26vo. Reto Literario: "Spell of love" // La muerte de Cristina [Original]

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    Shut your mouth and let me speak

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    Quería hacer por lo menos 3 fics. E igual que con el primer fic posteado, un día me dio una pájara y pensé "oye, esto podría ser genial, y además gustará a X personas a las que tengo aprecio". Realmente no recuerdo exactamente la cadena de pensamientos que me trajeron hasta la idea principal del fic, pero todo lo demás, el ambiente y todo eso sí.

    Recientemente he estado en contacto con una banda musical catalana llamada "Falç de Metzinera" (literalmente "Hoz de envenenadora" siendo el último un vocablo muy arcaico catalán que quería decir "bruja") y el ambiente natural y tribal que transmite la banda junto a la temática del fic simplemente ha hecho que todo encajara a la perfección. Aunque no me fijo exactamente en una región, sí que se trata de España, pues es un shot históricamente correcto a los alrededores del siglo XVIII en los que la Inquisición aún existía (desapareció en el XIX).

    Ya aviso que este fic, aunque no sorprenda, sí que va a ser quizás chocante y quizás no comparta vuestra visión habitual del yaoi, pero quiero dejar claro desde ya que ambos protagonistas son hombres aunque uno de ellos no os lo parezca.

    Este fic está dedicado a todas aquellas personas que me han apoyado a lo largo de los últimos doce meses en mi particular aventura hacia lo desconocido, dentro y fuera de este foro. También se lo dedico a Óscar el gruñón, compañero en esta lucha constante para demostrar al mundo quiénes somos en realidad, por el valor que se necesita para emprender el camino que estamos siguiendo.

    la_muerte_de_cristina__fin_



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    La muerte de Cristina



    La primera vez que te vi apenas pude ver tu cara. Mirabas al suelo, sumisa y rabiosa a la vez, con una capucha cubriéndote hasta casi los ojos. Tu padre te estaba regañando, pero no alcancé a oír nada. Yo ni nadie más en el pueblo teníamos derecho a interrumpir aquello.

    A tu padre le conocía, hacía tiempo que se acercaba de vez en cuando a echar un vistazo por encima por la tienda. Aunque le preguntaba qué era lo que deseaba y si le podía ayudar, su respuesta era siempre la misma: «no hay nada que se parezca a lo que busco». Yo solía quedarme con el orgullo un poco tocado, pues mis pociones y remedios eran de lo mejor de la región. En su momento pensé que quizás estaría buscando un amuleto, o quizás un hechizo, pero yo de aquello no tenía demasiada idea.

    Uno de esos días tomé el mortal riesgo de decírselo:

    —Quizás lo que buscáis pueda ofrecéroslo una experta en la naturaleza. Conozco a un par bastante hábiles.

    Tu padre me lanzó una mirada de advertencia, como si subiera la guardia de repente, y yo pensaba que ya estaba muerto. Los dos sabíamos que esa descripción era un eufemismo de «bruja».

    —No es la primera vez que me lo ofrecen.

    Aquella fue la última vez que tu padre se acercó a mi puesto. Cada vez que le veía por las calles de la aldea él se mantenía a cierta distancia, y de verdad que estaba convencido de que en unos días la guardia de la Inquisición se presentaría en mi casa y se me llevaría.

    Nunca pasó. En su lugar, al cabo de unos días te presentaste tú. Llevabas la misma capucha. Ibas tapada sobremanera para la época del año. Tu rostro suave y pecoso, tan bonito, estaba ensombrecido por esas ojeras que aún no sabía que te caracterizaban.

    —¿Hay algo que pueda ofreceros, bella dama?

    Me miraste un segundo, sorprendida y algo contrariada. Sólo ahora sé por qué. Abriste la boca para contestarme, pero te lo pensaste mejor y tardaste un segundo más.

    —¿No tendríais por casualidad una solución para hacer crecer el pelo?

    Tu voz sonó forzadamente grave y formal. Otra particularidad que quise entender, y no podía. No aún.

    —Me duele en el alma decir que andan muy escasas y nunca he conseguido producir ninguna con éxito —contesté. Me mordí la lengua tanto como pude para que mi curiosidad se mantuviera bajo control, y así no deducir en voz alta si era por eso que llevabas capucha todo el tiempo.

    Tú asentiste, y pensaba que te irías, pero te quedaste allí, mirando entre todas mis pócimas para males cotidianos como dolores de espalda y de cabeza, o pócimas para una mejor digestión de los cereales (pues era lo que la gente solía pedirme). Yo no sabía exactamente qué decir. Reconozco que mi trato con las mujeres siempre ha sido muy torpe.

    —¿Puedo llamarte de alguna manera? Pareces indecisa…
    —Cristina—contestaste rápidamente—. Llamadme así. Pero ahora tengo que irme.

    Y te fuiste sin darme tiempo de presentarme yo, aunque siendo el único en el pueblo que tenía buena mano con las plantas, probablemente ya sabrías que era ese Francisco del que todo el mundo decía que había nacido sin padre.

    Pasaron unos cuantos días en los que ni te vi a ti ni a tu padre. Yo estuve ausente de la aldea la mayor parte del tiempo, buscando ingredientes para mis pociones, y no dejaba de pensar lo inusual que había en vosotros dos, tan ariscos y callados. Pensé que podría conseguirte esa solución para el pelo, pero mis sentidos me decían que no era eso para lo que habías venido.

    Cuando por fin pude estar en mi puesto en el mercado de nuevo (como siempre, el más aislado), tuve que pasarle cuentas al desgraciado de Alfredo.

    —Se han oído rumores, ¿sabéis? Dicen que habéis vuelto a hablar de lo que no debéis.
    —Como siempre, los rumores son falsos. Es un pueblo, todo el mundo habla de lo que le da la gana —dije, con tosquedad, sacándome una bolsita con monedas de oro. Se la entregué a Alfredo—. Hay un extra para que convenzáis a los demás de que ese rumor es lo que realmente es.

    Alfredo hizo bambolear la bolsita en su mano y sonrió, satisfecho. Se fue sin mediar palabra.

    La extorsión de ese hombre era lo único que me mantenía con vida. Alfredo era quien llevaba la iglesia de la aldea, y sólo hacía falta un grito de socorro del cura para que la Inquisición me hiciera desaparecer. Yo no era su única víctima, así que el resto de pueblerinos compadecían y ayudaban a aquellos a los que la Iglesia le tenía echado el ojo. Solían pasar por alto los rumores hasta que las pruebas de una herejía eran tan evidentes que ni el soborno más generoso podía salvar al culpable.

