Con el viento a tu favor. USAxJP

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    Érase una vez, o tal vez dos, que había un paraíso no terrenal llamado Pepperland. A ochenta mil leguas bajo el océano, yace o se halla. No estoy seguro.

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    No quería entrar al foro hasta que tuviera terminado esto.
    Lo tenía desde 2015, pero por supuesto, estaba todo HORRIBLE. Ahora está más o menos, pero idk, creo que el problema fue que, cada vez que buscaba más info sobre el tema, me daban ganas de agregarle esa info extra a lo que se suponía iba a ser un simple one shot. De hecho, no sabeeeen, lo que me acabo de encontrar sobre que Rusia tenía intenciones de vetar una posible resolución de EEUU, pero al final, nunca la presentó. Quedé así ira :0
    Bueno, la premisa de este ff, que no sé cómo llamarlo porque tiene como 5817 palabras y 9 páginas, era básicamente que Alfred iba a la casa de Kiku para ver películas de terror, algo taaan canon y usado en el universo de Hetalia. En 2015 no tenía mucha imaginación pe'. Cuando lo reescribí, le metí conceptos MUNers, sin querer llegar a retratar del todo el comité del Consejo de Seguridad (nunca he estado en uno), aunque al final sí me salió así, y encima, mal :'c
    Está ambientado entre el 22 de diciembre y el 23 de diciembre del 2016.

    ATENCIÓN: No pretendo que la gente forme ideas políticas a partir de esto, pueden hacerlo por cuanta propia informándose como es debido (you know, de un fanfic huachafo no se estudia). No tengo nada en contra de Israel, Palestina o Estados Unidos. Me gustaría ver un mundo pacífico.
    Also, HAY SECZO MAL ESCRITO. No es la gran cosa.



    Con el viento a tu favor



    Kiku está extenuado del día de trabajo. Habían ocurrido demasiadas cosas importantes en una sola reunión, en la cual, si bien es cierto, el veto no se hizo presente, probablemente lo haría el día siguiente, para temor de todos y sorpresa de nadie. Las cosas estaban turbias desde hace un tiempo, pero nadie se atrevía a admitir lo obvio. Estados Unidos y los otros miembros, como siempre, habían recalcado los diferentes puntos de vista sobre la situación en Medio Oriente (específicamente, sobre Israel y Palestina). Siempre buscando la conveniencia. La idea de un Consejo de Seguridad transparente, adecuado para el siglo XXI, se veía tan lejana, que ni siquiera pensaba llamar a Ludwig para contarle la situación. Hace buen tiempo, los G-4 habían presentado las reformas a la Asamblea General, de quienes recibieron apoyo. Sin embargo, los Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad seguían haciendo de oídos sordos. Era obvio que China no le quería ahí. Aún escuchaba las voces de Francia e Inglaterra, mostrándoles “apoyo”, o como sea que se le llamara a eso.

    El hombre japonés suelta un profundo suspiro. Los años no perdonan, a pesar de ser un país. Siente la pesadez en los hombros, de años de buscar algo que él mismo ni siquiera sabe qué es. Por supuesto, buscaba la paz entre las naciones, la no proliferación de armas de destrucción masiva, y algo más que decía en su constitución, o las resoluciones que habían pasado en la Asamblea General (tampoco es que fuera indiferente). En las últimas décadas, sus logros no solo tenían que ver con cuánto financiamiento brindaba a la ONU, sino en los proyectos de ayuda humanitaria en diversos países africanos. Se trataba de eso: De ser reconocido como un miembro competente. Hace años que persigue el sueño de la ampliación del Consejo de Seguridad, de ser un Miembro Permanente junto con Alemania, Brasil e India. ¿Qué habían logrado? Una patada en el trasero. Incluso, la tensión lo había empujado a declarar la posibilidad de presentar una resolución hecha por su cuenta.

    Se sienta frustrado en el sillón del cuarto de hotel que, amablemente, Estados Unidos había escogido para él. Saca la laptop de su maletín, junto con muchos, demasiados, papeles y notas que, debajo de la mesa, había compartido con España y Egipto (ambos, irónicamente, forman parte del Club del Café1, Egipto siendo hasta miembro fundador). Un “Te ves más cansado de lo normal, ¿todo bien?” De parte de España le reconfortaba más de lo que esperaba. Tenía años de historia con él, era normal que, en esas extenuantes reuniones donde ninguno era presidente o no había un orden premeditado, ambos decidieran sentarse juntos. O el típico “Hablemos del Oriente Medio en privado, por favor. Eres más coherente que ellos” de Egipto, a quien le agradecía la confianza depositada en él. Después del comité, se acercaban a plantear sus ideas y escribirlas para una posible resolución (de hecho, Egipto había sido quien puso en mesa un importante anteproyecto, sin embargo, lo había retirado por alguna razón). Kiku siempre guarda las notas en un lugar especial de su casa, ya sea por el apego que tiene por las cosas simples o por el afán de recolectar memorias.

