"Eit!!...He's my man"

con *Yuki*

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    Reine de Blanck se encontraba sentado en su ancho escritorio de roble masizo. Enorme ante cualquier vista, pero con el detrás, pareciese un simple escritorio de lo mas normal. El tamaño de Reine le hacia dar un equilibrio justo entre el escritorio y el.

    Sobre este se encontraban 3 cartas dirigidas del duque de Ondenberg proponiendo un fructífero matrimonio, para sumar sus tierras a las de su reino.

    Reine era soberano de un mediano reino entre medio del mas despiadado de los ecosistemas, se encontraba sumergido en el claro de una pradera que colindaba con un terreno selvoso. Los arboles crecían inmensos, con largas ramas que daban una estupenda sombra para tomar un refrigerio a la mitad del dia. Las calles estaban pavimentadas de piedra, pues sino, se verían envueltos en capas y mas capas de lodo en el tiempo de lluvias. Rodeado de una enorme muralla de piedra masiza que asomaba musgo y pasto entre las uniones de adobe mezclado con cemento y cantera, a sus espaldas se encontraba un maravilloso terreno cercado por los inmensos parajes salvajes de la selva.

    Si se únia en matrimonio y adquiria esas tierras, por fin podría cercar el ala este del reino, pues las propiedades del Duque, quedaban justo en medio. Suspiro, ¿Cómo podría unirse en matrimonio asi como asi?, inclino su cabeza hacia atrás dejándola sobre el respaldo de su silla, retirándose los anteojos y cerrando sus ojos, recordando la noche pasada. ¿Qué noche mas perfecta y triste a la vez había tenido en su vida?

    Su amada Agnes, princesa del reino colindante, había llegado a tiempo como era costumbre a su cita, no había conocido nunca a una joven tan hermosa y deslubrante como a ella. Su cabellera larga y sedosa de abundante cabello castaño con hebras que pareciecen mas finos y delicados que la seda, y en ocasiones distaban de un color castaño, a un castaño dorado, haciendo que brillara bajo la luz de las antorchas o velas.

    Sus ojos tan brillantes y redondos de un verde profundo delineados perfectamente de negó, su tes blanca y piel suave como su cabello, hanchas caderas, y pecho firme y lleno. Todo soportado por una diminuta cintura. Las piernas de Agnes eran largas a pesar de su baja estatura, le hacían volver loco, toda ella lo lograba.

    La había conocido en un baile de bienvenida en su propio reino, tenia que mantener las amistades aunque no le gustara asistir a esos eventos y ahí estaba ella, sentada junto a sus padres, mientras veía como bailaban sumerjidos en hermosa música los invitados, sonreía tan espléndidamente, sus dientes blancos como perlas, se asomaban en sus labios pequeños y carnosos, mirando entre sus pobladas pestañas a los jovenes que la invitaban a bailar, y declinando la invitación con toda la educación y timidez posible. Argumentaba que no sabia bailar, puesto que si había escuchado bien durante la fiesta, el rey había internado a su hija en una escuela para señoritas de alcurnia, en donde les enseñaban modales, y diversos estudios para que no fueran las típicas mujercitas dedicadas solamente a cocer y concebir niños. No, su linda Agnes sabia contar, leer, escribir, recitar como una verdadera oradora poemas que te dejaban encantado con su linda y dulce voz. Que nunca levantaba a menos que estuviera de lo mas molesta, cosa rara.
    Recordaba como temeroso un poco se había acercado a ella y la había invitado a bailar y como esta declino tan hermosamente que solo le hizo insistir.
    -Mi lady, si usted me lo permite, me gustaría mostrarle como se baila, de manera que pueda disfrutar esta bienvenida hacia usted.

    -Gracias su majestad, pero, temo acabar con sus pies si acepto su oferta…- esta simple oración le saco una sonrisa de lo mas profundo de su corazón, Agnes, la dulce Agnes tenia un sentido maravilloso del humor. El rey Calvanvanti II dejo escapar una sonora carcajada.

    -Anda hija, no vez que su majestad de Blanck tiene las mejores intenciones, uno o dos pisotones no son nada para el….- alentó a su hija haciendo que esta lo mirara con un poco de reproche pero solo asintiendo y dando su mano a Reine. ¡¡Y que pisotones le había propinado!!, hasta que poco a poco fue tomando el ritmo y comenzando a danzar tan maravillosamente que no la solto en toda la velada. Ademas de charlar con ella y terminar de enamorarse de esa encantadora princesa como no se podía.

    Y ahí, perdido entre sus pensamientos fue que la dulce Agnes le tomo de las mejillas y le planto un suave beso, reunidos en la oscuridad de la noche y acobijados solo por su complice la luna.

    Se veian en una cabaña en la espesura de la selva, entre el reino de Reine y de ella. Tenian lo necesario, una manta, un poco de vino, velas y su compañía. El pelinegro fue sacado de sus pensamientos y tan solo correspondio con dulzura envolviendo esa diminuta cintura y alzándola por los aires.

    -Mi hermosa princesa….- mencionaba sonriendo mientras la joven reia y trataba de liberarse del agarre para llegar al suelo.

    -Reine, temo que tengo que hablar contigo sobre un asunto de suma importancia…- le dijo tomando ambas manos y comenzando a jugar con ellas mientras miraba el suelo.

    Esas palabras hicieron que el corazón de Reine se detuviera por unos instantes, “Seriamente” se repitió, para tomar con una mano sus pequeñas extremidades y con la otra, tomar la barbilla de ella y alzarla un poco. – Dime mi amor, ¿Qué sucede?

    -¡¡Oh Reine!!..- menciono angustiada…- mi padre a dispuesto a que me case con el rey de Ochirnistan…-le miro a los ojos.

    Las mandíbulas del joven se apuñaron…- Querida mia, ¿acaso no le haz dicho que tu corazón pertenece a otro?. – La joven asintió con desesperación.

    -Lo he hecho Reine, he rogado de rodillas a mi padre que cancele el compromiso, que con quien quiero estar es contigo, hasta le he dicho que no pienso estar con el rey, nunca, que mi corazón solo pertenece a ti…- menciono mientras sus ojos se comenzaban a llenar de lagrimas. Las cuales Reine no podía combatir.

    -Ire con tu padre, le explicare la situación, le planteare que tu virtud me pertenece a mi, asi como tu corazón, además de todo lo referente a ti. Dare con gusto parte de mi reino si eso compensa el dote que iba a proporcionar tu padre y el rey de Ochirnistan…- dijo convencido y firme, provocando que Agnes abriera grandes sus ojos, mientras las lagrimas se escapaban de ellos y corrian por sus mejillas.

    Reine observo esas gotitas saladas con molestia, no hacia la joven, sino contra quien las causaba, la tomo entre sus brazos, y la arropo tan gentilmente, la presiono contra su pecho acurrucándola.