    Con la mirada de Alfredo sobre mi puesto, tú te acercaste una segunda vez. Aún tenías esas ojeras, pero parecías más animada. Aún parecía que llevaras demasiada ropa, pero en vez de la capucha llevabas un manto suave de color verde que te seguía tapando el pelo con la misma efectividad.

    —Cristina, ¿verdad? —pregunté con educación—. ¿Qué puedo ofreceros?
    —Sus habilidades como… —señalaste torpemente las pociones con un aspaviento suave, como para que te viniera la palabra, y sonreí un poco. No sabías el nombre de mi profesión.
    —Herborista.
    —Eso. Quiero que vos me enseñéis —pediste con más elegancia.
    —¡Vaya, esto sí que es toda una sorpresa! ¡Nunca me habían pedido algo así!

    Aunque me miraste con cara de irritación, yo estaba de veras sorprendido. No sabía cómo actuar. No había pensado en enseñar a nadie hasta ese momento.

    —Puedo buscarme a otra persona que me enseñe si es necesario —dijiste al cabo de unos instantes, cansada de esperar. Yo me lo estaba pensando.
    —No, no, creo que puedo hacerlo. Aunque quizás tendréis que tener paciencia conmigo. No sé si seré bueno enseñando.
    —Pasaré un tiempo por aquí, estará bien. Pero a partir de ahora llámame Cris y no uses formalismos.
    —Vale… —Admito que me quedé chocado por ese cambio, no esperaba confianza tan pronto. No nos conocíamos. Y tampoco entendía el porqué del diminutivo—. Pues mañana a primera ahora nos vemos aquí. Te enseñaré para qué sirve todo.

    Te fuiste después de asentir y sonreír. Alfredo, al cabo de unos minutos, se me acercó.

    —Si consiguiéramos casaros, muchos problemas desaparecerían de un plumazo. Dios puede que aún tenga un plan para vos…
    —La acabo de conocer, pero os mantendré informado si su padre o ella misma dan alguna señal.
    —Así me gusta.

    Alfredo era muy aficionado a las bodas. Se le podía tener contento durante mucho tiempo así. Cierto era que percibía un poco del dinero invertido en la boda, pero las ceremonias de unión eran algo que le enternecía (incluso cuando sabía que no era por amor) y solía dejar en paz durante mucho tiempo, a veces años, a los recién casados. Supongo que no todo él era interesado. Lo siento si te parece que me aproveché de eso, no me hace sentir bien.

    En fin, la mañana siguiente, y todas las que vinieron durante varias semanas, te presentaste a buena hora en mi puesto, lista para aprender. Yo estaba nervioso y reticente, pues seguía sin saber nada de ti, y no sabía si tu padre me hablaría de ti. Pero tú parecías tan dispuesta, y enseguida me di cuenta de que aquello te gustaba. Al cabo de unos días de estarte enseñando sobre cómo clasificaba las hierbas medicinales y las pociones, sabía distinguir entre tu buen ánimo y la pasión durante el aprendizaje y cuando simplemente te veía por la calle con tu padre.

    Él nunca me dijo nada. Estaría contento de que hubieras encontrado un buen trabajo.

    Recuerdo perfectamente el momento en el que te hice aquella pregunta tan vital:

    —¿Te gusta todo lo que estás aprendiendo?
    —¡Mucho! Francisco —Te encantaba pronunciar mi nombre al inicio—, es maravilloso. Por fin siento que estoy haciendo algo con mi vida.

    No me lo pensé mucho al seguir hablando.

    —¿Por eso siempre te veo triste cuando vas con tu padre?

    Enmudeciste y pusiste esa cara que me recordaba al primer día que te vi, siendo reñida por tu padre. El contraste fue tan grande en ese momento que corrí a disculparme y a intentar volver a hacerte sonreír, pero me detuviste con tacto.

    —No, no lo intentes. No tiene nada que ver contigo, no tienes culpa. Es cosa mía.

    Me sonreíste y seguiste a lo tuyo (que ese día consistía a sólo ayudarme con mi puesto del mercado). No volviste a hablar en casi todo el rato. Yo estaba obviamente preocupado. Parecías querer explicarme algo, pero te veía conteniéndote a cada rato, y me dolía. Sabiendo lo que sé sobre temas que la Iglesia prohíbe, entendía que quisieras liberar un poco de tu presión.

    Esperaste al día siguiente, porque nos íbamos al bosque a conseguir ingredientes. Ya habías aprendido a hacer pociones sencillas e ibas a tu aire usando mis reservas para intentar imitar mis resultados. A veces te salían, y a veces no, pero te consideré un prodigio en ese momento, por lo habilidosa que eras.

    —¿Crees en las brujas? —preguntaste cuando nos pusimos a buscar.

    Me quedé anonadado. Siempre me salías con preguntas extrañas que me hacían pensar. Yo que sabía del tema sabía mejor que nadie que había que ir con cuidado sobre cómo expresarlo.

    —Lo preguntas como si se tratara de algo imposible de ver.
    —He oído por el pueblo que hablas de ellas a menudo.

    Cris, de verdad que me sorprendías a cada paso. Aún lo haces. En mi ignorancia yo vivía, pues tú eras todo oídos.

    —No es que «crea». Soy hijo de una bruja.

    Me miraste con ojos desorbitados, y pensé que estaba ya condenado a muerte sólo por decirlo en voz alta. Nunca había visto esa expresión en ti. Hasta pensé que gritarías.

    —La Iglesia tiene un muy mal concepto de las brujas —continué, intentando corregirme un poco—. Son personas normales con habilidades que van más allá que lo que Alfredo podría entender. Usan la magia igual que los sacerdotes usan la fe. Y viven bajo sus propias normas. La Iglesia las ha demonizado, las ha convertido en personajes de cuentos de terror para niños que se portan mal.

    No te había mirado una sola vez mientras hablaba. Intentaba no sudar ni temblar. Estaba poniendo en riesgo mi vida hablando de mi madre. Pero cuando lo hice, tu rostro parecía más comprensivo. En ese momento no supe qué era lo que había provocado ese cambio.

    —¿Qué poderes tienen? —me preguntaste, con emociones contenidas.
    —La mayoría son como yo: saben preparar pociones y brebajes que curan o, al contrario, que envenenan. Aunque sus combinaciones pueden provocar más que eso. Algunas son capaces de crear visiones, de dormirte sólo con oler algo…
    —¿Y cambiar el cuerpo?

