|| Vida ❤ Muerte ||

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  1. Bananna
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    | Toxic Beauty |

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    Larhis tenía la costumbre de recibir los informes de sus agentes mientras se daba un baño relajante en aguas perfumadas con flores. Así, las buenas noticias la hacían sonreír incluso más y las malas noticias no la enfurecían tanto.

    Pero esta noche no sólo quería escuchar informes en el agua, también quería hablar con alguien especial. Por eso, había ordenado que trasladasen su espejo mágico del dormitorio al baño —eran dos habitaciones contiguas, por suerte para los sirvientes— y ahora se servía una copa de vino mientras esperaba a que la conexión se terminase de establecer.

    Por fin, el cristal empezó a brillar y al otro lado pudo ver a Nerika Pagkamba. Estaba sucia, manchada en sangre, sudor y polvo, con la ropa rota y algunas vendas descuidadas cubriendo heridas que había recibido durante el asalto. Por lo demás, era todo lo esperado: con las manos atadas a la espalda y los tobillos también sujetos, obligada a estar sentada en un carromato, aislada del resto de las cautivas.

    Le llevaban agua y un poco de comida una vez al día, lo suficiente para mantenerla viva, pero débil, dejándola en un estado somnoliento con el que no podría pensar un plan para escapar de allí.

    Con todo, al reconocer a la mujer en el espejo Nerika pareció recuperar algo de fuerzas a juzgar por cómo su postura se había enderezado y cómo su mirada había empezado a brillar con algo que sólo se podría calificar como odio.

    —¡Querida! ¡Cuánto tiempo! —Exclamó en un tono alegre, dándole un sorbito a su vino. No obtuvo respuestas y eso le hizo formar un pucherito —. Te acuerdas de mí, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Cerca de dieciocho años, si no recuerdo mal…

    —Puta. —siseó Nerika entre dientes —. Ya me tienes a mí. ¡Deja ir a las demás!

    —¿Cómo podría hacer eso? —Se llevó una mano al pecho de forma dramática —. Las estamos llevando a la capital del Imperio de Cárrigan, el lugar más seguro del mundo. Deberías agradecerme, de hecho, que haya decidido traerlas aquí en vez de matarlas en esa comuna idealista que teníais montada. Además, nuestro querido retoño vendrá de muchísimo más agrado si sabe que aquí tendrá no sólo a sus mamás, sino a toda su familia adoptiva.

    —¡Tú no eres su madre!

    —Ah, eso me ha dolido… ¡Claro que lo soy! Quizá no lo llevé en mi vientre, como tú, pero sin mí nunca habría nacido. ¿O has decidido olvidar eso? —Sonrió de medio lado, acariciando el borde de la copa —. ¿Tienes idea de dónde está ahora nuestro bebé?

    —¡Deja de llamarlo así! —Nerika se revolvió y, al sentir el dolor de los grilletes clavándose en las heridas de sus muñecas, jadeó y se quedó quieta —. Nunca podrás ponerle una mano encima. ¿Me oyes? ¡Jamás lo encontrarás!

    Larhis dio otro sorbo al vino y dejó la copa en una mesita. Se hundió en el agua y se movió por esa bañera, aunque casi podría ser una piscina, hasta llegar al borde más cercano al espejo. Asomó por ahí, con su pelo mojado capturando algunos pétalos, y cruzó los brazos en el borde para apoyar sobre ellos la barbilla.

    —Así que… ¿Lo has enviado a la tribu del sur? —El silencio de Nerika le sacó una sonrisa —. La tribu del noreste, entonces.

    —No lo encontrarás.

    —¿No? Claro, supongo que no… Le pusiste un hechizo de ocultación y todo eso… —Paseó un dedo por el borde de la bañera, con movimientos juguetones que recordaban a un gato. Sus ojos también parecían felinos cuando volvían a posarse en los de Nerika —. Dime, ¿cuánto crees que tardará el hechizo en romperse?

    —Es un hechizo fuerte, no se romperá. —Sin embargo, sus palabras no sonaron demasiado seguras de ello.

    —Su magia es más fuerte que la tuya. Y que la mía, ya que nos ponemos. Por las diosas, creo que si tú y yo juntásemos fuerzas no le llegaríamos ni a la altura de los talones. Pero de eso se trataba desde el principio, ¿no? Traer a la vida una auténtica fuerza divina.

