¡Yo no debería estar aquí!

Tenma ha terminado en otro mundo muy diferente del suyo y con la ayuda de su amigo de la infancia trataran de encontrar que los trajo ahí sin perturbar el mundo en él que están.

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    Hadita de Hielo

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    Este es mi primer fic, espero y les guste 😳

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    Sus corazones latían con fuerzas al estar al frente de la imponente secundaria Raimon -al menos así se sentía uno de ellos.- que había sido el sueño de muchos niños de su edad. Corrieron viendo el edificio principal como si fuera la primera vez que lo hubiesen visto. Y no muy lejos el campo de fútbol soccer, su adoración más preciada.

    - Aún no creo que estemos aquí, - dijo muy ánimo el chico de cabellos cenizos. - es realmente un sueño hecho realidad.

    El rubio miraba el gran campo enfrente suyo, quería bajar y jugar junto a su amigo el fútbol en aquella gran cancha.

    - Venga después venimos a jugar ahora tenemos clase. - dijo el castaño sonriendo.

    - Menudo chasco, nos pasa por pararnos tarde. - el chico se veía desanimado, pero en menos de 5 segundos ya se encontraba de vuelta a su estado de ánimo normal. - Entonces que esperamos, ¡Vámonos!

    Con una sonrisa se dirigieron a los salones de primero sin esfuerzo, ya que el castaño se sabía de memoria todo el campus, sin mucho esfuerzo se acordaba de todo justo como lo recordaba.

    - Disculpe la tardanza. - el castaño tocó la puerta, y veía a todos sus compañeros de clases que los observaban como si fueran alienígenas.

    - Matzukaze y Ken, ¿No? - el castaño asintió mientras el profesor soltaba un suspiro. - Pasen.

    - Es que nos perdimos. - sabía que el profesor no los dejaría irse tan fácil con otra excusa que no fuera esa, aunque a él no le gustaba mentir.

    - Que no vuela a ocurrir. - el hombre solo vio como sus alumnos veía a los jovencitos como ovejas nuevas, algo acertado a la realidad. - Presentense.

    - Mi nombre es Matzukaze Tenma, es un placer. - cabellos castaños con remolinos, ojos azul metálico que podían traspasar tu alma y una sonrisa tan sincera que te derretía el corazón.

    - Yo... Soy Ken Jouchiro. - sus cabellos como el oro se mecían en un viento inexistente, sus ojos del color de las uvas te daban aquella necesidad de perderte en ellos y sus mejillas adornadas con un rubor que parecía ser natural, ocultándose tras la espalda del otro chico les daba a entender que era tímido.

    Sus compañeros no dudaron en ver a aquellos angelicales seres cómo seres divinos que venían a aliviar su tormento en tiempos de crisis, en su caso las infernales tareas de su profesor.

    - Siéntense atrás. - dijo el profesor poniendo su mano en cada hombro y tirandolos hacia atrás del salón.el profesor, que lo más probable fuese que contase los días para las vacaciones, continuo dando sus clases.

    ×××

    La última campana sonó y los chicos con una sonrisa en el rostro se dirigieron al lugar en el que pensaban a diario casi como una adicción. Veían con esmero como el calentamiento de los del segundo equipo ya había empezado.

    - Tenchi. - llamo su amigo, con aquel mote que le había inventado cuando todavía eran niños, y lo supo al ver sus mejillas coloreadas. - Me arrepentí, mejor vámonos.

    - Yuu. - dijo con dulzura, ya que sabía que si lo atacaba con sus ánimos de siempre lo más probable es que huyera de él, con mucho cariño tomo sus manos y lo jalo con el al interior del campo. - ¡Vamos a jugar fútbol!

    Y ahí fue donde el chico de cabellos cenizos se arrepintió de haber confiado en su mejor amigo.

    - ¡Hola! - grito Tenma a los chicos, que veían confusos como un chico se retorcía como lombriz detrás del chico de castaños cabellos. - Me gustaría entrar en el equipo de fútbol.

    - Bueno... - el chico que era el capitán se veía algo incómodo ante la mirada tan linda del chico. - el entrenador es quien debe decidir eso.

    Cómo si fuera un fantasma el chico se puso a cada lado de los pequeños de primer año, poniendo sus manos en caso hombro ajeno.

    - Entonces quieren entrar en el equipo de fútbol. - menciono el castaño que le había dado un susto de muerte al rubio. - Pues bienvenidos. Soy el entrenador del segundo equipo, me llamo Mamoru Endou, es un placer.

    - Un gusto señor Mamoru, soy Matzukaze Tenma. - una sonrisa salió por el rostro del chico y justo con una sonrisa mucho más ancha arrastrando a su amigo frente de él. - y el es mi amigo Ken Jouchiro, tanto como el y yo estamos muy contentos de estar aquí.

    - En serio me salvaron chicos, la mayoría de los del segundo equipo eran de segundo y tercero y los de tercero se graduaron en año pasado y algunos de los de segundo abandonaron para enfocarse en sus estudios. - el hombre hablaba con una sonrisa en el rostro a pesar de lo trágico que sonaba todo lo que contaba. - y díganme en qué posición juegan.

    - Yo soy centro campista y Jouchiro es portero, pero puede jugar como libero.

    - Entonces tenemos portero. - Endou vio al chico con emoción. - Probemos sus habilidades.

    Cómo si fuera la cosa más horrible del mundo el chico trato de huir de las garras de su amigo, sentía la traición en su pecho.

    Todos se impresionaron al ver al chico frente a la portería, con una mirada tan decidida dejando atrás aquella faceta tímida. Tal vez lo más impresionante es que el chico detuvo cada uno de los tiros con sus manos e incluso no se veía cansado a pesar de ya era el décimo cuarto que detenía.

    - Yuu es genial, ¡¿Verdad?! - grito Tenma sonriendo y corrió a abrazar a su mejor amigo dejando a los demás atónitos.

    Los 2 chicos nuevos eran increíbles, nadie podía negarlo. O bueno eso pensaban.

    - ¿Que pasa? - cabellos oscuros con unos hermosos ojos ambares que en realidad veían a todos con hostilidad.

    - Ellos dos son geniales. - menciono un chico en un pequeño susurro mientras señalaba al dúo sonreír.

    Solo fue un instante, en donde todo se movía en cámara lenta.

    Solo fue en un instante, en el que quedó completamente embelzado en aquel castaño con adorables remolinos en el cabello, con ojos azules tan hermosos como el cielo y una sonrisa de los angeles. No pudo evitar tragar en seco al ver esos diamantes posandose en su persona y por más extraño que llegase a sonar, estaba atrapado en ellos y no quería que los dejasen de ver.

    Ahí es donde se dio cuenta que su corazón había sido flechado por un mismísimo angel.
     
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