Vidas ajenas, vidas unidas.

The O.C [RyanxSeth] [Finalizado]

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    I



    El sonido de la alarma interrumpió su pesado sueño. Ryan Atwood se desperezó tan pronto el sonido del móvil se unió al de la alarma.

    Torpemente alargó el brazo para hacerse de ambos aparatos. Primero apagó la alarma, después revisó el mensaje de Marissa.

    Extrañamente no le sorprendió enterarse de que su ¿Amiga, novia, amante? tendría una salida (sólo de chicas) junto a Summer y Anna.

    Posiblemente a cualquiera le resultaría raro el no poder clasificar una relación con una persona cercana, para Ryan sin embargo, se había vuelto normal.

    Desde su llegada a la casa de los Cohen, su vida no dejaba de dar vueltas entre el caos, el drama, altibajos emocionales, dudas personales.

    ¿Qué hacía allí realmente?

    Se guardó el móvil en el bolsillo y tomó su camiseta de la cama para terminar de vestirse.

    La alcoba junto a la piscina siempre le resultó tan ajena a su anterior estilo de vida en Chino. Nunca terminaría de acostumbrarse al lujo que destilaba la vivienda de la familia Cohen. Sin embargo, se sentía miembro de ellos, formaba parte de la familia ahora.

    Sandy lo había rescatado, Kirsten lo había aceptado, y Seth...

    Seth se había encandilado con su presencia desde el primer día que se conocieron.

    Nada más llegar a la cocina, Sandy le dio los buenos días y le hizo entrega de un croissant con crema, después señaló la cafetera a sus espaldas.

    Era la rutina de todos los días.

    A Ryan le parecía demasiado hilarante hallarse formando parte de un núcleo familiar que no estuviera involucrado con robos, peleas callejeras, y todo tipo de actividades delictivas que englobaban el circuito de aquel barrio en Chino.

    La vida en la costa era tan diferente. Todo era tan tranquilo y superficial que, en ocasiones, no podía evitar echar de menos el ajetreo.

    Sus padres divorciandose, su hermano pidiéndole ayuda para robar un vehículo. Su madre corriéndole de la casa, su hermano dejándole a su suerte al verle pillado por la policía.

    Si. Quizá era preferible estar con los Cohen.

    Fue a sentarse a la mesa y su mirada viajó hacía el recién llegado que exhibía en sus manos un adorno con una corona navideña en el centro.

    —Oye, Ryan, ¿No sería increíble adelantar Naviukah este año?

    Y en menos de un minuto, tuvo aquel ornamento moviéndose de izquierda a derecha frente a su rostro.

    Lo gracioso con Seth era que nunca sabías si hablaba en serio, o en cambio, hacía uno de los tantos usos de su deficiente manejo del sarcasmo.

    —Estamos en marzo— señaló, sin comprender a ciencia cierta la ansía de su amigo por celebrar. Hasta que recordó el mensaje de Marissa.

    Debió imaginarlo.

    Obvia lógica de Seth Cohen. Viaje de chicas era el equivalente a festejo de chicos.

    —Opino que hagamos una fiesta— el susurro de Seth, le hizo volver su atención hacia la barra desayunadora. Sandy se había ido. Kirsten solía irse más temprano para reunirse con Julie y su padre en la empresa. Así que sólo quedaban ellos dos.

    —¿Bromeas?— increpó, tratando de disuadir a Seth de su plan. —Si ocurre lo de la última vez— supuso que no haría falta mencionarlo.

    La última fiesta fallida los había metido en serios líos a ambos.

    De ahí derivaba precisamente aquella admiración proveniente de Seth hacia su persona. Siendo criado en un ambiente tan hogareño, y teniendo al alcance todas las comodidades, Seth jamás se había visto en la necesidad de verse inmiscuido en problemas de ninguna índole.

    Por ello gustaba de la adrenalina que le generaba romper las reglas. De una u otra manera, a Seth debía parecerle gratificante saberse sermoneado y castigado tras ser pillado in fraganti haciendo lo que se supone no debería.

    El problema radicaba en que la culpa del desperfecto generado, solía recaer en Ryan. Y él no quería cargar con todo el señalamiento como de costumbre.

    —Esta vez solo invitaremos a unos cuantos— la afirmación de Seth sonaba a todas luces falsa.

    Era su sonrisa pretenciosa lo que delataba sus (ya de por sí) obvias intenciones.

    Terminando de comer la merienda, Ryan pensó en Marissa. Se cuestionó cuánto tiempo transcurriría antes de que uno u otro estropeara las cosas, surgiera algún malentendido, o cualquiera de las decenas de factores que solían repercutir en su relación diariamente.

    Luego pensó en Seth, en su perpetua disyuntiva sobre sus sentimientos por Summer, su constante baja autoestima respecto a lo que ella sentía, la escasa conexión entre ellos.

    Era, hasta cierto punto, hilarante el como se veían siempre envueltos en situaciones que rayaban en lo absurdo.

    Recordó entonces aquel viaje que Seth había emprendido en su velero a Portland luego de que él decidiera dejar un tiempo Newport para intentar darle un nuevo enfoque a su vida junto a Theresa. El como Sandy le había buscado para pedirle con cierto desespero que le ayudase a abogar en el retorno de su rebelde y despreocupado hijo.

    Aquella vez Seth lo había dejado todo en su afán de recuperar los lazos que anteriormente les unían. Había abandonado los estudios, su cómoda y monotonamente resuelta vida. Había dejado atrás a sus padres, e incluso le había dado la espalda a Summer.

    —Anda, Ryan.

    Sus pensamientos de diluyeron cuando vio a Seth sentarse a su lado, dejando sobre la mesa el excéntrico ornamento navideño para pasar a mirarlo con aquel aire tan alegre y jocoso.

    —¿Qué podría salir mal?

    Ryan separó los labios en su afán por responder el interminable listado que había acudido a su memoria, pero entonces vio al primogénito de los Cohen uniendo las manos en una ridícula pose de súplica.

    Ciertamente era aburrido pasar solos el día en la mansión. Y sabía con antelación que si se negaba, Seth le obligaría a jugar videojuegos por horas, después leerían viejos cómics y nadarían un rato en la piscina.

    En retrospectiva, no estaba tan mal pasar el día junto al ruidoso de Seth. El inconveniente se cernía en la rutina.

    Llevaban haciendo lo mismo las tres últimas semanas, sólo que en compañía de Marissa y Summer.

    ¿No estaría bien cambiar la rutina para variar?

    —Por favor.

    El exagerado puchero de Seth, puso punto final a aquella conversación unilateral.

    **

    Afortunadamente era su día de descanso. Había conseguido empleo de mesero en un restaurante cerca del muelle. Y la única condición que le había impuesto al testarudo de Seth era que la fiesta se realizara en la playa.

    Aquello les ahorraría un sinfín de problemas, empezando con los posibles destrozos en la casa, la llegada de la policía al ser alertada por los vecinos, la introducción de sustancias ilegales, entre otras cosas.

    —¿A quienes llamaste?— preguntó al terminar de arrastrar la última hielera bajo el toldo.

    Seth terminó de poner el carbón en la parrilla y sonrió despreocupadamente ante semejante interrogante.

    —Ya sabes, viejos camaradas. Los miembros del club de cómics.

    Ryan alzó una ceja a la expectativa, esperando que Seth retomara la perorata, pero no ocurrió.

    —Seth. Hay tres personas, además de ti, inscritas en ese club.

    Con los hombros levantados, Seth omitió la desilusión impresa en el comentario.

    —Con nosotros somos cinco, viejo. Además todo ha sido de último minuto.

    Sin embargo, Ryan había dejado de escucharlo para alejarse unos pasos en dirección al muelle, teléfono en mano.

    El caso con Seth era que, pese a ser el individuo más conversador y de maneras excéntricas en la bahía de Newport, sus amistades se reducían significativamente a ellos, el club de cómics, y por supuesto, las chicas.

    Seth era tan torpe socializando, como él lo era conversando.

    No era como si importara realmente, pero si pretendían dar una fiesta, necesitaban gente. Y no esas personas estiradas y en extremo superficiales de la alta sociedad de la que formaba parte Julie, sino simples jóvenes con deseos de divertirse.

    **

    Caída la tarde, la marea había descendido. El viento arreciaba y la zona céntrica de la playa se había abarrotado de jóvenes que, bebida en mano, bailaban al ritmo del DJ que se había adueñado del muelle.

    Entre aquel el bullicio, Seth Cohen se abrió paso con una lata de cerveza. Miró en todas direcciones, y la decepción en su semblante se hizo latente al no vislumbrar al Atwood por ninguna parte.

