo adentro del baño.

    Para cuando salieron de la heladería a la calle, un gélido viento hacía recordar a la gente que el otoño se acercaba. Pero el rubio no notó el brusco descenso de la temperatura ya que lo ocurrido hace menos de dos minutos en el baño le ocupaba todos los pensamientos. Por la cara de Tai, parecía pasarle lo mismo.

    Caminaron hasta la parada de ómnibus donde T.K tendría que tomar el colectivo, y en donde también había parada para la línea que llevaba a Tai a su casa. Apenas llegaron, pudieron ver como el colectivo el cual T.K tendría que tomar para volver a la casa de su padre (ya que era sábado) se acercaba entre el trafico.

    -La pasé muy bien, T.K- le dijo el castaño sonriendo.

    -Yo también…- contestó el menor devolviendo la sonrisa, sin embargo, sintió las ganas de preguntarle algo al moreno, algo que quizás no era necesario aclarar, pero que debía hacerlo de todos modos- Tai… ¿Esto fue una… cita?

    El mayor lo miró con cariñosa sorpresa.

    -Si tu quieres que así sea…-le contestó de forma calmada, viéndolo a los ojos.

    A T.K le tomó por sorpresa esa respuesta. Él nunca había tenido una cita, no sabía cómo eran, y a pesar de haberse imaginado algunas veces en una, eso siempre fue algo ajeno a sus pensamientos. Sin embargo,
    lo de ese día había sido muy especial, mejor que lo que se hubiese imaginado.

    -Sí, quiero que así sea- mencionó de forma segura, para felicidad del castaño.

    -¿Cuándo podremos vernos de nuevo? El lunes ya comienzan las clases…que fastidio.

    -Mañana podría- contestó el menor de manera automática, para su propia sorpresa.

    - Genial, ya que es domingo podríamos ir al parque, donde podremos estar más aislados de los demás- le dijo Tai, a la vez que el colectivo se detenía al frente suyo.

    Los dos jóvenes se miraron, sabiendo que tenían que despedirse.

    Tai miró el rostro de T.K de forma detenida, sintiendo ganas de volver a besarlo con bravura. Aquellos labios le llamaban. Pero supo que tenía que controlarse, así lo habían pactado y respetaría eso. Si no fuera por la gente que los rodeaba en aquella parada, y la gente que podía verlos desde adentro del ómnibus, lo haría, estaba seguro.

    Consiente que debía disimular, le dio un abrazo al menor, no por eso poco sentido. El hecho de volver a separarse le pesaba en el alma, a pesar de saber que al otro día se volverían a juntar.

    Una vez se separó de él, el rubio caminó hacía la entrada del colectivo antes de que este arrancara de nuevo.

    -Mándame un mensaje cuando llegues a tu casa- dijo Tai a la distancia elevando la voz.

    -¡Tu también!- le contestó el blondo girando su cabeza rápidamente, mientras seguía caminando de forma apresurada a la entrada del vehículo.

    -¡Y no te olvides de pasarme las fotos!

    -Lo haré- dijo T.K, antes de subir al rodado y abonar su boleto.

    El ojiazul se sentó al lado de la ventana donde podía ver a Tai. Le saludó con la mano dándose cuenta que así finalizaba su tan ansiada "cita", mientras el ómnibus empezaba a moverse.

    Tai por su parte le devolvió el saludo, a la vez que lo seguía con su vista. Cuando el vehículo se alejó lo suficiente, guardó su mano en el bolsillo de su campera para resguardarla del viento que no paraba de soplar.

    Un pensamiento se hizo presente en la cabeza de los dos muchachos. En la cabeza de Tai, que quedó allí parado a la espera de su colectivo, y en la cabeza de T.K, que se acomodaba en el asiento del rodado mientras se volvía a cubrir el cabello con la capucha del buzo, inmerso en sus pensamientos, con su vista perdida en ningún punto en especial.

    Un pensamiento que apareció al mismo tiempo en la mente de los dos chicos, haciéndolos sonreír:

    “Si, esto puede funcionar”




    ---------------------------*---------------------------



    Bueno, hasta el primer capitulo, que hace de introducción. Como verán, más que nada sirve para enlazar las dos historias. En el cap siguiente empieza a rodar la trama. Ya saben lo que siempre pido... jaja, los invito a comentar, a decir lo que les gustó, lo que no les gustó, a dar su opinión, a dar ideas. Me encanta contestar sus comentarios y sus mensajes privados. Siempre les agradezco por eso. Intentaré actualizar como siempre lo intenté, una vez por semana, generalmente los fines de semana. Sin embargo, como ya puse arriba, en febrero puede ser que esa modalidad cambie. Se vienen tiempos oscuros D: re dramático jaja

    Les dejo el link de la canción que me inspiró de cierta forma la escena del baño (en realidad solo el estribillo) por si desean escucharla www.youtube.com/watch?v=p1lDYopFWJM

    Bueno, nada, espero que les haya gustado. Escucho sugerencias y criticas. Hasta pronto!!!

    Edited by exerodri - 2/5/2020, 14:57
     
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    Hola a todos!! les traigo la continuación de esta nueva historia. La verdad no sé cuantos capítulos tendrá. Calculo de como viene la mano, posiblemente supere los 20 caps, no creo que llegue a 30 pero uno nunca sabe jaja. Conociéndome, seguramente alguna idea se colará entre lo diagramado que tengo por ahora, alargando aun más la historia. Espero que este cap los enganche.

    *Ali-nii: Oh yeah! jaja gracias por comentar!! Me alegra que te guste! un saludo!!




    Capitulo 2: Felicidades Yagami

    Mientras corría por aquel callejón, saltando desesperadamente los obstáculos que la desinteresada y sucia vida urbana le había puesto por delante, con el miedo instalado en el pecho de que en cualquier momento los que le perseguían sacarían una arma y acabarían con la persecución, a Tai se le pasó por la mente aquella mañana en la que el destino lo hizo involucrarse por primera vez con aquella clase de gente… si es que se le podía llamar gente…

    Noticia inesperada

    El colectivo avanzaba por la avenida, sobrepasando vehículos a gran velocidad, a veces de forma imprudente. Evidentemente el chofer se había atrasado en cumplir su horario y estaba decidido a ganar tiempo.

    Sentado en uno de los últimos asientos, vestido con su uniforme escolar, Tai observó por la ventana como el viento movía con bravura las copas de los arboles. Pensó que quizás había salido algo desabrigado de su casa. El otoño se había adueñado por completo de los últimos días que le correspondían al verano, con jornadas frescas y ventosas. De vez en cuando una lluvia gélida y esporádica.

    Al observar la hora en su celular, se dio cuenta que ya iba atrasado y de seguro llegaría tarde a la escuela, pero le dio igual. Era apenas la segunda semana de clases, todavía no estaban tan estrictos con eso de la puntualidad. Con sus auriculares en los oídos escuchaba una de las canciones más lentas que tenía almacenadas en el celular, ya que eso le ayudaba a concentrarse.

    Todavía no podía creer lo genial que había sido para él la semana anterior. Durante casi todos los días se estuvo encontrando con T.K a la salida de la escuela. Habían aprovechado cada oportunidad de juntarse. Por lo general se encontraban en un punto intermedio entre las dos escuelas y de ahí caminaban hacía donde querían ir, o sino simplemente dejaban que la aleatoriedad los guiara. Tai estaba en una nube. Había sido, sin dudas para el joven castaño, unas de las semanas más felices de su vida. El buen humor lo invadía durante todo el día, todos los días. Nada le podía bajar el ánimo, ni siquiera que el equipo de futbol de sus amores perdiese en el campeonato nacional, como había pasado el domingo anterior. El pasar tiempo con T.K lo subsanaba todo.

    Como si fuese una necesidad, tomó su celular y fue directamente a la galería de imágenes, donde tenía guardadas las fotos de él y T.K en el baño de la heladería, en su “primera cita”. Vio la foto donde los dos sonreían de frente al espejo del baño, y luego las que el rubio sacó mientras se besaban. Sonrió. Esas fotos le calmaban de cierta manera cada vez que pensaba en el menor y este se encontraba lejos de él.

    Guardó su celular en su bolsillo al darse cuenta que algunas personas pasarían a su lado para bajarse del colectivo. Pensó que no era necesario que alguien que no fuese él viese esas fotos. Todavía era un secreto su relación con el rubio, y nadie tenía que enterarse aun, ni siquiera esas personas desconocidas que bajaban del colectivo.

    El ómnibus de vez en cuando se sacudía con violencia, esquivando motos y autos a gran velocidad. Para Tai, que siempre viajaba en aquella línea, eso era algo común.

    Desinteresadamente vio por su ventanilla.

    Mientras observaba el exterior, sintió la extraña pero conocida sensación de estar siendo observado. De forma lenta, desvió sus ojos de la ventanilla e hizo un paneo con su vista para verificar si ese presentimiento tenía algún motivo, o si solo era su imaginación. Esta vez no era su imaginación. Un niño de aproximadamente 4 o 5 años le observaba fijamente, desde los primeros asientos del colectivo. Iba arrodillado sobre su asiento, con su cabeza sobresaliendo sobre el respaldar y un muñeco de Superman en su mano, al cual le faltaba el brazo izquierdo. A su lado su madre iba sumergida en una charla por celular.

    El niño le observaba curioso, como si él tuviese algo peculiar que los demás pasajeros del ómnibus no tuvieran. Le llamó la atención la concentración con la que el pequeño lo miraba. Pareciera que el niño esperaba a que hiciera algo ¿Pero qué?

    Decidió seguirle el juego.

    Tai le sostuvo la mirada. Pasaron dos minutos completos de ese juego sin reglas y sin objetivo, ninguno parpadeó siquiera. Curioso de ver cómo reaccionaría, Tai le mostró la lengua al niño, rompiendo con la seriedad de las miradas. Este se sorprendió y rápidamente le devolvió el gesto. Luego se sentó en su asiento, mirando al frente, aferrándose al brazo de su madre, que todavía ignoraba todo a su alrededor con el móvil en la oreja. El pequeño, sin la capacidad de disimular que caracteriza a los niños, volvió su mirada por sobre su hombro para ver al moreno.

    El oji-café solo se rió y miró por la ventanilla. Mientras la música le retumbaba delicadamente en los tímpanos y con T.K de nuevo en sus pensamientos, a Tai se le dio por preguntarse por primera vez en su vida:

    ¿Qué era él a todo esto? ¿Cómo se definiría a sí mismo?

    ¿Acaso era homosexual? Es decir, era bastante obvio que ahora estaba en una relación homosexual, la pregunta de cierta forma estaba de más hacérsela. Pero… él se había sentido atraído por chicas en el pasado, tanto emocional como físicamente. Siendo eso así… ¿Entonces era bisexual? Posiblemente, pensó para sí mismo. Aunque, en realidad… el primer y único hombre que él había deseado en su vida fue T.K. Nunca antes se había excitado con el cuerpo de un hombre, ni mucho menos haber deseado ser querido de forma especial por uno. El rubio fue el único ser masculino que tocó y dejó que lo tocara. Era como si no le gustaran los hombres, le gustaba T.K.

    Quizás… tampoco era bisexual, sino que era “Takeru-sexual”

    Tai se mordió la lengua para no reírse solo y quedar como un loco por culpa de la nueva categoría sexual que acababa de inventar. Mientras se levantaba del asiento, ya que su parada era la próxima, decidió dejar de pensar en ese tipo de cosas. No era su estilo el tratar de comprender todo y matarse pensando para encontrar una teoría a todo ¿Para qué pensar en una categoría en la cual enfrascarse? ¿Servía de algo?

    Bostezando, tocó el timbre que le indicaría al chofer que debía detenerse en la próxima parada.

    Otro día de escuela se avecinaba, otro día normal y aburrido, el cual solo mejoraría cuando se encontrara con T.K después de clases. Sí, otro día común y corriente en la escuela…o por lo menos eso creía.

    Si hubiese sabido de la noticia que le esperaba esa mañana y lo que sucedería en consecuencia, hubiese inventado cualquier excusa para faltar.


    ---------------------------------------------*---------------------------------------------




    -Tai…Tai…- le llamó la chica al moreno-…tierra llamando a Tai.

    No había caso, el muchacho estaba inmerso en su celular y el mundo a su alrededor se había borrado.

    -¡Taichi!- le gritó ya perdiendo la paciencia.

    -¡Ah! ¿Qué pasa Sora?- se asustó el castaño, despegando por fin sus ojos del móvil. Aquel grito había sido lo suficientemente estruendoso.

    El profesor de turno había faltado por enfermedad. El curso era un alboroto, con todos los jóvenes charlando entre sí. Algunos chicos se habían sentado encima de los pupitres, estirando cómodamente sus piernas sobre las sillas aprovechando la ausencia de toda autoridad. Algunos jugaban con sus celulares, otros aprovechaban el tiempo libre para copiarle a sus compañeros la tarea que no habían hecho. Otros, simplemente dormían en sus pupitres sin ninguna clase de culpa.

    Tai, por su parte, había estado todo el rato mandándose mensajes con T.K, planeando que iban a hacer cuando se encontraran en la ciudad, a la salida de la escuela. Una película de terror bastante esperada se había estrenado recientemente, y a los dos muchachos les interesaba ir a verla en el cine. Además, en la noche anterior, habían pactado que el rubio se quedaría a dormir en lo de Tai.

    Aquello era lo que más le emocionaba al castaño. Sería la primera vez que compartirían techo de noche desde que durmieron juntos en la habitación de la cabaña de Hiroaki en el verano. La noche anterior, el sueño se le hizo esquivo durante varias horas por pensar en la experiencia de estar a solas con el ojiazul. Hasta había tenido que recurrir a la “auto-satisfacción” para poder calmarse y lograr dormir algo. Sin embargo, el poco tiempo de descanso que tuvo no le impedía estar de buen humor.

    -Es que durante toda la hora estuviste viendo tu celular con una sonrisa bastante boba- le dijo la peli naranja al ver que por fin había captado la atención del oji-café- ¿Con quién te mensajeas? De seguro es una chica para que se te dibuje esa sonrisa de oreja a oreja- intuyó la joven.

    Tai simplemente volvió a concentrarse en su celular.

    -Queti…- contestó mientras se apoyaba en el respaldar de la silla, a la vez que sus dedos volaban sobre la pantalla del movil.

    -¿Queti? ¿Kety?- preguntó Sora- ¿Quién es Kety?

    -Quetimporta- completó el castaño, para después reír entre dientes.

    -ja ja…ja- rió con sarcasmo la muchacha.

    -Oye... ¿Qué materia sigue ahora?- preguntó Tai sin sacar sus ojos de su celular.

    -Matemáticas, con la profesora Shiffer

    -¡Esa vieja bruja! Es la única que ya nos dio tarea en la primera semana de clases.

    -Te conviene que no te ganes su odio Tai, esa mujer me da miedo- le recomendó la peli naranja recordando el carácter de esa profesora- a todo esto ¿Hiciste la tarea?

    El moreno miró hacia el frente, entrecerrando los ojos. Sora bajó su mirada suspirando, ese gesto fue suficiente para ella. No la había hecho.

    En ese momento, el grito del chico que hacía de campana en la puerta del aula alertó a todos:

    -¡Ahí viene la profesora!

    Todos los estudiantes corrieron a sus lugares como si sus vidas dependieran de ello. Tai suspiró y guardó el celular en el bolsillo. No tenía ganas de cortar la charla con T.K.

    Todo el curso se mantuvo en un anormal silencio, esperando a que la figura de la profesora entrase por la puerta. Todos los adolecentes concordaban, aunque sea de manera inconsciente, que era anormal presentar tanto miedo y respeto por un docente. La mujer que venía ahora se había ganado ese temor en tan solo una semana de clase.

    Luego de unos segundos más, en los que no se escuchó ni el pasar de un pensamiento, la profesora entró al curso. Todos los alumnos se pararon al lado de sus pupitres.

    Aquella docente, la cual enseñaba matemáticas, era una de las más temidas de la escuela, sino la más temida. Su rigurosidad y carácter eran famosos en toda la institución. Era la primera vez que el curso de Tai y Sora la tenía como profesora, y en tan solo una semana de clases ya había asentado su autoridad. Dos suspensiones a un par de jóvenes que habían levantado la voz cuando no debieron fueron los primeros ejemplos.

    -Buenos días- saludó la mujer al frente de clase.

    -Buenos días profesora- devolvieron el saludo al unísono los jóvenes, para luego sentarse tras el consentimiento de la mayor.

    Lo primero que hizo Shiffer, como todas las clases, fue verificar que todos los alumnos llevaran puesto el uniforme. Que los hombres llevasen la corbata reglamentaria y que las camisas estuvieran por dentro del pantalón, y que las faldas de las mujeres estuviesen a una altura decente. No quería nada de exhibicionismo en su clase. Luego del satisfactorio paneo, Shiffer se sentó en su escritorio. Era una de los pocos profesores que exigía la correcta utilización del uniforme a raja tabla, otro motivo para ser odiada y temida entre el estudiantado.

    -Chicos, antes de empezar les tengo una gran e importante noticia que darles- dijo la mujer entrecruzando los dedos sobre el escritorio de madera- como sabrán, o deberían saber, mañana es la ceremonia municipal por el aniversario de la ciudad y…-

    Shiffer se calló de repente y levantó su cabeza al escuchar el sonido de un celular. Odiaba que sus alumnos usaran los celulares en su clase, era una de las peores ofensas. Se desilusionó al darse cuenta que el celular que sonó fue de un chico que pasaba por el pasillo puertas afuera del salón. Fuese quien fuese, ya se había alejado corriendo, así que la profesora de matemáticas no pudo hacer nada... por el momento.

    -Bueno...por donde iba...ah sí, como les contaba, se hará la ceremonia en el ayuntamiento y la escuela debe mandar a un estudiante de cada curso para que la represente...

    Ah sí, esa tontería, pasaron sobre eso por la televisión esta mañana…” pensó con desinterés Tai.

    Aprovechando que estaba sentado en la última fila, sacó su celular del bolsillo y continuó conversando por medio de mensajes con T.K, escondiéndolo debajo del pupitre. Sabía que jugaba con fuego al tener en el salón a Shiffer, pero simplemente las ganas de estar en contacto con el rubio le ganaban.

    -Me designaron a mí para escoger quien será el o la estudiante de 5° que formará la delegación de nuestra escuela- la mujer formó una expresión en su rostro que
    parecía una sonrisa, o algo parecido a una sonrisa. Escalofríos corrieron por la espalda de los alumnos al ver eso, la sonrisa (o ese intento de sonreír) no era algo que se veía bien en Shiffer - entiendo que lo más lógico sería que eligiera por meritos académicos, pero decidí que la elección fuese al azar. A pesar de no conocerlos todavía, estoy segura que todos están capacitados para participar y hacer quedar bien a la escuela- la sonrisa desapareció, para tranquilidad de los alumnos.

    Tai por su parte, seguía viendo su celular ajeno a lo que pasaba a su alrededor, sonriendo por lo bajo. T.K le contestaba los mensajes con rapidez.

    -La persona elegida tendrá que preparar un discurso sobre lo importante que es la educación para decirlo frente a los funcionarios del gobierno, hay posibilidades que los graben para el informativo local- dijo la profesora- en la sala de profesores me tomé el trabajo de poner cada uno de sus nombres adentro de esta bolsa. Uno de ustedes será el que saque el nombre del que participará… Usted- señaló a una de las chicas sentadas en la primera fila - usted sacará un nombre de esta bolsa, sin ver.

    La adulta se acercó a la asustada joven, sosteniendo la bolsa abierta. Como si desconfiara que en la bolsa hubiera algo malo, la muchacha introdujo su mano adentro y revolvió los papeles por unos segundos.

    -Sin ver- le recordó de manera amenazante Shiffer, haciendo que la chica se pusiera aun más nerviosa. Su mirada tan fría y su trato prepotente le intimidaban mucho.

    Después de revolver los papelitos, la alumna sacó uno y se lo entregó a la profesora.

    -A ver…la persona de 5° año que se encargará de formar parte de la delegación que representará a la escuela en la ceremonia será…-dijo la docente, desdoblando el papel y poniéndose los lentes-…Sofía Sone ¿Quién es? Que levante la mano, todavía no me aprendí los nombres y los rostros de cada uno- pidió la mujer mientras paseaba su vista por todo el salón.

    Nadie respondió a ese nombre.

    -Esa chica se mudó a otra ciudad la semana pasada, solo estuvo 3 días con nosotros- le contestó un alumno desde atrás.

    Un murmulló inquieto se levantó entre los jóvenes. 10 de sus compañeros y compañeras del año pasado se habían ido de la ciudad durante el verano; y en tan solo una semana de clases, 5 alumnos más se habían mudado.

    -¡Silencio!..- calló la docente el murmullo con un grito-… me dieron una planilla desactualizada, saque otro papel por favor- le pidió la profesora a la alumna, que hizo caso rápidamente.

    -A ver...-dijo Shiffer con otro papel en la mano-... el alumno o alumna que participará será...-se acomodó los lentes nuevamente-... Yagami Taichi, que levante la mano
    para que vea quien es.

    Al oír al nuevo elegido, una exclamación de sorpresa se hizo presente en gran parte de los alumnos. Tai, con la cara llena de confusión, levantó su vista hacía la profesora mientras guardaba su celular en el bolsillo.

    -¿Yo…participar…?- dijo por lo bajo el castaño, perplejo. Luego, esa perplejidad cedió ante un ataque de risa que lo invadió.

    Al principio trató de aguantarse, pero no fue lo suficientemente fuerte y una carcajada desmesurada salió de su boca.

    La risa del moreno retumbó en la silenciosa aula, ante la mirada de sus compañeros y la de la profesora. Como si se tratara de un virus, la carcajada del oji-café poco a poco contagió a los otros chicos a su alrededor. Luego fueron las chicas las que empezaron a reírse en un tono más bajo, acoplándose con las risas de los chicos. Se reían sin saber por qué, tentados por la risa del castaño, como si no pudieran evitarlo. Mientras todo el salón reía, la docente continuó parada al frente de la pizarra, mirando sin ninguna expresión al moreno.

    Otra persona que no reía, aparte de la profesora, era Sora. Ella solo veía fijamente a su amigo, con una cara de preocupación. El rostro serio de la profesora no significaba nada bueno, y la peli naranja lo sabía.

    Poco a poco, las risas fueron acallándose, hasta que solo quedaron murmullos apagados.

    Una vez más calmado, Tai se limpió los ojos con sus dedos. Había reído hasta llorar. Cuando ya la risa pasó, levantó su vista nuevamente, encontrándose con el rostro serio de la profesora, mirándolo fijamente sin expresión alguna. El moreno hizo su cabeza hacia atrás por la sorpresa y frunció su seño.

    “¿No fue una broma?” pensó.

    -¿Me está diciendo en serio?- preguntó aun con la sorpresa en su rostro.

    -Por supuesto que sí ¿O acaso tiene una coronita que lo hace intocable a las responsabilidades que se le asigna? Dígame, porque yo desde aquí no se la veo- le contestó de forma burlista la docente, sin perder la seriedad en ningún momento

    Aquella contestación le sentó como un balde de agua fría ¿Él? ¿Él participar en eso? Nunca había participado de un acto escolar siquiera, jamás le llamó la atención esas cosas.

    -No…por supuesto que no, pero…-contestó con voz apagada el oji-café con la mirada perdida.

    -¡Taichi no, profesora!- alzó la voz una de las compañeras del moreno, desde la primera fila- lo arruinará todo.

    -Sí, es verdad profesora- se sumó otra chica.

    -Sería un error, profesora- agregó otra – lo único de lo que sabe hablar es de futbol, y no pida más.

    Tai solo las miró en silencio. En parte, agradecía que sus compañeras se opusieran y pidieran que él no fuese el elegido para participar, ya que no quería serlo. Pero tampoco le gustó que dijeran esas cosas sobre él. No era tan tonto.

    -¡Silencio! La decisión ya fue tomada- sentenció Shiffer tirando la bolsa con los nombres de todos en la basura- felicidades Yagami, será una muy buena y constructiva experiencia para usted. Para mañana tiene que traer un discurso sobre la importancia de la educación hecho por usted mismo ¡Y ojo con copiar de algún discurso de internet! Soy experta en darme cuenta de eso e investigar. No querrá que averigüe que sacó el discurso de alguna página.

    La profesora tomó un libro de su escritorio y continuó:

    -La ceremonia será mañana después de clases, venga con el uniforme completo..- Shiffer le observó detenidamente, con una mueca de desaprobación-… y trate de peinarse siquiera- agregó, dándose media vuelta hacía la pizarra y tomando la tiza- ahora jóvenes, abran sus libros de ejercicios en la página 34, donde nos quedamos la semana pasada.

    Todos los alumnos sacaron sus libros para empezar con la clase. Todos menos Tai. Todavía resoplaba de frustración por haber sido elegido para hacer eso. Instintivamente, movió su mirada hacía Sora. La chica lo veía con condescendencia, consciente de que él odiaba esa clase de ceremonias y cosas de protocolo aburridas.

    -Al final de la clase pediré por lista la tarea que les di la semana pasada, no crean que me olvidé- dijo la docente, mientras seguía escribiendo los ejercicios en la pizarra.

    Tai cerró los ojos suspirando y apoyó su cara en el pupitre. Vaya día…para colmo era lunes.

    Encuentro inesperado

    -Que sí…

    -Que no…

    -Que sí…

    -¡Que no!...

    -Que si…

    -¡Que no!...

    -Que no…

    -¡Que sí!...

    -Listo, ya dijiste que sí- sonrió Davis echándose hacia atrás en su silla.

    -¡Ah! ¡Quise decir que no!- levantó la voz T.K, avergonzado de caer en una treta tan simple, una en al que caería un niño de 8 años.

    -No, ya dijiste que si, no te puedes retractar- le respondió el castaño, balanceándose sobre las patas traseras de su silla con sus manos por detrás de la cabeza.

    -Ya te dije que no me gusta la chica nueva, ni ella gusta de mí, es invento tuyo- dijo el rubio mientras se sentaba encima de su pupitre y cruzaba las piernas como indio.

    El profesor de turno se había retirado antes de tiempo por un problema personal, dejando al curso lleno de chicos y chicas de 14 años a su suerte. Sentados en un rincón del aula, T.K y su mejor amigo Davis se veían algo aislados de todo el alboroto juvenil.

    -No es invento mío, ella por lo menos está loca por vos, tú eres muy inocente para darte cuenta- le dijo el moreno, cerrando sus ojos como si meditara- muy inocente o muy quedado. No eres capaz de darte cuenta de las señas.

    -¿Qué señas?- preguntó el ojiazul sacando su celular de su bolsillo.

    -Pues son muchas, y bastantes obvias: cada vez que le hablas se pone roja y muy nerviosa, siempre se peina cada vez que la ves, te comentó todas las cosas que le gusta hacer en la ciudad o en el parque con la intención de que la invitaras a salir, pero la pobre se volverá monja esperándote; solo te conoce hace una semana y ya te llamó al celular tres veces con cualquier escusa tonta

    -Era porque quería saber que tarea había que hacer.

    -Uy si, tarea que nunca hizo por cierto- ante eso, el rubio no pudo decir nada- bueno sigo, cada vez que puede te rosa un brazo o la mano, eso no es coincidencia, además… está la forma en cómo te mira todo el tiempo- Davis se acercó a su oído y susurró- es más…si no me crees, gira tu cabeza disimuladamente hacía la izquierda y veras que te está mirando en este momento.