    En fin, estira los músculos de su espalda, escuchando un crujido. Sí que parece un anciano. Prende la laptop y su plan para toda la noche es revisar discursos que mañana presentaría en el comité. Lamentablemente, no tiene cosas interesantes que hacer en Nueva York. El frío simplemente no le dejaba salir a la calle a pasear un rato, a pesar de las terribles ganas de ver a la Ciudad que Nunca Duerme adornada y preparada para la Navidad. De hecho, echa una mirada hacia la ventana, y qué bien que el edificio es alto, porque la vista es simplemente maravillosa. Pero la ensoñación termina porque escucha un suave toque en la puerta. Cierra la laptop y apresuradamente, guarda los papeles en el maletín, temiendo que alguien pudiera descubrir todos esos proyectos y notas que compartía con las demás naciones. Era algo demasiado suyo como para permitir que alguien, incluso su jefe, le eche un ojo.

    Cansado como él sabe estar, abre la puerta de la habitación. El casual rubio está parado frente a él, con una gruesa chaqueta marrón y una bufanda negra envuelta en el cuello. Con una mano, lleva una bolsa de McDonald’s, y un par de Coca Colas en la otra. Le sonríe tan fresco como siempre (a pesar de la mucha ropa que lleva encima), como si al día siguiente no los hubiesen llamado a una importante reunión.

    —Estados Unidos. —Hace un pequeño saludo con la cabeza. Abre por completo la puerta y le deja pasar, porque no le queda de otra. La nación se tomó la molestia de ir hasta el hotel.

    —Llámame Alfred, ya te lo he dicho. —Le recuerda amistosamente. Deja lo que tiene en las manos sobre el pequeño centro de mesa y se saca la bufanda y la chaqueta. Deja sus prendas tiradas en el sofá. — ¿Está bien si subo la calefacción? Muero de frío. — Hace un puchero. Extiende las manos y toma las de Kiku. —Mis manos están heladas.

    Kiku se sobresalta. Las manos del estadounidense sí que estaban heladas. — ¿Olvidó sus guantes otra vez?—Sonríe comprensivo. El chico, más que olvidadizo, era despreocupado. A Japón no le sorprendería que saliera sin abrigo en pleno frío (por suerte, solo fueron sus guantes). De todas formas, suelta las manos contrarias y le deja manejar el aparato que Kiku no ha tocado en toda su estancia. No es que no supiera manejarlo, más bien, le parecía bien la temperatura en la que el servicio a la habitación había dejado programada la calefacción. Es más, Kiku ni siquiera estaba gran parte de su día en ese lugar, sino que hace tres días se la pasaba más en las oficinas del Consejo.

    —Sí. Tal vez los dejé en algún lugar de mi auto…

    Se quedan en silencio un buen rato.

    Si tenía que admitir algo, era que le ponía incómodo tener cerca a Estados Unidos. Por supuesto, tenían años de relaciones diplomáticas; todavía recordaba todas esas veces que el joven iba a visitarle. Sin embargo, la tensión entre ellos había crecido después de los lamentables hechos de la Segunda Guerra Mundial. Kiku no sabía con claridad si lo que quería Alfred era que volvieran a ser amigos, o tenerlo vigilado de cerca. Pero no le gusta pensarlo de esa forma. Más bien, se cuestiona qué es lo que quiere ahora el estadounidense, llegando tan campante con sus hamburguesas y sus sodas.

    —Kiku…Iré directo al grano. —Rompe la tensión el visitante. —Traje lo que ves ahí para…Compartir. —Se rasca la nuca y desvía la mirada. —He querido hablar contigo desde que terminó la reunión. Sobre los proyectos y eso. Al parecer, un grupo quiere presentar el anteproyecto que Egipto retiró, escuché algo así de España cuando acabó la reunión de hoy, y el no saber si tengo tu apoyo o no, me pone nervioso.
    No es que no le sorprenda. Solo qué… Es poco típico de él. Se hubiesen sentado a comer primero. Pero Kiku mantiene la cabeza fría antes de ceder ante su corazón, que le cuestiona si esos ojos de carnero degollado no son lo suficientemente degollados como para tomar una rápida decisión.

    —Alfred, escúchame bien. —Japón le hace tomar asiento. Le mira directo a los ojos, sin rodeos. —Sabes que cuentas con mi apoyo para diferentes proyectos… —El joven ya estaba dispuesto a abrazarle; Kiku hasta pudo ver estrellas en sus ojos. Pero pone la mano frente a él, impidiendo el contacto. —Pero no puedo asegurarte nada esta vez. Creo que tienes claro lo que pienso, más bien, de lo que 14 países miembros pensamos de la situación, de las acciones de tu gobierno en son de proteger a tu aliado.
    El muchacho se descompone en el sillón, derrotado. —Wahhh, Kikuuu, ya sé que eres serio, pero no me trates así.
    Y ahí está, el Estados Unidos que conoce. El mayor, siendo mayor, y por mayor, sabio, le da palmaditas en la cabeza. —No me apetecen tus hamburguesas, gracias.



