Sobre las primeras veces (y sus consecuencias)

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    Nunca pensé que acabaría escribiendo sobre Ley y Orden, y heme aquí. En fin, ¿qué decir a estas alturas? Nunca digas nunca (?)
    La idea es simple: descubrí que Rafael es (MUY) fan de los musicales 🌈. A partir de aquí, el resto de la historia se armó casi sin darme cuenta.

    Último apunte: los pasivos dominantes me dan la vida~
    ¡Espero que os guste! <3



    QUOTE
    Título: Sobre las primeras veces (y sus consecuencias)
    Fandom: Ley y orden: Unidad de víctimas especiales
    Pareja: Rafael Barba/Dominick “Sonny” Carisi Jr. | barisi
    Género: policial, romance
    Advertencias: contenido sexual implícito
    Longitud: 3699 palabras
    Una canción para este fic: Hello — Beyoncé

    Disclaimer: los personajes no son míos, pero prometo tratarlos con todo el amor que se merecen~

    ————————



    SOBRE LAS PRIMERAS VECES (Y SUS CONSECUENCIAS)
    Trabajaba en Víctimas Especiales, sabía muy bien lo destructivo que podía ser un mensaje de «¿te apetece una copa?». Y, aun así, apareció en el bar. De haber sabido la de problemas que le iba a traer esta cita, no hubiera aparecido. Pero no lo supo, y disfrutó de la cena, del alcohol y de la compañía.

    Despertó en la habitación de un hotel del que no sabía el nombre, no recordaba muy bien cómo había llegado aquí. Se estiró en la cama soltando un bostezo, confiando en tocar el pelo de su acompañante para arrancarle una sonrisa, pero encontró su lado de la cama ya frío. La ropa bien doblada en la silla confirmaba lo meticuloso que era, pero la nota de «ha sido divertido, deberíamos repetir» dejaba ver un carácter travieso que ocultaba bajo el título de fiscal.

    No tuvo tiempo de remolonear ni de lamentarse por la resaca, la llamada de comisaría ponía fin a la mañana tranquila tan propia de los domingos.
    El caso involucraba una fiesta universitaria en Hudson, una historia que parecía repetirse casi cada semestre: alcohol, drogas y estudiantes descontrolados. El resultado solía acabar en violación. Esta vez la víctima fue Susana Vélez, una estudiante de segundo que fue a la fiesta esperando pasar un buen rato, no vivir un infierno.

    —Lo tiene todo en contra, ¿hija de inmigrantes mexicanos contra un niño rico y sus amigos del club de pádel? —Amanda negó con la cabeza, acariciando también a Frannie. La llamada los había pillado a todos por sorpresa, y ella apareció en el departamento con ropa de deporte, un frisbee canino y la propia Frannie olisqueando sus pies—. Esto no va a ser fácil.

    —Olivia está con la chica en el hospital, espero que saque algo y podamos… —Fin se interrumpió a sí mismo cuando llegó Olivia—. ¿Y bien? ¿Cómo está?

    —Confundida. Asegura que se desmayó y, cuando despertó, tenía al agresor encima. —Echó un vistazo a sus notas—. Peter Franks, su familia está muy bien posicionada.

    —¿Cómo de bien?

    —Lo suficientemente bien como para contratar a un abogado que alegue que ella estaba borracha y consintió.

    —¿Hay algún vídeo de la fiesta? —Preguntó Carisi incorporándose a la conversación.

    —Estás irreconocible sin la gomina. —Bromeó Amanda—. Olivia, ¿tenemos acceso al móvil de Franks?

    —No sin una orden.

    —Mierda. —Fue curioso que tanto Carisi como Amanda se quejaran a la vez.

    —¿Y no hay forma de saltarnos el papeleo? ¡Es domingo! —Fin se puso en pie guardándose los insultos—. ¡Nadie trabaja en un edificio del gobierno un domingo! Dudo que incluso el presidente haga algo los domingos.

