¿Hay alguien ahí?

Misaki recibe en herencia una hermosa casa, el único inconveniente es que debe morir para quedarse en esta.

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    Yaoizando
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    Junjou Romantica - Shunjiku Nakamura
    Totally Captivated - Yoo Hajin

    "Son reglas sencillas pero que siempre debes tener en cuenta:

    La primera: No hacerlo en un lugar donde alguien murió.

    La segunda: Saludar y despedir al espíritu

    La tercera: Siempre debes cerrar la sesión antes de que se rompa el círculo...

    y la última, pero quizás la más importante...Nunca debes jugar solo".


    Porque el amor supera el tiempo


    __________________________________________________



    MI CASA



    La ventana del lugar daba al parque, un gran árbol evitaba que la vista fuera completa, sin embargo, la brisa que entraba por las tardes y la forma que evitaba que el sol diera completamente en las mañanas, era un beneficio mayor que poder observar toda la extensión de la plaza principal.

    Misaki Takahashi giró para quedar frente a la estancia que tantas veces escuchó sus risas, la música de procedente del viejo equipo de sonido, fichas de dominó golpeando sobre la mesa de centro y el aroma a café de la mañana que tomaba su abuelo mientras saludaba a los transeúntes. Ahora eso era un recuerdo que producía la sensación de tristeza y soledad, dejándole claro que no hay forma de regresar al pasado y que ellos ya no estaban allí.

    Continuó abriendo las ventanas de las habitaciones de la casona, la Calle Márquez no era la misma. Las antiguas edificaciones que acompañaban a la de sus abuelos habían desaparecido debido al imperdonable paso de los años. La madera podrida que se corrompía por el abandono y el aislamiento determinaba la inevitable caída de lo que antes se conociera como el barrio de los "ricos", uno que en ese instante equivalía a soleres vacíos rodeando una gran casa de colores ocres vacía que aguardaba igual destino.

    Quitó las sabanas que cubrían los muebles, sacudió los estantes llenos de libros, avanzó a la cocina para revisar el único electrodoméstico que permanecía conectado y que había sido llenado de comida por la recomendación que hizo a quien mantenía aseada y habitable la mansión. Sacó una de las botellas de cerveza y bebió con ansia, el calor de la ciudad le estaba matando, no recordaba que la temperatura podía a mediodía subir tanto como para ahogar cualquier sentido.

    Cerró los ojos, debía pensar que iba a hacer con su herencia, no quería quedarse allí y anhelar lo vivido, pero tampoco se iba a deshacer del lugar. Su economía no era muy buena y realmente el mantener a alguien que supuestamente dos veces por semana cuidaba de arreglar y limpiar, así como evitar que se la casa se convirtiese en la vivienda de plagas, no estaba entre sus planes.

    Volvió a empinar la botella para consumir lo que quedaba, nunca le había gustado el sabor amargo del líquido, pero lo que decía su abuelo era cierto, no había nada mejor para quitar la sed. El agua y cualquier jugo dulce solo incrementaban la necesidad de consumir más, con una cerveza helada no se requería otra a menos que quisieras emborracharte.

    Ya más relajado siguió con el recorrido, se detuvo frente a la habitación de los juegos, colocó la mano en el picaporte y giró con cuidado, el olor a humedad se afianzaba en la estancia, si el resto de la casa estaba habitable, allí el polvo y las telarañas daban clara muestra de que no había sido visitada hacía años. Los rayos de sol se filtraban por las rendijas de las puertas de madera que cubrían el ventanal. El cerrojo fue corrido y la luz inundó lo que antes fue su refugio y donde experimento más de una emoción. Con algo de duda se dirigió al armario sellado con candado, la llave resaltaba entre el manojo que el abogado le entregó al dejarlo en la casa.

    En la medida que quitaba el seguro, rememoró el día que su abuelo lanzó los objetos que consideró trajeron la desgracia a su familia en el interior de esa estructura. En realidad, el armatroste rompía con el diseño del lugar, pero al año de la muerte de sus padres, fue construido y cerrado, también fue la primera vez que vio a su hermano discutir con el anciano... nada fue igual después de esa pelea, al día siguiente Takahiro se había marchado del lugar sin más que una nota de despedida.

