Las Investigaciones de Hiura Kirina (Inazuma Eleven)

¿Qué es lo que pasa en los vestuarios de la selección? Hay algo raro en el ambiente pero, afortunadamente, Hiura Kirina está dispuesto a investigarlo y echar algo de luz sobre el asunto.

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    En los últimos días había podido notar como el ambiente en el campo y los vestuarios era algo distinto. Al principio, me costó saber a qué se debía ese cambio, además, era tan sutil que no creo que los demás se dieran cuenta de ello. Gracias a mis dotes de deducción, pero, fui capaz de ver que no era algo, sino alguien, quien estaba causando ese cambio, y no era otro que Fudou Akio.

    Me dio la sensación de que todo aquello era un misterio y, como tal, debía ser resuelto. La cuestión era cómo hacerlo, pues no quería llamar mucho la atención y que los demás se dieran cuenta, ya que podía ser perjudicial para el equipo y no quería eso para nada.

    Al principio me dediqué a observar a Fudou durante los entrenamientos y las comidas pero, si bien estaba claro que algo pasaba con él, no pude averiguar nada solo haciendo aquello. Por eso, me decidí a emplear mi talento como detective para, tal y como había hecho para descubrir a Hao Li, averiguar lo que ocurría. No sería fácil, ya que al igual que la mayoría, no tenía mucha relación con Fudou, pero estaba dispuesto a llegar al fondo del asunto.

    Decidí ir un paso más allá con mis observaciones, por lo que empecé a seguirle de forma disimulada después de los entrenamientos y procuraba sentarme cerca de él durante las comidas, para ver si podía escuchar lo que decía. Nada de eso parecía dar efecto, ya que nada más acabar los entrenamientos volvía a la residencia a encerrarse en su cuarto y lo único que hacía en las comidas era molestar a los demás con comentarios cortantes y, hasta cierto punto, hirientes.

    Apenas hacía unos días que había empezado con mi investigación y ya estaba empezando a frustrarme al no tener ningún resultado. Me estaba cambiando después del entrenamiento de tarde y haciendo tiempo para que Fudou lo hiciera también. Cuando vi que el castaño salía por la puerta, me apresuré a despedirme e ir tras él, convencido de que el resultado sería el mismo que los días anteriores.

    Caminaba en dirección a la residencia, siguiendo a mi objetivo. Una vez dentro, pero, Fudou tomó la dirección contraria a las habitaciones. Yo esperé un poco para que no sospechara y empecé a andar tras él, hasta detenerme en una esquina y asomar la cabeza. Me sorprendí al verle pararse delante de la cocina y hablar con alguien, más concretamente Nosaka Yuuma. Que yo supiera, esos dos no eran amigos ni tampoco hablaban normalmente. Me quedé en el lugar y volví a esconder la cabeza, pues no quería que me vieran. La puerta de la cocina quedaba bastante lejos de aquella esquina, ya que el pasillo era muy largo y dicha puerta estaba casi en la otra punta, por lo que no pude escuchar lo que decían. Volví a asomarme un poco, lo justo para ver como ambos entraban en la cocina. Aproveché la oportunidad para acercarme a la puerta de la cocina y pegar la oreja, con la esperanza de escuchar algo.

    — ¿Hiura? – preguntó una voz a mis espaldas.

    Me giré muy lentamente, viéndome descubierto en plena investigación.

    — Ah, Asuto, eres tú... Que susto me has dado. – contesté mientras suspiraba aliviado.

    — ¿Qué estás haciendo? – me preguntó con el ceño levemente fruncido.

    Le indiqué que bajara la voz con un gesto antes de contestarle:

    — Estoy investigando. – susurré.

    — ¿Investigando? ¿El qué? – preguntó.

    Iba a contestar en cuanto oí pasos dentro de la cocina, los cuales de dirigían hacia la salida. Miré a todos lados, dándome cuenta de que no podría saber lo que pasaba si salía de allí. Mis ojos se pararon en una especie de saco azul con ruedas, el cual estaba lleno de sábanas. Casi sin pensarlo, agarré a Asuto del brazo y le arrastré conmigo al interior de aquel carro, deseando que eso fueran sábanas limpias.