    -No…- menciono ella apartándose…- no quiero que vayas, si le dices que mi virtud te pertenece, puedes provocar la guerra, los dotes han sido intercambiados, incluso han firmado un tratado, Reine, mi dulce Reine, no quiero apartarme de ti…- dejo caer unas lagrimas mas, haciendo que la molestia de Reine se esfumara y se acercara a limpiar sus mejillas.

    -Amor mio…- solo dijo, para acercarse a ella y propinarle un beso suave de consuelo. Agnes rodeo con sus manos los hombros de Reine, este era demasiado alto y fornido. Se elevo un poco poniéndose de puntillas mientras introducia su lengua en la cavidad contraria, haciendo que el beso se tornara mas pasional, mas intenso. Hasta que sin preverlo ambos terminaron sobre la manta en el suelo, Reine deshaciendo el nudo de su corcet, alzando su falda y retirándola, dejándola desnuda, observándola. La beso de la punta de sus pies hasta cada hebra de cabello, deliando con sus manos la fina silueta de Agnes. Ella solo sentía que su cuerpo se derretia, suave, muy suave se decía a si misma con el toque de la piel de Reine. Las caricias, los besos, siguieron, hasta hacer que ambos se unieran, al principio con gran suavidad, que poco a poco fue desapareciendo y transformándose en un deseo puro y vivido, el cual hizo que ambos llegaran al climax con las respiraciones agitadas y sudorosos. Se quedaron asi unos segundos, hasta que la pequeña se aparto de sus brazos y coloco sus manos en su rostro.

    -No quiero dejarte Reine, no quiero…- sollozo. El, la consolo toda la noche, la mantuvo cerca de si y antes del alba la dejo ir de nuevo a su casa.

    Ahora, Agnes debería estar casada con el Rey Enrique de Ochirnistan, y el, impotente sentado en su escritorio.

    Toc…toc..toc…

    Se escucho en la puerta, haciendo que pasara la persona de atrás de ella. Era un hombre con cabellos grisáceos, y gran altura, se podía decir que casi llegaba a los 2 metros y pegaba con la puerta, sino es que habían 3 cm que los separaban, compleccion firme y torneada y con ojos azules. Una cicatriz en su ceja impedia que esta siguiera creciendo y en sus brazos habían muchas mas.

    -Reine, ha llegado otra carta del duque de Odenberg…- dijo suave, colocándola sobre el escritorio y observando las otras sobre la misma…- ¿Qué haras?...- pregunto tomando asiento frente al escritorio, observando atentamente al joven.

    Reine aclaro su garganta y se paso una mano por el cabello, colocándose de nuevo los anteojos y leyendo…- aceptar la propuesta matrimonial claro esta…- repitió haciendo sonrerir al viejo.

    -Llamare al mensajero de inmediato, le dire que enviaras una misiva a Odenberg…- mencionaba con un tono semejante a la alegría.

    -Quita ese todo de tu voz Hanstrong, no estoy nada contento, mi amada desposa a otro, me tengo que casar para beneficiar al reino, y creo que moriré de melancolía en unos cuantos minutos mas si no me traen una buena copa de vino…- menciono suspirando, haciendo que el viejo solo garraspeara.

    -Tal vez es lo mejor para todos. Solo que el matrimonio que se avecida de ti con la sucesión del ducado, ¿sabes que es en realidad u….- fue interrumpido por el joven.

    -¡¡LO SE!!, y no importa…- dijo en voz alta…- ¿Cómo se formo Pacem?, ¿Cómo esta Hastardan?, inclusive podría haber apostado que Wingstein no dejaría que algo asi sucedira pero me equivoque….- dijo con tono resigado…- ni hablar,hubiera preferido contraer nupcias con la adorable Agnes…- menciono sonriendo, haciendo que a Hanstrong se le atorara algo en la garganta…- pero, contraeré con el heredero del ducado de Odenberg. Rápido, ve por el mensajero.

    Fue lo ultimo que dijo para que el viejo saliera disparado por el mensajero, enviando una carta de aceptación al duque y una muestra del dote para el compromiso.















    ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~















    El médico dejo los terrenos de Odenberg suspirando, se le hacía una lástima tener que dar aquellas noticias a una familia tan agradable como eran los duques.


    Desde lo alto dela torre norte, por la ventana se asomaba el único hijo de la pareja, Sebastian Holstein, observando como ese hombre se alejaba poco a poco hasta perderse detrás de los grandes árboles que ocultaban la casa donde residía.

    Golpeteó las piedras que conformaban la pared un par de veces con sus blancas y tersas manos, estaba ansioso, su madre no le había dejado ingresar a los aposentos donde su padre estaba, así que no conocía el diagnostico.

    Grácil, como siempre había hecho, caminó escaleras abajo, apresurado cuando escuchó las puertas abrirse y antes de que sus fámulos lo detuvieran, ya había alcanzado a escabullirse para encontrarse dentro de la habitación, donde el hombre de quien había heredado su cabello blanquecino, reposaba sentado.

    -Bastian…- Tosió el hombre, haciéndole señas para que se acercara al borde de su cama. En esos momentos atinó a observar la belleza que su único hijo poseía.

    Fácilmente podía pasar por una doncella, aunque este quisiera esconder su pequeña cintura con capas de ropa, aun se notaban. Si se concentraba en su rostro, podía ver tantas semejanzas con su amada Leonor, que yacía a su lado, cambiando las compresas de su frente tan devotamente.

    Sus ojos en ese color carmín, extraño, pero que hablaban por sí mismos, cuando estaba triste, feliz, enojado o preocupado, justo como en ese instante, la preocupación era evidente. Su nariz resignada y labios carnosos, sí, cualquier mujer debería sentir envidia de la belleza de su hijo.

    -papá, te vas a recuperar- su tono de voz quería ser afirmativo, pero se cortaba con un dejo de duda evidente, estaba tan asustado como su madre.

    Harald Holstein, duque de Odenberg, alzó su mano, haciendo que su hijo se estirara para recibir una caricia suave de esa temblorosa mano en su mejilla. No podía decirle lo que el médico acababa de informarle, no quería ver a su hijo afligido más de lo que había estado todos esos meses.

    Por ese instante, Harald lamentó haber tardado tanto en convertirse en padre, su hijo aun era joven, necesitaba protegerlo y cuidarlo, no dejarlo a la deriva en la vida de esa manera. Suspiró. Bajó su mano y sonrió a su hijo.

    -Sólo es una fiebre, estaré bien en unos días, tu madre me cuida- Mintió de la mejor manera, sonriendo a su hijo que se tranquilizó al instante.

    Cuando salió de la habitación miró a su esposa que derramaba lágrimas silenciosamente a su lado. Ambos sabían la verdad, en sólo unos meses moriría y Sebastian quedaría a la deriva en un mundo que no querían que conociera hasta años más tarde.