    Después de la maravillosa labor de Alfred (comerse las dos Big Mac y beberse ambas sodas), Japón decide que es momento de dormir. Está cansado desde hace siglos, por lo menos quería aprovechar un par de horas para ordenar sus ideas antes de la medianoche, pero parece que eso no va a ser posible. Alfred sigue rondando su habitación, hablando sobre videojuegos y películas de terror, como si no tuviera nada mejor que hacer. Cuando Kiku está a punto de pedirle que se retire, el joven prende el televisor.

    —Esto tiene Netflix.

    —No le había prestado atención, y tampoco es que quiera ver alguna película ahora…

    —Perdona, ¿dijiste algo?

    Kiku se descompone en el sillón. Ya no importa.

    El invitado digita su cuenta y su contraseña. De verdad planea ver películas junto a Kiku, quien DE VERDAD aprecia sus horas de sueño. Alfred se sienta a su lado y pasa un brazo alrededor de los hombros del japonés. —Me agradas mucho, Kiku. De verdad. Let’s just…Netflix and chill.
    El ambiente lo confunde. No tiene muy claro por qué el muchacho pone esa expresión en su cara y por qué está tan cerca de su cuerpo. Pone la vista al frente, indispuesto a intentar echarlo a la calle de una patada. —Está bien… Usted elija la película, entonces.

    Alfred quita su brazo, contrariado. De todas formas, pone la vista al televisor y elige… Una película de terror. Dios. El chico es consciente del temor que le causan esas producciones y AUN ASÍ, elige películas de ese tipo, ¿para qué? Demostrar su valentía o algo. Kiku planea quedarse dormido en medio de la película. Por supuesto, no quería ser grosero. Después de todo, Estados Unidos había sido tan amable de reservar el hotel para él y su Embajador (Koro Bessho-san), además, le había proporcionado transporte y traductores (los cuales eran innecesarios, él y el embajador manejaban bien el inglés). En la reunión, le preguntaría a Malasia si había recibido el mismo trato.

    La película parecía interesante, de hecho, Kiku se queda viendo el televisor con tanta intriga, que le pega un pequeño susto el screamer. No grita como lo hace su acompañante (grito el cual sí que le pega tremendo susto y sordera). —WAHHH KIKU, ¿VISTE ESO? ERA UN FANTASMA. —El chico se apega a él, y lo abraza como si fuera un flotador en medio del océano Pacífico.

    —SÍ, LO VI, guarde compostura, por favor.

    —No puedooo. —Lloriquea el autoproclamado “héroe”. “Yare yare daze. Qué perra tan escandalosa”, diría Jotaro Kujo. Pero Kiku Honda no lo hace. Respira profundo y deja al muchacho hacer más o menos lo que se le dé la regalada gana.



    No sabía que hacer su regalada gana implicaba quedarse a dormir en su habitación. “Tendremos una junta importantísima en algunas horas” le había repetido hasta el cansancio Kiku. Alfred había argumentado con el temor hacia el fantasma que podría rondar si se encuentra solo en su casa. Y de repente, Alfred ya se estaba desvistiendo en frente suyo. Vaya, hasta tenía una almohada extra. ¿Qué era esto? ¿Un complot del staff del hotel?

    — ¿No tenías frío? —Pregunta, inquisitivo, el hombre japonés. —Puedes dormir con la ropa puesta, ¿sabías?

    Alfred le mira de reojo. —Las cosas se van a poner calientes, de todas formas.

    — ¿Disculpa?

    ¿Por qué todo se siente raro? Tiene unas gigantescas ganas de correr hasta el aeropuerto y regresar a su hogar en Japón. Sí, eso hará. Pero el muchacho le detiene.

    — ¿Qué no entendiste el Netflix and chill?—Suelta tan natural, como si hace unos momentos no hubiese estado lloriqueando y gritando por un fantasma.

    — ¿DISCULPA?

    Se lo iban a comer com-ple-ti-to a Kiku.



    Si había algo que le molestaba, era el sexo con gafas.

    — Quítatelas ya —Se queja la nación mayor, entre jadeos desesperados. Estados Unidos reclama que “noooo, deja a Texas en su lugar”, mientras Kiku estira los brazos hasta alcanzar su objetivo. Los quita de un movimiento, a la vez que acerca su cara a la de más joven y le planta un beso hasta el alma. Y él que no quería…

    Deja a Texas a un lado y disfruta de su sexualidad por una vez en muchos, muchísimos, larguísimos años.

    Entre arrumacos, Alfred, quien es joven, y por joven, desesperado, lo estrecha entre sus brazos, recostándolo contra la cama, totalmente entregado a su causa. Acaricia sus piernas, va subiendo por ellas, y aprieta su trasero, cosa que le toma por sorpresa, así que suelta un gemido en medio del beso, más por la confusión que por excitación. Se sujeta al cuello del rubio cuando a este se le ocurre levantarle las caderas.

    Requesting condoms!

    — No tenemos tiempo…

    — La calentura te cambia, precioso.

    Kiku suelta un suspiro. Le derriten esas palabras. Como le trata bonito, le recompensa contorneándose pegado a su cuerpo, frotándose con la dureza del muchacho. Exclaman cosas incoherentes, como “fuck me”, “oh my god”, de esas expresiones que probablemente se escuchan en un video porno.