    Era por esa justa razón que odiaba ese tipo de conglomeraciones. Estaban bien siendo solo los integrantes del club de cómics y ellos, pero la popularidad de Ryan con las chicas, traspasaba toda barrera en Newport.

    Y competir por la atención de su mejor amigo, no era una actividad muy grata, teniendo en cuenta que quería pasar tiempo con él.

    Cerca del muelle, vio a Zach parloteando con un par de chicas. Alex coqueteaba con el DJ, y Taylor se besuqueaba con su novio francés cerca del toldo. Aquellos eran los únicos rostros conocidos (y medianamente amigables) en derredor.

    De acuerdo. Habría sido mejor idea quedarse en casa con Ryan. Al menos habría podido usar la excusa de los videojuegos para estar sentados uno al lado de otro y rozando ocasionalmente su mano... O nadando en la piscina y rozando (accidentalmente) un par de veces su brazo. Incluso gastarle bromas tontas en el sofá mientras miraban una película, cualquier cosa sería mucho mejor que estar varado sólo en la playa.

    Desde siempre había sido el chico nerd invisible de la costa. Con la llegada de Ryan, las cosas no habían cambiado mucho, pero había encontrado en Atwood el valor para sentirse cómodo siendo él mismo. Fue él quien lo alentó a conquistar a Summer, y fue por él que Marissa dejó de ser la muñeca inalcanzable para convertirse en una verdadera amistad. Incluso sus padres estaban agradecidos de haber podido adoptar e integrar a Ryan a la familia.

    Es que. Por dios ¿Quién en su sano juicio, no querría a Ryan?

    Atwood les había dado una lección de humildad verdaderamente valiosa. Y Seth en verdad lo quería. A veces pensaba que el sentimiento que le profesaba era similar al que se tiene por un amigo, pero entonces cayó en la cuenta de que en realidad le gustaba.

    Más que amigo, hermano o camarada, Ryan era su otra mitad. Tan diferente a él, tan conocedor del mundo peligroso. En cambio, él vivía atrapado en su burbuja de felicidad. La oda a la familia feliz y perfecta.

    Cansado de andar, se dejó caer en la arena y se bebió el resto de la cerveza. Llevaba ya unas cinco, y no pensaba parar todavía.

    Oh. Cómo se pondrían sus padres si lo vieran en ese momento. Mejor aún, cómo reaccionarían si supieran sobre sus sentimientos por Ryan.

    Seguro lo mandarían a un internado o algo así. Por ello había sido preferible seguir montando la farsa y redirigir felizmente sus sentimientos hacia Summer Roberts.

    La chica que escribió un dulce poema en su niñez, que en realidad no era suyo. La niña consentida fanática del valle. Summer era hermosa, y había sido su primer amor, pero ella no lo comprendía, no conectaba tan bien, como lo hacía Ryan.

    Y Seth solía preguntarse en ocasiones si no sería muy obvio por cómo lo miraba y cómo lo buscaba con insistencia, estuvieran solos o en compañía.

    Trágicamente no podía decirle sobre lo que sentía porque temía alejar a Ryan. Él tenía a Marissa Cooper. La sensual y divertida vecina que siempre terminaba metiéndose en problemas. Puede que incluso más que ellos.

    Tonterías. Marissa no quería a Ryan. Y si lo hacía, no lo valoraba lo suficiente. La relación que tenían no podía sostenerse una semana sin que alguno de los dos quisiera "tomarse un tiempo" para pensar las cosas.

    Trivialidades dignas de Newport.

    De pronto, se sintió molesto. Se levantó y sacudió la arena de sus shorts para ir en busca de la hielera. Bebería otra cerveza y si no encontraba a Ryan, regresaría sólo a la mansión. Al diablo con la fiesta. Esas personas hipócritas nunca le habían hablado, ni siquiera lo habían notado en toda la vida que llevaba residiendo allí.

    Su nuevo (e inalcanzable sueño) era recorrer el mundo en su velero. Uno nuevo, más grande y mejor que el que tenía. Se llamaría Ryan y su acompañante, por obviedad de razones, debía ser el portador del mismo nombre.

    Rió divertido por su broma y se acercó al toldo para tomar dos cervezas más.

    —¡Piensa rápido, Cohen!

    Pero el aludido no lo hizo. No tuvo tiempo ni de reconocer la voz de su interlocutor cuando el balón le golpeó de lleno en el pecho, con tal fuerza que terminó derribandolo de espaldas sobre la fría arena.

    Seth Cohen rompió a reír una vez más, sintiendo el alcohol haciendo estragos en su cuerpo.

    —La firma de autógrafos para el estreno de mi nuevo cómic es hasta dentro de dos semanas— comentó al levantarse. Tuvo que sostenerse del tubo de metal a su costado, y cuando el rostro familiar se cruzó en su campo de visión, entrecerró los ojos para confirmar que no se tratara de un sueño, o en su defecto, de una pesadilla.

    ¿Qué hacía el gorila que se afeitaba el pecho en su fiesta?

    —¿Luke?

    —Invitaron a todo el muelle excepto a mi— le hizo ver el susodicho.

    Seth retrocedió un paso, presa del hormigueo que serpenteaba bajo su piel. Oh si, estaba en un tremendo lío. Y lo mejor de todo era que se lo había ganado esta vez.

    —Marissa no está— argumentó, señalando a la multitud en derredor. —Pero le diré que te busque en cuanto la vea.

    —Dejate de tonterías, payaso.

    Cuando Luke lo levantó del cuello de la camisa para encararlo con enfado, Seth supo que no solo la había liado más, sino que, Ryan, como siempre, había tenido razón.

    Cómo se reiría el capitán avena cuando se lo dijera.

    Fiesta a espaldas de los padres, igual a mala idea.

    El primer puñetazo en la nariz, no lo sintió, pero los siguientes que vinieron en dirección a su rostro, si.

    **

    Ryan dejó de mirar a Theresa cuando el DJ pausó la música y el alboroto que se suscitaba en la playa se hizo evidente. Primero un coro de gritos enardecidos, luego el gentío congregado en círculo alrededor del toldo.

    —Seth— fue la primera persona que le vino a la mente.

    Ni siquiera se despidió de Theresa. Saltó la barrera y corrió en dirección al gentío.

    Había sido una mala idea ausentarse tanto tiempo. Sin embargo no esperó que Theresa lo buscara para darle noticias sobre su hermano. Al parecer los problemas no dejaban de seguirlo a todas partes.

    Se abrió paso a codazos y su primer instinto fue el de dejarse ir a los golpes contra Luke, quién no dejaba de arremeter puñetazos en el rostro de Seth.

    Primero lo derribó, después le dio un derechazo directo en la mandíbula. Al poco tiempo Luke se defendía también.

    Las cosas empeoraron cuando los amigos de Luke se unieron a la pelea.

    En menos de diez minutos había terminado todo.

    **

    Las peleas clandestinas eran su fuerte. Las peleas cuatro contra uno, no.

    Ryan detuvo su tambaleante andar para escupir sobre la arena, después se pasó el brazo de Seth sobre sus hombros y lo instó a seguir arrastrando los pies.

    La sangre y los hematomas eran lo de menos. Sandy y Kirsten lo desterrarían permanentemente de su casa cuando vieran el estado de Seth.

    Casi le habían roto la nariz, tenía una herida en el pómulo y otra más profunda sobre la ceja derecha. Su ojo izquierdo también presentaba un enorme moretón y, por si fuera poco, se había lastimado el tobillo cuando, al percatarse de la pelea, intentó ayudarlo a sacarse a los amigos de Luke de encima.

    Ryan suspiró y trató de convencerse de que solo era otro día en la bella costa oeste de Newport.

    Curiosamente le sentaba peor el estado de Seth que cualquier otro asunto relacionado con la fiesta. No era la primera vez que algo similar les sucedía, pero si la primera en la que Seth había intentado unirse a la pelea. Generalmente era pacifista y procuraba mantenerse al margen.

    —Lo lamento— carraspeó mientras se sentaba debajo del área destinada a los guardavidas. Seth se veía tan vulnerable que sentía que le sucedería algo peor si llegaba a dejarle sólo de nuevo.

    —Leccion aprendida— dijo Seth, recargandose en su hombro. —No más fiestas hasta Naviukah.

    De pronto, un celular comenzó a sonar. Ryan rebuscó en los bolsillos de los shorts de Seth y depositó el móvil en sus manos para que atendiera la llamada.

    —Es Summer.

    Seth, sin embargo, lanzó el teléfono a la arena.