    Aunque mantuvieron contacto a través de cortas llamadas y tarjetas en fechas especiales, solo se vieron un par de veces en los años siguientes, el día de graduación de bachiller lo observó de lejos, el mensaje determinó que no quería hablar con la familia. Recomenzaron las visitas el día del funeral de los ancianos, en el cementerio Takahiro le pidió que no volviese a la casona, que él cometió el error de enfrentarse a su ascendente, pero ahora después de tanto tiempo, le quedaba la satisfacción de haber pedido perdón apropiadamente y entender que todo fue por su bien.

    No obstante, así como su hermano no tenía un apego por la construcción, él la consideraba su único hogar, por eso no podía dejarla tan fácil.

    La puerta de metal se abrió demostrando que el hermetismo protegió lo que ahí se encontraba oculto. A sus nueve años y debido a la discusión entre los mayores no recordaba lo que habían escondido, pero definitivamente para tenerlo tan resguardado debía ser algo muy importante, en su cabeza sonaron las palabras de su abuela el día que quiso abrir el candado, una advertencia sobre el dolor que podía causarle a su familia si lo hacía, uno tan grande como el que su hermano provocó en el anciano que lo cuidaba.

    Era verdad, su "nono" con la partida de Takahiro perdió parte de su vitalidad, se volcó en el trabajo, y en sobreprotegerlo. ¿Qué había en esa caja de metal?

    Miró que era como una gran locker dividido en dos cajones de buen tamaño y dos estantes con algunos libros y papeles, entre estos los planos de la casa, un diario que le llamó la atención por la letra antigua y la foto del hombre en la primera página, estaba tan vieja que parecía un daguerrotipo, pero aún así el rostro que se vislumbraba casi a la perfección lo consideró «simplemente hermoso». Se sonrojó por el pensamiento que cruzó por su cabeza, amaba todo lo bello, pero definitivamente nunca había utilizado ese calificativo para un hombre.

    Dejó de lado el librillo y siguió rebuscando en las gavetas, en la primera había cartas, dados, lazos, velas de diferentes colores, y recipientes sin abrir de sustancias químicas. En el segundo se encontraba solo una bolsa en terciopelo rojo con una cruz de Caravaca amarrada a la cuerda que poseía un nudo bastante difícil de deshacer, sonrió con autosuficiencia, él había sido criado por el gran capitán Kaei Renalts, así que, tras unos minutos de luchar con la unión, logró abrirlo sintiéndose satisfecho.

    Desilusionado suspiró con resignación, dentro había una caja con un nuevo símbolo cabalístico, cera negra fundida alrededor del pliegue entre las dos tapas y ninguna cerradura, la regresó a la talega y con el diario las tomó para asegurar el armario y ver como se ocupaba de abrir lo que fuese que estuviese tan escondido.

    Su estómago comenzó literalmente a rugir y no tenía intención de cocinar, así que dejó el paquete en su habitación, cogió las llaves, se colocó la gorra y las gafas de sol y salió a buscar un lugar donde comer. Esperaría ir a ese restaurante que tanto disfrutaba, quizás reencontrarse con alguno de sus amigos y poder pasar una tarde dedicado a la vagancia, eso sería suficiente para regresar cansado y en la noche al aislamiento de la casona.
     
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    CAPÍTULO 2



    Con dificultad metió la llave en la chapa, había sobrepasado su límite en el alcohol, subió por las escaleras para arrojarse como pudo sobre el mullido sofá de la sala. No sería la primera vez que se quedaba pernoctando allí, por más que quisiera su cuerpo no respondía, se envolvió en una de las sabanas que retiró esa tarde, entre el mareo provocado por la ebriedad sonrió por las veces que en su adolescencia su abuela Emma lo despertaba antes de que Kaei lo descubriera, se quedó profundamente dormido.

    Supo que estaba soñando por la manera como la casa se veía, además sus movimientos eran como en cámara lenta, caminaba por el corredor que llevaba a la cocina, la casa era distinta, con pinturas de personas que no reconocía, fue cuando escuchó el llanto. Desvió su atención hacia el cuarto del servicio, a pesar de que las puertas estaban cerradas, podía avanzar sin problema.

    Era una mujer la que sollozaba, el hombre a su lado a pesar de lo inflexible demostraba en los ojos que la conversación le dolía tanto como a ella.