    T.K, olvidando por completo lo de “disimuladamente”, giró su cabeza sobre su hombro. La muchacha lo veía fijamente desde la otra punta del salón, pero inmediatamente bajó su vista hacía su cuaderno.

    -Menos mal que dije “disimuladamente”- suspiró el oji-café.

    -Solo quiere hacer amigos- sentenció el ojiazul volviendo sus ojos a su móvil.

    -Si T.K, y yo soy el Papa- rió el moreno- en fin ¿Qué te parece si vamos a la casa de videojuegos en el centro de la ciudad después de clases? De seguro todavía no repararon esa máquina que se trabó y que te da vidas gratis, deberíamos aprovechar.

    -Sería genial, pero…no puedo- contestó el rubio despegando su vista de su celular- tengo que…ir a recibir a una tía abuela en la terminal de ómnibus, de ahí mi mamá nos recogerá en auto.

    -Ah, bueno, otra vez será- el castaño suspiró desilusionado- durante toda la semana pasada estuviste ocupado… ¿No será que te estás viendo con alguien y no me quieres
    decir?

    T.K tragó saliva con algo de dificultad. Odiaba mentir, sin embargo lo venía haciendo bastante seguido. Durante toda una semana había inventado diferentes escusas para poder juntarse con Tai. Para colmo se le estaban acabando las ideas.

    -Yo salir con alguien a escondidas pff- se mofó el blondo, intentado disipar las dudas del oji-café.

    La campana de la escuela sonó indicando el comienzo del recreo, lo cual T.K agradeció.

    Davis se levantó de su asiento y se estiró de manera perezosa. Luego de preguntarle si necesitaba algo del quiosco, a lo cual el blondo contestó que no, salió del salón.

    El rubio lo vio irse y suspiró.

    ¿Y si le decía la verdad a su amigo? ¿Y si le contaba sobre su relación con un chico? No, todavía era muy pronto. Solo necesitaba un poco más de tiempo.
    T.K salió hacía el patio, observando su celular. Al parecer Tai también tenía tiempo libre en su escuela. Los mensajes iban y venían por medio de una aplicación de mensajería.

    -No t olbidaste que vamos al cine, verdad?

    -Por supuesto que no…olvidar va con “V”

    T.K corrigió al moreno con una sonrisa, sabiendo que Tai odiaba eso.

    -Está bien, profesor

    -Licenciado para ti

    -jaja bueno, y dígame licenciado, trajiste ropa para dormir? Recuerda que después iremos a mi casa

    T.K se llevó una mano a la frente. No se olvidó que iría a dormir a la casa de Tai, pero sí de cargar un pijama en la mochila.

    -Uh, me olvidé

    -Bueno, de todas maneras no necesitas ropa para dormir

    Al leer eso, T.K sintió una extraña sensación de calor en la cara. Se fijó a su alrededor si había alguien cerca que pudiera espiar y leer lo que Tai le había mandado, pero estaba a solo. Mientras escribía se había ido caminando a un lugar despoblado del patio sin darse cuenta.

    -Jaja q gracioso.

    De repente, el ojiazul vio que Tai dejaba de estar en línea la aplicación de mensajes. Pensó que seguramente al mayor se le había acabado la hora libre en su escuela.

    T.K guardó su celular y se dispuso a volver con sus compañeros. Quería participar de las habituales charlas sobre los partidos de la liga nacional de básquet que algunos de sus compañeros comenzaban en todos los recreos.
    Caminó por el patio tarareando una canción que escuchó en la radio durante la madrugada.

    -“No son martes de carnaval de Brasil, Tristeza nao tein fim”- era el único fragmento de la letra que recordaba, el cual repetía y repetía por lo bajo. Después buscaría la canción en internet escribiendo esa frase en el buscador.

    Saludó de pasada al conserje, quien el limpiar un charco de vomito parecía no bajarle el ánimo en aquella helada mañana. Pasó al lado de un muchacho apoyado solitariamente sobre un pilar del patio que tenía su vista en el suelo. Aquel chico levantó la mirada cruzándola con la suya por unos instantes, para luego volver a bajarla. T.K continuó su camino unos cuantos pasos más, pero un escalofrío repentino le sacudió internamente, como si le hubiese caído un rayo. Se detuvo y giró su rostro de nuevo hacía aquella persona. Dejó de cantar. Aquel muchacho apoyado sobre el pilar levantó su vista igual de sorprendido.

    Los dos jóvenes se mantuvieron la mirada por lo que les pareció una eternidad. T.K se paralizó, su cara de seguro reflejaba sorpresa y también miedo, pero no lo pudo evitar. En sus piernas se presentó el mismo temblor que sintió aquella oscura y tormentosa tarde en el verano, adentro del árbol hueco. Pasmado, se concentró en intentar determinar si aquella era la persona que creía estar viendo.

    Aquella piel clara, bastante parecida a la suya, con aquellas pecas que adornaban su rostro. No llevaba aquella gorra blanca ya que la escuela prohibía su uso, así que su pelo castaño claro era visible. Por último, T.K reconoció sus ojos.

    Aquellos ojos verdes lo miraban fijamente, sin reaccionar. El mismo tono de verde de los ojos de aquel ser que tanto había odiado en el verano, pero cuyo recuerdo se había visto sepultado casi por completo: Erick.

    Sí, era aquel chico que conformaba, o parecía conformar, aquella banda de buscapleitos con la que se toparon en las vacaciones de verano. El mismo sujeto que lo había descubierto a él y a Tai dentro del árbol, aquella tormentosa tarde, al que escuchó que llamaban “Enano”.

    Justo cuando el shock inicial parecía haber pasado y le devolvió a T.K el control de su cuerpo, una gran cantidad de alumnos del penúltimo y último año caminaron por entre el medio de los dos chicos, cortando su contacto visual. Cuando los mayores pasaron, el ojiazul intentó volver a observar al otro muchacho, pero este ya se había ido.

    T.K lo buscó con la vista pero fue inútil. Se sobresaltó con el fuerte sonido del timbre de finalización del recreo. Todavía aturdido por aquel "encuentro", caminó hacía su salón, no sin dejar de pensar en lo que acababa de pasar.

    Con la seguridad que de que aquel chico era el “Enano”, se preguntó que debía hacer ¿Mantenerse alejado? ¿Hablarle? ¿Vigilarlo de lejos? El habérselo encontrado en su escuela le había tomado por sorpresa, nunca antes lo había visto allí. El blondo sabía que algo tenía que hacer, aunque no sabía qué exactamente ¿Tendría que estar preocupado por la aparición de ese chico? ¿Debería decirle a Tai?

    T.K pasó el resto de la jornada escolar inmerso en sus pensamientos. No pudo deshacerse de sus inquietudes hasta que sonó el timbre de finalización de clases. Había llegado el momento de encontrarse con Tai para ir al cine y luego a su casa, así que decidió dejar de pensar en el asunto, por lo menos por esa tarde. No iba a dejar que algo como encontrarse a ese muchacho le arruinara el día, día bastante ansiado y esperado por él.

    Luego de despedirse de Davis, continuando con la mentira de que tenía que ir a recibir a su tía abuela en la terminal de ómnibus, T.K emprendió su camino para llegar a su encuentro con Tai…



    ------------------<*>--------------------




    Bueno, hasta aquí el segundo cap. Como verán, empieza con una especie de "flashback" pero para adelante, para el futuro. No sé como llamarlo jaja. La verdad que estoy, como decirlo... algo nervioso por lo que estoy tramando para este fic. Si leyeron mis otros cuentos, siempre usé situaciones cotidianas, de la vida normal, cosas que a cualquiera le pudiera pasar (en teoria). Un viaje escolar, una fiesta, una semana en una cabaña en una villa de veraneo, cositas así comunes. Siempre desistí de usar elementos muy descabellados o de fantasía (solo un poquito a veces) aunque me guste el genero. Pero para este fic decidí usar algo más "fuerte", algo que moviera la trama de una manera más "movida". No será un policial o un fic de acción donde pasen cosas locas y descabelladas, también tendrá elementos comunes y corrientes como suelo usar para adornar mis fics. Bueno nada, espero que les haya gustado. Cualquier cosa que deseen decirme, lo ponen en los comentarios sin miedo. Hasta la proxima!!!

    www.youtube.com/watch?v=HrxqUoKHyuU

    Edited by exerodri - 26/3/2017, 23:53
     
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    ¡Yaho-hoo~! ¡Nueva actualización señores!... Aunque... Me quedé un poco perdido al principio me alegro haber entendido un poco más al terminar el capítulo, pero tengo una duda, no se si ya lo leí o me lo salte por accidente... ¿Por que T.K dormirá donde Tai?
     
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  5. shingiikari01
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    que increible si con la parte anterior me hice adicoto, esta sera como eroina XD
     
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    Hola!! :=deeaaah: Todo bien? Espero que si. Espero que hayan pasado una feliz noche buena y navidad!! Perdón por no aparecer el fin de semana pasado :( , sucede que por la navidad pasé todo el finde afuera de mi casa y bueno... cosas que pasan. Para recompensarlo les traigo un capitulo largo jaja. En realidad uní el capitulo 3 con el 4 ya que al terminarlos me parecieron algo cortitos, así que dije "¿Por qué no?" jaja. Ahora aparece un personaje muy importante en la trama, al cual mucho de ustedes pidieron o predijeron que aparecería. El titulo del cap lo dice todo. Además, aparece por primera vez nuestro viejo amigo el "lemon" :P :P
    Espero que les guste el cap!!

    *Ali-nii: Hola! gracias por comentar y leer la historia, lo aprecio mucho! te respondo tu duda: no hay razón jaja. Osea T.K irá por que sí, como cualquiera que va a dormir a la casa de un amigo. Saludos!!

    *shingiikari01: Hola q tal??? me alegro que te hayas hecho adicto jajaja :=MUAHAHA: espero q te guste la continuación, chau!!



    Capitulo 3: Matt

    -“No son martes de carnaval de Brasil, Tristeza nao tein fim”- ese verso se le escapaba a cada momento de los labios al rubio mientras caminaba por la cera en el centro de la ciudad. Hace mucho tiempo que no se le pegaba una canción de esa manera.

    -T.K ya basta- le pidió Tai mientras caminaba a su lado- mi hermana vive escuchando esa canción, me tiene harto.

    -jeje, perdón.

    El sol poco a poco se ocultaba y perdía su fuerza, a la vez que una briza helada se paseaba por las calles de la todavía muy despierta ciudad. La gente ya se había acostumbrado al clima frio que se había presentado de manera sorpresiva. Los gorros de lana y bufandas ya eran elementos comunes a la vista.

    Mientras las luces de los alumbrados públicos se iban encendiendo somnolientamente, preparando a la ciudad para la noche, rubio y castaño caminaban por la peatonal repleta de gente. La película que acababan de ver les había causado miedo, o por lo menos varios momentos de sustos y sobresaltos, más de los que esperaban en realidad. Tai, de vez en cuando, metía su mano el gran balde que T.K sostenía en sus brazos y se llevaba una generosa cantidad de palomitas de maíz a la boca.

    Escuchaba atentamente con una sonrisa lo que el ojiazul le comentaba: las partes de la película que más le habían gustado, las que le asustaron, los efectos especiales que más le gustaron y los que le parecieron falsos.

    El oji-café disfrutó mucho de la salida al cine, aunque las cosas no pasaron como lo había imaginado. Creyó que T.K, en los momentos cumbres de la película, se asustaría y buscaría refugio en su brazo o que le tomaría la mano, pero eso no sucedió.

    Tomó conciencia que varías cosas serían diferentes ahora que estaba saliendo con un hombre.

    ¿Cuántas otras cosas serían diferentes por el hecho de salir con alguien del mismo sexo, alguien con su misma mentalidad masculina, aunque diferente en algunos aspectos? Se preguntó a sí mismo.

    -Tai, ¿Estás bien?- le preguntó el blondo al darse cuenta que mostraba una mirada perdida- ¿En qué pensabas?

    -Eh… en nada importante- mintió. Sacó algunas palomitas de maíz y se las llevó a la boca- oye ¿Falta mucho para llegar al departamento de Hiroaki?

    -Solo un par de calles más.

    Se dirigían al departamento en el que vivía el padre del rubio, donde el menor buscaría ropa para poder ir a dormir a la casa del castaño, además de cambiarse y quitarse el uniforme escolar. Desde donde se encontraban, el departamento de Hiroaki quedaba mucho más cerca que el de la madre de T.K.

    Tai quería saber cómo era el lugar donde vivía el padre del blondo, además quería saludarlo de nuevo; aquel adulto le había caído bien. Sabía que Hiroaki vivía con su otro hijo. T.K le había hablado tanto de él, que a veces Tai llegaba a pensar que de cierta forma ya lo conocía.

    A pesar de no hacerlo, sabía algunas cosas del hermano del blondo, oídas de la propia boca del menor. Sabía que llevaba el apellido de Hiroaki, que era Ishida y que tocaba el bajo en una banda, donde también cantaba. Que no le gustaba el futbol, como a T.K, pero tampoco le gustaba el básquet, y que tenía su misma edad, 16 años.

    Luego de caminar unas calles más, entre conversaciones que solo serían entretenidas para ellos y soportando una molesta y fresca brisa otoñal, los dos jóvenes llegaron al edificio.

    -Vaya, con que aquí vive Hiroaki- expresó Tai mientras subían por las escaleras hacía el tercer piso, ya que el ascensor del edificio estaba averiado- es genial tener dos casas, si te da flojera caminar o viajar en autobús a una, te vas a la que te quede más cerca.

    El moreno notó como T.K reaccionó a ese comentario con un gesto triste en su rostro. Entonces ahí, rápido como nunca lo había sido, Tai entendió que había metido la pata. Comprendió que T.K no tenía dos hogares por que sí, o porque tenía mucho dinero, sino porque sus padres se habían separado y él había quedado en el medio de esa relación fallida. En el medio de ese proyecto de felicidad que no fue.

    Con el peso de la culpa en sus hombros, se odió por haber dicho eso.

    -T.K, perdona, yo… lo que dije…- dijo el castaño de manera insegura- soy un tonto.

    -No, está bien Tai no te preocupes- le contestó el menor de manera tranquila, borrando esa expresión triste de su cara- es algo a lo cual ya estoy acostumbrado, además…nunca lo había visto así de ese modo... tienes razón, a veces puede ser una ventaja tener dos lugares donde vivir.

    T.K giró su rostro hacía la cara del moreno y esbozó una sonrisa sincera. A Tai le explotó el pecho. Aparte de perdonarlo por decir algo estúpido e hiriente, T.K le estaba dando la razón en un intento de animarlo. Esa sonrisa del blondo era la prueba de ello, tan sincera, fresca y real. El mayor pensó que no merecía estar con el rubio, con alguien así. Necesitaba demostrarle allí mismo, en las pocas iluminadas escaleras de ese edificio, lo mucho que agradecía al destino por haberlo conocido.

    Sin apartar sus ojos de aquel par de iris azules que lo miraban fijamente, se acercó con lentitud. No podía no besarlo, se había aguantado toda la tarde.
    Era la primera vez que estaban solos, al fin se había hecho presente aquel maldito requisito para demostrarse cariño el uno al otro. Lentamente se acercó a aquellos labios que lo habían estado llamando durante toda la tarde.

    T.K se acercó también, sonriendo.

    Cuando debido a la cercanía pudo sentir la respiración del menor, Tai cerró los ojos. Solo unos milímetros le separaban…

    -¡Takeru! ¡Qué sorpresa tu aquí un lunes!- la chillona voz de una anciana que había aparecido en la curva de la escalera debajo de ellos los sorprendió.

    Uno más rojo que el otro, los adolecentes se separaron y vieron a la señora que subía las escaleras cargando con algunas bolsas con mercadería.
    Vecina de Hiroaki, aquella mujer mayor iba religiosamente al supermercado todos los días a hacer las compras y socializar por el camino, como toda persona que dispone de mucho tiempo libre. A la señora le agradaba mucho cuando T.K venía al edificio los fines de semana, lo consideraba un buen chico, caballeroso y amable como pocos.

    -Ho-ho-hola señora ¿Cómo está?- saludó nervioso el blondo, con su rostro completamente encendido, mientras sujetaba fuertemente el ya vacio balde con palomitas de maíz que casi se le había escapado de las manos por la sorpresa-¿Quiere que le ayude con esas bolsas?

    -Muchas gracias, querido- dijo la anciana sonriendo y dándoles las bolsas a los jóvenes- parece que el encargado de reparar el ascensor quiere que las viejas como yo hagamos ejercicio subiendo y bajando por las escaleras un tiempo más- bromeó la señora, haciendo que los dos muchachos contestaran con una risa fingida por cortesía.

    Acompañaron a la anciana hasta su departamento, donde le devolvieron las bolsas una vez esta abrió su puerta.

    -Te estás volviendo todo un hombre, Takeru, y muy buenmozo- dijo la mujer mientras le tomaba de una mejilla al menor, que solo sonrió avergonzado y deseando que la tipa se callara. Tai no pudo evitar reír por lo bajo- las chicas deben estar tras de ti todo el tiempo ¿No?

    Luego de decir eso, la anciana se quedó viendo a Tai, como si recién notase su presencia a pesar de que también había ayudado con la mercadería. El oji-café se sintió algo incomodo ante la atenta y estudiosa mirada de la tipa, parecía estar analizándolo.

    -¿Este es tu amigo que viene casi siempre? Vaya que ha crecido, hace unas semanas tenía tu misma estatura.

    -No, no, se está confundiendo con Davis, él es Tai, es…un amigo- dijo T.K intercambiando una mirada cómplice con el mayor sin que la señora se diera cuenta. Por ahora estaba bien decirle así en público, solo un “amigo”

    La señora sonrió y saludó de manera amigable al castaño, para luego meterse en su departamento. Pero antes que los muchachos se retiraran volvió a abrir la puerta y dijo:

    -ah, Takeru… ¿Podrías decirle a tu hermano que no toque ese instrumento tan fuerte? Yo ya le dije pero de seguro se le olvidó.

    T.K asintió pidiéndole perdón por parte de su hermano. La señora le sonrió y cerró la puerta.

    Una vez la mujer se metió a su hogar, Tai resopló de la frustración. La aparición de esa vieja había estropeado el momento íntimo con el menor. Y para peor, ya no podría besarlo. A unos cuantos metros más a allá en el pasillo, varias personas, con un uniforme que decía “Mudanzas Feloy” en el pecho y la espalda, sacaban muebles y otros objetos de un departamento.

    Los muchachos se acercaron a la puerta del siguiente departamento, que era la de los Ishida, y T.K la abrió con sus llaves. El rubio sabía que, por la hora, su padre no estaría en casa ¿Estaría su hermano? Dudó.

    No pudo evitar preguntarse fugazmente mientras giraba las llaves en la cerradura: ¿Cómo sería cuando Tai y su hermano se conocieran? Ya lo había hecho en el pasado algunas veces, y se había imaginado diferentes situaciones como respuesta. Unas le gustaban más que otras.

    El ojiazul abrió la puerta mostrando un departamento a oscuras y en silencio. Ingresaron y prendieron la luz. Adentro hacía el mismo frio que afuera.

    El lugar era menos desordenado de lo que el castaño imaginó en un principio, para ser un departamento de hombres. A Tai le llamó la atención que sobre la mesa había un bajo y algunos destornilladores y pinzas a su alrededor. Notó que le faltaba una cuerda. A un lado de la mesa, el suplemento deportivo del diario local mostraba en la portada la noticia de que su equipo de futbol favorito había perdido su partido el día anterior. “Hiroaki habrá renegado tanto como yo viendo ese partido” Pensó Tai con una media sonrisa en su rostro, a la vez que T.K se sacaba la mochila y la dejaba sobre una silla.

    Al dejar la mochila, el rubio observó extrañado la campera de cuero negro que colgaba en el respaldar de la silla. Era la campera favorita de Matt. A esta le faltaba un generoso pedazo de cuero en su espalda, como si algo cortante y punzante hubiese desgarrado la prenda de un tirón. Eso era muy
    raro, ya que Matt siempre había cuidado celosamente de esa prenda.

    Una voz masculina se escuchó desde otra habitación, sorprendiendo a los dos muchachos:

    -Papá ¿Pudiste comprar lo que te pedí?

    Tai observó como la puerta del lado derecho de un pasillo que se conectaba con la sala se abrió. Se sorprendió de la apariencia del tipo que salió de la habitación refregándose perezosamente los ojos. Aquel chico era muy parecido a T.K, aunque al mismo tiempo diferente. Su piel era blanca y su cabello rubio, como el menor, pero era más alto. Tenía su misma altura y un cuerpo delgado, similar al suyo.

    -Ah T.K, no te esperaba- aquel joven se sorprendió despabilándose ante la presencia del menor- ¿Por qué no avisaste que venías? Te pude haber preparado algo para cenar.

    -No te preocupes, solo vine a buscar ropa y me voy, no es necesario que cocines nada para mí- contestó sonriente el blondo.

    Luego, notando recién su presencia, aquel joven fijó sus ojos en Tai. Una sensación muy parecido a un escalofrió se hizo presente en la columna vertebral del moreno. Aquellos ojos, azules como los de T.K, pero un poco más oscuros, lo miraron con una mezcla de sorpresa y extrañes, extrañes limitando con rechazo.

    -¿Quién es él?- preguntó aquel chico con un tono muy poco amigable, sin dejar de mirar al castaño a los ojos.

    T.K tragó grueso.

    -Matt, él es Tai, el chico del que te hablé, el que conocí cuando me quedé una semana en la cabaña de papá por culpa del rio que quebró el puente, hoy dormiré en su casa- contestó el menor con un tono jovial con el propósito de aligerar el ambiente que se había creado, pero fue inútil. Su hermano y el castaño se sostenían la mirada en silencio, estudiándose.

    Tai no supo que decir o que hacer ante ese mirar desconfiado y frío ¿Qué había hecho él para que lo mirase así? ¿Lo estaba analizando? Parecía estar desaprobándolo de alguna forma desde el comienzo, aunque ni siquiera le había dicho ni una palabra. Aquello le hizo sentir raro.

    -Hola, me llamo Taichi Yagami pero dime Tai, tú debes ser Matt- le ofreció estrecharle la mano- un gusto, T.K me habló mucho de ti.

    El ojiazul mayor se le quedó viendo sin cambiar su expresión, dejando al moreno con la mano extendida en el aire. Silencio.

    -¿Para qué vas a dormir a su casa? No es de tu escuela ni mucho menos de tu clase- le dijo Matt al rubio con cierta recriminación, desviando por fin su mirada fría de Tai.

    El peli-marrón bajó su mano lentamente, aun más incomodo que antes.

    -¿Qué tiene de malo? Es solo ir a dormir a la casa de un amigo- contestó T.K.

    -No pasa nada Matt, yo cuidaré de él- se animó a decir Tai para intervenir de alguna forma y dejar sentir que estaba pintado.

    Matt lo volvió a mirar con sus ojos desconfiados, frunciendo su seño. Evidentemente lo que dijo no fue un consuelo para el rubio.

    -No tienes por qué tener esa mirada hermano, me pregunto cuándo aceptaras a mis amigos de buena gana- se quejó el menor.

    Sin embargo, T.K abrió los ojos preocupado al ver mejor a su hermano.

    -¿Qué te pasó? ¿Por qué estás tan lastimado?– preguntó sorprendido, como si recién notase las heridas del blondo mayor

    Tai si había notado las heridas de aquel tipo, pero no le había dado importancia. Matt tenía varios cortes a lo largo de sus brazos, algunos bastante grandes y marcados. Su ojo izquierdo estaba un poco hinchado y con una tonalidad ligeramente diferente al resto de su cara. Una curita adhesiva adornaba su mejilla.

    -Ah ¿Esto? No es nada- dijo el rubio mayor- Intenté hacer una maniobra con la bicicleta de Joe y me caí sobre una planta con espinas, eso es todo.

    -Pero Joe no tiene bicicleta ¿O sí?- preguntó el menor, todavía consternado por las heridas de Matt.

    -Si tiene, y no te preocupes, te digo que no es nada- sentenció el mayor.

    -Está bien...- T.K suspiró-...ten más cuidado....vamos a mi habitación Tai- pidió el ojiazul menor dirigiéndose hacia su cuarto.

    Tai caminó por detrás de T.K sintiendo el peso de los ojos de Matt que lo seguían en silencio.

    -Creo que no le caigo bien a tu hermano- dijo el castaño una vez estuvieron solos en la habitación del blondo menor.

    T.K suspiró de nuevo.

    -No te preocupes, él es así con todos los que se me acercan - le contestó mientras se sacaba su pullover, dándole la espalda.

    Tai solo le observó en silencio apoyado en la pared. Al notar que el ojiazul empezaba a desvestirse sin vergüenza al frente suyo, se asustó de lo fuerte que le palpitó el corazón. Todo lo que rodeaba a T.K, la habitación en sí, quedó fuera de foco, depositando toda su atención en el blondo que se sacaba la ropa. Lentamente, T.K se sacó la camisa. Tai observó la espalda desnuda del rubio con una admiración propia de un niño que ve un truco de magia. Se dejó perderse en aquella piel que parecía perfecta. Ni una peca, ni una marca, ningún golpe o raspón perturbaba la uniformidad de esa piel blanca.
    Cuando vio que el ojiazul llevaba sus manos hacía el frente para desabrocharse el botón de su pantalón, el castaño tragó saliva con tal dificultad que le dolió la garganta.

    Poco a poco el pantalón de vestir fue bajando, agitando aún más la ya alborotada mente de Tai. Analizó como el bóxer azul oscuro con delgadas franjas blancas horizontales se ajustaba a la perfección a los glúteos redondos del blondo. Sus delgadas pero al mismo tiempo torneadas piernas, parecían más hechas para seducir que para caminar. En sus pantorrillas, diminutos, casi inexistentes vellos claros luchaban por crecer, evidentemente aún ignorados por las hormonas. Tai sintió que su piel se erizaba en la contemplación.

    T.K tomó un jean negro y se lo puso, ignorando todavía la fijación con la que lo miraba el moreno por detrás. Mientras se subía la cremallera, giró su cabeza por sobre su hombro y al ver la cara de Tai preguntó:

    -¿Qué pasa?

    “¿Qué pasa? ¡¿Qué pasa?! ¿Cómo era posible que pregunte eso?”Preguntó el moreno en su mente sin salir de ese hechizo. Si el ojiazul fuese otra persona, Tai hubiese tenido la seguridad que lo estaría preguntando adrede, pero al tratarse de T.K, supo que esa inocencia no era fingida.

    -Es que…- Tai trató de controlarse y caminó hacía el ojiazul en vez de correr y tirársele encima. Todavía la sangre le corría por todo el cuerpo muy rápido-…hace mucho que no te veía así, tan ligero de ropa.

    Dicho eso, tomó al menor de los brazos y lo acercó a él. El tocar la piel de T.K, después de lo que vio hace unos segundos, fue como tocar un hierro ardiente para el oji-café. Un hierro ardiente que no quemaba, y que no daban ganas de soltar. Le hizo girar delicadamente sobre sí para tenerlo de frente. El sumergirse en aquellos ojos celestes se le hacía más apetecedor que zambullirse en la piscina más refrescante del mundo en el día más caluroso del año.

    -Tai, mi hermano…- T.K, en vez de verse seducido por su mirada dulce, se estremeció al darse cuenta que la puerta del cuarto estaba abierta.
    Liberándose de él, corrió para cerrarla-…Nos puede oír- agregó con cierto temor mientras se apoyaba sobre la puerta.