    — ¿Pero qué...? – empezó Asuto.

    — Shh... – le interrumpí yo, haciéndole signos para que mirara entre las sábanas a la puerta de la cocina.

    Allí estaban Nosaka y Fudou, con dos bolsas el primero y una el segundo, mirando a ambos lados del pasillo para asegurarse de que no había nadie. Dichas bolsas eran de plástico transparente, por lo que pudimos ver su contenido. En las de Nosaka, había montones de sandías; la de Fudou, estaba repleta de plátanos. Abrí los ojos con sorpresa, si bien todavía no sabía qué le pasaba a Fudou, había descubierto donde iba toda la fruta que, a veces, desaparecía antes de la cena.

    — Nos vemos aquí la semana que viene. – dijo Nosaka.

    — Sí, sí, como siempre. — respondió Fudou.

    Los dos se fueron caminando, cada uno por un lado. Asuto y yo nos quedamos dentro del carrito durante un rato más para asegurarnos de que no volvían y nos descubrían. Cuando por fin salimos, Asuto me preguntó:

    — Oye... ¿Eso eran bananas, verdad?

    — Sí, juraría que sí. – respondí.

    Eso, sin duda, había sido extraño. Como todos, conocía la afición de Nosaka por las sandías y sobrealimentar a Nishikage, pero no sabía nada acerca de Fudou y los plátanos.

    — Volviendo a lo de antes de... Eso, ¿qué estás investigando? – me preguntó Asuto.

    — Pues... Creo que hay algo raro con Fudou. ¡Y juro por mi abuela que descubriré que es! – contesté con, quizás, demasiada emoción, mientras apuntaba a un punto indefinido.

    — Oh, ¿en serio? Pues suerte con descubrir que es. Si necesitas ayuda, cuenta conmigo. – me respondió con una sonrisa y apuntándome con la mano como si fuera una pistola (ya sabéis, eso que hace siempre).

    — Claro, y descuida, te avisaré en cuanto descubra algo. – dije yo, convencido de que llegaría al fondo de la situación.

    — Muy bien, ¿vas hacia las habitaciones? – me preguntó.

    — Sí, hoy ya no creo que Fudou vuelva a salir. – respondí. Más que creerlo, estaba convencido, seguro que se quedaba el resto del día en su habitación, comiéndose las bananas.

    — Pues vayamos juntos. – dijo sonriendo.

    Ambos caminamos hasta nuestras respectivas habitaciones y, una vez en la mía, me dejé caer en una silla. Agarré un bolígrafo que estaba sobre el escritorio y empecé a pasármelo de un dedo a otro, lo mordisqueé, me lo puse encima de los labios simulando un bigote... En fin, que empecé a pensar sobre lo que había visto. No había descubierto nada relevante para mi investigación, pero al menos algo había resuelto y estaba feliz por ello. Decidí que seguiría con mis investigaciones al día siguiente, con el presentimiento de que averiguaría algo.

    Lamentablemente, fallé. Al día siguiente no pasó gran cosa y volvió la rutina de siempre. Fudou iba de él entrenamiento a la habitación y de la habitación al comedor, nada nuevo.

    Pasó una semana entera y, a parte de su cita con Nosaka para recolectar fruta, Fudou no hizo nada raro. Su comportamiento, pero, sí que fue algo distinto. Estaba más irritado de lo normal y se metía con todo el mundo sin razón. Algunos miembros del equipo empezaron a darse cuenta de que algo pasaba, pero lo atribuyeron a que tenía un mal día o que no había dormido bien.

    Días más tarde jugamos contra Estados Unidos y, gracias a nuestra victoria, el entrenador decidió darnos un día de descanso. Todos nos alegramos de esa noticia, bueno, todos menos el capitán, quien quería seguir entrenando. Muchos de los miembros del equipo decidieron salir a explorar, otros pocos prefirieron quedarse a descansar. Esa era una buena oportunidad para ver qué hacia Fudou y, ya que decidió ir a dar una vuelta, le seguí.

