Sinsentido (El señor de los Anillos)

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    Esta parejita es mi placer culpable. Me siento casi una criminal porque Aragorn y Arwen son *preciosos* juntos, pero entonces conozco a Legolas y resulta que le acabo prostituyendo con prácticamente toda la comunidad del anillo sin el menor de los arrepentimientos… en fin, la hipotenusa.
    Siento que debo pedirle perdón a la buena de Arwen con este escrito, he mancillado a su hombre (?) Pero no conseguía quitarme esta idea de la cabeza, y aquí os la dejo.

    Poco más que decir, ¡espero que os guste~!
    <3

    QUOTE
    Título: Sinsentido
    Fandom: El señor de los Anillos
    Pareja: Aragorn/Legolas — LEGARA
    Género: angst, amor ¿no correspondido?, golosería implícita
    Advertencias: aunque no aparece, hay menciones constantes a Arwen. Lógicamente, Aragorn está siendo un poquito infiel en esta historia (ups)
    Longitud: 1197 palabras
    Notas: se sitúa en algún punto entre la primera y segunda película
    Notas (2): no he leído los libros ni visto/leído «El Hobbit», siento posible OoC
    Una canción para este fic: Shameless — Camila Cabello

    Disclaimer: sobra decir que los personajes de esta historia no me pertenecen a mí, es más, si Tolkien levantara la cabeza y descubriera para qué los tomo prestados pues volvería a morirse, esta vez del susto.

    —————



    SINSENTIDO— dicho o hecho absurdo que carece de lógica y de sentido común.
    I.
    Ninguno tuvo muy claro cómo habían llegado a esta situación, quizá fuera la adrenalina que se descargaba en la batalla, unida desde luego a la euforia de la victoria. Estaban de acuerdo en que las victorias debían celebrarse por todo lo alto, era la mejor manera de mantener el buen ánimo. Ahora bien, ¿qué clase de celebración les hizo acabar enredados bajo la manta que se vieron obligados a compartir aquella noche?

    Recibieron la mañana más embarazosa de sus vidas como cabría esperarse, esto es, ligeros de ropa e incapaces de mirar los ojos del otro, no después de lo que habían hecho. Legolas fue el primero en retirarse a un lugar más apartado, adentrándose un poco más en el bosque, dejando a Aragorn reflexionando con el ruido de los calderos y las risas de los hobbits de fondo. Si Frodo no le hubiera aconsejado que se cubriera antes de desayunar, ni siquiera se hubiera dado cuenta de que iba sin pantalones. Tenía cosas mucho más importantes en las que pensar que en el estado de su ropa, debía encontrar una explicación a lo que había pasado, y se dedicó a ello mientras se vestía.

    Tras unos minutos, Legolas volvió a aparecer con ese aire altanero que a veces traía consigo, el enano bromeó con lo que habría hecho a solas entre los árboles, los hobbits se rieron sin dejar de comer, pero Aragorn prefirió observarle en silencio. Debía admitir que tenía la piel demasiado suave para tratarse de un guerrero, privilegios de los elfos; era su piel una tan suave que hasta las mejores telas se deslizaban por ella con auténtico miedo de causar la menor reacción sobre ese lienzo que permanecía siempre blanco.

    Era la suavidad y delicadeza común a los elfos, pero no era la de ella. Ni siquiera estando ciego podría confundir la piel de Arwen con la de Legolas, entonces, ¿por qué le había gustado tanto dejar su marca en ella?

    Le vio sacudirse el pelo con las manos, cayendo luego por sobre sus hombros como si fuera una cascada hecha de oro. Acomodó algún mechón tras su oreja —puntiaguda, por supuesto— y luego cogió el cuenco que le alcanzaron. Aragorn le vio sonreír antes de dar el primer sorbo al caldo, felicitando al cocinero por su sabor. No le prestó atención a la mueca orgullosa de Sam, ni a los codazos que recibió de sus compañeros medianos, sino a la sonrisa del elfo. También podía comparar sus labios a los de ella, los besos con Arwen eran lentos y pausados, queriendo alargar cada segundo y exprimir hasta la última gota de su amor. Sin embargo, cuando besó a Legolas lo hizo casi con furia, ardiendo en deseo y dominado por un instinto primitivo que le obligaba a dominar al otro, ya fuera tirando de su cabello o llenándole de marcas que era mejor cubrir para evitar miradas y preguntas indiscretas.