    La pregunta me pilló, una vez más, desprevenido. Pero no tanto. Nunca se me había presentado una ocasión tan clara para preguntarte porqué hablabas con voz ronca, siempre ibas tan tapada y nunca mostrabas tu pelo. Aquella era una ocasión ideal para hacerlo, pero antes tenía que responderte.

    —Mi madre una vez me contó que las antiguas brujas descubrieron formas de transformación, pero ni siquiera sé si ese conocimiento sigue existiendo… Tendría que hablar con ella…

    Asentiste, insegura y algo decaída. Entonces descubriste tu cabeza, sin que lo pidiera. Tiempo atrás, cuando te conocí, esperaba una melena bien trenzada para que no se notara con esa capucha. Pero no me sorprendí cuando vi que tenías el pelo corto, mal cortado, formando pinchos extraños en tu cabeza.

    Lo primero que pensé fue que gracias a Dios que estabas abriéndome tu corazón en un sitio donde nadie nos pudiera denunciar a la Inquisición. Con el pelo corto, tan tapada y todo, todas las piezas encajaban fácilmente en mi mente, y era algo totalmente prohibido, fuera de la norma. Yo no te recriminé un solo segundo que no quisieras ser una mujer. Había visto suficiente mundo para entenderlo, y mientras que la mayoría se resignaba o se escondía, tú… Simplemente no podías. Lo necesitabas.

    —¿Cuánto tiempo…?
    —Desde que dejé de ser una criatura —respondiste—. Odio que mi cuerpo sea visiblemente femenino y me traten como tal a consecuencia. No quiero vivir en este mundo así. Estoy harto.

    Dijiste «harto». Si la idea no hubiera ido progresando a lo largo de las últimas semanas en mi cabeza, no habría podido digerir el cambio, ni siendo hijo de una bruja, tan libres de ataduras.

    —No puedo tratarte como hombre en público —confesé, a modo de disculpa—. Alfredo siempre está al caso y el mercado es el mejor sitio para hacer correr un rumor. Pero si puedo, te trataré como tal.

    Asentiste. Aunque sonreías discretamente, podía ver el alivio en tu rostro mientras volvías a cubrirte el pelo.

    Fue en ese momento que me di cuenta de que me estaba enamorando de ti, porque tuve miedo del cambio, cuando no debería haberme importado. En el fondo de mi memoria sabía que había una manera de conseguir lo que deseabas, por lo menos un poco, y no sabía qué efecto tendría en los dos, o en tu padre. Por muy hijo de bruja que fuera, vivía entre católicos temerosos del Señor y de sus sacerdotes, vivía entre dogmas, y se habían infiltrado en mi interior. Uno nunca está del todo libre de influencias por más abierto de mente que se crea o por más que se aísle.

    También fue ese momento en el que tomé la decisión de ayudarte para ayudarme a mí mismo a recuperar la senda de la libertad que hacía tiempo que había perdido de vista.

    —Te llevaré ante mi madre. Ella y sus compañeras se van a reunir pronto. Haremos todo lo posible para ayudarte.
    —Gracias, de verdad te lo digo, gracias.

    Me abrazaste sin pensarlo. Entre la angustia creciente me sentí feliz por darte un nuevo motivo para sonreír. Estaba seguro de que habías estado buscando durante mucho tiempo.

    Pero la felicidad duró muy poco. Esa misma tarde, la guardia de la Inquisición se presentó en el pueblo.

    —Vete a casa con tu padre. Protégete.
    —¿Qué pasa contigo?
    —No te preocupes por mí, ya he huido otras veces de ellos.

    Estuviste dudando unos instantes antes de escurrirte entre las casas para llegar hasta donde vivías, aunque no sabía dónde era exactamente. Hasta imaginé que no tenías casa.

    La guardia, a pesar de nuestras precauciones, entró en la iglesia de Alfredo. Al cabo de unos segundos, salían escoltándolo, y otro sacerdote llamó nuestra atención, acusándolo (acertadamente) de ladrón.

    —De ahora en adelante, yo, el padre Jeremías, tomaré el relevo de esta iglesia por el poder que Dios, la Santa Sede y el rey me han otorgado. El camino de la rectitud volverá a este pueblo sumido en el crimen y el pecado.

    Maldije por lo bajo. Era el peor momento posible para que un sacerdote de la Inquisición se hiciera con el mando. Y noté enseguida que el padre Jeremías estaba hecho de otra pasta. En cuanto vio mi puesto con hierbas y esencias naturales y pociones, me hizo destruir las segundas, alegando que Dios no había puesto la transformación de la naturaleza a mi servicio, y que teníamos que, básicamente, esperar que la naturaleza en sí misma hiciera su trabajo sin alterarla. Tuve que callarme las mil formas en las que la Iglesia había modificado esa norma a su antojo para su máximo provecho. Jeremías ya debía de saber quién era yo, y me estaba dando una oportunidad para volver al «camino de Dios».

    Además, anunció que se buscaban dos fugitivos, padre e hija, que habían incitado a la herejía a otros habitantes de aldeas cercanas. No dudé de que seríais tú y tu padre, así que quise comunicarme contigo durante la misa del domingo.

    No asististe. Quizás por mi recomendación. Yo sufría por ti, mientras tenía cada vez más claro lo que me pasaba. Por eso busqué a tu padre cuando la misa acabó.

    En cuanto me vio, me guio hasta una cabaña a las afueras, cerca de los campos. Me hizo entrar. Pensaba que te encontraría allí, pero no estabas.

    —¿Dónde está Cris? —pregunté, saltándome todas las formalidades.
    —A salvo en el bosque.

    Un silencio incómodo se posó en la única estancia. Yo no sabía qué sabía él. Sólo recordaba ese único día que había rebuscado entre mis remedios y mi osada recomendación. Y tú, cuando empezaste a aparecer por mi puesto, no parecías saber que él y yo ya nos habíamos visto.

    —Cris es la responsable de todos los problemas por los que estamos pasando —empezó, con dureza—. Se corta el pelo como un hombre tan a menudo que le confunden. Fuerza su voz para que no sea la suya. Se acerca todo lo que puede a alguien que le pueda hablar de todo lo que está fuera de la norma divina. Las últimas veces que ha hecho todo eso hemos tenido que huir por haber llamado la atención de la Inquisición. Los pueblerinos nos han denunciado muchas veces a cambio de unas pocas monedas.