    Nada más terminar el desayuno, Fudou salió de la residencia. Yo me esperé unos minutos e hice lo mismo. No me costó nada verle caminando varios metros más allá, por lo que anduve tras él procurando no ser notado. A diferencia de los demás, que iban andando por libre, deteniéndose a ver cosas que les llamaran la atención, Fudou parecía seguir un un camino fijo, cosa que no hizo más que aumentar mi intriga.

    Cuando finalmente se detuvo, levanté la cabeza para ver una gran carpa de colores, con dibujos por doquier y una gran pancarta con un payaso dibujado. No me hizo falta entender aquellas extrañas palabras en ruso para saber que aquello era un circo. Me sorprendí bastante al descubrir que, efectivamente, aquel era el destino de Fudou, quien se dirigió a la entrada, pagó y entró en la carpa. Yo me apresuré a hacer lo mismo ya que, aunque sabía que no descubriría nada allí dentro, también me habían entrado ganas de ver el espectáculo.

    Una vez dentro, el gran número de personas que había me dificultó el encontrar a Fudou. Pasé los ojos de cara en cara, buscando aquel rostro familiar. Cuando por fin logré encontrarlo, se había sentado en la tercera fila, bastante cerca del escenario. Yo me puse en la quinta, procurando no ser visto. De todas formas, no tardé en darme cuenta de que, aunque me hubiera puesto justo delante de él, no me habría prestado atención. Fudou tenía los ojos clavados en el escenario desde el momento en que empezó la actuación, y desde mi puesto podía verle la cara, con los ojos llenos de ilusión y una sonrisa que ni siquiera sabía que tenía. Solo le había visto sonreir con burla y malicia, por lo que esa expresión me sorprendió de sobremanera.

    El espectáculo en sí fue entretenido, había payasos, trapecistas, contorsionistas y un montón de cosas más. Cuando acabó, esperé a que casi todos hubieran salido, pero Fudou seguía clavado en su asiento. Me escondí tras un grupo de gente para que no me viera, mientras él se levantaba para acercarse a un trapecista. Le vi hablando con dicho hombre con bastante emoción, y también pude ver como le contestaban con una sonrisa. Cuando por fin abandonó la carpa, esperé unos minutos y salí.

    Fuera de la carpa, el sol estaba en su punto más alto e incluso hacía un poco de calor. Fudou empezó a caminar, sin rumbo fijo esta vez, y yo dudé en si seguirle o no. No creía que fuera a averiguar nada más, así que pensé que irme era la mejor opción. Ese pensamiento, pero, fue interrumpido por una alegre voz conocida:

    — ¡Fudou! Que casualidad verte aquí.

    Aquella voz pertenecía ni más ni menos que a nuestro capitán, Endou Mamoru, quien, acompañado de Kazemaru, se acercó a Fudou, provocando que el brillo en los ojos de este último fuera desapareciendo.

    — Y yo que creía que por fin tendría un rato de paz... – dijo Fudou de manera cortante, cosa que hizo disminuir la gran sonrisa de Endou.

    — Vamos Fudou, no seas así. – respondió el de la banda.

    Fudou chasqueó la lengua con disgusto y fijó los ojos en Kazemaru, quien se mantuvo en silencio y se revolvió levemente ante la intensa mirada del centrocampista.

    — Te veo muy bien acompañado. – comentó Fudou con desdén.

    Endou frunció el ceño, Kazemaru entrecerró los ojos y yo contuve el aliento. Creo no haberlo mencionado, pero me había acercado para poder escuchar y en esos momentos estaba escondido detrás una tienda, viéndolos a través del escaparate.

    — Bah, no sé ni porque pierdo el tiempo con esto... – volvió a hablar Fudou, dándose la vuelta y empezando a caminar hacia otro lado.

    De repente, Kazemaru dio un paso en la dirección en la que el chico de orejas de elfo (porque son orejas de elfo, no me lo podéis negar) se había ido.

    — Fudou, espera... – dijo el de la coleta.

    Endou, por su parte, puso una mano en el hombro de Kazemaru para detenerle.

    — ¿Qué está pasando? – preguntó el portero.

    — Después te lo explico. – respondió.