    —Una fuerza que nunca será tuya. —aventuró Nerika, alzando la barbilla en un gesto más confiado —. Mi hijo no será parte de esta barbaridad que tu mascota y tú estáis llevando a cabo.

    Larhis soltó una risa tan suave y dulce que podría haber hecho suspirar a cualquier hombre. A menos que entendiesen de qué iba la conversación.

    —Claro que sí. Estoy segura de que lo has criado con los valores fuertes de los druidas antiguos. Hará lo que sea por su familia. Así que, si no lo convencemos por las buenas, bien… Tenemos una treintena de rehenes para ejercer presión. Además de a su querida mamá, por supuesto.

    —Eres un monstruo. ¡Un monstruo, Larhis! ¡Por eso te expulsaron de la tribu! ¡Por eso tuviste que huir con el rabo entre las piernas y buscar a un nuevo patrón!

    —Blablablá. Neri, mi amor, te adoro, pero me cansas mucho. ¿Puedes dejar esos discursos moralistas para otro momento, por favor? Gracias. ¿Por dónde íbamos…? Ah, sí, el niño. ¿Cómo lo llamaste?

    —No voy a decírtelo.

    —Sé que lo conocéis como Lulú. Así lo llamó su guardiana cuando mis perros lo asaltaron a las afueras de Fadmella. Oh, no pongas esa cara, no te preocupes. Consiguieron escapar, al parecer un, agárrate, ¡mutuwa!, ¡un mutuwa!, durmió a mis perros y los dejó flotando en medio del bosque llenos de magulladuras.

    —Un mutuwa… —murmuró con el ceño fruncido.

    —¡Sí! ¿No es emocionante? Y parece que más tarde le vieron con ¡dos mutuwa! Y un nigromante, pero de ese traidor no vamos a hablar. Bueno, sí, qué demonios. Se llama Atro y trabajaba para nosotros, pero perdió las bragas al ver a un mutuwa y decidió abandonarnos. El pobre infeliz no sabe aún que su presencia sólo nos da un mejor balizamiento.

    Nerika frunció incluso más el ceño y apretó los labios, pero Larhis no había acabado de hablar.

    —¿Sabes? Lo que no entiendo aún es qué hacen en Haflán. Quiero decir, si se dirigen a la tribu del noreste esa parada no parece bien pensada. Pero no te preocupes, ya nos encargaremos de corregir su rumbo.

    —¡Larhis!

    Nerika empezó a quejarse, preparándose quizá para suplicar esta vez, pero no pudo llegar a decir nada cuando sonaron unos golpes en la puerta y la bruja se alzó un poco más de la bañera. Obviamente no le importaba mostrar su pecho desnudo a la cautiva, ni tampoco al soldado que entró en la habitación.

    —Reporta. —ordenó en un tono frío y autoritario, nada que ver con el ronroneo con el que había hablado a Nerika.

    —Mi señora… —El soldado mantenía la cabeza agachada —. Se han reportado Aniquiladores en Haflán.

    —¡¿Cómo?! —exclamaron las dos mujeres a la vez.

    Larhis, sin embargo, fue la primera en calmarse.

    —Encargaos de ellos. Proteged al muchacho, no me importa lo que les pase a los demás del grupo.

    El soldado asintió y abandonó la habitación caminando hacia atrás, como si tuviese prohibido darle la espalda a Larhis, y ésta suspiró y volvió a apoyarse en el borde de la bañera.

    —¿Cómo es que los Aniquiladores…?

    —No te preocupes por eso, mi amor. Nuestro bebé estará pronto a salvo con sus dos mamás, resguardado en el castillo de Cárrigan. Por ahora, te dejo dormir. ¡Hasta luego!

    Y con un chasquido de dedos, el espejo dejó de mostrar a Nerika para devolver la imagen de Larhis. Ya no sonreía, sino que tenía una expresión más peligrosa.

    Salió de la bañera y se puso un albornoz. No lo llegó a cerrar del todo, pero eso no le impidió salir de sus aposentos para ir al despacho de Cárrigan, quien sonrió al ver a la mujer acercarse a él. La recibió en su regazo y besó entre sus pechos, mirándola después con devoción. Recibió como recompensa unas caricias suaves en el cabello.