    Se deshacen en cariño, cariño sexual. Japón pega un gemido cerca al oído de Alfred, cuando este, por fin, le penetra después de todo el asunto de prepararlo. Un cosquilleo baja por su espina dorsal, sobretodo, cuando le muerde salvajemente el hombro. Igual y no se queja, porque le gusta ser rudo también. Decidan su temática, por favor.

    Dale que dale, hacen cuantioso escándalo; igual y Alfred les advirtió a los del hotel que no les molestaran.
    ¿Fue este el plan de los Estados Unidos de América desde el principio? No, no, Japón no quiere pensar en eso.

    Dejando de lado ese asunto, Kiku de verdad lo está gozando. Se siente joven y querido, como pocas veces sabe sentir. A pesar de los extensos años vividos, el mayor percibe al más joven como inexperto adentro suyo, y aun así, le vuelve loco, y lo hace sentir renovado, como si fuera un diferente país por descubrir, como si cada terreno de su piel fuera explorado nuevamente, esta vez por salvajes y desesperadas caricias.
    Give me more, honey. —Le susurra al oído el rubio. Lame su lóbulo y Kiku solo puede suspirar y acariciar la espalda del fuerte estadounidense.

    ¿Y qué otra más le podía dar, más que su propia alma? Aunque fuera sexo casual (que está casi seguro que es), lo está dando todo de sí. Incluso derrama lagrimitas de lo bien que lo está pasando. “Oh, Alfred, no te detengas…” es lo poco coherente que puede decir. Alfred le sostiene el rostro dulcemente y seca sus lágrimas mientras besa sus labios. Sus ojos, azules como el cielo, le hacen temblar. —God. Eres espléndido, Kiku. —Conecta sus frentes. Kiku se siente expuesto, realmente desnudo. Despojado de su habitual templanza. —Realmente me gustas.

    Ciertamente, no sabe qué responder. El nipón queda sorprendido, helado ante la confesión. Es que es, hasta cierto punto, obvio, ¿no? Claro, si estaban haciéndolo tan apasionadamente, es porque se quieren, ¿no? Si se pone a pensar en eso ahora, el calentón se le va a bajar. Pasa de largo el comentario y continúa moviendo la cadera para que el estadounidense haga lo propio. Dios, y qué bien que se movía.
    Está perdiendo la cabeza.
    Ya se va a correr. Alfred le avisa lo propio.
    Y alcanza las estrellas.



    Se quedan un rato dándose caricias. Kiku se observa la horrible mordida que trae en el hombro, la cual no le dolía hasta hace unos minutos.

    —Le debo pedir que se controle, por favor. —Dictamina, cerrando los ojos, exhausto como para atender a algo más. Sí, se ve mal, pero no es como si alguien le vaya a ver desnudo de aquí a mucho tiempo. A menos que alguien le invite a un Onsen2 al volver.

    — ¿Eso quiere decir que habrá una próxima vez?

    Kiku abre los ojos. No quiere responder con una negativa, porque definitivamente siente que esa no debe ser la última vez.

    —Tus sentimientos, ¿van en serio?

    —No respondas a mi pregunta con otra pregunta. —Infla los mofletes cual niño pequeño. Se acomoda en las sábanas, tapándose la cara. —Ya te dije que te quiero. Inclusoplaneétodoesto.

    — ¿Qué?

    Kiku se incorpora, apoyando su espalda en la cabecera de la cama.


    —Na-nada, NAHAHAHAHA. —El rubio ríe, nervioso, destapándose la cara y descubriendo la expresión del mayor.
    Tal vez Kiku le haya mirado así una vez en su vida, cuando se vieron por primera vez después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. No, Japón no se había aparecido cuando firmaron el Acta de Rendición, más bien, en el Tratado de Paz de San Francisco… Un minuto, él ni siquiera le había mirado a la cara, tuvo que haber sido antes. Cuando Estados Unidos se dignó a ir él mismo, en persona, a la casa de Japón…
    Ahí está, la mirada.

    “¿Cómo te atreves a venir aquí? ¿Por qué? ¿A quién quieres engañar?”

    — ¿Qué quieres decir con que “lo planeaste”?—Sisea. No le deja responder. —Por supuesto, lo debí suponer. No cambias, Estados Unidos…—Como si hubiese tenido una revelación mística, alza las cejas.—¿Acaso tienes algo que ver con que Egipto retirara el Anteproyecto?

    —Kiku, déjame explicarte…—Alfred se incorpora, decidiendo ignorar lo último y tomándole de la muñeca. El nipón se libera en un instante del agarre. —Kiku, sí me gustas de verdad, por eso quise hacer esto-

    —Alfred, entiende. Viniste para convencerme de votar en contra si es que se presenta la Resolución, ¿no es así? ¿Toda esta charla es parte de tu manipulación sentimental, acaso?

    —No me malinterpretes, piénsalo un poco. —Otra vez trata de alcanzar sus manos. El contrario las aparta de un movimiento digno de sus épocas como samurái. —Te he amado desde los años 50.

