XIII

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1. Bananna
        +1   -1
     
    .
    Avatar

    | Toxic Beauty |

    Group
    100% Rol
    Posts
    11,777
    Location
    Montero

    Status
    Anonymous
    Si tuviese que definir en una sola palabra cómo se sentía, habría optado por «confundido». Si ya le estaba costando sacarse de la cabeza la sensación de Ray temblando entre sus brazos y acariciando su espalda después de que lo librase del Titiritero, olvidar ese beso y ese «creo que me empiezas a gustar» estaba siendo imposible.

    Lo mejor es que no entendía por qué. Su relación con Ray no era particularmente profunda, y sí, era cierto, se divertía estando con él, le encantaba su ácido sentido del humor y sabía que no le juzgaba, así que podía comportarse con mayor franqueza que con otra gente. Además, como XIII también disfrutaba de su compañía, le gustaba protegerle y… También le gustaba poder darle lo que nadie había podido jamás ofrecerle: contacto físico.

    ¡Pero! Aunque se sintiese cómodo con él, eso no explicaba por qué se había alegrado tantísimo al verle en la fiesta de esa terrible secta —incluso sabiendo que lo iba a ver, que no por nada XIII le había insistido en asistir—, o por qué se lo había quedado mirando mientras se iba del jardín.

    Decidió intentar centrarse en lo que había ido a hacer. Miró a Kate con ojos llenos de disculpas, sabiendo bien que tendría que contarle en detalle lo de Rosie, pero no sería en ese momento y esperaba que la mujer lo entendiese. Bajó entonces la mirada a uno de los panfletos, leyendo con cuidado los nombres, pero una Dolly, vestida de rojo, en vez de azul como las demás, pronto llamó la atención del público para comenzar esa especie de subasta.

    ★ · ★ · ★ · ★ · ★


    La conversación con Kate no había sido demasiado larga, pero sí dura. Volver a hablar de lo traicionado que se había sentido, pensar en excusas para no habérselo dicho antes a su compañera —había comentado que, pese a todo, no quería desvelar un secreto que Rosie se había asegurado por guardar tan celosamente; no era una mentira, Lena tampoco sospechaba nada al respecto—, disculparse con Kate…

    La verdad es que habría sido más fácil si no hubiese sido justo después de salir de la fiesta de El Dorado. Ninguno de los dos agentes sabía hasta qué punto era legal lo que habían presenciado, pero por si acaso de forma oficial dirían que simplemente les había apetecido pasarse por ahí.

    Como fuese, Pasha había salido del coche a medio camino, diciendo que quería dar un paseo. Y realmente lo necesitaba, tomar un poco de aire y caminar para liberar la energía acumulada. Y, bueno, ¿quién podría decirle nada por hacer un alto en el camino para tomar una copa?

    Iba a entrar en un bar, pero le dio por girarse para asegurar rápidamente el perímetro, gajes del oficio, y vio en la calle de en frente a cierto profesor universitario sentado en la barra y con una copa frente a él.

    Frunció un poco el ceño y decidió cruzar la calle. Iba tan decidido que ni se fijó en que no estaba yendo por un paso de cebra, así que tuvo que saltar para no ser atropellado y se disculpó con la mano mientras el enfadado conductor le llamaba de guapo para arriba. Se reajustó la chaqueta y entró en el bar, sentándose directamente junto a Ray, quien de todas formas ya le había visto acercarse.

    —¿Me crees si te digo que no te estaba siguiendo y que genuinamente te he encontrado por accidente? —le preguntó en voz baja, inclinándose sobre él.

    Esto le sirvió también de excusa para comprobar que no olía a alcohol, así que imaginaba que se había pedido la copa como una especie de prueba. Bien, no le iba a dar la oportunidad de fallar, así que cogió su vaso y se lo bebió él.

    Al ver a Ray levantarse para irse, sacó la cartera y dejó un par de billetes que seguramente daban una propina bastante buena al camarero. Acto seguido, dio un par de zancadas y caminó ya al lado de Ray en la calle. Ray pareció resignarse, porque no dijo nada. Pasha tampoco habló salvo para pedir un taxi.