    —Si no lo remediamos, Franks tendrá tiempo de sobra de borrar cualquier prueba. —Olivia suspiró, su día tranquilo con Noah se estaba convirtiendo en una jornada más de trabajo—. Fin, ve con Rollins a investigar la universidad, alguien debe saber algo de esa fiesta; yo volveré con la víctima, con suerte recuerde más detalles. Carisi, ve con Barba y averigua cómo podemos conseguir el teléfono de Franks. —Chasqueó los dedos al aire, haciendo que Carisi la mirara antes de salir—. No estará en casa, búscale por Broadway.

    Carisi no tenía la menor idea de qué se le podía haber perdido a Rafael por Broadway, pero le encontró leyendo el programa de la obra mientras hacía cola junto al resto de los aficionados a los musicales. Le hizo señas y consiguió que se alejara un poco, pero sin perder su puesto.

    —¿Vienes solo un domingo al mediodía a ver Hamilton?

    —La entrada matinal es siempre la más barata, un precio regalado para volver a ver una obra maestra. —Explicó guardando el programa en el bolsillo trasero del pantalón—. Y la compañía, por muy interesante que me parezca, que desde luego me lo parece. —Le dedicó un para nada discreto vistazo de arriba abajo—. Cuando es inexperta me acaba pareciendo una molestia. —Dio dos pasos hacia un lado, avanzando en la cola—. No es mi culpa que no tengas cultura musical. ¿Qué ha pasado?

    —Violación a una chica en una fiesta de Hudson, ¿cómo podemos conseguir el teléfono del agresor?

    —Robándoselo.

    —Lo pregunto en serio.

    —Y yo te respondo con la misma seriedad. —Dos pasos más a la derecha, se acercaba cada vez más a la entrada—. Sin una orden no os lo va a entregar. ¿Algo más?

    —Deberíamos hablar.

    —¿Ahora?

    —No es el mejor sitio, pero esta mañana te fuiste muy pronto.

    —Tenía que cambiarme, no voy en traje y corbata a todas partes. —Señaló tanto sus vaqueros como la camisa, no estaba abotonada del todo y dejaba a la vista la marca de un mordisco en su clavícula.

    —Ya lo veo. —Carisi se rascó la nuca y suspiró dando dos pasos, siguiendo el movimiento de Rafael.

    —Hemos pasado la noche desnudos en los brazos del otro, ¿a qué viene sentir ahora vergüenza?

    —No es vergüenza, es incomodidad.

    —¿Desde cuándo la incomodidad hace que te sonrojes?

    —Entonces, le robamos el teléfono al agresor. —Rafael se echó a reír—. ¿Y luego qué? ¿Alegamos que lo encontramos por la calle e, intentando identificar a su dueño, descubrimos que era el principal sospechoso de la agresión?

    —Mismamente.

    Carisi resopló al sacar su móvil, llamando a Amanda para informarla de la estrategia a seguir en la universidad. Se acercó despreocupado con el gesto que hizo Rafael con sus manos (fue un silencioso «ven» que obedeció sin dudar) y le faltó muy poco para dejar caer el teléfono cuando le rehízo el nudo de la corbata. Amanda, del otro lado de la línea, tuvo que gritar su nombre para hacerle reaccionar.

    —Dice Rafael que tenemos que robarle el móvil. —Sintió que le faltaba el aire en los pulmones. Colgó y acarició la corbata, pero cuando intentó atrapar los dedos de Rafael, le apartó la mano.

    —Me marcho, que ya va a empezar.

    —¡Todavía no hemos hablado!

    —¿No? Yo creo que sí.

    A Carisi no le gustó esa respuesta, pero tuvo que conformarse. No pudo volver a sacar el tema hasta el final de la tarde, que volvieron todos a reunirse en comisaría para comentar lo que habían averiguado sobre el caso. A pesar de que habían logrado hacerse con el móvil (Fin no estaba orgulloso de robarle a un universitario) no habían sacado demasiado en claro.

    —Olivia, necesito algo más que recuerdos borrosos de la víctima si quiero ir a por ese chico —dijo Rafael apoyándose en la mesa que tenía más cerca. Aunque la situación era seria, le divertía el juego que tenía Frannie con los mocasines de Carisi—. Esto es muy endeble, a la defensa le bastará señalar al alcohol para justificar la agresión.