    Silencio inunda la habitación, ambos sosteniéndose las miradas por unos largos 5 segundos. Como si la cuestión le agitara, Japón respira entrecortadamente. Se lleva una mano a la cara. —Retírate, por favor. Nos vemos en la reunión.

    “¿Puedo separar al humano, de la nación?”




    Referencias:
    1 Club del Café, Coffee Club en inglés, es un apodo para “Uniting for Consensus”, movimiento de oposición a la idea de ampliación de miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Fundado y liderado por Italia.
    2Onsen: Aguas termales japonesas.
    El Consejo de Seguridad es un órgano de las Naciones Unidas, el único comité que puede tomar acciones inmediatas, disponer y no tan solo recomendar acciones a los países, sino, llevarlas a cabo mediante las Resoluciones. Se encargan de salvaguardar la paz y evitar guerras. Tiene 5 miembros permanentes, y otros 10 que van rotando.
    Los Miembros Permanentes tienen derecho a veto. Pueden "kanselar" cualquier resolución o moción o whatever que se les dé la regalada gana(?)
    N/A:
    Ay pues, sí quedó a la mitad.
    Mañana voy a estar subiendo el segundo y último cap. El de hoy es un regalo de la mua para la mua.

    Si bien es cierto, comencé explicando cómo se siente Japón en el Consejo de Seguridad, más adelante se va a ver que no es eso a lo que va este two shot(?), y creo que ese es un error mío por andar entreverando la información. Supongo que fue la emoción, hasta me vi una sesión del Consejo de Seguridad.
     
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    ATENCIÓN: Como mencioné en el anterior cap, no pretendo meterles ideas políticas ni nada. Si quieren investigar sobre algo que se haya mencionado en este escrito, háganlo, no se tomen esto como un instructivo del Consejo de Seguridad (?)
    BTW, no tengo nada en contra de Israel o Palestina, no es que esté en ningún bando ni nada. Como parte de este fandom y amante de los Modelos de Naciones Unidas, sueño con la paz mundial.

    ---------



    ¿Es que justamente tenía que confesarle sus sentimientos, que cargaba desde 1950, una noche antes de la reunión del Consejo de Seguridad?

    Kiku no se puso a pensar en sus sentimientos hasta que el estadounidense se hubiera ido.

    Lo que había pasado después de la Segunda Guerra Mundial, todavía es confuso para él. Más que odio, lo que sintió en la ocupación estadounidense a su territorio, fue rencor. Por supuesto, lo superó tiempo después, y ahora, si le tenía que poner nombre a esas nuevas emociones que desarrolló allá por los 80’s, no pegaría el ojo en toda la noche. En esas épocas, no pensaba en que si quería de forma especial al chico, aun así, dio por sentado que sí, en efecto, el carácter de su relación era exclusiva, más que con cualquier otra nación.

    No obstante, el rubio había dicho que “lo planeó”, y eso no se lo quita Kiku de la cabeza. ¿Y si hubiese ido con otras naciones para convencerlas como a él? ¿Había hecho lo mismo con Egipto? Ya que, total, ese era su objetivo. Recuerda la extraña ocasión1 en la que tuvo que pedirle que “se aguantara de hacer firmar un Tratado de Paz” y que no fuera directo al grano, que sea paciente y trate de convencer a los invitados a como dé lugar. Y vaya que se tomó en serio el consejo.

    Da vueltas entre sus sábanas, como casi nunca acostumbra hacer.
    De pronto se siente tonto por echar al norteamericano de su habitación. Y la incertidumbre de si hizo bien o mal, no le deja dormir por un par de horas.

    ---



    Las ojeras se ven mal en su rostro. Cuando Bessho-san le ve, se le escapa una ligera exclamación de los labios. Al instante, se recompone y le dedica una pequeña sonrisa.

    — ¿Ha madrugado?—Pregunta, comprensivo.

    Kiku asiente, arreglándose la corbata y cerrando la puerta detrás de él.
    El viaje desde el hotel Millennium Hilton hasta las instalaciones del Consejo de Seguridad, se le hace tan corto que no tiene tiempo de pensar en los que sea que vaya a decir frente a los demás países. Tuvo toda la noche para pensarlo, en cambio, ¿qué había hecho? Deliberar sobre su desgraciada vida amorosa. Incluso siente sus mejillas arder de repente. Se da una mirada al espejo retrovisor antes de bajar del carro y, milagrosamente, no ha enrojecido.

    Los pasos para llegar al Salón nunca se le habían hecho tan condenadamente largos, como si estuviera a la expectativa de lo que pasaría adentro. Había debatido tantas veces en su vida, ¿por qué este comité tenía que ser diferente? Aprieta el puño donde lleva su maletín, como para asegurarse que lo que le rodea, es la realidad. Koro Bessho se despide y camina hacia el Salón del Consejo de Seguridad, que en cuanto tengan una resolución aprobada, prontamente estaría lleno de gente. Antes de entrar, echa una mirada hacia el pasillo, fijándose en la presencia de Israel, quien le manda miradas asesinas a Palestina. Como quien no quiere la cosa, Palestina le voltea la cara. Kiku no está seguro de poder detener una discusión en medio del pasillo, así que se hace de la vista gorda y entra, por fin, al salón.