    Sentado en los asientos de cuero, escuchando un partido de béisbol por la radio, miró a Ray, que a su vez miraba por la ventanilla, y se mordió el labio, pensativo. Quizá debería ser sincero, decirle que él tampoco estaba muy seguro de qué sentía, pedirle continuar su amistad hasta averiguarlo.

    Le gustó el plan, pero no quería hacer algo tan íntimo delante de un taxista cualquiera.

    Pagó él también esa cuenta, aunque esta vez procuró que la propina no fuese desmesurada, y acompañó a Ray en otro largo silencio hasta la puerta de su casa. Mientras le veía buscar las llaves, respiró hondo y le llamó con un suave toque a su brazo, acercándose un poco más a él.

    —Escucha, he estado pensando sobre lo que hablamos el otro día y… realmente hay algo que me gustaría decirte… —pero cuando la puerta estuvo abierta, empujó a Ray hacia atrás, sacando su pistola de la cinturilla trasera de su pantalón —¡Policía de Los Ángeles! —exclamó entrando en la casa.

    Escuchó un grito femenino y, al encender la luz, vio a una muchacha de pelo negro corto que se tapaba apresuradamente con la ropa que probablemente se había quitado al entrar. Reconoció a Wendy Sullivan, tardó dos segundos en entender qué hacía ahí, pero su cara de extrañeza y confusión era totalmente real cuando bajó la pistola.

    —¡Por favor, no dispares! —seguía sollozando la chica.

    —Vale, tranquila, ya guardo la pistola —dijo, mirando a Ray antes de volver a mirar a la muchacha —. Perdona, no sabía que tenías «visita» —dijo con un tono algo amargo.

    Wendy respiró hondo y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, sujetando la ropa con la otra.

    —Ray, ¿se te olvidó que habíamos quedado? —preguntó con una voz todavía algo temblorosa, aunque terminó de calmarse cuando miró más atentamente a Pasha, deslizando los ojos por su cuerpo sin mucho pudor —Oh… ¿O es que acaso te apetecía jugar a algo distinto? ¿Es un amigo tuyo? Es muy guapo.

    —¿Eh?

    —Nunca he hecho un trío, pero la verdad es que no me importaría probarlo. ¡Mira esos brazos! —y ni corta ni perezosa, se acercó para tocarle los bíceps.

    Pasha la alejó respetuosamente y dio un par de pasos hacia atrás.

    —Mejor me voy y os dejo a vuestras cosas —dijo con un carraspeo incómodo, aunque luego miró mejor a Wendy y enarcó una ceja —. ¿Cuántos años tienes?

    —¡Esto es legal! —se apresuró a decir ella, dando ya por perdida la idea del trío —Tengo veinte años.

    —Por Dios, Ray —sacudió la cabeza y alzó las manos —. Bien, cada uno a lo suyo. Buenas noches.

    —¡Hasta luego, guapo!

    En cuanto la puerta se cerró, Pável respiró hondo y se frotó los párpados con dos dedos. Obviamente sabía que Wendy y Ray no tenían nada entre ellos más que algo así como una relación profesional, por llamarla de alguna manera, pero quizá la intervención de la chica era una señal de que no debía hacer lo que había estado a punto de hacer.

    ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Qué se suponía que iba a ocurrir? Ese pobre hombre no tenía por qué aguantar a un detective y a un justiciero enmascarado, supuestamente enemigos, revoloteando a su alrededor, y menos si al menos uno de ellos le confundía de alguna forma.

    En cuanto a él mismo, igual sólo estaba algo confundido tras lo de Rosie. Había estado mucho tiempo enamorado de ella y ahora, sabiendo que quizá formaba parte de El Dorado… Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos y empezó a bajar las escaleras.

    Seguramente, lo mejor sería alejarse de Ray, al menos en una de sus dos facetas, porque se temía que XIII seguiría apareciendo por su casa durante una temporada. Si Ray era un objetivo para esa secta, podía en el mejor de los casos ser un posible referente. En el peor, correría peligro y necesitaría ayuda.

    En cualquier caso, Pasha debía alejarse de él. ¿No era, además, lo que Ray le había pedido?