    —Peter Franks introdujo algo en la copa. —Aseguró Olivia, el testimonio de la chica todavía le tenía el estómago del revés—. No sé dónde consiguió la droga, pero puede tener más y volver a usarla o, peor aún, distribuirla por la universidad.

    —¿Hay pruebas de ello?

    —Sabes tan bien como yo que hay mil sustancias indetectables.

    —Sin un ticket de compra a nombre de Peter Franks no tenemos nada.

    —Eh, escuchad esto. —Carisi carraspeó antes de leer—. «Misión Susana cumplida, ¿a quién le quito el trofeo?» y otro chico le responde: «el de oro lo sigo teniendo yo. Imbatible desde marzo».

    —Marzo. —Repitió Olivia—. ¿Qué pasó en marzo?

    —El descanso de primavera. —Respondió Amanda detrás de su ordenador, buscó en la web de la universidad hasta que dio con lo que quería—. Hudson dio una fiesta en marzo, y Peter Franks aparece en más de una foto con sus amigotes.

    —Si, como me temo, los trofeos son las chicas a las que drogan, podemos estar hablando de un grupo de depredadores. —Fin chasqueó la lengua—. Tendría que haber hecho más que sólo robarle el móvil a ese capullo.

    —Busquemos fotos, mensajes, redes sociales, lo que sea. —Ordenó Olivia poniéndose las gafas, señal de que iba a pasar un buen rato leyendo—. Tenemos que averiguar quién fue ese «trofeo de oro» y ponernos en contacto con ella. Rafa, danos unas horas, tendremos algo sólido.

    —Iré preparando el papeleo, lo entregaré a primera hora.

    Carisi se levantó tan rápido que asustó a Frannie (seguía mordisqueando los cordones de sus mocasines), se disculpó en voz baja y salió apurado tras Rafael. No podía dejar que llegara a su despacho, sabía que una vez entrara ahí estaría hablando con el fiscal Barba, no con Rafael el aficionado a los musicales, el que le invitaba a una copa una noche de sábado y despertaba al día siguiente envuelto en sus sábanas.

    —¿Esta persecución va a durar mucho más? —Preguntó mientras esperaba al ascensor.

    —¿Por qué me avisaste anoche?

    —Porque no creo ser el tipo de Fin. —Bromeó mirándole, lamentó ver su ceño fruncido, en su opinión, aquélla había sido una broma muy buena—. Supongo que no había un motivo para no hacerlo, ¿verdad? Podrías no haber respondido.

    —¿Qué habrías hecho entonces?

    —Exactamente lo mismo, pero sin ti. —Otra vez volvió Carisi a apretar las cejas—. Tengo un trabajo de lo más estresante. Para desahogarse hay gente que bebe, gente que fuma y gente que juega; yo recurro al sexo. No estoy haciendo nada ilegal. —Entró en el ascensor, aunque no le sorprendió que Carisi dejara la mano al lado de la puerta para que no se cerrara—. ¿Qué pasa ahora?

    —Fin me dijo una vez que no hay que llevarse a casa a nadie del trabajo. —Alzó el índice, no iba a dejar que le interrumpiera con otra broma sobre Fin—. Ahora empiezo a entender el por qué.

    —En realidad, no trabajamos juntos. —Rafael casi le interrumpió—. Y acabamos en un hotel, no en tu casa. Creo que puedes estar tranquilo. —Miró su reloj—. ¿Te importaría apartarte? Quiero darme una ducha, cenar algo ligero y adelantar todo el papeleo posible de cara al juicio.

    —¿Seguro que sólo harás eso?

    —¿Disculpa? Lo que haga o deje de hacer fuera del Palacio de Justicia no es de tu incumbencia, ¿o sí? —Hizo un gesto con la cabeza, y Carisi se apartó de mala gana.

    —Rafael. —Escuchó el «por dios» que suspiró al alzar la cabeza, también pudo ver sus ojos. A Rafael le asqueaban las riñas y los sermones—. Esto no puede volver a pasar.