    Se encuentra con los azules ojos de Estados Unidos. Kiku se abstiene a asentir con la cabeza, a modo de saludo, y pasa de él. Pero el norteamericano es más rápido y le toma despacio del hombro. —Te llamé varias veces.

    Kiku le vuelve a mirar y frunce el ceño levemente. —Israel está afuera. —Aparta los ojos y decide continuar con su camino hasta llegar a su asiento entre Francia y Malasia.

    —No cambies el tema, ¡espera!

    Pero ya es tarde, porque Inglaterra aparece detrás del más alto y le posa una mano en el hombro. —Deja de ser un niño molestoso y anda a ver cómo están tus invitados. —Sisea el mayor. —Van a terminar matándose si siguen juntos allá afuera.

    —Dammit, quién les ha dejado solos…

    Y Estados Unidos sale de la escena. Inglaterra camina hasta su asiento, pasando detrás de Kiku y saludándole cordialmente, como todo un caballero. —Buenos días, Kiku. —Él siempre ha sido así con él. En cambio, a Francia le lanza una de esas agrias miradas. —Frog.

    —Yo también te quiero, mon cher.

    Malasia rueda los ojos. —Buenos días a ti también, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. —Dice sarcásticamente, haciendo una parodia del acento británico. —Gracias por notar mi presencia, bodoh2

    Arthur se ve algo ofendido, sus espesas cejas fundiéndose en una. —You, little…

    No termina la frase porque Malasia deja de prestarle atención. Inicia una amistosa conversación con Nueva Zelanda, que atina a saludar con la mano al Reino Unido mientras presta especial atención a lo que la nación de a su lado le recuerda. Japón no es cotilla ni nada por el estilo, pero no puede evitar sentirse satisfecho al colarse las palabras “ya presenté” y “resolución” en una misma oración. Pero hace como si no escuchara nada cuando Malasia y Nueva Zelanda se levantan de sus asientos y se acercan a Venezuela. Le dicen algo y la latina asiente, casi esbozando una sonrisa. Deja de conversar con Uruguay y van a una esquina a hablar.

    Mon Dieu, ¿tú crees que presenten la Resolución? —Le cuestiona Francis, refiriéndose a los tres países.

    Si Estados Unidos estaba así de desesperado como para andar llamando a su puerta con dos hamburguesas y coca colas, y al final tener sexo, tal vez. Claro, Kiku no dice eso. —Creo que ya lo hicieron.

    — Tendremos que esperar a que llegue Antonio y nos explique por qué nos llamó para esto y no para lo de Liberia.

    Mientras hablan, van llegando los países. Cuando China cruza la puerta, inspecciona la sala, saluda a sus aliados, y pasa de Japón. Kiku se sigue preguntando cuál es el problema del chino. No se pone a pensar más en la cuestión porque entra Senegal. La chica saluda amablemente y en cosa de segundos, camina hacia el trío que está llamando la atención de todos. La incorporan al grupo, y ahora, los 4 países dialogan. La recién llegada recibe un folder de parte de Malasia, se dicen unas palabras, y todos asienten en aprobación.

    Egipto se atora con su saliva, levantando las cejas hasta el cielo. —Alá.

    Francia y Japón voltean a mirarlo. — ¿Qué pasa? —Cuestiona el galo.

    —Lo han hecho ellos.

    — ¿Qué? —Rusia, que tiene dos asientos entre Japón y él, parece estar prestando atención también.

    —Ellos han presentado el anteproyecto que retiré… Ahora Proyecto de Resolución.

    El proyecto que Estados Unidos pidió no se presentara.

    Kiku siente satisfacción correr por su cuerpo. Pero el asunto no estaba terminado. Ahora solo era cuestión de esperar.

    La puerta se abre tan de repente que le pega un pequeño susto a todos. España entra, con el cabello algo desordenado y la sonrisa despreocupada. —Buenos días a todos. —Se dirige al asiento con la placa de “Presidente”. Le sonríe coqueto a Ucrania, quien se sienta a su lado.

    El primero en reaccionar es Arthur. —Bloody hell, llegas 3 minutos tarde.

    Antonio ríe, simpático como siempre. —Cariño, sabes por qué.

    Los hispanohablantes presentes parecen comprender lo dicho por el español y ríen entre dientes. Francis, que también sabe español, se cubre la boca para no reír.

    Al británico se le suben todos los colores a la cara. — ¡Deja de decir tonterías y comencemos de una maldita vez!

    —Lo haría, pero el estúpido de tu excolonia no aparece.

    —Lo vi con Israel. —Suelta casualmente Angola. —No creo que tarden.

    Kiku se remueve incómodo en su asiento ante la mención de Alfred en compañía de alguien más.

    Nueva Zelanda, ya en su sitio, al igual que Malasia, Venezuela y Senegal, levanta la mano. — Solo tengo una pregunta antes de comenzar la sesión. —España le cede la palabra. — ¿Van a participar Israel y Palestina en este preciso debate?