    Empezó a fumar cuando salió a la calle. Se rascó la nuca, empezando a caminar hacia casa, aunque no pudo evitar mirar una última vez hacia el edificio de Ray, buscando su ventana. Era de las pocas que seguían iluminadas a esas horas de la noche, aunque estaba demasiado alta para ver el interior.

    —Espabila, Novikov —se gruñó a sí mismo mientras retomaba el camino hacia su casa.

    ★ · ★ · ★ · ★ · ★


    Afiló los ojos, fijándolos en su objetivo. Ni siquiera parpadeó mientras apuntaba con calma. Su respiración era relajada, su pulso firme, el bombeo de su corazón constante. Su entrenamiento como francotirador le garantizaba ahora una ventaja magnífica.

    Soltó el aire de sus pulmones y disparó.

    —¡Novi! –gritó Kate, sobresaltada, mientras su compañero estallaba en carcajadas. Chasqueó la lengua y se metió la mano en el escote, sacando de ahí la pelotita de papel que su compañero acababa de encestar —¿Quieres centrarte en el caso?

    Pasha aún se rio un poco más, ahora a boca cerrada, mientras asentía y volvía la mirada a los papeles que tenía delante. Al momento, perdió todo rastro de sonrisa, simplemente suspirando mientras veía las fotos del cadáver.

    En los últimos diez días no había ocurrido nada relacionado con El Dorado, pero sí había continuado la actividad delictiva habitual en una ciudad tan grande y con tanto movimiento como Los Ángeles.

    En este caso, la desafortunada víctima era una mujer de treinta y seis años que había aparecido flotando en el mar, lo que obligaba a Pasha y Kate, detectives asignados al caso, a trabajar con la Guardia Costera. Y eso era una mierda porque ambas partes del dúo habían encontrado que la pareja de la Guardia Costera les caía mal.

    En fin, el giro argumental que marcaba aquello como un asesinato y no como algún trágico incidente era que el agua en los pulmones de la víctima era agua dulce, algo que obviamente no tenía mucho sentido dado el lugar en el que había aparecido el cuerpo.

    Además, había claros síntomas de lucha y… Bueno, homicidio, claro.

    Esta mujer, Patricia Thomas, era profesora de Historia Moderna en la UCLA —Pasha había tenido mucho cuidado de no cruzarse con Ray cuando fueron a investigar su despacho— y, por lo que habían descubierto por ahora, había estado en contacto con un ricachón obsesionado con recuperar el tesoro de un barco hundido en el siglo XVIII por aquellas costas.

    Ahora bien, el ricachón en cuestión tenía una coartada sólida —varias cámaras de seguridad lo situaban muy, muy lejos del puerto el día del crimen—, y el resto de cabos que habían intentado seguir no habían llevado a ninguna parte.

    Llevaban una semana atascados, pero no iban a rendirse tan fácilmente, claro que no.

    —¿Estamos seguros —empezó Pasha —de que no la mató un fantasma pirata?

    —Por dios, otra vez lo del fantasma no —sollozó Kate, hundiendo la cara en las manos.

    —No, no, escucha… Patricia encuentra el tesoro, pero no puede moverlo, así que coge una moneda —tomó la bolsa de pruebas donde había una moneda española antigua —sin saber que tiene vinculado el espíritu vengativo del capitán de la Sirena cantora —su español hizo que Kate contuviese una risa —. Vuelve al barco en el que ha hecho la incursión —señaló la foto del barco que habían encontrado a la deriva y cuyo último alquiler había sido de la víctima —, llena una palangana de agua para quitarse algo de sal y entonces, ¡zas!, el fantasma la ahoga y la tira al agua.

    —La historia mejora cada vez que la cuentas —se burló Kate, ahora apoyando un codo en la mesa y la mejilla en la mano —. Si hasta parece que empieza a tener sentido y todo.

    —Sí, ¿verdad? —se rio Pasha, pero entonces miró la moneda y frunció el ceño.

    Con un nuevo interés, empezó a mover los papeles y las fotos, poniendo por encima de todo los mapas marítimos que habían encontrado en el barco, despacho y apartamento de la víctima. Kate, notando la nueva inquietud de su compañero, guardó silencio, esperando a que el engranaje terminase de arrancar.