    —Pareces molesta. ¿Va todo bien?

    —Más o menos. Un nuevo jugador se ha unido a la partida. Quizá tengamos que enviar a alguien especial para proteger al muchacho.




    Lulú necesitó unos segundos para entender qué había sucedido. Estaba hablando con Ife en el establo, envuelto en su capa —le quedaba tan grande que no podía ni arremangársela para liberar sus manos de la tela, pero era un peso muy reconfortante y cálido—, y de pronto estaba en la habitación de la posada, aterrizando justo sobre Jullen.

    Apenas le había dado tiempo a sentir la extraña presencia que se acercaba a ellos, por lo que no había podido analizarla correctamente. Pero si había sido algo capaz de poner en alerta a un mutuwa… Bien, no podía tratarse de algo sencillo.

    Y digo «algo» y no «alguien» porque Lulú no estaba seguro de que se tratase de una persona. Pero, entonces, ¿qué era?

    Jullen se había despertado al momento, como es de comprender. Uno no puede seguir durmiendo cuando le cae encima otra persona, aunque esa otra persona sea un cuerpo tan pequeño y ligero como era el de Lulú.

    El resto del grupo también se despertó, aunque por distintos motivos. Atro había sentido la magia repentina del portal, mientras que Nuluha, Magrisse y Thio habían sido despertados por Kitá mugiendo. Esto les había evitado recibir el peso de cien kilos de ternero, lo cual habría sido desastroso. Por suerte, Thio había reaccionado en el último momento y había mantenido a la vaquita en el aire, dejándola en el suelo cuando le hicieron hueco.

    Pronto todas las miradas se dirigieron a Lulú, que miraba a su alrededor un tanto desorientado.

    —¿Lulú? —Nuluha fue la primera en hablar —. ¿Qué ha ocurrido?

    —No estoy seguro… —Frunció el ceño de forma pensativa y luego miró a su guardiana con gravedad —. Creo que Ife corre peligro.




    Apenas Lulú les había narrado la breve escena, todos habían cedido unánimemente ayudar a Ife. Incluso Nuluha había aceptado sin siquiera poner algo de resistencia, aunque sí había dicho que no harían nada sin un plan estable, lo que le había ganado una mirada de aprobación de Magrisse.

    El primer paso era investigar el lugar de los hechos. Atro y Thio se encargaron de ir al establo acompañados por la terrible pareja que hacían Magrisse y su espada. Que Ife no estaba ahí era algo que tenían claro antes incluso de ir, pero querían intentar averiguar qué había ocurrido exactamente.

    Notaron los restos de la magia de un portal y vieron la guadaña abandonada a un lado, medio oculta en el heno. Eso dejaba claro que Ife no se había ido por buena voluntad, un mutuwa jamás olvidaría su guadaña. Tenía que haber sido un secuestro.

    Ahora bien, ¿quién podía secuestrar a una criatura tan poderosa como un mutuwa? Debía ser rápido y tener un dominio de la magia increíble. De hecho, seguramente habían sido al menos dos personas… aunque Lulú insistía en que no estaba seguro de que fuesen «personas».

    Al volver a la habitación, Thio se arrodilló frente a Lulú, que estaba sentado en una de las camas, y le tomó las manos pese al gruñido de Nuluha.

    —Vamos a peinar la ciudad. El nigromante y yo iremos en direcciones opuestas, él cubrirá el sur y el este y yo el norte y el oeste de la ciudad. Encontraremos un rastro que seguir, ya lo verás.

    —Y… ¿Qué hacemos nosotros mientras tanto? —preguntó Jullen con los brazos cruzados sobre el pecho.

    —No podéis hacer mucho, querido. —La voz de Atro directamente en su oído hizo que Jullen diese un saltito por la sorpresa —. Vosotros dos, de hecho, deberíais quedaros en la habitación sí o sí.

    —Eso es… sorprendentemente, correcto. —Reconoció Nuluha —. Magrisse y yo montaremos guardia alrededor de la posada. No sabemos si los secuestradores volverán o no a por la guadaña.

    Lulú, que tenía el arma de Ife a su lado, bajó la mirada y suspiró. Thio le acarició la mejilla, intentando transmitirle calma y esperanza, y le dedicó una sonrisa que consiguió que Lulú le sonriera también un poco.