    —Ahora vuelven a estar aquí —dije—. ¿Huiréis de nuevo?
    —Hasta ahora no habíamos tenido un motivo para no hacerlo. Sin familia, ni hogar, ni apenas trabajo. Pero Cristina dijo que esta vez había encontrado algo. Y le habéis dado un trabajo, compartís monedas con ella. Es lo más estable que hemos conseguido en todo el año.

    Noté que dudaba cuando usaba tu nombre. Yo estaba seguro que le habías repetido infinidad de veces que no te llamara así. De nuevo, las piezas encajaban: tenía delante a un padre temeroso de Dios, pero que amaba y conocía a su hija al mismo tiempo. Estaba luchando mucho más que yo para aceptar que no eras Cristina. Podía ver su sufrimiento.

    —Estoy cansado. No puedo seguir adelante. Mi mente se apaga, y mi cuerpo ya no me responde por la culpa que siento. Si por fin ha encontrado su camino, yo ya no puedo seguirlo.
    —Estáis haciendo lo correcto por su hija. Ella es más feliz ahora. Quedaos a su lado —le rogué, siendo delicado. Si te trataba de hombre ante él…
    —Siempre seré un lastre. La Inquisición no dejará de buscar.
    —La Inquisición no se cree los cuentos de brujas si no hay pruebas de ello.
    —Nos buscan por «proposiciones heréticas». Eso puede significar cualquier cosa. Quiero entregarme, confesar, pasar el tiempo en galeras o en cárcel que dicten por ese crimen menor y empezar de cero. Puedo volver aquí si quiero. Pero no quiero que a ella la encuentren.

    Miré a mi alrededor. En la cabaña no había pruebas de que tú hubieras pasado un solo día allí. Me preguntaba si se habría deshecho de todas tus cosas, o si te las habías llevado tú en tu huida al bosque.

    —Quiero que sea feliz —sentenció—. Contadle que siempre lo he sabido todo.

    No podía decir nada más para convencer a tu padre para que no se entregara. Se notaba que estaba en su límite.

    Esperé unos segundos, observando cómo su carga se aliviaba un poco, y me levanté para irme justo cuando llamaban a la puerta. Fuera, el padre Jeremías esperaba, escoltado por dos guardias con su mosquete.

    —Francisco, no esperaba encontraros aquí.
    —¿Busca a este buen hombre?
    —Se ha confesado antes de la misa. Vamos a llevarlo a juicio por proposiciones heréticas. —Me aparté y él entró—. ¿Dónde está su hija? Ella no ha confesado sus pecados.
    —Mi hija ha muerto —contestó, al borde del llanto. No estaba mintiendo a nadie. De verdad era lo que creía que estaba pasando contigo.

    Jeremías hizo que sus guardias buscaran pruebas de su presencia.

    —Tienes una oportunidad para ser sincero, Francisco —me dijo, mientras—. ¿Ha vivido este hombre solo desde que le conoces?
    —Siempre —mentí con buen aplomo—. Se acercó una vez a mi puesto del mercado afligido como le veis, esperando encontrar un remedio para calmar su dolor.

    Los guardias no encontraron nada de nada.

    —¿Y esa chica que trabajaba contigo?
    —Lo siento, padre, os confundís. Yo tenía a un joven bajo mi tutela, no a una mujer.
    —Y ¿dónde está?
    —Le he enviado a la ciudad a depositar nuestras pocas ganancias en el banco —le respondí.
    —Si descubro que mentís —me advirtió—. Seguiréis el camino de este hombre.

    Jeremías se fue, indignado. Los guardias escoltaron a tu padre, que se fue con ellos sin resistirse. Estaba llorando. No me miró, y no le volví a ver hasta que se lo llevaron a la mañana siguiente.

    Jeremías investigó qué había pasado contigo. Fue imposible abandonar el pueblo para irte a buscar durante los siguientes días. Sufrí mucho por tu salud. No sabía dónde te había dicho tu padre que te escondieras. Quizás por el castigo del sacerdote hacia nosotros, el resto del pueblo se puso de acuerdo para negar que nunca hubieras tenido contacto con tu padre, que ya vivías aquí antes de que él llegara. Tampoco dijeron nada sobre la pelea que me hizo fijarme en los dos. Jeremías quedó contento y, aunque me tendría puesto siempre el ojo, me dejó en paz.

    Cuando volviste a aparecer por el pueblo casi me desplomé del alivio. Estabas perfectamente. No sabías dónde estaba tu padre, y te viste extrañado de tener que vivir con una de las ancianas del pueblo para cubrirte de Jeremías, pero sabías que era importante seguir con aquello.

    Tenías la voz más rasposa. Se me ocurrió una idea como excusa para irnos de la aldea unos días para ver a mi madre. El aquelarre se reuniría muy pronto.

    —Descúbrete la cabeza y tápate el cuello. Pareces resfriado. Le diremos a Jeremías que te llevamos a la ciudad de nuevo.
    —¿Funcionará? —preguntaste. Yo me reí. Tu voz era completamente distinta, se notaba que era un resfriado de verdad.

    Llevarte ante Jeremías fue lo mejor que pudimos haber hecho. Él confirmó que eras un chico en cuanto abriste la boca, y fuimos sinceros a la hora de decir que nos íbamos los dos unos días. Aunque no se mostró contento, no nos hizo seguir.

    A la mañana siguiente partimos en silencio hacia las montañas. Estabas concentrado en caminar. No preguntabas por tu padre, pero creo que ya lo sabías. Yo no sabía cómo contártelo. Sólo esperaba que el viaje y el sacrificio de tu padre no fueran en vano.

    A unas pocas horas de camino, encontramos una cabaña vacía.

    —¿Por qué paramos?
    —Las cabañas esparcidas por la montaña y el bosque son lugares de paso. Mi madre y sus compañeras dejan pistas sobre dónde se van a reunir. Vienen de varias partes de la región, y muchas de ellas viven en aldeas, incluso en la ciudad. Tienen que saber orientarse. —Estuve observando un poco las marcas en las paredes de madera de la cabaña hasta que encontré una señal reciente—. Mira este dibujo.

    Lo miraste. No lo entendiste, aunque te vi sudar intentándolo.

    —¿Qué significa?
    —Mira, este cuadrado es el sol. El triángulo está bloqueándolo un poco, eso significa que una montaña lo tapa. Es la cara opuesta. Y esta muesca es dónde se encontrarán.
    —¿Está muy lejos?
    —No mucho. Sólo tenemos que rodear la base de la montaña.