    Tai no desistió, estaba demasiado “inspirado” para hacerlo. No tardó un segundo en desplazarse hacia la puerta apoyarse sobre esta de un solo golpe, encerrando al ojiazul con su cuerpo.

    -Pues tendremos que susurrar- susurró a pocos centímetros de la boca del menor, que por un momento pareció olvidarse de su miedo a ser descubierto.

    El rubio cerró los ojos mientras con una tímida mano tomó de manera suave una de las mejillas del moreno. El corazón de Tai dio un salto olímpico adentro de su pecho. Ahora sí, nadie podría arruinar ese momento.

    Matt golpeó la puerta

    -T.K ¿Qué fue ese ruido? ¿Pasa algo?

    -¡Nada!- dijo el menor sorprendido, corriendo la cara de Tai hacía un costado cuando solo faltaban milímetros para que sus labios se tocaran- la puerta se cerró sola por el viento.

    -Mamá está al teléfono, quiere preguntarte algo ya que estás aquí.

    Tai se dio media vuelta, murmurando maldiciones al aire mientras el rubio salía del cuarto. “Ya vendrá el momento, ya vendrá el momento” Se repitió por lo bajo antes de salir de la habitación también y volver a la sala de estar.

    La forma en la que lo miraba el hermano mayor de T.K le incomodaba. Apoyado sobre una pared de la sala de estar, con sus brazos cruzados, el rubio le observaba fijamente como si fuese una cámara de vigilancia. La cara de un perro buldog era más amigable que la de ese tipo. Sin nada que hacer hasta que el ojiazul menor terminase de hablar con su madre por teléfono, Tai empezó a explorar lentamente el pequeño departamento de Hiroaki. Se dirigió hacía la mesa de la sala, donde había visto el bajo. Al observarlo mejor, se dio cuenta que el instrumento llevaba un sticker con la imagen de una P y una R rojas, con una coronita arriba: el logo de su banda favorita y con la que compartía fascinación con T.K. El moreno no se aguantó más la curiosidad que le despertaba aquel instrumento y tocó una de las tres cuerdas del bajo.

    -¡No lo toques!- reaccionó Matt detrás suyo, rompiendo con la silenciosa vigilia- le estoy estirando las cuerdas nuevas- se acercó a ver que la intromisión del oji-café no haya alterado nada.

    -Perdón, perdón- dijo Tai levantando las manos y alejándose del instrumento.

    Vio como el blondo de su misma edad hacía girar los grandes clavijeros de aquel chiche. Parecía que sabía bien lo que hacía.

    Mientras Matt manipulaba los clavijeros del bajo, Tai pudo observar que el rubio tenía un pendiente negro en su oreja izquierda. Aquello le pareció muy cool, el moreno siempre había querido hacerse uno, o un tatuaje. Las severas y repetidas amenazas de sus padres le habían hecho decidir no hacérselo, por lo menos hasta los 18 años.

    -Oye, yo no sé mucho de música, pero… ¿El bajo no debería tener 4 cuerdas en vez de 3?- preguntó el moreno en un intento de crear conversación, deseando mejorar un poco el no muy ameno primer encuentro con el hermano de T.K.

    Matt le miró de reojo mientras seguía girando lentamente las clavijas. Tai se quedó esperando una respuesta, sintiendo como la ansiedad crecía dentro de sí por el silencio y la mirada de ese chico ¿Acaso sería imposible llevarse bien con este tipo? Hacía todo lo posible para poder congeniar con el hermano del ser más importante para él en ese momento y no le estaba yendo bien. Ni siquiera podía entablar una conversación con él. No era que le importase mucho, personalmente le daba igual, pero sabía que, a pesar de que nunca se lo dijo, para T.K si importaba. Lo hacía por él.

    -Obvio que tiene que tener 4 cuerdas…- le dijo Matt luego de varios segundos más de silencio, sorprendiéndolo. Ya se había resignado a que ese rubio agrio no le hablaría-…se cortó la más fina cuando la estaba afinando, le pedí a mi padre que me comprase otra a la vuelta del trabajo- agregó mientras pasaba un paño por cuerpo del instrumento.

    -Ah ya veo…- agregó el moreno con las intenciones de no darse por vencido, solo tenía que hablar de cosas que interesen a Matt y elegir bien las palabras-… ¿Tu pegaste ese sticker en el bajo? Es mi banda favorita, como la de T.K.

    -Por supuesto que lo pegué yo, también es mi banda favorita- contestó Matt, con un tono que ya no parecía forzado y obligado a contestar- Yo le enseñé a T.K todo lo que sabe- agregó con cierto atisbo de orgullo en su voz.

    A pesar de que Tai lo miraba de lado, ya que Matt seguía pasándole el paño al bajo, pudo ver en este una media sonrisa. Por primera vez el castaño veía en la cara de ese tipo un indicio de que no solo podía estar enojado o serio. Se animó a más.

    -Por lo menos tienes buen gusto- bromeó.

    Lo único que hizo el blondo fue mirarlo de reojo por unos segundos, completamente serio de nuevo, para luego seguir girando milimétricamente las clavijas del bajo. Tai sacó su celular y prendió su pantalla.

    -Mira- extendió su brazo y puso el celular a pocos centímetros del rostro del ojiazul, sorprendiéndolo- este fondo de pantalla lo encontré en internet. Está genial ¿No?

    Matt observó la pantalla con sus ojos bien grandes, más que nada impulsado por la sorpresa y lo repentino que fue esa acción del castaño.

    El oji-café sonrió al ver la expresión del rubio. Este había cambiado su rostro de perro bulldog y dejó paso a una expresión de asombro y gusto cuando contempló la imagen. Tai pudo ver un brillo en sus ojos azules. El fondo de pantalla era una imagen inédita que pocas personas conocían de aquella banda.

    Matt sacudió repentinamente su cabeza, sorprendido de haberse quedado viendo el celular, o mejor dicho su fondo de pantalla. Tomó de nuevo su expresión amarga, mientras volvía a concentrarse en estirar las cuerdas del bajo.

    -¿Y a mi qué?- preguntó desinteresadamente.

    Entonces Tai lo comprendió, mientras guardaba su celular. Ese tipo era de esos que no les gustaba decir lo que piensan o mostrar lo que sienten. La cara que puso el blondo al ver la imagen no le dejaba lugar a la duda al moreno. Sabía que al rubio le había gustado la imagen pero decidió actuar como si le fuera indiferente. “Vaya tipo” pensó.

    -Ah, la señora que vive al lado le dijo a T.K que te pidiera que toques un poco más bajo esa cosa- mencionó Tai acordándose, mientras contemplaba alguna fotos que colgaban de la pared. Había una de T.K cuando era pequeño que no podía dejar de mirar.

    -Esa antigüedad viviente…- suspiró el ojiazul evidentemente fastidiado-… a todo el mundo molesta por los ruidos. Lo único que tiene que hacer es bajarle la sensibilidad a ese aparato que tiene en el oído para escuchar y todos en el edificio serían más felices.

    Tai trató de contenerse, pero no pudo evitar soltar una carcajada todavía mirando las fotos. A pesar de la crueldad de ese comentario, al castaño le había hecho mucha gracia la forma rezongona y espontanea con la que habló el rubio. Aun riendo, giró su cabeza sobre los hombros. Vio que Matt le observaba todavía con el bajo en las manos. Lo miraba con una expresión de no entender el porqué de su risa, con una media sonrisa en sus labios.
    Pero esa imagen no duró ni 3 segundos, ya que Matt bajó rápidamente la mirada de nuevo hacía su bajo, retomando la expresión de amargado cuando T.K volvió a la sala después de hablar con su madre por teléfono en otra habitación. Vestía una camiseta verde y una campera.

    -Ya estoy listo Tai, vámonos- mencionó cargando consigo una mochila.

    -¿Estás seguro que no quieres quedarte aquí hoy?- le preguntó su hermano mientras lo acompañaba a la salida.

    -Si Matt, tranquilo no actúes así.

    T.K abrió la puerta del departamento, empezaba a oscurecer.

    -Adiós Matt, recuérdale a papá de que tome esas pastillas que le recetó el doctor- saludó el blondo menor a su hermano.

    Matt le devolvió el saludo, agregando un “Cuídate” al final.

    Tai salió detrás del menor.

    -Hasta pronto Matt, suerte con tu bajo- se despidió el moreno.

    Un espeso silencio tuvo lugar antes de que el muchacho de 16 años cerrase la puerta.

    Tai en ese momento comprendió, si no lo había hecho antes, que su relación con su “cuñado” no sería nada fácil.

    Feas noticias

    Recién cuando faltaba una calle para llegar a su casa, Tai comprendió lo relativamente cerca que vivía del padre y el hermano de T.K. 15 minutos de distancia caminando.

    Los dos jóvenes se detuvieron 10 minutos para tirarse en el césped de la plaza al frente del edificio donde vivía el oji-café. Contemplaron como el sol terminaba de morir. Se quedaron viendo el cielo, el cual había tomado un tono anaranjado que hacía contrastar a las nubes. T.K se maravilló ante la belleza de ese simple atardecer y lo disfrutó como si fuese algo completamente nuevo para él. Se dio cuenta de las pocas ocasiones que se había detenido a observar el cielo y tomó conciencia de las innumerables veces que se había perdido ese espectáculo natural.

    -Es hermoso…- dijo el rubio, echado en el césped al lado de Tai-… lo que se pierde la gran mayoría de la gente por no detenerse ni 30 segundos y levantar su vista. Que regalo de la naturaleza desperdiciado.

    -Que se jodan, ellos se lo pierden- le contestó el moreno, sin dejar de sonreír y observar el cielo, pensando que aquella bella imagen del atardecer era más hermosa si solo les pertenecía a ellos dos.

    Lo que los adolecentes no sabían era que esa sería la última vez que verían el sol en mucho tiempo. Ni bien terminó de oscurecer, se levantaron, se sacudieron el pasto y cruzaron la calle para ir a la casa de Tai.

    El departamento donde vivía la familia Yagami era realmente acogedor, o por lo menos así lo sintió T.K. La calefacción del hogar hacía que uno se olvidara rápido del frio que dominaba las calles y obligaba a uno a sacarse el abrigo si no quería empezar a transpirar. Un aroma a comida casera, el cual haría salivar a cualquiera, perfumaba la vivienda. Eso era algo que en su casa nunca solía haber, pensó el rubio.

    -T.K, que alegría volver a verte- le saludó la madre del castaño desde la cocina- estás más guapo de lo que recordaba.

    -También es un gusto volver a verla- contestó el menor, avergonzado por el cumplido.

    -Estaremos en mi cuarto, no nos molesten…

    -Nada de eso…- levantó la voz la señora interrumpiendo a Tai-…la cena ya está lista, lávense las manos y siéntensen en la mesa- a pesar de su dulzura, la señora Yagami se oyó autoritaria como nunca- ¡Kari, a cenar!

    Luego de ese llamado, una puerta a unos pocos metros de la cocina se abrió. T.K vio como una muchacha, un poco más baja que él, salió de aquella habitación y se acercó a ellos. Lucía una piel de tonalidad más clara que la de Tai, similar a la de la señora Yagami.

    -Comeré luego mamá, quiero terminar el afiche para la exposición que tengo mañana sobre la revolución indus…

    La muchacha se quedó muda, paralizada. Sus ojos marrones claros, abiertos de par en par. Tai se sorprendió de su reacción. Aparentemente su hermana no había notado la presencia del rubio sino hasta encontrárselo prácticamente de frente en la pequeña cocina. El rostro de la castaña había tomado color súbitamente, acompañado de esa expresión de total sorpresa.

    Tai sonrió ante la escena.

    “Ni siquiera lo intentes, Kari” Pensó juguetonamente, aunque sabía que su hermanita era el ser más inofensivo que conocía.

    -Kari, él es T.K- dijo señalando al blondo.

    -Hola, un gusto- saludó el rubio.

    -T.K, ella es mi hermana menor, Kari.

    -Ho-ho-hola…- balbuceó la castaña, todavía shoqueada en una agradable sorpresa que no esperaba.

    -Está bien Kari, te dejaré tu ración en el horno para que no se enfrié…chicos sientensen en la mesa- dijo su madre desde la cocina.

    -¿Sabes mamá?... Mejor comeré con ustedes- replicó Kari saliendo de su transe.

    Tai no pudo evitar levantar una ceja mientras veía como su hermana se sentaba en la mesa a la par de T.K, sin embargo trató de no darle importancia.

    -¿Papá no vendrá a comer?- preguntó al sentarse en la mesa y notando la silla vacía en la cabecera de la mesa.

    -No, me avisó que tiene trabajo extra que hacer en la oficina- contestó su madre- vendrá más tarde.

    -Pero si se tiene que levantar temprano mañana para ir a trabajar de nuevo- replicó el castaño.

    Su madre, solo con una mirada, le hizo entender que el mundo de los adultos estaba lleno de responsabilidades pero más aun de obligaciones, a veces injustas, las cuales la tristeza de los hijos no puede hacerlas desaparecer.


    …………….*…………….



    La cena transcurrió como cualquier cena en la cual hay un invitado. La madre de Tai era la que más conversaba en la mesa, haciéndole recordar al rubio lo bien que la habían pasado en el verano hospedándose en su cabaña. A T.K se le hacía difícil seguir el hilo de la conversación. Toda su atención estaba depositada en captar el sabor de la comida con sus papilas gustativas. A comparación a lo que el rubio acostumbraba comer en su casa, aquello era un manjar.

    Kari solo se limitaba a escuchar y sonreír a cada palabra que decía el blondo de su edad, como si cada silaba valiese oro. Sin embargo, aquella inocente e idealista admiración mermó cuando su madre le preguntó al ojiazul la tan normal (y hasta aparentemente obligatoria) pregunta que se le hacen a los adolecentes: “¿Tienes novia?”, a la cual el menor contestó “No, pero me estoy viendo con alguien”.

    Terminaron de cenar. Mientras la ama de casa les servía a los menores una rebanada de tarta que ella había hecho esa misma tarde, en la tele de la sala pasaban el informativo local. Las palabras de repudio e indignación de la presentadora por la noticia que iba a presentar llamaron la atención de los tres adolecentes y la adulta. La mamá de Tai le subió el volumen.

    -Aquí estamos en el lugar de los hechos- dijo una reportera al frente de un pequeño local abandonado con todas sus vidrieras rotas- Aquí, el día de ayer, una pareja de jovencitos, dos chicos, paseaban por esta vereda cuando fueron atacados por un grupo de maleantes y golpeados brutalmente.

    Al oír eso, en un momento donde ni Kari ni la mayor los veía, Tai y T.K se miraron fugazmente a los ojos, preocupados.

    -Estas vidrieras rotas son producto de la pelea, ya que los dos muchachitos intentaron defenderse como pudieron, aunque sin éxito- continuó la reportera, mientras la cámara captaba los vidrios rotos en la acera.

    -Sin dudas, una muestra más de la intolerancia y la violencia en la que vive sumergida nuestra sociedad…- dijo la conductora del noticiero desde el estudio-…este hecho de violencia se acopla a la repentina ola de crímenes de la que está siendo víctima nuestra ciudad, es verdaderamente alarmante como ha crecido la delincuencia – la mujer fijó la vista en un computadora- los hechos delictivos aumentaron un 300% en este último mes según la policía, una cifra record.

    -Si la verdad que es inquietante- dijo la reportera en una ventanita en segundo plano- los chicos agredidos están hospitalizados recuperándose de sus lesiones. Todavía no hay detenidos, los familiares de las victimas piden justi…

    La madre de Tai apagó la televisión.

    -Dios mío, esta juventud ¿Adonde iremos a parar?- suspiró a la vez que empezaba a lavar los platos.

    Tai por su parte sintió un remolino en el estomago producto de no saber si su madre decía eso por el hecho de que la pareja de chicos había sido golpeada, o si se indignaba de que hubiera parejas del mismo sexo que se animaran a pasear como tal en público.

    No se animó a preguntar.

    En la oscuridad

    Nadie sabía por qué, pero al momento de que el matrimonio Yagami comprara la vivienda hace ya varios años, el cuarto que luego pasaría a ser la habitación de Tai traía un baño propio. Adentro, T.K se cepillaba los dientes, mientras veía su reflejo en el espejo del lavamos. Dentro suyo había crecido una agitada ansiedad en los últimos minutos y él sabía el por qué. Dormir bajo el mismo techo que Tai no era algo que le fuese indiferente, sobre todo teniendo en cuenta lo que había sucedido la última noche que durmieron juntos en el verano. El solo recordar ese momento hacía que al rubio se le erizara la piel. Aunque nunca lo reconoció como tal, adentro de su ser se había instalado el deseo de repetir una experiencia de ese tipo. Lejos de intentar socavar esa idea, había dejado que creciera a escondidas en su interior, sin darle importancia, pero sin nunca olvidarse de ella.

    Salió del baño y vio al moreno preparar una bolsa de dormir al lado de la cama. La señora Yagami, observando desde la puerta, pidió perdón al rubio por el desorden que reinaba en aquella habitación; mitad disculpas impulsada por la vergüenza, mitad reto indirecto hacía su hijo. El blondo solo le quitó importancia con su conocida amabilidad. La adulta les deseó las buenas noches y cerró la puerta del cuarto luego de apagar la luz.

    Ya vestido con su viejo y descolorido pijama, T.K se acostó en la cama y Tai en la bolsa de dormir. Iluminados apenas por la luz artificial que se colaba perezosamente por la ventana cerrada, a causa del frio, compartieron el proceso que antecede al sueño conversando de diferentes cosas. Volvieron a hablar de la película que habían visto juntos en el cine, de lo que habían hecho ese día y el día anterior, de lo que harían al día siguiente. Tai le contó con frustración que lo habían elegido para ir a una aburrida ceremonia en el ayuntamiento al día siguiente y que tenía que preparar un estúpido discurso. T.K le habló de que en los próximos días tendría un partido de básquet muy importante con su escuela, entre otras cosas. Compartieron de todo un poco, sin embargo el rubio decidió guardarse para sí su encuentro con el “enano”. Todavía no sabía que pensar sobre eso.

    Luego de varios minutos, que transcurrieron y transcurrieron sin ser contados, de constante charla en la que se compartieron opiniones, ideas,
    creencias, anécdotas, sentimientos e inquietudes, Tai bostezó refregándose los ojos. Con una sonrisa le deseó al blondo “buenas noches” y se acostó sobre su costado izquierdo, dándole la espalda. T.K, sorprendido, le devolvió el deseo y se acostó viendo el techo del cuarto. No podía dormirse tan fácil como lo había hecho el moreno. La expectativa de que sucediera algo similar a lo de la última noche en la cabaña le había privado del sueño mejor que la taza de café más potente. Entrando ya al terreno de la desilusión, se cuestionó aquellos deseos lujuriosos con los que se había ilusionado y avergonzado al mismo tiempo. Dudó de su propia moral al darse cuenta que su idea de dormir en la casa de Tai no era la misma para el castaño. Se sintió sucio, fuera de lugar, un pervertido.

    Sintiendo muy lejano el sueño, giró su rostro para ver a Tai. Abrió sus ojos de par en par. La bolsa de dormir estaba vacía. Sin tener tiempo para siquiera preguntarse dónde había ido el moreno, sintió la sensación de que el colchón se hundía a la altura de sus pies. Al fijarse, vio un bulto por debajo de la sabana en la punta de la cama. Lentamente, el bulto fue subiendo por encima de su cuerpo. Pasó por las rodillas, subió hasta la cadera, siguió por su estomago, su pecho. Al llegar al borde de la sabana, unos despeinados cabellos castaños aparecieron seguidos del rostro sonriente de Tai.

    -¿Creías que te dejaría dormir en paz tan fácilmente?- le dijo.

    T.K sintió como aquella esperanza que la desilusión había marchitado sin piedad solo segundos antes, volvió a encenderse dentro de él, pero con más fuerza. No pudo responder de otra forma que rodeando el cuello del moreno con sus brazos y acercándolo a él para besarlo, liberando las urgentes ganas que se habían juntando durante ese largo lunes.

    Así, en la oscuridad que no era total, las sombras tomaron vida.

    Dejándose llevar por el placer y los besos, T.K se aferró al moreno con toda la fuerza del cariño que su alma irradió. Tai dejó caer su cuerpo sobre él con la suavidad de una pluma, a la vez que sentía como las manos del moreno revolvían su cabello sin cuidado. Llenando sus labios con dicha, los cuerpos de los adolecentes se calentaban cada vez más, para placer de ellos.

    Tai cortó el beso y se irguió sobre el blondo para sacarse la camiseta, empezaba a incomodarle. T.K lo observó desde abajo mientras luchaba para que el corazón no se le saliera del pecho. Impulsado por la valentía de la intimidad, se animó a pasear sus manos por el abdomen del castaño. Se derritieron.

    El oji-café sintió a su piel temblar ante el contacto de aquellas temblorosas caricias por su pecho y abdominales. Decidió hacer lo mismo. Volvió a posicionarse sobre el blondo para besarlo, a la vez que sus dedos, como gusanitos inquietos, viajaban desde el estomago al pecho del menor. Sin soportar más la incomodidad de la tela, empezó a levantar la parte superior del pijama del rubio. Este, se inclinó un poco hacía delante y levantó los brazos. Una vez con la prenda en sus manos, Tai la tiró hacía un costado, a la vez que sus ojos se llenaban de T.K. Pero eso no era suficiente. Observó también con sus manos, que sin prisa bajaron desde los hombros, pasando por los pectorales hasta llegar al abdomen del ojiazul. Lo rápido que subía y bajaba el desnudo tórax del menor se comparaba con el suyo.

    Al llegar sus manos más abajo del ombligo de T.K, Tai desvió su atención hacía ese par de ojos azules que lo observaban en un agitado silencio. Vio en esa mirada los nervios, pero también las ganas. La timidez, pero también el atrevimiento. Las dudas, pero también el deseo de ir más allá de lo que las prendas de vestir dejaban ver. Entonces decidió seguir, dejándose llevar por su propia excitación. Lentamente, a ambos lados de la cintura del rubio, introdujo sus dedos por debajo del pantalón pijama. El moreno se tomó un segundo para reponerse de la suavidad de esa piel. Sin recuperarse del todo, bajó la prenda milímetro a milímetro, como si de un ritual excesivamente meticuloso se tratase. Observó hipnotizado como el miembro del menor se sacudió erecto al verse libre. Le sacó el pijama por completo.

    Se tomó un tiempo para contemplar la hombría del ojiazul. Había tocado el pene del blondo en la última noche juntos en la cabaña, había hecho mucho más que tocarlo, pero nunca lo había mirado. Nunca había visto a T.K desnudo. El tener al ojiazul allí en su cama, debajo de él, sin ninguna prenda que tapase su humanidad, era demasiado impactante para tomárselo a la ligera. La poca luz que entraba por la ventana era suficiente para poder observar todo con claridad: cada detalle. Creyendo que se incendiaría vivo al hacerlo, tomó el miembro del blondo con dulzura y firmeza. La suavidad y dureza de este le hizo recordar aquella última noche juntos, pero solo por un segundo, ya que estaba demasiado inmerso en presente; como nunca antes lo había estado. Sonrió al ver como el menor habría su boca en busca de aire.

    Sin embargo el castaño se sorprendió, ya que no se lo esperaba, al ver que una tímida mano se posicionó de nuevo en su vientre, bajando casi de manera imperceptible. Entendió que quería hacer el menor, y sonrió aun más. Se irguió de nuevo para que el blondo tuviera más comodidad. T.K lentamente introdujo la mano por dentro de su pantalón y lo bajó, dejando su pene expuesto. El menor le observó atentamente, sin esconder o disimular ni un poco su asombro y curiosidad. Tai dejó que el rubio se tomara su tiempo, era la primera vez que se exponía ante él. Con una timidez impresionante, que sin embargo no le impedía proseguir, el ojiazul deslizó sus cálidos dedos desde los testículos por toda la extensión de su miembro, hasta llegar a la punta. El moreno cerró los ojos para intensificar el momento.

    -Sácatelo, sácatelo- susurró T.K mientras tironeaba del pantalón hacía abajo, en un tono que parecía más de un ruego que de un pedido.

    Tai nunca fue tan feliz de obedecer una orden y con agilidad se deshizo de su prenda, quedando en igualdad de condiciones con su blondo. Volvió a posicionarse sobre el menor, sintiendo como sus virilidades se rozaban de una manera deliciosa, mientras se encargaba de llenar de besos aquel cuello que tanto le gustaba besar.

    En la oscuridad, se tomaron el tiempo necesario, tiempo que no fue en vano. Tiempo en el que se exploraron. Dieron rienda suelta a las caricias, caricias que los transportaban cada vez más arriba. Disfrutando de la torpeza de la inexperiencia, se dejaron llevar a donde los frenéticos besos los llevaba, a la vez que se encargaban de no dejar sin atención los miembros del otro.

    Cada vez más arriba.

    Sus respiraciones marcaban el compás más intenso que habían escuchado en sus jóvenes vidas, mientras sus manos subían y bajaban sobre el miembro del otro. Los besos eran cada vez más fugaces ya que el aire empezaba a escasear en pulmones, sin embargo eso no los hacía menos deliciosos.

    Cada vez más arriba.

    Las manos no dolían, no se cansaban. Seguían con su movimiento repetitivo a la vez que la temperatura ascendía. El deseo de retardar lo inevitable pasó por sus mentes, pero el impulso de seguir solo lo dejó en deseo. En la oscuridad, se miraron a los ojos.

    Llegaron a la cima.

    Mojados del otro, continuaron sus caricias sin dejar de mirarse a los ojos, mientras sus corazones continuaban palpitando como si hubieran ganado una maratón.

    -Te amo- dijo T.K con el poco aire que la agitación le permitía ingresar a sus pulmones.

    La cara de Tai se llenó de sorpresa. Abriendo los ojos de par en par, retrajo su cabeza un poco hacía atrás, viendo perplejo al rubio. T.K entendió inmediatamente el porqué de esa reacción, y su rostro se transformó en un calco que el del moreno.

    Jamás, ninguno de los dos, había dicho eso. Estaban seguros de lo que sentían, aun sin haberlo expresado en palabras. Algo tan evidente, tan palpable, que nunca se dijo. Jamás habían sido necesarias aquellas 5 letras entre ellos, ya que se lo demostraban en los gestos, en las miradas, en los juegos, en las risas, en los silencios. Sin embargo, en ese momento, se dieron cuenta de lo poderosas que era esa frase.

    T.K entendió que aquel mensaje que había salido de su boca comprometía lo ya comprometido, reafirmaba lo ya reafirmado entre ellos. Vio como el moreno le miraba atento, como si aun no pudiera procesar aquellas dos simples pero arrolladoras palabras. Pudo leer esos ojos marrones como quien leía un libro a la luz del sol: Tai necesitaba que lo dijera de nuevo. A su vez, el ojiazul se dio cuenta que necesitaba decirlo otra vez.

    -Te amo…- dijo como si necesitase aclarar cualquier duda-… te amo.

    El mayor sonrió sin despegar sus ojos de los suyos.

    -Yo también te amo.

    T.K sintió el poder de esas palabras electrizarle el corazón por primera en su vida. Escuchó, no con los oídos, sino con el alma. Sintió ganas de gritar, de llorar, de reír, entre muchas otras sensaciones que lo inundaban. Solo sonrió al darse cuenta que el silencio era lo mejor en ese momento y que las palabras solo estorbarían. Coronó esa sonrisa con otro beso del moreno, para luego acurrucarse en su pecho mientras este lo rodeaba con sus brazos. El sueño, que tan distante le había parecido antes de la invasión de Tai a su cama, cayó sobre él con la fuerza de un martillo.