    Y, justo como Carisi había dicho, no volvió a repetirse.
    Habían pasado ya casi dos semanas desde la última conversación, entraban en junio y el calor sofocante no lo mitigaba siquiera el aire acondicionado. Rafael entró en comisaría y se encontró a Carisi con la cabeza enterrada en su mesa, Fin le saludó con la mano terminando su desayuno y Amanda le hizo una mueca antes de lanzarle a Carisi una bola de papel, tardó unos segundos en reaccionar y alzarse. Vio entonces a Rafael y, aunque intentó decir algo, su cerebro estaba demasiado cansado como para armar una frase entera, se le adelantó Olivia saliendo de su despacho.

    —Dime que tenemos algo. —Le pidió mientras se ataba el pelo—. Tengo a Susana al teléfono, ¿cuánto podrá caerle? ¿Cinco años? ¿Diez?

    —Nada. —Respondió uniendo índice y pulgar de la mano, dibujando un cero—. El juez desestimó el caso esta misma mañana.

    —Pero… ¿cómo? ¿Sin vista de cargos? ¿Así, de sopetón?

    —¡Hemos estado dos semanas rastreando a las chicas! —Se quejó Amanda poniéndose en pie—. Tenemos a Franks localizado en tres fiestas, y en todas hay al menos una chica con una historia muy parecida a la de Susana: no consiguen recordar toda la fiesta después de una bebida sospechosa. —Cogió aire y se obligó a calmarse—. ¿Cómo ha podido librarse de esto?

    —Porque Papá y Mamá tienen dinero. —Rafael asintió a lo que dijo Fin, que soltó un par de insultos negando con la cabeza—. ¿Cómo puede quedar libre un niñato que vende droga, viola y presume de ello? ¿Qué está pasando en Hudson?

    —¿No podemos alegar nada? ¿Presentar un recurso? ¿Abrir un nuevo caso?

    —Sin el testimonio de las otras chicas, imposible. Si ninguna declara no hay causa contra Franks.

    —¡Pero debe haber algo! —Insistió Carisi, también se había alterado pero no vio por qué bajar el tono de voz—. Los mensajes sobre premios y trofeos, ¡esos chicos llevan meses con esto!

    —Textos ambiguos que pueden referirse a cualquier cosa.

    —¿En serio? ¿«Misión Susana» te parece a ti cualquier cosa?

    —He intentado todo lo posible y no ha habido manera, el juez se ha cerrado en banda.

    —Porque no has debido hacer lo suficiente. —Le acusó señalándole—. Me he recorrido la ciudad entera buscando a esas chicas, corroborando cada testimonio, he registrado cientos de fotografías de la universidad buscando a Franks, ¡llevo días sin dormir! Y, mientras tanto, ¿tú qué hacías? ¡Tan tranquilo en tu despacho firmando papeles! En horario de oficina, por supuesto, ¡que los fines de semana te esperan en los teatros!

    —Voy a fingir que no te he oído.

    —Sí, eso se te da muy bien.

    Rafael se despidió sin decir nada (ya estaba bastante frustrado con la decisión del juez como para, encima, enfrascarse en una discusión con quien creía un compañero), y Olivia carraspeó llamando la atención de Carisi, esperando una explicación.

    —¿A qué ha venido eso? —Le preguntó—. Rafa no tiene la culpa de que hayan sobornado al juez.

    —Ya lo sé… Es sólo… Lo siento. —Carisi resopló apretando el entrecejo con sus dedos—. Olivia, por hoy necesito irme a casa. —Tardó poco en recoger sus cosas, pero todavía menos en marcharse.

    —¿Nos hemos perdido algo? —Fin no terminaba de entender la discusión—. ¿Qué ha pasado con estos dos?

    —Una parte de mí quiere enterarse. —Admitió Amanda—. Pero la otra parte me dice que es mejor no saber nada.

    Quienes sí podrían enterarse de algo eran los empleados del Palacio de Justicia, tanto el servicio de vigilancia como los letrados vieron a Carisi ir de un lado a otro por uno de los pasillos. Más de un abogado le aseguró que Rafael estaba en su despacho, y otros hasta se ofrecieron a llamar a su puerta, pero Carisi se negaba y prefería apoyarse en la pared, deslizándose por ella hasta acabar sentado para volver a levantarse segundos después. Al equipo de limpieza no le faltaron las ganas de pasarle un trapo para que, mientras se movía por el mismo sitio, fuera limpiando.