    Que esto provocara que el corazón de Thio se acelerase no tiene importancia en estos momentos.

    —Intentaremos mantenernos entretenidos. —Decidió el chiquillo, y entonces miró a Jullen —. Ibas a hacer un diseño para el concurso de escultura, ¿no? ¿Por qué no nos centramos en eso mientras ellos investigan?

    Jullen se frotó el cuello, pero al final sonrió con más convencimiento.

    —¿Me harás de modelo, Lulú?

    —¡Nada de desnudos! —exclamó Nuluha.

    Cuando Lulú se rio, aunque fuese de forma suave, todos los demás, incluso Atro, sonrieron un poquito.




    —¡Magrisse! —¿Era la voz de Nuluha? —¡Magrisse, despierta!

    La guerrera consiguió abrir los ojos. Su vista estaba desenfocada y de pronto todo su cuerpo empezó a enviar fuertes señales de dolor. La cabeza le daba vueltas y se sentía como si un orangután de metal le hubiese dado la paliza de su vida.

    —¿Qué ha… pasado…? —Consiguió preguntar con la voz forzada. ¿Había gritado? Le costaba recordarlo.

    Miró a su alrededor y vio que estaba en la habitación de la posada, en el suelo, entre los brazos de Nuluha. La debían haber lanzado contra una mesa, porque la mesa estaba rota y eso hacía que el dolor tuviese más sentido.

    Jullen estaba en la cama, seguramente Nuluha lo había revisado primero a él. Parecía dormido y Kitá le lamoteaba una mano con soniditos de vaca preocupada. O a Magrisse le sonaba a preocupación genuina. ¿Por qué esa vaca era tan humana a veces?

    —¿Estás bien? ¿Recuerdas qué ha pasado? —Le fue preguntando Nuluha con paciencia, aún revisándola para comprobar que no tuviese heridas graves o alguna contusión en la cabeza.

    —No estoy segura…

    —¿No sabes dónde está Lulú?

    Magrisse entonces parpadeó y se esforzó por incorporarse, necesitando la ayuda de Nuluha. Sí, Lulú… ¿Dónde estaba Lulú? Poco a poco empezaron a llegar imágenes a su mente. Era confuso y el dolor de cabeza no le ayudaba, pero… Sí, sí, lo empezaba a recordar.

    Nuluha había salido para dar una vuelta a la manzana, buscando actividad sospechosa, y Magrisse había aprovechado que Jullen y Lulú estaban más tranquilos, centrados en los dibujos de su primo, para bajar a pedir más comida y agua al posadero.

    Al volver a la habitación, había visto a un hombre encapuchado tomando en brazos a Lulú. Tanto Jullen como Lulú, incluso Kitá, estaban inconscientes. Magrisse había empezado a cargar para atacar, pero un segundo intruso la había golpeado con fuerza. La pelea había sido vergonzosamente corta, y pronto Magrisse había volado por toda la habitación para estamparse contra la mesa, tirando por el suelo todos los bocetos en los que había estado trabajando Jullen.

    Después… La habían golpeado una última vez para dejarla inconsciente y se habían llevado a Lulú.

    Al recordar todo esto, al contárselo a Nuluha, sintió una impotencia y una rabia tan fuertes que se llevó una mano al pecho en un gesto de dolor físico y sintió las lágrimas apiñarse en sus ojos.

    —¿Cómo he podido consentirlo…?

    Nuluha, sin embargo, la abrazó con suavidad, queriendo reconfortarla con algunas caricias en su espalda.

    —Dos brujos contra una guerrera. No es culpa tuya. Lo solucionaremos, ¿vale? Recuperaremos a Lulú y al mutuwa.

    Apenas estaba diciendo esto, Thio y Atro entraban en la habitación. Se habían encontrado en la calle y habían subido juntos, pero ninguno esperaba encontrar el caos con el que se toparon.

    —¿Dónde está Lulú? —preguntó Thio con una nota de pánico. Atro, por su parte, se había subido a la cama donde reposaba Jullen y le acariciaba una mejilla.

    —Se lo han llevado. —Nuluha habló con una voz sorprendentemente calmada. Quizá sólo estaba intentando no empeorar el estado de Magrisse —. ¿Habéis encontrado algo?