    —Tengo entendido que los representantes de ambos van a participar en el debate frente a cámaras. —Parece pensar un poco más en la respuesta, con una sonrisa incómoda en su cara. —No creo que sea buena idea dejarlos pasar a esta reunión.

    —De todas formas, nadie que no sea miembro del Consejo entra a esta sala. —Aclara Inglaterra.

    —Tú sí que te sabes todas las reglas, Angleterre.

    Cuando el inglés está apunto de responder (insultar) al francés, la puerta se abre de golpe. Estados Unidos, con la ropa desacomodada, mira a todo el mundo con el ceño fruncido y murmura algo como “perdonen la tardanza”. Antes de cerrar la puerta, se escuchan gritos en hebreo por el pasillo, cada vez acercándose más… Y Alfred no llega a cerrar la puerta a tiempo porque Israel da una patada por detrás, provocando que se dé de cara contra el suelo. Le agarra del cuello de la camisa y lo samaquea un poco, alternando el inglés y el hebreo. — ¡Júralo! ¡Tienes que jurarlo!

    Estados Unidos le espeta que hizo lo que pudo.

    No duran mucho así porque Palestina se presenta en la escena tomando bruscamente a Israel de los hombros. —¡Hombre, ya para!

    —¡No me toques!—Se deshace bruscamente del agarre, empujando al palestino. Le grita un par de cosas en hebreo mientras señala a Estados Unidos. —¡Se lo pedí, ya vas a ver!

    Palestina frunce el ceño, y cuando parece que va a golpear al más bajo, España se levanta de su sitio. —No permitiré más violencia. Como presidente, les pido que se retiren ambos.

    Kiku se pregunta por qué el español no los detuvo antes.

    —Es un asunto que me concierne, ¿¡piensas botarme de aquí!?.—Israel da unos dos pasos amenazantes, pero Palestina lo detiene.

    España agradece el gesto. —Le haremos llegar el informe en cuanto se tome una decisión.

    — ¿Ni siquiera puedo preguntarle algo a tu embajador?

    —Todos están ocupados con la agenda sobre Liberia. —Le sonríe más por cortesía que porque quiera. —Les vuelvo a pedir a ambos que se retiren.
    El más bajo dirige una mirada ácida al estadounidense, que ya se ha sentado en su sitio junto a Reino Unido. Palestina le dice algo en árabe, y se lo lleva bruscamente del brazo, cerrando la puerta detrás de él. Antonio, menos serio, se sienta y toma su martillito de madera. Se supone que no es un debate exactamente formal, es más como una Consulta de Gabinete, pero el español da un suave golpecito a la mesa. —Declaro abierta la sesión. —Revisa unos papeles.—No se los informé antes, pero sí, como todos sospechaban, tenemos en agenda la resolución presentada por Malasia, Nueva Zelanda, Senegal y Venezuela sobre los asentamientos israelíes en Palestina. Creo que todos lo veíamos venir, sino, no hubiésemos llamado a reunión, e Israel y Palestina no hubiesen sido invitados por nada ¿no creen?—Ríe entre dientes. —Bueno, unas palabras de los sponsors3 no vendrían mal, ¿sí, Malasia?

    La nación empieza a explicar la resolución.

    Kiku no presta mucha atención, porque él ya sabe de qué va la cosa. Todos lo saben. Alza la mirada para encontrarse con la de Alfred. Sí que el joven se ve en una encrucijada. De repente, siente ganas de acariciar su cabello y tranquilizarlo, pero se encuentran lejos el uno del otro. No se atrevería a hacerlo aún si estuvieran solos. Todavía no estaba listo para perdonar al estadounidense.

    Deja de pensar en eso una vez los sponsors terminan de hablar. —Entonces, vamos a someterlo a votación. —Dice España. Japón tenía claro su voto. —Aquellos a favor, levanten la mano.

    Automáticamente, 14 miembros aprueban la resolución, incluso 4 miembros permanentes, sin embargo, parece haber un aire de inseguridad al ver a Estados Unidos con las manos debajo de la mesa. Todo recae en él ahora.

    — ¿En contra?

    España mira a Estados Unidos en específico, al igual que todos en la sala. No parece tener intención de votar.

    — ¿Abstenciones? —Pregunta casi emocionado el presidente.

    Ahora sí, Alfred levanta la mano. Antes de poder aplaudir, como se suele hacer cuando se aprueba una resolución, España, rápidamente, golpea despacio su martillo contra la mesa. — Con catorce votos a favor y una abstención, la Resolución 2334 es aprobada.
    El salón se llena de aplausos, incluso Inglaterra da unas palmaditas en el hombro a Alfred, como si le premiara por su buena conducta.
    El corazón de Japón da un vuelco cuando Estados Unidos le sonríe, solo a él.

    ---



    Redactado el informe, a la hora de salir del salón, Israel está esperando a Estados Unidos en el pasillo, recostado en la pared. Palestina seguramente ya ha ido junto a su representante a informar la decisión. —Esto es un ataque por parte de la ONU hacia Israel. —Es lo primero que dice al verlo.