    -Él no podrá dirigir el ducado solo, desde que nació supe eso- Fue el único hijo de la pareja que logró nacer y desde el momento en que lo hizo, el duque supo que tendría que buscar otro heredero.

    Se incorporó, dejando la cama tambaleante, llamando a su halcón desde la ventana. Fue al escritorio al otro lado de la alcoba y con una hermosa letra comenzó a escribir algo que esperaba no hacer nunca. Propuso a su hijo en matrimonio.

    Su mejor opción estaba a sólo unos minutos a caballo de su territorio, se trataba del heredero Kvenland, un pequeño reino que triplicaba su propio territorio. Conocía a Reine de Blanck de las reuniones que se hacían en el año y sabía que estaba en tiempo de subir al mando y para eso, necesitaba de una esposa.

    Si bien, su hijo sólo era un duque en asenso, el territorio que le correspondía estaba en una zona estratégica, también tenía varios tratados con reinos cercanos y alejados, su apellido era reconocido, más incluso que otros reinos y, por sobre todas las cosas…su hijo era una belleza. Aunque claro, ese era sólo un secreto a voces, pues había cuidado muy bien la identidad de Sebastian, que nunca había asistido a las fiestas de los alrededores.

    El siguiente mes fue una tensión constante, mandaba cartas prácticamente cada semana, en espera de una respuesta del príncipe, aunque cada vez se deprimía más al pensar que su dote no era suficiente para que Reine aceptara, pero quería casar a su hijo cuanto antes, no quería morir sin paz al no conseguir que alguien cuidara del ducado y de Sebastian, alguien suficientemente adecuado.

    A punto de rendirse estaba, cuando un mensajero de Kvenland apareció por las puertas principales, quien le entregó una muestra de dote y una carta que leyó y releyó pensando que se trataba de un sueño, pero ahí estaba, la aceptación del matrimonio de Reine de Blanck con su pequeño hijo.

    Fue así que abandonó el despacho tan rápido como su deteriorado cuerpo le dejaba, llegando al salón de entrenamiento, donde Sebastian practicaba con uno de sus maestros un poco de esgrima, que dejó de hacer al ver a su padre aparecer. Dejó la espada de entrenamiento cuando le llamó.

    -Bastian, ven por favor, necesitamos hablar- Con eso, regresaron al despacho, donde ambos se sentaron y esperaron hasta que Leonor estuviera con ellos.

    Ahí fue cuando le explicó lo que pasaría. Sin ahondar en detalles sobre su salud, simplemente sentenció, como nunca había hecho en su vida, el deber que le correspondía hacer a su hijo a partir de ese momento.

    Cuando Sebastian abandonó la habitación, tuvo que apoyarse en la pared para no caer al piso. ¡¿casarse?! su padre lo había comprometido con un extraño, con el príncipe del reino aledaño. Lo aceptó de inmediato, por supuesto y ver la sonrisa de su padre supo que había dicho las palabras correctas, pero no entendía porque, se había esforzado para ser un buen heredero, estudio, aprendió varias lenguas, tocaba el arpa como nadie, bailaba, ahora aprendía a usar la espada y todo para qué ¿para complacer a un esposo?

    Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras escapaba a su habitación donde se quedó dormido, simplemente pensando en la vida que tendría al lado de su futuro esposo. Todo lo demás lo siguió al pie de la letra, pruebas de traje, lectura sobre el territorio de los de Blanck, su legado, la forma en la que supieron adaptarse al clima y al territorio en el que se ubicaba el reino y sus alrededores, la cantidad de personas de su pueblo, todo lo relacionado a Kvenland.

    Desde su ventana favorita, por aquella donde había visto al doctor marcharse, veía como iban y venían mensajeros de Kvenland. Regresó a su habitación donde le esperaba su madre con el traje y un lindo velo a juego. Se vistió y se mostró a su mamá.

    -Bastian, hijo, después de hoy, dejarás de ser Sebastian Holstein, pero nunca dejarás de ser nuestro hijo, siempre estaremos aquí, este siempre será tu hogar- aseguró, besando sus mejillas, dejándolo partir al carruaje donde su padre le esperaba. Se reunirían al fin con su prometido en Kvenland para completar la ceremonia de matrimonio.

    Al bajar del carruaje se quedó mirando esa calles pavimentadas, era la primera vez que las veía. Se aferró a su traje que era lo único a lo que podía aferrarse antes del encuentro.










    ~~~~~~~~~~~~~











    "Estimado duque de Odenberg

    Temo que la tardanza de mi respuesta se haya malinterpretado por desinterés, o codicia. A decir verdad he tenido unos días muy ocupados con el trabajo del reino, pues comenzamos a levantar cosecha de los árboles de goma.

    Con respecto a su propuesta, me alaga en gran medida que me tome en consideración para la mano de su hijo, y si este no tiene ningún contratiempo con el matrimonio o está de acuerdo enteramente sería un honor para mí desposarlo. Sin embargo, mi razón me hace pensar que no solo es por el deber de casarlo sino que algo le aflige a usted de sobre manera.

    Espero mis palabras no las tome con intromisión a su vida, pero si en dado caso unimos nuestras familias y tierras, es mi deber cuidar de usted y su familia. Velar por su bienestar y atender con presura cada una de sus aflicciones.

    Cuente con un hombro amigable pase lo que pase. Aun si soy más joven e inexperto.

    Atte.: Reine de Blanck



    Con esas líneas escritas con una letra masculina, y gruesa sello su destino.

    Reine había hecho todo lo posible por estar frio de cabeza al entablar el matrimonio, además de las obligaciones que le cedían todos los días en el reino, le hacían bastante difícil poder ir a dar el dote, y el pedir la mano de Sebastián en matrimonio.

    Hanstrong y su hermano fueron a entablar estos formalismos, y en gran parte se aliviaba, muy en el fondo de si, estaba un poco alegre de posponer su encuentro con el joven, ya que a la descripción dada por su hermano pequeño y su viejo tutor no era muy alentador.

    “-Dientes como de Burro, ojos de conejo tuerto, cuerpo de tortuga anciana y voz de cigüeña ahorcada”.- había dicho el menor.

    Si, tal vez era verdad o estaba tomando venganza por las cosas que le había hecho mientras lo criaba, a pesar de ser un excelente hermano tenía sus momentos duros con el pequeño, para que se formara tal y como estaba demostrando ser. Un carácter justo y firme…

    Aunado a la respuesta de Hanstrong no le fue muy alentador.

    -¿Eso es verdad?...- había preguntado a lo que su leal amigo solo rio y se cruzó de brazos.

    Suspiro, se encontraba frente al espejo acomodándose el broche sobre su hombro que sostenía la capa blanca con borde de piel de conejo. Traje beige con toques dorados con las medallas en su pecho al lado del corazón, zapatos lustrados, y había omito usar ese estúpido collar que solo hacía ver un derroche, pero que pensándolo solo suspiro y se lo coloco, había sido de su padre. Coloco la fina corona sobre su cabeza, que era justa y hermosa, nada ostentosa ni exagerada, digna de la apariencia cálida y masculina de Reine. Ajusto su chaleco, suspiro y se subió sus hombros anchos y firmes. Era la hora.