    —Sí. —Atro llamó la atención de todos los presentes —. Sé dónde se esconden, pero debo advertiros… La energía que desprende ese sitio es capaz de asustarme incluso a mí. No será fácil entrar y mucho menos salir.

    —Por supuesto. Las cosas fáciles nunca han estado a nuestro alcance. —suspiró Nuluha, todavía acariciando la espalda de Magrisse.




    Lulú no despertó en la guarida de los Aniquiladores. Tendría que haber dormido apaciblemente hasta que el hechizo dejase de hacer efecto y abriese los ojos de manera natural, pero algo había interrumpido la magia: Lulú había caído al suelo.

    El golpe fue suficiente para despertarle y ponerle en posición defensiva. Vio entonces una figura negra que despedía una energía mágica muy fuerte luchando contra dos encapuchados e intentó alejarse, pero chocó contra una pared y eso le hizo darse cuenta de que ni siquiera sabía dónde estaba.

    ¿Era… algún subterráneo? ¿Una cueva? Había techo y paredes de roca, y crecían pequeñas plantas de tipo matojo. También había humedad, y si no fuese por los sonidos de lucha quizá habría podido oír un goteo o agua correr.

    Buscó una salida, pero pronto vio que la única viable estaba justo tras el campo de batalla improvisado. Para bien o para mal, los dos encapuchados no tardaron en caer y la figura negra se acercó a él.

    Lulú estaba listo para morder e intentar correr, aunque eso supusiera su muerte, pero para su sorpresa la figura le tendió una mano y fue entonces cuando Lulú se calmó lo suficiente para notar que no había amenaza. Esa figura transmitía calma, pese a que su pecho subía y bajaba tras el esfuerzo de la pelea. No había ira ni intenciones asesinas. Quizá un poco de alegría por haber vencido.

    Dubitativo, aceptó la mano y se puso en pie, y entonces esa persona se quitó la máscara para revelar el rostro de una mujer que no debía ser mucho mayor que su madre.

    —¿Estás herido? —Le preguntó con una voz suave, y al ver a Lulú negar se permitió sonreír un poco —. Bien, me alegro. Sé que tienes preguntas, pero lo primero va a ser sacarte de aquí, ¿está bien?

    Otra vez, Lulú sólo respondió con la cabeza y la desconocida apretó su mano y empezó a caminar, guiándolo por esos túneles hasta salir a la luz de la luna. Desde donde estaban, una especie de risco, podían ver Haflán.

    —¿Quién eres? ¿Y quiénes eran esos… hombres? —Dudó al llamarlos hombres.

    —Me llamo Crifala y esos soldados eran Aniquiladores. Son parte de un ejército a medio camino entre la vida y la muerte que sirven a un sacerdote sectario.

    —Ellos… Creo que secuestraron a mi amigo, Ife. Un mutuwa.

    Crifala ladeó la cabeza, pero no pareció demasiado sorprendida.

    —Así es. Iban a llevarte a su guarida con él, pero sus motivos se me escapan. Y creo que es mejor así.

    —No lo entiendo… Sé que hay gente que desea el poder de los mutuwa, pero ¿qué puedo ofrecer yo?

    Crifala sonrió un poco y le puso una mano en el hombro.

    —Puede que seas una de las criaturas más importantes de todo el mundo, joven Lulú.

    —… ¿Cómo sabes mi nombre?

    —Sé muchas cosas. Por ejemplo, sé que ahora mismo tus amigos se dirigen hacia la guardia de los Aniquiladores. Los masacrarán si no intervenimos.

    —¿Nosotros? ¿Y qué vamos a hacer? ¿Le impediremos entrar? ¿Y qué haremos con Ife?

    —No les vamos a impedir entrar, vamos a ir con ellos.

    —Yo… No sé luchar. No sé hacer magia, sólo sería un estorbo. —rebatió con una nota de miedo en su voz.

    —Oh, no te preocupes por eso. ¿Confías en mí?

    Lulú miró a aquella mujer. Siempre había sido un chico confiado y amigable, pero no era estúpido. No, no confiaba en ella. Aun así, le había salvado la vida y parecía estar dispuesta a salvar también a Ife y a sus amigos…

    Aceptó la mano que Crifala le tendía.