    Fue más fácil decirlo que hacerlo. Empezaba el atardecer cuando nos encontramos en la sombra de la montaña. Yo ya sabía dónde nos encontrábamos, sólo hacía falta esperar un poco.

    Las mujeres empezaron a aparecer entre los árboles al cabo de poco. Iban vestidas como iríamos nosotros, de viaje, preparadas, algunas cargando con fardos y sacos. Se dirigían un poco más al oeste de lo que estábamos.

    —¿Francisco?

    Me giré. Allí estaba mi madre, con su pelo castaño oscuro y su mirada tranquila.

    —Hola, madre —la saludé, abrazándola.
    —Qué mayor estás… —Sonrió.
    —Qué cosas dices, ¡que ya soy adulto! —me reí—. Madre, este chico es Cris. Necesitamos vuestra ayuda.

    Mi madre te echó un vistazo a cuerpo entero, como si instantáneamente pudiera realizar tu deseo. En realidad, estaba adaptando su mirada a lo inusual.

    —Ya veo. —Luego suspiró, pensando—. Tenemos que consultar a las demás.

    Te ahorraré todo lo que ya sabes y no hace falta repetir. Muchas de las brujas nos miraron con recelo durante casi toda la reunión. Hablaron de sus problemas cotidianos, ocultándose a simple vista, y de posibles mujeres que tenían potencial para desarrollarse como brujas. También compartieron recetas como si fuera la cocina de una casa cualquiera, pero con muchas más rarezas. Si no hubieras estado tan nervioso, quizás te habrías asombrado mucho más.

    Luego llegó nuestro turno.

    —Mi hijo aquí presente requiere nuestra ayuda. Su amigo Cris está atrapado en un cuerpo de mujer que no desea. —Estabas muy tenso, pero te sorprendió mucho la facilidad con la que mi madre lo había deducido todo—. Es un poder antiguo y poco común, pero entre todas deberíamos ser capaces de encontrar todo lo necesario.
    —¿Es consciente el chico de que no es un cambio inmediato? —preguntó una de las más ancianas.

    Las brujas te miraron, algunas advirtiéndote, otras compadeciéndote por tu situación. Tú asentiste.

    —Soy consciente —dijiste—. Haré lo que sea. Aceptaré el mínimo cambio.
    —Nuestra solución no te convertirá en un hombre del todo—dejó claro mi madre. Tú te tensaste un poco más—. Podemos agravar tu voz y que aprendas a tonalizar como mi hijo. Podemos hacer que tu rostro sea más estilizado y tu piel menos suave. Podemos hacer que te crezca pelo. Hasta podrías dejar de tener el período si lo hacemos bien. Pero tus genitales y tus pechos se mantendrán relativamente intactos, y tus caderas seguirán igual. Lo más probable es que no puedas tener hijos. ¿Sigues estando de acuerdo en intentarlo?
    —Sí, quiero intentarlo.

    Tu decisión y firmeza fueron suficientes para que las compañeras y amigas de mi madre asintieran y se pusieran manos a la obra. Mi madre nos acompañó a una cueva en la base de la montaña que tenía una superficie de roca muy bien conseguida. Parecía una bañera.

    Mi madre me contó primero en privado todo lo que podía pasar y los ingredientes. Prometí que sólo te contaría lo necesario, y debo mantener la promesa. Luego te contí a ti lo necesario:

    —Pasarás aquí unos días, desnuda y sumergida hasta la boca en agua con la mezcla de ingredientes que prepararemos. No estarás consciente. El único ingrediente que conocerás es el siguiente. ¿Francisco?
    —De vez en cuando tendré que echar una gota de sangre de mi cuerpo. Si quieres ser un hombre, debes recibir un poco de un hombre de la forma más concentrada posible. Esta es la mejor opción.
    —Bien —aceptaste.

    Mi madre y el resto de brujas iluminaron la cueva con fuego y mantuvieron siempre un recipiente grande con agua caliente. Vertieron los primeros cubos en la roca natural, junto a los ingredientes que te impidieron ver. Te mantuve de espaldas.

    —Voy a estar todo el tiempo delante de ti, despierto o dormido —te aseguré—. Quiero ver toda la transformación, aunque los cambios no se vean a simple vista.
    —Me da un poco de vergüenza estar desnuda todo el… —Te frenaste al instante por el error—. ¡Desnudo! Quiero agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.
    —No tenía ni idea de lo que nos pasaría cuando te presentaste en mi puesto, y desde luego no es algo que resulte fácil, pero supe desde aquel día en el bosque que iba a hacer todo lo posible. Te quiero. Te quiero tengas el aspecto que tengas. Y quiero verte feliz.

    Nunca olvidaré la mirada de profundo agradecimiento que me regalaste antes de besarme con ternura. Luego pusiste la frente en contacto con la mía durante un instante.

    Te separaste de mí, entonces, dando un paso atrás, y no tuviste el reparo que decías que tendrías en desnudarte poco a poco. Llevabas tantas capas que te costó un buen rato encontrar los puntos para quitarte la ropa adecuadamente. Reconozco que conforme te veía con menos ropa yo me ponías más y más rojo. No es algo usual, que digamos. Tú tampoco mirabas más allá de tu ropa o levantabas la vista del suelo, pero no te detenías.

    Cuando acabaste, te miraste. Yo también te miré porque, bueno, no soy de piedra. Tu cuerpo era más pequeño y delgado de lo que esperaba, aunque me gustó de inmediato.

    —Siempre me he quejado mucho de mi cuerpo —dijiste, sacándome de mi perdida mirada. Me disculpo por eso—, pero en realidad no es tan femenino. Casi no tengo pecho, y mis caderas no son brutalmente anchas.
    —Es verdad —admití, intentando no parecer demasiado admirado—. Seguro que con la solución de las amigas de mi madre te parecerás mucho más a lo que quieres ser.
    —Estoy preparado —sentenciaste.

    Te ofrecí mi mano, mientras nos quedábamos solos y encarábamos la bañera natural. Descendiste con cuidado por la roca hasta quedar sentada. Te soltaste y yo me senté a tu lado, mientras te hundías en el agua. Mi madre añadió un líquido especial que yo ya sabía que te provocaría el sueño. Te dije adiós con la mano antes de que te durmieras.