    Alfred rueda los ojos. —Dude, no te hagas el dramático. Te dije que hice lo que pude para convencer a Egipto, pero no dije nada sobre vetar. Ahora, si me disculpas, voy a informarle a Sam el voto. Deberías hacer lo mismo con Danny.

    —Alto ahí. —Le toma del brazo. —Ni pienses que voy a acatar esas órdenes.

    —Rafael. —Musita su nombre. Israel siente sus rodillas temblar cuando Alfred, quien tantas veces ha llamado su nombre de diversas formas, le mira con esos ojos severos. Aligera el agarre en el brazo contrario, pero ahora acerca sus cuerpos, sosteniéndose de ambos brazos del más alto. Siente su aroma, y tiene ganas de enterrar la nariz en su pecho. No obstante, cierra los ojos y aparta esos pensamientos. Rafael levanta la cabeza, orgulloso como sabe ser.

    —No vuelvas a solicitar mi presencia en tu cama. —Susurra, como para que solo ellos dos escuchen. Le suelta y camina por el pasillo, hasta volverse solamente el recuerdo, el fantasma de lo que fue un tórrido romance para Alfred.

    ---



    Kiku observa la escenita que arman Israel y Estados Unidos, pero decide no emitir comentario. Por supuesto que había algo especial entre esos aliados.

    Alfred se percata de la presencia del japonés una vez se ha ido Rafael. Parece apenado de lo que sea que el más bajo le haya susurrado al oído. Se recompone y le sonríe.

    —Kiku… Te debo una explicación. —Acortan la distancia entre ellos dos. Alfred toma las manos de Kiku en cuanto ambos dejan sus maletines en el piso y le mira a los ojos. —Mira, sí, fui yo quien le pidió a Egipto retirar el anteproyecto, pero lo hice porque Israel me lo pidió. Te voy a ser sincero. Tengo algo con Israel, es más que un aliado…—Al ver que Kiku no reacciona mal, sino le incita a continuar, Alfred traga saliva y sigue. —En la última década, la verdad es que no sé cómo clasificar nuestra relación. Sí, se ha ido muy molesto conmigo, así que supongo que las cosas no van a ser iguales…

    Es como si el joven norteamericano supiera todas las preguntas que rondan por su cabeza. No se siente molesto cuando le menciona la exclusividad de su relación con Rafael (a quien llama por su nombre humano con mucho cariño), más bien, se siente un poco traicionado. Pero Kiku sabe bien cómo es traicionar el corazón de uno mismo, y no duda que Alfred ha traicionado a su propio corazón. Son naciones, seres inmortales, después de todo.

    —Darling, espero que entiendas cuánto te amo, solo a ti. El hecho de planear lo de anoche, no fue solo para hacerte votar en contra. De hecho, ese ni siquiera era el propósito, solo una tonta excusa… Bueno, sabes a lo que me refiero, do you?

    El nipón asiente, sonriendo. Claro que le entiende, y por lo tanto, le besa. Que él tome la iniciativa le toma algo desprevenido al estadounidense, más tarde, Kiku le explicaría que "años conociendo a Feliciano lo habían convertido en esto".

    —Solo estoy molesto contigo porque no fuiste sincero desde el principio.— Le dice en cuanto la vergüenza le gana un poco y se aparta del beso.

    —No volverá a pasar, si me lo permites.

    —Oh, Alfred, siempre estás con el viento a tu favor.

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    REFERENCIAS:
    1. La extraña ocasión: gente, PAINT IT WHITE!, la escena donde los aliens bailan el ondo y EEUU está ansioso por hacerlos firmar un tratado de paz.
    2. Bodoh: imbécil, en malayo.
    3. Sponsors: Quienes escriben y firman la resolución. No estoy muy segura si el mismo término que usamos en MUN tenga el mismo significado que en el real UNSC.
    La Resolución 2334: S/RES/2334
    La reunión del Consejo de Seguridad donde se discute esta Resolución: UNSC on Israeli West Bank Settlements


    N/A:
    Final medio huachafo, verdad que sí.
    ¿España siendo director? Obvio, justo en ese mes le tocó ser Presidente del comité. Se rotan cada mes el puesto.
    ¿Bellos latinos? Venezuela y Uruguay aparecieron un ratoski aquí. Me los imagino con el diseño de la bella Kuraudia.
    ¿Israel y Palestina? Es difícil decir cómo me los imagino, habían un huevo de diseños. El nombre humano de Israel, Rafael, lo vi en Tumblr. A Palestina no tengo idea de cómo nombrarlo.
    ¿Título de una canción? Sí, de Camilo Sesto.

    Me parece que le pega un poquito al fanfic.

    Qué decirles, ya es julio y estoy preparando un fanfic PerúxEspaña. Ya saben, 199 años de vida republicana no se desperdician. Quiero tenerlo listo para el 28, yaaas. Y sí, va a tener una canción de Camilo Sesto o Nino Bravo de título, depende cuál de las dos canciones que tengo en mente se peguen a lo que tengo pensado.
    Dejando eso de lado, gracias si leyeron hasta aquí, los quiero mucho, aunque dudo que alguien lo haya hecho :''''c
     
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1 replies since 30/6/2020, 22:01   71 views
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