    Entonces, Pasha sonrió, victorioso, mientras golpeaba con un dedo los papeles.

    —Somos idiotas.

    —Tú sí. ¿Qué ocurre, qué has visto?

    —Estamos dando por supuesto que Patricia encontró la Sirena cantora, pero… ¿Y si no fue así?

    Kate parpadeó y frunció el ceño.

    —Le dijo a Spall que la tenía.

    —Sí, pero… Quizá le mintió. Estaba ahogada en deudas, su investigación llevaba años atascada y su contrato en la universidad se iba a acabar este curso. Creo que al principio sí que esperaba encontrar el tesoro, pero todo llevaba a callejones sin salida, Spall empezaba a presionarla y ahí empezó a sacarse resultados de la manga.

    —Vale, pero… ¿De dónde sacó la moneda?

    Pasha miró otra vez la moneda, dándole vueltas en la mano.

    —Quizá de un anticuario, o tal vez de…

    —¡El hombre del gorro! —exclamó Kate, haciendo que Pasha por poco se cayese de la silla de un susto —¿Recuerdas que la habían visto en una cafetería cerca de un hombre con gorro varias veces?

    —¿Crees que ese tipo le estaba haciendo la documentación nueva?

    —O quizá era con quien iba a huir…

    —¡El doctor Penella! —dijeron ambos a la vez, señalándose el uno al otro.

    —Debieron fingir esa pelea para que la gente no pudiese relacionarles cuando ella desapareciese —asintió Pasha con un nuevo brillo en la mirada —. Pero, entonces, ¿por qué estaban en el barco?

    —¡Porque lo habían encontrado! No hay registros de la localización exacta, pero seguramente es porque sólo lo marcó en el mapa que llevó consigo al barco.

    —Así que Penella lo tiene… Y no ha ido a por el barco porque la investigación está en curso y hay muchos ojos sobre él.

    —Es lo único que tiene sentido en todo esto —asintió Kate.

    Pasha miró entonces el reloj y frunció el ceño.

    —Ya debe ser de noche, pero podemos tenderle una trampa para mañana. Avisa a Sieso y Muermazo —eran los agentes de la Guardia Costera —de que mañana deben estar preparados. Anunciaremos a primera hora que la investigación queda cerrada por falta de nuevas pruebas. Ponemos vigilancia sobre Penella, dejamos que nos guíe al barco y lo atrapamos in fraganti.

    —Suena bien, pero… ¿Por qué tengo que hacerlo yo?

    —Porque la idea ha sido mía —sonrió Pasha mientras se ponía en pie —y porque le prometí a Tanya que le leería un cuento antes de dormir.

    ★ · ★ · ★ · ★ · ★


    Cuando Ray llegó a casa encontró a XIII en la cocina, sacando dos tazas para servir un café que acababa de preparar. No se sorprendió, no tenía motivos para ello. Desde la noche de la subasta, el justiciero había aparecido en su apartamento cada noche, nunca a la misma hora y nunca desde el mismo sitio.

    A veces se quedaba sólo un par de minutos, lo suficiente para comprobar que siguiese sin haber cámaras ni micrófonos y que Ray estaba bien y después desaparecía. Otras, como parecía ser aquella ocasión, se quedaba entre quince minutos y una hora.

    —¿Ha sido un paseo agradable? —preguntó con calma, como si aquella fuese su puñetera casa, mientras servía el café.

    Ni siquiera prestó atención a la serpiente que se deslizaba por el suelo hacia el sofá, prefiriendo centrarse en dejar el café al gusto de Ray.

    Debían ser las dos de la madrugada, más o menos. Sabía que a Ray le gustaba pasear a Pársel por el parque para que cazase ratones o lo que fuese que pillase, aunque a él mismo le había sorprendido encontrar el apartamento vacío a esas horas. Pensó que, tal vez, Ray habría salido más tarde o que quizá se hubiese alargado un poco más de lo normal.