    Esperaba a las puertas de la edificación con los invitados, a su prometido. Tenía los anillos en su pantalón, la corona dentro del castillo, que había mandado diseñar específicamente a juego con la de él. No tubo corazón para arrancar la corona de su madre de su cabeza ni la de su padre. Ellos habían muerto como reyes, y así serian sepultados.

    Comenzó a hacerse un poco tarde, ¿el duque se había arrepentido?, ¿estaría bien de salud? Su pose nunca flaqueo en lo que concierne a sus dudas. Firme y sereno se mostraba.

    Entre la multitud una castaña tomaba el brazo de un apuesto señor, unos 35 o 40 años aparentaba. Ancho de espalda, doblándole la estatura, y gallardo. El rey de Ochirnistan era apuesto. Bastante apuesto. Agnes se sentía orgullosa estando junto a él, tomándole del brazo. Pero, aun así, a sus ojos, no había ningún hombre más apuesto y extremadamente dulce que su amado Reine.

    El cuál iba a desposar a un joven ese día. Esa podía haber sido ella. Pudo haber estado con Reine, dejando que su amor ganara a su cerebro. Pero no, y aun no tenía quejas de su marido. Era pasional en la cama e inteligente en el reino. Pero no le prestaba más atención a ella que a un grano de su cosecha. Aun, ella no era más que un adorno en el castillo. No se quejaba, por lo menos cumplía con sus obligaciones maritales.

    Que embrollo había sido fingir su virginidad la noche de bodas, pero lo consiguió con éxito y unanimidad. No lo sospecho.

    Observo llevar al carruaje. Y esperaba con todo su ser, que el prometido de Reine fuera un monstruo. Así, el volvería voluntariamente a sus brazos sin mucho esfuerzo. Después de todo el sentido del honor y orgullo de ese hombre eran muy altos.

    De acuerdo a sus investigaciones Sebastián Holstein no había participado en bailes, reuniones o algo por el estilo. Su padre lo había escondido toda la vida. Y para que un padre hiciera eso había dos opciones; una es que el joven fuera un retrasado. Y otra que fuera una monstruosidad. Eso sumado la mejor posibilidad sería que fuera una monstruosidad retrasada.

    La puerta del carruaje se abrió, Reine sonrió, abrió grande sus ojos, y a pesar de toda la tradición o costumbres que se debían dictar, sus piernas junto con sus pies se movieron solos para caminar hacia su prometido. Quedando frente al duque y el joven. Haciendo una caballerosa reverencia. Mirándole con sus ojos azulados con un toque verde que parecían fundirse llenos de asombro y felicidad. Extendió su mano hacia su prometido.

    Quería casarse cuanto antes.
     
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    ~RIHANYNAOKI~

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    La mirada del peliblanco pasó de ese empedrado maravilloso hacia al frente, donde antes de poder enfocar lo que le deparaba, una ráfaga de viento despeinó su cabello que tanto trabajo le había tomado acomodar.

    Soltó su traje para apartar su cabello, mas no perdió el nerviosismo, mucho menos cuando al abrir sus ojos, se encontró con un caballero frente a él, ofreciendo su mano. Entreabrió sus labios pero no emitió sonido tan sólo le regaló una sonrisa.

    Las convenciones sociales dictaban que debía ir escoltado por su padre, sin embargo, al echar un vistazo rápido dentro del carruaje y recibir un asentimiento con la cabeza, no lo dudó más y posó su mano en la ajena.

    -Reine- susurró el nombre de su prometido en cuanto sintió su contacto. Ahora ya no estaba nervioso ni renuente a su matrimonio, porque no cualquiera corría para su recibimiento. Bajó con pasos gráciles sin soltar su mano. Era un agarre firme que denotaba cuánto quería permanecer de esa forma.

    Fue sorprendente el efecto que tuvo, pues todos los invitados que apreciaban la escena se disiparon para Bastian. Lo único en lo que podía concentrarse era en el rey que caminaba a su lado.

    Detrás de ellos, el duque caminaba cerca de un metro detrás de ellos, con un ritmo en sus pasos similar a los prometidos. Al igual que Bastian y que el resto de los presentes, se había sorprendido por la reacción del joven rey, pero estaba sinceramente feliz de su actuar, pues sabía que no dejaría a su pequeño en manos de alguien inadecuado.

    Aunque era algo que francamente ya esperaba pues apenas obtuvo la aprobación al matrimonio, las visitas de Hanstrong y del joven príncipe no se hicieron esperar. Sin embargo, las cartas con Reine no habían tocado un tema realmente importante y que sabía que el rey había descubierto desde un principio. Lo hablaría después en persona, era lo más pertinente, pero, aunque lo había planeado para ese día, lo haría después.

    Mientras, los espectadores, tras la sorpesa, quedaron complacidos con la escena que estaban teniendo frente a ellos, que con vítores dieron por aprobada la conducta de Reine.

    El camino cubierto de impecable seda, les dirigía a una capilla donde se llevaría a cabo la ceremonia nupcial. Se haría en el atrio para que todos los presentes pudieran observarla y no quedase nadie fuera.

    El sacerdote esperó a que la pareja se estuviera en su posición y tras recitar varios pasajes bíblicos sobre la unión de dos almas, preguntó a su rey si aceptaba desposar al joven Sebastian Holstein. El sacerdote no perdía la vista a los prometidos, que se miraban de una forma profunda y franca. Tras la afirmativa, se concentró en el peliblanco.

    Sebastian miraba a su prometido con intensidad, sus ojos irradiaban un brillo que podía fascinar a cualquiera. Aunque había estado imaginándose al hombre con quien debería desposarse, jamás imaginó que sería esa persona tan apuesta, pero que al mismo tiempo irradiaba fuerza y estatus.

    Le observó a detalle en un instante. Su cabello negro realzaba sus facciones. A pesar de esas prendas ostentosas, alcanzaba a ver la piel de su cuello, sus hombros, sus labios y esos ojos que le miraban, eran los ojos lo que habían terminado de cautivarlo. Se quedó estático en ellos, a sabiendas de que podía permanecer horas admirando esos ojos.

    El sacerdote se aclaró la garganta luego de los segundos sin su respuesta y que llevaron a que la multitud comenzara a hacer escándalo. Sebastian desvió la mirada un instante de su prometido, la pasó al sacerdote y volvió a Reine
    -Acepto-Dijo decidido y más que dispuesto a casarse con él.

    Se juraron amor, protección y honradez como pareja ante un público cautivado por la ceremonia. Cuando se colocaron los anillos, los vítores no se hicieron esperar y fue cuando entre una lluvia de pétalos se leyó la dote y se entregaron las monedas de plata.