    Cuando Rafael salió de su despacho, cerca de las dos de la tarde y con intenciones de ir a por un café, se encontró una escena divertida: Carisi dormía sentado en el suelo y el desfile de empleados se movía frente a él bajando la voz e intentando hacer poco ruido con los zapatos. Era una muestra de consideración al dormido, pero Rafael no dudó en agacharse frente a él y (sin ningún tipo de arrepentimiento) darle un bofetón. Escuchó más de un grito a su espalda, pero también vio a Carisi sobresaltarse.

    —Bien, estás despierto —dijo—. ¿Puedes explicarme qué haces aquí?

    —Sí, tenemos que…- ¿Por qué me duele? —Se llevó la mano a la mejilla sintiéndola arder—. ¿Me has pegado?

    —No despertabas. ¿Quieres un café? Iba a por uno. —Se puso en pie y ayudó a Carisi, por cómo trastabilló al levantarse todavía no estaba despierto del todo.

    —Lo siento, ¿vale? Pensé que esta vez cogeríamos al tío. —Admitió—. El caso me ha dejado muy tocado, y saber que no llegará a nada a pesar de tanto esfuerzo…

    —Es frustrante, lo entiendo. —Suspiró mirando su reloj—. Tendremos que hablar de esto en otro momento, ahora no tengo tiempo, el jurado me espera. Como bien dices, tengo horario de oficina, pero una oficina terriblemente ocupada los viernes.

    Carisi sacudió la cabeza, una disculpa a medias no iba a ser suficiente, así que dio un par de zancadas para atrapar la muñeca de Rafael. Aprovechó el factor sorpresa para hacerle girar, sujetó sus mejillas y siguió avanzando hasta inmovilizarle contra la pared; un minuto, sólo le robaría un minuto al fiscal cuyo tiempo decía valer oro. Pasó la mitad de aquel minuto perdido en sus ojos y la otra mitad saboreando sus labios. Escuchó las voces de sorpresa de los testigos, imaginaba a un puñado de abogados dándose codazos y señalando la escena, pero también escuchó el escándalo que hacía un maletín al caer al suelo de repente, y el suspiro entrecortado de Rafael. Había un punto muy excitante en hacer callar a alguien que siempre parecía tener el discurso perfecto guardado en el bolsillo.

    Se apartó muy poco a poco, disfrutando del momento todo lo posible.

    —Qué curioso. —Rafael soltó una risita—. Me das un beso de película, ¿y eres tú el que se sonroja? —Volvió a reír recogiendo su maletín, fue pura suerte que no se abriera y se echaran a volar los papeles y carpetas que guardaba—. ¿Has venido sólo a robarme el aliento?

    —He venido a disculparme. Me pasé de la raya y solté toda mi frustración contigo.

    —Prefiero otros métodos para aliviar estrés, ya lo sabes. Ah, te has vuelto a sonrojar. —Le fue imposible borrar la sonrisa—. Me encantaría seguir avergonzándote pero, de verdad, no tengo tiempo.

    —Podríamos ir a comer juntos.

    —¿Me estás pidiendo una cita?

    —Te espero en el despacho, es más cómodo que el pasillo.

    Rafael era muy celoso de las visitas a su despacho, no permitía que cualquiera se quedara demasiado tiempo en él. Consideraba el trabajo algo sagrado, y su despacho un templo; no todo el mundo podía acomodarse en él. Carisi era de los pocos que gozaba de ese privilegio, y no sólo podía entrar o salir del despacho las veces que le diera la gana sin ganarse una mala cara de Rafael, sino que podía quedarse en él el tiempo que quisiera, ya fuera estudiando anotaciones de casos anteriores, repasando algún tomo de todos los que tenía Rafael en sus estanterías o, como estaba ahora, durmiendo a pierna suelta en el sofá.

    Olivia no se había quedado tranquila con aquella discusión en comisaría. Entendía la frustración por un caso fallido, pero no era propio de Carisi revolverse de aquella forma contra un compañero. Decidió que, antes de volver a casa, pasaría por el despacho de Rafael —sobra decir que Olivia también era una de las privilegiadas aquí dentro— y se aseguraría de que la discusión no había ido a mayores. Tocó la puerta y entró moviendo los vasos de café como ofrenda de paz.