    —He comprado galletas —comentó mientras dejaba las tazas en una bandeja donde ya había un plato con las citadas galletas. Cogió la bandeja y la llevó a la mesita que había frente al sofá, sentándose ahí en una escena que podría ser perfectamente doméstica si no llevase media máscara y varias armas encima —. Son Oreo de marca blanca… es lo único que he podido encontrar a estas horas.

    Cuando Ray se sentó, XIII se quitó la parte inferior de la máscara, liberando así su boca para poder comer. Vio al otro sacar la cajetilla de cigarrillos y asintió cuando le ofreció uno, cogiéndolo y poniéndoselo en la boca. Se acercó para que lo encendiese y aspiró la primera bocanada de humo mientras tomaba la taza de Ray y se la acercaba.

    Llegados a ese punto, las noches anteriores le habría comentado que todavía no tenían noticias del hermano de Wendy o que El Dorado no estaba mostrando movimiento alguno, pero esta vez simplemente se recostó y soltó una larga humareda, despacito.

    La cosa está en que se encontró disfrutando de ese silencio. No era la primera vez, por supuesto, pero no dejaba de maravillarle lo cómodo que era a veces simplemente sentarse con alguien, fumar y beber café sin hablar de nada y sin estar dándole vueltas a nada en concreto. Era liberador.

    En algún momento, en medio del silencio Ray decidió empezar a corregir trabajos o quizá terminar de preparar alguna clase o actividad, pero a XIII no le apetecía irse. No tenía por qué irse, tampoco. Y en un acto de egoísmo, por a aquello sólo se le podía llamar egoísmo, se levantó para cotillear las estanterías de Ray.

    Encontró un libro que le llamó la atención, una novela histórica, y procedió a acomodarse en el sofá para empezar a leer. Dejó las armas sobre la mesita y abrió el libro. Debió abstraerse en la lectura, porque no se movió mucho del sitio hasta que había terminado el segundo capítulo. En ese momento cogió un trozo de servilleta y lo usó de marcapáginas, dejando el libro a un lado para enfrentarse a Ray, quien alzó la mirada con cierta curiosidad.

    —Quítate los guantes —le dijo en voz baja (efecto que quedaba acrecentado por el distorsionador de voz).

    Le vio dudar y, finalmente, obedecer, y una vez las manos de Ray estuvieron desnudas, XIII se quitó también sus guantes y tomó las manos de Ray, apoyando palma contra palma.

    Le miró y no pudo evitar sonreír. Sujetó una de sus muñecas mientras simplemente tomaba la otra mano y le guio hasta que pudo tocarse su propia mejilla. Ladeó un poco la cabeza, ocupando con su palma todo el dorso de la mano de Ray a la vez que hacía que esa mano de Ray ocupase toda su mejilla.

    Le acarició de forma inconsciente los nudillos y le sonrió otra vez.

    Unos minutos más tarde, le volvió a poner él mismo los guantes, recogió sus cosas y se fue.

    ★ · ★ · ★ · ★ · ★


    Lena estaba contenta y se notaba en que no había dejado de parlotear durante toda la tarde. Había quedado con Ray, como hacía al menos una vez por semana, para ponerse al día, controlar que todo fuese bien y tal, y se había pasado toda la cita con una gran sonrisa y hablando de lo muy orgullosa que estaba de los avances de Tanya y de lo bien que le caía su nueva compañera.

    Su trabajo era una mierda —es difícil tener un buen trabajo cuando apenas conseguiste terminar el instituto—, a veces realmente agotador, pero poder tener a alguien con quien quejarse y bromear durante los turnos era un alivio enorme.

    También habló de Pasha, claro, señalando que hacía mucho tiempo que Ray y él no quedaban.

    —No sé, me parece triste —le comentaba mientras se terminaba su refresco —. Parecía que hacíais buenas migas, ¡y en Halloween os lo pasasteis genial juntos! Espero que no sea por una discusión… Ya sé, ¿qué te parece si te vienes a nuestra cena de Acción de Gracias?

    Pagó ella la cuenta, Ray había invitado la otra vez y ahora era su turno, y se puso la chaqueta mientras se levantaba.