    —Siete horas tarde— lo oyó farfullar contra su hombro.

    Ryan se abstuvo de decirle acerca de lo infantil e inmadura de su conducta cuando Seth se apartó de él para recostarse sobre la arena.

    —¿Sabes, viejo? Esto no es nada en comparación a cuando te fuiste de Newport. Creí que moriría en tu ausencia— se giró para quedar boca arriba y estiró los brazos y las piernas. —Y si me permites, haré ángeles de arena hasta que la marea me lleve o hasta vomitar. Lo que ocurra primero.

    Era irónico la forma en la que Seth Cohen se tomaba las cosas más serias tan a la ligera. A Ryan no le sorprendía que su mejor amigo fuera incomprendido por los demás, lo que no terminaba de entender era la razón que tenía el hijo de los Cohen para aferrarse tanto a una persona. Desde siempre Ryan había sido hermético, solitario, poco dado a las muestras de afecto y más propenso a meterse en enredos de los que le gustaría.

    Y aún con todo, Seth lo seguía a todas partes.

    —¿Aún sigues molesto conmigo por haberme ido esa vez?— era tonto preguntar, pero ahora sabía que Seth quería que lo hiciera. Necesitaba el minimo pretexto para exteriorizar todas las quejas referentes a aquella ocasión.

    Pronto Seth dejó de moverse. Parpadeó y tensó el rostro cuando un aguijonazo de dolor se hizo presente.

    Ryan negó con la cabeza.

    —Eres demasiado melodramático, Seth. No habrías muerto sin mi.

    El silencio se prolongó unos minutos. Ryan creyó que el tema quedaría finalmente en el olvido cuando Seth se dio vuelta para quedar apoyado sobre sus codos. Y pese al evidente estado de ebriedad, notó su expresión neutra.

    —¿Cómo lo sabes?

    Esta vez no había ninguna nota de comicidad en el tono.

    Angustiarse o reflexionar en lo dicho, ahí radicaba el actual dilema de Ryan Atwood.

    ¿Qué tan dependiente podías ser a una persona?

    Meditó en Marissa, en lo mucho que la quería, en lo poco que le importó hacerla a un lado cuando surgió el imprevisto con Theresa. Luego pensó en esta última, y la facilidad que tuvo para abandonarla una vez que ella se lo había pedido.

    De una u otra forma (e incluso sin preverlo de ese modo) siempre terminaba deslindandose de las personas que más le importaban. Nunca se cuestionaba razones, jamás ahondaba mucho al respecto. Si Marissa quería un tiempo, se lo daba. Si él quería alejarse, lo hacía.

    Pero...¿Y Seth Cohen?

    ¿Qué lugar ocupaba él en su vida?

    Si había retornado a Newport, se debía principalmente a él. Cuando Sandy le había buscado para exponerle la situación, no pudo si no imaginar a Seth vagando en el océano sin ninguna compañía, sin nada más por realizar que surcar el mar a la deriva.

    Lo imaginó sólo, y lo sintió pérdido en más de una forma.

    Y sintió por primera vez un pesar tan grande, que se prometió a sí mismo no volver a alejarse de él, no de forma definitiva al menos.

    —Nadie muere por la ausencia de otra persona en su vida— murmuró, tajante. Vio que Seth inclinaba los codos y ladeaba la cabeza sobre la arena para evitar todo contacto visual.

    Edited by [Ray] - 1/8/2021, 04:21
     
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    II



    Restaban solamente dos horas para que finalizara la jornada de estudios. Era lunes, y el sol abrasador de la tarde, volvía el ambiente del interior del instituto sofocante.

    Afortunadamente las últimas horas estaban destinadas a los diferentes clubes asignados meses atrás. Seth aún recordaba lo díficil que había sido integrarse en uno. Odiaba los deportes, y las protestas estudiantiles tampoco eran su fuerte. Seguir a Taylor en la entrega de pancartas por todo el campus del instituto, habría sido bochornoso y nada productivo para un individuo que gustaba de cierta tranquilidad. Y aunque habría querido pertenecer al club de polo solo para poder estar con Ryan, Seth Cohen conocía sus propias limitaciones fisicas. Sabía de sobra que le masacrarían desde los primeros partidos, y no tenía caso arriesgar el pellejo para estar unos minutos al lado de la persona que le gustaba.

    Al menos sus padres no habían hecho tanto drama luego de que los encontraran con multiples golpes y a él teniendo la resaca de su vida. Claro que el mérito se lo llevaba su padre. Sandy Cohen sabía abogar muy bien a favor de Ryan. Y esta vez no había sido la excepción. Que si solo eran adolecentes con deseos de divertirse, que semejante tontería no volvería a repetirse. Su madre se había visto en la encrucijada de no poder descargar su enojo luego de que él reconociera haber sugerido la fiesta en primer lugar.

    Un castigo de dos semanas para los dos, era lo de menos, teniendo en cuenta sus enrollos pasados.

    En cambio allí estaba, cerca de la cafetería, sentado junto al aire acondicionado mientras trazaba finas líneas sobre el papel con el afilado grafito. Se trataba del segundo tomo de su famoso cómic Atomic County. Había sido buena idea escuchar a Zach sobre el desarrollo de aquellas ideas flojas e inconclusas, y sobretodas las cosas, fue buena idea seguir el consejo de Summer en cuanto a dejar fluir su apasionamiento por la elaboración de un cómic. Un simple dibujo había servido de guía para la estructuración de toda una historia.

    Seth trazó formas irregulares, delineó curvas, sombreó donde lo creyó oportuno, alzando ocasionalmente la mirada en dirección a la cafetería, donde se encontraba su actual (E inconsciente) modelo, manteniendo una acalorada discusión con Marissa Cooper.

    De pronto Ryan se apartaba, luego Marissa hacia amago de seguirle, después fruncía el ceño y desistía de ello. Ryan se detenía, Marissa lo miraba.

    ¿Cuántas veces les había visto discutir?

    Demasiadas. Y aún no comprendía por qué razón seguían aferrándose el uno al otro.

    Seth se concentró en añadir los últimos detalles a su dibujo al difuminar el moretón junto a la comisura del labio derecho. Kid Chino estaba terminado, y lucía mejor que el resto de personajes de la historieta. A color se vería más impresionante, con su rubio cabello y su chaqueta negra de cuero, golpeando criminales y salvando al poblado de Orange.

    Haciendo los lápices a un lado, Seth se levantó del asiento al verle pasar de largo hasta los casilleros.

    —¿Mal rollo?— inquirió tan neutral como le fue posible. Le sentaba mal que su mejor amigo tuviera esa clase de problemas amorosos.

    —En realidad no. Terminamos, es todo— la escueta explicación de Ryan, llegó acompañada de un azote a la puerta del casillero.

    Los estudiantes del pasillo les dirigían miradas desconcertantes. Y Seth al notarlo, echó a andar resueltamente a su lado. Él tampoco llevaba las de ganar en ese ámbito. Summer había estado disgustada por la riña en la que se vio involucrado y, además, había ignorado sus llamadas.

    ¿Resultado?...La ley del hielo.

    Al parecer el terreno de las relaciones sentimentales era el punto débil de ambos.

    —Deberíamos hacer algo— sugirió, pero silenció su idea cuando Ryan le dirigió una mirada glacial.

    De acuerdo, que sus ideas no eran buenas, y generalmente terminaban metiéndolos en más problemas, pero solo quería animarlo. Cada vez que Ryan y Marissa reñían, los dos terminaban metidos en líos mayores al tratar de superar la dichosa ruptura. A Summer le tocaba hacerse cargo de su amiga, y Seth por su parte, quería hacer lo propio con el terco y orgulloso chico rubio.

    —O podríamos ir a los videojuegos al muelle— intentó una vez más, andando deprisa cuando Ryan pretendía dejarlo atrás.

    —No estoy de humor, Seth. Tal vez otro día.

    Seth lo vio seguir de largo por el campus con su mochila al hombro. Maldijo en voz baja y miró en dirección al instituto. Quedaba más de una hora para que terminaran las clases, pero en el hipotetico caso de que sus padres estuvieran en casa, sería sospechoso que Ryan llegara solo, no tardarían en interrogarle y se metería en más aprietos.

    Finalmente decidió ir a su casa.

    **

    Recostado boca abajo en el borde inferior de la cama, Seth Cohen alzó la figura de plástico del caballo, lo miró aburrido y se giró de espaldas.

    —Ah ¿Qué dices, capitán Avena? ¿Que Ryan podría estar en apuros?... Creo que no deberíamos agobiarnos ni precipitarnos todavía. Es el chico del barrio Chino, ¿Recuerdas?