    Parecía un cuento de hadas entre las miradas que Sebastian le lanzaba a su marido. Era una pareja que desbordaba alegría a los presentes. Hubo aplausos y gritos de los presentes mientras estos se dirigían al interior para seguir con el banquete.

    Fuera, al finalizar la ceremonia, se escuchaban a las personas que regresaban a sus casas hablar sobre la boda, sobre lo guapo que se veía su rey pero sobretodo por la sorpresa que les había dejado Sebastian Holstein con su belleza. Era un hombre inusualmente hermoso.
     
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    El estúpido de su ex amante había ido al encuentro de ese joven. ¿Cómo se había atrevido?, hizo el ridículo frente al reino y los comarcas enteros. Pero solo atino a sonreír grácilmente. Eso quería decir que ese joven de apariencia hermosa, llamaba la atención de Reine. – Que el juego comience.- solo atinó a decir mientras aplaudía delicadamente observando como el pelinegro y el peli blanco avanzaban al atrio para comenzar la ceremonia.

    Hanstrong rio discretamente golpeando el codo de Miles quien solo negaba con la cabeza.- ¿pensabas que iba a ponerse renuente?

    -Lo pensé unos instantes con la descripción que le di.

    -Sabe que eres bromista…- dijo el mayor riendo roncamente.

    -Sí, él sabe que soy bromista y yo sé que mi cuñado es una belleza. Espero se lleven bien, aunque por lo que pude convivir con él en las reuniones, es todo un niño culto y bien portado.

    -Yo pienso que le dará algunos dolores de cabeza a tu hermano…- rio.

    Miles sonrió y aplaudió cuando ambos terminaron de dar sus votos. Eran muy afines y ciertamente hacían una pareja que cautivaba a los súbditos, al parecer el joven Bastian había pasado la prueba de las personas, ya que hubo muchas especulaciones sobre él, y más aún sobre si debía o no Reine casarse, incluso escucho y se enteró de comentarios de jóvenes que iban a impedir la boda si el pequeño no cumplía con el estándar que su rey merecía.

    5 segundos fueron suficientes para parar el corazón de Reine por unos instantes dejara de latir. Pensó seriamente; “El joven debe de tener a alguien que ama, por eso no quiere desposarse. Ya le había dicho al duque que si él no tenía una respuesta 100% afirmativa no contraerían nupcias”… Su cabeza seguía desplegando pensamientos hasta que observo los ojos de Bastian. Ese color inusual que solamente había visto una vez, y era por el hermano del Rey de Hastardan. Sin duda, un color de ojos enigmático y hermoso.

    Respondió a la sonrisa de Bastián con una propia, solo destinada a él, y cuando les dijeron; “que lo que ha unido Glob este día, no lo separe nadie”, tomo la corona que había diseñado a juego solo para esa cabecita despeinada, y la deposito con suavidad. La corona y los anillos de Bastián portaban una única y rara gema que se había encontrado alrededor de 30 años en su reino, en unas excavaciones, para hacer la 2 biblioteca en la parte sur del reino. El territorio estaba creciendo a paso acelerado, y los habitantes de esa zona le rindieron una petición para hacer una segunda biblioteca, ya que la principal les quedaba muy retirada. En cuanto la observo, supo que era la piedra que quería para colocar en la corona de su pareja y en los anillos. Despedía un brillo inigualable, como si tuviera miles de cortes en su interior, además de cambiar con el clima. Era hermosa.

    Al colocar la corona, tomo la cabecita de Bastián y deposito un lindo beso en su frente. Para después acercar el rostro del pequeño al suyo y besarlo con suavidad, unos segundos. 3, 4, 10, tal vez minutos. Que se perdieron en el intercale de sus labios con los del joven. Tomo su mano e hizo una reverencia junto con el peliblanco y el pueblo e invitados les hicieron una a ellos. Reine siempre pensó que un rey se debía a su pueblo, así como su pueblo al Rey.

    El porta voz real tomo aire y anuncio a grito de pulmón; “Saluden a sus reyes, los reyes de Kveland”….- para hacer que las personas gritaran y arrojaran los pétalos mientras estos caminaban al caballo que esperaba al final de la alfombra. Reine tomo las riendas y se subió para extender su mano a Sebastián y sonreír.- ¿me haría el honor de acompañarme mi hermoso esposo?...- termino para solo tomarlo de los hombros y alzarlo, colocándolo de lado en su montura y comenzar a andar rumbo al castillo. Las personas se habían disipado y ellos eran seguidos por los invitados.

    -Creo que no es momento de decirlo pero, es un placer conocerte, mi nombre es Reine de Blanck, ahora tu esposo. – Sonrió masculinamente mientras seguían andando…- iremos al castillo para el banquete, ahora tu castillo, ahora tu hogar. Ahora eres rey de Kveland…- sonrió, mientras seguía en marcha.

    Al llegar al castillo Reine tomo en brazos a Bastián, y lo bajo de la montura, haciendo que llevaran al caballo a las caballerizas. Le ofreció su brazo al pequeño y entro con él al palacio en donde los sirvientes los esperaban con sus uniformes de gala formados en línea recta.- Bien, ella es Magi, el ama de llaves, con ella puedes consultar cualquier duda que tengas con respecto a los alimentos o al palacio, o si quieres implementar o quitar algo de nuestra habitación, o la que gustes.- le dijo presentándole a una señora chaparrita de gafas y cabello recogido en un molote, sumamente tierna…- También sobre el nombre del persona, si necesitas aprenderlo, pueden usar un papel con su nombre. Mañana te daré un recorrido por el palacio...- menciono sereno caminando hacia el enorme comedor para las festividades, hermosamente decorado. Retirándole la silla para que se sentara, y después el.

    -Discúlpame si no pude asistir a las formalidades de nuestro compromiso, estamos en época de cosecha del árbol de goma, además de la flor del dragón, la producción de aceites y los mangos…- mencionaba sereno.- No podía apartarme de la contabilidad. Pero espero que todo lo que organice sea de tu agrado…- sonrió tranquilamente, dando un pequeño discurso cuando estuvieron los invitados sentados comenzando el banquete.- dijo tu padre que estas eran tus comidas preferidas.

    Y siguió hablándole de temas normales, apaciblemente, Reine tenía esa característica amable pero firme. Sin necesidad de dar gritos los sirvientes le obedecían y hasta ofrecían cordialidades. También hacia que los silencios no fueran incomodos, al contrario, se hacían apacibles y se disfrutaban.

    Era un hombre sencillo que portaba una corona sobre su cabeza.

    Se encontraban sentados en el trono observando el baile, para sonreír y ponerse de pie.- ¿Gustas bailar Sebastián de Blanck?...- le dijo caballerosamente observándole fervientemente a los ojos.

    Hanstrong estaba con Miles, sentados mientras observaban al pelinegro…

    -Está sonriendo como un idiota desde que se casó….- dijo el mayor riendo, poniéndose de pie.