    —Siempre me ha parecido una celebración estúpida. ¿Gracias de qué? —se rio mientras se colgaba del brazo de Ray al salir del bar donde habían pasado un par de horas —Pero a Tanya le hace mucha ilusión y el año pasado ya se quejó de que todos sus compañeros habían tenido una cena y nosotros no. Así que este año he encargado un pavo y Pasha y yo hemos estado mirando recetas. Se vendrá también Richard, puede que Kate, la compañera de Pasha. Había invitado a Rosie, pero ya me dijo que su relación con mi hermano había terminado definitivamente, así que, bueno —se encogió de hombros con un suspiro, mirando el puerto —. No tendrías que hacer nada. Si quieres traer pan o algo de postre… Y si no, pues con tu presencia estaremos más que satisfechos —sonrió, dándole un par de palmadas amistosas en el brazo.

    Empezó a hablar de una de las recetas que quería probar cuando, de pronto, un hombre corriendo a toda velocidad les obligó a apartarse. Lena todavía no se había recuperado de la sorpresa cuando otra figura volvió a pasar por el pequeño pasillo que se había abierto en la calle.

    El segundo hombre, de pronto, hizo algo digno de una película, porque saltó sobre unas cajas, dio tres pasos por una pared y se abalanzó sobre el primero, tirándolo al suelo.

    —¡Doctor Philip Penella, quedas arrestado! —exclamó la voz de…

    —¿Pasha?

    Anonada, Lena se fijó en que, efectivamente, era su hermano. Y ahora llegaba Kate, también corriendo, aunque ya sin aliento.

    —¡Lena, Morrison! —saludó con una sonrisa.

    —¡Kate, las esposas! —gritó su compañero.

    —¡¡Voy!! Dadnos un momento —se rio Kate antes de correr hacia Pasha.

    Desde unos metros de distancia, aunque en primera línea dentro del corrillo que se había formado, Lena y Ray pudieron presenciar cómo Kate le leía sus derechos al tal Penella mientras lo esposaba. Un coche de policía llegó poco después y dos hombres uniformados se llevaron al detenido mientras Pasha y Kate chocaban manos.

    Kate terminó por meterse también en el coche, pero Pasha al final se acercó a su hermana, terminando de recuperar el aliento. Al principio ella pensó que estaba sudando por la carrera, pero entonces se dio cuenta de que no era solo eso: estaba empapado y olía todo él a mar. Llevaba un traje de neopreno negro, aunque se había puesto unos pantalones cortos por encima, seguramente justo antes de iniciar la persecución.

    —¿Quiero preguntar? —se rio su hermana, repeinándole con una mano en un gesto maternal.

    —He encontrado un barco pirata del siglo XVIII —sonrió Pasha, todo orgulloso de sí mismo.

    Lena enarcó una ceja y luego miró a Ray, intentando contener la risa.

    —¿Cómo puedes aburrirte de alguien así?

    —Buenas —saludó por fin Pasha a Ray, de forma algo más incómoda —. Hacía ya varios días que no coincidíamos.

    —¡Eso le estaba diciendo yo! Le he invitado a la cena de Acción de Gracias.

    —Ah, eso está bien —sonrió un poco Pasha —. No te sientas obligado, que ya sabes que esta puede ser un poco…

    —¿Un poco qué? —inquirió Lena. Pasha alzó las manos en gesto de rendición y ella sonrió, volviendo a colgarse del brazo de Ray —Bien, pues te enterarás de esa historia del barco en unos días. ¡Y tú! ¡Ve a secarte y ponerte ropa decente, que te vas a enfriar al final!

    —Joder… Está bien, está bien…

    Pero entonces, Pasha se acercó un poco más a ellos. Se metió una mano en un bolsillo y entonces forzó a Ray a estrecharle la mano. Se le hizo raro sentir el tacto de los guantes, pero no dio muestras de ello y, mientras le soltaba la mano, le guiñó un ojo y le hizo un gesto de silencio. Después besó a su hermana y puso rumbo al barco del que había salido para ir a vestirse.

    —¿Qué ha sido eso? —preguntó Lena, curiosa al ver que Ray tenía la mano cerrada.

    Cuando el hombre la abrió, pudo ver sobre la palma de su mano una moneda de oro carcomida por el tiempo que debía ser del siglo XVIII.