    Suspiró resignado y se sentó para ver por cuarta ocasión el reloj de pared. Ya habían transcurrido tres horas desde que dejara el instituto y Atwood no aparecía. Tomó su móvil y, de nuevo, la llamada no pudo enlazarse. Saltó el contestador de voz.

    No había manera de contactarlo. Marissa tampoco atendía las llamadas, y Summer definitivamente no iba a prestarle ayuda hasta que no hicieran las paces. Así que de nuevo debía arreglárselas solo.

    —Bien, capitán Avena, iré a buscarlo. Ya verás que se encuentra bien y solo hacemos alboroto por nada.

    Seth salió de su casa con una chaqueta y se lo pensó dos veces en usar el vehículo. La pregunta ahora era a dónde debería acudir primero. Conociendo a Ryan, quizá iría a buscar la raíz del problema con Marissa. Era lo que solía hacer cuando peleaban. Lo había hecho con Luke varias veces, y también con aquel chico llamado Oliver que rondaba a Marissa en el psicólogo.

    ¿Quién habría sido la manzana de la discordia esta vez?

    Si Ryan no fuera tan impulsivo, ni gustara tanto de aislarse cuando tenía cualquier problema, sería más sencillo averiguarlo. Es más, ya lo sabría de su propia boca. Sin embargo, Atwood tendía a guardarse las cosas, simplemente no era del tipo comunicativo. Desde su llegaba a Newport lo había dejado claro.

    La segunda opción era...

    Indeciso, Seth sacó el móvil del bolsillo y desglosó la lista de contactos segundos antes de marcar el número.

    Al tercer timbre, el tono de voz agudo atendió la llamada.

    —Escucha, Summer.— calló al no oír respuesta. —Por favor, no cuelgues. Si, ya sé que he sido un patán pero necesito preguntarte una cosa ¿Con quienes estuvieron Marissa y tú en su día de chicas?
    **

    La disputa había sido inevitable. Ryan aún resentía la serie de golpes. Sabía que debía parar, pero era díficil cuando su hermano le dirigía aquella mirada retadora.

    Oscurecía, y Ryan estaba consciente de que debería estar en casa de los Cohen en lugar de estarse liando a golpes con Trey debajo del muelle.

    Simplemente no había podido contenerse. Cuando Marissa le contó sobre aquella salida, había perdido por completo los estribos. Y era así, no tanto por el hecho de que su hermano hubiera intentado acercarse a Marissa con intenciones románticas, sino porque se trataba precisamente de Trey, quien le había traído múltiples y serios problemas, cada cual peor que el anterior.

    Había accedido a ayudarlo en el robo del vehículo hace un año, y Trey lo había dejado varado cuando la policía lo atrapó. Después le dio la espalda como su familiar. Y cuando Ryan no pudo recurrir a él, y se había entregado por completo al cuidado de la familia Cohen, volvía a recibir noticias suyas desde prisión.

    Desde el extremo opuesto de las columnas de madera, Trey lo observaba, aun rabioso y con deseos de seguirlo fastidiando.

    —Solo porque ahora vives con los ricos, te crees superior a tu propia sangre, Ryan.

    ¿Hablaba en serio?

    —El que intente rehacer mi vida aparte, no te da el derecho de venir e intentar quitármela— hablaba de Marissa, claro. No toleraba saber que su hermano le molestara por su causa. —Si tienes problemas, ocúpate de ellos, pero no me involucres— pidió, sin embargo aquello irritó más a Trey.

    —No intentes decirme qué hacer— de nuevo intentó golpearle.

    —A menos que quieras regresar a prisión, te sugiero que te apartes—ordenó la conocida voz de Sandy Cohen a sus espaldas.

    El efecto de la advertencia fue inmediata. Trey retrocedió en el acto mientras Ryan veía confundido la figura de Seth aproximarse vacilante en su dirección.

    —Adivino, el padre adoptivo de Ryan, un policía. Te sacaste la lotería, hermano— Trey sonreía, ya sin atisbo alguno de preocupación.

    —En efecto, soy el padre de Ryan, y soy abogado —corrigió Sandy con expresión seria. —Mi consejo es que mantengas tu distancia con Ryan si quieres seguir libre.

    Visiblemente irritado por la reiteración, Trey escupió hacia un lado.

    —Ryan no pertenece a este lugar tan pretencioso— retrocedió y lo señaló con el índice. —Cuando te des cuenta, no me busques para que acuda en tu ayuda, porque no estaré allí.

    Ryan exhaló con cansancio antes de responder.

    —Nunca has estado.
    **

    Tras recibir una amonestación acompañada de un largo sermón de parte de Sandy, Ryan fue a la casa junto a la piscina. Camino a la casa había tenido a Seth recitándole un montón de excusas del por qué había terminado llamando a su padre para auxiliarle al enterarse de que posiblemente estuviera en problemas.

    Y aquello había terminado por molestarle. Ni siquiera había puesto demasiada atención a la perorata de Seth luego de los primeros cinco minutos. Tan solo le había ignorado y se había enclaustrado como solía hacer cuando sus problemas se desbordaban.

    Últimamente todo le estaba saliendo mal. Meditando en todo lo acontecido desde su llegada a Orange, veía todo desde una nueva mirilla. Ya no sentía que arrastraba los problemas consigo, actualmente se sentía como si él mismo fuera el problema, y arrastraba inconscientemente a los demás.

    Ya no quería intentar arreglar las cosas con Marissa porque ni siquiera estaba seguro de lo que sentía por ella. A veces creía quererla de verdad, pero a veces (Y esto ocurría la mayor parte del tiempo) se sentía vacío respecto a sus propios sentimientos.

    No tenía lo que se necesitaba para estar inmerso en una relación. Era demasiado serio, poco dado a las muestras de afecto, completamente nulo en el romanticismo. Una pieza algo dañada y con poco para ofrecer. Eso era.

    Ryan levantó la mirada hacia el cristal cuando oyó los suaves golpes.

    Seth estaba afuera, sosteniendo una bandeja con panecillos.

    Dudó en abrirle, pero finalmente lo hizo. Seth entró y tras sonreirle, se sentó en el colchón y dejó la bandeja a un lado.

    —Lo sé, hoy fue un mal día para ti, viejo. Suele pasar. Lo que necesitas es comer un delicioso muffin de arándanos con mermelada de frambuesa, y quizá jugar una partida conmigo— hizo una pausa para mirarlo antes de agregar. —A menos claro, que te de miedo perder contra mi.

    Ryan negó despacio con la cabeza, sin poder contener un leve indicio de sonrisa por el infructuoso intento de Cohen por levantar su estado de ánimo.

    —No es buen...

    —¿Momento?— completó Seth, anticipándose a aquello que venía oyendo en días pasados.

    Ryan se encogió de hombros y asintió con simpleza.

    —Si. Mira, Seth, se que intentas ayudarme, pero debes dejar de meterte en mis asuntos.

    Quizá fue la forma en la que lo dijo, pero notó que por unos segundos el rostro Seth se tornaba sombríamente reflexivo. Ryan aguardó oír una respuesta sarcástica o negativa de su parte, incluso una broma rídicula y de mal gusto como las que solía gastarle en situaciones que requerían seriedad. No obstante, no esperó que Seth se levantara de la cama, con su semblante aun pensativo.

    —Tienes razón. Debo dejar de hacerlo. Eh...come pronto o van a enfriarse.

    En silencio, Ryan lo vio partir. No entendía a qué se debía, o si incluso intuía mal, pero Seth se estaba comportando más extraño de lo normal desde días atrás, y aquello lo desconcertaba demasiado.

    Primeramente le proponía hacer una fiesta en ausencia de sus padres, después se metía en una riña con Luke, discutía deliberadamente con Summer y se entrometía en cosas que no venían al caso. El hecho de que metiera a Sandy en sus querellas familiares le había molestado bastante. Y ahora, sin más, se alejaba, como si estuviera...¿herido?

    Tal vez debería pedirle disculpas.

    Tomó uno de los panecillos, pero no pudo comerlo debido al malestar del que era preso.

    Algo no estaba bien.

    De qué otro modo a Ryan le afectaría más un simple distanciamiento con su mejor amigo, que el rompimiento con su novia.

    Molesto consigo mismo, se recostó sobre la cama y se forzó a dormir para dejar de pensar.
     
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    III



    Removió el líquido frío con la cuchara por octava vez antes de que los pasos a su espalda le alertaran sobre la presencia del recién llegado.