    Tras eso, Kazemaru empezó a caminar hacia donde se había ido Fudou, dejando atrás a un confundido Endou. Yo no podía desaprovechar esa oportunidad, por lo que fui detrás de ellos, mezclándome con la gente para no ser notado.

    La coleta de Kazemaru era fácil de seguir, así que no tuve problemas para ir tras ellos. El defensa iba cada vez más rápido, llamando a Fudou. Cuando por fin lo encontró, le agarró de la muñeca para detenerle.

    — ¿Puedes esperar un momento, Fudou? – preguntó mientras el otro se giraba.

    — ¿Qué quieres ahora? ¿No estabas tan ocupado con el estúpido de Endou? – dijo Fudou de forma cortante.

    — ¿Qué? ¿Por qué dices...? Espera, no me digas que estás celoso...

    — ¿¡Qué!? ¡Claro que no! – respondió mirando hacia otro lado.

    Kazemaru aflojó el agarre y suspiró con suavidad.

    — Tonto... – dijo en voz baja antes de rodear a Fudou con sus brazos, dándole un abrazo.

    El de ojos verdes, por su parte, no tardó en corresponder, apretando el cuerpo de Kazemaru contra el suyo. Apenas unos segundos más tarde, Fudou se separó y está vez fue él quien agarró al otro de la muñeca, para empezar a andar, o más bien correr, por las calles.

    Sabía que eso ya no era asunto mío, pero la curiosidad pudo más que mis ganas de dejarles intimidad, por lo que fui tras ellos. Kazemaru le preguntaba a Fudou a donde le llevaba, pero el segundo se limitaba a ignorarle y abrirse paso entre la gente. Finalmente, llegaron a parque donde había varias personas paseando a sus perros. Fudou llevó a Kazemaru hasta un rincón rodeado de árboles que les ocultaba bastante bien de las miradas ajenas. Yo, por suerte, encontré un hueco por donde podía observarles sin ser visto (sé que es turbio, pero vosotros centraros en los otros dos).

    De un momento a otro, la espalda de Kazemaru estaba pegada al tronco de un árbol y las manos de Fudou estaban a ambos lados de su rostro.

    — Puede que tuvieras razón... Alomejor estaba un poco celoso... – murmuró Fudou.

    Kazemaru puso las manos en las mejillas de Fudou y le sonrío con suavidad.

    — Akio, sabes que, pase lo que pase, te quiero. – dijo Kazemaru con un leve rubor.

    — Sí, pero... Cuando llegaste a Teikoku nunca sonreías, eras tan serio y estricto... Desde que estamos aquí, en cambio, vas mostrando esa sonrisa que tanto me costó sacarte a todo el mundo y... Y seguro que ahora están enamorados de ti, sobretodo ese estúpido de Endou...

    Fudou no pudo seguir hablando, ya que los labios de Kazemaru sellaron los suyos, uniéndolos en un tierno beso. Al separarse, Fudou le miraba con sorpresa. Esa sorpresa, fue poco a poco sustituida por una sonrisa que no se parecía para nada a aquellas que usaba para burlarse, ni a la que había visto en el circo. Más bien fue una sonrisa que me hizo compadecerme de Kazemaru. En apenas unos segundos, Fudou besó al de la coleta con tanta pasión que incluso yo me sonrojé. Kazemaru puso las manos alrededor del cuello de Fudou y este, en su cintura.

    — Sabes que si haces esas cosas no puedo controlarme, Ichirouta... – dijo Fudou nada más separarse, muy cerca del oído de Kazemaru.

    Sus labios volvieron a juntarse, quizás con más suavidad esta vez. Yo, por mi parte, me di cuenta de que mi presencia allí ya estaba completamente fuera de lugar, por lo que me alejé de allí intentando no hacer ruido, cosa que no conseguí, pues pisé una rama que al parecer estaba podrida y la partí en dos.

    — ¿Hiura?

    Esa voz me erizó la piel, pues sabía perfectamente a quien pertenecía. Me giré lentamente, intentando sonreír.

    — Fu-fudou... ¿Qué tal? – pregunté con la voz demasiado aguda.

    Con la mirada que recibí de parte del de ojos verdes, entendí que aquella investigación iba a salirme cara...
     
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