    ★ · ★ · ★ · ★ · ★


    Allison canturreaba una canción mientras terminaba de archivar los informes que tan duramente había estado rellenando. No era raro que se quedase hasta tarde en el refugio, pero es lo que ocurre cuando amas tu trabajo: no te importa pasar en él más tiempo del estrictamente necesario.

    La cosa está en que, aunque solía hacer horas extra, era muy raro que recibiese visitas. Por eso cogió el revólver cuando escuchó que alguien golpeaba la puerta trasera del refugio y se acercó con el teléfono de la policía en marcación rápida, por si acaso.

    Lo que se encontró, sin embargo, le hizo dejar el teléfono y guardar el revólver, y es que no creía que ese hombre enmascarado pudiese hacerle daño. No mientras sostuviese el cuerpo de una chiquilla en brazos.

    —Por favor… —incluso con el modificador, su voz sonó rota y angustiada —Por favor, ayúdala.

    —Debería ir a un hospital —dijo Allison con voz seria mientras abría la puerta.

    —No podemos ir a un hospital —susurró XIII —. Su vida terminaría en el momento en el que Urgencias llamase a la policía.

    —¿Y qué hay de sus padres? —ahora le guiaba al quirófano —¿Su familia?

    Esta vez, XIII no respondió y simplemente dejó a la muchacha sobre la mesa. A Allison le sorprendió que sus manos temblasen mientras ayudaba a desvestirla, y el espectáculo le pareció tan lamentable que le hizo apartarse. ¿Ese era el hombre que quería coserse a sí mismo una herida sin anestesia y que no había ni jadeado con una laceración corto-punzante en el puto abdomen?

    Le vio poner a un lado una máscara que debía ser de la chica y después empezar a jugar con el mango de uno de sus cuchillos de forma nerviosa. Allison terminó por gruñirle, sintiendo que el nerviosismo del justiciero se le estaba contagiando.

    —Eres amigo de Ray, ¿no? ¿Por qué no le llamas?

    XIII asintió, muy callado, y se retiró de la habitación para murmurar. Allison entonces pudo centrarse en lo que le ocupaba, suspirando con alivio al ver que, en realidad, la chica no estaba tan mal como había parecido en un momento. Había perdido el conocimiento y había recibido algún golpe fuerte, pero no había traumatismos, hemorragias internas ni huesos rotos.

    Unos quince minutos después, XIII estaba sentado con Ray fuera del quirófano donde Allison seguía limpiando a Wendy. Estaban en el suelo, compartiendo un cigarrillo y bebiendo uno de los peores cafés de máquina de la ciudad.

    XIII le había contado en susurros la historia. Había aparecido una pista sobre Peter, el hermano de Wendy, y esa pista les había llevado a enfrentarse directamente al chico, que estaba trabajando, al parecer, como refuerzo de una pequeña banda de ladrones de lujo.

    XIII había perseguido a los tres ladrones, pero se le habían escapado en mitad del tráfico nocturno, así que había vuelto a buscar a Wendy, que se había quedado con su hermano. Lo que se encontró fue a Peter sujetando a Wendy por la ropa y golpeándola con un puño convertido en hierro.

    —No había nada en sus ojos —terminó en voz baja —. No había tristeza, ni ira… Ni siquiera aburrimiento. Era como si la luz estuviese encendida, pero no hubiese nadie en casa —dio otra calada al pitillo que Ray le tendía. No sabía en qué momento le había tomado la mano, pero ahora se dio cuenta de que se la estaba acariciando suavemente, como una especie de bola antiestrés —. Han debido hacerle algo a ese chico, pero ni siquiera entiendo qué ha podido ser…

    El justiciero giró la cabeza hacia el quirófano al escuchar la voz de Allison, pero pronto entendió que estaba hablando con su esposa, contándole qué había pasado. La escuchó decir que su paciente estaba bien, que sólo necesitaba dormir, y eso hizo que XIII suspirase y relajase los hombros.