    Quise estar a tu lado aunque no estuvieses consciente por muchas razones. Porque me importas y porque te quiero. Porque quería asegurarme de que todo fuera bien. Pero admito que era también para que no notara la diferencia en el cambio de tu cuerpo. Yo ya era consciente de que no sería un cambio radical, pero me había enamorado de una persona que tenía un cuerpo que iba a ser diferente, y sabía que no sería algo fácil de aceptar para quien te conociera.

    Cuando mi cansancio se ocupó de mí por fin, dormimos juntos. No soñé nada, simplemente me desperté la mañana siguiente. Tú estabas igual, no te habías movido ni un pelo. El agua enturbiada por las mezclas de las brujas no revelaba ningún cambio tampoco.

    Durante el segundo día reflexioné sobre lo que te iba a contar sobre tu padre, mientras manteníamos la temperatura del agua a buen nivel.

    Tu padre siempre lo supo. Cuando vino la primera y única vez a mi puesto del mercado (algo que nunca supiste), buscaba una poción que te ayudara a ser tú, a ser quién eras. Aunque no era capaz de aceptarlo como él hubiera querido, decidió sacrificar su libertad para que tú pudieras existir bajo tu mejor forma, sin tenerte que ocultar ante nadie. Lo tuve claro cuando me dijo, en clave, que su hija había muerto. También te quitó el peso de la Inquisición, de paso. Me pasé todo el día intentando encontrar las palabras, pero creo que sólo era necesario que supieras que te apoyaba y te protegía. No sería capaz de explicarlo mejor.

    Durante el tercer día, mi madre estuvo siempre a mi lado. Sabíamos que ibas a despertar al anochecer. Derramamos la sangre requerida y ella me aconsejó sobre cómo tratarte en cuanto despertaras.

    Ser hijo de una bruja significaba que yo tampoco tenía a mi padre, pero me pregunté qué habría sido de la tuya. Nunca habías hablado de tu madre. Los dos hemos crecido de una forma particular, en cuanto a familia se refiere. Mi madre me cuidó hasta que fui adolescente y luego me enseñó lo necesario para tener el puesto de mercado y sobrevivir por mi cuenta. Por seguridad, el contacto con ella era muy reducido. La solía echar de menos a menudo. No podía imaginar lo que sería no tener a tu padre a tu lado.

    Todas las brujas salieron en cuanto las sombras ocuparon la cara oscura de la montaña. Me dejaron a solas contigo.

    —¿Francisco…? —susurraste.
    —¡Cris!

    Inmediatamente te ayudé a incorporarte. Estabas en ayunas, a la fuerza tenías que estar débil. Cargué contigo para sacarte del agua y me apresuré a envolverte en mantas para que el frío fuera mínimo. Era verano, pero hacía frío igual por las noches.

    —¿Ha ido todo bien? —musitaste.
    —Sí, ha ido todo bien.

    Apenas entonces empezaba a darme cuenta de pequeños detalles: tu rostro era ligeramente más tosco y afilado. No tenías unas mejillas tan redondeadas. Y podía ver nacer vello rubio en el contorno de tu cara. Pero tu mirada era la misma, aunque estuviera débil. Sonreía.

    No quise decirte nada mientras te daba pan, queso y fruta para que recuperaras la forma poco a poco. Mi madre me había advertido de que no lo hiciera. Lo que en realidad había pasado mientras estabas en el agua fue un mero ritual. Sí, había cambios visibles (que en aquel momento pasé por alto), pero, tal como había dicho tu padre, Cristina había muerto sumergiéndose y Cris nacía, con una nueva mentalidad, convencido de quién era, sin conflictos emocionales, puro y libre. Era sólo el inicio del cambio pues, como bien sabes ahora, una vez a la semana tienes que tomarte ese frasquito de restos del agua en la que te bañaste para evitar que tu cuerpo y tu mente retrocedan. Te prometo que mi madre me aseguró que sería temporal.

    Me hacía ilusión ver que de vez en cuando nuestras miradas se encontraban en aquella cueva y sonreíamos. Las sombras que las llamas producían hacían que nuestros rostros lucieran de formas poco habituales, quizás un tanto siniestras, y me permitían ver lo que había cambiado en el tuyo. Y me daba cuenta de lo fácil que me había resultado acostumbrado a ello. Era como si también hubieras renacido en mi mente.

    —Ya estoy seco —dijiste, con mejor voz. Sin susurros y voces débiles, sonaba igual que cuando la forzabas antes, pero sin tener que obligarte a ello. Sonaba más serena—. Me tengo que vestir.

    Estabas nervioso. Era tu primera oportunidad de ver los cambios personalmente, y temía que no fueran suficientes para ti.

    Te quité todas las mantas y, vale, enrojecí de nuevo. Tu cuerpo seguía siendo precioso. Parecía fibrado de una forma distinta. Tus (muy felizmente pequeños) pechos seguían estando allí, igual que tus caderas y tus genitales, pero allá donde miraba había un «algo» ya desde ese momento que me hacía pensar en un hombre. Sigo barajando la posibilidad de que la magia de las brujas afecte visualmente a los demás también. O quizás fuera el aroma, que también había cambiado un poco. Había tantas cosas que parecían distintas y tan familiares a la vez que… No lo sé, todo fluyó de forma muy natural. El renacer estaba siendo un éxito.

    Y tú lo notaste enseguida.

    —¡Me encanta! —Diste una vuelta sobre ti mismo, tan feliz—. Es como que todo está donde siempre tuvo que estar. Sigo teniendo lo que tengo pero… Lo siento distinto.

    No estaba en ninguna posición de decir nada, sólo sonreí, me aseguré de que te vestías enseguida y te abracé con fuerza.

    —Eres increíble —te dije—. Estás haciendo todo esto por tu iniciativa. Sólo podemos aplaudir tu valor y ayudarte en lo que podamos.
    —Te quiero —musitaste. Te tembló un poco la voz. Era un momento muy emocional.

    Mi madre y sus compañeras nos interrumpieron para darnos la enhorabuena y te explicaron las recomendaciones y lo que tendrías que hacer con el agua para la poción. Nada que no te puedas imaginar ahora.

    Cuando acabaron su trabajo y ya era bien entrada la noche, mi madre se despidió de nosotros:

    —Mis compañeras y yo nos iremos antes de que os despertéis mañana.
    —De acuerdo. Te echaré de menos —dije, abrazándola.
    —Yo también, cielo. Espero que seáis muy felices juntos —nos deseó, sonriendo con tranquilidad.