    Trató, luchó por mantenerse despierto en la oscuridad, de seguir sintiendo el cuerpo del castaño junto al suyo, de no dejar escapar ese momento. Sin embargo, los parpados se le fueron cerrando poco a poco. Lo que si no pudo lograr el sueño, a pesar de vencer al muchacho de 14 años, fue borrarle la sonrisa de sus labios.

    png


    --------------------------*-------------------------



    Bueno hasta aquí nomas jeje. ¿Y? ¿Que tal? ¿Les gustó? cualquier pregunta, aviso, sugerencia o critica me lo escriben en los comentario. En principio el cap 3 terminaba adonde se despiden de Matt, pero como dije antes decidí unirlo con el 4.

    ¿Que les pareció el "lemon"? es algo tranqui, con forme pase el tiempo en la historia irá subiendo de intensidad. "quedarse a dormir en lo de un amigo" :shifty: :shifty: La vieja confiable jajaja.

    Matt tendrá un papel importante en la historia, con el tiempo se darán cuenta. Para Kari tengo algo también, aunque está propenso a cambiar ya que no lo tengo del todo definido. Bueno, solo eso, espero que les haya entretenido siquiera un rato. Espero poder aparecerme el fin de semana que viene. Ah, y feliz Año nuevo!!! me estaba olvidando jeje. Saludos a todos y gracias por leer!!!

    www.youtube.com/watch?v=8JWYuD5nzxM

    Edited by exerodri - 23/7/2017, 12:25
     
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    ¿Soy el único que piensa que uno de los jóvenes fue Matt?
     
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  8. shingiikari01
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    ali fin mi digi dosis XD, espero con ansias la conti por que siempre cortas en la mejor parte
     
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    HOLA A TODOS!!! Lo sé, lo sé. No me aparecí la semana pasada. No tenía planeado irme a ningún lado de vacaciones este año, la pobreza no me lo permitía jaja, pero muy de la nada salió la oportunidad de ir a las montañas, y lo que al principio era un viajecito de fin de semana se transformó en una semana entera jaja. Disculpen, pero tenía que aprovechar jeje. A pesar de haberlo pasado genial, me enoja un poco el hecho de que no pude escribir nada durante la semana y teniendo en cuenta de que en febrero empiezo a estudiar de nuevo :=SHOROO: :=SHOROO: :( , eso no está bien. Pero bueno, en fin, aquí les traigo el cuarto cap, donde la cosa ya empieza a moverse con algo más de velocidad. :=hurrahrr:

    Muchas gracias por sus comentarios y mensajes, me encanta saber lo que opinan de la historia y cada consejo o pedido es escuchado para poder mejorar, les agradezco.

    *Ali-nii: Hola ¿Eso piensas? jum, habrá que ver que pasa con eso jaja, muchas gracias por leer y comentar! un abrazo!

    *shingiikari01: jajaja aquí tienes otra Digi-dosis, jaja y bueno... en algún momento tiene que terminar el capitulo jeje, te mando un abrazo!! gracias por comentar!!


    Capitulo 4: Ataque

    Tai abrió los ojos, molestado por la luz que entraba por la ventana. Bostezó, y solo después de refregarse los ojos se dio cuenta, o mejor dicho recordó, que estaba desnudo debajo de la sabana. Esta le cubría desde la cintura hacía abajo. Sin apuro, giró su cabeza hacía su izquierda. Sonrió al ver que todo lo sucedido no había sido un sueño. El día, a pesar de recién empezar, ya era inmejorable. Deslizó su brazo por debajo del cuerpo de esa persona que dormía dándole la espalda y la trajo hacía sí. La encerró en un firme pero al mismo tiempo tierno abrazo, mientras hundía su rostro en cabello rubio. Llenó sus pulmones de aquel aroma, que lo impulsó a depositar un fugaz beso en aquel cuello desprotegido.

    Aquel cuerpo se movió lentamente, y con la suavidad de la somnolencia se dio media vuelta, aun encerrado en sus brazos. Tai volvió a sonreír al tener el dormido rostro de T.K en frente, que luchaba por abrir los ojos mientras un bostezo se abría paso por su boca. Se miraron mutuamente con felicidad admirándose uno al otro, como si unas horas de sueño hubiesen sido días enteros de no verse.

    -Buen día- dijo el moreno perdido en los ojos azules que lo veían entrecerrados todavía luchando contra la luz.

    -Buen día- le sonrió el menor, enderezándose sobre su codo derecho- ¿Qué hora es?

    -8:20- respondió Tai viendo el reloj que colgaba de la pared de su cuarto- hay que ir a la escuela, que molesto- acarició la mejilla del blondo- me gustaría quedarme así por horas.

    T.K sonrió cerrando los ojos, dejando que la caricia de Tai lo transportara a la noche anterior. Sin embargo, no duró mucho.
    La puerta de la habitación se abrió de un solo golpe, destruyendo el cómodo silencio del cuarto.

    Cabeza gacha y encorvado, como si el sueño le fuese una carga demasiada pesada, el padre de Tai entró a la habitación.

    Los muchachos no tuvieron tiempo de reaccionar. Se transformaron en estatuas. Los músculos de Tai se volvieron piedra, incapaz de moverse. Ni sus pulmones se movían.

    -Hijo, tu hermana está usando el baño, ya sabes cómo es- balbuceó el mayor con la voz ronca a más no poder, mientras bostezaba y se rascaba la cabeza- usaré tu baño, tengo que irme a trabajar.

    Tai vio por encima de T.K, aun con su mano en la mejilla del menor, como su padre, hecho un zombi, se trasladaba lenta y pesadamente por la habitación. Bajó su mirada hacía el rostro del blondo, que también se había petrificado. Este le miraba fijamente, envuelto en la sorpresa y el pánico; sus ojos tiritaban. Las pupilas del rubio se habían dilatado tanto, que el iris azul era casi imperceptible.

    El señor Yagami entró al baño y cerró la puerta.

    De nuevo solos en la habitación, ninguno de los chicos se movió, no podían hacerlo. Era como si la sangre de sus cuerpos se hubiera congelado. Sosteniendo el aliento, se quedaron en la misma posición, atónitos y confundidos. Se escuchó el ruido del inodoro y luego la del agua del lavamanos fluir. La puerta del baño se volvió a abrir y el adulto emprendió el regreso a la puerta de la habitación, entre bostezos y murmullos de entresueño.
    Solo con el movimiento de sus ojos y aguantando la respiración, Tai siguió a la figura de su padre desplazarse por el cuarto, mientras su corazón retumbaba como un tambor.

    El adulto, en su perezoso andar pisó descalzo un botín de futbol tirado en el suelo con los tapones hacía arriba.

    -¡Ah!-gritó- te dije que ordenaras tu cuarto Tai, siempre lo mismo- agregó enojado pero aun dormido, pateando el calzado.

    Luego, solo continuó su lenta marcha para salir del cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

    El sonido de la puerta cerrarse sonó demasiado lejano para los chicos. Ninguno de los dos menores se movió, incapaces de entender lo que había pasado. Tai, aun en la misma posición en la que lo había sorprendido la intromisión de su padre, observó la puerta, temerosamente expectante. Esperaba que esta se volviese a abrir y que el mayor entrara de nuevo, completamente despierto a causa del desconcierto y la sorpresa.

    El castaño necesitó varios segundos para comprender que su padre lo había mirado sin verlo, protegido por el hechizo de la somnolencia. Los segundos pasaron, en los que no se escuchó nada más que el latir de su corazón y el del rubio. Nada sucedió, para su sorpresa y desconcierto.

    Extrañados, pero sobre todo aliviados, los adolecentes volvieron a cruzarse la mirada, mientras una risa nerviosa les hacía recuperar el aliento.

    ..................................*..............................



    Susumu Yagami tragó a las apuradas su café, sentado en la mesa de su cocina, al mismo tiempo que se acomodaba la corbata. Ni siquiera sintió el gusto de la bebida caliente. En su cabeza ya se hacía la imagen de otra jornada pesada, condimentadas con horas extras de trabajo. Seguramente de nuevo volvería a su casa al final del día, teniendo que recalentar la cena en soledad y sin hacer ruido para no despertar a sus hijos y a su esposa. Pero no le quedaba otra.

    Su hija, quien ya estaba preparada para la escuela a pesar de que faltaba más de una hora para ello, apoyó sobre la mesa un plato lleno de pastelillos recién hechos. Al moreno, a pesar de que no tenía mucho tiempo de sobra, le tentó probar uno. Olían como la gloria.

    -No son para ti- le retó la castaña menor, pegándole en la mano con una cucharita al intentar sacar uno.

    -¿Donde quedaron aquellos días donde cocinabas para tu padre?- suspiró el mayor sobándose la mano- ¿Y para quien son entonces?

    En ese momento, la puerta del cuarto de Tai se abrió y apareció un chico rubio que había conocido durante las vacaciones de verano.

    -¡Takeru!- exclamó el adulto sorprendido, parándose de la silla para abrazar al muchacho- No sabía que estabas aquí.

    El joven, luego de recuperar el aire debido al potente abrazo, le sonrió viéndolo a los ojos.

    -La semana pasada te dijimos vendría a cenar y a dormir- dijo Tai por detrás, saliendo de su cuarto.

    El oji-café menor pasó a la cocina, viendo de reojo a su padre y al rubio, nervioso, todavía sin poder creer que su padre no los hubiese visto juntos en la cama. Sin embargo, la genuina sorpresa con la que el adulto había reaccionado al ver al blondo le alivió.

    -Bueno hijo, tengo muchas cosas en la cabeza últimamente- contestó el señor Yagami- y dime Takeru ¿Como estas? ¿Todo bien? ¿Cómo está Hiroaki?- le preguntó al rubio tomándolo paternalmente de los hombros.

    -Sí, todo bien, gracias por preguntar. Mi papá está bien también, con un poco de trabajo extra, pero todo bien- contestó el ojiazul.

    -Si... todos estamos igual- dijo por lo bajo el mayor viendo hacía un costado.

    -Takeru, hice pastelillos- interrumpió sonriente Kari- ¿Quieres uno?

    Al oír eso, Susumu Yagami entendió el porqué esos pastelillos eran tan "especiales". Suspirando, soltó a Takeru de los hombros y agarró su portafolio. Se perfiló hacía la puerta.

    -¿Ya te vas a trabajar? Pero si anoche viniste muy tarde- le dijo su hijo mayor en un tono triste, antes de que saliera por la puerta- ¿No te tocaría descansar un poco más?

    -Pasa que últimamente las cosas no están bien en el trabajo, la situación está muy complicada. No depende de mí...- contestó el adulto girando su cabeza sobre su hombro, con los recientes despidos cruzándole por la mente. Volvió su rosto al frente y susurró para sí mismo-...esta ciudad se está yendo al carajo- salió y cerró la puerta.

    Andy

    Era el primer recreo de la jornada. T.K observó el cielo una vez salió al patio de la escuela. El día había amanecido lúgubre, con las nubes dominando el cielo por completo. Aquello le hizo recordar aún con más cariño el hermoso atardecer que había compartido con Tai el día anterior. Sonrió mentalmente para evitar que sus compañeros se dieran cuenta de su secreto motivo de felicidad.

    Caminaba junto a Davis y otros compañeros al kiosco interno de la escuela, con la desilusión ya implanta por saber que no vendían esas bolitas de chocolate que tanto le gustaban; su golosina favorita. Se rió de las ocurrencias de sus compañeros, como prácticamente todos los días, hasta que vio una figura a la distancia entre todo el alboroto del patio. Sus piernas se detuvieron por si solas.

    -¿T.K? ¿Qué sucede?- le preguntó Davis, deteniéndose también.

    -Ah…nada- respondió- vayan ustedes al kiosco, recordé que tengo que ir a hablar un asunto con el profesor de química.

    Eligió al profesor de química sabiendo que así ninguno se ofrecería para acompañarlo. Todos odiaban a ese dinosaurio de lentes. Y efectivamente su plan funcionó. Los muchachos hicieron una mueca indicando que querían desentenderse completamente del tema. Le desearon “buena suerte” y siguieron hacía el kiosco.

    Solo Davis se dio media vuelta a la vez que el rubio caminaba hacía la sala de profesores.

    Cuando vio de reojo que sus compañeros se habían alejado lo suficiente, T.K cambió su rumbo con un giro rápido de cintura. Se escondió detrás de uno de los pilares más gruesos del patio y desde allí lo espió, preso de su propio miedo y curiosidad. Sentado en un cantero, apartado del recreo que se desarrollaba con normalidad, el “Enano” veía a la gente pasar, inadvertido por completo por todos, invisible al resto.

    El rubio le observó detenidamente, sorprendido de como ese chico con su sola presencia, sin hacer nada en particular, le asesinaba la calma. Con solo verlo le asfixiaba una sensación de peligro, haciéndole pensar que algo malo pasaría solo porque aquel castaño estuviera allí, en su escuela. Pensó que en cualquier momento aparecería otro de los imbéciles de la pandilla para hacerle compañía, confirmando por desgracia sus sospechas.
    Pero nada pasó.

    Para su sorpresa, a medida que pasaba el tiempo, otra serie de sentimientos se presentaron en el interior del blondo. Mientras más lo veía, aquella soledad del oji-verde parecía cada vez más a una soledad triste que a una soledad buscada. El miedo y el repudio lentamente comenzaron a parecerse más a la lastima y a la compasión. Solo en ese momento recordó, como si antes hubiera quedado sepultado por el olvido y solo recién allí era develado de nuevo, la mirada de aquel chico al momento de encontrarse en la escuela por primera vez. Recordó aquellos ojos verdes viéndolo, no como una mirada de odio o de amenaza, como recordaba o creía recordar, sino como ojos de miedo y sorpresa.

    Le continuó observando con más curiosidad que miedo, preguntándose varias cosas.

    El corazón se le salió por la boca cuando unas chicas pasaron por detrás de él, saludándolo. T.K les devolvió el saludo aparentando normalidad, deseando desesperadamente que se alejaran para evitar que lo delataran. Una vez las chicas se fueron, el ojiazul volvió a asomarse por un costado del pilar, con la certeza de que el “Enano” ya no estaría allí.

    Pero no. El castaño seguía allí sentado con su rostro en el suelo, inmerso en su propia soledad y aparente tristeza.

    A T.K se le hizo aun más lejana aquella imagen del “Enano” peligroso o amenazante. Comprendió que seguir espiándolo sería inútil y decidió acabar con el misterio. Sabiendo que era una mala idea, pero sin otra que se le ocurriese, salió de su escondite y caminó con las piernas temblorosas al ojiverde. El recuerdo de esa banda de estúpidos palpitándole en la cabeza le dio ganas de correr lejos de aquel chico, gritándose a sí mismo ser un idiota por siquiera pensar en acercársele. Pero sabía que su curiosidad lo seguiría como una sombra si no hacía esa estupidez, si no se arriesgaba. Se sintió como un tren que solo podía ir donde los rieles lo llevaran. Y los rieles lo llevaban hacía aquel castaño.

    Con cada paso que daba, el pecho le retumbaba de miedo con más fuerza. Al llegar estar a unos pocos metros, se sorprendió de que aquel chico no hubiese levantado la vista del suelo ni una sola vez para ver a su alrededor. Sin poder creer que se había acercado tan fácil, se sentó en el cantero a un poco más de un metro del castaño, sin saber que decir o que hacer. Tan solo miró el suelo.

    Cualquier idea que se le cruzara por la mente de cómo proceder le parecía pésima. No sabía cómo reaccionaría aquel chico. ¿Y si se había equivocado? ¿Y si por ese estúpido impulso de acercarse a ese chico salía lastimado? ¿Y si estaba poniendo a Tai en peligro por volver a entrelazar a ese grupo de idiotas con ellos? De igual manera, a pesar del miedo que le invadió de nuevo, supo que ya era demasiada tarde para volverse atrás.

    Pasaron unos largos segundos, en los que uno fue el reflejo del otro, inertes viendo el suelo. Continuando con el hechizo falso de la imitación, los dos muchachos levantaron su mirada del piso y la posaron sobre su compañía en el cantero. Atolondrados por la sorpresa de verse tan de cerca, como si hubieran visto un fantasma o un demonio, ambos se levantaron asustados de la maseta. Sincrónicos, los dos levantaron sus manos con las palmas para abajo en un intento de calmar al otro. Sorprendidos pero sobre todo confundidos por esa reacción del otro, como si aquello hubiese sido lo que menos esperaban, los dos adolecentes se miraron a los ojos, permitiéndose estar un poco más tranquilos. Comprendiendo que la vergüenza los unía, se volvieron a sentar en el cantero, esta vez más cerca uno del otro.

    Viendo hacía diferentes direcciones, dejaron pasar unos segundos en silencio para que se drenase la exaltación y se normalizara la extraña sensación de estar sentados juntos.

    Aun con el corazón galopándole en el pecho, T.K se quedó pensando en la reacción de aquel chico hace un momento. Repasándola una y otra vez en su mente, llegó a una conclusión: aquel muchacho no era una amenaza. Incluso, llegó a pensar que el oji-verde estaba tan o más asustado y sorprendido que él. Sin el peso del miedo estorbándole como antes, el rubio giró su rostro hacía el “Enano”. El castaño le devolvió la mirada. T.K le observó detenidamente. La forma en que el chico lo veía le hizo recordar a la expresión de un niño que espera ser retado y un castigo.

    Todavía sin saber cómo romper ese silencio, decidió hablar a pesar de no estar listo.

    -Hola- dijo, sorprendiéndose de lo temblorosa que le había salido la voz.

    El “Enano” abrió sus ojos sin disimulo, como si esa palabra le hubiera tomado por sorpresa.

    -Ho-hola.

    Otra vez el silencio los enmudeció, sin saber cómo seguir. Ambos fijaron sus ojos en dos chicos a unos cuantos metros, que rompieron la monotonía del bullicio del recreo con risas estruendosas mientras veían un video en un celular.

    -Lamento si te asusté recién- dijo el blondo en un intento de no dejar morir el acercamiento que tanto le había costado hacer.

    -No, está bien, perdona por asustarte también- contestó el chico de pecas.

    T.K estuvo a punto de decirle que no lo había asustado, pero se dio cuenta que no podría justificar su reacción de levantarse de un brinco del cantero.

    -Está bien, no te preocupes…- dijo el rubio con una media sonrisa-…oye, sé que es raro, pero tenía ganas de hablar contigo.

    El castaño fijó sus ojos verdes en él. Sin saber porqué, aquello hizo dudar al blondo de cómo seguir.

    -Bue-bueno, en primer lugar quería agradecerte por ayudarme a mí y a Tai aquel día- dijo desviando su mirada hacía un costado- sin tu ayuda, tus amigos nos hubieran demolido allí dentro del árbol.

    -Ah, no es nada- le contestó el pecoso- no podía dejar que los golpearan…y… esa gente no son mis amigos.

    T.K volvió a posar sus ojos en aquel muchacho, sorprendido de lo último.

    -¿No?

    -No… lo única razón por la que estaba con ellos era por mi hermano.

    En ese momento, al ojiazul se le vino a la mente la imagen de una persona quien compartía el mismo color de ojos que ese chico.

    -¿Tu hermano? Quieres decir…- dijo el rubio, sin el valor de completar la frase.

    -Sí, Erick es mi hermano…- le dijo el “Enano” levantando los hombros-…medio hermano en realidad.

    -¿Medio hermano?-preguntó T.K.

    -Misma madre, diferentes padres.

    -Ah, ya.

    El rubio vio a lo lejos a sus amigos regresando del kiosco, caminando hacía el otro extremo del patio. No hizo nada para llamarles la atención ni sintió el deseo de ir con ellos. Volvió a fijar su mirada en el castaño.

    -Oye, nunca te había visto en la escuela, eres nuevo ¿Verdad?

    El chico de pecas abrió la boca para contestar, pero un estornudo le sorprendió. T.K metió su mano en el bolsillo y le alcanzó un pañuelito de papel de los muchos que tenía por si las dudas.

    -Gracias…- dijo el muchacho tomando el pañuelito y limpiándose la nariz- …me trasladaron ayer aquí, ya que mi mamá y yo tuvimos que mudarnos de casa y esta escuela está mucho más cerca.

    -Ya veo… y dime… ¿Erick también fue…- T.K vio a su alrededor, dándose cuenta que había bajado la guardia.

    -No te preocupes, el va a otra escuela ya que vive con su padre- dijo el “enano”, tirando el pañuelito de papel usado en un cesto de basura a unos 6 o 7 metros.

    El rubio no pudo evitar notar la precisión y la técnica con la que el castaño encestó la bola de papel en el cesto. Sus manos habían hecho los movimientos como si hubiese tirado una pelota de básquet. Movimientos perfectos.

    -Estoy yo solo- suspiró el oji-verde.

    T.K recordó la soledad que invadía a ese chico antes de que él se le acercara. De nuevo la compasión se hizo fuerte en él.

    -No te preocupes, se seguro harás muchos amigos en esta escuela- sonrió el blondo, sin saber en realidad porqué intentaba subirle el animo a ese desconocido.

    -Sinceramente no lo creo…-dijo el pecoso viendo el suelo-…siempre fui algo…malo para hacer amistades.

    T.K, sintiéndose identificado, entendió a que se refería con eso.

    - Yo podría… ser tu amigo- dijo, sabiendo lo raro que sonaba eso- cla-claro… si tú quieres.

    El castaño levantó su mirada del suelo y lo miró fijamente, sin ocultar su sorpresa. Parpadeó varias veces, como si de a poco asimilara aquellas palabras.

    -Bu-bueno- logró contestar.

    T.K sonrió.

    El “Enano” sacó de su bolsillo una bolsa con algunas esferas de chocolate. Los ojos del rubio brillaron cual perlas. Vio detenidamente, como si sus ojos estuvieran enmantados, como el castaño liberó la pelota marrón de su envoltorio dorado y se la mandó a la boca. Sin darse cuenta, se lamió los labios como siempre que hacía cada vez que veía ese manjar. Incluso ver el comercial de esa golosina en la televisión le provocaba eso. Ya más de uno (incluido Tai) le había dicho en forma de broma que parecía un perrito esperando ansiosamente la comida al hacer ese reflejo que parecía tener ya incorporado.

    -¿Quieres algunos?- le preguntó el pecoso ofreciéndole la bolsa.

    T.K supo que no podría resistirse.

    -Eh…bueno- dijo, intentando controlarse- solo dos.

    El blondo cerró los ojos mientras el chocolate se le derretía en el paladar.

    -Son mis favoritos- dijo mientras el placer le invadía.

    -¡Los míos también!- le sonrió el oji-verde.

    T.K, al ver sonreír a ese chico por primera vez, se sintió tonto por haberlo considerado una amenaza y haberlo estigmatizado como lo hizo.

    El timbre de finalización del recreo sonó. Ambos chicos se levantaron del cantero. Un papel doblado cayó del bolsillo del abrigo del castaño. El “Enano” se agachó nervioso para recogerlo, pero el rubio fue más rápido.

    -¿Qué es esto?- preguntó T.K mientras desdoblaba el papel.

    Era un panfleto que indicaba la apertura de las inscripciones para el equipo de básquet de la escuela. Sorprendido, fijó sus ojos en el pecoso. Este miraba el suelo con la cara notoriamente roja.

    -¿Te quieres unir al equipo de básquet?- preguntó el ojiazul con una sonrisa.

    -Eh…si, pero estoy seguro que no me dejarán entrar- le contestó el castaño, arrebatándole el panfleto- estaba a punto de tirar esto.

    -¡Nada de eso!- le dijo T.K con energía- antes de que terminen las clases vamos a inscribirte, yo me anoté ayer.

    El “Enano” le vio a los ojos y entendió que por lo determinado que sonó aquel rubio, no podía decir “No” como respuesta. Se sorprendió al darse cuenta que no tenía deseos de decir “No”.

    -Está bien- sonrió sinceramente, como hace mucho no lo había hecho.

    Los dos muchachos caminaron alejándose del cantero unos cuentos metros, dispuestos a volver a sus respectivos cursos.

    -Oye…- dijo el ojiazul deteniendo la marcha-… nunca me presenté, me llamo Takeru, pero puedes decirme T.K. ¿Cómo quieres te llame? Escuché que te decían “Enano”, pero no quiero decirte así.

    -Andy- sonrió el oji-verde- me llamo Andy.

    -Ok, Andy suena mejor que “Enano”. No entiendo porque te llamaban así, si tenemos la misma estatura- dijo el rubio riendo.

    Pero de repente, y repitiendo lo último que había dicho en su cabeza, T.K paró de reír y abrió sus ojos como dos lunas llenas.

    “¿Y si yo también soy un enano?” Se preguntó mentalmente, congojándose en su interior.

    -Tranquilo, no eres un enano- le dijo Andy, como si le hubiese leído la mente- mi hermano me llama así desde que era pequeño, no es que seamos bajos…o eso creo.

    Los dos muchachos rieron intentando alejar así las dudas que habían quedado flotando en el aire. Se despidieron y se apresuraron al llegar a sus respectivos salones de clase antes de ser retados por el retraso. T.K llegó justo antes de que el profesor ingresara al curso.

    El rubio sonreía. En su interior estaba presente la extraña pero agradable sensación de que había hecho algo importante por sí solo. Se había sacado la sensación de peligro de encima, además de hacerse un nuevo amigo. No sabía porque, pero de algún modo le emocionaba la idea de tener de amigo a ese chico.

    Sin poder dejar de sonreír, pensó que no podía esperar a decirle a Tai sobre lo ocurrido.

    Aparenta

    Tai cerró la canilla del agua, descolgó su toalla del perchero y se la ató a la cintura. Había sido un entrenamiento muy duro expuestos al frio viento, por ende esa ducha caliente se había sentido aún mejor. Afortunadamente el vestuario y las duchas de la escuela andaban de maravilla, a diferencia del resto de la institución.

    Caminó entre el vapor por el vestuario, esquivando a sus demás compañeros de equipo vistiéndose. Al llegar al banco donde había dejado su bolso, se desató la toalla de la cintura y se secó el resto del cuerpo: sus piernas, su pecho, el cabello. A su derecha, un compañero suyo, desnudo y mojado, renegaba de qué le habían escondido su bolso. No pudo evitar reírse. No lo hizo por maldad, sino porque todos los del equipo estaban tan acostumbrados a aquellas bromas, que rara vez provocaban verdadero disgusto a sus víctimas. Y todos eran victimas alguna vez, era una rueda que no paraba de girar.

    Una vez seco, aventó su toalla a su compañero para que por lo menos se secase, hasta que la broma se acabara como pasaba siempre…o casi siempre. Se sentó en el banco y revisó sus piernas en busca de algún raspón, lastimado o moretón nuevo producto del fervor del futbol. Ya era una costumbre después de las prácticas. Abrió su bolso y lo primero que sacó fue el colgante que T.K le había regalado en su primera cita. Lo observó sonriente. A pesar de que había pasado más de una semana, todavía ese objeto le embobaba como si lo viese por primera vez. Tocó con las yemas de sus dedos el relieve del escudo azul y amarillo. Luego, vio detrás de este. El mensaje que T.K había hecho grabar en la parte trasera del pendiente le cosquilleaba el alma de amor y hacía que se le agrandara el pecho, sintiéndose la persona más importante del mundo.