    -¿Mas idiota de lo normal?...- sonrió Miles…- hay que ir a bailar con el pequeño cuñado, para que se le quite la sonrisa, hay que molestarlo un poco. Y así ambos emprendieron camino a la pista de baile.
     
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    La sensación de llevar una corona sobre su cabeza aun era extraña, no estaba acostumbrado. Era una de las muchas sensaciones nuevas que estaba experimentando, así como el cosquilleo en sus labios después del beso que confirmaba su matrimonio. O esa otra sensación en su estómago cuando escuchó a todas esas personas que presenciaron la ceremonia.

    Cuando subió al caballo, se sujetó del pelinegro porque las riendas no estaban accesibles para él; su mirada regresó al joven que se presentaba, aunque fuera poco ortodoxa la situación, parecía algo indispensable. -También es un placer conocerte, Reine, soy Sebastian- Asintió a sus palabras. Todas esas responsabilidades, esperaba poder con ellas de la manera que su esposo esperaba.

    Bastian permaneció a su lado, encabezando el cortejo hasta el castillo. Se sujetó a su esposo y dejó que le guiara, conociendo a las personas que ahí laboraban. -Hola Magi, un honor conocerle, estoy para aprender de usted, por favor, cuide de mí- hizo una pequeña reverencia y continuó con cada persona que le presentaba Reine.

    Ya en el banquete estuvo más sereno. Sebastian contempló las flores y los platillos. Unas horas antes, había pensado que la boda sería un punto que lo estancaría. Ahora, al mirar aquellos ojos únicos, esas sonrisas para él, la idea no le molestaba en lo absoluto.

    -Bueno, esposo mío, las labores de un rey son mucho más de lo que un aspirante a duque conoce, pero, Hangstron y el príncipe Miles me lo dijeron en varias ocasiones, así que entiendo la razón por la que recién nos conocemos- sin rastro de duda, comenzó a probar los alimentos. -Es una comida deliciosa, muchas gracias por pedir estos platillos.

    La música no se había detenido, todos estaban gozando del ambiente. Era un momento de celebración y algo nuevo para Sebastian que no estaba acostumbrado a esas cortes. Sujetó su traje y bajó la mirada un instante ¿sería suficiente él para un baile? Alzó la mirada para encontrarse con esa sonrisa y por instinto asintió -vamos-.

    Algo dubitativo se dejó llevar a la pista, pero sólo bastó que las manos de Reine de Blanck se posaran en su fina cintura para que este siguiera el ritmo elegantemente. Si bien no llevaba ropas ostentosas, como lo hacían la mayoría de las mujeres, su belleza no quedaba apocada en lo absoluto.

    Estuvo concentrado sólo en su esposo hasta que vio al fin dos rostros conocidos. Soltó el agarre de la mano de su esposo y le sonrió, agradeciendo el baile con una sonrisa. De inmediato se acercó al príncipe y realizó otra reverencia antes de bailar con su cuñado. En las últimas semanas, Miles había sido su contacto tras la noticia de su matrimonio.

    -¿lo estoy haciendo bien?- le preguntó, refiriéndose a todo, al baile, a la ceremonia, su comportamiento como esposo, a todo.

    Poco después, pasó a bailar con Hangstron que le doblaba la altura, pero también se sentía a gusto con él. Eran las nuevas personas que había conocido y ambos le agradaban mucho.

    Aunque buscó con la mirada, no encontró ni a su madre ni a su padre entre los invitados. El resto del baile se la pasó con su esposo, hasta que los músicos dejaron de tocar. -Estoy cansado, nunca había bailado tanto ¿no estás cansado?- preguntó a su esposo.

    Sólo en el banquete había podido hablar un poco con Reine, pero quería hacerlo un poco más y había encontrado un jardín detrás del pasaje principal, donde se sentó en un banco de piedra, suspirando por primera vez. Había hecho que su esposo se escapara con él unos instantes. No estaban siguiendo los protocolos de cómo debía llevarse un matrimonio.
     
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    Observó a su fiel amigo y a su hermano, haciendo una mueca cuando este comenzó a bailar con su esposo.

    - Ya….ya, quita esa mirada te lo devolverá en un rato.

    -¿Qué mirada?...- dijo el pelinegro refunfuñando, haciendo reír a Hanstrong.

    - Es más hermoso de lo que pensabas ¿cierto?
    -A decir verdad no me lo descubrieron muy a la perfección.

    -Sabes cómo es miles…

    -Lo se…- rio, observando cómo se iba a bailar con su esposo y Miles se iba a bailar con una joven…- pero creo que es justo…- sonrió, retirándose a sentar en su trono.


    -Yo pienso que lo estás haciendo excelente mi lindo cuñado….- rio.

    Mientras en la pista de baile estaban tan cómodos, el rey de Orchinistan se acercó a Reine golpeando su hombro con unas palmadas…- felicidades, tienes un esposo hermoso, casi tan hermoso como mi Agnes…- lo que hizo observar a Reine a la castaña danzar con un joven en la pista...- Reine, en verdad estoy muy contento de que contrajeras nupcias, y me alegra ver cómo te convertiste en un digno sucesor de tu padre, el estaría muy orgulloso…- menciono sonriendo.

    -Rey, es decir… Jenish, he de decirle algo sumamente delicado…- menciono cabizbajo…

    - Cualquiera que sea aquello, no creo que me lo tengas que decir en un día tan especial como este, este es tu día y el de Sebastián.

    -Es algo que me gustaría decirle en persona.

    -Me imagino de lo que me debes hablar. No te preocupes lo se…- sonrió cálidamente…- no me molesta en absoluto, te conozco y sé que debiste hacerte responsable, pero el rey y yo somos tercos…- dijo sereno.


    -Lo siento mucho…

    -No tienes nada que sentir nada….- dijo sereno golpeado afectuosamente si hombro.

    Siguió bailando con su esposo para al final de la música de una tanda tomar su mano y salir con él al jardín. Escucho la pregunta de Bastian y solo sonrió asintiendo…- es cansado, no estoy acostumbrado a esas festividades. Es la primera vez que doy un baile en el castillo…- sonrió.
     
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    Sebastian, que se sentía por fin más tranquilo tras todo el ajetreo de la fiesta, miró con sorpresa a su esposo, jalando un poco de su mano -¿de verdad?- le cuestionó sorprendido, abriendo ampliamente sus ojos, mostrando así un poco más de sus expresiones. Se recargó ligeramente en el costado de Reine, suspirando aliviado.

    -Es difícil de creer, eres muy querido por el pueblo y...bailas excelente, además eres el centro de atención y te desenvuelves con tanta naturalidad- hizo una pausa, llevando su mano libre hacia una de las flores para acariciar sus pétalos -yo en cambio tuve que sacarte de la fiesta para poder hablar con vos, majestad...gracias por aceptar desposarme, mi padre estaba un poco mejor después de la noticia.