    Y efectivamente, esta mañana, después de dormir prácticamente abrazados, ya no estaban. Tú ya estabas listo para volver a casa.

    —Tendremos que ser discretos sobre nuestra relación —dije inmediatamente, cuando salimos de la cueva—, pero creo que no nos costará mucho, teniendo en cuenta los secretos que ambos hemos guardado durante años.

    Me miraste como si todo en el mundo se hubiera arreglado durante aquellos tres días y abriste camino a través del bosque.

    —¿Me cuentas lo que ha pasado con mi padre? —me preguntaste.
    —Puedo hacer mucho más que eso. Quiero contarte la muerte de Cristina, desde el principio.

    FIN



    [-----------------------------------------------------------------]


    Desde el momento en el que una persona decide que es y se identifica como el género que desea, pasa a ser de ese género, tenga el cuerpo que tenga. Esto es norma nº1 en mi mundo y mucha gente que no está dentro del colectivo o no lo sabe o no lo entiende.

    ¡Espero que os haya gustado!

    Edited by Mare Infinitum - 13/11/2019, 22:19
     
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    Volia deixar-te abans el review, però entre la mandra i que el meu estat d'ànim ha sigut més brutal que una muntanya russa ja t'hi pots imaginar la resta. Et confesso que m'havia llegit part del teu fic i ugggg... no em feia sentir bé, sincerament. És com una constant mostra del què i com ha sigut la meva vida, en molts sentits.

    Se'm fa interessant que hi estigui la Inquisició present, de veritat. Dóna molta tensió al fic, però és la necessària pels personatjes. La Cris em recorda molt a mí en molts sentits, però especialment quan jo patia de disfòria de gènere. No em sentia dóna, volia ser un noi per això feia servir la roba de ma germà i la gent del meu entorn no feia més que criticar-me i ma cosina per allà pululant dient que com era una noia, havia de ser més femenina (com si fos una norma del univers que no es pogués canviar, saps...) i fuck, no millorava ma situació. Després està el seu pare, QUE PUTA MERDA... em recorda massa al meu!! No em fa gens bé enrecordar-me'n d'ell, t'ho ben asseguro, però no és culpa teva (ni més faltaria! OMG). La relació entre pare-filla és semblant a la que jo tenia temps enrere amb el pare perquè no em veia capaç d'expressar-me completament amb els altres davant d'ell, no importava lo de més. La seva influència feia molt efecte en mí fins a 2017, que les coses van canviar radicalment.

    I ara que he tornat a llegir el teu fic, un altre cop estic amb el que el pare de la Cris s'assembla molt al meu. Què collons... pot ser t'has basat en ell o què? És només per curiositat però, el meu cap no deixa de dir-me que no és pura casualitat. Ho sento si sona agressiu, no és ma intenció, pero ug, avui no estic tenint un bon dia com pots veure a arrel del review. Tot i així, el fic encara que és força amarg per a mí, m'està agradant moltíssim. M'atreveixo a dir que el puc valorar més profundament que qualsevol altre persona que el pugui arribar a llegir. També imagino que aquesta transició de la Cris de dona a home, té molt a veure amb el procés que estàs fent tu (tenint en compte ta paraules abans de posar el fic). Quan veig al pare patir per la Cris, em recorda a aquella discusió traumàtica que vaig tenir amb el meu, que va ser quan va sortir Chara i li va exigir que no la anomenés pel meu nom sino pel d'ella. Estic segura que ma pare només em va pendre per boja, o va sospitar que dins meu hi passava alguna cosa no gaire bona. Ma pare sempre ha sigut molt sensible, i tenia molt bon ull per la gent (però només veient la part negativa, com a bon pessimista que va ser), n'estic convençuda que ell va reconèixer que Chara i jo, érem dos persones en un mateix cos. Tot i així, amb el temps, a Chara ara la prefereixo anomenar-la "Abyss", com abans, perquè no vull que em recordi a Undertale :V.

    QUOTE
    —Estoy cansado. No puedo seguir adelante. Mi mente se apaga, y mi cuerpo ya no me responde por la culpa que siento. Si por fin ha encontrado su camino, yo ya no puedo seguirlo.

    JODER i ara em trobo això. Merda. No és que pugui dir moltes coses al respecte, coses que tu ja no sàpigues d'avantmà. Però això és 100% el meu pare, totalment. I aix... abans el pare de la Cris era com aquella mala imatge del meu en el passat però llegint tot això de que està disposat a fer un sacrifici per enfrontar-se, a sa manera, a la Inquisició, em recorda encara més al meu. Ma pare sempre ha sigut protector a sa manera, amb mí, i confiava en mí més que qualsevol altre persona, per això em va deixar estar al seu costat de principi a fi durant l'enfermetat, crec que fins i tot ell em va esperar per veure'm segons abans de morir aquell 4 de juliol, fixa't què et dic. És el que em diu el meu cor, perquè ma pare estava molt trist i disgustat amb el Germy i sa actitud, potser per això va triar a esperar-me per estar els seus últims moments sense importar quan de sedat estigués pels medicaments que li donaven els metges per paliar el seu dolor físic. La seva ment encara funcionava molt bé, potser massa bé. Estava més conscient que mai.

    Aix... quina pena que el pare de la Cris s'hagi entregat a la Inquisició, però waow, la mentida per part d'ell i el prota ha estat brutal perquè el cura aquest, Jeremías, se la hagi empassat tota. Lo del poble, a més, tampoc m'ho esperava. Quan he llegit el paràgraf aquest, no he evitat pensar que m'agradaria que el pare estigués bé, només perquè em recorda al meu però no tinc moltes esperançes tractant-se d'un fic teu d'aquesta classe, i perquè tampoc he acabat de llegir el fic. El review està fet confor-me he anat llegint, ja t'ho pots imaginar.

    I OMG, i Cris apareix un altre cop. No sap lo del pare? Què collons ha estat fent?? Què ha sigut del pare? Si és dolent, com reaccionarà Cris?? Vale segons he llegit, el pare no ha acabat amb bo destí (veus per què et deia lo d'abans?? :V si és que no em puc equivocar), però em xoca que Cris ja ho sabia. COM HO SABIA??? El pare s'ho hauria dit abans de fer res??? És la única opció que em ve al cap, de veritat. Waow i ara apareix la mare de Francisco, i com una dona amb experiència, ja em veia a venir que sabria el panorama només fotent un cop d'ull, lo qual m'agrada molt perquè és la classe de detall i de coses que jo també faig als meus fics molt constantment amb segons quins personatges indicats per aquest petit costat de "saber veure a través dels altres".