    No duró mucho, pronto Ray pudo ver cómo resbalaban lágrimas desde la zona superior de su cara, tapada por media máscara, hasta su barbilla, cayendo desde ahí hacia su final. Se cubrió la boca con la mano libre mientras la otra apretaba los dedos de Ray.

    —Le dije que no viniera —sollozó —. Se lo dije mil veces. Es un trabajo peligroso y muy desagradecido. Le dije que podía salir herida o incluso peor. Y ella se empeñaba en seguirme y en jugar a ser una heroína. ¿Qué habría pasado si hubiese muerto hoy? ¿Cómo voy a poder mirarla otra vez después de haberle fallado así? Ella era mi responsabilidad y yo no estaba para protegerla. ¡Dios! —golpeó el suelo y luego alzó la cabeza, apoyando la nuca en la pared.

    Que Ray le abrazase le pilló por sorpresa, pero más pronto que tarde correspondió al abrazo con cierta fuerza. Hundió la cabeza en el hombro del otro y lloró unos minutos sin decir nada más. Allison había terminado la llamada, pero no salía del quirófano, seguramente para darles espacio.

    —No sé qué voy a hacer con ella —dijo con la voz algo más entera cuando su respiración se fue calmando —. Ni contigo —añadió, separándose lo suficiente para mirarle a los ojos. Incluso le puso una mano en la mejilla, acariciándosela con el pulgar —. Tienes una diana peligrosa en la espalda y no sé cómo quitártela. No puedo protegeros para siempre, pero no puedo permitir que os pase nada, yo…

    Se mordió el labio inferior y, entonces, besó a Ray. Fue un beso desesperado, podría decirse, con sabor a café, cigarrillos y lágrimas, pero cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se separó de él rápidamente y se puso en pie de un salto.

    Murmuró varias disculpas inconexas mientras se ponía la máscara, algo sobre «por favor, encárgate hoy de ella» cuando pasó por el lado de Allison, que por fin se había decidido a ver qué coño pasaba con esos dos, y después salió corriendo y se perdió entre callejuelas.

    Cuando llegó a casa, sin siquiera haber guardado aún el traje, golpeó el sofá varias veces, riñéndose a sí mismo en susurros. ¿Por qué coño había hecho eso? ¿Cómo se le ocurría besar a Ray?

    Le había gustado, era cierto, pero… Había sido igual que cuando le había regalado la moneda pirata. No lo había pensado, le había salido del corazón, y ahora se arrepentía. No porque realmente no hubiese querido hacerlo, sino por el propio Ray. ¿Qué iba a pensar ahora de él? ¿Y de Pasha? ¿Cómo iba a mirarle a la cara ahora?

    Y en medio de este drama adolescente estaba Wendy. La había abandonado por un ataque de pánico. Porque había sido eso, un ataque de pánico.

    Se sintió sobrepasado por todo. Wendy, Ray, El Dorado, Rosie… Todo daba vueltas en su cabeza. Le costaba respirar, pero consiguió quitarse el traje y, una vez con la ropa interior, se sentó en el suelo, apoyando la espalda en la cama.

    Apoyó la frente contra sus rodillas mientras se abrazaba las piernas e intentó centrarse en respirar hondo, sostener el aire unos segundos y dejarlo salir lentamente.

    Entonces, cuando por fin se hubo relajado lo suficiente y ese ataque de ansiedad hubo pasado, alzó la mirada y vio a través de las sombras de la noche que Gerónimo se había acercado a él, curioso.

    Tomó a la tortuga entre sus manos y la miró, sonriendo un poco al ver cómo alargaba el cuello para darle un besito. Pasha accedió, dándole también un beso a la tortuga, y después soltó una risa nerviosa.

    —¿Qué cojones estoy haciendo con mi vida? —le preguntó a la tortuga.

    Por desgracia, Gerónimo no supo responderle, así que volvió a ocultarse en su caparazón.

    SPOILER (click to view)
    Soy la reina del drama.

    Y soy muy fan de no revisar mi respuesta antes de enviarla xdd Así que si hay algún fallo gordo, me avisas y corrijo. Si no, en algún momento, cuando relea el rol, editaré ~
     
    Top
    .
12 replies since 30/1/2020, 03:49   359 views
  Share  
.