    —Seth— saludó, procurando llamar la atención del susodicho, quién, en su distracción, había pasado de largo la barra desayunadora para ir a la sala de estar.

    A Ryan le parecía un hecho de lo más insólito que el amante de los videojuegos ni siquiera se tomara la molestia de mirarlo.

    Las cosas entre ellos habían estado tensas los últimos días, pero Ryan esperaba que antes de finalizar la semana, la situación mejoraría, y la ofensa que le había hecho a Seth Cohen (Cualquiera que está fuera), quedaría en el olvido. Porque si, no estaba enterado de cuál de todas sus acciones pasadas había afectado a Seth hasta ese punto. No consideraba que pedirle a Seth que no infiera en sus asuntos, fuera el principal detonante de todo. Seth ya venía comportándose extraño desde antes de aquella improvisada fiesta en el muelle.

    Ryan se detuvo cerca del sofá, presenciando a su mejor amigo tomar su mochila de la alfombra. Fue hasta ese momento que Seth se giró a verlo.

    —Ah. Hola, Ryan...se me hizo tarde ¿Te veo en clases?

    Ryan se rascó la nuca, debatiéndose mentalmente entre preguntarle o simplemente seguir esperando. No tuvo que pensarlo mucho. Seth salió sin mayores contratiempos de por medio.

    No despedida. No comentario sarcástico. No broma tonta.

    Llevaban días así. Y a Ryan no le agradaba en lo más mínimo saberse repelido. Era como si de pronto, se hubiera levantado un muro invisible entre ellos. Vamos, que Seth ahora ni siquiera quería asistir en su compañía al instituto.

    ¿Qué había hecho Ryan que fuera tan malo como para que Seth Cohen se sintiera tan indignado?

    Resignado, fue a buscar su mochila. Las respuestas no iban a llegar por sí solas.

    **

    Había actuado sin pensar, haciendo caso únicamente a los vestigios de irritación que venía soportando día con día.

    Cuando Seth subió la escalinata metálica de caracol, experimentó por vez primera un leve remordimiento acaecido por su mentira.

    Dejó la mochila botada junto a la puerta y empujó la manija para entrar. Una silueta femenina de talle delgado y mechas rubias apareció del otro lado de la puerta.

    —Identificación.

    La broma de Alex consiguió arrebatarle una sonrisa espontánea. Siguiendo la corriente del juego, Seth comenzó a hurgar entre los bolsillos de su ropa y fingió honda decepción en su semblante.

    —¿Quién iba a decirlo? Parece que la olvidé en mi otra camisa.

    Alex pretendió meditarlo antes de cederle el paso

    —Haré una excepción. Solamente porque ya has trabajado aquí antes.

    Seth agradeció el gesto y atravesó el salón hasta llegar a la barra de bebidas. Había pensado en saltarse las primeras clases solamente, pero cuando vio a Ryan esa mañana, decidió que era mejor no presentarse ese día al instituto.

    Realmente daba lo mismo. Tenía buenas notas y pocas inasistencias. Así que dudaba que aquello fuera a repercutir de manera honda en la evaluación.

    Oh sí. Su lado rebelde había regresado. Si nadie más lo valoraba (Y en especial, Ryan), entonces quizá era hora de hacer un cambio en su persona.

    Tal vez el chico de Chino tenía razón en cuanto a espetarle por entrometerse tanto en su vida. No era como si fueran pareja o algo así.

    Con una sonrisa boba ante semejante disparate, Seth tomó asiento en el taburete y aguardó a que Alex ocupara su lugar en la improvisada cantina. Ese era su refugio cuando las cosas se ponían demasiado desastrosas como para lidiar con ellas. Alex era como una confidente para él. Ella no lo juzgaría ni haría de voz de la razón, aunque ocasionalmente le daba consejos cuando le veía en pésimo estado.

    —¿Tus padres intentando controlar tu vida de nuevo?

    Ante la pregunta de la rubia, Seth detuvo su movimiento negativo de cabeza. No pretendía decirle a Alex lo que ocurría. Por más confianza que existiera entre ellos, no podía simplemente sincerarse, pues cabía la posibilidad de que se sintiera aún más confundido de lo que ya estaba.

    —Mi padre piensa que Brown no es una buena universidad— jugueteó con el vaso de licor sobre la barra y, a punto de agregar algo más convincente, calló al oír su móvil.

    Por segundos, Seth albergó la esperanza de que se tratara de Ryan, pero al ver el nombre del contacto, la decepción se expandió por su rostro en una mueca contradictoria.

    Detrás de la barra, y apoyada sobre sus codos, Alex lo observaba con inmensa curiosidad.

    —¿No piensas contestar?

    Seth se encogió de hombros momentos antes de girarse para atender la llamada.

    —Hola, Summer. Lo sé— calló ante lo que pretendía ser un regaño. Retiró el celular de su oído y esperó unos segundos antes de volver a acercarlo. —No me sentía del todo bien— hizo una pausa ante el segundo regaño. —No, no estoy enfermo. Es solo...escucha, te llamo más tarde.

    Y sin más, cortó la llamada.

    Los problemas comenzaban a acumularse. Minutos más tarde, su móvil reverberó por segunda ocasión. Esta vez, sin embargo, se trataba de un escueto pero claro mensaje de Summer.

    "Terminamos. Esta vez es definitivo"

    Tras leer el mensaje, Seth se dispuso a beber el contenido de su vaso, ignorando la intrigante mirada de su acompañante.

    **

    Atravesó el corredor, sintiéndose cada vez más molesto y confundido. No había visto a Seth en la hora del descanso. Lo había estado buscando por todo el campus para preguntarle el motivo de sus evidentes evasivas. Y todo en vano.

    A punto de llegar a la mesa destinada para el club de cómics, Ryan frenó su avance para mirar detenidamente la escena que se estaba llevando a cabo en el lugar.

    Se trataba de Zach. Aquel chico con pinta de modelo que se asemejaba tanto a Seth, con la diferencia de que Zach no recurría a un afilado uso del sarcasmo, además de que era más simpático que Seth. El problema no residía en su presencia dentro del club. Ryan sabía que formaba parte de él. Lo que le había detenido en su afán por acercarse, era la acompañante de Zach.

    Summer estaba prácticamente abrazada a él en una actitud demasiado melosa para que cualquiera lo interpretara como simple y llano compañerismo.

    Sus dudas quedaron resueltas cuando Zach deslizó su brazo por la cintura de Summer para besarla.

    Aquella sería una razón más de peso para buscar a su mejor amigo. El asunto era que Ryan no gustaba de entrometerse en esas cuestiones. No quería volverse el portador de las malas noticias, y tampoco entendía el trasfondo de todo.

    ¿Estaba Seth huyendo de él, o solo estaba huyendo de su propia vida?

    **

    Terminado el quinto vaso, Seth se giró en el taburete y se alegró inmensamente al notar que la multitud de personas crecía a cada minuto. Alex le había dicho que esa noche se presentaría un grupo muy importante, y él definitivamente no quería perderselo.

    Además, el que el bar se encontrara lleno, le ayudaba a pasar desapercibido. De esa manera, si alguno de sus padres decidía ir en su búsqueda, no la tendrían tan fácil. Se había situado en un punto estratégico que le permitiera observar la puerta de entrada.

    Cuando intentó ponerse de pie para ir al servicio, Seth notó que su resistencia al alcohol seguía siendo casi nula. Se sentía extremadamente mareado, y lo que era peor, sentía ganas de vomitar. Había sido terrible, pésima idea el haber revuelto las bebidas. Ahora entendía que el licor de café no se llevaba bien con el whisky en las rocas, y este tampoco lo hacía con el tequila sunrise.

    Torpemente logró abrirse paso entre la muchedumbre. Casi llegaba a su destino cuando distinguió la conocida y delgada silueta de Marissa junto a la puerta. Pensó si sería buena idea saludarla, quizá preguntarle cómo se encontraba, pero no hizo falta tal cosa.

    Seth se sostuvo de la pared y trató de enfocar mejor la mirada. No eran, sin embargo, los estragos del alcohol, los que lo habían desestabilizado.

    —¿Alex?

    Lo que no entendía era el por qué Marissa Cooper se estaba besando con su ex novia.

    ¿Lo sabría Ryan?

    ¿Debería decírselo acaso?

    Las nuevas arcadas lo hicieron correr hacia el servicio. Quizá había sido mala idea después de todo faltar a clases.
     
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    IV



    Era sabado por la mañana, y el ambiente en el comedor se había vuelto tenso después de que los últimos dos integrantes de la familia tomaran asiento para la merienda.