    —Es lo mejor, crecerá con todos los lujos...mi padre lo aceptará como su heredero.

    —Tu esposa no lo hará, ella buscará la forma de deshacerse de mi bebé.

    En ese instante lo notó, estaba embarazada, en un leve movimiento la cofia cayó para mostrar el cabello plata que estaba recogido en una trenza.

    —Natsuko no hay discusiones...

    El gemido de un niño llenó sus oídos, otra vez se percibió paseando por la casa, era la habitación que ocupaban sus padres, una pelinegra cerca de la cuna donde salía el sollozo con cuidado colocó el cojín que sostenía en sus manos, Misaki se asustó por más que quería moverse no podía, ella se reía, cuando el bebe no se escuchó más dio vuelta saliendo por donde se encontraba. El frio lo sobrecogió. ¿Cómo podía ser tan cruel?

    Se dio cuenta que las lágrimas resbalaban por sus mejillas, debía despertarse sabía que era una pesadilla, fue cuestión de segundos, un alarido, no se dio cuenta en que momento había amanecido, y tampoco como llegó al lado de la ventana, la pelinegra golpeaba el pecho del hombre que estaba con aquella que llamó Natsuko, él trataba de calmarla mientras un doctor le informaba del deceso. El niño se había ahogado con la almohada que cayó sobre él mientras dormía, Misaki recapacitó en lo cruel que podía ser el destino, esa mujer asesinó a su propio hijo.

    Al quedar los hombres solos, Takahashi los escuchó conversar.

    —Fuyuhiko sabes que no fue un accidente —el individuo negó con la cabeza, no podía creer la hipótesis que el médico le sugería—. Si la nodriza no hubiese equivocado las camas, otra sería la historia, y el muerto sería el hijo de tu amante.

    La oscuridad inundó el lugar, por unos segundos sintió que podía descansar, entreabrió los ojos para darse cuenta de que se hallaba en un espacio cerrado donde no podía respirar, procuró moverse, pero no lo conseguía, a su espalda algo presionaba haciéndole quedar prácticamente contra lo que parecía ser una tabla. Como pudo movió los puños para tocar la superficie, alguien debía escucharlo, tenía que salir de ahí.

    Supo que no era suficiente, sus piernas empezaron a patear frenéticamente la estructura, el aire era cada vez más pesado y su conciencia se desvanecía, hizo un mayor esfuerzo, fue cuando dos manos frías rodearon su cintura susurrando su nombre. El abrazo se convirtió en una soga que le apretaba con fuerza, le restaba cordura y presagiando que nunca saldría de ahí, de nuevo escuchó su nombre...


    —¡Misaki despierta! —una fuerte sacudida y al fin pudo abrir los ojos mientras tomaba una bocanada de aire —¿Estás bien?

    Frente a él los ojos azules de Ewon le miraban con preocupación, fue la mejor manera de despertar, sin dudarlo abrazó a su primo. El rubio correspondió la muestra de afecto, por lo visto no se había equivocado al emprender el viaje tan pronto como recibió la llamada de Takahiro.

    Al sentirlo más tranquilo, se separó de su familiar para detallarlo después de años de separación. A sus veintitrés años Misaki lucía casi igual que la última vez que se vieron, su contextura era delgada, el cabello castaño lo tenía un poco más largo, al punto de cubrir -en el desorden que estaba- uno de los grandes ojos verdes aceituna que poseía.

    Desenrolló la sabana que mantenía la cintura de Takahashi apretada, la misma que tuvo que quitar de la cara y el cuello cuando llegó, el pedazo de tela se convirtió en una trampa mortal. Aunque eran de la misma edad, Ewon ejerció su autoridad ordenándole que se bañara, ese día iba a "consentirlo" por el tiempo que llevaban sin verse. El castaño no lo dudo ni un segundo, se levantó con alegría para obedecer al rubio.

    Ewon Jung recorrió la casa de sus abuelos, hacía unos meses había ido por motivos diferentes, Kaei en esa ocasión escuchó la petición de su nieto, los argumentos presentados por el hijo de su primogénita fueron convincentes, así que Kaei accedió a darle la herencia que le correspondía para que pudiese invertirla y ponerla en un fideicomiso para su otra nieta, la segunda hija de Agripina. Una niña con la que nunca habían tenido contacto porque para la mujer no había caso tener relación con sus padres.