    Con orgullo se lo colgó en el cuello. Un compañero sentado a su lado en el banco notó el accesorio.

    -¿Y eso, Tai?- le preguntó- déjame ver.

    El muchacho tomó el colgante con su mano y lo acercó a su rostro, con Tai y todo incluido, demostrando de paso la calidad de la cadenita que enlazaba el escudo. Lo analizó con detenimiento.

    -Vaya, que bien hecho que está…- dijo el chico viendo el colgante, sin darse cuenta que estrangulaba al castaño-…y tiene un mensaje atrás: “Te recuerdo a cada momento, Tai” ¡AAAHHWWW! Taichi está enamorado- agregó en voz alta, soltando al moreno permitiéndole volver a respirar.

    -Jaja este Tai, siempre se las arregla para tener a alguna chica revoloteándole alrededor- dijo un compañero sentado en frente, secándose el cuerpo- ¿Quién te lo regaló?

    -De seguro fue Jennifer- dijo un compañero a unos metros, mientras se terminaba de vestir.

    -A que fue Penélope- intuyó el chico que había visto el colgante de cerca.

    -Quizás fue Sora- agregó otro muchacho desde las duchas.

    Tai solo se masajeó el cuello con una mano, mientras con la otra sostenía el colgante al frente de su cara. Sonrió con timidez mientras sentía como su rostro se calentaba producto del sonrojamiento que provocaba el que sus compañeros intentasen adivinar quién le había hecho ese regalo. El mejor regalo de su vida.

    -No adivinarán nunca- dijo, sabiendo por dentro que tenía razón.

    Buscó en el desorden de su bolso su calzoncillo y se lo puso. Mientras buscaba su pantalón, de entre el ruido del agua fluyendo en las duchas, algunos canticos desafinados de sus compañeros bañándose, de conversaciones cercanas y ajenas de los que se vestían alrededor, sobresalió para su oído:

    -"...seguro que quieres agarrarlo, se te ve en la cara"

    Inmediatamente, buscó con la mirada a quien había dicho eso. A unos cuantos metros, dos compañeros de él aun desnudos se decían burlas entre sí.

    -¿Qué dices? si al único que le gusta mirar y tocar las cosas de otros a ti...-le contestó el otro chico, ladeando su desnudez de manera burlona-...
    ¿Ves? no puedes dejar de mirarlo, maricón.

    Los dos muchachos siguieron con bromas de ese estilo, bromas que adjudicaban al otro un carácter homosexual. Bromas que eran moneda corriente todos los días, bromas clásicas entre chicos. Todos los que escuchaban el ida y vuelta de insultos y apodos homofóbicos originales y ocurrentes rieron, como cada vez se desataban esas inocentes batallas de ingenio para ridiculizar al otro.

    Todos rieron, menos Tai.

    Al moreno, como nunca antes, le cayó un baldazo de incomodidad ante esas palabras. Por primera vez en su vida las encontró hirientes, dolorosas.
    Inevitablemente se identificó con lo que aquellos chicos se decían entre sí. Mientras escuchaba lo que a todos los demás le parecía gracioso, se le vino a la mente lo que había hecho con T.K la noche anterior. Él había apreciado con la vista el miembro de otro chico, lo había tocado, había acariciado la piel de aquel rubio con tanto placer que todavía tenía la suavidad de esta en la memoria. Lo masturbó, como había dejado que el blondo lo masturbara.

    Todo lo que esos dos chicos se decían entre sí, sabiendo que eran mentira y que solo lo decían para divertirse y divertir a los otros, él lo había hecho. Le costó creer que esas bromas que no afectaban a nadie allí presente, le tocaban las fibras más intimas de su autoestima y su confianza en sí mismo. Era insólitamente ilógico ¡Él vivió diciendo esa clase de chistes en el pasado! Siempre fue uno de los más ingeniosos al momento de ridiculizar o molestar inocentemente a sus compañeros. Pero ahora era muy distinto.

    Aun sabiendo que esas palabras no eran para él, no pudo evitar sentirse desprotegido y expuesto antes todos. Sintió como si todos le observasen, aun sin mirarlo, como si de alguna forma le pudiesen leer la mente, o como si tuviese escrito en la piel la verdad de lo que le pasaba en ese momento. Tragó saliva con tanto esfuerzo que le costó disimular, aumentando aun más esa sensación de ser el foco de atención.

    “No están hablando de ti, Tai” pensó para sí mismo en un intento de alejar esa sensación de estar siendo atacado de alguna forma “solo tienes que actuar como siempre lo hiciste, nada más. Aparenta, aparenta”

    No sabía si sentirse enojado, ofendido o triste por darse cuenta de lo naturalizado que estaba en su grupo esas bromas y burlas hacía lo que él era. ¿Y si lo supieran? ¿Seguirían con esa clase de chistes? ¿Los usarían contra él?

    Se le cerró el pecho al darse cuenta que si así se sentía al ser discriminado sin serlo realmente, cuando fuese de verdad seguramente sería mucho peor. Se preguntó si el cariño y respeto que el grupo de futbol tenía para con él, el capitán del equipo, serviría de algo al momento de ser marcado como alguien diferente.

    Un grito que portaba su nombre le hizo salir de su trance:

    -¡Tai!

    -¿Q-q-qué?- contestó sin saber a quién, todavía perdido en ese mar de sensaciones raras en el que se había sumergido.

    El chico a quien le había prestado la toalla se la aventó de nuevo, su bolso había reaparecido.

    Tai, con la toalla en la mano, intentó centrarse de nuevo. Aun con el gusto amargo de la incomodidad en el paladar, decidió pasar ese mal momento vistiéndose rápido y salir de allí lo más pronto posible.

    Mientras se ponía su pantalón, entró al vestuario el profesor de educación física, quien era también el que se encargaba de entrenar al equipo de futbol.

    -Vamos chicos, vístanse que no tenemos todo el día- dijo el adulto elevando la voz sobre las conversaciones de los adolecentes.

    Se acercó al castaño y le dijo:

    -Taichi, recuerda que después de clases tenemos que ir al acto en el ayuntamiento.

    El menor suspiró.

    -Lo sé- dijo mientras se ponía su camiseta- espere… ¿“Tenemos”?- preguntó viendo al entrenador a la cara- ¿Ud. también irá?

    El entrenador suspiró de igual manera como lo había hecho él hace unos segundos.

    -Lamentablemente si…- le contestó en un tono que demostraba que la idea no le interesaba para nada-…fui uno de los profesores elegidos para acompañar a los alumnos…maldito director- se quejó por lo bajo.

    Tai rió de manera burlista. La confianza que tenía con el entrenador lo permitía.

    -Más te vale que no te estés riendo de mí, si es que no quieres correr 10 vueltas más al predio- le amenazó el adulto con una sonrisa- además,
    recuerda que tú serás el que tenga decir el discurso y saludar a todos los políticos, así que apresúrate.

    El moreno admitió mentalmente que el entrenador tenía razón, y se volvió a maldecir por su mala suerte, por haber sido elegido para ser parte de esa farsa protocolar y hueca. Terminó de vestirse y salió junto al mayor del vestuario, preparándose para una tarde aburrida y agobiante.

    Desolación

    El acto en el ayuntamiento había sido tan aburrido como Tai pensó que sería, o más inclusive. Fue como se lo había imaginado: políticos gordos, viejos y de trajes caros hablando durante horas, creyendo que alguien en realidad les creía, alabándose a sí mismos de las pocas cosas que habían cumplido de la larga lista de promesas electorales ya olvidadas por todos.

    Ante la amenazante mirada de Shiffer, la profesora de matemáticas, el moreno tuvo que decir su discurso ante toda la gente del ayuntamiento cuando le llegó su turno. Sonrió al ver la cara de sorpresa y de incredulidad de aquella tipa al terminar con su oratoria y recibir los aplausos protocolares. Sabía que la docente no esperaba eso de él, como no lo hacía ninguna de las autoridades de la escuela. Disfrutó de sentir que los dejaba con las ganas en la garganta de retarle y castigarle por incumplir, sobre todo porque aquel discurso no lo había hecho él. Había juntado los conceptos que pidió a su amigo Izzy por teléfono, con la facilidad de palabra de Sora para terminar con un discurso corto pero bonito en sus manos.

    “Shiffer dijo que no podía sacarlo de internet” le había dicho sonriendo a la peli naranja esa mañana “pero nunca dijo que lo tenía que hacer yo mismo”. Sora, que al principio se había indignado y parloteó sobre la ética y la moral, terminó accediendo, sabiendo dentro de sí que apreciaba demasiado a su amigo para dejar que pasara vergüenza en la ceremonia y ser castigado después.

    El único alivio que salvaba a Tai del total y más deprimente aburrimiento fue la presencia de su profesor de educación física/ entrenador entre las pocas autoridades de la escuela que fueron. Los demás chicos de la delegación de alumnos, 1 de cada curso, no eran de la clase de personas con las que el moreno se juntaría. Inteligentes pero fríos, callados, alargados y soberbios, hacían a Tai pensar que estaba al frente de mini-Shiffers, Shiffers en formación. Jóvenes que habían perdido la chispa propia de la juventud y se habían sumergido en el mar de la adultez y seriedad prematura. En cambio con su entrenador tuvo un cómplice para burlarse entre susurros de los peluquines de algunos de los políticos, de reírse en mínimo volumen del nerviosismo de algunos de los chicos que tenían que hablar por los micrófonos, entre otras cosas. Además podía charlar sobre los diferentes partidos de futbol de los diferentes campeonatos alrededor del mundo. La pasión por el futbol lo unía.

    Tai aprovechó siempre que pudo, cuando Shiffer o las demás autoridades de la escuela no los veían, para conversar de cualquier cosa que lo alejara mentalmente de ese bodrio. Sí, en su entrenador había encontrado un refugio para la formalidad y el aburrimiento de aquel acto municipal. Agradeció haber tenido la compañía de aquel adulto, que si bien no eran amigos, para el oji-café era el único docente el cual tenía su respeto, e incluso hasta algo de admiración.

    Cuando el acto terminó y por fin fue libre, Tai salió del ayuntamiento, esquivando a toda la gente, dispuesto a ir a la parada de ómnibus donde tomaría el colectivo para ir a la casa de T.K. Al doblar en la esquina se detuvo y admiró sorprendido lo desolación que azotaba aquella calle. El bullicio de la gente saliendo del ayuntamiento, a mitad de cuadra, parecía estar a kilómetros. Ni una persona, ni un auto estacionado, nada bajo el gris y desanimado cielo. Las veredas eran la soledad misma, donde solo la basura y los papeles se animaban a estar, movidos por la brisa. Los edificios de departamentos a ambos lados de la calle parecían deshabitados, con sus cortinas tristes cubriendo las ventanas, como si las personas que pudieran estar adentro no quisieran saber nada con el mundo exterior. A dos calles de distancia pudo ver la estructura de la parada de ómnibus, solitaria en el triste paisaje urbano.

    Fugazmente se le pasó por la cabeza aquella charla de su padre hacía algunos días durante el desayuno, antes de que su horario de trabajo se intensificara y podía desayunar con ellos. “La ciudad se está volviendo muy peligrosa” le había dicho a él y a Kari “no caminen solos por lugares desolados, miren a todas partes siempre, si ven algo o alguien sospechoso, se alejan”.

    Sin embargo, aquella advertencia le pareció tan innecesaria y superflua a su edad, como si le hubieran dicho “no hables con extraños” o “no comas cosas que encuentres tiradas en el suelo”.

    Confiado de que nada ocurriría, caminó en dirección a la parada. Mientras contemplaba la extraña soledad de esa calle, donde no pasaba ni un auto o una moto que le hiciera recordar que eso era una ciudad y no un pueblo fantasma, escuchó dos bocinazos detrás suyo. Al girar su cabeza, curioso, vio a su entrenador en auto, conduciendo despacio para ir su misma velocidad.

    -Taichi- le dijo sacando su brazo y su cabeza por la ventana - ¿Adónde vas?

    -Aquí nomas, a aquella parada- contestó el castaño, señalando hacia delante sin dejar de caminar.

    -Sube, te acerco- le ofreció el mayor amablemente.

    -Jeje no es necesario, profe- sonrió Tai- son solo dos calles.

    -Vamos, sube- le dijo el adulto con un rostro serio, demostrando que no aceptaría un “no” como respuesta- la ciudad está muy peligrosa últimamente.

    -Está bien- dijo Tai, sabiendo que no se libraría del mayor.

    Rodeó al auto detenido y se subió en el asiento del acompañante.

    -No tienes que caminar solo por zonas así, desoladas- le dijo el entrenador viendo al frente mientras volvía a poner el vehículo en movimiento- ni un solo policía en cuadras ¡Y estamos a la vuelta del ayuntamiento! Que bárbaro, que desastre.

    Tai solo asintió con su cabeza viendo por la ventana, reconociendo que el adulto tenía razón, pero sin darle importancia realmente.

    -Uno se da cuenta viendo los noticieros, a pesar de lo digan los políticos- continuó el entrenador- la ciudad cada vez está peor y más violenta… todo pasó tan de repente- suspiró, como si recordara tiempos mejores.

    Cuando terminó de decir eso, detuvo el auto al frente de la parada de ómnibus desierta, del otro lado de la calle. A la distancia, sobresaliendo entre el desolado paisaje urbano, se veía venir el colectivo.

    -Ahora sí, ve. Yo me quedaré hasta que tomes el colectivo- le dijo el docente al moreno con una sonrisa.

    -Gracias profe, nos estamos viendo mañana- saludó el castaño, saliendo el auto.

    Cruzó la calle y le hizo seña al ómnibus para que se detuviese. Antes de que llegase volvió a observar a su entrenador al otro lado de la calle, levantando su mano en señal de saludo. El adulto le devolvió el gesto desde adentro del auto. Tai le sonrió, pero inmediatamente la sonrisa se le borró y la cambió por una expresión de perplejidad. Detrás del auto, saliendo de un estrechísimo callejón que separaba dos viviendas de 2 pisos cada una, aparecieron 5 tipos. Se acercaban al auto, caminando pero al mismo tiempo apurados. Tai los miró con sorpresa. Por la repentina aparición de estos, su cerebro no tuvo tiempo de ocuparse de ellos, de clasificarlos como algo normal o anormal, de algo que necesitaba atención o no. No fue hasta que uno de los sujetos reventó el parabrisas con un bate para que Tai reaccionara. Los 5 tipos rodearon el auto en tan solo un segundo.

    El entrenador salió del auto y esquivó un puñetazo de uno de los sujetos, para contraatacar con un certero golpe en el estomago del atacante. Otro lo intentó tomar por detrás, pero el adulto se lo quitó con un movimiento brusco y lo golpeó en la cara. El mismo tipo que había roto el parabrisas le pegó con el bate en la rodilla, haciendo que se arrodillara en el pavimento por el dolor, pero logró recomponerse y evitar otro golpe que hubiese sido fulminante. Devolvió la atención en la rodilla con un puñetazo en la cara de aquel tipo.

    -¡Profe!- gritó Tai al ver la escena que se había desencadenado en tan solo 2 segundos.

    Intentó cruzar la calle, pero tuvo que echarse para atrás de un salto para evitar que el colectivo, que ante el peligro de la situación aumentó la velocidad olvidándose por completo que tenía que detenerse recoger a un pasajero, lo atropellara cual mosca contra el parabrisas.

    Cuando el vehículo pasó, Tai cruzó la calle hacía la pelea sin siquiera pensarlo, solo lo hizo. Cuando estuvo a menos de 4 metros, se dio cuenta que los malhechores tenían su misma estatura y los gritos y exclamaciones que liberaban durante la pelea sonaban con el color de la juventud en sus timbres de voces. Eran adolecentes.

    -¡No Taichi, vete!- le gritó el entrenador cuando le vio allí.

    Cuando el entrenador giró para él, uno de los tipos se le acercó por detrás y le clavó un puñal por la espalda, haciendo que el adulto gritara de dolor.

    Tai detuvo su carrera petrificado. La sangre comenzaba a manchar todo. Su cuerpo y mente no reaccionaban. Aquel grito del mayor, aquel alarido de agonía había entrado por su oído y rebotó en cada parte de su cerebro, de su ser, adornado con un eco horrible que lo único que hacía era aumentar su efecto. En tan solo 1 segundo, sus buenas intenciones, toda la enérgica voluntad de ayudar y el instinto de solidaridad murieron, desaparecieron, sin dejar nada que los sustituyera adentro del moreno. Ni siquiera miedo, o temor por su propia vida. Nada, como si se desentendiese de la situación, o del mundo en general. Tai quedó allí parado, apagado, mientras sus ojos miraban pero no procesaban al entrenador deslizarse lentamente sobre el auto hasta quedar sentado en el piso, tiñendo de sangre el vehículo.

    Al levantar su mirada, no porque quisiera, sino porque su anulada percepción notó que algo se le acercaba al rostro, sintió como lo que parecía un puño cerrado impactaba contra su cara. El impacto fue tal, que voló sin resistencia alguna hasta chocar contra la parte interna de la puerta abierta del auto, que crujió al límite de su resistencia. Cayó sentado al pavimento, con la espalda apoyada en la puerta. La visión se le nubló de inmediato, mientras todo alrededor se tambaleaba. La noción de donde estaba o que hacía allí salió eyectada de su cabeza. Un liquido caliente le recorrió el rostro. Sin que se su cerebro lo ordenara, se pasó la mano por la cara y su nublada visión, que cada vez era más y más borrosa, logró ver sangre.
    Se preguntó si la sangre le salía por la nariz, por el ojo o si el golpe le había abierto la mejilla, pero sin preocuparse realmente.

    Cerró los ojos y un pesado y repentino sueño se apoderó de él. Aquello le gustó, ya su alrededor no giraba ni se tambaleaba.




    --------------------------*-----------------------------




    Bueno hasta aquí nomas, espero que les haya gustado. Ya saben, cualquier duda, pedido, queja, amenaza o consejo me lo dejan en los comentarios jajajaja. Bueno solo eso, espero poder terminar el cap siguiente esta semana para poder publicarlo el próximo sábado. Nos leemos luego, hasta pronto!!

    En esta ocación no hay canción jaja.

    Edited by exerodri - 17/5/2017, 11:43
     
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  10. shingiikari01
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    al fin que alegriaaaaaaaaa. y espero con ansias el proximo sabado para saber que le paso a tai,aprobecho para hacerte una pregunta puedo sealir en uno de tus fic (asi se ade malo) es que me encata como escribes XD
     
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    Yaoizando
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    Buenas! ¿Todo bien? Yo aquí derritiendome agonicamente en mi casa. En esta parte del globo es verano. Pero bueno, no hay que quejarse jejeje :=SHOROO: :=SHOROO:. Sinceramente me sorprendí a mi mismo al encontrarme con el capitulo terminado ayer. Así que tuve más tiempo de reerlo (como hago siempre) para ver si hay errores de ortografía o frases que no se entienden y poder corregirlas. Siempre hay algo que mejorar. Sin embargo, a pesar de releer y releer, siempre es posible que se escape algún error, así que si notan algo raro me lo hacen saber en los comentarios. Bueno, espero que les guste la quinta parte.

    Perdón por no poder haber respondido los mensajes privados antes jeje hubo ciertos problemas técnicos. Muchas gracias por escribirme y por sus comentarios.



    *shingiikari01: Me alegro que te haya gustado! Vaya ¿Quieres aparecer en una de mis historias? Admito que me sorprende (para bien) tu petición. Pero no sabría como quieres hacer. Osea, ¿Quieres aparecer en este fic o tienes en mente alguna historia que quieras que escriba? ¿O solo quieres que uno de los personajes tenga tu nombre? ¿O quieres que aparte de tu nombre, tenga personalidad y características propias, creadas por ti? Cualquiera sea el caso, si quieres mándame un MP indicándome en detalle tu idea. Si me gusta la idea y va bien con la historia, o con otra historia, no tengo problemas en hacerlo ^_^ . Saludos!! y muchas gracias por leer y comentar!!



    Capitulo 5: Accidentada confianza

    Tai despertó al poco tiempo después del incidente, entre manotazos asustados y balbuceos inentendibles, adentro de una pequeña ambulancia. Al parecer, los cobardes que habían visto todo el ataque desde adentro de sus casas habían sido lo suficientemente humanos para llamar al 911.
    Lo primero que hizo el castaño fue preguntar por su entrenador, a lo cual los médicos adentro del vehículo no supieron contestarle. Otra ambulancia se lo había llevado antes de que ellos llegaran a la escena.

    Llevaron a Tai al hospital general de la ciudad, donde el adolecente continuó preguntando por su entrenador mientras le limpiaban y curaban el corte en la mejilla, pero no le respondían. Cuando llegó su familia, asustada pero al mismo tiempo aliviada de que estuviera bien, les preguntó a ellos. No obtuvo respuesta.

    No se quedó quieto. Antes que le dieran el alta, ya que los médicos querían hacerle una resonancia magnética para ver si todo estaba bien adentro, se paseó sin el permiso de nadie por todo el hospital. Preguntó a todos con los que se encontraba, como un mendigo que pide monedas a todo el que cruce por su calle, si sabían el paradero de un hombre que había sido atacado esa tarde. Nada. No fue hasta que se topó con una enfermera que estaba teniendo un mal día, que, desbordada por la irritante tenacidad del joven, le gritó el numero de la habitación donde encontraría al hombre que buscaba. Al llegar a la habitación, lo vio. Los médicos, que al principio intentaron alejarlo del lugar, le explicaron que al adulto le habían apuñalado más de una vez, dañando varios órganos internos, además de haber recibido muchos golpes en la cabeza. Su entrenador estaba tendido en una cama, conectado a varios aparatos alrededor, incluido un pulmotor.

    Para Tai, ver así a su entrenador de varios años fue chocante, tanto como cuando corrió a los tipos que lo estaban golpeando y quedó paralizado. Lo observó al lado de la cama con la mirada perdida. “Está muy grave” le dijo un médico poniéndole una mano en el hombro, mostrando una genuina compasión “tendrá que estar en terapia intensiva por mucho tiempo”.

    -Hijo ¿Tienes idea de porque pudieron atacar así a este hombre?- le preguntó un policía que estaba allí en la habitación y que había pasado desapercibido para el moreno.

    -¿Ah?- contestó Tai por inercia, sin haber escuchado lo que se le preguntó por estar perdido en la imagen de su entrenador.

    El policía suspiró, le repitió la pregunta y le explicó que, tanto a él como al adulto, los atacantes no le habían robado nada. Ni el auto del profesor, o su billetera, ni su reloj o celular. Tai se tocó los bolsillos mientras escuchaba. Tenía su celular y el poco dinero que llevaba consigo. El policía le indico que sospechaba que fuera un ajuste de cuentas, o algún tipo de venganza. Le preguntó nuevamente si sabía de alguien de pudiera haber hecho eso.

    -Fue…- dijo el moreno con un hilo de voz, aun sin salir del shock de ver así a su profesor, el policía se preparo para anotar en su libreta-…fue culpa mía, si no fuera porque me quiso acompañar a tomar el colectivo, esto no hubiera pasado- dijo con la mirando hacia ningún lado en particular, como diciéndolo para sí mismo.

    El policía suspiró de nuevo y guardó su libreta en su bolsillo.

    Dos días de descanso fueron lo que le dieron al moreno desde el hospital para que hiciera reposo absoluto en su casa. Los padres de Tai sospecharon que, conociendo a su hijo, este aprovecharía esos dos días sin escuela para hacer de las suyas. Por eso no estuvieron preparados al ver que el castaño se la pasaba todo el tiempo en su habitación, en la cama.

    El moreno parecía disperso, perdido en su propio mundo, ajeno a las palabras de sus padres, su hermana, de Sora, Izzy y otros amigos que lo visitaron durante esos dos días. Pasaba horas en silencio, sin hacer nada, como si sus pensamientos necesitasen toda su atención. Hacía las cosas prácticas para seguir subsistiendo, como comer, higienizarse y demás, pero inmediatamente volvía a desconectase del mundo exterior.

    Solo le traía de vuelta a la tierra la presencia de T.K, que hasta había faltado a la escuela (en secreto) para estar con él. Aprovechando la soledad de la casa, ya que sus padres salían a trabajar y su hermana a la escuela, se acurrucaba con el rubio en su cama. Solo con el ojiazul se permitía ser como siempre había sido, como si nada hubiera pasado. Charlaba, reía, opinaba y se mostraba vivo, a lo Tai. Eso provocó que T.K nunca se diera cuenta de ese extraño “estado” que sí había preocupado a los otros.

    -No fue tu culpa- dijo el rubio una tarde en la que estaban acostados juntos en la cama, mientras el castaño le abrazaba por detrás y le acariciaba la cabeza, como si fuera un gato que en cualquier momento ronronearía- fue una terrible coincidencia, estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

    -Es verdad- asintió el oji-café viendo un punto fijo de la pared de la habitación.

    Eso, efectivamente, Tai ya lo sabía, en parte. Todo el mundo se lo había repetido con buenas intenciones un millón de veces en 48 horas. Ya se había hecho con la idea de que sí, que todo había sido una coincidencia siniestra y que él no era el culpable de eso.

    Lo que mantenía a su mente en ese estado de constante pensar interior, no era el trauma de haber visto alguien siendo apuñalado, como temían sus padres. Sino recordar el hecho de haberse petrificado ante el peligro, de haber sido completamente inútil. Eso era lo que le llenaba la conciencia de culpa; el no haber podido hacer nada para ayudar.

    El moreno reproducía la escena del ataque una y otra vez en su cabeza, intentando recordar los rostros de los atacantes que llevaban la cara descubierta. Le daba rabia ni siquiera poder recordar cuantos tipos eran. En un principio recordaba 6 atacantes, luego cambió a 5 y después aumentó el número a 8. Sabía que lo hacía al vicio, ya que si llegaba a recordar como lucían los sujetos, la policía no haría nada, como siempre.
    Además, la idea que le había plantado el policía del hospital sin saberlo le visitaba a cada momento, como intentándole hacerle recordar su importancia. El hecho de que el ataque pudo haber sido una especie de venganza contra el entrenador, un ajuste de cuentas, le consternaba. Pensar tanto en eso le hizo formularse una idea. Una idea al principio estúpida, pero que luego tomó cada vez más fuerza hasta llegar a ser considerada como una posibilidad (aunque remota y lejana), de que él había estado allí por una razón, por un propósito que todavía ni él sabía.

    Así como los padres de Tai se sorprendieron del estado de ánimo lejano y apagado de su hijo durante esos dos días de descanso obligado, lo hicieron aun más cuando al momento de volver a la escuela aquel viernes, el moreno se transformó en el mismo de siempre. Como si el menor hubiese usado ese tiempo de descanso para estar en ese estado de “no estar” adrede. Sin embargo, el alivio de verlo recuperado les tranquilizó lo suficiente para no preguntar porque había sucedido aquello e intentar olvidar ese episodio.

    Flaqueo

    La noticia del ataque al profesor no tardó en esparcirse por la escuela. Tai, en su regreso, se encontró con una estampida de chicas y chicos, curiosos y deseantes de escuchar de boca del castaño su versión de los hechos. El moreno se fastidió por la ligereza con la que todos tomaban el ataque al profesor, como si no hubiese sido algo terrible. Contó todo con extrema sinceridad, de que se había quedado paralizado y que había sido un completo inútil al momento de la verdad, con el fin de desmentir cualquier rumor que se pudo haber levantado en sus dos días de ausencia en la escuela. Sin embargo, no logró hacerlo.