    Luego del rutinario saludo de buenos días, el silencio se había instalado y alargado por varios minutos. No había escuela ese día, por lo que resultaban incoherentes las prisas.

    Sandy lo sabía, y por ello, no evitó mirar con gran desconcierto a Kirsten, quien, sentada frente a él en el extremo opuesto de la mesa, le miraba de igual forma.

    Tanto Ryan como Seth habían empezado una suerte de competencia por quien ingería más aprisa los alimentos. Aparentemente ambos experimentaban fuertes deseos por abandonar pronto la mesa. Y aquello habría resultado normal, de no ser porque ninguno de ellos había intercambiado una sola palabra desde su llegada. Parecían estar más empeñados en retirarse, que en dialogar como antaño. Hecho natural en Ryan, pero no en Seth.

    Pasados unos minutos, Sandy decidió llegar al fondo del asunto. No era usual lo que estaba pasando.

    —¿Habrá alguna fiesta el día de hoy de la que no estemos enterados?

    Ryan dejó el trozo de pan con crema sobre el plato para limpiarse los labios con la servilleta.

    —No que yo sepa— miró discretamente a Seth, quien acababa de terminar su vaso de jugo de naranja para unirse a la conversación.

    —Lo único que sé es que no debo meterme en asuntos que no me conciernen. Eso incluye las fiestas— remató dirigiendo una rápida mirada al rubio.

    Ahora no solo las cosas estaban tensas entre ellos, sino que además sus padres lo sabían. Y lo que era peor, había temas incomodos aguardando por ser revelados. Era como si la confianza y la camaradería se hubieran diluido para dar paso a la incertidumbre y las dudas.

    Ryan cruzó los brazos sobre la mesa antes de decidirse a agregar algo más.

    —Seth, ¿Podemos hablar?

    Seth arqueó una ceja, haciendo gala de su mejor expresión irónica que relució a traves de una forzada sonrisa al saberse observado.

    —¿Acaso no estamos hablando ahora mismo?

    —Seth.

    Kirsten dobló la servilleta sobre la mesa, viendo reprobatoriamente al susodicho. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero sabía que no podía tratarse de nada bueno. Ryan era un miembro más de la familia. Seth lo adoraba, asi que no entendía por qué ese cambio repentino. A no ser que Ryan anunciara que pensaba irse de nuevo.

    Ante tal pensamiento, Kirsten se angustió y se volvió hacia Ryan.

    —¿Piensas irte de nuevo?

    Ryan evidenció sorpresa por el cuestionamiento.

    —No, ¿Qué?...es decir...

    Esta vez Ryan tenía la atención de los presentes puesta en él, y eso no le gustaba en lo absoluto. Ya ni siquiera entendía cómo es que un simple malentendido se había tergiversado hasta ese punto.

    —Yo atiendo— Sandy abandonó la mesa cuando el telefono comenzó a sonar.

    Y aunque tenso, Ryan se apresuró a aclarar.

    —No pienso irme, a no ser que ustedes asi lo quieran.

    —Ryan.— habló Sandy, extendiendole el telefono. —Es para ti.

    Al sentir las miradas inquisitivas en él, Sandy se vio forzado a añadir.

    —Es Summer.

    —¿Summer?— inmediatamente después, Seth se puso de pie. Algo no cuadraba. Miró a su padre, balbuceando incoherencias por lo bajo. —Debe haber un error.

    Sin embargo, Sandy Cohen se limitó a alzarse de hombros, sin entender a ciencia cierta, pero intuyendo vagamente que, el problema entre los chicos, derivaba a raíz de las chicas.

    Seth se rehusó a moverse del comedor, sintiendose terriblemente ofuscado y confundido con el asunto.

    ¿Para que querría Summer hablar con Ryan?

    Quizá el tema central fuera Marissa, pero ¿Y si no?

    —Si. Esta bien. Te veré allí.

    En cuanto Ryan colgó, Seth lo abordó, agradeciendo enormemente el que sus padres fueran lo suficientemente intuitivos para retirarse a la sala.

    —¿Qué te dijo?— sabía que estaba mal indagar, sin embargo, el asunto esta vez si le concernía. Se trataba de su ex novia después de todo.

    Ryan miró hacia el techo mientras se debatía entre responder o quedarse callado. Claramente lo segundo era mala opción, teniendo en cuenta el conflicto que tenía con su mejor amigo desde hace días.

    —Solo quiere hablar— respondió al fin, esperando no empeorar las cosas con ello. Sin embargo, su futil respuesta no sonó convincente, ni de lejos.

    Seth tragó pesado, se mordió los labios y caminó de un extremo a otro del comedor, tratando de poner en orden sus ideas.

    —¿Te has estado viendo con Summer a mis espaldas?— de acuerdo, que quizá no era la forma más acertada de exponer sus sospechas, pero se estaba impacientando de la actitud esquiva del Atwood.

    —No soy yo quien oculta cosas— de nuevo Ryan no evitó que sus pensamientos traspasaran sus labios. —Faltaste a la escuela, me evitas, no me hablas. ¿De qué se trata, Seth? ¿Es por lo que dije sobre que no te metieras en mis cosas?

    Frenando su nervioso andar, Seth se dirigió hacia su interlocutor.

    —Me pediste que te dejara en paz. Eso hice. Ahora me pides explicaciones de lo mismo que tu provocaste, Ryan— a pesar de que intentó no hacerlo, su voz se elevó. Seguro sus padres estarían oyendo todo. —Solo quería pasar más tiempo contigo. Te fuiste de Newport a Chino porque pensabas hacer tu vida junto a Theressa. Después cambiaste de idea cuando supiste que no estaba embarazada, regresas y vuelves con Marissa. Quise hacer esa estúpida fiesta en el muelle porque quería que estuvieras conmigo ese día, pero decidiste irte a quien sabe dónde, y los amigos de Luke me...— calló al notar la expresión de culpa de Ryan. Sabía que se estaba pasando, solo que cuando empezaba a decir la verdad, no había manera de detenerse.

    Visiblemente consternado, Ryan suspiró.

    —Summer me pidió hablar porque la vi el otro día con Zach— confesó, a sabiendas de que Summer le increparía después por ello.

    Extrañamente la confesión pareció no tener efecto en Seth, puesto que permaneció callado unos segundos, meditandolo.

    —¿Eso era todo?...— no esperó respuesta para continuar. —Ya no estamos juntos, puede hacer lo que quiera. No vamos a regresar, ¿Qué hay de ti y Marissa?

    A punto de responder, y sintiendose repentinamente ofuscado por la avalancha de información, Ryan contuvo su respuesta.

    —Creo que sería mejor hablarlo en la casa de la piscina— hizo un ademán en dirección a la sala para darle a entender a Seth que seguían siendo escuchados.

    Seth pensó que, de tratarse de cualquier otra persona (Summer incluida), probablemente habría dado por terminada la platica. Simplemente se alejaría, y en el mejor de los casos se iría de vuelta a navegar en el oceano, deambulando una semana en los puertos y gastandose el resto de sus ahorros en comidas callejeras mientras lo hacía.

    —Bien— pero se trataba de Ryan Atwood. Su mejor amigo, y a quien en secreto, quería.

    **

    Cuando Ryan cerró la puerta, Seth se debatió en si decirle o no lo de Marissa. Aquella escena en el bar lo había estado atormentando las noches pasadas. Además, Ryan había sido sincero respecto a la llamada de Summer. Sabía que debía hacer lo mismo, por más incomodo y complicado que fuera.

    Le había desilusionado el hecho de que Ryan no dijera nada sobre las múltiples quejas que le había dado, pero ahora que estaban a solas, esperaba que Atwood se sincerara un poco, aun si con ello acababa mandandolo al diablo.

    —Vi a Marissa besandose con Alex en el bar cerca del muelle— soltó cuando Ryan se dio vuelta para encararlo.

    Cuando el silencio se prolongó, Seth se maldijo por su impulsividad. Debió suponerlo. Ryan quería mucho a Marissa. Había sido el primer rostro amigable que veía en Newport. Habían tenido varios malentendidos y percances, pero siempre regresaban.

    —¿Y...?

    Al ver a Ryan sentarse tranquilamente sobre la cama, el rostro de Seth sufrió una notoria transformación, pasando de la incredulidad hasta el desconcierto.

    —¿Y?— repitió confuso. —¿Escuchaste lo que acabo de decir? Marissa estaba...