    El mensaje en su celular le indicó que su esposo Mookyul Eun y el padre de este, acababan de llegar a Nueva York, pasaron segundos antes que el pelinegro le llamara pidiéndole explicaciones sobre su repentino viaje a la casa de los Renalts. Amaba con locura a su esposo, pero también le gustaba de vez en cuando mover las "clavijas" para hacerlo rabiar, ese lado posesivo se despertaba con más fuerza al no poder controlarlo.

    Escuchó a través del celular como su suegro le decía que debía de colgar, y de paso le recordaba que estarían ocupados hasta que firmaran los contratos. Con un quejido Eun le prometió llamarlo en la noche.

    Guardó el aparato e ingresó a la habitación de juegos, a los quince años cuando fue reconocido como parte de la familia Renalts, Misaki le dio la bienvenida compartiendo cada uno de sus preciados juguetes, libros y videojuegos. Hubo una conexión entre ellos quizás por ser de la misma edad, o porque de alguna manera habían crecido solos.

    La foto de las mellizas Agripina y Carmina seguía en la repisa que tantas veces observó con recelo preguntándose porque su madre lo había abandonado. Todavía los recuerdos de ser llamado bastardo el día que estuvieron frente a frente le dolían. En esa ocasión se lo dejó claro, lo odiaba por parecerse a su padre, el hombre que fue su primera ilusión, aquel que la rechazó tan pronto supo que estaba preñada, y que destapó la cruel realidad, era casado y ella simplemente fue una diversión.

    Agripina decidió que por estar lejos de su casa y sin la supervisión de sus padres, podría desaparecer fácilmente al recién nacido, si no tuvo problemas para ocultar su embarazo, no los tendría después el nacimiento. A sus veintitrés años agradecía no haber estado bajo el cuidado de esa mujer, creció rodeado de dificultades que lo enseñaron a valorar cada una de las cosas que tenía, y, desafortunadamente, a codiciar la atención y el amor de otros.

    Ewon coloco el portarretrato en la repisa y siguió en la retrospección de su vida. A los once años había establecido un juego donde apenaba a los chicos robándoles besos y haciéndoles quedar mal ante las niñas, pero a sus trece comprendió que era más que eso, le gustaba su propio género y lo confirmó con quien después de golpearlo, lo dejó en coma por un mes.

    Dos años después, cuando debía comenzar a pensar en su vida fuera del albergue, llegó un hombre diciendo que era su abuelo, así supo que su verdadero apellido era Renalts, que poseía ciertas riquezas y que podía mudarse a la casona. Aceptó el ofrecimiento y se mudó con ellos, pero su destino ya había sido planeado, y no era quedarse en la pequeña ciudad ni con los padres de la mujer que lo parió. Él quería forjarse un destino por si mismo, no por recomendaciones, ser diferente a quien le dio la vida.

    —¿Pina sabe que estas aquí?

    —Tan pronto gaste lo que le correspondió de la fortuna, no dudes que vendrá a pedir que vendas la casa —respondió Ewon a su primo que salía secándose el cabello—. Aunque lo más seguro es que primero irá donde Mookyul a pedir dinero.

    —Me alegra que después de todo, la vida te haya dado la oportunidad de estar con Eun —el sonrojo del rubio hizo reír a Takahashi.

    Cuando lo encontró por primera vez, Jung se estaba besándose con un chico que por bien podía pasar por una mujer debido a su contextura y cabello, esa noche Ewon trató de explicarle sus gustos, Misaki solo le dijo que podía hacer lo que quisiera siempre y cuando no hiciera sufrir a su pareja. En ese instante el rubio no entendió su mensaje, pero con los siguientes años de relación, cada vez que veía a Jiho el chico destilaba amor por Jung, algo que no era correspondido. Una tras otra de las infidelidades del ojiazul causó que los constantes reclamos de Misaki los distanciaran, incluso estudiando en la misma universidad, era poco el contacto.

    Pero el tiempo pasa, y ahora Ewon se veía feliz y completo, además que su esposo le daba gusto en todo lo que quería.

    Misaki sintió celos por ese amor que se profesaban, era tan parecido al de Takahiro con Manami.

    —El destino tiene reservado alguien especial para ti, solo ten paciencia —fue su turno de ruborizarse.
     
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