    Y a pesar de eso, a Sebastian todavía le afligía un poco no saber dónde se encontraba su familia en esos momentos. Lo que él no sabía era que apenas concluyó la ceremonia nupcial, el duque tuvo que ser atendido por su médico por una nueva recaída en su cuerpo. Su salud estaba ya demasiado deteriorada.

    Lamentaba no seguir en la festividad, sacar a la pista a su hijo y decirle lo orgulloso que estaba, pero estaba agradecido de saber que Sebastian no se quedaría solo al mando del ducado.
     
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    El pelinegro asintió riendo un poco...- pero eso no significa que ellos no tengan sus propias fiestas. Por ejemplo; se acerca el final de la cosecha, se debe hacer un banquete en el pueblo... eso lo organizó yo, y me tengo que presentar para dar las gracias a todos por su trabajo duro. Ahora, vos también deberás de asistir...- le sonrió escuchando y dejando que sostuvieron con su peso sobre su cuerpo, siguiendo escuchando y negando sonriendo.

    -no se si me quieran tanto,pero te aseguro majestad que no es por dar bailes o estar tanto tiempo con ellos en festividades, soy de la firme creencia que el día de hoy se trabaja mejor que ayer, pero siempre peor que mañana...- sonrió acariciando la mano de Bastian con sus dedos...-mi madre era muy estricta con respecto al baile. Siempre me dijo; "Reine, no puedes tener dos pies izquierdos, eres el sucesor de tu padre y futuro rey de estas tierras, el baile es sumamente importante puea asistiras a reuniones diplomaticas". Después de eso me ponía a bailar con un inatructor, o más bien ella era la instructora y nos regañaba a ambos si perdíamos el paso...- sonrió recordando. - tengo que ser sociable aunque no lo soy, y debeis de aprender poco a poco a serlo esposo mio. - dijo suavemente tomando una flor del mismo color y posandola sobre la oreja del pelo blanco... - es un honor para mí desposarte...- sonrió o bernardo le con candidad.- estoy seguro que podremos llevarnos bien, hábladme por mi nombre por favor. - dijo para asentir suavemente.

    Observó el jardín con gran paz y luego como el baile había acabado y los invitados se comenzaban a retirar poco a poco. - debemos ir a ver a tu padre, probablemente estaba muy cansado por el viaje y la ceremonia. Aun debeis bailar una pieza con el. Aunque sea en la misma habitacion. -sonrió. ..- nos debemos retirar a nuestra habitación de igual manera. ¿quereis conocerla?...-le hablo tranquilamente.
     
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    Sí, Sebastian tenía muchas cosas por aprender en su nuevo reino y tenía que estar presente con sus habitantes para hacer correctamente su papel como esposo de su preciado rey. Y para eso tendría que aprender varias cosas, pero estaba seguro que lo lograría. En las tierras de su familia siempre puso mucho empeño en aprender las labores. -tú serás estricto conmigo también, para que aprenda- aseguró, estaba seguro que así sería.

    Su mirada se quedó fija en Reine cuando este colocó aquella flor en su cabello. Nunca nadie había hecho algo así y realmente sabía sólo algunas cosas de cómo reaccionar en pareja gracias a algunos de los comentarios de las jóvenes que trabajan para ellos. -Reine...- repitió su nombre ante la autorización - en ese caso, llamadme Sebastian, o Bastian, como vos preferíais- Pidió con una bella sonrisa antes de ponerse de pie con entusiasmo. -Sí que quiero conocerla, debe ser una habitación asombrosa como todo este lugar

    -Vamos- se encaminó de nuevo al salón cuando este tenía sólo la tercera parte de personas que habían dejado un momento atrás. De nuevo buscaba con su mirada a su familia y estuvo a punto de suspirar de desilusión cuando vio en la entrada a su madre. -Reine, allá está mamá, quiero bailar con ella ¿vamos?- preguntó aunque ya estaba jalando de su mano antes de obtener su respuesta.

    Al llegar junto a la dama, esta acarició la mejilla de su hijo -Te ves encantador, igual que usted, su majestad- hizo una reverencia con su cabeza a Reine.

    -¿y papá?- preguntó con una sonrisa que se disipó al ver cómo se descomponía el rostro de su madre

    -El resfriado volvió, así que tuvo que volver antes a casa con el médico, pero no te preocupes, yo estoy aquí por los dos ¿es suficiente?- Ante el asentimiento de su hijo sonrió -majestad ¿puedo robármelo por un momento?
     
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    El comentario del joven le saco una risa pequeña y ronca a reine...- depende de como lo quieras ver. Si haces caso a las indicaciones todo es más fácil. El que obedece jamás se equivoca...- mencionó sonriendo pues se refería al hecho de hacer las cosas como le mandan y si salen mal es culpa del que mando no del quw obedecio.

    Le siguió sonrindo para toparse con la duquesa y saludar con la mano sólo pronunciando cuando le dijo su majestad.- reine...- prefería que le llamarán sólo reine las personas cercanas as el. Asintió sonriendo y dando indicación as los músicos para que tocaran un suave vals. Pensando el él duque y su condición se retiró as sentarse en su trono. Sonriendo y asintiendo a las personas que poco a poco iban saliendo de la sala. Hasta que una figura peculiar se posó frente a el. Haciendo una linda reverencia.

    -felicidades por vuestro matrimonio su majesta...- sonrió agnes con dulzura.

    -graxias...- respondió sinceramente el pelinegro. - espero la fiesta y la ceremonia así como el banquete allá sido del agrado de usted y del rey...- mencionó sereno.

    - fue encantador. Un verdadero claro para su majestad... le deseo felicidad desde el fondo de mi corazón su majestad. A usted y al rey sebastian. Me retiro sólo quería ofrecedle mis felicitaciones. Espero el rey bastian nos visite pronto en Orchinistan...- hizo una reverencia desde el pie de las escaleras y se retiro.

    -no esperaba menos de ella...- dijo entre sí Reine, observando cómo bastian bailaba con su madre. A lo que llego un guardia a comunicarle algo muy discretamente. Reine negó y mando al guardia de nuevo al exterior. Este iba corriendo. Hasta que el pelinegro bostezo y bajo del trono una vez se fueron todos. Aplaudiendo a la orquesta y haciendo una reverencia...- Muchas gracias por armonizar nuestra boda... fue un honor el que nos acompañaran. Pueden retirarse...- mencionó sonriendo. Recibiendo una reverencia por parte de los músicos quienes fueron ayudados por los mozos ayudados guardar los instrumentos. Se dirigió a la última pareja al centro de la pista y sonrio...-¿gustan seguir en el palacio?...- dijo amablemente pues no quería parecer autoritario ni descortez.
     