    Se'm fa especialment curiós la forma en la que el "ritual" de Cris es portarà a terme per les bruixes, és a dir, nua en una banyera natural formada per la natura i en una muntanya amb X ingredients??? HAHAHAHA, quina bona pensada, desde luego, sencilla i sense matar-se gaire. Simple, però eficaç. Tot i els riscos, la determinació de Cris em recorda molt a la de Frisk i home, clar, es veia a venir que la fertilitat seria una de les coses que es podrien perdre, not impressed in that thing :v BUT YOU HAVE TO DO THE THING!! HAHAHAHA.

    QUOTE
    —Voy a estar todo el tiempo delante de ti, despierto o dormido —te aseguré—. Quiero ver toda la transformación, aunque los cambios no se vean a simple vista.
    —Me da un poco de vergüenza estar desnuda todo el… —Te frenaste al instante por el error—. ¡Desnudo! Quiero agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.
    —No tenía ni idea de lo que nos pasaría cuando te presentaste en mi puesto, y desde luego no es algo que resulte fácil, pero supe desde aquel día en el bosque que iba a hacer todo lo posible. Te quiero. Te quiero tengas el aspecto que tengas. Y quiero verte feliz.

    YEAH! THAT'S THE THING!! DIABETES, DIABETES, DIABETES, DIABETES, DIABETES, DIABETES, DIABETES... X100 MORE!!!

    Imagino el cos de Cris molt semblant al meus, si vols que et digui la veritat. Només que Cris tindria més altura, i potser menys pit, i una cadera menys pronunciada potser, no sé. Però lo dit: un cos semblant al meu, perquè el meu també és força petit amb només 42 kg. I sep, ara que he llegit les paraules de Cris, no anava gaire equivocada :V, THAT'S THE MAGIC THING CALLED IMAGINATION!

    Està sent un fic durillo per a mí. Fins ara mai havia plorat mai i és que l'amor entre els protas em sembla bonic, però arg, lo del pare em toca especialment la fibra sensible i no ho puc evitar. És un sentiment agridulce.

    QUOTE
    No podía imaginar lo que sería no tener a tu padre a tu lado.

    Definitivament és una realitat molt difícil de comprendre, t'ho diu algú que hi està passant per això. Tot i que no sé si el pare de la Cris és viu en una de les presons de la Inquisició, jo el dono per mort per poder tenir més empatia en la situació. I és molt dur, però clar, tampoc tinc gaire clar quin és el vincle que realment uneix a Cris amb sa pare, i waow, no m'havia plantejat a la mare. Bon punt.

    Segons he llegit, crec que hi ha uns petits errors i et recomanaria rellegir el fic, perquè, que jo sàpiga, la mare de Cris mai ha aparegut al fic com el pare. Ho dic per aquest paràgraf:

    QUOTE
    No quise decirte nada mientras te daba pan, queso y fruta para que recuperaras la forma poco a poco. Mi madre me había advertido de que no lo hiciera. Lo que en realidad había pasado mientras estabas en el agua fue un mero ritual. Sí, había cambios visibles (que en aquel momento pasé por alto), pero, tal como había dicho tu madre, Cristina había muerto sumergiéndose y Cris nacía, con una nueva mentalidad, convencido de quién era, sin conflictos emocionales, puro y libre. Era sólo el inicio del cambio pues, como bien sabes ahora, una vez a la semana tienes que tomarte ese frasquito de restos del agua en la que te bañaste para evitar que tu cuerpo y tu mente retrocedan. Te prometo que mi madre me aseguró que sería temporal.

    No sé si et refereixes al pare de la Cris, o a la mare de Francisco. IDK :V.

    Waow i quin final més encertat. Em recorda a l'últim llibre que vaig llegir sobre Donde Cantan los Árboles, que un personatje, Oki, explicava als descendents de la protagonista, Viana, la vida de la pròpia Viana. No sé, m'ha semblat molt semblant. Però fuck, en serio, el fic m'ha agradat moltíssim, i li he agafat un afecte molt especial. És possible que me'l torni a llegir d'aquí un temps perquè també és molt dur per a mí el que has fet. Per sort no tenia esperança de que el pare tornés, perquè, òbviament, no havia de tornar. No obstant, la frase del final és genial. Un fic molt fluid, amb una forma de narració que, des del meu punt de vista, no t'havia vist fer mai (i si estic equivocada només diga-m'ho) perquè és tot molt fluid, res està forçat i trobo que en puc aprendre molt. Per un dels meus fics per l'altre foro, en volia fer servir la 2ª persona però després ho he deixat estar i he tornat a la 3ª pel costum, però això no significa que no faci servir la 2ª persona en un moment donat de la vida :V

    És el primer fic que has fet, que em transmet tant i no ho dic en broma, perquè de debó ho ha fet. Com ha he dit força al inici, Cris és com jo en molts sentits, i sa pare és casi molt el meu. No estic segura en què t'has bassat, i prefereixo no saber-ho, perquè son coses teves, tot i ma curiositat, però mai hagués dit que un fic arribaria a ser tan especial i tan dur per a mí al mateix temps.

    Deixaré aquí el review, perquè no vull anar-me'n repetint tota l'estona. Considero que ja no tinc gaire més que dir, més enllà de donar-te les gràcies per compartir algo tan maravellós com aquest fic, de veritat. Espero que tornis a fer algo semblant. Llegir algo teu sempre val molt la pena per a mí, i no és per ser cursi ni res, sino que només és la meva veritat. Estic segura que cap persona de Mundo Yaoi en treurà pretextos estúpids amb aquest fic ni et donarà problemes, perquè Cris és una dona que es sent noi, i, recordes una cosa? En un dels retos literaris del foro, jo volia fer algo com tu, que el prota era del gènere oposat i acabava sent el que volia ser perquè es sentia d'aquella manera (una protagonista que era dona i es sentia home), i em van dir, els moderadors, que en aquest cas, no hi havia cap problema. Per això et dic, que no crec que tinguis cap inconvenient i mira, si arriba algú que li troba pegues lo millor que pots fer és ENVIAR-L@ A PENDRE PEL CURRY i apa, a fotre el camp :VVVVVVVVV.

    Vinga Pardaleta, aquí acaba el review. Fins un altre fic!!
     
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