    Era difícil saber quién del grupo se había sentido más aliviado y feliz al ver a Lulú acercarse a ellos sano y salvo. Nuluha y Magrisse habían saltado a la vez para abrazarlo y, como si fuesen sus madres, comprobar que no tuviese ninguna herida y que estuviese bien. Después, Thio había conseguido hacerse un hueco entre las mujeres para tomarlo de la cintura y levantarlo en un fuerte abrazo. Jullen había sido el siguiente en abrazarlo, y Atro…

    Atro miraba con una ceja enarcada a la segunda recién llegada.

    —¿Quién es tu poderosa amiguita, Lulú? —preguntó mientras miraba de arriba abajo a esa mujer, quien por cierto no parecía molesta con el escrutinio.

    —Es Crifala. Ella me ha salvado… —dijo en voz bajita, tomando la mano de Nuluha —. Tiene un plan para rescatar a Ife.

    —Ah, ¿sí? —Magrisse cruzó los brazos bajo el pecho y la miró con la barbilla un poco alzada —. ¿Sabes a quiénes nos enfrentamos y cuántos son?

    —Sí a lo primero, no a lo segundo. —Lo respondió con calma, parecía estar ya preparada para ese tipo de preguntas —. Ahí dentro hay un grupo de Aniquiladores. —Thio y Atro hicieron un gesto parecido, debían ser los únicos que conocían ese nombre —. No sé cuánto hay, pero sí sé qué quieren.

    Miró entonces a Lulú, que seguía bien pegadito a Nuluha.

    —No vamos a usarlo de cebo. —dijo Thio de forma tajante, con tanta seguridad que casi sonó como un general militar —. Si lo quieren, nos matarán a todos para conseguirlo.

    —No lo harán. —Crifala abrió el fardo que había estado cargando y mostró la ropa de los Aniquiladores con los que había luchado antes —. ¿Cómo te llamas?

    —Thio Ruogal. —dijo con tono orgulloso.

    —Muy bien, Thio. —No parecía impresionada por su apellido —. Tú y yo tenemos la complexión necesaria para llevar estos uniformes y la magia para pasar desapercibidos durante, al menos, unos minutos. Entraremos con Lulú como si fuese nuestro prisionero, mientras las dos guerreras rodean el perímetro. Una llevará la guadaña, con suerte podrá acercarse al mutuwa lo suficiente para entregársela. A partir de ahí todo será más fácil. Nigromante, ¿nombre?

    —… Atro. Ya sé lo que me vas a pedir. —suspiró de forma dramática —. Los Aniquiladores están vivos y muertos a la vez. Supongo que querrás que explote ese lado muerto para intentar al menos inmovilizarlos…

    —Ah. Bien, me alegra que no seas tan estúpido como tu apariencia hace parecer.

    —¡Eh!

    —Espera… ¿Y yo? —preguntó Jullen, que no sabía si sentirse aliviado o enfadado de no haber sido incluido en el plan.

    —Tú te quedarás aquí, fuera de la cueva, y si notas que hemos tardado más de media hora en salir, correrás por tu vida y rezarás a los dioses que los Aniquiladores no te conviertan en su próximo objetivo.




    El plan de Crifala estaba yendo sorprendentemente bien. Nuluha y Magrisse se movían con sigilo, encontrando parapeto en las formaciones rocosas naturales de esa cueva. Nuluha llevaba la guadaña de Ife, intentaba acercarse por su lado, mientras que Magrisse rodeaba por el otro con Atro intentando ocultar sus huellas para que el líder sectario o cualquiera de sus seguidores no las localizasen.

    Por su parte, Thio y Crifala entraron por la puerta y recorrieron la avenida principal con Lulú fingiéndose dormido en brazos del brujo. Llegaron frente al líder sectario sin que, al parecer, nadie sospechara nada, pero entonces…

    Entonces el líder frunció el ceño y apartó con un gesto de su mano las capuchas de los falsos Aniquiladores.

    Sin embargo, antes de que se desencadenase una lucha en medio del subterráneo, Crifala arrancó el colgante de Lulú de su cuello, y el muchacho al momento empezó a llorar y a hacer aspavientos, como si le costase respirar. Se llevó las manos al pecho y soltó un gemido del más puro dolor, y entonces echó la cabeza hacia atrás y gritó.