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  10. Wendy Weiss Martinez Mendoza
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    esperando la actualizacion, esta lindo la historia :)
     
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    -uno...dos...tres, uno...dos...tres, eso es Bastian, lo haces muy bien, en poco tiempo vas a dominar los bailes- Aseguró su madre mientras ambos se explayaban dando vueltas por el salón que ahora les brindaba el espacio sólo a ellos dos. -Perdona por no haberte llevado a los bailes diplomáticos, pero ya sabes cómo era tu padre con todo eso...¿estás bien con el matrimonio?

    Poco a poco, Sebastian tuvo más soltura y dejó de ver los pies de su madre para sonreírle y asentir -sí, Reine me cae bien, además tiene unos ojos asombrosos ¿ya los viste, mamá? ni los de Miles son así.

    Cuando los músicos dejaron de tocar, la duquesa se detuvo y su hijo hizo lo mismo. El rostro de la mujer dejó las sonrisas para mostrar una seriedad que podría incluso asustar a los que no la conocían. -Sebastian, la fiesta ha terminado para nosotros, debo volver con tu padre, pero ¿recuerdas lo que te enseñé antes de que vinieras aquí? Yo no sé si tu esposo tenga esos intereses o no contigo. Es una tradición que formalicen su relación en la alcoba, sin embargo puedes negarte de no sentirte cómodo...

    -Lo sé- se apresuró a responder, mirando a Reine con una joven de soslayo -t-traigo la vestimenta apropiada, también entiendo las tradiciones matrimoniales y ahora que lo conozco creo que se detendría si se lo pidiera, si es que pretendiera hacerlo, puesto que siento que él es más afín con las mujeres, porque eso es lo normal ¿no? desposar a una doncella y no a un hombre-

    Su madre no pudo responder, pues Reine había regresado con ellos -oh, no, mi esposo debe anhelar mi regreso para saber como termino todo con vosotros- se encaminó a la salida con un par de sus sirvientes -Volved pronto a casa, Bastian, Reine sois bienvenido también a venir con nosotros, por favor cuida a mi hijo- antes de marcharse señaló unas valijas -Es lo último que falta de las cosas de mi hijo.

    Sebastian se despidió de su madre y el lugar quedó con sólo un puñado de personas, que debían ser responsables de algo en el castillo. Él deslizó su mano para tomar la del pelinegro, mirándole - Reine ¿te gustó nuestra boda? ¿me mostrarás el palacio?
     
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    Reine sostubo la mano de Bastian con suavidad asintiendo...- por lo pronto te mostraré el camino más fácil para llegar de la habitación al salón principal , mañana te daré un recorrido por el palacio y si tenemos tiempo por el reino...- sonrió mientras avanzaba por las escaleras indicándole los pasillos y cual debía de tomar hasta llegar a su habitación.

    La alcoba se había preparado específicamente para ellos, la habitación de reine era grande y tenia una enorme cama con una cubierta de uba sabana de finos hilos, con un cubrecamas de ardilla gris forrado de un fuerte y oscuro negro. Con pétalos de flores de diversos colores y velas por todos lados iluminando la habitación. Reine se sorprendió y solo mascullo.- miles.

    Sonrió internándose en la habitación con bastian...- puedes adaptar la habitación a Cómo gustes, solo te pido no mover mi escritorio o reemplazarlo...- pidió amablemente sacando el closet qu se internada entre las paredes. - este es mi armario... el tuyo se posa por un lado al igual. El baño esta al otro costado junto a la ventana...- le decía abriendo puertas y demas.

    Edited by Nouyi - 1/8/2017, 23:59
     
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    No quería perderse y tampoco quería estar preguntando a su esposo por el camino hacia su habitación, por lo que prestó bastante atención a las indicaciones que le daba hasta llegar al lugar. -wow- exclamó al ver en el interior del lugar. El centro de atención del peliblanco fue esa gran cama, pero su asombro siguió a las velas que alumbraban el escritorio, justamente ese que no debía mover.

    Fue a su armario, que abrió y para su sorpresa ya habían cosas suyas dentro. De ahí siguió al baño, asomándose en este. -De verdad es asombroso, es hermoso el lugar, trataré de no interferir demasiado, me gusta como está- Aseguró, regresando a la habitación donde se enfocó en la cama, comenzando a jugar con sus dedos, mirando de soslayo a su esposo. Estaba un poco nervioso.

    -uhmm...R-Reine-Se acercó tímidamente, mirando hacia su rostro con un perceptible sonrojo por el ambiente privado que se había hecho en esos momentos entre ellos dos. -La cama está así por mí ¿verdad?- preguntó, deseando escuchar que era así y que no todo el tiempo se encontraba en un ambiente como ese, con la cama llena de pétalos.
     
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    Reine acomodaba algunos papeles en su escritorio pues nadie debía tocarlos tampoco. Cuando escucho la voz de bastian volteo...- de verdad, puedes adaptarla a tus gustos, solo que aquí las noches son muy frias, ya que estamos en medio de el terreno selvoso. A veces también hace mucho calor...- sonrió terminando con los papeles mientras bastian seguía observando. Miro como veía el armario sonriendo.

    - magi la Está acomodando personalmente. Dice que nadie puede hacer mejor el trabajo para sus reyes que ella..- sonrió acercándose a Bastian y escuchando su pregunta. Abriendo grandes sus ojos, tanto que dejó sus iris al recubierto, mostrándose redondas sonrió dulcemente y acarició la oreja en donde tenía la florecilla el peliblanco. - claro pequeño...- mencionó colocando el cabello detrás de la oreja de bastian- es por ti mi rey... - sonrió dulcemente tomando su barbilla y alzandola. Besando sus labios con suavidad en un corto beso...- ¿no te gusta?, ¡te siente incomodo?
     
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    -Magi es buena, pero pude haberla ayudado, aunque estoy realmente agradecido. Con esa mirada, sorprendió al peliblanco que se quedó mirando sus ojos hasta sentir esas caricias. La ansiedad que sintió por pensar que Reine era un extravagante rey que siempre dormía entre velas y pétalos se disipó al escuchar que era algo especial para él.

    Cerró por breves instantes sus ojos al sentir el contacto en sus labios, pero al sentir la distancia volvió a abrirlos, enfocándose en su esposo. Negó con su cabecita ladeándola hasta soltar sus cabellos que volvieron al mismo lugar despeinado antes que Reine los acomodara. -Me gusta, me gusta, es sorprendente, yo no imaginaba algo así, es muy bonito- aseguró llevando sus manos al traje del pelinegro -Tampoco me siento incómodo...no por eso, ni por estar contigo, siento un poco...como que vine a invadir tu espacio- confesó, desviando la mirada. -Por eso no quiero cambiar la habitación y por eso, si eras un monarca raro que duerme siempre entre pétalos estaba bien.

    Se dio cuenta de lo que dijo y bajó la mirada -lo siento, he sido descortés... pero no sé cómo actuar, es la primera vez que me caso...
     
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