    Entre la mayoría de los estudiantes se había fijado la noción de Tai como una especie de héroe, por el solo hecho de haber estado allí y de haber resultado herido al intentar ayudar al profesor. El año anterior se produjo algo similar cuando fue atacado por Erick, y este nuevo hecho solo ratificaba aun más la figura de Tai como alguien valiente y digno de respeto. Una figura que las constantes aclaraciones y auto reproches del castaño al momento de contar lo sucedido no pudieron derribar. Incluso algunos profesores comenzaron a ver al moreno de otra forma, como alguien malo para los estudios pero de buen corazón, seguramente conmovidos por el estado de salud de su colega atacado.

    Llegó el primer recreo de la jornada. El clima frio y deprimente invitaba a los jóvenes a quedarse adentro del curso haciendo cualquier cosa en vez de salir al patio. Tai conversaba con un compañero, sentado sobre la mesa con sus pies sobre la silla. En una esquina del salón, Sora hacía lo mismo, rodeada de 3 compañeras, sin ser molestadas por nadie. Hablaban de asuntos vánales y cotidianos, hasta que por algún motivo la conversación se encausó al tema del momento: el ataque al profesor y al moreno.

    -Que bárbaro lo que le pasó al profesor de educación física y Tai ¿No?- dijo una chica de pecas mientras chequeaba su celular- menos mal que por lo menos él esté bien.

    -Es tan varonil y valiente…-dijo otra de pelo negro con voz de ensoñación, apoyando su cabeza sobre sus manos y sus codos en el pupitre, observando al castaño con ojos de enamorada-…es increíble que esté soltero.

    -Cierto- afirmó la tercera chica, de pelo castaño y ojos pardos- deberías aprovechar Sora.

    A Sora le brotó una carcajada involuntaria, que la desestabilizó de su asiento.

    Sus tres compañeras la miraron al mismo tiempo.

    -¿Por qué te ríes?- le preguntó seria la chica de pelo negro- harían una bonita pareja.

    -Somos amigos desde la infancia- contestó la peli-naranja con seguridad, ladeando su cabeza como si lo que estuviera escuchando fuese más que un disparate: una locura.

    -Eso ya lo sabemos, pero piénsalo…-dijo la chica castaña-…en muchas películas románticas el amor nace así, amigos en la infancia que se descubren en la adolescencia.

    -Porque así está escrito en los guiones- se mofó Sora riendo, sin darle importancia a las palabras de su amiga.

    -¿Y por qué no escribes un guion con Tai, Sora?- le preguntó la chica de pecas, viéndola a los ojos.

    Sora la miró extrañada. Se dio cuenta que su amiga pecosa hablaba en serio.

    -Sí, Sora ¿Qué te detiene?- agregó la chica de pelo negro- ¿Acaso no te gusta estar con él?-le preguntó con énfasis.

    -Así es… pero lo nuestro no es esa clase de relaci…

    -¿Acaso no te hace feliz estar con él, saber que te quiere más que a nadie?- le interrumpió la castaña con energía, como incitándola a que reconociera algo que no era.

    -¿Quién dice que me quiere más que a nadie?- preguntó Sora despectivamente, lo que decían eran puras fantasías- solo somos amigos.

    -Vamos, no te hagas la tonta- le dijo la chica de pecas, arqueando una ceja- la amistad entre el hombre y la mujer no existe, se nota que te tiene un aprecio especial…muy especial.

    Sora recordó de golpe, de manera inesperada, una gran cantidad de abrazos, risas y juegos entre ella y el castaño. Rememoró casi a la fuerza y sin intención lo feliz que era en esa clase de momentos con su amigo. Una parte de ella, aferrándose a la realidad, luchó para no dejarse llevar por las palabras de sus compañeras.

    -Ya perdí la cuenta de las veces que tuve que aclarar a chicos y chicas de otros cursos, y a alumnos nuevos, que ustedes dos no eran novios- dijo la chica castaña viéndose las uñas.

    -¿En-en serio?- tartamudeó la peli-naranja, sorprendiéndose a sí misma.

    No entendía porque ya no se sentía tan segura con respecto a su postura sobre el tema, como si algo en ella se hubiera resquebrajado. Algo que ni siquiera ella sabía que existía.

    -No puedes negar que es muy guapo, Sora- le dijo la chica de pecas, con una seguridad en sus palabras que pocas veces dejaba ver.

    -Sí, hay que admitir que es bastante apuesto- contestó la peli-naranja, tratando de sonar indiferente.

    Depositó su mirada en Tai, que seguía conversando con sus compañeros en la otra punta del salón. Al observarlo detenidamente, Sora tuvo la extraña sensación de que no lo había visto desde hace mucho más tiempo del que en realidad fue. Fugazmente, pensó que el “bastante apuesto” de hace un momento había quedado injustamente corto, para su propia sorpresa.

    -Además tiene un cuerpito, mama mía- rompió con sus pensamientos la chica de pelo negro, viendo al moreno como si este fuera una piscina helada en un día de 40° grados- me pregunto si ya lo habrá hecho.

    -¡Jenny!- gritó Sora, impactada por el comentario de su amiga, haciendo que los pocos chicos adentro del curso, incluido Tai, fijaran brevemente su vista en ella.

    Aparte de lo chocante de esas palabras, a Sora le consternó un repentino calor que invadió su cuerpo como un escalofrío.

    -Ahora entiendo porque tanto abrazos y esas cosas entre ustedes- sonrió la castaña viéndola de reojo- eres muy astuta Sora.

    -Y si tanto les gusta ¿Por qué no se lo rifan entre alguna de ustedes tres?- dijo la peli-naranja simulando estar ocupada chequeando su celular.
    Intentó alejar aquellos extraños pensamientos y emociones que esas tres habladoras (brujas) habían invocado.

    -Eso pensamos, pero nos dimos cuenta que tú tienes más derecho- dijo la chica de pecas, viéndose con sus compañeras, quienes asentaban con la mutua aceptación en sus ojos- además… aunque alguien se le intentara acercar, estamos seguras de que él se está reservando para ti, solo que tu eres muy tonta para darte cuenta.

    -Ustedes están locas- dijo Sora levantándose y saliendo del semicírculo en donde la habían encerrado las tres chicas. Con firmeza y decisión, caminó hacía Tai.

    -Eso es Sora, ataca, es tuyo- le dijo la chica de pelo negro mientras se alejaba.

    -Buena suerte amiga- le dijo la castaña por detrás, seguido de varias risas. Las ignoró.

    Caminaba hacía Tai pensado que al hablar con él de nuevo volvería a definirse esa imagen de amigo fiel que siempre el moreno había ocupado en su cabeza, y que en ese momento se veía difuminada sin razón. Además, necesitaba demostrarle a aquellas tres arpías (y aunque no lo quería admitir, a ella misma) que todas aquellas babosadas que dijeron no la habían afectado.

    Sin embargo, su confianza en sí misma bajó a medida que se acercaba al castaño. A pesar de que sus pies seguían moviéndose a una velocidad firme, su cabeza se empezó a llenar de dudas y cuestionamientos, como si se hubiera roto un grifo que no paraba de gotear.

    ¿Ella sentir algo más que amistad por Tai? ¿Tai tener sentimientos amorosos hacía ella? ¿Ella y él, juntos? No entendía porque esas suposiciones le socavaban tan profundo. Jamás había imaginado tal cosa. Las variadas novias que había tenido el moreno le habían hecho entender indirectamente que ella no estaba en sus planes. Además, ella misma había estado ocupada con sus propios asuntos amorosos, en donde Tai nunca había sido tenido en cuenta. Como si su amistad y el amor hubiesen sido siempre caminos paralelos. El solo hecho de pensar que esos caminos podían entrelazarse le hizo sentir rara, perdida. A medida que se acercaba al moreno, sintió nervios, nervios rozando con miedo.

    ¿Y si al verle a los ojos no veía a su amigo de siempre, sino a un chico al cual siempre había amado sin darse cuenta? ¿Y si con verle al rostro, en ese estado de inestabilidad y confusión, quedaba su amistad arruinada por el entrometido e irritante flechazo de Cupido? En un momento, estuvo a punto de desviar su rumbo hacía la puerta del salón y pasar de largo, pero sus pies la llevaron sin vacilar a la par del castaño.
    Notando su presencia Tai la miró a los ojos.

    Sora aguantó disimuladamente la respiración al encontrarse con esos ojos marrones. Luego, soltó el aire envuelta en un regocijante alivio. Nada fuera de lugar. Si bien seguía allí la extraña sensación de haber perdido momentáneamente la cotidianidad de estar con Tai, además de que el moreno aun seguía viéndose más atractivo que de costumbre, pudo reconocer a su amigo de la infancia. No vio nada parecido al amor en esos ojos marrones, también sintió que su propio mirar era el de siempre. Las palabras de sus amigas hace algunos minutos se ahuecaron dentro de su mente, perdiendo todo poder. Sora se descontracturó mental y sentimentalmente, dejando que aquellas pegajosas y molestas dudas salieran volando, como cuervos que abandonan repentinamente la rama de un árbol.

    “Pff, tonterías” pensó orgullosa al recordar lo que le habían dicho las chicas un momento atrás, sintiéndose tonta por haberse dejado llevar por sus patrañas.

    -¿Sora? ¿Qué pasa?- le preguntó Tai divertido, seguramente tentado por su cara al quedarse suspendida en sus pensamientos.

    -¿Te queda aun algún chicle de los que compraste esta mañana, antes de entrar a la escuela?- reaccionó la peli-naranja, diciendo lo primero que se le vino a la cabeza.

    El moreno buscó dentro de su bolsillo y sacó un chicle morado.

    -El último- le dijo sonriendo mientras se lo entregaba.

    Sora lo tomó y lo observó sin interés. Odiaba aquel sabor de chicle, pero por lo menos había servido como escusa para tapar ese experimento personal.

    De repente, un compañero entró al salón, cerró de un solo golpe la puerta tras de sí y tembló de escalofríos como si intentara sacarse el frio de encima.

    -Brrr, que frio hace…- se quejó refregándose los brazos para darse calor. Se perfiló directamente al castaño-…Tai, préstame tu celular, quiero jugar al juego de carreras que tienes.

    El moreno, de forma tranquila y despreocupada, sacó su celular de su bolsillo y se lo entregó a su compañero, quien se fue a sentar en su pupitre para jugar. Aquello, a Sora le llamó la atención tanto que no pudo dejarlo pasar así como si nada.

    -Vaya, no puedo creerlo- dijo sorprendida, mientras se guardaba el chicle en el bolsillo de la camisa- nunca te gustó prestar el celular a nadie porque siempre odiaste la idea de que te espíen tus mensajes o redes sociales.

    -¿Qué puedo decir? la gente cambia- contestó el castaño sonriendo mientras se desperezaba, como si nada ni nadie pudiera perturbarle.

    Toda su vida, o por lo menos desde que tenía celular, Tai odió prestar su móvil ¿Por qué? Desconfiaba que le leyeran sus mensajes o conversaciones a la primera oportunidad en la que él no estuviera atento. Aquello en realidad no había cambiado nada, seguía igual de siempre.
    Pero había algo que Sora no sabía. El moreno le había pedido a Izzy, cuando este le fue a visitar a su casa después del incidente del profesor, que le instalara una aplicación en su celular. Una aplicación que bloquease por contraseña las otras aplicaciones, como las redes sociales, los mensajes de texto y otras aplicaciones de mensajería. Así, sus conversaciones con T.K estaban a salvo, resguardadas bajo una contraseña que nadie sospecharía, protegidas de ojos curiosos.

    Aquello le daba una seguridad inviolable, ya que estaba seguro que nadie adivinaría la contraseña para poder entrar a su intimidad. Todos podían usar su celular, todo estaba bien.

    Fondo de pantalla

    Después de la escuela, Tai visitó junto con T.K a su entrenador en el hospital. Todavía no despertaba del coma. Pensó que verlo por segunda vez no sería tan desgarrador como la primera vez que lo hizo, pero se equivocó. El verlo así le hizo sentirse peor consigo mismo, a pesar de las torpes pero cariñosas palabras de aliento del rubio.

    En su interior, mientras veía a su entrenador en la cama, lleno de tubos y cables, se volvió a culpar de no poder haber hecho nada para ayudarlo. Se culpó ferozmente. No se dio cuenta en ese instante, pero esa culpa alimentaba poco a poco un sentimiento de justicia que crecía dentro de él. Justicia entremezclada con deseos de venganza.

    Luego de la visita al hospital, los dos muchachos partieron a la casa de Hiroaki, ya que, siendo viernes, a T.K le correspondía dormir allí. El menor había invitado al castaño a cenar. Antes había pedido permiso a su padre, el cual aceptó gustoso.

    Durante el trayecto del hospital al departamento, mientras comenzaba a oscurecer, T.K intentó animar al extrañamente callado moreno, quien se veía pensante, preocupado. Creyendo que lo animaría, le contó sobre lo sucedido con el “enano”. Le contó todo. Le contó cómo se animó a hablarle, le contó que se llamaba Andy, que tenía su misma edad pero que no iban al mismo salón de clases ya que él iba a la división A, mientras que Andy iba a la B, le contó que le había ayudado a inscribirse en el equipo de basquetbol de su escuela, y que era muy bueno, le contó que al día siguiente iba a ser el primer partido de la temporada, y que si bien tanto Andy como él empezarían como suplentes, estaban muy ansiosos y felices, le contó que se llevaban muy bien. Le contó todo.

    Tai lo ocultó, pero la idea de que aquel sujeto ligado a Erick se acercara a T.K le desagradaba demasiado. Ante la efervescencia que despertaba el tema al ojiazul, ensayó una sonrisa. El saber que el “Enano” estaría cerca del blondo le molestaba, pero agradeció de corazón el intento de ánimo del menor. El solo hecho de ver a T.K animado y feliz le animaba.

    Al llegar al edificio donde vivía Hiroaki, los muchachos vieron un camión de mudanzas estacionado en la calle. Una familia se estaba yendo. Primero, Tai creyó tener un dejá vu, pero luego recordó que la primera vez que había ido allí también había visto personal de mudanza cargando muebles en un camión.

    Sin embargo, había algo que le importaba infinitamente más.

    Utilizando la soledad de las escaleras del edificio, aprovechó para saborear los labios de T.K por primera vez en el día. Aprisionando cariñosamente al menor contra la pared en el codo de la escalera, y tirando las mochilas a un lado en el suelo, le besó para olvidarse de todo. Y lo logró. El probar esa boca perfecta le hacía olvidarse del mundo gris y frio que lo rodeaba, y le mostraba uno completamente diferente. Un mudo lleno de felicidad, calor, alegría, placer…un mundo con T.K. Una mano del ojiazul le tomó fuertemente de la ropa, atrayéndolo más a él, mientras con la otra le acariciaba el pelo. Amaba aquello. Le hacía sentir invencible ante todo, imparable. Sonrió mentalmente al notar que el rubio había mejorado en el arte de besar.

    Sin embargo, no pudo evitar sorprenderse cuando la lengua del blondo entró sin permiso a su boca y jugó con la suya. Le tomó unos segundos asimilarlo, ya que era la primera vez que el menor se animaba a algo así. Cerró sus ojos y se dejó llevar. Todo estaba bien. Apegó su cuerpo aun más al rubio, mientras su temperatura corporal aumentaba sin control. Las risas de niñas haciendo eco por la escalera desde arriba de ellos les advirtió y les dio tiempo suficiente para separarse y poder disimular. A los pocos segundos, una familia con 4 hijas pequeñas bajó por las escaleras y saludaron amistosamente de pasada al blondo, a quien la cara le brillaba de un rojo intenso.

    Luego, subieron por la misma escalera 3 sujetos del personal de mudanza, dándole a entender al rubio y al moreno que ese ya no era el mejor lugar para hacer lo que hacían. A pesar de querer quedarse allí mucho más tiempo, los dos adolecentes decidieron continuar subiendo y llegar al departamento de Hiroaki.

    T.K abrió la puerta de la vivienda con sus llaves. Como el interior de la casa estaba en penumbras, el rubio pensó que no había nadie. Prendió las luces y dejó su mochila en un sillón. Tai hizo lo mismo. Luego, el menor preparó los elementos para cocinar la cena. Quería sorprender al moreno con sus dotes para la cocina, aunque en realidad lo único que sabía preparar bien (o mejor dicho decente) era espaguetis con salsa. Abrió las lacenas y buscó el paquete de fideos.

    -¿Quieres que te ayude?- le dijo el moreno posicionándose a su lado.

    -No es necesario, quiero sorprenderte- contestó T.K, sacando de la lacena tomates en lata.

    -¿Seguro? No quiero que incendies la casa- bromeó el mayor.

    El ojiazul rió sarcásticamente. Buscó con la mirada la olla donde calentaría la pasta. La vio en una de las alacenas más altas de la cocina. Se estiró hacía ella, diciendo con cierta dificultad:

    -Tran-quilo, ya verás lo-que soy ca-paz de… hacer.

    A pesar de estar parado en sus puntas de pies, estirándose lo más que podía, el ojiazul no lograba alcanzar la olla. Las puntas de sus dedos no lograban sujetarla lo necesario para atraerla al borde del estante y que la gravedad hiciera el resto. Al ver eso, Tai, sin mucho esfuerzo, bajó la olla con una mano.

    -Aquí tienes- le dijo sonriendo.

    T.K, sin poder ocultar su descontento por no haber podido hacerlo él, la tomó.

    -Gracias- dijo con sinceridad, pero sin mirarle a los ojos. Tai no pudo evitar reír.

    T.K se resignó a cocinar con la constante intromisión del castaño, aunque en realidad no le molestaba ¿Cómo podría molestarle? Si bien el platillo ya no sería una sorpresa, el que el oji-café le ayudara lo hacía más especial. Le pidió al mayor que buscara el abrelatas en el cajón de los cubiertos.

    -Oye T.K- dijo Tai mientras removía los cuchillos, tenedores y cucharas en el cajón en busca del abrelatas- anoche, no sé porqué, recordé partes de esa película de los sueños ¿la has visto?- le preguntó, como quien comenzaba una conversación espontanea.

    -¿Película de los sueños?

    -Sí, esa en la que unos tipos se meten en los sueños de otro…y luego crean un sueño…o un sueño dentro de otro sueño…o algo así- dijo el castaño riendo, reconociendo que eso había sido un pésimo resumen- perdón, es que la vi hace años, ya no me acuerdo de casi nada, solo de que era muy buena.

    T.K rió ante ese intento de sinopsis. Hizo memoria, mientras abría el paquete de fideos. Luego de pensar unos segundos, se le vino a la mente la película la cual hablaba Tai.

    -Ah, ya sé de cual película hablas, yo tampoco me acuerdo de mucho, pero la tengo en DVD, podríamos verla juntos luego.
    Tai sonrió.

    -Sería genial- contestó, entregándole al blondo el abrelatas.

    -¿Por qué no la buscas en mi habitación mientras preparo la cena? Así ganaríamos tiempo y la vemos después.

    El castaño, viendo esos ojos celestes, no pudo negársele. Contestó con un “Está bien”, acariciándole el cabello a la pasada, para luego salir de la cocina y dirigirse a la habitación del rubio.

    A T.K se le dibujó una sonrisa, mientras abría la lata de tomates. Odiaba que le acariciaran el pelo, pero con Tai era diferente. Él podía hacerlo.
    Colocó los fideos adentro de la olla con agua y tomó la caja de fósforos. Cuando estuvo a punto de prender uno, vio a alguien apoyado sobre la heladera con los brazos cruzados, observándolo. Del susto, T.K hizo volar la caja de fósforos por el aire, desparramándolos por todo el piso.

    -¡Matt!- gritó agarrándose el pecho, su corazón era un caballo galopando- ¡No te aparezcas así!

    -jajaja ¿Qué te pasa? ¿No te alegra verme?- le contestó el mayor con una sonrisa divertida pero serena- no entiendo de que te sorprendes, yo vivo aquí ¿recuerdas?

    -Pensé que no había nadie- dijo T.K, aun intentado reponerse del susto. Se agachó, aun agitado a levantar los cerillos del suelo.

    -¿Estás por cocinar?- le preguntó Matt, sin cambiar ni su postura ni su expresión calmada.

    -Así es.

    -¿No quieres que lo haga yo? De paso puedo darte algunos consejos para con la salsa- el mayor sonrió.

    -No gracias, quiero hacerlo yo- contestó el de 14 años, levantándose con todos los cerillos adentro de su cajita de nuevo- Tai se quedará a cenar.

    Al oír eso, como si alguien hubiese bajado alguna clase de interruptor, la sonrisa amigable de Matt se evaporó por completo y sus ojos se pusieron serios.

    -¿Ese tipo está aquí?- le preguntó ya sin ningún rastro de jocosidad en su voz.

    T.K reconoció al instante el tono de voz de su hermano cuando algo no le gustaba. Lo había escuchado muchas veces, especialmente en presencia de Davis.

    -Sí, está en mi habitación buscando una película- contestó mientras prendía la hornalla.

    Dudó si había sido una buena idea invitar al castaño a cenar, teniendo en cuenta que estaría su hermano. Pero rápidamente se dijo a si mismo que tenía derecho a hacerlo, y que nadie podía impedírselo o arruinarlo. Tomando valor, giró hacía su hermano para hacérselo saber, para decirle que Tai comería allí le gustase o no, pero no dijo nada. Matt ya no estaba allí. Aquello le pareció raro. Pensó en seguir a Matt para verificar que no molestase a Tai en su habitación, pero decidió no hacerlo. No eran chiquillos que necesitasen vigilancia ¡Era su hermano mayor después de todo! Decidió seguir cocinando. Mientras no escuchase gritos, golpes o cosas rompiéndose provenientes de su cuarto, todo estaría bien.

    Quiso comenzar a picar ajo para la salsa, pero se dio con que el ajo no se encontraba donde siempre había sabido estar. Lo buscó con la vista por la cocina. Suspiró al verlo en la misma repisa donde había estado la olla, allá en las alturas.

    -Ah ¿Por qué lo ponen allí?- se quejó al aire, dejando caer los hombros pesadamente- no alcanzo.

    Como un flash que pasa por frente de uno sin aviso, a T.K se le vino a la mente aquella frase que dijo cuando conoció a Andy:

    No entiendo porque te llamaban así (ENANO), si tenemos la misma estatura

    El rubio quedó petrificado, recordando lo que le había acongojado hace unos días. Aquello volvía a la luz. Caminó hacía una pequeña biblioteca que su padre había comprado hace un par de años y la corrió unos centímetros.

    ¿Y si yo también soy un ENANO?

    Allí, en la pared detrás de esa biblioteca, todavía se podían ver las marcas de cuando su padre le medía la estatura años anteriores. Allí estaban las marcas a sus 5, 7, 8, 9 años. La última marca era de cuando tenía 11.

    Me dicen así (ENANO) desde que era pequeño, no es que seamos bajos…o eso creo.

    No era el más bajo de su salón de clases, y distaba mucho de serlo. Todavía estaba en la estatura media de los chicos de su edad. Pero últimamente había tomado conciencia de que cada vez más compañeros lo superaban en altura. Los demás chicos parecían crecer más rápido. Se hacían más grandes y les salía pelos donde a él no. Su charla con Andy había desenterrado ese antiguo-nuevo miedo de quedarse atrás con respecto a los otros.

    Asegurándose que estaba solo en la sala, se pegó a la pared y marcó con su dedo su altura. Al retirarse y ver la diferencia de cuando tenía 11, suspiró desilusionado. Si, había crecido desde los 11 años, pero no le pareció lo suficiente. Le era poco. Y esa creencia se reafirmó cuando vio, al lado de sus marcas en la pared, las de su hermano. La última vez que Matt se había medido fue a los 10 años, y ya entonces era más alto que él a sus 11. T.K calculó que a sus 14, Matt había sido mucho más alto que él en ese momento. Eso le hizo pensar que, muy posiblemente, cuando tuviera 16, no tendría la altura de Matt, que era una altura común para un chico de su edad.

    Volvió a suspirar, esos cálculos no le daban muchas esperanzas.

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    Adentro de la habitación del blondo menor, Tai buscaba la película que T.K le había encomendado. Más que buscar, el moreno observaba todo con lo que a él le parecía una sana curiosidad.

    En el pequeño escritorio del cuarto había un cuaderno abierto con algunos garabatos en su última hoja; se notaba que habían sido hechos por mero aburrimiento, y no con fines artísticos. Al lado, había un libro. Su tapa roja le hizo recordar vagamente haberlo visto en la cabaña durante el verano, en las manos de T.K antes de que se dirigieran la palabra. Lo tomó y le dio un vistazo rápido. No reconoció ni al título ni al autor. Evidentemente no era de los libros que habían sido transformados en películas recientemente. Lo dejó donde estaba.

    En una esquina del pequeño y semi-ordenado escritorio, pudo ver unas cuantas cajas que parecían ser de películas. Las tomó, eran algunos DVD´s. Ojeó una por una. Todas eran o de ciencia ficción, terror o acción. A pesar de que había algunas que si había visto y otras que no, tuvo la seguridad que todas eran películas que él sí tendría en su colección.

    Ninguna romántica o de drama amoroso, tal como había imaginado. Las dejó donde estaban. Ninguna era la que buscaba.

    Sobre la mesita de luz al lado de la cama un objeto le llamó la atención. La curiosidad pudo más y se acercó a tomar el portarretratos. Vio detenidamente la foto. Era T.K junto a otro muchacho, de piel moreno y ojos cafés. Tai intentó hacer memoria, el blondo ya le había dicho el nombre de su mejor amigo en algunas ocasiones. “Davis” recordó el moreno con algo de esfuerzo. Los dos muchachos se veían mucho más jóvenes en la fotografía, calculó que tendrían 10 u 11 años. Se veían felices.

    Tai suspiró. Se preguntó mentalmente cuanto tiempo tendría que transcurrir para que T.K pudiese tener una foto de ellos dos en su mesita de luz, o tener él una foto de los dos en su casa.

    Cuando dejó el portarretratos de donde lo sacó, una figura en la puerta del cuarto que lo observaba lo sorprendió. Un grito mudo estalló en su pecho, que casi lo hizo trastabillar sobre la cama.

    -Matt…-dijo respirando pesadamente, recomponiéndose de la sorpresa-…estaba buscando una película.

    El rubio ni se inmutó ni hizo el intento de contestarle algo. Solo se quedó allí, apoyado en el marco de la puerta observándolo con los brazos cruzados. Sus heridas del otro día ya casi habían sanado por completo. Mientras recuperaba el aliento, Tai notó algo raro en el rubio, en su mirada.
    No era una mirada amenazante o de odio, sino curiosa, pensativa. Como si le mirase y pensase al mismo tiempo.

    "¿Y a este que le pasa?" pensó mientras el aire volvía a sus pulmones.

    Sin nada más que decirle a aquel ojiazul, y sabiendo que si le decía algo este muy probablemente no le contestaría, el castaño decidió no darle importancia. Continuó buscando su película en los cajones del pequeño escritorio. Pero ignorarle fue más difícil de lo que pensó. Podía sentir esa mirada azul en la nuca, incomodándole. Era como si cada movimiento fuese vigilado, entorpeciéndolos sin verdadera razón ni verdadero motivo.
    Giró su cabeza sobre su hombro y lo vio de nuevo. Aquel sujeto le seguía observando de la misma forma, inalterable, como si no se percatara de la incomodidad que le generaba que estuviera allí sin hacer nada más que vigilarlo.