    —El tuyo bien cargado y con poca azúcar —dijo al entrar, pero al ver a Carisi dormido bajó la voz. Carisi era tan alto que, aunque su cabeza estuviera al lado contrario del sillón, sus pies sobresalían por el otro, y descansaban sus pantorrillas sobre el regazo de Rafael, obligado a usar sus piernas como mesa.

    —Olivia. —La saludó sin levantar la vista del papel que leía, haciendo anotaciones a los márgenes—. ¿Querías algo?

    —¿Todo bien? —Preguntó con un aire divertido en la voz, sentándose en el silloncito que completaba el conjunto. Rafael evitaba moverse demasiado, y agradeció que Olivia le alcanzara su café.

    —Sí, todo bien. ¿Has podido conseguir el testimonio de las otras chicas, o involucrar a los amigos de Franks? —Chasqueó la lengua con su negativa—. Una pena, en la próxima fiesta volverá a ocurrir.

    —En la próxima fiesta estaremos preparados. Las chicas están advertidas, y este grupo de machotes sabe que vamos tras ellos. —Se alzó de hombros dándole un sorbo a su vaso—. Confío en que nos toque otro juez.

    —Verás que sí, no podemos tener tanta mala suerte.

    —Rafa. —Le llamó después de un rato en silencio, interrumpido sólo por el ruido de los papeles al doblarse o la respiración de Carisi—. ¿Qué ha pasado hoy? —Se esperó su suspiro y también que casi terminara su café antes de contestar.

    —Nos acostamos. —Las cejas de Olivia se alzaron tanto y tan rápido que hasta le costó relajarlas—. Pensé que sería algo casual, de una o dos noches a lo sumo, pero me equivoqué. Carisi tiene algo, ¿cómo decirlo? —El último sorbo al café le dio la palabra que buscaba—. Adictivo. —Asintió con la cabeza—. Y, como cualquier adicción, cada vez quiero más.

    —No seré yo quien dé consejos sobre relaciones. —Olivia se levantó alzando las manos, dejando antes su vaso a un lado de la mesita frente al sillón—. No pierdes nada por intentarlo, pero ten cuidado separando lo personal de lo profesional.

    —El lunes por la mañana tendrás de vuelta a tu inspector, lo prometo.

    —¿Y si ocurre algo en fin de semana?

    —Podrías no llamarle a él. —La miró ladeando la cabeza, a Olivia le recordó a un cachorrito—. ¿Por favor?

    —El fiscal Barba pidiendo favores, esto no se ve todos los días.

    Olivia se despidió con el mismo aire divertido con el que había entrado al despacho y, ya a medio pasillo, recibió un mensaje con la foto de cierto beso que se convertiría en la comidilla dentro y fuera de comisaría. Pensó en lo divertido que sería recibir a Carisi el lunes con esta fotografía impresa en su mesa, quizá tuviera que hablar con Amanda para planear mejor la broma.

    Rafael, ignorando la velocidad con la que volaban los cotilleos sobre él, volvió su atención al informe que terminaba de rellenar. No le sorprendió el carraspeo de Carisi.

    —¿Cuánto tiempo llevas despierto?

    —El suficiente como para saber lo mucho que te importo. —Carisi bostezó estirándose a lo largo del sillón. Se impulsó como si estuviera haciendo abdominales para poder sentarse, la recompensa al movimiento nada más despertar fue besar la mejilla de Rafael y escucharle reír—. Parece que tendré el fin de semana libre, ¿y si salimos a celebrarlo? ¿Te apetece una copa?

    —Siempre estaré de humor para beber contigo. —Le miró y, al ver su sonrisa, dejó los papeles a un lado. De repente el trabajo había dejado de importar—. Lo sabes muy bien.

    Lo que todo el mundo sabía es que la puerta de ese despacho no volvería a abrirse hasta dentro de unas horas.


    SPOILER (click to view)
    Confesión: en verdad Peter Scanavino (el actor que da vida a Carisi) mide 1’83m y para mí no es TAN alto como parece en el fic, pero bueno. Esa pose en el sillón me sedujo y debía escribirla. 😌
     
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