    Su grito vino acompañado de una especie de luz que empujó con fuerza a todos los Aniquiladores —y a Atro— hacia atrás, pero que bañó con una calidez digna del sol de verano a todos los demás, incluido Ife.

    Todos parecieron quedar maravillados con aquello, incapaces de moverse, menos Crifala, que aprovechó la confusión para romper las cadenas de Ife y cogió a Lulú en brazos antes de que golpease contra el suelo ahora que había caído inconsciente. Le puso otra vez el colgante y les hizo un gesto a los demás.

    Nuluha reaccionó tras sacudir la cabeza y le entregó la guadaña a Ife, Magrisse regresó a por Atro, que estaba todavía recuperándose del golpe.

    —¡Abre un portal! —Le bramó Thio al mutuwa con cierto pánico en la voz al notar al líder sectario recuperado ya casi del todo.

    Apenas Ife hizo el portal, Crifala saltó por él con Lulú bien abrazado. La siguió Nuluha, que se negaba a perder de vista a su protegido, después Thio y Magrisse con Atro. Aterrizaron a las afueras de Haflán, por la zona norte, y rápidamente todos se giraron a Lulú con distintas emociones pintadas en el rostro.

    —¿Qué ha sido eso? —Fue Nuluha la primera en conseguir hablar.

    —No hay tiempo para explicaciones. Debemos poner distancia con los Aniquiladores y encontrar cuanto antes una forma de ocultarnos ante ellos.

    —No voy a irme sin mi primo. —Afirmó Magrisse con rotundidad.

    —Y tenemos que volver a la posada. La maldita vaca sigue ahí y tenemos que recuperar nuestras cosas.

    Crifala bufó y rodó los ojos, pero asintió.

    —Propongo entonces que Thio vuelva a por Jullen. Tiene magia, puede hacer un portal si es necesario. Magrisse irá a la posada. Los demás nos dirigiremos hacia el noreste.

    —¿Por qué al noreste? —Nuluha afiló la mirada con desconfianza.

    —Porque ahí hay una de las últimas tribus de druidas del mundo, y ellos son los únicos que podrán proteger a Lulú. —Ladeó la cabeza al ver la incertidumbre —. No sabes a quién estás protegiendo, ¿verdad?

    —¿Por qué no me lo explicas?

    —Es una historia muy complicada y, de todas formas, no tenemos tiempo. Los Aniquiladores no tardarán en venir a por nosotros, es mejor que nos pongamos en marcha.

    —Por mucho que odie decir esto, la bruja tiene razón. —Gruñó Atro, aún dolorido —. Seguro que nos podrá contar esa «historia muy complicada» por el camino.




    Sudy, líder actual de los Aniquiladores, hervía de ira. Había tenido a la princesa y al dios en sus manos y ahora los había perdido a ambos.

    Lo peor es que no lo entendía. La princesa llevaba varias reencarnaciones sin poderes. ¿Cómo los había recuperado de pronto? ¿Quién había propiciado eso? Porque no creía que fuese algo natural. La magia no despierta de su letargo con tanta facilidad.

    Entonces un símbolo se le vino a la mente, un símbolo que pertenecía a los antiguos druidas. Pero esos imbéciles amantes de la naturaleza habían sido llevados a la extinción, y los pocos remanentes estaban tan bien ocultos que ni siquiera él los podía localizar. Sólo otro druida conocería los enclaves de esas pequeñas tribus.

    Golpeó con rabia una piedra y después se obligó a respirar hondo.

    —No pasa nada. Los hemos localizado una vez, lo volveremos a hacer. —se dijo a sí mismo, pero después se dirigió a sus soldados —. Investigad a esa mujer. Encontradla, interrogadla y matadla. No quiero errores esta vez.


    SPOILER (click to view)
    A ver, que esto es lo más largo que he escrito desde noviembre, no te esperes aquí un premio Pulitzer xdd

    Lo único que voy a comentar sobre esto por ahora, porque realmente no tengo mucha más energía para esto, es que Crifala es la enviada especial de Larhis. Atro no la conoce y la gracia está en que el grupo no lo sepa. Ea pues.

    Vuelvo a desaparecer, no sé por cuánto tiempo. Ya sabes dónde encontrarme xdd
     
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8 replies since 3/4/2020, 22:17   222 views
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