    —Marissa y yo ya no somos pareja, Seth— lo interrumpió, cansado de la reiteración. —También ella es libre de estar con quien le plazca. Lo intentamos, pero nunca funciona. Solo nos hacemos daño el uno al otro. Aunque empiezo a creer que en realidad yo soy el tóxico— reconoció con pesar, rememorando los sinsabores acaecidos por los celos, la impulsividad, los malos entendidos.

    Desde siempre Ryan se había visto envuelto en problemas de todo tipo. Desde problemas con la ley, hasta conflictos familiares. Había robado un auto junto a su hermano, y de no ser por Sandy y Kirsten, seguiría apresado. Vamos, que su madre incluso le había dado la espalda.

    ¿Qué tan mal hijo habría de ser alguien para que algo asi ocurriera?

    ¿Y Seth?

    Se había ido de casa por su culpa, hundiendo a sus padres en la depresión y la preocupación, hasta que se decidió a ayudar a Sandy a encontrarlo y convencerlo de regresar a casa.

    ¿Theressa?

    Solo la había lastimado al darle falsas ilusiones sobre formar una familia, pero ni bien ella le dijo que no estaba embarazada y le pidió volver a Newport, no le importó abandonarla para regresar con Marissa Cooper.

    Todo en su vida era una espiral de drama y problemas.

    —Lamento haberte fastidiado— se disculpó al fin. Seth no tardó en acercarse para sentarse a su lado. —Se que solo intentabas ayudarme, es solo...

    —Que a veces te asfixio— completó Seth, atento a la expresión titubeante del rubio.

    Tras varios minutos en silencio, Seth decidió incorporarse, seguro de que sus padres no tardarían en buscarlos para saber si todo estaba bien o, en cambio, si debían intervenir.

    Ryan lo secundó poco después para acompañarlo hasta la puerta.

    —Seth, lo que dijiste antes, sobre pasar más tiempo conmigo...

    Con la mano en el picaporte, Seth sintió que su cuerpo se congelaba a la par que su rostro ardía por dentro. Se había olvidado por completo de toda la perorata. Ahora se sentía como un tonto. Ryan no había reaccionado en aquel momento, y supuso que el silencio se trataba de una negativa. Jamás creyó que lo aplazaría para el final de la conversación.

    —Si, ¿Qué hay con eso?— sonaba como un tonto, pero era como si, de pronto, todas sus neuronas se hubieran apagado.

    Ryan tamborileó los dedos sobre el cristal de la puerta, indeciso.

    —Podríamos...no sé. ¿Ir a los videojuegos?

    Por toda respuesta, Seth sonrió radiante.
     
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    V



    Las clases habían terminado. Seth corría enérgico por el pasillo mientras abrochaba las correas del casco debajo de su barbilla. Llegó al estacionamiento seguido de Ryan, quien no tardó en subir a su bicicleta en tanto Seth hacía lo propio con su patineta.

    Ambos dejaron atrás el instituto en pocos minutos. El muelle se encontraba casi vacío, por lo que no fue impedimento trasladarse por la zona central. Anduvieron moderando la velocidad con la del contrario para ir a la par.

    Avanzaron sonrientes, relajados, cómplices de una tranquilidad mutua. La intensidad y la húmedad de la brisa azotando sus cabellos les envolvía en un ambiente sereno, casi liberador.

    No competían por quién iba más rápido, y ni siquiera tenían un destino en mente. Era como retroceder a los primeros días de la mudanza de Ryan a Newport, y eso a Seth le resultaba maravilloso.

    Habían dejado atrás los problemas. Se habían olvidado de todo y de todos. Solo eran ellos dos y el extenso muelle que recorrían.

    Pronto llegaron a la orilla. Ryan frenó y Seth hizo lo propio con su patineta, bajando de un salto para tomarla en su antebrazo. Habían llegado al final del recorrido, uno simple, impulsivo y espontaneo. Ambos respiraban agitados, mirándose con atención.

    —¿Quieres ir a los videojuegos?

    A Seth le resultó en extremo graciosa la propuesta de Ryan. En primer lugar, porque el sabado habían pasado todo el día jugando, y además, sabía de sobra que a Ryan no le gustaban demasiado los videojuegos, al menos no como a él.

    —No. Mejor hagamos otra cosa. Podemos...— miró los establecimientos al otro extremo del muelle, sin decidirse a donde acudir. —Elije tú, Ryan. Es tu turno por escoger el lugar.

    Lo gracioso de la situación era que, a pesar de parecer a todas luces una cita, Seth estaba al tanto de que no lo era. Quería a Ryan demasiado como para arriesgarse a perderlo por decirle cómo se sentía. Estaban bien siendo amigos. Al menos, se había quedado a su lado.

    También estaba el tema de las chicas, y lo que podrían pensar si se enteraban de un posible noviazgo entre ellos. Era preferible esperar. Seth Cohen era todo un as si se trataba de esperar.

    —Bien— Ryan se detuvo a observar los diferentes locales. No habían tenido tiempo de ir a la cafetería ese día, asi que lo idoneo sería comer algo después de semejante maratón. —Quizá deberíamos ir por unas pizzas.

    Le sentaba bien que Seth volviera a ser el de antes, que fueran tan unidos y sin diferencias de por medio. Seth era una parte importante en su vida, no solo se trataba de su mejor amigo. Ryan estaba convencido de sentir más que simple afecto por él. No se sentía igual que cuando había estado con Marissa o con Theressa. Su apego hacia Seth era más profundo, pero no lo evidenciaba. Se había dado cuenta de que lo que más le había molestado de Seth, y la razón principal de que le pidiera no meterse en sus cosas, era precisamente porque sabía que terminaría involucrandose sentimentalmente con él. Ya existía atracción de por medio, pero ¿Qué sucedería si avanzaban más allá?

    ¿Se estropearía todo entre ellos, tal como había ocurrido su relación con Marissa?

    En silencio, entraron al restaurante, tomando asiento en una de las mesas a la orilla. Uno delante del otro, se observaron, repentinamente incómodos al saberse por primera vez solas. Siempre que iban a alguna parte era en compañía de las chicas. Si no era Marissa y Summer, entonces eran Theressa y Ana. Pero estar ellos dos a solas precisaba más que simple camaradería. Bien se podría comer en casa, y sin embargo, lo que anhelaban no era solamente la presencia del otro, sino algo de privacidad para meditar y ver más allá de los prejuicios.

    Después de ordenar sus respectivas porciones al mesero, Seth comenzó a juguetear con la pajilla de su bebida.

    —¿Qué era de tu vida aquí antes de que yo llegara?

    La pregunta de Ryan pilló a Seth con la guardia baja. De inmediato dio un sorbo a la soda de limón y carraspeó a modo de excusa. Se sentía nervioso y acorralado, presentía que cualquier cosa que saliera de su boca, terminaría por delatar sus verdaderos sentimientos por quien era su mejor amigo.

    —Ya sabes...— no, no sabía. Al menos no de su propia boca. Había sido su madre quien le había delatado, poniendole en evidencia luego de que Ryan se acoplara a la familia, aludiendo constantemente el cambio significativo que había traído consigo.

    Seth suspiró derrotado al ver como Ryan elevaba una ceja, a la espera de una respuesta, no una frase a secas o sarcasmo mal camuflado.

    —Nunca he sido popular en el colegio. Tampoco entre las chicas.— se sinceró iniciando con lo que Ryan ya estaba enterado. —Si no hubiera sido por ti, Summer jamás se habría fijado en mi. Todos son tan superficiales aquí. Preocupandose por el estatus social, usando las fiestas de beneficiencia como la excusa perfecta para darse a conocer y entablar vínculos con gente mejor acomodada economicamente— sonrió sin atisbo alguno de diversión, movido meramente por la ironía y veracidad mordaz de sus propias palabras. —Julie Cooper y mi madre son el ejemplo perfecto. Después esta mi padre, todo un adicto al trabajo, encerrado día y noche en su oficina. —hizo una pausa al notar que la expresión de Ryan se había tornado más seria de lo normal, como si estuviera evaluando lo que decía. —Nunca me gustó relacionarme con nadie más. Tenía mis videojuegos, mis cómics y al capitan Avena. Mis días transcurrían entre el instituto y mi casa. A veces soñaba con recorrer el mundo en mi velero junto a Summer.

    Calló para beber otro trago de su soda al reparar en que Ryan no pensaba interrumpirlo. Le dejaría continuar, permitiendole exhibir una parte de él mismo que hasta entonces se había guardado por miedo al rechazo.