    Tardó bastante poco en llegar a una conclusión, y le pidió a Legolas hablar un momento a solas. No podía comportarse como un salvaje por la noche y actuar como si no hubiera pasado nada por la mañana. Lo primero que haría sería disculparse, y luego rezaría para que la culpa fuera desapareciendo a medida que avanzaban el viaje. Pero entonces Legolas clavó la mirada en sus ojos y Aragorn se estremeció, aquella conversación no iba a ser tan fácil como pensaba.


    II.
    Se retiró pronto esa mañana, amanecer entre los brazos de Aragorn había sido la prueba de que lo ocurrido anoche no fue fruto de su desatada imaginación. No podía culpar a Arwen de haberse enamorado de este hombre; definitivamente no podría culparla nunca.

    Pensó en ella y se sintió tan culpable que incluso el placer de la noche se desdibujó por un momento, ¿de verdad dieron ese paso? ¿Se atrevió a arañar su espalda y apretar sus brazos, a suspirar su nombre? Sí, lo había hecho; hizo cosas mucho más íntimas y disfrutó de cada una de ellas.
    Se dijo que, por el bien del compromiso de Aragorn, lo mejor sería no darle mayor importancia al asunto (olvidarlo iba a ser imposible). Con esa resolución volvió al campamento para desayunar con el resto y continuar el viaje como si nada hubiera ocurrido.

    Aparentar normalidad nunca le había costado tanto, sentía los ojos de Aragorn fijos en él, como si estudiara cada uno de sus movimientos. Quizá también recordaba la fuerza con la que sus piernas rodearon su cadera, impidiendo que se alejara, o quizá recordaba el tinte desesperado de cada beso que compartieron.

    Tuvo que rascarse la nuca sintiéndola arder, el mordisco era reciente y agradecía que nadie pudiera apartarle el pelo para descubrir la marca tan característica de unos dientes en su piel. Ni los hobbits ni el enano llegaban a tanta altura, y en el caso de Aragorn… no, prefería no pensar en un segundo mordisco o se alteraría demasiado. Intentó lo contrario, pero no fue del todo tranquilo a hablar con él, los recuerdos se arremolinaban todos frescos en su cabeza, causándole una lista de sensaciones tan extensa que le costaba analizarlas por separado. Así y todo, confiaba en saber responder como correspondía a la manera de los elfos, sin dejarse llevar por las emociones aunque le revolvieran entero por dentro.

    —Lo que hicimos anoche no tiene ningún sentido.

    —Como tantas otras cosas que, aun así, ocurren —añadió Legolas entrecerrando un poco los ojos, no había terminado su frase—. ¿Te arrepientes?

    —No puede volver a repetirse —mientras que Aragorn dio un par de pasos alrededor, Legolas ladeó la cabeza con esa respuesta—. De alguna forma nos cegó el fulgor de la batalla, no éramos nosotros mismos.

    —Qué curioso, no recuerdo haber dejado de ser yo mismo en ningún momento.

    —No estoy para bromas —Legolas quiso añadir que él tampoco pretendía hacerse el gracioso, pero la expresión de Aragorn advertía que sería mejor callar—. No me porté del todo bien contigo, fui más animal que amante —resopló señalando su cuello, sabiendo de la marca que habría en su nuca—. Sé que estás bien, pero perdóname. Por favor.

    Acompañó la disculpa de un apretón en el hombro que Legolas correspondió, le dedicó también una sonrisa y Aragorn regresó con el grupo preparándose para la lluvia de quejas de Gimli por haberle dejado solo con los hobbits, pero también celebrando que su amistad con el elfo no estaba perdida.


    III.
    A Legolas le gustó la palabra «amante», y es que por una noche, o al menos por unas horas, lo fue. Dejó de ser un aliado con una vista prodigiosa para convertirse en una especie de consorte real; ocupando un lugar que, lo sabía bien, no le correspondía. De no ser por el repentino ataque de los orcos al campamento, hubiera dedicado el resto del día a pensar en ello.

    Para Aragorn esto no llevaba a ningún lado, había sido un placentero sinsentido que no podía ocurrir una segunda vez. Entonces, ¿por qué cuando cayó el enemigo, sus ojos encontraron la sonrisa de Legolas? ¿Siempre le había parecido tan insinuante?


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