    -En vez de estar allí parado sin hacer nada…- dijo volteándose para volver a su búsqueda-…podrías ayudarme a buscar la película entre las cosas de tu hermano.

    Lo dijo con la estéril esperanza de así ahuyentarlo, pero se sorprendió al escuchar tras de sí pasos. Matt había entrado a la habitación.

    -T.K a veces es muy desordenado con sus cosas ¿Qué película buscas?

    Tai, que lo último que esperaba era recibir ayuda de aquel tipo, se quedó mudo por un instante sin poder creerlo.

    -Esa en la que unos tipos entran en los sueños y luego crean un sueño dentro de otro sueño…o algo así.

    Matt blanqueó los ojos ante esa desgracia de resumen, sin embargo logró reconocer de qué película se trataba. Abrió el armario de su hermano y buscó en los cajones; no sería raro encontrarla allí.

    Tai, aun sin caer que el rubio le estaba ayudando, decidió concentrarse en la búsqueda. Abrió otra gaveta del pequeño escritorio. Allí había algunos lápices y lapiceras, unos cuadernos viejos, unos auriculares rotos, un cubo de rubik todo desordenado, dos caramelos sabor limón. Sabiendo que a T.K no le importaría, comió uno.

    -Oye…- le dijo Matt mientras cerraba las puertas del armario, al parecer la película no estaba allí tampoco-…estuve buscando en internet ese fondo de pantalla que tienes en el celular…y no lo pude encontrar.

    El ojiazul hizo una pausa, como si le costara seguir hablando.

    -¿Acaso tú podrías…podrías…

    Curioso, Tai giró sobre sí y se apoyó sobre el escritorio.

    -Me preguntaba si podrías…

    El moreno rió al ver como al blondo se le trababan las palabras en la boca. No necesitó escuchar nada más para saber que quería su “cuñado”.

    -¿Quieres que te pase el fondo de pantalla que te mostré?- preguntó ya sabiendo la respuesta, esbozando una sonrisa picara.

    El rubio se apoyó sobre el armario y cruzó los brazos. Le esquivaba la mirada.

    Tai sintió que su sonrisa se ampliaba involuntariamente.

    -Sabía que no tardarías en pedirlo, si uno es fan de esta banda inevitablemente desea tener este fondo de pantalla en su celular- dijo con intencional altanería, cruzando los brazos- ¿Pero sabes? Es bastante difícil de conseguir, no se lo descarga así nomas de internet, muy pocas personas tenemos esta image…

    -¿Me la vas a pasar o no?- le interrumpió el rubio con fastidio, en un tono de voz mucho más familiar en él.

    El moreno, a pesar de haber sido interrumpido, le hizo gracia el enojo del blondo. Sacó su celular del bolsillo y se lo aventó al ojiazul suavemente con un movimiento ascendente de su mano. Este, sorprendido, apenas tuvo tiempo y reflejos para atraparlo.

    -Ve a la galería de imágenes, allí está- dijo con toda la tranquilidad del mundo- prende el bluetooth y pásatelo.

    Matt le quedó mirando incrédulo, al parecer sin poder asimilar que le confiara así su celular para hacer él mismo el traspaso. La seguridad inundaba cada molécula del moreno. Con la aplicación que le había instalado Izzy, no tenía de que preocuparse. Confiado, se dio media vuelta para continuar buscando la película en la última gaveta del escritorio que le quedaba por verificar. Sin embargo, mientras husmeaba en el pequeño cajón donde solo parecía haber envoltorios vacios de las bolitas de chocolate que tanto le gustaban a T.K, la boca se le amargó con inseguridad.

    “En la galería de imágenes está el fondo de pantalla, pero también las imágenes que recibo de otros celulares…ósea, allí están las fotos que me pasó T.K de nuestra primera cita” razonó mentalmente“¿Bloqueé con contraseña la galería de imágenes?”

    La exclamación de sorpresa (tan grande que apenas pudo pasar por la garganta del rubio) que escuchó detrás de sí, rebotó por toda la habitación hasta llegar a sus oídos una y otra vez.

    Evidentemente no” se respondió a su propia pregunta.

    De forma milimétrica, como si un movimiento brusco provocara un ataque de una fiera que lo asechaba, se dio media vuelta. Matt veía el celular con los ojos desbordados de conmoción, con la boca entreabierta. Tai tragó grueso. Sintió el impulso desesperado de salir de allí, la habitación en un segundo se le hizo demasiado chica y peligrosa. Olvidándose completamente de buscar la película de los tipos que entraban en un sueño, o que hacían un sueño dentro de otro sueño, o como fuese, caminó hacia la puerta, siempre mirando a Matt. Sintió que era demasiado peligroso darle la espalda. Sus pies casi no se separaban del suelo para no hacer ruido y alertar al blondo, que no reaccionaba. Cuando estuvo a solo un metro de la puerta, el rubio despertó de su letargo. Clavó sus ojos en él.

    Tai nunca olvidaría esa mirada. No vio enojo en aquellos ojos azules, sino ira, cólera. Era la mirada de alguien que veía a su peor enemigo de toda la vida luego de años y años de buscar venganza. Matt se posicionó como si fuese un león a punto de atacar. En ese movimiento, Tai pudo ver fugazmente la pantalla de su celular en la mano del rubio. Este mostraba la foto donde él y T.K se besaban en el baño de la heladería.
    Precisamente, la foto en la que él le besaba el cuello al menor, mientras este veía completamente rojo su reflejo en el espejo. La foto que más le gustaba.

    Sabiendo que el ataque era inminente y que nada que lo que dijese serviría, Tai giró sobre sí y salió de la habitación lo más rápido que pudo, trastabillando.

    -¡Te mataré, hijo de puta!- bramó Matt desgargantándose mientras comenzaba a correr tras de él.





    -------------------------------*-------------------------------



    Sí, Matt ya se dio cuenta, hay que ver que sucede :=WTFf: :=nuse: :=nuse: Espero que los haya entretenido. No sé si podré actualizar la semana que viene, ya que me iré como a una especie de "retiro" a las montaña para tratar de huir del calor y de la humedad. Mi provincia es la segunda o tercera más calurosa de la Argentina, pero afortunadamente están las montañas cerca donde la temperatura es más humanamente soportable. Como estaré solo la mayor parte del tiempo, llevaré libros, peliculas y la netbook para poder escribir en paz y poder traer el ultimo cap de enero. Ya sé que a nadie le importa, pero tenía ganas de escribir jaja. Bueno, hasta la proxima!!

    Edited by exerodri - 15/5/2017, 22:44
     
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    ¡Ya-hoo-hoo~! ¡El cuñado va a matar a Tai!... Continúa pronto jeje
     
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  13. danielXD
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    EM deoz myo ya sabe yeiii abra sangre okno XD. T.K salva a tu querido novio que lo van a matar


    Desde que Tai le paso el teléf. A su compañero dije (ozhe pero seras idiota achy tienes las fotos tan zuculemtas wey >:v)

    Bueno pero la conty vaiiii

    PD
    :sangre XD
     
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    Hola a todos! Perdón por no aparecerme últimamente, pero como dije, con febrero se me terminaba la dicha jaja. Traté de tener el cap listo para finales de enero, pero no pude y ya con el estudio todo se ralentizó. Bueno, aquí les traigo el sexto cap, a pesar de lo cancerigeno que está mi internet, la verdad que es un gran esfuerzo jajaja, pero bueno, lo hago feliz.

    *Ali-nii: jajaja ¿que apuestas? ¿Lo mata o no? jaja gracias por comentar! lo aprecio mucho, hasta la proxima.

    *danielXD: jajaja SANGRE SANGRE! :=grrrrs: :=grrrrs: :=DANCING: jajaja me hizo reír mucho tu comentario. Gracias por leer! espero que te guste la conty jejeje.





    Capitulo 6: Le quiero

    -¡Te mataré, hijo de puta!

    Ese grito sobresaltó a T.K, quien todavía calculaba mediante formulas inventadas cuanto crecería en los próximos años, guiándose de las marcas en la pared de la sala de estar. El odio en la voz de su hermano le estremeció. Tai apareció en la sala desde el pasillo y corrió hacia él.

    -Matt vio las fotos de la heladería- le dijo el castaño como pudo- contrólalo, no quiero golpearle.

    Al rubio el corazón se le petrificó. Sin embargo no tuvo tiempo ni de procesar lo que había escuchado ni mucho menos de contestar algo. Solo cuando Matt estuvo a punto de lanzarse sobre el moreno, T.K reaccionó y se interpuso entre los mayores, aún sin asimilar lo que sucedía. El shock de la noticia le bañó en una sensación de irrealidad, como cuando estuvieron atrapados dentro del árbol a la espera de ser encontrados por Erick y su pandilla. Fue zarandeado por el forcejeo de aquellos dos, más parecido a un muñeco inanimado que había quedado atrapado en los vientos de un tornado que a alguien que intenta calmar una riña. Un manotazo de su hermano le hizo volar y aterrizó sentado sobre uno de los sillones de la sala.

    Matt, enceguecido por la furia, se abalanzó sobre el castaño de un salto. Lo tumbó al suelo y se posicionó encima. No podía perdonarle lo que vio ¿Cómo podría? ¿Alguien podría? Cerró su puño con tal fuerza que las uñas le lastimaron la palma de la mano y lanzó el puñetazo apuntando en medio de esos dos ojos marrones. Tai movió su cabeza rápidamente, esquivando el golpe. Cuando sus nudillos chocaron contra el suelo, el dolor explotó en su mano y subió hasta su codo. Matt se tomó la mano y emitió un grito intentando disipar el dolor. Le sorprendió el puño del castaño viniendo a su cara, pero tuvo los reflejos suficientes para echarse hacia atrás y esquivarlo. El moreno, con ayuda de sus piernas, se lo sacó de encima haciendo que cayera de espaldas al suelo. La ira le hizo levantarse al instante como un resorte.

    Observó al castaño parado a unos metros, viéndolo de frente, dispuesto a pelear. El solo hecho que estuviese de pie era un insulto. No podía permitirlo. No importaba si terminaba con las dos manos rotas, tenía que hacerle pagar. Olvidándose del dolor, arremetió contra el oji-café otra vez.
    T.K volvió a anteponerse, atajándolo, colocándole las manos en el pecho.

    -¡Matt detente! ¡Por favor!

    El grito del menor no llegó a su cerebro. Lo oyó, pero la ira lo transformó en un sonido más sin significado. Continuó avanzando, arrastrando a su hermano que a pesar de intentar plantarse no lograba hacer la tracción suficiente para detenerlo.

    -¡Te mataré por obligar a mi hermano a hacer eso, desgraciado!- rugió hacía Taichi, ignorando por completo al ojiazul menor que llevaba por delante.

    -¡No es así!-gritó T.K

    Esas palabras si llamaron su atención, que inevitablemente pararon con su avance.

    -¿Q-qué?- dijo envuelto en confusión, olvidándose completamente del moreno.

    -Él no me obliga a nada- le contestó el menor, sin levantar la mirada.

    -No… no entiendo.

    Las palabras se le trabaron en los labios. En realidad no entendía. La única idea que se le forjó en la mente al ver esa foto en el celular, fue que su hermanito estaba siendo obligado de alguna forma a hacer eso ¿Qué otra razón podía existir? ¿Una apuesta enfermiza? ¿T.K no era el chico de la foto? Quedó observando a T.K, aun con el pecho agitado.

    -Yo…

    El silencio del menor le angustiaba más y más por dentro, pero no lo demostraba. No era capaz de reaccionar.

    T.K, quien todavía tenía las manos en su pecho, dejó de tener los brazos firmemente estirados y se acercó a él, como si lo necesitara de soporte. Comenzó a arrugar y machacar su camiseta con sus dedos. Matt reconoció el porqué de ese tonteo de su hermano, lo conocía bien: estaba nervioso, no podía quedarse quieto. Eso, sin saber porqué, le asustó.

    El menor, aun cabeza gacha, tomó aire.

    -…yo…- otro silencio más. Matt se dio cuenta de otra cosa. T.K temblaba-…yo, le quiero.

    Matt quedó en blanco, como alguien que observa algo tan impactante que no se da cuenta de ello inmediatamente, sino después. Le inundó la extraña sensación de ya no estar seguro de nada. No sabía que pensar, que creer ni que sentir. Hasta sintió por un segundo que ese chico rubio al frente suyo era un desconocido.

    “T.K, mírame a los ojos” Pensó aun sin salir de su asombro, viendo fijamente a su hermano que aun miraba hacia abajo, como si fuese incapaz de verle a la cara.

    Necesitaba que le viese a los ojos. Solo así sabría sí lo que había escuchado era verdad. Toda la vida, él había tenido la capacidad de descubrir cuando T.K mentía, con tan solo verle a los ojos. No sabía como lo hacía. Nunca supo distinguir que cambiaba en la mirada del menor, pero de alguna forma se daba cuenta. Era como si en esos ojos claros de su hermano pudiese ver lo que nadie más veía cuando este mentía. Ni siquiera sus padres. Tomó conciencia de ese extraño don por primera vez cuando T.K a los 6 años rompió una vasija muy cara de su madre cuando jugaba con sus muñecos. El menor le atribuyó la culpa a un gato callejero que había entrado por la ventana y escapado rápidamente. Su madre, luego de varias preguntas, le creyó. Solo él pudo ver en aquellos ojos celestes que el gato nunca había existido. No necesitó preguntarle más de 2 veces a su hermanito para que confesara, envuelto en llanto.

    Solo con verle a los ojos sabría si todo era una broma, o si T.K estaba siendo obligado a decir eso.

    “T.K ¡Mírame a los ojos!”

    -Por favor no te enojes…- le dijo el menor con la voz cargada de llanto, sujetándose aun más fuerte de su camiseta.

    Entonces, T.K levantó la cabeza. Tenía los ojos rojizos, vidriosos. Una lágrima amagaba por escapar y recorrer su mejilla. A Matt se le estrujó aun más el interior. Hacía años que no veía llorar a su hermano, producto de una promesa que el menor se había hecho a sí mismo para dejar de hacerlo. Que T.K llorase era señal de que su idea de que todo era una broma podía ser descartada. Analizó los ojos del rubito, en busca de ese algo diferente que le indicaría que lo que decía era mentira. Pero no le tomó ni 2 segundos darse cuenta que no lo encontraría por más que buscase. Los ojos de T.K se lo dijeron. No mentía.

    -Por favor…fue mi culpa…- le dijo el menor como pudo, ya que se veía que su resistencia poco a poco se quebraba-… fue mi culpa por no decirte, pe-pero- el ojiazul sollozó- pero no sabía cómo decírtelo o cómo lo tomarías. Por favor perdóname.

    T.K apoyó la cabeza en su hombro y quebró en llanto, dejando fluir toda la angustia.

    Para Matt eso fue otro mazazo. El llanto que llegaba a sus oídos fue un balde de agua que apagó por completo aquel fuego de ira y rabia que hace instantes quemaba su alma. Sin asimilar todavía lo que había escuchado y con una tormenta de sentimientos encontrados en su interior, algo dentro de él le dijo que la prioridad era consolar a T.K. El instinto fraterno pudo más que el enojo. Rodeó con sus brazos a su hermano, cerró los ojos y acarició su cabello en un intento de calmarlo.

    A Tai, quien había presenciado toda la escena desde un costado de la sala, se le anudó la garganta. El llanto de T.K le apuñalaba en lo más profundo de su sensibilidad. Pensó que aquello era más doloroso que cualquier golpe físico, y deseó que Matt le hubiese molido a golpes en vez de escuchar llorar al menor. Necesitaba consolar al ojiazul, pero cuando estuvo a punto de dar un paso hacia delante y abrir la boca, Matt abrió los ojos y los giró hacía él. Se detuvo, y lo que iba a decir se volvió por su garganta hasta llegar al estomago.

    A pesar de lo que más quería en ese momento era abrazar a T.K hasta que le doliera los brazos, la mirada del rubio mayor no le permitió avanzar. En esos ojos azules pudo ver, aparte de todo el odio de Matt para con él, un claro mensaje: los hermanos de apellidos diferentes necesitaban tiempo a solas para hablar.

    Con el dolor atravesado en el pecho por dejar a T.K en ese momento, recogió su mochila del sillón de la sala y se la colgó en el hombro. Se agachó y alzó su celular del suelo, que había volado de las manos del rubio cuando este se abalanzó sobre él por primera vez. Sin darle verdadera importancia se fijó si estaba roto. No tenía un rasguño. Lentamente se perfiló hacía la puerta. Antes de salir, volvió a observar a T.K. Otra vez se topó con la mirada de Matt, confirmándole que no le quedaba otra opción que irse.

    "Perdóname T.K”

    Con solamente el rubio menor en sus pensamientos, salió del departamento, rogando al cielo que esa noche pasase lo más rápido posible.

    1000 kilos

    -¡Take! no te esperaba- le dijo su madre haciendo una pausa en su charla por celular al verlo entrar al departamento. Siendo sábado, correspondía que estuviese con su padre.

    -Solo vine a buscar mis tenis y mi rodillera- contestó el rubio, con más desanimo del que había previsto en su mente- hoy a las 3 es mi partido de básquet ¿Recuerdas?

    -Ah sí, si- contestó apurada su madre, para luego volver a la conversación por el móvil.

    T.K, acostumbrado a ese tipo de interacciones con su madre, no le dio importancia y se fue a su habitación. Entró a su cuarto y cerró la puerta. Suspiró.

    Aquella había sido una de las noches más angustiantes de su vida.

    Después de que se fuese Tai, él y su hermano se sentaron en la mesa del comedor, frente a frente. Tardó varios minutos en calmarse y poder estar listo para hablar. Ante la mirada atenta de Matt, y sin que este dijese una sola palabra, contó todo. Explicó lo sucedido en la cabaña ese verano: de cómo se fueron dando las cosas, de las intensas confusiones y de como se había dado cuenta de que en realidad quería al castaño. Una vez dijo todo, su hermano se le quedó mirando con la misma cara de enojo de cuando empezó el relato.

    -Hay que decirle a papá- rompió con su silencio, en un tono poco tranquilizador.

    -¡No, por favor!- contestó automáticamente T.K, sin poder evitar levantar la voz.

    -¿Cómo que no?- le preguntó Matt indignado- ¿Acaso piensas mantenerlo en secreto por siempre?

    -Todavía no, por favor- rogó el menor, juntando las manos y echándose sobre la mesa. Las ganas de llorar volvieron y no pudo evitar ocultarlo, aun así hizo un esfuerzo para seguir- todavía no, no sé cómo puede reaccionar, él le dirá a mamá y eso… y eso... por favor no se lo digas.

    Matt le miró a los ojos con los brazos cruzados, con esa misma mirada poco amigable. Rabió y se levantó de su silla para irse a la cocina y preparar la cena él solo. T.K se quedó allí sentado, con su cabeza apoyada sobre la mesa hasta que fue el momento de la cena. Las ganas y la energía habían abandonado su cuerpo.

    Cuando llegó Hiroaki, cenaron. Fue un momento tenso e incomodo y el adulto no supo porqué. Los dos menores comían con la vista en sus platos, si decir una palabra. El mayor, ante ese silencio que se le hizo demasiado espeso, buscó un tema de conversación, pero se dio cuenta que sería en vano. Parecía que sus hijos habían pactado estar más silenciosos que una tumba esa noche.

    Matt hacía todo mayoritariamente con la mano izquierda, pero cuando tuvo que usar el cuchillo para cortar la carne no pudo evitar emitir un gemido de dolor. Su padre, que hasta ese momento no se había dado cuenta, le vio la mano derecha, toda roja e hinchada. Casi se atragantó de la impresión.

    -Por Dios Matt, ¿Qué te pasó en la mano?

    T.K pensó que ese sería su fin. Esperando a que Matt relatara lo sucedido, jugueteó con el tenedor enrollando el fideo.

    -Nada- contestó su hermano, seco, sin despegar los ojos de la comida.

    El menor abrió los ojos sorprendido. Intentó disimular para no llamar la atención. ¿Su hermano estaba encubriéndolo? ¿Le ayudaba a pesar de que evidentemente su relación con Tai le molestaba?

    -¿Cómo que nada?- preguntó incrédulo su papá, exigiendo otra respuesta.

    -Te digo que nada- contestó Matt con el mismo tono de voz que antes.

    -Matt- su padre enserió su cara a más no poder. Con la autoridad que le confería su preocupación de padre, golpeó la mesa con su puño- me vas a decir lo que te pasó en la mano, ahora- sentenció, dando a entender que era el último aviso antes de enfadarse en serio.

    Matt le miró a los ojos y luego suspiró, bajando su vista de nuevo al plato.

    T.K sintió que ahora si estaba perdido. Matt tenía que hablar. Anticipó la respuesta de su hermano en su cabeza:

    “Resulta que me lastimé la mano por intentar golpear a Taichi Yagami, ya que pensé que obligaba a T.K besarse con él. Pero no, Jajaja, ¿Sabes por qué? Porque T.K adora besarse con hombres. Así es, es un puto maricón que de seguro le entregó el culo a Tai cada vez que lo perdías de vista cuando estuvieron en la cabaña en el verano. Por eso me lastimé la mano ¿Feliz?”

    -Está bien, si quieres saber…- Matt se llevó un trozo de carne a la boca, masticó y trago con tranquilidad, sin levantar la mirada-… hoy cuando caminaba con Joe nos intentaron asaltar. Como era solo un mocoso, quizás de la edad de T.K o más chico, me defendí y le di un buen golpe. El desgraciado huyó pero por lo menos ahora tiene un buen ojo morado.

    T.K esta vez no pudo disimular su cara de sorpresa.

    -¡¿Acaso eres estúpido?!- le recriminó su padre - ¿Cuántas veces dije que si los llegan a asaltar en la calle, no se resistan? Les pueden meter un tiro por robarles el celular.

    -Pero te digo que solo fue un mocoso así que…

    -Así que nada- le interrumpió el oji-café- parece que todo lo que digo te entra por un oído y te sale por el otro.

    Hiroaki cerró los ojos y se masajeó las sienes.

    -Ya no tengo apetito- dijo levantándose de la mesa con su plato y dirigiéndose a la cocina- ¿Dónde están mis pastillas para la presión?

    -Arriba de la heladera- contestó Matt viendo su plato, sin tocar su comida.

    Cuando se quedaron solos en la mesa, T.K creyó que se había endeudado de por vida con su hermano, pero sobre todo se sintió mal por haber creído que Matt podría decir lo que imaginó que diría. Aunque las razones no le faltaron. Quiso agradecerle al mayor, pero cuando giró su rostro hacía este y estuvo a punto de abrir la boca, Matt se levantó bruscamente de su asiento con su plato. T.K, solo en la mesa de nuevo, suspiró, deseando que esa noche pasase lo más rápido posible.

    Una vez en su cama, tomó su celular. Había recibido varias llamadas y mensajes de Tai. Como no se sentía emocionalmente preparado para hablar, ni siquiera con el moreno, le pidió por mensaje encontrarse al otro día para hacerlo.

    Lo único bueno de esa noche fue que se quedó dormido ni bien su cabeza tocó la almohada. Sin embargo, sentía como si no hubiese pegado un ojo en toda la noche.

    Aun así, a pesar de no estar seguro si entraría a jugar o no, necesitaba darlo todo en el partido de básquet de esa tarde. Por eso estaba allí, en la casa de su madre: para buscar sus tenis con los que se sentía cómodo para jugar al básquet. También su rodillera negra, ya que si bien hace mucho que su rodilla había dejado de molestar al momento de girar y saltar, no estaba de más ser prevenido. Iba a darlo todo. Las ansias superaban por mucho a los nervios de por fin debutar en el equipo de la escuela. Observó el poster que colgaba en la pared de su armario. El de su ídolo deportivo, el mejor jugador de basquetbol del país: Manuel Finóbili.

    Fantaseaba algún día ser como él. Sabía todo sobre él. Cuando había debutado, sus clubes, sus estadísticas, sus records, sus habilidades. Todo. Era su modelo a seguir, a pesar de no estar seguro todavía sobre que profesión elegir de adulto. El ver aquel poster y prometerse dejar todo en el partido de la tarde, como lo hacía su ídolo en la liga nacional, le devolvió algo de confianza en sí mismo.

    Salió de su cuarto con las cosas en la mano y caminó hasta la mesa del comedor donde había dejado la mochila para guardarlas. Su madre, quien ya había dejado de hablar por celular, guardaba papeles en su portafolios mientras veía un canal de noticias en la televisión.

    -Hoy los ciudadanos se despertaron con la noticia de otro robo a gran escala, esta vez en una fábrica de colchones. Es el decimo hecho de estas características en lo que va de la semana en nuestra ciudad – dijo la presentadora de noticias mientras pasaban imágenes de la fabrica- Debido a esto, el propietario de la fabrica decidió mudarla hacía otra ciudad, por miedo a otro altercado en el futuro. Cientos de familias quedaron sin empleo.

    T.K vio la pantalla y por primera vez en su vida sintió lastima por las cosas que le ocurrían a las personas que eran nombradas en los noticieros. Siempre había habido malas noticias, pero tuvo la asfixiante sensación de que últimamente las cosas habían empeorado.

    -Cambiamos de tema. Ayer, los familiares de los dos chicos agredidos el pasado domingo protestaron al frente de la comisaria por la falta de culpables y la pasividad de la policía para buscar a los agresores- continuó la presentadora- Aquí, el testimonio de la madre de uno de los jóvenes- en la pantalla, apareció una señora, de una edad cercana a su madre y con los ojos arruinados de tanto llorar- Mi hijo todavía sigue grave- dijo- por favor, lo único que pedimos es justicia y que esto no vuelva a suceder a nadie…

    -Pero por favor, que caradura esa mujer- dijo su madre cerrando su portafolios- ¿Cómo va a dejar que su hijo se paseé por la calle de la mano con otro hombre? ¿Qué clase de mundo estamos forjando? Debería darle vergüenza- concluyó apagando la televisión.

    Para T.K, esas palabras fueron pesas de 1000 kilos que se posaron sobre sus hombros, y que lentamente lo enterraban en el suelo. Al mismo tiempo lo llevaron imaginariamente lejos, a un lugar donde nada era como él quería.

    Tuvo la seguridad que su madre le había dicho algo, pero por estar todavía afectado por aquel comentario no la escuchó.

    -¿Eh?- alcanzó a decir.

    -¿Qué a qué hora dijiste que es tu juego?- le preguntó su madre con una sonrisa.

    -Ah, a las 3- contestó intentado recomponerse- ¿Crees que podrás ir?

    -Mmmm justo tengo una reunión de trabajo, pero creo que si- contestó la rubia tomando el portafolios y sus llaves- seguramente iré con Greg

    Eso a T.K le pareció bien. Todavía no tenía una opinión clara del novio de su mamá. No le caía bien, pero tampoco le caía mal. Simplemente era Greg.

    -Uy, mira qué hora es, me tengo que ir a trabajar- dijo rápidamente mientras le daba un fugaz beso en la frente- haré todo lo posible para ir a verte jugar. Cuando salgas ponte una campera, el clima está empeorando.

    Luego salió por la puerta, casi corriendo. “El trabajo de una madre soltera nunca termina, ni siquiera los fines de semana” Solía decir en situaciones donde el trabajo le llamaba al deber incluso los sábados.

    T.K suspiró mirando la puerta. Con lo dicho por su madre hace unos segundos, se sintió menos listo que nunca para decirle sobre su relación con Tai. Por primera vez en su vida, sintió lastima de sí mismo.