    —Entonces llegaste a mi casa y pusiste mi vida de cabeza— esta vez la sonrisa que se dibujó en sus labios fue de genuina felicidad al rememorarlo. —Entraste a mi burbuja y la reventaste para mostrarme el mundo tal cual es. Me hiciste salir de mi zona de confort y me demostraste que puedo dejar de ser invisible. Supe que estando tu a mi lado, era capaz de sacar la mejor versión de mi mismo. Podía relacionarme con otras personas sin necesidad de ser hipocrita. Con tu ayuda, logré que Summer se fijara en mi. Me sentí más seguro de mostrar los garabatos de mis cómics, y pude madurar, tanto mental como emocionalmente. Fue como subirse a una montaña rusa cuyo destino era incierto. Y luego...— se detuvo a tiempo, meditando sus propios pensamientos sin freno. Ryan continuaba mirandolo impasible, con sus cristalinos ojos azules fijos en su rostro, como si intentara leer a tráves de él.

    —¿Y luego?— lo alentó Ryan a proseguir. Seth contrajo levemente las cejas, jugó otro poco con la pajilla y agradeció enormemente la llegada de la comida cuando el mesero se acercó con las ordenes.

    —Se va a enfriar— fue lo único que murmuró segundos antes de comenzar a engullir su trozo de pizza. Lo cierto era que había perdido el apetito por completo, pero necesitaba el minimo pretexto para escapar de la inquisitiva mirada de Atwood. No podía decirle la verdad sin comprometer su amistad y condenar su lazo. Peor aún, temía propiciar otro alejamiento por parte de Ryan si él llegaba a sembrarle confusión con sus sentimientos.

    Ryan comió su porción de mala gana. Intuía que Seth pretendía decirle algo de importancia y se había retractado en el último momento. Ahora no sabía cómo retomar la charla porque no quería presionarlo.

    —A correr.

    La mirada de Ryan se entornó con incredulidad ante el repentino murmullo de Seth, quien, repentinamente se había levantado, dejando el segundo trozo de pizza hawaiana a medio comer.

    A punto estuvo de preguntar cuando la respuesta llegó por si sola, siendo la presencia de Luke secundada por el resto de sus ruidosas amistades que récien ingresaban al restaurante.

    La sola idea de golpear a Luke, se le antojó a Ryan demasiado provocadora. Sobretodo teniendo en cuenta la injusta pelea que se había suscitado entre ellos en el muelle. Sin embargo, había ido allí con el afan de pasar un tiempo agradable con Seth, por lo que descartó de inmediato el pensamiento. Ya habían preocupado a Kirsten y Sandy lo suficiente para una vida.

    —Por la puerta de la cocina— Ryan se disponía a seguir a Seth cuando la voz a sus espaldas hizo eco, provocando que se detuviera y se girara al reconocer entre la retahíla de insultos del grupo que le decían cobarde a Seth.

    Poco le importó que Luke estuviera en compañía de otros tres chicos. Su puño hormigueaba y la única forma de controlar esa sensación, era usandolo.

    **

    —No puedo creer que lo hicieras otra vez.

    Las palabras de Seth estaban lejos de sonar comprensivas, pero a Ryan no le interesaba saberse o no aprobado en ese momento debido a sus impulsivas acciones.

    Apenas dio un respingo a modo de dolorosa queja cuando Seth apoyó la pequeña bolsa con hielos sobre su hinchado parpado. Le dolía y mucho, pero había valido la pena haber podido conectar algunos derechazos y derramar una de las malteadas en la cabeza de Luke.

    —Seth— precavido, lo tomó de la muñeca para evitar que se apartara. Estaban en el comedor y sus padres no tardarían en llegar pidiendo explicaciones por lo ocurrido, pero aquello no era relevante de momento. Lo que a Ryan le interesaba estaba lejos de ser el tema que involucraba a Luke. —¿Y luego...?

    Seth miró incredulo la mano de Ryan que lo mantenía cautivo, empero, fueron sus palabras las causantes de que un ardor interno subiera hasta su rostro. ¿Habían pasado casi dos horas y no lo había olvidado?

    —Y luego te vas a la casa de la piscina antes de que lleguen mis padres y decidan darte en adopción— bromeó, tratando de soltarse. Sin embargo, Ryan puso todo su esfuerzo en mantenerlo inmovil en su lugar, dejando incluso caer la bolsa con los hielos para poder sujetarlo.

    —Seth...

    El aludido se mordió el interior de las mejillas, maldiciendo en su fuero interno el haber hablado de más en el restaurante. Debía decir la verdad o Ryan malinterpretaría todo y se molestaría.

    —¿No podemos solo olvidarlo y ya?— intentó apelar a su faceta reconciliativa. Los dedos de Ryan lo mantenían firmemente asido y él solamente quería quedarse de ese modo un rato más. —Esta bien— farfulló resignado ante el serio escrutinio del rubio. —Y luego te marchaste de vuelta a Chino, y me di cuenta de que mi vida estaba muy vacía sin ti. No podía obligarte a volver y tampoco quería ser egoísta, asi que me marché para poner en orden mis sentimientos. Pero estando a la deriva me di cuenta de que no te veía como un camarada o un compañero, ni siquiera como a un amigo o un hermano. Ryan, lo que yo sentía por ti era mucho más fuerte— tragó pesado al notar que el agarre de Ryan perdía intensidad. Seguro que después de decirselo, lo perdería de nuevo pero no tenía elección porque tampoco quería seguirse evadiendo a base de mentiras. —Me enamoré de ti, y lo supe porque no dejaba de pensarte mientras estuviste lejos. Porque todo me recordaba a ti. Me salvaste de la soledad y le diste un nuevo sentido a mi vida. Estando contigo me sentía muy feliz...quiero decir, aún me siento feliz y no quisiera...

    —Seth, Ryan— la efusiva voz de Sandy propició que se apartaran rápidamente. En cuestión de segundos, entró Sandy Cohen con un par de bolsas de mandado que dejó sobre la encimera. —Kirsten fue a casa de Julie a ayudar con la cena y decidí comprar...¿Qué le pasó a tu ojo?

    Ryan apartó la mirada, aún consternado con la información que no terminaba de procesar. Seth acababa de decirle que se había enamorado de él, y no podía sentirse más extraño.

    —Se cayó de la bicicleta cuando jugabamos carreras en el muelle.

    —Seth.

    —Si, no me meto. Que pasen buenas noches— con un simple ademán de despedida, Seth subió las escaleras.
    **

    Acostado boca arriba con los brazos cruzados tras de su nuca y la mirada en el techo, Ryan repasó una y otra vez lo dicho por Seth. El sueño se había esfumado tras oír aquella inesperada confesión. Intuía vagamente que Seth pudiera sentirse atraído, pero ¿enamorado?

    Le costaba asimilar el hecho. Y sin embargo todo encajaba ahora. Las discusiones sin sentido, el distanciamiento repentino e impropio de Cohen, su conducta arbitraria.

    Ryan se sorprendió al reparar en la silueta de Seth segundos antes de que este golpeara suavemente la puerta. Enseguida se levantó para abrirle, dejandole pasar y encendiendo la lampara de la mesa, pues presentía que despertarían a Sandy si encendía la luz.

    —Escucha, Ryan, no quise decir lo que...bueno— nada más sentarse en la cama, Seth jugó nervioso con sus dedos. Le había costado horrores decidirse a ir a la casa de la piscina para hablar con Ryan. Sabía que lo había puesto en una encrucijada pero esperaba poder remediar un poco la situación. —No quiero que pienses que...— por alguna razón, el mensaje que pretendía transmitir, no salía de su boca.

    Ryan se sentó a su lado poco después y sin mediar palabra, acercó su rostro, tomando desprevenido a Seth cuando sus labios lo rozaron en la penumbra de la habitación. Fue apenas un toque, suave y corto, pero le bastó para tranquilizar sus desmedidos nervios e inseguridades. Seguidamente, los dedos de Ryan se entrelazaron con los suyos.

    —No sé muy bien qué es lo que siento por ti, Seth— confesó, recordando las múltiples veces que le había dado vueltas a la situación. —Lo que si sé es que creo que me gustas. Y me gusta estar contigo. Tal vez, podríamos intentarlo sin ir demasiado rápido.

    Seth asintió, afianzando aún más el agarre, sintiendo su desaforado corazón latiendo con fuerza. No esperaba semejantes palabras de Ryan. Había temido alejarlo y sin embargo, todo indicaba lo contrario.

    —¿Mañana videojuegos?

    Por toda respuesta, Ryan sonrió. No quería pensar demasiado las cosas. Lo cierto es que Seth había estado para él en todo momento y le agradaba tenerlo a su lado. Podía iniciar algo, ya se preocuparían por el futuro después, tenían mucho tiempo por delante.
     
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