El esclavo UxM

Adaptación de un cuento de Alberto Chimal

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    Pollito taquero
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    Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Shungiku Nakamura.

    Basado en: El esclavo, del cuentista mexicano Alberto Chimal.

    [1]

    Akihiko abre la puerta.

    [2]

    Misaki grita y maldice, pero no hace ningún esfuerzo por entrar. Como está en el lodo y bajo la lluvia, ensuciaría el piso, y además huele mal. Y es incapaz de desobedecer una orden directa:
    - Quédate ahí- le ha dicho Akihiko, y un Misaki está condicionado por años de tratos malos e insidiosos, torturas refinadas, ejercicios espirituales; se ha vuelto, como estaba previsto desde el comienzo, una criatura sumisa y casi desprovista de conciencia. De manera que no entra: tendido de espaldas, se tira para un lado y para otro. Grita pidiendo perdón, maldice su propia condición de criatura indigna y desdichada. Luego sube las piernas tanto como puede y deja caer los pies en un charco. El agua sucia estalla, asciende contraria al movimiento de la lluvia y se fragmenta en numerosas gotas que describen arcos nimios y acaban otra vez en el suelo, o en el cuerpo tendido de Misaki, o en sus ojos, que no parpadean, o en su boca abierta.
    Transcurren varios minutos. No deja de llover. Lejos, pasa un coche, o un niño juega con sus propios charcos, o alguien, no se sabe si es hombre o mujer, se deja ver apenas, avanzando por una calle paralela a la de la casa. Misaki se esfuerza por mantener el interés de Akihiko, quien es difícil de complacer y no gusta de las humillaciones repetidas. El sol describe su propio arco, lento invisible, sobre las nubes de la tormenta, mientras Misaki reza, se golpea el vientre, se revuelca (desde luego), insulta a las personas a las que amó en otros tiempos: todos son números conocidos, incluso prescritos, pero sirven para combatir el aburrimiento. Akihiko permanece mirando. Cuando está por oscurecer, Akihiko vuelve al interior de la casa, se queda allí un momento, sale otra vez y da otra orden. Misaki se levanta, camina hacia su amo con la vista fija en el suelo y se arrodilla hasta llegar a él.

    [4]

    Misaki es “el juguete feo de Akihiko, su mascota patética y detestable”: su propiedad. Por lo general vive desnudo y hecho un ovillo, junto a la puerta de la cocina de esta casa; es, sin exageración, un animal. Además del tratamiento básico, ha recibido (cada viernes, domingo y martes desde que llegó a la vida de Akihiko) tormentos adicionales, provistos por los maestros más crueles. Da pena verlo levantar la cabeza, sucia y cubierta de una cabellera enmarañada, y casi siempre llena de inmundicias, al escuchar los pasos de su amo. Da más pena aún verlo correr, a cuatro patas, frotarse contra las piernas de Akihiko y llamar su atención, o intentarlo al menos, con gemidos inarticulados, ásperos.

    - Idiota – le ordena Akihiko, y Misaki entiende.
    - Idiota – le indica sin abandonar su posición ni sus carantoñas -. Tonto. Baboso. Imbécil. Estúpido. Zopenco Zoquete. Mentecato. Necio. Nulo. Botarate. Ganso. Burro. Bobalicón. Insensato. Memo. Tarugo. Asno. Cretino. Mostrenco. Tarado. Borrico. Adoquín. Animal. Obtuso. Bestia. Ignaro. Pendejo. – Y así sucesivamente, con cada palabra dicha de modo claro y resonante, como si todas estuvieran hechas de vidrio o de metal.

    [7]

    Akihiko escribe, con lápiz, sobre papel crema.

    Si Akihiko es perverso la perversidad es una virtud En la balanza de las cosas, rara vez pasan la soltura y la sinceridad con las que reconoce la naturaleza de su alma.
    Akihiko pega fuerte, y sabe pegar en los sitios que duelen Akihiko sabe someter y mandar.
    Akihiko piensa que a todos les gustaría mandar, y quienes lo niegan sólo tienen miedo, conciencia de la nulidad de todo ser y todo esfuerzo, o bien un deseo todavía mayor de obedecer, de desaparecer en la voluntad de otro.
    Los seres que son de su propiedad están siempre a la espera, necesitados de sus órdenes, sus furias y sus raras querencias. Pero Akihiko no los necesita. Más de una vez los ha matado, se ha deshecho de los cuerpos y ha continuado con su propia vida.
    Con Akihiko, todas las historias son ciertas, como lo son todos los relatos de dolores, suplicios, sujeciones, accesorios, aparatos.
    Akihiko no es el dios terrible que adoran sus esclavos, sino algo más elevado: diferente.
    Y Akihiko es sencillo: sabe que todos sus juegos son inútiles, una nueva fealdad en ese diseño que ha sido horrible desde siempre y está como siempre, desprovisto de sentido.


    Luego rompe la hoja. La quema. Orina en ella, o se la da de comer a Misaki. Nunca ha de subestimarse la importancia de los gestos arbitrarios.

    [8]

    - I -dice Misaki-. I, i, i, i, i.

    Está en el piso de la biblioteca, en otra casa, vestido sólo con una máscara que semeja la cabeza de un ratón. Persuadido, intenta comer un trozo de queso que Akihiko ha puesto junto a él sobre la alfombra. La máscara no tiene aberturas.

    [9]

    […] Misaki no se acuerda mucho de su vida antes de conocer a Akihiko. Se ha acostumbrado a no pensar en eso, y en realidad, a no pensar en casi nada más: cuando no está comiendo, durmiendo, evacuando o con alguna tarea inmediata, repite, en silencio, unas pocas palabras, una y otra vez, para evitar que su mente divague o se distraiga. Al principio usaba lemas: “Yo obedezco a Akihiko”, “Akihiko es mi amo” y otros semejantes, pero desde hace un tiempo simplemente forma listas de palabras sueltas; “Perro, gato, vaca, helicóptero, teléfono”, “Dieciséis, agua de rosas, concreto, sable”, que repasa durante las horas largas en las que Akihiko no se ocupa de él. Puede estar en el balcón, que se reduce a las placas de cemento que cubren el suelo, la pila de objetos abandonados en el fondo y los charcos que deja la lluvia; puede estar en los pasillos de la casa, que no conducen sino a cuartos que a Misaki le parecen iguales, llenos de objetos que no tiene derecho a tocar, como trenes de juguete, muñecas de angelical rostro y osos de felpa.
    Siempre es mejor quedarse acuclillado en el cemento, tendido de boca en las baldosas, de pie en el interior del armario vacío bajo las escaleras, con la mirada fija en un punto cualquiera y repasando sus palabras. Unas veces las murmura; otras las desgrana en silencio, con una pronunciación que él no juzga pero que el mismo Akihiko consideraría admirable.



    Continuará...


    Estoy pasando por muy graves problemas familiares, legales, escolares y emocionales así que por un tiempo no podré actualizar ningún fic, dicho esto quisiera aclarar que no es mi obligación publicar lo que ustedes quieran a la hora que quieran en el fanfic que quieran, si me di el tiempo de publicar esto es porque simplemente adapté los nombres de los personajes y algunas características físicas de ellos en una obra que estoy utilizando para mis tareas.

    No sé cuando volveré a escribir algo que si sea originalmente mío y no una adaptación de una obra que me pareció interesante pero les prometo que volveré y si hay alguien que no puede comprender eso le invito a intentar ser yo por una semana.

    Gracias por leer mis traumas.
     
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0 replies since 1/3/2019, 20:25   140 views
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