    Partido

    Luego de buscar las cosas en la casa de su madre, el rubio se reunió con Tai en el centro de la ciudad. Pudo percibir la extrema preocupación del moreno, quien lo saturó de preocupadas preguntas. Para tranquilizarlo le explicó lo que sucedió después de que él se fuera del departamento de su padre. “¿Qué significa eso?” le preguntó Tai confundido “¿Tu hermano estará de nuestro lado?”. T.K dudó, reconociendo que eso sería ser muy optimista “No lo sé, pero por ahora creo que no dirá nada” contestó.

    --------------------------*-----------------------



    El micro-estadio municipal era una de las pocas promesas electorales cumplidas por el alcalde de la ciudad. Se había inaugurado durante el verano. Tardó más tiempo del estipulado en construirse y costó más de lo planeado, pero allí estaba. El problema era que los políticos no se dieron cuenta que habían mandado a construir un estadio que no utilizaría nadie. A pesar de que podía usarse para varios deportes que necesitasen una superficie mediana o chica, de que a la superficie de 30 metros por 20, recubierta de madera, se podía cubrir de otro elemento rápidamente, como ser polvo de ladrillo para el tenis o césped sintético, y de que el techo despegable aseguraba que la gente no se moriría de frio o calor, pocas veces le encontraban un uso a esa estructura que ocupaba media manzana. No había grandes clubes o instituciones en la ciudad que necesitasen un espacio así.

    Los políticos, dispuestos a no dejarse vencer por el desinterés de la ciudadanía en el micro-estadio, pero sobretodo incapaces de admitir que habían malgastado el dinero, probaron de todo para rescatar a su inversión de las burlas. Organizaron campeonatos deportivos de todo tipo, los cuales al principio tuvieron cierto éxito, pero que no duraron mucho. Organizarlos y publicitarlos costaba más de lo que la gente común estaba dispuesta a pagar por participar. Luego invitaron a artesanos y vendedores de recuerdos a armar una exposición para los turistas, pero parecieron olvidarse que aquella no era una ciudad turística. Fue un fracaso. Organizaron, con más esfuerzo que el pensado originariamente, para ser sede de un torneo nacional de ping pong profesional, el cual tuvo un éxito regular. El día de la final fue la única oportunidad donde se pudo ver a las exageradas tribunas de 20 metros de altura, que rodeaban los 4 lados de la cancha, llenas de gente.

    El comienzo de clases les trajo algo de alivio. El permitir que las diferentes escuelas pudieran realizar allí los campeonatos deportivos fue una forma económica de asegurarse que el micro-estadio no se llenara de polvo. Y, sobre todo, que los votantes no pensaran que era un edificio inútil.


    Tai buscó un buen lugar en donde sentarse en las gradas. Más que un buen asiento, buscó el asiento perfecto. La situación no ameritaba otra cosa, tenía que tener el mejor lugar para ver jugar a T.K. A pesar de que faltaba 5 minutos para el inicio del juego, logró encontrar un asiento donde no estaba ni muy lejos de la cancha ni muy cerca. Ya sentado, observó todo a su alrededor. Le llamó la atención la cantidad de gente. El que fuera el primer partido de la temporada de seguro había influido en la concurrencia. Adentro del estadio la temperatura era agradable, ya que el techo corredizo cerrado impedía que el deprimente y ventoso clima gris molestara.

    Se sorprendió a si mismo mordiéndose las uñas producto de las ansias. Hacía años que había dejado de hacerlo. No podía dejar de pensar en que estaría sintiendo T.K en el vestuario en ese momento. Era la primera vez que podía ser parte del equipo oficial de su escuela. Sabía que para el rubio ese partido era importante, le había hablado mucho sobre eso. ¿T.K estaría nervioso? ¿Ansioso? ¿Y si estaba asustado? se preguntó. Tenía ganas de abrazarlo en ese momento y decirle que lo iba a hacer bien, de darle confianza. Se cuestionó duramente el no haberlo hecho cuando se encontraron en la mañana.

    Para intentar calmarse, compró palomitas de maíz a un vendedor ambulante que se paseaba por los escalones de la tribuna.

    Cuando el reloj del tablero eléctrico que colgaba del techo en el medio del micro-estadio marcó las 15:00 HS, sonó una chicharra. Los equipos salieron a la cancha, envueltos por el aplauso de la gente. Tai buscó a T.K con la vista. De seguro había ido directo al banco de suplentes, pensó el castaño al no verlo. Maldijo al aire al darse cuenta que el banco de suplentes estaba de ese lado de las tribunas, debajo de él. Quería ver al ojiazul, pero ya era demasiado tarde para cambiarse de asiento, además en la tribuna del frente ya no había lugar a simple vista.
    Una voz por el alto parlante dio la bienvenida a la gente, nombró a las dos escuelas que jugarían y presentó a los árbitros. Luego, el partido comenzó. El equipo de T.K usaba un uniforme azul con detalles naranjas, mientras que del otro equipo era todo verde oscuro.

    La primera vez que el equipo azul encestó, a Tai se le escapó un “¡Gol!” de la boca, recibiendo miradas confundidas de los que estaban cerca.
    Avergonzado, después solo se limitó a aplaudir cada vez que el equipo de T.K anotaba. Pero no duró mucho. La efervescencia que le despertaba los deportes, cualquier deporte, era más fuerte que él. Rápidamente se olvidó de la vergüenza y alentaba a los compañeros de T.K, aunque no sabía quiénes eran o que debían hacer. Era la primera vez que veía un partido de básquet, así que cuando terminó el primer cuarto de 10 minutos no entendió que sucedía.

    Después de un descanso, continuó el partido.

    Tai buscó a T.K entre los 5 jugadores del equipo que salieron a la cancha nuevamente. Había caras nuevas. Una voz por el alto parlante anuncio quien había sido remplazado por quien. Ninguno era T.K.

    Sintiéndose aun más ansioso que antes, rebotó en su asiento de la frustración. Se imaginó al ojiazul sentado en el banco de suplentes, nervioso pero deseante de salir a jugar. Lo podía sentir.

    -Tranquilo T.K, tranquilo, ya te tocará, estoy seguro- susurró mordiéndose las uñas otra vez, mientras veía como el balón se ponía en movimiento de nuevo.

    -Tai, que sorpresa verte, no sabía que venías.

    Al girar su cabeza a la derecha, vio a Hiroaki caminando hacía el, abriéndose paso entre la gente sentada en las gradas. Se sacó la mano de la boca.

    -Hola Hiroaki ¿Cómo está?- saludó con una sonrisa.

    Sin embargo, su sonrisa disminuyó al ver que el mayor era seguido por Matt. Este llevaba un vendaje en la mano derecha. Hiroaki se sentó a su lado. Antes de que el rubio se sentase junto a su padre, de manera inevitable, se miraron a los ojos. El moreno no pudo evitar tensarse más de lo que estaba y sentirse incomodo ante esa mirada desafiante. Si bien no le tenía miedo, de cierta forma tenía en claro que no quería meterse con aquel ojiazul. Matt desvió su mirada hacía el frente y se sentó.

    -¿Take todavía no salió a jugar?- preguntó el adulto, intentado identificar a su hijo adentro de la cancha.

    -No, todavía no- contestó Tai, viendo como un chico del equipo verde robaba la pelota y clavaba un triple.

    -Bueno, es lógico. La edad mínima para formar parte del equipo es de 14 años, así que Take debe ser el más joven del equipo. Era sabido que no lo pondrían de entrada- dijo Hiroaki con un semblante tranquilo- Ah, Tai, te quiero presentar a mi otro hijo Matt, tiene tu misma edad…- dijo alegre el castaño mayor-…Matt, él es…

    -…ya nos conocemos- Matt le cortó de manera seca la presentación, cruzando los brazos y sin desviar su mirada del juego.

    Hiroaki giró su cabeza a ambos lados, sin entender que pasaba. Tai le sonrió incomodó y volvió su vista al partido, metiéndose varias palomitas de maíz en la boca.

    El segundo cuarto terminó con el equipo verde dominando tanto en el juego como en el marcador, y por mucho. Prácticamente redoblaban la cantidad de puntos de la escuela de T.K. Tai intentó guardar algo de palomitas de maíz para el próximo cuarto, pero sus nervios le hicieron acabársela antes de que se diera cuenta.

    Luego de otro descanso, el árbitro anunció el inicio del tercer cuarto. Los muchachos del equipo azul y naranja salieron del banco, no muy animados en comparación de sus contrincantes. Solo uno entró al campo de juego trotando, dispuesto a darlo todo. Tenía la 93 en la espalda. La voz por el alto parlante anunció el ingreso de Takeru Takaishi por otro muchacho.

    Tai se levantó de su asiento al ver al rubio en la cancha, ignorando que una sonrisa monumental adornaba su cara. Sintió tanta felicidad por T.K, como si él mismo estuviera cumpliendo una meta importante. Pero de repente, como alguien que sopla el sobrante de la goma de borrar sobre el papel, la sonrisa se le borró al oír:

    -¡Vamos Takeru!

    -¡Tu puedes!

    Aquello, entre otros gritos además de risas, provino de 4 chicas de aparentemente la misma edad de T.K, sentadas a su derecha unas cuantas gradas más abajo. Chicas que hasta antes del tercer cuarto habían prestado poco y nada de atención al partido.

    Tai se volvió a sentar lentamente, viéndolas sin disimulo, con la sensación de que la dicha de hace un momento se había atenuado. Sintió que con la mirada aquellas chicas se lo comían al ojiazul sin piedad. No podían. No lo podía permitir. Tuvo ganas de decirles algo que las pusiera en su lugar, pero recordó que sería difícil explicar el porqué no quería que le gritasen cosas al rubio. Sintiéndose amedrentado por la situación, pero sabiendo que se hacía mala sangre en vano, decidió dejarlas de lado y no darles importancia. La pelota se puso en movimiento de nuevo.

    El equipo verde tomó la pelota, y todo parecía que encestarían de nuevo. Pero la tribuna que apoyaba a los chicos de verde enmudeció cuando T.K saltó al frente del muchacho que estaba a punto de tirar y, a pesar de ser mucho más bajo en estatura, le quitó el balón. Con una velocidad que no se había visto hasta ese momento en la cancha, el rubio contraatacó y anotó los primeros dos puntos de su equipo en ese tercer tiempo.

    -¡Muy bien, Take!- gritó Hiroaki mientras aplaudía.

    Matt, como no podía aplaudir, se limitó a silbar con ayuda de sus dedos.

    “¡Sí!” festejó mentalmente Tai cerrando energéticamente su puño, imaginándose lo feliz que se debería estar sintiendo el menor en ese momento.

    T.K sonrió a sus compañeros mientras le felicitaban, a la vez que retrocedían ya que tenían que defender otra vez. Las personas que apoyaban al equipo azul festejaron asombradas la jugada del recién ingresado, como si no se lo esperasen.
    Y entonces el verdadero show comenzó.

    Nadie hubiera sospechado que aquel rubito, el más bajo de la cancha y por mucho, a quien el uniforme le flameaba por quedarle grande, cambiaría así el rumbo del partido. T.K tomó la pelota y esquivó a dos defensores del otro equipo. Anotación. En la jugada siguiente giró sobre sí mismo para hacer pasar de largo al chico que lo perseguía. Anotación. Como sus compañeros no podían penetrar en la defensa, le tiraron el balón a él que esperaba afuera del área. Triple.

    En poco tiempo, la gente se contagió de la energía del ojiazul. Aplaudía y alentaba como no lo habían hecho durante todo el partido. Y si bien también celebraban las acciones de todo el equipo, cada vez que el blondo tocaba la pelota los ánimos crecían. Y había motivos. T.K le había cambiado la cara a su equipo, que antes se encaminaba a comenzar la temporada con una derrota aplastante. El equipo se había acercado bastante en el tablero, a punto de empatar el encuentro.

    Tai sabía que el ojiazul jugaba bien, pero era la primera vez que veía ese fuego, esa pasión en el menor. Observaba atento y en silencio. Su fascinación no le dejaba hacer otra cosa que contemplar a T.K, atónito. Los movimientos veloces, agiles, pero a la vez elegantes del rubio le hipnotizaban. El menor se sacaba a los rivales de encima con tal facilidad que los hacía parecer torpes, lentos. Como si ser el de menor estatura no fuese un problema, sino una ventaja. Incluso, cada tiro del rubio a la cesta significaba puntos para su equipo, ya sea de a 2 o 3 puntos. Y marcaba muchos de 3, como si fuera demasiado fácil.

    Pero más que la efectividad de T.K en el juego, lo que lo hipnotizaba al castaño era la belleza del menor. Sus cabellos rubios se agitaban de manera hermosa con cada movimiento brusco. Sus brazos, delgados pero definidos, les había enmantado los ojos. Hacían una corografía perfecta que era aplaudida por toda la gente. El fuego azul de su mirada demostraba que ese partido le pertenecía y que nada lo detendría.

    A Tai también le gustaba como le quedaba el uniforme al menor. A pesar de que le era grande y demasiado suelto, se veía perfecto. La forma en cómo se flameaba cuando el blondo corría o giraba era tan armoniosa, que parecía estar suelto a propósito. El solo hecho de recordar haber visto a ese ser (que se robaba todas las miradas en la cancha) sin ninguna ropa, le aceleraba la sangre al moreno y le hacía “endurecer” su amor por el rubio. El recordar que él tenía la posibilidad de tocar aquella piel le daba la sensación de ser el hombre más afortunado del planeta. En una ocasión, uno de los sueltos y no muy anchos hombros de la camiseta sin mangas del ojiazul se deslizó hacia abajo por su brazo mientras saltaba. Tai se mordió el labio en un intento de alejar los obscenos pensamientos que vinieron a su mente ¡Tenía al padre del rubio al lado! Tenía que controlarse.

    El tercer tiempo terminó, con el equipo azul arriba en el marcador. El público en las gradas, el de ambos equipos, aplaudían sin poder creer todavía semejante remontada.

    Tai aplaudió risueño mientras T.K y sus compañeros volvían al banco de suplentes para la charla con el entrenador. El rubio no le vio en las gradas. En realidad ni siquiera levantó la cabeza para ver al público en ningún momento. Charlaba enérgicamente con uno de sus compañeros de equipo, al parecer dando indicaciones. Tai no esperó otra cosa, se notaba que el menor estaba adentrado en el partido como ningún otro.

    -¡Takeru! ¡Takeru!

    El estruendoso grito de una de las cuatro chicas a su derecha, que a pesar de ser potente no sobresalía de entre el ruido de la multitud a su alrededor, le llamó la atención.

    -Creo que no me vio ¿Ustedes dicen que me vio? A lo mejor si me vio pero no me di cuenta-preguntó la que había gritado a sus amigas.

    -No te vio, no te hagas ilusiones- le contestó una de las chicas viendo el celular, evidentemente aburrida.

    Sí, no te hagas ilusiones” sonrió mentalmente el moreno, aunque entendía las ganas de esa chica de llamarle la atención al rubio ¿Podía culparla?
    El ojiazul provocaba inevitablemente la necesidad de suspirar a varias, y el saber que solo tenía ojos para él le provocaba un cálido orgullo en su interior, mejor que cualquier medalla.

    -Estás celosa porque yo soy la que más le conversa en el curso- dijo la gritona cruzando los brazos y sentándose de nuevo.

    -¿Y eso qué?- preguntó una de las 4 chicas. Tenía brakets.

    “Sí, ¿Y eso qué?” Tai no pudo evitar preguntarle con el pensamiento, ya no tan divertido. Sin darse cuenta, poco a poco fue inclinándose en su asiento hacía el grupo de chicas, con sus oídos cada vez más atentos.

    - Además, pierdes tu tiempo amiga- dijo una chica de sombrero, la única que no había hablado hasta el momento- ya está con alguien.

    “¡QUE!”

    Tai casi se cayó para adelante del sobresalto que le provocaron esas palabras. El repentino movimiento llamó la atención de las 4 chicas, que lo miraron extrañadas. Tai se enderezó y trató de disimular observando la hora en su celular, viéndose más calmado de lo que en su mente se imaginaba. Las chicas sacaron su vista de él. El oji-café giró disimuladamente su vista para su izquierda. Hiroaki no se había dado cuenta de su blooper por estar hablando con Matt. Todo normal.

    La chica del sombrero siguió:

    -Sí ¿Qué no escuchaste los rumores?

    “¿Qué rumores?”

    -¿Qué rumores?

    El castaño se asustó y creyó que esas palabras habían salido de su boca. Tardó en darse cuenta que la que había preguntado fue la chica que le gritó a T.K.

    -Según dicen, está saliendo con Nina, nuestra compañera de curso…hasta algunos dicen que los vieron saliendo del baño de varones juntos- contestó la chica del sombrero.

    Tai quedó atónito mientras una sirena de alarma se prendía en su cabeza. La imagen de T.K abrazándose con una chica pasó volando por su cabeza, fumigando con veneno su corazón. Para el ojiazul no sería muy difícil encontrar pareja ¿No? Es decir, si todas andaban tras de él, solo tendría que elegir una. El castaño conocía ese agrio sabor, ya lo había sentido antes. La última vez que lo sintió fue en la granja del “viejo” Ben aquel día tormentoso.

    ¿Por qué? ¿Por qué él tenía esa facilidad para sentirse así? se preguntó.

    -¿Quién te contó eso, que está saliendo con Nina?- preguntó la gritona a la del sombrero.

    -Pues…la propia Nina.

    La chica de brakets entró a reír a carcajadas.

    -jajaja chicas abran los ojos, es todo mentira de Nina- dijo ladeando su cabeza- ella ni siquiera se anima a hablarle en el curso.

    Tai sintió aquellas palabras como una brisa fresca en el desierto de sus dudas. De repente, todo fue calma. Claro ¿Cómo podría dudar de T.K? Todas eran mentiras de mocosas inmaduras necesitando algo de popularidad. Además ¿T.K hacer cosas con una chica en un baño donde salen y entran personas a cada rato? ¿El mismo T.K que todavía temblaba cuando él introducía su mano por dentro de su remera para acariciar su estomago? No, aquello era simplemente imposible. Se sintió estúpido de siquiera haber dudado.

    “Sí, la chica de brakets tiene razón”

    La voz del estadio anunció un minuto para el comienzo del último cuarto. La gente que había ido al baño o a comprar botanas volvía a sus lugares.

    -Sí, puede que tengas razón- dijo la chica del sombrero- aunque ella me contó que el sábado habían salido juntos…-

    El moreno ladeó su rostro hacía un costado y trató de ahogar una carcajada. T.K había estado con él todo el sábado anterior.

    “Tai, eres un idiota” pensó ladeando su cabeza.

    Sin embargo, aun sabiendo que todo lo que había escuchado era falso, supo que el veneno aun corría por su cuerpo. Lo podía sentir. Puede que aquella Nina mintiese, pero las dudas ya habían clavado su bandera en el cerebro del castaño ¿Cómo podría librarse de las dudas si T.K se robaba las miradas de quienes lo rodeaban? ¿Sería capaz? Lo veía difícil. Controlar los celos nunca fue una de sus virtudes, y ahora se encontraba ante su mayor reto.

    Una chicharra sonó indicando que el descanso había acabado. Tai, al ver que el rubio volvía a la cancha, decidió dejar de pensar y disfrutar del momento. No sería la última vez que aparecerían los celos, estaba seguro, pero sabía que con la ayuda de T.K podía superarlos

    La pelota se puso en movimiento de nuevo. El rubio continuaba liderando el equipo con su talento y energía, pero sus compañeros ya comenzaban a sentir el cansancio. El tablero poco a poco fue igualándose de nuevo. La voz del estadio anunció un cambio en el equipo del blondo. Tai no fue indiferente al nombre del muchacho que entraba a jugar. Era Andy. Aun con la desconfianza como consejera, puso especial atención en aquel chico.

    El ojiverde entró a la cancha y trotó directamente hacía T.K. Tai se sorprendió al ver que los dos menores hicieron un saludo rápido con un juego de choques de sus palmas, sus puños, y sus codos. A pesar de que el menor le había dicho que se llevaban bien, el moreno no creía que se llevaran tan bien. Algo no le gustó.

    El partido continuó, y más de uno de en la tribuna se asombró de que los dos menores del equipo, tanto en edad como en estatura, llevaran el ritmo de su equipo. El castaño de pecas sorprendió a varios con giros, amagues y tiros certeros. No tenía la misma participación que T.K, pero reanimó con su juego al público, quienes no entendían porque el entrenador había dejado a esos dos menores para el final. Anotación tras anotación, todo parecía estar encaminado para una victoria sin sobresaltos. Hasta que ocurrió.

    Uno de los contrincantes, al ver que el rubio se le escapaba nuevamente y se dirigía sin resistencia a la cesta, le dio un codazo en la cara, volteándolo violentamente de espalda al suelo. Simpatizantes propios y rivales, Hiroaki, las 4 chicas parlanchinas, todos en el estadio hicieron una exclamación de dolor. Tanto Tai como Matt se levantaron de un brinco.

    -¡T.K!- gritó el castaño sin poder creer lo que había visto.

    -¡¿Pero qué te pasa idiota?!- rugió Matt, levantando la mano vendada-¡Metete con uno de tu tamaño, jirafa!

    T.K se levantó con ayuda de sus compañeros, tomándose la cara. Al ver sus manos, el propio ojiazul se sorprendió de la sangre que se le escapaba de la nariz. El entrenador lo vio sorprendido y pidió tiempo.

    Tai daba saltitos en su asiento, con la preocupación agitándole todo su ser. Un hombre de conserjería limpiaba con un estropajo la sangre de la cancha mientras que al costado de la misma, un enfermero limpiaba y curaba la nariz del blondo. El entrenador se le acercó y le dijo algo. A pesar de que Tai no podía escuchar la conversación, al ver la reacción del menor no necesitó hacerlo para saber que le había dicho el adulto. Era evidente que le había pedido que se sentara en el banco de suplentes. El ojiazul juntó sus manos en suplica, su cara era la imagen misma de la desesperación.

    “No seas estúpido, no puedes seguir así, te puedes lastimar” pensó Tai, rogando que el entrenador del rubio hiciera lo correcto.

    El entrenador vio al blondo a la cara por unos segundos. Suspiró, y le revolvió el cabello haciéndole seña para que volviera a la cancha. El rubio sonrió y se metió trotando, con un trozo de algodón manchado de sangre en el orificio nasal izquierdo.

    El castaño resopló y se sentó de nuevo, aun más nervioso que en el principio del partido.

    Como la falta había sido adentro del área, el árbitro marcó dos tiros libres y expulsó al jugador del otro equipo. El propio T.K se haría cargo de ejecutarlos.

    Un extraño silencio cubrió el micro-estadio municipal mientras el rubio de 14 rebotaba el balón en el punto de los tiros libres marcado en el suelo.
    Los nervios de Tai crecieron. Pero no estaba preparado para lo que vería.

    T.K, sin sacar sus ojos de la cesta, besó la chapita de su pulsera y lanzó la pelota.

    Para Tai el tiempo se detuvo y sus huesos se derritieron allí mismo. No entendía como no se escurría por entre los asientos de las gradas. Se tiró hacía atrás en su asiento. Su cara hervía, y necesitó agarrarse el lado izquierdo del pecho por miedo a que su corazón saliera disparado. No se esperaba aquel gesto del menor. Se quedó desparramado en su asiento, intentando comprender que le ocurría. Él no lo vio, pero el festejo de las personas a su alrededor le indicó que el tiro había entrado. Tratando de recomponerse se enderezó a su asiento.

    Para todos allí en el micro-estadio, ese beso a la pulsera podía ser una cábala o un ritual sin importancia, pero para él no. Para él era titánicamente más significativo, y el hecho que viniera impulsado por el impacto de la sorpresa lo hacía aún más intenso.

    Tuvo miedo de ver hacía donde estaba el rubio, pero al mismo tiempo no tenía ganas de otra cosa. Fijó sus ojos marrones de nuevo en T.K, y se sintió más enamorado que nunca. Le dio la sensación de estar en un teatro, con todo el lugar en penumbras y al único que iluminaba el reflector era al menor.

    Se preguntó cómo podía aquel rubio hechizarle de esa manera, aunque poca importancia le dio a la respuesta. Tan solo se quedó observándolo sonriente. El menor volvió a rebotar la pelota. Miró la canasta. Besó la pulsera.

    A pesar de estar de cierta forma preparado, el impacto fue el mismo en el alma del moreno, aunque pudo soportarlo mejor.

    De nuevo, el tiro fue perfecto y el juego se reanudó. Solo faltaban unos minutos, y el resultado estaba casi asegurado. El equipo azul, empujado por el acto de amor por el deporte del menor de ellos, dio lo mejor de sí. El partido terminó y automáticamente todos los jugadores saludaron al rubio, consientes que sin él el resultado hubiera sido muy distinto.

    Tai se levantó de su asiento aplaudiendo al equipo, como la gran mayoría de las personas a su alrededor. Aunque sabía que nadie veía a T.K como él. La sonrisa del menor mientras era saludado por sus compañeros valía oro.

    “Cielos, no creo que mi corazón soporte otro partido de T.K” pensó el moreno suspirando.

    En un rincón a un costado de las gradas, un hombre con una gabardina negra y lentes de sol hacía pasear una moneda por sus nudillos. Sonrió. Le gustaba lo que veía.



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    -Takeru: Yamato, ¿Puedo, por favor, por favor, por favor jugar en el equipo de basquetall?png
    -Yamato: Khe?
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    -Taichi: Me di cuenta que es muy bueno, así que le dije al capitán del equipo sobre él.png
    -Yamato: ¿Y tu estás diciéndome esto porque...?
    -Taichi: Bueno, tu eres su hermano.
    -Yamato: ¿Donde está la trampa?
    -Taichi: ¡Eres muy cruel, Yamato!

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    Cada domingo.
    png
    -Takeru: ¡Vamos tarde!
    Pensamiento de Yamato: Lo sabía...


    Las imagenes nada que ver con lo del fic, pero me dio mucha gracia XDXD
    Considérenlo como un extra o un Bonus, porque no es lo que sucede en el relato. ¿Por que lo pongo? Bueno, solo quería aprovechar la opción que tiene este foro de poder postear imgagenes. Además, la artista que hace estas viñetas es muy buena y tiene mucha imaginación. Así que... ¿Por que no?
    El blog de donde saco las imagenes (o la mayoria de ellas) es http://varichina.tumblr.com/
    Todos los creditos a la autora del blog y de las imagenes.



    Bueno, hasta allí nomas.
    Perdón de nuevo por la demora, pero es cierto que desde ahora me demoraré más, mucho más de lo que siempre lo hago. Ya con el estudio pisándome los talones se me es imposible actualizar cada fin de semana como traté de hacer siempre. Sinceramente creo que desde ahora las actualizaciones serán mensuales. No es lo que más me gusta, pero a simple vista no quedaría de otra. Obviamente subiré el cap cuando lo tenga listo y corregido, pero el tema es encontrar tiempo para escribirlo je. Así que si no me aparezco seguido, ya saben el motivo :(
    Bueno con respecto al cap, el "jugador" a quien admira T.K obviamente es una parodia jajaja. Espero que les haya gustado. Muchas gracias por leer y apoyarme con el fic, tanto en los comentarios como en los mensajes privados, lo aprecio un montón!
    Hasta la proxima, espero que sea pronto.

    Edited by exerodri - 15/5/2017, 22:35
     
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